Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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REVISTA del INSTITUTO de CULTURA PUERTORRIQUEÑA ,.

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ANTROPOLOGIA

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HISTORIA LITERATURA ARTES PLÁSTICAS r

TEATRO MOSICA ARQUITECTURA

" 1)umero ENERO - MARZO, 1964

San Juan de Puerto Rico


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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES Eugenio Fernández Méndez, Presidente Enrique Laguerre . Arturo Morales Carrión . Salvador Tió Teodoro Vidal . Guillermo Silva . Enrique Campos del Toro

Director Ejecutivo - Ricardo E. Alegría Apartado 4184 AÑO Vil

SAN JUAN DE PUERTO RICO NUM. 22

1964 ENERO -

MARZO

SUMARIO

Drama y teatro en Puerto Rico por Frank Dauster .

1

La última misión de Segundo Ruiz Belvis por Leopoldo Benavides

8

Consideraciones sobre la novela "Cauce sin Río" de Enrique A. Laguerre por Ernesto Martínez Nadal . 11 Exposición de Carlos Marichal .

15

Problemática epistemológica y axiológica de la filosofía de la historia por J. A. Fránquiz . 17 La fiesta de San Miguel por José A. Daubón .

21

Un poema de Luis Palés Matos: Mulata-Antilla por Edwin Figueroa Berríos .

24

Exposición de María Rodríguez Señeriz

28

En torno a la pintura de María Rodríguez Señeriz por Iris M. Zavala . 30


La idea abolicionista: Sus defensores por Lidio Cruz Monclova .

S2

Tercera alegoría por Francisco Lluch Mora .

S5

La primera fundación de Humacao por Juana Gil Bermejo .

S7

Pecho antiguo de amor, la ciudad es mía ... por Marigloria Palma .

41

Los precursores de Gautier Benítez por Luis Hernández Aquino

42

Finis por Clara Lair

51

Un retrato moral de José Campeche: El testamento de María Jordán y Márques por Arturo Dávila

52

Reseñas Bibliográficas -

56

1963 .

PUBllCAOÓN DEL INSTITIITO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA Dmatw: Riacdo E. Alegria

Diseño e IIUSlraciones: Carlos Maricbal FOlografias: Jorge Diana y Conrad Eiger

Apan= Precio del

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ejempbr.._________________________________________________ so-])

Suscripei6n anual_______________________________________________________________________________

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[Applicltion fOl second dass maiI priviJegc pending al San Juan, Puato Rico]

IMPRESO EN PUERTO RICO POR LOS TALLERES DE ARTES GRÁFICAS DEL DEPARTAMENTO DE INSTRUCC¡ON PÚBLICA • 1965 • f'ri.núdiJofurroRiro


COLABORADORES


ERNESTO MARTÍNEZ NADAL, nació en Mayagüez y cursó en España la carrera de Derecho. En La Sorbona tomó cursos en esta especialidad y en ciencias sociales, y asistió también a las U niversidades de Londres y de Columbia. Du· rante los últimos veintidós años ha sido profesor en la Facultad de Artes y Ciencias del Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de Mayagüez. Ha pronun· ciado varias conferencias sobre temas históricos, políticos y literarios.

JosÉ A. FRANQUlZ, natural de Puerto Rico, fue por muchos años profesor y jefe del Departamento de Filosofía de la Universidad de Puerto Rico y actualmente ocupa idéntico cargo en la Wesleyan University (West Virginia). Ostenta doctorados de las Universidades de Bastan y CaIgate y ha publicado varios libros y numerosos artículos de filosofía, psicología, sociología, historia y literatura.


MARIGLORIA PALMA nació en Canóvanas. Hizo su escuela primaria en Puerto Rico y sus estudios superiores en los Estados Unidos. Tomó cursos de filosofía en la Univérsidad Francesa de Nueva York y de pintura en el Art Institute de Los Angeles. Conocedora de varias lenguas vivas, ha trabajado como traductora y realizado extensos viajes culturales por Europa y América. Autora del libro de versos Agua suelta (que recibió premio del Instituto de Lheratura Puertorriqueña) , está considerada como una de nuestras más destacadas poetisas. El Ateneo Puertorriqueño publicará próximamente su poemario Voz de lo transparente.

LUIS HERNÁNDEZ AQUINO nació en Lares. Maestro en artes de la Universidad de Puerto Rico, en 1952 se recibió en la °de Madrid de doctor en filosofía y letras. Director de las revistas Insula, Bayoán y ]aycoa, y colaborador en numerosos pe· riódicos, su labor literaria le ha merecido premios de diversas entidades culturales. Ha publicado los poemarios Niebla Urica (1931), Agua de remanso (1933), Poe· mas de la vida breve (1939), Isla para la angustia (1943). Voz en el tiempo (1952) y Memoria de Castilla (1956). Es además autor de varias antologías de poesía puertorriqueña y de la novela La muerte anduvo por el Guasio (1960). Pertenece al claustro c.e la Universidad de Puerto Rico.


EnWIN FIGUEROA BERRIOS nació en Gua· yama. En la Universidad de Puerto Ri· ca obtuvo en 1948 el grado de Bachiller en Artes y en 1955 la Maestría en estu· dios hispánicos. Para optar a este grao do presentó el trabajo titulado Estudio lingüístico de la zona de Cayey. Ha obtenido varios premios en certámenes de cuentos del Ateneo Puertorriqueño. Actualmente está adscrito a la Facultad de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico.


UIR es el seudónimo de Merce· des Negrón Muñoz, poetisa y prosista nacida en Barrahquitas. En 1937 publicó su primer poemario, Arras de cristal, que obtuvo premi9 del Instituto de Li· teratura Puertorriqueña. Otro premio del mismo Instituto fue otorgado a su tríptico Trópico amargo (1950), que re· coge la colección anterior, y la titulada Más allá del poniente, junto con la que da su nombre al libro. CLARA

ARTURO V. DÁVILA nació en San Juan. Hizo sus estudios de licenciatura en la Universidad de Madrid, donde se especializó en historia y obtuvo, en 1960, el grado de doctor en filosofía y letras. Es autor de la obra La isla de Vieques en la historia (su tesis doctoral) y de otros trabajos de investigación sobre la historia religiosa y el arte en Puerto Rico, algunos de ellos publicados en números anteriores de esta Revista. Es profesor en las Facultades de Estudios Generales y Hu· manidades en la Universidad de Puerto Rico, secretario de la Comisión AlIesora de Monumentos Históricos del Instituto de Cultura Puertorriqueña y miembro de la J unta de Arte Sacro del Arzobispado de San Juan.


FRANCISCO LLUCH, MORA, naclO en Yauca. En la Universidad de Puerto Rico se recibió de Bachiller en educación y de Maestro en artes especializado en literatura española. Ensayista y crítico literario, ha colaborado en diferentes revistas y periódicos. En 1959-1960 ocupó la presidencia del Congreso de Poesía Puertorriqueña. En la actualidad desempeña una cátedra de literatura hispánica en el Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de la Universidad de Puerto Rico (Mayagüez). Entre sus obras poéticas figuran: Del asedio)' la clausura (1950), Del barro a Dios (1954)J Canlo desesperado a la ceniza (1955), El ruiseiior y el olvido (1960), premiado por el Instituto de Literatura puertorriqueña, La creación (1961) y Cartapacio de amor (1961).

JUANA GIL-BERMEJO, licenciada en filosofía y letras, es profesora de historia mercantil en la Universidad de Sevilla. Colaboradora del Anuario de Estudios Hispanoamericanos y de la Enciclopedia de la Cultura, actualmente trabaja en su tesis doctoral sobre la agricultura en Puerto Rico bajo la dirección del distinguido americanista doctor Francisco Morales Padrón.


IRIS ZAVALA, graduada con honores de la Universidad de Salamanca, es cate· drática de la Universidad de Puerto Rico y actualmente realiza estudios especiales en México bajo la dirección de José Gaos. Su tesis doctoral, Unamuno y su teatro de conciencia, fue publicado por la Universidad de Salamanca y premiada por el Instituto de Literatura Puerto· rriqueña como uno de los mejores libros publicados en 1963.

CRUZ MONCLOVA nació en Río Piedras. Estudió en la Universidad de Puerto Rico, donde hace muchos años desempeña cátedras de historia y literatura puertorriqueñas. Dedicado especialmente al estudio de nuestro siglo XIX, es nuestra principal autoridad en la historia de dicha época. Ha publicado las obras Historia de Puerto Rico; siglo XIX, Historia del año 1887 (1957) Y Luis Muñoz Rivera: los primeros diez años de su vida polí. tica (1959), aparte de las obras Noticia acerca del pensamiento político de Puer· to Rico (1955), escrita en colaboración con Antonio J. Colorado, y Los documen· tos, ¿qué dicen? (1957), escrita en cola· boración con Reece B. Bothwell. Es, ade· más, editor de la parte de prosa de las Obras completas de Luis Muñoz Rivera, que viene publicando el Instituto de Culo tura Puertorriquefía. LIDIO


FRANK DAUSTER nació en el estado de Nueva Jersey y recibió sus títulos académicos en las Universidades de Yale y Rutgers. En esta última insti· tución enseña en la actualidad len· guas romances. El doctor Dauster es autor de valiosos ensayos publicados en revistas de su especialidad y tiene a su cargo la sección de teatro moderno del Handbook of Latin American Studies. Se ha interesado especialmente en la poesía mexicana y se le debe un importante ensayo sobre el poeta Xavier Villaurrutia. En 1956 publicó la obra Breve historia de la poesía mexicana.



Drama y teatro en Puerto Rico* Por FRANK

BREVE

DAUSTEll

Puerto Rico, abarca, poco más o menos unos veinticinco años. Revela la dedicación de un grupo reducido que, en un período relativamente corto, ha hecho realidad el teatro serio. Queda mucho por hacer, pero ya se han dado los pasos más difíciles. En torno a estos hombres, principalmente Emilio S. Belaval, Francisco Arriví, Manuel Méndez Ballester y René Marqués, debe escribine cualquier intento ponderado que presente el estado actual del teatro puertorriqueño. Dos fechas claves señalan el desarrollo del teatro puertorriqueño: 1938, año en que el Ateneo de Puerto Rico ofrece el primer programa de obras dramáticas de autores puertorriqueños y 1958, fecha del Primer Festival de Teatro Puertorriqueño (presentado por el Instituto de Cultura Puertorriqueña). Anterior al 1938 el teatro languidecía por los impedimentos prevalecientes en casi toda América Latina. Sólo comedias muy inferiores y pésimos melodramas que representaban las compañías españolas que los visitaban. La actuación, eco de los excesos románticos y la organización de la compañía, centrada en una figura principal, respondían más a fines comerciales que a verdaderos valores dramáticos. La más importante en cualquier presentación era la concha del apuntador. Los escasos intentos para ofrecer algo característico puertorriqueño eran ignorados. Francisco Manrique Cabrera, que para esta época crucial tomaba parte activa en el teatro, ve sus romienzas en las representaciones de aficionados del Casino de Puerto Rico, generalmente dirigidas por Emi-

Iio BelavaL Señala también la significación de la Farándula Univenitaria, teatro rodante que trataba de llevar el teatro a través de toda la isla. Al mismo tiempo, había también un teatro popular de tipos locales, teatro bufo, de grotescas fanas, dirigido por "Diplo", Ramón Ortiz del Rivera. La constancia con que se menciona a "Diplo" por criticas y dramaturgos locales lleva a suponer que el primer momento del teatro nacional bien pudo estar inspirado, al menos en parte, por este grupo. Francisco Arriví en su valiosísimo estudio de los orígenes de teatro puertorriqueño, La Generación del Treinta: El Teatro, señala la importancia de la situación política en el desarrollo artístico: "El Partido N acionalista conmueve a gran parte de la intelectua· Iidad joven con su afinnación categórica de la nacionalidad puertorriqueña. Por otra parte, los partidos tradicionales tratan de contener un creciente anhe· lo de reforma social que termina por cristalizar en el Partido Popular Democrático. La conciencia nacional, partidista o no, da un alto al proceso de norteamericanización y obliga a pensar en las raíces históricas y culturales del país. El refor· mismo socialista empuja a conocer la dolorosa realidad circundante cuya liberación económica tal parece con· fligir con la voluntad nacionaL! "El resultado de este proceso se tradujo en una serie de estudios respecto a la realidad social y cultural de Puerto Rico. Arrivf declara además que "esta conjunción del sueño nacional con la reflexión socio-económica sirve de fuerza motriz. creo yo, a la literatura más valiosa de la época".2

• (publicado en inglés en el número de IeptIembre de 1962, de la revilta Modem Drama). Traducción por: Dra. Antonia Si"

l. Francisco Anivf. La Generación del Treinta: El Teatro. San Juan, Instituto de Cultura PUer10niquefta 1960, p:lgs. 7·8. 2. Ibid., pág. 8.

ES

LA

HISTORIA DEL TEATRO MODERNO EN

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El primer paso concreto encaminado hacia la renovación en el teatro lo dio Belaval en su programa para la formación de una sociedad dramática que tendría el triple propósito de: 1) Montar obras de autores puertorriqueños contemporáneos. 2) Implantar las nuevas técnicas de realización en sus múltiples aspectos: dirección, actuación. escenografía, luminotécnica, \'estuario, maquillaje. S) Atraer público, primero, a través de una matrícula de espectadores gestionados: luego. con el despertar de la conciencia de un teatro nacional. libremente, por la sola fuerza y calidad de la obra estética.8 Igualmente es su insistencia en que se considerase lo propuesto como teatro puertorriqueño, "que la realidad teatral sea esencialmente una reproducción típica de nuestra realidad territorial"•. Al principio no obstante, Belaval hace constar que no habla de ningún teatro de propaganda. "Algún día de estos ten· dremos que unirnos para crear un teatro puertorriqueño. un gran teatro nuestro donde todo nos pertenezca: el tema, el actor. los motivos decorativos, las ideas, la estética. Existe en cada pueblo una insobornable teatralidad que tiene que ser recrecida por sus propios artistas."1i A la vez que Belaval esbozaba este programa e intentaba organizar el grupo, el Ateneo Puertorrique. ño celebró un certamen para dramaturgos nativos y. en 1938, se premiaron tres obras. A esta primera acti· vidad. siguió dos años más tarde la organización del grupo de Belaval, Areyto, nombre tomado de las dan· zas de los indios aborígenes de la Isla. Hay que hacer notar que su director, Leopoldo Santiago Lavandero, era producto de la Escuela Dramática de Vale, la que como la Universidad de Columbia había entrenado muchos de los líderes teatrales de América Latina. Aunque Areyto duró sólo dos años, ha sido el núcleo maestro de una serie de compañías experimentales pos· teriores. Las siete obras dramáticas producidas entre 1938 y 1941 por estos dos grupos tienen muchas características en común. Los dramas Esta Noche juega el jóker, de Fernando Sierra Berdeda, El Clamor de los Surcos, de Manuel Méndez Ballester y El Desmonte, de Gonzalo Arocho del Toro. fueron las obras del Ateneo; Tiempo Muerto, de Méndez Ballester, Mi Señoría de Luis Rechani Agrait, He Vuelto a Buscarte de Martha Lomar y La Escuela del Buen Amor de Sierra Berdeda. las de Areyto. Las más- importantes. Mi Señoría, Esta Noche juega el jóker y la serie de 5. Francisco Amv{ "Apuntes sobre nuestro Teatro conlemporáneo·'. Semana, San Juan. oct. 19, 1955. polg. B. ... Emilio S. Belaval. Areyro. San Juan. Blbliolea de AUlores Puertorriqueftos. 1948, pág. 2•• 5. lbid.• pág. 9.

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Méndez Ballester que presenta al jíbaro. el trabajador agrícola de la montaña. Mi Señoría mezcla rara de lo bufo, lo grotesco, presenta al líder político Buenaventura Padilla desde su posición de jefe de un partido minorista perseguido hasta líder de la isla cuando se le traiciona por sus seguidores. Completan el cuadro hombres de negocios corrompidos y figuras políticas veniales y bien podría convertirse en propaganda a no ser por la figura de Buenaventura Padilla. bufón quijotesco que rehusa traicionar a los suyos a pesar de que ellos le traicionan. Es obra insegura que oscila entre el comentario sardónico y la bufonada sentimental. pero siempre en movimiento y siempre honrada. Esta Noche Juega el jóker es también una come-dia un poco más ~ofisticada. Arturo y María, ambos puertorriqueños; educada ella en los Estados Unidos no ve nada anormal en trabajar como profesional hasta que su esposo encuentre un mejor empleo. Esta situación ha prevalecido con los años, así Arturo se ocupa de los menesteres de la casa - cocina, limpia y hace otras funciones domésticas. mientras Maria gana el sustento. Algunos asiduos visitantes malinterpretan la- situación; creen que Arturo es un mariclo complaciente y asedian a María con ofertas que van desde casarse nuevamente hasta un viaje a Perú. esto, antes que la situación termine por aclararse. La obra pudo haber sido una pálida imagen de una farsa, pero está hecha con tal dignidad que permite que la atribulada pareja actúe como seres humanos atrapados en el conflicto de una ciudad moderna que permite que las mujeres ejerzan su profesión y las tradiciones provincianas que exigen no pennitir tal situación. En el Clamor de los Surcos. Ménde~ Ballester estudia el problema de las familias de los terratenientes que poco a poco han ido perdiendo sus tierras, bajo el asalto de un sistema económico extranjero. Tiempo Muerto. otro drama de Ballester. es mejor obra, es el clamor del trabajador agrícola preso en las redes de los largos meses de desempleo después de la cosecha. La degradación progresiva de una familia campesina. en su desesperado empeño de sobrevivir, es de un naturalismo horripilante. Aunque al presente. el hecho ha dejado de ser problema, el drama, queda como amarga demostración de los males creados por la imposición de un sistema económico moderno, sin que la economía agrícola estuviese preparada para éllo. Todas estas obras participarían del mismo prop6si to y del mismo concepto del teatro. Surgen de la complejidad de intereses que han determinado actividad en todos los campos de la cultura; son intentos cimeros de definir la realidad del puertorriqueño y de Puerto Rico. No importa que esta realidad sea la


poHtica, el problema económico, la angustiosa con· dición del trabajador agrícola o el desajuste cultural del puertorriqueño en Nueva York: todas son básica· mente sociales y realistas, con frecuencia naturalistas. A los dramaturgos les interesa el teatro como un instrumento de reforma social ajustada a un patrón rea· lista que habda de imperar en el teatro puertorriqueño por un largo período. A pesar de estas restricciones que se imponen a sí mismos, la aparición de estos dramas tiene una significación múltiple. Es la primera vez que los dramaturgos puertorriqueños tienen la oportunidad de demostrar su habilidad y, aunque ninguna es una obra maestra, Tiempo Muerto, Esta Noche Juega el Jóker y Mi Señoría tienen situaciones de verdadera intensi· dad dramática. Además la aceptación por parte de la crftica y del público muestra que un programa así ya no es un sueño irrealizable. Por último, estas obras han ejercido notable influencia en la literatura puertorriqueña actual y también en el teatro. La rica e interesante novelfstica acerca del puertorriqueño en Nueva York puede rastrearse desde Esta Noche Juega el Jóker. Mi Señorfa provocó ardiente polémica en torno a la libre expresión en el teatro y contribuyó a que los dramaturgos disfrutaran de mayor libertad. Tiempo Muerto es antecedente directo a un gran número de dramas de ambiente social, inclusive de La Carreta de Marqués. representada tanto en Puerto Rico como en Nueva York y Madrid. Aunque el grupo de Areyto sólo se mantuvo por dos años, su ejemplo y los constantes esfuerzos de los que en él colaboraron impulsaron la proliferación de otros grupos los cuales han realizado el mismo programa. También se han originado grupos en otras ciudades fuera de San Juan: del de Arecibo vino René Marqués, del de Ponce Francisco Arrivf, Méndez BalIester fundó la Sociedad General de Autores que lle· vó a escena en 1942, a Hilarión y en 1944 Nuestra tpoca (Our Time) , Arriví organizó el Tinglado Puertorriqueño. en 1945: Cesáreo Rosa Nieves, en 1947, encabezó la Comedia Estudiantil Universitaria, Mar· qués, el Teatro Nuestro, en 1950, yen 1951 fue nomo brado director del Teatro Experimental que se creó en el Ateneo para esa fecha: merece especial mención, entre estos grupos, la Escuela del Aire y la estación de radio WIPR que se han esforzado por presentar el mejor teatro de todos los pueblos, un total de 600 representaciones hasta hoy. Ha habido, es natural, grandes dificultades, entre ellas el problema de teatros adecuados. En esto se ha progresado. En 1940 se terminó la reconstrucción del Teatro La Perla de Ponce y en 1950 el Teatro Mu· nicipal de San Juan abrió sus puertas como el Teatro Tapia; más tarde han aparecido teatros pequeños,

manifestación que también se ha iniciado en la América Latina. Es raro que uno de los teatros mejor equipados, el de la, Universidad de Puerto Rico, no presente obras puertorriqueñas entre 1944 y 1956. Esta laguna tuvo como causa aparente la polémica que causó la presentación de La Resentida, de Laguerre. A pesar de que más de diez mil espectadores vieron este estudio de pasiones incitadas por los desórdenes politicos de 1899, pasaron doce años antes que el Tea· tro Universitario presentase Bolero y Plena de Arriví, que es sin duda obra de mayor envergadura. La acti· tud parece haber cambiado y hoy las obras de los dra· maturgos puertorriqueños se presentan con cierta regularidad. El grupo universitario también participa en el Teatro Rodante y la Comedieta Universitaria, teatro infantil. Visto a través de los años, ese lapso de tiempo fue más beneficioso que perjudicial, porque en ese período Santiago Lavandero presentó una selecta antología del teatro, a fin de entrenar el personal en una diversidad de estilos. El mismo Laguerre ha encarecido la importancia de este entrenamiento, teniendo en cuenta el hecho de que la gente de teatro en Puerto Rico depende para su subsistencia de la radio y la televisión: "El teatro montado por Santiago Lavandero en la Universidad ... será siempre inolvidable. Pero más importante todavía son los concomitantes: preparación de actores, directores, estimulo de autores, nuevas ideas sobre el arte teatral: olvido de la concha, movimientos. escénicos cuidadosamente estudiados, ritmo, escenograffa funcional, luminotéc· nica, voces, maquillaje, etc. Muchos de sus disdpulos fueron a estudiar a Estados Unidos. Se puede decir sin lugar a equivocaciones que la radio local está fun· damentalmente servida por actores y actrices que di· recta o indirectamente fueron preparados por Santiago Lavandero."G La segunda fecha culminante en el panorama tea· tral de Puerto Rico es 1958, el Primer Festival de Teatro, veinte años después del primer intento del Ateneo. Dos años antes el Instituto de Cultura Puer· torriqueña había nombrado el Consejo Consultivo de Teatro cuya función era formular un programa que se desarrollada más tarde. Como ha señalado Arrivf "sólo falta una acción integradora y un soporte económico para concretar la idea de un festival dramá· tico orientado a la expresión propia. Existen los escritores, directores, actores, y escenógrafos capaces de interpretar la vida nuestra, pasada o presente."T Des· cribe la situación admirablemente cuando explica 6. Enrique A. Laguerre. Pueblo de Puerto 'Rico, 1952·1954, San Juan. Biblioteca de Autores Puertorriquel\os. 1956, pág. 297. 7. Fr¡mcisco Arrivl. El Primer Festival de Teatro Puertorrique. ño. Revista del Instituto de Cultura Puertorriquefta. S:m Juan. nov., enero, marzo 1959, pág. liS.


"Tiempo Muerto" de Manuel Ménda. Ballester

"Mi Señoría" de Luis Rechani Agrait


"Teatro delfin que aparece, se sumerge y reaparece, visto a ratos solamente, pero siempre vivo"8. El Con· sejo produjo un proyecto que demandaba cinco actuaciones mayores: (1) una historia del teatro puertorriqueño desde 1940 (2) una investigación de las necesidades básicas que facilitaran ]a producción; (S) organización de una compañía de teatro nacional; (4) un festival anual de teatro y (5) un intento concienzudo y constante para proveer al teatro de todos los medios posibles de sostenimiento. El Consejo seleccionó una fase para realización inmediata: el festival anual. El primer festival fue en honor de cuatro dramaturgos que habian contri· buido grandemente al desarrollo del teatro en Puerto Rico y cada obra escogida habda de tener un reparto y un grupo de técnicos diferentes. Las obras fueron: Los Soles Truncos, de René Marqués, Vejigantes, de Francisco Arrivi (cuyo título alude a un festival folklórico de Puerto Rico). La Hacienda de los Cuatro Vientos, de Emilio Belaval, y Encrucijada, de Manuel Méndez Ballester. La aceptación superó a cuanto se esperaba. Las cuatro representaciones de cada obra tuvieron casa llena; la prensa, que hasta entonces no habia sido de ayuda significativa, contribuyó grandemente al mayor lucimiento con material de propagand~ y con crítica justa. La crítica, generalmente es una piedra al cuello, dada la falta de objetividad y de habilidad de parte de muchas gacetilleras teatrales de América Latina. Quizás el comentario más apropiado fue el de Laguerre al reseñar todo el festival en el periódico El Mundo de San Juan, cuando dice: "¡Que duda cabel Hay un teatro nacional puertorriqueño. Cada obra presenta un aspecto distinto de la vida puertorriqueña, cada obra planteó un caso de conciencia diferentes, cada obra es un nudo en la garganta; hay una vida puertorriqueña que busca comprensión"lI. Las cuatro obras presentadas en el Festival de 1958 rompieron con el estriCto realismo convencional de] periodo anterior, eran más variadas en cuanto a la temática. Encrucijada, de Méndez Ballester, fue la excepción, presenta en disección naturalista el efecto que produce en una sencilla familia puertorriqueña la vida de la metrópolis en el Harlem Español. Uno a uno los miembros de esta familia caen bajo la presión, cada uno entregado a su suerte, en un intento de adaptación a una vida que les era extraña. El autor parece que trata de escapar de su propia trampa añadiendo un epílogo hollywoodesco, pero la fuerza del drama está en su crudo pesimismo. La Hacienda de los Cuatro Vientos, de Belav.d 8. Ibid. 9. El Mundo, 14 de junio, 1958.

ofrece un tema que ha fascinado por igual a los escri· tares y a los sociólogos puertorriqueños: el despertar de la conciencia regional durante el siglo 19. El tema es el conflicto ideológico entre generaciones en una familia de terratenientes ricos, los que todavía se con· sideran especiales y aquéllos que sólo conocen ]a realidad isleña y anhelan cambios en la estructura social decadente. Belaval deliberadamente ha escogido el estilo del diálogo y una serie de movimientos dramáticos formales para crear el ambiente de la época. Desgraciadamente, el drama escrito hace algunos años carece del ingenio mordaz que caracteriza sus novelas cortas y sus obras dramáticas y dende hacia el retaricismo. Vejigantes, de Arriví, aunque a simple nota parece ser la presentación realista del problema del discri· men racial, es esencialmente una metáfora de lo que el autor siente como fenómeno de incomunicación, el reconocimiento y la aceptación de la realidad de Puerto Rico. Arriví, cuya excelencia es la creación de caracteres femeninos, ha producido un triunvirato de extraordinario poder dramático: Mama Toña, la abuela negra, obligada a pasar su vida en el último cuarto de la casa para que los vecinos ricos no conozcan el secreto de la familia; Marta, la madre mulata, que esconde bajo un turbante su pelo delator, niega la existencia de su madre para asegurar un matrimo· nio ventajoso a su hija: Clarita, la cuarterona, aturdida e insegura en sus esfuerzos por conciliar las circunstancias conflictivas. La tensión va inexorablemen· te elaborándose en los tres actos hasta la escena final, en que Marta se quita simbólicamente el turbante. Este momento final, uno de los más intensos en el teatro moderno, es representativo del tema que está a la raíz del teatro de Arriví: la necesidad absoluta de descartar el fingimiento y establecer la comunicación a tenor con las necesidades humanas para realizar las potencialidades de la sociedad. El cuarto drama del Festival, Los Soles Truncos, de René Marqués, es técnicamente el más moderno y se separa considerablemente de La Carreta, violento estudio naturalista de la degradación de una familia de campesinos en los arrabales de San Juan y de Nueva York. En Los Soles Truncos se utilizan, para lograr la atmósfera de misterio poético, los efectos de luz y de sombra. Los tres personajes son hermanas, últimos supervivientes de una familia adinerada. Sin embargo, la situación no se trata desde la realidad económica, sino como un símbolo de ]a desaparición de los valores tradicionales por la embestida de un nuevo modo de vida mercantilista. La decisión de morir entre el fuego de su hogar, y no aceptar la ayuda pública y permitir que su hogar se derribe, es de brillante teatralidad.

