¡BRAVO! ¡Bravo! Fue lo único que se me ocurrió al leer el dichoso artículo de “el tiempo” donde nos proponían una maravillosa idea para implementar protocolos y mecanismos que puedan mitigar futuras contingencias ambientales. Una cuestión bastante lógica es que los dueños de la casa se preocupen por mantenerla cuidada. Todos queremos una casa muy bonita, con su jardín, su patio, su sala de estar. Ya que de esa forma nos sentimos cómodos. Esa comodidad nos ayuda a sentirnos bien, y que otras personas que visiten nuestra casa también se sientan confortables. Sería ilógico pensar que el propio de la casa pudiera realizar actos que vayan en deterioro de su hogar. Sin embargo, eso es exactamente lo que pasa con la humanidad, y su hogar, el planeta tierra. El hombre, nosotros, estamos destruyendo ese ambiente en el cual vivimos todos los días. Siempre que se habla de planes, proyectos y aplicaciones que beneficien el medio ambiente hacen que esboce una sonrisa. Sin embargo, al leer a fondo, al filtrar y entender la situación la sonrisa va desapareciendo. Nos suelen tirar cosas como “El Poeca contempla medidas para reducir, lo más rápido posible, los niveles de contaminación en el aire durante la contingencia”. ¡Bravo! pensé en un inicio, pero, es ¡bravo! ¿La exclamación que realmente aplica a esta afirmación? ¡No! Nos están haciendo tomar la idea de que habrán contingencias ambientales queramos o no, hacen que la idea sea nuestra, que la aceptemos y seamos sumisos ante una situación que ni siquiera debería ocurrir. “expresaron que además de las medidas que se implementarán en caso de contingencia ambiental es importante que los ciudadanos cambien sus hábitos para mejorar el medio ambiente, ya que ni las condiciones topográficas (un valle angosto adverso para la circulación de masas de aire) ni las atmosféricas (poca ventilación que influye en la concentración de contaminantes) se pueden cambiar…” Si bien la sociedad debería cambiar sus hábitos para mejorar el medio ambiente como nos plantean en este artículo, dudo mucho que sea la sociedad la única culpable de tal situación, los gases emitidos que llevan a dichos episodios de contaminación severas suelen atribuirse a los vehículos, pero, ¿acaso no son las empresas emisoras de gases unas de las principales contribuyentes a la destrucción del medio ambiente? La respuesta se hace obvia en la mente, sin embargo, de manera inteligente el gobierno responde que es imposible evitar que suceda pues a los autos se suman las condiciones topográficas y atmosféricas, llevando a toda la ciudadanía a un estado catatónico, alienados individuos castigándose pues es su culpa por tener un auto mientras las empresas devoran las grandes metrópolis debido a la falta de estrategias, de ubicación y los controles fácilmente evitados por la corrupción. Nunca la solución a un problema social ha sido esperar a que suceda para contenerlo, convenciendo a la ciudadanía de que es la única manera y que no podemos hacer nada. Me niego a sentarme a esperar a que la casa se caiga para poder construir de nuevo, hay que cimentar las bases, hay que arrancar el
problema de raíz y evitar que vuelva a suceder, para esto es necesario un verdadero compromiso de los empresarios, del estado y de la ciudadanía en sí, trabajando en equipo y luchando por nuestro medio ambiente pues el mismo es responsabilidad de todos los sectores de la sociedad, no de una fracción, que aunque grande, sigue siendo solo una fracción. Esta premisa aplicada a la realidad sigue siendo parte de la ficción, como si fuese parte de “un mundo feliz” de Huxley; una premisa utópica, pero al fin, la única premisa digna de un ¡bravo!