núm. 223_Marzo
INNOVACIÓN & TENDENCIAS
PACKAGING PREMIUM
Honoro Vera
LA ETIQUETA NOVELA Los 10 decímetros cuadrados que abrazan el torso de una botella pueden contener todo un relato. En tan escueto espacio la etiqueta de Honoro Vera, el monastrell de 2014 del grupo Gil Family Estates, destila la historia universal del vino y de la estirpe de la bodega familiar. Para retratar el alma de este tinto joven rojo cereza, Denominación de Origen Jumilla, el grupo bodeguero acudió a la agencia de diseño y comunicación Grafyco, que firma todo su packaging. El diseñador Claudio Pàmies asegura que “es un vino destinado a perdurar en el tiempo, uno de esos productos que hacen branding -crear marca-, con todos los ingredientes para convertirse en un clásico”. Con una larga trayectoria en el diseño gráfico y 13 años desde que fundó la agencia Grafyco, que comparte con el diseñador Ramón Torres, el reto de enfrentarse a ese pequeño espacio de papel que define el vino es todo un proceso creativo no tan diferente de la elaboración del vino: recoger sus esencias y su singularidad para contarlo en una sola mirada, igual que el sorbo de una copa contiene los influjos del sol y las coordenadas de una tierra.
El diseño dinámico del Honoro Vera ha merecido ya dos galardones: fue destacado como Mejor Envase por los Premios Internacionales de Diseño Industrial y Diseño Gráfico (CLAP) y, también en 2015, recibió el premio Anuaria, que conceden las asociaciones profesionales, al mejor packaging.
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“El packaging es una novela, un poema, un viaje”, explica Pàmies, cuyo propósito es “prolongar ese recorrido y que emocione a cada paso”. Para Honoro Vera, concibió toda una narración que ofrece, como un libro abierto, los cinco pasos que relatan el proceso ancestral de la obtención del vino y su poder efímero en el paladar. “Cuenta la historia del vino desde el inicio, cuando la manilla da cuerda a la maquinaria e inicia el proceso para que todo se desarrolle en el momento justo, pasando por el pámpano de la vid que evoca la naturaleza del producto, el ala que representa el espíritu de la bodega, la mano del hombre y el reloj, que simboliza la trascendencia del tiempo en el vino y el momento en que lo disfrutas”, detalla el diseñador. De la comunión del hombre con la vid surge un zarcillo que se enrosca entre los dedos de madera. “Hay metal, piedra, madera y hoja vegetal, pero el hilo narrativo empieza y termina con un material intangible, el tiempo”, explica sobre la etiqueta. Cada trazo y textura invoca una certeza atemporal y la nobleza de un vino extraído de los suelos calizos a 700 metros sobre el mar con clima extremo.
núm. 223_Marzo 2016
INNOVACIÓN & TENDENCIAS
“Cada vino es un universo” Hay un momento crucial en el diseño del packaging de un vino: “El momento en que una etiqueta te llama desde el lineal, ese preciso momento es el que ha generado la feroz competitividad en el mercado, donde destacar ya es un reto complicado”. El diseñador no olvida que ese pequeño espacio de papel “es el primer encuentro físico con el consumidor”. Concibe el método creativo como “un diseño global, que incluye la etiqueta, la contraetiqueta, la cápsula, el bozal, el cintillo, el estuche, la caja y hasta el corcho porque podemos extender el factor sorpresa hasta el final; que el corcho te siga contando, y más y más”.
Claudio Pàmies y Ramón Torres son los creativos de la agencia Grafyco de diseño y comunicación, fundada hace 13 años y especializada en branding y packaging. Además del desarrollo de marcas de vinos, son autores de la cartelería del Festival de Jazz de San Javier (Murcia) y de campañas de concienciación ciudadana, como las realizadas para FCC. Más información: www.grafyco.com
Una historia para cada mirada Cada parte aparece segmentada en la etiqueta como “una unión de páginas diferentes, hojas de libro que cuentan una historia universal, trozos de recuerdos, recortes de sabiduría que se han ido rescatando de todo el proceso y de la herencia familiar”. La imagen conjuga además el peso del nombre, Honoro Vera, un antepasado familiar del productor, en cuyo linaje reside en parte ese mandato hereditario de hacer vino que comparte con la naturaleza. Como valor añadido de la etiqueta, Pàmies destaca una virtud escasa en la actual exuberancia creativa del mercado del vino: “Se presta a interpretaciones; me gusta que cada uno se fabrique su historia desde el primer encuentro con la botella”.
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La elección del papel adecuado, relieves, tintas volumétricas o estampación son recursos que invitan al tacto para descubrir el temperamento del producto que se sostiene en las manos. “Cada vino es un mundo. A veces requiere ser más sutil, más extravagante o incluso irreverente”, indica el creador, que sopesa las peculiaridades culturales del mercado al que va dirigida la marca. Por ejemplo, para el afrutado Comoloco, un monastrell de la D.O.P. Jumilla, buscaron cierta insolencia desenfadada, mientras que Albacea es puro surrealismo a una tinta.
El poder de una imagen ¿Cuál es la fuerza del packaging en el resultado final de un producto elaborado con tanto mimo, tiempo e inversión? “Hemos hecho etiquetas de vinos que no rotaban en los lineales y con el nuevo packaging hemos logrado que las ventas se multipliquen hasta un 250%”, explica el diseñador. Los elementos están al alcance de cualquiera, pero no todos los diseños hablan por sí solos. Para explicar ese hálito de vida que distingue a algunas etiquetas, Pàmies recuerda la fórmula que le dio un bodeguero: “Los procesos están escritos y las máquinas son iguales para todos, pero las personas, la tierra y la vid marcan el temperamento”. 8