Educación y Sociedad en el Puerto Rico del Siglo 19

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herramientas y documentos

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EDUCACIÓN Y SOCIEDAD EN EL PUERTO RICO DEL SIGLO 19: Consideraciones en torno a la

escolarización primaria y sus limitaciones*

Fernando Picó

febrero 1983

Conferencia auspiciada por el Sub-Comité de Pedagogía del Comité Contra el

Alza Uniforme en las Matrículas y por el Consejo de Estudiantes de Pedagogía, 7 de octubre de 1982, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras.


379. 97¿>9S

CEREP

es un centro de estudios e investigación fundado en 1970 Dor

un grupo de historiadores, economistas, sociólogos yestudiosos de í? literatura y cultura puertorriqueña. Una doble ysimultánea mo-

rlluZ Tml al.9ruB°= la voluntad de encarar la historia de ?a realidad puertorriqueña desde nuevas perspectivas y el deseo de es tudiar los procesos en su totalidad, integrando el análisis econó

mico, cultural y político. De ahí que las investigaciones y íos

2es;:t; HtantVos *™™uli¿" sean objeto de intensa sresto*te6ricos discusión y criticacom°ia entre los miembros. iPtiS yInI?nta' además' ™mper fa1sarigor dicotomía de la oben jetividad el compromiso. Fomentaconel lamayor metodológico

la comprensión de la complejidad social, estando ala vezprofun

damente comprometido con la creación de una nueva realidad.

CUKDERNOS El propósito de los Cuadernos es ampliar el ámbito de las

discusiones internas de CLREP, reproduciendo algunos de sus do cumentos de trabajo.

Los Cuadernos se dividen en tres sub-series:

HnfvuxmltntaÁ y documento* - incluye bibliografías, recopila ciones anotadas de documentos importantes de difícil acceso, es quemas detallados de investigación, cronologías comentadas "y otras herramientas de utilidad y que convenga adelantar y dar a conocer.

*

InvuUgacÁón y aMtUU - se compone fundamentalmente de mo nografías de investigaciones sobre temas específicos o capítulos de libros proyectados que puedan leerse y aprovecharse en forma independiente y que convenga adelantar y dar a conocer.

Avance p<vm dísciulón - consiste de adelantos de investiga

ciones en curso, resultados preliminares de trabajos más amplios sujetos, por tanto, a revisiones y modificaciones ulteriores. Es-

r?RFD°^ran T ensayos Presentados por miembrosy asociados de LtKtP en conferencias, coloquios u otros foros públicos. Estos Cuadernos son principalmente producto délas investiga

ciones de los miembros y asociados de CEREP, pero se publicarán también trabajos de otras personas interesadas que llenen los re quisitos y propósitos de la serie.

Derechos reservados

Copyright

apartado 22200, estación de correos u p r

san juan, puerto rico 00931

teléfono (809) 763-5500

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SISTEMA DE BIBLIOTECAS


presentación

Una de las características de la llamada "nueva historiogra fía puertorriqueña", ejemplificada excelentemente en los trabajos de Fernando Picó, es el énfasis en la importancia del estudio déla vida cotidiana. No sólo por el genuino interés socialmente compar tido de saber cómo se vivía en Puerto Rico en otras épocas, sino tratando además de entender por qué se vivía como se vivía y có-v mo y por qué fue esa vida cambiando (sin lo cual no es posible re almente saber por qué vivimos como vivimos hoy)..

Aunque no fue definitivamente su área prioritaria de estudio, algunos importantes escritos de la anterior tradición histórica, in cluyeron el examen de cambios en la vida cotidiana, Lo nuevo en el

nueyo trabajo historiográfico (aunque precursores siempre aparece rán) es el intento de examinar estos cambios en la vida diaria en su propia dinámica contradictoria, como algo más (mucho más) quemeros efectos" o resultados de "grandes" sucesos, reglamentaciones gubernamentales, acciones de proceres o instituciones; es el examen de la vida en términos de relaciones, configurando procesos socia les, dinámicas^ contradicciones, sin los cuales, además, los "aran-

des sucesos, proceres o instituciones no pueden comprenderse.

