REVISTA del INSTITUTO de CULTURA PUERTORRIQUEÑA ,... ~
ANTROPOLOGIA HISTORIA LITERATURA
ARTES PUmCAS TEATRO MOSICA ARQUITECTURA
JULIO - SEPTIEMBRE, 1964
San Juan de Puerto Rico
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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES Guillenno Silva, Presidente Enrique Laguerre - Aurelio Tió - Teodoro Vidal Arturo Santana - Esteban Padilla - Wilfredo Braschi
Director Ejecutivo - Ricardo E. Alegría Apartado 4184
SAN JUAN DE PUERTO RICO
AÑO VII
1964
NúM. 24
JUUO - SEPTIEMBRE
SUMARIO
Un ensayo breve sobre la personalidad puertorriqueña por Miguel Meléndez Muñoz ... ... ... ... ... ...
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Hostos y Martí, universales por Anita Arroyo ...
4
El Gíbaro en la capital por Manuel Alonso
12
Fajardo, Ceiba, Naguabo por José Emilio González
15
Antonio Valero de Bernabé, prócer americano por Jorge Quintana ... ... ... ... ... ... ...
20
Nueva ojeada a la poesia de José P.H. Hernández por Jorge Luis Porras Cruz ... ... ... ... ... ...... 28 Exposición de Marcos Irizarry ... ... ... ... ... ...... 31 La preocupación por Puerto Rico en las novelas de Enrique A. Laguerre por Carlos Gómez del Prado ... ... ... ... 34 Breve relación de la literatura puertorriqueña por Cesáreo Rosa-Nieves ... ... ... ... ... ... ... 40
Exposición de carteles ... ... ... ... ... '" ...
o o o
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48
Observaciones criticas a algunos puertorriqueños y americanismos que figuran en los Diccionarios de la Real Academia por Wáshington Lloréns ... o.. ... 51 0.0
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El Gobernador Baldrich y su reforma (1870-1871) por José Guillén ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 56
SEPARATA DE ARTE:
Escudo de Puerto Rico Otorgado el 8 de noviembre de 1.511 por los Reyes Don Fernando II de Aragón, el Católico, y su hija Doña Juana de Castilla.
PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA Director: Ricardo E. Alegría Ilustraciones de Carlos Maríchal, Lorenzo Homar y M. Rodríguez Fotografías de Conrad Eiger, Jorge Santana y Jorge Díana
IMPRESO EN LOS TALLERES DE ARTES GRAFICAS "EDICIONES RVMBOS" RAMBLAS. 23 - BARCELONA ESPAÑA
COLABORADORES
MIGUEL MELÉNDEZ MUÑoz, natural de Ca_ yey, ha consagrado su vida al estudio e in.. terpretación de Ja clase campesina puertorriqueña, con propósitos sociales y literarios. Sobre el tema del jíbaro ha publicado numerosos artículos, dispersos en re.. vistas y periódicos y varias ob:-as de carácter costumbrista y sociológico. Entre ellas señalaremos las tituladas Estado social del campesino puertorriqueño (1916), Cuentos del Cedro (1936) y Cuentos de la Carretera Central (1941). En 1960 fue premiado con la Medalla de Oro del Instituto de Cultura Puertorriqueña, y recientemen· te el mismo Instituto publicó sus Obras Completas (1964).
A ITA ARRoyo DE HERNÁNDEZ. doctora en Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana, ha profesado cátedras de Histo. ria de la Literatura Hispanoamericana en dicha Universidad y en la Nacional Autónoma de México. Tiene a su habe::- una larga labor en el periodismo de Cuba, don. de ocupó el cargo de presidenta del Ly_ ceum de La Habana y fue secretaria de varios patronatos culturales y cívicos. Es autora de diversas antologías de cuentos hispanoamericanos y del libro Raza y pasión de Sor Juana Inés de la Cruz.
A. ALONSO nació en Caguas. Hizo sus estudios secundarios en el Seminario Conciliar de San Ildefonso, en San Juan, y se doctoró de medicina en la Unive:"sidad de Barcelona. Fue uno de los jóvenes puertorriqueños que en la Ciudad Condal editaron el libro titulado Album puertorri_ rriqueño, primera obra importante de nuestra literatura. Ejerció por muchos años su !p~ofesión primero en Galicia y luego en Madrid, a la vez que colaboraba en la prensa propagando la implantación de reformas liberales en Puerto Rico. A los cincuenta años regresó a su patria, donde continuó su actividad profesional, literaria y política. Militó en el partido Liberal Reformista y durante algún tiempo fue director del periódico El Agente. En sus últimos años desempeñó la dt"ección del Asilo de Beneficencia. Como escritor cultivó los estudios de costumbres, dedicándole gran atención a la vida del campesino puertorriqueño. Sus trabajos Jiterarios se hallan recogidos en el libro titulado El Gibara, del que se han hecho varias ediciones.
MANUEL
JORGE LUIS PORRAS CRUZ nació en Ciales pero se crió en Manatí. Estudió en la Uni. versidad de Puerto Rico y en la de Madrid, pe:-o la guerra civil española inte_ rrumpió sus estudios en este centro, obligándole a regresar a su patria. En 1947 obtuvo la Maestría en Artes en la Universidad de Harvard, donde se especializó en filología románica, pasando entonces a en_ señar en la Universidad de Puerto Rico, donde profesa una cátedra de Español. En 1950 se recibió de doctor en Let:-as de la Universidad de México. Ha publicado numerosos ensayos y artículos de crítica literatura y lingüística en periódicos y revistas del país y del extranjero y es coautor de varios libros de lectura y de anto_ logías de poesía puertorriqueña utilizados como texto en las escuelas de Puerto Rico y otras naciones.
CESÁREO ROSA-NIEVES nació en Cayey. En 1944 se recibió de doctor en filosofía y le. tras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Poeta, ensayista, dramaturgo y crítico litera::io, ha publicado varias obras de poesía y proyectado en su producción teatral temas de la historia y el folklore puertorriqueños. Entre sus obras en prosa y en verso figuran: La poesía en Puerto Rico: estudio crítico.histórico del verso puertorriqueño (1943), La lámpara del faro (1957), Tierra y lamento (1957), Siete ca.. minos en luna de sueños, del mismo año e Historia panorámica de la literatura puertorriqueña (1963). También ha compi. lado y anotado el Aguinaldo lírico de la poesía puertorriqueña, antología en tres tomos (1957). Pertenece al claustro de la Universidad de Puerto Rico.
JOSÉ EMILIO GONZÁLEZ nació en Nueva York pero recibió su instrucción prfmaria y secundaria en Pue::-to Rico. Bachiller en Artes de la Universidad de Puerto Rico (1940) y Maestro en Artes de la de Bastan (1941), realizó luego estudios superiores de Filosofía y Sociología en las Universidades de Chicago, Columbia y California del Sur. Ha ejercido cátedras de Lengua y Literatura Española en la Universidad de Princeton y de Ciencias Sociales en la de Puer_ to Rico, donde es actualmente profesor de Humanidades. Ha publicado numerosos poemas y trabajos de ctitica literaria en la prensa diaria y revistas de cultura y es autor de los poemarios Profecía de Puerto Rico (1954) y Cántico mortal a Julia de Burgos (1956).
JORGE QUINTANA RODRíGUEZ. Conocido periodista cubano, fue por muchos años jefe de la sección de historia de la revista Bohemia, y desempeñó los cargos de jefe del departamento de investigaciones históricas del Archivo Nacional de Cuba y director del mismo Archivo, en que fundó la Escuela de Archiveros. Fue varias veces decano del Colegio Provincial de Periodistas de la Habana. Por sus trabajos sobre historia de la medicina en Cuba fue condecorado con la Orden de Carlos Finlay. En 1959 la Sociedad Interamericana de Prensa le confirió el Premio Mergenthaler por su defensa de la libertad de Cuba bajo la dictadura de Batista. Además de numerosas colaboraciones sobre temas históricos en periódicos y revistas ha publicado el volumen titulado José Martí en el Archivo Nacional y el primer tomo de la obra Indice de extranjeros en el Ejército Libertador de Cuba (1952). Actualmente es subdirector de la edición internacional de Bohemia Libre y reside en Caracas.
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\ CARLOS GÓMEZ DEL PRADO nacIO en San Juan. Ha pasado la mayor parte de su vida en los Estados Unidos, en cuya Universidad de California del Sur obtuvo el Bachillerato en Artes. Realizó estudios en laS' universidades de París, Montpellier, Dijon y Perusa, y en la de Madrid se doctoró en Filosofía y Letras. Desde el año 1962 explica literatura española e hispano americana en la Universidad de Carolina del Norte. Ha publicado el poemario Dos voces a la luz y al viento (1959) y el estudio crítico Manuel Gutiérrez Nájera: vida y obra (1964) y es coautor, junto con Juan A. Calvo, de algunos textos escolares. También ha publicado varios trabajos literarios en la revista Hispania.
WÁSHINGTON LLORÉNS nació en Ponee. Aunque su profesión es la de químico farmacéutico, desde muy joven ha cultivado la crítica literaria, el cuento y el ensayo. Como editorialista de la revista Alma La. tina recibió en 1957 un premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña. Junto con esta tarea desempeña en la actualidad la de directo~ de la Revista Farmacéutica. El licenciado Lloréns es miembro de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Es_ pañola y correspondiente de la Real Academia de la Lengua. Ha publicado las obras: Críticas profanas (1936), Un intruso en el jardín de Academo, La décimoctava edición del diccionario de la Academia y El español en Puerto Rico (las tres últimas aparecidas en 1957).
JORGE GUILLÉN SELFA, licenciado en filosofía y letras, es profesor becario adjunto de historia en la Escuela Normal de Madrid y archivero interino en el Palacio de Justicia de la misma ciudad.
Un ensayo breve sobre la personalidad puertorriqueña * Por MIGUEL
EN
TODO ESTUDIO PROFUNDO Y EXHAUSTIVO, O EN EL mero y simple ensayo que se realice para ana· lizar y definir la personalidad puertorriqueña hay que partir de la primera base finisecular: El gibara, del doctor Alonso. Enjuiciado por todos los críticos y comentaristas que se han ocupado de este libro como la primera obra «costumbrista- de nuestra literatura, ese juicio permanece fijo, inalterable entre la gente letrada de nuestro País. Y ese mismo concepto final se ha continuado transmitiendo a todas las generaciones que han sucedido a su autor. Así el doctor Manuel Alonso es nuestro primer escritor clásico y «costumbrista•• Si prescindimos de esta apreciación, convencional y acomodaticia, ¡qué fácil, placentero y revelador es descubrir rasgos, perfiles y contornos logrados de la personalidad puertorriqueña, bajo el estrato «costumbrista. que utiliza el autor graciosamente y, a veces, con triste ironía. Cuando el doctor Alonso recoge en su obra con fina intuición y donosa intención las actividades del jíbaro que trabaja, canta, baila, se divierte, se lleva su hembra a caballo o se casa por la iglesia; que cree en brujos, hechiceros y curanderos, el escritor se despoja de su investidura literaria «costumbrista-. Y surge el sociólogo que nos ofrece, con lúcida claridad, las características del puertorriqueño de su época; y el cómo se manifestó, actuó y reaccionó la personalidad puertorriqueña. Pero el doctor Alon· so es, además, un fino y perspicaz sicólogo que nos revela, bajo el velo sutil de su costumbrismo, el alma del puertorriqueño con su profundo acento telúrico. El día que se desvista a El gibara de su ropaje «cosfumbrista» habrá que reconocer y acre-
* LeIdo por su Ilutor en la Quinta Asamblca General de los Centros Culturales celebrada en el Instituto de Cultura Put:rtorrl· queilll, en Slln JUlln, el dla 21 de febrero de 1%5.
MEL~NDEZ
MuÑoz
ditar al doctor Alonso los primeros atisbos, las primeras tentativas logradas para fijar los contornos de nuestra personalidad. ¿Qué representa, qué significa el jíbaro en sentido demográfico cuando el doctor Alonso publica su obra? Es el 80% de nuestra población, confinado, geográficamente en barrios aislados de sus pueblos respectivos, sin más comunicación que pésimos caminos vecinales, intransitables en los períodos esta· cionales de lluvias. Socialmente se halla en la misma proporción del resto de nuestra población en aquel tiempo. Políticamente... no hablemos, porque no cuenta si no es contribuyente, no importa que sea analfabeto. Pero, con excepción del grupo limitado de profesionales, burócratas y clase castrense residentes en la Capital y en otras ciudades de secundaria importancia populosa, ¿qué son los comerciantes, industriales «nativos» y obreros, vecinos de los pueblos del interior y del litoral de la Isla? Pues... son individuos que saben leer y escribir -aunque leen muy poco-; jíbaros semiletrados con un ligero barniz social que en muchos aspectos de su conducta actúan y reaccionan como sus coterráneos campesinos. Pero con mayor malicia y más picardía. No hay que buscar solamente en el cultivo de las bellas artes por ilustres puertorriqueños los factores que van integrando la personalidad puertorriqueña a través del transcurso del tiempo. Polí· ticos, historiadores, hombres de ciencia contribuyen a modelarla, a imprimirle las características diferenciales que habrán de constituirla, tras largos años de decantación hasta plasmar su presencia. Los historiadores -mencionemos sólo a Fray Irugo Abbad, Salvador Brau, doctor Coll y Toste, Navarrete, Angel Paniagua y Cruz Monc1ova-, al estudiar y desen· trañar los orígenes de la colonización y población de nuestra Isla, cimentan los primeros lineamien· tos y el desarrollo creciente de nuestra cultura. An· 1
tropólogos como el doctor Agustín Stahl, el mismo " Coil y Toste y el doctor Zeno Gandía, estudian yanalizan al .hombre puertorriqueño». En sentido político sería prolijo e interminable aun resumir cuánto laboraron, cuánto padecieron y sufrieron en sus vi· das y haciendas los puertorriqueños que lucharon por la consecución de los derechos civiles y un trato igual a los súbditos de la Monarquía española para los habitantes de esta colonia, mantenida en la ignorancia -analfabetismo- y explotada por un sistema semifeudal de producción agraria. El año 1894 publica el doctor Manuel Zeno Gandía La Charca, su primera novela, que es, asimismo, la primera novela puertorriqueña. La crítica de su época no le fue del todo favorable. Tomás Carrión Maduro, polígrafo, conferenciante y orador de fácil y amena palabra, le niega todo valor en una serie de artículos publicados en la prensa y recopilados, más tarde, en su obra Ten con ten. Han de transcurrir muchos años para que se aprecie la primera novela puertorriqueña sin prejuicios, sin parcialidades y con amplio criterio justiciero. Lo hará Samuel R. Quiñones en su ensayo Zeno Gandla y la novela puertorriqueña. Zeno Gandía subtitula La Charca .Crónica de un mundo enfermo». El autor es médico. Pulsa, ausculta y examina a su pueblo y lo halla enfermo. Su enfermedad es sicosomática. Del cuerpo y del alma. y nos ofrece en su obra la vivisección del cuerpo social puertorriqueño en un momento dado de la existencia de nuestro pueblo. Las enfermedades corporales endémicas, cróni· cas y las raras morales existen en la mayoría del cuerpo social puertorriqueño -campesinado-. no porque éste se las haya procurado, goce y se refoci· le con su indeseable y maligna tenencia, sino por· que son consubstanciales con el estado político, social, económico y educativo que regimenta su vida: la colonia. Ausencia de servicios públicos elementales, instrucción pública, limitada en pequeña escala a las zonas urbanas, pésimos sistemas de comunicación entre los barrios, densamente poblados y los pueblos, casi presuntuosas aldeas. Y explotación del labriego en jornadas de trabajo agotadoras con salarios de hambre. Este fue el cuadro sombrío que tuvo ante su visión de hombre de ciencia y novelista, nuestro doctor Zeno Gandía. Y logró trasladarlo con su ambiente social, con toda la belleza contrastante de sus paisajes y con la existencia de los seres que actúan en tan maravilloso escenario en La Charca, discutida ayer, incomprensible ayer, malquerida ayer y apreciada hoy como la primera novela puertorriqueña, con incuestionable prioridad. Si, como venimos sosteniendo, tanto en la época de El gibara (1849·1884), como en la de La Charca 2
(primera edición, año 1894), el campesino integraba el 80% conocido de nuestra población, nuestra pero sonalidad sale mal parada en la novela de Zeno Gandía. De su .mundo» sólo valen, como seres hu. manos conscientes que se destacan sobre la promiscuidad y la amoralidad de los tipos de la obra, el doctor Pintado, el padre Esteban y Juan del Salto. La reacción del doctor Zeno Gandía, igual que la de Luis Muñoz Rivera en sus tercetos de Nulla est redemptio y Antonio S. Pedreira en Insularismo, es la del hombre culto de ideas liberales y progresistas ante la masa amorfa, ignara, tratada y mantenida como gleba servil, que con mayor progreso social y un poco más de cultura cuando se publica la obra de Pedreira, constituía la gran mayoría de nuestra población contemporánea con aquellos dos ilustres varones. Aquellos hombres necesitaban un pueblo para iniciar la cruzada cívica - incruenta, desde luego para que se le concediesen los derechos que les neo gaban... Para que recibiesen los beneficios de la civilización y la cultura crease en su alma ansias de progresivo perfeccionamiento... Pero no había pueblo que pudiera oírlos, ni entenderlos, ni secundarlos en sus empeños redentores y libertarios... Y lo condenaron sin el debido procedimiento de ley. Sin embargo, veintiséis años antes de la publicación de La Charca, en la revolución de Lares, el 23 de septiembre de 1868, un grupo numeroso de ha. bitantes de ese mundo enfermo, vecino de las zonas en que por su posición topográfica, por su aislamiento, por sus condiciones mesológicas, predomi. naban con mayor intensidad las dolencias corporales y las taras síquicas, dirigido y conducido por unos pocos hombres que ansían la libertad de nuestra tierra, «decreta» la independencia de nuestra Patria, declara la guerra al poder colonial consti· tuido en ella, y se bate con las tropas disciplinadas españolas en combates desiguales y suicidas... Movimiento de vívida expresión subversiva que se anticipa al Grito de Yara, lanzado el mismo año por el prócer cubano Carlos Manuel de Céspedes. Aquellos «pálidos» tiñen con el tinte rojo de su sangre enferma la personalidad puertorriqueña en su primera tentativa libertaria. La contribución de sangre del jíbaro a la Revolución de Lares no puede aquilatarse hoy en todo su exacto valor, porque empeñados los que escri· bieron la primera narración de ella en ridiculizarla y menospreciarla, la califican de asonada, sedición abortada, etc., de acuerdo con su criterio conservador, incondicional. Y los puertorriqueños liberales de la época, testigos de aquellos acontecimientos, por causas en que se impusiera su instinto de con· servación - su libertad y su vida sobre su devoción a la verdad, y a su amor a su patria- trataron
también de empequeñecerla, de restarle méritos, de disminuir su acento, de soterrar su intención, de anular y desvirtuar su transcendencia posible en la política futura del país. De estas víctimas la historia que se hizo ha con· servado los nombres. Fueron los héroes de la Revolución en realidad. Para unos, los ilusos, los obcecados o los insensatos. Para otros, los insurrectos, los sediciosos o los traidores. Como quiera que se aprecie su conducta, lo cierto es que vertieron su sangre por una causa que estimaron justa, noble y patriótica. y desde el doctor Alonso, mucho más que -escritor regionalista», como hemos insinuado; desde nuestro primer novelista, el doctor Zeno Gandía, el grupo ilustre de historiadores, escritores, novelistas, poetas y ensayistas que le han sucedido en el tiempo y en el ferviente amor a nuestra Patria, han ve. nido develando nuestra personalidad, enriqueciéndola con su saber y su cultura hasta lograr su definitiva plasmación. ¿Qué somos hoy? Un pueblo diferenciado por su cultura, originada en nuestro patrimonio hispánico, con profundas raíces telúricas. Que se expresa en su español, matizado por cadenciosos modismos, que cree en Dios, ya por medio de diferentes profesiones de fe, que va superando las limitaciones de sus recursos naturales y de sus límites geográficos. Que ha continuado desarrollándose contra el impacto de una civilización distinta de la nuestra, inspirada en su concepto pragmático de la vida - mal llamado filosofía - que si le ha impuesto, ciertas modalidades exóticas en su vida de relación social, de inevitable presión, no han desintegrado todavía totalmente su personalidad, sobreviviente por sus factores defensivos intrínsecos. No obstante, han de contribuir a que se verifiquen profundas transformaciones en su identidad los fenómenos tanto de carácter económico como de condición social politizante que se iniciasen, en acelerado acontecer, a partir del año 1940, como: la transmutación de una economía de exclusiva estructura agrícola en un vasto complejo industrial.