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Estas cuatro obras revelan un progreso considerable en los veinte años que enjuiciamos. En la temporada de 193841 el interés principal eran los problemas sociales inmediatos; el Festival de 1958 considera el problema básico: la entraña de Puerto Rico. Cada obra lo trata en forma diferente. Encrucijada, junto al carácter de teatro social de la primera etapa de Méndez Ballester, revela un rompimiento con los valores tradicionales. El impulso primario de Belaval en la Hacienda de los Cuatro Vientos es la exploración de un momento crítico del pasado: el preciso momento del despertar de la conciencia nacional, cuando los españoles se dan cuenta que ya no se consideran así como tales. Este impulso sociológico más que social es notable en las otras obras. Vejigantes es un examen del complejo de culpabilidad nacional más bién que una acusación del discrimen racial. Los Soles Truncos es una metáfora dramática del conflicto entre las costumbres tradicionales y la nueva civilización comercializada. Los esquemas varían, pero la orientación fundamental es idéntica. Esta diversidad está también visible en las técnicas. Encrucijada es estrictamente realista. La Hacienda de Los Cuatro Vientos en un drama poético; Vejigantes, bajo una apariencia realista, encubre sutilmente movimientos simbólicos que lo elevan por sobre el realismo. Los Soles Truncos es, sin duda, la más como pleja de las cuatro obras; emplea cambiantes niveles de tiempo y sentido que llevan al auditorio a participar de la ilusión. Son realmente obras dramáticas y en esto está muy claro el progreso de Puerto Rico. Vejigantes y Los Soles Truncos son representativos; son también dos de los mejores dramas, (hasta ahora), de América Latina. Ambos revelan verdadero sentido teatral, habilidad creadora de momentos cruciales de intensa tensión emocional. Sin embargo, no son me· ros juegos escénicos; tanto Arriví como Marqués son dramaturgos experimentados, hábiles en el manejo de la técnica contemporánea y preocupados por los problemas vitales. Sus obras dan vida a caracteres y situaciones representativas de su realidad inmediata, y de honda significación dramática. El éxito del Primer Festival ha contribuido a que sea una empresa anual. El segundo festival, de 1959, se dedicó a la "generación de 1930"; a los que rom· pieron el hielo. Se presentaron Mi Señoría, La Resentida y Esta Noche Juega el Jóker. Los festivales de 1960 y 1961 han aumentado a cinco obras y se ha notado la tendencia de incluir nuevos escritores dramáticos. Los escritores conocidos, en el 1960 estaban representados por Cielo Caído de Belaval, y el notable

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drama de Marqués Un Niño Azul para Esa Sombra; los nuevos por Cristal Roto en el Tiempo, de Myrna Casas, De Tanto Caminar, de Piri Fernández y En el Principio la Noche Era Serena, de GeraJd PauJ Marln. El cuarto festival incluyó María Soledad, de Arriví, La Carreta, de Marqués, La Vuelta al. Hogar, melodrama del escritor del siglo 19 Salvador Brau, El Milagro, de Méndez Ballester y dos nuevas obras cortas del joven escritor Luis Rafael Sánchez bajo el título de Sol 13, interior.

"Vejigantes" de Francisco Arriví


Hay ciertos puntos interesantes en los dos últimos festivales además de la inclusión de nuevos escritores }' de un programa de ballet iniciado en 1959. Primero, los festivales ahora incluyen producciones de tres grupos experimentales: del Ateneo, del Teatro de la Universidad y del grupo que patrocina el Instituto de Cultura. En otras palabras, 10 que fue el esfuerzo de un pequeño grupo ha alcanzado mayor dimensión. Segundo, estos dos festivales parecen indicar la ruptura definitiva con el naturalismo, la aparición superficial del realismo se abandona frecuentemente. Hasta Méndez Ballester ha roto su credo estético en El Milagro, diálogo entre la duda y la fe que se presenta en los Servicios de Vfspera en los domingos de Iglesia Congregacional de Broadway, en la ciudad de Nueva York, del 5 de diciembre de 1960, hasta el 5 de febrero de 1961. Estas nuevas obras utilizan la iluminación para expresar estados de ánimo; las ensoñaciones y remembranzas, las intuiciones sicológicas sustituyen los estudios sicólogicos, en experimentación con la secuencia temporal. Estas técnicas no se emplean como artimañas o como apoyo para flaquezas dramáticas. Están integradas, son medios legitimos que avivan la experiencia teatral.

Aunque es prematuro intentar una aseveración definitiva, es obvio que el teatro puertorriqueño ha su· frido un cambio radical en los últimos veinte años. Entre sus muchos logros, tres son de gran importancia: (1) completa renovación de las técnicas escenográficas; (2) desarrollo de un núcleo de gente de teatro, escritores, actores, directores y técnicos y (~) creación de un repertorio de obras dramáticas puertorriqueñas. El teatro es siempre impredecible, pero hay indicios de que los éxitos de los últimos años continúen. El mun· do teatral de San Juan ya no habla despectivamente del posible festival, sino que espera la expansión de seis semanas a varios meses. El éxito del festival ha llevado a la formación de grupos responsables con ca· rácter comercial y a proyectos para llevar el teatro a la isla. Ejemplo es el grupo formado por Esther Sandoval y Nino Cintrón, organizado en el expreso propósito de hacer teatro de verdad en lugares donde esta actividad es desconocida. No es un esquema descabellado, quijotesco de adolescentes inexpertos; el grupo tiene un núcleo de profesionales experimentados. Esto es re· velador del optimismo que se siente en los drculos teatrales de Puerto Rico, optim'ismo que es resultado de la incorporación de Puerto Rico al mundo del teatro.

"La Carreta" de René Marqués

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La última misión de Segundo Ruiz Belvis Por LEOPOLOO BENAVIDES ... el de la muerte oscura ... Rostos.

EL 28

DE OCTUBRE DE 1867 "EL MERCURIO" DE VALparaíso,l anunciaba entre los pasajeros procedentes de Panamá, arribados el día anterior en el vapor "Santiago", a S. Ruiz Belvis. Sólo este dato de rutina en la prensa porteña. señalaba la llegada del desterrado patriota puertorriqueño. ¿En qué estado. qué misión, cuáles documentos traía? son hechos que sólo han podido reconstruirse por breves y oscuras referencias posteriores. Con razón Rostos criticaba. algunos años después, el olvido en que lo dejaron en su última actuación y en su muerte.:! No obstante. que llegó al país bastante delicado de salud. según referencia oral del médico que lo atendió,Bpudo entrar en contacto con elementos masones de Valparaíso y con la prensa afín. Sobreponiéndose a sus dolencias físicas, pretendió cumplir su misión revolucionaria, pero la muerte lo sorprendió en sus inicios, quedando ella inconclusa. Llegaba al país en un momento favorable para los intereses de los revolucionarios puertorriqueños. Gobernaba Chile, don José Joaquín Pérez (1861-1871), cuya elección representó en la política chilena una nueva orientación, que modificó el ya tradicional cuadro conservador, que predominaba desde 18~1. Señaló la aparición en el gobierno de fuerzas nuevas, algunas aún ajenas a la voluntad del Presidente, pero que representaron un nuevo poder: el liberalismo, '.'con raíces viejas en todo el país".4

La preponderancia creciente de los grupos liberales. se va a reflejar, naturalmente, en la pol1tica exterior chilena. Representará su acción, ayudada por la intervención extranjera en Santo Domingo y México, un renacimiento del americanismo. Renacimiento que llevará a Chile, en alianza con Ecuador, Perú y Bolivia, a declarar la guerra a España, por la intervención del Almirante Pareja en las costas del Pacífico. En 1867 aún Chile se encontraba en virtual estado de guerra con España,5 pese a que la escuadra española había abandonado el año anterior las costas chilenas, y aún estaba fresco el recuerdo y las huellas del devastador bombardeo de Valparaíso. Marzo de 1866.6 Al parecer los primeros objetivos de la misión del Licenciado S. Ruiz Belvis habría sido, agitar la opinión pública chilena, para desarrollar una actitud favorable a la independencia de la isla; y a través de ello, interesar también al gobierno en esta causa. 7 Ese podría ser el fin que perseguía con la publicación en el diario "La Patria"8 de una extensa prodama, titulada "Patria, Justicia, Libertad" y firmada por

5. 6.

7.

l. pág. 3. 2. Hostos. E. M. De: "Hombres e Ide2.'l" en Obras Completas, Vol. XIV. Cultural S. A. Habana. 1939, pág. 9. S. Hostos, ob. Cit., pág. 10. 4. Para tina historia poUtica del gobierno de Don J. J. Pérez

8

8.

véase: Edwards Vives. Alberto "La Fronda Aristocrática. Historia Política de Chile", Editorial del Pacffico, Santiago, vari2.'l ediciones. En 1871 se firmó en Washington un convenio de armisticio. la paz definitiva sólo se firmó en Lima en 1883. Para la polluca exterior chilena en este período véase a: Encina, Francisco Antonio "Historia de Chile", tomo XIV. Caps. IV a VII. y tomo XV, Cap. XV. Sin embargo, no consta en los Archivos oficiales chilenos, ninguna referencia a su llegada. ni a su actuación. 2 de Noviembre de 1867, No. lS04. Se trataba de un diario de tendend2.'l masónicas y liberales extrem2.'l en el cual colaborará posteriormente ese otro gran patriota e intelectual Eugenio María Hostos.


Esto ocurrió con los restos de Segundo Ruiz Belvis, pues de acuerdo a la calidad de su sepultura, debió haber sido trasladado en Noviembre de 1868, pero como sabemos, en 1878 Hostos visitó su tumba sin señalar ninguna novedad al respecto. Ya en aquellos años se pensaba destinar exclusivamente dicho cementerio a .....sepulturas de familia, trasladando a otro local las de año",lll es decir, que los restos del Licenciado, después que nadie se interesó por su destino adquiriéndole una sepultura perpelua, deben haber corrido un destino muy semejante, o pasados al osario común del mismo Panteón, o al ser trasladados al nuevo Cementerio (actual No. 3)

15. Tornero S,. Recaredo: "Chile Ilustrado. Guía Descriptiva del Territorio de Chile", Libreria i Ajencia Del Mercurio. ValparaI50, 18;2, pág. 161. Trae ade· más una descripción del Panteón.

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haber sido depositados también en su osario común. Cabe observar que no hay comprobación documental precisa de su destino, pero que por la forma de operar y de acuerdo a los reglamentos de la época es éste el trámite normal que debieron seguir sus restos. He aquí a grandes rasgos los últimos y febriles días de un gran patriota, con un destino muy injusto, morir a "millares de millas de la patria", en manos extrañas y con una misión sin cumplir, pero no fracasada. Sus esfuerzos y sacrificios fructificarán algunas décadas después y su recuerdo, a medida que transcurre el tiempo, va adquiriendo el lugar que le corresponde entre los que lucharon por una causa justa.


el Comite Revolucionario. En ésta deslinda, con palabras vibrantes, la responsabilidad del pueblo y de los patriotas puertorriqueños en una revuelta militar recientemente ocurrida en la isla: "nunca -dicehabéis conspirado con el soldado para el robo y el asesinato". Después critica, con palabras muy fuertes el régimen colonial español en el Caribe. Sin embargo, lo más positivo de la proclama es su insistencia en que la independencia de su querida isla, puede y debe ser conseguida por puertorriqueños; " ... es tiempo de que volvamos los ojos a nosotros mismos. .. Asf tendremos en un porvenir no lejano, todos los bienes de la libertad que comprendéis sin haberla jamás gustado... No esperéis la libertad de fuera; puerto-riqueños, cuando tan cerca de vosotros la tenéis; cuando hombres, dinero y patriotismo os sabrán ... " Puerto Rico no lo mandaba a mendigar ayuda, tenfan fe en sus propias posibilidades y en su propio pueblo. Se trataba sin duda, de una misión importante, para que el Comite Revolucionario hubiera distraido a uno de sus mejores hombres, en un país tan lejano, y que éste tratara de cumplirla, pese a sus adversas condiciones ffsicas. La enfermedad pudo más que su actividad, y la muerte lo sorprende cuando sólo tomaba los primeros contactos en Chile. El 4 de Noviembre se extendfa en la Parroquia Matriz del Salvador, en Valparaíso, el siguiente pase de sepultación: "No. 2074. Pagó $8.50. Pase á sepultarse, en el Cementerio de esta ciudad, el cadáver de finado Segundo Ruíz Belvis de edad de S2 años natural de Puerto Rico Estado soltero murió ayer contusión interior. Valparafso Noviembre 4 de 1867. Firma ... Se110"

Ese mismo dfa el cadáver era conducido al Panteón (actual Cementerio No. 1), donde se certificaba que: "El Tesorero de Fondos Departamentales de la ciudad de ValparaíBo certifica que a f. 94 del libro manual 4to. trimestre de 1867 se halla sentada la partida siguiente: Noviembre 4. Cargo: Ocho pesos que me ha enlerado Antonio Cruz por derechos de sepultura y féretro para el cadáver de Segundo Ruiz Belvis. Se di6 certificado. Sepultura por un año ... $6; Féretro de 2a. clase ... $2 /8/. Rubricado- Intervine. Tesoreria Departamental. Valparaíso, fecha ut supra. Firma ... ".8 9. Ubro Legajos. Noviembre·Dldembre 1867.

Además en el Indice General de Sepultaciones,lO figuran todos los datos ya señalados, salvo la rectificación de su apellido materno. Féretro de segunda clase, sepultura por un año, un sepelio modesto como han sido los de casi todos los grandes héroes americanos. "Tumbas suntuosas, panteones orgullosos dondequiera. No es el barrio de los ricos el que puede habitar el hombre pobre, ni el barrio de la aristocracia el que tolerarla aquel representante de la democracia." ,n asf describía Hostos el lugar que Ruiz ocupaba dentro del Cementerio. Algunos ocasionales amigos y quizás desconocidos lo acompañarfan en su entierro, la noche del 5 de Noviembre, que era la hora acostumbrada en aquella época. ¿Cuál fue el destino de los restos del olvidado patriota puertorriqueño? Según los reglamentos del Panteón,12 en aquella época existían cuatro departamentos: 1) para mausoleos y personas distinguidas; 2) para sepulturas de lápida solamente (correspondiendo estos dos primeros exclusivamente para familias y sepulturas de primera clase); S) para los que pagan derecho de sepultura y " ... sólo se permite dejar marcada la sepultura por el término de un año, después del cual pasa la osa· menta a un grande osario que hay en el medio ... "; y 4) el último departamento exclusivamente para los pobres de solemnidad. Esta forma de sepultación y de estructura del Panteón se mantenía en 1867, según los diarios de la época. "El Mercurio" de Valparaíso dicel l : "Nuestro cementerio ostenta cada año nuevos y más preciosos mausoleos, y las sepulturas de familia van invadiendo ya el terreno que se destinaba a las sepulturas pagadas por un año". H . El certificado del Tesorero de Fondos Departamentales es muy claro: sepultura por un año, es decir, los restos del patriota fueron enterrados en el tercer de· partamento del Panteón. Ha sido y es costumbre que las autoridades no cumplan estrictamente el plazo esti· pulado, en lo que respecta al traslado al osario común, esperando un tiempo prudencial para que los familia· res o deudos tomen alguna medida para impedirlo. 10. No. 6, folio 470, mes Noviembre 1867, No. 59. 11. HosloS, Ob. Cit., pág. 8. 12. En el Libro No. 1 de "Tesorerla de Beneficenda. Libro de Titulas de Sepultadones", folios 24 y 25, figura el regla. mento. según Infonne del Adminiatrador del Panteón An· tonio Cundian (Noviembre de 1840). 15. 2 de Noviembre de 1867, pág. 2. 14. Hago esta aclaradón pues se: pretendió que el Ucendado habrla sido llepultado en un nicho, en drcunltanda que esta forma de sepultadón es muy posterior a la fecha de lIU falledmiento y que además no hay ninguna constanda documental al respecto.

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Consideraciones sobre la novela "Canee sin Río", de Enrique A. Laguerre Por

"CAUCE SIN Río"

EXHIBE EL CURSO DE LA VIDA DE

Víctor Rugo R. Sandeau desde un doble punto de vista: (a) el del personaje en si, o sea el del din· torno humano -los intimas pensamientos, sus reacciones e ideas- y (b) el del contorno del personaje: sus relaciones en el medio social con otros seres de rasgos diversos y que pudieran agruparse en dos categorías: los de la urbe y los del campo. El autor plantea diversos temas que no son nuevos y que se repiten en todas las literaturas y en todos los tiempos. Uno de ellos, latente en las páginas del libro: el menosprecio de corte y alabanza de aldea. La belleza bucólica, los idilios campestres, las jugosas pra· deras, las fuentes murmurantes y parleras que elogiaron los clásicos, y siguen loando nuestros literatos, quizá influyan en Laguerre que insiste, con delectación morosa, en las descripciones de la ubérrima cam· piña puertorriqueña engalanada con "los cantos del turpial, el rumor de las agüeras, el vuelo de los garzones, los cañaverales con sus guajanas bañados en el sol tropical", etc., etc., etc. Otro tema, el psicológico, para mf más interesante y fecundo, se plantea con la evolución del personaje a través de su existencia, en el contacto familiar, en el trato con amigos, en la actividad de comités, en los aturdimientos de reuniones y fiestas que eran sali· da o escape de la pavorosa incompatibilidad matrimonial o de la torturante soledad de dos en compañfa. Las situaciones entrelazadas y los diálogos los uti· liza Laguerre a modo de plataformas o tribunas para la crftica sodal, para la sátira que va más allá de los seres creados por el novelista e indica los males socio· lógicos. De esta hábil manera se lanzan censuras, más o menos veladas e irónicas, al Gobierno por la

ERNESTO MARTiNEZ

N ADAL

senda peligrosa que, según el escritor, ha iniciado nuestra Isla. y ahora intentaremos fijarnos en algunos aspectos que pudieran ser base o motivo para las charlas de este seminario" El comienzo de la novela que vamos a discutir es teatral. La obra es un tesoro de posibilidades cinematográficas. Se abre el libro y, como si alzase un telón, aparece la primera escena: en un cuarto de baño, un hombre afeitándose ve un punto de sangre en la meji. lla, recuerda que su padre falleció de leucemia y se sume en un terror anormal. El miedo a morir es el agente cataUtico que origina la introspección del in· dividuo en torno del cual gira la obra del novelista. Se podría decir que el afilado pico de la guadaña de la muerte punza levemente una mejilla para despertar al personaje que dormía en un ambiente de éxitos y vanagloria social e inducirle a la formulación del juicio sobre su vida. La primera escena es un acIerto. La mera sombra o sospecha de la cercanfa mortal produce la sacudida en el ser y provoca la revisión del pasado, anula los triunfos monetarios como inutilidad penosa y pesada carga que impide el último vuelo espiritual. Algo equivalente a lo que los. escritores griegos -y cito a Luciano- nos enseñaron en los diá· lagos de los muertos con Caronte. Casi sin querer vamos calando hondo en Virrucho -que asi llaman familiarmente al personaje centrallo descubrimos y se no~ presenta como lo que es: más que aprensivo y pusilánime, cobarde ... : "no osaba l. El presente trabajo fue leído por su autor en el Seminario de Literatura del Departamento de Espaflol del Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de Mayag(lez.

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asomarse de nuevo al espejo ni tampoco seguir afeitándose ... casi al borde del desmayo ... no podría tenerse en pie". Su escasa calidad viril lo convierte en un guiñapo, en una criatura sudorosa y aterrada. y de pronto, la transición brusca y algo teatral: del miedo al rubor, a la vergüenza de "estar inmerso en el vado y la frivolidad del drculo p~spero sangermeño -que pudiera ser la sociedad de cualquier pueblo de Puerto Rico- diversiones, tertulias, bullicio y algarabia de los salones, con el "highball" en la mano y la estulticia en los labios. Narra su vida. Es abúlico, débil de carácter. Sus rebeldias de estudian. tes son effmeras, yo dirfa que aparentes, casi esguinces cómicos que fueron -y él mismo lo confiesa- "fuego de virutas, chámara súbita y engañosa". Inconstante, cambia de estudios, de paises y universidades, se hace abogado, traiciona al grupo de compañeros rebeldes, vende su conciencia, prospera, se enriquece y se con· vierte en un prohombre cfvico, amigo del Gobernadar. .. y en ese punto, la sonrisa nos invade. El novelista sutilmente nos trae al recuerdo los figurones y figurillas que medran en las altas esferas e instituciones de nuestra isla, sellos de goma, farsantes conocidos, sumisos lacayos de los caprichosos dispensadores de mercedes. Nos asalta la duda. ¿Habrá escrito Laguerre una novela de clave? Casi todos los amigos de Virrucho son blandengues, egoistas pero laxos, insensibles a la justicia. flexibles al poder, Justino Pla· za, Juan Arenas, ¿no recuerdan nombres de algunos politicos actuales? La niñez de Virrucho, columna vertebral de la ficción, discurrió en una hacienda situada a la orilla del Rio Loco, cauce a veces sediento y a veces desbordado. Su primera formación fue rural. La imagen del padre, patriarca de la finca, pesa en su recuerdo y la recomendación de la madre, "no abandones tu heredad" gravita en la subconsciencia. A los doce años, más que amor, el impulso genésico lo cautiva y lo arrastra hacia la hermosa Marina, petulante y presuntuosa, que activa las apetencias de todos los muchachos y con la que ha de casarse. Virrucho es un tímido sexual. En calidad de esposo no pasa de ser el proveedor del hogar, de lujos, de objetos innecesarios. Fracasó como padre, como marido y como posible amante. De las cuatro mujeres que cruzan por su vida intima, Marilola es la de más recia personalidad, la que me infunde mayor simpatía y admiración, es valerosa, inteligente, desterrada por voluntad propia, atractiva por su franqueza y_para colmo, de sentimentalidad y ternura, conmovedora. Hasta más mujer que la pacata Clara Eugenia. Marilola es un tipo -no digo el tipo- de mujer fuerte puertorriqueña. Digna de mejor suerte, no la considero casquivana a pesar de sus aventuras. Si D.

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Juan Tenorio anheló la mujer entre las mujeres, ella buscó y no encontró entre los hombres al hombre. Tuvo la desgracia de topar con un francés "gigolo", ilusos como el marido español, cruel como el primer marido americano. Con frases justas nos dice "que vivió hipnotizada por una luz inalcanzable". Reme· morando su mocedad, Marilola tiene delicadeza de lirio. Virrucho que es, además de las cualidades señaladas, un poquitin pasmarote no vibra ni se conmueve cuando la oye decir -y yo me imagino que a media voz-, "un anochecer luminoso escalaste el muro para robar unos mangós, azoraste las golondrinas y te vi rodeado de alas. ¡Cuánto suspiré por ti aquella noche en la camal", y Virrucho, insensible al embrujo de la imagen poética y cálida confesión no se inmuta. Marilola es la única mujer pensante que en las novelas enjuicia con aguda intuición femenina la vida de los Estados Unidos. "Estoy convencida -diceque la mujer americana acabará con el imperio de Estados Unidos. - Y tú sabes que un pais sin mujeres que estimulen a sus hombres no se salva de la hecatombe". Esta palabra, "hecatombe" etimológicamente significa sacrificio de cien bueyes y debe haberse escrito con malévolo designio, pues hoy tiene acepción de sacrificios de victimas, que exceden el número cien, no pierde el propósito peyorativo -por lo de buey- aplicado a los pacientes maridos americanos explotados por sus mujeres. Psicóloga, certera, Marilola, con regusto femenino, realiza el análisis de Marina, la frigida, y pone al descubierto, a semejanza de un cirujano en mesa operatoria, escondidas fibras animicas. Desde el punto de vista retórico, Marilola es la artista de la etopeya. Su rival queda con el alma al desnudo. D~ todos los capitulas. sobresalen el IV y el V de la primera parte. Conceptúo el IV el más logrado, ameno, dinámico y psicológicamente veraz. En el capítulo IV observo contradicciones patentes. Recordad el pasaje: Virrucho se autoanaliza con sinceridad ante Marilola y ésta presiente la terrible oquedad de su amigo. Temblorosa se mantiene al pie de la butaca en la que acaba de desplomarse Virrucho. "¿Te pasa algo, amor mio?" pregunta Marilola: Y en ese instante, pensando que su mujer los sorprendiera juntos en un mismo asiento y dijese: "¡Qué escena conmove· doral", Virrucho se estremece de risa. Lo que a él le incita a la risa. a MariIola le da ganas de llorar. Virrucho exclama: "¿Ves? No nos entendemos". Situa· ción posible, pero totalmente falsa ya que Marilola penetró en el abismo insipido y solitario de Virrucho. ¡Claro que lo entendiól Lo que ocurre es que él, en el único momento de humorismo casi británico de la novela. esconde en la risa su interno llanto. Marilola no es humorista. Algunos sostienen que el humorismo suele ser ajeno a las mujeres. Ramón Gómez de la


Exposición de Carlos Marichal

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Cartelón de la Exposición de Carlos Marichal diseñado por H amar

El 29 de noviembre tuvo lugar en el Instituto de Cultura la apertura de la Exposición de dibujos y aguafuertes de Carlos Marichal, in~egrada por unas cuarenta obras de este artista español que ha hecho de Puerto Rico su segunda patria. Carlos Marichal nació en Tenerife, Islas Canarias, en 1925. Inició allí sus estudios artísticos, que amplió en Madrid, siendo interrumpido su aprendizaje por la guerra civil, en la que participó como combatiente. Emigrado a París, estudió diseño en esta ciudad, iniciando luego la carrera de arquitectura en Bélgica, pero la Segunda Guerra Mundial interrumpió de nuevo sus planes y tuvo que refugiarse en México donde trabajó como Ilustrador para la Secretaría de Educación y como escenógrafo para el Palacio de Bellas Artes a la vez que se iniciaba en el arte de la ilustración. Llegó a Puerto Rico en 1949 para ser director técnico del Teatro de la Universidad de Puerto Rico. y desde entonces se ha dedicado al diseño escenográfico. publicitario y editorial. En la actuali· dad ocupa el cargo de Consultor Gráfico de la Editorial del Departamento de Instrucción Pública. "En la obra de Carlos Marichal- apunta el doctor Sebastián González Garda - resaltan dos cualidades. .. que definen su estilo y su personalidad: la diversidad de las artes en el dibujo y la unidad del estilo personal." De sus producciones dice Lorenzo Homar que "logran una belleza poética como la de Corot" y que "es precisamente esa magia. quizás. el elemento más perdurable de su arte". La influencia de Maricha! en el país ha sido nota· ble en el ámbito de la escenografía y del diseño de libros, que a su obra personal y al reflejo de la misma sobre nuestros artistas, deben un impulso notable. Con anterioridad a la presente exposición Marichal había realizado otras dos exposiciones individuales en Puerto Rico: De Dibujos y diseños en la Galería Pintadera (1957) 'Y la titulada Diez. años de diseño (tipo¡rrdfico, editorial, teatral, comercial), efectuada en 1960 en la Universidad de Puerto Rico. 15


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Problemática Epistemológica y axiológica de la filosofía de la historia Por J. A.

es DIOS ES, Y PORQUE EL MUNDO no es, Dios es.- Así de un plumazo en pequeña fórmula resume William Ernest Hocking toda la filosofía de la historia en su majestuosa obra El Signifi. cado de Dios en la Experiencia Humana. En trazos no tan concretos pero no menos penetrantes ya Pla· tón lo había intuído así al armonizar en su cosmovisión el mundo de Heráclito y el de Parménides. Un devenir constante en donde nada permanece, una eterna permutación de Apariencias y fantasías no pue· de deletrear ultimidad u onticidad alguna para un espíritu sediento de unitarias perspectivas. El mundo de los cambios, pues, el del fuego y el fluír de Heráclito no satisface ya que por naturaleza el espíritu sospecha lo inconstante. Algo confiable tiene que existir más allá de lo efímero y transitorio. En el subsuelo del mundo empírico ha de morar un algo permanente que muestre caminos a la existencia e imparta justificación a la vida arcoirisándola de ensueños y posibilidades. Y es así que Dios es, porque el mundo no es ni podrá ser lo final. Lo final, empero, tampoco satisface la mente inquieta, si con el concepto de lo final aludimos a un plano u ordenación de ser ontológicamente desvinculado de la expe· riencia, esto es, a un trasmundo de rigurosa impermutabilidad. Un eleaticismo puro anonada y desconcierta. Precisa, pues, ahondar todavía bajo la periferia de la realidad. Y ésta fue en efecto la obra de Platón. Perforó el ser parmenídeo y en él auscultó no lo final estático, sino un viviente y dinámico algo, algo de télica y cualitativa trascendencia que afincándose y concretándose en rigor de presencia múltiple e infinita novedad inmanentiza como principio y causalidad del mundo empírico. Y es así que Dios es para el conocimiento ya que el mundo es su elocuente evi-PORQUE EL MUNDO

FRÁNQUlZ

dencia. El mundo del cambio y el de la identidad, el de Heráclito y el de Parménides aunados en la cosmovisión de Platón, anticipaba, pues, la feliz intui· ción de Hocking. La filosofía de la historia, sin embargo, no se detiene ni se agota en la ontología. El cambio y la identidad como rasgos esenciales y últi· mas de la experiencia se hacen sentir, y el espíritu inquieto se - alarma, interroga, y sufre. No es mera coincidencia que los insignes profetas de Israel y los historiadores de la antigua Grecia que tanto se esforzaran por despertar sus pueblos a la conciencia de los cambios históricos, legaran a la vez para nosotros, los de la posteridad, la serena y madura intuición de una suprema razón que acaso explicara el porqué del cambio y de la variedad. Para estos varones del ayer el devenir de la historia no era capricho ni eventualidad. Era más bien, provincia desconocida o inexplorada del pensamiento, pero en su fondo, cognoscible. ¿CÓ· mo, pues, conocer el algo oculto que movía la historia, o la razón última que fundamentaba el devenir del mundo y de la sociedad? Para el profeta hebreo de ayer se trataba simplemente de la austeridad de Yahweh que alcanzaba hasta "la tercera y cuarta generación" y nos enseñaban que la austeridad o ira de Jehová era provocada por "el pecado de los padres". En la antigua Grecia, sin embargo, Tuddides ihterpretaba la derrota de los atenienses a manos de los espartanos como inevitable consecuencia del orgullo y arrogancia de Atenas. En líneas generales o esquemáticas coordenadas podríamos decir que a partir de entonces la problemática filosófica de la historia se reduce a la postulación de una pregunta y estructuración de una respuesta. La pregunta tiene que ver con la variedad de la experiencia, y la respuesta, con la unidad del pensamiento. Con su interrogación el

