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le| LOS DEFENSORES DEL IDZAL BALDOMERO BAUREN.
N la ZVistoria de la insurrección de Lares,en el capítulo de las Soeiedades secretas, leemos:
«Capá Príeto número 1, situado en Mayagiez, barrio de Buenavista, la de más importancia de la parte Oeste de la Isla; en maestro ó presidente el norte americano Mr. Matias Bruckman, secretario don Baldomero Baurén [a] Guayubin. ....>
En el capitulo: Zarees, se !ee:
<Los nombres de los principales [cabecillas] eran: Juan Torrefort, Pedro, Pablo. Zoiloy Dionisio Beauchamp. Eugevio Bernal, Eugenio Chabrier, Enrique Bruckman, Rafael y Francisco Torrefort. Juar B. Ramirez, Baldomero Baurén [a] Guayubin...... »
Del capítulo: Opereciones militares, Copiamos:
«Mathias Bruckman, vankee, y Baldomero Baurén, dominicano. eran, como saben nuestros lectores, dos cabecillas quizás los más importantes de la insurrección,»
Del partedel Teniente coronel Martinez al Coronel Ibarreta, interesa copiar:
<....despertándose [los cabecillas] con el ruido, echaron mano á los rewólveres, que dispararon, y no tocándonos sus tiros fueron muertos instantáneamente, el uno por una bala de mi rewólver y el otro por los acertados disparos de los enunciados sargento y gastador. Los nombres de los muertos, según ha expresado el citado don Bernardo Navarro, son; Baldomero Baurén [venezolano, se cree] y Maitnias Bruckman, norteamericano....»
De unos apuntes históricos, que conservo, inéditos, escritos por el patriota don Pedro Ma. Descartes, copio: en la jurisdicción de Adjuntas y Guayanilla«Ya avisado el Gobierno y en autos de todos, salió el Teniente coroñel Martinez, aj mando de una columpa, y se dirigió á Lares.
<«Mr. Mathias y Guayabin se replegaron hacia Lares, escabando los montes de Buenos Ayres, ea unión de Juan López, el teniente Cebollero, que murió en Barranquillas [Colombia], Joaquin Parrilla, Ignacio Antonio Velez y Leopoldo Plumey remontándose los cinco últimos hasta la «Silla de Calderón,» .
<Este Martinez era un hombre de tez bronceada, como de 40 años, espeso bigote negro y ojos del mismo color, duro, recio y brusco en sus formas.
<Tuvo confidencias. por los muchos mallorquines. que pululaban por todas partes, ya repuestus del susto de dias anteriores, que Mr. Matias y Guayabin se habían refugiado en un cafetal.
«Se encaminó la columna al paraje determinado, cercó el cafetal y distinguió á sus dos víctimas dormidos á la sombra de una Guaba.
<Sia intimarles rendición, ordenó el fuego y toda la columna hizo una descarga cerrada, dejando sus cuerpos destrozados por los proyectiles. Aun así los animosos insurrectos hicieron por incorporarse; pero cayeron pesacamente.»
No puede el narrador imparcial recusar el documento historico nmi rechazar la versión tradicional en que se apoya la relación de Descartes
En ambos nos ofrece el cuadro histórico, al lado de la legendaria figura del .patricio norteamericano, la simpática y heróica del patricta cubano, sacrificando su vida en arasdel hermoso ideal.
Baldomero Baurén, según tradición oral, apoyada por el testimonio de su esposa, _que aúan vive, era cubano de nacimiento, y enamorado ferviente de la independencia de Puerto Rico, su patria adoptiva, la hermosa tierra donde nació su compañera y donde corrieron los alegres y risueños dias de su lozana juventud.
La generación que se levanta con sueños de ideales y ahelosde gloria, debe conservar vivo el glorioso .recuerdo de aquel heróico joven, abnegado defensor de muestro santo ideal de independencia.
-Juro á Dios v corto un gancho!...-.
