El Espíritu Bolivariano Capítulo I del libro Tradición y renovación
Gildardo Lotero Orozco
© Gildardo Lotero Orozco © Editorial Universidad Pontificia Bolivariana El Espíritu Bolivariano Primera edición, 2010 Universidad Pontificia Bolivariana Rectoría Gran Canciller UPB y Arzobispo de Medellín: Mons. Ricardo Tobón Restrepo Rector General: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez Vicerrector Académico: Pbro. Jorge Iván Ramírez Aguirre Jefe de la Oficina de Egresados: José Fernando Montoya Ortega Editor: Juan José García Posada Fotografías: Departamento Gestión Documental / Archivo Fotográfico Institucional Diseño y Diagramación: Ana Mercedes Ruiz Mejía Coordinadora de Producción: Ana Milena Gómez C. Dirección editorial: Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, 2010 E-mail: editorial@upb.edu.co www.upb.edu.co Telefax: (57)(4)354 4565 A. A. 56006 - Medellín - Colombia Prohibida la reproducción total o parcial, en cualquier medio o para cualquier propósito, sin la autorización escrita de la Editorial Universidad Pontificia Bolivariana.
Tabla de contenido
Presentación .................................................................... 5 El Espíritu Bolivariano...................................................... 9
El Espíritu Bolivariano de la fundación de la Universidad (1936)....................................10 Trasfondo educativo, religioso y político................................15 En la historia local y en la cultura universitaria.....................25 El Espíritu Bolivariano tradicional........................................28 El Espíritu Bolivariano renovado..........................................33
Conclusión.......................................................................37
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Jornadas conmemorativas del 75 aniversario de la upb y publicación del primer capítulo de la historia de la Universidad
Presentación
Con esta publicación, “El Espíritu Bolivariano”, iniciamos la edición de diez cuadernos temáticos que registrarán la historia de los 75 años de la Universidad Pontificia Bolivariana. Estos cuadernos conformarán, como capítulos, el gran libro Tradición y renovación, con el que conmemoraremos la gran efeméride de nuestra institución el próximo año. Alrededor de su edición mensual, hemos programado las Jornadas Conmemorativas, que se iniciarán el 30 de septiembre de 2010, dentro del marco de la que deseamos que sea una gran celebración.
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Queremos revivir nuestra historia en forma inteligente y reflexiva para obtener luz y confianza para el futuro. El “espíritu bolivariano” es un excelente punto de partida: “Como espíritu, es un principio dinamizador de la marcha histórica institucional y la principal razón de sus logros y del reconocimiento social que ha conquistado”, afirma el texto. Herederos, como somos, de ese espíritu, vamos a vigorizar la revisión de nuestro pasado histórico con ese entusiasmo inicial que demostraron los fundadores de nuestra universidad. Vendrán luego otros temas de reflexión que, igualmente, incentivarán el diálogo intergeneracional y aumentarán el conocimiento de nuestra alma máter: nuestra identidad católica y su carácter pontificio, la formación integral del bolivariano, la proyección social de la Universidad, …Cada tema representa, desde perspectivas distintas, una síntesis de lo que a través del tiempo se ha ido construyendo con esfuerzo y dedicación, con fe y esperanza, bajo la mirada vigilante y amorosa del Señor de la Historia, único intérprete, como dijo Juan Pablo II, de todas nuestras posibilidades y realizaciones. Como Rector General de la UPB, quiero convocar a los bolivarianos de todas las edades, latitudes y generaciones para que contribuyan con su presencia y con su voz a ese enriquecimiento común que serán las Jornadas Conmemorativas y a esa reedificación compartida de nuestra historia, la historia de quince lustros de nuestra UPB. Monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez Rector General
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Actual
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Mons. Manuel JosĂŠ Sierra Primer Rector
Mons. Tiberio de J. Salazar Arzobispo fundador
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Entre las universidades pontificias del mundo, hay una que se destaca por su título de bolivariana: la nuestra, la Universidad Pontificia Bolivariana, que nació en Medellín en 1936 como la “Católica Bolivariana” y hoy, 75 años más tarde, con sus sedes en Bucaramanga, Montería, Palmira y Bogotá, se extiende a una gran parte de la geografía colombiana. En este apelativo se recoge su primer aliento, el impulso que le ha dado vida por más de siete décadas. La UPB es en el tiempo la primera universidad bolivariana de Latinoamérica: después vinieron la Universidad Bolivariana de Chile (1973) y la Universidad Bolivariana de Venezuela, fundada recientemente (2003).
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En el trasfondo histórico de esta denominación pueden hallarse significados tanto de orden educativo, como político, religioso y social. A ellos nos referiremos enseguida, pero sobre todo, al aporte histórico y a la intuición estratégica de sus primeros alumnos quienes, en el nombre emblemático del Libertador, señalaron para siempre la ruta de lo que después vendría a ser el devenir institucional, el cual, ya en manos de la Iglesia, se convirtió en fuerza viva, en energía creadora y en nota esencial de la UPB: el espíritu bolivariano.
El Espíritu Bolivariano de la fundación de la Universidad (1936) Días antes de la expedición del decreto arzobispal del 15 de septiembre de 1936, que declaraba la fundación de la Universidad Católica Bolivariana, apareció esta noticia en un diario conservador de la ciudad: “El nuevo instituto se llamará La Bolivariana”. Para la fecha, tanto los profesores como los estudiantes conservadores ya habían hecho efectivo su retiro de la Universidad de Antioquia. Los estudiantes, después de reunirse para concertar pautas de acción, y aún sin cancelar matrícula, habían continuado recibiendo las clases de los cursos abandonados, en el edificio Bolívar situado en el barrio Guayaquil. En estos días ellos convinieron dedicar la futura universidad a la memoria del Libertador de América. Esta iniciativa fue aceptada por los profesores y, finalmente, por la autoridad eclesiástica. La nueva institución, en consonancia con su nombre, debía estar dispuesta a acoger a todos los universitarios de derecha de los países de América. El americanismo se había venido convirtiendo en centro de interés para la juventud intelectual colombiana de derecha, dentro de una atmósfera de nacionalismo y patriotismo. Bolívar, el héroe americano de siempre, era la figura paradigmática del incon formismo de todos los tiempos y de la lucha mancomunada de los países de América contra las fuerzas extranjerizantes. Por esta época, precisamente, el joven filósofo antioqueño Fernando González Ochoa había publicado dos de sus más polémicos textos: Mi simón Bolívar (1930) y Los Negroides (1936).
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En una de aquellas reuniones de profesores y estudiantes, prelimi nares a la aparición del decreto fundacional, y en las que empezaba a consolidarse el fenómeno corporativo que motivó la fundación definitiva, se discutió el tema del nombre completo que habría de adoptar la nueva universidad. Tanto el profesor Alfredo Cock Arango como el profesor Fernando Gómez Martínez coincidían con los estudiantes en que se llamase “Bolivariana”, pero dado que ya existía un movimiento de intelectuales comprometidos con la creación de una universidad católica en Antioquia, se podían canalizar esfuerzos y unir voluntades en una única y vigorosa empresa: la de la fundación y puesta en marcha de la Universidad Católica Bolivariana, con el patronato de la Arquidiócesis. Este es el testimonio en la memoria del profesor Cock Arango, protagonista en todos aquellos sucesos universitarios que desembocaron en el acto de secesión o de mitosis por el cual nació la Bolivariana: El estudiantado deseaba que se consagrara la Universidad con el nombre de Bolivariana, en honor al Libertador Simón Bolívar, lo que por rara coincidencia venía a coincidir (sic) con el nombre del edificio en el que fue fundada, lo que miraban como un augurio favorable. Este deseo del estudiantado que yo compartía y en cierto modo había inspirado tenía también otro fundamento y era el de tomar como fundamento los ideales de libertad y orden proclamados por el Libertador, pero me pareció indispensable conjugar este noble pensamiento con la orientación que me había movido a colocar el plantel bajo el patrocinio de la religión católica, sin lo cual, estoy absolutamente convencido, habría sido difícil si no imposible que pudiera subsistir (1).