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hombre señala la problemática del cambio; y con su respuesta, la problemática de la identidad. ¿Qué atinencia o significación fundamental podemos despren· der del cambiante fluír existencial? tsta es en resumen la pregunta trascendental. Y dentro del ámbito de esta pregunta o preocupación del espíritu Herácli· to intuye el principio del Lagos, los Eléatas nos dicen del inmutable Ser, Platón nos habla de las formas y las ideas; Aristóteles ahonda en la Substancia y los accidentes, y los Estóicos discurren sobre la Natural~ y la Razón como principios mecánicos del ser. Anclando la dogmática de San Pablo en la dialéctica de Platón, San Agustín nos habla de Dios, de las "dos ciudalles", y del hombre como ciudadano de dos mundos. Por vía de las categorías recapitulando a Aristóteles Kant intuye en la región del ser trascendental; y recapiLulando a Platón, Hégel intuye la realidad como pcnsamiento, y cl espíritu como devenir. tstos, y tan· tos otros, incluyendo los adeptos del MOIRÁ, y los de las "generaciones", y los ciclos, así como también N ietlSche con su "eterno retorno", y tantos otros, en voces distintas afirman la misma conclusión. Los aparentes cambio~ del mundo y la experiencia en su fondo evidencian la elocuente presencia de una inmortal identidad. Y es ésta la nuez del filosofar sobre la historia. Para todos y cada uno de estos hombres el mundo acontece como significado. Claro'está que en Bertrand Russell. H. L. Fisher, John Herman Randall, y alguno que otro nihilista moderno, nos encono traremos con dudosas excepciones. ya que como nihi· listas radicales. unos totalmente negarán el acontecer histórico; otros, los escépticos. negarán no la historia, sino su conocimiento; y aún otros, los subjetivistas históricos pretenderán establecer que si no el acontecer histórico en sí. por lo menos su interpretación o su filosofía es cuestión de ficción humana o puro anhelo sin mínima objetividad de referencia. Nos rei· teran éstos y otros nihilistas que el hombre es fruto de causas imprevistas y ciegas. y toda empresa huma· na, resultado fortuito de meras aglomeraciones atÓ· micas. Y no es dificil, claro está, auscultar las circunstancias motivadoras de este pesimismo. Si de unos posibles trescientos mil a medio millón de años de existencia humana sobre la tierra tenemos pero in· completos únicamente los "récords" o documentos imprecisos de la historia durante los últimos seis mil afias. ¿qué cantidad y tipo de validez habremos de atribuir a generalizaciones cognoscitivas basadas en sólo una escasísima quincuagésima parte de los he· chos? A esta escasez de hechos históricos científica· mente establecidos agreguemos las penumbras y nébu· las que todavía rodean mucho de lo que supuesta. mente conocemos, y la obscuridad se nos entenebrece aún más. ¿En qué pararon. por ejemplo, las homéri· 18

cas proezas y los grandes valores realizados por las una vez brillantes civilizaciones minóica, sumérica, hitita, wikinga? ¿Qué de la antigua cultura egipcia antes de Amen.E·Tep, y de las primigenias culturas slnica, polinesia, y otras; así como acá en nuestra América. de las culturas maya, azteca, inca, la polifor. me araucana, incluyendo la caribe, y la taína? Con relación al abismal pretérito ¿qué luz arrojan los múltiples hallazgos arqueológicos de hoy? Aparte del mé· rito evidencial que otras razas que la nuestra existieron y otras civilizaciones que la nuestra también tuvieron una vez sus florecidas, ¿qué significación pero manente o inmortalidad de espirituales valores pueden implicar las estatuas ingentes de la la Isla de Pascua, la antiquísima muralla de la China, las inmemorables ruinas de Machu-Pichu en las junglas de la India, las agrestes pirámides de Egipto, las de Teotiwaclán y tantas olras en México y Centro América, los terraplenes (mounds) del estado norteamericano de Viro ginia Occidental y otros similares que también existen en otras partes del mundo, asf como tantas otras reliquias arqueológicas que silencian lo que tal vez nunca sabremos, pero elocuentemente evidencian tanto de lo que pudo haber sido? Dentro de la incertidumbre de tanta incógnita fácil es comprender el pesimismo filosófico de Bertrand Russell y la frustración espiritual de muchos de sus seguidores en el campo de la estimativa y la historiografía. Muchos de éstos, los historiosubjetivistas niegan validez objetiva no al con· cepto de la historia como proceso en sí, sino al de la historia como acontecimiento interpretado por el hom· breo Para el subjetivista, la filosofía de la historia es mera ficción humana e imaginativo anhelo de que las cosas sean como las pensamos y no como son. El escéptico, pues, uno de los subjetivistas, no niega la historia como evento en el espaciotiempo. Simplemente limita su negación al entendimiento del evento en sí. El nihilista radical, sin embargo, niega que haya historia o proceso como tal. Claro está, toda visión pesimista de la historia. es por lo tanto, no sólo abstracta, sino también inconsistente consigo misma. Trá· tese del pesimismo de Eclesiastés, "vanidad de vanidades" o el de la fraSe proverbial de Shakespeare al efecto de que la historia no era sino el cuento de un idiota lleno de ruido y furia pero sin significación alguna; trátese de la lirica desilusión de un Schopenhauer, de un Flaubert. de un Baudelaire, y hasta de un Goethe en sus momentos irónicos. o de la melan· coUa metafísica de un Bertrand Russell, el pesimismo como filosofia descansa solamente sobre los hechos del error. la ignorancia. el odio. el sufrimiento, y la muer· te. Abstrae de la realidad global e inclusiva, pero olvidando la abstracción incurre en lo que Borden Parker Bowne llamaba la falacia de lo abstracto y que


Whitehead tal vez más propiamente denominaba, fa· lacia de la concreción fuera de lugar. La respuesta al pesimismo ontológico y al histórico podría encono trarse en los mismos hechos que el pesimismo omite, hechos que abundan y por todas partes asoman en los horizontes del proceso histórico. Es imposible invalidar la razón sin antes presuponer su autoridad. En efecto la razón misma y sólo ella puede prescribir sus Umites, entendiéndose por razón, claro está, no únicamente la nativa capacidad humana para entender o conocer, ni tampoco 'la humana destreza para silogizar, matematizar, formular, y articular símbolos y ecuaciones, sino además y por encima de todo esto, la coherencia en acción, el poder tomar en consideración todos los hechos atinentes den· tro de una situación concreta y vital y llegar a una conclusión afirmable y sostenible, aunque heurística, pero justa. Esto es lo que entendemos por razón, y como tal, la razón humana se ha establecido a sí misma como árbitro único de la experiencia. Hay cono· cimiento, pues. Existen la cooperación, la voluntad de belleza, generosidad, lealtad, voluntad y actos de compartir. sentimientos de inquietud, interés, e incumbencia. sacrificios desinteresados y heroicos así como numerosas otras experiencias valorativas que imparten a la existencia significado, justificación y júbilo. El pesimismo prefiere ignorar estas consideraciones. Para no caer en el mismo error de abstracción que caracte~ riza al pesimista, es menester, empero, no infravalorar los aspectos negativos y disteleológicos de la experien. cia. Y es aquí donde enraíza y se afinca la problemática moderna de la filosofía de la historia, porque en la trayectoria general del filosofar anterior, a pesar de la variada gama de intuiciones y sistemas, credos y cosmovisiones, la realidad se consideraba ya establecida y su cognoscibilidad era incuestionable. Si alguna objeción epistémica u oposición metodológica de alguna índole surgía por lo general se relacionaba con la escasez de documentos, poquedad de archivos u otras limitaciones atribuíbles l a la finitud de la situación humana. En rigor de verdad, sin embargo, ¿no es cierto que la estructura entera de la filosofía de la historia siempre ha descansado sobre fundamentos de petitio pTincipii? ¿Qué es la historia en sí?, preguntémosnos. Y agreguemos, ¿Cuánto habremos de incluír en ella? ¿Habremos de limitarla como sugiere Ortega al acontecer de la vida humana? ¿Qué entonces de las relaciones entre la vida humana y el ambiente cósmico que le sirve de fondo, circunstancia y destino? Por otro lado, ¿No es cierto también que al historiar siempre se historia desde un punto de vista y por lo general, con propósitos especificos? ¿No fue acaso el propio Herodoto quien fundamentaba su historia de Grecia en la necesidad de seleccionar epi-

sodios ejemplares en el pasado de la patria que las juventudes del mañana pudieran emular? ¿A dónde queda, pues, relegada, la objetividad histórica? ¿Y qué de los problemas epistemológicos implicados en el conocimiento del pasado? De la conciencia ·inmediata o la experiencia presente, creencia, o pretensión de conocimiento, ¿cómo le será posible a la mente aquí y ahora trascenderse a un pasado totalmente ausente e irrecobrable? Por otro lado, ¿qué de las circunstan· cias que a la lógica o a la epistemología del historiador pueda impartirle su metafísica? ¿No podría el realismo o el idealismo de una dada ontología predeterminar las preferencias y direcciones de una episte. mología? Probablemente estas cuestiones metodológicas parecerán académicas e inatinentes. Los clásicos filósofos de la historia parecen haberlas obviado como innecesarias o estériles, pero para el filósofo moderno de ellas depende la fundamentación en sí de toda la filosofía de la historia. La metodología, sin embargo, no agota la problemática de la investigación e interpretación del acontecer. ¿Qué relación o relaciones existen, por ejemplo, de un lado, entre la filosofia y la historia, y del otro, entre la filosofía y la cultura? ¿En efecto, no sería más propio pluralizar el término, y referirnos a culturas y transculturas o interculturas, ya que a pesar de la cacofonía estos conceptos abarcan e implican más satisfactoriamente los fenómenos y los hechos que han de tomarse en consideración al filosofarse sobre el acontecer histórico? Además de éstas y tantas otras preguntas existen multitudes de problemas de lenguaje que categóricamente pertenecerían al campo de la metodología filosófica, pero el estilo de estos problemas es tan único o singular y la conciencia filosófica de su importancia, tan reciente y crucial que consideración especial debe dársele a su tratamiento delicado y peligroso. En el área de la semántica el pensamiento filosófico moderno no ha hablado con final claridad ni ha redactado decisión definitiva alguna. Carnap, Ayers, Stevenson, y otros, ciertamente han logrado despertar a muchos tradicionalistas de su sueño dogmático. Y tiene lugar ahora, naturalmente, la penetrante observación de Brand Blanshard respecto a las limitaciones de Ayers y Stevenson, porque es cierto que la semántica llevada o mal-llevada muy lejos reduciría toda la ética a un mero concurso de violencia o persuación. Las investigaciones filosóficas modernas, empero, tienen contraída con la semántica una gran deuda por la insistencia de la última sobre los factores de la claridad epistémica y la diáfana significación de los términos. Analizados en su fondo, conceptos como los de CAUSA, EVENTO, PROPó· SITO, VALORES, SOCIEDAD, CULTURA, MUNno, HUMANIDAD, LIBERTAD, ESPíRITU, MENTE, VIDA, EXISTENCIA, SER, PROGRESO, DIOS,

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y tantos otros. no poseen claridad alguna que pueda beneficiar altamente la interpretación filosófica. Inquirir en el campo de estos fundamentos epistémicos, claro está, podrfa implicar graves peligros para una vida como la moderna. ya de por sí en crisis, si tomamos en consideración que gran parte de la problemática de nuestro tiempo consiste en haberse ya perdido el lazo de únión. los criterios y mutuas convicciones que una vez sirvieron de base a la vida. Todo va degenerando en fragmentación y departamenlizadón, que, como urgencia de método, claro está, en sí son necesarias, pero que por descuidos metodológicos han devenido en un tipo de extremo y falso empirismo que sólo recalca lo sensorial como último criterio de conocimiento. Parece como que en vez de más especialización, lo que más necesitamos es el tipo de inteligencia creativa que sin menoscabo de lo sensorial forje conceptos más inclusivos que puedan hacer de nuestro caos empírico una totalidad más uni· laria y significativa. Y aquí otro problema para la filosofía de la historia, porque, ¿Qué de los sistemas y las cosmovisiones? Con el cientificismo que por lo general caracteriza nuestra época de un lado. y por otro, con las distintas formas de irracionalismo que hoy pugnan en el mercado de las ideas, no es agradable en nuestro tiempo Hablar de sistemas. Ya ha pasado la época de los grandes sistemas filosóficos. Con Santo Tomás de Aquino, Descartes, Espinosa, Leibniz, Kant, y Hégel, murió el ayer dorado de las colosales y armoniosas catedrales del pensamiento. Si por su propia naturaleza, empero, la mente humana es anhelo y voluntad de significación última y unitaria, y filosofía es voluntad de visión total, el espíritu humano jamás aceptará barrera o moratorio alguno que impida el progreso de su marcha hacia horizontes más anchos y perspectivas más inclusivas, imposibles, claro está, aparte del pensamiento riguroso, empírico, y sistemático. Ahondar en las fundamentaciones epistémicas de la filosofía de la historia no deberá, por lo lanto, obstaculizar la metafísica, pero la metafísica tampoco deberá obstaculizar la epistemología o la filosofía de la historia, compromiso razonable y posible, siempre, por supuesto, que en vez de reificar o hiposlatizar los sistemas, meramente aceptemos éstos como heurísticas hipótesis de mundo, ya que por fuerza ,~iempre habrá relación entre lo que el hombre piensa que fundamentalmente él es, y aquello en que a la larga él deviene. En síntesis, pues: Probablemente al acuñar el concepto "filosofía de la historia" Voltaire pensaba en una sola pregunta. ¿Tiene la historia sentido alguno para la razón humana? o lo que a la larga vendría a ser lo mismo, ¿Podremos discernir la significación de la vida enfocando el devenir de la historia a la 20

luz única de la razón? Aunque no de manera tan r.igurosamente racionalista, antes de Voltaire ya se había bregado con el tema. Los griegos y los romanos ya habían anticipado la teoría de los ciclos de Spengler y la del eterno retorno de Nietzsche. En efecto, la teoría de los ciclos en la historia ya había asomado en los mayas y los aztecas, en Herodoto, Tuddides, Platón, Aristóteles, Tácito, Marco Aurelio, Polibio, y hasta en los antiguos pensadores asiáticos, aunque es cierto que antes de Nietzsche y Spengler, en ninguna otra fuente la lilosofía cíclica de la historia parece haberse delineado tan acabadamente como en los Prolegómenos Históricos de Abenjaldún (siglo 14) y la Nuova Scientia de Giambatista Vico (siglo 18). Hay además de la idea dclica, el concepto horizontal o lineal de la filosofía de la historia, doctrina providencial que enraíza en la tradición judáico-cristiana del pensamiento, particularmenle como ésta encuentra expresión en la civitas dei de San Agustín. La teoría de eslabones o peldaños ascendientes, la noción de la historia como espiral, reconstrucciones y modernas ampliaciones de estos conceptos así como eclécticas combinaciones y armonizaciones de todas las posibilidades heurísticas implicadas en estas teorías aparecen en el Estudio de la Historia de Toynbee, FilOSOfías Sociales de Nuestra Jt.poca en Crisis, por Sorokin; Filosofía de la Civilización, por Schweitzer, así como en las obras de Danilevsky, Cassirer, Whitehead, Dewey, Ortega y Gasset, Karl Popper, R. G. Collingwood, y tantos otros. Pero bien en sentido de revelación religiosa o en sentido empiricista de la razón, la pregunta parece haber sido una y la misma._ _ A la luz de la historia, ¿Qué podremos intuír respecto a la significación del hombre y su destino en el devenir del mundo?_ _A primera vista la pregunta en sí es colosal, por lo aparentemente amplia. Pero si la analizamos con rigor la encontraremos ambigua y hasta estrecha. En interés, no de la salvación en sí bien por la razón o por la fé sino, de la filosofía de la salvación, que es a lo que la filosofía de la historia se reduce, resulta apresurado o prematuro ignorar ciertas preguntas más modestas, como las que atañen al concepto en sí de la historia como tal, sus métodos, sus normas, sus limitaciones. ¿Es la historia una unidad, un mo· vimiento? ¿O es por el contrario, variedad y multiplicidad de civilizaciones y perspectivas? En relación con los infinitos cambios que el fluir del tiempo imparte a la propia estructura del tiempo y de la vida, ¿podremos auscultar la presencia de algún propósito que inequívocamente evidencie la existencia de un designio cósmico? Humildes preguntas como éstas de epistemología y axiología demandan prioridad de enfoque en lo que acaso podríamos llamar "Prolegómenos para una Filosofía la Historia".


PáginaB de nuestra literatura

La fiesta de San Miguel * Por JOSÉ A. DAUIlÓN

Los QUE H.\N NACIDO AYER, VAMOS AL DECIR. No puedcn tcncr ni la más ligera idea de lo que era IIn día de "San Miguel" en esta Ciudad del Borrego. Era el festival de los negros del extrangis. el gran simbólico de 10 raro y extraordinario, donde no podría sabersc a ciencia cierta. cual saUa mejor festejado, si el Santo o el barbián cornudo que llevaba debajo de los piés. Pero entendámonos; no voy a referirme a la buena gente de color civilizada, nacida en nuestras casas y con la cual se han confundido nuestras penas y nuestras alegrías desde que comenzamos a ver la luz. Los que van a ser objeto de mi cuadrillo retrospectivo, eran gentes de más fuste y de más campanillas, procedentes casi todos del continente inexplorado. país de las maravillas más estupendas. de las barbaridades más sorprendentes. del ébano y del marfil. Reyes. reinas y principes. transportados más o menos bestialmente en la sentina de los buques negreros, que no eran en aquel tiempo pocos los que se ocupaban en ese inmundo tráfico. podían considerarse como prisioneros de guerra, y como tales eran tratados. con ligeras excepciones, en esta tierra de la mansedumbre y ete la caridad. Pero observo que me voy metiendo en honduras. para las cuales no tengo colores en mi paleta. ni quie· ro, ni me da la gana: y perdónenme ustedes el modo de señalar. Es el caso que un día de San Miguel en este terruño, era cosa de rechupete para toda la gente menuda. Yo sé deciros que era para mi uno de los días más alegres. y que iba de sorpresa en sorpresa. cuando contemplaba el desfile de las Naciones africanas en su visita oficial al Gobernador Superior Civil. Y no hay •

Del libro Cosas de Puerto Rico, San Juan. 1904.

que reirse que la cosa era seria o por lo menos tal la creía yo, y conmigo los mismos que tomaban parte en aquel raro festival, extraordinario y sin ejemplo en ningún otro pueblo de la tierra, excepción hecha de la Isla de Cuba. nuestra opulenta hermana. en dorde he oido decir que existía igual procedimiento. Cierren ustedes los ojos por un rato y figúrense que están pegados al cristal de un cosmorama fabricado a mediados de este siglo. Yo. como nuevo- Maese Pedro, os iré explicando el retablo. si Dios y mi fortuna quieren darme toda la sal y el colorido que se necesitan para describir lo que por su propia naturaleza es muy diUcil o punto menos que imposible. Pero con paciencia y un poco de buena voluntad. hizo alguien cosas de más empeño. Era el tío Gabriel un negro maquimbamba, maestro de pala de la panadería de don Jaime Cladellas. catalán recalcitrante. y socio del Cojo Santos, isleño por los cuatro costados. de los de gofio en escudilla y patata eterna en el puchero. Atenme ustedes esas dos moscas por el rabo. Era el tal Gabriel, Rey de los Nangobdas. nación que sin duda no conocieron los egipcios, pero cuyos hechos y entre ellos tal vez el de cazar hombres y engullirselos. deben estar descritos en alguna historia universal de las declaradas de texto en el país. El día de San Miguel. se transformaba. Arrojaba la pala, limpiábase en el barreño de la panadería, que servía para preparar el lúpulo. toda la harina que se le había pegado en un año, y se embuda en el uniforme más abigarrado y hetereogeneo que se pueden ustedes imaginar. Acérquense un poco, que ahora precisamente lo tengo frente al vidrio. Ecce horno. Ya es viejo: cuélgale el belfo rojo y húmedo como acostumbrado a comer guindillas a palo seco; la pelambrera cana, el ojo turbio y lacri21


maso '1 la punta de la nariz bajo cero. Lleva casaca de ala de pichón, procedente del desperdicio de un gastador del Regimiento de Iberia; pantalón oscuro de franela con un galón dorado cosido a la ligera con hilo blanco; faja de mariscal de lanilla roja, la faja, restos de una bandera de matrícula o consignación de la panadería; y por banda, cruzada de izquierda a derecha el pañolón encamado de una vecina que se llamaba Justa y que era sobresaliente en la preparación de jueyes con salmorejo. Por armas un garrote de buen nudo con sus cordones y borlas que paredan traspapeladas de algún mosquitero. Cubría el todo un sombrero de tres picos, ralo y semicalvo, de cuya cúspide brotaba un buen golpe de plumas de gallo y de otras aves de corral. Calculen ustedes el efecto que me haría a mí, el contemplar al tío Gabriel con aquel empaque, cuando estaba acostumbrado a verlo casi en pelota en la panadería que estaba frente a mi casa, con un solo saco burdo de arpillera amarrado a la cintura con un cordel. Era cosa de asombro. Seguíale la Reyna. Pero ésta merece párrafo aparte. ¿Quién de mis contemporáneos no conoció en Puerto Rico a Juana conga; madre naturalmente de Juan Simierra, el mejor peón de camino de aquella época; y de aquel famoso rascador de violín tan conocido de la actual generación y con especialidad de los ve· cinos del callejón que se escurre por detrás del correo? Ya era viejecilla, pero aún se arrebolaba para dar su golpe el día de San Miguel. Traje blanco de indiana con mucho perifollo y mucho encaje de algodón; cintas y randas de todos los colores del iris, salpicaban en forma de lazos y plegados, hombros, cintura y cuerpo; collarín de gruesas cuentas de coral envolvía el rugoso cuello de ébano, y la argolla de oro reluciente y amplia tiraba sin piedad de la extremidad de la oreja, haciendo pendant en el tamaño, con la rica pulsera del mismo metal aprisionadora de la muñeca que sin duda había exprimido más ropa en los pozos del Puente del Agua. Un pañuelo de seda, rico en dibujos y colores, se plegaba en gracioso turbante sobre la cabeza airosa de la Reyna de los nangobaás. En segunda fila se destacaba el magnHico '1 nunca bien ponderado Antonio Vasallo. Con cuanto gusto inmortalizó su nombre legándole a la posteridad; aunque me temo que este buen deseo mío termine en un rinconcillo de El Buscapié. Iba de etiqueta cerrada, es decir, vestido de su propio color. Fraque de alto cuello y faldón de punta de foete, regalo de un amigo médico que todos llamábamos Frasquito; pantalón negro de amplia campaña; chaleco del mismo color muy ajustado por que el difunto era más flaco; corbata blanca con un lazo descomunal que debía hacerle cosquillas en las orejas, sombrero de copa con honores de chimenea, ladeado a la izquierda,

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y guante blanco de algodón, obsequio de un soldado viejo procedente del Regimiento de Granada y que había sido asisteme de su amo don Francisco. JaIDÚ he visto figura más interesante en los días de mi vida. Pareda mi buen Antonio - un Ministro de la alta diplomacia haitiana, con su cara de satisfecho, pues nunca le conod triste, y con aquella gravedad de hon· radez franca que tanto le distinguía. Vaya un negro curro y simpático. De maestro de ceremonia ejerda el negro Joaquín, de leva cerrada, cuyo cuello le alcanzaba el cogote y algo más distinguiéndose por su aire apacible, su ano dar de brulote deslastrado, y su sonrisa de beato en canuto. Este era el que dirigía el catarro, ordenaba el drculo del baile y daba la orden de romper el repique. Quién le hubiera dicho que treinta años más tarde, habría descendido de su alto puesto para dar tumbos por esos chinos del demonio, vendiendo billetes de la lotería a seis vellones el decimo. I Cuantum mutatus ab iIlol Otros uniformes y fraques por el mismo estilo vestían los demás concurrentes oficiales del festival, entre los que no faltaban algunos condecorados con cruces y placas; cosa fácil de conseguir, pues ví en el desfile que el do Gabriel ostentaba al pecho la tapa de una caja de betún del Gallo, la parte superior de una rustodia de plomo de las de a cuatro cuartos, y algún otro colgalejo de buen efecto con su correspondiente cintajo. Detrás de los nangobaás, seguían los mandingas, congos, carabalies, y otras naciones no menos distinguidas, todas con sus monarcas y el séquito correspondiente. Iba todo esto amenizado por una música, poco grata sin duda para los oídos que no estuviesen acostum· brados a las armonías coloniales, y constituída por timbales de dos metros de longitud y tambores de construcción primitiva, que a golpes de puño y fuerza de brazo, repicaban con infernal estrepito dos docenas de negros endiablados que gesticulaban y se movían con rapidez vertiginosa. En la plazoleta del palacio de Santa Catalina se armaba el aquelarre. Bailaban las naciones, subían los monarcas a saludar a S. E., este les apestillaba un par de duros, que no se sabe a donde iban a parar y terminada la recepción, continuaba el desfile por todas las calles del poblado, hasta terminar, ya de noche, en la plazuela de Santiago, en donde se enredaba la que voy a ustedes a contar. Era entonces la plazuela de Santiago un cuadrilátero amplio y raso. Todavía no había llegado el tiempo en que Pancho Bastón pronunciara uno de sus más elocuentes discursos, al poner de guardia permanente al heroico Juan Ponce obligándole a apuntar


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vacio sin dar jamás en el blanco. Los cuatro frentes de esa plazuela los cerraban sendos bancos de mampostería en medio de los cuales y de trecho en trecho, se levantaban ciertos arriates y en cada uno plantado un almendro de tropicales dimensiones que mandaban algunos regimientos de hormigas a todas las casas del vecindario. El asiento de esos bancos era tan ancho y cómodo, que muchas noches servía de mesa a los parranderos y manganzones desvelados, para consumir el rico pastel de hojas de Manana que tenía tanta fama en la ciudad, por el pique y lo sabroso, como la arepa de Agapita la hermosa mulata caraqueña.

En esa plaza, y en la noche de San Miguel, se realizaba la verbena más ruidosa de todos los domi· nios españoles. La Bomba de cada nación ostentaba en el centro de su circulo un gran farol, del tamaño poco más o menos de un barril, construido, el farol, de regencia o de papel de colores y ostentando algún lema de circunstancias, como por ejemplo: "ViVa San Miguel" "Aquí están los Mandingas" "Viva el Capitán General" y otros más expresivos. A las ocho de la noche la plaza rebosaba de bote en bote, y circulaban por sus alrededores a docenas las negras que vendían alfajores, raspaura de coco, bocao de batata y dulce de piña y las canastas de los que pregonaban a grito pelado el maní tostado y los chicharrones calientes. Para refrescar a los sedientos se vendían buenos vasos de guarapo de Seño Eusebio, y en las pulperías de los extremos, aguardiente de caña yagua con melao. y que mucho nos divertÍamos los de mi promoción, perdidos entre el bullicio de aquella batahola, ya prendiendo alfileres, anzuelos, y puntas de maya en los vestidos de los concurrentes o ya lamando en medio de los corros gruesa de triquitraques encendi· dos que armaban un estrépito fenomenal, arrancando no pocos chillidos, cuando acertaban a caer debajo de las faldas de alguna mulatona sensible. Por allí brujuleaba Perico Escalona siempre co· mandante de la brigada con su inseparable Pablito Andino, ambos tirándole del túnico a Burra blanca,

que vendía alfeñiques; y más adelante tropezábamos con Manuel y Herminio Padial, Mateo Tizol, Mariano Fuertes, los Sicardó, Beyley, Martínez, Pagani, Vasallo, Pepe Geigel, José Jacinto Dávila, Manuel Soler, Juanillo Acosta, el intrépido Paco Sabat y su hermano, el no menos bragado Cecilio Fajardo, y cien más que no recuerdo; unos que ya se han destripado en la orilla del barrio opuesto, y otros que aquí quedamos con algunas canas en el bigote y media docena de chiquillos, y algo más, sobre el lomo. El fandango estaba armado y las bombas batían el parche sin cesar. Un canto monótono y acompasado respondía en coro al que llevaba la voz principal en un idioma incomprensible. De pronto saltaba al ceno lro del círculo un negro deshuesado, el ojo chispeante. y en el rostro pintada la alegría que se rebosaba de aquella boca enorme, mostrando la batería de dientes más hermosa que he contemplado. Los movimientos. saltos y contorsiones de culebra que hada aquel hom· bre musculoso, eran sorprendentes, excitando la hila· ridad de los del corro la facilidad con que se torda y se doblaba cual si fuera un chimpancé legitimo, escapado de las selvas de su país. A éste seguía otro no menos esfonado ni menos ligero; y a cada golpe de timbal entraba en el circulo un nuevo combatiente, para sustituir al que fatigado y sudoroso se retiraba de la arena, impregnando el aire de ese olor de bestia humana tan característico, como insoportable. Allí estaba el grano que se arrojaba al surco para producir luego la danza tropical, con sus dejos melan· cólicos y sus armonías de africana voluptuosidad. ¡Era indudable que aquella noche andaba suelto el diablol y en medio del estrépito de aquel redoble inacabable de batanes, solo yen un rincón apartado, fuma· ba su cachimbo el negro José, príncipe en la costa del oro, contemplando como se divertían sus súbditos ultramarinos. y discurriendo tal vez sobre las peripecias de la comedia de la vida. Cuatro horas después. todo dormía en Varsovia.

