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NAVA HERMOSA


A MODO DE PRÓLOGO

Encarna se acerca delicadamente y me cuenta que esa casa que

fotografío lleva cerrada diez años, desde que su dueño murió al

ser golpeado por un coche mientras cruzaba una calle de su pueblo. “No tenía dolientes... ¿Lo conociste?”, me pregunta, curiosa de que yo esté haciendo una foto justo a esa casa. “No”, le respondo, y hablo un rato con ella para después hacerle un retrato…

Estoy en La Mancha, tierra de personajes descritos como toscos

y coléricos por Cervantes y como serios y esquivos por folcloristas

españoles, y quedo desconcertada con la amabilidad y dulzura de esta mujer que sin pudor me cuenta esa corta pero triste historia. Esta planicie natural en el centro de España, a muy pocas horas

de Madrid, no tiene límites, salvo los históricos e idiosincráticos,


y ocupa una parte de las provincias de Albacete, Ciudad Real,

Cuenca y Toledo. Me llama la atención la voluntaria y orgullosa

autodiscriminación de sus habitantes y planeo mi periplo de visitas

por algunos de sus pueblos con la intención de fotografiarlos y conocer la naturaleza de la gente que los vive.

A pesar del helado viento de enero, Paco, Antonio y María Dolores se reúnen consecuentemente detrás de la iglesia de El Toboso todos

los domingos del año. Los retrato y me piden que vuelva… Galdós describió este pueblo, que hoy suma 2.000 almas, como “alegre, destartalado y grandón, de una irregularidad deliciosa”. Yo lo encuentro ancho, ordenado y limpio.

En La Puebla de Almoradiel conozco a Ángeles. Me invita a su

casa y está encantada de que yo la retrate. Fue pastora desde niña y


nunca ha visitado Madrid. Ni siquiera se enteró de los pormenores

de la Guerra Civil, sólo de aquello que la afectaba muy de cerca sin

entenderlo, pero me aclara que es “de derechas”. Se viste de fiesta con la típica mantilla, se cambia las desgastadas pantuflas azules por

unas negras y me enseña sus medias hasta la rodilla para que salgan en el retrato.

A Mariano y a Mísere los conozco cuando voy a Navahermosa. Fue-

ron agricultores toda su vida, pero ahora están débiles para trabajar y han vendido las tierras. No sienten la necesidad de ir a Madrid, pero

están al tanto de todo lo que allí sucede a través de un enorme televisor de pantalla plana que preside el salón de su pequeña casa. Me mues-

tran orgullosos las fotos de sus hijos y me hablan de sus hermanos que

viven cerca de la iglesia en el mismo pueblo. Mariano sale a avisarles que les haré fotos —no puede usar el teléfono porque su sordera se lo


impide—. En pocos minutos, Juan y Raimunda me esperan vestidos de domingo con cervezas y galletas: Juan me muestra sus gallinas, Raimunda sus joyas. Y me invitan a comer…

Atraída por estos personajes, por su forma de hablar, su sencillez, sus expresiones, el orgullo que sienten por sus tradiciones y su

fama de esquivos, pero también por su amabilidad al dejarme

curiosear dentro de sus casas, me propuse hacer un registro de ellos desde mis vivencias como forastera. Nava Hermosa, nace de mi primera incursión en estos poblados que luchan no sólo contra la

crisis económica de estos años sino contra el olvido que han sufrido ya miles de pueblos de España. He podido encontrar en esta

comunidad de entrañables habitantes hospitalidad y cordialidad, a la vez que enigma y nostalgia.

Claudia Leal


BUSCANDO UN PUEBLO

Soy la única mujer en el bar Cibeles. Pido una Coca-cola Light

solo por pedir algo y sonrío a los presentes: seis obreros con buzos manchados de polvo que toman un café o un pacharán y me miran alternadamente con el rabillo del ojo, y un señor mayor que me observa sin disimulo… Es martes, y después de dos horas de carreteras casi perfectas y recién asfaltadas, entre tractores, fábricas de muebles y dientes de león que con su amarillo embellecen el camino, llego a un pueblo solitario y caliente a pesar de estar en una primavera excepcionalmente fría y lluviosa. Una receptiva asistente de alcaldesa, quien me mira dudosa, me da la bienvenida, y un jovencísimo delegado de cultura vestido con pantalones de trotar, que estrena cargo, me cuenta sobre las próximas fiestas de mayo.