En opinión de otro profesor fundador, Fernando Gómez Martínez, la “bolivarianidad” de los estudiantes no contradecía la “catolicidad” requerida por el prelado y por los personajes del Comité Profundación de una universidad católica. Antes bien, catolicismo y bolivarianidad eran términos complementarios que, conjugados, daban cuenta
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satisfactoria de lo que todos querían. Se convino, pues, que el nuevo instituto universitario se llamaría la “Universidad Católica Bolivariana”, en el primer acuerdo corporativo del que se tenga noticia en la historia de la institución. Lo que representaba hace setenta y cinco años para unos jóvenes estudiantes universitarios abandonar sus estudios voluntariamente, sacrificando la única posibilidad que tenían de terminarlos, y embarcarse en la tarea utópica de participar en la creación de una universidad que respondiese a sus íntimas aspiraciones de realización personal, académica y social, sólo puede ser comprendido a la luz de los valores e ideales que los guiaban. Hubo en la actitud y en la acción de aquellos estudiantes que resolvie ron “quemar las naves” cuando se retiraron de la Universidad de Antioquia en respaldo a unos profesores que sólo les podían ofrecer dirección intelectual y orientación moral, mucho de fervor y de en tusiasmo juveniles provocados por el clima de exaltación política de la época. Pero hubo también intuición, conciencia histórica y capacidad de riesgo, si atendemos a todos los sucesos que después se presentaron. Las palabras de Clodomiro Ramírez, rector de la Universidad de Antioquia en esa época, anticipaban con sabiduría el sentido histórico de esa acción: “En lo fundamental la juventud de nuestros días es tan idealista, tan valerosa y tan leal como la juventud de todos los tiempos”(2). A un año de fundada la Bolivariana, el ya citado profesor fundador Gómez Martínez le solicitó a monseñor Manuel José Sierra, rector de la incipiente institución, que consignara el nombre de estos alumnos en un documento, para que las generaciones futuras les hicieran justicia. Destaca el profesor Gómez Martínez la decisión y la participación estudiantiles para que la institución cobrara vida: La idea de fundar en Medellín una Universidad Católica venía acariciándose desde hacía algún tiempo por el Excmo. Sr. Salazar y Herrera, nuestro ilustre arzobispo, y por un destacado grupo de caballeros. Era, pues, un anhelo social que aún no había tenido forma, pero que, como una nebulosa, buscaba su
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núcleo. Mas no hay que olvidar que el motivo determinante de la realización, fue el acto de aquellos setenta y más alumnos que un buen día resolvieron cancelar su matrícula en nuestra vieja e ilustre universidad -que entonces sufría una crisis de carácter político- y reunirse en un claustro desmantelado, sentarse en unos malos bancos, llamar profesores y declarar que esa agrupación improvisada era una universidad (3).
En su carta de respuesta el Rector le dijo: Ese acto de los alumnos fue arrojo de fundadores, que si no puede llamarse genial por el período de gestación en que estaba la idea, reúne, en cambio, todas las demás condiciones: convencimiento, decisión, sacrificio, sencillez, magnificencia y creación, que fueron ciertamente el motivo de la realización (...) Los estudiantes de la Escuela de Derecho que en horas de decisión se lanzaron a la calle como Colón al mar, llevando el ideal de fundación de la Universidad que a todas partes del país anunciaron, son acreedores a la gratitud del establecimiento y dignos de que su nombre se grabe hoy en pergamino y mañana en placa de mármol sobre uno de los muros del edificio que muy pronto se alzará en los terrenos que posee la Universidad (4).
La participación de estos estudiantes y el papel definitivo que cumplieron en la fundación de la Católica Bolivariana, son, pues, realidades tan incontestables como el concurso que recibieron de algunos de sus profesores y la acción oportuna del Señor Arzobispo de Medellín, monseñor Tiberio de J. Salazar y Herrera. En la conjugación de los dos colores de su bandera, el rojo de la renovación, y el negro de la tradición, y en la de de dos signos, la cruz y la espada, los fundadores de la UPB simbolizaron su dimisión de la Universidad de Antioquia y la creación de una universidad distinta donde pudieran vivir su fe católica y practicar su moral sin intolerancias ni exclusivismos. Esta síntesis apareció después (1939) recogida en las estrofas del himno de la Universidad, escrito por un alumno:
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Ceremonias tradicionales en la historia de la UPB (Centro de Documentos).
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Nuestras rutas demarcan de oro/ dos fanales de gran brillantez: / el que lleva en su casco Bolívar/ y el lucero de Cristo en Belén. Nuestra marcha señalan dos brújulas/ siempre puestas en nortes de luz:/ una tiene de aguja una espada/ y es imán de la otra una cruz. Escalando las cumbres sagradas, / nuestros brazos en puente de amor,/ unirán con los Andes el Gólgota, / Chimborazo y el Monte Tabor.
Trasfondo educativo, religioso y político La bolivarianidad de la UPB, al igual que su catolicidad, está genéticamente unida a la búsqueda de la autonomía universitaria como principio rector de la educación superior. Se originó en la voluntad entusiasta de los estudiantes fundadores que vieron en el Libertador de América el emblema de su ideal de independencia, y en la protección de Iglesia que acudió a respaldar los derechos de la tradición religiosa y moral, conculcados, en opinión de aquellos universitarios, por el gobierno partidista de turno. La lucha por la autonomía de las universidades, entendida ésta como la independencia en relación con cualquier tipo de poder externo y como la capacidad de tener un régimen propio sin subordinación a otro, es tan antigua como la historia de las universidades del mundo. En el mejor de los casos, ha sido un ideal de búsqueda del conocimiento alejado de todo interés político. Por la época de la fundación de nuestra universidad, la comunidad académica de la Universidad de Antioquia se planteaba esta autonomía como independencia con respecto a la centralización que el Gobierno de Alfonso López Pumarejo, mediante la Universidad Nacional, pretendía para la universidad colombiana. Los universitarios antioqueños, tanto conservadores como liberales, defendían la financiación de la universidad pública con recursos propios de la región, mediante la creación del Fondo Acumulativo Universitario, el cual resolvería los problemas de crecimiento y desarrollo de la institución. Las
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consideraciones de un profesor universitario de la época son bastante ilustrativas al respecto: Es necesario volver por los fueros de las universidades seccionales porque ellas tienen para los departamentos un valor de estímulo y una importancia igual a las de la capital. El absorbente centralismo tiende a restringir los actos autónomos de las secciones con perjuicio de la libertad de acción que es dinamismo. Y en cuanto a la Universidad de Antioquia, centro de esperanza de esta región geográfica y política, ins titución centenaria ya, caracterizada por distintivos de centro étnico, garantizada por los frutos que ha dado, satisfactoria por las escuelas que funcionan como dependencias de ella, no merece que se le conserve y distinga como institución benéfica para el país, ello se debe a que el espíritu ambulante de pensares y el misoneísta centralismo, quieren aniquilar la vida seccional (...) Se presupone que una disposición, un cambio, un nombramiento adoptado por los que dirigen la educación popular, se dirige siempre al bien de las escuelas. En un medio adecuado, estabilizado, positivista, se aguardan los efectos, y si ellos no satisfacen, las variaciones se imponen, pero condenarlas desde el punto de partida, hacer de las disposiciones causa de perturbación, equivale a mantener alterado el orden. Denuncio este caso como un delicado punto de ciencia de la educación, pero mi fin es otro: en los centros universitarios seccionales, han sido contados los casos de opugnación entre dirigentes y dirigidos, y si hubiese concentración de casos profesionales, se seguirían las costumbres del núcleo central, y la insubordinación se extendería a la república. Preferible, sin duda, conservar los centros en donde el año lectivo se termina sin con moción, porque dominan principios pacíficos, por sencillez de costumbres, por menos complicación en asuntos sociales. Las ciudades universitarias de Europa son lugares tranquilos (…) En el estado actual de desarrollo del país, el centralismo cerrado se quedará en potencia: el interés seccional, motor de empresas de aliento no admite ya el tutelaje. Antioquia, sección geográfica bien determinada, núcleo distinguido, tiene su universidad como arca de esperanzas (5).