Estas nuevas prioridades temáticas y concepciones están estre

chamente vinculadas a cambios también en énfasis respecto a las

fuentes a utilizarse en la investigación. Se matiza la importancia

de las proclamas de gobernadores, discursos de figuras públicas, re glamentaciones promulgadas desde España (sin borrar tampoco su va

lor); enfatizando en la documentos municipales, censos de pueblos o

presupuestos anuales de ayuntamientos, libros de contabilidad délas

haciendas, descripciones de testigos oculares, juicios verbales, ex presiones populares, periódicos, panfletos, planillas de impuestos, compra-ventas, herencias, bautizos...en fin, una multiplicidad de

documentos más cercanos a la vida de muchos y de todos los días.

El énfasis en la importancia de la vida sencilla (y compleja)

de muchos, en contraposición y antagonismo con la vida de otros (ge neralmente pocos), ha generado una reciente proliferación de estu

dios sobre la vida del trabajo: la organización de la producción y las relaciones de clase, tan cotidianas y simultáneamente tan tras cendentes. El cuaderno de Fernando Picó que presentamos en esta oca sión es parte de estos estudios, pero va más allá. Picó aborda un área prácticamente virgen en la nueva (y vieja) historiografía: la

vida del niño* y el contexto social de la educación primaria,

¿Qué

*Uno de los pocos escritos previos que aborda, aunque no histórica mente, esta problemática con preocupaciones similares es el artículo


significaba ser hijo de agregado o jornalero para la vida de infan cia?^, por ejemplo, ¿Cómo dificultaba su situación de clase la tras misión de valores culturales, el desarrollo de destrezas artesana-

les, las posibilidades de creatividad lírica o musical y las oportu

nidades reales de escolarización? ¿Cómo fue cambiando el significa do social de la escolarización conjuntamente con los cambios socio económicos? ¿Cómo contrastaba lo que se decía con lo que se hacía

en la política educativa y cómo explicar esas contradicciones?

Educación y Sociedad en el Puerto Rico del Siglo 19 no pre tende ser una monograna de investigación específica sobre éstas y otras preguntas que el tema suscita. El Cuaderno, preparado origi nalmente como una conferencia para estudiantes de pedagogía, es más

bien una presentación sistemática de reflexiones en torno precisa

mente a la multiplicidad de preguntas que surgen al abordar el tema tstas reflexiones están basadas en una extensa experiencia de inves

tigación de archivos sobre ese período, pero dirigida originalmente

Lo raSi3rfS-d! Pre°--Paci?nPor el ést0' Cuaderno aun que adelanta información valiosa sobre tema, seel propone fundamen talmente señalar la importancia de algunas áreas por investigar apuntar fondos documentales que pueden utilizarse en esas investiga

ciones y sugerir formas de plantearse y abordar las preguntas funda mentales. Es por esta razón que lo incluimos en la serie de Herramientas y documentos.

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El Comité de Publicaciones de CEREP presenta con entusiasmo es te importante pequeño trabajo, confiado que habrá, de estimular ma yores investigaciones sobre esta área tan importante de la vida soci d l •

Ángel G. Quintero Rivera por el Comité de Publicaciones

(Cont.) de Kathleen Wolf, "Growing Up and Its Price in Three Puerto Rican Subcul tures", Psychiatry, Nov./l952. Ubicado en el importante trabajo antropológico del equipo de Steward , el artículo es un tanto

débil en argumentación y evidencia, pero muy sugerente..


dedicatoria

A RoboAto Ale.j'andAo y Juan Casrf.o& GaKcZa, oAtadiantoA ¿nju&tamontz o,xdl.uido& de ¿a Un¿voA¿¿dad de PuoAto Rico, en tKÁJouto a ¿u. KacA.oviaJU.dad duKanto, ol.pK.ocu>o huoJ.gafUo do 1981-19&2. FoJinando Vi.c6


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Todas las fotografías de este cuaderno se obtuvieron de la siguiente fuente: Archivo General de Puerto Rico; Fondo de

Gobernadores Españoles; Serie de Instrucción Pública, Expe dientes de Maestros con muestras de trabajo de sus alumnos.

Fueron fotografiados de los documentos originales por: Haydeé A. Yordán


CONSIDERACIONES

EN TORNO A LA

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O El tema de la educación en Puerto Rico antes del 1898 ha pasado

por varias etapas en nuestra historiografía.

