José Enamorado Cuesta
FUERA DE LA LEY DENUNCIA DE LA HIPOCRITA TIRANIA
"DEMOCRATICA" EN PUERTO RICO
EDITORIAL PUERTO RICO LIBRE 1957
196925
No hay derechos de propiedad reservados. Rechazo la ley de propiedad literaria, como todas las leyes impuestas por la tiranía de la intervención yanqui en Puerto Rico. J. E. C.
PROEMIO
Escribo desde el umbral del Presidio "Estatal", como se llama
aquí ahora todo lo que antes, en estricto y propio argot colonial, se llamaba "Insular". El umbral pues del apestoso Presidio "Es tatal" de Puerto Rico. Lo de apestoso no es metáfora. Desde mi última detención allí, hace más de im año (1) ni aim desde
la primera, hace cuatro años, por igual delito (2) no he podido librarme por completo del recuerdo, presente siempre en mi sen tido del olfato, de la insoportable y peculiar pestilencia, del vaho nauseabundo que se respira allí.
Por ese Presidio—casa del diablo, que dijera Martí—^han pa sado varios jefes en los años de la presente década, entre éstos un yanqui, a quien se suponía penólogo de experiencia. Nada hizo tampoco ese señor por librar a la ominosa institución penal de esa peculiar y horrible pestilencia, de la que sólo parece que pudieran librarla ya las llamas. Ni aun el actual médico jefe, el destacado psiquiatra español Doctor Troyano de los Ríos, (3) parece haber hecho diligencia por extirpar ese terrible vaho de cloaca que exhala desde su entrada principal y que no excluye ni siquiera a la propia oficina del médico jefe ni al Hospital del Penal, la llamada "Penitenciaría Estatal" de Puerto Rico. Si la hizo, fracasó rotundamente.
Creo que la razón principal para esa desagradable pestilen cia, consiste en negligencia de parte de las autoridades penales. No están éstas justificadas en tratar de culpar por ello, como lo hacen, el excesivo número de confinados y la tendencia de éstos a la falta de higiene. Esa no es disculpa válida, como no lo es
tampoco en el Ejército—en ningimo del mimdo-^onde la aglo meración de hombres en los cuarteles es tan grande o mayor. Los carceleros tienen la obligación de higienizar a los confinados.
Y fué bajo la sombra siniestra de esa apestosa institución, que se comenzó a escribir este libro, por lo cual casi podría am pararse en la célebre anécdota cervantina en el Prólogo de El Quijote. De allí salí en mayo del año pasado (1954) después de diez semanas de reclusión en "custodia máxima", bajo acusación (1) En este año de 1957, a los tres tde mi segunda detención e internación en presidio, fué mi caso archivado y sobreseído por que "las probabilidades de convicción... a la luz de la evidencia inculpatoria en poder de los Fiscales suscribientes, son remotas", según reza la
moción de archivo sometida por dichos Fiscales al Tribunal que debió heberme juzgado. (2( Haber insistido en mi periódico "PUERTO RICO UBRE" en la denuncia de la hipócrita tiranía democrática que continúa denunciando este libro.
(3) Presentó la renuncia de su cargo en julio de este año (1957) por motivos que, según, se ha rumorado, pero sin confirmar, tienen que ver con el trato humano que dicho jefe médico acordó o quiso acordar al Doctor Pedro Albizu Campos y a otros presos Nacionalistas. Así lo hizo en el caso mío.
de violación de la tristemente célebre "Ley 53" o "Ley del Can dado", consistente en la edición de un solo número de mi pe
rineo, por cuyo idéntico delito hube de cumplir im año de pri sión en el 1950, después de la revuelta de octubre del Partido Na
cionalista, en la que no tuve participación activa ni pasiva, ya que mi criterio político me impide la participación en golpes de mano minoritarios.
Permanezco pendiente de señalamiento de fecha para ser en juiciado (1), bajo fianza de QUINCE MIL DOLARES. Es pues por ese motivo que hago aquí la afirmación que antecede. Desde el propio umbral del Presidio, al que pueden volverme los señores fiscales y jueces pagados por el Estado Libre (y) Asociado de Puerto Rico, para mantener a éste en relativa seguridad. Por que con hombres capaces de decir la verdad—toda la verdad—
en la calle ni el gobierno de ELA, ni aun el propio gobierno inter ventor de Estados Unidos, con su inmenso poderío bélico y eco nómico, se sienten completamente seguros.
Por supuesto que el gobierno de ELÁ, del Estado Libre (y) Asociado, es el menos culpable de los dos, ya que peca más bien por omisión que por comisión.
Omisión de im acto' de entereza, peligroso, pero salvador, como son siempre esos actos, del que no se ha sentido capaz el creador de esa novel concepción del gobierno propio, dentro de la qué a puro empujón, ha querido embutir el gobierno propio "Self Gtovernment"—aiiglo-yanqui. Difícilmente hay espectáculo más doloroso—^y repulsivo—en la vida, que un hombre con miedo. Y si de algxma manera es posible hacerlo más lastimoso axm, es extendiendo esa desgraciada condición a un grupo de hombres di rigentes, a los que se ha convertido en los apóstoles del miedo.(1) Y es precisamente al miedo, resorte que lo mueve todo hoy en el sietemesino y monstruoso Estado Libre (y) Asociado, que se debe el hecho de que yo no haya sido enjuiciado, diecisiete me ses después de haber sido asaltado en la noche y secuestrado en <1) He dado en este libro varios ejemplos de prueba de lo que hace el miedo en Puerto Rico. Para que se vea donde llega esa sensación de terror, quiero citar otro. Don M, era un tabaUero español que atesoraba todas las virtudes de la raza. Republicano de pura cepa, —no de nombre, como los que así se llaman aquí contra todo sentido— era naturalmente, amigo de nuestra independencia. Su bondad no conocía límites. Nunca olvidaré que quiso ser el primer comprador de una acción de la memorable Imprenta Puerto Rico, teatro de la violencia y terrorismo oficiales durante el WINSHIPATO. Su muerte acaeció hace ya mu chos años y en el sepelio, se me encomendó por el Partido Nacionalista, cuya Dirección
padecía entonces cárcel y deportación, despedir el duelo. Me dispuse a ello en el momento oportuno y, para mi asombro y máximo disgusto, varios de sus hijos me rodearon precipita damente y casi con lágrimas me rogaron que no dijera nada. Hubo pues Don M., nuestro
noble amigo, de bajar a la fosa sin el homenaje sincero de nuestra admiración y nuestro
cariño, pues mi respeto por aquél insigne y auténtico republicano, espejo de hombres de bien y de honor, no me permitió dar un espectáculo en el acto solemne de sus funerales. Tampoco permitieron sus hijos que sus restos fueran envueltos en la bandera republicana española.
mi hogar por una taifa de foragidos policiales—pues ni siquiera vestí^ uniforme esa noche,—^para ser llevado a la fuerza, sin or den judicial, en pijamas al famoso Presidio "Estatal", desde cuyo umbral debo seguir escribiendo y diciendo la verdad. ¿Era que se me tenía miedo a mí, como individuo? Eso es
lo que se infiere de la conducta truculenta y cobarde del jefe que mandaba la partida asaltante.
Yo, nunca di motivo para eso. El caso es que los señores Fiscales, no tienen caso alguno contra mí. Es el escándalo
que debía provocar el atropello que se cometió en mi persona y contra un ^ernbro del gremio del periodismo, por desacritado que ese esté, ^entras se hacen lenguas proclamando la "liber tad de expresión" de que gozamos los puertorriqueños, a lo que temen los Fiscales. (1) En el año 1954, la Sociedad de Periodis tas y Escritores de Puerto Rico, la cual me hizo el honor de re chazar mi solicitud de ingreso mientras estaba preso sin señala
miento de juicio, recibió la visita de unos señores periodistas ibe
roamericanos, a los q^ue se dió una recepción en el domicilio de la Sociedad. Fui invitado al acto y tuve la buena suerte de con currir. Son testigos esos periodistas, que deambulan todavía de reumón en reunión de prensa "libre" por las capitales de Ibero américa. Uno de esos periodistas tuvo la ocurrencia de dech, en su discurso, que "afortunadamente, los puertorriqueños no teníamos que temer ser sacados de nuestros hogares para la cár cel en horas de la noche." Hube de contestar al colega, desde
mi asiento, informándole que yo había sido sacado de mi hogar, para la cárcel a las cuatro de la mañana." No hubo, por su puesto, nadie que pudiera impugnar mi afirmación, que causó la consiguiente conmoción.
Es para denunciar estas condiciones, desconocidas por las grandes masas de población en el Continente, ignoradas adrede por algunos de esos periodistas e intelectuales que aceptan pe riódicamente invitaciones del gobierno de Puerto Rico para acu
dir a fiestas gastronómicas a las que concurren muchas veces con gastos pagados, sin que ninguno de ellos tenga la entereza de evadirse del hotel en que se les aloja e irse por calles y cam pos a indagar la verdad y aceptarla desnuda de trabas y guindalejos oficiales u oficiosos, para lo que se ha escrito esce panneco, que más no pretende ser. Pero que pasará algún día a las páginas de nuestra historia, como parte de esa respetable y estatuaria Verdad que no necesita pingajos ni adornos, una vez que se alza majestuosa en la perspectiva de la vida de los pueblos. (1) El atentado se consumó y no hubo escándalo.
Así es de baja la moral del gremio.
CAPITULO I
Yo estoy fuera de la ley. Este libro está fuera de la ley. Se
publica fuera de la ley. Y se leerá fuera de la ley, porque no será admitido en las bibliotecas públicas "estatales." ¿Qué ley?
¿Cuál es la ley que rige en Puerto Rico? ¿La ley marcial? ¡No!
La Ley marcial es una ley bárbara, salvaje, brutal. Pero es una ley honrada, proclamada brutalmente, por hombres que tie nen en su mano, porque lo han tomado a la fuerza o lo han adul
terado, el poder de imponerla.
No se oculta su existencia bajo negativas absurdas de su existencia, la que ha surgido antes que su proclamación. Por eso es honrada: tiene siquiera la triste honra de su fea desnudez. No tiene velo ni lleva careta.
El Dictador, el tirano que proclama el estado de sitio, la ley marcial, se apoya para hacerlo en ese poder, que por lo general reside en la mano de sus subordinados militares, cuando no es el tirano él mismo, el hombre fuerte, hombre de espadón, antes, de ametralladora hoy en día, quien la impone. La ley marcial es la ley militar, que rige ruda, inexorable mente, bajo la cual la vida del ciudadano no tiene más garantía que su propia habilidad para evadirla, plegándose momentánea
mente a una situación de urgencia, o esquivando el golpe fuera de su alcance, generalmente en el exilio voluntario.
Bajo su férula, se puede suprimir la vida misma y la res ponsabilidad jurídica por su supresión recae sobre el mismo que la expuso, es decir, recae sobre la propia víctima. Nótese: la responsabilidad jurídica. Es decir, la responsa bilidad bajo las leyes y códigos que han hecho los antecesores del
tirano y del militar que imponen la ley marcial. No la respon sabilidad moral, que ésta será siempre del que atenta contra lo único insustituible bajo el sol, que es la vida.
Puerto Rico, nuestro pueblo, los extranjeros que con él con viven, todos, todos los seres hmnanos que alentamos en esta tie
rra, bendita de los míticos dioses caribes, vivimos bajo la ley mar cial. Esto es, real y auténtica, pero no legalmente. Ah, no: vivimos bajo el palio augusto de la democracia, se ñora peor parada en América hoy en día que el Cándido volte riano,en cuyo cuerpo no cabían ya más ultrajes. Y por supuesto que esta señora augusta, no puede consentir que en sus dominios sea proclamada ni se mencione siquiera, la ley marcial. ¿Que rige en Puerto Rico una ley Uemada de servicio selec tivo, bajo la cual los hijos de nuestros campesinos, obreros y clase media, son enviados a un matadero cualquiera en la antípoda? Bueno, esa es la ley.
¿Que puede im homicida ser acusado en Puerto Rico ante im llamado Tribunal de Distrito de los Estados Unidos, vulgo "Corte Federal" y, condenado a muerte en ese tribunal, a pesar de que no existe en nuestro código criminal la odiosa pena capital, su primida por la volimtad expresa de nuestro pueblo, por medio de sus representantes electos? Bueno, esa es la ley. (1)
¿Que hay dos cientos setenta y tantos (hubo: no hay esta dística que nos informe cuantos de ellos viven todavía) hombres
nacidos en Puerto Rico, de padres puertorriqueños, que están privados de los elementales derechos del voto y del pasaporte y, por supuesto, de la protección del gobierno de Puerto Rico y de los Estados Unidos, en el caso de que logren libertarse de la pri sión virtual a que se les somete, porque ima ley que no fué apro bada por nuestra Legislatura, les impuso la ciudadanía de los Estados Unidos, la que ellos rechazaron ante el "Tribunal de Dis trito de los Estados Unidos" en Puerto Rico? Esa, esa es la ley. Si estas tres preguntas le fueran hechas al señor Muñoz Marín, Gobernador del "Estado Libre (y) Asociado de Puerto Rico", sus contestaciones, no importa lo demás que dijera, equivaldrían exactamente a las muy breves que hemos aprontado. (1) El caso se dió recientemente (octubre, 1957). El acusado se amparó en una declaración de culpabilidad en grado inferior, para salvarse de la silla eléctrica.
Iguales contestaciones se obtendrían si se le hicieran las pre guntas al señor Presidente del Senado de Puerto Rico y al señor Presidente de la Cámara de Representantes de Puerto Rico. Y no se obtendrán contestaciones distintas en su contenido
básico, m aun del i^mo Presidente del flamante "Tribunal Su premo de Puerto Rico", quien por cierto es en este momento un abogado yanqui. (1)
No hay intención de irrespeto en lo de "flamante". El vo cablo es solamente recordatorio de que ese Tribunal sólo es Su premo, en la medida que lo estime justo, o conveniente a los sa grados intereses metropolíticos, el "Tribunal de Circuito" de Boston,/en el estado de Massachussets, ante el cual debe el Tribtmal "Supremo" puertorriqueño recurrir en alzada. ¡Esa, esa es la ley!
Pero los puertorriqueños enteros, que no hemos claudicado ni hemos renegado de nuestro derecho de ser lo que queremos, queremos saber quien ¡quien diablos!, ha convertido en legalidad en Puerto Rico todas esas leyes insólitamente inicuas que consti tuyen hoy el Imperio de la Ley en Puerto Rico. Por supuesto que el Partido político en el poder contestará esta pregunta, hecha sin asomo de eufemismo porque sabemos
d.e antemano que el supuesto realismo que campea en la estereo tipada y cómica pauta oficialesca, tiene contestaciones prepara das a la medida para estas preguntas, las que la camarilla bu rocrática teme, como el topo a la luz del sol. "La voluntad popular," dirán esos señores, lo ha querido así. ¡Ah, sí! Si "Popular" se escribe con mayúscula, eso es ya otra cosa. Porque entonces esa voluntad es la de xm partido, la
del partido en el poder, que muy convenientemente ostenta ese nombre.
Y el problema no consiste precisamente en que Muñoz Marm,como si se tratara de otro jefe político, sea él solo "el poder", ejercido bajo el simpático nombre, sino en que ese poder sea ejer cido a la sombra de otro poder, del poder interventor, del poderío político-económico (y atómico) del Tío Samuel, que todo lo rige en Puerto Rico, extendiendo cada día su jurisdicción, oficial y oficiosa, sobre los más nimios pormenores íntimos de nuestra vida.
Eso, eso es lo verdaderamente triste. Eso, lo que tan triste hace a ese "americanismo" del que hacen gala, la burocracia yanquizante, nuestra "gran prensa" y los intelectualoides a sueldo. (1) Desde que esto fué escrito en el 1956, ese íncumbente renunció su puesto, diz que a reque rimiento del señor Gobernador, por razones que no se han dado a la luz, bajo fuerte presión del Colegio de Abogados de Puerto Rico.
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El yanqui, en efecto, no ha peleado nunca"solo, excepto con los corruptos gobiernos latinoamericanos. Su bravuconería se ha enfrentado a México, a Haití, a Santo Domingo, a Colombia en la pirática apertura del Canal, a César Sandino en Kicaragua,, que le infirió ima derrota militar, porque no era gobierno. Y a Pedro Albizu Campos y un puñado de sublimes suicidas inermes en Puerto Rico.
Es por eso que este libro, como todos los que he publicado en Puerto Rico durante casi cuarenta años en el oficio de escritor,
no está protegido por la ley de propiedad literaria, que en nues tra patria está en las manos exclusivas del poder interventor, debiendo solicitarse el registro de cualquier trabajo literario bajo esa ley, de una oficina cuya sede esta en Washington, por su puesto.
Esa, esa también es la ley. ¡Pero no para mí! Estoy pues y, está este libro, por mi expresa voluntad acogido a la ley internacional de propiedad literaria, única admisible bajo las circunstancias relatadas, fuera de la ley. Y entiéndase que, si otro mérito no tuviera este panfleto,
nadie podrá negarle el intrínseco valor de ser, por ese hecho so lamente, im acto de protesta viva é irreductible contra la inter vención extranjera de mi patria. Por eso digo: al diablo con «sa
ley y con todas las demás impuestas a mi pueblo por el poder brutal, estúpido, bárbaro y cobarde del gobierno interventor de los Estados Unidos.(1)
Brutal, porque se basa en la fuerza, a excepción entera del derecho.
Estúpido, porque ignora en absoluto el mandato histórico ;que le ordena a mi pueblo ser libre; e incapaz de asimilar ese ele mental conocimiento. Bárbaro, porque su civilización mecanicista es inferior a la nuestra, de pura raíz greco-latina, como lo prueba el hecho de que aun esa civilización pragmática de que tanto se enorgullece el yanqui, no hubiera nunca sido creada por
los anglosajones sin el esfuerzo prestado por Italos, españoles,
germanos, griegos, polacos, rusos, dálmatas y demás europeos que han traído allí, sin discusión, más, mucho más de lo que han recibido. Cobarde, porque en América sólo se ha hombreado el
gobierno de los Estados Unidos, que quiere imponerla, con go biernos débiles. Y fuera de América—^hasta el primer cuarto de siglo, cuando le salió al encuentro el imperialismo teutónico— con la decadente monarquía borbónica en España, la que sólo con su fama guerrera aterró al pueblo yanqui, que huyó despaTorido de las costas del Atlántico al empezar la guerra. (1) Es en este momento (1957) cuando el gobierno de los Estados Unidos demuestra su barbarie, rechazando de las puertas de las escuelas sureñas a bayoneta calada a los estudiantes negros que acuden allí a matricularse, en virtud de una ley federal que desafían los gobiernos estatales. De ahí a otra gran guerra civil, sólo hay un paso.
Pero la cobardía yanqui ha ido aun más alia.
Su cobardía llevó al yanqui a imponemos á los puertorri queños el servicio militar obligatorio usando como señuelo y car nada,su famosa y ya desprestigiada "ciudadanía" ante un mundo que camina al Socialismo, ciudadanía, rechazada contundente mente por el entonces Representante de Puerto Rico en Washing ton, Don Luis Muñoz Rivera, padre del actual Gobernador, úl timo acto de rebeldía del caudillo puertorriqueño antes de su muerte (1917) con el único propósito de llevamos a sesenta mil jóvenes a las trincheras francesas, lo que sólo evitó el colapso
teutón en el 1918. Propósito repetido en el 1942 en la Se^nda Guerra Mimdial. Y ima tercera vez en la guerra de agresión de CJorea,(l)—segimda derrota yanqui en la Península coreana, casi ignorada hoy—^la aventrna "poUcial" trumanesca, que costó a Puerto Rico un millar de nuestros jóvenes, entre muertos y des aparecidos y varios miles de lisiados, inválidos usados astuta mente ahora para ejercer el sobomo de nuestra población civil con las dádivas de que son objeto estos desgraciados, como usan también sesenta o setenta mil veteranos de esas dos últimas gue
rras. Sangre y vidas que hemos cargado al decadente imperio, los hombres que hacemos la historia desde las cárceles o en nues
tros hambreados hogares, estrechamente vigilados, los hombres libres que no nos hemos rendido, ni nos vamos a rendir, al im perialismo, mucho menos cuando ya está a la mano el arreglo de cuentas a Wall Street y a Washington, por los pueblos eman
cipados que han arreglado ya la cuenta a los imperios británico y francés, a los que quiere heredar el yanqui. Y a los que va a heredar, no hay duda, en la derrota que le impondrán esos pue blos, inclusive los de América T-atinfl Pudo haber costado más cara aun esa guerra "policial" de Corea a nuestro pueblo, de no
haberse finalmente revelado vm pelotón de soldados puertorri queños, con sus oficiales a la cabeza, (2) en protesta contra ima orden de avance que consistía en enviar la tropa al suicidio, des pués de haber cubierto heróicamente la retirada de fuerzas de
infantería de marina yanquis. Este acto de desesperación de los
soldados puertorriqueños dió por consecuencia ima acusación de cobardía a nuestros hombres y el proceso de varios cientos de ellos, juzgados por consejos de guerra yanquis y, a la postre, la orden de dispersión de varios regimientos puertorriqueños, siendo sus efectivos agregados a regimientos de Imea yanquis, para rom per así su "espirit-de-corps" y solidaridad nacional. Durante la guerra de Corea, frecuentemente se rumoró que se habían efectuado fusilamientos de puertorriqueños en el frente de guerra, rumores que fueron acallados, pero que no hay mucha (1) Los acomodaticios historiadores modernos a la violeta, nun.ca hacen mención de la derrota
inflingida a las fuerzas yanquis da desembarco en la boca del Río Kan en Corea, el 16 de mayo de 1871, por milicias coreanas. (Véase Encyclopedia of Worid History", Houghton
Miffiin Co., Boston, 1948, Pág. 881.)
(2) El Teniente Juan S. Guzmán, actualmente empleado por el Gobierno de Puerto Rico. 8
razón para dudar que ocurrieran, dado el espíritu de acritud an tiyanqui de la mayor parte de nuestros soldados al regresar. En la bahía de San Juan, los soldados repatriados en un transporte militar desplegaron una gran bandera puertorriqueña en la cu bierta de la nave, bandera considerada todavía entonces como
rebelde, después de la revuelta Nacionalista de 1950, hasta su adopción por el gobierno del Estado Libre (y) Asociado de Puerto Rico, que la enarbola hoy j\mto a la yanqui en todos los edificios
del gobierno estatal. (Léase colonial).
I
Si ese espíritu no se ha manifestado militantemente, ello se debe, en primer término, a la política de soborno seguida por el gobierno de Estados Unidos respecto a los veteranos, única ma nera de evitar esa militancia, no sólo en Puerto Rico, sino tam bién en Estados Unidos. Y en segundo, a los esfuerzos llevados a cabo por el Gobernador Muñoz Marín y sus edecanes para li mar la pugnacidad antiyanqui en el país y especialmente entre el elemento veterano juvenil, el que solamente mediante los che ques de pensiones ha frenado sus sentimientos. Pero esa situa
ción va menguando, a medida que se hacen recortes y economías por la actual Administración republicana, opuesta tradicionalmente a la política de mano abierta de la anterior administra ción demócrata, que fué obligada a esa política como resultado del esfuerzo desplegado por los movimientos progresistas en los
Estados Unidos y a expensas de la falsa prosperidad que siguió a la guerra, que obraba como factor contrario al reenganche de veteranos. Lo que en rigor, no era otra cosa que un sistema de soborno, al que ha tenido siempre que recurrir el gobierno de los Estados Unidos, como todo gobierno imperialista, para llevar a cabo sus guerras de agresión y captura de mercados. Eso por supuesto, aparte de lo que ello implica en materia de justicia so cial capitalista. El supuesto "patriotismo" pro yanqui de la juventud puer torriqueña, ha correspondido siempre a la condición de miseria en la que se ha visto obligada a subsistir, com consecuencia di
recta de la eficaz explotación imperialista, hecha puede decirse
que a plenitud, característicamente anglo-sajona, de nuestra eco nomía colonial. Los puertorriqueños que servimos en el Ejér
cito yanqui durante la primera guerra meimdial, sabemos muy bien el sentido de desamparo que informaba la actitud de miios
de nuestros campesinos jóvenes al comenzar el licénciamiento de nuestra tropa, pocas semanas después del armisticio.
La cobardía moral ha sido convertida por el coloniaje casi en una virtud. Por un lado, la población civil obtiene subsidios
y pensiones, ganados en dura lucha por el movimiento progre sista yanqui, cuya vigencia en Puerto Rico ha podido hasta aho ra conseguir para Puerto Rico el actual Gobernador Muñoz Ma
rín, con la ayuda eficaz del señor "Comisionado Residente" mudo
(no tiene voz ni voto en el Congreso yanqui), pedigüeño número 9
uno entre las "posesiones" estadinenses en Washington. En Puerto Rico, el pueblo cree ingenuamente que esos beneficios se deben a la muiüficencia yanqui. Por otro lado, el gobierno "es tatal" premia la adhesión de los hombres jóvenes y brillantes a la poHtíca gobiernista de solidaridad "americana". Conozco in
numerables casos de tales jóvenes premiados con jugosos empleos. Los conocaos todos en Puerto Rico. Actualmente (1) el go
bierno'del^"Estado libre etc.", bajo órdenes directas del Gober nador Mimoz Marín, está liquidando en los tribunales un escán dalo originado por esa política de largueza fiscal. No es nece
sario ni cuadra a nuestra misión citar nombres propios. El pa pel de delator gratuito nos asquea. Pero es necesario decirlo: es cobardía moral la que hace al jefe de ese gobierno y a la comparsa de "intelectuales" someti dos que mantiene a su alrededor, proclamar la pretendida "doble ciudadanía", en la que por supuesto ni él ni ellos creen, como cosa permanente en la vida de nuestro pueblo, a la que éste debe —dicen ellos—dedicarse en cuerpo y alma. Entre estos últimos hay, sin duda, una mayoría que repudlem íntimamente la ciuda
danía del imperialismo, impuesta en la forma y para los fines que hemos denunciado. Y hay también desgraciadamente, una
minoría—estas minorías las hay en todos los países—que cree en raa ciudadanía y se precia de ella, con la sinceridad del expósito
que cree en la caridad que lo recoge y lo educa, a expensas del sistema que lo engendró—. Es el siervo, orgulloso de su grillete y del collar en el que ostenta su condición de "ciudadano" de la
posesión que aspira a ser el "Estado Número 49" de la gran Unión yanqui.
Esta actitud es también, indudablemente, la prevaleciente
entre la mayoría de la clase media puertorriqueña, forjada al ca lor del sistema burocrático y alentada por éste, mediante el no despreciable recurso de cerca de un cuarto de millón de emplea
dos públicos de todas clases, estatales y "federales", como se lla ma a los dependientes directos del gobierno de los Estados Uni dos. Esta clase media, semiletrada, bilingüe—siquiera a me dias—y de empaque profesional, quo ha sido adiestrada en las escuelas de segada enseñanza y en las universidades, tanto en la de Puerto Rico, como en las de los Estados Unidos, expresa mente para los fines mercantilistas del neoimperialismo yanqui, permanece en im estado subconsciente semihipnótico, determi nado de un lado por su natural ansia de superación económicosocial y del otro, por la voluntad pragmática de los dirigentes coloniales yanquis, los que no descuidan su intromisión en uni versidades jcolegios del gobierno o mantenidos por diversas de-
nominácioni^ religioims, especialmente la Católica Romana, que (1) La denuncia y- castigo de funcionarios gubernativos prevaricadores, es norma del actual Gobernador y nos^^ complace reconocerío. A6n asf, se ha burlado frecuentemente la diligencia desplegada^ por él, por los compadrazgos nepotistas prevalecientes.
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(^pone de abundantes centros docentes, incluyendo una univer sidad sostenida por donaciones de los grandes intereses financiero burgueses coloniales.(1) No se extrañe lo pormenorizada de esta información, pues mi propósito es que se conozca también fuera
del país, para evitar que se tenga tan pobre opinión de nuestro pueblo como existe en muchos países hermanos.
Este estado de semisugestión prevalece también en la mente de una gran parte de la clase intelectual, con las honrosas ex
cepciones de rigor constituidas por aquellos individuos que se han salvado del pesado rolo colonial y que, dicho sea jubilosamente, aumentan en número de día en día. Pero la generalidad de la nueva hornada de intelectuales se ha autusugestionado con la idea de que aquí prevalece ima condición de normalidad que sólo existe en la deformada mentalidad de esa juventud ilustrada, aquella a la que el gran poeta español Pedro Salinas dijera en ocasión memorable, en tono de más tristeza que actitud: "Tenéis aquí ima cultura de cocacola".
La generalidad de esa juventud que sale de las imiversidades y de los colegios de segvmda enseñanza, se rebela, natmral-
mente, pero también subscqncientemente, contra el coloniaje. Y su reacción nq es de hostilidad abierta al régimen interventor y^qui, que la ha deformado, sino que la falsa prédica democrá tica la ha llevado a creer honradamente que en Puerto Rico se
vive bajo condiciones de normalidad que están muy lejos de exis tir en nuestra patria. Un ejemplo debería ser suficiente. Puerto
Rico es tradicionalmente un país de gentes pacíficas, que han peleado bravamente en el pasado en defensa de su terruño, pero que jamás han pensado en llevar la guerra a ningún otro ■f.neblo del mimdo. Sin embargo, esos propios jóvenes que c .n la normalidad de nuestra vida, son obligados, en una o en otra for ma, en las Universidades puertorriqueñas, a sentar plaza en un batallón de reservistas militares. Negarse a ello, puede costarles la graduación. Y más y peor aun que eso, en caso de que los Estados Unidos se enfrasquen en una guerra, no importa el ca rácter que ésta tenga, esos jóvenes serán inmediatamente reclutados en las fuerzas armadas de Estados Unidos y enviados a cualquier parte del mundo donde plazca enviarlos a los jefes mi litares yanquis, a hacer la guerra a algún pueblo totalmente des conocido para ellos.
¿Es eso normalidad?
¡No, por supuesto! Lo que ocuiTe, es que esos jóvenes no se pueden sustraer al "contorno", que dijera recientemente im com pañero mío, hablando del ambiente en el cual tenemos que vivir los puertorriqueños, si queremos o sino queremos, obligados por la fuerza del poder militar yanqui. Ese es el efecto de "el con torno". (1) La Universidad Catóiica "Santa María", en Ponce.
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De ahí que la página literaria de uno de los grandes diarios, recién reabierta, florezca semanalmente en análisis, exégesis y
artículos críticos de ixminnerables p<^tas jóvenes cuyo empeño esencial parece contraerse al descubrimiento de la piedra filoso
fal y de la raíz del árbol del bien y del mal. Y meterse de ron dón en intrincadas espesuras literarias tan ricas de fantasía y de imágenes estrambóticas, como carentes de sentido de realidad. Como si la misión del poeta en el mundo no estuviera vitalmente ceñida a bregar con realidades, no ya sólo del presente, sino tam bién del porvenir, que para eso deben ellos aspirar al honroso y cuasi divino título de "Profeta".
La verdad monda y lironda es que no existe en Puerto Rico tal normalidad, como no existe la legalidad, si la hemos de con traer, como debemos hacerlo, al estricto código moral que nos fijó Don Eugenio María de -Hostos. La verdad amarga es que esta nueva promoción literaria se ha formado "fuera de la ley",
bajo leyes carentes de legalidad moral, atmque ello sea paradó jico. De siembra de vientos, sólo pueden consecharse tempesta des. De la siembra de incultura deportista y militarista—^llame mos a las cosas por sus nombres—de violencia, de brutalidad ma nifiesta en las diversiones, en la música, en la literatura barata importada con fines exclusivos de lucro, en el credo de la fuerza,
basado en los axiomas pragmáticos, tales como "el tiempo es di nero"; "solo los fuertes merecen ser libres"; "los más ligeros y los
más fuertes"; del robo, simbolizado en el juego de "base ball"; y en suma, de voltmtad de poderío, encamada por breve tiempo en la energía nuclear, poderío que se ha ido río abajo, puesto que los grandes inventos de la mente humana son imposibles de mo nopolizar por nación o pueblo alguno.(1)
De esas siembras nefastas, sólo pueden cosecharse complejos como los que exhibe la juventud yanqui y cunde ya en la de los países de América sometidos a su férula, de lo cual no está exento el propio Uruguay, orgulloso de su grado de cultura, dándose el caso, incomprensible para los que ignoran las realidades huma nas, de que un país de nivel cultural colectivo mucho más bajo, como es México, esté más liberado de esa influencia. Claro, en
México se ha hecho, siquiera fuese a medias, ima revolución, mientras que el Uruguay, Costa Rica, El Salvador—^países ejem plares como democracias americanas—son verdaderos paraísos de la gran burguesía ilustrada, apoyada en vmas clases medias cultas y satisfechas, accesibles en grado smno a la propaganda neoimperialista, via el cinema y las traducciones literarias y de portistas del material del estercolero literario yanqui. No existe normalidad en Puerto Rico bajo el gobierno que dirige "by proxy" (por poder) Muñoz Marín, porque no puede <1) Escrito antes del lanzamiento del satélite por la Unión Soviética.
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existir normalidad bajo la intervención extranjera, aim supo niéndola muy benigna, que en Puerto Rico ha sido impiadosa. No existe en Cuba, bajo Batista, como no existió bajo Prío. No existe, no puede existir, por supuesto, mucho menos, en Santo
Domingo, bajo el khanato trujillista, subsirviente a Washington en Venezuela, bajo Pérez Jiménez, apoderado de los pozos de pe tróleo de la Standard Oil Company. Y ¿a qué citar más países atados a la cadena y grillete del dólar?
Pero cualquiera de esos países hermanos mencionados, tiene asiento reservado en la mesa de conferencias de las Naciones Uni
das, donde puede darse el caso—se ha dado ya (1)—de que su representante ante el alto cuerpo interpele al delegado de los Es tados Unidos de Norte América, de la Gran Bretaña y, por su
puesto, de la Unión Soviética. Y eso, no lo puede hacer el go bierno del Estado Libre (y) Asociado de Puerto Rico, que por "li bre" que sea y por "asociado" que esté a los Estados Unidos, no tiene representante allí. ¿Como pues, puede existir normalidad en Puerto Rico, ni económica, ni política, ni social y, por supues to, tampoco literaria?
A tal punto es cierta y obvia esa condición de ilusionismo y subversión de la realidad que padecen nuestros intelectuales— conste, que no hablamos de la claque de intelectualóides a caza de puestos, sino de los que merecen el calificativo absoluto y sólo lo desvirtúan con su aberración o su ñaqueza—que en nuestro
país tenemos hoy especímenes tan raros, que casi podemos decir que nos corresponde la exclusividad en este sentido. Tenemos,
por ejemplo, un jefe de gobierno, de poco común talento, de enér gica volimtad, de brillantez y cultura, con un sólido caudal de poderío a su arbitrio y poseedor, además,casi incondicionalmente, de la voluntad de un electorado mayoritario que él sabe lo apo yaría en un trance decisivo frente al poder colonial que detenta nuestra vida en todos sus aspectos, porque si puede disponer de nuestras vidas(2) ¿que más puede exigir? Pues sí, hay una cosa que hasta hace pocos años, ese poder inmenso no tenía, y, que
hoy ya tiene, gracias a la aquiescencia de nuestro jefe de gobier no: nuestro consentimiento a ese poderío que ejerce sobre nos otros. Los motivos exactos que haya tenido él para acceder a ese consentimiento, prohijando ima ley de supuestas relaciones bilaterales con el poder interventor, que en realidad contienen la voluntad exclusiva del imperio,son de su exclusivo conocimien to. Que el poder interventor, mediante sus generales, de cinco o de menos estrellas, sus almirantes y aun el jefe máximo de su gobierno, le haya impuesto al Gobernador de Puerto Rico esa humillante condición, a cambio de su continuado sostén en el (1) Durante la corta vida del gobierno popular democrático de Juan José Arévalo y Jacobo Arbenz, yugulado por el imperialismo banquero de la United Fruit Company. (2) Para brindarlas al Estado Mayor pentagonal de Washington.
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poder "estatal" y de unas cuantas asignaciones de dólares, las
que no podemos negar que eran y son necesarias,—^pero no im
prescindibles-—(€sa es la versión de alg^unos de los hombres que gozan de su intunidad,) no es cosa de dudarse, para los que co nocemos los métodos yanquis para obligar a las gentes a "jugar
pelota", en el argot deportista que tanto usan ellos en política. ha debido ceder en materia tan esencial, sin exigir siquiera en cambio, una mínima dosis de poder nacional, que siquiera le hu biese permitido librar a su pueblo de la onerosa, humillante, e i^umana ley de servicio militar obligatorio—eufemísticamente Pero aim así, es pimto sujeto a discusión, si el señor Gobernador
llamado "selectivo".
Tenemos unos pocos—^muy pocos, por desgracia—^intelec
tual^ de alta jerarquía moral e intelectual—^tres o cuatro poetas y quiza una docena de escritores de excelente prosa castiza,—que
viven fuera del radio de actividad intelectual que priva actual mente. Algunos de ellos, se mantienen en esa posición volimtanamente, asqueados del medio político imperante, frente al trá gico dUema de someterse a la pólitica intervencionista, o vegetar y morir en un silencio vejaminoso, privados del derecho de aso ciación, por no permitírselo sus fundados escrúpulos.
Y entretanto, las nuevas promociones de poetas y escritores jóvenes, colaboracionistas con el régimen, bajo presión de los im perativos categóricos, que diríamos, del diario vivir, dan la im presión en Academias, congresos intelectuales y francachelas
gastro literarias, de que en el país ha sucumbido ya nuestra vieja cmtura hispánica a impulso del poderío económico-social ejer cido por la intervención, que no se limita al mundo de los nego cios, smo que invade el orden cultural con creciente fuerza, ame
nazando con deformarlo y convertirlo en un orden no ya bilingüe, en el sentido cultural, sino más bien híbrido, o como se dice en inglés mongrel"; El epíteto ha sido ya aplicado por intelectua les y políticos yanquis de primera füa, entre otros por no me^s un personaje que el señor Elihu Root (Premio Nobel de la «2,1912), consejero que fué de varios presidentes de los Estados Unidos, quien calificó al pueblo puertorriqueño de "pueblo mon grel" ante una comisión política de Puerto Rico en Washington.
Se impone aquí la pregunta, por supuesto, si hay en América pue blo alguno que no sea "mongrel", desde el punto de vista etno lógico, empezando por el propio pueblo estadinense, que no ya sólo el yanqui de la Nueva Inglaterra. Volviendo a esta nuevas promociones de intelectuales—o in-
telectualóides—^puertorriqueños cabe preguntar, si conocen ellos y leen a Neruda, Nicolás Guillén, a Jorge Amado, a Jesualdo, a José Pedroni, a González Tuñón, a Miguel Angel Asturias, y a otros conductores actuales de la voz de nuestros pueblos. Y si, en 14
caso de que los leyesen, seguirían obcecados en la supuesta "nor malidad" que creen ellos gozar. (1)
l^es bien, ese jefe de gobierno, no obstante poseer esas im ponderables ventajas, se empeña en gobernar bajo una pauta demagógica, de aparente sumisión al poder del gobierno inter ventor, cuando la experiencia debiera decirle que la amenaza del Almirante y del General que le dijeron un día, con autoridad de
procónsules, que descartara la independencia política como so lución a nuestros problemas, es una nmpnflTip vana o que a lo sumo lo será dentro de la década vigente, como ha sucedido ya en el caso de las Filipinas. Por supuesto, que ese Archipiélago heroico nos lleva la gran ventaja de la sangría patriótica que duró allí medio siglo y culminó con la invasión nipona, la que hizo imposible el coloniaje abierto para el futuro. Y eso lo saben
muy bien los dirigentes políticos de Washington y los jefes de la pirática cuadrilla de Wall Street. Lo que no se atreva a hacer él—^jugar el todo por el todo—^lo tendrá que hacer un día otro cualquiera, aun después de haber agotado él las patrañas apaci guadoras. Y siempre será el pueblo el que tenga que afrontar el dolor y las contingencias del cambio, que no puede, ni siquiera
es deseable, que llegue sin cierta me^da de tribulación, de vio lencia y del consecuente dolor.
Tenemos otro especímen, hombre de negocios, multimillona rio a su propio decir y al ajeno, llegado a esa fatal posición por su propio esfuerzo y contra la corriente del colonialismo en su patria, pero a costa del sacrificio doloroso de su inclinación revo
lucionaria, que hace entrega absoluta de su genial talento al ca vernario dictador de im país vecino y hermano, donde goza el privilegio de poder dar rienda a su talento creador, en obras pú blicas que tanta falta harían en su propio país, en el que por su puesto, no cuenta con el apoyo económico necesario, que tiene aquí que ser sancionado por los grandes pulpos financieros de Wall Street, pues son eUos los que manejan y redescuentan en úl timo término toda operación financiera llevada a cabo en el Es
tado Libre, etc. Y llegado a esa posición de poderío económico, dilapida millones—al decir de las gentes y suyo propio—en yates, y otras bagatelas deportivas, incapaz de comprender la necesi dad perentoria de mantener al rojo vivo la propaganda revolu cionaria en su propio país, donde los que podrían y sabrían ha cerla libran la vida casi a salto de mata, ya que la consigna del poder intruso su exterminio de una forma o de otra y, prefe rentemente, por inanición, que constituye el crimen más difícil de probar. (1) Sólo queremos nombrar aquí a los hermanos Indoafroibéricos. En los los hay altísimos. Pero, ¿a qué brizos y aun blancos, en nuestras
más altos exponentes de la poesía moderna en los países países de la Democracia Popular en Europa y, en China, recurrir a los "rojos"? Aquí los tenemos, negros o co propias tierras de América.
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Y para colmo, tenemos al dinámico industrial condueño de las más productivas industrias en el país, poseído de \ma ambi ción de poderío sin límites, demagogo social que pretende solu cionar el cruento problema obrerista de nuestro pueblo con mé todos ya arcáicos en la propia yanquilandia y, encima de eso, metido a político, entrando por la puerta trasera del anexionismo ortodoxo, repudiado ya antes por los propios jefes de ese anémico movimiento, revivido ahora con inyecciones de pensiones "fede
rales" y cheques a veteranos de las guerras imperialistas, mata deros antipódicos de adolescentes boricuas.
A unos y a otros, el determinismo histórico les pondrá en su
sitio, por supuesto y, eso está ahora a corto plazo.
Por ahí ^da también suelto, por predios floridanos y pagos de Indoamérica, un grandilociente intelectualóide, especie de
Hécuba de la literatura, saltimbanqui moral que inició un salto mortal, que de abanderado Nacionalista a Palos de Moguer, lo
dejó caer, en dos pies siquiera, en la rueda de la facultad de al guna universidad yanqui, desde la cual ha irradiado su potencial
habilidad camaleónica bilingüe y ambidextra. Allí le reclutó, sin gran esfuerzo por cierto, el servicio de InteUgencia del Departa
mento de Estado para conferenciar en Hispanoamérica, en la Es paña franquista y en dondequiera que haga falta un poco de in cienso a la doble "cultura" de vitrina estadolibrista, conm ejem
plo y patrón de lo que puedan llegar a ser, si se empeñan, al gunas de las patrias boUvarianas, degeneradas bajo la férula de las dictaduras indoafroibéricas.
Esa, esa es la ley bajo la cual vivimos. La ley del más fuerte
que, no atreviéndose a tirotear ya al pueblo intervenido, prueba ahora a sobornarlo, con la ayuda de esa promoción de intelectualóides, músicos, celebridades mundiales del arte y las candilejas y bravos del deportismo Uterario. No queremos ofender a nadie que no lo merezca, pero es imprescindible decir la verdad, presen
tándola en toda la majestad de su desnudez. Los que me lean y se sientan aludidos, tienen im desquite: el camino de la en mienda. Es el único, porque en cuanto a pedirme cuentas a mi, yo los consigno desde ahora al infierno de su conciencia—y de mi disposición a no darlas a nadie.
Entre éstos hay directores de "gran prensa", legisladores, hombres "pidadosos" como magdalenas políticas, industriales, comerciantes, potentados financieros. Toda la recua de la ca
nalla perfumada de que se rodea el mister intruso en nuestro país. Hay también—ajusto es decirlo—hombres con un alto con
cepto de la hombría y de la entereza, pero que no tienen ellos bastante para quemar la naves, desligándose de compromisos de familia, de relaciones financieras y amistades burguesas. Pero ¿a qué cansar al lector? El también les conoce a todos y sabe
del pie que cojea cada cual. Me refiero por supuesto, al lector 16
avisado. El otro, que aprenda, que para eso nos quemamos las pestañas los que repugnamos el conformismo en todas las me didas.
se arruman nuestras posibilidades humanas,colaborando,
consciente o inconscientemente, a la aceptación de una norma lidad no existente, producto y por ende, productiva a su vez, del caos moral, intelectual y político que constituye un contomo equivalente a una camisa de fuerza impuesta a nuestro pueblo por la potencia campeón del genocidio moderno, adulterando los fines de los modernos sacerdotes de la física. A esos, —a los
adulteradores—en el infierno católico—^no entraremos en polé mica en ese extremo—les esperan las almas de trescientos cin
cuenta mil ciudadanos víctimas de Hiroshima y Nagasaki. Y en el infierno shintoísta también, por supuesto.
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CAPITULO II
No hay pues tal cosa que pueda llamarse normalidad en Puerto Rico; ni política, ni económica, ni cultural, ni por su puesto literaria. La propia ley de protección de la propiedad li
teraria, no existe y, los escritores, autores y editores puertorri queños tienen que acogerse a la ley "federal", cuyas oficinas fun cionan en Washington, circunstancia que ha obligado al autor a consignar a una docena de libros al respeto universal de la pro piedad, rechazando de plano la protección de la ley yanqui. No todo es virtud en este respecto. O ¿es que alguién cree en la virtualidad del alardeado "fair play" yanqui? Por mi parte, no creo en él. Y aparte de eso, prefiero poder darles en pleno ros tro con mi negativa a acogerme a su protección. Es la más ino cua venganza que puede permitirse un antiimperialista puerto rriqueño.
En cuanto a la normalidad didáctica, nuestro malhadado sistema de enseñanza ha sido calificado por una comisión de pe dagogos yanquis como CRIMINAL (ya cansa el repetirlo). Los entusiasmos,ímpetus y logros relativos y parciales de nuestra en señanza superior, tipificada por la Universidad de Puerto Rico y sus aditamentos y ampliada recientemente en la Escuela de Medicina, dista tanto de la normalidad como distaría una cáte
dra de matemáticas dictada por un célebre profesor alemán que no hablase nuestro idioma, ya que, en la práctica, el estudiante medio puertorriqueño es en su mayor parte ajeno al uso fluido del inglés y, cada día se distancia más del dominio de su pro pio idioma, el español. No es ésto desdecir de la calidad peda gógica del claustro universitario, ni mucho menos. La mayoría 18 J
o casi la totalidad de los miembros de la Facultad, saben esta obvia verdad tan bien como la podemos saber nosotros, que nos atrevemos a divulgarla, contra viento y marea. En un especto al menos, el triunfo de nuestra cultura ascentral es definitivo; en la Poesía. Y, eso es como debe ser, que la pri mera de la Artes no puede sucumbir aCalibán. Apenas ima docena de nuestros poetas—^no soy tan pesimista como nues tro admirado amigo, Don Epifanio Fernández Vanga—contem poráneos, vivos o extintos ya, recogen, cada uno de su propio modo y con sus propias armas, la herencia romántica, telúrica y noconformista que nos viene de Gautier, Vidarte, Rivera, por las manos aptas de Virgilio Dávila, Muñoz Rivera, Pachín Marín,
José Mercado, José de Diego y Llorens y la hacen clépsidra de nuestra cultura y de nuestra historia, junto a la prosa de los tres o cuatro novelistas, cuentistas y dramaturgos que se han salvado del sistema de "enseñanza" literario y que dan buena cuenta de sí mismos. Y a eso se reduce casi lo que hay de normal en Puerto Rico en el plano cultural. Lo demás, todo está conta minado por la "irradiación" bilingüe, que en realidad, es mfe "me-
dialingüe" que lo otro. Lo que no nos ha sido tronchado, qui tado, ha sido estropeado, para injertar luego en ello tallos de in ferior genealogía. El haberse desarrollado en ese ambiente las
tres últimas generaciones, por lo que están hechas ya a él, es lo que les hace creer a estos jóvenes que viven normalmente y que por lo tanto, pueden ellos tranquilamente remontar el vuelo y darse a incursiones en campos literarios y filosóficos vedados in evitablemente a pueblos que no han podido aun conquistar su plena soberanía, como no puede dedicarse a temas artísticos ni recreativos, el hombre y el pater familias, cuando no han resuelto el apremiante e inaplazable problema de poner un techo sobre sus cabezas y conquistar el predio donde han de alzar el techo. La Iberia y la Bética vinieron a dar tribunos y emperadores a
Roma,después de varios siglos de cultura latina, no antes. Y, por supuesto que, a desemejanza de nuestro caso, se trataba de pue blos primitivos sometidos a esa cultura y por ella elevados a su propia jerarquía civilizada, lo cual dista algo de repetirse en el caso de Puerto Rico frente al poder intruso. Lo pasmoso, lo inaudito, es que en Puerto Rico se vive fuera
de la ley en todo sentido. Se legisla, se gobierna, se juzga, se co rresponde con gobiernos extranjeros, etc., etc., fuera de la ley, mientras se da la impresión, engañosa y hueca, de que todo se hace estrictamente dentro de y bajo leyes nuestras y de que esas
leyes constituyen el acmé de la democracia y del gobierno pro pio. Y usamos el término "democracia" adrede, pues realmente, en Puerto Rico padecemos, gobernantes y gobernados, de demo-
cratitis aguda, si se nos permite acuñar el vocablo. No pasa un día sin que demos—sin que las dé nuestro gobierno—pruebas de este aserto. Por ley de los legisladores yanquis, los asuntos de 19
Puerto Rico están adscritos en Washington al Departamento del Interior de los Estados Unidos, siguiéndose en ese caso la tra dición colonial, que adscribe a ese mismo Departamento la ad ministración de los "terrenos públicos", especialmente de los te rrenos ocupados por las escasas tribus de indios pieles rojas que
h^ sobrevivido la seclusión. Pues bien, el Gobierno de Puerto Rico, elude en cuanto le es posible entenderse con los funciona rios de ese Departamento y, hace sólo unos días, se ha dicho pú blicamente que el Gobernador Muñoz Marín declaró reciente
mente que él prefería entenderse con el Departamento de Estado. Para nosotros, por supuesto, "tan tal es Juana como su her
mana", dicho en términos castizos y, además, exactos. Podemos no obstante—^y, en ese respecto va implícito nuestro parabién al Gobernador,—^bien haber el cambio, ya que él nos permite aducir prueba acumulativa de que vivimos fuera de toda ley y, aun de las meras ordenanzas departamentales dictadas por nuestros mentores yanquis, para gobierno de nuestro pueblo. El factor principal en la determinación de esta verdad, ca
llada pcfr los que saben, es que desde que entró en funciones el gobierno del Estado Libre, etc., etc., el empeño primordial de su principal gestor, el señor Gobernador, ha sido el de alejarse en
todo lo que le sea permitido por la beta, del poste colonial. Por que en sus actuales funciones, el jefe de nuestro gobierno se ase
meja lastimosamente a im gallo de pelea amarrado a su estaca, que de cuando en cuando se pica la beta, pero que no puede sol
tarse de ella ni alejarse más de lo que ella le deja, del maldito es tacón que le sujeta en su breve puesto bajo el sol, mientras canta y se pavonea alrededor de aquél.
¿Qué otro gallo vecino canta huecamente, negando un nuevo crimen que le atribuyen con pruebas más o menos, y acusando de paso al Gobernador de Puerto Rico de albergar un centro de conspiración "comunista" en el país? Pues nuestro gallo le con testa y lindamente le llama "déspota", "dictador sanguinario", lindezas de las que nadie puede acusarle a él, ni podría aunque fueran ciertas, pues no le es dado a él hacer nada "motu propio",
sino en calidad de mandatario del amo, que vive en Washington y le llama por teléfono de vez en cuando, o le ordena trasladarse
a la capital "nacional"—Aléase colonial—^para recibir órdenes. Y así transcurre nuestra triste vida colonial, de la cual, en mate
ria de ley, puede decirse que en Puerto Rico andamos "más dere chos que un anzuelo." Cada vez que se celebran elecciones y, ahora más que nunca, es obvio que, como dijo hace años el Doctor Albizu Campos, en Puerto Rico las elecciones sólo las gana el gobierno interventor yanqui y, siempre las pierde el pueblo puertorriqueño.
Parece que este año de 1956, las ha perdido doblemente, ya que el Partido Independentista, único defensor outrance de la in20
dependencia, recibió un serio descalabro a manos de la gran bur guesía reaccionaria aliada a las altas jerarquíias católicas, inves tidas en obispos y curas yanquis. Y a que en cambio, el partido anexionista, integrado por el mismo elemento ultrareaccionario descrito, duplicó con creces su votación. Y hé aquí prueba acumulativa fehaciente de que en Puerto
Rico, todo lo que se hace en el orden político, es decir, todo in tento de gobernar, no importa quien lo realice, es un acto fuera de la ley. Hé aquí mismo prueba al canto: de acuerdo a lo pro visto en la llamada "Ley 600' o "de Relaciones Federales", que se supone regir el nexo de "asociación" con Washington, el Go bernador, los Representantes y Senadores y numerosos otros fimcionarios, son electos por el voto del pueblo cada cuatro años —^voto universal y libre. Eso está bien, hasta ahí. Pero es el caso que esa misma "Ley 600", bajo la cual los puertorriqueños redactaron una Constitución en ima Convención Constituyente convocada por el Congrero Yanqui mediante dicha "Ley 600", no por el Pueblo Puertorriqueño, puesto que preexistía aquélla, fi jando fecha, composición y demás elementos de la misma, esa misma "Ley 600", repito, contiene ima pequeña, corta, pero in cisiva y golpeante, con impacto brutal, cláusula, que provee que el Congreso de los Estados Unidos se reservó, al aprobar la ley, el derecho y el poder de anular una o todas y cualesquiera de las leyes que pueda en el futuro aprobar la Legislatura de Puerto Rico. Queda pues, esa Legislatura, ese supuesto Parlamento
"estatal" isleño, FUERA DE LA LEY, la propia ley de la Consti tución, hecha y aprobada por la Asamblea Constituyente del Pue blo Puertorriqueño, que no puede brindarle protección ni inmu nidad a ese Parlamento, puesto que ella misma, la Constitución, puede ser suspendida en su totalidad, por la voluntad omnímoda del Congreso de los Estados Unidos de Norte América. La incongruencia, la inconsistencia, la burda ironía, son tan
grandes, que existen aun en la propia nomenclatura de los cuer pos jurídicos que funcionan en el país por "tolerancia" congresional norteamericana. Ejemplo: el "Tribunal Supremo de Puerto Rico".
Pregimta: ¿cuándo es que la Legislatura de Puerto Rico, si tiene cualquier día voluntad de crear un caso de prueba, va a aprobar una enmienda a la Constitución que cambie el nombre de ese Tribimal por uno en armonía con sus fimciones, evitán dose así el ridículo de que se publique en nuestra prensa diaria la noticia de que el Tribunal "Supremo", lleva en alzada al Tri bunal de Circuito de Boston, en el Estado de Massachussets, el caso tal o cual? 21
o, en contrario, y mejor aun, otra: ¿cuándo va la Legisla tura a enmendar la Constitución en el sentido de que el Tribu nal Supremo de Puerto Rico debe ser, de hecho y de derecho, se gún reza su nombre, un tribunal Supremo. Y que por lo tanto, de allí en adelante sus fallos y decisiones serán finales y no ten drá que ir más en alzada ante ningún tribimal de Estados Unidos? ¡Ah! Eso no se va a hacer, por supuesto. Por la sencilla razón de que ni el propio "Tribunal Supremo", se salva en Puerto Rico de quedar fuera de la ley, Y hé aquí la prueba Irrefutable y acumulativa de este aserto.
22
CAPITULO m
UN LIBRO DE VITO MARCANTONIO
Tenemos un libro en nuestras manos. A nuestra mano ha llegado todo un libro.
Su título en inglés, que es el idioma en el que este libro ha sido escrito y publicado, es: "I VOTE MY CONSCIENCE",que pu diéramos traducir liberalmente por UN VOTO DE CONCIENCIA. El subtítulo de este libro, traducido, es: "DEBATES, DISCURSOS Y ESCRITOS DE VITO MARCANTONIO, de 1935 a 1950." Son sus editores "The Vito Marcantonio Memorial de Nueva York, re presentados por Annette T. Rubenstein and Associates." Contiene
el libro 494 páginas, en octavo mayor, en papel opaco; y treinta pagmas en papel satinado, de fotografías de Marcantonio en ac
ción, en momentos culminantes de sus pocos, pero accidentados
años de luchador por los derechos del pueblo estadinense y tam bién, del pueblo puertorriqueño,—al que nunca incluyó en el suyo, sino que lo consideró siempre como nación, con iguales derechos que Estados Unidos o cualquiera otra nación ameri cana,—^la mayor parte de ellos en calidad de Representante a la
Cámara de Representantes de Estados Unidos por su Distrito nú mero 18 de Harlem, Nueva York. — Y los últimos, como abogado de la Liga de Libertades Civiles y dirigente máximo del Partido Laborista de Estados Unidos.
Es todo un libro, éste. Haber conocido en la intimidad po
lítica a Vito Marcantonio; haberlo oído dirigirse a sus públicos harlemitas, compuestos de italoamericanos, puertorriqueños cu
banos e hispanos en general; negros norteamericanos, en'fin, 23
de todas las razas oprimidas que forman el gran conglomerado social heterogéneo, kaleidoscópico, de la ciudad monstruo de los rascacielos; haber conocido así a Vito Marcantonio y leer ahora este libro, es como revivir horas de intensa expectación, de emo cionado fervor patriótico y revolucionario y, sobre todo, de in tenso anhelo humano, en el más estricto sentido de la palabra. Porque en ese libro, Mark, como cariñosamente le llamaban
sus seguidores, amigos, familiares y asociados en su lucha por la
justicia y la decencia social, por la libertad y los derechos hu manos, por la paz, internacional y hogareña; en ese libro, repe timos, Marcantonio se nos revela de nuevo, en su pujante esta
tura de luchador impávido, formidable y, mortal para los ene migos de esos altos conceptos. Leer las casi quinientas páginas de este libro es grata e ins tructiva ocupación. Glosarlas todas, es labor para la cual no basta con la mera inclinación. Se necesita, primero, calidad po lítica y literaria; segxmdo, tiempo y espacio, de los que no disp<> nemos en este panfleto, que es todo lo que puede aspirar a escri
bir \m "subversivo", fichado así por el democrático F.B.I. yanqui. No pudiendo, por esas razones, aspirar a más, nos conformaremos con referimos aquí brevemente a las sesenta y cinco páginas que
componen el I^o. capítulo del libro, titulado "The Puerto Rican People" y dedicado a reproducir algunos de los más enconados debates parlamentarios en que Marcantonio defendió los derechos de los oprimidos puertorriqueños, aquí como allá, en el Harlem neoyorquino. Y apenas si nos dará el tiempo y el espacio para eso.
Marcantonio hizo una exposición detallada del caso áe la Doctor Albizu Campos y sus siete compañeros, condenados a pri sión y destierro por un jurado escogido al efecto por el sangui
primera Dirección del Partido Nacionalista Puertorriqueño, el
nario gobernador Coronel Blanton Winship. Marcantonio leyó ^te el Congreso de Estados Unidos, es decir, ante la Cámara Ba ja, como prueba del anterior aserto, dos cartas, una escrita por
g notable pintor y escultor yanqui Rockwell Kent al Senador
Henry P. Ashurst, que presidía entonces el Comité Jurídico del Senado; y otra del ciudadano continental, domiciliado en Puerto
^co y quien goza hoy de general estimación en el país, Elmer
Ellsworth. La primera de dichas cartas, fechada a mayo 21 de 1939, dice así:
"Estuve presente en San Juan durante el juicio de Albizu
Campos por traición y fui invitado por el Gobernador Winship a vma fiesta de tragos celebrada en la terraza de su residencia (el Palacio de Santa CataUna) pocas horas después de terminar ese primer juicio por falta de acuerdo entre los jurados. La reu
nión era copiosa y la mayor parte de los invitados eran yanquis 24
—turistas y residentes capitaleños—y puertorriqueños pertene cientes a la aristocracia nativa. Naturalmente, se habló mucho
allí sobre el juicio y mucho acerca del Juez Cooper, quien presidió el juicio. Los comentarios eran todos sólidamente favorables al gobierno; y en mi presencia, se le acompañaron muchas veces los sentimientos al Juez Cooper por el fracaso en que terminó, o
sea la absolución de los acusados, sin que ningimo de esos "pé sames" fuera rechazado por el Juez.
"Un amigo puertorriqueño me presentó a xm Cecil M.Snyder como el fiscal en el caso de Albizu Campos y los tres nos retira mos a conversar a un reincón de la terraza. Mi amigo felicitó a Snyder por el resumen del caso hecho por éste y deploró que el
jurado no hubiera condenado a los acusados. Snyder le aseguró que había recibido im despacho de Washington, instruyéndole para proseguir con un nuevo juicio y asegurándole que el Depar tamento de Justicia le apoyaría hasta obtener la convicción de
los acusados. Snyder extrajo un papel de su bolsillo y lo pre sentó a mi amigo, diciendo: "Este será mi próximo jurado. ¿Qué cree Vd. de estos señores? Recuerdo que mi amigo conocía el nombre y la posición de cada uno de los individuos que aparecían en la lista y que le asegtiró a Snyder que podía dependerse de ellos para que condenaran, lo que concordaba con la opinión del pro pio Snyder. No sé como el Fiscal podía saber de antemano los nombres de los miembros del jurado, pero sí sé que los señores que formaron luego el jmado eran en su mayoría los mismos cu
yos nombres le dió Snyder a mi amigo. Puedo, eso sí, asegurar que Snyder dijo entonces: "Este será mi próximo jurado". De entonces aca, le he dado toda la publicidad posible a esta infor mación.
"El Consejo de Defensa en Ponce me pidió que viniese a Puerto Rico a testificar sobre lo que yo sabía del asunto. En el viaje a San Juan me acompañó en el avión (desde Nueva York) el .Mguacil del Tribunal (Federal) en San Juan, quien durante varias horas trató de convencerme de que no fuera a Ponce y, que ni siquiera debía bajar del avión en San Juan, instándome a ponerme bajo su protección, quedándome con él en el Hotel Condado, para conocer allí a sus amigos quienes, decía él, era la gente que yo debía conocer en Puerto Rico y evitar toda relación con los abogados de la Defensa. Me advirtió que mi vida estaría en peligro desde el momento que pusiera el pie en Puerto Rico.
Desde el momento en que llegué a San Juan, fui viciosamente atacado por el diario de la tarde, controlado por el Gobierno. An tes de que pudiera declarar, se dijo en la prensa que el señor Snyder y el Fiscal Federal en Ponce, después de una conferencia de varias horas, sostenida la noche antes del juicio, habían con venido en que no se me debía permitir declarar. Y se rumoró que, si declaraba, sería detenido inmediatamente después. 25
"Una declaración hecha por este señor Cecil Snyder en xma edición reciente de la revista KEN, arroja luz sobre el origen de esos rumores. No se me permitió declarar, no obstante que todo el material dado por mí a la Defensa, fué incluido por ésta en las minutas del proceso. Recordará Vd. que en el juicio de Ponce, los acusados fueron absueltos todos.
Como resultado de estas
experiencias, yo creo, naturalmente, que se desconfía seriamente en Puerto Rico de todo proceso incoado bajo las leyes federales." Hasta aquí la carta del pintor Rockwell Kent. De los individuos mencionados por él, el Gobernador Winship y los dos miembros puertorriqueños del jurado que condenó a Albizu Campos y a sus compañeros, están muertos. Al menos uno de los jurados yanquis, Mister Elmer Ellsworth, vive todavía en Puerto Rico. Y Mister Cecil Snyder, es el actual Juez Presidente del Tribunal Supremo (sic) de Puerto Rico.(l) No sabemos qué haya sido de los demás miembros yanquis del jurado. Este notable libro publicado por el Editorial Vito Macantonio, contiene también ima carta, escrita por Mister Elmer Ellsworth al entonces Presidente de los Estados Unidos, Frankljm Delano Roosevelt. Y esa carta concluye así: "No puedo refrenar el deseo de decir que mis asociados jura dos parecían obedecer a fuertes, o mejor, a violentos prejuicios contra los Nacionalistas y estaban dispuestos a condenarlos, no importa cual fuera la evidencia en su contra. Diez de ellos eran
continentales residentes en Puerto Rico y los dos puertorriqueños estaban estrechamente ligados a intereses continentales en Puer to Rico, siendo evidente, teniendo en cuenta esa composición del
jmado, que no podía esperarse im juicio imparcial contra los Na cionalistas, el que desde luego no tuvieron." El Ubro sobre Marcantonio y podemos decir, de Vito Marcantonio, ya que es él quien habla por la mayor parte en el libro, es muy extenso para poder ser enjuiciado aquí. Sólo hemos dado aquellas citas que consideramos de rigurosa importancia actual, por unas u otras razones. (1) Escrito en 1956.- De entonces acá - a la publicación de este folleto- el abogada yanqui Snyder renunció la presidencia del Tribunal Supremo (sic) de Puerto Rico, bajo fuerte presión del Colegio de Abogados de Puerto Rico sobre el 'Gobernador iMuñoz Marín, quien es voz pú blica que planteó a Snyder la alternativa de renunciar, o disponerse,a que se le formularan cargos por el Colegio de Abogados, como indigno de la posición que ocupaba. Para el público,
la razón dada por los voceros del Colegio, fué que Snyder 'debía renunciar, por carecer de "liderato'*, es decir, de habilidad directiva, para presidir el Tribunal.
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CAPITÜLO IV(1) MAS SOBRE LA FALSA NORMALIDAD
No es nada nuevo que el CSobemador de Puerto Rico se emo cione al tomar posición de su cargo por tercera vez como Gober nador electo. El Gobernador sabe que la elección que le favo reció, como el cargo mismo, como el propio tribunal que le invis tió con la magistratura,son producto de una voluntad ajena, sim bólico mimetismo de lo que debería y podría hacer con toda pro piedad xm pueblo, nuestro pueblo, eligiendo no a un funcionario
segundón, parachoques de órdenes más o menos veladas, ema nadas de un imperio que tiene la fuerza económica y la militar,
lo tiene todo, menos la auténtica dignidad imparcial, pasada ya al desván de los viejos trastos históricos—que él además, nunca tuvo—^inadecuados a estos tiempos con marbete de democráticos, ni la sanción de una legalidad que no ha podido comprar a nin gún precio.
El Gobernador sabe todo eso ¡y tanto! y lo emociona, natu
ralmente, el papel que tiene que hacer en la gárrula comedia que se montó en la gradería del nuevo Palacio de Justicia (llamésmole así al caserón antiestético ese). El Gobernador sabe que hasta el mínimo vestigio de juridicidad que amparada la farsa, era hueco y sin base legal, puesto que se basaba en un acto de piratería internacional establecido ya como xm hecho consximado con más de medio siglo de precedencia, pero acto de rapiña no menos, por los años que lleva de consumado, legalizado por un (1) Trasmitido en mi radioprograma "Puerto Rico Histórico".
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tratado impuesto a la nación vencida por los cañones del vence dor. Y al señor Muñoz Marín le entristeció—él es, también a lo que parece, capaz de la emoción—^la triste realidad de su po sición,
Pero nosotros, después de todo, somos también parte de ese hecho consumado bajo las negras bocas de los cañones navales de Sampson y Dewey,con toda la desfachatada alevosía de los mo
dernos Hawkinses y Drakes. Por lo menos, somos parte del pue blo afectado por ese hecho, que tiene que vivir a la fuerza esa dura realidad, que él, Muñoz Marín, acepta fatalistamente y que nosotros rechazamos con toda la fuerza de nuestra voluntad so
berana, ergo espíritu. Y como tal parte afectada que somos, queremos situamos en un plan de reaUdad equivalente a la que se nos impuso^ en el Presidio, convertido aquí por el falso imperio en cárcel política. Queremos en otras palabras, ponernos en plan de cooperación con el señor Muñoz Marín. Y respondiendo a la petición de "xmidad" hecha por él en su discurso inaugural, rogamos que se nos deje preguntar ¿a que fin esa unidad?
Si lo que pidió el señor Muñoz Marín o mejor dicho, si para lo que pide "unidad" el señor Muñoz Marín fué, o es, para que nuestro pueblo se enderece en un gesto de soberana voluntad y
le diga a los representantes del imperio, aunque tengan, no cinco estrellas, sino una entera constelación en el cuello de la guerrera, que es ya tiempo de que se presenten ante el mundo en plan de
decencia internacional y nos devuelvan lo que nos quitaron en 1898 y retienen desde entonces por fuerza de armas, estilo Ca pitán Kidd, entonces nosotros, humildemente, pero con el derecho que nos da nuestra condición, primero, de hombres que nos semimos libres; y después, de ciudadanos puertorriqueños por natmaleza, estamos dispuestos a predicar y aconsejar a nuestro pueblo esa "umdad" pedida por él. Constitúyase en Puerto Rico un ícente Unido pro Soberanía verdadera, no de trampantojos ni de nuevos nombres inventados para el coloniaje y, presídalo en buena hora, si le basta o le sobra volimtad para ello, qmen quiera que sea y, nuestras serán las manos que den el primer
aplauso y primeras en emplearse en la obra de unidad para esa valida actuación. Porque aquí, INDESTRUCTIBLE, no debe ha ber más que una cosa, de tal talla que echpse todo lo demás. Y esa debe ser nuestra voluntad inflexible de ser nosotros mismos,
sin dualidades indecorosas de ciudadanías impuestas por la fuerza y, por lo tanto, renunciables, para que no sea posible que la insolencia de un brutal inspector de imigración extranjero des poje a uno, prácticamente, de esa útil, pero desgraciada condi ción, ni pueda maltratar a huéspedes ilustres del señor Gober nador.
Si es para eso que el señor Muñoz Marín pide UNIDAD a nuestro pueblo y suyo, bien venga ella. "E si non, NON," como
decían nuestros lejanos antepasados castellanos y aragoneses al 28
elegir un nuevo rey, que no un mero gobernador colonial. Y, estas son la lengua y el estilo que heredamos de ellos y, no otros. Por el contrario aquí en Puerto Rico parece que queriendo
servilmente seguir la pauta impuesta desde Washington, cual
quiera diría que queremos enmendarle la plana al Príncipe de las letras de habla inglesa y que, pese al propio Mister WiMam
Shakespeare, la cuestión, o el asimto hoy en día, no es ya Usa y llanamente "ser o no ser", sino que por el contrario, ahora, en la era trumaniana y atómica—apuesto que fué Mister Truman quien la inauguró—se trata de SER y NO SER a vm mismo tiempo. No somos bilingües en nuestra diaria faena, pero por respeto a su célebre autor, queremos decir la enjundiosa frase en el sonoro
y viril idioma en que fué escrita; "To be or not be, that is the
question", deberá decirse de ahora en adelante: "to be AND not to be, that's our job" ¡Qué cosas tiene la vida!
Se comprende perfectamente que las clases populares puer torriqueñas sean afectadas positivamente por el fenómeno del hecho consimiado y actuante que ha venido a ser la ocupad^ mnit.gr yanqui de Puerto Rico. Bajo el gobierno impuesto al pueblo de Puerto Rico por el gobierno de los Estados Unidos, se iigri implantado aquí durante el medio siglo largo que ha durado esta ocupación, ciertas instituciones, como la del juicio por ju rado, el servicio civil competitivo, la beneficencia social, legisla ción obrera liberal y otras de menor cuantía, que han benefi
ciado principalmente a esas clases. Y que no sólo las han bene ficiado, sino que las han deslumhrado. En lo que va de siglo, esas mismas instituciones han sido
implantadas también en países como Italia, España y Portugal, los más atrasados socialmente de Europa Occidental y, sus clases
populares no han sufrido ese desltunbramiento. Esto se explica: esos pueblos tienen profimda conciencia nacional y saben que lo que se ha hecho allí, lo han hecho ellos mismos. Es decir, lo han hecho los italianos, los españoles y los portugueses. Ese no es el caso en Puerto Rico, donde, por mor de la ocu
pación extranjera a que hemos estado sometidos los puertorri queños, luego de pasar a ella de manos de vma nación que nos gobernaba a larga distancia con métodos atrasados y antisocia les, nuestro pueblo ha llegado a creer que todo elemento de pro greso existente en el país ha sido importado directamente de los Estados Unidos por el gobierno de ese país. El caso de la acti tud favorable y más bien mimetizada de esas clases populares
puertorriqueñas, es explicable así a la luz de esta lógica colonial.
Lo que no se explica, ni fácilmente ni de ningiina otra ma nera, es que las clases ilustradas, los profesionales y, muy espe cialmente los intelectuales, hayan cedido también a la presión del contomo ejercida por el hecho consumado y que algunos de 29
sus individuos se empeñen en creer y en hacer creer que aquí existe vuia pauta de normalidad y que ésta rige nuestra vida. Es difícil pensar que un intelectual puertorriqueño pertene ciente a esa clase, crea sinceramente en esa supuesta normalidad de nuestra vida social y política. Por supuesto que los intelec tuales jóvenes, crecidos al calor de las normas educativas preva lecientes y, no todos, sino algunos de ellos, puede que sean since ros en esa actitud. Y es este hecho, precisamente, el que constitu ye la mella que en nuestra psicología de pueblo de raíz ibérica ha hecho la importada pedagogía yanqui en la mente y en el espíntu de nuestro pueblo.
Pero los contados hombres de letras que nos quedan, de aqueItos que se educaron al calor de nuestra antig^ua docencia y mu chos de sus descendientes, herederos de la tradición y en muchos casos, del talento y de otras altas cualidades de aquellos varones, esos, decimos, esos no se explica que sinceramente crean en la proclamada y pregonada normalidad de la vida puertorriqueña. Luego, no empece la tenacidad de los hechos consumados, uene necesariamente que existir en Puerto Rico y, aquí vamos derecho al corazón del asunto y también £il de esos individuos,
u^ clase, o parte de ella, que reniega de su estirpe y de su tra dición y que se amolda a la supuesta —e impüesta —anormalidad por meros motivos ulteriores a la cuestión cultural. Y que, por 10 tanto, vive, vegeta más bien y, actúa bajo leyes que jura obser
var y defender, en cuya bondad y en cuya propiedad jurídica no cree. Vive, en otras palabras, forzosamente, bajo esa ley. Pero
moralmente, fuera de ella. Fuera de la ley. Hé aquí nuestra honda tragedia. ¿Que la ocupación yanqui ^
s® desarrolla y se vive es una realidad? Por
t de lo Interior <111® de nolos estamos pintados la pregunta, pared del epartamento Estados Unidos.enLa mesa, no es esa, sino éstas dos; ¿es esa la rea-
uaa aeseable y deseada por nosotros y por la mayoría de nues-
0 pueblo? ¿Es esa la única realidad posible?
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CAPITULO V
CAMPO DE CONCENTRACION DE LA "DEMOCRACIA"
La Isla, de configuración casi rectangular, con una longitud máxima de 100 millas geográficas, de este a oeste y una anchima máxima de 35 millas, de norte a sur,ima área de 3,800 millas cua dradas, incluyendo las islas adyacentes, tiene una población total que sobrepasa los dos millones y medio y, de cerca de cuatro mi llones, si se inclujren las emigraciones residentes en Estados Uni dos y en otros países, lo que arroja ima densidad poblacional de más de 600 personas por milla cuadrada, la más densa en el He misferio Occidental y tercera o cuarta en el mundo. Comoquiera que la fuente básica de sustento son la Agricultura e industrias derivadas, ese alto promedio de densidad poblacional exige el cul
tivo intensivo de todas sus tierras, ya que aunque sus recursos minerales son abundantes, están apenas bajo explotación, por convenir así a los grandes intereses monopolistas yanquis.(1) No obstante, el único cultivo intensivo en existencia es el de la caña de azúcar, dominado por el gran monopolio azucarero de Estados Unidos. Y ese cultivo mismo, ha empezado ya a ser restringido en beneficio de las exportaciones cañeras y remolacheras del Oeste y Sur de aquel país y, de los grandes fundos cañeros en la Isla de
Cuba, pertenecientes al capital absentista yanqui. Esto se ex plica mediante el control de nuestro mercado consumidor, el se gundo o tercero en el hemisferio, para beneficio exclusivo de los exportadores yanquis de productos alimenticios, de máquinas, productos químicos, ropas, calzado y medicinas, cuya producción (1) Trasmitido en mi radioprograma "Puerto Rico Histórico".
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en niasa_ les permite competir ventajosamente con los granjeros y pequeños industriales nativos. La producción cafetalera, prin cipal producto de exportación bajo el régimen español, está en gran parte abandonada, como consecuencia de la pérdida de los mercados europeos, los que no han podido ser restituidos, como consecuencia de la agria guerra de tarifas entre los Estados Uni
dos y Europa, con su secuela de represalias, cuotas de productos ei^ortables, etc., en los puertos de entrada europeos, donde nuestro_café obtenía antiguamente, bajo el régimen de la Corona es pañola, altos precios de prima, debido a su excelente calidad, que lo hace comparable al famoso "Moca" de Abisinia.
Imagínese lo que significa para un país agrícola que sufre tales circunstancias, ver grandes extensiones de sus mejores tie rras de aluvión incautadas para fines militares, como puede apre ciarse con ima mera ojeada al mapa geográfico de la Isla.(l) Empezando por la esquina noroccidental de la Isla, en un bojeo costal hacia el este, está en primer término, en esa misma esquina, nombrada Pimta Borínquen en el mapa, "Ramey Air Pield", base aérea naval y militar de extenso radio de acción, equi pada con los más modernos armamentos; le sigue, unas treinta millas al este, el aeropuerto militar de Arecibo, cerca del puerto de esa Ciudad; le sigue, quince millas más al este, el Campamento "Tortuguero" recientemente asignado a la Guardia Nacional; si gue muy cerca, el aéropuerto de Dorado, militarizado reciente
mente Y» a muy poca distancia de la Capital, el Campo de tiro de Artillería de Costa; en la propia Bahía de San Juan, donde radica la Capital, están situados el Aeropuerto militar de Isla Grande, el Arsenal, con terminal ferroviario y muelles y el Campamento Buchanan, centro de adiestramiento militar en la pasada guerra mimdial, todavía en uso para fines militares. En el extremo
oriental de la Isla radican el apostadero naval de Culebra, en la Isleta de dicho nombre y la Base Naval y Aérea de Ensenada Honda, llamada "Roosevelt Roads" por el mando yanqui, la ma yor en el Hemisferio fuera del Continente, que incluye en su ra dio de acción la mayor parte de la Isla de Vieques, de unas veinte millas de largo, de este a oeste y de más de veinte millas cuadradras de extensión, militarizada en cuatro quintas partes y con su población civil en un tiempo de más de cien mil habitantes, considerablemente mermada por la emigración y, sus remanen tes concentrados en la Capital de la Isleta. La isleta está asolada hoy, después de haber sido un emporio de riqueza azucarera, agrí cola y ganadera. Continuando el bojeo de la costa y doblando el Cabo de Mala Pascua en el extremo sudoriental y avanzando en dirección occidental, tenemos en la costa sur la gran extensión (1) Según un informe hecho por geólogos yanquis que han conducido exploraciones, la Montaña de Las Mesas, en el extremo occidental de la Isla, contiene ella sola mineral de hierro sufi
ciente para abastecer nuestra industria pesada durante un milenio. Ese informe no ha sido hecho público, según noticias confidenciales llegadas a nosotros. 32
de tierras fértiles azucareras y ganaderas conocidas por "Salina Training Area", que encierra más de 15,000, acres; y más adelante, en las cercanías de Ponce, la segunda ciudad de
la Isla en población y en importancia, el Campamento y aéropuerto de Losey Field. Aparte de esos establecimientos, absolu tamente militarizados y restringidos para la población civil, te nemos las llamadas "Reservas forestales Federales" de la Sierra
de Luquillo, en el Nordeste y la inmensa Reserva Federal de Matrullas, en el mismo centro montañoso de la Isla, incluyendo los
picos más altos de la Cordillera Central y varios miles de acres de las mejores tierras cafetaleras, todas bajo el dominio del gobierno "federal" de Estados Unidos y de las que se excluye a la población campesina. Bajo las leyes de los Estados Unidos, es decir, las llamadas
leyes "federales", todas las cuales están vigentes en el país—^por la omnímoda voluntad del poder ejecutivo yanqui—^una periferia de seis yardas de ancho alrededor de nuestro territorio costeño, es también propiedad "Federal". De manera que la Isla entera está rodeada de y aprisionada dentro de un cerco de territorio
"Federal", lo que signñica que en el momento en que las autori dades militares o civiles de Estados Unidos así lo decidan en
Washington, ningún puertorriqueño tendrá acceso a la costa ma rítima de su país. (1) Muchas de esas zonas restrictas, en el inte
rior o en la costa, están cercadas de alambre de púas y, los esta blecimientos militares, de malla de acero electrificable, sobre las cuales se ven de trecho en trecho letreros que anuncian, en el
idioma inglés, que aquéllo es "propiedad Federal" y que se pro hibe el paso. En las "Reservas Federales", se ha destruido mu chos bosques, incluyendo los árboles de sombra usados en el cul
tivo de nuestro café, para ser sustituidos por árboles de valor or namental y turístico.
Esta relación minuciosa de datos sobre nuestras tierras, caí das bajo la garra del militarismo interventor, hará suponer a mu chos lectores que este panfleto ha sido escrito para información de los hispanoamericanos exclusivamente. No es así. Parecerá
muy extraño, pero es sólo una pequeña parte de nuestro pueblo —aquella que se interesa en nuestra vida política—la que conoce esta situación. La generalidad de nuestra masa obrera y cam pesina ignora por completo esa tragedia, si bien la intuye. Y es deber de todo escritor decente y patriótico en nuestra patria, tra tar de informar a la masa de nuestro pueblo, urbano y rvu:al, de estas onerosas circunstancias. (1) Durante la Primera Guerra Mundial, era necesario obtener un pase de las autoridales "fede rales** para acercarse a la playa.
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El llameo eufemisticamente "Servicio Selectivo", es decir, el servicio militar obligatorio impuesto por el gobierno yanqui a los puertorriqueños,fimciona con mecánica eficiencia. La prensa local acaba de informar (1) que mil dos cientos setenta y dos jóvenes puertorriqueños serán de esa manera "seleccionados" en
el mes de febrero solamente. Y en los diarios aparecen a me nudo listas de jóvenes "delincuentes", declarados como tales por no haber comparecido ante las juntas locales del "servicio selec
tivo". Y nmnerosos jóvenes, que lo rechazan abiertamente, son condenados a dos o más años de cárcel y deportados a cumplir sentencia en las prisiones "Federales" en Estados Unidos.
El P.B.I. (Binó Federal de Investigaciones) mantiene una co
piosa organización en el país y sus agentes, yanquis y nativos lle van a cabo un inquisitorial cacheo de la población civil. Es muy difícil obtener trabajo de clase algtma a cualquier persona con siderada como "subversiva", para lo que basta ser simple simpa tizante de la política de oposición y, si mantiene im negocio, se le presentan toda clase de dificiiltades para llevar a cabo sus ope raciones, negándosele el crédito por los bancos y acosándosele por las autoridades con tributos y exigencias de todas clases.
La persecución contra los pocos escritores Mbres que no nos
hemos sometido, es feroz. Recientemente, yo solicité trabajo, en calidad de vendedor, de un industrial amigo y éste me contestó. "A ustedes no es posible darles trabajo, porque el gobierno per sigue al industrial que lo hace con investigaciones viciosas." El sistema está calculado para rendir por hambre o eliminar a todo individuo (myo civismo le impida doblegarse ante la política de yanquización del gobierno estatal, subsirviente del gobierno de los Estados Unidos. Tampoco es posible emigrar, a no ser al terri torio de Estados Unidos, pues la flamante "Secretaría de Estado
de Puerto Rico" no tiene poder para expedir pasaportes a los ciu dadanos de Estados Unidos—como es natural—y los puertorrique ños sólo pueden viajar en calidad de tales. Para obtener un pa saporte, es preciso que la persona que lo solicita esté completa mente limpio de toda sospecha de inclinaciones "subversivas" y que esté dispuesto a alardear de su condición de "ciudadano ame ricano ciento por ciento".
La "Legislatura de Puerto Rico", compuesta de unos ochenta legisladores, incluye a diez y seis Representantes y Senadores del Partido Independentista, (2) electos por el voto popular secreto y sólo tres "estadoístas", como se denomina ahora el casi extinto
Partido Republicano, anexionista outrance, el que hace más de cincuenta años que l3usca inútilmente la incorporación del país como un nuevo "estado" de la Unión norteamericana. (3) Desde (1) Escrito en enero de 1956
Í2) Escrito en 1953. (3) Escrito en 1953.
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que la Legislatura se reunió por primera vez bajo la nueva "Cons titución" en el pasado mes de enero (1), no ha sido aprobado un
solo proyecto de ley presentado por las minorías y, el vocero ofi cial del Partido de gobierno acaba de declarar con franco realismo
que la mayoría "no perderá el tiempo considerando proyectos de minorías ni peticiones de éstas que se presenten como tales, pues un "experto" legislativo yanqui recomendó que se eliminara esa
práctica,"como se había hecho ya en Chicago." Para hablar de la situación económica y de la social, necesi taríamos tiempo y espacio de los que no disponemos. Baste de
cir que el desempleo obrero y campesino en el año sobrepasa la cifra de 300,000, en su gran mayoría obreros agrícolas y que la
mayoría de los que se emplean,sólo lo son durante cinco o seis me ses en el año, que es el tiempo que dura la zafra. A éstos, el go
bierno colonial se ha visto obligado a concederles se^ro de des empleo, que no llega a la ridicula cifra de im dólar diario, con lo que no es posible obtener alimentos para más de una persona, donde la inmensa mayoría de esos obreros son padres de copiosas familias.
Los médicos promedian en Puerto Rico a imo por más de dos mil personas, donde la tuberculosis y la rmcinariasis eran plagas endémicas hasta hace poco y predominan ahora el cáncer, las do
lencias del corazón y la bilharcia. Y la capacidad de hospitali zación en el país no llena las necesidades de asistencia. A pesar de esas terribles condiciones, nuestra población crece a un ritmo acelerado, gracias a nuestro maravilloso clima y a la facilidad de la vida en el medio tropical, sin cuyos factores el caso sería muy otro y nuestra población perecería de hambre y de las plagas pro vocadas por ella. Y el único escape actual de este medio para nuestros obreros agrícolas, es la emigración a los grandes centros de población en los Estados Unidos, donde obtienen mejores jornales que en la Isla, pero donde han de someterse a condiciones casi insoporta bles de discriminación racial, crudeza del clima, idioma, costum bres y un trato casi siempre brutal. (2) Los industriales y terra tenientes yanquis envían agentes a Puerto Rico a contratar gran número de nuestros obreros agrícolas, generalmente para labores limitadas al tiempo que duren las cosechas y procesos de empa cado de su gran producción sgrícola-industrial en masa. (1) Escrito en 1953.
(2) Listo para la prensa este libro, la prensa da la noticia de haber sido muerto a patadas el puertorriqueño Núñez, en Nueva York, "porque no hablaba inglés".
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CAPITULO VI
LA HISTERIA DE GUERRA NO PROGRESA
Pot obstóte los su esfuerzos realizados propaganda por el gobierno de los grados Unidos con bien organizada de prensa,
r^o y televisión, cines y literatura belicista, hasta hoy no ha poentre nuestra población civil la buscada condición de
guerra, parecida a la que impera en algunos centros
ro r^ninn o 1
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«íf"
^tados Unidos,donde la masa de población obrevivido durante los últimos años presa del
atómica. A cuya masa se le hace creer que i® pehgro de bombardeos por parte de Rusia o
° recientemente. ? declaró un en Estados Unidos
ha níS
escritor británico de visita
Clima de guerra, el gobierno "federal" colonial
j ®? Puerto Rico la llamada del "Defensa con eleumctos al régimen y poseídos afán deCivil", bienquistarse on el gobierno de Estados Unidos. Los individuos escogidos para r',,
——
-«ir
•U.XVLX V JLU ULl^O
Ucll Ct
reclutados entre las capas del "lumpenproleta-
y clases medias ^descastadas,—estómagos agradecidos an1,^1 WW.V40.0, tUXXlCt^UO ctglCtULCUltlUiS—an^losos de puestos en el gobierno, del dinero fácil y de ciertas prenogativas reñidas con la igualdad democrática. Se da el caso ae ciudadanos extranjeros domiciliados en el país a los que se usa iwr el P.B.I. como delatores ("chotas"), usándose como incentivo ei pnvüegio de permanecer en el país, haciéndose las autoridades leaerales" de la vista gorda respecto a su "status" residencial
La labor nefanda de crear el clima de guerra, no perdona a
la infancia, a la que se "marshaliza" en las escuelas y en las orgamzaciones de "boy scouts" y "girl scouts" y en asociaciones de 36
carácter policial, tratándose así de adiestrar a nuestra juventud y aun a la niñez de ambos sexos, en el negro oficio de la delación y en la veneración forzada de la bandera y de las instituciones yanquis.
No obstante esos esfuerzos, nuestra población proletaria no ha sido arrastrada en masa a la histeria de guerra y al odio que se afana el gobierno de los Estados Unidos en cultivar donde
quiera que llega el dólar corruptor y explotador, a intentar el
soborno.
PUBLICIDAD CONTROLADA
Los gobiernos de los Estados Unidos y de Puerto Rico—este último, como dependencia de aquél que es—disponen a su antojo de las facilidades noticiosas de prensa y radio, pues aun el único diario que hace alardes de- oposicionista y de independentista, está controlado mediante el aviso comercial de la gran industria
yanqui. En cuanto a prensa libre, ésta se halla reducida a xmo o dos quincenarios o mensuarios que viven ima vida lánguida y azarosa, que aparecen sólo cuando su raquítica economía lo per mite.(1) Y comoquiera que éstos son más o menos sectarios, no abren su reducido espacio a las pocas plumas libres que no se
ajustan en absoluto al estrecho criterio partidista que les carac teriza como órganos de partido, carentes de circulación entre la
gran masa obrera y aun entre sus propios partidarios, ya que el sabotaje y la persecución oficiales reducen el número de la tirada y dificultan su distribución al público, aterrorizando a los ven
dedores de diarios y revistas, al extremo de ser amenazados de cárcel por los policías urbanos los chicos que venden diarios, si alguno se atreve a ofrecerlos en venta. En cuanto a la radio y televisión, las emisoras, una veintena
de aquellas y dos televisoras, laboran aherrojadas por el terroris mo oficial, dándose el caso curioso de que la emisora oficial del go bierno de Puerto Rico, resulta a menudo más liberal en sus pro gramas que las de propiedad privada. Pero ima y otras se ven obligadas a colaborar activamente en la campaña de falsedades y adulteraciones de la verdad impuestas por los grandes intereses monopolistas y por el propio gobierno de Estados Unidos, que dando todas bajo estricto control "federal", ejercido por el F. B.I., que es un super-gobierno en Puerto Rico, y por la Comisión Fe deral de Radio, residente en Washington.
El idioma que se estila en las emisiones y el común a casi todos los locutores, es un castellano metamorfoseado o mejor di cho, deformado, con sintaxis y ortografía bárbaras—^vale decir (1) Estos han sido ya suprimidos, como lo fué mi propio semanario "Puerto Rico Libre", me diante presión económica y, en mi caso, por la acción directa de una condena a presidio, en la que el único delito mencionado era precisamente escribir y editar mi periódico.
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yanquis—^para entender el cual es preciso haberse educado—o embrutecido— en las escuelas "bilingües" que constituyen el sis tema de enseñanza que tiene la triste distinción de haber sido
motejado de criminal por ima comisión de pedagogos yanquis. (1) Un irrefutable ejemplo de esta desastrosa situación, la cons tituye precisamente la imposible sintaxis del actual comentarista
internacional de la Emisora gubernativa, que usa preposiciones y verbos de construcción sajona a capricho en sus locuciones, con ima sangre fría que pasma.
Existen entre éstos excepciones honrosas, especialmente en tre los de la Emisora del Departamento de Enseñanza. Las escuelas y colegios privados, en su mayoría religiosos—se entiende, católicos—tenían más respeto por la pureza del léxico, pero como son supervisadas y servidas por maestros reaccionarios y aun yanquis, van por el mismo camino. El material de difusión de esta índole que se trata de enviar al exterior, es intervenido en tránsito por el F. B. I. y el que llega, es examinado en la Aduana—otra dependencia del gobierno "fe deral"—^y es frecuentemente confiscado. Numerosas publicacio nes culturales procedentes de países de Democracia Popular en Europa y aún de países democráticos de América, han dejado de ser entregados por orden del consabido Buró.
En el invierno y la primavera, cuando la flota yanqui del Atlántico viene a hacer maniobras en "Roosevelt Roads", en la costa oriental de la Isla, cinco o seis y a veces diez mil marineros e infantes de Marina visitan la Capital semanalmente en sus bar cos, creando la visita gran movimiento en los distritos de luz
roja—es decir, el bronce—de la ciudad, a despecho de la población civil, que por lo general detesta a los marinos y soldados yanquis por su afición a la borrachera y a la conducta impropia, siendo
frecuentes los atracos a mano armada por individuos de tropa en uniforme, contra peatones y aim contra conductores de taxíme tros, y de automóviles privados. EL EXECRABLE TIPO YANCOIDE
Se entiende fácilmente que lo sea. El vocablo yanqui, por corrupción yanque, que la ignorancia doctorada en la colonia considera ofensivo, no es tal. Sobrada mente se sabe que el vocablo se originó en la corrupción hecha por los pieles rojas de la palabra English, impronunciable para ellos, a lo que parece, con la que se autodenominaban los prime ros pobladores sajones de la Nueva Inglaterra. El vocablo es por lo tanto perfectamente propio, como lo es "gaUego" en nuestra (1) Por segunda vez me veo precisado a hacer esta cita en el libro.
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América para designar a los españoles. No es, pues, mala pala bra. Son los propios ciudadanos de los estados sureños norte
americanos quienes la convirtieron en im insulto, después de la guerra civil, adicionándole el prefijo God dam. Pero Puerto Rico no está, por fortima, en esas latitudes.
Filológicamentej tampoco es mala palabra yancoide, vulgo "peti-yanqui"—o "pitiyanqui"—. Como peti-yanquis se califica ya a estos seres anfibios, inmisericordemente, en las capitales ibe roamericanas, donde llegan ostentando un pasaporte del Depar tamento de Estado. En la capital de España es ya conocido el vocablo y, por supuesto, el tipo, identificado comúnmente con el
joven estudiante latinoamericano—especialmente puertorriqueño, por desgracia—^becario del gobierno yanqui mediante beneficio
del "Punto Cuarto" y, a menudo, empleado en la Embajada de Estados Unidos, que se dedica a la ingrata tarea de ensalzar y cantar las bondades y bendiciones del "American Way Life". Porque Madrid, también desgraciadamente, se yanquiza, sobre todo en sus sectores pequeño-burgueses. Y entre las gentes re ligiosas, aunque parezca extraño y pma gran disgusto y escánda lo de la clerecía católica. La pequeña burguesía madrileña, cree perfectamente propio divertirse con los turistas yanquis en caba rets y salones de baile, sin perjuicio de ir a la iglesia los domin gos. Igual lo hace la clase media en todos los países donde la
hay, y, especialmente, por supuesto, en el nuestro. Y sobre todo, procurar hacerse de algunos dólares "americanos", pues ya en Madrid se ha hecho común el honorable genérico continental para los ciudadanos de los Estados Unidos, que antes se llamaron siempre yanquis. Siempre por supuesto, con las excepciones de rigor, por las qu^ seguimos nosotros juzgando y queriendo al noble pueblo español. Pero en términos generales y para dolor suyo, nadie puede negar el fenómeno que tiene lugar en este mo
mento en la madre patria. Eso no es sino lo que pudiéramos lla mar el sarampión de la ocupación yanqui de España. Vendrá pronto el día cuando no ya solo el verdadero pueblo, sino todo el mundo, maldecirá allí la hora en que el gobierno del traidor les
abrió siis puertas. Y llegará más pronto de lo que se espera nadie.
No será sólo ^ la Italia calabresa donde las gentes del pueblo escupirán el piso y harán la señal de "jetatura" cuando pasan los marinos y soldados yanquis por sus calles. Pero volvamos a Puerto Rico. Empezamos diciendo que el yancoide es un tipo execrable. El aserto no necesita pruebas. Lo fueron los afrancesados en la guerra de independencia espa
ñola, como lo fueron antes los tories yanquis en las Trece Colo nias y luego los realistas en la América española y por fin los fa mosos guerrilleros en la guerra de la independencia cubana. Pero
el yancóide, el pitiyanqui boricua, es algo más despreciable toda vía. Aquellos siquiera, en esos países citados, tuvieron el valor de pelear. Aquí,sólo han tenido esa desgraciada suerte, los guar dias nacionales que fusilaron Nacionalistas por la espalda en 39
Utuado y desplegaron un batallón entero para desalojar á ocho o diez Nacionalistas en Jayuya,realizando un parecido despliegue de fuerzas en el Barrio Obrero para tomar por asalto la casa de im pobre barbero moribundo. Ese es el prototipo del yancoide boricua—desgraciadamente, aun para nosotros que tenemos el penoso deber de consignar estos hechos.
Pero atm ese no es sino el prototipo—el tipo máximo del yan coide—que en su exceso perjudica aun a los propios yanquis para sus fines de penetración, porque resulta im tipo bufonesco, es de una contextura moral mas viscosa y cenagosa. El Guardia Na cional, en más de una ocasión,fué empujado a actuar por las cir cunstancias acumulativas, entre las que se contaba y, se cuenta hoy todavía, la necesidad de im adolescente de ganarse unos dó lares, aunada al deseo de aventura y la natural atracción que el oropel del uniforme ejerce sobre la juventud. Pero el yancóide en grado "super", como se estila decir ahora, es algo mucho más seíio. Ese, puede ser de variado tipo humano. Los hay desde el infe^ "chauffer" público, más o menos celestinesco, hasta el catechático de borlas y capirote, oficiante en las universidades
i^tivas o reclutado^por alguna de las del Continente para ense ñar literatma española en su aula. Ese tipo, puede llegar a to-
^las bajezas y apostasías. Es de esa madera humana, que los imperios'reclutan sus agentes de confianza. Es con ella que
Hitler hacia sus gauleiters y, mucho antes, Roma hacia jueces en Judea.
Y ese yancóide se filtra en todas partes en nuestra patria, como que para eso fué creado por la intervención, de la cual es
producto neto, moldeado en sus escuelas, las establecidas y paga
da por ella, por supuesto, con dinero del pueblo sojuzgado. Su vivero principal, es naturalmente la Universidad,instrumento nú mero -tmo de yanquización en Puerto Rico, tma vez debelado por
m fuerza de los garrotes policiales el espíritu de protesta del es tudiantado, como lo fué aquí en el movimiento huelgario estu diantil de 1947-48.
Allí se espesa el caldo de cultivo de ese parásito y de allí sale a ejercer su nefanda labor destructora en la escuela pública, en la prensa, en la radio y la televisión, en las profesiones y en el mimdo de los negocios. Se infiltra en la masonería, la que ha puesto prácticamente al servicio de la intervención, no sin que el movimiento patriótico le haya salido al paso efectivamente, con la creación de un Oriente Nacional leal, que ha tomado a su cargo el establecimiento de relaciones honorables con las obedien
cias y jerarqiñas iberoamericanas, las que han respondido frater nalmente a la llamada de dicho Oriente Nacional.
El yancóide se ha infiltrado aun en el seno del propio Par tido Independentista, al que han tratado los agentes intervencio nistas de manipular por mediación del elemento reaccionario, 40
%
existente en gran número en su Dirección. Es esa circunstancia, el campesino y con el movimiento obrero, lo que ha llevado a ese
aunada a la falta de contacto de la Dirección con su pueblo, con Partido al borde de la disolución en las últimas elecciones.
El yancóide florece exhuberante, por supuesto, entre la co piosa emigración puertorriqueña residente en la ciudad de Nueva York, mayormente en el inmenso barrio aírohispano de dicha ciudad. En el momento de ir a prensa este libro se dió el caso de un grupo de puertorriqueños, invitados por la Dirección del Partido Demócrata de Nueva York a participar en im acto polí tico al que concurrienron grupos de las mimerosas colonias ex tranjeras en Nueva York, vistiendo trajes típicos y ocupando me sas separadas en el acto, que como todos o casi todos los actos
políticos en Estados Unidos, era también de orden gastronómico. Al darse cuenta de su situación, los puertorriqueños que forma
ban el grupo abandonaron su mesa y el local \áolentamente. Por supuesto que esos mismos individuos resentirán vivamente el epí teto de yancóides, que debe aplicárseles sin ^ menor compunción, ya que ellos protestaron airadamente, dándose por ofendidos como ciudadanos de "nuestra nación",como dijeron textualmente
los protestantes, sin querer darse cuenta de que para los yanquis
demócrtas de Nueva York, ellos seguirán siendo "Goddam spicks", como le Ufl-mau a las gentes de habla española, especialmente a
los puertorriqueños y cubanos, no importa lo ruidosas que sean sus protestas.
Costará trabajo convencer a estos yancóides boricuas de alta
graduación, de que ni son, ni van ellos a ser yanquis aunque vivan un siglo, por la sencilla razón de que Puerto Rico va pronto a de jar de ser una posesión norteamericana en el Caribe, pwa conver tirse en lo único ^ue puede y debe ser, con toda justicia y digni dad: República libre y soberana.
Cuando llegue ese momento, por supuesto, probablemente no será muy necesario convencer a muchos de ellos, especialmente a esos de los que se dice frecuentemente que son capaces de rom
per el "americanómetro" si se lo aplican, pues son esos precisa
mente los más dispuestos por lo general a dar fe de que su con textura moral es la del yagrumo, el árbol nativo cuya hoja cam bia de posición a medida que le da la luz solar o lunar.