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El Departamento de Antioquia era, por ese entonces, una región pujante en el campo económico y hacía considerables aportes al fisco nacional. Los profesores y estudiantes de Derecho debían conocer muy bien las condiciones de la autonomía institucional universitaria dentro del régimen legislativo colombiano vigente y la correspondencia necesaria entre financiación y autonomía. Pedro María Carreño, cuyo texto Apuntes sobre Derecho Administrativo era estudiado en las facultades de Derecho, decía, con referencia a la autonomía universitaria: Aplicando estas ideas a la autonomía de la universidad, resulta que ésta se independizaría del gobierno nacional y de toda otra entidad oficial. Para llegar a este resultado hay un primer obstáculo, consistente en que el numeral 15 del artículo 120 de la Constitución señala al presidente de la República, como suprema autoridad administrativa, la atribución de reglamentar, dirigir e inspeccionar la instrucción pública nacional. Dentro de este ramo están las facultades superiores integrantes de la universidad; luego, para realizar la autonomía universitaria habría que comenzar por reformar la Constitución. En la hipótesis de que tal reforma se efectuara, se presentaría otro obstáculo que consistiría en que la nueva entidad “autónoma” tendría que arbitrar recursos rentísticos para sostenerse, pues dejando de ser la universidad un servicio social nacional, no habría base para apropiar en el presupuesto partida alguna destinada a mantener un servicio desligado del control inmediato del Estado (6).
Esta interpretación de Carreño, presentaba una sola posibilidad para la realización de la autonomía universitaria dentro de la coyuntura política de aquel momento: la de la creación de entes universitarios no oficiales que afrontaran el riesgo de su propia financiación. La otra alternativa era meterse dentro del cauce del oficialismo - porque el presidente López no iba a cambiar la Constitución en este aspecto - y obtener en contraprestación una precaria o “relativa” autonomía, como la denominó el mismo presidente:
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Los liberales tenemos muchas razones para no propugnar por la autonomía universitaria hoy que somos gobierno, a pesar de haberla pedido cuando estábamos en la oposición. Ayer la requeríamos como un posible medio de conseguir la reforma contra un gobierno que la rechazaba. Hoy ese medio es el gobierno y la autonomía debe venir como remate de la reforma. Y no hay, en mi concepto, oportunismo en este cambio de actitud. A un grupo inconexo de escuelas conservadoras, de métodos conservadores, controlado por gobiernos que muchas veces hicieron de ellas un renglón burocrático para pensionar servidores de la causa conservadora como maestros de la juventud, queríamos emanciparlo de ese tutor político al cual atribuíamos, con bastante fundamento, sus principales errores y vicios de conformación. Pero esa situación ha cambiado. La llamada universidad sigue siendo defectuosa y, como estamos viendo, atraviesa una crisis en la cual perece o se salva. La tradición se mantiene intacta en algunas facultades; con pocas excepciones, no hay progresos sensibles en la cátedra y no se ha generalizado siquiera la libertad que pedíamos para ella hace quince años. Ahora, empero, el gobierno tiene los instrumentos para organizar la universidad, quiere hacerlo y va a hacerlo, con el concurso de las mejores inteligencias (7).
Efectivamente lo hizo mediante la Ley 68 de 1935 que reorganizaba la Universidad Nacional y que sentaba el principio de “la autonomía relativa” difícil de conciliar con la garantía de la “libertad de enseñanza” consagrada en el artículo 41 de la reforma constitucional de 1936 emprendida por el Congreso liberal bajo la dirección del mismo presidente López. Esto constituía un embrollo en el que estuvo inmerso el país por décadas. Afortunadamente en la época actual y después de la Constitución de 1991 que consagra el principio de la autonomía universitaria ha habido algo de luz en el incomprensible enredo jurídico de aquella época. La vida universitaria del país fue regulada durante más de un siglo por decretos presidenciales, desde la Constitución de 1986 hasta la promulgación de la Ley de Educación Superior de 1992. Durante toda esta centuria las universidades colombianas lucharon por su autonomía en casi todos
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los aspectos de su existencia institucional: académico, pedagógico, financiero, jurídico y disciplinario… Tanto aquellos liberales que defendían el Fondo Acumulativo como los conservadores “antipatriotas” y “enemigos de la civilización” que lo atacaban sólo porque iba a servir para financiar una universidad que se había vuelto “atea”, estaban a favor del regionalismo y dentro de las reglas de juego que el intervencionismo estatal había establecido para el ejercicio de la autonomía universitaria. La diferencia entre unos y otros únicamente se establecía en el campo ideológico y político en el cual, como hemos visto, los liberales se enfilaban con el Gobierno y los conservadores, con la Iglesia. El conservatismo, por su parte, siempre había sostenido que Simón Bolívar había sentado sus bases ideológicas y, por consiguiente, se convertía en el referente histórico de su movimiento autonómico. La invitación a retirarse que les hizo el Consejo Directivo de la Universidad de Antioquia a los universitarios que reclamaban garantías para el cumplimiento de sus deberes religiosos y morales, no sólo fue aceptada, sino que dio como resultado el nacimiento histórico de una universidad distinta, la Bolivariana. Paradójicamente, con esta fundación se estaba dando cumplimiento, por primera vez, al principio de libertad de enseñanza consagrado en la Reforma Constitucional de López Pumarejo, sancionada por el Presidente el 7 de agosto de 1936, a un mes de la fundación de UPB. El artículo 41 de la Constitución de 1936 que consagraba la libertad de enseñanza les dio argumentos a la Iglesia y a los universitarios conservadores de la Universidad de Antioquia para crear una universidad completamente autónoma, la Católica Bolivariana. La siguiente jurisprudencia del mencionado artículo aclara a la perfección el incidente: La libertad de enseñanza del artículo 41 tiene dos aspectos: el que la Institución no sea monopolio del Estado y el de que se pueda enseñar cualquier doctrina. La forma única de garantizar el cumplimiento de este derecho es que los particulares puedan establecer institutos docentes” (8).