.mujer gor: Yo que tenía tanto empeño en ver á.la Sí hacha.> bí no pueden entrar las damas. truca, Vente, que a < da. a la verás, pero espera que se le desatraque <e traña mu- sa ex v
Noch: estrellada i silenciosa....El vier.to discurre con pausado movimiento, 1 mientras con el al de un suspiro en mi suave quietu:1 mc reconcentro, satura de perfumes el retiro donde ahora me encuentro....
Sentado en nn peñón de la ribera á la vez que acaricio la quimera de un amor delirante, de una pequeña embarcación advierto la luz rojiza en el confin dístante: es una nave que zarpó del puerio con Tumbo hacia la ignota playa que esboza un ideal incierto que ahora. des le lejos, como una rumorosa gaviota, bajo el ópalo en polvo de la luna sobre las olas encrespad.¡s flota!
La emoción que yo siento al mirar*esa nave que se aleja callada, i en el gran recojimieuto de mi espíritu deja
Su tristeza letal: es una honda «emoción....-
Los que un día abandonaron la nativa fronda, para escuchar la intensa sinfonía que el mar canta en sonoros ritornelos, esos deben saber lo triste grave
.- ¿Le parece poco?
_Este Gobernador, me-decía las otras tardes, frente al carro, un dislinguido funcionario público, es una excelente persona.
-..No tiene mas que un deíecto
C?
- Que resulta un poco caro.
¿Y le parece poco? le preguntamos nosotros.
El capitolio
Por el salón de conferencias de la Cámara he visto asomar de nuevo el plano del Capitolio, -
Hate é¿ince años que se presentó y aprobó el preyecto de ley del capitolio y en todo ese tiempo no se había dicho mada de la gran obra que fué para los íntimos anhelos enviar desde la borda de la naye el nostálgico adiós de los pañuelos.y
I esta tarde, no más. cuando al hermoso crepúsculo de ingente pedrería su polícroma luz sobre el reposo de la ciudad vertía, desde este mismo sitio i.con la franca ternura de su angustia comprimida, yo vi una mano blanca enviándome su triste despedida!
Ella tal vez? Sin duda! Cuántas cosas me hará soñat en la horfandad del nido con su estala de notas melodiosas la doliente romanza del olvido!
¡Pobre ángel querido de ojos tiernos ¡ bellos!
Tu soñabas un sol de ¿ureos dutellos para la noche de tus trenzas blondas, no encuentras al fin entre la bruma, sino el húmedo beso de la espuma ¡ el monólogo eterno de las ondas....
PRIMITIVO HERRERA.
El americano autor del proyecto manejó su pico y nada mas. -
Más parece que ahora conviene que se hable del capitolio y se extienden los emplvados pergaminos sobre las mesas del salón de con_ferencias á ver si los delegados traganel anzuelo.
Otra vez el hotel
M¡ster Celton no _se qmere ir sin. dejarnos ese recuerdo. No conforme con dejarnos el retrato nos quiere obsequiar tamblén con el famoso hotel. Y como el pagano es el pueblo de Puerto Rico
Yo, señores, franeamente, no he visto en mi vida nada mas pa!ernal estc Gobierno de Colton.
Cuento De La Semanalos Zapatitos De Silvia
N torno del castillo un siléencio invernal parecía envolverel campo con misterioso sosiego, con el pro fundo silencio de los grandes bosques nevados; de las montañas alpinas con sus enormes ventisqueros, en los que toda vibración se inmovilizaba y moría. mientras que en el parque, en lasterrazas del castillo, la niebla del invierno se posaba en el suelc, todo lo envolvía, celaba de sombra los vidrios de los balcones.