El éxodo, en cotinuo fluir, del campesino hacia las ciudades. La escasez de brazos para ciertas faenas de la agricultura que aún prometen relativos bene· ficios. El crecimiento desorbitado de nuestra población, verdadera hipertrofia demográfica. La progresiva incapacidad económica del Estado para aten· der servicios públicos: instrucción, sanidad, policía, tránsito, delincuencia en sus diferentes manifestaciones. La reincorporación de emigrantes puertorriqueños, atraídos por la publicidad del desarrollo industrial, con toda la viciación adquirida en su contacto con las bajas capas sociales de las grandes ciudades norteamericanas en que residieron: narcomanía, propensiones antisociales, gansterismo, pandillismo, delitos contra la propiedad, delincuencia juvenil, adulteración de nuestro idioma, jerigonza bilingüe, etcétera. Pero esperemos y confiemos en que nuestro pueblo... En tan tristes condiciones emerja incólume y fiel a su inviolable destino, como el Profeta Daniel del antro de los leones, y prosiga su camino...
BIBLIOGRAFIA TOMÁS CARRI6N MADURO. Ten con ten. Tip. la República Española, 1906. -Clásicos Puertorriqueños: Manuel Alonso. El Jibaro. F. Manrique Cabrera y José Antonio Torres•. Ed. Colegio Hostos, 1949. Concha Meléndez. El cuento en la Edad de Asomante, 1945-1955. DOCTORA MARIANA ROBLES DB CARDONA. Búsqueda y ptasmación de nuestra personalidad. Ed. Club de la Prensa, 1958. ANTONIO S. PEDREIRA. Insutf!rismo E. BAP, 1942. SAI\lUEL R QUIÑONES. Temas y letras. Ed. BAP. 1941. MANUEL ZEND GANDíA. La charca. Ed. Instituto de Literatura Puertorriqueña. M. AguiJar Editor. Madrid
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Hostos y Martí, IDliversales Por
AAITA
ARRoyo
I. Hostos. «Hombre útil.» Su eticismo. Apóstol de la dignidad humana.
PARA Mí NO HAY GRANDES HOMBRES. SON «t)TILES»
o
inútiles, y se acabó», afirmó Hostos. Servidor
,supremo de su amada Isla, de las Antillas, de América, de España -la eterna-, del mundo, fue ese omnipresente sentido de servicio el que informó su vida, consagrado, como ciudadano de América y de la humanidad entera, a hacer el bien y propagar la Verdad: .Dadme la verdad y os doy al mun. do. Vosotros, sin la verdad, destrozaréis el mundo; y yo con la verdad, con sólo la verdad, tantas veces reconstruiré el mundo cuantas veces 10 hayáis vosotros destrozado.» Su pasión por el bien y la verdad lo convierten en apóstol, su más alto título entre los muchos que ostenta este gran americano. Su misión de apostolado -todavía no bien comprendida ni apreciada en América- lo hermana a nuestro Martí. Ambos han de ser percibidos como dos grandes hermanos de esa humanidad perfecta con que ambos soñaron en una época en que, como señala Pedro Henríquez Ureña, .florecían los apóstoles genuinos en nuestra América, porque nuestro problema de civilización y barbarie exigía, en quienes lo afrontaban, vocación apostólica. El apóstol corría peligros reales, materiales -y Rostos los sufrió sin cuento-; pe. ro detrás de él estaba en pie, alentándolo y sosteniéndolo, la humanidad de los creyentes en el destino de América como patria de la justicia.• Sociólogo-fiIósofo, Hostos realiza en sí mismo, como hombre y como maestro un ideal de vida que lleva a su obra. Se da en él toda una filosofía práctica. El logro pragmático de un paradigma de conducta que lleva a la realidad. Como el Próspero de Rodó, encarna Hostos ese maestro vertical y horizontalmente profundo que 4
Eugenio M." de Hostos
constituye un modelo y una norma de vida, un programa de acción y un comportamiento ejemplares como individuo y como ciudadano. Los valores morales, la fe en lo mejor y más privativo del ser humano, lo que lo distingue y define como hombre, son los que priman en este apóstol de la dignidad .una de las más altas voces de
la conciencia colectiva en América.. Solamente a este aspecto trascendental de su vida y de su obra de educador, de maestro continental como lo fue Andrés Bello, en varios países de nuestra América, habría que consagrar obras que están todavía por escribirse. Baste aquí recordar que, además de autor de libros corno la Moral Social, que lo consagran definitivamente en este campo, expuso en centenares de artículos y de cartas y en su extraordinario discurso en la investidura de sus primeros discípulos en 1884, su fe inquebrantable en los principios éticos que él no sólo sentía y propagaba sino, sobre todo, encarnaba y ejemplificaba en su vida social y en su vida íntima. Este discurso -que para Antonio Caso es «la obra maestra de pensamiento moral en la América española., y que debieron leer como catecismo laico obligatorio todos los estudiantes de nuestro desunido continente-, resume, además del ideal de su vida, su concepto de la enseñanza como base de reforma espiritual y de mejoramiento social... Libre de todos los «ismos. que tanto daño es-' tm haciendo al mundo, Hostos señala y precisa, científicamente diríamos, los remedios para todos los males que hoy destruyen y atomizan la humanidad. En este sentido el gran crítico dominicano Pedro Henríquez Ureña dice de su maestro: ...«contra cada mal indica un procedimiento regenerador: en este respecto pocos libros contemporáneos hay que contengan tantas enseñanzas provechosas como su Sociologia y su luminosa Moral Social. Los remedios que propone no son los de las teorías socialistas corrientes: la solución de los problemas humanos piensa que la dará siempre, no una revolución, "barrido extemporáneo de basura" -dice Hostos-, sino el conocimiento exacto de las leyes naturales del mundo y de la sociedad, que permitirá determinar la cantidad del bien ya realizado y los mepios del bien por realizar.JI Como cuanto profetizara este maestro previsor, ¡cuánta verdad encierra su criteriol Como que él defendía y trataba de poner en práctica dondequiera que estaba, y su patria era toda la América, eran los eternos valores humanos, éstos seguirán teniendo vigencia siempre. Pero, además, y esto lo hermana a Martí, sus enseñanzas, pese a su carácter universal --eterno-... eran específicamente para el americano y para su patria, para el hombre de este Nuevo Mundo donde se está incubando, pese a todos los contrasentidos y a su agónica mutación, el futuro del mundo. El ideario de Hostos, como el de Martí, es el mejor programa de vida para el hombre y ciudadano de ese continente, y, por encima de ello, para el hombre de toda la humanidad. No en vaso se empeñó Hostos en eformar hombres para la humanidad concreta que es ]a patria y para la patria abstracta es la humanidad.•
El ensayista cubano Medardo Vitier clasificó a Hostos del tipo humano de elos preocupados•. Son los agonistas, en el sentido griego del vocablo, los angustiados... preocupado vivió siempre y en clave de amor -como Martí- y de servicio.
11. Hostos y Marti, apóstoles de la dignidad ltU. mana. Un paralelo entre ambos colosales antillanos demuestra que ambos grandes visionarios americanos coincidieron en su ideología y hasta en su acción misma, en varios extremos. Los dos piensan igual sobre el hombre y su misión ciudadana y universal. Los dos son, antes que nada, grandes eticistas, «preocupados. por la moral individual y social. Los dos sienten y viven en perenne agonía la responsabilidad de su destino histórico. Son dos grandes apasionados del bien, de la verdad y de la justicia. Los dos son apóstoles de la libertad de la patria, no del libertinaje sino de la igualdad de derechos y deberes. Para uno y otro ]0 primero es saber cumplir sencillamente con el deber. Ambos son desinteresados y sólo buscan el bienestar del hombre sobre la tierra, la redención de los humildes y más necesitados. Aman por igual, con infinita ternura, a toda la humanidad. Los dos se sacrifican, no como dijera Martí, en la cruz un día, sino dan el ejemplo de morir en la cruz todos los días, como Cristo es crucificado en su Cuerpo Místico todos los días. El, cubano y el puertorriqueño se indignan por igual ante la injusticia: los sublima la cólera santa de los apóstoles. Los dos rebasan lo puramente intelectual porque las ideas en ellos -como dijera Mañach de las de Martí- «no responden a genuinos procesos reflexivos tanto como a intuiciones e impulsos condicionados por su ser moral. Más intuitivo y apasionado el cubano, con matices sicológicos propios, más exaltado, temperamento más artístico, poeta siempre. Más reflexivo y sereno el puertorriqueño, con un concepto funcional del arte que pone siempre al servicio exclusivo de sus ideales. Pero los dos igualmente centrados en los valores morales, que son las propelas de su acción. Ambos ponen en la obra el corazón entero». Si de Mart! afirma Mañach que «piensa con toda el alma., otro tanto podría decirse de Hostos: los dos dan entero el espíritu perfectamente integrado en un propósito unitario común.
«Primogénitos del Mundo.• Martí y Hostos son dos hombres «íntegros'll. Explicaba Mañach en un curso inolvidable que «una cosa está íntegra cuando se nos muestra completa. sin que le falte nada de lo que constituye su ser
s
José MarU propio, de lo que realiza en ella un particular designio•. Y añadía: «está íntegro lo completo; pero si decimos que algo es íntegro, nos referimos a la aptitud que ciertos seres parecen tener para no "desintegrarse": a cierta cohesión natural que les asegura, mientras viven, la unidad y la plenitud de sí mismos•. Y en ese sentido de constituir espíritus armoniosamente integrados, es en el que hermanan estos dos hombres excepcionales, sintéticos, porque constituyen paradigmas cabales de lo mejor del hombre, del espíritu sublimado por las más al· tas virtudes individuales y ciudadanas. Los dos son vehementes -etimológicamente «vehementes. significa aquel en que da mente quiere». Pensar, para los dos es querer, y los dos quieren lo mismo: la Verdad, el Bien y la Belleza, pero no es abstracto sino realizados esos valores, puestos a funcionar (valores en función), traducidos en justicia para todos sin excepción, libertad de todas las razas y clases sociales, alimento material y espiritual para todos los seres del mundo: felicidad y bienestar para la humanidad entera. Con aquella ingenuidad que nace de lo más hon· do -que no es puerilidad- sino esencia pura arcangélica, ingenuidad de los ángeles, vivieron estos dos hombres de darse, como predicaba Martí, con el ejemplo. Amaron los dos el sacrificio que los lle· va a buscar casi con avidez, hasta la muerte. El
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héroe de Dos Ríos romántica, exaltadamente. El boricua egregio, reflexiva, serenamente cuando embarca con el patriota cubano Francisco Vicente Aguilera en la frustrada aventura de ir a pelear a los campos de Cuba. Espíritus sinceramente «apasionados., que quieren con toda el alma. «Primogénitos del mundo., como fueron llamados por Martí esos seres privilegiados que llevan en sí la entraña misma de lo auténticamente humano, no para atesorarlo egoístamente, sino para darlo sin medida multiplicado mil veces como un verdadero milagro de los panes y los peces. «Abundancia y fulgor», dice Mañach que se dieron espléndidamente en Martí. Abundancia también se dio en el puertorriqueño aunque su fulgor no sea de esencia poética. Generosidad de ambos, la entrega de sus múltiples talentos se unió en un solo propósito: la independencia de Cuba y Puerto Rico, la integración de ambas a la unidad americana de pueblos libres. El héroe de Dos Ríos y el mentor antilhmo que no supo en su Isla, conciben la América entera como una unidad y a las Antillas como una confederación de estados libres y soberanos que convirtieran al mar Caribe, por su cultura y sus altos valores humanos, en centro de civilización del Nuevo Mundo, nuevo mediterráneo americano. Martí y Hostos coincidieron en la unión y confederación antillana, una vez lograda la independencia que los dos procuraron para Cuba y Puerto Rico, siempre unidas por estos dos próceres en su destino histórico. Aunque los criterios de ambos adopten matices diferentes, concuerdan en lo fundamental las dos ideologías antillanas de estos visionarios. Con la independencia de Cuba y Puerto Rico, Martí quiere «asegurar la independencia amenazada de las Antillas y el equilibrio y porvenir de nuestros pueblos en América....; «peleamos en Cuba para asegurar, con la nuestra, la independencia hispanoamericana...• Ve a las Antillas «como tres guardianes de la América cordial y verdadera, que sobrepujará al fin, a la América ambiciosa, las tres Antillas que han de salvarse juntas, o juntas han de perecer, las tres vigías de la América hospitalaria y durable, las tres hermanas que de siglos atrás se vienen cambiando los hijos y enviándose los libertadores, las tres islas aplastadas de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo.• Hostos afirmaba: «mientras más libre de trabas internacionales nazca Cuba tanto mejor para su futura independencia. porque «la mayor desgracia de nuestros pueblos después del tutelaje de España es tener que deber el fondo y forma de la civilización a los pueblos ya formados. La oligarquía es tan fu· nesta para la autonomía de las naciones nuevas o débiles en el gobierno internacional como lo es en el régimen nacional el gobierno de la familia. Y
desgraciadamente, la fatalidad misma de la constitución del derecho de gentes está haciendo que éste, para arraigarse, sostenerse e imponerse, haya instituido una oligarquía de naciones que se han apropiado la dirección internacional del mundo». Con mirada previsora de grandes estadistas, los apóstoles de Puerto Rico y Cuba adelantaron el futuro de este «noble Archipiélago» para que, como dijera Hostos, «haciéndose digno de su destino, sea el fiel de la balanza: ni norte ni sudamericano, antillano: esa es nuestra divisa, y sea ése el propósito de nuestra lucha, tanto la de hoy por la independencia, cuanto la de mañana por la libertad.• Hombres de ideología político-revolucionaria tan coincidentes como Eugenio María de Hostos y José Martí, aunque no se conocieron personalmente, y a pesar del fecundo peregrinaje que uno y otro llevaron a cabo por Europa y América, bogaron por los mismos mares en sus apostolados revolucionarios. En épocas y países diferentes, bregaron por la misma finalidad emancipadora de sus patrias confundidas en una sola. Los itinerarios fueron cronológicamente diferentes, pero idénticos en sus finalidades. Fueron como los dos remos de una misma barca: navegaron juntos y separados toda la vida... y la eternidad los verá, con amplia mirada histórica, impulsando los mismos ideales y dando su vida por ellos. Hasta en el sacrificio de sus talentos y aptitudes son gemelos. Grandes escritores, ambos esgrimen la pluma como armas en la lucha por sus ideas.: los dos ponen la literatura al servicio de la causa común por la que ofrendaron sus vidas. Los dos amaron mucho. Destacar la americaneidad de ambos se hace in· necesario. Es obvia. Lo americano no hay que deslindarlo de sus personalidades ni vidas. Es todo: en cada uno de ellos hombres, cerebro, entraña, sentimiento, conducta, vida y muerte y obra son americanos. Hostos y Martí, como Bolívar y Sarmiento son la misma América, andando. No se puede distinguir entre lo que de ellos es americano y lo que no lo es, del mismo modo que no se puede determinar hasta dónde el arte remedia la vida o es ésta "la que imita al arte. Así y todo, Hostos y Martí -en esencia los mismos valores- nos dan dos expresiones distintas de América, de acuerdo con sus diferentes temperamentos. En el puertorriqueño se acentúa el didacta, el maestro. En el cubano se alza por encima de todo -hasta del revolucionario- el poeta. Creador en todo momento, cuanto alienta en él es nuevo, original. El educador antillano es, por temperamento más sajón que latino. Un poco como Bello y como el cubano Varona, es analítico, reflexivo y sereno y positivamente un pragmático. Martí es más latino: se le salta la impronta personal. Es temperamen· talmente más exaltado, un romántico en lo que de
humano tiene el vocablo, pues también supo ser un positivista. Dijérase un cóndor que se eleva a las alturas y que, al mismo tiempo, deja su garra ensangrentada grabada en la tierra. Martí sangra constantemente por su herida. Dijérase que en su costado cuelga un cala rota•. Es eso, el cala rota» que utiliza él como símbolo del hombre de su época. Pero ella no le impide volar. Lo hace a mayor altura que hombre alguno lo haya hecho. Pero su signo es la agonía. Martí, como Bolívar, es hombre en agonía. Solos los dos, como Cristo, aunque -como El- capaces a la vez, de arrastrar pueblos y hacer de sus cruces respectivas, eternos brazos conductores de la humanidad doliente..• Ni Hostos ni Mart! limitaron su acción al país en que los tocó nacer. Ni siquiera, sintiéndose ciudadanos de América, redujeron a ésta su misión patriótica y docente, orientadora y constructiva de nuevas naciones, sino que los dos hombres universales fueron aún más allá de todo eso, con ser ya mucho: Hostos y Martí fueron apóstoles de la dignidad humana.
rIl.