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El diario derechista La Defensa, en su edición del 22 de septiembre de 1936, en su editorial “caso universitario” comentó, desde el punto de vista del ejercicio autonómico, la reciente fundación de la Universidad Católica Bolivariana, haciendo hincapié en la realización de aquel anhelo de descentralización universitaria que venía incubándose en Antioquia desde tiempo atrás: La fundación de otra universidad en Antioquia corresponde a necesidad de la época, es la ejecución de un derecho que ha movido la iniciativa particular, es la misma causa que impulsó en otra época a la Universidad Libre, pero, ante todo, será campo de experimentación por resultado de aplicación de doctrinas filosóficas opuestas, y esperanza para que la centralización de universidades no llegue a ser un hecho. Que comprendan el centralismo absorbente y el comunismo que Antioquia es un baluarte de federalismo en potencia capaz de fundar universidad, contra intenciones ocultas e ideas disol ventes y execrables. (9)
Cumpliendo el principio ya mencionado de la “autonomía relativa”, el Gobierno Nacional le reconoció personería jurídica a la nueva universidad el 22 de febrero de 1937, y aprobó sus estatutos y reglamentos el 13 de octubre de 1938. No obstante, y principalmente, la lucha por la autonomía se libró en el campo religioso, en el terreno de la batalla contra el “laicismo en la educación” en el que venía comprometida la Iglesia siguiendo postulados de carácter teológico. Eran aquellos universitarios, conservadores en su gran mayoría, los que afirmaban que la Universidad de Antioquia se había vuelto “atea” y “comunista” y quienes, según el Consejo Directivo de la institución, debían retirarse, o sumarse a los que rechazaban esta calumnia. Las recriminaciones también se presentaban en el campo moral, lo que históricamente nos da a entender que eran tan católicos los liberales que permanecieron en la Universidad de Antioquia, como los conservadores que después salieron de ella.
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Ceremonias tradicionales en la historia de la UPB (Centro de Documentos).
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La Universidad ha sido el corazĂłn y referente de identidad del sector de MedellĂn que rodea el campus.
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El modelo de universidad propuesto por el Gobierno de López Pumarejo advertía todas las características de la universidad imperial napoleónica del siglo antepasado: centralista, técnica y anticlerical. La oposición laicismo-clericalismo en la educación, se originó justamente en Francia en el siglo XIX cuando Napoleón decidió intervenir en el sistema educativo para liberarlo del monopolio eclesiástico y secularizarlo de acuerdo con los intereses del Estado. La consiguiente reacción del Clero y de la Iglesia institucional fue la de la creación de las universidades católicas de índole confesional. El padre Alfonso Borrero describe así este hecho interpretándolo como una demostración de autonomía: Para enfrentar el absolutismo de la Universidad Imperial, surge la idea de la “universidad católica” como tal. Este es un punto que asume trascendental importancia histórica. No se puede decir que la universidad medieval hubiera sido católica en el sentido que ahora se usa la palabra para adjetivar a la universidad. En el medioevo, la universidad fue de hecho teocéntrica por lo mismo que la teología era el culmen de la estructura y de sus intenciones... Ahora el fenómeno es distinto. En el ambiente se mueve el propósito de romper con la hegemonía de la única Universidad Imperial, que llevada de su absolutismo, atropellaba todas las libertades, incluida la de la conciencia intelectual y religiosa. Despierta, entonces, la idea de la universidad católica solamente. Este, más que ser un concepto institucional es un símbolo del momento en defensa de la libertad de todos los espíritus. No más control, no más intervención. (10)
Aunque el caso de Francia en el siglo XIX y el de Colombia en el XX, manifiestan particularidades diferentes, el primero se convirtió en antecedente histórico del segundo y, ante un conflicto de potestades como el que se presentaba en Colombia por los años treinta, cualquier movimiento universitario disidente - y esto fue lo que pasó en Medellín- debía cerrar filas en torno al clero religioso organizado, opuesto al gobierno, para adquirir respaldo y legitimación.
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El problema de confrontación interna en la Universidad de Antioquia se resolvió, pues, con el apoyo que la jerarquía eclesiástica local le brindó a un grupo de su feligresía universitaria cuyos derechos y obligaciones religiosas y morales estaban siendo desconocidos o simplemente postergados. Así lo consigna cumplidamente el texto del decreto fundacional de la UPB. La autonomía universitaria, que es libertad para el estudio y la investigación siempre se ha ejercido sobre la base de la existencia de una autoridad socialmente reconocida, de un sujeto moral de atribuciones, que respalde las iniciativas particulares. La Iglesia constituía esa autoridad en el Medellín del 36 y, en atención a ella, mediante el ejercicio de su propia potestad y soberanía, decidió la constitución canónica de la Universidad Católica Bolivariana. La autoridad de la Iglesia, una cuestión esencial en la doctrina católica, no significaba para los universitarios católicos separatistas otra modalidad de constreñimiento; antes bien, significaba garantía para poder realizar sus ideales universitarios de estudio y de in vestigación, como se puede colegir del testimonio que uno de los estudiantes fundadores presentó muchos años después, cuando la Bolivariana era ya una universidad reconocida y pujante: No quisimos profesores y estudiantes realizar un acto banderizo, un episodio sectario, sino todo lo contrario; una obra abierta y generosa como rechazo a lo que entonces se padecía en los claustros oficiales. Así nació la Universidad Católica Bolivariana, sin alambradas ideológicas, sin vetos ni censuras, autónoma, seria, disciplinada, con ímpetu, con mística, abierta pero con jerarquía, amplia sin libertinaje, ni rígida ni caótica, y siempre indefectiblemente dentro de los principios que rigen la nacionalidad y regulan la moral cristiana. (11)
Los ideales de orden y libertad, de disciplina y autonomía, inspirados en el pensamiento de Bolívar, iluminaron, pues, la rebelión universitaria que produjo el nacimiento, en la década de los treinta
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del siglo pasado, de la primera universidad privada de Antioquia y la primera universidad bolivariana de América.
