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PROLOGO

Á los señores que componen el Jurado Galificador.

Indudablemente que fué la intención de nmuestra Asamblea Legislativa como dice muy bien en el Prólogo del Programa de la Segunda Feria Insular, su Director General el señor Tingle, que ésta fuese una Fería para el pueblo de Puerio Rico y sus productos, y esta idea regionalista, podrán ver ustedes, es la que predomina en nuestro trabajo, aunque esto no quiere decir que descartemos todo lo exótico, por el hecho de no ser producto de nuestra Isla; por el contrario, á todo le damos cabida en este Prcgrama, pero siempre en relación con la ¡mportancia que para beneticio del país pueda tener.

Con esta idea por norma, consideramos y premiamos en primer término los productos y animales genuinamente del país, en segundo término, productos y animalez de origen ó raza exótica, pero producidos ó nacidos en el país: y en tercero y último lugar, los productos yv animales no tan sólu de raza exótica sino también de producción ó macimiento exótico, introducidos en el país.

Procediendo de igual manera, en la primera parte del Programa, relativa á nuestro dcsarrollo - y progreso intelectual, los trabajos poéticos y verdaderamente literarios, son admitidos, según este Programa, solamente en español, por ser este nuestro idioma nativo, y al que creemos deber prestar especial atención en cuanto á su cultivo literario, é inglés, los trabajos de la parte científica.

en español

También hem»s pensado que podrá tacharse nuestro trabajo ,quizás, de falta de base económica, es decir, de que al preparar y hacer el mismo no se ha presupuestado una cantidad determinada, mise ha so.n<tido á la cuaatía de esa cantidad los premios que asignamos; pero como tal requisito no ha sido exigido por el Programa del Cértamen, que solo exige un Programa de Fería de Puerto Rico, conforme á su fprógre.o actual, á Sus necesidades y á sus aspiraciones de cultura industrial y agricola en lo porvenir, sin- Vímite alguno en cuanto á lo que pueda importar el cumplimiento de dicho Programa, bajo esta guía es que hemos procedido, dándole la misma presentación de los Programas de Feria actuales, pero mucho más am- plio y libera!.

- Y, aunque ni por un momento, se nos ha ocurrido pensar que pueda ser éste el único ni el mejor trabajo de esta clase que á dicho Cértamen se presente, sí nos atrevemos á dudar que iBueno! las esperaré, dijo el poeta, som. riendo siempre.

Cuandc Lamartine tenía veintisiete años, á fines de otoño de 1817, se encontró en la plaza de Allier, de Moulins. donde se hallaba de paso, con una gitana que se empeñó en leerle la buenaventura. El poeta rehusaba, pero la bohemia se obstinó de tal modo, que Lamartine tuvo que ceder, entregandole su mano.

Tienes aquí tres líneas dijo la gitana que anuncian que serás por tres veces en tu vida el más desgraciado de los hombres.

Ya lo he sido bastante replicó el poeta.

Si, pero hasta ahora han sido desgracias que pasaa y se olvidan. Yo hablo de desgracias tremendas, de esas que no se borran.

En cambio añadió la gitana tienes tres estrellas en el cielo, tres almas bienaventuradas que velan por tí y que te reservan tres grandes destinos.

¡Oh! Entonces, todo va bien.

Serán tres reinos que poseerás, tres coronas que ceñirás ó tres facultades divinas de que estarás dotado. Eso es lo que no sé.

Ni yo tampoco, baeña mujer. ¿Y cuanto vale todo eso?, pregunto Lamartine, echando mano á su bolsillo.

Nada, replicó la gitana Yo no vendo más que las mentiras, la verdad la doy gratis. Lamartine, recordó muchas veces aquella predicción; pero aunque la consideraba ridicula, no le desagradaba pensar, eri el fondo de su alma, que tres mujeres á quienes había amado las primeras muertas las tres en plena )uventud se habían puesto de acuerdo allá arriba para velar por sus destinos: Angelina, Graziela y Elvira.

De Grazielase ha escrito mucho; pero de Angelina se sabe muy poco, y he aquí lo que sobre esta relación, poco conocida, de Lamartine, hemos encontradu.

<Tenía Lamartine diez y ocho años cuando andaba por los caminos de Italia poblado entonces de bandidos, con tan poco Cinero como valor, recorriendo países y poblaciones para dar pasto á su anhelo de ver mundo. En una de esas expediciones se encontró con uno que iba á Nápoles y que llevaba de compatero un sobrino de la misma edad que Lamartine. La compañía del camino engendró la amistad y por la noche, bien abrigados en su carricoche se prestaban mutuamente el hombro para dormir mejór. Angelo dormía bien, pero Lamarne no hacía mas que dar vueltas iCómeo, que yo dormía! pueda presentarse otro trabajo que, dentro del espíritu regionalista de la Ley creando estasFerias ó Concursos, abarque ó comprenda con más detalles que el presente, y premie de una manera más liberal y justa,á nuestro entencer, la producción de la Isla en todes sus órdenes, que de la manera que hemos procurado hacerlo nosotros en nuestro proyecto de Programa de Feria, que modesta y respetuosamente sometemcs.

Así llegaron á Roma, cada vez más estre chamente unidos, como si formaran una sola familia.

Como no somos ricos dijo Lamartine al llevar á una posada, pediremos un cuarto para Angelo y para mi.

¡Ohi - dijo el tío no me habl¿is de dormir dos juntos en una cama de Iltalia; demasiado pobladas están ya aquí las camas.

Al día siguiente, el poeta se despertó á la voz de Angelo, que llamaba á su puerta y le dice que el almuerzo está esperando. Lamartine se tira de la cama, corre á abrir y se queda estupefacto: el sobrino del tenor se había convertido en una joven encantadora, elegantemente vestida, al estilo de las aldeanas de Tívoli.

Tú ó tú hermana? preguntó Lamartine: Uno y otra, contestó sonriendo Angelina. pero el traje no cambia el corazón; sólo que, en adelante, ni yo dormiré Mbre tu brazo, ni tú sobre el mío.

De Rovna á Nápoles el camino era todavía largo y dió materia para que la amistad se trocara en amor. Pero Angelina, atacada de tísis, no pudo resistir el ardor de su pasión, y murió prematuramente en brazos de su amante. Era la primera estrella de las que veía la gitana en el cielo, tejiendo á Lamartine la triple corona de poeta, de orador y de hombre de Estado!

FERNANDO ARAD]O.

Dic IgII. EL AUTOR.

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