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Un poema de Luis Palés Matos:

Mulata-antilla Por

EN Mulata-Antilla,

EL POETA HA FUNDIDO DESDE EL

título del poema las dos realidades más íntimamente ligadas a su espíritu y a su vida: la mujer y la tierra. La vertiente del amor-pasión, o dicho de otro modo, su sensualidad amorosa sigue aquí un cauce distinto al de otras composiciones en las que el poeta no trasciende del motivo central de la misma. La aposición del título nos anticipa el tema del poema: la búsqueda y el hallazgo de lo esencial antillano a través de la mujer antillana. El poema se inicia con una escena erótica entre el poeta y la mulata. Pero desde los versos iniciales el poeta, por medio de un hábil procedimiento de simultaneidad descriptiva, funde la experiencia sensual que le proporciona la mujer, con la escena del puerto antillano, anticipador del viaje ideal que realizará. Fiel al título, Palés llevará en todo momento ambas realidades muy bien enlazadas. En ti ahora, mulata, me acojo al tibio mar de las Antillas. La concreción de tiempo y circunstancia no pueden ser más claras y precisas. La preposición y el pronombre en ti y el adverbio ahora denotan respectivamente el lugar y el tiempo concretos en que el poeta inicia esta especie de reflexión sobre el espíritu de la tierra antillana identificado con su tipo étnico más representativo. Es la mujer antillana, con su sensualidad ardiente la que mejor sirve al poeta como clave para una reflexión sobre lo antillano. El empleo de la preposición en contribuye además, a darle un comienzo reposado que se irá acentuando con imágenes sensuales <.le quietud y somnolencia. El verbo acoger sugiere desde el comienzo el paso de un plano a otro, una ruptura con la realidad eoti-

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EUWIN FIGUEROA BERRIOS

diana, una volumad de apartamiento para dejarse penetrar del espíritu mulato. El adjetivo tibio junto al sustantivo mar complementa la idea de la acogida y anticipa una fina ponderación de la tierra antillana: su naturale:la acogedora. Agua sensual y lenta de melaza, puerto de azúcar, cálida bahía, con la IUl en reposo dorando la onda limpia, y el soñoliento zumbo de colmena que cuajan los trajines de la orilla. Esta descripción corresponde al momento anterior al pleno despuntar del día. Madrugada en el puerto y lento despertar de los sentidos hacia el albor de la experiencia erÓtica. La aliteración de las consonantes líquidas acentúa el ritmo lento de la primera estrofa. Pero inmediatamente la posesión gradual de la mujer, el aventar de sus sentidos dormidos, se va fun· diendo con la idea del viaje hacia las tierras antillanas, hacia el alma de las islas. El poeta ha puesto en juego aquí toda una gama de imágenes sensoriales: visual, "luz en reposo"; del tacto, "tibio mar"; del gusto, "puerto de azúcar"; del oído, "zumbo de colmena"; del olfato, "agua ... de melaza". Clima de somnolencia que se irá disipando lentamente. La estructura anecdótica del poema queda claramente delineada. El poeta realiza un viaje a las islas antillanas y parte de un puerto azucarero al amanecer para recorrer to<.lo el archipiélago. Las dos proyecciones no se pierden en ningún momento, el puerto azucarero es el cuerpo dulce de la mulata. El desdobla· miento metafórico es muy significativo: Ya desde el comienzo tuvimos, mulata-mar, luego mulata-puerto y placer sensual viaje ideal. La segunda estrofa reitera el motivo de la reflexión:


En ti ahora, mulata, ... pero el mundo poético se empieza a desplazar hacia una realidad menos concreta. La mulata, que ha sido mar y puerto es ahora embarcación. En ti ahora, mulata, cruzo el mar de las islas. El poeta se detiene por última vez a describir la eclosión sensual: Eléctricos mininos de ciclones en tus curvas se alargan y se ovillan ... De pronto, en medio de la experiencia sensual, la mujer recobra su naturaleza femenina y el poeta se convierte en barca: mientras sobre mi barca va cayendo la noche de tus ojos, pensativa. Versos estos cargados de sugerencias. La mirada profunda de la mujer parece sumir al poeta en un sueño ideal como si el hombre permaneciera inmóvil bajo su poder hipnótico. Con esta acertada metáfora se cierra la primera parte del poema. El poeta sueña. La terrera estrofa insiste en el aquí y el ahora sólo como reiteración sin valor significativo ya que el tiempo del poema ha entrado plenamente en la esfera ideal del ensueño. ¡Oh despertar glorioso en las An tillas l La exclamación rompe con el pasado inmediato, lento, tibio, somnoliento. El rito erótico ha culminado en una visión totalmente ideal. La experiencia sensual ha sido aquí una especie de camino, de "vía" iluminativa hacia la visión depurada. Nos convence más aún este paralelo, el adjetivo glorioso que acompaña al verbo despertar el cual sugiere una experiencia visionaria como la de los místicos, despojada de su sentido cristiano pero sin perder su sentido religioso. El contraste entre una parte y otra se acentúa al pasar a primer plano las notas estridentes de color, sonido y movimiento enriquecidas por audaces trasla· ciones sinestésicas: bravo color que el do de pecho alcanza, música al rojo vivo de alegría, y calientes cantáridas de aroma -limón, tabaco, piñazumbando a los sentidos sus embriagadas voces de delicia. El poeta ha comenzado una enumeración poética de las cosas que le dan sabor de trópico a las Antillas: sus aromas fuertes, su luz cegante, la brillantez de sus colores y su clima tórrido. Los últimos dos versos de esta estrofa rematan con acierto extraorclinario la sensación orghlstica de lo tro-

pical mediante la personificación de las sensaciones enumeradas, las cuales desfilan, ... zumbando a los sentidos sus embriagadas voces de delicia. Después del "despertar glorioso" la mulata es ahora todo el mar y la tierra de las islas, unidad del ámbito antillano donde el mar queda incorporado como parte esencial de su geografía. Esta cuarta estrofa está concebida en la vertiente burlona y caricaturesca de Palés, procedimiento que ha utilizado algunas veces para toda una composición, como en titañigo al cielo y otros. Los frutos aparecen caracterizados por finos detalles; a la pulpa blanca de la guanábana la compara con "finas y blandas pantaletas de muselina". Nótese el tono humorístico al utilizar la palabra "pantaletas" de connotación prosaica y chocante. Pero es que la palabra tiene una naturaleza sonora, escandalosa, que va muy bien con las notas estridentes que reune en estas estrofas. La personificación de los frutos tropicales es el procedimiento favorito del poeta en estos versos. Después de la descripción de la guanábana ... he aquí la piña con su corona de soprano ... Al cerrar la estrofa el poeta vuelve a su símbolo para hacer de la mulata una émula de Ceres, propiciadora de los frutos. ... Todos los frutos ¡oh mulatal tú me brindas, en la clara bahía de tu cuerpo por los soles del trópico bruñida. y al mismo tiempo es bahía clara y acogedora como regazo maternal. El poeta transforma a la mujer en uno y otro aspecto de la naturaleza antillana -mar, puerto, embarcación, bahfa- desde la cual va extrayendo los caracteres definidores del mundo antillano. En estas estrofas las visiones han sido externas y apelan a los sentidos. La "sinfonía frutal" continúa en tono festivo. Imperio tuyo, el plátano y el coco, que apuntan su dorada artillería al barco transeúnte que nos deja su rubio contrabando de turistas. El poeta se desvía aquí hacia la vertiente humorística e irónica para darnos la apariencia colorista y abigarrada que tanto llama la atención del "rubio contrabando de turistas". El proceso de transformación simbólica alcanza de p~onto una nueva esfera y se anuncia un cambio ascendente en el desarrollo del tema poético. En la quinta estrofa el poeta se ha referido al trópico como imperio de la mulata. La mujer preside el mundo antillano. La mulata ha surgido de esas diversas cate-

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gorías simbólicas para alcanzar la más alta, es una prieta walkiria, una deidad. Los sustantivos y los adjetivos que el poeta emplea aquí nos dan otra imagen del trópico antillano. En potro de huracán pasas cantando tu criolla canción, prieta walkiria, con centelleante espuela de relámpagos rumbo al verde Walhalla de las islas. La mulata es aquí un símbolo más rico y dinámico. Contrastan estas violentas imágenes, potro de huracdn, centelleante espuela, con la serie anterior de tono y tempo más lentos: la clara bahía de tu cuerpo, la noche de tus ojos, pensativa yagua sensual 'Y lenta de melaza. El verde Walhalla de las Islas nos lleva a un plano puramente ideal donde el poeta encuentra 10 esen· cial antillano mediante la creación del mito. Entra· mos en una atmósfera de mayor intensidad Urica que contrasta con el tono descriptivo de las partes anteriores. El poeta nos revela su hallazgo: Eres inmensidad libre y sin Umites eres amor sin trabas y sin prisas; La libertad y el amor son los dos signos ideales correspondientes a las dos realidades que el poeta ha tratado en el poema: las tierras antillanas y la mujer. Como en la concepción clásica del platonismo la visión última -el despertar glorioso- le ha llegado al poeta a través de la mujer. La visión del poeta se ha clarificado para hacerse total:

... en tu vientre conjugan mis dos razas sus vitales potencias expansivas. Por eso se retrotrae al vientre como símbolo de la función entrañable del génesis de lo antilla~o. El ascenso lírico del poema se intensifica al descri· bir el poeta a la mulata con voces del Cantar de los Cantares, eres morena porque el sol te mira. Debajo de tu lengua hay miel y leche y ungüento derramado en tus pupilas. Como la torre de David, tu cuello, y tus pechos gemelas cervatillas. Flor de Sarón y lirio de los valles, yegua de Faraón, ¡oh Sulamital Palés ha superado la imagen erótica de la mulata para darnos una visión más depurada del símbolo que ha ido elaborando. La estrofa final, cima lírica del poema, adquiere carácter de himno. Está concebida en forma de apóstrofe en el que el poeta se identifica plenamente con sus "tierras antillanas. Los atributos de la mulata pa· san a ser atributos de las islas: rogosas y sensuales tierras mías.

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La exaltación Urica lo lleva a mencionar sus nomo bres por primera vez en el poema sin mayor elusión metafórica. Al mismo tiempo evoca las materias que las identifican en el repertorio antillano; el ron, el calalú, los tambores. Las exclamaciones acentúan la adhesión del poeta a sus variadas tierras: ¡Oh los rones calientes de Jamaical ¡Oh fiero calalú de Martimcal ¡Oh noche fermentada de tambores del Haití impenetrable y voduístal La tensión )frica va en aumento a medida que nos acercamos al final del poema. El mar une a todas las islas y el posesivo mías las funde en el alma del poeta. Los versos ... sobre el Caribe mar, todas unidas, soñando y padeciendo y forcejeando contra pestes, ciclones y codictas ... nos dan una acertada síntesis del destino de estas islas luchando siempre contra los enemigos de la natura· leza, las pestes y los ciclones y contra la codicia del imperialismo yanki. Dramática realidad para el hombre antillano; visión realista que contrasta con la ima· gen externa del trópico que buscan los turistas. Pero el poeta advierte en medio de ese agónico vivir una puerta salvadora, la esperanza. Es el "soñando" de los versos arriba citados que se ampHa en los siguientes: y muriéndose un poco por la noche, y otra vez a la aurora, redivivas,

donde el poeta, mediante el recuerdo del ave fabulosa, transforma esa esperanza en constante anhelo de li· bertad. porque eres tú, mulata de los trópicos, la libertad cantando en mis Antillas. Al concluir el poema vemos que los temas del amor y la libertad alcanzan su plenitud en la exalta· ción final del amor a la tierra antillana, de su preocupación por su destino, de su identificación con su problemática histórica. Sin perder la tensión poética. el poeta nos ha dado una visión rica, profunda y ori· ginal de la tierra antillana. Como en la estética renacentista la mujer es el camino hacia la visión ideal. Aunque Palés no parte de un tipo humano definido sino del tipo étnico genérico le da concreción humana -no con un nombre de mujer- sino con la afirmación del aquí y el ahora de las primeras cuatro estrofas. Luego será la deidad tropical -prieta walkiria- para de alH pasar a convertirse en un símbolo más depurado, la Sulamita bíblica, y en el último verso alcanzar el símbolo más quintaesenciado. la libertad cantando en mis Antillas.


Tiene además el poema, como el Cantar de los como la mística, una representación ideal en términos del amor humano. Tanto el primer recurso -el platonismo- como éste aparecen aprovechados con originalidad sin que resulten recursos forzados en la estructura de la composición. Se debe este acierto a la hábil y equilibrada utilización de lo que llamo "simultaneidad descriptiva" de las dos realidades, la mulata y las Antillas, las cuales se funden al final en un sólo concepto. Como apunte final añadamos que el poema está concebido dentro de una noción de tiempo 'Y de espacio ideales, muy en armonía con la reflexión filosófica que encierra. Este es uno de sus aspectos más sobresalientes. Ya habíamos señalado que el aquí 'Y el ahora de las primeras estrofas representan una con· creción de tiempo y de circunstancia muy precisos. Pero esto es cierto solamente dentro de los limites estructurales del poema. Desde un punto de vista más amplio tal afirmación es equívoca. Tanto la mulata, como la precisión del momento inicial, como el puerto antillano son entidades fuera de una temporalidad y de un espacio realmente concretos. Si se examinan bien no son otra cosa que la apoyatura sobre la cual reposa la reflexión poética en tomo a lo antillano. El poeta ha querido darle cuerpo a una realidad intelectual mediante símbolos estéticos y significativos sin que éstos pierdan su clara filiación con el propio objeto de su reflexión. Para lograrlo los ha separado del orden puramente histórico sin despojarlos de su apariencia familiar. Les ha dado un tratamiento distinto al que usualmente les da en su poe· sía. Su ponderado sentido poético le indica el grado de alejamiento más prudente para que éstos sirvan a ambos propósitos sin malograr su decto estético. Cantares~

Juego difícil en el que el poeta lo arriesga todo en aras de un vuelo poético más alto. Se ha dicho, hasta hacerse lugar común, que todo gran poeta lleva dentro de sí la inquietud reflexiva del filósofo y aún más, la visión anticipadora del profeta. También el filósofo, desde la poética "alegoría de la caverna", descubre al poeta que lleva en su interior. La lectura de Mulata-Antilla nos revela esa arista filosófica y visionaria del poeta Patés. Ya hemos señalado que en estos versos Palés anda en busca del más depurado concepto que convenga a una realidad para él entrañable: sus tierras antillanas. A ese moti· vo central corresponde el tratamiento de los materiales poéticos del poema, su desatadura de lo temporal inmediato sin que éstos pierdan el reflejo y la apariencia de aquél. Fondo y forma se corresponden así, plenamente en la composición realzando su barroca elaboración. Palés Matos se une, con este poema, a otros autores puertorriqueños -Hostos, Llorens Torres, etc.quienes han proclamado a través de sus composiciones ese sentimiento de solidaridad antillana que tiene su fundamento en un proceso de formación histórica común a todas las Antillas. De ahí que más de una vez se haya propuesto la idea de una federación anti· llana. El sentimiento que Palés expresa en estos versos responde a ese trasfondo histórico cultural latente en lodo el que como él, siente con profundidad la inquie· tud de su destino vinculado al destino de su patria. Hombre y patria son dos caras de una misma medalla, cada uno es imagen del otro. Esto es lo que Palés nos ha querido comunicar con este poema; lo que está más allá de sus palabras. Su composición es a un mismo tiempo testimonio de su dimensión humana como antillano }' de su calidad superior como poeta.

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Exposición de María Rodríguez Señeriz

Una nota especial distinguió la Exposición de pintura, dibujo y grabado de María Rodríguez Señeriz inaugurada el 31 de enero en el Instituto de Cultura Puertorriqueña, nota constituida por la inclusión de un número de paisajes realizados durante la última estancia en México de la joven pintora puertorriqueña. María Rodriguez Señeriz estudió su arte en el Art Students League de Nueva York, la Escuela Nacional de Bellas Artes de Florencia, la Real Academia de San Fernando en Madrid y la Academia de la Grand Chauson en París. En México estudió las técnicas de la pintura mexicana en la Escuela Nacional de Bellas Artes La Esmeralda. Por su labor artística ha obte· nido varias distinciones. Sus obras han figurado en

exposiciones conjuntas en Italia, México y Estados Unidos. En Puerto Rico ha expuesto en la Universidad, el Ateneo Puertorriqueño y el Departamento de Estado. Destacada como muralista, ha realizado obras en este sentido para la Casa de los Idolos, de México y para la Escuela Superior Ramón Frade, de Cayey. Las obras incluidas en la presente Exposición -que ilustramos en estas mismas páginas- revelan, según el doctor José R. Oliver, una constante depu. ración en la técnica de esta artista, en cuyos óleos y "pese a su grandilocuente ampulosidad, se manifiesta siempre, consecuente con su modo de ver y sentir las fonnas, una delicada y profunda expresión emotiva".

Cartelón de la Exposición de Maria Rodriguez Señeriz diseñado por Martorell


"M Ăşsicos"

"Amazona"

"Desnudo"


En torno a la pintura de María Rodríguez Señeriz Por

EL

ARTE ES BÚSQUEDA CONSTANTE. Es UNA BÚSQUEDA angustiada, sobre todo, cuando es un artista joven que lucha por encontrar su propia forma de expresión. La exposición de María Rodrlguez Señeriz que se presentó en el Instituto de Cultura Puertorriqueña, por ser retrospectiva, nos presentó esta carac· terfstica. A través de un abanico de tanteos, vemos, poco a poco, surgir la personalidad del artista. Pienso que una forma de comprender la obra de esta artista es buscándole la unidad, o las constantes que, indiscutiblemente posee. De esta forma, me pa· rece necesario comenzar por sus dibujos, en los cuales están sintetizadas las dos maneras de "ver" que tiene. Sus dibujos se nos presentan como una búsqueda de la Hnea que luego viene a estructurar o sirven de cimiento a sus pinturas. El trazo traduce alternati· vamente una conquista del contorno externo que de· linea exactamente los volúmenes y/o golpes incisivos 4e pluma que intentan tornear las masas. El primero tiende a estatizar la figura, la segunda forma puede captar muy bien el movimiento. A esta primera manera corresponden sus grabados. Las CabeUlS; a la segunda Estudio para "Liberación", Dos Figuras y Caln y Abel. Estos dos elementos pasan a formar parte integral de la mayor parte de su obra pictórica misma. Por un lado tendremos el dibujo que se muestra muy visiblemente en Músicos, Dos Figuras y Amazona. La figura está perfectamente recortada y delimitada. Pero, la búsqueda continua de la pintora la lleva, nos parece, a liberarse del dibujo en sus últimas obras, que, en este sentido, son mucho más específicamente pictóricas. En cierto sentido ya se convierte un poco en escultura, puesto que traduce mucho más el volu· men que la Hnea. Pero serán siempre figuras ambien· tadas a través del color, y aeando su propia "atmÓs· fera". Este es el caso del Desnudo y de sus paisajes. En este Desnudo es el toque pequeño, múltiple,

so

IRIS

M.

ZAVALA

lo que reemplaza los golpes incisivos de la pluma, con colores mucho más alegres que sus colores usuales. Todos estos matices análogos (rosa, amarillo, marrón, verde·azulado) podrfan, en cierta forma, recordar la paleta de Rubens. Es como si la carne de la mujer captase la luz del sol, en cierto sentido es el rompi· miento de color del Impresionismo. Los colores por sí solos determinan el volumen, y este volumen tiene una profunda significación. Impresionismo en el sentido de que, indiscutiblemente, luego de este movimiento, el pintor ha comprobado que la realidad es una apariencia transitoria ofrecida al pintor en el momento de contemplarlas. Es decir, que más que una realidad, lo que existe es una infinita serie de realidades creadas por la luz y por los reflejos de los cuerpos en el momento mismo en que se les contempla. La diferencia entre este movimiento y María Rodrfguez Señeriz radica en que el pintor impresionista trabaja directamente de la Naturaleza, y esta serie de principios y resultados los consigue de esta forma. Mientras que nuestra artista no trabaja del natural, y. por consiguiente, no responde a un impresionismo formal. En este Demudo María Rodríguez Señeriz deforma y transforma creativamente con la audacia de los escultores románicos el cuerpo de esa mujer. Esa tela nos hace pensar en una transformación pictórica de una figura de Maillol: tal vez la solidez terrenal de esas mujeres sea un símbolo muy adecuado de la solio dez requerida a las mujeres del siglo 20, y más específicamente a la mujer puertorriqueña. Pero, la fuerza sumamente bien equilibrada y ya, en este sentido, serena, de la estructura geométrica de la composición del cuadro (formación piramidal) dada por María Rodrfguez Señeriz, culmina en un mensaje de recogimiento, interiorización y ternura. La pintora hizo ascender ]a luz y la concentró en el pecho y el rostro de su personaje. ¡Ojalá y e] es-


pantoso poder actualmente adquirido por las técnicas sea siempre dominado por una razón humana tan serenal Nos parece que esta última pintura traduce ya una cierta perfección: la pintora, liberada del esfuerzo consciente, traduce ahí, de manera muy personal, un mensaje profundamente humano. Sin embargo, pode. mas considerar esa obra como clásica, comprendiendo como clásico el concepto que se deriva de las obras de Maillol, Renoir y Picasso. Este clasicismo estriba en un deseo de volver a lo griego, o de recomenzar a partir de Grecia. Claro que esto se da en cierta medida en otros pintores, como el Gaya de los frescos de Santa Marfa de la Florida, Rubens lo intentó también, y, en cierta medida en Puvis de Chavannes, Gauguin y Modiglia· ni, en cierto aspecto. Pero en todos estos pintores se atisba únicamente, no se convierte en constante. Es algo más bien accidental, de 10 cual el artista no se percata demasiado. Creemos que María Rodrfguez Señeriz se muestra mucho más personal en sus paisajes. Muy personal ya, por cierto, la manera de delimitar o de concentrar su visión sobre la base de dos árboles, o sobre algunos mezcales. Y, con audaces charcos contrastados de luz y de sombra, haciendo jugar riquísimas tonalidades de verde, nos traduce el mensaje íntimo de "ese" pedacito de la Naturaleza sobre el que concentra su atención. La pintora nos obliga a ver lo menudo, nos insta a "ver", no a mirar. Los sintéticos charcos de color repartidos, al mismo tiempo que intensifican el dramatismo del paisaje, le dotan de profundidad. Estas manchas son muy parecidas a una acuarela, pero, por tratarse de óleo, esa "falsa acuarela" adquiere una profundidad que sor· prende y encanta.

La pintura de María Rodríguez Señeriz es figura· tiva, pero no solamente por una aspiración de definición fisiológica, sino también como aspiración de orden metafisico. Es la eterna dialéctica de la historia del arte. Esta exposición nos revela, además, otro diálogo, o, tal vez, nos lleva otro mensaje: el preciso y simbó· lico dibujo de la Isla Dormida que despierta en lo más profundo de nosotros ese suspiro que dijera el poeta: Cordero de San Juan, la roca viva sella en coral tu boca, que enmudece, y torna tu mirada en luz esquiva Sobre el azul, donde no deja huellas, y en la alta noche el infinito crece, buscando rumbos y soñando estrellas. Luis Hemández Aquino

Pero, ese suspiro de ¡Ay, querida, despiértatel se nos sofoca frente al esbozo sobrio, pero sumamente poderoso, de la cabeza levantada del jíbaro que grita como para despertar a todo el pueblo isleño en la conciencia patriótica de su profunda unidad. Arranca el falso dueño que agosta mi heredad y del dintel, el tiempo que indeciso cuelga otro nombre nuevo con mi ausencia. Diana Ramírez de Arellano

Sintomático para nosotros que ese símbolo de la "liberación" no sea sino el esbozo de la pintura Mú' sicos: sepamos que el hombre heroico está a punto de levantarse en el jíbaro que canta y baila. Maria Rodríguez Señeriz ya es pintora de nuestra esperanza.

SI


La idea abolicionista: Sus defensores Por

1808 SUENAN EN España los primeros tiros contra las fuerzas invasoras de Napo]eón Bonaparte, pronto adviene el ins· tante en que, los caudillos del movimiento nacional, contemplando de cerca los sufrimientos y penalidades de] pueblo, sus sacrificios y sus heroicidades, resuelven amalgamar a los propósitos puramente militares (fe la guerra, los propósitos de reformar polfticamente e] país, dotándolo de una Constitución, de un cuerpo de leyes, en el que se consagraran derechos y franquicias en favor del mismo pueblo. Para ]a consecución de tan elevados empeños, ]a nación puso en juego todos los recursos de que dispo· nía. Pero, las dolorosas alternativas de aquella lucha sostenida contra tan aguerrido adversario, ]a hicieron volver los ojos en demanda de ayuda hacia las colonias de América. Y, ya no demora el momento en que éstas comienzan a sentir el influjo del magno aconte· cimiento de ]a metrópoli. El primer enlace de Puerto Rico con los sucesos de la Península se realiza en ]a tarde del 24 de julio (1808) cuando en la corbeta Intrépida, arriban a San Juan los capitanes don Manuel Francisco Jaúregui y don Juan Jabat, quienes, en activa campaña de propaganda, recorrían las colonias, como representantes de la Junta de Sevilla, ]a primera de las juntas pro· vincia]es españolas que había declarado ]a guerra a Napoleón y la primera también que enarbolara la bandera de ]a reforma polftica. Recibidos por el go· bernador, Mariscal don Toribio Montes, los dos comisionados, ]e imponen de los sucesos de la Península; le hacen entrega de varios despachos oficiales; y recaban su intercesión personal para obtener la ayuda económica del pueblo de la Is]a en favor de la causa de la metrópoli. A este requerimiento correspondió e] gobernador con solícito entusiasmo. Y, al día si· guiente, se pregonaba por ]a ciudad, ]a proclama de la Junta de Sevilla declarando ]a guerra a Napoleón. Se juraba el rey don Fernando VII. Y, se exhortaba CUANDO

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A

PRINCIPIOS

DE

MAYO

LIDIO CRUZ MONCLOVA

el vecindario a prestar su concurso a la causa espa· ñola, en un vistoso acto celebrado en la Plaza Mayor de San Juan. A fines de agosto o principios de septiembre (1808) llega a la Capital, en calidad de comisi<?nado de ]a misma Junta de Sevilla, e] Marqués de Real Tesoro, quien, después de reiterar las demandas de ayuda pecuniaria en favor de la causa nacional, procedía a rendir detalladas noticias sobre la decisión de los espa· ñoles para sostener ]a guerra contra Bonaparte; los esfuerzos que desplegaban en defensa de la nación; y las ventajas conseguidas en Zaragoza, Valencia y Bailen; todas las cuales el gobernador se apresuró a publicar en un número extraordinario de la Gaceta de] gobierno de la Isla. Y, poco más adelante, estos primeros contactos de Puerto Rico con los sucesos de España quedaban ya, robustamente solidados, cuando, la Junta Suprema y Gubernativa, primero, y después el Consejo de Regencia, correspondiendo a las demostraciones de adhesión y los generosos donativos de los dominios, expe· dían sendos decretos, fechados el 22 de enero de 1809 y J4 de febrero de 1810, por virtud de los cuales, se reconoda a todas las colonias, juntamente con ]a categoría de parte integrante de ]a monarquía, e] derecho de representación en el seno, ya de la propia Junta Suprema, ya de las Cortes nacionales convocadas por el Consejo de Regencia. Y, a Puerto Rico, en particular, el de tener en dichos organismos un represen· tante o diputado. La tendencia reformadora, adscrita a ]a guerra y testimoniada elocuentemente en esas disposiciones, conmovió hasta sus más profundas raíces ]a opinión insular. El tajante y radical desnivel entre la dura realidad colonia] y las vastas necesidades de Puerto Rico, empuja a ]a acción inmediata a la mayoría de los insulares que juzgaban llegado e] momento en que habían de quedar destruidas las cadenllS que nos abruman y que no nos dejarl un paso hacia adelante. A]


propio tiempo que, los hombres que componfan nuestra alta clase intelectual, rompiendo el silencio que le imponían las trabas. obstáculo y restricciones establecidas por el antiguo régimen. ocupaban su sitio en la palestra y procedfan a elaborar un programa para la reforma de la ordenación poHtica. económica y social de Puerto Rico, cuyas demandas y peticiones se inspiraban en las ideas de los juristas y teólogos liberales españoles de los siglos XVI. XVII Y XVIII; de los tratadistas demócratas norteamericanos y de los teoricistas y pensadores reformistas europeos de La Ilustración, importados aquí, como el resto de Hispano-América, ya por conducto de la propia España; ya de los estudiantes nativos que concurrían a colegios y universidades extranjeros; ya por los portillos del comercio bibliográfico. Electo diputado de Cortes. don Ramón Power Giralt inicia de inmediato una vigorosa campaña parlamentaria en favor de la Isla, acreditando asf, con los hechos, su propia declaración de que amar, conocer y servir a la pa~ria y nuestros compatriotas, los naturales de Puerto Rico, constituyen los deberes bá· sicos de todo buen puertorriqueño. Su patriótica labor, inspirada en el ideal por él mismo acariciado de contribuir al bien y felicidad de Puerto Rico, no tarda en dejar sentir sus benéficos efectos en el mejoramiento del régimen insular. Ob· tiene una ley suprimiendo las facultades discrecionales u omnfmodas del gobernador. Otra ley, separando del gobierno general. la Intendencia o tesorería. Otra, permitiendo la libre importación de harinas; dismi· nuyendo los recargos para la exportación del ganado; y derogando el 'llamado tributo de abasto forzoso. Otra. declara~do habilitados para el comercio los puertos de Fajardo, Aguadilla, Mayagüez, Cabo Rojo y Ponce. Otra, aprobando el Amigos del Pais a imagen y semejanza de las creadas en España por inicia· tiva del ilustre Campomanes. Otra, autorizando la parcelación y distribución de las tierras del Estado con el fin de crear una clase jornalera útil e idónea. Y, otra. haCiendo extensivos a los individuos libres de la Isla, con la Constitución española de 1812, los de· rechos y franquicias reconocidos a el ciudadano. No obstante, Power no se siente plenamente satisfecho. Pues, las más importantes de dichas leyes no alcanzan a dignificar a aquella parte de la sociedad insular sometida a la servidumbre. Pero, levantada la fe. se mantiene con firmeza en el palenque. Y, cuando el diputado mexicano don Miguel Guridi Alcacer presenta a las Cortes un proyecto para la supresión de la trata y la abolición de la esclavitud, Power se constituye en uno de los más decididos defensores de la noble iniciativa libertaria. Mientras, confiado en la proximidad del triunfo, dirige a su

señora madre una carta rogándole que tenga todo dispuesto para que su casa en San Juan, sea la primera que ilumine y engalane vistosamente en conmemoración del fausto acontecimiento. Mas, si tan hermosa esperanza no Uega a cuajar en realidad, su nobiUsima y humanitaria conducta le gana méritos de sobra para figurar con honor entre los primeros abolicionistas puertorriqueños. Derrotado el -proyecto. la esclavitud cobra nuevo y poderoso impulso, a consecuencia de la vasta transformación económica que comienza a operarse en la Isla bajo las leyes del 28 de noviembre de 1811; las disposiciones administrativas y hacendfcas de don Alejandro Ramfrez; y las prescripciones de la Cédula de Gracia del 10 de agosto de 1815. Al mismo tiempo que, bajo las drásticas medidas adoptadas por los gobernadores Meléndez Bruma, De la Torre, López Baños, Méndez Vigo, Prim y Norzagaray, los rigores de aquella institución se multiplican y robustecen. Pero, no por ello, los partidarios de la idea de la abolición abandonan el esclavo a su triste situación, de la que no logran sacarlo las fugas individuales ni las rebeliones en masa que constituyen los principales mecanismos de que se sirve en repetidas ocasiones para dar expresión a su apetencia de libertad. En 1855, otro ilustre abolicionista, don Ramón Emeterio Betances, funda en Mayagüez una sociedad secreta que tenfa por objeto, entre otros, redimir a los hijos de esclavos en la piJa bautismal mediante el pago de la cuota de veinticinco pesos fijada en el Reglamento promulgado por el gobernador De la Torre. En 1865, don Julio Vizcarrondo Coronado, otro ilustre abolicionista, establece en Madrid la Sociedad A bolicionista Española, la que contaba entre sus miembros destacadfsimas figuras de la política, las ciencias y las letras nacionales, y, tenfa por órgano de propaganda. un periódico propio llamado El Abolicionis~a. Y, dos años más adelante, otros, ilustres abo· licionistas -don Segundo Ruiz Belvis, don José Julián Acosta y don Francisco Mariano Quiñones- presentaban a la consideración de la Junta Informativa, constituida en la capital de España, un extenso infor· me recabando la abolición inmediata de la esclavitud con o sin indemnización para los propietarios. y, sin o con reglamentación del trabajo de los emancipados. Después de iniciar el magistral informe con la sentida y patriótica declaración de que su propósito es contribuir al bien y la felicidad de todos los puertorriqueños, los tres abolicionistas. con Umpida elocuencia y pujante erudición, se ocupan de trazar el desenvolvimiento de la institución esclavista desde sus remotos orígenes en la Antigüedad hasta fines de la Edad Media. Narran con abundantes detalles, el proceso de su desarrollo en la Isla desde su introduc-


ción en 1513 hasta mediados del Siglo XIX. Examinan los argumentos con que sus patrocinadores justifican la vigencia de la esclavitud. Discuten los sistemas de abolición; la cuestión referente a la reglamentación del trabajo de los libertos; y la relacionada con la indemnización a los propietarios. Y, ya entonces pro· ceden a formular sus conclusiones.

