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La cárcel, el verdadero temor de AMLO

Desde su paso por la oposición hasta su ejercicio como Presidente de la República, López Obrador ha utilizado la amenaza, la descalificación y la diatriba para atacar a sus adversarios reales o supuestos.

Así ha transitado desde el “cállate chachalaca”, “al diablo con las instituciones” y “no me vengan con el cuento de que la ley es la ley”.

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Al principio, y como opositor, se pensó era su posición política para enfrentar al priísmo y al panismo, hasta llegar a inventar un gobierno de ficción y su payasada de protestar como “presidente legítimo” en el Zócalo de la Ciudad de México.

Lo malo fue que ya después desde el poder, el tono virulento de su discurso se acrecentó contra todo síntoma de crítica y disidencia. Todos los que no están con él son enemigos del régimen: neoporfiristas, conservadores, neoliberales y cuánto epíteto se le ocurre desde la insania de su personalidad deformada. La última destinataria de sus léperos pronunciamientos fue la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Lucía Piña Hernández, al calificarla como protectora de jueces y magistrados que han liberado a delincuentes de cuello blanco. Ello en alusión a la negativa de girar orden de aprehensión en contra del ex gobernador de Tamaulipas, Francisco Javier García Cabeza de Vaca.

La mayor descomposición mental le vino al ciudadano López cuando un juez federal ordenó liberar las cuentas de la esposa de Genaro García Luna. Era más de lo que podía soportar. Al punto de la paranoia se atrevió a amenazar de enjuiciar a los jueces que se atrevieron a contradecir sus designios.

El ignorante de Palacio ignora que para proceder contra un juez o un magistrado, debe de esperarse hasta la resolución final para determinar si hubo o no transgresión a la ley.

Lo malo para López fue que en su incontinencia verbal no pudo ocultar su complicidad con el abyecto ministro

Arturo Zaldívar Lelo (da) de Larrea, al reconocerle que con él había más vigilancia sobre los jueces y magistrados. El mismo que desde su posición de presidente de la Suprema Corte, en un acto de sumisión, diría: “Hay que escuchar el mandato de las urnas” en alusión a los 30 millones de votos de López Obrador. Vergonzosamente olvidó el ministro que la Corte no se mueve por votos sino por la constitucionalidad de sus actos. Zaldívar, el mismo que permaneció semanas en la inconstitucionalidad, al no pronunciarse y callar cobardemente ante el intento de prolongar su mandato por dos años más para someterse a López Obrador. El mismo que permitió a López Obrador llamar mafiosos a los ministros que no votaran por la extensión de su mandato. En fin, el mismo que no exigió respeto para sus “compañeros” integrantes del máximo órgano jurisdiccional del país.

El coraje en contra de la ministra Piña Hernández le viene a López Obrador porque perdió a su alfil para presidir a la Corte. Yasmín Esquivel Mossa resultó una vulgar delincuente plagiaria de tesis doctoral y de licenciatura. Tanto intentó exonerarla el demente de Palacio que terminó por hundirla más en el desprestigio.

Sólo que Andrés Manuel se exhibió como protector de la delincuencia femenina de la 4T. Exactamente igual como lo hizo con la delincuente electoral Delfina Gómez, y observada con 800 millones de pesos en apenas siete meses como secretaria de Educación Pública.

Y desde luego la homicida por acción y omisión del Metro de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Una espléndida trilogía de la 4T como le gusta al lopezobradorismo.

Por eso sus desmesurados ataques en contra de una respetable ministra de carrera judicial y sin los pasivos que arrastra Esquivel Trampoossa. López Obrador, el tartufo que tanto lucra con la religión y sus estampitas mañaneras, pida a Dios no haya un atentado en contra de la ministra Piña Hernández y menos con resultados de consecuencias funestas. Iría con cargo a la cuenta de su discurso incendiario para predisponer los ánimos de sus fanáticos seguidores o de sus propios enemigos para culparlo de sus lamentables provocaciones.

Ya hubo dos manifestaciones severas y graves en contra de la ministra presidenta. La primera cuando en redes sociales la presentan como el problema para la justicia. La solución, una bala. Y la segunda cuando una mujer vestida de toga y birrete, y un arma de utilería de alto poder, se apersonó a las puertas de la Suprema Corte para ofender a la institución que representa la ministra Norma Lucía Piña. El estribillo fue copiado de una espléndida canción infantil francesa: Martinillo.

Con voz aguardentosa y desafinada pretendía quedar bien con el jefe López cuando desentonó: “Norma Piña, Norma Piña, ¿dónde estás, dónde estás? Chingas a tu madre y te vas. Chingas a tu madre y te vas. Esta no es magistrada, es una naca de cabaret”.

El papel y el personaje la acomodó a la perfección. Se exhibió como la prostituta de la política que representa, al dejar al aire su extremidad inferior izquierda con una abertura en el vestido como se usa en los antros de arrabal. No hubo sorpresa. Es el lenguaje diario que utiliza e inyecta ánimos a López Obrador.

Esta agresión a las puertas de la Suprema Corte se viene a sumar a los enormes

Roberto Domínguez Cortés / Impacto

daños que López Obrador ha causado a diversos actores sociales y políticos, con su lenguaje ofensivo y de incitación a la violencia secundados por los fanáticos lopezobradoristas, como el espurio dirigente morenista Mario Delgado.

López Obrador ha arremetido también en contra de periodistas y ambientalistas defensores de la tierra. Los datos oficiales expresados por el mismo subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, el 27 de enero anterior, deberían de preocupar al Presidente de una parte de los mexicanos. Son 61 periodistas asesinados en lo que va del gobierno de López Obrador y 17 por lo que respecta únicamente al 2022.

Preocupante son también los datos que Global Witness da a conocer de los activistas de los Derechos de la Tierra asesinados en México durante el funesto gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Son 54 activistas que forman parte de un patrón por defender los grandes recursos naturales en contra de trasnacionales explotadoras de la flora y la fauna, grupos criminales violentos y gran corrupción gubernamental.

Según la misma Global Witness, el Cártel de Jalisco Nueva Generación ha hecho incursiones ilegales en la minería y sin respuesta por parte del Estado Mexicano, así como en los recursos maderables y pesqueros. Ello ha culminado en el asesinato de 27 defensores de los Derechos Humanos y de protección al Medio Ambiente.

Habría que preguntar, ¿cuántos de estos homicidios dolosos son con cargo al discurso beligerante y de incitación a la violencia de Andrés Manuel López Obrador?

Pero la mayor tragedia viene en los últimos meses del gobierno de López Obrador. Ante el temor de perder la elección presidencial del próximo año, desde ahora puede predecirse que va a intensificar su campaña de odio en contra de sus opositores, de los conservadores y de los neoliberales, quienes son sus enemigos imaginarios en su deformada personalidad.

Ello puede advertirse porque ya no pudo contra la corrupción, cuando en su gobierno hay mucho más corrupción que en el priísmo y el panismo a los que tanto critica. Y ya no pudo controlar la violencia de la que siempre ha dicho “vamos muy bien en materia de seguridad”, aun cuando las cifras de muertos y desaparecidos son mayores a las reportadas oficialmente durante los gobiernos de Peña Nieto y Felipe Calderón. Ese es su verdadero temor. Perder las elecciones y que de llegar la oposición a la Presidencia, encarcele al primer expresidente de México en el 2025. Ampliaremos…

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