En la historia local y en la cultura universitaria Con la aparición de la Bolivariana, la vida urbana y social de Medellín cambió. Ciertamente venía cambiando desde unas décadas atrás con motivo de las efemérides conmemorativas del primer centenario de la Independencia (1910) y del primer centenario de la muerte de Bolívar (1930). Un fervor bolivariano se había apoderado de la ciudad y de Colombia entera, traducido en denominaciones como la del Parque de Bolívar, emblemático de Medellín y convertido en epicentro urbano a partir de 1923 cuando se erigió en él una estatua ecuestre del Libertador. En su costado frontal se construyó la Catedral Basílica Metropolitana (1931), sede del Arzobispo. Las calles aledañas al Parque nos recuerdan sitios y naciones asociadas al Libertador Bolívar y a sus hazañas militares. En el área urbana del Parque de Bolívar y de la Basílica, tuvo la Bolivariana su primera sede (1937), en Caracas con Palacé. La UPB tuvo por tradición y por mucho tiempo, hasta la década del noventa, la celebración de un desfile conmemorativo que cerraba con “broche de oro” las celebraciones del aniversario de fundación. Este desfile, que arrancaba de la sede principal de la Universidad en La Playa, terminaba en la Catedral Metropolitana con un Te Deum en acción de gracias y con una ofrenda en el parque ante la estatua de Bolívar. Hoy, sólo tenemos en el campus de la Universidad una cabeza en bronce del Libertador, esculpida por el maestro Rodrigo Arenas Betancur y emplazada en el costado oriental de la Biblioteca Central frente a la fuente de agua del bulevar de los estudiantes. Esta cabeza, solemnemente entronizada en 1984, fue un obsequio de los exalumnos a la Universidad. Don Ricardo Olano reseña en sus Memorias, como uno de los grandes hechos que jalonaron el desarrollo urbano de Medellín en la primera mitad del siglo pasado, la construcción de la Avenida Bolivariana,
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llamada así no sólo porque el campus universitario de la UPB se encuentre a la orilla de su recorrido sino porque la Universidad colaboró financieramente con su construcción. Fue la primera vía de doble calzada de la ciudad y la primera arborizada. Llamada originalmente “carretera”, porque unía a Medellín con Belén, uno de sus corregimientos, había recibido por decreto municipal el nombre de carretera “Francisco de Paula Santander”, el que cambió por el de “Bolivariana” una vez la Universidad entró a meter basa. Esto recuerda don Ricardo Olano: El 15 del presente (septiembre de 1940) se inauguró solemnemente la carretera Bolivariana que va en línea directa desde La América ( refrigeradora Central) hasta la plaza de Belén. Su extensión es de dos kilómetros y 450 metros. Ancho de 30 metros, que se piensa distribuir así: faja central de 5 metros para prado y árboles; dos calzadas de 8 metros cada una, y cuatro y medio metros para aceras y prados y árboles a cada lado de la carretera (…). Esta carretera fue iniciada por la Junta Municipal de Caminos hace algunos años. Se hizo el trazado, pero no la obra, por dificultades entonces insalvables con los dueños de las fajas. Pero ahora, con motivo de la Universidad Católica Bolivariana, cuyos terrenos quedan sobre la carretera, la Junta Económica de dicha entidad logró construirla con grandes esfuerzos. Esta junta está compuesta por los señores Dn. Manuel María Escobar, Presidente, y por los vocales, Pbro. Manuel José sierra, Dn. Ramón Echavarría , dn.Julio Hernández y por el Secretario, Dn. Eduardo Gutiérrez. Esta junta fue nombrada por el Señor Arzobispo por Decreto de septiembre de 1936 (…). La carretera ocupó 12.000 metros cuadrados de la Universidad, cuyo valor aún no se ha convenido. Parece que se equilibrará con el impuesto de valorización que ha de pagar la Universidad (12).
Además de todo lo que hemos anotado sobre el nombre completo de la Universidad, cabe señalar que se le llama “La Bolivariana” por un caso muy frecuente de elipsis en el lenguaje, de economía lingüística, que consiste en omitir en una frase una o más palabras necesarias para su correcta construcción gramatical, pero no para que resulte
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claro el sentido. Por eso todos decimos “La Bolivariana” en vez de “la Universidad Pontificia Bolivariana” como decimos “La Javeriana” en lugar de “la Pontificia Universidad Javeriana”, su nombre completo. Dado el gran poder y la legitimidad con que contaba la Iglesia en la época de fundación de la Universidad, el proyecto educativo de la Bolivariana de “educación para toda la vida”, con la apertura del colegio (1937), que rebasaba en mucho el aliento inicial del profesorado y de alumnos fundadores, obtuvo el beneplácito de una ciudadanía en su gran mayoría tradicionalista, fervorosa y creyente. El calificativo de “bolivariano” comenzó a despojarse de sus connotaciones histórico-políticas para referirse a un gran proyecto social y educativo que ha impreso en los que en él hemos participado un sello particular de identidad y pertenencia. A finales de siglo (1998), cuando ya la universidad había crecido considerablemente en número de programas, profesores, estudiantes y egresados y se había extendido a otras ciudades del país, comenzó a hablarse de la Bolivariana como de una gran familia, “la familia bolivariana”. Y ya en este siglo, bajo el lema “Bolivariana con los bolivarianos para la transformación social y humana” se ha querido ir más allá: la proyección de la UPB ha adquirido dimensiones apenas soñadas por los fundadores. En su discurso de posesión (4 de marzo de 2004), el actual rector, monseñor Rodríguez Velásquez, declaró como su principal intención al asumir el cargo: Fortalecer el sentido de pertenencia a la Universidad, tanto por parte de quienes estamos vinculados a ella, como por parte de los egresados, es una tarea que con tesón quiero proponer desde mi gestión. Por eso el lema “Bolivariana con los bolivarianos” quiere ser la invitación para que hagamos de la Universidad, de sus campus y de sus sedes, nuestra casa. Un lugar de puertas abiertas en donde nos sintamos bien y al que los estudiantes, egresados, docentes y empleados puedan venir y sentirse acogidos y orgullos de su alma mater. “Bolivariana con los bolivarianos”, quiere significar también la apertura del egresado bolivariano al mundo en su variedad de culturas, y a quienes deseen vincularse a nuestra universidad
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para aportarle lo mejor de sus conocimientos humanos y científicos. Nuestra intención es lograr constituir una auténtica comunidad educativa universal (13).
En un mundo globalizado como el actual, la bolivarianidad, renovada, tiende a adquirir dimensiones transhistóricas y transnacionales, se proyecta al mundo trascendiendo su origen local, pero conservando intacta su autonomía, su misión y sus valores.
El Espíritu Bolivariano tradicional “La Bolivariana”, como se la reconoce actualmente en el lenguaje y la cultura universitaria del país, tendría la “bolivarianidad” como su diferencia específica. “La Católica” de Medellín, como se la reconoció en ese momento o “La Pontificia”, como se la vendría a reconocer posteriormente, tendría, al igual que otras universidades del mundo nacidas bajo la tutela de la Iglesia y contra el intervencionismo estatal, sustantivación en la doctrina del catolicismo cristiano y adjetivación determinativa en los principios del ideal bolivariano. Esta simbiosis, representativa de la identidad institucional, obtuvo su mejor y más reconocida expresión en un escrito, aprendido de memoria por generaciones de bolivarianos: El Espíritu Bolivariano. El espíritu bolivariano, expresión sincopada del espíritu universitariocatólico-bolivariano, apareció, por primera vez, condensado en un conjunto breve de mandamientos y definiciones, como legado espiritual de monseñor Sierra, el Rector fundador, para todas las generaciones universitarias. Escrito en 1939 para ser estampado en los carnés que se les entregaban a los estudiantes cuando ingresaban a la Universidad, era una especie de agenda en la vida formativa del estudiante. Después, su texto completo ha venido siendo entregado a los graduandos en la ceremonia de grado, junto con el correspondiente diploma. El texto del Espíritu Bolivariano, en su preámbulo, formula la misión de la Universidad y define el carácter normativo y compromiso de los artículos subsiguientes:
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Durante su rectoría, Monseñor Henao en una de sus pláticas por Radio Bolivariana.