Ciñéndonos solamente

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a los principales autores que han tocado el tema en este siglo, podemos esbozar rápidamente, antes de entrar en el asunto que nosocu-

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han hecho. Cayetano Coll y Tosté, poco después de comenzado el siglo, publicó una Historia de la instrucción pública en Puerto Rico hasta el año de 1898, en la que acopio las principales estadísticas

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y noticias sobre instituciones educativas, con el ánimo de recordar a sus lectores que los esfuerzos pedagógicos previos no fueron efí-

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pa esta mañana, algunos de los principales planteamientos que se

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meros y que la calidad y la moralidad en las antiguas instituciones

eran patentes.1 •o

En la década de los 1920, el doctor Juan José Osuna, en la co-

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yuntura del rápido crecimiento institucional de aquella época, resu-

mió los principales rasgos de la educación puertorriqueña antes del

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'98. Su modesto balance de los logros concretos del período de dominación española corresponde a una visión pedagógica deslumbrada

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por el número de planteles, maestros y estudiantes que el sistema de

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instrucción pública había logrado en las primeras dos décadas del siglo 20. No es de extrañar, por lo tanto, que en el segmento de su obra dedicado al período previo recaiga el-énfasis en la contribu-

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ción hecha por el sector privado y en la renuencia del gobierno es-

pañol a facilitar el desarrollo de la educación superior en la Isla.2

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En contraste, la crisis económica de la década de los 30, segando el optimismo pedagógico en las décadas precedentes, llevó a una

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revaloración de la época de la dominación española, e inspiró uñase-

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rie de trabajos sobre los siglos precedentes.

Así el Dr.

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Cuesta Mendoza hizo un minucioso recuento de datos sobre actividades

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e instituciones educativas antes del 98, llegando en ocasiones acom-

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parar favorablemente la situación en Puerto Rico entonces con la de

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otros países del Nuevo Mundo.3

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En las últimas décadas distinguidos historiadores que han tenido ocasión de ocuparse del tema de la educación han procurado ubicar

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texto político y cultural de la época que permite apreciar su justa

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el desarrollo institucional de la pedagogía puertorriqueña en el conAsí la Dra. Isabel Gutiérrez del Arroyo, en El

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mismo ilustrado en Puerto Rico, por un lado subraya los esfuerzos en

círculos ilustrados- de principios del siglo 19 por ampliar las posi bilidades educacionales y, por otro lado, reconoce las limitaciones en que se desenvuelve la parca enseñanza primarla accesible entonces

a la generalidad de los habitantes de los municipios.4 Así también la Dra. María Asunción García Ochoa, en La política española en Puer to Rico durante el siglo XIX, realza las iniciativas del estado español para fomentar la educación en Puerto Rico, como en otros te

rritorios de ultramar, desde 1812 hasta la década de los 1890.5 No es mi propósito en este ensayo recorrer el mismo trayecto que han abierto y habilitado éstos y otros historiadores de nuestra

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cultura, enumerando, como ellos lo han hecho, las disposiciones ofi

ciales, las múltiples circulares y directrices gubernativas, los re glamentos e instituciones que orientaban la enseñanza en Puerto Ri

co en tiempos de España; ni es mi interés el repetir la letanía de nombres e instituciones que en diferentes etapas de esa historia marcaron los generosos esfuerzos para asegurar el desarrollo de las letras y las ciencias en nuestra sociedad. Quiero más bien enfocar

el contexto social en que se dan los esfuerzos pedagógicos en el si glo 19. Educación y sociedad en el Puerto Rico del siglo 19 es en sí un tema amplísimo; aquí sólo se pretende delinear algunas ideas que se prestan a la investigación monográfica de cuantos se intere san por el tema.

La ilustración europea del siglo 18 se caracterizó por su inte rés en la educación y su optimismo en los frutos educativos de la es colarización. En círculos dirigentes en Puerto Rico ya desde fines del siglo 18 se traslucen ese interés y ese optimismo de la ilustra

ción. Por ejemplo, en 1798, el obispo Juan Bautista de Zengotita, en el curso de una visita pastoral, advierte que en la mayoría de los términos municipales de la isla no hay escuela de primeras letras y apremia a los tenientes a guerra a que cumplan con el deber que les imponía el Directorio del gobernador Miguel de Muesas en los 1770: ...he creido que estoy obligado...en desempeño de mi sa grada obligación ecsortar amonestar y encargar a uste des... con el mayor encarecimiento y con toda la fuerza y vigor de mi dignidad episcopal a que inmediatamente agan ustedes entre los padres de familia de sus respec