Pero Silvia en la atmósfera tibia y agradable de Manteigney-lesChatel, no sospechaba siquiera que en el exterior reinase una temperatura glacial ni que en su alma sutil pesaba á laangustiosa opresión del silencio. Desde el saión contíguo llegaban á ella el murmullo de alegres parloteos y repetidas carcajadas desde el billar el ruido que al chocar produ, cen las bolas de marfil, desde su propio gabinete las nmotas delicadas ó fuertes delacomposición de ensueño que improvis:ba al piano el ilustre Rivier, sofocando á veces al gunas de las palabras que casi al oido le di. rigía el barón Rodier, sentado junto á ella en un taburete tan bajo que parecía hallarse sentado á sus pies.
Rodier le decía:
Decídase usted, Silvia, y permita que ie hable con entera franqueza. Yo la amo á usted; ya lo sabe. El señor de Monteigny: su tutor, me autoriza para que se lo declare á usted. Yo quiero que sea Nsted mi esposa. Considere que es usted huérfana y que no posee usted bienes de fortuna; que está usted acostumbrada á vivir con todos los refinamientos del lujo y que no puede, por lo tanto, darse cuenta de cual es su verdadera situación; pero que el dia en que su tutor deje de existir, su hijo se iustalará ag í comn su mujer. y ustei nu podrá permanecer en el castillo sin tenerse que someter á vivir en una falsa posición y dependíente de la voluntad de los demás. ¿Me acepta usted por esposo? Yo la 2olocaré á usted en tan alt= posición que no habrá mujer en el mundo que deje de envidiarla.
El calor y la pasión con que se expresaba caldeaba la frialdad del razonamiento, A Silvia no le desagradaba; .parecitle más joven de lo que era en realidad, y la energía de la expresión de su rostro la atraía.
Es usted buenole contestó:me hábla usted come verdadero amigo.... Lo pensaré.
No, no hay que pensarlo; es necesario que me dé usted una contestación, pues tengo que volverme á París pasada la noche de Navidad. Quiero saber á que atenerme, Silvia. ¡Vamos! ¿Es tan difícíl decidirse á ser enormemente ricaapasion»G:n.ente arada?
Esto es lo úñico que me rretcupa.
Está bien.: ¡Ah! Ya sé que hay otrcs que la pretenden áustedy señaló al músico Silvia, con él poseerá usted la gloria, 6 por lo menos la celebridad, pero no tendrá usted el amor; los artistas no aman á nadie más que ásí mismos.... 6ó ásu obra, que viene á ser lo mismo.. A
Silvia reía.
Es una excelente persona.
En cuanto al otro, casi pobre. sin nombre, comete una locura al pensar en usted.
Su mirada irónica se fijaba en un joven que acababa de entrar. tímido, indeciso ante la presercia do tanta gente. No obstante, había tanta dulzura en la mirada que dirigió á Silvia, que éste se dejó acariciar un momento por la ternura de aquellos ojos.
El músico se levantó del piano después de ejecutar el último arpegio y se Eproximó al grupo.
Los tres estaban molestos con la presencia de sus rivales, y como el silencio se prolongase, Silvia dijo, para romperlo:
Mañana es Navidad: mi tio se empeña en celebrarla; indudablemente nos divertiremos. ¡Pero es tan triste una moche de Navidad para quien ha perdido la madre!
Cuando vivía mi madre, la. noche de Navidad entraba yo en su cuarto y colocaba todo mis zapatitos en la chimenea. Después íba á acostarme, procurando permanecer despierta para ver al Niño Jesús.... y, naturalmente, siempre me quedaba dormida. le veía en sueños....
Aquí todo está dispuesto de otro modo; los caloríferos calientan mucho. pero han suprimido todas las chimenaas, - Señorita....dijo el joven tímido, sin otreverse á continuar exponiendo su idea.
Siga usted, señor Fayet. ¿Qué iba usted á decir?
Que es preciso que mañana no amanezban vacíos los zapatos de usted.
El barón Rodier le interrumpió para aprovechar se de aquella idea:
El señor Fayet tiene razón; yo reempla: zaré á su difunta madre.
¿Y por qué no hemos de hacer nosotros lo mismo, querido barón? dijo el músico: jJoven, está usted tomando todas misideas dijo el banquero con altivez.