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La Universidad Pontificia Bolivariana aspira a crear en las juventudes un espíritu nuevo, propugna por el renacimiento de la conciencia humana mediante la formación de nuevas generaciones dispuestas a la lucha y al sacrificio por los ideales de Dios y de la patria, y exige de sus directores, profesores y alumnos que en cualquier tiempo o lugar obren de conformidad con el siguiente “Espíritu Bolivariano”:
A continuación se enuncian prescripciones de comportamiento personal y social, bajo el denominador común de lo que ha de hacerse por convicción, todas ordenadas al amor y el respeto por la Iglesia, por Colombia y por la Universidad: No se podrá ser un perfecto Bolivariano sin estar convencido de la misión cultural y social que a la Universidad corresponde llevar en la vida colombiana; ni se podrá coadyuvar adecuadamente a la realización de sus ideales sin apasionarse con sus triunfos, sin amoldarse estrictamente a su disciplina y sin participar del elevado espíritu de sus fundadores. Obedecer las órdenes por convicción, respetar la jerarquía y acatar la autoridad; no defraudar las aspiraciones de sus padres, ni hacer inútiles sus sacrificios, serán normas que el Bolivariano tendrá muy en cuenta. Ninguna causa eximirá al Bolivariano del cumplimiento de sus deberes universitarios, familiares, patrióticos y sociales. Será primero que todo un católico convencido y práctico, un patriota sin reservas ni odios, y luchará por la implantación de un orden cristiano en las relaciones humanas. Rehuir la lucha por la Iglesia Católica, por la Nación Colombiana o por su Universidad o dejarse dominar por un ambiente hostil a ellas, constituirá la mayor falta que se puede cometer contra la Universidad Pontificia Bolivariana. En su vida privada el Bolivariano buscará en todos los momentos su perfeccionamiento: en su vida pública será un perfecto caballero, intachable en sus maneras, caritativo con
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los pobres, justo con sus inferiores; si la vida o las necesidades de la Patria lo llevan a la política no se dejará dominar por resentimientos o por mezquinos intereses y buscará siempre el engrandecimiento de Colombia; en la vida profesional recordará que la sociedad requiere siempre sus servicios y regirá todos sus actos por la justicia conmutativa y social, pues de ellos ha de dar cuenta al Todopoderoso. No negará su concurso o asistencia a ningún acto religioso, a los homenajes patrióticos, ni a las iniciativas que tiendan a asegurar el reinado de la justicia social; luchará por que corran parejas en su vida la moral y la religión, la cultura y la ciencia, la justicia y la caridad, los intereses del hombre y de la sociedad. El Bolivariano está obligado a estudiar aplicando su criterio propio; a analizar y discutir imparcialmente, a consultar y a razonar con el fin de adquirir conocimientos sólidos y de capacitarse para servir a la sociedad y a su familia en la medida de sus fuerzas. No se inspirará nunca en fines calculadores e indignos, sino que teniendo en cuenta la naturaleza humana y su destino final, luchará por su perfeccionamiento, ennoblecerá su vida, dignificará cuanto con él se relacione de tal manera que nunca se le podrá enrostrar que faltó al espíritu de la Universidad o que dejó de obrar bien en algún momento. Su cariño, su admiración por la Religión Católica, por la Patria y cuanto haga por enaltecer la memoria del Padre Libertador y por realizar sus supremos deseos, no serán el resultado de la vigilancia, la imposición o el cálculo, sino fruto espontáneo de su conciencia individual y universitaria.
Monseñor Sierra llegó a decir en varias ocasiones que la universidad era, ante todo, un “ente moral “, es decir, un sujeto de obligaciones y de derechos en el que la libertad del individuo debía conjugarse con la normalización institucional, variable históricamente. Disciplina y conciencia eran para él la médula o el meollo del espíritu bolivariano. Así llegó a expresarlo en un discurso de bienvenida al Arzobispo Salazar y Herrera con motivo de su primera visita a la Universidad:
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La fuerza misteriosa de cohesión, de orden y de eficacia en las instituciones católicas está en la conciencia y en la disciplina estrechamente aliadas. Mientras la primera está en nosotros y con nosotros, siempre y en todo lugar, obligando a hacer el bien, la segunda sólo se impone en algunos lugares y en poco tiempo para ayudar a la primera a evitar el mal, algún mal exterior y pequeño. La disciplina sola, forma cuarteles y tiene esclavos que obedecen por temor; la conciencia y la disciplina constituyen hogares familiares en que los hijos de Dios son obedientes al Padre. Cuanto más haga la conciencia, tanto menos qué hacer tendrá la disciplina (...) Esta es la médula de nuestro espíritu bolivariano. Formalmente os invito a visitar estos claustros en los días de las tareas escolares para que observéis una familia ejemplar que por convicción y por deber trabaja inclinada sobre el libro. (14)
Desde variados ángulos y en circunstancias diferentes, personajes que han tenido que ver directamente con el devenir histórico de la Institución, han calado en la interpretación de las consecuencias últimas de este espíritu bolivariano, el espíritu de la Universidad, fiel reflejo de su identidad y de su misión. Gómez Martínez, profesor fundador a quien nos hemos referido anteriormente, recogió el alcance de este espíritu bolivariano descrito por monseñor Sierra, en apartes de un discurso conmemorativo de los veinticinco años de fundación de la Universidad. En tal ocasión, se refirió a una mística bolivariana, a una disciplina bolivariana, a un estilo bolivariano de pulcritud personal y profesional y a un comportamiento cívico desinteresado del bolivariano: Ser bolivariano supone alcanzar un nivel humano superior. No le basta al bolivariano dominar todas las materias propias de una profesión si no ha de ejercerla bajo los postulados de la más estricta moral. Debe inspirarse en la noción de un honor infrangible. Hacer de la verdad un culto y penetrarse de que estar en sociedad impone servirla con total consagración y lejos de todo egoísmo. El bolivariano ha de encarnar el verdadero caballero cristiano, con mucho de cruzado y mucho
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de Quijote, eso es, con mucho de Bolívar (...) La Universidad Pontificia Bolivariana ha creado una mística y un estilo. La mística de llamarse bolivariano, de haber pasado por las aulas bolivarianas, de haber sentido la suave pero irresistible disciplina bolivariana, impuesta por una autoridad que sabe ser autoridad. Y un estilo de pulcritud personal y profesional y de cívico desinterés que adorna a los que de la universidad han salido. Son las virtudes que surgen de su catolicidad y su universalidad, así como de la inspiración que da la vida del último de los héroes, el que, con el correr de los tiempos, los va superando a todos (15).
El Espíritu Bolivariano renovado El Rector General actual de la Universidad, monseñor Rodríguez Velásquez tuvo la iniciativa de actualizar el contenido y revestir el texto tradicional del espíritu bolivariano con un lenguaje acorde con el presente. Para el efecto, redactó con motivo de la fecha conmemorativa del septuagenario de la UPB (2006), “el espíritu bolivariano del siglo XXI”. Este documento, más breve y de tono más general que el de monseñor Sierra Ríos, hace énfasis en el compromiso personal del Bolivariano más que en las formalidades del orden y la disciplina, habla en términos de valores más que de obligaciones, de amor y alegría más que lucha y sacrificio, de transformación y de proyección social más que de servicio e implantación de un nuevo orden social. Al igual que el texto original, combina tradición con innovación, pero a diferencia de aquél es una invitación de avanzar hacia el futuro más que mirar hacia el pasado y tiene un carácter más propositivo. La balanza histórica de la UPB, con este nuevo texto, parece inclinarse esta vez más hacia la renovación que hacia la tradición, como sucedió a comienzos de la década de los ochenta. Este nuevo texto del Espíritu Bolivariano, como el tradicional de monseñor Sierra, tiene como eje la ética, tanto porque aparece como un conjunto de enunciados sobre los compromisos y deberes del bolivariano, como porque está centrado en él como persona. Este nuevo documento dice a la letra:
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Ceremonias tradicionales en la historia de la UPB (Centro de Documentos).