La Abolición gradual -declaran- nunca ha dado de sí los resultados prometidos . .. La abolición inmediata, en cambio, ha dado de si beneficios que han excedido las mds lisonjeras esperanzas ... Los emancipados no deben ser sometidos a ninguna clase de reglamentación. Mas, si ésta es menester, tlenga en horabuena, la reglamentación, con tal que no exceda de cinco años. El pago de la indemnización a los propietarios nos parece aceptable porque así cuadra a los intereses generales de la sociedad. Pero si esta indemnización -agregan- no fuera posible; si, por un conjunto de dolorosas circunstancias, no hay otro medio sino optar entre la abolición sin indemnización o la continuación de la esclavitud, en este caso suprímase la esclavitud y olvídese la indemnización o sin ella, la esclavitud no debe durar un solo día." Las gestiones de los abolicionistas encontraron en adelante calurosa y creciente acogida. Y, el 4 de junio de ]870, las Cortes nacionales, impartian su aprobación a una ley de emancipación parcial, obra del ilustre politico y tribuno español, don Segismundo Moret, por virtud de la cual obtenían la libertad en Puerto Rico alrededor de diez mil esclavos, entre los que figuraban cerca de dos mil que hablan sido declarados libres por la espontánea voluntad de más de setecientos propietarios. En pos de este acontecimiento, el destino de la institución esclavista corre rápidamente a' su declivio y fin. El 24 de diciembre de 1872, el entonces Ministro de Ultramar, don Tomás MarIa Mosquera, presentaba en las Cortes un proyecto de ley para la abolición de la esclavitud en Puerto Rico. La oposición desplegada en la prensa, en la ante· sala de los ministerios, en los salones influyentes y en los centros oficiales, fue ardua y persistente. Pero, al fin, aquélla definitivamente vencida. Pues, el 22 de marzo de 1873, las Cortes de la República española sancionaban, por 214 votos contra 12, la ley de aboli·

ción presentada poco antes, a cuyo amparo lograban su libertad alrededor de treinta mil esclavos. Al triunfo de la idea abolicionista contribuyeron durante esta última etapa, entre los de aquí, don Luis Padial Vizcarrondo, don Román Baldorioty de Castro, don José Alvárez Peralta y don José Facundo Cintrón; y, entre los de fuera, don Rafael María de Labra, don Félix de Bona, don Joaquín MarIa Sanromá y don Emilio Castelar, a quienes, sin excepción, como a sus precursores, dedicamos hoy este acto de recordación y homenaje. Y, tras lo dicho, ya termino. Durante la ruidosa campaña desplegada contra el proyecto de abolición, los esclavistas, con ánimo de sembrar recelos, alarmas y prevenciones en el seno de la opinión, propagaron una y otra vez, que la libertad de los esclavos había de producir la decadencia de la propiedad y la perturbación del orden público. Pero, tales profedas no se cumplieron. Pues, si a raíz del magno acontecimiento, según testimonia don Salvador Brau, las protestas de respeto y de cariño para sus antiguos señores, y, de sumisión a los poderes constituidos y sus legítimos representllntes, fueron la expresión de los sentimientos de los emancipados, su conducta posterior no fu~ diferente. Así lo consignan en tumo los gobernadores don Juan Martínez Plowes y don Rafael Primo de Rivera. Cinco años más tarde, don Rafael Maria de Labra afirmaba que la felicísima experiencia abolicionista de Puerto Rico había dejado atrds a todas las experiencias abolicionistas conocidas hasta el dla. "En Puerto Rico -añadfa- se ha llevado a cabo la abolición de la esclavitud en tales condiciones y con tal orden que no hay mds que ver, no ya los informes de las Autoridades Superiores, sino los informes que han dado a sus respectivos gobiernos los Cónsules de Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, elogiando a aquel pueblo, que bajo el punto de vista de la cultura poUtica, no cede como ejemplo a los cultos de la Península. Y, don Santiago McCormick, tratando el mismo asunto, manifiesta: "Los antiguos esclavos han vindicado perfectamente la justicia y el acierto de la ley de abolición que les otorgara sus derechos, pues jamds, en ningún concepto, han abusado en lo mds m{nimo de las libertades y franquicias de su nuevo estado, y son, hablando en general, modelos de laboriosidad y del honrado cumplimiento de sus deberes.


7

;¿.

No hoy nodie en .,10 noche mds ollá del olvido donde las nieblas cercan las paredes de piedra, esos muros erguidos, habitantes callados de un mundo confundido sin VOZ" sin encuentro.

No hay nadie que solloze, ni que diga palabras en las altas almenas bajo el cielo estrellado. Sólo reina el silencio, esa flor taciturna que alienta en los recintos como estatua de hierro. Sólo impera el recinto en sombras que se alargan, que se estiTan y rompen la concha del enigma, el recinto en que imperan los números del tiempo en su heráldica cifra de cuarteles primitivos. . Sólo alienta la sombra, esa fria caricia que enmudece en el mármol 'Y en la torre elevada, donde a veces irrumpe el viento transeúnte imponiendo su garra en durezas de arista. No hay nadie en las almenas, ni en la negra firmeza de la piedra sedienta que oculta su cuchillo, levantando en la noche su macizo universo, allí donde la muerte solloza irremisible. No hay nadie que me diga sus voces de otro tiempo y si la piedra queda apuntalando nieblas, es tan sólo que el hombre se ha marchado en el tiempo borrando laberintos más allá de si mismo. Ya no hay nadie que diga su canción junto al muro. Se fue la luz aquella, dorada, de otro ti't:mpo como se fue en el éter la rosa del minuto y se rompió en la tarde la corola perfecta. Se fue la luz aquella de las tardes calladas, de las manos abiertas y el oro taciturno, que ponía resplandores en altivas cabezas bajo el beso sediento, temprano de alegría. Sólo escucho el silencio dialogar con los astros, el silencio que asciende los altos ventanales, ahora que me miro indiferente y mudo, salido de mi ("entro como si fuera otro.


Es tan grande el vacío, tan borroso y tan yerto que oteo las perspectivas que hay dentro del que soy, las viejas perspectivas que ambulan en mi sueño, las nuevas que combaten cautivas en el airo. El otro que contemplo en su OSCUTO misleri-( en el tremendo cerco donde va la palornh ~r/ ,j' luchando con la niebla como a mitad de n i\leñol'~~~~~ de un borroso paisaje donde la luz se qu eb . . No hay nadie en esta hora mds alld del ~vid' ' que no sea mi otro con ~l que miTo el mundo, _=-<:0= alelado al mirarlo, pues su roslr~s el m{C?J es mi sueño su sueño, su palabra es la JlIJ!¡. /.-0/ y el mundo se me rompe con lo ~/ffl2t como un frdgil juguete. Las alme as se r el torreón perece y miro entre la ar na los cuarteles herdldicos reducidos a sc'50'b~v.:

Ilel libro inédito ,_" ¡"mi/re )' l"l oC/uo.

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I


La primera fundación de Humacao 1 Por

E

L MÁS LIGERO ANÁLISIS SOBRE LA HISTORIA DE PUERTO

Rico, en su período hispánico, nos muestra un hecho constante: Su reducida población. Cierto que el origen de esta situación tan persistente era de ca· rácter económico pero, a su vez, la carencia de pobladores, o en otros términos de mano de obra, no permitlan el normal y posible desarrollo de la agrio cultura de la Isla, su principal riqueza. U na y otra vez, a lo largo de tres siglos, las autoridades puertorriqueñas manifestaron a los reyes españoles la urgencia del problema solicitando, con insistencia, en envío de brazos -negros esclavos o colonos blancos- para el cultivo de las tierras. En más de una ocasión se procuró atender a estas peticiones, si bien los resultados prácticos fueron de poca monta. No era fácil para España cubrir las necesidades humanas de sus extensos dominios ameri· canos, máxime si se trataba de un lugar como Puerto Rico que, en el aspecto económico, era de los menos apetecibles para la emigración. Nombramientos de cargos políticos o administra· tivos, concesiones reales de tipo mercantil, hubieron de ser utilizados, con frecuencia, como estímulos para el reclutamiento y transportes de nuevos colonos a tierras americanas, especialmente a las Antillas. De una manera concreta, en Puerto Rico, podemos hallar pruebas de estos procedimientos. La documentación relativa al gobernador, don Juan Fernández Franco de Medina (1695-1698) nos dice una de las condiciones meritorias que llegó a presentar para ohtener dicho cargo: La promesa de llevar veinte familias canarias, de a cinco miembros cada una, 1. Fuente primordial para este articulo es la documentación '¡MOl ell el A. G. J. de Sevilla. Escribanla de Camara, 126 (A) } 141

(A).

JUANA GIL Bt:RMJ::JO

para repoblar la Isla. Su cumplimiento no sería fácil a más de oneroso por lo que, se le acusó en su juicio de residencia de irregularidades en esta materia. En vez de veinte familias sólo llevó catorce complementando las restantes con hombres solteros y sus propios criados. Las islas Canarias fueron un constante venero de colonizadores para la América española2 siendo Puerto Rico uno de los lugares muy favorecidos con estas emigraciones como puede comprobarse en diversos testimonios. Sin embargo nos vamos a fijar en uno sólo por convenir, de lleno, a la finalidad de este aro tlculo. Me refiero a la Real Cédula expedida elIde Julio de 1718, por la que se regulaba el comercio canario con las Indias. En ella se imponía como obli· gación, a cambio de las concesiones comerciales, de transportar doscientas familias de labradores canarios a Puerto Rico. Precisamente, con un grupo de estos labradores se procuró crear en 1721 una nueva población en Humacao con la denominación de San Luis del Príncipe. El proceso seguido con estos labradores en cuamo al traslado, provisión de mantenimientos, herramien· tas, etc., fue el que se acostumbraba y estaba ordenado en la legislación de Indias: Una vez en Puerto Rico. se les mantuvo durante algún tiempo en la Capital y al trasladarlos a Humacao, se les entregaron herramientas y otras cosas necesarias así como se les ayudó en la construcción de las primeras viviendas y tala de una labranza común. El planteamiento de tales medidas colonizadoras eran relativamente fáciles en el papel, pero daban 2. Véanse:: Francisco Morales Padrón. "Colonos canarios en Indias" Anuario de Estudios Americanos. Sevilla, 1952. Y "El comercio Gmario·americano", del mismo autor. Sevilla, 1955.

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lugar a muchos problemas en la realidad. Para los emigrantes, la adaptación al nuevo medio suponía una dura prueba y a ello hay que agregar que el bienestar prometido o soñado sobrepasaba muchas veces a las posibilidades reales. Digno de tener en cuenta era la dificultad de asignarles tierras para sus labranzas sin perjuicio de tercero. Todas estas circunstancias apuntadas se dieron en el proyecto y constitución de una nueva villa en el sitio de Humacao. Incluso una más que desagradó sobremanera a los labradores canarios allí establecidos: La prohibición de ausen~~rse del lugar; con· cretamente, que volviesen a la Capital de la Isla. Aún no habían transcurrido dos años de la fundación en Humacao cuando sus moradores decidie· rOl! no aguantar más los inconvenientes que para ellos ofrecía su permanencia en el poblado lo que mani· festaron de una manera violenta: Enarbolando una bandera real, dieron públicamente vivas a Felipe V y mueras al mal gobierno. Su descontento fue también manifestado por escrito encargándose de redactarlo el barbero del lugar, Gerónimo de Órta, quien, de una manera sencilla y directa expuso las quejas de los vecinos en la siguiente forma: "Ponemos en noticia de su Señoría -se dirigían al Gobemador- todas las familias que vini· mas en el Palmero juntamente con los de la urca -naves en que fueron transportados desde Canariascomo hemos reconocido el puesto a donde su Señoría quiere aumentar un pueblo con el título de San Luis, y según su temperamento lo vemos que ni principio tendrá ni fines, porque bien vio su Señoría como salimos de ese pueblo gruesos y colorados y la fecha de este estamos tan descoloridos y tan muertos que no nos conocerán. Y en breve tiempo han caído más de la mitad de la gente sin tener remedio corporal ni espiritual por estar raso, y porque las tierras no pueden dar para nuestro mantenimiento, que al cabo de dos años de rompidas no dan frutos ninguno. Y así esperan del patrocinio de su Señoría nos señale puesto para mudamos de aquí, que así nos le promete· mas a su Señoría, y de no sacarnos su Señoría. deste puesto, nos resolvemos a soltarlo aunque su Señoría nos quite la vida, que más queremos morir que que· dar en semejante puesto que es imposible que podamos vivir. A su Señoría pedimos y suplicamos nos admita este nuestro memorial que así lo esperamos de su Señoría."3 Este escrito que, seguramente por temor no contenía ninguna firma, sólo un signo como rúbrica ininteligible, fue llevado a la Capital por Gas·

3. 'Paró! facililar

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511

kClm01 lI'ar15eriho eno la orlografla aelual.

par González, labrador de SO año~ de edad y natural de La Laguna (Tenerife). Como era lógico, el plante de los colonos canarios tuvo la natural resonancia y el delegado del Gobernador en el pueblo, Francisco Serrato, se apresuró a comunicar el tumulto acaecido presentándolo, exageradamente, poco menos que como una guerra civil, señalando por principal cabecilla al portador del manifiesto, Gaspar González, a quien inmediatamente encerraron en la prisión de San Juan. Otras series de medidas fueron adoptadas por el Gobernador para resolver el conflicto. En primer lu· gar, ordenó a su delegado en la nueva villa que permaneciese allí para continuar los trabajos de tala y siembras así como la edificación de las casas, ayudado por los negros del Rey encargados de estos trabajos. Si lo creía preciso el delegado, debía solicitar del ca· pitán Antonio Delgado Manso cincuenta hombres armados que mantuvieran el orden. Inmediatamente inició un proceso enviando al lugar tres comisionados que habían de hacer un reconocimiento del mismo, verificar el estado de las labranzas y edificaciones y tomar declaración a los amotinados para que justificasen su actitud. Trece fueron los hombres interrogados, en su mayoría naturales de Tenerife. Sus declaraciones no es· tuvieron en consonancia con el tono del manifiesto o memorial que habían enviado. Tanto ellos como Gaspar González coincidieron, por lo general, en los siguientes puntos: 19) Habían sido bien atendidos y alimentados durante su estancia en la Capital, y aún después en Humacao se les proveyó de alimento. 29 ) Varios esclavos de S. M. y algunos vecinos de la Isla (de Arecibo y Coamo) les habian ayudado en la preparación de las labranzas y construcción de las viviendas (galeras y ranchos). 39 ) Recibieron las necesarias herramientas agrícolas - un machete con su cuchillo, dos hachas, dos azadas y cuatro coas. 49 ) Se les había entregado un toldo de lienzo para dormir. 59) También afirmaron ser cierto que, una vez terminadas las galeras del pueblo, se construyó una ermita siendo ésta bendecida por el Pde. don Juan Funes quien estaba encargado de su asistencia espiritual como cura de aquel Partido, y había cum· plido su misión puntualmente. Más aún, también era cierto que el Gobernador había ordenado ampliar la ~rmita para que estuviese más decente al tiempo que se llevasen el altar y los ornamentos. 69 ) La tierra era fértil y en eUa se daban bien los plátanos, maíz, arroz, caña, casabe, tabaco y otros frutos. Muchos de eUos habían conseguido buenas cosechas en sus sem· brados. No coinciden, como vemos, cuanto se afirma en el texto de las declaraciones con el contenido del airado memorial. ¿D<inde estaban. pues, las dificultades? Da·


mos por supuesto que el temor y conveniencia del momento se sobrepuso a ]a sinceridad, pero no a] ex· tremo de ocultar algunas de las circunstancias nega· tivas que habían determinado y justificaban ]a re· vuelta. Según el texto de] proceso, se acusaba a los pob]a. dores de San Luis por abandono de las labranzas y a ello respondieron explicando e] motivo: No tenían seguridad de que e] fruto de su duro trabajo (tala y preparación del terreno) resultase en beneficio de ellos. Habían sido instalados en unas tierras cedidas con anterioridad a otros vecinos de ]a Isla, a quienes el establecimiento de la nueva población perjudicaba en sus intereses y no cesaban, por ello, de hostigar a los recién llegados diciéndoles que su labor era inútil y que tarde o temprano los echarían del pueb]o. En confirmación de sus amenazas talaban en los predios adjudicados a los labradores canarios. Por añadidura, el ganado de los hatos allí establecidos causaban graves perjuicios a las recién plantadas sementeras. El panorama no podía ser mas desolador: Trabajo duro, inseguridad en la posesión, perjuicios ocasio· nadas por el ganado y la obligación de permanecer allí. Ante esta situación, suplicaban que por lo me· nos se les fijase a cada familia de por sí, de una ma· nera definitiva, el terreno que le correspondía sin el temor de ser despojados posteriormente. De esta forma hemos visto planteado el asunto por el gobernador Danios Granados en descargo de su responsabilidad por los acontecimientos, pero las diligencias que efectuó a raíz de la sublevación y las benevolencias con los amotinados, nos llevan a ]a conclusión de que éstos tenían más que sobrados motivos para quejarse. El proceso fue suspendido en razón de la irresponsabilidad de los irritados colonos quienes habian procedido así "por incapacidad o ignorancia del delito" y porque convenía que el pue~ blo siguiera adelante. Para poner remedio al asunto ordenó la máxima autoridad de la Isla que reuniese el Cabildo de San Juan a fin de nombrar comisiona· dos para deslindar y medir las tierras y entregasen a las familias canarias sus títulos de uso y posesión en el real nombre. El Gobernador, por su parte, se ocuparía de proporcionar las alhajas y ornamentos de la iglesia y nombraría cura en propiedad. Prometía, además, que iría personalmente a inspeccionar el lugar. Estas disposiciones llegaron a cumplirse en gran parte y a los moradores de San Luis de Humacao se les dio posesión de terrenos para cultivar y solares para sus viviendas. Treinta de estos últimos fueron adjudicados, casi todos ellos circundando a la igle. sia·cementerio r a la pla!.a liel pueblo.

La distribución de las tierras se verificó entre cuarenta colonos, en su mayoría cabezas de familia, entregándose]es, por término medio, una cuerda de tierra por cada uno de los miembros que componían ]a familia. Los predios adjudicados estaban próximos a la población -en las márgenes del río Humacaoy la boca de la quebrada Guanábanos, costados de ]a quebrada Mariana, quebradas Gayferos y de la Bar· bera, etc. constituyeron puntos de referencia para la medición y deslinde. Para evitar inconvenientes de vecindad con los labradores y ganaderos establecidos allí anteriormente, se determinó comprarle sus viviendas y labranzas. Sin embargo, esta operación no se ejecutaría hasta que dichos labradores encontrasen acomodo en otro lugar y los nuevos colonos dispusieran de medios para pagar su importe. Sólo se efectuó, como medida provisional, la tasación de las viviendas construidas desplazando la valoración de las labranzas para el momento oportuno. Con estas operaciones. finalizadas en Febrero de ]724, terminaron las diligencias correspondientes al gobernador Danios Granados, respecto a la fundación de San Luis de Humacao. Pese a todas estas gestiones encaminadas a ]a es· tabilización del nuevo pueblo, éste no llegó a colmo siendo totalmente abandonado a los pocos meses, bajo el gobierno de don José Antonio Mendizábal. Así consta en ]05 cargos que se le hicieron una vez terminado su mandato donde se le acusa que, a pesar de estar obligado a mantener las poblaciones de la Isla, incluso fundar nuevas, había permitido la total despoblación de San Luis de Humacao, estable· cida por su antecesor en el gobierno con grandes gas· lOs para la Real Hacienda en la manutención de las familias, fábrica de la iglesia, labranzas y demás cosas necesarias para su fundación. El gobernador Mendizába] manifestó en su descargo que la causa de no prosperar el pueblo había sido la inadaptadón de los colonos canarios al régimen alimenticio y al clima de aquellos parajes, siendo di· fkil, además, socorrerlos con alimentos y medicinas ad~cuadas dado a su lejanfa de San J~an. El, por su parte, aleccionado con esta triste experiencia, había retenido en la Capital durante cinco o seis meses al grupo de familias que llegaron después de Canarias, procurando luego distribuirlos en lugares más próximos, Saya Verde entre ellos. Tarea no fácil, agrega, por la oposición a estos asentamientos por parte de los dueños de las fincas que se consideraban afecta· dos, los que no permitían verificar fundaciones con estas familias. Las declaraciones de los colonos canarios, la actuación del gobernador Danios Granados, los descargos de su sucesor, coindden en un punto, al parecer,

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la verdadera clave del problema: La resistencia por parte de los latifundistas ganaderos al establecimiento de nuevos colonos en sus tierras. Mucho más decisivo que las condiciones de vida o circunstancias climatológicas -que también contaron- y en manera alguna la fertilidad de la tierra. Veamos. por último, la descripción del lugar que nos dieron los comisionados que le visitaron con motivo de la sublevación: en síntesis, hallaron que el sitio donde estaba fundado el pueblo era alto, alegre y, al parecer, saludable. El río no podía anegarlo por muy grandes que fueran sus crecidas. Tenía una igle. sia de 36 tercias de largo y 21 de ancho, construida en madera labrada y clavada. Había además, unas casas de vivienda llamadas galeras y 12 casas de so. berado construidas por los vecinos y 15 ranchos nuevos. La tala comunal, cercada de palenque, tenía unas 700 cepas de plátanos y otras tantas las labranzas particulares de los vecinos. Las márgenes del río, opinaban, eran excelentes vegas para el cultivo de toda clase de frutos y muy ricas en pastos para la ganadería. No fue fácil establecer una población en el sitio de H umacao. En los comienzos de la colonización de

Puerto Rico fue muy estimado por su fertilidad este lugar por los españoles, y se establecieron aIU buenas haciendas y hatos que, de haber seguido hubieran poblado esta zona de la Isla, pero los ataques de los caribes, y más tarde de los piratas. hicieron dificil el lugar para ser habitado. Este primer intento de fun· dar una villa ya hemos visto como fracasó. A partir de estas fechas, no consta como población ni en la Memoria del gobernador Bravo de Rivero, fechada en 1759, ni en la formada por don Alejandro O'ReylIy once años más tarde. Tal vez subsistiera su iglesia pues Fray Iñigo Abbad da notidas de su existencia. en la ribera del río. a una legua de distancia del mar. y junto a ella las ruinas de un pueblo que él suponía destruido por los caribes o piratas. Según eoll y Toste~, la iglesia o ermita de Huma· cao sirvió durante muchos años como ayuda de pa· rroquia de Las Piedras y hasta 1793 no fue erigida en parroquia autónoma y la aldea agrupada a ella constituida en pueblo. 4. "Boletln Histórico de Puerto Rico:- Tomo 11. San Juan de Puerto Rico, 1915.

A'fchivo General de Indias Escribanía de Cdma'fa 141 (A)

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¡Oh San Juan mio! Pecho antiguo de amor y azul sollozo. .. Si yo te quiero tanto que no temo quererte demasiado. Pasas por mi sentir: clavel ardiendo que salva el corazón y agita el alma. Toda luceros soy sobre tu frente de luz enternecida.

Hel libro

y corazones. Estallido del tiempo en rosa clara, profundo aliento el tuyo en mi hora y grito. .. Despierten tus esquinas dolorosas en mi. ¡A brazos mios! Heridas y canciones que estructuran el haz de mis ralees.

Por tus aguas de blandos piés violdceos se pasea mi emoción: flauta en tus vientos.

Porque no sabria amar si mds quisiera sin el milagro tuyo en donde afinan tus aves y mis aves su alto canto.