Y Jaime Fayet añadió con energía: Aun existe una «himenea en el castillo. Yo lo-conozco muy bin, por haber jugado en él cuondo era niño. Está enel lindo pabellón de caza que hay en el parque. Ponga usled allí sus zapatos, mañana encontrará usted algo en ellos.
Tanto mejor para mí si son de usted y no mías.
Shakespeare inventó, para una princesa indecisa, la prueba de lostres cofrecillos dijo el músico. Si la señorita Silvia se halla ahora en parecido caso, que sirva un regalo de Navidad como simbolo y expresión de la sinceridad de nuestro amor. Por ellos podrá escoger entre los tres.
¿Acepta usted. señorita dijeron á un tiempo les tres pretendientes.
Silvia bajó la cabeza y se alejó sin contestar.
Encerrada en su cuarto escuchaba Silvia la tempestad que rugíe fuera.
La cena de Navidad concluía alegremente en el comedor. Poco á poco fueron cerrándose sus ojos y se sum=rgió en delicicso ensueño, y le pareció ver distintivamente los tres pares de zapatos que había colocado en la chimenea del pabellón del parque.
El dia la sorprendió, llenándola de emo_ción. lba, enfin. á decidirse á elegir un es poso según la delicadeza que enpcerrase el regalo. - Cubrióse con un abrigo y empezó á correr á través de las terrazas del parque, hasta llegar al pabellón.
Peor todavia
Si yo gozara de eso que llamad inmunidad parlamentaría reproduciría Íntegro eldiscur. so del señor Díaz Navaaro, hacíendo la descripción de los espectácuros de la Feria.
Pero una cosa es la Cámara y otra es el periódico.
Por este botón, que les doy de muestra, supondrán ustedes como fué el discurso.
Lo que se vé en los espeotáculos de la Fe-
Abrió la puerta y se inclinó hasta coger los zapatos misteriosos.
De una botina salía á medias un papel. Su vista se nubló al leer la firma del barón de Rodier al final de un cheque de un milión. En una tarjeta pegada con un alfiler, el banquero había escritc:
<Al portador, para sus pobres.»>
Enotro zapato había un rello de papel. Silvia lo abrió, y bien pronto reconoció la partitura de la ópera «Les Marennes> de la -cual tanto le había hablado Andiés Riviere, y que él consideraba como su obra maestra.
De entre las páginas cayó al suelo umna carta.
<Eso es lo que, después de usted, amo másen el mundo. Esta es la única -copia que existe. Yo no haré jomás nada mejor. Es de usted, puede usted destruirlo ó darlo á conocer. Yo ya no soy el autor de «Les Marennes > Silvia buscó los terceros zapatos. Estos habían desaparecido, y en su lugar, en un montoncito de hielo, hnhía una blanca flor de los Alpes.
Y Silvia dijo:
¡Con la obscuridad de ia noche, con el huracán, con los ventisqueros, «él» ha ido á coger esta flor á la cima de la más alta montaña, único sit'o del país donde florecec aún en este t'tempo. ... Ha podido matarse veinte VECES: ...
Y reflexionó un momento: Losotros me han dado un poco.... un mucho; tal vez, de su orgullo y de su riqueza: él me ha dado toda su vida.
Y aquella noche «n el gabinete de su tutor, Silvia-decía á Jaime Fayet: ria, deja muy atrás los escándelos de la antigua Roma, ¡Y, yo que peñsaba ir!
Iremos á escondernos juntos en su Casita de campo, á la sombra de la montaña, donde ha cogido usted la flor de los Alpes.
Yo la guardo para mí; pero devuélvame us-ted mis zapatos. h FRANCISCO DE NIGN.
¿Y. eso?
El Delegado señor Fernandez García dijo en la Cámara que tiene noticias confidenciales de ciertos fraudes en las obras del riego: Y pide que se nombre una comisión especial que investigue esc.