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Quien haya hecho sus estudios en la Universidad Pontificia Bolivariana o esté vinculado a ella debe ser: Una persona a quien la dimensión trascendente lo lleva a Dios y le da un sentido especial a la vida, al descubrir en el otro la imagen de Dios, al hermano a quien es necesario ayudar y tutelar en sus derechos y a encontrarse a sí mismo en su dignidad de persona y sujeto de deberes y derechos. Una persona en quien han de brillar en todo momento los valores del humanismo cristiano, que tienen su origen en la Sagrada Escritura y en las enseñanzas de la Iglesia Católica. Una persona comprometida con el desarrollo de la sociedad, en quien la competencia profesional no eclipse la virtud de la humanidad. Una persona en quien la transformación social y humana sea la meta que busque alcanzar en todo momento. En la política y en cualquier campo el Bolivariano esté presente, debe ser testigo de la verdad, la justicia y la caridad. Una persona en búsqueda permanente de la calidad y la excelencia académicas. Una persona en quien el afecto a la UPB y a sus compañeros sea característica sin par y nunca olvide que el Bolivariano está siempre listo para ayudar al bolivariano. Una persona para quien la UPB sea siempre su casa y anhele volver a ella con alegría. Con la mirada puesta en el futuro, de la mano del Creador de todo, el Bolivariano debe distinguirse por su profunda fe en Dios, en sí mismo y en los demás, por su coherencia de vida, su competencia profesional y su comportamiento solidario con los demás. Finalmente, el Bolivariano debe ser agradecido y reconocer que es un honor y un compromiso pertenecer a la comunidad de la UPB.
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En una publicación posterior de la Universidad (2007), El perfil del bolivariano del nuevo Milenio, también de la autoría de monseñor Rodríguez Velásquez, aparece un capítulo dedicado a profundizar en el nombre de Bolivariana de la institución. Parte el Rector de la situación histórica de conflicto político que acompañó el nacimiento de la Bolivariana y ve en aquella un indicio del llamado providencial a que la UPB llegue a convertirse en instrumento de paz y reconciliación entre los colombianos, “una vocación a la vida patriótica” de la cual Simón Bolívar fue un singular paradigma. A este propósito, cita el texto del Proyecto Institucional de la UPB (2005) que dice al respecto: El rótulo de ser bolivariana expresa la intención fundacional de crear una institución con sentido patrio, es decir, referido al origen de nuestra nacionalidad y a los ideales y pensamiento del Libertador Simón Bolívar (16).
Continúa el Rector desarrollando la idea de vocación a la vida patriótica y de compromiso de la Universidad con la sociedad colombiana, relacionándola con el papel de la Iglesia en la transformación social y el compromiso social y político de las universidades católicas. Concluye, en síntesis, que el ser bolivariano hoy en día es más que un título, un estilo de vida, un modus vivendi, que compromete a trabajar por la paz y la reconciliación del país: En la UPB de hoy, el título de Bolivariana es más que un título, es un estilo de vida, un modus vivendi, que distingue al profesional bolivariano de los profesionales de las demás universidades. Estilo de vida que va más allá de la forma: es su razón de ser como bolivariano. Este estilo de vida lo compromete a trabajar por la búsqueda de la paz a través de la reconciliación. En Colombia es menester vencer el conflicto con las armas del perdón, de la justicia y de la reparación. Estos son los ingredientes sustanciales de la reconciliación. Por tanto, el ser Bolivariana implica para la UPB el compromiso de formar para la reconciliación, no para la venganza. Más aún, es formar para la paz por medio del respeto del derecho local e internacional. El bolivariano respeta la norma (17).
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Conclusión En los primeros meses de la historia de la UPB, el apelativo de “bolivariana” que habría de ostentar para siempre como parte de su nombre y de su razón social, tradujo, como palabra derivada del nombre del Libertador de América, los ideales perennes de independencia e inconformismo que abrazaron los alumnos fundadores. Una vez establecida como entidad corporativa de estudiantes y maestros, universitas scholarium et magistrorum, la Pontificia Bolivariana, en la medida en que iba creciendo y desarrollándose, formó en su comunidad educativa un espíritu, talante o estilo que ha animado su devenir histórico. Este espíritu, conocido como “espíritu bolivariano”, obtuvo su primera formulación en el texto escrito por su primer rector en 1939 y una segunda, renovada, por su rector más reciente (2005). Sin embargo, habría que agregar, para concluir este capítulo sobre el espíritu bolivariano, que tal espíritu no es nada más ni nada menos que el espíritu que ha inspirado la Universidad en sus setenta y cinco años de existencia, el soplo que le infundió vida y que la ha conservado a través del tiempo, una llama que arde en la conciencia y la memoria de sus mejores hijos, aquellos que orgullosamente se reconocen como bolivarianos. Como espíritu, es un principio dinamizador de la marcha histórica institucional y la principal razón de sus logros y del reconocimiento social que ha conquistado. A los bolivarianos de todas las generaciones, nos alienta, en lo personal, un común sentimiento de pertenencia, fidelidad y amor a nuestra universidad, a nuestra fe católica y a Colombia, y esto es parte esencial de nuestro espíritu.
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Citas
(1) COCK ARANGO, Alfredo. Lo que he visto y obrado en cincuenta años. Medellín: Biblioteca Central UPB, Sala Belisario Betancur C. (Ex Libris) p.53 (2) RAMÍREZ, Clodomiro. Presentación. Revista Universidad de Antioquia. Medellín, No. 1 de marzo-mayo de 1935, p. 6. (3) GÓMEZ MARTÍNEZ, Fernando. Carta al Pbro. Manuel José Sierra. Copiada en Cuadernos de Cuadragésimo Aniversario. “La Fundación”, pp. 50 y 51. (4) SIERRA RÍOS, Manuel José (Mons.). Carta de respuesta al doctor Gómez Martínez. Idem (5) DUQUE, Antonio J. “Nuestra Universidad” en Revista Universidad de Antioquia. Marzo, abril y mayo de 1935, pp. 313-314
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(6) CARREÑO, Pedro María. Apuntes sobre Derecho Administrativo. Bogotá, Ed. Cromos, 1934, p. 177. (Esta cita fue tomada de un ejemplar que se conserva en la Biblioteca de la UPB y que fue el primer libro donado para la biblioteca de la Universidad Católica Bolivariana el 8 de septiembre de 1936). (7) Alfonso López Pumarejo en carta dirigida a Luis López de Mesa, Ministro de Educación. La Política Oficial, T. II, Bogotá, 1935, p. 241 (citado por MOLINA, Gerardo en Las ideas liberales en Colombia, p. 45). (8) GAITÁN MAHECHA, Bernardo. La Constitución Política de Colombia y la Educación. Bogotá, Simposio permanente sobre la universidad, ICFESASCUN, 1982, p. 7. (9) La Defensa. 22 de septiembre de 1936, p. 1. (10) BORRERO CABAL, Alfonso. Las universidades desde 1800 hasta 1945. Bogotá, Simposio Permanente sobre la Universidad ASCUN-ICFES, 1981, p. 24. (11) HENAO MEJÍA, Gabriel. “Presentación”.Cuadernos de Cuadragésimo Aniversario. Op. cit. p.1. (12) OLANO, Ricardo. Memorias. Tomo II. Medellín: Colección Cielos de Arena, Fondo Editorial EAFIT, 2004 p. 580-581 (13) RODRÍGUEZ VELÁSQUEZ, Luis Fernando (Mons.). Discurso de posesión. Marzo 4 de 2004 (14) SIERRA RÍOS, Manuel José (Mons.). “Travesía histórica de nuestra universidad”. Revista Universidad Católica Bolivariana. Vol. IV. No. 14, febrero-marzo de 1940, p. 259. (15) GÓMEZ MARTÍNEZ, Fernando. Op. cit. p. 73 (16) UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA. Proyecto Institucional. Citado por monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez. En: El perfil del bolivariano en el nuevo milenio. Medellín: Artes y Letras, 2006 p. 38 (17) RODRÍGUEZ VELÁSQUEZ, Luis Fernando (Mons.). El perfil del Bolivariano en el nuevo milenio. Medellín: Artes y Letras, 2006 p. 37-46
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La distinción Espíritu Bolivariano
El Consejo Directivo de la UPB creó en 1990 y después reglamentó en 1996 la distinción Espíritu Bolivariano. El Espíritu Bolivariano, como lo ha definido la Universidad, es “un galardón creado por el Honorable Consejo Directivo y se concede a las personas que hayan puesto en alto el espíritu que anima la vida de la Universidad, por medio del desempeño de su trabajo o del ejercicio de su profesión”. Ésta distinción consiste en un facsímile, grabado en metal dorado, del texto Espíritu Bolivariano de monseñor Manuel José Sierra, y una copia del respectivo acto resolutorio del Consejo.