Doy una vuelta por el desolado pueblo y hago algunas fotos antes de entrar al bar de la Avenida Generalísimo (se refiere a Francisco Franco; los habitantes no se ponen de acuerdo para cambiarle el nombre). Frente al bar, dos marroquíes esperan no sé qué en el pequeño puente del arroyo que divide la Gene­ralísimo. Recuerdo entonces unas palabras de la chica del ayuntamiento: «Los pocos inmigrantes que

tenemos en el pueblo se han quedado sin trabajo porque los aserraderos han cerrado por la crisis, ¿sabes?». A los pocos minutos los

abandono, quizás intimidada por esas curiosas miradas a una forastera, pero con la invitación abierta para volver y hurgar…


P R I M AV E R A O U N P U E B L O QUE SE DESPUEBLA

En la cuarta semana del equinoccio de primavera, un sábado hú-

medo y frío, decido volver al pueblo. Una inesperada borrasca cubre la mitad de España y el cielo lleva hoy un espeso velo gris. A pesar de la lluvia, me acoge un hermoso camino y aparco en la orilla para registrarlo… También a las fincas medievales y a las mueblerías abandonadas en el camino, sin protección y a su propia suerte, junto al forraje amarillo, los olivos y las jaras. Esta comarca al borde de la montaña ha padecido el trastorno de las despoblaciones y repoblaciones. A mi llegada, un extraño remix, que pasa de las florituras de Ma­nuel Carrasco a Lady Gaga, suena en la radio y me hace pensar en el afán de estos pueblos por modernizarse y parecer ciudades afianzadas… Las calles están solitarias de nuevo. Enseguida me viene a la cabeza un texto de Abel Hernández en El caballo de car-


tón: «… Y abundan las jornadas en blanco, en las que se impone

el silencio o la pereza. Una de las características del pueblo era la

rutina. Casi nunca pasaba nada. Los acontecimientos se repetían monótona y milimétricamente año tras año».

La lluvia y el frío esconden a sus habitantes, que cierran sus refugios a cal y canto. Nieves, en cambio, deja abierta la puerta de su heladería y me sirve de refugio. También a Ramón, quien me cuenta que ha tenido que cerrar una de sus fábricas de muebles a causa de la crisis, y a José, quien hoy está aquí visitando a sus padres porque en Madrid es puente por el levantamiento contra la ocupación napoleónica hace doscientos años. Con el agua que cae, la piedra de las casas se desnuda y se deja ver en su original esplendor, escondido por el liso cemento que remeda las de la capital. Algunos tejas dejan colar hilos de agua; una ventana rota me invita a mirar. No hay nadie: la gente se ha mudado a casas nuevas, unas calles más allá.












LA ROMERÍA

Las mesitas de afuera de la heladería son el salón de la casa de Nie-

ves, Jesús y las niñas. Cada cinco minutos se sienta alguien distinto a conversar… Ha pasado una semana y ahora todos los abrigos y paraguas sobran. Nieves sube a buscar la falda que bordó durante dos años a su pequeña hija Ruth para mostrármela orgullosa; es la primera vez que la niña baila una jota con el traje típico del lugar. Ruth me enseña cómo sonar las castañuelas y su hermana mayor la corrige mientras me aclara que a ella lo que le gusta es bailar hip-hop porque es lo que está de moda. Me tomo un Trina limón bien frío y decido recorrer el camino hasta la ermita donde, vestida de flores de plástico, se hospeda Nuestra Señora de la Gracia durante todo el año. Es el segundo domingo


de mayo, cuando los mayordomos de la Virgen se dedican a pintar este recinto y le obsequian un traje de flores de verdad. El domingo empiezan las fiestas por la romería, para la que todos en el pueblo se preparan durante el año. Una leyenda cuenta que un día caliente y seco del siglo xviii los fieles a la Virgen de Gracias de este pueblo y los de la Virgen del pueblo vecino «entonaron cánticos y súplicas bajo un sol radiante

pidiendo terminara la sequía que se había prolongado durante años causando la muerte entre la población y sus ganados. Serpenteaban por los caminos que les llevarían a un lugar común donde reunirse. En ese momento desapareció el sol y toda la sierra se oscureció. La tormenta se desencadenó furiosa y los cielos se abrieron cubriendo la tierra de agua. Nadie abandonó el lugar y los fieles de ambos pueblos se agruparon en torno a las imágenes en un abrazo común y daban


gracias a gritos por tan milagroso regalo recibido por intercesión de la Virgen. Allí mismo hicieron votos de volver anualmente haciendo una fiesta a la Virgen alrededor de la cruz y desafiando al tiempo que el cielo quisiera obsequiarles» (Ventura Leblic García, Leyendas navahermoseñas y sus escenarios históricos). La ermita permanece cerrada todo el año. Los adolescentes se juntan aquí para “hacer botellón” y verse a escondidas, y el alcalde, en claro afán de atraer turismo rural pero sin victoria alguna, ha hecho construir un camping en las cercanías. «Mercedes ya lo ha cerrado

la semana pasada —me cuenta Nieves—; se ha aburrido de estar sola y se va…» La cesta de baloncesto yace en el suelo; el monte ha hecho lo suyo apoderándose de las cabañas; un gran cartel evita que se traspase el lugar...


El domingo empezará la romería y sacarán a la Virgen ya vestida de claveles y rosas. El pueblo ha dispuesto festejos en su honor. El hombre del tiempo dice que nos tocará el lado amable de la primavera; la Virgen tendrá una nueva acompañante… «Ayer bajé a la

feria (de San Pedro), que es uno de los días más esperados del año» (Abel Hernández, El caballo de cartón).


