Humanidad Podía sentir el mundo verdadero tras la verja. La otra dimensión cobraba vida en la punta de sus dedos. A través del roce de la lengua de una mariposa, descubrió que allí había más colores, olores y sabores de los que le fue permitido conocer. Había mucho más. Y la vibración del agua al soplar el viento, le susurraba esa verdad tan estremecedoramente, que le hacía desabrocharse el cuello de su blusa. No lo dudó más. Su pensamiento miró profundamente a los ojos de obsidiana rogándoles que cumplieran su sueño. Y así fue como encontraron a Evelyn una noche de luna, agarrada a la verja del estanque que separaba su casa del camino, las ropas deshechas y en el rostro, el mismo gesto de felicidad del idiota del bosque.
Bodas de Sangre
Lo único que la novia ansiaba era unirse con su amado. Llevaba años soportando la trágica vida a la que Lorca la había condenado. El día había llegado, el momento de cambiar su destino. Parada ya frente al novio, pensaba en el auto esperándola; muy cerca de él, en las maletas ya cargadas; sus labios casi rozándose, tornaban su corazón taquicárdico; entonces sacó su arma y le disparó silenciosamente. Mientras la bala hacía su recorrido, entrando por la barbilla y saliendo por el cráneo, la novia huía por la puerta lateral del púlpito, donde Leonardo la esperaba con el auto en marcha. Finalmente, los tiempos habían cambiado, ya no se acostumbraban tantos muertos por honor.
Salvación matemática
En la habitación del muerto, destacaba la colección de "Cábala y Economía"; por eso supuse que la clave de acceso de la computadora sería un código de 5 dígitos.
Sumé las letras de su nombre reduciéndolas a un número: 9. Intenté con los primeros 5 de Fibonacci, que sumando el primero y el último resulta 9. Incorrecta. Finalmente, luego de muchos cálculos, logré descifrar la clave: la suma de 2 cifras de 5 dígitos, del 0 al 9, donde la sumatoria de cada cifra se refleja al final de la misma y sumada a la otra resulta 9. La clave fue 99.999. Al iluminarse la pantalla, una leyenda instaba al lector a dirigirse al Presidente de la Nación, para revelarle la verdad, grabada en un archivo de audio. Y allí fui. “Un nuevo orden universal está naciendo. Los 10 responsables de la catástrofe mundial debemos suicidarnos para salvar a mil millones de hambrientos cada uno. Cientos de miles de monjas alrededor del mundo sabrán qué hacer si esto no se cumple. En archivo aparte figuran los 10 nombres, que el portador ya conoce y tiene instrucciones al respecto. La cuenta regresiva ha comenzado. El 10° no tuvo valor para matarse, así que lo hice yo. Tú eres el 8°. No intentes borrar este archivo”.
Pero, incrédulo, presionó rápidamente la tecla Borrar y, literalmente, se desintegró. Ahora usted, que es el primero y el último, quiere que siga contándole la historia o prefiere hacerlo a su manera?
Equilibrio No tiene sentido darles explicaciones. Ellos jamás entenderían que las marcas de mis tobillos no fueron de una caída de la bici, ni por qué, desde que las tengo, bajo de la cama por la cabecera. No puedo decirles que Dobby fue confinado al rectángulo de madera debajo de mi cama, por tener la esperanza de ser famoso gracias a la pluma de Rowling.
Ellos no entenderían que cada mañana quiere aferrarse fuertemente a mis tobillos, para salir a la luz que, me asegura, lo hará brillar. Ellos no preguntan. Me sirven el desayuno con las pastillitas verdes. Para el equilibrio, dicen. Y empezamos a hablar del tiempo.
Los chicos crecen
Habían olvidado definitivamente sus orígenes. Pinocho, ya hombre, se dedicó a la venta de viruta de madera para embalaje fino. El gato del marqués de Carabás abrió una fábrica de botas -las de tacos aguja y piel de liebre hacen furor entre sus clientas-. También se supo que cuando Hansel vio a Gretel tan apetecible en esa casita de chocolate, pactó con la bruja un hechizo para los Grimm y entonces fueron transformados en lobo y caperucita y la bruja, en Cenicienta. Pero todo esto fue hace muchos, muchos años, cuando todavía se leían libros de papel. Cuando las ficciones de realidad virtual eran apenas una fantasía. Cuando…El niño ya está dormido. Esta grabación se terminará en 4, 3, 2, 1.
Minificcionistas duchos y bicheros acérrimos Después de embelesarme con tantos aleteos chuangtzusianos y arrastres kafkianos, estiro mis brazos, pellizco mis piernas y compruebo que sigo estando aquí. ¡Pero cómo me atrae esta red!
Nanos picados Sobre Sombras Mi sombra me alertó de mi muerte cuando la vi flotando en el aire del quirófano. Supe que me detuve en el tiempo porque al mediodía mi sombra yacía a mis espaldas. Sobre Dinosaurios Y el dinosaurio, harto de ser usado por cientos de microcuentistas, sin cobrar, pidió ser trasladado del libro de Monterroso al de Michael Crichton, Parque Jurásico, en Estudios Universal. El dinosaurio, al ser desplazado por El Emigrante, decidió marcharse de una vez. Sobre Fugacidad
Mis palabras fueron fugaces hasta que comencé a escribirlas. Desde entonces me tienen prisionera. El arcón lleno de deseos, donde caen las estrellas fugaces, se encuentra cruzando el horizonte. Por suerte nunca llegaremos.