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Han sido distinguidos con el Espíritu Bolivariano: 1990
Ana María Montoya De Mejía Alfonso Correa Bernal (Fallecido)
1992 Mons. Javier Piedrahíta Echeverri Jaime Sanín Echeverri Hugo Londoño Uribe La Bandera De La Fundación Mario Montoya Toro Javier Escobar Montoya 1993 José Fernando Montoya Ortega Eustorgio Restrepo Mejía Héctor Mejía Vélez Otto Morales Benítez Augusto González Velásquez 1994 Juan Gonzalo Restrepo Londoño Jorge Molina Moreno Luis Alfredo Ramos Botero Oscar Osorio Díaz 1995 Luis Gabriel Botero Peláez Nicanor Restrepo ReStrepo Elkin Baena Sierra Mercedes Echavarría De Rojas Carlos Aníbal Restrepo Saldarriaga 1996 Francis Mira Fernández (Fallecido) Jairo Macías Cifuentes Darío Restrepo Hincapié Mons. Darío Molina Jaramillo Mons. Jesús Quiroz Crispín (Fallecido) Mons. Luis Carlos Angel Ortiz (Fallecido) Pbro. Gonzalo Restrepo Villegas Jaime Posada González
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1996 Juan Fernando Vélez Restrepo Alvaro Villegas Mejía Mauricio Carmona Bedoya (Fallecido) Luis Alfonso Correa Paniagua Trinidad Góez Valderrama 1997 Saúl Londoño Lotero Juan Enrique Gallego Gil Ramon Guillermo Echeverri Restrepo Carlos Jaramillo Restrepo Humberto Mesa Rojas Luciano Barrientos Garcia Carlos Parra Molina Antonio Quintero Arbeláez Alberto Valencia Ramírez Luis Carlos Muñoz Uribe Jaime Londoño Sierra Rodolfo Pérez González Pedro Posada Marín Alicia María Jaramillo Villegas Dianora Osorio OsoriO Blanca Margarita Vergara Vergara María Victoria Jaramillo De Marín 1998 José Hoyos Muñoz Darío Moreno Restrepo Carolina Zea Zea Oscar Osorio Jaramillo 1999 Jaime Alberto Arrubla Paucar Adriana Correa Arango Francisco Eduardo Sanín Restrepo Stella Jaramillo Quijano Ramon Antonio Pineda Cardona Alberto Moreno Montoya Maria Antonieta Pérez De Gallego Liliana Pereira Pajón (Póstumo)
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Beatriz Elvia Ospina Ortega Manuel Jose Grisales Nydia Restrepo De Escobar Angela Márquez Velásquez Luz Omaira Loaiza Giraldo 2000 Ramiro Valencia Cossio Luz Stella Montoya Vélez Ancízar Restrepo Toro Olga Beatriz Bernal Londoño Carlota Mejía Maya Gustavo Klinker Posada Víctor Sarmiento Ruiz Didier Vélez Madrid Francia Santamaría Cadavid Gabriel Naranjo Pizano Julio Jaramillo Martínez Alvaro Isaza Upegui 2001 Luis Enrique Aramburo Bolaños Luis Alfonso Díaz Nieto Beatriz Restrepo Gallego 2002 Clemencia Restrepo Posada ALvaro Gómez Fernández Gloria María Ángel Jiménez Patricia Escobar Muñoz 2003 Gabriel Betancur Ramírez. Mario Velásquez Sierra Ana María Mondragón Múnera Omar Pena Muñoz Judith Trujillo Pérez Juan José García Posada Elkin Vásquez Arroyave Fabio Martínez Uribe Gloria Caro Muñoz
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2004 Enrique Gaviria Gutiérrez (Póstumo) Gloria Elsy Correa Díaz Janeth Cardona Franco Daira Carolina Tamayo Restrepo Susana Aguirre Del Valle Luis Fernando Montoya Valencia Francisco Molina Raquel Amparo Serna Martínez Nydia Arenas Hurtado 2005
César Palacio Londoño
2006 Beatriz María Arango Orozco Gildardo Lotero Orozco Georlin Díaz Santa Enrique Posada Restrepo Marta Elena Betancur Gómez Lucía González Duque Luis Fernando Álvarez Jaramillo José Antonio Riascos González Maria Elena Roldán Vélez Carmen Victoria Restrepo Posada Jhon Jairo Romero Salas Jorge Mejía Dapena (Póstumo) 2007 Jairo Augusto Lopera Pérez Bárbara Gudiela Casas Múnera Gabriel Jaime Arango Velásquez Nicolás De Zubiría Gómez Glaris RodRíguez Álvarez José Fabio Vélez Mejía Romelia Arboleda Valencia Mario Melguizo Bermúdez Gloria Patricia Alzate Gómez Diego Fernando Orozco Quintero
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2008 Marta García De Valbuena Olga Arango Restrepo Gloria Elena Valencia Pérez Mónica María Palacios García Román Alberto Gamboa Ardila María Del Tránsito Reyes Rivera José Guillermo Ángel Rendo Luis Ignacio Vanegas Escobar Hernán Martínez Torres Ignacio Sanín Bernal Álvaro Isaza Upegui Gudiela Eusse Saavedra María Elena Zuluaga González 2009 Matilde Ligia Álvarez Gómez Jorge Alberto Bahamón Trujillo Marta Idolia Londoño Echeverri Gonzalo Vásquez Velásquez Nury Isabel Socha De DUrán María Elena Román Echavarría Luis Carlos De Los Ríos Rodríguez Ignacio Mejía Velásquez Mario Alberto Ramírez Zuluaga Blanca Cecilia Torres Londoño 2010 Janeth González Ramírez Gloria Inés Cardona Cano Sonia Isabel Graciano Jaramillo Ignacio Álvarez Muñoz José Alejandro Gaviria Puerta Hernán Valencia Restrepo Gustavo Palacio Saldarriaga Alberto Piedrahíta Barrientos Juan Arturo Tobón Restrepo Andrés Felipe Uribe Murillo Adriana María Piedrahíta Jaramillo Silvia María Puerta Echeverri
SU OPINIÓN
Para la Editorial UPB es muy importante ofrecerle un excelente producto. La información que nos suministre acerca de la calidad de nuestras publicaciones será muy valiosa en el proceso de mejoramiento que realizamos. Para darnos su opinión, comuníquese a través de la línea (57)(4)354 4565 o vía E-mail a editorial@upb.edu.co Por favor adjunte datos como el título y la fecha de publicación, su nombre, e-mail y número telefónico.
Este folleto se terminó de imprimir en Grafiarte Medellín en el mes de septiembre de 2010.