VINAGRE, ÁNGEL, BENITO EL LECHERITO, LA PROCESIÓN Y LA PODA

De Madrid viene Miguel todos los años con sus primos y hermanos a montar las atracciones que desdibujan el plano del burgo. Ya son

pasadas las 2 y el pueblo está vestido de fiesta. Logro darle una vuelta a la calle, interrumpida por el tiovivo, y entre mesitas desordenadas en las calles bajo mi equipaje. Juanma ha guardado para mí un espacio en su hostal y, apuntando mi nombre en su cabeza, me da la llave y me pregunta si voy a comer… Hay siete huéspedes en Los molinos, pero en el comedor hay que esperar. Las celebraciones han comenzado; ya el magistrado ha dado el pregón y se han disparado los petardos. Se ha coronado a las ro-


meras y se ha dado flores a las abuelas centenarias, y esta vez las 4.500 personas censadas en el pueblo sí están aquí y se hacen notar abarrotando las calles. Cada uno tiene algo que hacer, aunque sea beberse un chupito de anís en el Cibeles, aunque sea ver bailar una jota a la hija o saludar al que nunca está y vuelve para las galas. Allí conozco a Vinagre, Ángel y Benito El lecherito. Sin tapujos, me detallan leyendas y pormenores de sus vecinos y van preguntando al que pasa con su dejo peculiar: «¿Fais a la fiesta e la plaza?». Todos tienen mote, a todos les da vergüenza decir el suyo, pero no el de los otros; al final todos lo confiesan y relatan su origen: el del mote de su padre, que es el mismo de su abuelo, porque los motes en este pueblo se heredan. La lluvia intermitente ameniza las fiestas. La gente se queja del agua, sin acordarse de que sus ancestros pidieron a la Virgen que


esto pasara cada tercer domingo de mayo, y vuelve a refugiarse en sus casas, en las que ahora también me meto yo. Pero para la procesión no es posible esconderse. Con paraguas y sombreros, los celebrantes suben lentamente acompañando a la imagen entre encinas y pinos; luego rezan, beben y distraen el hambre con algún bocata de ibérico o comen en familia al volver al pueblo… A David, el delegado de cultura, no le toca cumplir hoy su rol en la Municipalidad; hace una pausa a la juerga con sus amigos, que concursan con la carroza flamenca, y me saluda con dos besos. Milagros, la chica del Ayuntamiento, hace lo propio cuando me la encuentro bajando de vuelta al pueblo entre las encinas. Disfrazada de cavernícola, me dice que su niño, que viene con ella, está cansado de andar y que siga mi camino pues debe esperarlo.



e s ta de

p u blicaci ó n , q u e c o ns t a

100

ejemplares n u merad o s ,

se imprimi ó en l o s t alleres de

G ráficas p alerm o , M adrid

en diciembre de

2013

E jemplar n º

/500.

Gracias a Néstor L eal por la corrección de los textos y por su estímulo e inspiración, fundamentales para mí. Gracias especiales a Car los De Castro, Ricardo Peña y Lisa Blackmore por su apoyo y confianza incondicionales en este proyecto. Gracias a Silvia Castro, Gabriela García, Gabriel Méndez, María Pía Bevilacqua, L eonardo Azarak y Karen Kaufman por su compañía en el camino. Gracias también a Juan, Raimunda, Ruth y Judith, Nieves madre y Nieves hija, Antoño, V icente, Jesús, Paco El paraca, los Avispa, Alfredo V inagre, Domingo Pichote, Raúl, Q uique, Manolo y Chelo Telesforo, Maricarmen Caete, Milagros y David (del Ayuntamiento), Carmen, Benito El lecherito, Ismael, Mariano Caradealcuza, Mísere y Juan Antonio, Juanma, Angel Carepan, Dionisio El teresino, Ángel Mínguez, Valentín Puñales, Miguel El conejo, V irginia, Verónica, Ágatha, Patricia, Juan Car los, Ana y las niñas, Mariano y Cintia Cartones, Marisol, Nico, Luis y Mar y Julepe, José Luis El perjuicio, Mariano El liebre y L eo, Jacinto y María Dolores, Mariano Apolinar y Conchi, Juan El pulga y María, Juan y V icente Pier res, Daniel Palero, Fernando El alguacil, Alejandro Cojines, Pablo El molinero, José Luis El moreno, Julio Car retero, Julián El mono, Pablo El maestro, Ángel Calatra, Antonio, Pedro, L eti, Noe y Elsa, Agustín, Marina, Eusebio, José Luis y Maribel, Abdelah, Hassam, Miloud, José Antonio Rocky y Kalid, Petri y Félix (de la Cooperativa), Andrés y Félix Mangas, Rubén, y todo el pueblo de Navahermosa, sin cuya colaboración no hubiese sido posible la realización de esta publicación. dise ñ o gráfic o : C o p y righ t ISBN

C la u dia L eal


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PRONTO LIBRO COMPLETO LIVRE COMPLET BIENTOT COMPLETE BOOK SOON


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