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Una queja justa
Los touristas.
La experiencia nos va ens-ñando que los touristas, que de vez en cuando nos visitan, n> son como se nos había hecho entender, millonarios, y sí brujas, más meños zcandesente, que apenas les alcanza el dinmero para ese viaje econÓMICO.
Cuando yo veíaá estos distinguidos touristas, entrar en La Trocha y tomarse, como cualquier ciudadano su refresco de guanábana,se me hacía cuesta arriba creer que fueran mi'lonarios.
!'Pero en fin, como estos yanques son tan rarosi.
Un amigo que vino de los E:tados Unidos, y sabe como se bate el cobre en aquel país, me explicó el milagro de los touristas. Son ciudadanos más ó menos arrancados; que ahorran algunos pesos durante el año para gastarlos en estas excusursiones, Y como son muchos les-toca á poco.
¡Acabarames, le dije!
Y pensar que para estos touristas íbamos á construir un gran hotel;
'Que gran negocio íbamos á hacer.i
La fiesta ile Washington
La consignamos con ver dadera pesadumbre: la fiesta de Washington, pasó casi desapercibida
Aparte de los empleados, que aprovechan todas lasopor tunidades para descansar, en lo cual hacen perfectamente el resto de los ciudadanos apenas se dió cuenta de la gran fiesta.
Yo le puedo asegurar, rever: n 'ísimo pater, que en el in torme de la comisión, no he tenido yo participación algunña
Usted sabe que si de mi dependiera, pájaro sin indemnización. no quedahba
Y si algun americano tiene derecho al cariño y ála veneración de todos los pueblos, es, después de Lincoln. el gran virtuoso- de Mont, Vernon. Pero la obra de losamericanos en Puerto Rico ha sido y es tan desastrosa, que hasta la fiesta de Washington se vé con indiferencia.
Es la obra de ellos