tivos departamentos el repartimiento de los cien pesos anuales...para poder dotar del maestro de escuela pú blica que enseñe...primeras letras doctrina christiana

y principios de una crianza religiosa y documentos de

una buena poli etica en la inteligencia de que no ha ciéndolo ustedes asi y no hayando yo como no ayo otro arvitrio para poder dotar los indicados maestros me veré en la dura necesidad de dar parte de ese aban

dono a donde convenga...6

A principios del siglo 19 círculos criollos ilustrados expresan

la necesidad urgente de que se establezcan escuelas suficientes y que se preparen maestros en una universidad a fundarse en el país. El regidor Pedro de Irizarry, en su informe el Cabildo de San Juan en 1809, se expresa en estos términos:

Una nación ilustrada con las ciencias, en sus ma yores apuros tiene otros tantos recursos propicios y seguros cuantos son los hombres sabios que la com ponen...Solo en los colegios y universidades con la viva voz de maestros consumados en literatura se forman regularmente estos hombres.. En nuestra Pa

tria fecundisima de talentos sobresalientes, porque


carece de aquellos medios, se queda la mayor parte de nuestra juventud detenida a las puertas de las ciencias, en la mayor ignorancia.1

El afán por escolarizar, que se difunde a través del siglo 19, suponía, sin embargo, unas condiciones materiales que permitieran no sólo la habilitación de escuelas y el reclutamiento de maestros, sino también la asistencia regular de los escolares. Y desgracia damente, mientras por un lado se multiplican las expresiones elitis tas de apoyo a la escolarización generalizada, por otro lado las po sibilidades reales de escolarización disminuían para los descendien tes de aquellos criollos que habían poblado las vegas y montañas de la isla en el siglo precedente.

El niño criollo del último cuarto del siglo 18 fue retratado por Iñigo Abad:

La crianza de los hijos es lastimosa, el amor indis

creto que les manifiestan, la ninguna educación que les dan, la mansión continua en los campos, la falta de escuelas, el ningún oficio a que los destinan, los hace

desaplicados, independientes de toda subordinación, faltos de instrucción y tan libres que se separaran de sus padres luego que hallan medios de subsistir.8

Pero esas circunstancias cambiarían rápidamente en la primera mitad del siglo 19, primero en la costa y luego en la montaña puer torriqueña.

Según el acceso a la tierra se fue limitando, e indu

ciendo al agregado criollo y a los hijos del pequeño propietario a buscar la ubicación de su hogar en la finca o hacienda de los nuevos

capitanes de la agricultura a cambio de un trabajo y una dependencia mucho más formalizados y contabilizados que el antiguo e informal agrego de fines del siglo 18, el niño campesino fue siendo absorbido

por las crecientes demandas del mercado de trabajo. Esa progresiva incorporación del niño de campo en las tareas rutinarias, primero de la hacienda de caña y luego de la finca cafetalera, la atestiguan los censos y padrones de vecinos del siglo 19. En Utuado, por ejem plo, en censos nominales de los 1830 se denomina 'labrador' a los niños desde los 10 años de edad, pero en el censo de 1860 ese térmi

no se aplica desde los 6 años.9 Ya para fines del siglo 19 las ta reas de la cosecha cafetalera inducen a ocupar a niños en trabajos subsidiarios desde los tres y cuatro años de edad.10

La dependencia en la que las familias de jornaleros caen respec to a los terratenientes anula las posibilidades de escolarización pa ra la generalidad de los hijos de agregados en el siglo 19. Para li berar a la mujer de obligaciones domésticas y utilizar su mano de obra en la tala de arroz, en la siembra o en el rancho de tabaco o

en la cosecha de café, los hijos mayores de 5 ó 6 años quedan a car go de sus hermanitos, recogen leña, preparan la comida, velan sobre

la tala detrás del bohío, buscan agua, hacen la compra, barren el


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•5-

tación al mercado de trabajo o un eventual ascenso sustancial en su

posición en la comunidad. Esto no quiere decir que en casos excep cionales no se hayan registrado accesos a mejores oportunidades. Pero en la generalidad de las reconstituciones genealógicas de fa

milias jornaleras del siglo 19 que se han podido hacer, esa no es la tendencia.