Hostos intimo:
Hostos vive en la conciencia de todo puertorriqueño, pero sucede que la analítica de su pensamiento no es cosa generalizada, sino de minorías que lo estudian. Así ha podido decir Eugenio Fernández Méndez con toda propiedad que cEl pensamiento social del Eugenio María de Hostos, no ha sido visto todavía en su impresionante magnitud y significación por sus biógrafos, porque Ho~tos no ha tenido aún un exégeta capaz de situarlo en el lugar que le corresponde en el mundo de su lengua y cultura hispánica.» 1 Debemos confesarlo con sinceridad y no es ello una crítica negativa puesto que aconteció por mucho tiempo con Martí en Cuba, sino un deseo sin· cero y ferviente de que el noble pueblo puertorriqueño y la América toda conozcan al mejor y más universal de sus hijos. Hostos es casi un desconocido. En una encuesta que hicimos observamos que no muchos han leido a Hostos. Tarea de todos, puertorriqueños y cubanos, dominicanos, chilenos y ciudadanos de toda la América. a la que él sirvió fecunda y desinteresadamente, estamos en el deber de dar a conocer y divulgar ampliamente la personalidad y la obra de este «benefactor de América. maestro y apóstol de la acción, cuya vida inmaculada y asombrosamente fecunda es un ejemplo verdaderamente superhumano. Jl Quizás sea, como sucedió con Martí, que de tan· to idealizar al héroe se desconozca al hombre. 1. Eugenio Femández nio Maria de HOllos.
M~dez.
El pensamiento lacia' de Euge-
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Martí y Hostos «lwmanizados». La sustitución del penegirismo Urico de antaño (Martí a caballo traspasado por la bala fatal en Dos Ríos, como nos 10 presentaban las litografías), por la biografía ceñida y veraz, nos hizo a Martí más accesible y humano, nos 10 presentó de carne y hueso. La edición de las obras completas por Quesada y Aróstegui, primero, y por Quesada y Miranda, después y biografías como la obra de Ma· ñach; Martl el Apóstolo estudios como el de Fernando de los Ríos, abrieron el camino, dieron a conocer al hombre. Pero el proceso de hacer «popular» a Rostos se está haciendo de la misma manera que sucedió en Cuba con el conocimiento y difusión de la obra de Martí. El examen crítico y valorativo de la producción literaria y el pensamiento de Hostos, pennitirá al mayor número de puertorriqueños penetrar más pro.fundamente en su espíritu. Del mismo modo que en Cuba se crearon varias cátedras y numerosos cursos martianos y en la Uni. versidad de La Habana todos los años se dictaba un curso monográfico sobre Martí, aquí en la Universidad de Puerto Rico, modelo de institución de esta índole en América, se creará, no nos cabe la menor duda, la cátedra de Hostos. Un precursor en este sentido lo fue don Emilio del Toro, presidente de la Corte Suprema de Puerto Rico, quien durante dos años ofreció un curso sobre la obra Moral Social de Hostos, que despertó la vocación de muchos jóvenes estudiantes por el conocimiento de la obra y el pensamiento del gran maestro con· 1inental. Importa, por lo tanto, acercarnos a él, penetrar en su intimidad. Si nos causa asombro la proyec· ción pública de este ciudadano continental, si nos mueve a admiración su variado y hondo saber y su fructífero magisterio en Santo Domingo y en Chile -fundador de la Escuela Normal para maestros en ~l primero y profesor de la Universidad y organizador de muchas de sus actividades culturales en ~l segundo-; si nos convence su prédica constante en la cátedra, el periodismo y la tribuna, mucho más nos conmueve la vida privada de este hombre .que, en el seno familiar, se erigió en singular paradigma de esposo ejemplar y de padre amantísimo. Este aspecto vital e importantísimo para juzgar al hombre integral que fue Hostos, y para llegar a conocerlo a plenitud, ya ha sido estudiado y escrito en una obra singular, llamada a constituir un básico documento vivo para el conocimiento del bombre real, por su hijo Adolfo de Hostos, digno propagador de la obra de su padre. Papá y yo, es el título de la obra inédita cuyas primicias he tenido el privilegio de disfrutar para mi admiración y deleite. Estoy segura de que este libro definitivo para la valoración humana de Hostos, ha de
constituir, no sólo un éxito literario seguro, sino un aporte valiosísimo, que las autoridades educacionales puertorriqueñas serán las primeras en reconocer, a la bibliografía del más universal de los isleños. Quisiera adelantarles algo del encanto de este libro en que se nos presenta al hombre de carne y hueso viviendo el existir cotidiano en el seno de su ejemplar familia a través de los distintos escenarios en que se movió su trashumante hogar; quisiera poder trasmitirles la emoción que sentí al ver, en las breves páginas que me fueron leídas, a un nuevo Hostos, natural y vivo, modelo de compañero para la esposa cubana, de padre tierno y comprensivo para los hijos; de amigo fiel y entrañable para los que tuvieron el privilegio de conocerlo; de hombre, en fin, íntegro de su vida privada y, además, personalidad atractiva, cautivadora, que se ga· naba, a la par que la admiración, la simpatía, el respeto y el cariño de todos.
IV. Ciudadano de América. Pocos hombres han tenido visión tan unitaria del continente americano; eY ya saben cuantos me conocen un poco que defiendo la libertad para todos y que no admito ni excepción ni transacción de ningún género. Con América, con toda América, tengo especiales deberes. Tengo allí pueblos y gobiernos a quienes debo agradecimiento eterno.» Pensador y escritor original, Hostos -como 10 define Pedreira- no es un repetidor vulgar, ni acomodado hábil de lo ajeno, ni abrillantador de piedras opacas, ni chalán que engorda con arsénido el cuartago que va a vender, no. Hostos es pensador original y auténtico. El conoce los problemas sociales e instituciones de América. 2 Treinta y cinco años ausente de su patria, el primer apóstol del evangelio antillano (desde 1863 hasta 1898), su prolongado y fecundo peregrinaJe por América, después de su estancia en'España, por cuya libertad también luchó, y de su paso por los Estados Unidos, lo lleva a visitar Caracas, Bogotá, Cartagena de Indias, Santiago de Chile, Lima, Val· paraíso, Buenos Aires y Río de Janeiro. Reside largos años en Santo Domingo, donde se ubica al fracasar la Guerra de los Diez Años, aplazada la independencia de Cuba, para darle -como dice Henriquez Ureña- eforma nueva» a la lucha de cons· tructor de pueblos que no abandonará jamás. «Se establece en la única Antilla libre, en Santo Domingo, y allí se dedica a formar antillanos para la confederación, la futura patria común, la que debería construirse, «con los fragmentos de patria que tenemos los hijos de este suelo». Educa entonces 2. Antonio S. Pedrelra, Has/os Ciudadano de Amo!rica, SlUl luan, 1932, p4g. 25.
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ESCUDO DE PUERTO RICO Otorgado el 8 de noviembre de 1511 por los Reyes Don Fernando Il de Arag贸n, el Cat贸lico, y su hija Do帽a Juana de Castilla.
SEPARATA DE ARTE DEL NUMERO 24 REVISTA DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUENA Offset R.VMBOS - l'rintcd in Sp3in
maestros que educarán a su vez, después, a todo el pueblo, «hombres de razón y de conciencia»: inauguró en esta parte de América la enseñanza moderna, cuyo núcleo es la ciencia positiva, «allí donde se concebía la cultura dentro de las normas clásicas y escolásticas que sobrevivían de las viejas universidades coloniales; enseñó la moral laica, forjando los espíritus «en el molde austero de la virtud que en la razón se inspira». La obra fue extraordinaria: moral e intelectualmente comparable a la de Bello en Chile, a la de Sarmiento en la Argentina, a la de Giner en España. Sólo el escenario era pequeño.• Luchando a brazo partido contra los prejuicios, contra los que se oponen a la cultura, contra los que desconocen la dignidad humana, después de nueve años, «cansado de la lucha con el mal y con los malos», Hostos marcha a Chile, donde disfrutó al fin de una vida tranquila con su familia durante diez años. Como Bello, Hostos merece el título, que le confirió Santiago de Chile, de hijo ~doptivo de la ciudad. Continuó su obra de reformador de la enseñanza, modernizó planes de estudio, introdujo nuevos métodos, participó de la enseñanza universitaria... Realizó obra de fundador de pueblos. Haciéndole justicia la Comisión Ofi. cial que exploraba el sur de Chile, da su nombre a una de las montañas patagónicas. El primer ferrocarril transandino también lleva su nombre. El boricua, hijo de una isla pequeñita, es hombre cumbre, picacho, montaña. Dondequiera que iba trasladaba -el consulado de las ideas., esa institución del ideal de aquellos caballeros errantes, peregrinos de América que, por los caminos de la proscrip. ción o del exilio, llevaban como único equipaje una fe superior a todo abatimiento y un magisterio de dignidad que los convertía, como a Bello y a Sarmiento y a Montalvo y a Nitre y a Martí y a Merchán, en «verdaderos varones consulares que, bajo cielos extranjeros, decían de una patria ideal de justicia y de una real patria de amor y confrontaban los grandes problemas sociales y politicos de que ambas son solidarias; fueron los voceros de una aspiración continental hacia la unidad de acción, y la hermandad de vida internacional en los pueblos y en los gobiernos para apropiar a la civilización, las sociedades, y al poderío legítimo los Estados». Carlos Arturo Torres en una magistral conferencia leída en la Universidad de Caracas, situaba a Hostos entre los pensadores que chacen de toda la América su patria de elección y a ella consagran los alientos de su vida y la suprema flor de su espíritu.• En la concepción universal idealista de un estado internacional, Hostos ve que los «países realmente llamados a dar el ejemplo del estado internacional son los del Nuevo Continente.ll Hostos no cabe en su Isla, no cabe en país alguno de América. Ella entera, todo el continente, es
su verdadero mundo, el ámbito que le viene a la medida. No en balde dice a su regreso refiriéndose al macrocosmos americano: cYo no tengo patria en el pedazo de tierra en que nació mi cuerpo; pero mi alma se ha hecho de todo el continente americano, una patria intelectual que amo más cuanto más la conozco y compadezco.» Y, como precisamente, compadecía Hostos más a los países que aún permanecían oprimidos bajo el absolutismo colonial, Cuba se convierte en la pequeña patria predilecta, por la que había que dar, conjuntamente con su isla borinqueña, la más urgente batalla. Y como pensamiento y acción fueron para Hostos una misma cosa, el escritor, el pensador, el educador, moralista y sociólogo, el maestro de maestros, se torna en el guerrero que pone su pluma y su brazo al servicio de la causa redentora de la patria her· mana.
V. Pasión cubana de Bostos.
Para salvar da dignidad de Cuba -son sus propias palabras-, que es la dignidad de las Antillas, que es la dignidad de toda América, que es la dignidad de todo el mundo», se lanza el hombre de acción a la palestra. Noten ustedes cómo repite la palabra dignidad y, por triste coincidencia de circunstancias históricas muy parecidas, su mandato cobra hoy una vigencia tan dramática como la que tuvo en su momento. Aunque amó entrañablemente al resto de naciones de nuestro Continente, en muchas de las cuales lo hemos visto realizar obra de fundador, y a todas fue igualmente útil, este gran americano sintió especial predilección por Cuba, como amor de padre hacia su menor hija en desgracia. La libertad de la isla gemela a la suya -única con Puer· to Rico que quedaba bajo el yugo español- se le toma obsesión y para quebrar lanzas por ella re· nuncia a todo: familia, amistades, posiciones, dine· ro, gloria de sabio y de escritor notabilísimo. ¡Hasta a sí mismo renuncial Es para cumplir con esta sagrada misión que se ha impuesto, como máximo e inmediato deber, que se lanza a su largo y fecundo peregrinaje por América, con el único fin de ganar adeptos y recabar medios económicos para conseguir la independencia de Cuba y de su patria, las dos islas bienamadas, la que para él, mayor de las Antillas era, como es hoy, escenario central del drama americano, y la pequeñita, su patria nativa, la que él lleva clavada como un dardo en el alma y de la que exclamará adolorido: da patria, perpetuamente ausente y perpetuamente presente en mi corazón ll ... , las dos son hermanas menores en desgracia hechas una sola en su conciencia y en su sen· sibilidad americanas. Largo sería el relato pormenorizado de sus ges· tiones por la causa emancipadora cubana. Existe 9
todo un grueso volumen publicado por la Colee. ción Histórica Cubana y Americana del Municipio de La Habana, a 1939, con ocasión del primer centenario del nacimiento de nuestro Gran Benefactor, dedicado por entero a las relaciones de Hostos y Cuba. Incontables beneficios que prestó a la patria de Martí. Desde 1870, en que Colombia aprueba un proyecto para auxiliar la independencia de Cuba y Puerto Rico, centra el patriota todas sus activi. dades en torno a nuestra causa. Ya, desde Nueva York, como Martf, había fustigado con la pluma a los opresores, denunciado al mundo el caso de Cuba en las páginas del periódico La Revolución. ,Ya el puertorriqueño - aún desde 1857 - venía laborando y pensando, conjuntamente, por el me. joramiento de las dos Antillas. Primero, dentro de UD régimen autonómico bajo la soberanía de España, cuando concibió la pronto fallida esperan· za de su rectificación; y, después, por la absoluta separación de una y otra isla del dominio español y su constitución en repúblicas soberanas, .buscando siempre la coordinación de esfuerzos en la lucha por la conquista de esos propósitos y la in· teligencia permanente entre uno y otro pueblo una vez que hubiesen alcanzado la independencia.• Ya había sido fundada en Nueva York, desde 1866, la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico que desde su constitución agrupó en apretado haz a cubanos y puertorriqueños en el empeño común. Uno de los que participó activamente en el mismo fue otro hijo ilustre de Puerto Rico, el doctor Ramón Emeterio Betances. Pero sigamos en esta ceñida síntesis el itinerario de Hostos a favor de Cuba durante su recorrido de propaganda por América. En cada país de los que recorre desarrolla intensa y bien organizada campaña: no sólo actúa y funda sociedades patrióticas para llevar a cabo gestiones afectivas, sino que escribe -no descansa la pluma- en defensa de los ideales que siembra y su obra escrita sobre Cuba es tan copiosa como contundente, tan hermosa como actual de una actua· lidad emocionante, porque lo que dijo y escribió en. tonces cobra ahora una actualidad y vigencia extraordinarias, como tendremos ocasión de ver en seguida. Desde su Manifiesto a los puertorriqueños -publicado en La Revolución, de Nueva York en 1870-, hasta su carta a Diego Vicente Tejera. desde Santo Domingo en 1902, centenares de páginas bri· llantes, encendidas de amor por Cuba, brotaron de su pluma. Pero no quedaron atrás sus hechos. Funda en el Perú, donde permanece un año, el periódico La Patria, desde el cual combate con la pluma suscribiendo con ella sus propios actos; porque esto es lo importante, la concordancia entre el intelectual y el hombre, entre lo que se dice y lo que se hace. Allí mismo, en el Perú condena una concesión ferrocarrilera piratesca del extranjero Mieggs, quien en vano trata de comprar la con· 10
ciencia del escritor con el pretexto de que la gruesa suma que le ofrecia por no atacarlo, serviría a la causa cubana. Porque Hostos había fundado la Sociedad de auxilios para Cuba despertando en Li. ma gran entusiasmo por la causa, pero el hombre digno entre los dignos no vende su conciencia a ningún precio, ni al más tentador. Segunda escala en este viaje de trabajo por lograr la independencia de Cuba, lo fue Chile, donde en Valparaíso y en Santiago realiza aún más fecunda labor. No sólo funda la Sociedad de auxilios para Cuba, sino que escribe, con esa capacidad crítica que lo lleva a lograr un analítico estudio sobre el Hamlet de Shakespeare y una notable Biografía Critica sobre Pldcido, el poeta cubano fusi. lado en La Habana en 1842. Y no se limita a trazar la silueta vigorosa del biografiado, sino que lo sitúa en su época como hombre de transición y realiza un acabado y certero análisis histórico de aquel sombrío período de nuestra historia. Tercera etapa en su jornada pro Cuba es la Argentina, a la que llega, «doblando la punta de Pa· tagonia», según nos relata en su apasionante Diez. rio. En Buenos Aires sostiene violenta polémica sobre la cuestión antillana, que lo coloca al borde de un duelo, y funda la Sociedad Pro Independencia de Cuba, tercera ya que llevamos consignada en este rápido recuento de su ayuda directa a Cuba. Esta es tan acaparadora, ocupa de tal modo exclu· yente todos los minutos de su quehacer cotidiano, que rechaza la cátedra de Filosofía que le ofrece la Universidad. Porque es Cuba tan importante en el derrotero que se ha trazado, la misión de abogar por la causa cubana es tan suprema, que su pasión por nuestra patria lo lleva a decir que él tiene que cumplir con su deber y que éste le impone .ser brazo de una idea de la que he sido cabeza y corazón.» Cabeza, brazo y corazón, todo lo pone Hostos en pro de la causa redentora cubana. Ciudadano de este Nuevo Mundo, comprende que mientras quede un solo país oprimido en el Contienente, éste no podrá subsistir como el Continente de la Libertad. Pero su pasión por Cuba alcanza el clímax en 1875 cuando Hostos intenta ir a pelear físicamente a la patria de Martí. No le ha bastado con la propaganda ideológica, no le parece suficiente su prédica ince· sante por todo el Continente; no se conforma con haber tenido el nombre de Cuba siempre en los la· bios. con llevarlo, como llama encendida, ardiendo en el corazón, y persiste en ir a pelear a Cuba, la pelea sin odios -como la sienten Hostos y Martí-, da guerra necesaria». Para ello se embarca en Boston, en el Charles Miller - el 29 de abril de 1875con su gran amigo y uno de los patriotas cubanos que más admiración le merecieron, Francisco Vi. cente Aguilera. Del papel protagóníco de Apóstol de Libertadores y de Dignidad, de propagandista de
la causa cubana y americana, intenta pasar Hostos al papel de guerrero activo, a ser un soldado, un simple combatiente más. Trocar la pluma y na palabra por -la espada. «Aunque fuese una locura. -escribe en su Diario-, con toda decisión se lanzó a la aventura. Pero quiso Dios que este excelso revolucionario ideológico no 'llegara al campo de batalla. La embarcación encuentra mal tiempo y, a punto de naufragar, tiene que recalar en la costa de Rhode Island, con lo que el propósito bélico se frustra. Hostos tenía un destino diferente. El ga.. naría ias batallas con la palabra y con la pluma y con el egregio ejemplo de uno de los hombres más dignos que han alentado en este planeta. El ciudadano de América había demostrado su gran amor por Cuba, pero América lo necesitaba -y 10 necesita hoy más que nunca - para servir mejor la suprema causa que una a todas las patrias chicas en una grande Patria común. VI. Actualidad 'Y vigencia de Hostos.
Dos palabras más tan sólo para subrayar la pe· rennidad y universalidad del pensamiento y de la obra de Hostos, tan actual hoy, o más actual hoy que en el tiempo que le tocó vivir. Bostas es una figura imperecedera, como todos los guías de pueblos. Para nosotros los exilados es un gran con-
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suelo leerlo. Porque él que sintió, como la llamó patéticamente, «la desolada soledad de la emigración», él supo vincularse a la América entera. Hijo de cada país de América en que vivía, es un ejemplo a seguir por todos los desterrados de nuestra patria que andamos dispersos por estas tierras de América; él que proféticamente dijo tantas cosas que parecen pensadas para ahora como estas: cCreo en la independencia pronta de Cuba como creo en las verdades matemáticas.. «La situación actual de Cuba es un problema iatinoamericano.• cLa revolución de Cuba no ha necesitado genios porque tiene el genio colectivo, el pueblo.• «Yen tanto que la isla se despedaza las carnes y el corazón para ser libre, el Continente la mira despedazarse, vosotros la miráis desangrándose, pensado tal vez que deben de ser muy infelices, porque vosotros sois muy felices•...; él que ama y siente tanto a Cuba, que declara en Chile «si yo hubiera creído necesario prepararme para hablar de Cuba, declararía inútil mi existencia....; él, en fin, que representa el espécimen ideal del hombre americano y que, falto de personalismo -ese mal que asola nuestras patrias- sirve, no a las personas, sino a las ideas; que sintetiza el espíritu de abnegación, desintérés y sacrificio por las causas más nobles del espíritu, nos reconcilia con la especie humana en una hora de crisis de los valores precisamente esenciales al ser más olvidado hoy sobre la tierra: el hombre.
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Páginas de nuestra literatura
El Gíbaro en la capital Por
DON Jos~ DE LOS REYES PISAFIRME ES UNO DE MIS
buenos y antiguos amigos. En el pueblo de Caguas donde él nació y adonde fueron a vivir mis padres cuando yo contaba tres años de edad, asistimos juntos a la escuela, y tanto la población • como el hermoso valle que la rodea fueron el tea· tro de nuestras correrías y travesuras infantiles. Mi amigo, que es labrador acomodado, tiene ya bastantes años; aunque los lleva con la salud y robustez de un joven. En sus buenos tiempos fue muy trabajador, buen jinete y bailador incansable; hoyes un viejo sesudo y de buen juicio, que así maneja todavía el arado, como sirve una plaza de concejal, y hasta la presidencia, en el ayunta· miento de su pueblo. Hace algún tiempo le escribí, diciéndole que es· taba delicado de salud y pensaba ir a pasar una temporada al campo. A los dos días recibí la con· testación siguiente: .Querido Manuel: pasado mañana salgo para esa y no volveré, hasta que te traiga conmigo. Ha· remos el viaje cuando y como quieras, porque para eso llevaré mi coche - Tuyo - Reyes.» Dicho y hecho: dos días después vino a buscarme, y al si· guiente estaba yo en su casa donde, en el tiempo que permanecí, fui tratado a cuerpo de rey. No es extraño, pues, que tuviera muchísimo gusto al recibir la siguiente carta, hace unos dos meses: «Querido amigo: mi Francisca necesita tomar baños de mar. El médico lo dice y no quiero que pierda tiempo; además, sin que el médico lo diga ni yo 10 necesite, iré con ella porque así lo quiere, y tú sabes que nunca dejo de complacer. la, si puedo. Prepárate para sufrir este recargo que por la vía de apremio te impone y cobrará - tu amigo - Reyes.• Acepté el recargo y me dispuse a pagarlo con la mejor voluntad y de muy distinto modo que si me lo hubiera impuesto el Estado, la Provincia o el Municipio.
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MANUEL ALONSO
El día de la llegada de mis huéspedes, fuimos a oír la música a la plaza principal. La noche esta· ba muy serena, corría un fresco delicioso, la banda militar tocaba bien y el alumbrado era bastante mejor que otras veces. -Todo esto es muy agradable -decía mi amigo-, 10 único que falta es gente. Parece que a los habitantes de la Capital gusta muy poco el paseo. -Así es -le contesté-; aquí casi nadie pasea. -Nunca las señoras fueron amigas de salir de su casa; pero yo recuerdo la época lejana ya, en que la retreta empezaba en La Fortaleza; allí con· currían muchas señoras y caballeros y de aquel punto iban paseando, por esta plaza y la calle de San Francisco, hasta la plazuela de Santiago, donde aún tocaba un poco la música. -Eso era cuando estudiábamos en el Seminario. ¿Quieres que las señoras y señoritas de hoy hagan ese camino delante o detrás de una música militar? -Yo nada quiero; aunque me gustaría ver más concurrido un sitio que lo es tan poco y sin razón. -¿Recuerdas cómo era esta plaza en el año 40? -Perfectamente: su piso al nivel del de las calles que la rodean, era el natural, arenoso; de suerte que pocas veces había lodo porque el agua se filtraba; pero en cuanto corría el aire, se levantaban nubes de polvo muy molesto. Pocos años después se cubrió con baldosas colocadas en líneas cruzadas, de un metro de ancho cada una y que dejaban entre sí cuadrados empedrados con chi· nos pequeños. En tiempo del General don Juan de la Pezuela se levantó el piso a la altura que hoy tiene sobre las calles, y se construyeron las bao laustradas, los asientos y demás obras. El alum· brado por el gas no se estableció hasta el gobier· no del General Norzagaray, cuando se introdujo en la Ciudad esta mejora.
En el frente que hoy ocupa el palacio de la Intendencia había entonces una pared alta, sucia y en muchas partes desconchada, con dos órdenes de ventanas fuertemente enrejadas de hierro. Aquel tétrico edificio era el presidio, cuya entrada daba a la calle de San Francisco. En el lugar que hoy ocupan las oficinas de la Diputación y el Instituto provincial estaba el anti· gua cementerio, cercado con una pared más negra, más sucia y más deteriorada que la del presidio, su vecino de enfrente. La casa en que hoy están el Casino español, la Sociedad de Crédito mercantil y el café La Zaragozana, era entonces una construcción paralizada hacía años y cuyas paredes llegaban a la altura del piso principal. La casa del Ayuntamiento está poco más o menos lo mismo: tiene ahora una torrecilla más y sobre la del reloj había una figura dorada, giratoria, representando la fama, que marcaba la dirección del viento. Tampoco ha mejorado mucho el aspecto de las fachadas de las casas; el que ha ganado bastante es el de las tiendas. En la que hoy tiene escrito en su muestra «Tu Casa. tenía la suya don Antonio Garriga, aquel honradísimo catalán que fue tan amigo de tu padre. El mostrador de pino, pintado de verde, que imitaba un cajón prolongado, estaba cubierto con una pieza de coleta, tendida en varios dobleces a todo su largo: el aparador era de igual madera y pintura que el mostrador; el piso de ladrillos comunes, y no tenía aquel estableci· miento más almacén que la trastienda, sobrado capaz para guardar el pequeño surtido que el dueño traía de San Tomás una vez en el año, o acaso más de tarde en tarde. Añádase a esto el alumbrado que daba la llama de dos velas de composición, llamadas en aquel tiempo de esperma, y hasta oche o diez asientos en forma de catrecitos de tijera con asientos de tela y se completará la imagen de lo que era una de las mejores tiendas de la plaza de Puerto Rico en 1840. En ella se reunían por la noche, y hacian la tertulia a la puerta varias personas de las más distinguidas de la Ciudad; siendo una de ellas, hasta el año 37 el General don Miguel de Latorre, y allí concurría, según aseguraban nuestros padres, el inolvidable bienhechor de la Isla, el Intendente don Alejandro Ramírez que, con menos empleados, sin tantos expedientes y dinero, hizo lo que ningu. no ha hecho después, ni antes que él. -Tienes razón, amigo Reyes; muchas veces oí decir a mi padre, que vio y habló no pocas, en la tienda de Garriga, con el célebre Ramírez, que éste iba allí casi todas las mañanas, vestido con pantalón de dril blanco, chaleco de piqué del mis-
mo color y casaquilla de calaucan J rayado. Con la mayor bondad, y siempre de buen humor, departía hasta con los jíbaros que venían a comprar. Era muy querido y más respetado cuanto más se le trataba; jamás se encastilló porque el que se encastilla es porque teme que, viéndolo de cerca, le conozcan. -Recuerdo -continuó mi amigo- el aspecto que presentaba esta plaza, único mercado público que existía en la Ciudad. Menos la carne que se despachaba en un edificio que estaba en el sitio que hoy ocupa el colegio de niñas de San IIdefon· so, todo lo demás se vendía en ella. Animación había mucha más; pero aseo, tan poco, como puede imaginarse de un sitio en que se detenían por más o menos tiempo las caballerías. que traían diariamente los frutos del campo, y donde quedaban los despojos de las ventas. A las dos o las tres de la tarde hacia la limpieza una brigada de confinados del presidio, y por la noche el capitán que mandaba la guardia principal, alojada en las habitaciones bajas donde hoy se está ahogando por falta de espacio la Biblioteca municipal, el capitán, repito, hacía sacar unos bancos de pino con respaldar que ocupaban algunos de sus amigos y compañeros de armas, sin excluir los jefes, y alguna vez hasta el Capitán General. A las diez de la noche se concluía esta tertulia al aire libre. Desde la plaza fuimos a La Mallorquina, bonito café que hoy está de moda y que con justicia merece el favor del público, compartiéndolo con La Zaragozana y La Palma, establecimientos de la misma clase. -En esto sí que hemos ganado -decía mi huésped al ver el aseo, la claridad del alumbrado, y la bondad de los artículos que se servían. De las antiguas confiterías, donde se despachaban confituras y vasos de refresco endulzados con panales y algunas horchatas, y aun del primitivo café de Turull, muy mejorado después y cerrado- este mis· mo año, hay hasta éste en que estamos, gran diferencia. Por los años cuarenta y cinco o cuarenta y seis, en el café de las Columnas, situado, si no me en· gaño, en los bajos de la casa que hoy lleva el número 48 de la calle de La Fortaleza, emRezaron a servirse helados, artículo no conocido antes en la Isla. Desde aquella fecha comenzaron las señoras a concurrir a estos sitios, frecuentados antes s610 por los hombres. Sería interminable la relación de las ocurren· cias de mi amigo en todos nuestros paseos, sólo ci~ taré algunas. 1. Tela dI: hilo que se usaba entoncel.
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De las calles de la Capital pensaba que hace cuarenta años eran mejores porque estaban recién empedradas; y no comprendía cómo a los coches que rodaban por ellas se les hacía pagar contribución, cuando se debía indemnizar a los dueños por los desperfectos que sufrían sus carruajes. Del alcantarillado mal construido, incompleto, repugnante al olfato y perjudicial a la salud pública, me decía que debió ser inventado por un mé· dico, un boticario o un alquilador de trenes de difuntos. El puerto un gran depósito de lodo sobre el cual resbalaban los barcos; y la aduana, lo compa· raba a un edificio que hubiera pasado largo tiem. po debajo del agua. Pero cuando, el jíbaro se puso serio fue el día en que visitó el local que ocupa la Audiencia.
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~¿Es posible -exclam6-, que el primer Tri· bunal de Justicia de la Isla, funcione en ese C&Serón ruinoso que parece más propio para almacén de trastos viejos? Del ensanche de la población decía que hasta ahora había sido para los habitantes de la Ciudad como el Mesías de los judíos. -¡Quiera Dios -añadía-, que pronto se rea· licel El autor repite lo mismo al terminar este are tículo. ¡Quiera Dios que esta mejora, la limpieza del puerto y otras varias que reclaman con urgencia la salud y el ornato públicos, se realicen prono to, para bien de una poBlación digna por todos conceptos de la protección de todo gobierno que estime su buen nombre y desee la felicidad de sus gobernadosl
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0, CErnA, NAGUABO
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Fajardo Fajardo, punta de lanza de mi isla en rebelión. Hombro de mi Puerto Rico y esquina del corazón. Con tu mar -azul de estíoy tu cielo de fogón~ eres, Fajardo, la quilla que abriendo rutas de sol va dibujando mi tierra por esos mundos de Dios. Tu caserío, un cardumen de peces que se varó . y lo arrastró la atarraya de un celeste pescador. Tu ensalada de carruchos sentada en el comedor tiene olor de Sardinera con un poquito de ron. En la playa Las Croabas una langosta nació que bebe todas las noches agua de luna y limón. Te van empolvando el rostro con lunares de hormigón pero en tu secreto fondo -donde no alcanza el horrorse alza una bella columna que la historia bautizó con el nombre de Valero -raíz libre del amorque sigue siendo escollera de mi isla en rebelión.
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Ceiba Ceiba, tu nombre es de ceiba -árbol ancho como el mundocaña potente, aborigen raíz clavada en lo sumo. Eres bastión poderoso nacido a flor, de un impulso genésico --chorro vivode seminales ausubos. Ebrio de campos, el puente nos da un fraternal saludo a la entrada de tus casas. Allí conversamos juntos. (Cara de sábado amigo en una tarde de junio). Como una niña que teje sueños de color de humo, está la iglesita, frente al estrado diminuto de la plaza: limpia mano abierta al cielo y al mundo. Calle arriba va la calle campanera de saludos, . repicando su cintura, tijereteando los muslos. (Es una calle con falda de bitumul y yagrumo). En las últimas casitas el campo duerme desnudo. Es un niño acurrucado a la orilla de tu rumbo. Cae la paz sobre los ojos en silencioso diluvio mientras que el mar, a lo lejos, enamorado y confuso, va repitiendo tu nombre -árbol ancho como el mundo-.
Naguabo De Río Blanco se baja. Por Peña Pobre se sube. Al este palpita el mar y al oeste vibra el Yunque. Naguabo es el corazón clavado en el mismo cruce. Es una estrella acostada que se cansó de las nubes; puso la rodilla en tierra y se durmió entre dos luces. Tiene otro nombre: Dajao -voz de indígenas relumbres~voz de caribe y pirataque en la historia se hizo ilustre. Naguabo: frontón de guerra, selva de espadas y cruces. Dime, Naguabo, al oído: ¿ cuál es la dulce costumbre de tus calles? ¿ Por qué son tan anchas? ¿ Por qué las urdes tan espigadas y enteras? ¿ Por qué me parecen cumbres? Cuando la tarde se deja pescar en tu red de luces ¿ por qué se me pone el rostro dorado con tus azules?
Voy hablando con tus casas y ellas me responden dulces palabras puertorriqueñas, que tiernas el aire zurcen. Allá, en mitad de tu plaza, estoy sentado. Me urge interrogar el. silencio a ver qué se me descubre de tu misterio. En la vasta quietud de la plaza luces tu ser amplio y generoso como el alma de una nube. (Dicen secretos los árboles aunque nadie los escuche). En tu mirada, Naguabo, yo he visto cielos de azufre, ciclónicos torbellinos entre palmas verdeazules. Una guitarra, a la orilla de tu lírico deslumbre, tiempla sus cuerdas, un río pasa entre tus dedos núbiles. Naguabo es un ruiseñor que canta en los abedules. Al este, palpita el mar y al oeste, vibra el Yunque. Naguabo es el corazón clavado en el mismo cruce.
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Antonio Valero de Hernabé, , procer amencano
.
Por
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DE MAYO 'DE 1821 EL CORONEL ANTONIO V,\. lera de Bernabé, condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando, la más alta condecoración militar de España, con la Cinta y la Cruz de Zaragoza otorgada a los que sostuvieron heroicamente el sitio de esta ciudad sitiada por los france. ses, con dos Escudos de Distinción y declarado dos veces «Benemérito de la Patria en grado he· roico y eminente.., se embarca en el puerto anda· luz de Cádiz para América. Viene como Ayudante. General del mariscal de campo don Juan O'Donojú, jefe del ejército expedicionario destinado a México. Hace dieciocho años que el coronel Valero aban· donó a Puerto Rico. Tiene treinta años y hace diecisiete que sirve en el ejército. A su edad es im· posible haber acumulado más gloria. Ha hecho la guerra de independencia de España, ha estado en la batalla de Tudela, donde se hallaba también el capitán José de San Martín, en el segundo sitio de Zaragoza, donde fue testigo del heroísmo de Agustina Doménech, la famosa Agustina de Aragón, en el sitio de la isla de León, en el de Tarragona, en la batalla de Castalia, en el sitio del castillo de Sao gunto. Hace doce años que es coronel, grado al que fue ascendido cuando sólo contaba diecinueve años, más que nada en mérito a su arrojo y valor heroico y en premio a sus heridas. El retorno a América debió emocionarlo, porque él jamás se había olvidado que, como nacido en Puerto Rico, él era hijo de América ya América se debía. El convoyes grande. Lo integran dieciocho bu· queso Se dirige primero a Puerto Cabello en Venezuela, donde deben dejar siete buques con tropa y parque para el ejército realista que al mando del mariscal de campo La Torre, hacía esfuerzos deses· perados por impedir que los soldados libertadores mandados por Simón Bolívar los expulsen defi·
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JORGE QUINTANA
nitivamente del suelo venezolano, como ya lo habían hecho en el virreinato de Nueva Granada. Para el coronel Valero es su primer contacto con la América continental. Hasta ese momento él sólo ha conocido a su isla de Puerto Rico y, más que nada, a Fajardo, donde su padre se hallaba destacado cuando él vino al mundo, el 26 de octubre de 1790. . En la travesía el convoy debió haber pasado muy cerca de las costas de Puerto Rico. El recuerdo de Fajardo debió hacérsele imperioso. La tierra donde vivió sus primeros años, junto a su madre, la criolla doña Rosa Pacheco y a su padre el Subteniente del Regimiento Fijo de la Plaza de Puerto Rico, don Cayetano Valero de Bernabé, fue de seguro evocado. Aquella playa de Fajardo donde de niño jugó con las olas, el do Fajardo, el islote de Hicaco y los campos verdes donde crecen la caña de azúcar y las frutas tropicales, esas frutas que él saboreó de niño, pulposas, fragantes, dulces y que desde que lo enviaron a España no ha vuelto a probar, le vinieron de repente a la conciencia plena. Ahora él volvía con entorchados de jefe militar Y prestigios de héroe justamente afamado. Sin embargo, sus compatriotas no le recordaban. El era un desconocido en su tierra. Cuando en Puerto Rico se fue a elegir Diputado a Cortes, en 1820, ningún puertorriqueño reparó en el coronel Valero, sino en el brigadier Demetrio O'Daly, tan puertorriqueño como él, pero con más jerarquía en el ejército español y con algunas relaciones e influencias en la Isla y en la corte de Madrid. Dos meses hace, el 30 de julio, que la expedición había salido de Cádiz, cuando arriba a Veracruz. El general O'Donojú se instala en el castillo de San Juan de Ulúa. El3 de agosto se traslada a la ciudad, donde tOlDa posesión de su cargo de Jefe Superior Político y Capitán General del Ejército que
opera en el virreinato de la Nueva España. El coronel Antonio Valero de Bernabé tiene su segundo contacto con la América continental. Esta vez será más permanente. Va a conocer al sufrido indio de la América española, ese indio del que dirá José Martí años más tarde, que hasta que no eche a andar no andará América. Y va a conocer al criollo en su intimidad americana, criollos como él, hijo de español y criolla, que andan preocupados buscándole un camino por donde América pueda ofrecerle a sus hijos la libertad en un mundo nuevo. En ese contacto americano van a despertársele muy nobles ansias. No va a necesitar hacer muchos esfuerzos para percatarse que América es cosa muy distinta de Europa y que la América española, al desarrollarse, sin perder sus esencias hispanas, es muy diferente de la España que él dejara, donde Fernando VII se apresta a retomar al trono para restablecer su bárbaro absolutismo, apoyándose en las bayonetas de los Cien Mil Hijos de San Luis, que al mando del Duque de Angulema cruzarán los Pirineos para sojuzgar al pueblo español. Y es que el coronel Antonio Valero de Bernabé es, como su jefe el mariscal O'Donojú, un liberal que odia el absolutismo y cree en el pueblo, en sus derechos y en su destino histórico. La llegada de O'Donojú a México va a ser definidora de las relaciones entre el virreinato y su metrópoli. El brigadier Agustín Itúrbide, un criollo que por más de una década ha sostenido la causa del ~ey de España contra sus compatriotas, acaba de manifestarse inconforme con la política de los jefes militares realistas. El virrey Apodaca ha tenido que abandonar la capital mexicana, mientras el brigadier Itúrbide proclamaba, en Iguala, su bistórico Plan, donde anunciaba su propósito de establecer una monarquía en México, independiente de España. Veracruz se hallaba en poder de las tropas realistas leales a España. Las manda el brigadier Novella, pero no se atreven a desplazarse en persecución del insurrecto Itúrbide porque en realidad carecen de fuerzas para ello. O'Donojú, hombre de ideas liberales, se percata rápidamente de esa rea· lidad y en vez de abrir la campaña contra Itúrbide va a la ciudad de Córdoba en su busca, para pactar y convertirse en su aliado. El coronel Valero va a ser testigo de este acontecimiento en la historia americana. No será con la importancia que él se atribuye. En una Exposición dirigida a los colombianos, en 1824, agradeciéndoles la acogida que le han brindado, asegura que csin perder un instante luego que saltamos en tierra me adelanté a unirme al ejército patriota, y tuve la satisfacción de ser uno de los primeros que influyeron en los tratados de Córdoba, que firmaron O'Donojú e Itúrbide-. Este es un hecho en la vida de Valero del que sólo poseemos su propio testimonio. Mariano Abril, en su biografía de Valero, lo admite como cierto, pero
frente a ello nos encontramos que el nombre de Valera no aparece mencionado entre las personas que intervinieron en la negociación. Además, apenas si hubo negociación. Todo fue rápido y se resolvió en horas. O'Donojú llegó a Córdoba el 23 de agosto de 1821 y el 24 ya se firmaba el Tratado de Córdoba o de las Tres Garantías, como también se le conoce en la historia mexicana. Ahora bien, hay un hecho cierto y es que el caronel Valero, por su cargo de Ayundante del Mariscal O'Donojú, estuvo presente en este acto de indiscutible trascendencia histórica. Como es seguro que el coronel Valero se hallaría junto a su jefe, O'Donojú, cuando el 26 de septiembre siguiente hizo su entrada en la ciudad de México, unas horas antes de que lo hiciera el brigadier Agustín de Itúrbide al frente del Ejército Trigarante. El 28 se instala la Junta Provisional Gubernativa que designa un Consejo de Regencia, del que forma parte O'Donojú. Ese mismo día se redactó y firmó el Acta de Inde· pendencia del Imperio Mexicano, otro hecho ameri· cano del que va a ser testigo el puertorriqueño An· tonio Valero de Bernabé. O'Donojú fallece, víctima de una artera pleuresía, unas pocas semanas después. El coronel Valero ha pasado, de acuerdo con el Tratado de Córdoba del ejército español al ejército imperial mexicano. y cuando ltúrbide, convencido de que Fernando VII ni ningún otro príncipe de la casa Barbón vendrá a ceñirse la corona que él tan dadivosamente les ofrece, decide entonces proclamarse emperador de México, el coronel Valero es premiado con un ascenso a brigadier. Pero será en México donde su americanismo va a ·sufrir la primera prueba. Como hijo de América, que es tierra nueva, Antonio Vale. ro es liberal, repudia a la tiranía, ama la República y rechaza la idea monárquica. Por eso todos los halagos del emperador mexicano no serán suficientes para convencerle de la bondad de la monarquía y conspira rebelándose. Es otro rasgo de americaoidad que se le acentúa: el de rebelarse, el de ser un inconforme, el de protestar. No se ha podido establecer con claridad histórica la forma en que el brigadier Valero abandonó México. Es otro hecho que amerita una indagación que en cierta forma he anticipado, sin agotarlo, publicando hace dos años tres artículos en el cmagazine- dominical de El Mundo, de San Juan. El 29 de julio de 1822 el teniente general español don José Dávila, que se habia refugiado en el Castillo de San Juan de Ulúa, donde se sostenía gracias a la ayuda que desde La Habana le enviaba periódicamente el capitán general Francisco Dionisio Vives, escribía al Gobierno de Madrid participándole que el general Valero ha sido despedido de México y «que pasa a Puerto Rico donde es natural intente insurreccionar aquella Isla-. 21
Valero asegura que logró embarcarse en Vera· cruz, pero que al pasar frente a La Habana fue apresado por un corsario español que lo condujo a la capital de Cuba, donde fue retenido, en calidad de prisionero y de donde se va a fugar, ayudado por elos buenos patriotas que allí no faltan-, si damos crédito a su propio testimonio. Este es otro hecho en la vida de Valero que hay que estudiar con un poco de acuciosidad. Mariano Abril sospecha ,que gobernando a la sazón la isla de Cuba el capitán general Francisco Dionisia Vives, a cuyas órdenes ha... bía estado Valero en España, en calidad de ayudante, es muy posible que éste le proporcionase la fuga, cosa bastante posible también dado el carácter conciliador de este militar español. Es probable que así haya ocurrido, aunque ya hemos visto que Valera le atribuye todo el mérito de la fuga «a los buenos patriotas que allí no faltan-o Y esto es también probable, porque en esa época andaba desarrollándose en La Habana la llamada Conspiración de los Rayos y Soles de Bolívar, en la que tomaban parte muy principal el ecuatoriano Vicente Rocafuerte, el argentino José Antonio Miralla y el neogranadino José Femández Madrid. Pero lo cierto es que en 1959, desempeñando la 'Dirección del Archivo Nacional de Cuba me di a la tarea de buscar en sus Fondos algún dato que pennitiera comprobar la presencia y prisión de Valero en La Habana y no me fue posible encontrar documento alguno. Lo único que hallé fue una copia del traslado que el Gobierno de Madrid daba al capitán general de Cuba, del aviso enviado por el teniente general Dá· vila sobre la salida de Valero de Veracruz y su temor de que intentase insurreccionar la isla de Puerto Rico. En mayo de 1823 ya se encontraba en Venezuela, porque El Venez.olano, de Caracas, en su edición del 17 de mayo de 1823, publica una nota titulada: «Adquisiciones en Caracas_, saludando su presencia en tierra venezolana. De esta época sospecho es el documento que redactado por Valero, detalla todo un plan militar para conducir una expedición li· bertadora a Puerto Rico y que fue descubierto por mí en el Archivo General de la Nación de Venezuela y publicado en el número 18 de la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña. El hecho de que en este Plan sugiera el general Valero que la organización de la expedición «podría ser a cargo del Sor. Gen!. Soublette- revelan que ya, por esta época del mes de mayo de 1823, él ya estaba en relación con el distinguido general venezolano y sabemos, por otra parte, que fue el general Soublette el que le propuso al general San· tander, vicepresidente encargado del Poder Ejecutivo de la República de Colombia, el nombramiento de Valero con el rango de general de brigada en el ejército colombiano. 22
Mientras Valero aguarda en La Guaira el resultado de la gestión que se ha hecho a su favor, se acerca al general Páez ofreciéndosele para combatir a sus órdenes, en el sitio que el ínclito caudillo de los llaneros había establecido a Puerto Cabello, donde se había refugiado el mariscal La Torre con el batallón que pudo acompañarle, después de la desaso trosa derrota sufrida por los españoles en C~rabo bo. Páez de seguro que lo hubiera aceptado, como ya había incorporado al grupo de sus edecanes al comandante Escuté, puertorriqueño como Valero y uno de los oficiales realistas capitulados en Carabobo. Sin embargo, la noticia de que ya había sido nombrado en el ejército colombiano y que se le mandaba a buscar a Bogotá, para encomendarle su primera misión, hizo al general Páez desistir de la idea. La carta que con ese motivo le envía no puede ser más elogiosa. Está fechada en Pasoreal el 29 de octubre de 1823 y se conserva original en el Archivo General de la Nación de Venezuela. Dice así: «La circunstancia de haberme dicho el Director de la Guerra que el Gobierno llamaba a V. S. a Bogotá me priva el darle la colocación en el Ejército de mi mando que V. S. solicita, en su nota del 20 del corriente. Yo me hubiera ciertamente lisonjeado de tener por compañero de armas a un militar ambicioso de gloria y de hacer sacrificios por la causa de Colombia». La Gran Colombia tenía entones al Libertador Bolívar como el héroe por excelencia, pero en un nivel inmediato estaban Páez, Soublette, Santander, Mariño, Salom, Briceño, Urdaneta, Carreña, Montilla, La Mar y ya hemos visto cómo con unos pocos meses de estancia en Venezuela, Valero. de un solo salto, es admitido en aquel cenáculo de próceres como un igual, con rango militar de ningún modo inferior al que ya había poseído en el ejército imperial mexicano. En noviembre de ese mismo año de 1823, mientras Valero aguarda en La Guaira por el anunciado nombramiento y su destino, arriban a ese puerto el grupo de cubanos que, presididos por José Aniceto Imaga, van en busca del Libertador Bolívar con el· propósito de pedirle que concluyese su obra emancipadora haciendo marchar sus corceles de batalla hacia las Antillas españolas que aún soportaban el martirio de tener que vivir en la esclavitud colonial. En la Comisión cubana viene, como un cubano más, el argentino Mirillla, que ahora se va a convertir en uno de los íntimos de Valero y será, poco después, en Bogotá, un celoso defensor de su prestigio cuando algún que otro periodista bogotano critique la facilidad con que el general Valero fue admitido, con tan elevado rango, en el ejército colombiano. El propósito que anima a los cubanos y al argentino Miralla enciende de nuevo el entusiasmo del general Valero por la idea de ir a libertar a las Antillas. Como aún no se le ha dado destino se hace
la ilusi6n de que el mando de esa expedici6n le puede ser confiado y, en consecuencia, acuerda con los cubanos no perder tiempo y partir por tierra para Bogotá. De La Guaira salen por mar a Mara· caibo, última plaza venezolana ya recuperada por los patriotas, mandados por tierra por el general Páez y en el mar por el almirante Padilla, el Nelson colombiano que destrozó, dentro del lago Maracaibo, a la escuadra española del almirante Laborde. De Maracaibo emprenden marcha, por tierra, a Bogotá, viaje que va a durar dos meses y cuatro días para ser bien exactos. El general Santander los recibe. A los cubanos les dice que toda la atención del ejército colombiano está concentrada en liquidar la campaña de Perú, expulsando a los español~s del último reducto que les quedaba en territorio continental. No puede comprometerse a nada hasta que esa campaña, que está dirigiendo personalmente el Libertador, teniendo por segundo al general Sucre, no se haya liquidado con una victoria patriota. Al general Valero le ordena el general Santander que se prepare para tomar el mando de una fuerza expedicionaria que se está formando en Panamá y trasladarla al Perú, reforzando, de esta manera, los efectivos de que dispone el Libertador. ElIde ju. nio de 1824, desde el Palacio de Gobierno, en Bogotá, otro pr6cer americano, don Pedro Gual, al que Bolívar llamara el Catón americano, en su ca· rácter de Secretario interino de Marina y Guerra, comunica a Valero que ha sido nombrado «Iefe de la segunda columna que debe formar en el departamento del Magdalena, con el destino de auxiliar al Perú., y le agrega unas instrucciones: «para que a ella arregle V. S. su conducta en la importante comisión que se le ha conferido.• y ya en Cartagena, sede capital del Departamento del Magdalena, el general Carlos Soublette le redacta, el 2 de agosto de 1824, las instrucciones militares para que se embarque para el Istmo de Pa· namá. La fuerza es de mil hombres, muchos de ellos reclutas, a los que tendrá que adiestrar sobre la marcha. El 18 se embarca en Cartagena. Ese mismo día el general Soublette escribe al Libertador dándole la noticia. Refiriéndose a Valero dice: «Es un oficial nuevo en nuestro servicio; vino con Q'Donojú a México, tomó partido, pasó a Colombia, fue ad. mitido, y por último destinado a este mando. Conoce el servicio, es entusiasta y anhela por ser útil, y yo creo que lo será si encuentra buena acogida en V. Y en sus generales de división. Tiene en su contra ser nuevo en el ejército; pero si se le anima y proporciona ocasión de distinguirse, se pondrá al nivel. Tiene modales, una regular apariencia, juven· tud, robustez y voluntad; muchos están celosos por· que se le ha hecho General; yo nada digo, porque ya está hecho; pero sí desearía que lo fuese con suma ventaja del ejército.•
Al cruzar por Paita el general Valero conoce al general Bartolomé Salom, quien el 5 de noviembre de 1824 escribe al Libertador: cHe tratado muy poco al señor general Valero, y me parece un excelen. te sujeto, tanto en su trato como en sus disposiciones; además, según los informes generales que se tienen de él, parece que es un buen jefe, y con conocimientos bastantes en Estados Mayores. V. E. a su vista conocerá con su presentación más que nosotros la utilidad que puede prestar este nuevo ca· lombiano.• El 16 de noviembre llega a Guayaquil el general Valero. Inmediatamente continúa su marcha para Lima. donde se encuentra el Libertador. En marcha se halla cuando, el 9 de diciembre de 1824, el general Antonio José de Sucre derrota al ejército realista mandado por el. virrey La Serna en persona, en la batalla de Ayacucho, c ••. donde las armas del Rey y el nombre español, tan costosamente sostenido y encumbrado en el Perú se sumergieron en un océano de ignominia 11 , al decir del general español José Ramón Rodil, el obstinado militar que se en· cerrará en los fuertes del Callao, negándose a aca· tar la capitulación del virrey La Serna en Ayacucho. El 23 de febrero de 1825 llega a Lima el general Valero. Inmediatamente corre a presentarse al Li· bertador. La impresión y la acogida no pueden ser mejores. Ese mismo día el Libertador escribe al general Santander: «Hoy ha llegado el general Valero con su hermoso batallón, y he dicho que le pon~ el nombre de Caracas que dejó en Ayacucho; porque es preciso que la cuna de la independencia tenga siempre su nombre en el ejército•. Y refiriéndose a Valero ofrece su primera impresión con estas palabras: «Al general Valero no he hecho más que verlo, pero me parece un excelente oficial, por lo que he oído de él y por su fisonomía. Le he dado el mando de la división que sitia al Callao a las órdenes del general Salom.. 1 Como ayudante trae el general Valero al teniente Pascasio Arias, un cubano comprometido en la conspiración de los Rayos y Soles de Bolívar, que ha· bía logrado escapar de La Habana a los Estados Unidos, donde José Aniceto Imaga lo incorporó a la comisión cubana que se trasladaba a Venezuela. y como Secretario trae a otro cubano, José Agustín Arango, joven abogado que fue también a Venezuela con la Comisión que presidía Imaga. Valero, siempre añorando con la oportunidad de invadir a las Antillas, presentó al Libertador al cubano Aran· go. Bolívar les repitió las mismas razones que mtes había expuesto el general Santander e incorpor6 a Arango al servicio del Perú, nombrándolo Auditor de Guerra y ofreciéndole la secretaría de la delegación que debía nombrarse para representar a esa nación en el Congreso de Panamá. Es por esta razón que el cubano y su compatriota Fructuoso del Castillo, 23
ayudante de campo del general Pedro Briceño Mén· dez, delegado colombiano a aquella histórica reunión, se encuentran presentes en la misma y desempeñan las Secretarías del Congreso de Panamá. El general Valero partió a cumplir su nueva misión frente a los muros del Callao. Al principio no se aviene con el jefe de la línea sitiadora, general Bartolomé Salomo Surgen incidentes y Bolívar, enterado de los mismos, respalda al general Salom, al extremo de ordenar al general Valero se presente en Bogotá para ser juzgado por insubordinación. Será el propio general Salom quien sale en su defensa, abogando cerca del Libertador porque no se conceda mayor importancia a lo ocurrido. Le duele, y así lo manifiesta a Bolívar, que Valero sea retirado de la línea sitiadora que ha sabido sostener con tan· ta constancia, privándose de la gloria de ver su término. Santander lamenta también el incidente en los siguientes términos: «He sentido mucho el acaecimiento de Valero. Este es un oficia! bueno, pero orgulloso como todos los que vienen de España.• Al fin Bolívar accede y las relaciones entre Salom y Valero se normalizan, al extremo de que serán en lo sucesivo dos excelentes amigos. La capitulación del genera! Rodil no encontrará a Valero en la linea sitiadora. El 28 de diciembre de 1825 ha salido para Panamá conduciendo un contingente de tropas. El 22 de enero de 1826, capitula Rodil y parte para España, y el 30 de enero llegaba el general Valer~ a su destino. El 15 de febrero de 1826 el Libertador escribe a Valero agradeciéndole la traducción de la obra «Consideraciones sobre el arte de la guerra., del Barón de Rogniat, que muy atentamente le ha dedicado. En esa carta le comunica su gratitud por los servicios prestados en el sitio del Callao. «Este Gobierno ha decretado, le escribe Bolívar, una recompensa extraordinaria para los que han rendido el Callao; y como usted ha tenido parte tan brillante en esta empresa, es usted acreedor a la suma que le corresponde. Puede usted conferir su poder a una persona que se encargue de presentar su reclamo a este gobierno, seguro de que yo lo recomendaré.• .Por mi parte, aseguro a usted que estoy muy satisfecho de su conducta en el sitio, y debo decir a usted que los informes que me ha dado el general Salom han sido muy honrosos para usted-o Figura el general Valero entre los próceres americanos por derecho propio. Ha sido un factor importante en el episodio del Callao. De otro modo se explica la apasionada defensa que ha hecho de él su propio jefe, el general Salom, en ocasión del lamentable incidente surgido entre ambos. Ahora será otra figura cimera del patriotismo venezolano, el general Pedro Briceño Méndez, quien le escribe al general Santander, el 20 de marzo de 1826, diciéndole: «Hoy ha emprendido su marcha el general Va24
lera por Chagres con su columna, que ha adelan ta do bastante en instrucción durante su residencia en este Departamento; ya van pareciendo soldados. Antes de irse me hizo muchas instancias para que suplicara a usted que lo tenga presente si se verifica alguna expedición contra Cuba o Puerto Rico, y que si no, 10 emplee en este Departamento, donde no ve a nadie celoso de su fortuna, y donde puede al mismo tiempo pensar en formarse algún establecimiento para su familia. Usted sabe que es muy buen oficial y que se hace amar. Estas dos circunstancias 10 hacen sin duda recomendable para este destino.» Apenas ha salido Valero cuando recibe órdenes de regresar a Panamá. La noticia de que el mariscal Francisco Tomás Morales ha llegado a La Ha· bana con el coronel Narciso López y 9,000 soldados listos para conducirlos a territorio continental en un esfuerzo reconquistador ha llenado de alarma a las autoridades patriotas del istmo. El general José María Carreño, Comandante General de aquella zona espera el desembarco realista y ordena al general Valero que regrese con sus fuerzas para reforzar las que tiene a sus órdenes. Valero regresa y es un eficaz colaborador en los planes de defensa. Ahora, en Panamá, va a surgir otro incidente En el que Valero se va a ver envuelto sin haber tomado parte en el mismo. El Libertador se indigna al cono. cer que un embustero, que se hace pasar por espía español, asegura que Valero le brindó ayuda. Las cartas del Libertador son fulminantes. Llena de improperios a Valero. y son los mismos generales de Bolívar los que deshacen el entuerto y salen en defensa del puertorriqueño. Este, que ha estado ajeno a todo, desconoce lo que el Libertador, en su indignación, ha escrito refiriéndose a él, pero apenas se entera, escribe a! general Santander protestando el agravio y exigiendo un juicio en consejo de guerra. Trabajo va a costarle al general Soublette, Secretario de la Guerra y aun al propio Libertador, convencerle de que todo ha sido un error. Solamente se tranquiliza cuando el Libertador, contestando a una de sus cartas exigiendo justicia, ordena que se le conteste «que estoy muy satisfecho de la conducta de este General y que su separación de Panamá no deba, en manera alguna, perjudicar su reputación, porque no habiendo incurrido en falta, no puede considerársele como pena.• El general Soublette 10 llama a Bogotá, designándolo Subjefe de Estado Mayor General del Ejército de Colombia. El general Valero se da por satisfecho. Por esa época -1827- el Libertador cree posible el envío de una expedición a Puerto Rico. Santander le elogia la idea y le informa lo que a esos fines está haciendo. Refiriéndose'a Valero dice: «Aquí está el general Valero que es puertorrique-
ño y regular oficial. Cuando lo veo pienso aguijoneade para que pida ir; en el Estado Mayor servirá bien, según lo entiendo.» La guer.ra .de independencia americana ha concluido. Lentamente se van esfumando las esperanzas españolas de reconquista. El genio de Bolívar le va a permitir utilizar sus amenazas de invasión a las Antillas como un medio de desviar la atención de España. En 1829 España va a intentar el último golpe. El mando se le confía al brigadier Barradas. El objetivo es México. Pero va a ser un venezolano, el coronel Feliciano Montenegro Colón, que habiéndose pasado a las filas realistas, estuvo en Puerto Rico, después de la caída de Maracaibo, haciendo planes para su defensa, el que desbarate los planes invasores realistas. Por una cuestión de faldas se disgustó con su jefe, el capitán general Francisco Vives, escapando a los Estados Unidos, donde retomó a !a causa americana, informando a la le· gación de México todo 10 que se planeaba en La Habana. El representante de México lo envió a la capital mexicana a entrevistarse con el Presidente Guadalupe Victoria, a quien contó todo lo que era de su conocimiento. Ello explica, que al desembarcar los expedicionarios españoles en Tampico, ya los estaban esperando soldados mexicanos que hicieron fracasar el golpe, desbandándolos y obligándolos a huir. Valero es un general de la República de Colombia que ha sabido ganarse la confianza de Bolívar, quien lo envía a Venezuela como Comandante de los valles de Aragua. Unos meses más tarde, el general Carabaño escribe a Bolívar proponiéndole a Valero como Comandante de Valencia. Bolívar lo designa entonces miembro de una Comisión que in. tegran además los generales Soublette, Clemente y Escalona «para que hagan un extracto de las ordenanzas generales que sirvan a regir a nuestro ejército y presentar también un plan de estudios para un Colegio Militar cuya dirección proyecta el Libertador ofrecer a otro puertorriqueño, el brigadier Demetrio O'Daly que a la sazón se hallaba desterrado en la isla de Saínt Tbomas Militar». Pocas semanas antes, el general Francisco Carabaño había intercedido cerca del Libertador, en favor de otro puertorriqueño en .desgracia, el general Demetrio O'Daly, a quien había conocido en España. O'Daly, diputado a las Cortes de 1820, por Puerto Rico, de donde era nativo, había tenido que huir, junto con los diputados liberales que habían votado la destitución de Fernando VII refugiéndose despúés de algunos años de andanzas por Europa, en la isla danesa de Saínt Thomas. El Libertador piensa ahora en O'Daly para ofrecerle la dirección de esa Escuela Militar que proyecta en Caracas. Valero en tanto se desenvuelve con singular acierto en la Comandancia de los valles de Aragua
Y Alto Llano. Por la zona operan unas pequeñas partidas de facciosos, que intentan levantar la bandera realista. El general Valero sale a batidos y logra dispersarlos. Lo trasladan a la Comandancia Militar de Puerto Cabello, el mismo lugar a donde arribara en 1821, con la expedición de O'Donojú, el mismo en cuyo sitio por Páez él había querido contribuir en 1823. Su estancia en Puerto Cabello ha de ser breve. Las partidas facciosas de Tamanaco y los Guires en los valles de Aragua vuelven a reorganizarse y el general Páez le pide que vuelva para batidos. Esta vez no se conforma con dispersarlos, sino que los vence definitivamente. Bolívar, desde Popayán le escribe, al recibir la noticia: «Doy a usted la enhorabuena y las gracias por el feliz éxito que usted ha tenido en la destrucción de las facciones que aniquilaban esa provincia. Usted ha hecho un servicio importante a la República, pero aún más importante a los habitantes de ese territorio que creo jamás olvidarán a su benefactor.» y agrega: «Me alegro mucho que usted haya complacido al general Páez, quedándose dos meses en ese país, pues de ese modo conseguiremos su perfecta tranquilidad.» En 1829 lo encontramos de nuevo en Caracas. Ahora es Comandante de armas. La Gran Colombia se disuelve. Santander, en Bogotá, ha procurado llevar adelante su conspiración contra el Libertador y descubierta su participación en la conjura para asesinarle, ha tomado el camino del destierro. Bolívar intenta inútilmente restablecer su autoridad en la capital de la Gran Colombia, pero tropieza ahora con las maniobras de Páez que aspira a alzarse en Venezuela, mientras Flores en Ecuador, aguarda su oportunidad. Perú se ha distanciado del Libertador. En el sur de Colombia los generales Obando y José Hilario López se mueven para entorpecer en todo lo posible la obra del Libertador. La situación no puede ser más crítica. Valero se queda en Venezuela, siempre fiel al Libertador. Páez, en un esfuerzo por atraérselo, le designa primero Subjefe del Estado Mayor General del Ejército de Venezuela. Después 10 asciende a Jefe. Finalmente lo nombra encargado del despacho de los negocios de Marina y Guerra del Gobierno de la República de Venezuela. Pero a Valero le molesta la situación. Se siente incómodo. Los ataques a Bolí~ var no son de su agrado. Rompe con Páez y en octubre de 1830 abandona a Venezuela, instalándose, en condición de expatriado, en Saínt Thomas. Allí, de seguro que se encontró con su coterráneo el brigadier O'Daly. El 17 de diciembre de 1830 murió el Libertador en Santa Marta. Con esa muerte va a comenzar la actuación pública del general Antonio Valero de Bernabé en la República de Venezuela.
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Hemos sido un poco minuciosos hablándoles de la actividad libertadora americana del general Valero. En México se conduce como un liberal y un republicano. En la América del Sur es un libertador. En las Antillas es un precursor de su independencia, sobre todo en Cuba y Puerto Rico, que fueron de las dos grandes Antillas el objeto más directo de su preocupación de patriota. No hay dudas de que el verdadero procerato americano de este ilustre puertorriqueño está ahí, en la obra múltiple de la emancipación que conduce a los pueblos americanos hacia la libertad y la democracia. Prócer viene del adjetivo latino procer, que significa alto, elevado, pero en sentido de personalidad, no de altura física, que en ese caso sería altus. Prócer es, pues, el más destacado, aquel cuya conducta le hace figura relevante, de excepción. Próceres son en la América hispana Bolívar y Sucre, Páez, Soublette, San Martín, O'Higgins, Santander, Mariño, Briceño, Salom, Carreño, Carabaño, Urdaneta, Piar, Mac Gregor, Ibarra, los hombres que llevaron a cabo la epopeya inmortal de libertar la mayor parte de un continente. ¿Y no anda entre ellos, como un igual, el puertorriqueño Antonio Valero de Bernabé? ¿No le distingue con su amistad Bolívar? ¿No le aprecian Soublette y Briceño? ¿No le defiende con nobilísimo tesón el general Salom? ¿Y los generales de Bolívar no le vuelven a defender cuando le calumnian en Panamá, acusándolo de ayudar a un falso espía español? ¿Que lo pudiera distinguir de los otros próceres americanos? Nada. ¿No se pasea él con ellos del brazo, por las páginas de la historia americana como un igual? ¿Rango? El mismo. ¿Respeto, consideración, afectos? Los mismos. El cUa que abandonó a España como ayudante del general O'Don~ jú, ese día inició su carrera como prócer americano. En México su actuación se destaca tanto como uno de los adversarios de Itúrbide que un historiador tan exigente como Lucas Alemán, no puede ignorarle al escribir su Historia de México desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época presente. Y apenas si arriba a La Guaira, ¿no le saluda entusiasmado El Venezolano, de Caracas, Y cuando en Bogotá un colombiano envidioso de su ingreso en el ejército colombiano con el rango de general, lo ataca en un papel público, ¿no es el argentino José Antonio Miralla quien sale en su defensa? ¿Qué hay, pues, en contra de la tesis de incluir al general Valero en el procerato ame· ricano? Nada. Cayetano Coll y Toste lo incluye entre sus Puertorriqueños Ilustres. Antes Eduardo Neuman Gandía le considera uno de los Bene. factores y Hombres Notables de Puer..to Rico, reproduciendo la biografía que escribiera, en 1896, Félix Matos Bernier; el historiador colombiano 26
Eduardo Posada le dedicó muy nobles y entusiastas trabajos relacionados con su paso por Colombia. Scarpetta y Vergara lo incluyen en su Diccionario Biogrdfico de los Campeones de la Libertad de Nueva Granada, Venezuela, Ecuador y Perú que comprenden sus servicios, hazañas y virtudes. Ri. cardo Palma le dedica páginas inolvidables en sus Tradiciones Peruanas; don Mariano Abril publica todo un apretado volumen de doscientas cincuenta páginas la historia de un «héroe de la independen. cia de España y América-. Vicente Dávila lo incluye en su Diccionario Biogrdfico de Ilustres Próceres de la Independencia Suramericana y no contento con ello confecciona otra biografía que con el título de «Un ilustre Prócer Iberoamerica· no., publica primero en El Universal, de Caracas, y recoge después en el tomo II de su obra 1nvesti. gaciones Históricas. No conozco a ningún otro puertorriqueño que se haya destacado tanto en el ámbito americano como el general Antonio Valero de Bemabé. Hora va siendo ya de sacarlo del anonimato en que se le ha mantenido en Las Antillas, donde sólo los estudiosos de la historia y unos cuantos eruditos conocen de sus andanzas como campeón de la independencia americana. Y de un modo muy particular, en esta tierra puertorriqueña donde él abriera sus ojos por primera vez. Hace poco revisaba las páginas de la Geografia de Puerto Rico, escrita por dos maestros puertorriqueños, Francisco Gastámbide y Pedro P. Aran. En la unidad novena dedicada a Ciudades, Pueblos e Islas Cercanas, revisé el párrafo que dedican a Fajardo. Y al referirse a los personajes ilustres nacidos en Fajardo, sólo mencionan a dos: Antonio R. Barceló y Santiago Veve Calzada. ¿Y Valero?, me pregunté. Valero era ignorado, desconocido por dos maestros puertorriqueños. Nues· tras islas son pequeñas. Pugnan por afirmarse una personalidad en el mundo. En ese esfuerzo constante y tenaz, sólo los valores muy universales nos son útiles. Un Power Giralt, un O'Daly, un Valero de Bemabé, un Hostos, un Baldorioty, un Betances, un Bonafoux, un Rius Rivera, un Malaret son tan imprescindibles a este propósito como Martí, Máximo Gómez, Pedro Henríquez Ureña, Felipe Poey, José María Heredia, Gertrudis Gómez de Avellaneda lo son a Cuba o Santo Domingo. Por estos hombres que extravasan los límites locales, abandonamos un tanto el enclaustramiento a que nos condena la insularidad y salimos al escenario del mundo. ¿Por qué aspirar a que sólo nos conozcan por nuestros productos -azúcar, café, tabaco o ron- o nuestra música -son, danzón, danza, merengue, chachachá, boleros o plenas- y no por estos valores humanos que siempre son más pero manentes? Antonio Valero de Bemabé, nacido en Puerto Rico, guerrero en la lucha de España con.
tra los soldados de Napoleón J, brigadier en el primer imperio mexicano, general de brigada en el ejército colombiano en la época de la independencia, general de división en el ejército de las repúblicas de Venezuela y Colombia, bien se me-
rece este homenaje que hoy humildemente le reno dimos, reclamando para su batalladora existencia el insigne rango de prócer, esto es, de hombre destacado en el ámbito americano, de prócer americano-
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Nueva ojeada a la poesía de José P. H. Hernández Por JORGE LUIS PORRAS CRUZ
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OBRA PO~TICA DE J osá P. H. HERNMlDEZ puede estructurarse en un triángulo de temas principales: la naturaleza, el amor y el dolor. Tres temas de cultivo multisecular y universal que parten, probablemente, del nacimiento mismo de )a poesía. La filiación temática de Hernández carece, pues, de originalidad. Los motivos esenciales de su poesía )0 sitúan en esta amplia órbita que han recorrido casi todos los poetas. La naturaleza es uno de los jugos nutricios de nuestra poesía. Su influencia es más evi4ente en la lírica. En nuestra tierra la naturaleza no se impone al hombre tan imperiosamente como en otras tierras. El paisaje puertorriqueño no se eriza de retos como la Cordillera Andina, abatidora de la soberbia del hombre, ni fuerza exigencias al espíritu como la llanura castellana. Frente a nuestra naturaleza el hombre se siente seducido pero no vencido. Le embarga los sentidos como mujer sensual. Naturaleza que por femenina, graciosa, fecunda, brillante, deslumbra la retina, la invade de color, nos hace manojo de sensaciones y nos afirma en la tierra y nos aleja del cielo. En la poesía de José P. H. Hernández el paisaje oficia en primer término. La poesía inicial de Cantos de la Sierra podría ser marco de toda su obra. Hemández, poeta lírico, nos ordena la naturaleza en un plano estético. No la recogen como la perciben sus ojos: desigual, en contraste de lo abrupto y lo suave. Procede por eliminación. Con utilitarismo artístico rechaza lo que pueda alterar la belleza armónica de su geografía lírica y trabaja sólo con ingredientes dóciles. Su paisaje es fruto de selección. Su sierra no es sierra. Los elementos naturales que hay en su poesía Duerme la Sierra -arboleda, arroyo, aves- no logran impresionarnos eficaz28
A BREVE
mente. Podrían servir para componer la visión de . Hernández, poeta de sensaciones suaves, no podía trazamos el cuadro vigoroso de la sierra. Tampoco es poeta descriptivo por afición. Sus ojos casi nunca se posan desinteresados en la naturaleza. Es decir: el paisaje funciona generalmente en su poesía como válvula de escape de su realidad íntima. Así, el silencio del valle le sirve para magnificar su propio silencio: un llano que duerme.
¡ ... el prufundo
silencio de mis ayeres... ! Si el cielo es verde es porque lo ha mordido silisco de su esperanza:
~l
ba
Cielo verde: porque el cielo es verde, si el basilisco de mi esperanza lo muerde con su ojo sordo y bizco. El mar lo punza con el recuerdo de que en su vida infortunada cada lágrima es un mar. Aunque limita la visión de nuestra naturaleza a los aspectos más ricos en rendimiento lírico, no frustra el paisaje puertorriqueño. Sus puntos de apoyo son auténticamente puertorriqueños: mañanas dulces, aire cristalino, riberas verdes, jardines tibios, brisa fresca, gallos, cafetales, flores y frutos nuestros. Capta los signos caracterlzadores del pai. saje puertorriqueño. El resultado es una invitación a vivir que nos viene no del poeta sino de la naturaleza que ofrece. Hernández tiende su red de sensaciones amorosas. ¿En torno a una mujer? ¿En tomo a varias?
No sabemos. Tampoco tenemos certeza de existencia real. Quizás se trata sólo de la mujer necesaria que se crean los poetas cuando no la encuentran en la vida para sustento del alma. Y como criatura nacida de imperativo interior tiene justificación legítima y realidad tan válida como la mujer de carne y hueso porque está concebida a imagen y semejanza del deseo. El poeta vierte en su obra plurales estados de amor. La ruta corre desde la «que hoy queríalll hasta la imposible, con hitos intermedios en la apasionada, la que olvida, la esquiva, etc. Indudablemente toda una galería de figuras conocidas de viejo en la poesía amorosa. No hay sensaciones virgenes. Revalida la gama de matices delicados en que se manifiesta el amor en un gran número de poetas liricos. En Hernández no se encuentra afición al inventario anatómico. No describe detalladamente a la mujer. No precisa. No individualiza. No nombra. A veces el momento amoroso le llega envuelto en el recuerdo, o es idilio, deseo o reproche. Habla de «labios de fresa lll , «mirada ardiente», «rostro de nácar», moviéndose siempre en una atmósfera irreal de poética realidad. Acierto indudable porque amplia el margen de posibilidades interpretativas. Hernández no conoce las sensaciones amorosas fuertes, que convierten el amor en trágica lucha. No ha descubierto las reconditeces del goce amoroso:
Mi amor no es la serpiente de los placeres ebrios: un suave aroma... tm blando arrullo... eso es mi [amor. Apuntemos, a propósito, que en él apenas se da el amor en el momento de triunfo, logrado en la actualidad. Es casto en el tratamiento del tema del amor. Castidad de espíritu fino y aristocrático. Sus experiencias amorosas no pasan del romántico abra· zo por el talle, la contemplación, el acariciar la mano de la amada y el beso. Todo dentro del gusto tradicional. Nada le hace levantar el tono confidencial -tan suyo y tan propio del poeta )frica como Bécquercon que nos habla. Ni la esquivez de la amada, ni su olvido, ni la imposibilidad del amor que siente, ni el deseo de amar insatisfecho. Anula todo extre· mismo en su equilibrio interior. La vida del poeta se desliza a la sombra del dolor. Dolor que tiene sus raíces en la adversidad im· placable, en las ilusiones que no se realizaron, en la enfermedad que se robana joven a su mujer, a sus hijos y a la poesía. A José P. H. Hernández tampoco le podían quitar «el dolorido sentir». Se nos aparece en un aislamiento casi absoluto. Ha roto los lazos que lo ataban al mundo. Es aho-
ra «aquel que nada espera», el del «cansado corazón», el que va señero por el camino. En su soledad se siente cercano a los seres humildes. Por eso llama «hermano miOlll al perro que se queda junto a él cuando todos se van y comparte con otro -o quizás el mismo- el pan diario. En Hala, Buey... el pobre animal que ara bajo la crueldad del hombre le mueve a lanzar interrogaciones trascendentales sobre la existencia del dolor en la tierra. No todo es tiranía del dolor en la obra de Hernández. También se levanta la voz del optimismo. Así que Será Remota Nuestra Vida es una invitación a la vida superior. Le basta «una esperanza únicamente. para seguir su ruta dolorosa. El Can. to a la Fe es como una tabla de salvación para el que ya lo ha perdido todo. Por la última parte de Cantos de la Sierra circula un aire más denso. El poeta siente la obsesión de la muerte que se le acerca. La presiente con certidumbre inminente, en Rojo Hilo, poesía de un patetismo sobrio pero logrado. Intuye impresiones de la otra vida. El dolor le ha sido tan constante que llega a encariñarse con él y nos habla de su .. fidelidadlll. La poesía que cierra Cantos de la Sierra, de título indicativo -Ya- seUa la conmovedora peregrinación de José P. H. Hernández por la vida. Cumple sin rebeldía ni amargura, con tristeza y resignación. Entreverados con los temas capitales aparecen otros de menos cultivo y valor pero que merecen amparo. El tema patriótico, el religioso y el del amor paternal. El tema patriótico toma forma de breve canto a Muñoz Rivera. El poeta siente el vacío del pa· triota. Le duele la patria, pordiosera de libertad. y en el último verso condena a los lacayos. Hernández, en lo religioso, se mantuvo libre de las trabas sectarias. Entre sus lecturas preferidas figuraban la Biblia y La Imitación de Cristo, de Kempis, obra que le regaló el padre Rivera. En las poesías religiosas, escasas, rige un espíritu de religiosidad difusa, comprensiva, sin filiación. El saneto ¿Divino, Judas? traza un paralelo entre Cristo y Judas. Eloí, E/oí, de inspiración bíblica; es la búsqueda urgente de Dios en la necesidad. Evan. gélica, recoge el precepto cristiano de devolver bien por mal. Las composiciones de tema paternal nos descubren un resquicio íntimo del alma de Hemández. No renunció al amor de sus hijos ni en el último momento. Recordemos que en Ya dice:
Ya no apetezco más cariiio que el de mis hijos y mis versos. Sus hijos le alivian el peso del dolor:
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José Adalberto viene como un cantar sonoro a nimbar de sonidos mi callada ilusión. y dirigiéndose a Margot;
Ven, derrama luz por mi frente mustia... Puede ser que un poco llegue hasta mi alma. La poesía de José P. H. Hemández, que halla su razón de ser suficiente en exigencias personalísimas, la qué credo estético pertenece? Poesía lírica y nada más; ventana que se abre para que demos una ojeada inquiridora a la entraña de un hombre, no necesita buscar justificación y claridad en los postulados artísticos. Carlos N. Carreras dice en el prólogo de Cantos de la Sierra: «Nació para cantar como los ruiseñores, para interpretar la armonía de los seres y de las cosas, para libar las mieles en los cárm~ nes floridos, y para fabricar su panal, y cumplió su designio, y cayó fatigado por el peso de tanto tesoro.» Es decir mucho y es no decir nada. La apreciación de Carreras nos adelanta, por 10 menos, una verdad: que José P. H. Hemández es poeta nato, como el ruiseñor. Espontáneo, por 10 tanto. Y como espontaneidad vale por sinceridad, sin· cero. La espontaneidad de Hemández, co_mo la de cualquier otro poeta, como la del ruiseñor, puede que se nos aparezca como sencillez y que, sin embargo, sea arte muy sabio. Sólo es verdaderamente espontáneo el que es dueño de sí mismo. Hemández nos da su arte poética mínima, el breviario estético de su poesía. Le bastan cuatro versos para encerrar su mundo lírico:
¿Cómo es mi verso? .. Ni humilde ni perverso... Ni ruiseñor ni cóndor ni verso es. ¿Mi vida? Acaso. ¿Mi corazón? Tal vez. Imprecisión. Procede por negación y eliminación para llegar a la fórmula que defina su poesía. Y no alcanza a concretarla. No puede vaciar su arte en palabras porque como cosa Íntima que es se le siente pero no se le explica. A 10 más que se acerca es a su vida, a su corazón. Su poesía es su auto-
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biografía espiritual. Yeso refuerza a HemáDdez en la categoría de poeta lírico. Para él, como para Bécquer, todo existe en virtud de su intimidad. El léxico de Hemández no es el resultado de una escrupulosa selección. Recluta sus palabras en la poblada zona de 10 corriente. Pero no resba· la a 10 vulgar. En general la adjetivación es llana, «áureas ilu· siones», «aire cristalino., Clmañana rosada., Clmar tenebrosa., Clsuave aroma», etc. El adjetivo no quiere rayamos la sensibilidad destacando un aspecto sutil de 10 adjetivado. Tiene un sentido de caracteri· zación más general. En la poesía de Hemández no sorprendemos metáforas audaces. Prefiere la metáfora sencilla. Algunas imágenes tienen calidad gráfica: ces una polvareda de hollín esta hora aciaga.» A veces ve en cruce de sensaciones, como en este caso en que se presenta lo visual en términos de 10 auditivo:
comienza a repicar el sol su policrómica campana. y una muestra interesante de continuidad meta· fórica:
y la mañana bohemia estira, como de caucho, su acordeón, y un haz de fuelles es el aire fraguando un largo calderón. Predominan las sensaciones visuales. Los colores que más simpatizan a la retina del poeta son el blanco y el rojo. Recoge también el verde, el oro, el negro, el azul, el gris y el violeta. Registra matices, lo que supone aguda percepción. De radio más limitado son las sensaciones audio tivas, ·de tacto, olor y gusto. Todo suave y agradable. En general, 10 sensual en Hernández desconoce el refinamiento de las sensaciones excepcionales. A José P. H. Hemández hay que leerlo con espíritu sencillo. Sin pretensiones. Escuchémoslo como voz tenue que nos hace un relato íntimo envuelto en Cldolorido sentir», en tristeza que nos identifica con él. Su mérito es haber sabido verterse con honradez, sin falsificaciones ni concesiones retóricas.