En marcha por mis ojos te metiste. cuando cantó la espiga ennoblecida y en mirada perenne te quedaste, fija de llanto y miel

En nuestra comunión de nuestro y nuestro; correspondencia duke y fiel suspiro. donde padeces tú ¡brota mi llanto!

in~110

.'itm Juan entre dos Rtules

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Los precursores de Gautier Benítez Por LUJ!l

1964 SE CUMPLEN JU!l,AMt:NTE CIENTo QUINCE años de la muerte, en Barcelona, España, de Santiago Vidarte, poeta precoz y primer cantor de nuestra Isla, por derecho de sentimiento y obra. Se cumplen, asimismo, ciento quince años del ,natalicio de José Gautier Benítez, el apasionado cantor de Puerto Rico, epígono de Santiago Vidarte, quien muere en 1848, fecha precisa en que nace Gautier BenÍlez. 1 Ambos poetas pertenecen al romanticismo litera· rio: reciben influencias de otros poetas españoles de la época; cantan temas comunes del momento; como parten la ideología del siglo, que se transparenta en su poesía; tienen en común el mismo ardiente amor a la patria. que es colonia de España, y, sobre todo, mueren jóvenes. El es LUdio comparativo de ambos poetas es una incitación para el estudioso de los asuntos literarios puertorriqueños. Sean estas ideas una aportación a ese estudio, Es nuestro propósito señalar las influencias de Santiago Vidarte en su epígono Gautier Benítez, en lo concerniente sólo al tema de la patria. Es por eso que precisa situar a Santiago Vidarte en su momento. con sus compañeros de letras, quienes verán en él al poeta superior, que forja a sentimiento puro el tema de la patria. La mayoría de sus compañeros, con él a la cabeza, forjarán las variantes de ese tema, con el sentido edénico e idílico, que nos llega hasta hoy y recogen en su voz los más auténticos poetas puertorriqueños. En un estudio previo, leído en el Primer Congreso de Poesía Puertorriqueña, celebrado en Yauco el año 1957, traté este tema. Luego de volver sobre él y frente a la generación de SanEN

Gautier. 1848 y 11151. Seguimos aquí la del escritor Sotero Fígucroa (1848).

l. Ha)' dos fcchas soure el nacimiclllO de

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Ht:kNÁNUEZ AQUINO

tiago Vidarte. no estamos de acuerdo con algunos puntos de vista de la crítica tradicional sobre este poeta y sus compañeros, autores del Album de Puerto Rico (1844) y el Cancionero de Borinquen (1846).2 Santiago Vidarte, "el poeta favorito de la juventud puertorriqueña," al dedr del doctor Eduardo Neumann Gandía, era natural de Yabucoa. Su nombre era José Santiago Rodríguez. Hijo de padres pobres. le costeó su carrera don Rafael Vidarte, un rico propietario de Humacao. En homenaje a éste, cambió el poeta su apellido por el de Vidarte. Sin duda, hizo lo mismo por idénticas razones, Juan Bau· tista, hermano de Santiago, quien estudiaba en Barcelona y quien también "rindió culto a las musas y escribió buenos versos", al decir de Neumann Gandía. En Barcelona, igual que en Compostela y Madrid, estudiaban en el siglo 19 algunos jóvenes puer· torriqueños las carreras de medicina y de derecho. Entre otros estudiantes figuraron en la Universidad de Barcelona, además de los mencionados: Alonso Pacheco, Pablo Saez y Francisco Vasallo Cabrera. A estos jóvenes los aglutina en la ciudad Condal, ade· más de los intereses estudiantiles, el amor a la patria, y como secuela, el quehacer literario para enaItecerIa, como testimonio de puertorriqueñidad en tierra. Los historiadores de la literatura puertorriqueña han tratado el caso de cómo estos jóvenes poetas, respondiendo a la publicación del Aguinaldo de 1843, realizada por algunos poetas jóvenes de San Juan de Puerto Rico, compusieron su Album Puertorriqueño de 1844 y luego el Cancionero de BOTinquen (1846),

2. Véase mi ensayo El lema edénico en la poula put:rtorriqueña. Critica )' Antologla Poética, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 195R. pág. 9.


en respuesta al otro Aguinaldo de este mismo año, preparado por los jóvenes de San Juan. Antonio S. Pedreira, aludiendo en su libro de ensayos InsulaTismo a las obras mencionadas, hace las siguientes aseveraciones: "Aun siendo estos cuatro libros los sillares más Só' lidos de nuestros comienzos literarios, no son todavía una firme expresión de nuestro espíritu, por estar so· metidos ingenuamente a los temas y las normas ya caducas de la literatura española. La imitación supera a la originalidad y el balbuceo se evidencia. Se consume más de lo que se crea... Tan sólo uno se destacó del grupo y caminÓ al frente con el primer libro de importancia, hurgando con probidad y sentido patriótico en una de las zonas más repletas de nuestra expresión. .. Manuel Alonso, después de Andino, el periodista, es el primer autor que, a nuestro juicio, merece por su obra -cantidad y calidad- sitio de preferencia en nuestra historia ... " Se refiere Pedreira a la publicación de El Gibaro, 1849, de don Manuel Alonso Pacheco. y continúa Pedreira: "Con Alonso, la lirica extraviada por convencionalismos extranjeros, se encono tró a sí misma. El hombre y la tierra no tuvieron aco· modación eficaz en nuestras letras hasta que no surgió un observador preparado para sortear con grao cia todos los inconvenientes. El fue nuestro primer costumbrista y el primer escritor que se ocupó críticamente de la obra de un poeta puertorriqueño". El poeta a que alude Pedreira, sin siquiera meno cionarlo por su nombre, es Santiago Vidarte. La obra es un manojo de poemas publicados en el Album de 1844 y el CancioneTa de Borinquen de 1846. Su compañero Alonso le llama en el aludido estudio, "el primero de nuestros poetas", en justo reconocimiento. y dice aún más: "Don Santiago Vidarte, casi niño todavía, ha merecido con justicia el título de primer poeta puertorriqueño." De que los jóvenes poetas puertorriqueños en Barcelona creaban con la nostalgia de su tierra una nueva actitud poética, un modo especial de ver la patria, dan fe absoluta las composiciones del Album y el CancioneTo mencionados, a pesar de los defectos formales e influencias que han señalado algunos críticos. Son ellos los creadores de una patria sentimental y poética, que substituye, en la ausencia, la patria verdadera. Los hermanos Juan Augusto y Salvador Perea, en un juicio justiciero sobre Santiago Vidarte, pero excluyente del resto de poetas del grupo, expresan que "Vidarte dio carta de naturaleza a la balbuciente musa nacional, porque si no logró eximirse de rendir tributo al romanticismo imperante en la metrópoli, vibran en los versos de Santiago Vidarte, el sentimiento espontáneo por el lar nativo,

la explosión en síntesis, el entusiasmo patriótico que sellan perdurablemente la autonomía literaria del país medio siglo antes que la efímera sagastina". Ramón Menéndez y Pelayo, el Sumo Pontífice de la crítica literaria del Siglo 19, como Antonio S. Pedreira más tarde, tampoco vio bien claro el espíritu lírico de la generación puertorriqueña del exilio. Ha· bla el crítico español refiriéndose al CancioneTa de Borinquen mencionado, que "salvo la buena intención y el recuerdo simpático de la patria lejana, poco hay que elogiar en las páginas de este libro inocen· tísimo". En cuanto al poema Insomnio de Santiago Vidarte, señala "que es con todas sus incorrecciones, vaguedades y reminiscencias demasiado inmediatas, la mejor poesía del tomo, que por otra parte sería impertinente tratar en serio, como obra que es de muchachos. ¡Cuánta soberbia y qué cegueral A esta distancia de la generación de poetas del Album y el CancioneTa de DOTinquen, vemos que había en el poema Insomnio y otros poemas referentes a Puerto Rico, más que el recuerdo de la patria lejana. Notamos que había el espíritu de una generación; que esta generación creaba una tradición en nuestra lírica, y que esa tradición se substancia hoy más que ayer, cuando el exilio está en nuestra misma tierra puertorriqueña, que pisamos, olemos, palpamos y sen· limos con nostalgia, porque se va de nuestras manos, elusiva, y tal vez perdida para siempre. Historiando y analizando nuestros inicios litera· rios, dice Antonio S. Peclreira en Insularismo, al referirse a los jóvenes del A lbum y el Cancionero de Borinquen, que "para entrar con menos peligro en el tema que aquí nos preocupa, fuerza es reducir nuestro santoral literario a unos cuantos nombres indispensables" ... Para nuestro crítico es Manuel Alonso la única figura valedera del grupo, porque "con Alonso, la lírica extraviada por convencionalismos extranjeros se encontró a sí misma". El juicio es parcial, igual que el que hizo de José Gautier Benítez, basándose en palabras de José A. Balseiro, sobre el paisaje, cuyo juicio ha sido aceptado por algunos críticos y rechazado por otros, entre quienes figura el que esto escribe. Para comprender a cabalidad lo esencial puertorriqueño y la lírica sentimental auténtica, puesta en marcha, hay que leer detenidamente las composicio. nes del Album (1844) y el Cancionero de BOTinquen (1846). De la lectura que hemos hecho de estas dos obras, arranca nuestra contención de que además de "el recuerdo de su patria", según Menéndez Pelayo, tienen los jóvenes poetas ante sí un grave problema: se sienten desterrados. Las implicaciones políticas, en el mejor sentido de la palabra, subyacen bajo el li· rismo, puesto que hay una diferencia de tierra y amo biente, y la patria no es España, sino Puerto Rico. El


lema patriótico se escindirá luego en dos. Con Manuel Alonso Pacheco y Francisco Vasallo seguirá por el camino del crioUismo costumbrista y lo festivo. Santiago y Juan Bautista Vidarte y Pablo Saez le darán el carácter edénico e idHico y le mantendrán en la Hrica absoluta. Un repaso a las obras del Album nos mostrará que Alonso cuenta con once composiciones en verso. Son de tipo histórico-filosófico, de tema amoroso frfvolo, de carácter satírico social, epigramáticas, costumbristas, de imitación de temas generales. Sólo hay una, el soneto titulado El puertorriqueño, donde nos ofrece una descripción físico-moral del puertorriquelio. Los demás integrantes del grupo, inclusive el festivo y zumbón Francisco Vasallo Cabrera, entran en el tema patriótico con una gran penetración sen· timental, explosiva y nostálgica no importa las in· fluencias señaladas de Zorrilla, Espronceda y otros románticos españoles, inclusive una influencia hasta ahora no señalada, la de Gertrudis Gómez de Avella· neda, que discutiremos más adelante. Juan Bautista Vidarte, hermano de Santiago, inicia el libro con un poema titulado A Puerto Rico. El poema ofrece un recuerdo elemental de la tierra, sus rfos y quebradas, la flora y la fauna nativa. Dice en una de sus estrofas: "Dulce patria ¡Si el viento se atreviera a llevarte en SU! pliegue! un lu!pirol ¡Si en un eco fugaz te repitiera que sólo por tu amor canto y deliro ... 1

Santiago Vidarte, en cambio, tiene además de otros poemas de temática distinta, los poemas A mi patria y Un recuerdo de mi patria, donde el tema es eviden· te. También intercala el tema patriótico en un poema dedicado a su compañero Pablo Saez. "Oh, querida patria mla. mientra! a ti voy a uninne mis cantos podrás oinne que !on cantos de dolor. Reclbelo!, virgen pura, en tu ICno carifto!O; pue! tú sola ere! el gozo. tú. mi gloria, tú, mi amor.,. (A mi patria)

"y tú, mi patria querida,

recibe mis ilusiones, mis juveniles canciones; que allá, en tu seno de vida, bebl tus inspiracione!". (Un recuerdo de mi patria)

"Cantemos nue!tras canciones en un mundo bello y rico, .Ie dulces inspiraciones. ¡Cantemos a Puerto Rico:

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Francisco Vasallo, quien fluctúa entre lo sentimental y lo festivo satfrico, tiene en el Album ocho composiciones, de las cuales cinco son festivas satfricas y tres sentimentales. En un soneto escrito después de haber leído el Aguinaldo Puertorriqueño (184!), enviado desde Puerto Rico, expresa Vasallo Cabrera que "llegó hasta él el acento de sus bardos, y ese fuego ardiente y puro; "con que pintan tu suelo delicioso y en mi pecho incendióse venturoso un volcln que le abrasa dulcemente".

Dice también Vasallo Cabrera en el poema A mi hermana, en el cual recuerda su niñez en la tierra natal: "Con cuanta! ansia! deseo que llegue risueño el dla en que de la patria mla pueda el aire respirar".

y por último Pablo Saez, quien canta Un adiós a la patria; "Ya a lo lejos tus montafta! deaaparecenl ¡SUS empinada! cresta! sorbió el marl Llorando miro y... ya no estás alll. AdiÓ5, y si en las sombru que ya crecen oyeru un suspiro resonar, es un adiós que exhalo para ti",

Es de Pablo Saez el soneto a la mujer puertorriqueña, en contrapunto del de Manuel Alonso al puertorriqueño. Si el de Alonso es rfgido, aunque exacto en la descripción, el de Saez es jugoso y flexible, sentimental y tierno: "Talle esbelto, pie breve, aéreo paso. Si vier.u esa virgen de hennosura; esa hur' de un Edén notante y rico, oft'ttele un amor puro y no escaso, que esa hurl es una virgen de ternura. Ese Edén delicioso ... Puerto Rico".

Ahora una excursión por El CancioneTO de BoTinquen (1846) _ El libro es más firme. Dan fe los jóvenes desterrados de que "es obra puertorriqueña que contiene recuerdos del pafs," una "colección de como posiciones originales todas de jóvenes puertorriqueños." El Cancionero tiene mayor variedad y las como posiciones son "más esmeradas y correctas que las del Album", aunque se reconoce que puedan tener defectos. En el CancioneTo figuran ocho composiciones en verso de Manuel Alonso: un romance al Capitán Carrea, de tema histórico, un romance a la novia, de tema amoroso, entre festivo y satirico; otro romance


al pañuelo de la amada, de tema amoroso (desenga· ño y ausencia de amor); un romance a don Miguel Delgado, sobre las costumbres del país; un romance a don Francisco Vasallo (padre); en fonna de epístola, en que agradece a éste los consejos que le ofrece desde Puerto Rico, sobre la censura, y precauciones a tenerse. El romance, como el dedicado a Delgado, es en lengua jíbara. También son de Alonso una canción ligera titulada El Waltz, de .lema amoroso, y unas seguidillas zumbonas y festivas, dedicadas a su compañero Pablo Saez. Figuran en el Cancionero nueve poemas de Vasallo Cabrera, festivos y satíricos, y una novela corta. Sacamos en conclusión, en cuanto a Manuel Alon· so, vistas sus colaboraciones y contenido de ellas, que su poesía está muy lejos del lirismo sentimental puro, y que no roza el tema idílico·edénico de la patria. Alonso, de una sensibilidad más polItica que la de sus compañeros, acude a una poesía jocosa, satírica. Es de tono agudo, picante, cTÍtico y mordaz. Recordemos que se le consideró sospechoso por el Gobierno español, desde sus días de estudiante. La conclusión es que sostiene desde los inicios una actitud festiva, cTÍtica y satírica. Francisco Vasallo Cabrera, sigue el mismo camino, aunque con menos fortuna. Es oportuno aclarar que la corriente festivo·satírica persistió en nuestras letras hasta hace pocos años. Sin embargo, el tema de sus compañeros, la actitud sentimental hacia la patria, ha persistidó hasta el presente como una constante y está finne, por motivos históricos, en las actuales generaciones de poetas. como hemos comentado ya. Volvamos al Cancionero. Abre este libro con un poema titulado A Borinquen, de Francisco Vasallo Cabrera. Veamos tan solamente una estrofa, en que curiosamente se adelanta con el adjetivo preciosa, al músico Rafael Hernández, al mencionar a la Isla: "Salud. Isla preciosa, donde la vez primera mis ojos contemplaron de un Dios el resplandor. Desde Barcino bella. famosa y altanera, salúdate angustioso, tu humilde trovador."

Continúa el poeta expresando que su aflicción halla consuelo recordando la Isla, sus campos floridos y rientes, sus seres familiares. Su cielo, que al decir del poeta, "es cielo siempre limpio y azul y transpa· rente, poéticas sus noches de encantos y de paz." El poeta Pablo Saez, haciéndose titular llovador de los palmares, canta a Una Palma y se queja:

Los recuerdos de las palmas de Puerto Rico le despiertan un cantar melancólico: "Venid. hijos del tropiw, venid a ofr mis melancóJiws cantares. Venid. hijos del trópiw y old: Yo soy el trov¡lllor de los palmares."

Juan Bautista Vidarte publica su poema A un bergantín. Poema también nostálgico, en que recuerda a la patria, porque el velero sale desde Barcelona para Puerto Rico: "Marcha veloz de la región hispana que te esperan las auras del Abril: marcha si. que la costa americana con sus pucrtos aguarda al bc:rgantln. "Marcha sí, vete en paz mientras que queda desgarrado mi corazón aqul. Marcha, si, marcha y que feliz yo pueda volver a verte, altivo bergantln."

El poema Melancolía j' recuerdos: A mi madre. de Pablo Saez, por su {onda y su forma nos revela que estos poetas actuaban de consuno. El poema no deja de ser también un canto a la patria. Se divide en tres partes, es polimétrico y polirrftmico, y guarda semejanza con el poema. Insomnio, de Santiago Vi. darte, que aparece también en el mismo Cancionero, y que comentaremos aparte. Se adelanta a Gautier BenÍlez en algunas imágenes, pues ve a San Juan "ceñida de castillos," como Gautier, "cerrada en su blanco muro". Algunas de sus estrofas guardarán identidad con otras del poema Insomnio. de Santiago Vidarle. El poema se inicia con la hora del ocaso. El alma del poeta está aletargada y llena de melancoUa. La ciudad industrial de Barcelona apaga sus ruidos. Los buques se balancean en el mar cercano. Llega la oscu· ridad y la noche se al _lanza sobre la tierra. En la segunda parte del poema el poeta habla sobre los hermosos campos del suelo americano, su patria, el cielo, las nubes, los montes, el mar. Pesimistamente se queja de la vida, lamenta las desgracias y el dolor. Abriga dudas del porvenir. En la tercera parte ya, piensa en el regreso a la tierra nativa. "Veré las costas hacia mi viniendo, tus playas, Puerto Rico, tocar~, y cntonces madre, de placer muriendo. tierno llanto en tu seno vertere'

Presiente la vida en la patria, al lado de su madre: "que en tierras de hielo sólo hay huradn. Mis palmas yo miro ~u copa elevar, qlle en tierras de hielu tampoco la~ hay."

"Y qué bello CII el confin de ese risueño jardln del americano suelo, vivir tHas sin fin hajo Sil brillante cielo,"

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Llama a Puerto Rico "risueño vergel, paraíso de los amores", Ve a San Juan nacer de las olas: "Ya de las olas nacida esa ciudad cantar~, que de castillos celUda, altiva y coqueta olvida que un día Borinquen fue:'

Pero donde este poema se identifica con Insomnio, de Santiago Vidarte, publicado en el mismo Cancionero, es en la estrofa en que se refiere al monte de Luquillo: "Y el alto cielo tocando veré al lejos a Luquillo entre la niebla asomando, su enhiesta frente bailando del sol el eterno brillo:'

En las siguientes estrofas hace una enumeración de la fauna puertorriqueña y finaliza el poema con estrofas emotivas: ¡Oh, pleguc: a Dios que con tenaz mirada un día registrando el horizonte, por el ardiente 101 iluminada brotar \lca una nube, luego un monte. ~I, otros cien apareciendo, al contemplarlos yo de asombro mudo, suspire de las olas al estruendo, IMontañas de mi patria, yo os saludol

y tras

El Cancionero cierra con un poema titulado Mem01'ias, de Santiago Vidarte, Es un canto en cuatro partes, dedicado a su hermano Juan Bautista. Es inferior a Insomnio, pero continúa el tema de la patria, con. sus matices de ausencia y de nostalgia, y encierra una de las metáforas recurrentes en la poesía de Cuba y Puerto Rico, la que se refiere a las islas como perla en el mar, y que discutiremos más adelan~e. Dice Santiago Vidarte, haciéndose portavoz del grupo de jóvenes desterrados, en el poema Memorias: "y td. oh patria, del confin lejano do asienta su poder la vieja Europa, Recibe el canto de tus pobres hijos, que negra. apuran, del dolor la copa:'

Que Pedreira no vio bien claro el espíritu que animaba al grupo de poetas de Barcelona, es un hecho demostrado por lo que acabamos de analizar. De ahí, que sacando a Manuel Alonso, cuyo enfoque como prosista costumbrista y cuyo valor señalado para la puertorriqueñidad con su obra El Gibaro es indiscutible, diga que fIlos demás cultivaban el lugar común, disfrazado con sentimientos universales que a nadie interesaban, supeditando. no sólo las maneras de ver y recoger los motivos. sino también los temas 46

a la literatura española", Excluye, asimismo, la semejanza entre Francisco Vasallo y Alonso. La prueba que aportamos ha sido en contrario: son ellos los creadores de un modo lírico de ver la patria puertorriqueña, los precursores de Gautier Benftez y otros cantores de la tierra nativa, En vista de la importancia de Santiago Vidarte, quien sobresale. y supera a los demás compañeros en emotividad lírica y su sentido patrio, hagamos un ligero estudio comparativo de su poesía y la de Gautier Benltez en este aspecto, Es por lo tanto necesario delimitar las fronteras del romanticismo en Vidarte y Gautier Benltez. El romanticismo literario se inicia en España en 1830 a 1834. aunque es en el 1808 que comienza Ía transformación de la vida española, operándose al inicio del nuevo siglo un cam· bio en las ideas y la sensibilidad de la época. Se destacan en el romanticismo literario el subjetivismo. la duda. el pesimismo, la rebelión individual y la supremacía de la fantasía. el instinto y la pasión por sobre la razón. Algunos de los grandes poetas girarán en la Órbita del satanismo y el titanismo. Los poetas románticos renovarán el lenguaje. que habrá de enriquecerse de metáforas y se tornará musical y colorista. y al mismo tiempo más rico en elementos imaginativos y emotivos, Una dominante del estilo romántico será la tendencia descriptiva. Santiago Vidarte (1828-1848) cae dentro de la esfera de este primer romanticismo. Cuando él muere Gustavo Adolfo Bécquer es un niño de doce años. Dos años más tarde terminará en España, oficialmente en los anales literarios, el movimiento román· tico. Como hemos visto. la obra de Santiago Vidarte consta de algunos poemas. Su primer exégeta entusiasta. compañero de estudios y afanes literarios, Ma· nuel Alonso Pacheco. quien le llamó con afortunada metáfora "Iucero de los trópicos", divide su escasa producción en dos partes: los primeros poemas, publicados en 1844 en el Album Puertorriqueño y los pos· teriores. que vieron la luz en el Cancionero de Bori"· qtten, en 1846. De los primeros poemas, que marcan una época breve, dice Alonso Pacheco lo siguiente: "Se revela en estas composiciones el genio del autor, pero extraviado por la lectura de algunos poetas modernos, si· guiendo un camino árido y que no era el suyo, sin le y sin creencias. imitando a otros, que a su vez eran imitadores; en una palabra, queriendo parecer vieja y gastada un alma virgen y llena de esperanzas," Señala también Alonso Pacheco que los primeros poemas son monótonos, amanerados y faltos de unidad, y que el poeta llora desengaños que no ha sufrido. Celebra el articulista la segunda época de Santiago


Vidarte, representada por seis poemas, que indudable· mente son los mejores. Que su crítico veía con claridad los problemas sicológicos e ideológicos que asaltaban al precoz cantor de Puerto Rico -la duda, el pesimismo y el escepticismo del siglo- queda manifiesto cuando el escritor Alonso Pacheco señala que "la luz de una religión divina que enseña al hombre a amar al hombre, completó el triunfo de dudas que le ahogaba con su peso, manifestándose bello, puro y confiado en su grandeza." Sin embargo, el lector de Vidarte se da cuenta de que esta alma adolescente no se ha curado de la me lancoUa y la tristeza que la empañan. Lo que habría de salvarle, atenuando su dolor, era el amor a la patria. Su tristeza se convertirá en melancolía de destierro, será la del exilado que sueña tener su reden~ ción con el regreso a la tierra nativa. Este sentimiento, que aparece en Memorias, cobra excelsitud en el poema Insomnio. Su exégeta Alonso Pacheco, al final de su estudio, hace la revelación. cuando informa lo siguien. te: "A los pocos días murió (Vidarte) en los brazos de sus amigos, después de un delirio en que repetía muy a menudo los nombres de sus padres y el de su patria" ... Insistimos en la importancia de señalar más ade· cuadamente el tema patriótico en la poesía de Santiago Vidarte, con su vertiente idílico-edénica, de cuyos continuadores en nuestra lírica será el más feliz en el siglo 19 José Gautier Benítez. Al tratar sobre este tema conviene notar los convencionalismos poéticos del romanticismo, de los cuales no se pueden escapar Santiago Vidarte y sus compañeros generacionales, aún en su poesía patriótica. Estos convencionalismos restarán fluidez lírica a Santiago Vidarte. Se dice que los dioses tutelares de Santiago Vidarte fueron José de Espronceda y Ramón de Campoamor. Del primero no hay dudas de que lo fue de muchos poetas de su época, unos mayores y otros menores. También lo fue José Zorrilla. Pero hay una figura esproncediana, de mucho prestigio y coetánea de Santiago Vidane, algunos de cuyos poemas pueden haber influido, sin duda en nuestro poeta. Se trata de Gertrudis Gómez de Avellaneda, la dulce Tula, antillana como él, nacida en Cuba, y a quien los poetas del Album PuertorriqueJio (1844) mencionan en la introducción del Album, junto a otros grandes poetas cubanos. 8 Gertrudis Gómez Avellaneda se traslada a España, siendo muy joven. Es notable su soneto Al partir, cuando se dirige a España en el año 1836. Entonces llama a su Isla de Cuba "perla del mar y estrella de

S. úta fucnte de influencias no ha sido citada anterior. mClllc por los estudiosos de la pocsla de Santiago Vidarte.

Occidente". Al final del soneto le llama "patria feliz y edén querido". Mas, a pesar de las perfecciones de su poesía, el sentimiento de patria no será como el de Santiago Vidarte y la generación del exilio de Barcelona. Esta misma imagen se repetirá en un poema que dedica la poetisa a la Reina Isabel 11, al de· cirle que "recuerde que en los mares de Occidente -enamorando al sol que la ilumina- tienes de tu corona la perla más valiosa", refiriéndose a Cuba. Esta sensibilidad monárquica de la Avellaneda, no es la sensibilidad nostálgica de nuestros poetas. La vida social y literaria en Madrid consuelan, junto al interés político monárquico, a la gran poetisa cubana de su nostalgia. por lo cual "el edén de delicias" a que se refiere en un poema dirigido a doña Luisa de Franchi Alfaro, no es el edén de los románticos puertorriqueños. Valdría la pena seguir las comparaciones. A ello vamos. Puede rastrearse algo del poema Insomnio - y no es el mero título - de Santiago Vidarte en el poema La noche de insomnio y el alba de la Gómez de Avellaneda. El insomnio atenaza a la poetisa, quien vela en la noche, atormentado su pensamiento. Don· dequiera hay una atmósfera ardiente y en torno circulan los fantasmas. Se ahoga su pecho, el mundo duerme, pero de súbito aparece la luz del día y se alejan las sombras. Tras la noche de vigilia delirante, la luz de la mañana es más pura. El resto del poema es un himno al sol. Un ejemplo de este poema polimétrico y polirrítmico -de patrón formal romántico- es el siguiente: El mudo reposo fatiga mi mente; la atmósfera ardiente me abrasa doquier;

y en torno circulan con rápido giro. fantasmas que miro brotar y crecer.

Mas. ¡qué sientol... Balsámico ambiente se derrama de pronto. El capuz de la noche rasgado. en Oriente se abre paso triunfante la luz.

Es el alba; se alejan las sombras

y con nubes de azul y arrebol. se matizan etl!reas alfombras donde el trono se asienta del sol.

Ya rompe 105 vapores matutinos la parda cre5ta del vecino monte; ya ensa )'a el ave 5U5 melffluos trinos. ya se despeja inmenso el horizonte.

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Conviene en este punto señalar que la imagen "perla de las Antillas" tuvo que resonar en el hogar de los Gautier Benítez en los días infantiles y adolescentes de José Gautier Benítez. La mamá del poeta, doña Alejandrina, la habfa usado después que la Gómez de Avellaneda, aplicada a Cuba, en su famoso poema titulado A Cuba, ante una estatua de Cristóbal Colón. Y por vía de familiarizar a los Vidarte con los Gautier Benftez, señalemos que Juan Bautista Vidarte dedicó el poema Tu canto, publicado en El Album, a doña Alejandrina Benítez, cuando ésta era joven casadera. En dicho poema le pide a la que fue madre de Gautier Benítez que "cante las glorias de nuestro suelo natal", cosa que hizo mejor su hijo. La perla y el jardfn aparecen en el poema Memorias de Santiago Vidarte, evocativo de la placidez de la Isla remota. "y tu, patria adorada, Puerto Rico. perla de oro en piélago embutida, que de la mar $Obre el crespado lomo, tu sien levantas, de altivez henchida.

"Cuán hermosa en mis sueños apareces, con tu ardoroso sol y tus pensiles, )' tus montes bordados de verdura y tm arrO)'05, de cristal, gentilesl"

En su gran oda a Puerto Rico, escrita en las pos· trimerías de su vida, como testamento ifrico, reflejará Gautier, más clara y más pura la voz de metal sin bruñir de Vidarte: "Borinquen, nombre al pensamiento grato, como el recuerdo de un amor profundo, bello jardln, de América el ornato, siendo el jardln América del mundo."

Per]¡¡ ql!e el mar de entre 511 concha arranca al agitar slIs ondas placenteras.

Ciuda.[ fantástica ,le l·spllln;u ...

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Un jardfn encantado ...

y tú, patria, la perla de Occidente ...

Es la diferencia de uno y otro poeta asunto de época y de forma. Santiago Vidarte cae dentro del primer romanticismo. Muestra que sigue los patrones convencionales del momento. Aparecen en su poesía los temas entremezclados y no hay la unidad que se registra en la poesía de Gautier Benítez. Sin embargo en él hay, como se lleva dicho, bastante lirismo, intimismo y un poco de color, como en otros románticos menores españoles. La muerte le troncha antes de dar más jugosos frutos. Pero nos queda su nota de amor apasionado a la patria, de frenesf, como documento vivo y permanente, y puede considerár· sele precursor de Gautier y otros poetas puertorriqueños. Gautier no es el impenitente desterrado que fue Vidarte. Tras su breve estancia castrense en Toledo, regresa a la Isla. Sólo un poema, Ausencia, es conce· bido en el exilio, y es de notar que su poema Regreso es como una continuación de aquél, y que ambos, corresponden en emoción a la ausencia y el regreso en sueños que nos da Vidarte en Insomnio. La poesía patriótica y amorosa de Gaulier es de tono postromántico, no empece que trate algunos temas -de orientalismo, por ejemplo- que andan bajo los influjos del primer romanticismo español. Lo cierto es que Gautier Benftez no fue superado en su tiempo. Su poesía es depurada. plena de metáforas, de colorido y movimiento, y sobre todo, de un sentimiento puro y profundo. Si en la poesfa de Vidarte, cantor de tono menor, no cuaja la perla de la perfección. como en la de Gautier, no hay dudas de que éste es el epígono afortunado del "lucero de los trópicos" que dijera Manuel Alonso. El destino reservó a Gautier Benítez ser el cantor por excelencia de la patria en el siglo 19. Su oda Canto (l Puerto Rico es la sinfonía ,'oluptuosa que ocupa el lugar de una épica puertorriqueña que se quedó en mero ademán, en espera de mejores y afortunados días.


Fi nis Por

CLARA LAIR

Como llegara Amor, llega callada. Como llegara Amor, sin voz ni aviso. Que surja tu presencia de improviso. Zapatilla de gl/allo en tu pisada. Que escape sin dolor de la crisálida, mariposa de mi alma hacia el arcano, como una tarde la impulsó su mano (:1/ la caricia de ternura pálida, , . Se va más libre aquél que nada deja 11; uro 71; hijo, " A la escondida queja del amOl' trllneo, la esperanza arma //{'bms de vida y la mariana itlerte que llena el infinito de la muerte; ¡boda de sombras en remota lIma!

