3 minute read

EL AVIO" DE BAUTISMO

Supongamos que triunfa Rooselvet y que me vuelve a mandar de Go- bernador a Puerto Rico. a las tentaciones del ridículo. el Paraiso.

No quiero pensar los disgustos que le iba a ocasionar a mis mejores, amigos.

Limpiemos, por si acaso, el avio de bautismo.

N su cómoda habitación de la calle Tarca , una fr:sz1i hib ta cióa arreglada a su gusto, Fernando, acostado aún en su ancha cama dorada, permanecía c..mo 1n idiota, inmóvil, la vista fija en el techo. Meditaba hcrdamente, ¡ en la palidez de su rostro, se veía claramente la huella de una amarga noche de insomnio.

Así nació en

Será mía o de madie, resolvía por instan'u." sit:sfecho, con verdadera decición..

Desperezóse vulgarmente en el revuám lechoi miró el reloj: lassiete, dijo: disponiér_ dose a levantarse, la oficina me reclama. I saltó de la cama.

En toda la neche no había

Así había sido. podido durmir un instante pensando en Ella, en Elena ... La había visitado aquellan oche: una visita de dos horas. en la cual, pucto oir al fin el ritmo de su voz de ánjel. sentir de cerca el suave calor de su miral de Sol, em briagarse aspirando los aromas de su cuerpo..

3*, la había visitado, i ahora, ajeno a tedo, evocaba cada una de las escenas de la anhelada visita, las insinuantes perfecciones de la amada, sus candorosas frases, sus tiernas injenuidades....

Elena llenaba su pensamiento desde - hacía dos semanas: desde la clara noche del sábado, en que la vió, asf al pasar, en momentos en que él iba completamente ajeno a los influjos de la Belleza vestida de mujer, de mujer in- soñada, -hechicera, única. Ial verla, se detuvo instintivamente en- medio de la acera rebosante de jente que le empujaba al pasar por su lado. mientras su corazón -latía maravillado.

¿Que más necesita el amor?.... Una mirada, furtiva, una so.risa inocente, una sorprendida coquetería disfrazada de interés amoroso, son siempre el prólogo de todo amor, porque el amor es un misterivso puente que arrando de la sencillez, va a perderse en la sublimidad....

La vió al pasar, al acaso, tal veZ en momen tos en que iba imbuído en sus preocupaciones mercantiles, i bastó una mirada triunfal de el'a. una mirada que, entrandosele por los ojos deslumbrados, le incendió el alma!

Meditaba, meditaba tercamente.

¿Será mía? ¿La podré poseer al fin? ¿Habrá comprendido mi amor, sabrá int-rpretar esta intensa pasión mía? I al interrogarse así, vagaba su imajinación, ora por bellos cármenes, ya por abismos tríjicos; i entonces sufría horriblemente. -

Sufría el martirio de la inquietud i las crueldades de la duda. El amor es necio, egoista. impaciente, ávaro i, por lo tanto, fácil

Media hora después llegaba á la oficina comercial, siempre pensativo. absorto, llamando la atención de-los demás empleados de l1 c:.sa Goleza ¡ Co, lavisible inquietud del joven cajero. Uno de les cobradores se atrevió a preguntarle:

Está usted enfermo?

No, estoi bien. Como está usted tan pálido ¡ nervioso. ..! Efecto de la mala noche: no he dormi lo un momento.

El cobrador no le preguntó mas nada: pero pero se alejó pensando en la causa motivadora de aquel insomnio; ¿Estará enamorado mi jefe? se preguntó después, d¡spuesto a indagarlio.

Entanto, los empleados seguían comentando aquella mañana, cada cual á su modo, el sos pechoso estado de Fernando. Varias veces lo vieron permanecer largos ratcs como magnetizado, mirando algún objeto, con el lápiz entre los dedos. i como sin deseos de trabajar, I era quE la imájen de Elena no le abandonaba un momento. Variasveces intentó dis- traer el pensamiento en otra cosa; pero todo era inútil ante el deleite de evocar los encantos de la amada jentil, sus encantos anjélicos: desde el hilo sedoso de su cabello, hasta su piecesito de muñeca que él imajinaba un diminuto pétalo de nardo.

_mente. intensamente el corazón.

Al cabo de treinta años sabía lo que era amar: sufrir, anhelar, gozar, intentar, soñar... No-recordaba haber visto en su vida una mujer que le hubiera impresionado profundaI Elena, con sus diez i-ocho años llenos de luz, de fragancia, de suavidad i¡ de belleza, lo había lo. grado. Era enteramente suyo!

Si, era su esclavo celoso, sumiso, feliz. I en los inmaculados jardines de su alma, se abría hermosamente bajo los rayes de un Sol de idolatría, la flor de este amado nombre:. Elena!

GusTAvVo XULIO HENRIQUEZ

This article is from: