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REVISTA del INSTITUTO de CULTURA PUERTORRIQUEÑA ANTROPOLOGIA HISTORIA LITERA TL RA ARTES PLÁSTICAS TEATRO MOSICA ARQ ITECTURA
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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES Eugenio Fernández Méndez, Presidente Enrique Laguerre . Arturo Morales Carrión . Salvador Tió Teodoro Vidal . Guillermo Silva . Enrique Campos del Toro
Director Ejecutivo - Ricardo E. Alegría Apartado 4184 AÑO VI
SAN JUAN DE PUERTO RICO 1963 ENERO MARZO
NUM. 19
SUMARIO
Hostos y Santo Domingo Construcción del Hombre Nuevo por Concha Meléndez . La Conspiración de San Germán del año 1809 por Aurelio Tió .
6
Estampa Barcelonesa de José de Diego por Jorge Campos .
15
Angula de la Esperanza por EvaTisto Ribem Chevremont
17
Leyenda
por Emilio S. Belaval .
21
El fuerte de San Jerónimo del Boquerón por Ricardo E. Alegría
27
La flmdación Epistémica de la Estimativa por]. A. Franquiz .
33
En el Véspero, unas alas por J. E. Colberg
35
Paisaje y Naturaleza en Luis Lloréns Torres por Carmen Marrero
39
Infancia en Lares por Luis Hernández Aquino Domingo Manero, Escritor por José Emilio González Exposición de Julio Acuña Balbuena y sus grandezas por Arzila Arroyo
5
Labra y Puerto Rico por Juan Castel/allos
5
SEPARATA DE MÚSICA:
SERENATA ESPA~OLA Música de Braulio D. Colón Letra de Virgilio Dávila SEPARATA DE ARTE
Francisco Oller - Autorretrato Colección del Museo de la Universidad de Puerto Rico
PUBuaOóN DEL
INSTITIITO DE CULnJRA PUERTORRIQUEÑA Dimtor: Ricanlo E. Alegría
Disc:iio ., I1uslradonc:s: Carlos Marichal Fotografías: Jorge Diana y Conrad Eiger
Aparece trimesm.lmente Precio del ejempb.r Suscripción amuL
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IMPRESO EN PUERTO RICO POR LOS TALLERES DE ARTES GRÁFICAS DEL DEPARTAMENTO DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA. 1964 •
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Puerto RICO
COLABORADORES
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EMILIO GONZÁLEZ nacÍó en Nueva York y recibió su instrucción primaria y secundaria en Puerto Rico. Bachiller en Artes de la Universidad de Puerto Rico (1940), Y Maestro en Artes de la Universidad de Boston (1941). Realizó luego estudios superiores de filosofía y sociología en las Universidades de Chicago, Columbia y California del Sur. Ha sido Catedrático de lengua y literatura española en la Universidad de Princeton (1949-1950), Y de ciencias sociales en la Universidad de Puerto Rico (19461947) , Y es actualmente profesor de Humanidades en este último centro. Ha colaborado con diversos trabajos de crítica literaria en la prensa diaria y en revistas de cultura, y es autor de los poemarios: Profecía de Puerto Rico (1954) y Cántico mortal a Julia de Burgos (1956) .
ANNITA ARRoyo GoNZÁLEZ DE HERNÁNDEZ, doctora en filosofía y letras de la Universidad de La Habana, ha profesado cátedras de historia de la literatura hispanoamericana en dicha Universidad y en la Nacional Autónoma de México. Tiene a su haber una larga labor en el periodismo de Cuba, donde ocupó el cargo de presidenta del Lyceum de La Habana y fue secretaria de varios patronatos culturales y cívicos. Es autora de diversas antologías de cuentos hispanoamericanos y del libro Raza y pasión de Sor Juana Inés de la Cruz. (1952).
LUIS HERNÁNDEZ AQUINO nació en Lares. Maestro en artes de la Universidad de Puerto Rico, en 1952 se recibió en la de Madrid de doctor en filosofía y letras. Director de las revistas Insula, Bayoán y ]aycoa, y colaborador en numerosos periódicos, su labor literaria le ha mere· cido premios de diversas entidades cul· turales. Ha publicado los poemarios Niebla lírica (1931), Agua de remanso (1933), Poemas de la vida breve (1939), Isla para la angustia (1943), Voz en el tiempo (1952) y Memoria de Castilla (1956). Es además autor de varias anto· logías de poesía puertorriqueña y de la novela La muerte anduvo por el Guasio (1960). Pertenece al claustro de la Uni· versidad de Puerto Rico.
Josi A. FRANQUIZ, natural de Puerto Rico, fue por muchos años profesor y jefe del Departamento de Filosofía de la Universidad de Puerto Rico y actual· mente ocupa idéntico cargo en la Wesleyan University (West Virginia). Ostenta doctorados de las Universidades de Boston y Colgate y ha publicado va· rios libros y numerosos artículos de filosofía, psicología, sociología, historia y literatura.
JUAN ENRIQUE COLBERG se ha destaOl.do en las letras puertorriqueñas como ensa· yista y cuentista. Entre los cuentos que ha publicado se destacan los titulados El caso de Pedro Carda y Doña Rúa, la hechicera. Su libro Del orbe ideológico de Marañón, (1962) colección de ensayos sobre el carácter y la obra literaria del doctor Gregorio Marañón meredó en 1963 uno de los premios del Instituto de Literatura Puertorriqueña. J
EMILIO S. BELAVAL, ensayista, cuentista y dramaturgo, nació en Fajardo y estudió la carrera de derecho en la U niyersidad de Puerto Rico. Ha ocupado diversos cargos en la magistratura y es actualmente juez asociado de nuestro Tribunal Supremo. En 1940 fundó la Sociedad Dramática de Arte Popular "Areyto". Entre sus obras se destacan Los clIentos de la Universidad (1927), Los problemas de la wltllra pllertorriqlleiia (1934), El tema flltmo de nuestra música (1935), Cuentos para fomentar el turismo (1936), El teatro como vehíwlo de expresión de nuestra cultllra (1940), Y las obras teatrales Hay que decir la verdad (1940), La hacienda de los watro vientos (del mismo año) y La muerte (1953).
RICARDO E. ALEGRÍA nació en San Juan. Estudió antropología en las Universidades de Chicago y en la de Harvard, como becario de la Fundación Guggenheim. Ha publicado diversos artículos sobre arqueología y folklore en revistas del país y del extranjero, y es autor de los libros Historia de nuestros indios (versión elemental) , 1952, Y La fiesta de Santiago Apóstol en Loíza Aldea, 1955. Desde hace varios años es profesor de prehistoria en la Universidad de Puerto Rico, y dirige, desde su fundación en 1955, el Instituto de Cultura Puertorriqueña.
CARMEN MARRERO nació en Morovis. En la Universidad de Puerto Rico se graduó de profesora de enseñanza secundaria especializada en lengua y literatura española. Durante algunos años ejerció la docencia en la Escuela Superior Central de Santurce. Posteriormente se recibió de doctora en filosofía y letras de la U ni· versidad Central de Madrid, título al que optó con la tesis Las piedras preciosas en la poesía de Rubén Dm'ío. Es autora del poemario Fémina (1953), de un estudio monográfico sobre el poeta Luis Lloréns Torres (1953), Y de la obra tea, tral titulada ¿Por qué no se casa el señor senador1
EVARISTO RIBERA CHEVREMONT nació en San Juan, y en Puerto Rico ha transcu· rrido toda su vida, con excepción de al· gunos años vividos en España. Poeta prolífico y versátil, ha publicado quince poemarios, entre ellos El templo de los alabastros (1919), Los almendros del paseo de Covadonga (1928), Color (1938), Tonos y formas (1943), Anclas de oro (1945), Verbo (1947) y La llama pensa· tiva (1954). En prosa ha publicado La naturaleza en "Color" (1943) y la novela El niño de arcilla (1950). Sus colaboraciones en la prensa del país abarcan ensayos, cuentos y novelas cortas.
CONCHA MELÉNDEZ. Ensayista, crítica y poetisa, nació en Caguas. Doctora en Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de México (1932), dirigió durante varios años el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, donde dicta cátedras de literatura hispanoamericana. Ha publicado las obras: "Psiquis doliente" (1923), "Amado Nervo" (1926), "La novela indianista en Hispanoamérica" (1933), "Signos de Iberoamérica" (1936) "Asomante" (1939). "Entrada en el Perú" (1941), "La inquietud sosegada" (1946), y "Ficciones de Alfonso Reyes" (1956).
AURELlO TIÓ, natural de San Germán, se ha distinguido en la investigación histórica, relativa principalmente a los origenes históricos de Puerto Rico. Se le deben las obras Fundación de San Germán (1956) }' Nuevas fuentes para la historia de Puerto Rico (1961), libro premiado por el Instituto de Literatura Puertorriqueña. Desde hace algunos años preside la Academia Puertorriqueña de la Historia. Es también miembro del Colegio de Ingenieros de Puerto Rico, de la Comisión Asesora de Monumentos Históricos del Instituto de Cultura y de otras entidades doctas de España y América.
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SEPARATA DE MÚSICA
de la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña Núm. 19
SEPARATA DE ARTE:
Revista del Instituto de Cultura Puertorriquelia - N煤m. 19 Francisco Oller . Autorretrato Colecci贸n del Museo de la Universidad de Puerto Rico.
Talleres de Aries GrMitas I>eparlamenlo de I nSlrtleci贸n
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Hostos y Santo Domingo Construcción del Hombre Nuevo Por CONCHA MELÉNDEZ
Aquí NOCHE, CUANDO Nose me pidió que discurriera sobre Hostos y Santo PUDE ELUDIR ESTAR
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Domingo en presencia de maestros y directores de la enseñanza en la Isla amada. Amada porque para mí representa la primera emoción de lo que iba a ser una de las direcciones más insistentes de mi vida: afán, goce y dolor de estudiar y conocer las tierras hispanoamericanas. Nuestro poeta José de Diego, discípulo indirecto de Hostos, animador de mis primeros encuentros con la poesía y con la historia, me enseñó a amar a Santo Domingo al querer revivir uno de los caminos hostosianos visitando la Isla, para fundar al1i la Union Antillana. La Unión favorecería "el estrechamiento de relaciones entre las Islas del Mar Caribe." Relaciones de intercambio social, literario, científico, artístico, y en lo posible legislativo yeconómico según explica De Diego en un artículo que tituló Hacia Santo Domingo, hacia la esperanza. Re· cordando el hermoso ensueño de Hostos, añade que la Unión tenía un lejano aspecto político "en los futuros horizontes de la vida antillana". En ese artículo De Diego revela que en 1914 pasó por Puerto Rico Francisco J. Peynado y en un banquete que le ofreció en el restaurante Covadonga, revivieron impresiones cambiadas con Muñoz Rivera en Washington. Entre ellas "la visión de una Madre Antillana a la entrada ae América, izando en su diestra el estandarte de la ¿onfratemidad de las razas y los pueblos que alum· brará un día desde Occidente, el camino de la civili~ación del mundo" según escribe De Diego en su prosa encendida. A la entrada de la adolescencia, cuando todo se ve envuelto en resplandores imaginativos, el viaje de De Diego a Santo Domingo me conmovió de tal ma· nera que escribí para despedirlo una ingenua poesía con nociones que él me había enseñado. Corregida
por él la llevó consigo. Me había olvidado de ella hasta ahora. Sólo recuerdo la primera estrofa por donde pasan alusivamente Castón F. Deligne, autor de un soneto en alabanza de Hostos y Salomé Ureña de Henríquez, su cooperadora devota y uno de sus afectos dominicanos más entrañables. Por primera vez apareció mi nombre en un periódico -La Opinión de Santo Domingo-, al pie de la poesía y sin prever aún mi vocación, empezó así mi historia de hispanoamericanista. Años después vinieron los estudios del doctorado y la investigación del tema La novela indianista en Hispanoamérica. Y entonces pisé por primera vez tierra dominicana para estudiar la novela Enriquillo de Manuel de Jesús Galván. AlU tuve la valiosa ayuda de don Federico Henríquez y Carvajal; quien empezó a labrar en mi conciencia la imagen de Hostos y Santo Domingo. El nobi1fsimo Guarocuya. como lo llamó Hostos, desde la Sierra de Bahoruco puso un fondo heroico al retrato que traje conmigo y ha ido perfeccionándose en el tiempo. Después, en 1939, recibí la invitación al discipulado en la Medalla Eugenio Maria de Hostos, otorgada por la agrupación Mesa Redonda del mismo nombre. Escribí entonces mi ensayo Hostos "j la naturaleza de América. Mas si no pude por tantas razones tejidas en mi ser, decir "no" al llamado de esta conferencia, comprendo que es difícil hablar a dominicanos de Hostos y Santo Domingo porque nada que no sepan podré decirles. Lo que vamos a hacer juntos es una comunión espiritual y recordación de aquél que veria la visita de ustedes a Puerto Rico con complacencia y gozaría sabiendo que hán venido con propósito de ampliar la visión de los modos de educar siguiendo la línea lúcida de su pensamiento, que nunca se cansÓ de aprender. 1
2. E.I enlace de Hostos con la naturaleza y la historia dominicanas, es enlace de amor que abarca la Isla entera, asido primero a la contemplación de la belleza natural en imágenes sucesivas. En el ajuste y armonIa que buscó siempre en la naturaleza vio un llamado al ajuste y armonía entre los hombres. En ninguna otra parte de América, como en Santo Domingo, realizó Hostos este asimiento fundamental porque nos sosiega, afirma y sitúa en una dirección clara de avance en medio de los cambios y sorpresas que vamos enfrentando al vivir. Hostos se adueñó amorosamente de la naturaleza dominicana y la llevó consigo en el recuerdo cuando tuvo que alejarse de ella. Partiendo del pico Isabel de Torres, guardián de Puerto Plata, contemplado desde su primer tiempo en la Isla, fue acumulando imágenes que nunca se borraron de su memoria. En su viaje del Ozama al Jura en 1882, encami· nado ya en su acción transformante de mentes y almas, va incorporando a sus recuerdos la muralla vegetal de San Cristóbal, la llanura de Azua, y dentro de su marco natural, los pueblos: Baní, donde la cortesanía es ley; la fantasística y risueña descripción de Tamboril. Un libro entero puede escribirse sobre esta Intima trabazón de Hostos y la naturaleza dominica· na: sólo voy a detenerme en una carta donde contesta una felicitación de Año Nuevo a un grupo de disd· pulos desde Santiago de Chile en 1890. Aparece ahí su manera de entrelazar aspectos de la naturaleza con reflexiones morales, reveladoras del vínculo afectivo entre su obra y el escenario en que se desenvolvió: Cuando desde la cumbre del Santo Cerro se contempla el lejano escenario que él domina, nieblas, nubes y vapores se desvanecen en la distancia y sólo asciende ante el admirador la deleitosa visión del paisaje iluminado por la luz que todavía el suelo no ha contaminado. Así, desvanecidos en el tiempo y la distancia, los que pudieron ser recuerdos desapacibles, cada vez que me pongo desde lejos a mirar hacia ustedes, veo que los quiero más, que es más vivo mi amor al suelo patrio y que es mds intima de lo ~ue yo había pensado, la relación entre esa Republica y el afanoso de su bien que hoy hecha de menos sus climas; sus campos y las luchas que le impuso. 8. ¿Las luchas que le impuso? Mejor sería decir las luchas que él mismo se impuso; y la más noble de ellas la que todos conocemos, resumida por una de las inteligencias dominicanas que más se le parece, Pedro Henriquez Ureña. La describe como una nueva forma de lucha en la vida de Hostos: "educar maes· tras que educaran después a todo el pueblo". Y añade: Implanta la enseñanza moderna centrada en la ciencia positiva, según su fórmula de hombres de 'conciencia y razón'; enseña la moral laica. La obra fue extraordinaria: moral e intelectualmente comparable a la de Bello en Chile, Sarmiento en la Argentina, 2
Giner en España. Solo el escenario era pequeño". (Prefacio de Essais. París, Instituto Internacional de Cooperación Intelectual, Stock, 1986.) 4. Mas no sólo hombres de conciencia y razón, sino hombres completos. Y aquí es donde está la ori· ginalidad de la creadora pedagogía de Rostos: empez~ a labrar en sí mismo y tuvo la oportunidad de hacerlo en sus discípulos dominicanos, su concepción de un hombre nuevo, que, al aceptarlo y ponernos a la tarea de su desenvolvimiento, es, como ha observado con intuición profunda Víctor Massuh, "sólo anuncio, proyecto, potencia ". En él todos podemos trabajar. como hizo Hostos consigo mismo y con sus disdpulos, superando la orientación positivista de la enseñanza hispanoamericana tal como la concibieron maestros como Sarmiento, Varona o Barreda. La superación consistió en intensificar lo moral y afectivo, "florecimiento desde un núcleo interno" en la hennosa exploración de Massuh. (Rostos y el positivismo hispanoamericano en Eugenio Maria de Rostos, peregri. no del ideal, París, 1954.) Santo Domingo es el escenario donde Hostos adelanta asombrosamente la construcción de ese hombre nuevo: primero, en sí mismo, reforzándola con los toques con que trata de hacerlo surgir en sus disd· pulos. Esta preciosa tarea que 10 une más a Santo Domingo, lo hace a la vez iniciador de una nueva actitud del hombre hispanoamericano que podrá buscar desde entonces dentro de sí, las esencias de su ser, transformándolas al vencerse a sí mismo para ser "hombre completo". La lectura del Diario de Hostos, sus Cartas y el Viaje a la América latina, que en la Edición del Ceno tenario aparece con el título de Mi viaje al Sur, nos revela la agonía en el sentido griego de la palabra con que Hostos luchó en las zonas más secretas de su conciencia para dar contorno y expresión al hombre nuevo que concibió y quiso ser. Para medir su avance y disciplinar su esfuerzo, escribe el Diario. Tres conceptos trazan los primeros caminos de trabajo: libertad, deber y conciencia. "Ya es tiempo de ser hombre y de ser libre". (Diario 1, p. 82.) Libertad aquí es libertad interior lograda por el estudio "como freno de la fantasía; perseverancia de voluntad, tranquila lucidez del entendimiento". (Dia. rio 1, p. SI). "El primer deber es ser hombre: no cumplirlo es llevar contigo la muerte. Y el primer derecho, gozar de la armonia de tu ser en todo lo que existe". (Diario 1, p. 26). "El único juez es la conciencia. Pide primero aprobación de tu vida al juez interino". (Diario 1, p. 87). En París, en 1868, se hace esta pregunta que lo sitúa entre los extremos donde se mueve su afán de integridad: "¿No tengo obligación de conocer hasta qué punto obedezco a la razón, hasta cuál al senti·
miento?" El 31 de diciembre de 1869 (Diario 1, p. 157) llega el fin a una definición precisa y la escribe: Ser hombre completo es "ser niño de corazón, adolescente de fantasía, joven de sentimiento en la edad de la madurez temprana; ser armonía viviendo de todas nuestras facultades: razón, sentimiento, voluntad, movidos por la conciencia; ser capaz de todos los heroismos y de todos los sacrificios; de todos los pensamientos y de todos los grandes juicios y poner en todo aquella verdad, aquella realidad del ser que! sólo de ese sentimiento trasciende; ser finalmente un mediador entre el racionalismo excesivo, -no por racionalismo sino por absorber en él todas las demás actividades mdependientes y necesarias del espíritu- y el pasionalismo de los que creen que todo lo hace la pasión; eso es lo Cjue llamo nombre completo; eso es lo que practico. (Diario 1, 194.195). Hay pues actividades independientes y necesarias del espíritu, que no podemos desatender ni dejar que sean absorbidas por el racionalismo excesivo. Porque son imprescindibles en la construcción del hombre nuevo. 5. Sin proponérselo, Hostos crea dos símbolos que nos aclaran la construcción del hombre nuevo en sí mismo. Uno revela su naturaleza solidaria por amor a toda expresión de vida en el universo, mientras más humilde y pequeña, contemplada con más ternura. El otro, misterioso dentro de la nocturna atmósfera en que manifiesta su sentido. El primero aparece ya en mi ensayo Bostos y la naturaleza de América. Viajaba Hostos de Colón a Cartagena. Sentado en cubierta contemplaba los bosques cercanos, cuando vio un pajarillo de los que revolaban en el barco, que no vaciló en posarse sobre su mano que sostenía una naranja. El "no vaciló en posarse" es indicio de esas naturalezas amantes de todo lo creado que por serlo, atraen hasta los pájaros sin vacilaciones. "Mientras se alimentaba familiarmente" dice Hostos, "Yo lo acariciaba con la mirada". Aquel pájaro era un petiverde como los que había visto de niño en la casa de su abuela. Ahora lo convierte en un símbolo de su interna transformación. El pajarillo fugaz, simbolizó en un día de esperanza, "el vuelo sobre abismos que se da de 10 esperado a 10 obtenido". (Mi viaje al Sur, p. 21-2B). El vuelo sobre abismos es ver "condenadas, sacrificadas, enterradas por ilusas:' las esperanzas que creía más dignas. En tales momentos buscaba azorado y ansioso al pajarillo fugaz, para tener el placer al menos, de ver en los aires la esperanza. Asido a ella se levantaba de nuevo aunque lo obtenido fuera lo contrario de lo esperado. Porque todo en último extremo, servía a la interna construcción. El otro símbolo, el pájaro vigilante, se desenvuelve en una parábola. Comienza con tono de narración oral: "En el patio de la casa en que me alojo se sofoca también entre las rejas de su jaula, un paja·
rillo vigilante". "Se sofoca como yo," nos parece insinuar él también que no dene expreso antecedente y por eso nos hace volver la atención más al narrador que al protagonista. Y continúa: "En las horas con· cienzudas de la noche, cuando los hospedados duermen sueño indiferente o angustioso ... " Las horas concienzudas lo son para él; los demás duermen mien· tras él ejercita su conciencia en la meditación y en la introspección. Entonces ¿qué hace el pájaro vigilante? "Emite", dice Hostos, "un sonido idéntico al que producen nuestros labios si queremos llamar discretamente la atención de alguien que se aleja o desatiende o se hace el sordo al llamado nuestro". La parábola va intensificándose en un suspenso que rompe la tensión cuando el narrador nos deja entrar en su interioridad. El taller donde se construye el hombre nuevo se llena ahora de presagios: "Recogido en mí mismo", nos dice, "velo en la alta noche el sueño intranquilo de mi pensamiento ... " ¿Qué sucede" en este instante de vigilia altísima? "Escucho el silencio que se oye", nos dice. IEl silencio que se oyel El silencio sin el cual el pájaro vigilante no articula su grito. Es un grito persuasivo, añade el narrador. Es un grito que distrae de sí propia mi atención. Es un grito que aleja de sí mismo el pensamiento mío". ¿Qué sucede entonces? ¿Qué persuasión convence y amonesta? "Me parece que oigo el sumiso clamor de una conciencia" con· fiesa Hostos en socrática actitud de espera. Cuando el clamor se disipa, el hombre en alta vela vuelve a oir el silencio nocturno, a entregar a sí mismo pensamiento y atención, hasta que el pájaro renueva su grito y en su ánimo renace el clamor. (Antologla, Madrid, 1952, p. 157). La parábola es indicadora de la obra de buzo realizada con propósito, para descubrir que "ningún error, obceca ni acalla por el momento, mi concien· cia". Que por lo demás, Hostos, desde 1869 -la parábola que he analizado se escribió en Caracas en 1877- había proyectado proféticamente esta tarea de construcción hacia un afán de todos los que conscien· temente acepten el quehacer salvador: "El hombre completo es un edificio que no se acaba nunca". 6. Esto es lo que se impuso, y esto es la fuerza de su arco y de sus flechas, o como él lo llamaba, el propósito de la Normal, en sus afortunados discípulos. Pero muchas veces fue necesario escribir epístolas desde Chile a los discípulos que dejó por razones que ellos se explican. No esperaban, sin embargo, ésta, tan jesucristiana que les asombra y los invita a la acción: uno de sus propósitos era, "poner a prueba la eficacia de su predicación, encomendando la obra a los discípulos". Es paulino su amor y su ardor en la Epístola en que aparecen esas palabras. Por órgano de uno de los más antiguos, Francisco J. Peynado, se
dirige a todos sus discípulos desde Santiago de Chile. el veinte de octubre de 1892. Revela entonces que había tratado de ligarlos por medio de una correspondencia de que fueron desertando y pide una explicación. Tras la inquietante pregunta. "¿Qué hacen ustedes?". concentra su larga exhortación en este resumen de su pensamiento: Cuatro años bastaron para formarlos a ustedes: cuatro habrían bastado para que cada uno de ustedes hubiera formado a otros cuatro. ¿Cuántas veces cuatro podrían ser ya capaces de ver que por el cammo que lleva la República no se ve sino el abismo y cuántos los inducidos por la razón a esforzarse para traba· jar en el beneficio de su patria? Ustedes se han desatendido de mis instrucciones, del plan que les había trazado. de las súplicas orales y escritas que les he dirigido y de las doctrinas en que los formé. Parecería que el maestro va a callar aquí. hundiéndose en inmenso desconsuelo. Pero no. Inesperadamente aparece volando sobre abismos el petiverde. En el aire vuela con él y desciende la esperanza. Y leemos estas palabras: Más así como nada hay hecho mientras algo queda por hacer, así nada hay perdido mientras queda algo que esperar_ La otra Epfstola que quizás muchos aprendieron de memoria, es la que envía desde Chillán a los discípulos de la Escuela Nocturna. Escrita después de la amonestación de la Epístola a Peynado, acusa honda nostalgia representada en la cigua "que la fortuna arranca de sus patrios matorrales;" la melancolía de no estar "en el lugar de los más íntimos esfuerzos de su conciencia; el temor de que su obra pueda malograrse. Pero otra vez el petiverde revuela, prendiendo en su corazón la esperanza: Porque no puede la ausencia de uno solo. disolver la sociedad en que muchos se asociaron para la redención. Hay frecuentes pasajes en la obra de Hostos donde nos sobrecoge su entonación profética que nos recuero da el ardor de Isaías o Daniel. En su discurso El propósito de la Normal, breviario inspirador de todo maestro, hay un párrafo que profetiza para su obra la continuidad en resurrecciones futuras. Considera las posibilidades dolorosas cumplidas como él temió: el sueño irrealizado del soñador: la tarea inconclusa de su obra. Considera también las posibles apostasías disolventes. Pero sobre toda destrucción "ni la vida azarosa, ni la muerte temprana, podrían quitar al maestro la esperanza de que en el porvenir germine la semilla que ha sembrado en el presente, porque del alma de sus discípulos ha tratado de hacer un templo para la razón y la verdad, para la libertad y para el bien, para la patria dominicana y la antillana". (El propósito de la Normal. Obras completas XII, p. 142). ti mismo clasificó a sus discípulos en directos e 4
indirectos: los que recibieron de sus labios la ense· ñanza para trasmitirla a otros y los que creerían en su palabra oyéndola a su vez de aquéllos. Con éstos están todos los que en nuestro tiempo seguimos apren· diendo en sus libros. En este trabajo de continuidad los dominicanos han contribuido con agradecida na. bleza en muchas ocasiones. Esta es una. En 1953, preparé para las escuelas secundarias de Puerto Rico una selección de cuentos hispanoameri. canos por encargo de nuestro Departamento de Ins· trucción. Cada cuento va seguido de una serie de preguntas que llevan al alumno a investigar y pensar. Uno de los cuentos es Dos amigos de Juan Bosch. La pregunta cuarta dice: "Juan Bosch visitó Puerto Rico en 1938. ¿Cómo se relacionó entonces permanentemente con nuestra literatura y nuestra historia?" Los estudiantes descubrieron esto: Juan Bosch, discípulo indirecto de Hostos, convivió con nosotros durante Jos meses anteriores al Centenario de Hostos, atenuan· do la tristeza de su exilio con la meditación y el estu· dio del pensamiento del Apóstol. Preparó entonces su conferencia Mujeres en la ,vida de Hostos, que leyó el siete de noviembre de 1938 en el Ateneo de Puerto Rico, bajo los auspicios de la Asociación de Mujeres Graduadas de nuestra Universidad. Tuve el privilegio de presentar al conferenciante aquella noche. Re· sumí en un párrafo la aportación que la conferencia nos hada en estas palabras: Ante Hostos, Bosch se enfrenta con su más difícil aventura literaria. Entra en los traste· Iones del escenario donde una gran figura con· tinental desempeñó sus visibles actividades de apóstol, educador, moralista. sociólogo, comen· tador de Hamlet, y la más alta resumidora de todas, americanista perenne, para reconstruir. a base de dispersos hilos, la red sentimental, el venero humanismo, sin el cual. como diría el mismo Honos, no hay hombre completo. Juan Bosch levanta con unción la cortina encubridora de la intimidad hostosiana y J?enetra en los espacios -decisivos en todo destino de varón excepcional- donde la mujer fue acicate. congoja o paz. Es decir, Bosch dio al retrato que nuestro amor y nuestra fantasía guardan de Hostos, los toques imprescindibles que lo transforman, de estatua simbólica de mármol, en hombre de carne y hueso, que manifiesta más resplandeciente que nunca, la luz "de su espíritu. Poco después el gobierno de Puerto Rico entregó a Bosch el cuidado de la edición de las Obras Completas de Hostos. Viajó a La Habana, y mientras la casa • editora imprimía los volúmenes, Bosch alternaba la corrección de pruebas con la redacción de una biografía: Hostos, el Sembrador. El libro salió de los talleres de la Editorial Trópico en 1939. El autor dice que la imaginación intervino escasas veces en la biograffa. Hastos, el Sembrador completa el excelente libro Hostosl ciudadano de América que nuestro Antonio
S. Pedreira publicó en Madrid en 1932. Las Hneas severas y nobles del retrato de Pedreira, se dulcifican con nueva atracción, en la imagen creada por Bosch del hombre para comprender mejor al apóstol. No nos parece extraño entonces, que el artista descuidado por Rostos en sí mismo, se adueñara de su expresión en frecuentes espacios de su prosa y nos dejara en la penúltima página del Diario, el 31 de julio de 1903, una de las visiones más bellas que haya podido tener profeta alguno. Antes de alejarse de la orilla de los vivos en aquel verano azar~so de 1903 que tanto 10 entristeció, sus ojos contemplaron una transmigración de mariposas que motivó en él melancólicas meditaciones. En su segundo tiempo en el país había presenciado un fenómeno igual y se propuso observarlo y estudiarlo. Pero aquí hace una confesión que lo conturba: aquel proyecto "como tantos que han empedrado el camino de mi vida" no se cumplió. Lo marginal no vivido nos hace pensar siempre en destinos abandonados en su posibilidad, llenos de punzantes recuerdos. De ellos se distrae Hostos mirando la migración de mariposas. Había comenzado un mes antes, pero este día la bandada era numerosa y el contemplador empezó a encontrar, según su costumbre, relaciones con otros hechos de la historia natural del país; de la historia civil y poHtica, para decirse: "¡Qué buen
país para VIVIr en él entregado a la naturaleza y lejos del alcance de los hombresl" Ese estado de alma se distrae de nuevo caneen· trándose en el pasar y pasar de las mariposas. Recuerdo los tres momentos de la migración; mariposas azules y amarillas primero; después mariposas dardi· formes y por último, mariposas oscuras. Entonces las que parecen flechas voladoras, el bandal de las domi· nicanas damiselas. Comparando la migración que contempla con la primera que vio, nota que en ésta es muy corta la cantidad de mariposas emigrantes de colores vivos y risueños, mientras es larguísima y abundante la de mariposas oscuras que se van. Nada más nos dice. Y es extraño que no escri· biera la reflexión moral que acaso se volvió hacia adentro. Gran número de las mariposas de colores vivos y risueños se han quedado. La nube de mari· posas oscuras sigue alejándose. Por ley de la armonía y el ajuste universales de que partió su fe en el bien invencible, las mariposas de colores risueños que se quedan, anuncian la renovación y la reconstrucción del orden deseable después de toda crisis individual o nacional. Así fue entonces y volvió a ser después, Así ha de ser siempre. La esperanza de Hostos en su siembra sigue llevándonos en vuelo sobre abismos de lo soñado a lo que alcanzaremos en la tarea de inter· na construcción a que él nos invita.
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La Conspiración De San Germán del Año 1809 Por Avuuo TI6
ESTE
AÑO SE CONMEMORA EL SESQUlCENUNARJO DE LA
culminación de la obra brillante y patriótica del representante electo por Puerto Rico a las Cortes de Cádiz así como su primer Vice-Presidente, el Teniente de Navío Don Ramón Power Giralt, quien tanto hizo por el progreso y bienestar de la Isla, y de la elección de su sucesor, el licenciado en derecho Don José María Quiñones y Nazario de Figueroa, sangermeño ilustre. Al considerar sus ejecutorias y las actuaciones del Cabildo de la Villa de San Germán desde el año 1809 es conveniente, a manera de introducción meramente, citar los antecedentes de rebeldía de sus ciudadanos, pues sus manifestaciones de civismo a través de la historia no las puede igualar ningún otro pueblo de la isla. Fueron los pobladores de "la aguada", antecesora de San Germán en la bahía de Añasco, el primer pueblo que osó deportar los funcionarios de Diego Colón en 1510. En 1534 el gobernador Francisco Manuel de Lando acusó de sedición a los sangermeños que declaraban que "en materia de beneficio económico la soberanía española es más inconveniente que el tráfico ilegal con países extranjeros", y clamaban, "Dios me lleve al Perú" o a México. El gobernador Robles había observado que "los vecinos de la Villa eran menos sumisos que los de la Ciudad" y el go· bernador Arredondo en 1690 los calificó de que "por el estado que tienen de mostrencos... ha ejecutado tantas y tan repetidas desobediencias". En 1746 estu· vieron "concitados casi en rebelión" en oposición a expropiaciones de sus tierras y sólo las reformas y obras públicas del Comisario Real O'Reylly pudieron aplacarles. La conspiración del 1809 al 1811 que trataremos, fUe seguida por otro movimiento en 1868 que el gobernador Pavía calificó el 15 de octubre de "acto de rebelión a las aUloridades constituídas... que revela 6
una rebelión manifiesta al principio de Autoridad". Todos éstos episodios ocurrieron por las fuertes presiones económicas que llevaban a la crisis a las fuerzas productoras y a los contribuyentes. El bienestar ma· terial de los criollos era afectado adversamente por los abusos contributivos y los discrímenes económicos que llevaban a la economía al desbarajuste, lo que provocaba conspiraciones rebeldes difíciles de contener contra el poder político. Tan recientemente como el 26 de marzo de 1874 la Diputación Provincial se di· rigió a los alcaldes Dávila, Tió y Porrata advirtiéndole al Cabildo que "cuando tenga que dirigirse a S. E. lo verifique en la forma respetuosa a que está obligada. .. sin permitirse calificaciones que envuel· van desacato ... y por pura benevolencia no le sujeta cual debieran a los Tribunales de Justicia". A éste deliberaron que ellos "faltarían a su deber, traicionarían su conciencia, si pretendieran continuar en sus puestos después de ese suceso... y se dignase aceptar la dimisión de todo el Ayuntamiento ... por la poca o ninguna consideración con que el actual Ayuntamiento ha sido tratado ... en el mero hecho de resolver definitivamente expedientes que no esta· ban en estado de resolución". Sin embargo, considerando que ese acto jugaría en las manos del gobernador, nombrando entonces un Cabildo de sus partidarios incondicionales, acordaron "revelaría un acto de despecho mas bien que la expresión de su sentimiento, que es lo único que se desea significar ... y en tal caso quedarían abandonados los recursos legales que debe utilizar ... se acordó protestar contra ellos". dando un gran ejemplo de seriedad y re'sponsabilidad ciudadana. Por haber surgido estas rebeliones de causas económicas se ha dicho por unos que fueron movimientos derechistas y otros, como los escritores Juan Antonio
Corretjer y César Andreu Iglesiu. que fueron movi· mientas comunistas, como han tachado al Grito de Lares. Senci11amente fueron movimientos naturales de defensa colectiva, pero aunque acaudi11ados por las clases dirigentes o fuerzas vivas fueron respaldados por el pueblo casi totalmente, siendo parte de la historia privativa de Puerto Rico. No nos proponemos relacionar una serie de fechas y detalles sino tratar de enfocar con nuestras pocas luces un episodio importante en la historia del primado pueblo cristiano de Puerto Rico, la Vi11a de San Germán, aunque es difícil hacer cabal justicia a su historia rica, interesante y completa tan a la ligera. La historia nuestra lo es en mayor grado que la de otros países americanos, ya que fue éste el segundo país en ser colonizado, y se originaron aquí muchas de las expediciones militares de la Conquista. Puerto Rico ha producido muchos hombres eminentes a través de toda su historia que no han sido debidamente apreciados quizá por lo reducido de la región en la cual se desenvolvieron; soldados, sacerdotes, marinos, educadores, científicos, escritores, políticos y profesionales en casi todos los campos del saber. La historia de San Germán y de Puerto Rico constituye un paralelo asombroso. un microcosmos fiel que resume la historia de Ibero América que puede ser estudiada aquí en sus más pequeños deta'Ues como reflejo de la continental. Casi todas las grandes convulsiones políticas que ocurrieron en Ibero América hasta el logro de su independencia de España y Portugal se desarrollaron aquí casi en perfecto paralelo, pues como las comunidades eran entonces pequeñas, aisladas unas de otras, los pueblos y ciudades, con la excepción de aquellas de los Imperios de México y Pero, eran pequeños y remotos. En toda la América del Sur y aún en ésta isla de Puerto Rico, la topografía ayudó a crear esa división en departamentos segregados. tal como en la Madre Patria España. aislando aquí la Capital de su segunda ciudad en importancia política, San Germán, que por cierto tiempo fue más importante en población y riqueza. Los bosques de la Cordillera Central, la región de mogotes calizos impenetrables del centronoroeste. así como las lagunas pantanosas resultantes de las copiosas lluvias y los inumerables ríos y que· bradas causaban ese aislamiento. El interior y parte de las costas del norte de la Isla estaban todavía cubiertos con los bosques originales y en éstos solos ambulan grandes manadas de perros salvajes, decía el viajero inglés Sir Richard Bonn y Castle. El cronista Fray Iñigo Abbad comparó en 1782 el aislamiento de los habitantes del interior de ésta isla a los del Lago Ontario, lo que quizá explique el proverbial regionalismo por el cual el sangermeño se ha distinguido a través de los años. Quizá otro motivo consistió en que
San Juan fue la Ciudad Capital desde los inicios de nuestra historia por 10 que tuvo mayores oportunidades para un trato más estrecho con los oficiales del gobierno y la tropa, y por ser puerto de mar tuvo mayor intercambio marítimo. Quizá por tal razón, el gobierno, con su punto de vista oficial y capitalino la favoreció en forma parecida a la que aún lo hace, creando cierto recelo natural entre ambas regiones. pues generalmente el visitante a San Germán había pasado antes por San Juan, en donde adquiría ciertos prejuicios naturales propios de los capitaleños. La primera impresión que ese visitante recibía era la de las colosales fortificaciones de la Ciudad Mu· rada. provocando su admiración por el gran tamaño. atrevido diseño, costo, pericia de los constructores y el motivo de su construcción en una isla, mientras otras vastas regiones continentales no tenían defensa como esa. La contestación, desde luego, es que Puerto Rico fue la llave y puerta de entrada de las Indias, mientras que el fuerte de San Marcos en San Agustín en el Estado de La Florida con La Habana. era la puerta de salida. Puerto Rico era el bastiÓn oriental. con las fortalezas de El Morro, San Cristóbal y San Gerónimo, y aquí España trazÓ la línea, al occidente de la cual no se permitía, por las fuerzas de las armas, influencia extranjera alguna. Era la primera línea de choque en un sistema defensivo de vital importancia para el Imperio Español, con sus fortificaciones centrales en Cartagena de Indias, Puerto Bello y Vera Cruz, pero la más importante era la de Puerto Rico. aunque la más ayudada fue La Habana. Ninguna de estas estratégicas plazas fuertes era autosuficiente, pero como eran esenciales al sistema defensivo, se les otorgaba un subsidio llamado "El Situado" que procedía mayormente de México. Era una ayuda económica para construir los fuertes, sostener la tropa, el gobierno y la iglesia, influyendo en tal forma que muchos oficiales del gobierno eran nombrados luego de haber servido en México. Una gTan cantidad de puertorriqueños fueron mi· litares veteranos desde el inicio mismo de nuestra historia. Desde aquí salieron fuerzas expedicionarias anfibias con su complemento de caballos y armas contra los feroces indios caribes, a las conquistas de La Florida, México y Perú, así como naturales eran los soldados que defendieron ésta isla contra las expediciones inglesas. francesas y holandesas. tomando parte destacada en la derrota del ejército de Napoleón Bonaparte en Santo Domingo y Haití en 1810 y peleando en las guerras de independencia en Sud América, Mé· xico y Cuba. Esa herencia quizá explique las exce· lentes actuaciones de nuestros soldados en las guerras mundiales primera y segunda así como en Corea, en donde nuestro famoso Regimiento 65 de Infantería fue encargado del rescate de la Infantería de Marina,
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que había sido empujada violentamente hacia atrás por las hordas chinas al sur del río Yalú cerca de la represa de Changjín. y no obstante el terrible frío, totalmente desconocido para ellos, fueron las últimas tropas de retaguanlia que fueron evacuadas por mar del puerto de Hugnam. Puerto Rico se defendió victoriosamente en 1797 del último ataque europeo en gran escala por los ingleses bajo el Almirante Abercromby. y como recomo pensa irl)nica se dej6 entonces la defensa de la isla a sus propias fuerzas entrado el siglo XIX, al suspen· derse el envío de los fondos del "Situado". Sin embargo, surgieron a cambio ciertas compensaciones, tales como el inicio de una economía basada en las reali· dades propias de Puerto Rico, la gestación del ideal constitucional y reanudando la prensa \Ina conciencia bibliográfica de conceptos literarios y científicos. SÚ· bitamente la isla fue sometida a un intenso e ilustrado estudio cfentífico de todos los ángulos, geografía. geología, biología. historia. economía, sociología. pedagogía. ciencias políticas, etc. Desde el cese del "Situado" Puerto Rico tuvo que vivir su propia vida sin ayuda externa, sino al contrario bajo una pesada carga con· tributiva, por lo que fue obligado a estudiar la posibilidad de crear nuevos mercados. Fue así como desde el año de 1810 las relaciones comerciales con los Estados Unidos de América se desarrollaron. pues allí estaba un rico mercado natural y una salida idealmen· te situada para nuestros productos, comenzando así una corriente paralela cultural hacia la América de habla inglesa. Este comercio floreció y fue tan importante que debido a los constantes ataques a la navegación por piratas y corsarios. el gobierno de los Estados Unidos envió una escuadra de 15 barcos de guerra bajo el Comodoro David Porter a aguas de Puerto Rico para proteger su comercio libre, ingresando Puerto Rico legalmente en el comercio mundial. El hombre que Puerto Rico encontró providen. cialmente para iniciar esta transformación económica fue el Teniente de Navío Don Ramón Power Giralt. electo el 16 de abril de 1810 como primer diputado por Puerto Rico a las Cortes Españolas y su primer vice-presidente por unanimidad. Este señalado honor al segundo cargo en importancia en el Congreso Nacional español fue un extraordinario reconocimiento de habilidad aparte de tamaño y riq~ezas, pues Power fue seleccionado entre los representantes de todas las inmensas regiones del vasto Imperio Español. Power era un militar veterano de la victoriosa campaña militar contra el ejército de Napoleón 1 en Santo Domingo. en donde tomó parte destacada en el bloqueo de la Ciudad de Santo Domingo con 6 buques de guerra, en los que también había transportado una fuerza expedicionaria de Puerto Rico en la que peleó
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heroicamente el alférez sangermeño. luego Coronel Don José Antonio Ponce de León. Como todo país alerta. viril y con un gran instinto de consen·ación. Puerto Rico tuvo la fortuna de en· contrar el hombre indicado para conjurar la crisis y mantener la economía sobre su país. Puede decirse que la historia de Puerto Rico puede dividirse entre su vida antes y después del "Situado". Antes, tenía llna economía agrícola de subsistencia ayudada con el subsidio del "Situado", mientras que después desarrolló una gran actividad generada por una especie de "Operación Manos a la Obra" de la antigüedad, basada en una economía modernizada y un comercio a base de productos de exportación. Entre otras gestiones. Power luchó para conseguir el nombramiento del economista más adecuado para implementar la reforma de la economía, Don Ale· jandro Ramírez, y logró la aprobación de muchas leyes básicas que ayudaron a efectuar esa difícil tarea. Obtuvo la derogación de una Orden Real que proveía el gobierno por decreto tal como en ciudades sitiadas, liberó la Intendencia de la Oficina del gobernador, abrió nuevos puertos y eliminó la subasta obligatoria de carnes. así como los altos impuestos de aduana sobre las harinas y otros alimentos: Entre ambos fomentaron la inmigración de colonos europeos para ayudar la industria. la agricultura y el comercio. substituyeron el papel moneda por la moneda de plata, desarrollaron las industrias azucarera y ganadera, ampliando la instrucción pública así como la imprenta. Sus actividades políticas se encaminaron a una reforma del gobierno insular que tenía en vigor restricciones, impuestos y contribuciones que ahogaban casi toda iniciativa, situación que provocó una situación de rebeldía en la Villa y toda la Isla. En este Cabildo de San Germán se proclamó. por vez primera en Hispano América, el derecho del criollo a la libertad y la independencia. Por medio de sus famosas Instrucciones, al diputado a Cortes Don Ramón Power, este cabildo exigió no sólo una reforma al "despótico, arbitrario y tiránico" gobierno sino que en el caso que España fuera sojuzgada por el ejército de Napoleón 1, esta Isla quedada "independiente y en libre arbitrio de elegir el mejor medio de la conservación y subsistencia de sus habitantes en paz y Religión Cristiana. Cuando se le entregaron las Instrucciones del Cabildo de San Germán, Power era Caballero Diputado de la Isla y Vocal de la Junta Suprema Central Gobernativa del Reino de España. Esta declaración de independencia fue proclamada aquí mismo en esta sala capitular el día 13 de noviembre de 1809, cinco meses antes de la proclamación de Caracas del 10 de abril de 1810. Como declaración de independencia fue la pionera en Hispano América y estaba revestida de gran importancia. pues a media·
dos del siglo XVIII, apesar de ser San Juan ]a Ciudad Capital y su puerto de mar el más importante de la Isla, la Villa de San Germán tenía una población más numerosa, y un desarrollo agrícola y ganadero mayor, lo que era en dicha época el índice de riqueza e im· portancia. Para remediar la situación de la falta de puertos cercanos a ]a Villa, se solicitó habilitar el puerto de Guánica con ]a fundación de un pueblo, y que too mando en cuenta su población de 23,997 habitantes más los 35,840 de su jurisdicción, se le concediera e] título de Ciudad con Corregimento o Alcaldía Mayor. El Cabildo solicitó también que como la educación de la juventud era tan útil al Estado, "será muy con· veniente se crease en esta Villa una Universidad en donde se proporcionase la enseñanza de primeras letras y estudios menores y mayores de las principales Ciencias y Artes, formándose los Estatutos para su establecimiento en junta del Vice·Patrono Real ... con cierto número de Literatos y dos diputados por este Cabildo, enviándose a ]a Suprema junta Central para su aprobación". Un capítulo muy importante de la Instrucción fue solicitar que fuera "libre ]a venta de víveres de los abastos públicos ... sin que a cuenta de las autorida· des se atraviesen con ningún pretexto para después expenderse con exhorbitantes lucros y perjuicio grave del pobre habitante y aun del mismo comercio". Entre los años de 1809 y 1810 los Cabildos crearon juntas, que eran los Comités Ejecutivos para llevar a cabo las funciones del gobierno a nombre del en· carce]ado Rey Fernando VII, llegando en su autoridad a destituir oficiales españoles, aún Capitanes Genera· les y Virreyes, lo que dá una idea de su importancia. El Cabildo Abierto era una asamblea general de ciudadanos prominentes convocado en emergencia como ésta y para imponer contribuciones, de las que se conservan minutas muy interesantes en los libros de actas de este municipio. Las Milicias Disciplinadas constituidas por voluntarios de infantería y caballería, eran en las emergencias los encargados de la defensa y del órden público, los que suplían sus propios uniformes, caballos y aro mas. Existía cierta opresión, pero los oficiales reales no eran los tiranos t~n frecuentemente descritos porque el gobierno estaba constituido adrede a base de zonas de autoridad con poderes conflictos entre Ca· bildos, Audiencias, Capitanías Generales, Virreinatos y Obispados. Este sistema de limitación de poderes evitaba los abusos de poder por ambiciones personales, siendo el Rey el árbitro final. La Iglesia era parte del estado con cargo del bienestar social, y servía como guardián de los oficiales civiles, aún poniéndose al frente de la ciudadanía contra los oficiales arbitrarios o dando asilo a los jefes de algún tumulto, dirigido
frecuentemente por sacerdotes. Cuando las actuaciones de algún oficial del gobierno ofendía a los ciu· dadanos, su llamada de ayuda desesperada a las Milicias no era atendida por éstas, forzándolo a capitular. En e] año de 1758 ocurrió uno de muchos tumultos típicos en San Germán cuando un oficial real quiso poner en vigor una ley de expropiación de terrenos. Como no quiso atender las protestas ciudadanas, el Procurador del Cabildo le propinó una soberana paJiza un domingo frente a ]a Iglesia antes de comenzar la misa, aunque ya el pueblo había apedreado su morada la noche anterior. El atacante se acogió al asilo de la Iglesia, de donde fue enviado con la apelación del Cabildo a la Audiencia de Santo Domingo, la que luego fue fallada favorablemente. Puede obser· varse que no todos los tumultos fueron movimientos separatistas, sino que la mayoría se debieron a la di· ficultad de establecer relaciones satisfactorias con los representantes de la Corona. Las leyes españolas no se habían observado con rigidez desde la Conquista, por lo que el llamado opresivo yugo español no era muy pesado y a me· diados del siglo XVIII, Carlos 111 había reformado el gobierno con medidas liberalizadoras del comercio que crearon bastante prosperidad. Sin t!mbargo el nue· vo sistema de Intendentes creado para centralizar el gobierno resultó al contrario en un mayor provincialismo. Al mismo tiempo la lealtad a la Corona recibió su mayor golpe al desterrarse a los jesuitas, sus más leales y fuertes defensores por la rivalidad e influen· cia de otras órdenes religiosas. Hasta el año de 1809 los hispanoamericanos no habían pensado seriamente en la independencia y sólo el accidente histórico de la invasión de la península ibérica por el ejército de Napoleón I desarrolló el sentimiento separatista. La guerra napoleónica había creado el concepto erróneo entre los criollos de que en realidad se estaba peleando contra los franceses y los españoles que los ayudaban, bajo la ciudadanía española concedida por la Constitución de 1812, pues el lazo común del lenguaje unía a todas las regiones hispanas fuertemente pero el resultado final fue hos· til a España. Como este acto conmemora las famosas Instrucciones dadas por el Cabildo de la Villa a su repre· sentante a las Cortes, las que por la Constitución de marzo 19 de 1812 declararon a Puerto Rico ser parte integrante y provincia de la nación con la ciudadania española, es oportuno dar aqui algunos detalles ignorados por nuestra historia sobre la destacada participación sangermeña en estas lides patrióticas. Desde antes de entregarse las Instrucciones a su representante Don Ramón Power por el Comisionado del Cabildo de San Germán, Don Francisco Antonio Ramírez de Arellano, se fraguaba una revuelta por 9
distinguidos sangermeños, algunos de los cuales eran miembros de este Cabildo. Entre ellos figuraban Alcaldes, Capitanes y Tenientes de las Milicias, un Sargento Mayor, el regidor decano, el cura párroco, el secretario del Cabildo, regidores, tenientes a guerra, y las principales familias de la Villa. El gobernador Don Salvador Meléndez y Bruna tenfa sospechas del movimiento y se habfa preparado solicitando tropas y funcionarios especiales pues el golpe se esperaba para las Navidades del 1811. Fue enterado oficialmente el 21 de enero de 1812, ordenando entonces una pesquisa que fue llevada a cabo por magistrados ya llegados de las Audiencias de Quito y Caracas, pues se sospechaba de los más altos funcionarios de la Isla, incluyendo el Delegado a Cortes Ramón Power, el Obispo Arizmendi su coadjutor Dr. Leoncio Santaella, el fiscal José Ignacio Valdejulli novio de la sangermeña Señorita Mariana Quiñones Nazario, y otros puertorriqueños prominentes. Don Ramón Power procedió a su vez a impugnar al gobernador Brigadier Meléndez y Bruna, pidiendo la suspensión de su mando, lo que fue denegado por el Consejo de Estado. Los cabecillas principales fueron arrestados por sorpresa y conducidos a San Juan para su interrogatorio, luego de la llegada de tropas de España el 23 de diciembre de 1811, las que habían sido pedidas urgentemente por el gobernador. Estos cabecillas fueron el Sargento Mayor de Milicias Urbanas retirado Don Felipe Nazario de Figueroa y el recaudador de impuestos José Vicente González, que por deberle al erario público una cantidad considerable de dinero se jactaba que "pensaba pagarlo con una revolución". Don Felipe Nazario habfa sido Sargento Mayor y se le acusó de aconsejar "ta que aguardan? lo que tienen amuélense ahora". La pesquisa vino a terminarse el 28 de mayo de 1814, acordándose que por su gravedad se suspendiese hasta consultar con el Consejo de Indias. El fiscal del proceso fue Don José Joaqufn Maroto, de la Audiencia de Quito, asistido por el oidor de la Real Audiencia de Caracas Don Pedro Benito y Vidal y Don José Costa y Gali, fiscal de la misma. De las declaraciones tomadas aparece que el Ayuntamiento de San Germán tenía correspondencia con México, Caracas y Santa Fé de Bogotá. Usando el lenguaje del proceso, "los principales corifeos" de esta conspiración fueron el Alcalde de la Villa y Mayordomo de la Iglesia Don Francisco Antonio Ramírez de Arellano y su primo Lcdo. Don José M" de Quiñones; Dr. Don Felipe de Quiñones, Alférez Real; Don Mauricio de Quiñones, Capitán de Urbanos; Don Ramón Ramfrez de Arellano, teniente de Milicias y Alguacil Mayor; Don Felipe Nazario de Figueroa, Sargento Mayor retirado; Dr. Don Nicolás de Quiñones Ramfrez, Mayordomo del Hospital de la Concep-
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ción; Don Pedro de Silva, Capitán de Milicias; Don Fernando Rivera; Don José Belvis; el Capitán Don Faustino del Toro; Don Domingo Barrios, regidor; Teniente Don Domingo Ramfrez del Postigo, Don José Ursina, regidor decano; Don Juan Antonio Yrizarri; el presbítero Don Buenaventura Barrientos; el notario Don José Dolores Acosta; Teniente a Guerra José Ortiz de Peña; el Alcalde Bernardo Pabón Dávila; el escribano del Cabildo Don Juan Eloy Tirado; José Vicente González, "cabeza de los mulatos y deudor a los fondos públicos"; Don Vicente Ramfrez de Arellano, Sargento Primero de Milicias; Tomás Cardoso, desterrado de Venezuela asf como Carlos Plumer, y las familias Quiñones, Ramírez de Arellano, Nazario de Figueroa y otras relacionadas. Las Juntas se hadan en el sitio de Guánica cada quince dfas, en donde tenía su residencia Francisco Antonio Ramfrez y aunque no poseía bienes aIlf, con el pretexto de recoger ganado, pero con el fin primordial de mantener comunicaciones con los rebeldes de Caracas. Era aparente "el desafecto que se notaba entre estas familias de la Villa hacia el gobernador y los españoles peninsulares, la desaprobación de sus providencias y la ambición que tenían a la autoridad". Su oposición a todo lo que fuera pago de derechos, contribuciones o donativos al gobierno ,era bien conocida, y se les acuSÓ de que habfan dicho repetidas veces que "hada más de 300 años que los americanos gemían bajo el yugo de los españoles; hasta cuando vamos a esperar para sacudirlo". También se formuló la acusación de haber dicho que "el objeto de la independencia estaba contenido en uno de los capítulos de la Instrucción que (orjaron en aquella Villa para entregar a Don Ramón Power. diputado a Cortes", y que ellos eran protegidos en la Capital por el Previsor Dr. José Gutierrez del Arroyo, provisor del Obispado y delegado por San Germán a la Junta Gu· bernativa por el propio Obispo Don Juan Alejo de Arizmendi, el (iscal Juan Ignacio Valdejulli y el coadjutor del Obispado Dr. Leoncio Santaella. Se declaró que únicamente la llegada de 400 tropas españolas por Aguadilla el 23 de diciembre de 1811 había logrado suspender la sublevación que se trama· ba, pero que "se mantenfa en los ánimos de los conspiradores esperando el momento propicio y se mano tenía correspondencia con el diputado a Cortes, aparte de 105 oficios que recibían del Ayuntamiento de la Capital". De la sumaria formada en la Villa de San Germán de orden del gobernador Meléndez y Bruna resultó que efectivamente se trataba de una revolución proyectada en (arma, pues los testigos de cargo así lo habían declarado con detalles de las reuniones y las expresiones de los conspiradores. El alcalde Don Ber·
nardo Pabón Dávila fue acusado de decir que "el como cabeza de la revolución era bastante para 70 hombres. .. que quisiera tener una vara de justicia pues los españoles estaban llenos de miedo por ver cuatro bayonetas, que tenía las manos duras y que España estaba perdida a los franceses". El Sargento retirado Don Felipe Nazario fue acusado de expresar que cuando triunfara la revolución tendrían un procurador que supiera representar la gente, y que "éste gobierno no nos debe gobernar, ni nosotros obedecer". El joven José Hilario Belvis, hijo del acaudalado pe· ninsular natural de Galicia Don Mateo Belvis, dijo que estaba tan resuelto que "deseaba llegase el día de la revolución para quitar la cabeza, el primero a su padre", si se oponía. Este adolescente fue acusado que se estaba organizando una compañía de jóvenes "todos de valor, los que debemos estar prontos para cuando se nos avise", entre ellos un hijo del Capitán de Urbanos y Alférez Real Don Clemente Antonio Ponce de León, llamado Leonardo, José Antonio Ri· vera de Cabo Rojo y José María Rodríguez de Gua· yanilla, pero al ser confrontado con dicha acusación alegó que la compañía armada era con el fin de de· fender sus haciendas y la "Junta de Corte" de 22 de enero de 1809 si había revolución. Sin embargo, el teniente de milicias Don Francisco de Castro declaró que en ocasión de celebrarse un baile en la residencia de Don Juan Francisco Nazario de Figueroa se suscitó una disputa entre el granadero Mariano Baez y José Hilario Belvis, jactándose Baez que no había quien hiciera frente a sus bravos granaderos y contestando Belvis: "yo tengo una compañía de lampiños para hacer correr a todos los granaderos patilludos"" . haciendo al mismo tiempo el gesto de sacar un puñal, siendo separados. Belvis declaró que el cuchillo que sacó fue para trinchar un lechón asado y que su con· testación sobre el poco valor de los granaderos lo había dicho en broma. En defensa de su hijo Don Mateo Belvis, gallego, regidor más antiguo de San Germán, declaró que él no sabía nada de la revolución pues vivía "retirado en su ingenio que estaba a dos leguas de aquí" (la Villa de San Germán) y que su opinión era que todo consistía de habladurías sin base, aunque no negó que había ofrecido su casa para la Junta de los Cabildos, para uniformar las relaciones de los Cabildos y redactar las Instrucciones al Delegado a Cortes, El Secretario del Cabildo Juan Eloy Tirado de· claró que "las noticias que llegaban de España eran mentiras para engañar a los naturales; que Europa toda estaba en poder de los franceses y que solo estaban libres Santo Domingo, Puerto Rico, Cuba y Cá· diz y que las tropas españolas que habian llegado por Aguadilla serían otros tantos traidores como los de España que se habían rendido a los franceses; ... "que
si el Rey Fernando volvía al trono sería como un Rey de Bastos", un monigote puesto por Napoleón. Las tropas que desembarcaron por Aguadilla eran 4,000 en número, habían llegado acompañadas de sus fami. lias muchos de ellos, lo que indicaba que eran refugiados de España por motivo de la invasión francesa, según informes que dio el Notario Don José Dolores Acosta, Conectábase que el Notario Acosta había ido tres veces a la capital en un año con el pretexto de ver las órdenes como sacerdote de su hijo, a pesar de ser un hombre que no podía acarrear esos gastos, por lo que se presumía que esos viajes eran costeados por familias de medios de San Germán como los Quiñones "de quienes era compadre, muy amigo y aliado íntimo", El contacto con la capital se mantenía a través de Don Buenaventura Quiñones quien residía allá, y un testigo declaró que "la revolución era movida por una mano poderosa, con el Señor Obispo y su provisor" pues hasta "los curas de San Germán son partidarios de los facciosos y que el Obispo tuvo in· tervención en la formación de las Instrucciones de Cortes". Los informes que corrían eran sobre tropas de diversas nacionalidades y que "venían huyendo por no defender a España como han hecho muchos trai· dores", Hasta el Sacristán de la Iglesia fue acusado de aconsejar que se debía hacer lo que ordenaba el Lcdo. Don José María Quiñones, o sea, "que no debía ad· mitirse nada de España. quedando independientes", que eran los consejos de ese futuro delegado a Cortes. Lo interesante es que muchos oficiales de las mi· licias estaban de parte de la revolución como un mo· vimiento nacional, 10 que demuestra que en toda Hispano América se creía que en realidad se iba a pelear contra el dominio de los franceses. El Capitán Don Pedro de Silva fue acusado de decir públicamen· te que "toda España estaba perdida y 10 que únicamente quedaba resistiendo era la plaza de Cádiz, por lo que en Puerto Rico, dentro de muy breve tiempo, seremos independiente de España". Nada menos que el Comandante del Cuartel de la Villa, Don Faustino del Toro, le contestó al Te· niente a Guerra al pedirle éste un donativo de sus tropas para el gobierno, que "ya estaba cansado de dar donativos y que sabía que los iban a poner a media paga; pero que en la Capital no faltaba sujeto que llevase cuentos al Señor Gobernador; que algún día se pondría remedio y puede que fuera el buen bastón, .. pues este gobernador nos está sacrificando a todos", El colector de los diezmos y las alcabalas José Vicente González fue acusado de decirle al teniente
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a guerra "amigos, yo no pago nada porque aquí dentro de muy poco tiempo vamos a ser independientes", y el comentar sobre los escasos recursos de los insurgentes dijo que "la prisión de Hidalgo en México es Una pura mentira pues había leído noticias en contrario llegadas desde Santa Fé de Bogotá". Don Francisco Antonio Ramírez, subdelegado de Marina y ex-alcalde dijo: "muchachos prevengan sus armas que esta gobernación nos quiere vender", obviamente a los invasores franceses. Un joven del barrio Macan! de Yauco llamado Juan Figueroa fue acusado de decir: "ya tengo ganas de dar tajos a los cachacos; los degollaremos a todos". También fue acusado el alcalde Manuel del Toro de haber dicho: "Nuestro Rey no sabemos donde está; y en apareciendo, lo reconoceremos, o no lo reconoceremos". Don José Monserrate Jusino, Regidor Llano de la Villa fue acusado de decir públicamente que "tenía ganas de ver sangre". Al ser citado Don Francisco Antonio Ramírez de Arellano contestó que "no concurriría sino al llamamiento de un gobernador que sea hechura de sus manos; que ya tiene un obispo criollo y por consiguiente debe serlo también el gobernador y las demás autoridades". Don José Ursina fue acusado de tener grandes ideas de gobierno y reforma, manifestando ser "acérrimo enemigo de todo europeo, de quien se persuade ser del complot". En cuanto a la participación de la Capital, se presumía como faccioso al Dr. José Gutierrez del Arroyo, provisor del Obispo Arizmendi, también sospechoso, a quien fueron mostradas para su aprobación las Instrucciones del Cabildo de San Germán como su delegado, antes de ser entregadas al Gobernador. El Dr. Leoncio Santaella, íntimo de Don José de Quiñones y el fiscal Don José Ignacio Valdejulli, quien sostenía relaciones amorosas con Doña Mariana de Quiñones, hermana de Don José Maria, eran de los sospechosos. Se acusó al Dr. Santaella que "cuando entró de asesor interino de Gobierno por enfermedad del propietario dió la provincia inmediata de pedir los autos que se seguían contra el teniente a guerra de San Germán, con el designio de que fuese depuesto y colocar a uno de su facción para llevar adelante de mejor modo y más a la conformidad de sus ideas el proyecto. Que de la misma manera infiere que pueden contar con Don Ventura Quiñones hermano de Don ]osé que reside en la Capital y se decía que el provisor y el Señor Obispo eran los principales de esta materia". Las expresiones usadas por los sangermeños eran muy pintorescas y asombran por su franqueza y valor en esa época de represiones tan violentas. Nada menos que el Notario de la Curia Eclesiástica, Don José Dolores Acosta, manifestó "que era menester arrojar
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los cachacos de la Ysla", en ocasión que regresó a San Germán luego de ordenar como sacerdote a un hij6 suyo, lo que según los acusantes demostraba que toda la proyectada revolución "trae su especial orígen de la Yglesia" y "el origen de todo proviene del Señor Obispo y su provisor". Se le atribuyó a Don Mauricio Quiñones expresar en las ]untas que aunque muchos opinaban que el primer golpe "sería ocupar la CapitaL .. por el método de hacer la guerra más moderno, a el le pareda que era mucho mejor y más fácil posesionarse de los campos, pueblos y haciendas por cuyo medio podría ser aquella plaza rendida". El plan era poner al frente de la revuelta al teniente Don Domingo Postigo, contando con la ayuda del Capitán Don Pedro de Silva que estaba destacado en el cuartel. Allí tenían 120 fusiles con unos 1700 cartuchos y contaban con alguna artillería oculta en Guánica traída de Caracas. Tramaban un golpe por sorpresa, un alboroto o tumulto popular levantado a un tiempo en todos los pueblos de la jurisdicción "con el designio de que amotinando aquel país tuviese que acudir la tropa de la Capital a sosegarlo y aprovecharse entonces de la situación para levantarla también". Por espacio de un mes estuvieron apedreando de noche las casas de los españoles para provocar un tumulto al salir éstos a la calle, y cuando se leyó a son de caja una Real Orden coartando las facultades del gobernador, Don Ramón Ramírez Regidor Alguacil Mayor salió por las calles proclamando que ahora mandaban "los Cabildos y no el gobernador" y Fran· cisco Antonio Ramírez decía que "aqueIlo no era insurrección sino defensa de los derechos". El granadero miliciano llamado Mariano Baez, quien había tenido una disputa con José Belvis dijo, "que no hay español que no le hieda a muerte". Se hablaba de que los crionos recibían auxilio de Caracas y que el Oficial de Ingenieros Don Bonifacio Barrientos había desembarcado por Guánica para esta· blecer contacto con los revolucionarios. Se presumía que los facciosos "podían contar con las milicias por estar comprendidas en las personas sospechosas algunos oficiales de enos y algunos milicianos". Los alcaldes de Arecibo, Coamo y Aguada habían sido citados a una reunión conjunta por los cabildantes de San Germán en el otoño de 1809, pero sólo concurrió el alcalde de Coamo, y entonces el Cabildo de San Germán celebró una reunión por separado para proclamar la independencia, enviando primero las Instrucciones al Dr. José Gutierrez del Arroyo, Provisor del Obispado, para su información: La Junta de Cabildos se convocó para la residencia de Don Mateo Belvis "en el sitio de Hormigueros" porque estaba en un sitio intermedio, según petición de los cabildos más distantes, pero los alcaldes llegaron a
San Cennán en fechas distintas, hospedándose en la casa de Don Francisco Antonio Ramírez. No llegaron a ningún acuerdo, por lo que el Cabildo de San Germán preparó sus Instrucciones por separado y las entregó al Dr. Don Nicolás de Quiñones apodado "El Príncipe" por su influencia, para su entrega en la Capital. Se comentaba en la Capital que eran muy frecuentes "los dichos, pasajes, expresiones, cantinelas y otros síntomas indudables de la revolución o por mejor decir del espíritu y designio de conspirar contra el gobierno y todos los europeos. Declaró uno de los acusantes residentes en San Germán que hacía "más de un mes que andan los españoles mudando de habitaciones, procurando resguardarse, estar sobre aviso y buscar un lugar seguro para libertarse del golpe que les amenaza, aunque sea perdiendo sus bienes y po· sesiones". El fiscal Maroto encontró la tensa situación tan grave y los facciosos tan numerosos y prominentes que aconsejó que "por ser muchos los reos presuntos que estan complicados y muchas las personas de notable calidad. .. se haría demasiado voluminoso el proce· so. .. y habría que proceder a la prisión de los reos y el embargo de sus bienes. .. Se seguida en el presente caso un cúmulo de quejas y la complicación de varios sujetos de alto carácter ... se daría lugar a encender el odio de las familias, la ojeriza de tantos como se ven cumpliendo y sin atraerse provecho algu. no. Se puede asegurar que la mayor parte de los habitantes de esta ysla se pondrán en una combustión contenciosa, y lejos de poderse proveer en justicia sería un manantial de daños irreparables el seguimiento de este proceso y un caos de confusión. Paréceme violento dar un paso más adelante en el proceso". Recomendó además el Fiscal Maroto "estirpar la semilla de la discordia, desvaneciendo la prepotencia de algunos de la Villa de San Germán y aniquilando los motivos que han dado márgen a que se puedan contraer hábitos revolucionarios. .. sería muy conveniente que en este estado se sobreseyera en esta causa y se tomase en ella un temperamento poUtico que consistiría en tomar una medida sobre los remates de diezmos y alcabalas que han sido con mucha y muy considerable parte el orígen de los fermentos que se han notado en dicha Villa y han atraído pleitos, disgustos y desavenencias". Recomendó la reforma del Ayuntamiento "con la exclusión que previenen las leyes, de los parientes en grados inmediatos, que hacen perpetuar la autoridad dentro de una- familia o de los que están entrelazados", o sea condenó el nepotismo y su secuela el continuis· mo, que tienden a entronizarse aún en nuestros días si no se combaten a tiempo. Los magistrados de la Real Audiencia de Caracas, Don Pedro Benito Vidal y Don José Costa y Gali,
se opusieron sin embargo al sobreseimiento de la causa tenazmente por ser ésta "de una naturaleza tan privilegiada que ninguna legislación del mundo por liberales que hayan sido los principios ... considera ningún delito más grave ... que el que conspira a destruir el vínculo que une los ciudadanos al estado". Su declarado propósito era "averiguar si ha existido el proyecto de separar esta Isla de la Monarquía Española. .. a los españoles europeos de los españoles americanos o purificarlos en el crisol de un juicio". Recomendaron que "no nos parece que obra ... la consideración del número y calidad de las personas comprendidas ... que obligue a echar un velo sobre las ocurrencias de que se trata. Creemos que nada es más perjudicial a un estado que dejar impunes los delitos, sobre todo los que comprometen su existen· cia. .. dado el primer paso, no es posible cejar sin comprometer su autoridad. Si el saber y la fuerza son los que dan el tono a la autoridad, la prudencia es la que las sazona y modifica según los tiempos y las circunstancias". Al final determinaron que el mejor modo de conciliar los ánimos y de desterrar los partidos y divisiones era acudir a la raíz del mal, la recaudación de impuestos en la forma menos gravosa a los contribu· yentes sin perjuicio grave a los intereses del erario nacional, tal como modernamente toma la iniciativa el gobierno de los Estados Unidos de rebajar las agobiantes contribuciones que amenazan crear una depresión económica. La estrategia del fiscal Maroto era calmar los áni· mas impidiendo el estrecho contacto de los patriotas con Caracas, según se desprende de varias cartas interceptadas del venezolano Don Miguel José Sanz, en las que deseaba la presencia del gobernador Meléndez para "cortarle las orejas" y que "debía ser arrastrado por las calles". Decía que los peninsulares eran "todos unos bribones conspirados contra hombres de bien para arruinar la NaciÓn y envolver la América en sus ruinas. Ellos quieren que nosotros corramos su infe· liz suerte y que seamos también franceses... pero probablemente toda la América se desprenderá para siempre de la Europa. .. y de cuantos bribones han venido desde que el Rey fue preso en Francia". Es de notar que aparte de otros agravios acumu· lados, la chispa de la conflagración la encendieron los altos impuestos y contribuciones que esquilmaban a los contribuyentes. como ha sido el caso típico en casi todas las revueltas populares o separatistas, aún en países tan adelantados como Francia. Inglaterra y Estados Unidos. La motivación final ha sido la libertad política, pero la provocación ha sido el pro· blema social de la privación y otros males a la ciudadanía que la extrema pobreza hada intolerables, aunque los medios usualmente empleados del terrorismo
de las turbas han derrotado el fin perseguido de la libertad, con una resultante mayor represión como durante la revolución francesa y la rusa. Ciertas leyes arbitrarias pueden tolerarse por algún tiempo, pero cuando estas proceden a deteriorar las condiciones de vida y éstas se tornan muy difíciles, incosteables o grao vosas debido al impacto contributivo, al punto que producen sacrificios físicos, se dispara el arma de la sublevación. Es sólo así como puede explicarse que españoles peninsulares como el regidor Don Mateo Belvis estuvieran complicados en la revuelta junto a los criollos, pues el lazo común del lenguaje y el de la ciudadanía los unía de manera muy estrecha. Esta insurrección fue abortada con las reformas recomendadas y puestas en práctica con rapidez por el gobierno, y gracias a la noble actitud patriótica, la gran influencia y el tesón de muchos ciudadanos de San Germán que fueron sus iniciadores y jefes, aunque su imprudencia los delató. La recompensa a esta iniciativa revolucionaria no se hizo esperar, siendo electo el 21 de febrero de 1813, como Diputado para las Cortes de 1813 al 1814, el Lcdo. Don ]osé María Quiñones y Nazario de Figueroa de San Germán, uno de los patriotas conjurados, 'Y ex·oidor de la Real Audiencia de Caracas, en pugna con el Presbitero Dr. Don Miguel de Andino de la Capital. Aunque fue electo desde antes, llegó a tomar posesión en las Cortes luego de la muerte de Power, acaecida el 10 de junio de 1813, presentando sus creo denciales en Cádiz el día 5 de noviembre de 1813. En las Cortes del año 1814, ya trasladadas de Cádiz a Madrid, tomó asiento el 25 de febrero de dicho año, figurando en la vital Comisión de Ultramar y el Tri· bunal de Cortes, su cuerpo consultor legislativo, hasta la abolición de la Constitución y la disolución del Congreso Nacional el II de mayo de 1814. Por los motivos apuntados, es así como podemos asegurar que el primer intento serio independentista de Puerto Rico no fue el Grito de Lares sino la subversión sangermeña del año de t811. Fue una conjura revolucionaria mediante reuniones secretas de patriotas en contacto con los de Simón Bolivar en Caracas, con planes detallados para asesinar el Gobernador y expulsar a los españoles y los enemigos franceses de la isla. Por las calles de la Villa se comentaban los sucesos de Caracas, Santa Fé de Bogotá y México, expresándose abiertamente los sangermeños en contra del gobierno e incitando a la revolución y al extermi· nio de los realistas. Los contactos con Caracas databan desde los tiem· pos del quinto abuelo del Libertador Don Simón de Bolivar, quien fue vecino de la Villa de San Germán y procurador de su Cabildo por los años alrededor del 1570. Dichas relaciones se habían estrechado por haber sido el Lcdo. Don ]osé María Quiñones y Na· 14
zario de Figueroa Oidor de dicha Audiencia Real, la más importante entonces del continente sudamericano, a quien le cupo también la gloria de ser autor de la primera constitución autonómica de Puerto Rico, pre· cursara de la del Estado Libre Asociado, idea autonómica que persiste desde su primera formulación por él como tendencia adoptada por el liberalismo puer· torriqueño. Así como la Instrucción del año 1809 fue la declaración pionera de independencia en Hispano-Amé. rica, Puerto Rico dejó a la zaga tanto a España como a Cuba al dar la batalla por implementar el ideal de abolir la esclavitud. que se originó aquí en San Germán en las mentes de Don Francisco Mariano Quiñones, el Dr. Ramón Emeterio Betances y el Lcdo. Segundo Ruiz Belvis. Con las reformas logradas desde 1809 en adelante. ingresó Puerto Rico y forma parte legalmente del comercio mundial, dándose fin al contrabando semioficial al que había sido forzada la isla a mantener con instinto salvador de supervivencia. Hemos tratado de demostrar a grandes rasgos que la supuesta sumisión o mansedumbre del puertorri. queño, que se ha estado comentando recientemente como un descubrimiento sociológico de nuevo cuño es apócrifa, pues se trata de descendientes de aquéllos que fueron rebeldes habituales y compulsivos según determinaron las estrictas autoridades españolas con su experiencia nada tolerante de siglos. La impresión errónea en tal sentido que han creído captar algunos sociólogos ha sido causada por cierta falta de instrucción sobre sus derechos, el insularismo o el desconocimiento de otro idioma distinto a su vernáculo que ha impedido la comunicación abierta con los espécimenes que han tenido ante su vista para estudio. Su meta inicial no fue libertarse de la tiranía, sino de la miseria, de la que sólo encontraban salida a través de reformas económicas que supieron imponer con sus rebeldías. No está demás citar en ese sentido una reciente declaración del eminente jurista norteamericano Thurgood Marshall: "La historia de la ley en todas partes del mundo demuestra que la protección de los derechos personales y de la libertad han sido prece· didos por la protección de los derechos de la propiedad". Es de felicitar al Instituto de Cultura Puertorri· queña al rendirle homenaje al antiguo Cabildo de la Villa de San Germán, y a sus representantes al cum· plirse el sesquicentenario de su decisivo triunfo sobre el gobierno del Brigadier Salvador Meléndez y Bruna, tanto por medio de sus osadas Instrucciones a su delegado Don Ramón Power Giralt como por la elección de su ilustre hijo. el Diputado a Cortes Don José María Quiñones y Nazario de Figueroa hace exacta· mente 150 años.
Estampa Barcelonesa de José de Diego Por JORGE CAMPos
EL SIGLO XIX SE ACERCA A SU FIN. POCOS PIENSAN "EN la realidad de que España pierda sus "perlas" antillanas dentro de pocos años. Se mueven, todavía en la prensa, por los pasillos de las universidades jóvenes que proceden de aquellas lejanas posesiones de donde llegan a la Península ricos vegueros, "frutos coloniales" y hasta algún negrito como criado de una exgobemadora o una rica indiana. Ellos sí hablan de "autonomía", de "Independencia", pero sus ideas se diluyen o se aplazan ante cuestiones más inmediatas. Sería tan interesante como curioso conocer el peno samiento de aquellos estudiantes con sus afectos divididos entre la admiración y el peso de la cultura que les ofrecía la metrópoli y las ideas emancipadoras recogidas en su Isla y a las que les empujaba también la natural rebeldía de la adolescencia. José de Diego era uno de ellos. Puertorriqueño, de Aguadilla, había venido, casi niño, de su isla. Es· tudiaba en la Universidad de Barcelona, donde se codeaba con otros compatriotas. No debió de ser muy buen estudiante. Le atraía ]a vida del periodismo, antesala entonces de la gloria literaria, de la política y hasta de los éxitos amorosos. Tiraban de él la bohemia desde los cafés y los paseos noctumos, y e] mundanismo de los salones. Una fotografía de la época nos le muestra aún lampiño. con un bozo que es de suponer contemplaba a diario con la ilusoria voluntad de que se convirtiera en poblado bigote. El atuendo de aquellos días es casi actual aunque perduran en él restos de la veste romántica: ]a corbata ap]astronada. Igua] ocurre con el cabello, no muy largo, echado hacia adelante y enru]ado, ca· mo en un atrofiado recuerdo de las cocas isabelinas. El joven puertorriqueño estrechó amistad con un español, apenas algún año mayor que él, a quien llegó a considerar como un hermano. Juntos pasea· ron las Ramblas, contemplaron a las muchachas, pre· pararon algunos programas de ]a carrera de leyes.
También, juntos, se atrevieron a lanzar una revista La Universidad. Los dos habían comenzado ]a carrera de las letras con precocidad y habían visto sus firmas impresas casi desde la niñez. Los dos sentían que ]a poesía al uso adolecía de pesadez, de vacuidad, de poco lirismo. En Campoamor encontraban un aliento poético que les impedía ver el lastre que confundía sus poemas dentro de] tono general de ]a época. No encontraban el instrumento que abriera brecha en la aparente solidéz de ]a estructura de ]a poesía hispana (El ariete se estaba forjando en América. Rubén Darío sería su artífice). Derivaron hacia lo festivo, lo superficial,
El Autor, en la época de "Jovillos"
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para, burla burlando, y encubriendo el atrevimiento con la modestia, ir rompiendo ritmos y quitando ampulosidad a los versos. También las ideas, un poco atrevidas e irreverentes con muchas cosas establecidas podían ir pasando así más facilmente. Bromean los dos amigos. Y lo hacen epistolarmente. En epístolas que van a pasar al plomo de los tipos de imprenta. No les duele airear su intimidad -otro rezago romántico-. En ellas sale a luz su frivolidad juvenil, sus fáciles amorfos. Escribe De Diego a Catarineu, aludiendo a una musa que alegrará sus días (y no nos asustemos. Acordémonos de las Corinas y Aspasias de Juan Valera y Menéndez Pelayo)
Rosa pasó algún tiempo en Barcelona,' sé que estuvo después de ama de cria con un teniente cura de Gerona. Las respuestas de su amigo tienen la virtud de darnos una estampa del poeta, coincidente con la fotografía que acompañara a su primer libro
Hace poco, al llegar a Barcelona. Cilla. el incomparable dibujante. me ha dado una noticia que en ti abona un cambio de costumbres espantoso. poco menos que un cambio de persona. Que te has vuelto elegante y cuidadoso . ..
Sé que ella al verme. corre y se asusta. porque me envia de mala gana y a pesar de eso. cuanto me gusta la Catalina. la clltalana. Es. con su traje. de azul morado y sus chiquitos labios de fresas. la mds salada del Principado, la mds bonita barcelonesa. Mas no todo es frivolidad ni ligereza. El poeta, en medio de burlas y jugueteos con la rima, deja es· capar acentos hondos que revelan que no todo es regocijo: Cual pdjaro vagabundo. nace el arte en cualquier rama; todo tiene en este mundo su lado épico y profundo y su lado de epigrama. tI mismo lo ha dicho. Entre aquellos versos se puede buscar "una tristeza inefable que ha estado siempre en mi corazón". El poeta de aquellos ]ovillos a los que la historia literaria no presta gran atención es el mismo poeta de Cantos de pitirre. tan agudamente penetrantes de la vida de su pueblo como para poderlos expresar poéticamente.
Ya sé que no te apeas la "chistera:' que vas muy estirado de levita y tienes un bigote de primera. mas, tu informalidad. lquién te la quita7 Tu Rosa. que reincide en sus locuras. ya no tiene ni al cura de Gerona ... (¡Hoy no se caen de primos ni los curas!) ]ovillos. subtitulado Coplas de estudiante. es el libro que recogiera estas cartas y en general toda aquella primaveral obra suya. Lírica y humor -lo festivo, tan propio de aquel tiempo- se entremezclan. Poemas de poca trascendencia ... ¡Un momentol Rubén Daría "ha dicho la singularidad de que en aquellos versos joviales, de alegre musa y vario ritmo apuntaban los primeros resplandores d.e la nueva lírica." ¿Qué quería decir con ello? Concha Meléndez lo perfila preceptivamente: "el decasílabo que sirvió a Daría para esculpir los centauros de Palimpsesto había servido ya a De Diego para celebrar la graciosa hurañez de Catalina". Y en otro poema a una Chata estaba ya "el dodecasílabo del rubeniano elogio de la seguidilla". Sin entrar en estudios estilísticos, 10 que también se advierte a la simple lectura es su parentesco con Marú: 16
JOSÉ Di
O
Ángulo de la Esperanza Por
Todos sabían que mi anhelo me daba una piel clara, unos ojos diáfanos como el agua y la luz tan de tu mundo. Todos se apoyaban en mí - columna de un gran sueño. y tomaban mi vida como una soledad de raíces y cálices. Todos querían cruzar el mundo para ir a ti, pero les faltaba una gracia: el ansia de tenerte. y caredan de tu pensamiento. Yo he cruzado el mundo para llegar a ti, para ser tu habitante. Yo he cruzado el mundo para participar de tu iluminación. Tú, la esperanza. Yo he pagado el precio de tenerte. Yo pago todavía el precio de tenerte. ¿Y cómo lo pago? ¿Cómo? Si soporté la espina en la flor, fue por la flor. Y logré la ternura: roda del llanto. El llanto en mí - llanto mío-, fue mirada tan profunda, que tú te conmoviste. ¡Ay, ceniza de memorias, ceniza fulgurante, verbo alanceado, túnica de la palabral ¿Qué anillo damante tuve? Amor multiplicado
EVARISTO RIBERA CHEVREMONT
en el instante en que, si vino la embriaguez - deleite sumo -, no faltó el éxtasis - ruta mística para ir a ti. Déjame detenerme y mover el rostro en ritmo de agua y luz. Déjame volcarme y rozar la epidermis de la que fue mi estrella y fue mi rosa. ¡Oh, tu frentel Tu frente - frente y nimbo. Tu frente - blanco de mi existir. ¿No fue en ella - estrella y TOsa en levedad de enlace? ¿No fue en ella - síntesis de lo tuyo? ¿No fue en ella que lo finito se tornÓ infinito? Iris se arquearon sobre mí. Albas me circundaron. ¿Qué atesoré en mi ascensión a ti? Dejé la cáscara y conservé la pulpa - carne y sangre chorreadas de espíritu en su fiebre -, para que bocas vivas cayeran sobre ti. y el sacrificio - rendimiento de lo mío a lo tuyo -
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originó la tuerza: el canto. Yo soy nada que se vuelve todo en ti. En ti. que eres todo. Todo: terrón y espiga. Yo he cruzado el mundo para estar en ti. Yo he cubierto el mundo de huellas. Yo he arrojado en cada huella el polvo que es mi compañia. Y en cada huella el polvo ha aullado la pérdida de la sombra. Porque en la muerte están juntos el polvo y la sombra. Pero el agua y la luz - plenitudes tuyas se han desnudado en lo que dirijo a ti. Yo he cruzado el mundo para estar en el agua y la luz que tú eres. Agua y luz en ti. Agua y luz se mezclan con la sangre y el llanto. Porque hay sangre y llanto en los caminos del mundo. Huellas de sangre y llanto. Huellas que son lavadas por el agua y la luz. a y uz tuyas. o agarro a ti. o me agarro a tu amor. Porque tu amor, por ser tuyo, nunca es muerte y siempre es vida. Vida en agua y luz, que son tus modos. Agua y luz deciden la unidad. Tú. Tú, la vida del mundo. Porque, fuera de ti, no hay más que muerte. Y la muerte no es afirmación, sino negación.
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Sufriendo y sangrando, concluyo en ti. Sufrir y sangrar es poseerte. Sufriendo y sangrando. como tú - humildad y elevación -, se toma la brida y se calza la espuela para domar el potro y transponer el lfmite. Por amarte. amé a todos. Amé en todos lo que en ti deseaba. Y, amándote en todos, amé el chispazo que tu divinidad trasmite a todos.
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Lo
mat~rial
dóbla su tallo en mI.
y llamas y presencias, adentrándose en mí, me dan ojos para ver lo que no vi. Hay un mensaje. ¿Qué lo constituye? Es el pensamiento que no es pensamiento. Es la palabra que no es la palabra. Es la .verdad que no es la verdad. Es la beUeza que no es la belleza. Es el canto que no es el canto. Es el canto que no quiere ser canto,
porque no hay oídos para oírle. ¿Qué he de decirte yo a ti? Todo está en ti. Nada hay fuera de ti. y sólo tú amas a quien te ama. Amándote a ti, que eres el amor, es amado el amante. Yo he cruzado el mundo para estar en ti. Yo he cruzado el mundo para tenerte en mis manos. Porque mis manos están llenas de ti. Porque mis manos están llenas de ti, mis manos no son para herir, ni para separar. Mis manos son para señalar y unir. Yo estoy en 10 que das. Y, si el agua y la luz tu paso indican, en el agua y la luz te seguiré para estar en ti. Tiendo mis manos a ti. Salvo 10 que soy. Yo sé lo que eres. Yo sé lo que das a quien te mira y te mide en lo que eres. Yo he cruzado el mundo para tenerte. Yo he cruzado el mundo. y mis manos están en las tuyas. Y mientras me das lo que me das de lo que hay en ti, yo estoy con mis manos tendidas a ti. Yo he cruzado el mundo para estar en ti. Este es el fin. Y mis manos están llenas de ti. En mis manos está tu nombre. En mis manos está lo que es puro en ti. y 10 puro en ti es el agua y la luz.
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Leyenda Por
E
L CASERÓN LE TIRÓ AL ROSTRO UN VAHO CALIENTE
como si pretendiera deshacerse de él. El portal tenía siete capas de hollín entre sus mancharones negros, ocres, violetas; las escaleras opacas, una puerta tosca insensible a las uñas de los pedigüeños. Sin embargo, aquélla era la última puerta que le quedaba a su mundo americano. El Capitán Calixto Solana tuvo que aldabear varias veces antes que se movieran los ecos: -Abran; ¡abran, por favorl Algo pareda haber muerto adentra. El capitán adivinaba las persianas con sus párpados verdes vi· radas hacia el vado, los muebles deshaciéndose bajo el peso de los fantasmas, los corredores llenos de la· gartos y de trepadoras. El temor de encontrar la casa desierta le nubló la cabeza y lo puso a temblar sobre unas rodillas maceradas. Pero la puerta se abrió y un grito breve y azorado lo aupó desde las axilas: -¡Niño Calixtol -¿No había noticia de mi llegada? -Llegó recado del convento, anoche. El que respondía era un indio corpulento, con su ritual grave y placentero y sus ojos metidos en madriguera. Niño Calixto recordaba haberlo visto en la casa de su abuelo, preparando las cuadrillas que partían desde las márgenes del Ucayali hasta las serranías, en busca de cobre, de pieles y palisandro. El indio conoda todos los dialectos de la cuenca del Amazonas y en sus andanzas había llegado hasta la selva flÍa de Valdivia. El indio fue a recoger el hatillo del capitán y éste se quedó junto a la puerta abochornado, trémulo, indeciso. El caserón apenas movió los labios al saludar a su amo. Desde que lo construyeron, había tenido que vivir por su cuenta, sin repisa ni resplandores, a pesar •
Del libro en preparación Cuentos de la Plaza Fuerte.
EMILIO
S.
BELAVAL
de estar situado en la calle del Sol de San Juan Bautista de Puerto Rico. En el inventario de los bienes americanos de la familia Solana, levantado por el Obispo de Tucumán, el caserón aparecía catalogado como palacio. Por más de un cuarto de siglo, el caserón había estado esperando la visita de un Solana. Cada lustro se cambiaba el ajuar completo y las piezas desechadas se repartían entre los establecimientos religiosos. Ahora, por primera vez, aparecía un Solana: pero más facha tenía de pordiosero que de cabeza de familia. El Capitán Solana logró dar unos cuantos trancos por una galería donde vio un guiño de luz y se desplomó sobre un banco de ausubo prensado por clavos de bronce. El indio, avivado por su viejo instinto de guía, fue a descorrer algunas persianas, temiendo que los ojos de su amo no pudieran vadear entre los pié. lagos rojos de los tinajones. La luz viva, centelleante, hería las losetas de mármol veteando el vientre húmedo de la penumbra. A veces el Capitán Solana tenía que recatarse de aquel resplandor como si sus ojos no pudieran soportar más el brillo de los soles americanos. El sopor de Niño Calixto era demasiado oscuro para que el indio se sintiera tranquilo. Tenía los ojos erráticos, las manos exangüez, las piernas hinchadas. No era el primer Solana recogido por él al borde del derrengamiento. Aquella era gente dura, acostumbrada a vivir sin contar con el cuerpo, capaces de pasar junto al cenoto sin tentar las pellejas. El capitán traía su peto de lana cosido a la piel, las hebillas de las jarreteras incrustradas en los hombros, las botas encoladas a las corvas. El indio tiró de su faca haciendo saltar las presillas, los correajes, rajándole las botas hasta los talones. Después de hacerle beber de una camarilla de agua de quina con tallos de borraja, lo cargó hasta el lecho. Durante dos días, el capitán estuvo quemando un sueño agitado bajo la mirada pétrea del indio. El 21
sueño de un Solana puede cabecear desde Talara hasta Arica o levantar velas desde el puerto de Valparaíso hasta el Golfo de Penas. La familia había dado' tres generaciones de aventureros; exploradores y botánicos tanto como mercaderes; honorables en sus tratos con los indios. Los niños de la familia salían con sus padres a aprender las artes trashumantes de los trotadores de cordilleras. El primer Solana, abuelo del Niño Calixto, usaba montera de zorro plateado y chanclos de leña del rayo. Los indios y los chinos lo conocían como El valiente Solana. La Caridad de su mano se extendía desde el Valle de Huancayo hasta el Archipiélago de Chonos. Era compadre de los ríos que corren desde Iquito hasta la Sierra Velluda. El valiente Solana tenía treinta cuadrillas de indios, una flota de canoas con aparejo de palma y un nutrido tiro de flamas y vicuñas. De los altos lagos pasaba a las terrazas fluviales; de las hoyas a las pampas; de las cavaderas a los salitrales. Cuando había que acampar a cortar cedro, ensacar azufre o recoger caolín, se construía un torreón de piedra con una estacada de guayacanes. Si los niños se portaban mal, se les encerraba en el torreón a jugar con doblones de oro. Dentro de la estacada, indios y camélidos cambiaban sueños de soles pesados y palacios azules. El padre del Capitán Solana resultó más explorador que mercader; mejor geógrafo que botánico. Trazó para sus cuadrillas un nuevo mapa de los Andes que cubría desde la Cordillera Negra hasta el Volcán Maipo. El geógrafo le devolvió el cobre al Cerro de Pasco, el guano a las gaviotas y abrió las trampas de las chinchillas. Los indios y los mulatos lo conocían como El Temerario Solana. Gustaba de las tierras negras y de los cráteres del altiplano; prefería los metales blancos a los metales rubios; pelear con los osos -el melancólico haracami de los Andes- mejor que escaldar alpacas. Estaba acostumbrado a que la garua hiciera desaparecer ante sus ojos los paisajes más COllfiables; penetrar en las ciudades espectrales que el fósforo dibuja sobre los fósiles vegetales. Su rostro era insensible a los cuchillos secos de la ventisca. Niño Calixto tuvo que acompañar a su padre en estas exploraciones espeluznantes como antes su padre había acompañado al primer. Solana. Una noche, el niño se sentó sobre una piedra, una piedra redonda que parecía tallada por un yunca, pero el indio Sue lo vigilaba, de una lazada, lo hizo volar por los aires. Cuando el niño vio desenroscarse la boa sobre la cual se había sentado, cayó desvanecido entre los brazos del indio. La fortuna seguía, como una esclava sumisa, el ras· tro de los Solana. Algunas veces el peso de la plata, del platino, del ópix, obligaba a las cuadrillas a des· cender hasta los pueblos mayores de los archipiélagos a almacenar la prodigiosa carga, antes de seguir ade·
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lante. Cuando Niño Calixto entro en la Escuela de Armas, los Solana tenían casa puesta desde N ueva Granada hasta el Virreinato del Plata; almacenes de metales, sederías, cristales, ébanos y granos en todos los embarcaderos de la costa. Contemplando un anochecer desde su palacio de Iquito, Niño Calixto vio un sol amarillo, envuelto en una nube de amaranto, hundiéndose lentamente en el horizonte que baña el río Napa. El indio cusqueño que lo había acompañado desde el sur, era como un oráculo vivo para el ocaso de los soles: -Indios y españoles van a pelear. -Como español, me siento tan indio como tú; nunca podría yo pelear contra un hombre de tu raza. -Indio sentirse español como su amo, pero los tambores traen las voces de los muertos. Pronto llegaron noticias que El Temerario Solana había muerto peleando junto a los españoles en la costa. Sin que el Capitán Sol;1Oa pudiera explicarse lo que sucedía, se encontró en la cordillera haciéndole la guerra a la gente que él amaba tanto. Dejó manchadas de sangre las cruces pacíficas que los Solana habían tallado en las crestas andinas, para guiar el paso de los misioneros y los exploradores. Antes de morir, el segundo Solana tuvo que vaciar sus talegas de cobre; antes de poder huir, el tercer Solana hubo de fundir sus lingotes de plata. Ahora sólo le quedaba un palacio apresado en un sol angosto y un indio virtuoso encuclillado a sus plantas. El indio no se movió de su lado hasta que el Ca· pitán Solana sepultó en el fondo de sus ojos los paisajes vidriados por el terror. Poco a poco, el mundo se fue reduciendo en la conciencia de Niño Calixto; pudo mover las piernas y alzar los brazos hast.a la cabe· cera dorada al fuego. No seritía ya alarma ni extrañeza. Había vivido casi toda su vida entre los brazos prietos de la naturaleza; cada amanecer con un cielo distinto. Como si la calle se hubiera dado cuenta que el Capitán Solana regresaba de sus pesadillas, el aire se llenó de voces, unas voces bravuconas, metidas en picardía, diestras en jugar al escondite con el doble sentido. Aquella algarabía le hizo añorar el amoroso secreteo del indio en la oreja de la llama, la cadencia ondulante del palabreo andino -garúa. allá lejos; coipo. rama amarilla; guanay. volando bajo-. Era un lenguaje de tambores diminutos perchados en las gargantas del quichua o del araucano. Temiéndole a las terribles nostalgias del viajero de la selva, Niño Calixto se asomó a la primera ventana que cedió a su mano a contemplar su nuevo mundo. Calle Sol era un corredor místico disparado hacia el cielo a tiro de casamata. La calle empezaba en la Rambla de los Caballeros y terminaba en la Batería de los Caballeros. La mitad de la calle estaba bajo el báculo de San Pablo, Apóstol de los Gentiles, y la otra mitad, bajo las pestañas inquietas de Santa Bár-
bara, patrona de la artilleda. Era una calle señorial y enteca; en ella tuvo Juan Ponce una casa blanca; las Carmelitas, mi cementerio; el Obispado tenía un colegio de seminaristas; el Cuerpo de Artilleda, un polvorín. El tallo central estaba ocupado por casas de beatas, militares pensionados, parentela del Banco Azul. Caballeros graves, con rostros de San Luis Gonzaga, platicaban eon los canónigos de la Catedral sobre filosofía agustina; coroneles maniobristas reconstruían frente a sus mapas de campaña, la historia bélica de las armas españolas en América; mancebos amarillados sobre las cotizaciones del mercado de granos, estudiaban los riesgos cubiertos por el Ordenamiento de Bilbao. En los zaguanes espejeantes había esculturas de los santeros sevillanos, azulejos bíblicos, cancelas de hierro con espadillas de Santiago. Cierta cerrazón monacal se cernIa sobre aquellos palacios fantasmales; se sabIa que estaban habitados porque a las diez de la noche, bajaban las fámulas a apagar las luces pasándole el cerrojo al portalón. Abajo, las casapuertas estaban destinadas a los aro tificieros, los sargentos de la guardia, los centinelas del fuerte. Petardistas con cara de San Garabito, permutaban con los goleteros de las Antillas Menores, los viejos mitos de las serpientes marinas; mujeres despechugadas remendaban a velón de ochavo, los calzones de los artilleros. En la cazoleta del Callejón del Gato, un farol con lamparones, alusaba el tablón carcomido de la taberna del Pitre Vergara. En las saletas pintadas con borra de algodón había cestillas de palmas benditas, barcos soplados dentro de botellas azules, bastidores de lona con lazos de agave. Cierto empecinamiento bravucón se cernía sobre aquellas barracas dispuestas a volar junto con el polvorln. La calle sorprendió al Capitán Solana dejándolo sumido en una misteriosa acritud. Le pareda imposible que una calle tan española como aquella formara parte del mundo americano. El latido vibrante, la gran presencia fIuídica, el canto vivo de la selva americana, estaba como sepultado en el fondo de la tierra. Niño Calixto no vio un solo indio acurrucado en los soportales de la calle. Dos negras que cruzaron con sus canastas de espumas en la cabeza, paredan horneadas en un ensueño musHnico. Las mulatas tenian carbones alegres en los ojos y contoneo de bayaderas en la grupa. ¿Qué sería de la calle el dIa que los españoles tuvieran que abandonar la plaza? ¿Quién podrín cambiarle el color a aquella vida sumergida en una aventura transmundana? Niño Calixto empezó a sentirse un extranjero más en la Plaza Fuerte. Un mundo como el que lo rodeaba, nunca entendería su júbilo primitivo, su trajinar aventurero, su amor a las tierras indias. Era preferible mirar hacia dentro, encerrarse entre las paredes oscuras de su caserón destartalado. El caserón no se había dejado contaminar por las
estructuras verticales de la calle .pero habíase improvisado un orientalismo cromático extraIdo de las más puras quimeras del mundo americano. Niño Calixto no pudo reprimir un gesto de estupor al contemplarlo por primera vez. Las estancias tenIan una atmósfera Hmpida recogida en el fondo de un espejismo; el artesonado de olivo silvestre le prestaba sus tersas aguas a las paredes con escayola veteada de lapislázuli; los pisos de ébano les servIan de espejo a los pájaros sagrados, a laS corzuelas esculpidas en las puertas de cedro. El ajuar tenía el humor trajinante de los Solana, trillo de mercaderes, encargos de la fantasía, pequeños hallazgos recogidos en las excavaciones: lámparas de porcelana con lágrimas de cáIcedonias; orquídeas de platino que recibían sus luces delgadas desde unas joyas engastadas en el fondo de la montura; cemíes de dioses oscuros tallados en una sola piedra preciosa. La casa era un pequeño museo; poseia esa grandeza abigarrada que da la opulencia cuando se junta con la pasión: -Extraña casa - murmuró el Capitán Solana con un sombrío orgullo. -El valiente Solana siempre quiso pasar sus últimos dIas aquf. La única pieza indescifrable del museo era un gigantesco muñeco. sentado sobre unas piernas enanas, que pareda escapado de un ensueño barbárico. Era imposible descubrir en él algún linaje mitico. El trazo humano lo aislaba de los mitos animales. Tal pareda que la furia eruptiva había destruido el molde mágico, en el mismo instante en que su fundidor empezaba a estampar su idolatría. Daba la sensación de un misterio interrumpido. de una profeda a medio revelar. Se adivinaba que estaba hueco porque una boca ancha. gorda, oblongada hasta un júbilo salvaje, descubría un interior rugoso, como el de un talque petrificado en un baño de cobre. En la penumbra se convertía en un pequeño monstruo rencoroso. Cuando un rayo de luz lograba alcanzarlo era como un cuerpo transparente que devolvla paisajes y colore~ fantasmales; chortales rodeados de mandrágoras, laureles Hvidos, granates ahumados, escamas de azufre. -¿De dónde salió este Oluñeco? -El valiente Solana lo encontró en una balsa podrida, flotando sobre las aguas del río Hauri. -¿Sabes tú lo que representa? -Muñeco mágico tiene su secreto dentro. El Capitán Solana introdujo su sable en la boca del muñeco tirándole un solo mandoble a la aprehensión del indio y a su propio malestar. Sinti~ el sable tropezar con una cenefilla que cedIa a la presión de la hoja, y más abajo, una pasta blanda pero resistente. Hasta el sitio donde pudo penetrar la hoja, rajó la pasta. El indio examinó la punta del sable extrayendo de la ranura una sustancia color lacre:
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ilrboteó el indio, lacónico, con los oldos pegados al hueco sonoro de sus supersticiones. -Algún murciélago atrapado en el fondo -replicó el capitán desdeñosamente. Pero no pudo darle la espalda completa a la prevención del indio. Por unos segundos se puso a examinar el residuo--: no es sangre; parece caucho teñido con resina de cochinilla. -El indio movió la cabeza reafirmando su ciencia de rastreador, mas el Capitán Solana no estaba en ánimo de inventarle disputas a sus creencias; acab6 por musitar-: un día de estos veremos lo que tiene dentro. El menosprecio del blanco sulfuró al ente mágico oculto en el fondo del muñeco. En la boca oblongada apareció un resplandor rojo, como si una mano negra hubiera encendido una fogatilla de cristales hipn6ticos en las entrañas del muñeco. El resplandor era tan vivo que el Capitán Solana tuvo que retroceder, azorado. De un salto, el indio se coloc6 frente a su amo, temeroso del maleficio. Niño Calixto había visto demasiadas cosas en el continente americano para que el juego de aquella luz pudiera desvelarlo. Conoda piedras cristalinas vedadas alojo del hombre, anillas de serpientes que cambiaban de color antes que los volcanes abrieran sus cráteres; pero el indio conoda el calor ignoto que hada hervir el agua mágica en los calabacines: -Muñeco mágico hay que dejarlo quieto - senten· ció el indio, mirando de reojo a su amo. El Capitán 24
Solana sonrió, esquivo. Más que temor lo que senda era la vaga desazón de un presagio. Era la primera vez que sentía su mundo blanco chocar con el mundo del indio. Algún día, con su rostro lavado por la mansedumbre, el indio entregarla su alma solitaria a sus dioses de piedra. Cruzaría por las pontanas temo blorosas de las aguas crepusculares en busca de una luna terrestre. Para un Solana, el destino de su alma no era cuestión de mirarse en un espejo de pirita o untar sus pieles de oso con miel y almizcle, antes de cruzar por los carámbanos de la muerte. No habia que pensar que aquel muñeco fuera una de esas esculturas violentas que crea el terror de un artesano enloquecido. En el mundo indio toda cosa tiene sentido. Niño Calixto estaba seguro que en aquel muñeco había trabajado una tribu entera con destrezas y ritos de tres continentes. El andino trabaja con una naturaleza más ancha que la del hombre blanco, con sustancias más remotas, sin otra ciencia que su magia. Una voluntad sobrenatural filtra viejas cualidades cavernarias en las piedras, los metales, las maderas. Al momento de fundir sus esculturas, el andino baña sus yunques con argento vivo e hipnotiza sus fogones milenarios. Hasta los insectos más reacios traen sus colorantes sutiles a la columna del humo mágico. Niño Calixto sabia, además, que el muñeco era indestructible. Tendría que encender los mil vol~ canes del altiplano, quien pretendiera derretir aquella
aleaci6n trabajaba por el misterio andino. Podría ser arrojado al mar, y el muñeco esperar a que los mares se secaran, antes de regresar a la tierra. El enigma no estaba en la estructura sino en aquel trazo humano subsumido en una quimera de cobre. La mano mágica había querido alejarlo de los cultos siderales, de las idolatrías naturales, forjándole un des· tino más promiscuo. Su máscara de terror no tenía leyendas en el mar ni en la tierra. Lo que en él hu· biera de humano, había quedado allí, apresado, en una mutaci6n confusa entre la bestia y la momia. Niño Calixto tenía bastantes horas vacías por delante para que pudiera perturbarlo una peregrinación lenta entre las profedas de lo inverosímil. Se conformó con musitar: -Un día de estos, veré lo que hay detrás de él. La sorpresa placentera que le había deparado su nueva casa, aquella selva diminutiva estilizada hasta el ensueño, no pudo evitar las conjetura~ sobre su nuevo destino. Cada día las arquetas y los tambarillos le devolvían nuevas maravillas; joyas de las cua· les él se había olvidado, resguardadas por El Ternera· rio Solana de la dulce rapiña de las criollas america· nas; monedas atacuñadas con la premura del hombre que ha de partir de madrugada, hojillas de crédito de los bancos extranjeros. Aquello era suficiente para subvencionar el ocio dispendioso de un soldado, mas no podía satisfacer el espíritu de empresa de un Solana. Desde niño, el capitán había encontrado hecho el mundo de los Solana. Hasta las ciénagas de los han· dones le devolvían su imagen con un trabajoso temblor. Ahora un pistoletazo había euarteado el mundo de los Solana. Tal pereda que el magnánimo dios de Tierra Firme, el Inka Tupac Yupanqui le había vuelo to la espalda a sus amigos blancos. Niño Calixto sentía su capacidad de hombre blanco reducida por una nostalgia irreprimible. ¿Era él, en realidad íntima, un hombre español? Podía comprender que su abuelo lo fuera puesto que de España había venido; hasta podía entender que su padre se sintiera español ya que había andado tanto entre españoles como entre indios; pero él era mundo aparte. El indio había sido el ángel de bronce de su niñez, el protector sigiloso de 5US andanzas de mozo, el servidor leal de sus desveno turas de soldado. El mundo indio le había dado su frugalidad, su confianza en la naturaleza; podía comer oveja asada, pan de maíz, cebiche, sorber ostras recogidas del cho· pe; saborear duraznos y damascos y tomar té crudo; podía dormir sobre la tierra envuelto en un poncho o pernoctar en los frágiles pueblos andinos mecidos por los temblores de tierra. Apenas sabía lo que era una sociedad de blancos. Aquella misma casa sería incomprensible para un europeo. El descubrimiento
que él perteneda a otro mundo, un mundo cerrado y enigmático, enemigo del suyo, lo dej6 triste y cavi· loso. El indio vio aparecer en la frente de Niño Calixto una nube parecida a la que borra los guarangos en los caminos de la costa. Hasta aquel momento, las casas de los Solana s610 habían sido visitadas por soles cabaHsticos y lunas sacerdotales. El indio le pidi6 al sol de Casa Blanca y a la luna del polvorín, que lo ayudaran a cuidar de su amo. El caser6n de los So· lana se llenó de resplandores tibios y la calle de ~vo caciones indianas. Las tribulaciones de Niño Calixto se fueron amansando entre aquellas mañanas desdi· bujadas por el relente del mar, prisioneras de un largo amanecer, y aquellos atardeceres dorados. Cada día el pensamiento de Niño Calixto caminaba más lejos, pero su ánimo estaba más tranquilo. Vivía con la frugalidad de un chupatintas entre joyas fabulosas y muebles monumentales. La compañía del indio y la presencia del indescifrable muñeco le eran placenteras. Algunas veces se levantaba a acariciar el muñeco, tra· tanda de llegar hasta las oscuras claves de su enigmá. tico huésped. El indio se encuchillaba junto a su amo a cuadrar su propio enigma. El silencio del indio está poblado de estatuas de piedra que guardan viejas palabras en sus labios inmóviles. El indio se siente hilado a un mundo cromático, y como un cuerpo mágico más, ondula entre los luceros, las aguas, los metales, las bestias. Hasta en el lomo rayado de sus alimañas encuentra señales de su destino. El silencio del hombre blanco está poblado por estatuas de cal con los labios sellados por la muerte. El hombre blanco vaga por un universo descolorido, y como un pájaro de fuego, picotea en las pizarras ignotas del páramo celeste. Frente a lo inverosímil, el indio se conmueve, el hombre blanco se confunde. Una noche, un lamento horripilante estremeci6 el caser6n de los Solana. Era como si una momia hubie· ra despertado en su lecho de calamita encontrando sus carnes desecadas: -Muñeco mágico está sudando -advirti6 el indio a mitad de su segundo salto-o Tenga cuidado, Niño Calixto. Los Solana eran gente religiosa; solfan pernoctar en los conventos de sus dotaciones durante sus excur· siones. Era famoso el jardín de plantas que el valiente Solana le había donado al Obispo de Tucumán. A pesar de la advertencia del indio, Niño Calixto agarró al muñeco por el cuello dispuesto a vengar su propio susto. El Capitán Solana estaba furioso. Desde fuera llegaban las voces de sus vecinos, corriendo calle arriba, como perseguidos por una admonici6n demoníaca. Después de vapulear al muñeco con una furia inútil, el Capitán Solana trató de extraer, con sus
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propias manos, aquel silbato diabólico escondido en el fondo del muñeco. Niño Calixto retiró sus manos cubiertas de una resina untuosa, fétida, semejante 3 un cebo de vaca a medio alquitranar. El capitán se sentía irritado e insatisfecho. La idea de que su casa fuera señalada por el terror popular como un antro mágico empezaba a conturbar su ánimo. El temor de que la guerra hubiera desatado en él algún resentimiento contra su amado mundo americano, lo mantenía contrito y absorto. Casi no se atrevfa a mirar al indio que trataba de lavarle las manos. Estaba seguro que al amanecer vendrfan los vecinos a apedrear el palacio de la calle del Sol. El que vino al amanec,er fue el Decano de los médicos del Cuerpo de Artillería. El indio había notado que las manos de Niño Calixto se estaban poniendo tan negras c;omo las manos de los pegueros de Santa Inés. El médico estuvo examinando las manos del Capitán Solana, entre sombrío y divertido: -Cualquiera diría que intenta :usted petrificarse, mi querido capitán. Le ordenó sumergir las manos en una jofaina de agua de cenizas con unas gotas de láudano en lo que regresaba. Media hora más tarde volvió con el primer cirujano del Cuerpo de Infanterfa. La incisión devolvió una sangre llena de pústulas metálicas pero todavía fluentes.
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E~ TRÁS~ D~.LA C:-~DA~
CAPITAL DE"'PUER.TO.RJ En año ,1587, B.0r- ini~tiv del Rey Felipe lI, de su -RnIUltlVO asten en pan:a,.a la I eta., llegaron a, llerto Rico él maestre de campo Juan de en 1521, trajq la ñecesidad d rov~r]ara~su'dcfensa eja a el p':t:incipal:n eniero militar al serv.icio de ., paña, 1u !1 Bautista Ántone1li, con el propósito de ·contra los ataques"'P@ mar, no Sólo de 1 s indios cari.be~, sino de los corsan naciones enemigas de. r omendar 1 defensas necesarias para la ciuda!;!. Re· ~paña, cuyos buques empezaban entonces amerodear cono iendo la 1m or ncia militar del Boquerón,..lós por aguas de las Antillas. ~---..a_L5e!ilOilu reales reGomeodaron cerrar la en&!ádá':' del La primera necesidad a que se atendió fue la de mismo con "algún navío viejo".· En el mismo año, defender la entrada al puerto, con el fin de impedir el Gobernador don Diego Menéndez de Valdés, ha.bía un desembarco en la isleta por la parte de la bahía. reconocido la importancia estratégica del Boquerón y En el mismo año de 1521 se comenzó la construcción en carta girigida al Rey, deda: de la casa·fuerte de la familia Ponce de León, que ..... la otra parte por donde se podría echar gente por algún tiempo constituyó la única defensa de la es por el Boquerón... que divide esta isleta de la ciudad. Doce años después se inició la construcción tierra firme y tendrá veinticinco pasos de ancho y es de la Fortaleza, cuyo trazado original reproducía las menester que la mar esté muy bonanza para entrar características de los castillos medievales españoles. en él y entrando pudiese echar la gente sobre dicho No se habían terminado aún las obras de la Fortaleza, Boquerón y el baluarte en una ensenada que hace cuando se comprobó que su emplazamiento, tan ale· de playa que sale al camino real que viene de la jada de la entrada del puerto, no era el más adecuado ciudad. Este Boquerón propio es de una parte y de para su defensa, en caso de que naves enemigas intenotra peña que no se puede echar gente en él, de la parte de la ciudad, hace una punta el dicho en la taran forzarla. En vista de ello, en el 1539, se iniciaron las obras de fortificación del promontorio o morro cual tengo hecha una plataforma donde pueden jugar que domina la entrada a la bahía. seis piezas y allí tengo dos de hierro colado de ocho La ciudad de San Juan, ubicada en la punta occiYnueve quintales por no tener más, con una trinchera dental de la isleta, quedaba así protegida contra una alrededor que me parece bastante defensa para de invasión por mar, pero seguía desprovista de defensas presente contener ... "2 que pudieran detener una invasión por el extremo Cuatro años después (1591) el mismo Gobernador, oriental de la isleta. Los lugares más vulnerables en en otra carta al Rey, le informaba que ante el temor de un ataque había colocado en el Boquerón "cuatro esta zona eran la punta del Boquerón, a unos do· cientos cincuenta metros del extremo del Condado y piezas de artillería y dos artilleros".:! el sitio en que la isleta se unía a la isla principal por En 1595 una flota bajo el mando de los corsarios ingleses, Francis Drake y John Hawkins, se presentó el Puente del Agua, también llamado de los Soldados (hoy de San Antonio). Se hada necesaria la fortificación de estos dos puntos, cuya única defensa natural 1. A.G.I. Sevilla - Indiferente General. Legajo 1887. era una estrecha y poco profunda faja de agua, fácil2. A.G.I., Sevilla, Patronato. Legajo lB, Num. 13. Ramo 20, mente vadeable. 3. A.G.I. Sevilla. Santo Domingo. Legajo 169.
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ante las costas de Puerto Rico. No osando enfrentarse a los cañones del Morro, Drake intentó un desembarco por la caleta del Escambrón, próxima al Boquerón, pero la actividad de la artillería emplazada en este lugar así como en la caleta frustraron su propósito, ocasionando daños al buque insignia inglés y la muerte de tres de los capitanes invasores. Algunos cronistas españoles creen que fue ésta la ocasión en que murió, a consecuencia de las heridas recibidas, Sir ]ohn Hawkins, uno de los más temidos corsarios in· gleses. En vista del daño sufrido, y sintiéndose derro· tado e incapaz de tomar la ciudad, el temido Drake abandonó las aguas de Puerto Rico. Tres años más tarde se presentó frente a San Juan otra poderosa flota inglesa compuesta de veinte buques bajo el mando de Sir George Clifford, Conde de Cumberland, con el propósito de conquistar la Isla para Su Majestad Británica. Desembarcando en las playas de Cangrejo (hoy Santurce) los ingleses iniciaron inmediatamente su marcha hacia la isleta, llegando hasta el Boquerón, que intentaron cruzar sin éxito alguno, pues se los impidió el fuego de los cañones del bastión alU existentes y del fortín de San Antonio, emplazado junto al puente. Tampoco pudieron forzar su paso por éste, pues el puente, que era de madera, fue volado por los defensores. El Capellán Layfield, Cronista de la Armada in· vasora, dejó un interesante relato de estos hechos: ..... y mientras estábamos cerca de la bahía, que era llana y de poco fondo, agotando nuesti"a imaginación para ver qué camino tomaríamos para llegar al pueblo, recibimos uno o dos balazos de gran cali· bre, aunque sin daño alguno, del otro fuerte situado en la parte más estrecha del mismo brazo de mar, siendo éste el único pasaje que se usaba para ir de la isla donde nosotros estábamos a la otra donde se hallaba el pueblo ... ". En vista de que era imposible ganar acceso a la ciudad por estos puntos, Cumberland intentó, y logró realizar su desembarco por la caleta del Escambrón forzando a los defensores de este lugar y del Boquerón, a abandonar sus posiciones. Las tropas invasoras mar· charon hacia la ciudad, mientras el Gobernador Mosquera y los vecinos se refugiaban en el Castillo dd Morro. Algunos días después capituló Mosquera y Cumberland ocupó los castillos, siendo ésta la primera y única vez que tropas enemigas de España lograro!l ocupar militarmente toda la ciudad de San Juan. Los ataques de Drake y Cumberland comprobaron la importancia defensiva de los fuertes del Boquerón y de San Antonio. El primero fue reconstruido en 1608 por el Gobernador don Gabriel de Rojas quien en caro 4.
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Boletln Histórico de Puerto Rico, C. Con y Toste, editor. San Juan de Puerto Rico, Tomo 5, Pág. 45.
la al Rey Felipe 111 describía la obra en los siguientes términos: ll ..... el fortezuelo qqe se hace en el Boquerón, por donde entró el enemigo, estará acabado dentro de veinte días; su forma es cuadrada y tiene cada lienzo cuarentiseis pies de largo; quédale plaza donde a necesidad puede haber ocho piezas de artillería y de oro dinario tendrá cuatro, las tres de hierro colado y la una de bronce".8 Más o menos en las mismas condiciones que las descritas estaba el fuerte en 1625 a la llegada a San Juan de una flota holandesa comandada por el Ge· neral Balduino Hendrikcksz,7 Burgomaestre de Edan. El Gobernador de Puerto Rico, don Juan de Haro, temiendo que los holandeses intentaran desembarcar por el Boqueróp, al igual que lo habían intentado los ingleses ordenó que se instalasen en él dos piezas adicionales de artillería, y se cavaran trincheras a su alrededor. El fuerte, puesto en esta ocasión bajo el comando del ex-gobernador don Juan de Vargas, no llegó, sin embargo, a tener participación activa en las operaciones de defensa, pues la flota holandesa, retando el fuego del Castillo del Morro, logró penetrar por sorpresa en la bahía, sin recibir gran daño. Ocupada la ciudad los holandeses sólo se interesaron en poner sitio al Morro, donde se había refugiado el Gobemador y la guarnición. Resultaron infructuosos sus esfuerzos por rendir el Castillo lo que los obligó a reembarcarse, derrotados, no sin antes saquear y quemar la ciudad. En el año 1635 el fuerte del Boquerón fue objeto de reformas importantes. En 1646 el Gobernador Don Fernando de la Riva Aguero, en carta al Rey, informa que "se ha reedificado la fortaleza vieja con mucha perfección y el reducto de San Jerónimo del Boquerón". Es con este nombre que se ha de seguir conociendo el histórico fuerte, que a mediados del siglo XVIII fue utilizado en varias ocasiones como prisión. En 1664 el maestro de albañilería don Pedro de Paradas declaraba que había reparado "el fuerte del Boquerón que llaman San Jerónimo, abriendo troneras para la artillería, que era muy forzoso, y re· vacó parte de las murallas por estar maltratadas ... "8 La preocupación de los Gobernadores por mantener en buenas condiciones y mejorar el fuerte continuó durante las últimas décadas del siglo XVII. En el 5.
En su Descripción de la Isla y Ciudad de Puerto Rico, escrita en 1647. el cronista puertorriqueño don Diego de Torres Vargas afirma que "cl dicho Gabriel de Roxas hizo el fuerte del Boquerón con vocación del señor San· tiago. de quien era muy devoto..... (Biblioteca histórica de Puerto Rico, editada por Alejandro Tapia y Rh'cra. l\(ayagilez, 1854, P. 471). 6. A.G.I., Sc\·iIIa. Santo Domingo. Leg. 155·5·254. 7. Los españoles lo llamaban Boudoyno Henrico. 8. A.Gl., Leg. 156, Ramo 39
La Capilla ostenta un precioso altar de campa単a del siglo XVIII
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Despacho del comandante del fuerte
año 168~ el Gobernador, don Gaspar Martlnez de Andino, recomendaba al Rey que se rehiciera el fuerte de San Jerónimo, y para acometer las obras necesarias solicitaban una subvención con cargo a los fondos de México.1l Durante el siglo XVIII San ]erónimo fue objeto de nuevas reparaciones y alteraciones, principalmente a fines de la centuria, época en que España emprendió grandes obras en el sistema de fortificaciones de San Juan. En 1791 el Rey Carlos IV dio su aprobación al proyecto de reedificación de San Jerónimo. Encomendada al ingeniero militar don Ignacio Mascaró y Homar, la obra quedó concluida en 1796, precisamente un año antes del gran ataque inglés a San Juan. En 1797, con motivo de la guerra entre España e Inglaterra, se presentó, frente a las costas de Puerto Rico, una poderosa escuadra inglesa, bajo el mando del General Sir Ralph Abercromby. Esta escuadra, compuesta de unos sesenta buques y una fuerza de más de tres mil hombres de desembarco, formaba parte de la flota inglesa que mandaba el Almirante Sin Henry Harvey. El Gobernador de Puerto Rico don Ramón de Castro, prevenido ya de la posibilidad del ataque inglés, había organizado la defensa de la Isla, cuya guarnición y sistema de fortificaciones se encontraba, por primera véz en la historia, en condiciones de resistir un ataque. Los invasores desembar· caron el 18 de abril en la playa de Cangrejos y se movieron rápidamente hacia el extremo del Condado, sobre el Boquerón, y hacia la colina del Olimpo (actual Miramar), con el propósito de lanzar un ataque simultáneo sobre San Jerónimo y el fortín de San Antonio, bastiones que se hallaban, bajo el mando de los coroneles don Teodomiro del Toro y don Ignacio Mascaró y Homar, respectivamente. Desde sus posiciones, al otro lado de la laguna, la artillería inglesa inició un fuerte ataque contra ambos fuertes. Junto a las tropas españolas y puertorriqueñas que componían la guarnición de San Jerónimo, se encontraban los marinos de los buques corsarios franceses "L'Espiégle" y "Le Triomphant", surtos en el puerto a la llegada de la armada enemiga, y los que, por ser Francia aliada de España, pidieron ser incorporadas a la defensa de la plaza. Los franceses, bajo el mando de los Capitanes Antonio Daubón y M. Barón, izaron su bandera nacional en el fuerte; esto dio motivo a que el General Abercromby enviara al Gobernador de Castro una nota, concebida en sentido irónico, preguntándole si los invasores peleaban contra España o contra Francia. El Gobernador le respondió con las siguientes palabras: la estrecha alianza de la República Francesa lO • • •
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A.Gl. Leg. 157, tumo 40
con la nación española me hizo condescender a pero mitir que un corto número de ciudadanos franceses, que sirven voluntariamente a mis órdenes, el uso de su pabellón en el puesto que les he señalado, perma· neciendo en el sitio de preferencia el español, que V. E. habrá visto en los otros castillos; pero sin embargo, para absolver dudas que en cualquier concepto puedan ofender el honor de las armas españolas, mandaré luego que se reciba la contestación de V. E., que se arríe el pabellón francés, a fin de que no dude de que con quien se han de entender es con el Bri· gadier de los Reales Ejércitos de S. M. C. don Ramón de Castro, gobernador y Capitán General de la Plaza de la Isla de Puerto Rico". Desde el fuerte de San Jerónimo el Gobernador de Castro fue testigo de la heroica acción del miliciano puertorriqueño Francisco Díaz, quien junto a otros compañeros, desembarcó sorpresivamente junto a una batería enemiga que se estaba construyendo a la orilla de la laguna, logrando destruirla y capturar a un capitán y trece soldados ingleses. La artillería inglesa emplazada en la colina del Olimpo mantuvo un fuego constante. ocasionando grandes daños a San Jerónimo. cuyo comandante. don Teodomiro del Toro, defendió con gran valor y decisión. Una de las bombas enemigas hizo blanco en el cuerpo de guardia matando a varios de los defensores e hiriendo a otros. En vista del daño causado, para evitar nuevos destrozos, Del Toro ordenó que se cubrieran de arena las azoteas del fuerte, que sin interrupción siguió haciendo fuego contra las posiciones inglesas. Uno de los milicianos adscritos a San Jerónimo, don Domingo Durán, lanzó una bomba con tan buena puntería que cayó en un depósito de municiones de los ingleses, volándolo y ocasionando un incendio y otros graves daños en el campamento ene· migo. Los ingleses tantearon la posibilidad de atacar por mar el fuerte de San Jerónimo, y al efecto despacharon varias fragatas que. al intentar acercarse al bastión. fueron rechazadas por el fuego de artillería, viéndose el enemigo obligado a abandonar sus propósitos antes de que los defensores tuviesen necesidad de disponer los hornillos para preparar las balas incen· diaras que iban a dispararse en caso de que las fra· gatas se pusieran a tiro. En la defensa del fuerte de San Jerónimo, así como en la acción de las partidas volantes que hostigaban continuamente al enemigo, se distinguieron los hermanos puertorriqueños José y Andrés Vizcarrondo. Luego de trece días de asedio, dándose cuenta Abercromby de que era imposible forzar el paso de entrada a la ciudad, y temiendo que le cortaran la retirada las partidas de milicianos que cada vez en mayor número llegaban del interior de la isla, y se
La sala de armas Arcadas en la fachada principal del fuerte En este rincรณn del museo se muestran mapas 'Y modelas. de nav{os de los siglos X VI al XVIII
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concentraban en Hato Rey, decidió súbitamente levantar el sitio y el dfa 1Q de mayo realizó el reembarque de sus tropas en forma precipitada, dejando abandonado parte de su equipo militar. Al dfa siguiente se hada a la vela la flota inglesa, mientras el pueblo puertorriqueño, entre repiques de campanas, celebraba, con júbilo el triunfo alcanzado sobre los invasores. A consecuencia del intenso bombardeo a que estuvo sometido, el fuerte de San Jerónimo quedó prácticamente en ruinas. En un informe al Gobernador, el Coronel Mascaró deda que el bastión, "salvo en el frente de la ciudad, no ofrecía a la vista otra cosa que escombros". Poco tiempo después se inició su reconstrucción que quedó terminada en 1799. En esta reconstrucción no se alteró su trazado anterior. A mediados del siglo XIX se realizaron otras obras en el fuerte, particularmente en la parte ocupada por el oficial al cargo del mismo. Sobre la azotea de la sala de armas se construyó una casa de madera, de estilo morisco, que desde entonces habría de ocupar, como su residencia, el comandante del fuerte. A fines del mismo siglo, y a causa de la tirantez de relaciones existentes entre España y Estados Unidos por motivo de la situación cubana, el fuerte fue artillado con cañones de tipo moderno, que giraban sobre ruedas de acero. Estos nuevos elementos de defensa no llegaron a utilizarse, sin embargo, en todo el transcurso de la Guerra ispanoamericana (1898), pues
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el armisticio sobrevino sin que hubiera habido ninguna acción de guerra en las inmediaciones de San Jerónimo que al igual que todas las demás fortificaciones de San Juan, pasó a ser propiedad del Ejército de los Estados Unidos, que instaló en el fuerte una pequeña estación de radio. La casona de madera, destruida en 1899 por el ciclón de San Ciriaco, fue reconstruida. Una ley aprobada en 1921 por el Congreso de los Estados Unidos autorizó al Secretario de la Marina a ceder el fuerte y los terrenos adyacentes, por un término de 999 años, a un oficial retirado de la Marina norteamericana. En el año 1946 el gobierno de Puerto Rico adquirió el fuerte con sus terrenos para construir en ellos el Hotel Caribe·Hilton. Destruida la vieja casa de madera, el fuerte quedó bajo la custodia del Gobierno Municipal de San Juan hasta el año de 1956, en que fue transferido al Instituto de Cultura Puertorriqueña. Reconociendo el destacado papel desempeñado por el fuerte en la historia militar de Puerto Rico y su valor como ejemplo de nuestra arquitectura castrense, el Instituto lo restauró y habilitó devolviéndolo a nuestro pueblo convertido en Museo de la Historia militar y naval de Puerto Rico. Los objetos y documentos que en sus diversas salas se exponen, ilustran el desarrollo de la actividad militar en Puerto Rico y los constantes esfuerzos reali· zados durante cuatro siglos para defender la Isla de la invasión extranjera.
La Fundamentación Epistémica de la Estimativa Por J. A.
FILOSOFAR ES ENTENDtRNosLAS CON EL MUNDO~ O
dicho con más propiedad, la filosofía no brega con la cuestión de crear un mundo, sino con el problema de entenderlo. Es asunto teorético, pues, aunque conlleve múltiples implicaciones prácticas. El mundo no se nos da, lo inferimos, y la inferencia es perenne porque lo nuevo emerge eternamente. Como cada hecho se nos impone por la fuerza de su aparente autosuficiencia, siempre nos sorprende lo inesperado, lo insospechado, lo fresco, lo nuevo. La vida significativa es, pues, revisión constante, y la tarea es infinita. De aquí, que la filosofía milite pero no triunfe. En humor de caricatura veía William James a la criatura humana recién-nacida como un manojo de enredadas confusiones. Como quiera que a la larga existencialmente todos somos criaturas confundidas, la vida es en su fundamento frenética voluntad de perspectiva, ordenación y sentido. En diáfana fórmula lo concretaba Unamuno al sugerir que nos regala Dios el caos esperando le devolvamos un mundo. De aquí que el quehacer de la existencia sea tormento filosófico, ya que en sí la vida es ansia de perspectiva y anhelo de significación. Anhelo insaciable y significación siempre creciente, porque vivir es constante repensar; es dialéctica de miras y teorías por razón del ser en sí que eternamente e{ervesce en novedades emergentes. El mundo como significación, pues, no se nos da. Lo inferimos; y la dación es el ser. Somos. Existimos. Por lo menos nos descubrimos siendo, y lo que somos, o nuestro ser, se nos revela en dos dimensiones, la del sentido y la del valor. Lo que es, significa; y lo que es, sirve o vale. Valor y sentido, las dos astas del ser en que la realidad parece polarizar. En cuanto al sentido, problemática epistémica;
FRÁNQUIZ
en cuanto al valor o mérito, encrucijada de estima· tiva. Ahondemos un poco, sin embargo. Por el lado epistemológico, en realidad rigurosa, ¿Qué es lo que de veras sabemos? En efecto, ¿qué es saber? ¿Cómo es posible saber el pasado que por ser pasadu ya no existe y por lo tanto no es? ¿Cómo es posible saber el futuro, que por no haber llegado, todavía no es? Si se nos ocurre que trascendiéndonos en el espacio y el tiempo en la memoria revivimos lo pretérito, y en las intenciones télicas anticipamos el porvenir, nos preguntamos aún, ¿Qué es eso del yo o del ser trascendiéndose en el espacio y el tiempo? ¿Cómo hemos de concebir el fenómeno de la trascendencia en sí? La valiente verdad ·es que conocemos muy poco, y probablemente nada, pero creemos que sabemos y pretendemos saber. Pretensión, empero, es mera creencia y no conocimien· too Conocimiento es ya cuestión substanciada, establecida. Es verificación, aunque toda verificación por naturaleza siempre sea incompleta. Verificación es cuestión de examen, análisis y experimento, constatación a la luz de criterios y normas, adecuación entre el pensamiento y su objeto, aunque el objeto sea otro pensamiento en sí. Para muchos, claro está, la naturaleza interminada o incompleta de toda verificación engendraría escepticismo y hasta cinicismo, porque el infantilismo del todo-o-nada se da hasta en los filósofos. Para muchos otros, empero, la cuestión de conocimiento en su {onda es heuresis, descubrimiento, un darse cuenta. Es algo de amanecer, y como tal, es siempre paulatino y progresivo como el camino que conduce desde el (onda de la medianoche hasta el borde de las auroras. No insistimos en certidumbres que nunca lograremos, pero tampoco naufragamos en
destructivo escepticismo que anquilosa y paraliza. N os satisfacemos con lo poco que en parte nos es posible verificar, con la miga de conocimiento, que aunque mera miga, es sin embargo, conocimiento; y ya que no se trata de absolUla certeza, con modestia epistémica y cautela de rigurosa lógica lo denominamos simplemente razonable asertibilidad. En efecto, no estarnos diciendo nada nuevo. Sencillamente nos encontramos descubriendo una profunda verdad ignorada por tantos. pero diáfanamente ya enunciada por San Pablo: Hoy tan sólo vemos al través de un cristal obscuro. Pero mañana veremos cara a cara. Hoy conocernos en parte, pero mañana conoceremos como somos conocidos. Para el necio pues, el desconocimiento de lo absoluto engendra infantil desesperación, pero para el espíritu maduro es nueva de gozo respecto a insos· pechados senderos a trillarse y fronteras todavía intocadas para la aventura infinita. Estamos pues. ante los horizontes de la fe mirando al través de un cristal obscuro, pero esperando ver mañana cara a cara; hoy conociendo sólo en parte, pero vislumbrando futuras plenitudes. Hasta aquí los motivos de la epistemología. Ma!;, ¿qué de la estimativa? Ya dijimos que nos encontrarnos siendo. El ser se nos da, y al dársenas se nos revela en dos dimen· siones: significación y mérito. las dos astas del ser. Pero en realidad rigurosa, en cuanto a mérito. ¿qué es lo que de veras valorarnos? En efecto, ¿qué es el valor en sí? ¿Qué es lo que acaece en la conciencia durante la experiencia de la valoración en contraste con las otras funciones o formas del espíritu? ¿Qué relación guardan los valores como ideales o normas con la existencia corno hecho o experiencia? ¿Son los valores estados íntimos y subjetivos del ser humano, o por el contrario se trata de instancias objetivas, formas o relaciones estructuradas en la misma natura· leza del espaciotiempo? Para efectos de heuresis. ¿Cuál es la forma de clasificación axiológica más proveo chosa? ¿Cómo hemos de jerarquizar los valores? ¿Cómo se relacionan e interpenetran los valores entre sí? ¿Es la realidad extramental fuera del pensamiento, indiferente, o antagónica, o amigable a los
valores como cristalizaciones del esfuerzo humano? En lHtimo análisis. ¿Cuál es el destino de los valores realizados por el hombre? Laboramos para la nada o para la eternidad? Son éstas las preguntas cardinales de toda estimativa. Bregar con ellas es plantearnos la cuestión de la vida y la muerte, así como la problemática de la inmortalidad, porque en última instancia se trata no ya de lo que vale, sino de lo que vale tanto como para merecer ontológica permanencia y eternidad. ¿No es todo esto, empero, la esencia de la cultura y la historia? Historia y cultura. tanto la una como la otra, conceptos valorativos. ¿A qué se reduce todo historicismo sino al hecho simple y diáfano de que como seres humanos historizamos; que no sólo vegetamos, sino que también. y ante todo vivimos en el presente amorosamente añorando y re· cogiendo la vendimia del pasado atesorándola a la vez con frenesí en pretensión de a manos llenas lIe· várnosla ton nosotros. peregrinos que somos, a paralsos de mañanas. Tanto para el individuo como para la especie, a la larga la vida siempre resulta en insa· ciable búsqueda de glorias, en cautelosa selección de valores y en esperanzado programa de proyecciones e inmortalidades, o lo que es lo mismo: estimativa, axiología. Y aquí, el abanico de los caminos, porque puede tratarse de la problemática de la cultura, de la filosofía de la historia, del arte, de la religión, de la ciencia, de la ética, de la estética, de la economla, y hasta de los menesteres políticos. que todas estas ini· ciativas humanas implican quehaceres valorativos. Y ¿qué de la estimativa? ¿Cuáles. sino los mismos de la razón en sí, son sus fundamentos últimos? Por lo menos para efectos de metodología filosófica, ¿No es esencialmente la cuestión de lo que valoramos la cuestión misma de lo que sabemos; O la pregunta de cómo evaluarnos. la misma de cómo sabemos lo que sabemos? Aquí la raíz de nuestro problema, la de la fundamentación epistémica de toda estimativa. Wesleyan College Buckhannon, West Virginia. EE.
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En el Véspero, Unas Alas Por
EL
PUEBLO DEL LITORAL ES SÓRDIDO Y MisERO, DOS
palabras que, por ser esdrújulas, acentúan su pobreza. De aquí salió un muchacho arisco y rebelde, hace poco tiempo, pero también enfermizo y endeble. Con frecuencia, su saliva se tornaba roja y se desmayaba. En aquel pueblo conodanlo con el nombre de Joseíto, el tísico, el hijo del viejo Capuyán. Este era su padrastro, con el que vivía. Era calafatero de oficio y borrachín por degradación moral. Era un ente sesentón, magro de carnes, bizco y largo como un dolor; con dientes también largos y flojos, cubiertos de una fétida capa amarillosa. Por eso, las palabras salían a borbotones, entorpecidas, estropeadas, renqueantes, viles criaturas de enojo y resentimiento. Además, su ruda faz pilosa, levantada en surcos, hada aún más agresiva su montaraz figura. El chico, sin atreverse a mirarlo de frente, le temfa. Había llegado a sus once años de edad y a cuatro de escuela, y solo querfa irse a vivir con su madre a San ]uan. -No en balde mamá tuvo que irse. reprochábale el chico. con voz quebrada. cada vez que el viejo "instábale" con su acostumbrada ruda manera a que aprendiera a calafatear. -Lo que pasa e que tu erej un jaragán e siete suela y un silvengüensa. al tiempo que propinábale un cruel coscorrón que obligaba al chico a cerrar los ojos en un viril esfuerzo por reprimir las lágrimas. II
CumpUanse ahora tres meses de la huida de la madre, quien. obligada por el mal trato del viejo aceptó la compañfa de un verdulero que por azar entró al pueblo para que la llevara a San Juan, a casa de una hermana. -No podemos irnos los dos. díjole al chico esa noche, al oído, en un susurro irremediable donde no cabían muchas palabras; pero yo vendré a buscarte. Calla y duérmete. Y lo besó.
J.
E. COLBERG
El chico, mudo por la sorpresa, calló pero no durmió. Y. desde entonces comenzó a pagar en golpes, insultos. empujones, el deshonor y la humillación infligida al viejo. Por eso, de día alejábase de la casa, en un oscuro intento de aliviar la repulsión temerosa que le inspiraba aquel hombre. Y, aunque él no supiera explicarlo, en esas escapadas experimentaba un raro y confuso placer cuando veía a lo lejos la juvenil silueta de una chica. poco mayor que él, hija de Paco el yolero. que le hada señas, llamándole. Pero. no iba, Sentíase solo, y pensando en la madre poblaba de rumorosas tibiezas su desamparo. De noche, particularmente, cuando sentía frío y tosía mucho. Querfa escapar. pero épor dónde? Por el mar era imposible. y recorrer a pie la distancia hasta la cat;retera era, también. empresa árdua para cualquier hombre. mucho más para un muchacho débil. flacucho y descalzo. De noche, cuando llegaba el viejo, cayéndose y mascullando heréticos conjuros, él ya estaba tendido en su jergón, acurrucado como animal que han echado. pero donde. cerrando los ojos imaginaba grandes casas llenas de luces, como los barcos que vefa pasar de noche por el horizonte. y allí. en alguna estaría sin duda su mamá. trabajando, pensando en él, esperándole. Entonces ¡qué grata la tibieza de las raídas mantas con que se cubrfal Pero, enseguida un llanto silencioso y continuo le acometía y con los claros del día quedábase dormido. Otras veces. antes de lograr esta onírica liberación. se complada en seguir con la vista la endeble figura del viejo por el techo y las paredes, refractada por la luz decimonónica de un humoso quinqué, según movfase de un lado para otro, calentando para la cena restos intragables de una sopa vieja de pescado. El viejo lo miraba con ira. lanzándole, como salivazos, soeces epítetos de vil linaje. Y asf, todas las noches hasta que. por fin, un día ...
ss
m Era de mañana. El muchacho habíase levantado temprano. El viejo dormía el pesado sueño anestésico del alcohol ingerido la noche anterior. Salió del poblado, sumido aún en su habitual somñolencia, sólo cortada por el ruido monótono de las olas y, pensando, con un pensar sin imágenes. en la posibilidad de que el viejo le siguiera, se internó por los montes aledaños. Al cabo de una hora, aliviada la tensión. advirtió -con esa conciencia alejadiza de los niños- que la luz del sol, así de mañana, es buena; que el prado húmedo está lleno de yerbas olorosas, que hay numerosos pájaros que cantan, con una confianza que no veía cuando él salía a cazarlos con honda; que se siente un hondo bienestar en todo el ámbito -el viejo está allá muy lejos- que la sombra de los árboles, cuando se está cansado. es grata. sí, e invitadora al sueño, a dormir, a soñar... IV
El sol estaba alto cuando despertó. Se frotó los ojos, miró a su alrededor, receloso, y echó a andar. Anduvo sin seguro tino, sin descansar, por espacio de dos o tres horas. Tenía sed; sentía reseca la lengua y el sudor le empapaba las ropas. Los pies le ardían horriblemente; una como nube plomiza le empañaba la vista y sentíase desfallecer. No obstante, siguió ca· mino. No era capaz de pensar en nada concreto; solo sabía, pero no habría podido explicar, que un anuncio de gozo, una especie de espiritual humedad anegaba su alma mientras andaba. Y, por instintiva resolución, siguió la marcha. Pero no por mucho tiempo. Después de trepar varios cerros tenía ahora ante sI uno mayor y más empinado que todos. Vió enormes piedras incrustradas en la ladera seca y le parecieron enormes ojos iracundos, y, al recordar los del padras· tro -globosos, rojizos, surcados por venas- se levantó y comenzó a repecharlo. Media hora después llegó a la cumbre, y al dar el paso con el que coronaba su esfuerzo ( se dejó caer. Estaba mareado, débil, sediento, con ganas de llorar, tosía mucho, y en ese instante se arrepintió, con honda sinceridad, de su audacia. Sentíase perdido, abandonado; tenía miedo y tamo bién, en horrible mescolanza, hambre, sed, cansancio, miedo. Y deseó que el padrastro le hubiera seguido para tomar con él a casa. Así era de intenso su arrepentimiento, porque también así de intenso era su temor, mucho más cuando sobre su cabeza senda el agorero volar de varias auras tiñosas. AlU estaban, en efecto, describiendo drculos y emitiendo raros, sospechosos graznidos. En tal situación, de bruces sobre la yerba, de sus labios con sangre brotó una súplica, un tierno llamamiento que condensó en una palabra
obsesiva, cálida, amparadora: -¡Mamál
V Sentíase muy débil y mareado, y, una suave incons· ciencia le invadía. Senda sueño. Quiso levantarse V no pudo. Le flaqueaban las piernas, y más que las piernas. el ánimo. Es posible que tuviera fiebre, por. que sentía como si mil uñas diminutas le pincharan el cuerpo, y empezó a sentir fria. El sudor que se le secaba por acción del aire ya fresco de la vecina noche ayudaba a que fueran más intensos los calofdos que le recorrían la espalda. Como estaba tendido boca abajo. el olor de la tierra ca· menzÓ a desplacerle; sentía náuseas y tragó con difi· cultad una salivilla espesa, amarga y viscosa. Quiso llorar. pero las lágrimas no acudieron. Sabia, con un conocimiento vago, espectral. como si en otra cabeza y no en la suya se produjera esa certidumbre, que habfa huído de la casa, que andaba solo desde esta mañana. que no odiaba tanto al sombrío viejo, y tamo bién que no podfa dar un paso más, pues una inva· lidez creciente le invadfa. Un horrible vado en el estómago le recordó que desde el dfa anterior no comía nada, pero aún así al recordar las sopas de pescado que calentaba su padrastro se le acentuaron las náuseas.. Sin saber cómo, por qué misterios que él ni siquiera s~spechaba. pensó ahora en la chica, hija de Paco el yolero, cuando se iba sin rumbo, alejándose de la casa con el objeto de olvidar al padrastro. Pensó también en las veces que soñó con poseer un velero, el más dudo de todo el litoral, y, a favor del viento de la mañana, llegar donde estaba su mamá. Al pensar en ella se le humedecieron los ojos ... En ese justo momento sintió honda, dolorosamen· te, una feroz hincada en la carne de su costado, al par que un potente abanicar de alas, de muchas alas que se estremecían por encima de él. Movió una ma· no hacia adelante. en un intento quizás de levantarse, y. en el punto medio del antebrazo unas como tenazas de acero le mordieron. Al instante, sintió en el cuello un pinchazo igual y un hilo súbito de sangre le corrió por debajo de la quijada. sintiendo que se des· lizaba por el pecho, empapando la blusa. Era como un hormiguero que coma. Simultáneamente, sintió desgarramientos de la ropa por distintas partes y, en la mayoría de las ocasiones, le desgarraban la carne. dolorosamente. La san· gre que manaba de tantos sitios a la vez debía de ser abundante, pensaba él. con un pensar lejano, oscuro, neblinoso, porque el desfallecimiento y el mareo que sentfa acrecentábanse por momentos. El olor de la sangre y el que de sí despedían aquellos animales le repugnaba violentamente; pero ya ni siquiera hacía esfuenos por levantarse. Las heridas empezaban a no dolerle ...
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Sin embargo, a pesar del escándalo que formaban las aves, con sus continuos graznidos y torpe volar repetido, volvió a pensar en la chica de Paco, el yolero, también en el velero que ambicionaba para, una mañana clara, partir al lado de su mamá. Así, el corazón comenzó a tranquilizarse; llegó un momento en que habíase serenado, tanto que apenas lo sentía. Pero, debía estar cayendo la noche porque de pronto creyó que las aves se iban; oía muy distantes los graznidos y hasta se alegró de que las heridas del brazo, del
cuello, del costado -donde más lenazmente le picaban- no le dolfan ya. Sí; seguramente era ya de noche, y, medrosas de la oscuridad, se habían marchado. Tampoco sentía frlo. Ahora podría dormir, descansar toda la noche y luego proseguir en la mañana su camino. Se doro miría ... porque nada le molestaba ya. Nada. En el cielo empezaron a salir las primeras estrellas, resplandecientes, luminosas, como diáfanas pupilas maternales.
Paisaje y Naturaleza en Luis Uoréns Torres Por
EL
PAISAJE EN LLORÉ:NS ES UNO DE LOS TEMAS MÁS
. ricos y variados de su obra. La emoción del paisaje de su patria. de esa Isla. tan cantada y soñada por él. es lo que contiene la mayor carga espiritual en su poesía. Desarrolla una actitud especial ante un asunto, lugar común. tantas veces tratado por otros poetas. dándonos su originalidad en la elaboración especial que ha logrado al desarrollarlo. El paisaje en él comienza por tener una anchí. sima dimensión: Paisaje de isla breve. pero abarcador de latitudes y huroneador de rincones. evoca la montaña, el valle. los ríos, los amaneceres opalinos y bru· mosos, los manglares, los caminos rurales, la tierra labrantía abierta en surcos, los cafetales, el corral hogareño. etc., todo en estrecha ligazón con la emo· ción que lo amasa, que lo recrea y esculpe en atinados brochazos. hasta convertirlo en cosa subjetiva, elaborada en el crisol de sus sentidos y su espíritu en con· trastada mezcla. Cuando Lloréns ve el paisaje dentro de él y se siente henchido por las palpitaciones de esa natura· leza que lo invade y lo penetra, entonces el paisaje queda dentro y fuera de él. Este es el momento de la fusión de ambos. es cuando alcanza la más auténtica espiritualidad. Pero cuando Lloréns se aleja de lo subjetivo del paisaje, se sale fuera realizando el salto de lo interior a lo exterior, se nos revela el paisaje animal o vegetal que complementa nuestros apetitos cobrando en este punto marcadas cualidades sensoriales. Entonces sus sentidos se encienden con el olor. el color y el sabor. El ser carnal aflora en él y el café, la miel, el tabacal, el pesebre, las eras removidas, etc.• le exacerban los sentidos y entra en plena posesión del paisaje. no con su espíritu y así con su carne. Este fragmento de su poema M i junta de bueyes,
CARMEN MARRERO
es ejemplo perfecto que ilustra la carga sensorial del poeta, desembocando en la trasmutación de lo subje· tivo a lo objetivo: IQué macha mi yunta de bueyes que rompe el virgo de la tierra y la rotura hasta el subsuelo y abre los surcos en los erasl Hoy son bueyes color ceniza, ayer toros color candela. Ambos ensanchan las narices al vaho sensual que de· sentierran. Mi yunta de bueyes. Iqué machal . Mi yunta de bueyes, ¡qué bellal . Sin su kimono de neblina, desnuda en cueros la hembra vega, en partes rojo barro, en partes humus de acre zurrapa prieta, enardece a los bueyes, apta para el emblste de la reja, y desde el cono del molino hasta los lindes de la cerca es vientre ardiente de mulata que bajo el ma· cho cachondea. La tierra labrantla para Lloréns no es simplemente la tierra que se alista para regar en ella la semilla, no es solamente el surco propicio y acogedor en la brega del hombre. Es la hembra que se prepara para la fertilización del macho que la posee y la penetra. Tierra con virginidad prometedora, con primicia ofrecida en el acto fecundador; sementera apasionada y ardiente. Paisaje expresivo. elaborado en rojo, blanco y azul, lograda metáfora sensorial, que enciende la vista en tonos colorados, zafirinos y albos son las tres trovas del poema, El pirata Colresí. El poema tiene por subtítulo, TTova en campo de maT a tTes coloTes. Mar, paisaje de costa. ancho y subyugan te que en LIoréns ha cobrado categoría máxima en sus grandes poemas: Mare nostTum, Velas Épicas, Canción de las Antillas. Telón de fondo de las hazañas de piratería, ese mar descubre su fascinadora naturaleza en tres momentos determinados del día: amanecer, medio día
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y atardecer. Existe una interesante corrélaclón entre estas tres modalidades de este paisaje marino y el ca· rácter de la aventura piratesca narrada. La Trova blanca describe al pirata: hurgando si la fortuna le serd o no serd fiel, y d~spojando la margarita del alba a sus pies, con trasfondo de la plata del día que comieza a nacer. Plata, níquel, espumas, flor, velas, bajel blanco, ele· men~9s blancos en secuencia, para lograr la imp,resión de la amanecida: ¡Plata en las crines del viento! .•. ¡Plata del amanecer! • .. Aire de plata niquela los arbustos de café en los montes que dormidos desde la costa se ven. Oculto tras los manglares de la ensenada, el bajel mira el alegre rebaño de las espumas pacer. En la Trova Roja la Canícula del medio día se deslíe tiñendo en rojisollas aguas, las rocas y la playa: ¡Cabo Rojo, cabo rojo en rojo flamboydn lengua roja de pasarse las horas lamiendo sal! Rocas rojas que a las olas hacen saltar hacia atrds dientes rojas que se ríen de las trompadas del mar! En perfecta correspondencia con el cuadro de san· gre presentado, está este paisaje de sol en costa: ¡Lucha feroz! el pirata, sin sangre y sin fuerzas ya, da un rugido de coraje que apaga el rugir del mar; se le enrojecen los ojos, se le enrojece la faz, y le ar.de la barba roja en llamarada infernal. A la caída de la tarde el bergantín se desliza por las aguas entre un derroche de azulados tonos. La Trova Azul recoge los zafiros y añiles de los cielos, el azul de los ojos del pirata, el mar, las aves, las violetas de abril, los peces azules y los deposita en el silencio que rodea el triunfo del pirata, al vencer sobre el capitán del barco enemigo: Aves azuladas vuelan en el cielo azul zafiro .. Peces azulados nadan en el mar azul turqlli• •. Requetesaladas ondas, en rumba corabalí,
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remenean las caderas bajo mantones de añil. Las turquesas de sus ojos al mar se le quieren ir. Zumban lejanos inciensos de las violetas de abril; aves azuladas vuelan en el aire azul zafir; peces azulados nadan en el agua azul turquí; La gracia del paisaje borincano hace que Lloréns alardée de él, que lo vocée a viva voz, bien como sim· pIe motivo central de su verso o como telón de fondo de su acentuado erotismo. En Claroscuro logra esa dual reproducción: La noctívaga neblina huye por las verdes haldas, y en los riscos pace el hato de sus azuladas cabras. El aire, como que ríe, el agua, como que canta. Dos drboles juntos, como que se besan 'Y se abrazan. Humea la burra y el burro humos de brasa con brasa, e iguales que burro 'Y burra son don Pancho y doña Pancha. ¿Hay serenidad en el paisaje de Lloréns? No, no es paisaje sereno lo que recrea en su poesía, aunque a veces la tónica que él intenta impartirle sea de na· turaleza apacible y de beatífica contemplación. Su paisaje es escozor de los sentidos y aunque su espíritu desee posesionarse del paisaje, diluirse en comunión con él, el resultado es una fuerte carga de sensualidad que emana de las condiciones inherentes al poeta en abierta fusión con la perturbadora oferta del paisaje tropical. Cuando Lloréns se posesiona dd paisaje, descarga en él sus fuertes vibraciones sensoriales y eróticas. El paisaje de Lloréns jamás podría ser el de An· tonio Machado. Ambos poseen el virtuosismo poético para realizar la perfección en el mensaje artístico qu~ nos regalan, en el mensaje anímico de la poesía lo· grada, pero en Machado hay otras cualidades y cate· gorías que determinan la tónica de sus emociones. De ahí la gran diferencia entre ambos. Machado en su paisaje nos da el tránsito de su alma a otra alma, la fusión pura y absoluta de su plenitud interior con la plenitud del medio físico, porque en su espíritu hay los mismos atributos que en el paisaje que le rodea. La tierra de Castilla es tierra antisensual, sin gracia, sin encanto evidente. La fuerza e impacto de este paisaje residen en el contenido espiritual que tiene.
Desnuda, sin tonos fuertes ni sinuosidades que complaz. can los apetitos, toda su fuerza espiritual está concen· trada en su aire y su cielo. Tierra que tal parece fuera hecha para el casco del caballo del soldado y para la leve pisada de la sandalia misionera. Por el contrario, Lloréns, cargado de un erotismo suceptible a la más leve insinuación, ve en todo su paisaje una manifestación sensual, una invitación al devaneo de los senti· dos, y suelta las riendas de su delectación ffsica, convirtiendo en goce estremecedor la calma recóndita y serena del paisaje. Cuando ha querido mirar y gozar la beatitud inmaterial en el paisaje, el logro ha sido a medias y le ha salido el poema entreverado con finas estrfas eróticas: Te anduve buscando da fe de este doble cuadro de erotismo y sublimación: Valle de Collares. Hoya en la montaña Colinas en circulo que en medio de elllu guarecen el llano. Vaso de la sierra, que los ruiseñores que cantan de noche lo han visto de plata de luna, colmado j' en que fluye j' salta el rlo que corre j' se sale como si se hubiera roto el fondo del vaso. Jarro que se llena de blanca neblina que en las madrugadas Tebasa los bordes j' a modo de espuma se sale del jarro. Taza en que la aurora, la recién nacida j' pálida aurora, se moja de leche de nieble los labios. Ay de aquél mi valle que fue todo mio la noche en que en sueños te robé de un astro "j al verte desnuda te vestl de besos az.ules y verdes 'Y rojos 'Y blancos. Además del paisaje sensorial y espiritual de naturaleza viva circundante, en Lloréns concurren los paisajes intelectual e histórico. No ha visto él en sus experiencias vividas cosas, que, al evocarlas, al estam· parlas en su verso las hace realidad, les presta vivencia, actualidad. De mano con la historia, camina un largo trecho, se detiene, observa, recrea, constrUye, y sor· prende con la maravillosa pujanza del paisaje ame· ricano, logrado en Velas épicas: ¡Cien hombres! Sobre ellos, el sol de un nuevo mundo. ¡Cien gigantes que alzan la losa de los siglos que el Génesis dejó sobre la mitad de la tierra. y ante ellos, América. Robusta j' nueva. Sólo herida por la macana 'Y la flecha. Lujosa de aves y flores. 'Y de Tios j' de montañas inmensa. Aureada de arenas en la playa 'Y gris de troncos en la selva. ¡América ebria. olorosa, musical, resonante; ¡América!
La poesía de Llorms rara vez está desnuda de un paisaje. Su técnica de elaboración en el desarrollo de sus temas descansa esencialmente en este recuno tan personal y tan ajustado a sus acendradas cualidades observadoras. En Lloréns siempre vislumbramos un paisaje, ya sea abiertamente o sugerido, en primer plano o como fondo al asunto que trata. Paisaje intelectual es éste que refuerza la idea central desarrollada en su poema, Luis Muñoz Rivera: La cruz del Sur, que en nuestro delo con clavos de oro clava Dios. en rumbo al Sur gula las naves de libertad 'Y redención. Presa en el pico de audaz. águila que escala nidos de candor. va la inocencia de una estrella marcando rumbo al S~tentrión. En la Balada de la Nochebuena, Lloréns, recreando emociones, fundiendo realidades y ensueños, logra los medios tonos de un paisaje intelectual avivado por una realidad poéticamente elaborada: La turba del pueblo. sonámbula y loca. cantando ovillejos, pasaba. pasaba ... y apenas si el viento tra/a sus notas, como últimos ecos de una cabalgata. Los árboles viejos gemlan en sus copas. Los drboles nuevos reian en sus ramas.
La noche era un sueño de luna y aromas y cisnes serenos en nltidas aguas. Los drboles viejos gemian en sus copas. Los árboles nuevos relan en sus ramas. A veces encontramos una fusión de cielo y tierra muy particular en su paisaje, como si a la visión del poeta, cautiva en lo terrenal, le faltara dimensión, espacio y diera el salto vertical en busca de otros elementos para trasplantarlos al plano terrestre. En PaTió la luna se advierte este fenómeno espacial: Altamar del mar Caribe, noche azul, blanca goleta; una voz grita en la noche: ¡Marineros! A cubierta! es el aullido del lobo capitán de la velera. Aúlla porque ha parido su novia. la luna nueva. y todos ven el lucero que en el azul va tras ella. ven el corderito blanco detrás de la blanca oveja. No son espumas de olas. ni albas crines, ni m;ucenas: 41
es que en el mar cae la leche del pecho que saca fuera porque ha parido un lucero, mi novia, la luna nueva. En Retornelo se repite el mismo salto hacia lo alto: Cielo arriba, la bruma cenicienta acachando los rucios recentales que se maman la miel de las estrellas. Paisaje simbólico. Para la portada de su libro, Alturas de América, escogió Lloréns un tema especial, por creer que en él quedaban expresadas la pujanza y fortaleza de 10 que él creía era América. Paisaje andino, monolítico, de siglos decantados en estratas calizas, asoma sus picachos, sus caracolas rocosas, sus sinuosidades profundas y su maciza conformación vertebrada en el tiempo, este paisaje americano, universalmente conocido. Gestó el germen de la idea en el poeta, con ánimo abarcador y majestuosa serenidad. Se concretó la idea en la interpretación de una pintora puertorriqueña, Luisina Ordoñez, unida por amistad entrañable a LIoréns.
El poeta exigi6 altura. dimensión vertical. índices de roca que casi tocasen el cielo, mano aupada sobre la cordillera en actitud de ofrenda exclamativa y en audacia de vuelo hacia el infinito. El ave andina está representada en vuelo ascendente. desafiador. En una escarpada meseta del abismo sin fondo de la cordillera. el hombre reverencia la majestuosa obra del creador. Levanta sus brazos en alabanza o se inclina en genuflexión admirativa. Así están expresadas por la mano de la pintora las alturas geológicas del continente americano, como en el libro expresó el poeta las alturas espirituales. "los altos valores de nuestro continente". En estas manifestaciones de la poesía l10rensiama vemos esencialmente, la unidad primordial de todo el universo, el abrazo abarcador del hombre poeta. gozador de todo lo creado. Todo emana de Dios. fuente original. Lloréns bebió de la naturaleza como de un manantial pródigo. con sed insaciable. y él en su canto, pródigo también, nos dió las cosas grandes y pequeñas, haciendo de su poesía un itinerario lírico, reproductor de un miraje o de una realidad. Mediante esta contemplación apasionada de la naturaleza, realizaba su propia felicidad.
Infancia en Lares Por
LUIS HERNÁNDEZ AQUINO
El campo aquel. La tarde. El claro viento
si su alma sueña, como rosa abierta,
dialogando en el árbol de maría.
al son del río, la estrella y la colina?
y por los camaseyes del camino una paloma turca sola trina.
La noche cae por fin. Ya sobre el Alto de Cuba gris, la dulce luna brilla
La nube lenta boga sobre el monte
y el caserío de Lares, presto al sueño,
y ya sale la estrella vespertina.
se duerme al ritmo de grandiosa lira
Caerá la noche alta sobre el mundo. Todo se ha de apagar en las pupilas. Vuelve el niño del monte con su honda
que pulsa Dios en la estrellada noche, mientras el niño, en sombras y vigilia, siente caer sobre su blanca frente
Nada cazó. Mas, ¿qué cazar podría
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La Tierra Desolada Por LUIS HERNÁNDEZ AQUINO
Ha ido muriendo lentamente todo 10 bello que yo amaba. Perdió su luz celeste el campo, sólo cenizas hoy se alzan sobre la tierra dulce y tierna que un dia feliz llamé la patria. Alguien pasó cambiando todo, portando al hombro pico y hacha. El destructor, el hombre hábil, fabulador de mil hazañas, el de ojo avieso y manos duras, en cuyas manos crecen garras.
y están los árboles sin pájarosantorchas son de extinta llamaque alzan sus dedos a los cielos, los secos dedos de sus ramas. y las raíces que se hundieron hondo en la tierra, están amargas, y sin sentido, porque ciegas, ahora son noche sin mañana. Donde hubo un río sólo el cauce va andando en seca contramarcha, y está la sed quemando el campo
y se calcina la garganta que ayer cantaba fina copla en valle, alcor, llano y montaña. No son las mismas las estrellas y no es la misma nuestra casa. Tampoco es este nuestro cielo terso y azul, que ahora se mancha de humos distantes y distintos: cuatrimotores, jets en marcha ... Tiembla la voz y se hacen torpes tanto los gestos como el habla. y surgen nieblas en las cosas, la noche cae sobre el alma. Ciegos los ojos, borran todo; sordo el oído, nadie canta. Voy dando tumbos en la noche sobre la tierra desolada. Sobre esta tierra de ceniza busco la. luz de la esperanza, resurrección de cuanto había, vuelta del sueño y la palabra, ~ retorno cierto de mi mundo, todo lo bello que yo amaba. ~ ""?ro-
Domingo Marrero, Escritor· Por JOSÉ EMILIO GONZÁLEZ
-DOMINGO MArrero- le fluía cálida, ágil, alumbradora. Quienes conversamos con él en tantas ocasiones, admirábamos su capacidad para el decir sencillo, pero penetrante: la ligereza y soltura con que se movía en medio de las ideas más complicadas; ]a claridad con que se expresaba y la riqueza de sugestiones con que nos incitaba a las más arduas empresas intelectuales. Hablar con Domingo Marrero era gozar de un momento extraordinario en la vida. E] hombre se filtraba entre las palabras. Su personalidad luminosa nos impresionaba. Aquella simpatía que siempre manaba de su ser terminaba por engolfarnos, por seducimos. Nos llevaba a creer en é], en su posibilidad. Nos encendía con fe y esperanza. También le vimos en el salón de clases. Entonces se erguía con ademán aleccionador. Su mano por el aire dibujaba el gesto decisivo, alzaba el relieve neceo sario, anunciaba el rumbo por el cual debía adelantar el pensamiento. Era mano de sembrador, de guía. Cabeza y corazón se encontraban en su boca y del cho· que brotaba ]a palabra, densa en su carga conceptual, afectuosa y viril, vibrante en su raíz vital. Mano y voz, cuerpo y espíritu, en estrecha armonía nos iban revelando a] maestro. Desde aquella voz descendían a nosotros las palabras en rápidos esguinces cortantes. La mano, suspendida en lo alto, apretaba un racimo invisible. De pronto, se abrfa. E iban cayendo los frutos ideales, que la palabra recogía para contemp]arlos, para examinarlos, para probar su consistencia, su pulpa, su calibre. Las palabras entraban por nuestro pecho apartando las sombras, arrojando haces de luz, iniciando en la noche oscura de nuestra ignorancia puntos de fuego. Invadían la inteligencia como rayos LA PALABRA VIVIENTE DEL HOMBRE
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Palabras pronunciadas la noche del 20 de apto de 1965 en el homenaje a Domingo Manero Navarro en el Ateneo Puertorrlquefto.
de sol mañanero, poblándpla de perspectivas, de caminos, de verdades. Era un despertar. En los asientos remotos del alma sentíamos conmoverse las aguas. Ca· mo por vara mágica tocada, de la entraña de ]a roca -nueva anunciación- saltaba el manantial, como un hijo nuevo. Las aguas comenzaban a correr. El peno samiento se alborotaba y alegremente salIa en busca de ]a presa entrevista -la idea escurridiza- persiguiéndola por parajes penosos y bosques enmarañados hasta darle caza. Luego era la sorpresa de verla palpitar, pez milagroso entre sus redes. Tal el maestro en su palabra trasmutadora. Tal e] hombre para quien la vida fue, sobre todo, campo de esfuerzo, arena de servicio, trinchera de amor. Domingo Marrero fue hombre de acción por la palabra. Su principio era el Verbo. Lo sabía fundador. Lo sabía transformador. Lo sabía sostenedor. Para él la palabra no fue puro instrumento. Nunca la sintió separada de sí mismo. Era centro mismo de su existir. Lo que destellaba de sí para alumbrar a los otros. El mejor Domingo Marrero fue aquel conversador que conocimos, porque el hombre se entregaba cabal. y desde ahí debemos partir para conocerlo. Todo lo demás -ministro, maestro, escritor- son desarrollos desde aquella verdad nuclear, desarrollos más amplios, más refinados, si se quiere, pero solamente desarrollos. Las caracterfsticas que hemos señalado pueden comprobarse en su obra escrita. Congruente con su humildad es que no fuera un escritor de los que podríamos llamar subjetivistas. Su yo se mantiene discretamente tras bastidores. Casi nunca habla directamente de si mismo. Su obra no es una confesión. Si algo llegamos a saber es porque nos llega en la forma de preocupación. Pero sus inquietudes fueron múlti· pIes y todas tienen como punto de partida al hombre. Llamar]e escritor de ideas sería inexacto. Más justo sería decir que su alma estuvo constantemente estremecida por las grandes cuestiones que atraviesan la
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existencia humana. Esto es lo que brilla en sus numerosos artículos -que merecen un estudio aparte-, en sus sermones, en sus ensayos. Desde los enigmas que acosan la intimidad mas pura del hombre hasta los problemas mas abarcadores del ser colectivo humano, una amplísima gama de interrogantes provee el pulso cordial que mueve al pensar y al sentir en la obra escrita de Domingo Marrero. Y esto era una manera de hablar también de lo suyo, de sus angustias, de sus esperanzas y desesperanzas, pero jamás como únicamente suyo, sino como inquietud esencial del hombre. Su corazón era como el móvil espejo de las aguas donde tiembla reflejada la vera efigie de lo humano. Cierto que tuvo que bregar con las ideas. Esto era inevadible para un hombre que ponla su inteligencia y su corazón junto a la ralz de la pregunt•. Acudió a las fuentes eternas de la filosofía, de la poesía y del arte, a los grandes maestros que ya hablan dicho su palabra fecundante de espíritus. Aprendió rigor y disciplina para ha'Cer el análisis y examen cri· tico de los grandes pensadores ejemplares. Para aprender a interrogarlos y que ellos le dieran la verdadera respuesta. Pero todos fueron medios para irse como prendiendo mejor a sí mismo, averiguando su verdad, la más suya, que era también surtidor de preguntas sobre el ser misterioso del hombre. Quien haya leido sus artículos y sus ensayos podrá darse cuenta de que junto al desfilar de los conceptos y a la marcha de las proposiciones se percibe el alígero movimiento de la palabra, ]a gracia escultural de la imagen, el fervor de la fe y un alado entreabrirse de sugestiones que dejan la página oreada de belleza. La idea será todo lo grave que se desee; jamás se volcará en un molde pesado. El pensamiento será todo lo lógico que se quiera; jamás sufrirá endurecimientos dogmáticos. Su arquitectura es como la de la catedral en las aguas del Senam; ondulante, tornátil, musical. Característicamente. sus Meditaciones de la Pasión (San Juan de Puerto Rico. Imprenta SoItero, 1950) -uno de los más hermosos libros de nuestra literatura- es la versión modificada del Sermón de las Siete Palabras que pronunció en 1945 en la Iglesia Bautista de Río Piedras. Se ocupa Domingo Marrero de las palabras del Señor, camino del Calvario, y las va desgranando entre sus manos como un rosario de rojas peronías. Cada una guarda en su centro un fuego puro. Domingo Marrero levanta la corteza y nos va enseñando la joya escondida en la preciosa miniatura. Allí nos habla el hombre de la fe que indaga el misterio de la Cruz. No se trata de una fe recluida en sí misma, atesorada en un rincón como tesoro del cual nos sentimos raros. Su fe no es otra cosa que la caritas cristiana;' el amor. Es una fe irradiante, como el corazón de la Dolorosa, traspasado por siete
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cuchillos. que apuntan hacia todas las direcciones. Es una fe que abandona su morada natal para peregrinar por el mundo. Es fe de samaritano, de compañero del camino. Por ello, en cada palabra. que es estación en la vla del sacrificio. Domingo Marrero hace frente por lo menos a un problema humano, actual, caliente aún con la sangre de los que sufren. AsI, por ejemplo. en "La Palabra del Perdón" lucha con el problema de la guerra y desde su alma esparce una verdad como un grito: "La crisis que padecemos es hija de nuestro propio egoísmo y de nuestro propio pecado; y todos somos igualmente culpables. En "La Palabra de Re· conciliación" penetra en la ideologIa democrática, para encontrar que como práctica de vida fracasa muchas veces en Puerto Rico y en los Estados Unidos. AlU fustiga a los que atentan contra la dignidad de la persona humana. No rehuye los problemas más diCIciles, como el de la opresión económica, y reclama del cristiano un enfronte resueIto con dichos proble. mas. Condena a los que se refugian en lo sobrenatural para no herirse la mirada en los males muy verdaderos del hombre. Condena a la piedad-sedativo y a la religión-opio. Su fe es la de los que creen que milicia es la vida del hombre en la tierra: "Hay una forma de religión que nunca deserta la vida. Es realista y valiente. La religiosidad de Jesús era de esta estirpe". Meditaciones de la Pasión es la obra de un maestro. y no digo "predicador", deliberadamente. Porque Domingo Matrero no predicaba. si por predicar se entiende lo que algunas veces se oye en los púlpitos de Puerto Rico. Domingo Matrero no trataba de edificar moralmente a nadie. No presumia de haber encono trado la verdad de una vez y para siempre. Menos aun pretendía imponérsela a nadie. El gesto retórico no le pertenecía. Nada más extranjero a sus labios que la frase pomposa. Su palabra era amor caminando por el aire hacia nuestras almas. Su palabra era ofrenda de fe en el altar de la creaciÓn humana. Su palabra era borbotón de vida que, por serlo, encontraba siempre en nosotros recibimiento de vida. Era pregunta tocando a las puertas de nuestro espíritu. Y su fe era fuego multiplicado en la palabra, incendiando corazones y mentes. Meditaciones de la Pasión es obra de fervoroso empuje, de encandilada piedad. Su prosa, como la de Santa Teresa, es la del enamorado de Dios y la del que, por Dios. ama a los hombres. Al leerla, nos damos cuenta de que si su prosa adquiere categoda de arte no es porque el hablante, que fue Domingo Ma· rrero, estuviera movido por propósito consciente alguno de orfebre puro. Tiene esa prosa la belleza de lo que en inglés se llama tan aptamente "artless art". y ello es así porque en Domingo Marrero se hallaban inmanentes las dotes del artista. porque lo que de
adentro le salla era naturalmente bello. porque como sus pensamientos venían ya pletóricos de la savia de su ser, al surgir a la luz mostraban la hermosura de su origen. En Meditaciones de la Pasión, Domingo Manero, el hombre íntegro, en su plenitud amorosa humana se nos revela una vez más creador de arte. Estas conclusiones son válidas también para sus otros ensayos. Los Fundamentos de la Libertad (Río Piedras. Puerto Rico, Colegio Hostos. 1949) fue leído como discurso el 14 de mayo de 1949 en el Instituto Politécnico. Nos esboza alli su concepción del hom· bre como posibilidad y libertad. El tono es expositivo. La inteligencia recorre sosegadamente las ideas. Se detiene a contemplarlas. Las escudriña. Las sopesa. Si angustia hay, se halla sutilmente velada. Pero por donde quiera palpita la inquietud con el destino del hombre. El hombre -nos dice- "es un ser histórico. Más que de carne y hueso está hecho de recuerdos y esperanzas". Decir que apunta a una visión original. El problema de la libertad comienza en el hombre mismo, en su pugna con "las demandas egoístas que hay en nosotros mismos". Para que llegue a comprender justamente su esencia de libertad, la razón no le sirve al hombre. porque no puede rendir cuentas cabales de su ser. de su situación existencial de su vida. Es un pensamiento éste que entronca con Kierkegaard. La verdad alcanzada por medio de la razón no puede libertar a nadie. no puede salvarlo. "5610 cuando la verdad se hace carne y se hace vida tiene capacidad salvadora y libertadora", asegura, coincidiendo en ello con Miguel de Unamuno y Antonio Machado. Hay un eco de Scheler cuando asegura que el hombre es espíritu. El hombre se define "como tal no por lo que es. sino por lo que puede llegar a ser". Este es el pilar de su antropología filosófica que. por desdicha, no lIeg6 a desarrollar en todas sus proyecciones. De aquella definición se desprende que la esencia del espíritu es la libertad. Esta no tiene sentido si se la concibe en un plan egoísta. El hombre no sólo existe. sino que coexiste. "Sólo es libre el hombre capaz de amar y respetar a los demás hombres", declara Domingo Marrero con palabras que Kant hubiera aplaudido. 5610 la libertad que se realiza amorosamente en 'lo colectivo es verdadera libertad. La privación de ésta genera toda clase de desafueros, atropellos e injusticias. Preciso es subrayar esta coordenada del pensamiento de Domingo Marrero: su profundo sentido social. Puede partir del análisis de las más recónditas experiencias del yo; siempre desembocará en el estudio del hombre como ser en sociedad. Insiste en que hay que conocer al hombre en su vivir concreto, alma adentro. más a la postre, nada se puede entender bien si no vemos cómo esa red de situaciones existenciales
que es el hombre se halla entretejida también con la malla de los procesos sociales. Una consideraci6n puramente teórica jamás puede darnos la medida de lo que es el hombre en su arduo bregar con sus semejantes. Es de observarse. además. que para hacer sus enfoques no se limita a escrutar las concepciones de un Bergson. de un Dilthey o de un Heidegger, por vía de ejemplo. sino que recurre a los poetas, a los escritores; Jorge Manrique. Cervantes. Ganivet. Los artis· tas de la palabra tienen también algo valioso que decirnos sobre el problema del hombre; intuiciones, vislumbres. aciertos. Todo esto lo podemos confirmar en El Centauro, persona y pensamiento de Ortega y Gasset (San Juan de Puerto Rico. Imprenta Soltero, 1951), una de las más sólidas aportaciones al estudio del gran pensador español. Los tres ensayos que forman este libro tu'vieron como punto de apoyo inicial una tesis académica. Sin embargo. nada hay en ellos que sugiera una disertación de ese tipo. No obstante lo serio de su temática. la impresión que se obtiene es de ingravidez. Jamás tropezamos con nada duro. rocoso. rígi. do. Todo es raíz y ala. El mundo aparece sostenido en la mirada. La mirada recorre al mundo como ma· no amorosa. Pocos ensayos se han escrito en Puerto Rico en que la pluma se mueva con mayor soltura. en que imaginación y pensamiento se hayan concertado mas armoniosamente, en que la palabra haya cumplido mejor su función magisterial. En este libro. Domingo Marrero aporta datos nuevos sobre la vida de Ortega y Gasset como estudiante en Alemania. Para obtener esos datos hizo un viaje especial a aquel país. Bosqueja, además, las ideas principales de Ortega. trazándolas somera y cuidado· samente a sus orígenes y señalando influencias. Es· boza el desenvolvimiento de esas ideas. Finalmente, formula críticas, destacando lo que a su juicio son realizaciones, al tiempo que subraya debilidades y quebrantos. Es evidente que aquí no podemos hacer el análisis que. sin duda, este libro se merece. Recalquemos. por lo pronto, que pese a ser más complejo en sus esquemas conceptuales, la visión del hombre que en El Centauro se nos ofrece no difiere esencialmente de la que hallamos en Los fundamentos de la libertad y en Meditaciones de la Pasión. El libro es un compendio de las ideas filosóficas cimeras de nuestro siglo. Relacionándolos siempre con Ortega. Domingo Marrero estudia a pensadores como Nietzche, Heidegger. Bergson, Dilthey, Kierkegaard, Scheler. Jaspers. Zubiri y Sartre. La atmósfera es siempre de vanguardia intelectual. Hay instantes en que a pesar de la fascinación de las ideas nos detenemos a disfrutar de hermosos pa-
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rajes. Estos abundan. Así por ejemplo, esta bella estampa del centauro, símbolo que tan diestramente empleó Domingo Manero para representar a Ortega. "El centauro está ante la esfinge. Genial cabeza de finísimos y alados giros. Anca sudorosa y patas de cristal. ¿Quién podrá calibrar el peso ambivalente de su colosal figura?" Ve en Ortega al "habitante de alas contrapuestas que ensaya su carrera y su vuelo al mismo tiempo". Otro símbolo utilizado hermosamen· te es el de la cruz; "La vida parece estar en contra· posición con ]a Cruz; pero, bien visto, la Cruz es la culminación de la vida. La Cruz es la vida negándose y trascendiéndose a sí misma. Por eso al apuntar hacia la vida, las nuevas directivas se orientan hacia la cruz". También, en ciertas ocasiones, nos seducen las imágenes, flores que emergen súbitas, inesperado hallazgo para deleite de nuestros sentidos. He aquí una de movida plasticidad; "Cuando el Centauro se encabrita admonitivamente frente a la pantera sensual del medi terráneo ... " Nos habla en otra oportunidad del paisaje como "écran cinemática" y en otra del "follaje umbroso de la metafísica .. ," Son metáforas de sabor muy moderno, en que lo abstracto y 10 concreto suelen fundirse en bella síntesis. Sabe aprovechar el valor caracterizante y grafista del adjetivo. Nos habla de una protesta "hirsuta", del aire "seco y esencial" de la meseta castellana o de las "callejas escurridizas y serenas del gótico pueblecito de Marburgo". La prosa en El Centauro posee, a mi juicio, dos ritmos fundamentales. A veces es un caminar acele· rada, de scherzo, alegre, vivaz. Casi siempre, sin embargo, avanza tranquilamente, reposada, con ondula· ciones de mar a la caída de la tarde. La palabra emerge segura. Va, como la saeta, directa a su destino. La frase es amplia como una túnica, pero nunca desbordante. La oración tiende a ser corta, sin caer en el laconismo. Domingo Marrero evita los períodos complicados en que cláusulas y cláusulas se encabalgan. La expresión del pensamiento es concisa y redon· deada. No suele faltarle ni sobrarle cosa alguna. El
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autor se complace en lo que escribe pero no deja de comunicarnos su inquietud. Bajo la piel de las pala. bras adivinamos la sangre que bulle, que a veces le encrespa, sin irrumpir volcánicam~nte. Leer El Centauro es, a la par, aprender una lección de disciplina y una aventura de descubrimientos. No cabe duda de qúe Domingo Manero fue uno de los mejores ensayistas puertorriqueños. Su continuo dialogar con la Biblia dejó una huella de sabor en su estilo. Son frecuentes las alusiones a pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento. A esos contactos debe una cierta sentenciosidad, un énfasis solemne a veces. No se puede negar la influencia formadora de Ortega. Eludió, sin embargo, cuidadosamente, aquellas coqueterías, aquel frívolo discurrir que con justi· cia se le reprocha en ocasiones al maestro español. El carácter de Domingo Marrero era más intenso, más gravemente inclinado sobre la vida que el de Ortega. No quiso ser, como éste, un mero espectador. Descendió al camino para participar con sus semejantes en la peripecia humana. La vida era para él cosa dema· siado seria para ser tratada a la ligera, aunque fuese por breves instantes. Pero no se me interprete mal. Domingo Marrero no careda de humor. Pero era el suyo el auténtico humor que lleva siempre consigo la entraña dolorosa. A ser espectador, prefirió ser testigo. Dar testimonio del hombre, tal es la enjundia de su creación. En esta actitud, a quien más se parece entre los puertorriqueños es a Eugenio María de Hostos. En su manera de decir tiene afinidades con Antonio S. Pedreira y Margot Arce de Vázquez. Pero fue original porque fue siempre genuino. Porque dio su voz, la de él, la única e intransferible. Porque su espíritu fue voz, primicia generosa de su ser al hermano, al hombre, al puertorriqueño. Y su mensaje sigue ahí, perenne, vivo. A los tres años de su muerte, su obra de orientaciÓn y esperanza, nos provoca a pedir angustiadamente: ¡Dios quiera que aquella voz, que aquel espíritu tan noble y fino no haya clamado en vano en el desierto I
Exposición de Julio Acuña
CUMPLIENDO CON SU PROPÓSrrO DE DAR A CONOCER AL
público a través de exposiciones periódicas a los exponentes de las artes plásticas puertorriqueñas, el Instituto de Cultura Puertorriqueña presentó las obras del pintor Julio Acuña en exposición inaugurada el S de mayo. Julio Acuña nació en San Juan, y se educó en Nueva York, estudiando su arte en el Art Student's League bajo la tutela del profesor Robert Brackman, uno de los más destacados retratistas de Estados Uni· dos, cuya línea sigue Acuña. En Madrid estudió con-------~ don Julio Moisés, figura destacada de la pintura . pafiola contemporánea. Ha expuesto obras en Nueva York, Caracas, Madrid y Barcelona, recibiendo premios en distintas ocasiones. También ha expuesto en el Ateneo y en la Universidad de Puerto Rico. En la presente exposición figuraron varias obras realizadas recientemente por el pintor en el curso de laj ios p.or Itali . Damos en es págmas alExp ¡1C1Rn.
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Aspecto de la Exposición
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El artista Julio Acu単a con una de sus obras
Dama con capa
Retrato de Joven
Balhuena y
SUS
Grandezas Por
YA
LO HACE NOTAR CON SU ACUCIOSA PENETRACIÓN
Francisco Monterde, el sabio profesor y notable escritor mexicano, que el término grandeza significa para Balbuena algo más que el resumen de todas las virtudes de la ciudad más hermosa e importante entonces del Nuevo Mundo: México. Es para el clérigo de aldea, que ha vivido varios años confinado a la existencia anodina de un pueblo rural, el contraste magnifico entre la pequeñez de la aldea y la grandeza de la vida rica, esplendorosa, culta, llena de todo gé. nero de alicientes, de la gran dudad. La maravillosa visión física y la hondura de su er.orme tradición culo tural, tuvieron que deslumbrar al hombre de toga, al escalar la extraordinaria meseta mexicana donde, escenario cantado por tantos escritores, tiene su asiento "la región más transparente del aire" -según nos recuerda Alfonso Reyes. Vale la pena, aunque no sea más que de paso, anotar el contraste curioso, digno de más meditado estudio, de la invenión del tema clásico del menosprecio de la corte y el aprecio de la vida sosegada de la aldea () del campo, siguiendo "la escondida senda". Al oir contra la corriente humilde de "la vida retirada", que en la Península ejemplificarla Fray Luis de León, Balbuena hace aquí en América todo 10 contra. rio: la defensa de la ciudad, su más sentido alegato, el elogio más cumplido de sus grandezas. Siente desprecio por la menudencia y chatez la vida pueblerina. Dijérase que 10 que aJJá en España aburrfa, por el abuso; aquí en América atrafa por la escasez. El poema de Balbuena Grandeza mexicana es un alegato contra las pequeñeces de la vida rústica en las villas primitivas y un desorbitado elogio de la grandeza de la ciudad, de la metrópolis mexicana que lo atraía con su esplendor cortesano, sinónimo de una vida más culta y más próspera. Ambicionó siempre Balbuena, hombre esencialmente de letras y como tal artista, desenvolverse en un ambiente de refinamiento espiritual. El destino habría de concedérselo, como sucede
MITA
Auoyo
con las cosas buenas de la vida, solamente a picotazos. El amor a sus prójimos y a la belleza -religioso y poeta-; la ambici6n de puestos que acarreasen autoridad y honores -hombre al fin-; la raiga! vocación literaria- que lo convierte en uno de los poetas más notables de su tiempo- y la gran avidez de fama, son los resortes sicológicos que determinan su carácter
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y explican su andariega conducta en pos de grandezas. Quiso andar entre ellas, ser una de ellas y lo logró
debatiéndose, como todo ser humano, entre innúme· ras pequeñeces. Logró lo que Alfonso Reyes hizo y dijo: ",Dichoso aquel que puede levantar la estatua de su alma con los despojos de esta realidad que todos los días nos asaltal". El norteamericano John Van Horne y, siguiendo su valiosa investigación, otros autores como José Rojas Garcidueñas; y aquí en Puerto Rico. Femández Juncos, por citar uno. han esclarecido la vida de este ambicioso cura de pueblo de tan brillante carrera den· tro de la vida seglar y su profesión literaria, que no sólo sobresale en la épica española con su famoso poe· ma El Bernardo, sino que alcanza lugar prominente dentro de la literatura hispanoamericana con su fama· so elogio de la ciudad culta y rica donde espera abrirse paso. Había nacido el escritor en España, en Valdepeñas hacia fines de 1561 o principios de 1562. Su padre, de igual nombre que él, lo trajo a la Nueva España cuando el niño contaba sólo dos años. Más de cua· renta pennanecería en el país de las grandezas que cantara. Pero no empiezan sus andanzas mexicanas por la "mera" capital, sino también por las provincias. Infancia y adolescencia las pasa el poeta en San Pedro Lagunillas, Compostela y Guadalajara, donde estudia, hasta arribar finalmente a la capital que lo atrae, como a Juana de Asbaje niña, con sus dorados deste· 1I0s. Hacia 1580 es que Bernardo "conquista" la ciu· dad de los Palacios. Allí se sentirá como soberano en su trono, en el ambiente que anhelaba respirar su alma, ávida de saber y de belleza. Completa estudios; sale triunfador en tres certámenes literarios -uno de los cuales obtiene, según su propio testimonio, "siendo colegial de uno de sus Colegios"-; estudia teología en la Universidad de México. Ordenado en la carrera eclesiástica. es nombrado Capellán de la Audiencia de Guadalajara. Aspira desde el principio a ocupar un alto cargo eclesiástico en la corte virreinal, pero sus ambiciones sufren altibajos constantes y pasa después como cura a las minas del Espíritu Santo y partido de Lagunillas. Su espíritu, enamorado de las grandezas, sigue prendido de ellas., No aspira tanto a las conquistas materiales, como a las espirituales: el saber y la fama, ser culto y prominente. Legílimas ambiciones y grandezas... En realidad las logra en plena juventud, su etapa más feliz y brillante. Ganador de certámenes con ocasión de grandes festividades reli· giosas y profanas, admirado por todos y rodeado de las "grandezas" de la capital, podrá decir de él Rojas Garcidueñas: "No, no era poco, en verdad lo obtenido por Balbuena en sus años de juventud; con razón habrá de suspirar por ellos más tarde, en plena añoranza, sintiéndose como en destierro y abandono al vivir en "lugar apartado y remoto, lejos del bullicio capitalino,
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de los galanteos y fiestas de la corte, de las borlas. maceros y discursos de la Universidad, del teatro, de los concursos de los besamanos, de las nocturnas ca· balgatas con antorchas y el discreteo amoroso en rejas y balcones." Sí, añadimos nosotros. lejos de las "gran. dezas" que tanto y siempre echará de menos el resto de su vida el autor de la Grandeza Mexicana. Durante su estancia en San Pedro Lagunillas. reti· rada de los ruidos y ajetreos de la gran metrópolis, a la que. no obstante, iría de vez en cuando. y a partir de 1592. realiza el poeta su mayor y mejor obra literaria. Su gran poema El Bernardo, poema de largo alcance y ejecutoria; la preparación y retoque que gusta hacer a sus obras, como a su novela pastoril El Siglo de Oro en las Selvas De Erifile l y su famoso poema Grandeza Mexicana l del que vamos a ocupar· nos especialmente. En 1602, con motivo de un viaje, conoce a Doña Isabel de Tovar y Guzmán, quien le pide le describa la ciudad de México a donde piensa ir a profesar en un convento. Este es el origen circunstancial. el pretexto externo del poema en fonna epistolar de Balbuena. Si su amiga quería ir a México a profesar; él anhelaba ir a vivir allf pennanen· temente, ocupando un alto cargo eclesiástico. Para los dos la hennosa ciudad era la meta. Cansado de la chata vida pueblerina, compone su gran poema de asunto americano y en 1603 obtiene la licencia del Virrey para publicar el elogio de la capital con que tanto ha soñado. Piensa él que su mexicano elogio se le convertirá en pasaporte para lograr su ambición más cara, pero el éxito alcanzado por su poema no lo lleva tan lejos como él pretendía en su carrera re· ligiosa. Su "Grandeza" no le proporciona "la grande. za" a que aspira. ,Pobre cura de aldea condenado a un constante destierro por amor de su carrera de servidor de Cristol ... A mediados de 1606 salió el decepcionado prelado para España. por cierto, acompañado de un criadito que la licencia le autoriza "para llevar en su servicio a Cristóbal mulato libre de edad de nueve o diez años·'. Medio siglo antes había dejado la Madre Patria que le resultaba ahora desconocida. En realidad ya él era americano. Las "grandezas" de este lado del mar lo habían conquistado y se había erigido en su más representativo cantor. Pocos años pennanece en la Península, pues regresa probablemente en 1610. según apuntan sus biógrafos. Le ha dedicado su novela El Siglo de Oro con toda intención al Excelentísimo don Pedro Fernández de Castro. Conde Lemas y de Andrade, Marqués de Sarría y Presidente del Real Consejo de Indias. Esto último es lo más impar. tanteo El destino del prelado está en América y a ella tornará a ubicarse como Abad de Jamaica. que es el cargo que se le ha ofrecido y que, como supone Van Home, al cantor de la Grandeza mexicana tuvo
que parecerle "imerior a lo que deseaba". De nuevo los hados le eran adversos: no era a su amada ciudad del altiplano mexicano a donde lo enviaban, no era la realización del sueño de toda su vida: el arribo feliz a "la grandeza" que para lograr la había cantado, pero, hijo de las circunstancias -como todo hombre-, Balbuena tuvo que aceptar la voluntad de Dios. Quizás si la mayor "grandeza" de su alma estu· va en aceptar esta nueva prueba. Y volvió a América a la isla que se le asignaba. Para alcanzar jerarquía encontrana de nuevo soledad, aislamiento. Las islas lo perseguirían desde aquel momento. La falta de comunicaciones hada este archipiélago antillano más insular entonces. Sus bellas islas eran mds islas, islas "aisladas'· . .. y el mar verde este que rodea nuestras patrias era tornadizo y peligroso, mar infestado de piratas. Viajero el pobre prelado entre islas y piratas, mil peligros lo acechan y salen al paso. Grande fue su aventura de atravesar montañas, intrincadas de espesa selva tropical, y mares cuando tiene que reco· rrer, a los sesenta años, la región tan quebrada del Oriente de Cuba para, a través del estrecho Paso de los Vientos, llegar a Santo Domingo y de esta isla mayor trasladarse a la menor de Jamaica que era su destino. Imagináos al anciano sacerdote, que había con su pluma compuesto poemas inmortales, teniendo que cruzar sobre mares de verdura, sobre las islas y sobre el mar - mar de verdes y verdes de mar, a tan avanzada edad para ir a ocupar su modesto cetro a Jamaica. Adiós mexicanas grandezas. La tierra alta de la meseta se le trocaba en mar. Adiós aproximaciones celestiales. El aire transparente de la meseta se le trocaba en brisa salobre y cálida. Ambicioso de cargos y de honores, de fama y nombradía, llegaba a una isla pobre y casi desconocida, ardida bajo el deslumbrante, enceguecedor sol tropical. Para Bal· buena tuvo que ser una tremenda desilusión el nuevo cargo porque -como observa Rojas Garcidueñas- "ese aislamiento, o si se quiere independencia, que daba mayor autoridad y libertad al Abad era, al mismo tiempo, la desventaja máxima para quien deseaba la proximidad de una sociedad letrada y había demos· trado gustar de la vida agitada y densa de las cortes". Súplicas e instancias desde su aislamiento anhe· landa siempre conseguir un puesto más rico que la Abadía de Jamaica, desembocan al fin en 1619 en un hecho estimulante para el Doctor Don Bernardo de Balbuena. El Rey le confiere el obispado de Puerto Rico que aunque entonces, como con gracia dice Lope de Vega, no era "rico", sí resultaba mucho más importante que Jamaica. Es así como el autor de Grandeza Mexicana viene a dar a esta acogedora y bellísima isla. Antes de llegar aquí tuvo que asistir a un Concilio en Santo Domingo. Continuaba su peregrinaje de isla en isla. Desde Puerto Rico dará
cuenta de estas nuevas aventuras al salir de Jamaica: " ... yo vine empeñado en más de tres mil ducados por las muchas embarcaciones que tuve" -es decir, por las muchas veces que se embarcó- "y despobla· dos que pasé, abriendo camino en ellos por más de cien leguas de la isla Española, venciendo todas estas dificultades y otras mayores que oSe padecieron, por cumplir con la puntualidad que debo la orden que tuve de Vuestra Magestad de acudir a la ciudad de Santo Domingo a la convocación del Concilio Provincial. .. " En la cuaresma de 162S, tras ese viaje hazañoso a través de mares y de selvas, se instala el Obispo en Puerto Rico. Viene enfermo y cansado de la azarosa y larga jornada, pero se enfrasca en seguida en las mil responsabilidades y tareas de su alto cargo. No había escalado la soñada meseta del Anáhuac, pero arribaba a las mansas playas de Borinquen. Ni aquí encontrará paz el eterno viajero, saltaría ahora de isla en isla. El Caribe es una amenaza constan te y en septiembre de 1625 se presenta frente a las costas del puerto de San Juan de Puerto Rico una flota holandesa. Viene en plan de corso "el fiero Enrique, halan· dés rebe]ado" y, tras el sorpresivo ataque, desembarca y se adueña de la ciudad. Vecinos, guarnición, Obis· po, canónigos y clérigos huyen en desbandada. Todo es saqueado e incendiado y Balbuena ve con dolor indescriptible arder sus amadas pertenencias, las que ha cargado a lomo de caballo por selvas intrincadas y a bandazo de barco por mares encrespados. El palacio episcopal es pasto predilecto de las llamas y la biblioteca de] soñador es reducida a cenizas. No cuesta trabajo imaginar el dolor del Obispo poeta. Otro gran poeta canta el episodio así: generoso prelado doctísimo Bernardo de Balbuena Tenías tú el cayado de Puerto Rico cuando el fiero Enrique, holandés rebelado, robó tu librería. pero tu ingenio no, que no podía, aunque las fuerzas del ingenio aplique Este compañero de letras de Balbuena es Lope de Vega. Inmortalizados quedan e] hecho y su prota· gonista. Hijo literario, ya que no nativo, de México, a can· tar sus grandezas dedica su poema americano vaciado en molde clásico. el mismo terceto endecasílabo de la Italia renacentista que introdujo Boscán en España y perfeccionó Garci]aso, este poeta que juzgó Menén· dez y Pe]ayo tan acertadamente así: "Hasta por las cualidades más características de su estilo es en rigor el primer poeta genuinamente americano, el primero en quien se siente la exhuberante y desatada fecundi· dad genial de aquella pródiga naturaleza", considerando su poesía "tan nueva en castellano cuando él escribía, tan opulenta de color, tan profusa de orna-
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mentas, tan amena y fádl, tan blanda y regalada al oído cuando el autor quiere, tan osada y robusta a veces. y acompañada siempre de un no sé qué original y exótico, que con su singularidad le presta realce, y que en las imitaciones mismas que hace de los anti· guas se discierne". Menéndez y Pelayo cierra con estas palabras su juicio sobre Balbuena: "es a un tiempo el verdadero patriarca de la poesía americana, y, a despecho de los necios pedantes de otros tiempos, uno de los grandes poetas castellanos". Bajo el ropaje galano y renacentista de un poema narrativo descriptivo en forma epistolar, se nos pre· senta por primera vez en la Literatura Hispanoame. ricana un poema todo él planeado y realizado para lograr grandezas de América, verdadero gran poema sinfónico donde el asunto alcanza su verdadero desa· rrollo y apogeo. La única protagonista es la ciudad de México, el único fin glorificarla, ya que es la ver· dadera heroína de uno de los poemas más america· nos por su contenido que hasta la fecha se ha escrito en el Nuevo Mundo. Ocho heraldos anuncian la entrada de esta gran protagonista, la grandeza mexicana, en escena: son los ocho versos de la octava que sirve de antesala al poema y que contiene a la vez su plan y su argu· mento: . De la famosa México el asiento. origen y grandeza de edificios, caballos, calles, trato, cumplimiento, letras, virtudes. variedad áe oficios, regalos, ocasiones de contento, primavera inmortal y sus indicios, gobierno ilustre, religión. estado. todo en este discurso está cifrado. Ya en este ingenioso preámbulo está contenido, además del asunto y el plan del poema, mucho de su estilo y de su espíritu, de tal manera que, después de leer el poema y volver a la octava. nos parece des· cubrir en ella sintetizadas la mayor parte de sus ca· racterísticas, sobre todo las formales. Por primera vez se escribe en América un poema con un plan geomé. trico, como lo revela la primera octava, plan que. a pesar de estar todo él compendiado en esta estrofa tan reveladora, después se expande y desarrolla exhuberantemente, pero siempre, como veremos, dentro de lineamientos estructurales precisos que le dan un carácter muy original a esta primera expresión del arte americano literario. Topógrafo de la poesía. Balbuena es el más típico y persistentemente enumerativo, no sólo de los escritores americanos de su tiempo, sino de todos los poetas de la lengua española. En este sentido la obra es una larga enumeración, más o me· nos como la de la propia estrofa inicial, de sustantivos o adjetivos, aplicados en forma un tanto de catálogo a cada uno de los tiempos anunciados en la octava 54
temática, cómo pudieramos llamarla. donde se nos dan las notas fundamentales del tema que se va a desarrollar ampliamente después. No queremos con ello quitarle importancia ni belleza al poema que, en realidad. las tiene notables. sino caracterizarlo de acuerdo con nuestra sincera y espontánea impresión del mismo. Como poeta es versificador excelente que, si bien abusa del procedimiento enumerativo -dijérase que la reiteración es su arte poética-, nos da una enume· ración del tipo difícil de aplicar por su abundante contenido verbal, por su caudaloso torrente de bellos vocablos encauzados por un sentido poético induda· ble. Tiene aciertos felidsimos de expresión que le ha señalado la crítica. Su poesfa es pintoresca, decora· tiva, rica en formas y colores, muy plástica. Todo el poema es como un mosaico de esos que combinan tan primorosamente los indios de México en sus ca· noas de Xochimilco. Hay exceso tal vez de verbalismo, abundancia de términos más que de genuina ima· ginación. Se juega más con las palabras que con las ideas. Pero, es. en definitiva, una grandeza más, reflejo de la riqueza material, de la profusión y abun· dancia de elementos que caracterizan la cultura me· xicana virreina!. Los cronistas de la Conquista tenían todos una predisposición marcada a contar la grandeza de la civilización mexicana, mucho más que a cantar la naturaleza americana. En cambio, en Balbuena se completa el punto de vista. Ya no es sólo la civiliza· ción, los hechos humanos. sino la naturaleza, el pai· saje, en su doble aspecto de flora y fauna, la que hace su plena aparición en la poesía de este lado del mar. No son las aisladas, impresionistas pinceladas. salpicadas aquí o allá ocasionalmente, de los primeros cronistas. Es la introducción del tema en apogeo sinfónico. Es la conquista de la naturaleza en su doble aspecto físico y espiritual. Es, en suma, el paisaje sentido por primera vez poéticamente. Podemos afir· mar de modo categórico que Balbuena integra, esta es la palabra exacta, que es el gran poeta integrador de la grandeza mexicana al fundir en un solo cuerpo poético, en su inmortal poema. la naturaleza y la civilización. Estas dos palabras, de tantas vigencias en América todavía. nos recuerdan el titulo de una obra de Miguel Rodríguez Ferrer, comisionado que fue a Cuba "para recorrerla y estudiarla". Naturale%4 'Y Civilización de la Grandiosa Isla de Cuba. Natura· leza, cuando canta el poeta "Primavera inmortal y sus indicios"; y civilización, cuando recorre todas las hu· manas grandezas. los adelantos y esplendores de la capital alabada que alcanza, en evolución histórica, un rumbo de progreso ascendente y es la gran metrópolis capaz de deslumbrar al mundo. Y es por todo esto que como poeta tiene Balbuena
una especial significación dentro de nuestra gran literatura de Hispanoamérica. Es el primero, así lo hace ver Menéndez y Pelayo, en quien apunta la nota hispanoamericana por cambiarse en él esas formas expresivas de gran riqueza ornamental, propias de los poetas andaluces, con el amor a las cosas de América, aunque este amor sea del tipo de admiración de que hablamos al referirnos a la admiración que sentía Cervantes de Salazar por la Nueva España, considerándola como una provincia más de la Metrópolis. Pero adentrémonos en el poema en busca de nuestro tema de la grandeza mexicana. Tras breve exordio, en seguida aparece nuestra gran protagonista. Se complace en todo momento al poeta en mostrárnosla vestida con sus más ricas galas y comienza el desfile de sus suntuosos trajes, o sea, de todos los aspectos de su grandeza material y espiritual. Así nos habla de: su asiento, su grandeza populosa, sus cosas raras, su riqueza y trato, su gente ilustre, su labor pomposa ... y comienza las largas tiradas de enumeraciones: Con belUsimos lejos y paisajes, salidas, recreaciones y holguras, huertas, granjas, molinos y boscajes ... en medio de las cuales tienen imágenes poéticas muy bellas como: De sus altos vestidos de esmeralda, que en rico agosto y abundantes mieses el bien y el mal reparten de su falda ... Más temas similares de la grandeza mexicana trae tados por los Cronistas y por Balbuena son los siguientes: a) La multiplicación de oficios y artesanías: Todos en gusto y en quietud dichosa siguen pesos y oficios voluntarios habiendo mil para cualquier cosa alquimistas sutiles, lapidarios, y los que el oro hurtan a la plata con invenciones y artificios varios ... b) Enumeración pormenorizada de árboles. Aquí el poeta, como el cronista, se admira de su inmensa riqueza y variedad, pero añade a cada especie la nota literaria de un bello epíteto poético: "el presuroso almendro", "el pino altivo", "el sangriento moral", "el funesto ciprés", "el derecho abeto", "el liso job", "el roble bronco", "el álamo perfecto" ... "el azahar nevado" . .. "el trébol amoroso y delicado..... e) Enumeración detallada de pájaros: Aves de hermosísimos colores, de vario canto y varia plumería, Calandrias, papagayos, ruiseñores ... d) La comparación con otras ciudades: Qué gran Cairo o ciudad tan peregrina qué reino hay en el mundo tan potente qué provincia tan rica se imagina ... e) El tema de la grandeza de la Conquista, sólo apuntado por Bernal Díaz o Cervantes de Salazar, aparece ahora en Balbuena ampliamente desarrollado.
Es la nota patriótica que caracteriza el final del poe. ma. Después de cantarnos las grandezas materiales y
morales, éstas son gran novedad y producto de la más evolucionada grandeza de~ país. Termina Balbuena con su loa a la grandeza de España: ¡Oh España valerosa coronada por monarca del viejo y nuevo mundo de aquel temida, desde tributadal Es el resumen de las grandezas de las dos Españas de las que el poeta se siente ciudadano indistintamente, ya que él no distingue entre la una y la otra. Ambas son para él, como lo eran para Cervantes de Salazar y para todos los españoles de la época, una misma patria. La de México y la de España una misma grandeza. Monterde estudia muy sugestivamente el barroquismo de la poesía de Balbuena. La clave de su estilo está en el asunto mismo del poema, nos dice, y es muy cierto. Toda la exhuberancia, la pródiga acumulación de elementos están en la misma realidad que el poeta refleja. Es la realidad americana y ello nos lleva a puntualizar los elementos americanos de la obra, nuestro principal punto de interés. Lo que hay de americano en el poema de Balbuena es mucho. Es todo el contenido. Por primera vez nos encontramos un completo consagrado a cantar 10 americano específicamente. En primer lugar está, pues, el tema mismo. De esa primera etapa en que lo americano les entra a los escritores por los ojos, Grandeza Mexicana es el mejor de los exponentes y su más cabal ejemplo. El poema tiene ese carácter acumulativo que es tónica de esta primera gran visión que de América tienen los que la contemplan todavía más con los ojos de la carne que con los del espíritu. Hay sobre todo grandeza material acumulada: de edificios, de paseos, de caballos; pero hay también buena parte de grandeza espiritual: ambiente culto y refinado, propicio al cultivo del arte, agradable a las musas. "México aparece ante sus ojos como lo mejor que conoce: el ideal realizado, la ciudad venturosa, pacifica, tranquila, culta y bella, con el prestigio de una España que está en el apogeo, que domina plenamente en Europa, en las islas del mar océano y en la tierra firme: La España Universal y el patio de la Iglesia, que ampara las jerarquías, escala por la que Bernardo de Balbuena se propone ascender en breve ... " Así dice Monterde con su habitual enjuiciamiento certero. Pero México, aunque como prolongación de Espa. ña, es para el poeta la ciudad amada y perfecta que 10 impresiona realmente, no sólo como escalera para ascender socialmente, sino como reducto de verdade· ras bellezas que él admira tan sincera como floridamente. La "flor de ciudades" que es para él México, es una flor con esencia ya americana y en esta fra· gancia nuestra que emana de todo el poema está su
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mérito principal para nuestro propósito de destacar lo americano. Balbuena es un producto cultural de América, aun· que vestido con ropaje europeo, porque late en él como el poeta español Quintana fue el primero en reconocer, un espíritu ya americano "semejante al Nuevo Mundo donde el autor vivía" ... y este mundo ancho y soberbio "es un país inmenso y dilatado, tan feroz como inculto, donde las espinas se hallan confundidas con las flores, los tesoreos con la escasez, los pájaros y pantanos con los montes y selvas más sublimes y frondosas" . .. un país, añadimos nosotros, donde se acumulan todas las grandezas de la tierra y donde se dan los más fuertes y feroces contrastes. Entre estos contrastes :Balbuena prefirió destacar el que más honda huella había producido en su espío ritu de hombre cultivado y ambicioso de gloria: el de la ciudad, grandiosa y el pueblucho pequeño. Por vía de su afán de gozar las excelencias de la corte, abandona con alegría las estrecheces materiales y espirituales del mísero cortijo y, con mayor alegría todavía, canta su loa a la ciudad cuyas grandezas lo atraen como imán poderoso. Pero de paso, su poema nos descubre, además de este contraste que es ya de por sí muy americano, la grandeza de nuestra América, rica, bullente como las calles de la ciudad que describe tan barrocamente abigarradas "el patriarca de la poesía americana", útulo con que:: tanto lo honra Me-
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néndez y Pelayo y tanta justicia nos hace como entidad literaria al mismo tiempo. De su profunda admiración por la ciudad de México le brota, pues, a Balbuena su gran poema americano. El pobre poeta tuvo que morir lejos de su amada patria adoptiva suspirando siempre por volver a México, a Tlaxcala. La muerte lo sorprendió aquí poco después de haber visto saqueados su casa y su biblioteca durante el asedio de los holandeses a la Isla. tI, que tanto había amado la annonía de las cosas bellas y la grandeza de las ciudades más cultas, alentaría para siempre en el arte literario americano, como el gran cantor de la ciudad de México, cumpliéndose por lo menos su deseo, al cantar su gloria para la posteridad, "de celebrarla el mundo eternamente". Queda pues, Bernardo de Balbuena, consagrado como el primero de los grandes poetas americanos. Pero lo que a nosotros nos interesa destacar de un modo especial es su expresión americana, producto ya de una genuina sensibilidad poética. hija feliz de un mundo nuevo que, tras las contiendas de la conquista guerrera y brutal se erguía. puiante y dinámico, sobre las ruinas y florecía a la cultura con nueva personalidad. Porque la trascendencia del poema Grandeza Mexicana es que, pintando específicamente la mexicana grandeza, abarca un cuadro general mucho más amplio: gracias al poder expresivo del artista, es un gran canto a la grandeza americana.
Labra y Puerto Rico Por
DIArios de Sesiones de las Cortes españolas se sorprende uno de ver con inusitada frecuencia el nombre de Rafael María de Labra (184()'1918), hoy tan injustamente olvidado. Desde 1872 a 1899 representó casi sin interrupción algún distrito de las Antillas. Sábana Grande fue el primero y el que más veces le llevó al Parlamento, pero después vinieron Santa Clara, Guanabacoa, la Habana, etc. En ocasiones era elegido por varios de ellos al mismo tiempo, bien para diputado o senaddr, viéndose obligado a optar por un solo distrito y una sola representación. Sin más preámbulos, cabe preguntarse ¿por qué este hombre, bien acomodado, nacido en la Habana pero educado en España y español por los cuatro costados, tuvo la representación antillana en unas treinta legislaturas y por más de veinticinco años? ¿Por qué, desde muy joven, se dedicó con todas sus energias a la cuestión colonial? En realidad, se puede afirmar que fue de los pocos que en España vieron cIaro y quisieron anticiparse a los dramáticos aconte· cimientos de fines del siglo XIX. Prim y Pi Y Margall fueron otros. Este, por desgracia, no hizo nada desde el poder, pero Prim hubiera resuelto con toda probabilidad el problema antillano de no haber sido RECORRIENDO LAS MONÓTONAS PÁGINAS DE LOS
JUAN
CASTELLANO
cercenada su vida tan prematuramente. Según sus bió· grafos, era su propósito conceder la autonomía sin pérdida de tiempo y llegar a la independencia después. De ser cierto esto, Natalio Rivas tiene razón al decir que la desaparición inesperada del conde de Reus "ha sido uno de los acontecimientos más trascendentales de la España contemporánea."1 En su primer trabajo periodístico, "La justicia en nuestras colonias," publicado allá por 1860, antes de salir de la universidad, ya se percataba Labra de que el problema antillano no era sólo una necesidad local, sino una cuestión trascendental para una nueva España que estaba obligada a restaurar su prestigio en el drculo americano. Durante el resto de su vida fue probablemente animado del mismo pensamiento que abrigaron San Martín y López Estrada: el de llegar a una Federación hispánica, programa que intentaron tibiamente las Cortes de 1820-182!J. Para ello era indispensable conceder a Cuba y Puerto Rico una autonomía que las capacitase para fijar su destino, pero aquella llegó tarde y -según Labra- se malogró por oposición del "coloso" del norte. Toda su política americanista partía, pues, del supuesto que la reforma colonial no era un problema local, sino un problema total de la nación española, "una cuestión de suprema justicia." De ahí la gradación de sus esfuerzos: (1 9) en favor de la abolición de la esclavitud -"una cuestión de conciencia"- (2°) en favor de la igualdad polftica y jurídica de antilla· nos y peninsulares -"una cuestión de dignidad huma· na"- y (3°) el establecimiento de un gobierno propio en las colonias -"una cuestión polltica-.'· Como la Revolución de septiembre no había cumplido sus compromisos con las colonias, (alguien la ha llamado "la última revolución burguesa" que ha tenido España) , por haber caído en manos de elementos reaccionarios, 1.
Natalio Rivas Santiago, Narraciones contempordneas (Madrid, 1955). p. 186.
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nos dice Labra que fue necesario que "los pocos que desde aquí miramos con especial cariño las cosas de América, alzásemos la voz para reñir duras batallas con ese inocente patrioterismo.":! Por su parte, durante el primer periodo de la Revolución trató de despertar la opinión por medio de artículos de revistas. libros. hojas sueltas y exposiciones. Uno de los libros. La cuestión colonial (Madrid, 1869). termina con la profeda de que España "sólo por la libertad puede asegurar su imperio ... y si por desgracia, este empeño no pudiese realizarse... sino a costa de la Libertad y del Derecho, nosotros aconsejamos que España debe renunciar para siempre a sus colonias" (p. 118) • El mulato cubano Juan Gualberto Gómez, "el negrito de Labra" (así le llamaba todo Madrid). nos informa que su protector "apenas salido de la adolescencia, dedicóse a la defensa de los intereses anti· llanos. consagrando su inteligencia superior y su actividad incansable a la causa de la abolición de la esclavitud. que ha tenido la fortuna de ver desaparecer de los dominios españoles."s Por otro lado, Pi y Margall dice que "perteneció al grupo de hombres que han consagrado a la libertad de los esclavos su corazón y su vida:'· El propio Castelar -nada propicio al elogio- le reconoce el mérito de haber sido alma del movimiento abolicionista. No es éste lugar apropiado para ocuparse de su ardua y prolongada campaña en favor de la abolición. Sólo apuntamos los motivos que -según nos dice- le impulsaron a esta labor: Nacido en Cuba, de padres peninsulares, con familia amigos en aCJ.uella isla. y formando parte de grupo de privtlegiados de la sociedad ultramarina, he creído desde muy temprana edad, que estaba estrechamente obligado a poner cuanto fuera y valiese en favor de la redención de las Antillas. En tal sentido, la abolición de la esclavitud llegó a ser para mi una ver· dadera obsesión.lI A consecuencia de su insistencia en la libertad del esclavo sufrió agravios, insultos y hasta injurias por
parte de los defensores del statu quo: "se nos calumniaba, se nos suponía cómplices estúpidos de las intrigas extranjeras y traidores vendidos al dinero de los protestantes, de los cuákeros o de los propagandistas. cuando no de los gobiernos de Inglaterra y de los Estados Unidos."e En J871 entró en la polftica activa como diputado de Infiesto, distrito al pie del Covadonga donde viven "muchos de mis mejores amigos," donde "radica una buena parte de mi modesta fortuna" y donde "yacen aún calientes las cenizas de mis inolvidables padres. mis únicos protectores."T Aunque no aeía que la Monarquía ofreciera perfecta compatibilidad con la democracia, aceptó esta forma de gobierno por esti· mar que España era un país "todavía no preparado para el ejercicio de ciertos derechos que la República supone" y se colocó en la izquierda del partido radio cal. "manteniendo mi absoluta independencia." con cuyo jefe. Ruiz Zorrllla. intimó a tal extremo que logró interesarle en la cuestión de Ultramar. Aceptó, pues, a D. Amadeo pero declinó sus honores como declinó más tarde los de la República y los de Alfonso XIII.8 En 1873 votó la República y republicano continuó toda su vida. Pero su republicanismo era de carácter moderado y templado. enemigo de violencias. Profesaba "poca afición al procedimiento revolucionario" y no quena pertenecer a partidos de revuelta y barrio cada, y mucho menos a una República amparadora de separatismos y anarquía. Es cierto que trabajó duo rante toda su vida por la unión de los republicanos y hasta formó parte de sus Directorios, pero se separó al fin de Fusión al declararse este partido "en favor de un procedimiento exclusivamente revolucionario" como único medio de restaurar la República. Era. ante todo. un hombre de orden que respetaba los poderes constituidos, aun el de "la persona investida con la dignidad del rey de España," y no es de extrañar que Alfonso XIII quisiera demostrar la gran estima en que le tenía, enviando desde San Sebastián donde
2. España 'Y América, 1812·1912 (Madrid, 1912), p. 178. 5. Preparando lo revolución (La Habana, 19!6) , vol. 2, p. 185. 4. Francisco Pi y Margall. Historia de España en el Siglo XIX (Barcelona, 1902), vol. 5, p. 4!. 5. La crisis colonial de España, 1868·1898 (Madrid, 1901), p. 4 Y La reforma politica de Ultramar (Madrid, 1901),
gando que la reforma oolonlal no se huía mientral la mayorla de las gentes permaneciera en la ignorancia de 10 que se trataba, y que para su empresa propagandista le era necesario disfrutar de oompleta independencia. En La crisis colonial afiade: "Declin~ el positivo honor de ser alto funcionario del E5tado en 1872 y ministro en 187!. Esta actitud no fue efecto de la modestia; meno. de la arrogancia. Sé que la malicia ha querido interpre· tarlo de otro modo" (p. 5, 6). De los ofrecimiento. que afios despu~ le hizo la Monarquía restaurada, vbse el Diario de Sesiones de 1918, cuando oon motivo de IU muerte el ministro de la Gobernación, marqu~ de Alhu· cernas, pronunció un discurso necrológico en el Senado. donde dijo: "a pesar de ser hombre de ideas republicanaa muy firmes, dos veces tuvo el honor de que le fuera ofrecida una cartera [una de ellas la de Instrucción Pd· bUca] para lIe1'Vir a la Monarqufa" (tomo 1, 222) •
r
p.550. 6.
]oaquln Maria Sanromd (propagandista, catedrátioo, es· critor, diputado de Puerto Rioo). (Madrid, 1896). p. 25 Y La abolición 'Y la Sociedad Abolicionista Española en 1873 (Madrid. 1874), p. 56. 7. Carta que a varios electores del distrito de (nfiesto dirige su ex.diputado a Cortes (1872). p. 18·19. 8. Esta actitud de indiferencia a los altos cargos de gobierno fue censurada por muchos, pero Labra la defendia ale-
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se hallaba, un delegado personal que asistiera a sus funerales. Si Labra no abandonó antes la República como hicieron otros oportunistas (incluso el gran tri· buno Castelar) se debe, más que por otra razón, tal vez al hecho de que encontró entre republicanos gen· te dispuesta a secundar su labor autonomista en el Parlamento. Ahora bien, ¿qué piensa Labra de la isla de Puerto Rico, de sus constituyentes que le llevaron tantas ve· ces a las Cortes españolas y de los hombres que la pequeña Antilla mandó a España? En primer lugar, Puerto Rico y Cuba eran para él "los últimos destellos del poder europeo y de la civilización del 'viejo mundo en la nueva e impaciente América; ... el puno to de confluencia de las dos corrientes, sajona y latina, que ... se dividen las voluntades, la fuena y las esperanzas,"e Eran asimismo el punto de apoyo que le quedaba a España para la reconquista espiritual de América, siempre que aquel país demostrase capacidad para ser nación directriz: Tenemos que influir en América por nuestras Antillas... Pero para que... podamos mantener nuestra representación de Madre Patria y pueblo director, ... para 9ue en América realicemos nuestra grandiosa mIsión en el por· venir, tenemos que realizar en las posesiones que nos quedan en ella, una polftica grande, fecunda, de confianza y de reforma, la polftica de las grandes realidades contemporáneas.lO De Puerto Rico y de sus habitantes habla siempre Labra en términos elogiosos. Con frecuencia expresa su agradecimiento a estos isleños por las simpatías que le mostraron a raíz de su primer discurso parlamentario del 10 de julio de 1871, tan mal recibido por la mayoría de los españoles y que tantos sinsabores le ocasionó. De igual manera les agradece "la calurosa invitación" a representar el distrito de Sábana Grande, invitación que aceptó por estimar que esta represen· tación le capacitaba mejor que la de cualquier distri· to peninsular "para la ruda campaña emprendida," Alaba "la cultura, civismo y gran voluntad del pueblo puertorriqueño,"lI y su espíritu democrático, más pronunciado que el de Cuba, debido tal vez a que la esclavitud no tuvo allí tanto arraigo. Pero la característica que más ensalza es su fidelidad a España y su adhesión a la tradición española, demostrada a lo largo de su historia: en los siglos XVI y XVII cuando se defendió sola contra ingleses y holandeses, o cuando 9.
Lo autonomia colonial en España (Madrid. 1892) • p.128. En este respecto es curioso observar que recientemente: (The New York Times Magazine, agosto 16. 1959) Luis Mudoz Marin llama a este "punto de confluencia" de Labra "a valuable meeting place: for Fople and ideas" (p. 40). 10. Mi campaña en las CarIes españolas de 1881 a 1883 (Ma. drid, 1885), págs. 220-221. 11. Estudios de Derecho Público (Madrid, 1907), p. 422.
salió de su propio círculo a guerrear en Santo Domin· go y combatir a los filibusteros; y a principios del siglo XIX, cuando la nación española comenzó a desmembrarse, la isla "manifest~ su propósito seguro y positivo de continuar de una manera invariable su unión con la Madre Patria,"12 Este amor a España que observa en Puerto Rico, le hace exclamar en el Congreso: "No hay ninguna otra comarca en la cual la identificación del espíritu peninsular con el espíritu insular sea tan profunda,"18 De esta adhesión a Es· paña vuelve a hablar años más tarde, en 1915, en ocasión en que andaba preocupado en allegar fondos para la construcci6n de un panteón de doceañistas eminentes. Deda entonces con orgullo: "los primeros que se han asociado a mi empresa, con donativos en metálico, han sido el Centro Español de San Juan V la Cámara legislativa de Diputados de aquella isla,"u Según él, esta devoción a lo que "se ha llamado corriente general española" ha contribuido a que el separatismo tuviera poca importancia y a que los sentimientos autonomistas no revistieran caracteres agresivos como en Cuba. Este afecto que sentía por la pequeña Antilla le llevó a declarar que la Isla tenía mas población que Valencia, más movimiento mercantil que ninguna provincia española, que superaba a cualquiera de ellas en "la viveza intelectual que suponen los círculos docentes y literarios de San Juan, Mayagüez y Ponce," y que, con la excepción de Barcelona, "no hay provincia española que tenga en el extranjero una representación análoga a la de Puerto Rico."lll En fin, todo su entusiasmo por la isla quedó expresado con típica oratoria decimonónica en un discurso parlamentario: Esta isla es por su historia, por su población, por su cultura... una colonia de la cual la patria española puede estar completamente sao tisfecha. Aquella isla donde jamás se ha bajado la bandera de España, merced al valor y patriotismo de sus hijos; aquella isla que se ha go· bernado sola... y de la que ha recibido la patria en los momentos más críticos palabras de consuelo y esperanzas de obtener grandes vico torias en los trances más apurados; aquella isla que ha rechazado constantemente al extranjero, y que en 1873 realizó una de las obras más grandes de este siglo: la transformación del trabajo esclavo en trabajo libre, sin perturbación de ninguna clase, y sin lastimar ningún dere· cho legítimo ... 16 También consideraba a Puerto Rico como exce· lente lugar de experimentación de muchas reformas peligrosas cuyo éxito había demostrado al mundo que Mi campaña en las Cortes, págs. 199·200. Mi campaña en las Cortes, p. 200. La Politica Colonial y la Re:tIolución española de 1868 (Madrid. 1915). p. 48 (nota). 15. La autonomia colonial, p. 51. 16. Mi campaña en las Cortes, p. 7.
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España no era un país refractario al progreso: la abo· lición de la esclavitud -sin que se interrumpiera el trabajo un solo día- las reformas descentralizadoras del municipio y la provincia, el sufragio universal, etcP Claro que esta semi·autonomía que disfrutó la Isla duró sólo el tiempo que duró la República. Sin embargo, según Labra, estos adelantos realizados en Puerto Rico evitaron que las repúblicas hispanoamericanas reconocieran la beligerancia de los insurrectos cubanos y contribuyeran a la pacificación de Cuba. y ¿qué hizo Labra por Puerto Rico, isla que por ser "tan sufrida" la llamó "verdadera Iphigenia del mar de las Antillas?"18 En 1869. antes de entrar en el Parlamento, el ministro de Ultramar, Manuel Be· cerra. quiso utilizar sus conocimientos en materia colonial y le invitó a formar parte de una Junta de información creada con el objeto de estudiar un pro· yecto de Constitución para la pequeña Antilla. 18 Después, más o menos abiertamente, luchó por su autonomía. Ya en 1873 escribía a sus electores de Sábana Grande: "soy partidario de la autonomía colonial. Lo he dicho cien veces, lo he escrito otras tantas, estoy dispuesto a repetirlo en cuantas ocasiones se quiera."2o Entiéndase, sin embargo, que como en un principio no todos los diputados reformistas deseaban la auto· nomía. convino con ellos desde el primer día "en sa· crificar nuestros exclusivismos ante la fórmula de la asimilación, siempre que ésta se refiera•. ante todo, al título I de la Constitución española de 1869," Es decir, que aceptó, como "fórmula de inteligencia," esta doctrina de la asimilación. que "seduce por su senci· llez" y "parece la más igualitaria," no porque fuera de su gusto sino porque bien utilizada "puede servir de base. de un lado, para realizar en la Metrópoli una viva propaganda en favor de su reforma" y, de otro, para que con el tiempo se pruebe la insuficiencia de tal sistema. 21 Una de las luchas más sostenidas por Labra en las Cortes fué la de obtener para la pequeña Antilla una ley electoral justa y equitativa, comparable al menos con la "ley de privilegio" otorgada a Cuba. que concedía a esta isla un elector por cada 51 habiQue Espafta utilizaba el buen resultado de estas reformas para recuperar su prestigio en el mundo, nos lo confirma Labra cuando dice: "He tenido la satisfacción de ver en documentos de carácter diplomático, redactados por el Gobierno espaftol, que se ofrecían aquellos grandes éxi· tos como una demostración de nuestro esplritu progre· sivo" (La reforma colonial en las Antillas, p. 21) . 18. La autonom{a colonial, p. 66. 19. Desgraciadamente. las Cortes se disolvieron sin que se discutiera el proyecto, del cual se ocupa Labra en La cuestión de Puuto Rico, donde inserta su propio "Pro· yecto de Bases," (V. La Pol(tica Colonial, p. lI5, nota.) 20. A los declores de Sdbann Grande. (Memorándum sobre la campai\a parlamentaria de 1872). p. 51. 21. A los electores de Sdbana Grande, págs. 52. !lS.
tantes, mientras Puerto Rico sólo tenía uno por cada 212. La vergüenza de tal sistema, que niega el sufragio a 52.000 de los 59.000 electores puertorriqueños, "hace posible -deda- que frente a Diputados de la Península que están aquí [en el Congreso] por 20 ó 25.000 votos. ¡esté yo por sólo 281"22 Con más vehemencia aún protestó contra "la escandalosa lista de candidatos cuneros, formada de peninsulares totalmente extraños al problema ultramarino y quizá comprometidos en favor de las comarcas castellana. catalana o andaluza, rivales para cierto efecto. de Puerto Rico y Cuba,"28 No es de extrañar que este hombre que tanto trabajó en favor de las Antillas, considerase una injuria ver a las colonias representadas "por personas que no han estado jamás en ellas, que no las conocen ni se han dedicado nunca a sus problemas, ni tienen otra relación con sus electores que la recomendación oficial."24 En 1890 abordó de nuevo la cuestión electoral en las Cortes (sesiones del 7 y 8 de julio) haciendo ver la injusticia de que Puerto Rico -donde no existía elemento separatista ni problema negrosufriese las consecuencias de lo que pasaba en Cuba.211 Yen 1896 se levantó en el Senado (30 de junio) para explicar que la reforma electoral de 1892 había sido injusta con el elector puertorriqueño. pues éste pagaba diez pesos de contribución directa al Estado por el derecho al voto, mientras al de Cuba sólo se le exigían cinco. Tal discriminación -decfa- había causado el retraimiento del partido y habia agraviado al elector de la isla. "poniéndole en peores condiciones que el peninsular [en la Pen1nsula existia el sufragio universal desde 1890] y el cubano, dándole una ere22. 2l1. 24.
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La autonom{a colonial, p. 160. La reforma electoral en las Antillas españolas (Madrid, 1891) • p. XIV·XV. Mi campaña en las Cortes españolas, p. Ixiv. En relación con este problema del cunerismo parece fuera de duda que Puerto Rico estaba en peores condiciones que Cuba y dejaba atrás a los distritos rurales de Galicia, pues de quince diputados que lo representaban. "ordinariamente las tres cuartas partes carecen de otra relación con el lejano pala que... la recomendación del ministro de Ultramar al Gobernador de la isla," gente toda ella, ade· tulla, sin influencia y renombre en la Península. que "encuentran muy cómodas las representaciones de Ultramar que, ni cuestan dinero ni obligan siquiera a escribir a sus comitentes una docena de cartas al afto" (Mi campaña en las Cortes, págs. Ixii-lxiii). Para Labra, la Restauración habla causado un gran fe· troceso en Puerto Rico: abrogando la Constitución del 69, que garantizaba en- su titulo I "los derechos natu· rales e imprescriptibles del hombre," anulando las fran· quicias municipales, restableciendo la previa censura, persiguiendo a los maestros, etc. A la interpelación que hiw en el Congreso sobre el particular de conceder a la isla una reforma electoral más amplia, contestó Romero Robledo con duras palabras, ratificando su propósito de mantener allí la ley de 1878 que suprimla el sufragio universal.
dencial de español de tercera clase. que decorosamente no podía aceptar (ni aceptó) un país que había practicado con éxito el sufragio universal y significádose por su cultura y civismo. Ahora el Gobierno conservjldor paga su lealtad, negdndole las reformas del 95 porque no se ha sublevado."28 En tal ocasión se lamentaba igualmente de que la ley de marzo de 1895, que rectificaba algo el régimen anterior, no se llegó a poner en efecto "ni en Cuba donde vive la insurrección, ni en Puerto Rico donde reina la paz... y donde se han ensayado siempre las reformas más atrevidas con el éxito más satisfactorio."27 Que Labra también estaba informado de las neceo sidades materiales de la isla, nos ]0 demuestrán las muchas veces que se ocupó de asuntos económicos y comerciales. De los problemas, por ejemplo, de población y de capital -tan importantes hoy como entonces- habló en el Congreso e] 20 de julio de 1883. Respecto al primero, observa que sus 800.000 habitantes, por falta de comunicación con el interior, "se agolpan al litoral, lo cual produce un gran desequilibrio económico." En cuanto al segundo, reconoce que es de todo punto indispensable acudir al capital extranjero con el objeto de establecer nuevas "Centrales" que puedan competir con los azúcares de otros países, construir el ferrocarril de circunvalación de la isla, mejorar el reparto de aguas, etc. En e] discurso aludido admite el fracaso de sus esfuerzos: Yo, en el drculo pequeño de mi acción, yobligado por tantas deferencias como he debido en mi vida, a esa querida y generosa isla de Puerto Rico, he hecho lo indecible para llevar a]lf capitales extranjeros, pero he encontrado dificultades inmensas. He trabajado; he recomendado; he rogado; en fin, señores, he suplicado para obtener esta ventaja en pro de aquel cariñoso y honrado país. 28 Esas "dificultades inmensas" a que se refería eran la ley bancaria, que imponía interventores del Estado en toda inversión de capital extranjero, el expedienteo inacabable y la centralización de tales negocios en la ca.pital del reino. "¿Cómo ha de ir un inglés, por ejemplo -preguntaba- a llevar su capital para que se lo maneje una persona de distinta nacionalidad a la suya y extraña a su voluntad y a la de sus asociados?" Con los hombres que Puerto Rico envió a España, Labra nos da la impresión que mantuvo relaciones muy cordiales. A los "comisionados" en la Junta de Información (Acosta, Quiñones y Ruiz Belvis), "aquellos hombres justos y patriotas," los tuvo en alto aprecio por el valor demostrado al apartarse de los La República 'Y la.s libertades de Ultramar (Madrid, 1897) , p. 258. 27. La reforma. colonial en la.s Antillas, págs. 22 (nota) y
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106.
28.
Mi campaBa en las Cortes, p. 211.
informantes nombrados por el Gobierno español y declarar que "antes de resolver sobre los decretos de los blancos era necesario proclamar el de los negros," o en otras palabras, decretar ]a abolición inmediata de la esclavitud antes de entrar a discutir las reformas anunciadas en el decreto de convocatoria de 1865.29 Igual admiración sentía por todos los fundadores del partido reformista y por los primeros diputados enviados a las Cortes españolas, "todos ellos de un localis· mo mucho menos acentuado que el de Cuba."80 Cuando él mismo, en la segunda legislatura de 1872, entró a formar parte de la delegación borinqueña, se identificó de tal manera con los venidos de Ultramar que, como ya se ha apuntado en otro lugar, renunció en consideración a ellos, a levantar ]a bandera autonomista y, en su lugar, laborar por "]a absoluta igualdad política y civil de los españoles de ambos lados del Atlántico." De este modo pudo afirmar que la actitud de todos aquellos diputados "llegó ... por lo enérgica, lo insistente y disciplinada a influir de un modo decisivo en la marcha de las cosas peninsulares."81 De la manera de llevar a Puerto Rico todos los derechos de la Constitución del 69 nos habla por primera vez en el Memorándum a sus electores de Sábana Grande. Allí hada constar que no era partidario del "todo o nada," sino que convenía proceder lentamente, "logrando una libertad hoy, un derecho mañana." En consecuencia, a sus compañeros de diputación les recomendaba que procurasen primero, hacer su demanda en la Penfnsula, "donde se desconoce de todo punto la verdad de la situación en nuestras colonias" a causa de "la gran distancia, la falta de comunicaciones, la situación de Cuba y la propaganda activa de los interesados en el statu qua" (p. 70). De igual modo les aconsejaba que no dedicaran todos sus esfuerzos a la cuestión de Puerto Rico, sino que se interesaran en la polftica genera] española e ingresaran en algún partido polftico peninsular a fin de 29. !lO. 51.
Politica colonial, p. 65 (nota) y La crisis colonial, p. 115. La reforma politica de Ultramar (Madrid, 1901), p. 75. Sin duda quiere aludir Labra aqul a la influencia de la delegación puertorriquefta en el partido radical, al cual pertenedan la marorla de los diputados reformistas, y muy particularmente a su participación como leader en la Tertulia que celebro este partido antes de abrirse las Cortes (16 de enero de 187!!). Loa reformistas pudieron convencer a Ruiz Zorrilla de la necesidad de hacer par· tJcipe a Puerto Rico de todas las conquistas de la Revo· lución septembrina. no sólo por ser de justicia, aino por la fidelidad de puertorriqueftos a la Madre Patria en momentos crIticos y por la influencia que esto tendrla en la terminación de la guerra de Cuba (La reforma palilica, p. 58). Es gc:neralmente admitido que el loter~ del partido radical en la cuestión de Ultramar -"la más tratada en España aquellos dlas"- contribuyó en mucho a su calda del poder. asI romo a la abdicación de Don Amadeo.
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poder hacer uso de la palabra en las Cámaras. "donde no se habla cuando ni cómo se quiere. a2 Cuando después de "trabajar lo indecible" logró que los reformistas puertorriqueños aceptaran el credo autonomista. se dirigió a ambas delegaciones (de las que con mucha frecuencia era portavoz en el Parlamento) y a ambos partidos para solicitar su "adhesión calurosa y eficaz . .. ; y esto lo pido encarecidamente. y creo que con derecho, a mis amigos y correligionarios de Cuba y Puerto Rico."as Creía, pues, que para alcanzar los objetivos que se proponían era necesario unidad de pensamiento y de conducta, y una disciplina que refrenara la impaciencia de los unos y las vacilaciones y susceptibilidades de los otros. En ocasiones censuraba la tendencia de algunos a dirigir la polftica colonial desde La Habana o San Juan, otras veces recomendaba a los impacientes y a los díscolos calma y "andar despacio para no levantar sospechas." Y a los que "adoptaban protestas aparatosas y actitudes trágicas" les deda francamente que tal Hnea de conducta producirla poco efecto por cuanto en la Península se careda de medios para hacer intensa propaganda y formar la opinión, "que es nuestra principal garantía. .. El verdadero enemi· go que aquí tiene la grandeza de nuestra causa es la ignorancia y la indiferencia de ese elemento poderoso que constituye el alma de la opinión pública,"u Raras veces mostraba Labra disconformidad con las decisiones de los Directorios de las Antillas. Sin embargo, en 18811 se quejaba de que no enviaran de allá gente de más prestigio, capaz de informar directamente a los electores de lo que pasaba en España, hombres puertorriqueños. por ejemplo. del calibre de Brau. Corchado. Blanco. etc. que se acreditaran como se acreditaron los diputados de la época revolucionaria: "Por lo cual -deda- me atrevo a recomendar como un interés de primer orden para las elecciones que se aproximan, las preferentes candidaturas de los 32.
La mayor parte de los 15 dipulados reformistas que
hablan ingresado en el partido radical volaron lambim la República en febrero de lB75. Despu~. con gran sentimiento de Labra, los miembros de esla delegadón se aparlaron de la política peninsular, y esto a pesar de que los diputados conservadol'ell eslaban afiliados a uno u otro de los partidos monárquicos. Sólo él y Blanco permanederon fieles al partido republicano. Los demás, o no compartían las ideas republicanas o eslaban más intereJados en sus propias asplradones creyendo que "la acción local" era de más imponanda. 55. Mi campaña en las Cortes. p. "Iv. Claro que, a vec:n, había alguno que otro dipulad~ que no pedía reformas políticas; a uno de ellos que hablaba por primera vez en las Cortes de 1885 (sesión del 20 de julio) y decía que a Puerto Rico "le bastan los intereses materiales," alude Labra en su discurso del mismo dla cuando exclamaba: "Huyamos, seftOl'ell, de la leliddad del buey en el establo" (op. cit., p. 209) . M. Mi campaña en las Cortes, p. lxxvlii.
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hombres más caracterizados de los comités y centros directivos de los partidos de las dos Antillas,"slI Con el mismo objeto de informar debidamente a los electores, proponía fueran en excursión a España "sus prohombres" y se dieran cuenta de "las inmensas dificultades con que la falta de influencia y de masa, a las veces, nos abruma." Tales hombres podrían demostrar mientras estuvieran en la Península que "las Antillas dan algo más que azúcar, tabaco y café, Y que aquélla es una sociedad culta, al nivel de la peninsular,"811 Lo que más le dalla era la ingratitud de aquellos antillanos que llamaban libertades de lujo a las conseguidas durante el periodo sagastino de 1885 a 1889. Era cierto que el partido liberal no habla cumplido sus compromisos de llevar a las Antillas reformas sustanciales y Labra comprendía de sobra que "para el que vive en el fondo de una aldea, la libertad de imprenta y la libertad de asociación y de reunión son de escasa importancia comparadas con el alcaIde que multa, el inspector que a'palea, el juez municipal que condena,"81 No obstante, el poco aprecio de lo logrado y las cartas pesimistas que recibía de Ultramar le causaron, a principios de 1890, gran desaliento. Pero a pesar del consejo sincero de amigos para que aban. donara el apellido "autonomista," no cejó en su empeño. volvió a la brecha y en un discurso parlamentario, en julio de 1891, declaraba: "No hay más solución que la autonomía. Hay una manera de evitarla, sosteniendo el statu quo, pero en el orden colonial el statu quo es la garantía segura de la pérdida de las colonias."S! Y en la introducción a uno de sus mejore! Ubros, dirigida a sus electores de ambas islas, escribía: "Escuchado o desatendido, yo no he de abandonar, mientras aliente, la causa de las libertades ultrama· rinas."8lI Es indudable que Labra estuvo íntimamente ligado al partido autonomista de Puerto Rico, quizá porque vió en él "mayor acentuación democrática y mayor aproximación a la polltica peninsular."4o o porque sus directivos le demostraron más confianza. El único momento en que realmente se puso en duda 55.
56. 57. !l8.
ll9. 40.
Los dipulados residentes en la Península tenian que re· currir a cartas particulal'ell, súplicas y manifiestos, pro· cedimiento lento y defectuoso. Por esla razón -pensaba Labra- únicamente en casos en que por la dlatanda o por la falta de medios económicos no se pudieran enviar hombres de valía, debían los partidos antillanos esco· gerlos en la Península, pero -caudonaba- "de entre aquellos comprometidos a nuestra causa y que no nos falten." La reforma electoral, p. lxxi. La autonomla colonial, p. 48. La autonomla colonial, p. 156. La reforma electoral, p. cdvii. Lo República 'Y las libertades, p. 186.
la eficacia de su leadership fue en 1896, cuando una comisión fue a España a pactar y concertar una inte· ligencia con un partido monárquico más influyente que el republicano. No ignoraba la razón que les asistía en desear librarse "de la marca perdurable de inferioridad con que les ha querido humillar el viejo régimen," pero le daIfa en lo más hondo la escisión del viejo partido. Con todo, esto no fue óbice para que dejara de seguir interesándose en el destino de la pequeña Antilla, y cuando el Gobierno liberal se preparaba con toda urgencia a publicar los decretos de 1897, fué sin pérdida de tiempo a entrevistarse con Sagasta para recomendarle que "la superior dirección de la poIftica local ultramarina en el primer penado del nuevo régimen debe corresponder principal, ya que no exclusivamente, a 105 elementos históricos del autonomismo."·! A Fernández }uncos, en carta del 26 de diciembre de .897, justamente al día siguiente de darse los decretos de autonomía, le expresaba pa· recidos deseos: que las dos facciones del partido (los históricos y los fusionistas) se unieran para constituir el nuevo régimen y convocar la Asamblea insular, y que tal unión revistiera un carácter estrictamente local para que en ella pudieran entrar, en absoluta igualdad, monárquicos, republicanos y socialistas. También le apuntaba la necesidad de que los nuevos diputados a Cortes mostraran en el futuro más sumisión a los postulados del partido "y no se repita la latente indisciplina de las últimas representaciones parlamen· tarias coloniales que me comprometieron a equilibrios y sorteos que no pienso repetir jamás."42 Para Presidente del nuevo Gobierno recomendaba se excluyera a los miembros de los dos Directorios y se escogiera "una persona no comprometida en las vivas luchas de estos últimos días." En cambio, los dos Vicepresidentes podían muy bien serlo los jefes de ambos grupos: }uncos y Muñoz Rivera. El resto del Gobierno debía estar constituido, por igual, de personas de ambos bandos, aunque sin olvidar "que hay bastantes respetables personas que nunca fueron autonomistas." Terminaba afirmando que no quería inmiscuirse en los asuntos 10cales: 48 "Los que en la localidad viven son los que tienen la mayor competencia. Por otra parte, seguía creyendo en "la superior competencia de los que aquí estamos para decir 10 que aquí en la Península se ha de realizar en provecho de las Antillas," pues tales personas "están más al tanto de corrientes, problemas,
41.
La pnl/tica colonial, p. 168.
42.
La reforma politica, p. 606.
4!1.
Esto debe se:r cierto por cuanto en cierta ocasi6n se: le ofreció la jefatura del partido y no la aceptó por creer que era imposible la dirección de fuerzas pollticas a gran diltancia (La reforma electoral, pág!. xxxii.xxxiii).
elementos y datos imposibles de estimar a dos mil leguas de distancia."·· ¡Cuál no seria su sorpresa cuando llegaron a sus oídos rumores de que en vez de "la amplia conci· liación" por él recomendada, el Gobierno de la Metrópoli "habla entregado la dirección política y administrativa insular a un Gobierno... formado exclusivamente de hombres del partido peninsular liberal o fusionista"l411 En su último discurso en el Parlamento como representante de las Antillas (6 de septiembre de 1898) pedía datos oficiales que explicasen lo que había sucedido en Puerto Rico, convenciéndose al fin de que el partido autonomista histórico había perdido tanta influencia que, a la hora de la invasión del general Miles, "no había un solo al· calde de tradición autonomista en la isla:' La guerra hispanoamericana y el fracaso de la polItica española, que Labra atribuye en mucho al "abandono de Europa," le dejaron el alma llena de amargura, "dispersos sus amigos, fracasada buena parte de una campaña que ocupó los mejores días de su vida y ... maltrecha, por consecuencia del general desastre, su modesta fortuna.... e Fue entonces cuando él, que había sido uno de los más fervorosos defensores de los Estados Unidos, se vuelve contra este país y le acusa de arrogarse el derecho de intervención: "Me apenó aquella guerra, tanto más cuanto que yo he sido y soy aquí, en España, uno de los más frecuentes propagandistas de la Independencia, la Constitución y la obra de los Estados Unidos."u Al ministro de Estado le preguntaba en el Congreso: "¿Con qué derecho se presentan los Estados Unidos a decir que vienen a defender la libertad?" (loe. cit.). Para él, la intervención americana había sido una "violenta agresión" motivada por dos razones primordiales: "el expansionismo americano" y el excelente resultado que auguraba la establecida autonomía. Al tratado de París 10 llamaba "monstruosidad internacional" que prohibía a los españoles nacidos en América el derecho "a conservar su nacionalidad originaria, por más que ellos hubieran puesto en España sus amores y sus esperanzas, v sin su voto fueron arrancados a la Patria común:'(a Es evidente que no sólo la pérdida de las colonias había impresionado a Labra sino el estado a que quedaban reducidas: " ... ¡hoy Puerto Rico no es &ta· do ni teTTitorio. Y sus derechos de dudadanla . .. no
44. La Teforma politica, p. 601. 45. Polltica colonial, p. 179. 46. La orientación internacional de Espaíla (Madrid, 1910). p.9. 47. PoUtica colonial, p. 178 (nota) 48. Est"";"s de Dat'cho público, p. 162, Politica colonial, p. 165 Y Las relaciones de España con las Repúblicas hispanoamaicanas, !la ed. (Madrid, 1910). p. 126.
6!
aparecen consagrados."'o Es decir, crela sinceramente que el Gobierno establecido en la isla por los norteamericanos era "de carácter centralizador, ni remotamente comparable a las reformas autonomistas españolas ... Realmente es un país conquistado. ¡Qué vergüenza y qué injusticial"ao Si bien España había perdido en Puerto Rico una de las mejores bases para la intimidad hispanoamericana, le quedaba a Labra el consuelo de que esa intimidad aún era factible y que el principal aglutinante había de ser en el futuro "la tendencia amenazadora y absorbente del expan: sionismo de Norteamérica. "al En conclusión: este hombre bondadoso y de finas maneras, que siempre guardó caballeresco respeto a las personas y aun cierta consideración a las instituciones enemigas, merece que España y las Antillas le recuerden y honren su memoria. Desde luego, no se le puede negar admiración por su perseverancia y devoción a causas nobles. A ellas dedicó su inteligencia, su entusiasmo, sus esfuerzos, una buena parte de su fortuna y una voluntad inquebrantable en un período histórico en que la cuestión colonial no era comprendida por la mayoría de los españoles. Verdaderamente sorprende aquella vida intensa y polifacética en la que hay que destacar lo recio de la labor y la firmeza de la esperanza. Además de su bufete -uno de los más frecuentados por españoles y antillanos-, de su cátedra en la Institución Libre de Enseñanza -de la que fue rector y consejero por muchos años- y de sus frecuentes intervenciones en el Parlamento, solicitaba constantemente la opinión pública por medio de conferencias, folletos, libros y diarios. En todas ocasiones dio ejemplo de luchador infatigable y de político tenaz que acomete con honradez las empresas en que interviene, destacándose entre ellas la abolición de la esclavitud, la autonomía para las colonias y la educación y enseñanza en Es· paña. 49. 50. 51.
Pol/tica colonial, p. 165. Estudios de Derecho 11l1blico, p. 52 (nota). Estudios de Derecho público, p. 176.
No se le puede acusar de liberal rom:ántico como a muchos de sus contemporáneos. Sabía que la teoría no bastaba y se dio a la lucha con tesón, sin claudiA caciones ni desmayos, en medio de grandes dificultades. Le tildaron de filibustero, de antiespañol, de estar vendido al oro extranjero y de fomentar el separatismo en las colonias; pero él, impertérrito y valiente, sufrió la amenaza, la calumnia, la impopulari. dad y aun la pérdida de su clientela sin abandonar su misión de señalar las lacras de la colonización española. En España combatió la idea corriente de que la cuestión colonial era un problema de poHtica interior y de que Cuba y Puerto Rico eran exclusiva propiedad de los españoles de la Península. Con la misma franqueza trató de hacer ver a los antillanos el error de reducir sus protestas a las Antillas y con· siderar el problema como un interés exclusivo de las colonias: "No basta profesar la doctrina autonomista -les deda- hay que meditar sobre la manera de llevarla a la práctica." Para Labra autonomía significaba "toda la descentralización compatible con la unidad del Estado y con la integridad de la Patria," y estaba convencido de que a no haber intervenido los Estados Unidos, la implantación del nuevo régimen autonómico no sólo hubiera puesto fin a la guerra de Cuba sino que, con el tiempo, ambas islas habrían logrado un status parecido a lo que hoy se llama Commonwealth o Estado Libre Asociado a la Patria española. Por lo que a la pequeña Antilla concierne, Labra parece haber visto en ella lo que advierte todo espatiol llegado de fuera: su gran respeto a su pasado histórico y cultural. Bien orgulloso estaría hoy de ver que después de sesenta años de bilingüismo, Puerto Rico "al cual -dice- tanta devoción y tantos favores debo desde los primeros días de mi carrera política," aún conserva la hegemonía del idioma español y pugna por sobrevivir y no dejar morir su lengua y sus tradiciones. Duke University Durham, North Carolina.
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