;

Del libra i,,¿dito "(IN AMOll EN LOS AÑOS 1920"

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Un retrato moral de José Campeche: El testamento de María Jordán y Marques Por

EN 1854

POR ORDEN DE LA REAL JUNTA DE FOMENTO

de Puerto Rico redactó don Alejandro Tapia su Vida del pintor puertorriqueño José Campeche que no vio la luz hasta ocho años después en la Habana, publicada en El Bardo de Guamani. La dichosa - al menos a nuestro propósito - longevidad de varios contemporáneos del artista, sirvió a Tapia para recoger un material que debió ser copioso, aunque foro zado por el carácter de compendio que dio a su trabajo, no utilizó en su totalidad. La investigación. sin embargo, nos ha permitido comprobar documen· talmente la fidelidad de las noticias transmitidas por el autor, cuyo laudable esfuerzo salvó una porción notable de datos que de otra forma nos sería hoy prácticamente desconocida. El tiempo transcurrido -casi medio siglo- entre la muerte del artista (1809) y la aparición de la primera biografía fue, no obstante la solicitud de Tapia, lo suficientemente largo como para borrar bastantes perfiles del cuadro general de la vida de Campeche, sumándose a ellos los detalles de la vida privada que naturalmente escaparon a todos, excep· ción hecha de sus hermanos, a los que no trató el biógrafo. Así es como, entre otros aspectos de la vida de Campeche, halló todavía Tapia como objeto de conjeturas su condición celibataria, a la que no encontraban los que lo conocieron bastantes razones justi· ficativas. Enumera Tapia los tres motivos admitidos por entonces como explicación viable y que son los si· guientes: el cuidado de sus hermanas, la posible emisión por parte del artista de un voto de castidad, dada su conducta religiosa y por último, "un amor malogrado" pues don Alejandro no alcanzó el tiempo de las frustraciones, con que despachamos a la derniere tanto la piedrecita en el zapato como el guijarro en el alma. 52

ARTURO

DÁ VlLA

Respecto a la primera, la considera insuficiente por creer que el trabajo del pintor bastaba para cubrir los gastos de sus hermanas - que por cierto se ayudaban con sus labores - y los de la nueva familia. Pasa al segundo motivo: la posibilidad de un voto de religión de carácter privado, a la que se opone el buen sentido liberal de Tapia con un lenguaje digno de 1792. Dice así: "Tampoco nos satisface completa· mente, porque tal hubiera sido una virtud ajena de su estado, suponiéndole nosotros con bastante juicio para privarse sin causa justificada, de vínculos ama· bies y obligaciones en su carácter de buen ciudadano."l

Por último, alude Tapia al tercer motivo, a su parecer, el más verosímil: el del amor contrariado, al que se inclina por "las vehemenlísimas sospechas de algunos que le trataron". Procuraremos esclarecer en la medida de lo posible este aspecto de la vida de Campeche, partiendo de lo relatado por Tapia. Creemos con él que el cuidado de Luda y María Loreto Campeche no podía significar un serio obstáculo para su hermano, caso de haber decidido mudar de estado. Tanto su laboriosidad como las can· tidades -relativamente crecidas para su tiempo- que percibe por ciertas pinturas, nos hacen sospechar que no puede ser éste el motivo de su retraimiento del matrimonio. En cuanto al segundo enumerado por Tapia, no se puede despachar con frases festinantes un elemento digno de consideración en hombre que, como Campeche, regía sus horas por las campanas del ve· cino convento de Santo Tomás. Desde fecha temo l. Tapia y Rivera. Alejandro: "ida del pintor puertorrique110 José Campeche. San Juan, Puerto Rico, 1946, aegunda edición página 23.


prana debió ingresar en la Orden Tercera de Santo Domingo, cuyo hábito vistieron sus padres, hermanos e incluso el cuñado, Domingo de Andino, como un vinculo que ligaba nuevamente los estrechos lazos familiares. Un examen del Manual de la Milicia de Jesucristo, Venerable Orden Tercera de Nuestro Padre Santo Domingo impreso en Madrid en 1765,2 nos ha cerciorado ·de que el horario seguido por Campeche, según relación del mismo Tapia, corresponde, en cuanto se refiere a sus dos visitas diarias al templo dominicano, al orden de las preces propias de este instituto. Efectivamente, la Regla de los terceros dominicos vigente por entonces, prescribía en su capítulo VII el rezo de maitines! a medianoche en los domingos y días de fiesta desde Todos los Santos hasta Resurrección y en Adviento y Cuaresma, "pero -aña· de- los que se ocupan en trabajo manual de todos los dlas, podrán decir por la maliana sus Horas hasta Vis/Jeras exclusive y por la tarde dirán juntas Visperas y Completas". Asf nos explicamos la misa de madrugada y el acudir al toque de oraciones por la tarde a la Iglesia de Santo Tomás. Si tal era Campeche en el cumplimiento de sus obligaciones de carácter religioso, no seria extraño que emitiera un voto o unos votos que lo asemejaran más a la primera orden dominicana. Pero no es preciso acudir a soluciones indemostrables cuando unos datos suficientemente explícitos nos dan la verdadera razón de su solteria. Habla Tapia por último de un amor contrariado, que desde su juventud profesó Campeche a una muchacha de familia principal y que no se resolvió en matrimonio por las diferencias de raza y condición, tan importantes por entonces. Más probable que nin·

2. Manual de la Milicia de Jesucristo, Venerable Orden Tercera de Penitencia de Nuestro Padre Santo Domingo, para instrucc:idn, wo 'Y gobierno de los Hermanos 'Y Hermanas del Tercer Hdbito de la villa 'Y Corte de Madrid ... en la Imprenta de Francisco Xavier Carda. Debemos una fotocopia del ejemplar existente cn la bibliotcca conven· lUal de San Esteban de Salamanca a la gendlcza del M.R. P. Prior Fray Pcdro Arenillas. O.P.

gún otro motivo pareció éste al biógrafo, por asentarse en fundadas conjeturas de contemporáneos fntimos del artista. Dicha afirmación se apoya por otra parte en una tradición oral del monasterio de Madres Carmelitas que afinna que la novia o pretendida de Campeche entró como religiosa de coro y a ella se debe la serie de pinturas del mismo que conserva la Comunidad4 • A todos estos motivos o conjeturas más o menos fundados viene a responder a estas fechas un testigo de excepción, de esos que en la historia -grande o pequeña- se levantan alguna vez para hacer ofr su voz. Este testigo es María Josefa Jordán y Marqués, madre de José Campeche, que en su testamento de 28 de noviembre de 1801 nos ha dejado un retrato moral de su hijo que revela todo lo que la modestia del artista calló, pues en sustancia lo confirman sus hermanas en el pedimento de 1809 G. Uno a uno va enhebrando los motivos reales de la abnegación de su hijo José sobre quien recayeron ya en vida de su padre, las cargas totales de sostenimiento de la fami· Iia y especialmente una vez muerto Tomás Campeche, aparte las deudas, que también satisfizo, la manutención de los ocho hijos de Laureana y de Juana sus hermanas. Por tratarse de un documento de tanto valor enlre las escasas fuentes manuscritas referentes a Campeche, lo publicamos en su integridad, seguros de que ayudará con su carácter explicito a demostrar que no procedia Tapia llevado de una beata admiración por el artista al llamarle, citando a un contemporáneo, no sólo buen pintor sino, lo que es más. hombre bueno.

". Nodcia comunicada por la R. Madre Cruz del Santlsimo Sacramcnto cn el año 1956.

5. Ver Tapia. O.C .• páginas llS-"2.

11. Página 79 del Manual citalio.

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Testamento de María Josefa Jordán· En el nombre de Dios todo Poderoso Amén.

yo.

MARíA JOSEFA JORDÁN. VIUDA, VECINA DE ESTA

Ciudad. hija lexitima de Mathias y de Maria Marques. hallándome de avanzada edad y con achaques habituales. más en mi entero juicio. memoria y entendimiento natural. Con el justo fin de disponer. como por derecho. me es permitido. de mis bienes. antes que me vea reducida a cama y acometida de algún accidente que me lo impida. y con el de tratar en los últimos instantes de mi vida del único negocio y más importan. te que es el de mi salvación: Protesto ante todas cosas, y con la más constante voluntad confieso, que creo en el altísimo e inefable Misterio de la beatísima Trinidad, Padre, Hijo, y Espiritu Santo. tres personas distintas y un solo Dios verdadero y en todos los demás Misterios que cree. tiene. predica y enseña Nuestra Santa Madre Iglesia Católica Apostólica Romana. que es la que profeso como la única y verdadera en que puede salvarse el hombre. en cuya buena fe he vivido, y protesto entregar mi alma en los bra· zos de la Divina Providencia; confieso igualmente que he abusado muchísimas veces del carácter de cris· tiana, y manifiesto a Dios y a los hombres mi arre· pentimiento. con la confianza de que el Señor perdonará mis pecados por mi Señor Jesucristo, el único que solamente puede satisfacer a la Divina Justicia, como lo ha hecho por mí y por todo el mundo. En este firme concepto y verdadera creencia, encomiendo mi alma a Dios que la crió a su imagen y semejanza. y encargo a todos rueguen por eIJa para que sea libre en el día del Juicio. Mando: Que mi cuerpo sea sepultado en el Convento de Santo Domingo de. esta Ciudad, y como tercera que soy de su Venerable Orden Tercera, se amortaje con su santo hábito, Je acompañen la Cruz de la Parroquia. Cura, Sacristán y cuatro acompaña· dos; y asistan ambas comunidades, Dominga y Será· fica. . . . .. presente que debe como tercera que soy ... de no al siguiente día y las tres Misas de Alma. Mando: se diga un novenario de Misas siguiente al día de mi entierro, una a la Santísima Trinidad. otra a la Santisima Virgen del Rosario. otra a la de Belén, otra a la de Dolores, otra a la del Carmen, otra a Nuestro Padre Santo Domingo, otra al Angel de mi g"lIarda y otra a las Animas del Purgatorio. y su limosna se pague de mis bienes. Lego a las mandas • (Archivo general de Puerto Rico. Sección de Protocolo. Gregario Sandoval. IBOI. Folios 304v. a 3(7).

forzosas y acostumbradas medio. real a cada una por una sola vez, con lo que las aparto de JJlis bienes. Declaro por mis bienes la parte de casa en que habito, la cual me correspondió por muerte de mi ma· rido; y que el todo de dicha casa esta gravada con un capital de quinientos pesos a favor del Convento de Santo Domingo de esta Ciudad. Declaro por mis bienes una esclava negra nombrada Francisca y un hijo de esta nombrado Juan. las prendas de oro y plata y muebles que manifiesten mis hijas Luda y María Loreto. Declaro que fui casada y velada según orden de Nuestra Santa Madre Iglesia con Tomás Campeche y que de este matrimonio hemos tenido por hijos, además de los muertos de tierna edad, siete, que son Mi· guel, Juana, Laureana. Ignacio. José, Lucia y María Loreto. Declaro: que muerto mi marido, se hizo inventario t:xtra.judicial de todos los bienes que quedaron, los que se tasaron por peritos y se hizo la cuenta divisoria, con la adjudicación que correspondía a cada interesado. Mando se esté y pase por todo y que con respecto a que mi hijo José no recibió el todo de la gracia de quinientos pesos que le señaló su padre en remuneración de los muchos beneficios que de él habia recibido a cuyos ..... servicios no me ha faltado hasta el presente, procurando además darme gusto de mantener a su calor a los seis hijos menores de mi hija Juana, y a dos de la La~reana, es mi voluntad, que, ya que no tengo bienes con qué poder compensarle tantos beneficios, se adjudique a dicho mi hijo José en la casa la mejora de tercio y quinto que abajo dejo declarado. Declaro: que mi hijo José ha satisfecho a los tres herederos de juan de Riva Frecha los noventa y un pesos cinco reales que les quedó debiendo mi difunto esposo por cláusula de su testa· mento, como consla de recibos. Declaro: que las deudas que dejó mi marido Tomás Campeche constantes de una relación y de recibos que Jo acreditan, también fueron pagadas por el ci· tado mi hijo José. Lo declaro para que conste, y de que en su adjudicación patern'a se le abonaron. Declaro: que con motivo de mi ancianidad y achaques con que he adolecido desde julio de mil sete· cientos ochenta que murió mi marido. me he ido siempre inutilizando sin haber podido agenciar para el preciso alimento y vestido con las dos hijas doncellas que me quedaron y que esta necesidad la continuó socorriendo mi hijo José, con la conformidad que lo hada en vida de su padre, con cuyo trabajo personal ha podido conservar mi vida, vestirme con


las referidas mis hijas, pues de cuenta de José ha corrido todo el sostenimiento de la casa, el pago anual de los tributos, médicos y boticas con las enfermedades ocurrentes. Como me hallo agradecida al peren· ne servicio de tan buen hijo, le mejoro en el tercio y quinto de los cortos bienes que se encontraren pertenecerme en el día de mi fallecimiento. Declaro, que estando para arruinarse el lugar común de la casa y que por. . . .. José... a su debida composición ... abonarfa su importe, lo que así cum tengo en mi poder; [ma]ndo que una que sea . Mando: que por mi muerte, mis hijas Luda y [María LoretoJ que están a mi abrigo, cuanto esté de su parte no se separen de mi hijo José, al que rue· go encarecidamente las mantenga a su sombra con la misma unión, desi"terés y hermandad que lo hizo en tiempo de su padre y le ha [obser] vado en los veintiún años de mi viudez, en la confianza de que ya que no he podido remunerarle, deberá esperar en Nuestro Señor que le bendiga y prospere sus días por la misericordia que ha obrado con sus Padres, con sus hermanas y hermanos que lo han necesitado y con los miserables huérfanos mis Nietos. Nombro por mis albaceas testamentarios a mis hijos José en primeras e Ignacio en segundas, quienes harán inventario extra-judicial de los bienes que quedaren por mi muerte, formarán cuentas divisorias, tasados que sean por Peritos que elegirán a mi nombre y harán las respec· tivas adjudicaciones con la paz y armonía que siem· pre se ha observado en casa, entregándose a mi hijo José las partes que correspondan a los hijos menores huérfanos de Juan de Anola y Juana mi hija, supuesto que ha de correr de su cuenta el alimento y vestido de ellos con la misma caridad que hasta el.presente y para el cumplimiento de este encargo les prorrogo el término que necesiten, sino fuere suficiente el año {at,tI 1Ie1 albaceazgo.

Instituyo por mis UOlCOS y universales herederos de mis bienes, acciones, derechos y restituciones que por cualesquiera causa o vía me puedan tocar y pero tenecer, a mis siete hijos legítimos Miguel, Juana, Laureana, Ignacio, José, Luda y Loreto como que lo son del matrimonio que celebré con Tomás Campe. che como dejo declarado a fin de que los gocen y dis· fruten con la bendición de Dios y la mfa en paz y justicia. y por el presente revoco y anulo cualesquiera otro testamento, o determinación que haya hecho de pa· labra o por escrito, por ser el que quiero valga por mi última deliberada voluntad, en aquella vía y foro ma que más haya lugar en derecho y al efecto lo otorgo ante el infrascrito escribano y testigos en ésta muy noble y muy leal Ciudad de San Juan Bautista de Puerto Rico a los veintiocho días del mes de noviembre de mil ochocientos y un años, y no lo firmo por no saberlo hacer, mas a mi ruego lo hace uno de los testigos, que lo son presentes y vecinos, Mateo Arguinzones, sargento primero de Milicias agregadas al Real Cuerpo de Artillería. Juan de la Puerta y Matheo oe - ochenta Luis Delgado = emdo = oe ente teng." setecientos v.e A ruego de la otorgante y como testigo Mateo Arguinzones (rúbrica). y yo el infrascrito Escribano del Rey Nuestro Señor público del número de ésta muy Noble y muy Leal Ciudad, fui presente cuando María Josefa Jordán, a quien doy fe conozco, otorgo el precedente testamento y por no saber firmar lo hizo con ruego Mateo Arguinzones y de ruego de aquélla y mandato lo extendí en este protocolo de mi cargo, signé y firmé como acostumbro, día de su otorgamiento. = (Signo) Gregario Sandoval (Rúbrica)

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NOTA: De acuerdo con la Indole de esta Revista, hemos mo· dernizado IOlalmente la ortografla y pro5Odia del texto.

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Reseñas Bibliográficas

ACkAMONTE, ROIIUTO: Sociologla latinoamericana. 945 pp. Prefacio del autor. 945 pp. Editorial de la Univenidad de Puerto Rico, Rlo Piedras, 196!!. Esta obra no constituye, según el autor, un estudio siste· mático de los sociólogos de la Am~rica Latina, "sino más bien una selección hecha a base de figuras representativas de esta gran región". Algunos de los temas que trata IOn: Sociologla indigenista, doctrina de la americanidad, La pro· blemática social latinoamericana, y La concepción del mundo del apóstol Martl. ALIIORNOZ, AURORA DE: Por la primavera blanca. 51 pp. Insula, Madrid, 196!!. Estampas líricas elaboradas en fina prosa que su autora denomina fabulaciones, y en las que, según los editores "fanta· sla y realidad, sucí'los y recuerdos se confunden y mezclan en bellas páginas tcí'lidas de pocsla". La autora nació en Espafta pero ha residido en Puerto Rico desde su adolescencia y ha desarrollado aqul su labor literaria. ALCAIDE, Jost A.: Victor RojaJ, salvador de doscientas vidas. 281 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona, 196!!. Segunda edición de esta obra acerca de la vida del heroico pescador arecibello del siglo pasado, cuya vida relata el autor de manera viva e intercalando multitud de an~otas. ALONSO, MANUEL A.: El Glbaro. Con prólogo de FranCÍlCO Manrique Cabrera y notas de José Antonio Torres Morales. Dos tomos. Editorial Cultural, Rfo Piedras, 196!!.

1963

Libro que plantea nuevas interpretaciones de penonajes y situaciones de la historia de Puerto Rico y arremete contra criterios que se han venido IOsteniendo tradicionalmente en este terreno. Según el autor, el empefto de identificar 101 destinos de Cuba y Puerto Rico ha sido y ligue siendo funesto para nuestro pafs. ARlULLACA, Z.UDA M.; AYALA GÓMEZ, ROSA SZAJUTZA; Dt.u QUIÑONES, ARCADIO; RIVERA MALAvt, LYDIA: El cuento puerton-iqueño en el siglo XX. Nota preliminar de Luis de Arrigoitfa. 149 pp. Editorial Universitaria, Rfo Piedru, 1965. Se trata de cuatro trabajos sobre Tomás Blanco, José Luis Vivas, Ren~ Marqub y Enrique A. Laguerre, presentadOl por estudiantes del Seminario de Estudios Hispánico. celebrado en la Universidad de Puerto Rico en 1960·61. AWLLACA ToRRtNs, RAFAEL: Memoria de un viaje en el tiempo. Prólogo de Luis Antonio Miranda, 206 pp. Editorial Club de la Prensa, San Juan, 196!!. Veintiun ensayOl IObre la cultura en Greda, ltaUa y Espalla. a trava de los cuales se realiza una valiosa incunlón en la historia y el arte de la antigüedad y se trata de hallar siempre, en sus manifestaciones, una definición de 10 humano. La obra fue premiada por el Instituto de Literatura Puertorri· qucí'la. ARROYO, EsTEBAN C.: Anotaciones llricas. Prólogo de Carlos Orama Padilla. 74 pp. Colección Silla de Guilarte de la Edi· torial Cordillera, San Juan, 196!!.

Nueva edición de nuestro clásico del siglo XIX, ya reim· preso, en 1949, por el Colegio Hostos. Trae tambi~ las notas introductorias escritas en 1884 por don Salvador Brau.

Poemas inspirados en diversos motivos, que incluyen temas de raíz clásica y composiciones descriptivas de 06cios tales como los del albaftil, el electricista, el plomero y el pintor. En otros el autor trata con ironla costumbres y actitudes actuales del puertorriquefio. Predominan el soneto y la d~cima.

ANDRtU IGt.ESIAs, CtsAR; BELAVAL, EMILIO S., MtNDEZ BAU.ESTEJl, MANUEL: Teatro Puertorriqueño, 1!!9 pp. Instituto de Cultura Puertorriqueí'la. San Juan, lOO!!.

BACUt, JAIME: Glosario de Biologia animal (revisado) 288 pp. Centro Regional de Ayuda Tttnica, Mbico, 1965.

Recoge este volumen las tres obras dramáticas representadas en el Quinto Festivai de Teatro Puertorriqueí'lo auspiciado por el Instituto de Cultura: Tiempo muerto, drama campesino de Manuel M~ndez Ballester; Circe o el amor, "fana del mito y la historia", de Emilio S. Belaval, y El inciso H. de Cwr Andr~u Iglesias. Se incluyen tambim fotografías e información sobre las presentaciones realizadas por los Ballets de San Juan en el mismo Festival. AllANA Saro, SALvA1Joa. Cuba)' Puerto Rico no son... o la ellfermedad de Cuba. !!4!! pp. Luis D. Parct, editor. San Juan, 196!!.

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El autor ha preparado esta obra "teniendo en cuenta única

y exclusivamente la dificultad que afrontan los jóvenes de Puerto Rico de no poder adquirir tambi~n sus conocimientos tttnicos en el idioma vernáculo" y agrega que el glosario se ha preparado "tomando el inglés por guión, ya que es en inglés que se cursa dicha asignatura". nAUZÁ, GUII.LEJlMO: Con los bralos abiertos. 120 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona. 196!!. Poemas sencillos, cn que las varianles de un estado de apeo tencia amorosa trenzan sentimientos de soledad. abandono y descngaí'lo.


BAUZÁ, GUILLERMO: Don Cristóbal. 104 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona, 1963. Drama en tres actos que plantea la lucha entre materialismo y espiritualidad y el conflicto entre la tradición puertorriquei\a y modos de vida que vienen de afuera. Es la primera obra dramática del autor. BAUZÁ, GUILLERMO: Pidas inconclusas (Novela de ambiente Universitario) 157 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona, 1963. Describe esta novela, protagonizada por estudiantes, aspectos de la vida en la Universidad de Puerto Rico. Las caracteriza· ciones y el desarrollo de la trama se confunden con especula. ciones sobre la misión de la Universidad, el valor de los deportes y otros temas pol1ticos y sociales. BELAVAL, EMILIO S.: Circe o el amor (farsa platónica en tres actos). 155 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona, 1963. A travl!s de un acercamiento irónico al mito de Circe el autor presenta una farsa de ambiente puertorriquedo que revela su concepto del amor como algo ajeno a categorlas racionales. La acción se desenvuelve en un plano que confunde realidad y fantasla y los diálogos tienen una fuerte carga p~' tica que contribuye a crear una densa atmósfera simbólica. Desde otra vertiente la obra recoge la ambivalencia entre la debilidad por lo mundano y la aspiraciÓn a lo ideal, tan caracteristica de la naturaleza humana. BELAVAL, EMILIO S.: Cuentos de la plaza fuerte. 104 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona, 1965. De la historia, la leyenda, la tradición, surge la materia de estas narraciones que a veces alcanzan un plano donde mundo real y mundo fantástico entra en fácil consorcio. Hay una gran fuerza dl:$CÓptiva de ambiente, penonaje y situaciones en estos seis relatos, que discurren en las calles del antiguo San Juan. La obra fue premiada por el Instituto de Literatura Puertorriqueda. BERNAOLA, PEDRO: Brechas. Prólogo de Emilio S. ~elaval. 81 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona, 1965. Un anhelo de purificación cuaja como obra de arte en estos sonelos, en cuya redondez fonual queda ubicada impecablemente cada fase del angustioso estado espiritual del poeta. BLANCO, TOMÁS: Letras para música, 80 pp. Ateneo puertorriquedo, 196!!. El distinguido ensayista Tomás Blanco se revela como poeta en estas "letras" para música: Tres estro/as de amor para soprano (música de Pablo Casals) , Letra para una cantata, Tragedia arcaica y Cancioncita siluestre (música de jack Delano) ; Sones de la tierra, La música por dentro (aires sueltos) y Los espejos (temas para orquesta). Cada letra va acompadada de indicaciones, gulas y temarios. BOSCH, Jo5t M.: Puerto Rico (Un pueblo en superación). 80 pp. San Juan, 1%!I. Partiendo de un concepto geográfico de la Isla, el autor desarrolla el tema de Puerto Rico desde el punto de vista del coloniaje durante la dominaciÓn espai\ola y más tarde como dependencia de los Estados Unidos. En varios capItulas trata sobre el desarrollo del pals en los últimos adoso BRASCHI, WILFIlEDO: Cuatro caminos. Prólogo de Samuel GiIi Gaya. 2!!7 pp. Ediciones Juan Ponce de León, 1965. En estas 62 crónicas de viajes por Europa 51: inspira el autor en paisajes, expresiones populares, aspectos de la vida y la cultura y modalidades de la conducta humana, alcanzando un

plano donde periodismo y literatura entran en fecundo maridaje. y donde las observaciones rebotan en nociones de arte. literatura y filosoffa. El libro fue premiado por el Instituto de Literatura Puertorriquefia. CAt.DER6N, HIJO, ALVARO: La filiación en Puerto Rico. 149 pp. Publicado por Editorial Cultural, Múieo, D. F., para el Colegio de abogados de Puerto Rico, 1965. Exposición de orden enteramente legal que cubre desde 131 Leyes de Toro, promulgadas en 1505, hasta el presente. Absteni~ndose deliberadamente de consideraciones de caclcter filosófico o religioso. el autor considera que todavla no es posible ,'alorizar debidamente el efecto social de la disposición constitucional que equipara a todos los hijos ante la ley Y las consecuencias que este enfoque liberal plantea a la familia legitima. CALDERÓN 1..usEN, ENIUQUE: Mi canción de la uerdad sencilla. Prologo de Domingo Rosado. 85 pp. Imprenta Azteca, México, 1963. El hombre y su destino, el amor, la fe, la patria y el folklore son los temas que aborda este poemario, con el cual dice el prologuista que el autor "describe su historia y su propia biografía". CÁMARA DE REPIlESENTANTES DE PUERTO RIco: Ernesto Ramos Antonini, un hombre del pueblo. Honras póstumas a su me· maria. 515 pp. Imprenta del Departamento de Hacienda, San Juan, 1965. Recoge este volumen datos biográficos del ilustre orador

y polltico, presidente que fue de la Cámara de Representantes, y las resoluciones, discursos, articulas y testimonios de duelo hechos con motivo de su muerte. El libro lleva una introducción de N~stor Rigual, Secretario de la Cámara. CANCEL NECR6N, RAMÓN: Intrascendencias. Prologada por una carta, a manera de introducción, por Juan Manuel Garda Passalacqua. 66 pp. San Juan, 196!!. A través de lo que podrfa denominarse videtas de lo absurdo, el autor se propuso encamar en esta obra lo que ~l llama "producto y retrato de un devastador ambiente intras· cel1dental". Son pequei\os cuadros que reeogen juegos de ingenio con citas de atrafios episodios y de aforismos mediante los cuales segdn el prologuista el autor "busca dellCSperadamente su propia naturaleza, pero esconde la profunda y seria bÚl· queda tras una cortina de irrelevancia y bufonería". CINTRÓN CAIUJENA, WILF1tEDO: Peste erótica. 2:1 pp. Publicación de Arcadia Puertorriquefta, Caguas, Puerto Rico, 196!!. Presentación antológica con que el autor quiere: ilustrar la evolución del tema erótico desde los tiempos blblicos hasta boyo Incluye muestras atribuidas a Salomón, Safo y Ovidio y resume el cultivo de este tema en la poesla de Ammca, destacando a los poetas ,puertorriquedos. CORIlETJER, JUAN ANTONIO: FutuTO sin falla. Mito, realidad, antillan/a. 199 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona, 1965. Atribuye el autor las convulsiones de hoy a la "tremenda de la naturaleza" y profetiza el estado multinacional antillano. Considera que la clave de la unidad antillana es el problema agrario.

dial~ctica

CRUZ y NIEVES, ANTONIO: Cuentos. 199 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona, 1965. Los doce relatos que integran este libro dl:$CÓben. dentro de una atmósfera de escepticismo, los divenos aspectos del conflicto que las complicaciones de la vida moderna producen en las vidas humanas.

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CUCHf COu., IsABI!1.: La familia de ]wto Malgenio. 121 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona, 1965. Sirve de tema a esta comedia el proceso de adaptación al medio nc:oyorkino de una familia tfpica de emigrantes puertorriqueños. La autora subraya el sentido de humor que no abandona al puertorriquefto aón en medio de las mayores vicisitudes.

cuando se libraba en Puerto Rico la batalla enue la nueva

y la vieja poesla: romántico.pamaaianos y modemistal. Tanto este volumen como los anteriores se enriquecen con reproduc· ciones facsimilares de las portada de edidones anteriores. GERMÁN: Desde el fondo del f'tcho (Poemas: 1944-1963) Prólogo de Francisco Lluch Mora. no pp. Poc::sla puertorriquefia (Colección Rodadero), 1965.

DELGADO PASAPERA,

CHIESA DE PtJU:z, CARMEN: Pr/ncipe (autobiografla -de un perro) . Prólogo de Maria Teresa Babln, l1ustraciones de Jaime Rojas Pucini. Editorial Cordillera, San Juan, 1965.

Tres lemas cultiva esta poesfa: la patria, el amor y Dios, y a esta clasificaci6n corresponden en general las tres secciona del libro.

Mediante la descripci6n de los episodios dolorosos acaecidos a un perro llamado Prfncipe, la autora intenta buscar '''la explicación de los males que aquejan al mundo social en que estamos instalados". La narraci6n se desarrolla en un alto plano simbólico.

Dl.u VALCÁRCEL, EMwo: Proceso en diciembre. Narraciones. 148 pp. Ediciones Taurua, Madrid, 1965.