El hijo del jornalero rural de la segunda mitad del siglo 19 sólo puede heredar una porción del acervo de independencia de acción e ingeniosidad de criterio de sus antepasados. Su desventaja social, institucionalizada por las circulares de la libreta, cimentada por las realidades económicas, lo obligan a educarse en las tristes ar tes de la dependencia. El aparato judicial y político refuerza las distancias sociales; las que dan en llamarse a sí mismas 'buenas fa milias' monopolizan la cultura dominante de libro, piano y tribuna.

Hay por consiguiente una desvaloración de los viejos principios y tradiciones criollas todavía accesibles al niño-jornalero en el pro

ceso de crecimiento y de socialización. La medida de la 'persona culta y políticamente influyente viene a ser la escolarización; ya no se darán los regidores analfabetos de varios municipios en las elecciones de 1812, los sargentos mayores que escasamente saben fir mar las listas de milicias urbanas de 1820. En la opinión pública

de finales del 19 generada por la élite, educación y escolarización vienen a ser sinónimos.

El jíbaro analfabeta, con su español

ar

caico y su desconocimiento de los lugares comunes de la cultura eu- » ropea contemporánea, no se considera 'educado'. Pero para llegar a generalizarse esa actitud ha tenido quedar se un proceso previo en el que la titubeante política escolarizadora del gobierno central ha logrado imponer en los municipios el con cepto de la escuela como una necesidad pública. La historia de la escuela pública en el siglo 19 no deja de tener sus ironías. La ini ciativa de las autoridades centrales en suscitar el establecimiento

de escuelas se topa con la suspicacia criolla y la resistencia de los contribuyentes. Por ejemplo, en 1808, en Utuado, uno de los por tavoces del vecindario, don Felipe Collazo, hijo del principal dueño de hato del término, futuro Procurador Síndico y Teniente de Guerra

del partido, envía un memorial al gobernador protestando contra la obligación de mantener un maestro en Utuado.

Los cien pesos que se

pagan por su salario anual se tiran, ya que la generalidad de los niños vive en los campos y se les hace imposible acudir diariamente

al pueblo.11 Las presiones locales, combinadas con desavenencias domésticas, fueron suficientes para que el primer maestro conocido de Utuado, don Juan Antonio Quiñones, regresara a su San Germán na tal al poco tiempo. No fue hasta 1826 cuando se volvió a nombrar maestro de primeras letras en Utuado, a Pedro Soler, natural de Agua da. 12

Paralelo, por lo tanto, al proceso de subordinación del jíbaro al trabajo en las fincas de café, se da en Utuado y otros municipios de la montaña el esfuerzo tortuoso por asegurarle a Tas principales


-6-

familias locales una escuela que inclusive ellas no siempre aprecian.

Desde los 1820 la partida para el salario anual del maestro - 100 pe sos - viene a ser un renglón recurrente de los presupuestos municipa

les, para el dispendio de los cuales se le asignan cuotas de gastos públicos a todos los vecinos. Pero la asistencia a clases casi se circunscribe a los hijos de las familias más pudientes del núcleo ur bano del municipio, y el salario oficial no basta. Así el maestro de primeras letras de Cayey, José Marcelino Alvarez, después de ha ber enseñado un año unos "miseros seis niños", renuncia a su plaza en mayo de 1827 proque "no he podido mejorar como lo deseaba, en es

te miserable ejercicio de la Magistratura espresada".13 Y cuando no son las condiciones de trabajo, son los hostigamien tos de las autoridades los que inhiben el desarrollo de las escuelas. Para 1828, en Mayaguez, además de la escuela pública, hay una escue la privada del profesor Antonio García Laguna, El teniente de gue rra de Mayaguez la cierra, explicando al gobernador de la Torre:

aunque ignoro el método de enseñanza política y moral no lo creo consonante con las reales disposiciones de la materia ni muy adecuado al actual sistema, por que en su escuela se estimula los niños haciendo para to

do en banca (sic) con el nombre de Roma y Cartago.14 Aún el antiguo recurso pedagógico de competencias, en bandos de Roma y Cartago, resultaba "poco adecuado al actual sistema" para la autoridad mayaguezana. Y en prueba de lo justificado de su orden de cierre, aducía que el dicho García Laguna había sido cómico, es de cir, actor.

