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| CUENTO DE LA SEMANA | e HOMBRE-MARMOL |
US amigos le llamaban así, porque era impasible y sereno como la estátua de Fidias. Jamás se le vió llorar, ni reir á carcajadas, Di sonreir siquiera. Nunca se vió en su rostro la huella de una emoción alegre ó dolorosa, ni una sombra de palidez en su semblante, ni una arruga en su frente, ni un fugaz relámpago en los ojos. Andaba siempae con mesurado compás. El corazón le latía con la regularidad de un cronómetro. Era realmente, un hombre de piedra, y muchas veces dudábase si habría un alma, bajo aquella corteza tan fría é impenetrable como un bloque de hielo.
No se crea, por esto, que Fortunio fuese un mal hombre; por el contrario, no hacía daño á nadie y prodigaba el bien en la medida de sus fuerzas. Más era bueno por una especie de instintivo impulso, que más adelante se convirtió en costumbre. Fortunio no conocía el inefable deleite que se desprende del bien por el bien mismo, así como tampoco 'su conciencia se extremecía ante el mal. Dotado de una clara noción de lo justo, comprendía que lo malo no debe hacerse y eso es todo.
Por lo demás, muy parco en el lenguaje: hablaba por monosílabos. Su reserva era tal. que parecía rodearse de misterio. Le veíamos en todos los sitios públicos; asistía á todas las fiestas con una corrección irrepccha ble; pero nunca pudimos averiguar en que rincón oculto tenía su nido, si vivía solo ó no, y cuáles eran sus recursos de subsistencia. También es verdad que nadie le pedía cuenta de estas cosas, porque llenaba cumplidamente las fórmulas sociales, Parecerá extraño; más aquel hombre tan seco llegó á distinguirme....no sé por qué, Tratándole con alguna intimidad, pude convencerme de que era un hombre honrado. Y á este conocimiento se debe el juicio que he hecho de Fortunio. -
No obstrnte, mi impasible amigo sentía un amor rayano en idolatría. Amaba, idolatraba á su madre.
Oid de que manera obtuve la certeza de de ello. Seré breve. Fué un caso extraor- dinario que nadie creerá, pero juro que lo he visto con mis propios ojos.
Una tarde vino Fortunio hacia mí con la faz obscurecida por un vago celaje y me dijo con voz trémula: Mi madre se muere. Debo ir donde ella. Vive en un pueblo cercano y no hay que perder tiempo. Acompáñame Por frimera vez en la vida necesito del consuelo de un amigo.
Llegamos á tiempo. Todavía brillaba el sol.
En una estancia modesta, sobre una cama de hierro, yacía, más bien que respirata una viejecita angulosa: la madre de Fortunio.
Abrazáronse los dos. Miró ella ásu hijo de un medo intenso, y, desplomándose sobre las almohadas, cerró los ojos para siempre.
Fortunio se puso lívido. Su cara marmórea se contrajo de dolor, mas sus pupilas estaban secas. Hizo un supremo esfuerzo para llorar y al fin brotó una lágrima que, lenta. mente, muy lentamente, abrió un surco eñ sus mejillas.
¿Lo creeréis? Pues aquella gota cristalina, expresión acerba de un penar sincero, se detuvo á mitad de su camino, y luego cayó á tierra haciendo un ruido sordo, como el que produce una piedrecilla al chocar contra una tabla. Aquella perla de amargura era el fragmento, el resíduo, la molécula de un corazón de mármol,
¡ Mi primera lágrima! exclamó Fortunio débilmente, y doblando las rodillas cubrióse el rostro con las manos. Murmuró alguna cosa inirteliglble; tal vez una plegaria.
* * *
Desde entonces perdí de vista al zombremármol.
Después he conocido muchos hijos que no han llorado á sus madres muertas.
Y acordándome, con este motivo, de aquella piedra que destilaba lágrimas, pienso que tales hijos no tienen corazóu, porque, aún teniéndolo de mármol....illorarían!
EUGENIO ASTOL,
Tio Sam. ¿Qué noticias tiene coronel?
C. Que la cosa va de paso, pero por sí ó por no, yo estoy á Izche.
Napoleón Bonaparte
Cuando todos creían que Napoleón Bonaparte era corso sale un escritor gallego diciendo que el hefoe de Austerliz es paisano de nuestro director.
Estos gallegos, y dispense Barreiro si lee en la isla estas líneas, son la diabla cuando les da por ir detrás de la gloria.
En meses pasados agarraron por las greñas á don Cristóbal Colón y si no van en su auxilio unos cuantos amigos, que todavía los tiene y buenos el descubridor, lo hacen gallego á la fuerza.
Se les escapó Colón y empuñan á Napoleón primero. Ustedes verán como el día menos pensado nos dicen que Nabuccdonosor era de Cerdeira. Los zallegos son la diabla.
Juana de Arco
Así, la Juana de Arco puertorriqueña llaman en los. Estados Unidos á nuestra distinguida amiga doña Luisa Capetillo. Como sube alguna2 gente!
Pero yo le aseguro á Luisa que si continúa poniéndose los pantalones en los Estados Unidos como se los pone en Puerto Rico, acabarán por llamarla doña Juana la Loca.
Y en esto si que no andarían muy desacertados.