DÁVILA LEDESMA, SILVtA: Frwlerlas de una turista. 260 pp. Editorial Cordillera, San juan, 1965. Recoge la aUlora en esta obra las experiencias de viajes realizados por diveI'!Os pafses europeos y del Mediterr.ineo, dedicando una secci6n a las impresiones recibidas en la Cuba de: Fidel Castro. DÁVILA, VIRCIUO: Aromas del terruño. Con una vilieta biográ. fica y una nota crldea de: Cesáreo Rosa Nieves. 145 pp. Quinta edición, Edhorial Cordillera, San Juan, 1965. Obra "por donde desfilan coplas, d~cimas, JOnetos, poemas veI'!Olibristas, romances, elc:' y que, en opinión del prolo. guista, constituye uno de los libros del autor más destacados en "el área de la puertorriquetl.idad est~tiea". DÁvtLA, VIRCILlO: Patria. Precedido de una Nota crItica de Cesáreo Rosa Nieves y del Prólogo a la primera edición (1905) de Matfas González Garda. 145 pp. Segunda edición. Editorial Cordillera, San juan, 196!!. Primicia p~tica del autor, es este libro "como antologfa de motivos varios, pero todos vinculados intimamente con el temario de la tierra puertorriquefta". DÁVILA, VIRCIUO: Pueblito de antes. Lleva una crItica de Cesáreo Rosa Nieves y el trabajo "Visión de un pueblito de antes en la poética de Virgilio Dávila", por Emilio S. Belaval. 87 pp. Cuarta edición. Editorial Cordillera, San juan, 1965. Como su tItulo indica, el libro constituye: un repertorio de poemas (todos JOnetos) descriptivos de la vida cotidiana en un pueblo tipico puertorriquelio del ,Htimo tercio del siglo pasado. Contiene un a~ndice en que figura la traducción al ingl~ de varios de los JOnetos, hecha por el poeta Jo~ Antonio Dávila, hijo del autor. DÁVILA, VtRCIUO: Un libro para mis nietos. Nota crItica de: Cesáreo Rosa Nieves. Segunda edición. 126 pp. Editorial Coro dillera, San Juan, 1965. Comprende este volumen poemas inspirados en variedad de motivos que el autor escribió expresamente para los nidos o, como dice el prologuista "pensando profundamente en los ninos". VIRCILlO DÁVltoA. Viviendo y amando. Nota crItica de Cesáreo Rosa Nieves. Prólogo de la primera edición, por Romualdo Real. 128 pp. Segunda edición. Editorial Cordillera, San Juan, lOO!. Las poeslas que se recogen en este volumen -sel'iala Rosa Nieves - fueron redactadas entre 1907 y 1912, "precisamente

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La participación de soldados puertorriqueftos en la guerra de Corea, en que: el autor combatió, constituyó una experiencia que ~I mismo aprovecha para convertirla en materia de IUI ficciones, presentando el impacto disolvente de la guerra en el mecanismo psicológico del acr humano.

Dlu DE ANDINO, JUAN: Desde mi rascacielo. Notas biográficas por Josefa Cuadrado. 512 pp. San Juan, 1965. Recopilación de artlculos sobre diversos temas publicados en El Mundo y El Imparcial desde 1960 a 1962. En casi todos ellos está presente: la in~enci6n pedagógica. FEBUS, SIXTO: Die: de mis cuentos (Memoria de mi pueblo) Editorial Cordillera, San juan, 1965. Experiencias de la niñez, anécdotas peI'!Onales y leyendas populares de Corozal conllÍluyen la materia de estos relatos, en que domina el prop6sito moralizador. FELICIANO FABIlA, MARIANO A.: Horacio Quiroga, narrador americano. Prólogo de Concha Melmdez. 205 pp. Editorial Cor· dillera, San Juan, lOO!!. Este trabajo fue presentado como tesis para optar al grado de doctor en filoJOfla y letras en la Universidad de Madrid. Además de estudiar la vida y la obra del cuentista uruguayo, presenta un panorama del cuento hispanoamericano hasta el modernismo. FELlCtANO MENPOZA, EsnR: Nanas de la adolescencia. Dibujos de Carlos MarichaI. 98 pp. Yaurel, San Juan, 1965. Paesla de alta calidad simbólica con que la autora mani· fiesta los goces, la aprehensi6n y la nostalgia que le produce el ver convertirse en adolesa:ntes a sus hijos. FONFRIAS, ERNESTO JUAN: Mlstica y realidad dellengwtje. 2:1 pp. Editorial Club de la Prensa, San Juan, 1965. Explica el autor el concepto del idioma, citando a tratadistas como Charles BaIly, Karl Vossler y Amado AlonJO, y pasa a describir el estado del idioma vernáculo de Puerto Rico, sujeto a influencias adversas, para concluir que Puerto Rico se perpetuará en su idioma. FONFllIAS, ERNESTO JUAN: Rai: y espiga. 512 pp. Editorial Colenda. Madrid, 1965. Novela de tema y ambiente puertorriquefto cuyos peI'!Onajes se aferran a la tierra como medio de salvarse y salvar 10 identidad. Obtuvo en España el premio Pedro Antonio de Alarcón. FOkASTlERI, MARINÉ!: Crucificado. Lithograph, San Juan, 1965.

Imprenta

Puerto

Rico

Cuaderno de paesla depuradamente religiosa, este opdsculo es 1.. primera obra lilemria de la autora.


GARelA Rlos, MIGUEl.: Aquellos Tiempos. 95 pp. Cooperativa de Artes Grificaa Romualdo Real, San Juan, 196!!.

El amor. el paisaje PUerlorriquefto y Dios oon.tituyen lOi temas de elta colección, primer obra en verso de la autora.

El contenido de este poemario aparece diatribuido bajo los subtltulos Alas 'Y cumbres, Latigazos, Ldgrimas 'Y carcajadas.

GULLóN, R1C1.IlDO: De Gaya al arte abstracto. 211 pp. Edidonel La Torre, Universidad de Puerto Rico, 196!.

GAUDIER, MAIlTIN: Gt:nealogias puertorríqut:ñas (partidas de bautismo y biografias). 655 pp. Espafia, 196!.

"Porque lo bello es siempre asombroso, sorprendente, lCria absurdo suponer que lo que es sorprendente es siempre beUo:' Estas palabras definen la posición del autor como aitico del arte moderno. arte que en este libro enjuicia tomando como punto de partida a Goya.

Este volumen es la continuación de un primer tomo, publicado en 1957, en que el autor recogió datos genealógicos de 200 familias de Mayagüez y pueblos limitrofes. Incluye familias de 79 pueblos de Puerto Rico. GAUDIEll DAPENA, Jost A.: Trayectoria del pt:nS4mit:nto liberal puertorriqueño en el siglo XIX. 150 pp. Instituto de Cultura Puertorriquefta, San Juan, 196!. La tradición liberal de Puerto Rico le inicia con las ges. tiones constitucionalistas de don Ramón Power y culmina con el posibilismo de Luis Muftoz Rivera, pero, según el autor, las luchas puertorriqueftas del siglo XIX, no fueron eficaces para lograr, la definitiva liberalización de nuestro r~men poUtico.

GAyA DE GAIleIA, MAIlIA CIWTINA: Ra/x y cielo (poemas). Prologo de Cesáreo Rosa Nieves. Ediciones Rumbos, Barcelona, 1963. Composiciones inspiradas en la muerte, el tiempo, el paisaje y el recuerdo, en las que asoma un leve pantelsmo y la visión de la muerte como liberación. GAYA NuÑo, J. A.: La pintura y la Urica de Cristóbal Ruix. 110 pp. lIuurado. Prólogo de Federico de Onls. Ediciones Juan Ponee de León, San Juan, 1965. El distinguido pintor español que residió y trabajó durante muchos años en Puerto Rico es objeto de este estudio del critico J. A. Gaya Nuño, quien recientemente pasó una tempo· rada en el pals. El libro comprende una antología de comentarios y una bibliografla mlnima sobre la obra del pintor.

JtMtNEZ DE BUBOSA, FaANCU: Cantos del alma. 5! pp. Su Juan. 196!!.

La autora trata de dar forma ~tica a lIUS sentimientos religiosos. manifestados a veces como evocación de la nlAa, y otras en forma de plegaria.

Psicolog/a de la lechlT4. 2U pp. Editorial Cultura, México, 196!.

JIMtNEZ HERNÁNDEZ, ADoLFO:

SegUndo tomo de una serie cuyo primer volumen le tituló El niño y la lectura (1952). En la presente obra le ofrece una exposición descriptiva e integral de la psicologia de la lectura con referencias a los campos de la fisiologla, la neurología, la lingülstica, la filosofía y otras zonas del saber. JOGLAR CACHO, MANUEL: Soliloquies 01 Laxarw (Soliloquios de Ldulro). Introducción de Federico de Onll. Traducción (al inglés) de: Helen Wohl Patterson. 21 pp. Ediciones Juan Ponce de León, San Juan. 1965. Primera edición bilingüe de este poemario, cuya primera edición en espaftol lleva la fecha de 1956. Tomando a Lázaro como slmbolo. la obra ofrece una visión del ser humano frente al enigma de IU existencia. LABUTHE, PWIlO JUAN: Gabriela Mistral; cómo la conoel yo y Cinco poemas. 47 pp. Editorial Campos. San Juan, 196!!.

GtlGEL POLANCO, VICENTE: Ba;o el signo de Géminis. Poemas de ayer y hoy. 98 pp. Imprenta Venezuela. San Juan, 1965.

Comprende este libro una conferencia dictada por el autor en el Institulo de. Cultura Hispánica de Madrid y cinco poema en que resalta el amor a Espal'la.

Esta colección de poemas viene a ler como una recapitula. ción de la trayectoria del poeta en su contacto con las cosas de este mundo y del esfuerzo realizado por convertir ese contacto en un impulso hacia la eternidad.

LAGUEJlRE, ENRIQUE A.: Obras completas (segundo tomo) . Insti· tuto de Cultura Puertorriquefta. San Juan, 1965.

GIL DE LAMo\.DRID PADILLA, JESÓS (Simplicio): Remanso Urico. Con prólogo de José S. Alegria y una biografía minima por Julio Solo Ramos. Portada de Filardi. 87 pp. Imprenta Soltero, (Santurce) S3n Juan, 1963. Paesla cuyo clima romántico no impide el recurso atemperador que vuelve a la realidad mediante la nota de ironla. sarcasmo o mordacidad. GONlÁLEl CAIIIIÓ, ALFONSO: Orlo (cuaderno poemaTio) • Prologo de Cesáreo Rosa Nieves 111 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona, 19611. Pertenecen estos versos. según el prologuista, a la est~tica rubendariana o generación modernista de Puerto Rico. ya hace muchos lustros rezagada. GOTAY, MODESTO: Dichos y hecho!. 156 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona, 1965. Conjunto que incluye estampas, recuerdos, datos, poemas. dichos y hechos. GUE'·o\.1lA CASTAÑEIRA, JOSEFINo\.: Siembra. Prologo de Ramón Zapata Acosta. Epilogo de Juan Enrique: Colberg y Jaime Arias n. (San Juan). 19611.

Comprende este volumen las novelas La resaca, Los dedos de la mano y La ceiba en el tiesto. El primer tomo fue publicado en 1962. LAGUEJUU:, ENRIQUE A.: La responsabilidad de un prolesor uni· versitario. 18 pp. I,mprenta Soltero (Santurce) San Juan, 1965. Esta publicación recoge el discurso pronunciado por el autor en la tercera asamblea ordinaria de la Asociación de Profesores Universitarios. LÁZA.1l0, ANGEL: Semblan%lJS y ensayos. Prologo de Roberto Benftez Rexach. Ediciones del Colegio Regional de Humacao, Universidad de Puerto Rico. 196!!.

Serie de ensayos sobre literatura y literatos espa1loles. Incluye dos trabajos acerca de Ru~ Darlo y Gabriela Mistral. LOMAR, MARTHA (Maria López de Victoria de Reus) : Silabario de espuma. Segunda edición. 87 pp. Colecdón Silla de Guilarte, Editorial Cordillera. San Juan, 196!!. Treinta y un cantos precedidos por un "motivo" y cerrados por un "broche" componen este poemario, en que la autora revive los dlas de su infancia junto a las playas del mar Caribe. La primera edición fue publicada en 1951.

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1.oN.u, M.uTRA (Maria Upn de Victoria de Reos): Yejex Squnda edición. 88 pp. Colección Silla de Gullarte, Editorial CordilIera, San Juan, 1965.

..onMD.

Compuesta tambi~ en la juventud (la primera edición es de 1951), esta obra, en contraste con Silabario de e..puma, es la visión idealizada que la autora hace de IU futura vejez, vejez que evoca en el pasado horas de amor y episodios de la vida familiar. Lópu; SUIUA, VIOLETA: Poema.s de CdncorlJ. 76 pp. Ediciones Juan Ponce de León, San Juan, 1965.

La autora nos da en este nuevo poemario una visión del cayo denominado la Cáncora, escenario marino de IU adolescencia. Las natal principales son la soledad y una melancolla IOmbreada por la ausencia. Lópu SUIUA, VIOLETA: Re..urrt:Cción de Eurldice. Portada de Vela Zanetti. 66 pp. Ediciones Juan Ponce de León, San Juan, 1965.

El mito clásico de Orfeo y Eurldice aparece en esta obra transfundido en vivencias diarias de la autora. LO"DA, ANA MAaiA: AntologllJ de jo..é de ]e..ús Dominguex. 66 pp. Ediciones del Ateneo Puertorriqucno, San Juan, 1965. En CIte nuevo cuaderno de la IIt:rie que publica el Ateneo Puertorriquef\o, la profesora Ana Maria Losada recoge y prologa algunos de los mejores poemas del precursor del modernismo en Puerto Rico. LLoatNs T01UlD, LuIS: J'oce.. de lo clJmpana mlJyor. Prólogo de Juan Garela Duros. Segunda Edición. Editorial Cultural, Rlo Piedras, Puerto Rico, 1965. Se que el analiza ideario

reproduce en esta edición el prologo de la primera, en amigo y compaftero del ilustre poeta puertorriquefto la poesla de L1or~ns y ofrece algunas ideas sobre su estl!tico.

MACHUCA, JULIO: MlJr Chiquito. 170 pp. Editorial Club de la Prensa, San Juan, 1965. El autor de MlJrco.. Orellana (1941) ofrece en Cite libro otra novela de tema puertorriquef\o cuya acción lit: centra principalmente en el balneario de Mar Chiquita, en Manatí. MAaQuts, RENÉ: La carreta (drama en tres actoa). Prologo de Maria Teresa Babln. 172 pp. Editorial Cultural, Rlo Piedras, Puerto Rico, 1965. Es bta la tercera edición de una de las más celebradas producciones de la dramaturgia puenorriqueña, obra que plantea el desplazamiento de una familia puertorriquefla del campo al arrabal urbano y de allf a la urbe neoyorquina, con todos los conflictos emocionales y sociales que plantea el abandono de la propia tierra. M.uQuts, RENt: Purificación en la calle del Cri..to y Los ..oles trunco... 77 pp. Editorial Cultural, Rlo Piedras, Puerto Rico, 1965. Representan eUas obras dos modalidades de la misma creación literaria. Purificación en la calte del Cristo, la original, es un cuento publicado por primera vez en la Revista del Instituto de Cultura Puertorriquefla (octubre.diciembre 1958). Los ..oles truncos, su adaptación como comedia trágica (2 actos), fue estrenada en el Teatro Tapia de San Juan el 5 de mayo de 1958 en el primero de los Festivales anuales de Teatro del Instituto de Cultura Puenorriquei\a. MARRERO NUÑEZ, JULIO: Cuento.. del Castillo del Morro. 244 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona, 1965.

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Colección de episodiDJ legendarioe o de rall hiltórica que tuvieron por escenario el Castillo de San Felipe del Morro en San Juan. Una de IUS constantes CI el ambiente de miaterio, presagio y alucinación. La obra fue premiada por el Instituto de Literatura PUerlorriquefta. MELÉNDEZ MUÑOl, MIGuu,: El jibaro del ..iglo XIX 156 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona, 1965. Colección de ensayos sobre el carácter del jlbaro puertorriquefto, IU psicología, instituciones lOCial-econ6micas (el a~­ go) y su participación en movimientos de lndole poUtlm y económico. MELÉNDEZ MUÑOl, MIGUu.: Un profano en el Ateneo Puertorriqueño. Prologo de Margot Arce de Vázquez. Notas introductorias de Antonio Paniagua Picaza. 151 pp. Editorial Campoa, San Juan, 196!. Se rel1nen en este libro conferencias, discursos y laudos dictados por el autor durante su Incumbencia como Presidente del Ateneo Puertorriquefto, para la dl!cada del 40.

MEIÍNDEZ MuÑoz, MIGUEL: Uno oración en Montebello. 151 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona. 1965. Colección de discursos pronunciados en diferentes I!pocas y ocasiones, sobre temas sociales y cfvicos. MELLADO, RAMÓN: Puerto Rico 'Y Occidente (ensayo..). 170 pp. M~xiro, 1963. El autor lit: propone precisar algunos amceptol sobre el hombre puertorriquef\o, su sociedad, cultura y educación. MORALES, JORGE LUIS: jornada precisa. 88 pp. Ediciones Juan Ponce de León, San Juan, 1965. En esle pocmario expresa el autor su jubilo por haber escogido el camino de la creación como misión en su tránsito por Cite mundo. MURILLO, ANTONIO E.: Sonelinos, madrigales, y .lonetas. Prologo de Cesáreo Rosa Nieves. Carta, a manera de prologo, por Virgilio Dávila. El poeta Murillo, por E. Domlngue.t Torres. Segunda edición. 119 pp. Editorial Cordillera, San Juan, 1965.

Es marada la influencia de Darlo en este pocmario, de corte eminente modernista, que fUe publiado por primera vez en 1928. El autor murió en 1951. DRAMA PADILLA, C.: Po..tal de tierra adentro (El hombre 'Y t:I paisaje). Prólogo de Laura Gallego. 212 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona, 1963. Estampas escritas con gracia y soltura en las que el autor nos ofrece sus estampas del mundo jíbaro, a la vez que plantea algunos aspectos dcl conflicto de culturas en Puerto Rico. Se incluyen descripciones de tipos populares pueblerinos y ICID· blanzas de algunos puertorriqueftos ilustres. ORTlZ STELU, CRUZ: Eleg/a. !2 pp. Ediciones Borinquen, San Juan, 1965. Utilizando la d~cima, nuestra forma estrofica nacional, el autor canta e1eg/acamente la desaparición de su amigo y compañero legislador don Ernesto Ramos Antonini. OTERO, Bus DE: Es/o no es un libro. Con un poema, a manera de prólogo, de Rafael Alberti. 180 pp. Editorial Universitaria, Rlo Piedras, 1965.

El autor, poeta espaftol, ha querido revelarse en su pura dimensión de hombre. La soledad, el tiempo, el dolor y aun las cosas m.u simples de la realidad, se incorporan a esta poes/a. I;stableclcndo el di:llogo entre el poeta y el mundo.


PASAU1.L, EMILIO J.: Con;unto bo•• Barcelona. 1965.

lit~ario.

168 pp. Ediciones Rum-

Ubro que recoge cuento•• leyendu, enuyos, pocslu y daIDI hi.tóricoa, y se inspira en propósitos morales, sociológicos. y folkJóricoa. pl!JtL\ ROSELLÓ, PEDRO LtllS: Ensayos de historia del Derecho.

82 pp. Ponce. 1965.

Cinco enlayos en que se discuten lemu clásims del derecho romano, estableci~ndose comparaciones entre sus instituciones y lu del derecho anglosajón. En el tercer ensayo (En tomo al fUeTO de albedr/o) el autor mantiene la tesis de que de no haberse producido la recepción del derecho canónico-romanista. Espatia tendrla hoy dla un sistema jurídico muy semejante al sistema angloamericano del Common law. pl!JtL\ RosELLÓ, PEDRO LuIS: La promesa de los lirios. 106 pp.

Imprenta Aldecoa. Burgos. 1965. Compone esle libro un conjunto de poemu escritos entre los aftos de 1920 a 1925. cuando el autor era un adolescente. Pbu VEGA, JOSÉ A.: Manual de investigaciones criminales. Editorial Cordillera. San Juan. 1965. El autor. director de una escuela de investigadores y de una agencia de detectives privados. ha escrito este libro con el fin de proporcionar a los principiantes un manual para el estudio de lu. témicas de investigación criminal. QUiNTIllO Rl\MOS, AN(;EL M.: El m~cado de valores. Prologo de H«tor Alvarez Silva. 555 pp. EdiIDrial Univenitaria, Univer· sidad de Puerto Rico, Rlo Piedru. 1965.

En el presente el primer libro en espatiol que se publica en Puerto Rico sobre este tema. pues los trabajos previos de Sol Luis Descartes y Biaggio Di Venuti se publicaron en inglés. Rl\MIIlEZ DE AIlEUANo, J.: JI~sos 'J plumas. Prólogo de Angela González. 81 pp. Arecibo, Puerto Rico. 1965. Colección de versos ligeros y simples y de breves trabajos en prosa. inspirados en gran parte en el recuerdo de personu y lugares de Arecibo y de San Sebutioin del Pepino. Rl\Mfau DE AIlEUANO DE: NOVA, OWA: Mar de poes/a. Edicio· nes Juan Ponce de León. San Juan, 1965. Contribuye la autora con este nuevo conjunto de poesfal a ensanchar su rica producción literaria, integrada por más de diez tftulos, en su mayor parte en verso. RENTAS LUChS, EU(;EI'Ilo: Salmos en la aurora. Prólogo de Monellsa Una P~rez Marchand. 84 pp. Editorial Yaurel. San Juan. 1965. La poetización de la plegaria alcanza en este libro alta dignidad literaria. La obra fue premiada por el InstitUID de Literatura Puertorriquefl.a.

REyES CARcIA, IsMhl:L: Frandsco Mariano Quiñones: vida 'Y obra. 128 pp. Ediciones Borinquen. San Juan. 1965. Es el primer libro sistemático que se escribe sobre la vida y obra del prócer sangermense don Franci5c0 Mariano Quiñones. Abunda en dalas interesantes sobre su trayectoria poUtica y literaria. RIIIEIL\ CHEVIlEMONT, EVARI5TO: Punto final. Poemas del sueño y de In lIIuerte. A modo de prólogo aparean tres trabajos de Aurora de Albornoz. Concha Meléndez y Francisco Matos Paoli. 113 pp. San Juan. 1965.

El tema de este libro es la conhontación con la muerte y el anaia por la presencia de Dios, elementos dominantes en la poética de Ribera Chevremont. La obra fue premiada por el Instituto de Literatura Puertorriquefl.a. RIVEIL\ UNDRÓN, FUNCl5CO: Cifra 'J signo. Prosa ensayfatIca. 159 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona. 1965. Conjunto de quince trabajos sobre temu filosófims y morales y crItica literaria. Domina sw páginu una constante preocupación religiosa. RJVElL\ LANDIlÓN, FUNCUCO: El refugio (novela puertorriqueña) 145 pp. Ediciones Rumbos. Barcelona. 1965. Describe esta novela costumbres. hábitos y actitudes de los agricultores puertorriqueños. planteando problemal que afectan su vida. RODRíGUEZ MOULES, LUJ5 M.: El drbol vidrioso (Tentativa de: drama en dos actos) . 95 pp. Ediciones Rumbos, Barcelona. 1965. La acción de la obra se desarrolla en ambiente campe. sino. sirviendo su trama y sus personajes para destacar algunos rugos del carácter nacional puertorriqueño y manifestar el esfuerzo constante que frente a factores adversos lupone su conservación. RODRIGUEZ RAMOS, MANUEL: Casos 'Y notas de d~echos reales. Segunda edición. revisada y ampliada. 514 pp. Editorial Universitaria. Universidad de Puerto Rico, Río Piedru. Sostiene el autor que la negación del precedente como fuente de derechos en el sistema de Derecho Civil es más bien teórica que real. En consecuencia. defiende el m~todo de lec· tura y discusión de casos en la enseftanza del Derecho. advirtiendo quc no sigue totalmente el metodo Laugdell. RoSA. NtEVES, CEsÁREO: El mar ba;ó de la montaña. Prólogo de Félix Franco Oppenheimer. 122 pp. Editorial Yaurel. San Juan. 1963. Primera de una 5c:rie de tres novelas de tesis social. que representan una nueva modalidad en la obra del poeta. crítico literario e historiador Rosa Nieves. RÚA PEDRO JUAN: Tañendo en alto (22 movimientos en un poemario). Prólogo de Alfredo Margenat. 92 pp. Editorial Cam· pos. San Juan. 1965. Es el primer libro del autor. estudiante universitario. Las poeslas que integran el volumen pueden agruparse en tres zonu: lu que representan un afán definitorio de 1I mismo; las de combate externo y lu de tema amoroso. SEDA BONlUA, EDWIN: Los deTechos dviles en la cultura pu~to· rriqueña. 144 pp. Editorial Universitaria. Río Piedru, 1965. El autor discute el estado de los derechos civiles en diversos sectores poblacionales del pals. Aborda el tema del prejuicio racial y discute la manera como nuestro pueblo percibe la organización y el funcionamiento de los derechos civiles en las instituciones políticas. El libro fue premiado PQr el Instituto de Literatura Puertorriquefta. Su.ÁS ORTIZ. DOMINCO: Canlos y cuentos. 262 pp. Oficina de Información y Publicaciones del Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas. Mayagüez. 1965. La obra comprende dos partes, una constituida por poemal. y la segunda por cuentos, algunos de los que habían sido publicados anteriormente en la Revista Colegial.

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SILÁS ORTJZ, DOMINCO: José Pablo, el precursor (Historia de una vida). 199 pp. Oficina de Información y Publicaciones del Colegio de Agricultura y Artes Meclnicaa. MayagUez, 1965. Biografla del escritor puertorriquefto don Jo~ Pablo Morales. Incluye un capitulo titulado trasfondo documental y una selección de trabajos del biografiado. SILVA DE MuÑoz, ROSITA: Antologia puutorriqueña. Segunda edición. Prólogo de Federico de OnEs. 256 pp. Madrid. 1965. Comprende veintilr& cuentoS de diversos autores y

~pocas.

SILVA DE MuÑoz, ROSITA: El cdntico de Asis. Segunda edición. 125 pp. Madrid, 1965. Trece trabajos sobre el tema del amor presentados en forma de estampas. relatos y notas subjetivas que traducen un profundo sentido rc:ligioso de la vida. SOTO RAMOS, JULIO: Cumbre y remanso. Prólogo de Cesáreo Rosa Nieves, Editorial Cordillera, Barcelona, 1965. Ubro dedicado al estudio de algunos escritores y artistas puertorriquei'los, entre ellos J~ l. Quintón, Ferdinand R. Cestero y Guillermo V. Cintrón. Incluye dos trabajos sobre JO&é Asunción Silva y Hermenegildo Martln·Borro. TOLUNeHl, EsTEIIAN: Primo vere y El hijo. 100 pp. Munich, Alemania. 1965. Estas dos novelas cortas son las primeras publicaciones del autor. El hi¡o fue escrita en Munich, Alemania, donde cunaba estudios, y Primo vere en Puerto Rico. pero ambas son de ambiente puertorriquefto. TORO y CUEIlAS, EJllluo: Margaritas y otras poes/as. Prólogo tic Cesárco Rosa Nic\'cs. 1999 pp. Editorial Campos, San Juan. 1963. Esta pllhlic;lción póSluma reúne composiciones cscritas en

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diversas épocas de su vida por el que fue durante muchOl aftas Juez Presidente del Tribunal Supremo de Puerto Rico. Aunque agrupadas en tres secciones (1895·1900; 1895·1896 Y 1892-1~6) ninguno de estos versos trasciende la atmósfera romántica. TORRES ROSADO. FtLlx JUAN: Gólgota. Microandlüis banano· vista. 142 pp. Yaurel, San Juan, 1965. En ésta, su primera novela. el autor planle:a el problema de la bondad de Judas, que se convierte en slmbelo de incom· prensión. Según su tesis acaso Judas fue el m:ls idealista ul como más apasionado de los disclpulos. VILI.ARONDA, GIIILLEltMO: La canción sembrada (con la fiesta de Bambulat! y otros poemas de Puuto Rico). 105 pp. Editorial Club de la Prensa. San Juan. 1965. Versos de temas boricuas escritos por un poeta cubano re· siden te en Puerto Rico. ZAPATA ACOSTA, RAMÓN: Espejos y figuras (poemas). Prólogo de Francisco L1uch Mora. 87 pp. Ediciones Rumbos. Barcelona, 1963. Con este nuevo poemario Zapata Acosta realiza lo que puede considerane como el registro de una lúcida vúión de cosas esenciales. En este sentido su. poemas emparentan con los de otras obras publicadas este afto: Punto final. de Ribera Chevremont, y Jornada precisa, de Jorge Luis Moralca. ZAVAl.A, IRIS M.: Unamuno y su teatro de conciencia. 217 pp. Univenidad de Salamanca, 1965. En esta obra, su tesis para optar al grado de doctora en filosofía y letras en la Universidad de Salamanca, la autora, a través de un riguroso método de investigación y anlilisis enjuicia las obras de teatro y expone la teorla dramática de Unamuno como la mejor forma de "sacar un Unamuno vivo, en lucha consigo mismo y con los demás". El libro fue premiado por el JllstitulU de Literatura Puenorriqucfta.


Se termin贸 de imprimir nta KVUta el dla I de no",iemb~ de 1965 en le. Tal1era

de Arln Criticas del DepanamOlto de Instrucci贸n P煤blica, ~n Juan. P. R.



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