Los maestros necesitan tener buena reputación; así los expedien tes de los 1820 rememoran servicios y lealtades de emigrados venezo lanos y de militares peninsulares jubilados que buscan en la docen cia de primeras letras un alivio económico y una seguridad profesio nal que la brusca época de revoluciones les negaba en otras costas. Pero en los pueblos del interior, donde todavía con dificultad se re cluta maestro, basta con la carta de recomendación del al cal de * Así el primer maestro conocido de Ciales, Antonio Dávila, obtiene en 1825 el respaldo del alcalde Patricio Matos, quien atestigua su buena con ducta, "pues ni es jugador de naipes, ni paseador, ni menos se em briaga".^ Resta a los investigadores por hacer la historia de ese magis

terio puertorriqueño del siglo 19, iluminado por un Rafael Cordero, y resta por trazarse, con paciencia y precisión, la evolución de sus condiciones de trabajo y de sus relaciones con un estado siempre sus

picaz de las iniciativas pedagógicas.

Las fuentes están disponibles

en el Archivo General de Puerto Rico, y acaso en otros depósitos do-

cuemntales, y valdría la pena el esfuerzo. Pero es necesario recal car, al inicio de tales investigaciones, que en un país entonces emi nentemente rural - todavía en 1899 sólo el 16% de la población vive


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yoría de las escuelas creadas en las primeras seis décadas del si glo 19 eran urbanas. Las escuelas rurales sólo empiezan a abundar en las últimas décadas del siglo 19. Para 1897 Cayetano CollyTos-

te señala 206 operantes en toda la isla.16

La mayoría de los

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rrios rurales no cuenta entonces con planteles escolares; en Utuado, por ejemplo, sólo 4 de 21 barrios tienen escuela.

No es difícil entender las razones por la precariedad de los avances institucionales. Fundar más escuelas, dotar más plazas de maestros, conlleva sacrificios presupuestarios que los ayuntamientos contemplan con dificultad, y, como señala Matías González en su no vela Cosas, de finales de siglo, cancelan con facilidad. Por otro

lado, los sectores más conservadores de la sociedad no perciben con agrado el subsidiar el acceso de criollos alfabetizados a los rangos menores de la burocracia, y, en el trienio constitucional de 1870 a

1873, al sufragio electoral. Lidio Cruz Monclova, en su Historia de Puerto Rico en el siglo XIX, cita la displicencia de la el ite conser vadora mayaguezana cuando los electores que cualifican para votar, por estar alfabetizados, los llamados 'capacidades', acuden al ayun tamiento a ejercer el derecho qu- su escolarización les había alcan zado:

Triste espectáculo han ofrecido estos días los salo nes antes venerandos de las Casas Consistoriales de es

ta Villa. Inundados de tantas capacidades nauseabundas, arrellanadas, unas, en los sillones no profanados hasta hoy, y otras reunidas en grotescos grupos parodiando los hombres de importancia, con ese don especial de imitación que les ha dado la naturaleza, toda alma noble ha debi

do sentirse rebajada al mezclarse con esa turba para de positar un voto de conciencia, en medio de tantos votan-*

tes de esta calaña.17

La reacción subsiguiente al trienio constitucional permite al go bernador José Laureano Sanz depurar el magisterio criollo siguiendo criterios de lealtades políticas que a veces se aplican por meras sus

picacias.18 El magisterio, como carrera profesional para el puerto rriqueño, se obstaculiza en las últimas décadas del siglo 19. La len titud en cubrir plazas vacantes, la falta de locales y de materiales adecuados, el ausentismo crónico de los alumnos, la procrastinación

de las autoridades municipales desesperan a aquellos maestros con la suficiente experiencia en la profesión. Algunos optan por abrir es cuelas particulares que, aunque dependientes de la dudosa constancia de sus patrocinadores, eximen a sus regentes de la mayoría de las con trariedades impuestas por la burocracia municipal.