La fugacidad es un guiño que nos hace la otra dimensión para tranquilizarnos: nada es eterno. Ayer te soñé en tu ataúd, despertándote de esta pesadilla. Pero tus palabras para mí solo fueron: avísales de la bomba y el estallido me despertó.
Sobre Desiertos No te quejes: Quise curarte de tanto desamor y terminé contagiándome. Cada año, al pasar por tu piel, se robaba tu lozanía. Pero se la daba a tu alma.
Majaderías Mi sepulcro a perpetuidad, donde me has eternizado en el escarnio, engalana hoy estas
paredes. De nada sirvió que trataras de enmendar tu desatino
recreándome
insignificante.
Debiste
con haber
este
vestido
quemado
tu
primera obra para poder redimirte. Por eso tu alma, igual que la mía, está condenada a vagar por los pasillos solemnes de este museo. Solo ruego que el fuego, en cualquier momento, logre finalmente liberarnos.
Liquidación Navideña
Un hastío visceral la llevó a vagar aquella Nochebuena con la esperanza de encontrar algún cliente solitario. Las últimas luces se hacían acuosas en la noche londinense, a la hora en que ratas y cucarachas corren libremente por las calles. El aroma a galletas de jengibre brotaba de los hogares envolviéndola con recuerdos de una niñez para olvidar. No podía llorar, se correría su maquillaje. Debía apresurarse si quería encontrar algún rezagado de los bares que le diera un poco de olvido. Retocaba el bermellón de sus labios cuando lo vio en el espejo. El taciturno Jack caminaba a pocos pasos detrás de ella. Se sintió dadivosa. Pensó en ofrecerle compañía al costo de una sangría. -Hola Jack... tengo un obsequio de Navidad para ti.
-Yo también Polly.
Esencial
El creacionista
Escudriñaba su esencia en el fondo de la pupila reflejada en el espejo, cuando una voz de
niña,
susurró
muy
una
lejana,
frase
le
del
Principito. Decepcionada, se puso sus lentes de sol, tomó su carterita y volvió a la calle, a trabajar.
Cegueras mínimas
Tengo un sueño muy recurrente por estos días: sobrevuelo la tierra de sur a norte. Allí, los sentidos se distorsionan y tanto puedo ver al planeta entero, como a las piedras del fondo del mar. Puedo doblar la línea del tiempo, hasta hacer que sus extremos se toquen y formen un círculo sin principio ni fin. Y en esa rueda, sobresalen siete ángeles con siete candelabros en las puertas de siete iglesias, quemando siete sellos que desatan siete plagas que destruyen toda vida sobre la tierra. Y veo también a doscientos millones de jinetes inmaculados que son salvados y transformados para el inicio de una nueva era. Y los veo nadando en un magma blancuzco, luchando por alcanzar la luz que los volverá a la vida. Entonces, en dominio de un poder absoluto, contengo el aliento y despierto. Acabo exhausto. Sé que la única manera de terminar con estos sueños es empezar de una vez con La Creación. Un día de éstos.
"Las minificciones son larguísimas y complejas historias que no se ven, que se ocultan arteramente detrás de un puñado de
palabras conocidas."
Prueba real - Es la princesa, no hay dudas. ¡Finalmente hallamos a la consorte real para el príncipe! Le hicimos la prueba del guisante y resultó positiva, su majestad. Además, tiene todo el porte, la elegancia y la belleza que su majestad pretendía. - Humm… no sé… tráiganla aquí y déjennos solos; ya les diré mi decisión. El príncipe Felipe vio entrar a Jessica Rabbit vestida como una verdadera princesa. La tomó de una mano y le hizo dar una vuelta sobre sí. Luego de mirarla con admiración de arriba abajo, la besó apasionadamente mientras le susurraba: todo salió a la perfección, estuviste magnífica, estás hermosa mi amor. No, no se dieron cuenta de nada. No hay de qué preocuparse, Aurora seguirá durmiendo por mucho, mucho tiempo más.
Galatea de los mares
Todos sabían que al rey Pigmalión le molestaba el temperamento histérico de las mujeres, sobre todo si éstas no eran hermosas. Nadie se extrañaba que pasara sus días esculpiendo a su mujer ideal: una preciosura de mármol blanquísimo a la que llamó Galatea. Solía hablarle a la piedra cual si fuera su dócil amada. No pocas veces yo, que lo asistía, temí por su cordura. Una vez finalizada su magnífica obra, el rey sintió que la amaba con pasión y rogó a los dioses que insuflaran vida a su estatua para que terminara con la soledad de sus días. Yo también rogaba. Finalmente se apiadaron de nosotros y Galatea cobró vida. Tal era la alegría que sentíamos los tres, que fuimos a agradecer a los dioses a la orilla del mar. Galatea no dejaba de alabar a su amo y Pigmalión no cesaba de elogiarse a sí mismo por tal perfección. Después de la primera zambullida de los amantes, comprendí que mi ruego también había sido escuchado. Mi padre nadaba convertido en un enorme y tosco cetáceo y Galatea volvía a ser una estatua, pero de oscuro bronce y con cola de pez, encallada para siempre en los acantilados. Y yo, agradecí a los dioses el comienzo de mi nueva vida.