En cuanto a los yancóides de nuestra minoritaria gran bmguesía, a excepción de irnos pocos, mayores en años y hechos ya a la vida viciosa de las orgías "bancarias" en Miarm y en otros centros yanquis de dilapidación y vicio, esos mudaran el c^apacho y el pellejo con gran rapidez y con mucha sangre fría, ve lando por sus queridos intereses en la Isla. No son pocos los bur gueses de alta jerarquía que dicen que "cuando llegue la, inde pendencia, yo no me voy de aquL" A los que he contestado fre cuentemente que eso sería lo juicioso para ellos, ya que de irse, 41
tendrían que dejar sus posesiones y aun los dólares denncífnHnc
al alcance del naciente gobierno repuMcSo
depositados
El yancoide pues, es problema de hov ñero no lo «s^rá mo nana,como no lo han sido los anexionistas del '98 en Cuba Má"
xme <^do los j^coWes puertor¿iS<¿ tendSi te venwá
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norteSeri^anas H'^a'^^lados de las fuerzas armadas rSeSSSJlf compensación sustancial duhospitalizarión años, además de derechos de So oue ípFhS obligación hacia ese gotiTwng MtPQ rtL^i 1 posible superar la miseria de que fueron vicKar V estudiar nlmJÍÍ
dflos cSS íuídJ^L?
su vida nasada v
' tüas, casarse, establecer un ho-
durante dos o más años, al cabo
posición de mejorar definitivamente
SrS^Ti^r pon ST"" ^trabajo bien remunerado, que les volver a las ruda-? in1íníÍ^®U F 1®' ^l^dad, sin tener que que la mavon'if^p pUp campo o de la industria nativa, ya ?oÍcriSSr?uanL campesinos u obreros antes de ser eponnm^on 1 el fantasma de la escasez y del desamparo era una constante amenaza sobre sus cabezas.
Sería Injusto decir que todos esos jóvenes son yancoldes.
luntSi?&'t?ÍLÍfí^ rnavnn'o
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mayoría de eUos son victimas inve
justo aun decir que la inmensa
es decl^ amnn^f^ totalidad de ellos, son intensamente patrióticos, affudam'pp^ ?
v^ía^F ScSS.dp?pi!
pais--Puerto Rico—intensamente y resienten
alusión a su falta de puertorriqueñidad. ello^una mayoría—también detestan yaun, a todo lo que es yanqui, a
cheque que recibendemensualmente conEstados religiosaUniregulandad,íide la Admmistración Veteranos de los
Wn puertorriqueño, -® importancia en el proceso de soborno del pue blo son los pensionados del "Seguro Social" por 42
edad, que es como se sabe la de sesenta y cinco años. Son nu merosos los puertorriqueños de edad avanzada que le deben esa "ancla a barlovento" económica al gobierno de los Estados Uni dos, gaie obtenido por gestión del actual gobierno del Partido Po
pular creado por Muñoz Marín y por él dirigido autocráticamente desde su posición de Gobernador. Es más, no son pocos los ciu dadanos españoles que, por haber residido y trabajado durante largos años en el país, disfrutan de ese privilegio, al que no han sido cortos ni perezosos en acogerse y, más aim, hay muchos de ellos que residen permanentemente o durante la mayor parte del
tiempo en España, donde reciben puntualmente el cheque del Seguro Social, que con algún otro gaje privado o pequeña renta de negocios, le permiten, por mor del tipo del cambio de moneda, residir con toda holgura en su país, haciendo de vez en cuando
un viaje a Puerto Rico que les permita conservar su condición de residentes o elegibles para imigrar nuevamente a los Estadc» Unidos. Eso, si bien en realidad es una conquista del pueblo,
hecha por mediación del gobierno de Puerto Rico, es utilizado también por el gobierno de los Estados Unidos como un medio de soborno." Los empleados del gobierno de Estados Unidos en Puerto Ri co, conocidos como empleados "federales", que tengo entendido
que son algo más de dos mil, reciben salarios bastante holgados — ciertamente mejores que los pagados por el gobierno de Puer to Rico en puestos similares — son en su totalidad^ con alguna
que otra excepción honorables, en secreto, por supuesto, pro yan quis y en muchos casos típicos yancoides, unos y otros:decidida^ mente anexionistas, puramente por conveniencia, pues aun ésos mismos, excepto en casos aisáados, no r^uncian de su coniUcito de puertorriqueños.
Demás está decir que gran número de empleados del gobierno de Puerto Rico y de los gobiernos mimicípales — pasan de cin cuenta mil en total — pertenecientes en su mayoría ál Partido de Muñoz Marín, son pro yanquis por conveniencia y, en menor proporción que los empleados "federales", muchos de ellos son también yancoides, si bien entre ellos son mucho más numero
sos los individuos de filiación secreta independentista y además, intensamente antiyanquis. Esos tienen que guardar sus senti mientos cuidadosamente, desde luego, si bien alguno que otro los exterioriza de vez en cuando, lo cual quiere decir que ese debe remmciar de antemano a "hacer carrera" en el gobierno.
Es bueno recordar que entre éstos está representado "el brazo de la ley", en la carrera jurídica y en el cuerpo de la Policía, Guardia Nacional, etc. etc.
Los jóvenes que se gradúan anualmente en las dos—ya son tres—^universidades del país, bien como maestros, en las profesio nes, especialmente abogados, médicos, agrónomos y en los cursos comerciales, contabilidad, etc., hacen simultáneamente su ingreso en el mundo de las profeáones y de los negocios y en el campo 43
del proyanquismo, ya que de no hacerlo así, se verían casi impo sibilitados de ganarse la vida. Alg^os pocos emigran a países
l^panoamericanos, por no soportar la tiranía económica a que tienen que someterse. Pero esos son sólo unos pocos, individuos de alta sensibilidad patriótica y de alta jerarquía moral, la que no se puede esperar en la mayoría de los graduandos. Sería difícil clasificar a todos estos individuos como gentes desaforadas, fuera de la ley "estatal" y municipal. Llevamos, téngase en cuenta, sesenta años de ocupación yanqui y dos ge neraciones por lo menos, han nacido, se han educado y han lle gado a la madurez dentro del "contomo" de la ilegalidad resul
tante del atraco perpetrado en 1898 por las fuerzas militares yancjuis, contra el derecho, colonial, pero derecho al fin, de la nación madre, que había atenuado ya el rigor de su dominación con la concesión del gobiemo autonómico y, —esto es por su puesto mucho más serio — contra el derecho ingénito del pueblo puertorriqueño a darse el gobiemo que preferiera una mayoría de sus componentes sociales. Desde ese punto de vista, cierta mente y, dígase de paso, sin sofisma, sino ateniéndonos a rigu rosa realidad, todo lo llevado a cabo por ambos gobiemos en
Puerto Rico desde el momento de la comisión del despojo del poder por el de los Estados Unidos, debe considerarse fuera de la ley, por cuanto ha sido hecho, establecido y mantenido sin apoyo en la ley fundamental, que es la soberanía de los pueblos, con un tambaleante apoyo en la legalidad impartida al acto de moderna piratería internacional, por un gobierno que había prác ticamente dejado de gobemar en el país, por cuanto había sido
despojado ya de la posesión del poder al tiempo de otorgar por el Trata^ de París, la cesión de Puerto Rico, bajo la amenaza de los cañones navales yanquis, aptos y listos para ir a bombar dear los propios puertos peninsulares y tratar de obtener el do minio mediante conquista y despojo, de las Islas Canarias o de cualesquiera otras provincias ultramarinas o posesiones españo
las, como Marruecos, Río de Oro y Femando Poo, que de todo eso y mucho más habían dado ya pmeba de ser capaces ante riores gobiemos de los Estados Unidos.
Entre el elemento yancoide, nos queda por citar a la claque deportista, especialmente los jugadores profesionales de la pelota yanqui o "base ball", boxeadores, hípicos, etc., no muy numero sos, pero influyentes en la opinión pública, en estilo verdadera mente yanqui, ya que en los Estados Unidos, los individuos de esa clase tienen calidad de héroes nacionales. Y conste, para ser justos, que entre los peloteros y deportistas puertorriqueños, no escasea tampoco el patriotismo, si bien se reduce al campo sentimental. Lo han demostrado muchas veces en países ex
tranjeros, al resentir que se les clasifique como yanquis e insis tir en el reconocimiento de su nacionalidad puertorriqueña. Lo cual quiere decir que el petiyanquismo deportivo, como el mili tar, es también puramente circunstancial y de conveniencia, pero 44
no de sentimiento, a excepción de algún que otro yancoide, pro ducto también en muchos casos de las circimstancias.
EL PRESENTE Y EL FUTURO DEL MOVIMIENTO OBRERO
En el campo del obrerismo, el tipo yancoide, es ciertamente existente, como heredero de la aberración insuflada en el mo
vimiento por su fundador, Santiago Iglesias Pantín, español re
negado, que traicionó a la clase obrera puertorriqueña, aliándose, con el Partido Socialista fundado por él en el 1897, al Par tido Repubicano, el grupo político anexionista y yancoide por
excelencia en Puerto Rico, una vez que vió la posibilidad de alcanzar el poder político colonial, como lo alcanzó la Coalición Repúblico-Socialista en el primer cuarto de siglo. Los herederos ideológicos de Iglesias Pantín, son yancoides
típicos casi sin excepción, no obstante haber algunos de ellos
ingresado en el Partido Popular de Muñoz Marín, en persecu ción de puestos públicos de mayor o menor cuantía. Quedan
pocos vivos, pero esos, tienen influencia todavía en el movimien
to obrero.
El Partido Popular ha obtenido como se sabe, el dominio casi
completo del movimiento obrero, mediante la colocación de indi viduos de la entera confianza de la jefatura en los puestos di rectivos de las centrales sindicales y la admisión en los puestos electivos de la Legislatura de dirigentes obreros adictos al Parti do Popular.
La pauta de Muñoz Marín y de su partido es de orientación laborista, es decir, capitalista y, aun imperialista, como es de
rigor que lo sea para serle x)ermitido gobernar por el poder eje cutivo yanqui, en forma parecida a en la que el gobierno del
imperio británico le permite gobernar al Partido Laborista cuan do gana unas elecciones, guardando, por supuesto la rigurosa distancia necesaria entre un partido político de una nación so berana y el de una colonia, para poder establecer la compara ción. Si el Partido Socialista yanqui ganara las elecciones en
Estados Unidos, no se le permitina gobernar y tendría que tomar el poder por la fuerza. El poder imperialista yanqui ha tenido buen cuidado de torpedear, dividir y deshacer todo núcleo del movimiento obrero puertorriqueño que ha estado en posición de liberalizarse real mente. La primera ocasión fué en el 1932, cuando el Partido Nacionalista Puertorriqueño, dirigido por el doctor Albizu Cam pos, llevó al triimfo un movimiento huelgario de los obreros agrí colas de la caña. Por supuesto que al fracaso que siguió, con tribuyó por mitad la falta de orientación laborista y el radicalis mo del Partido Nacionalista, no en el orden social ciertamente,
sino en el orden de la liberación nacional, primer paso necesario en los países coloniales que debe dar el movimiento obrero, co mo es rigurosamente correcto desde el punto de vista socialistamarxista. Dicho Partido carecía también de cuadros dirigentes 45
y su espectacular victoria huelgaria se debió exclusivamente al prestigio de la figura de Albizu Campos.
Luego, individuos de orientación radical, como el actual Pré
ndente de'la-Cámiaxa de (Representsmtes y el presente Secretario del Trabajo, atraídos por el ímpetu ascendente del Partido Po pular y su jefe, han sido agregados al carro de su triunfo y fueron elementos de influencia decisiva — al menos el primero — en la obtención del dominio del movimiento. Ningimo de ellos es ciertamente yancoide,ni siquiera pro yanqui, dicho sea en honor a la verdad. Pero no inenos ciertamente su gestión está orien
tada hacia los logros poHticos del partido de gobierno, posponien do la realización de antiguos anhelos políticos para tiempos más remotos que la etapa de las futuras y problemáticas comxmicaciones interplanetarias— es decir, en la opinión no ilustrada del yancoide típico, generalmente muy torpe y obcecado. La inteli¡gencia.no es.cualidad abrmdante entre lacayos. Desde luego que algo ha progresado el movimiento obrero,
no obstante las piedras de molino que lleva al cueüo. Y sería injusto negarle la parte que le corresponde en ese progreso al pequtóo, pero influyente elemento de tendencia y de filiación marxista. Dirigentes obreros como Eduardo Conde y luego Al berto Sánchez, Juan Santos Rivera y Juan Sáez Corales, entre -otros y, muy pocos, no han podido pasar por el movimiento obre ro puertorriqueño sin dejar marca indeleble de su esfuerzo ejem plar y organizador, si bien éste ha podido adolecer de fallas cir cunstanciales y errores de criterio.
El elemento marxista y en particular el Partido Comunista, han sido desaforados, puestos prácticamente en función clan
destina por la ley antiobrera conocida por Ley Taft-Hartley, hor ca caudina bajo la cual ha de pasar todo dirigente obrero de tendencia radical en Puerto Rico, habiendo sido aprobada ex profeso como punta de lanza de la reacción en Estados Unidos,
dirigida al corazón del movimiento emancipador del obrero yan qui y arbitrariamente vigente en Puerto Rico — tan arbitraria mente, como la del "servicio selectivo", las de Navegación, la de la tarifa aduanera y otras leyes esclavizantes. (1) Por supuesto que el derecho del imperio,es decir, el gobierno de Estados Unidos, u poner en vigor todas esas leyes en Puerto Rico, es claro y con tundente: es el derecho del más fuerte, basado única y exclusi vamente en la fuerza bruta. Y corresponde y es diametralmente opuesto, a nuestro derecho a la libertad, basado en la razón, en la dignidad humana y en el instinto de conservación, es decir, (1) Ejemplar entre esas aberraciones legales, es la que pone en vigencia en Puerto Rico la Ley de Comercio Interestatal, bajo la cual, los destiladores de ron y los fabricantes de licores,
deben obtener una licencia del Gobierno de Estados Unidos para poder expender y transportar sus productos de un sitio a otro, dentro de Puerto Rico.
Esta absurda ley está siendo im
pugnada por una firma industria! ante el Tribunal de Distrito de E. U. en Puerto Rico (Corte Federal.)
46
en los derechos del hombre, reconocidos en la Carta de las Na
ciones Unidas, pero negados aun a los países coloniales domina^ dos por el imperialismo.
Los partidos Nacionalista y Comunista, considerados como "subversivos", viven por tanto en Puerto Rico, fuera de ley. Pe ro, fuera de la ley, —^la ley promulgada en los cánones del Dere cho Internacional,— están también las autoridades "federales"
yanquis que decretan su supresión y las autoridades coloniales que les son subsirvientes a ellas.
Eso es claro, por cuanto el "derecho de conquista" que in vocaban antaño los gobiernos monárquicos e imperialistas, que da denxmciado y rechazado por la Carta de las Naciones Unidas, sin que los adquiridos con anterioridad — es decir, todos los de
rechos^ sobre países coloniales reclamados por imperios y mo narquías, del meíUoevo a la fecha — queden reconocidos por el Derecho Internacional moderno, promulgado por todos los tra tadistas, del Padre Vitoria al día de hoy, sino que por el con trario, el citado documento dió al traste con el arcaico "derecho
de conquista", no importa en qué parte del mundo fueran per petrados los hechos de violencia sobre los cuáles se basara el tal "derecho".
En puridad jurídica internacional, el derecho de conquista que alegan de vez en cuando oscuros funcionarios yanquis sobre Puerto Rico, que no a otra cosa equivale la aceptación por el gobierno del Presidente McKinley en el 1898 de la "cesión" he
cha por el gobierno de la Corona española bajo ampriagifl. de fuer za de armas,fué formalmente renunciado por el actual Presidente de los Estados Umdos, Dwight Eisenhower, al hacer público en el 1952 su ofrectoiento de "reconocer la independencia de Puerto Rico en cualquier momento en que la Legislatura de ese país manifestara el deseo de que ese reconocimiento fuera hecho." Ese ofrecinüento, hecho a raíz de la presentación a la Asam blea de las Naciones Unidas de supuesta evidencia, por el gobier no de los Estados Unidos, al efecto de que Puerto Rico había dejado de ser xm territorio dependiente el que, bien pudo ser como sospechan muchos puertorriqueños, una hábil jugada pohtica, combinada de común acuerdo entre el Presidente de los
Estados Unidos y el Gobernador de Puerto Rico, para hacer fren te a la demanda implícita de la mayoría de los países latinoame ricanos, expresada en la IXna. Conferencia Panamericana en
Bogotá en 1948 y en la subsecuente reunión de la Organización de Estados Americanos en La Habana en 1949, así como en
múltiples resoluciones de los Parlamentos de varios países sobe ranos de América Latina de entonces a la fecha: ese ofrecimiento
del Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, el Generad
Dwight Eisenhower, repetimos, debe ser considerado como de va lor real y efectivo, sujeto solamente para su cumplimiento, a la 47
voluntad de la Legislatura de Puerto Rico, si es que la palabra del primer magistrado de la nación estadinense, ha de ser reci bida y aceptada con la solemnidad que se acostumbra acordar a los pronunciamientos de los jefes de estado en el concierto de
las naciones que integran la Organización de Naciones Unidas, — y demás naciones soberanas, — con sede actual en la ciudad
de Nueva York, en el propio territorio, centro vital, financiero y aun político de los Estados Unidos.
Es pues evidente que el gobierno del llamado "Estado Libre
(y) Asociado de Puerto Rico" está fuera de la ley, ley no escrita siempre, antes y, promulgada hoy día en la Carta de las Nacio nes Unidas, y Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, publica^ por el Departamento de Información Pública de la Or ganización de Naciones Unidas (ONU) en su sede transitoria en l4úce Success, de Nueva York, en el año 1948.
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PALABRAS FINALES
Este panfleto ha sido escrito, según declaré en el Proemio,
desde el umbral del Presidio. Esta tampoco es metáfora, como
no lo es la calificación de "apestoso" que apliqué en dichas lí neas a la malhadada institución penal de referencia.
Sólo el lütimo capít^o y estas palabras finales, han sido escritas sintiéndome ya libre de la garra de los fiscales, por ha ber éstos solicitado el archivo del caso pendiente contra mí bajo la inquisitorial Ley 53, el 8 de agosto próximo pasado y, orde nado inmediatamente su archivo el Tribunal Superior de San Juan de Puerto Rico,"por falta de pruebas para asegurar la con dena, etc."
El hecho de que no se me condenara en esta ocasión, se
debe simplemente a la adopción de unn. nueva pauta persecuto ria adoptada por los gobiernos de los Estados Unidos y de Puerto
Rico, a tono con el decreciente prestigio de la judicatura yanqui — y por supuesto, de la puertorriqueña — contra los elementos
fichados como "subversivos", que en Puerto Rico incluye a Co munistas y Nacionalistas. Es, por lo tanto, un ablandamiento que se debe, no a bondad de la "justicia" estadinense ni a su rama colonial, sino al creciente descontento popular, tanto en
Estados Unidos como en Puerto Rico, contra los métodos pers^ cutorios del Departamento de Justicia, a la luz siniestra y bajo la influencia diabóUca del macartismo, moribundo ya para suerte del pueblo yanqui. Y nuestra, por supuesto. Y no todo es suerte. El determinismo histórico preside el
proceso decadente de desintegración social que se ha iniciado 49
hace ya algunos años en la nación yanqui y que no puede ter minar sino en la desaparición del sistema financiero-imperia lista que ha hecho ya crisis en Estados Unidos y cuya es acelerada de continuo por los acontecimientos mundiales, que se suceden atropelladamente uno tras otro.
Tocó a Inglaterra acelerar la revolución industrial del Siglo XVII y convertirse, por lo tanto, en la nación impulsora de esa revolución en el mundo, aprovechándose de su posición para advenir a la d.e primera potencia capitalista imperialista. Ya a Italia, Francia y España, las naciones greco-latinas, había to cado ser las naciones guías en la maravilla del Renacimiento, culminando en el Descubrimiento y en el redondeamiento del
planeta por la nación ibérica — no española, para poder incluir en el acto a Portugal, siempre parte de la península, geográfica como racialmente.
Y la historia se repite de nuevo. Toca ahora a Rusia y las naciones de raza eslava — conco
mitante con la hispánica en tantos puntos, de origen como de carácter, presidir la nueva era que se animcia al mundo humano, primero con Octubre del '17 y por fin con el salto espacial del 4 de octubre de 1957. Esta nueva era, la preside el mundo So
cialista de Karl Marx, que adopta el sistema social que viene a sustituir al capitalista, de i^al manera que éste dio paso al feudalismo, con la revolución industrial-burguesa. ¿Qué oportunidad pues le queda al colonialismo de perdu rar, en un mundo consciente del Derecho Humano e impul sado por la técnica y la ciencia modernas? "Not a chinaman's chance".
El dicho, popularizado en el mimdo entero, es inglés y sinte tiza toda la injusticia de que ha sido y es todavía capaz el sistema
capitalista. Porque nunca tuvo un chino la menor oportxmidad en el viejo arreglo imperialista de dirección anglo-sajona. En el breve compás de cuatro lustros, se habrá liquidado el último baluarte del coloniaje franco-anglo-sajón, para incluir en la liquidación a Bélgica y Holanda. No a España. La Espa ña. franquista, cruel y tiránica, pero astuta — y si se quiere, inteligente — está ella misma liquidando los restos de su im perio colonial en Africa. (1)
Los últimos vestigios del inmaduro e intempestivo coloniaje yanqui — las Islas del Pacífico tomadas a España y al Japón y nuestra patria, —^habrán dejado ya de ser colonias, en el sen tido político y aun en el financiero, como habrá dejado de serlo, en este sentido, toda Iberoamérica. (1) Esta no es una alabanza al gobierno del traidor Franco.
No habría motivo para ella, como
lo prueban los actuales sucesos de violencia en el territorio colonial de Ifni.
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La inflación en Estados Unidos y el cáos económico que con ella se avecina, es pues parte del determtnismo histórico, como preliminar indispensable del derrumbe. No os apenéis, hombres justos que estáis presos dentro del sistema contra vuestra propia voluntad: batid palmas íntimamente, desde ahora, que ninguna lealtad debéis vosotros a ese sistema caduco. Podéis, por el con
trario, reclamarle por el daño moral que él os ha hecho,la náusea que necesariamente ha producido en vosotros. En lo que a nosotros concierne, todo nos ayuda en ese pro
ceso de revalorización, que ha preparado el hombre de ciencia de todos los climas. Aun la mezquina política de los hombre citos de "Fomento Económico", favorecedora de los grandes in tereses monopolistas, que facilita la desintegración final del capi tal isleño, agrícola en su mayor parte y, sigue proletarizando a nuestro campesinado y preparándole así para la toma del poder,
que tendrá por supuesto que esperar, para producirse simultánea mente con la revolución social — la toma del poder — en los Estados Unidos y, por lo tanto, en el resto del hemisferio. Sólo que, en vez de empezar aUí, última trinchera del fana tismo del becerro de oro y su novel aliado, el Sumo Pontífice, puede empezar en nuestra propia América Ibérica. Hay uno o
dos grandes países capaces de alentar nuestra esperanza. Por algo su "Caballero" vive en imo de ellos.
En yanquilandia la cuestión racial, cada día problema más agudo, puede precipitar el final. De una manera o de otra, en
uno o en otro país, el final está ya a la vista de los que pueden ver y el rumor subterráneo al alcance de los oídos finos. Cues
tión de una, de dos décadas, cuando más. Nuestra generación puede verlo todavía.
Presidentes, generalísimos, gobernadores, fomentadores, al caldesas, todos son usados por el tambaleante imperialismo, por que para eso fueron creados. Pero todos son también partes in
tegrantes del proceso y juegan su papel. Y quien sabe, cual de ellos lo juega conscientemente, que alguno quizá hay que tenga
el talento necesario para hacerlo y el dominio de sí mismo para disimularlo.
Pero de una o de otra manera, el final está a la vista y se siente llegar.
Entretanto, el factor esencial en el proceso de nuestra liberacióii nacional, el factor hombre, sigue siendo un preso del im perialismo, bastante torpe y cobarde para dejarlo morirse en el Presidio. ¡Como si no tuviera suficiente con los hombres muer
tos por los cipayos nativos, por órdenes expresas del imperio, en terrados en tierra tan fecunda como es la tropical! Así es de
cerril el imperialismo y, así de cobardes sus gaideiters y lacayos. ¿Es acaso posible que haya cerebros bastante oscuros para seguir creyendo en la guerra total y en la posible victoria del 51
imperialüsmo capitalista, cuando el propio Alejandro Kerensky en las postrimerías de su vida de revolucionario frustrado, acaba de admitir que la guerra total no es ya posible, es decir, que pasó el momento del imperialismo atacar con la menor probabilidad de éxito al Socialipio? ¡Ah üusos! El mundo cruje a su alre dedor y todo un sistema busca la manera de caer sin desmoro narse — cosa ya imposible — y todavía no ven, ni oyen.
Necesario sería que vieran y oyeran, siquiera fuera para ^onomizar dolor a seres inocentes. Forque como dijo un poeta de la martirizada Centro América, "hasta en el grano de maíz se siente" el avance de la razón.
Pero no: siempre llegó tarde la experiencia, axm para los pueblos adultos. Es necesario ser pueblo muy viejo, para apro-
fort^oa^
Y nuestros pueblos son pueblos jóvenes — por
Y el nuestro, es el más joven de América, teniendo en cuenta
la ausencia de edad adulta que padece. Está en plena adolesEstaba en formación al recibir el trauma del atraco en
139o y del cambio^ que con éste advino. Es por eso que ha sido tan fácil para el imperio sobornarlo y adulterarlo. Es por eso que ha sido posible convertir a Puerto Rico en una inmensa casa
de juego, donde todo el mundo fía al azar la solución de su pro blema económico personal, —^único que parece interesarle. Por eso ha sido j)osible que en su Universidad se fragüe el mcondicionalismo político, adoptando la pauta de completo sometuniento al poder interventor.
¿Qué se puede hacer? Somos muy pequeños y, muy po bres,— ^ la muletilla que gobierna los actos de esa juventud. Los Nacionalistas quisieron resistir y, se suicidaron. No vale la pena, dicen. No hay conciencia de la propia fuerza, si fuera
ejercitada al unisono. Ni siquiera habrá que llegar a la violen cia. El imperio es cobarde, conoce su debilidad moral, que no le pennite hacer frente a una opinión nacional galvanizada en la resistencia pasiva. Eso se demostró en el 1936, con la creación de aquel frustrado Frente Unido pro Independencia. Eso se hará un día, por supuesto. ^ Las condiciones no han madurado, pero ya hay señales que lo indican. Un grupo de universitarios aca
ba de lanzar un manifiesto en Nueva York. Son jóvenes fo gueados, en la huelga y en la cárcel, muchos de ellos. Aquí tam bién, los universitarios se organizan para la lucha por la inde pendencia.
Por supuesto que el "Punto Cuarto" ha actuado de impe dimento en la concreción de im movimiento. Esa institución
imperialista trae al país la crema del lacayismo mundial pro yan qui. Pero ya el imperialismo empieza a tener apiuros económi cos. La predicción de Nicolai Lenin está a la mano. Y aun 52
entre esos mismos becarios escogidos, el imperio no cuenta con afecto. La juventud sospecha sus motivos.—
Entretanto, no puede extrañarle a nadie que nuestros intelectualóides universitarios, mentores de la juventud, plumas pa
gadas y demás taifa cortesana, haya sucumbido al solwmo. ¿No sucumbieron antes también, figuras nacionales y aun continen
tales? ¿Qué escriben esos fantasmones de la pliima que se Ihiman José Vaconcelos, que hace treinta años conss^ó a Albizu Campos como genio continental — sin que él necesitara tal con sagración? ¿Qué escriben Luis Araquistain, el de "El Peligro Yanqui en las Antillas" y Salvador de Madariaga, acogidos al "roast-beef" londinense?
Estos intelectuales nuestros no son
nadie, al lado de lo que fueron esas figuras, que tampoco hoy son nada. Y es motivo de satisfacción para nosotros que alguno
que otro de ellos, rechace altivo de vez en cuando, el contomo pervertidor que le rodea.
La emigración de Nueva York está dirigida por la m^ocridad. La figura boricua martiana no ha llegado a la emigra ción. Solo van los logreros, que van a recibir grados "causa honoris" y homenajes pantagruélicos, pero las condiciones de masa son propicias a la resistencia. El torpe despotismo del yanqui prome
dio hacia el hispano y, en particular hacia el puertorriqueño, sin conciencia nacional, está allí muy cerca y es dema^ado ofensivo para no provocar la reacción deseada. La ciudad puertorriqueña
más grande que existe, está allí; dispersa, es verdad, pero un día va a responder a la típica bestialidad yanqui, no importa lo que para evitarlo hagan alcaldes beodos en consorcio con agentes puertorriqueños más o menos ignorantes. Es esperanzador que de vez en cuando se deistaque alguno de estos de inteligencia superior sobre la chatez del medio, como el
actual Secretario del Trabajo, de origen Nacionalista, jwr cierto, discípulo aprovechado de Albizu Campos. Mientras tanto, continúa la odisea de un puñado de puerto rriqueños en tierras de América, bajo la egida de Laura Meneses
de Albizu Campos, fiada en la hospitalidad de la República ^
teca, a pesar de los Vasconcelos y Cía. El peor tirano de América - cualquiera de ellos es el peor - se avergüenza, por un resto de pudor, de entregar al F.B.I. yanqui a puertorriqueños que re presentan la validez moral del país dondequiera que les lleva su misión patriótica.
Ellos saben que la historia les pediría cuentas de su traición, si lo hicieran. Y el tirano medio, vive siempre muy preocupado
de la posteridad. Porque sabe que un girón de entereza y de generosidad, si no le salva, puede atenuar sus crímenes. Entretanto, los hombrecitos de Fomento, pretenden conver
tir al país en una especie de Suiza iletrada para que viva del tu rismo, de los hoteles y de los casinos. Eso, por supuesto, perdu rará hasta que llegue el día del gran reajuste social. En el nuevo 53
orden,^turismo va a dejar de ser la cosa estúpida inculta y mezqum& qjie es hoy, para convertirse en intercambio fecimdo de estudiantes, técnicos, y hombres de ciencia y atletas verdaderos
y no de los adictos del imbecilóide deporte yanqui del "basé ball , sp^o posible entre un pueblo tan ignorante y vulgar como ese.
En Estados Unidos mismos, poco va a quedar del actual de sorden. El choque alh será cruento. Los hombres que han podido
aminorar su violencia, como Adlai Stevenson, desde el puesto de mando, han sido rechazados por una masa ignara, dispuesta a dar su voto al general de mas estrellas, al "businessman" que mejor record puede exhibir como dueño del equipo de "baseball" ^legial y, aun al tirador más certero. Todo ello simbólico del Am^can Way of Life". Pero que no resiste a un intelectual termu^do como el ex-candidato demócrata. En el pecado lleva ese j^eblo, ignorante y presuntuoso como otro alguno, la penitencia. Tiene que aprender su lección antes de que ruede el edificio de su ofensiva prosperidad burguesa, para que así sea menos dolorosa. Y plegue al cielo - pueblo tan religioso puede hacerlo - que uno de sus almirantes locos no precipite lo que sería una ca-
t^trofe medial,pero sin duda, el fin del sistema capitalista, no sólo alh, sino en todo el mundo. Y cientos de millones de vícti
mas inocentes en holocausto a su estúpida presunción. En Puerto Rico, las condiciones son peores, sólo por ser co-
lomales, pero nuestra moral no ha descendido tan bajo como la de la población media yanqui. Tenemos, es verdad, una clase profesional sobornada en su casi totalidad. Médicos venales y a veces inhumanos, abogados
pendientes de puestos en la judicatura por su incapacidad pro fesional, jueces y fiscales hampones - de tales polvos, tales lodos meros persecutores del patriotismo, porque es lo má," fácil, Ingemeros, banqueros, industriales, iletrados, sin fe en nuestras po sibilidades ni en jnuestro pueblo - todo eso, claro, con honrosas excepciones. Quizás la clase que mejor cuenta puede dar de sí son los maestros. No en balde es la de extracción más humilde, a ve ces proletaria y campesina.
Pero nuestra conciencia nacional crece, a pesar de todo. El mismo gobierno colonial - el último sólo - ha contribuido en cier
to modo a su crecimiento, y seguirá creciendo, no lo dude nadie, hasta la concreción en acto volitivo del sentimiento general de supervivencia. Y entonces nacerá la República del Pueblo. Se termina este panfleto, no porque no haya más que decir, sino porque faltan los medios para continuarlo. Mucho es tam
bién que se pueda hacer ésto. Y lo que queda por decir y hacer, no lo dudemos, las manos que harán la obra tiemblan ya de ga na en el silencio profundo que precede siempre a los amaneceres. -FIN54
OBRAS DEL AUTOR PROSA
PUERTO RICO PAST AND PRESENT (Nueva York)
1929
ENSAYOS ETNICO-SOCIOLOGICOS
1931
EL IMPERIALISMO YANQUI Y LA REVOLUCION EN EL CARIBE (Barcelona)
1936
EL PUEBLO EN MARCHA (Drama de la Guerra Civil Española, Nueva York)
1937
TRUTH, BUT NOT YET ALL THE TRUTH
1946
YO ESTUVE EN "LA PRINCESA"
1952
MANUEL MARIA CORCHADO Y JUARBE
(Auténtico Liberal Puertorriqueño) — — — — FUERA DE LA LEY
1955 1957
VERSO
PEDERNALES
1931
VERANO
1934
EN TROPEL (Ira. Edición, Madrid)
1936
EN TROPEL (2da. Edición ampliada, San Juan)
1942
CON SANGRE ROJA
1946
EUFORIA
-
1949
TRES BANDERAS Y OTROS POEMAS
1954
LA PRINCESA Y EL OSO BLANCO
1955
EN PREPARACION
GEOGRAFIA HISTORICA DE PUERTO RICO
GUAYBANA (Poema Histórico) 55
fMPRESO EN LA COOPERATIVA ARTES GRAFICAS "R. REAL"
,
mm
l
FE
DE
ERRATAS
Pág. 5, línea 18, léase llamada, en vez de llemada
Pag. 8, línea 31, léase rebelado, en vez de revelado
Pág. 11, línea 16, léase acritud, en vez de actitud
Pág. 12, línea 18, léase cosecharse en vez de consecharse
Pág. 13, nota (1), léase bananero en vez de banquero Pág. 13, línea 42, léase estas en vez de esta Pág. 15, línea 40, léase intruso es su
Pág. 19, línea 28, léase pueden en vez de puede
Pág. 21, línea 17, léase Congreso en vez de Congrero Pág. 25, línea 11, léase rincón en vez de reincón pág. 27, línea 19, léase amparaba en vez de amparada
Pág. 44, línea 16, léase prefiriera en vez de preferiera pág. 50, línea 23, léase "que a éste dió paso el"
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