Para fines del siglo 19 la retórica de la escolarización pervade el pensamiento cívico y encuentra su eco en los movimientos políticos de avanzada. Pero la realidad es mucho más modesta que los alardes de progreso que las Juntas de Instrucción Pública de las municipal ida-


des regularmente hacen. Hace un siglo, para el 1882, había 441 es cuelas con un total de 24,132 estudiantes, es decir, un promedio de

54 alumnos por plantel.19 De esas, 112 escuelas eran de niñas, cir cunstancias que penalizaba a la formación intelectual de las mujeres

del campo, donde casi no se encontraban planteles que no fueran pa ra varones. La escolarización de la mujer en el siglo 19 es uno de los temas que aguarda a los investigadores. Pero hay tantos otros estudios monográficos por llevar a cabo:

estudios sobre las metodologías pedagógicas, los textos escolares, la deserción escolar, la composición del magisterio, la participa ción de la ciudadanía en la creación de escuelas, la enseñanza a adultos, las modificaciones al currrículo, el funcionamiento del sis tema de instrucción aquí en comparación a Cuba y Filipinas, La do cumentación se encuentra dispersa en diferentes fondos documentales: archivos municipales, fondo de gobernadores españoles, diputación provincial, obras públicas, archivos eclesiásticos, papeles de par ticulares. Pero es necesario que una nueva generación de investiga dores se interese por estudiar la educación, en el sentido más am plio del término, en su contexto histórico.

El sistema primario de instrucción pública en Puerto Rico para fines de la dominación española concentraba sus recursos en la edu cación de varones en los centros urbanos, Comparado a sus comienzos efectivos en el siglo 19, el sistema de instrucción pública habíalo-

grado para 1898 impresionantes adelantos, pero estos eran de mayor provecho para aquellas familias de las escasas zonas urbanas que po dían prescindir del trabajo de sus niños y eran consecuentes en man darlos a la escuela.

Hay pues distancias y distinciones de clases reflejadas en los grados de escolarización que encontramos a fines del siglo 19 en la población puertorriqueña, aún cuando sólo hayamos considerado el ni vel primario de enseñanza y no nos hayamos detenido a reflexionar so bre desigualdades más marcadas en niveles superiores de instrucción. El sistema de escuelas, lejos de asegurar la nivelación de oportuni dades abiertas a la comunidad, consagraba tajantes divisiones entre

los que podrían tener acceso a empleos en el comercio, la burocracia municipal, las imprentas, los oficios más diestros, las escribanías, y los que estaban condenados a halar pico y azada, doblar el lomo bajo el sol de los cañaverales, extinguir la condena de la vida en un cafetal húmedo. Dos educaciones, la escolarizante y la que la ca lle llamó la escuela de la vida, dos culturas, una cada vez más re finada y europeizante, otra cada vez más deshumanizada y fragmentan te, dos sistemas de vivienda, dos experiencias de salud pública, dos clases de ciudadanos ante el sistema electoral, los terratenientes

y los sin tierra, los que vivían para conocer sus nietos y los que morían dejando hijos para repartir entre compadres. Hablarle de la instrucción pública en el siglo 19 a los descendientes de los prime ros es evocar el mundo de la disciplina, la sensibilidad, la sabidu ría mesurada; ubicar ese sistema en el contexto de su sociedad para


•9-

los segundos es recordar que el entonces y el ahora de la instrucción

pública en Puerto Rico son sólo etapas en el devenir de una educación públ

más justa cifrada en la igualdad


•10-

Notas

1. Cayetano Col! y Tosté, Historia de_la instrucción

pública en

Puerto Rico hasta el añcTde 1898, (2a. ed.; San Juan: 197Q).Ver

2. Juan José Osuna, A History of Education in Puerto Rico (2a ed.; Río Piedras: 3.

19497"!

~~

Antonio Cuesta Mendoza, Historia de la educación en el Puerto

Rico colonial (2 vols.; México:

1946, y Ciudad Trujillo: 1948).

4.

Isabel Gutiérrez del Arroyo, El reformismo ilustrado en Puerto Rico (México: 1953), 185-90. —~

5.

María Asunción García Ochoa, La política española en Puerto Rico

durante el siglo XIX (Río Piedras; 6.

1982), 386-401.

Archivo General de Puerto Rico (AGPR), Fondo de Gobernadores Es pañoles de Puerto Rico (FGEPR), caja 290, fragmento de la visita del obispo Zengotita a San Germán, 12 de abril, 1798; caja 283, oficios de varios tenientes a guerra al gobernador en respuesta a la circular del 5 de junio en torno a la circular del obispo de 12 de abril, 1798.

7.

"Informe dado por el Alcalde Don Pedro Yrisarri al Ayuntamiento de la Capital 1809", en Aida R. Caro, Ramón Power y Giralt (San Juan:

8.

1969), 60.