Amnesia
Acto Final
En un lugar de la mancha descubrió
finalmente
el
La mancha de sangre en la seda de su kimono ya llegaba a las rodillas. La última lágrima cayó sobre su propio pecho. Le pintó un sol rosado, como el atardecer de ese verano en que el seppuku la liberaría de la deshonra y el dolor. Estaba serena, como siempre, cuando lo escuchó gritar su nombre en la distancia: “¡Butterfly! ¡Butterfly!”. Solo entonces dejó que la curva leve de una sonrisa iluminara su muerte.
nombre que no podía recordar:
Registro
Beatriz. Y
el
sonido
de
su
imagen
desplegó ante sus ojos, sobre la misma mancha, los destellos tornasolados de su historia. Desde
el
comienzo
de
los
siglos, hasta el momento en que, por haberla matado, fue encerrado
en
la
celda
del
olvido. Y entonces lloró -aún sabiendo que las lágrimas no rescatarían el
mundo
perdido-
hasta
quedarse otra vez vacío, frente a
la
musgosa
humedad.
mancha
de
Cuando Tweety se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró liberado de su jaula y convertido en un triste pájaro azul. Creyó que era un sueño, pero cuando se vio reflejado en los ojos de Silvestre, sintió que todo era muy real. Ya se daba por perdido cuando, en el mismo cristalino en que estaba su reflejo, su amigo Héctor venía en su ayuda convertido en leopardo. Quiso advertirle “Me parece que vi un lindo gatito”, pero en ese instante escuchó: “¡Corten! Los abogados no arreglaron con los derechos de autor. ¡Todos a maquillaje!".
Vendida Llegamos a la casa con lo puesto. Irene buscó en la alcantarilla donde había tirado la llave y aún estaba allí, enredada entre guijarros y malezas. Haciendo la lástima a un costado, abrimos la puerta y
entramos.
Todo
estaba
tal
como
lo
habíamos dejado; hasta el tejido delante de la cancel y el ovillo del otro lado. Eran las once.
Empezamos por la sala y las habitaciones: abrimos ventanas, quitamos polvo, Irene levantó la fuente de fiambres de su cuarto, yo tomé los quince mil pesos de mi armario. Doblamos el codo del pasillo; en la cocina y el baño también limpiamos: embolsamos las estampillas y tejidos viejos junto con las carpetas de macramé. Luego, nos enfrentamos a la puerta de roble que daba al otro lado de la casa. Lo habíamos pensado bien, la abrimos con decisión. Mientras Irene aireaba la sala de gobelinos, yo arremetí contra la biblioteca; toda la literatura francesa de la preguerra fue a parar a las bolsas. Irene siguió con el comedor, yo con los cuartos. Los recuerdos de nuestros bisabuelos, abuelos, nuestros padres y nuestra infancia también fueron embolsados.
Eran las siete cuando terminamos. Ya nos habíamos preparado un par de bolsos con algo de ropa y algunos documentos cuando un sonido sordo e impreciso detrás de la cancel nos alertó de la llegada del comprador. Buscaba una casa espaciosa y antigua sobre la que pensaba escribir un
cuento. Y nosotros, que ya estábamos grandes y cansados de rodar por ahí, no lo dudamos más. Nos entregó el resto del dinero y le dimos la llave. Ya en la calle, me despedí de Irene con un abrazo. Finalmente, cada uno por su lado.
Alef
Recién comprendí a Borges, la primera vez que la muerte se metió en un
cuerpo conocido. Porque el día que Beatriz Viterbo murió –dejó de ser una candente mañana
de
febrero-
noté
que las
carteleras
de
fierro
de
Plaza
Constitución habían renovado sus afiches –que dejaron de ser de
intrascendentes cigarrillos-. El hecho me dolió, pues comprendí que el mundo –no el incesante y vasto universo del que tengo dudas– no se percataba de esa ausencia. Ese cambio sería el primero de una serie infinita que me fue afirmando y confinando en el solitario reducto de mi mente. Con cada muerte cercana me fui despojando de penas inútiles, como si una inefable certeza me obligara a aligerar el alma, para que la vida, brillante, arrolladora y ajena lo ocupe todo. “Todo cabe en ti -me dice una voz desde el fondo de mis mágicos libros leídos- porque tú eres todo y nada más necesitas. Porque tú eres ese mínimo punto donde todo converge simultáneamente, donde la vida y la
muerte solo son dos instantes de la eternidad que eres.” Comprendo que esta jugarreta vanidosa de mi mente asiéndose de Borges, es el disfraz perfecto de la indolencia más atroz que he sentido; de la clara conciencia, por primera vez, del eterno sinsentido de la vida.