Fray Agustín Iñigo Abad y Lasierra, Historia geográfica civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico (3a ed.; Río Piedras: 1970), 188.

9.

AGPR, Fondo Municipal de Utuado, caja provisional 5, "Pueblo de Utuado. Padrón"; caja 3, Censo de 1860.

10. Entrevista grabada con Catalina González, Joaquín Guzmán, Irmina Nazario y otros, julio de 1977, Centro de Envejecientes de Utuado.

11. AGPR, FGEPR, caja 326 (Instrucción), "Año de 1809,

Solicitud por

don Juan Antonio Quiñones, Maestro de Escuela del Partido de Utua do, sobre que se apruebe elconveniohecho con el Teniente a Gue rra de dicho Partido".

12. Ver correspondencia en torno al caso de don Juan Antonio Quiño nes en AGPR, FGEPR, caja 333; ver ibid., caja 327, "1824: Oficio

del Alcalde de Utuado manifestando la necesidad en que se halla aquel Pueblo del establecimiento de una Escuela de las letras y proponiendo a don Juan Antonio de Quiñones para que la desempeñe"; idid.; oficio del alcalde Silvestre de Aibar al gobernador, 23 de junio de 1825; Coll y Tosté, 0£. cvt., 70,


•11-

13.

AGPR, FGEPR, caja 327, "Expediente promovido por el Alcalde de Cayey referente a la propuesta para el desempeño del Magisterio de las letras en D. José Alvarez".

14.

Ibid., "1828 Oficio del Teniente a Guerra de Mayaguez, partici pando haber hecho cerrar la escuela privada que sostenía

en

aquel Pueblo Antonio García Laguna, con detrimento de la esta blecida por el Gobierno".

15.

Ibid., oficio del alcalde de Ciales al gobernador, 28 de febre ro de 1825.

16.

Coll y Tosté, 164-96.

17.

Lidio Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico en el siglo XIX,

(Río Piedras: 18.

1970), II, 2a. parte, 168,

Ver Labor Gómez Acevedo, Sanz, Promotor de la conciencia separa

tista en Puerto Rico (San Juan: 1956), 208-14; Carmen G, Con cepción Villegas, "Las condiciones de escolaridad en el munici pio de Río Piedras (1871-1920)", monografía inédita.. 19.

Cuesta Mendoza, op. cit., II, 26.


-12-

Apéndice

Fuentes Manuscritas para el Estudio de la Instrucción Puerto Rico en el Siglo 19.

Nota:

Pública

en

En varias bibliografías se puede encontrar un acopio de las principales fuentes primarias impresas y de las obras de con

sulta generalmente utilizadas para estudiar la instrucción pú blica en el siglo 19. Se trata aquí de ayudar a los investi gadores con pistas ulteriores. Archivo General de Puerto Rico: Fondo de Colecciones Particulares:

Colección Antonio Otero (CP 51): Colección José S. Belaval (CP 38):

Expediente 17, Caja 1.

Colección Gabriel Ferrer Hernández (CP 66): Caja 1:

Gabriel,

Ferrer Hernández, "La instrucción pública en Puerto Rico, su pasado; su presente y modos de mirarla en el futuro. Memoria escrita. 1885. Fondo de Diputación Pronvincial: Serie Municipalidades. Correspondencia dispersa en torno a los presupuestos y a los problemas de las Juntas de Instrucción pú blica en la segunda mitad del siglo 19.

Fondo Gobernadores Españoles de Puerto Rico:

Cajas 283, 290, 326, 327, 328, 329, 330, 331, 332.

Ver también

cajas 189, 190 y 191 (Visitas) y las cajas de la serie Municipios. Fondo Municipal de Camuy

Fondo Municipal de Fajardo: Cajas 244-49.

Fondo Municipal de Isabela: Caja 108.

Fondo Municipal de Manatí Fondo Municipal de San Juan


•13-

Fondo Municipal de Yauco Fondo Obras Públicas:

Descripciones Topográficas

Asuntos Municipales (Expedientes sobre edificios destinados a escuelas).

Asuntos Varios, sub-serie Instrucción

Sugerencias adicionales: Ver Walter A. Cardona, "Guía para la Con sulta del Archivo Municipal de Mayaguez; con un desglose de los primeros 62 tomos", e Ignacio Olazagasti, "Catálogo de Documentos His tóricos de Bayamón".


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