Exposición de Marcos Irizarry
EL 21
DE AGOSTO TUVO LUGAR EN EL INSTITUTO DE CUL-
tura la apertura de la primera exposición individual que en su patria realiza el joven artista Marcos Irizarry. Nacido en Mayagiiez en 1936. En el 1957 inicia sus estudios en la Universidad de Puerto Rico, de donde pasará a la Escuela CentraJ de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, gozando primero una beca del Gobierno de Puerto Rico yen 1961 una pensión del Museo de Arte de Ponce. Inicia el deambular de su obra en el 1961, en una exposición colectiva del Ateneo Puertorriqueño. En este mismo año concurre a colectivas en Colonia (Alemania) y Liboume (Francia). En el 1962 en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid; en la Casa Americana de Oviedo, el Museo de Zaragoza y en Segovia, aparte de una individual en Granada, todas estas en España. Le vemos también en el Primer Salón de Arte Hispano-Americano en Madrid y en una colectiva en Nápoles (Italia). En el 1963, en el .Arte Actual de América y España» va a Madrid, Barcelona y Salamanca pasando luego a varios puntos de Italia. Obtiene un premio de pintura en el Primer Salón de Arte Hispano.Americano en Madrid. Tiene también la medalla pensionada del .Paular» (Segovia-España). Concurre en Pamplona (España) a la «Exposición de Cuatro grabadores»; a una colectiva en la Galería Gammel Strand en Copenhague (Dinamarca); al .Fluxus Festival-Cogetudor-Danmakr» y al segundo certamen nacional de artes plásticas en Madrid. Ha participado en las siguientes exposiciones: En España en la «Exposición Nacional de Arte», en Madrid; en California (U.S.A.) en las exposiciones y galería del .Pionner Museum» y .Haggin Gale. ries Stokton, en Long Beach Museum of Art; Santa Bárbara Museum of Art; Freno Art Center; E. B. Cracker Art Gallery (Sacramento); .Primavera 1965», en Gallery Lounge, San Francisco; en New York en .Twenty Latin Amerlcansll, Galería SudAmericana y en la Sud-American en la Feria Mundial de Nueva York. Cartel de la Exposición, por Antonio Marlorell
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Irizarry junto a una de sus obras
Aspecto de la Exposici贸n
La preocupación por Puerto Rico en las novelas de Enrique A. Laguerre* ·Por CARLOS
L
BER LA OBRA DB ENRIQUE
A. LAGUERRn
SIGNIFICA
en gran parte revivir la evolución de los problemas socioecon6micos de Puerto Rico entre los años de 1935 a 1962. Estas fechas marcan la aparición de su primera novela, La Llamarada y de la más reciente de ellas, Cauce Si'1 Río. Laguerre comienza su carrera novelística durante los años de la depresión eco:"\ómica en los Estados Unidos, la que inevitablemente repercutió de un modo desastroso en la que era entonces colonia estadounidense. Ya anteriormente, a partir del Tratado de París que puso fin a la Guerra Hispanoamericana de 1898, Puerto Rico había experimentado grandes dificultades, en el campo económico, puesto que los productos agrícolas cultivados con preferencia a lo largo de la unión con España y que representaban la base de su economía, no hallaban los mercados necesarios en el continente norteamericano. Tampoco era ya posible comerciar con las naciones europeas o con las repúblicas hispanoamericanas: Estados Unidos se había garantizado el monopolio mercantil de la Isla a través del arancel tarifario y la ley de cabotaje. La primera industria en sentirse amenazada por las nuevas circunstancias fue la más cotizada e importante de todas: la del café. Esta había venido desarrollándose bajo la dirección de capital criollo, grupo dentro del cual se encontraban descendientes de emigrados corsos que se había ido estableciendo en la Isla durante el siglo XIX. No era posible que una industria, por necesidad modesta, compitiese con la enorme producción y los precios bajos de Colombia y del Brasil. " • Este trabajo fue leido ante la Asociación dc Profesores de EspaJlol y Portusués cn Ha\"en HIlI. MIchlgaIl, el 19 de ¡nano de 1965.
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G6MEZ
DBL PRADO
En 1935, cuando escribe Laguerre su obra inicial La Llamarada, galardonada por el Instituto de Literatura Puertorriqueña en 1936, el cultivo del café le hacía frente a una grave crisis. Es precisamente esta situación la que representa la motivación del autor, ya que es oriundo de una región de cafetales. Se proponía Laguerre defender la industria del café ante la del azúcar, la vega ante la sabana. Los grandes ingenios azucareros que formaban ya el elemento económico predominante, organizados en gran medida por capital estadounidense, amenazaban acaparar toda la tierra disponible - en todo caso, reducidísima - y convertir la economía de la Isla al monocultivo. No constituy'e la novela, sin embargo, y como podría parecer, un tratado agroindustrial: el ataque del autor se lleva a cabo en términos humanos, a través de la patética figura del .jíbaro». En el primer capítulo de la quinta parte leemos, por ejemplo: En el cañizar la vida es ciertamente tétrica; sólo basta pensar en la agobiante esclavitud de la peonada, víctima de todas las desventuras: expoliación, fatiga, hambre, mal trato, el círculo de fuego... Luego, hay quien diga que ellos están acostumbrados a esa vida. Mejor sería decir que viven un simulacro de vida, porque a tal se reducen sus afanes. ¡Pobre gente! Forman un cenagal de ansias podridas. Se necesita tener el corazón cerrado a toda piedad para encogerse de hombros ante la desgracia de esos seres. Si bien la vida puertorriqueña había sido modesta durante la preeminencia del café, la Isla, no obstante, había conocido la estabilidad económica
así como el equilibrio industrial, amén que huma· no, entre la montaña y la costa. Durante la época de La Llamarada tal parecía que ese equilibrio desaparecía para siempre. El problema se habría de resolver, como se sabe, pero no sería a través de la protección del café; en el aspecto agrario no mero mará - más bien todo lo contrario - el predominio de la industria azucarera. El prologuista de la segunda edición de La LI~ marada, Antonio S. Pedreira, resume con gran acieroto la novela y el problema que ésta elabora, en las siguientes palabras: La Llamarada es la novela de una de nuestras más graves enfennedades: la diabetes colectiva. El protagonista es el ambiente, la naturaleza, el campo cañero, el «círculo de fuego» en que inexorablemente vive -¿muere?el trabajador de la caña... La Llamarada es como una vasta sinfonía con un tema central: el color de la caña; y otros temas secunda· rios: vida y sicología del campo, tradiciones, reflexiones diversas, introspección e incidencia del protagonista contadas todas con gus· to, con belleza, con un visible imperio sobre la lengua. Y, a la larga, en La Llamamda no pasa nada; precisamente porque pasa todo.
En 1941 aparece la segunda novela de Enrique A. Lag~erre con el título de Solar Montoya. La obra constituye, como era casi de esperar, la novela del café, no en contraposición con el azúcar, según sugiere ya en La Llamarada, sino como problema autónomo. Aprovecha también la ocasión el autor para aclarar su postura ante el cañaveral. No se opone a la industria en sí, nos dice, sino al abandono a que obliga el monocultivo con relación a las otras cosechas. Estas son sus palabras: No hay duda que el cañaveral nos hace falta; es más, desde el punto de vista económi· co es imprescindible. Sin embargo, queda en pie un grave problema: gradual y finnemente va mennando la importancia económica del café. l:.a desaparición total de los cafetales sería un desastre de economía y de espíritu. El autor nos lleva a presenciar, pues, la lenta agonía de los cafetales, «agonía - según escribe Concha Meléndez en el prólogo de la obra - más trascendente que la sabanera, porque en la sierra se concentra nuestro pasado: leyendas indígenas, eticismo español, folklore criollo.• La figura central de la novela, Gonzalo Mora, nos ofrece coincidencias con el protagonista de La Llamarada. Los dos nacen durante la época que
llama Concha Meléndez, en el mismo lugar citado, cel cruce de tiempos que todavía nos estremece de incertidumbre.• Tenemos que recordar que, inmediatamente ano terior a la Guerra Hispanoamericana de 1898 - es decir, en 1897 - Puerto Rico consideraba su futuro más o menos decidido al lograr la autonomía bajo la corona española. A través de los siglos la Isla había desarrollado lucrativas industrias - sobre todo las del café y tabaco - que le habían proporcionado un relativamente cómodo nivel de vida. A partir de la guerra, paradójicamente, ya que el territorio pasaba de manos de una nación en plena decadencia a las de una que surgía con todo el ím· petu de la juventud, la situación sigue rumbos cada vez más alarmantes. Al nuevo problema económico, además, se sumaba el cultural con la humillación del retrogreso político: de territorio autónomo, Puerto Rico volvía a ser colonia una vez más. Al pasar de los años la situación agravará aún más con la creciente superpoblación y, por fin, llegará a su nadir con el desastre económico de los Estados Unidos de 1929. Como si la misma naturaleza tramara contra los puertorriqueños, la Isla es azotada por terribles ciclones en 1928 y de nuevo en 1932 que casi arrasan con toda la vegetación. Estas catástrofes llevaron al gobierno a emprender programas de rehabilitación agrícola. En Solar Montoya el autor se muestra más bien pesimista ante estos programas, a no ser que a ellos se incorpore el común esfuerzo de los propios terratenientes. Propone en una de las páginas de la obra mover «la voluntad de los otros; interesar a los dirigentes ejecutivos de la Isla; impedir la como pra, por terceros, de fincas de café a ejecutarse; emprender la reforestación, iniciar nuevas siembras e industrias, reconquistar 10 perdido, resistir, resistir, resistir.• La novelística laguerriana logra en esta segunda obra un marcado progreso, sobre todo dentro del aspecto estilístico. Si bien la acción es mucho más lenta que la de La Llamarada, en Solar Montoya, en cambio, la lengua ya se libra de rebuscamientos y, especialmente, de «francesismos» que desde un principio sorprenden y desentonan con el medio en el que se desarrolla la primera novela de Laguerre. Al parecer, aun veinte años después de la muerte de Darío el galicismo modernista mantenía c;u influjo sobre los escritores jóvenes. Más que personal, de defecto de época, pues, podemos tachar ese capricho de expresión. En 1949 Laguerre publica La Resaca, novela histórica donde examina el pasado puertorriqueño desde las últimas tres décadas de la administración española hasta la guerra de 1898. Según Angelina Morfi, en su completísimo estudio sobre el novelista,
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esta tercera novela es la preferida del autor.l En ella vuelve a ensalzar la sierra como la depositaria de los verdaderos valores isleños, como hicieran los de la generación del 98 con respecto a la llanura castellana. Asimismo Laguerre, a través de su producción, rinde culto al pasado en un procedimiento reminiscente del de los noventayochistas: es decir, en un empeño de encontrar allí la verdadera fuente del alma de su país. Aunque La Resaca propone la independencia política de Puerto Rico, lo hace en términos sumamente velados. El autor sabe aprovechar la leyenda del indio Uroyoán, quien ahogó al español Salcedo para cerciorarse de que los con· quistadores no eran dioses, para expresar sus con· vicciones políticas. Una vez más, pues, rehúye Laguerre el tono puramente propagandístico para en· tretejer su pensamiento dentro de la acción misma de la novela. Escribe el autor: El candoroso primitivismo del cacique montó guardia de tres días junto al dios de barro para cerciorarse de una vez para siem· pre de la falsedad de la leyenda, y fue ahí, en las márgenes del Guaorabo, que nació el ímpetu de la rebelión indígena. Porque era un hecho claro, el dios alfa mal. Todavía huelen mal los dioses, pero parece que nosotros no queremos darnos cuenta de ello, y continuamos rindiendo culto a tan pequeñas cria· turas. El tema de la destrucción de los dioses extraños continúa hasta el final de la novela, la que termina con la siguiente sugerencia por parte del autor: «y es que la falsa divinidad ha de perecer, cuando así lo queramos, en la corriente de nuestra propia vida... » Con la reticencia que le caracteriza insinúa La· guerre que ya es hora de que despierte el pueblo puertorriqueño de su propia convicción negativista en cuanto a la imposibilidad - debido a tamaño y recursos - de dirigirse su propio destino. Y este pensamiento es como un eco de los revolucionarios puertorriqueños que escribieron en el siglo pasado, intentando alentar el ansia de independencia. La acogida a esas ideas fue, si no apática, por lo menos pasiva y el Grito de Lares encontró un limitadísimo grupo de seguidores que pronto terminó en el fra· caso. Enrique A. Laguerre teme el pacifismo de sus compatriotas; ese estoicismo que es herencia de la veta hispana, despojado ya del guerrillerismo que ha caracterizado a la península y a otros países hispanos. ¿No corresponde acaso este pacifismo te· mático de Laguerre a la abulia ibérica que sirvió de l. Angellna Morfi, Enrique A. lAguerre y su Obra. Instituto de Cullura Puertorriqueña, San Juan de Puerto Rico. 1964. pág. 77.
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tema a Unamuno, Baraja, Azorín... ? Así es como nos encontramos ante otro elemento que liga al novelista puertorriqueño con los ilustres generacionistas del 98. No debe chocar que así sea, puesto que la introspección nacional dentro de los pueblos his· panas necesariamente conduce a hallazgos análogos. Resulta curioso, de todos modos, que entre los críticos que se han ocupado de la obra laguerriana ni aun Angelina Morfi haya mencionado los nexos de . nuestro autor con la Generación aludida, ya que tan patentes se nos presentan todos los puntos coinci· dentales. El empleo del paisaje en las tres obras que hemos venido discutiendo ejemplifica c1arísimamente lo dicho. De Angelina Morfi citamos: En La Llamarada la naturaleza se ve lírica· camente, y en la confusión que siente, su protagonista, Juan Antonio Borrás, acude a ella en busca de una lección moral que guíe su conducta por los caminos de la verdad. Gon· zalo Mora la deifica en Solar Montoya, y pro. vaca en él un deseo verdadero de adorarla. En La Resaca surge enlazada c6smicamente con el hombre mismo, en un consorcio espi. ritual. 2 Si bien el procedimiento de Laguerre no es pre· cisamente el de extraer primores de lo vulgar, en las palabras de Ortega y Gasset, a la manera azoriniana, ni el de filosofar liricamente al estilo de Antonio Machado, en cuanto a actitud, sin embargo, se aproxima a todos los del grupo. Y es con Baraja, quizá, que más comparta su visión. Lo cierto es que para ambos la naturaleza representa la circunstancia predominante del hombre. Es ella la que da foro ma al carácter humano y a través de ella se llega a la victoria o al fracaso. En orden cronólogico, La Resaca es la cuarta de las novelas de Laguerre; la precede El 30 de Febre. ro,-cuya aparición tuvo lugar en 1943. Esta, no obstante, queda un poco al margen del ámbito de nuestro trabajo. No se quiere decir con esto que los problemas sociales y económicos que protagonizan las tres obras discutidas estén aquí ausentes, no. Es más bien cuestión de enfoque. En El 30 de Febrero el problema Clnacional» está relegado a un segundo plano, mientras que el primero lo ocupa la figura del protagonista, Teófilo Sampedro, «hom· bre interino•. Su vida, pasión y muerte representan la totalidad de la trama que es, por demás, barojiana en su desnudez. Los Dedos de la Mano (1951), está asimismo dedicada a explorar el ascenso social y la desintegra· ción moral de su protagonista, Lucrecia Madrigal, pero ya aquí se incorpora un elemento nuevo, el 2. lbid., págs. 75-76.
político, a la problemática sociológica y económica de las novelas anteriores. La preocupación primordial es ahora la división entre los hombres, división, además, que aniquila el empuje vital de los pueblos. La enajenación está representada por dos familias de bandos opuestos -económica y políticamente- en el pueblo ficticio, aunque verosímil, de Naranjales. Para hacer mayor hincapié en lo abo surdo de esa oposición, Laguerre denomina a una de las familias -la patriarcal- los Torre Sin Ese y la otra, la humilde, los Torres. La insignificante letra s personifica la dramática diferencia entre un mundo y otro. Merece la pena recordar -para ri· diculizar aún más esa s divisoria-, que en Puerto Rico por lo general las eses finales desaparecen en la conversación normal. Lo que nos sugiere el autor, pues, es que la separación de clases y de ideas políticas no se basa sino en un mito tan fantasmal como lo es la s al final de las palabras. La solución del problema la encarna el personaje Serafín Torres, descrito por Laguerre como «corresponsal de un periódico capitalino, tan desencantado de la codicia y vanidad de los Torres del Salto, que ya él mismo, con todo y ser un Torre del Salto legítimo, había adoptado, sentimentalmente, la s que en Naranjales identificaba a los humil. des, perennes víctimas de los soberbios.» El desengaño del autor en esta novela comprende asimismo los egoísmos de los políticos y la falta de ideales en los partidos, aun en aquellos que fingen luchar por las clases obreras. A la organización, como al individuo, lo único que le interesaba era «llegar al poder por cualquier medio posible lt , aun· que esto exigiese olvidar por completo los ideales del programa electoral. La industria que esta vez sirve de marco al con· flicto es la tabacalera; la obra es en este respecto una especie de crónica de los últimos cUas de esa industria en la Isla. Y no acusa Laguerre a ningún bando en particular como responsable de su extinción: todos son culpables. En primer lugar, los magnates, los Torre Sin Ese, cuya codicia mantenía la miseria y el hambre; más tarde, los demagogos y los mismos obreros y campesinos que, una vez unidos en causa común, acelerarán la muerte de la industria. Y fue que, en lugar de utilizar el sentido común y la negociación, los obreros y agricultores se entregaron a la violencia, destruyendo cuanto se hallaba a su paso con el fin de vengarse de los hacendados. Hacia el final de la novela leemos los sigientes párrafos: Aquella misma noche hubo una tala mayor en uno de los tabacales de Pasamonte. Esta vez los guardias habían conseguido perseguir
de cerca a los culpables, pero todo quedó siempre en el misterio. Sucedieron talas similares en otros tabacales de la región. Había unos cuantos sospechosos arrestados, pero muy escasas pruebas, la' mayor parte de ellas circunstanciales. Hubo un estado de alarma en todos los pueblos de la zona tabacalera. El gobierno hizo una concentración de policías. Los magnates tabacaleros dispusieron también sus propios guardias. Pero la situación se hacía cada vez más difícil, debido a que los pequeños agricultores se sumaban, en crecientes números, a hacer causa común con los obreros. Se llegaba al colmo de la desesperación económica: el tabaco guardado no poclIa comerse y los precios distaban de compensar los gastos. La «American Tobacco Company» y cPasamonte & Wilks» compraron varias cargas a precios irrisorios. El problema de la cosecha este año era aún más angustioso. En La Ceiba en el Tiesto, escrita en 1954 y publicada en 1956, surge de nuevo, aunque sólo como fondo, la cuestión política. El protagonista narrador es miembro de la revolucionaria Conjunción Patriótica, obligado a exilarse en Nueva York tras una insurrección malograda. Neoyorquino también es el ambiente de El Laberinto (1959), cuya acción se traslada más adelante a un anónimo país his~ panoamericano. El protagonista <le La Ceiba en el Tiesto, Gustavo Vargas, decide regresar a Puerto Rico y poner sus energías en empresas menos violentas y más prácticas, culminando en la creación de unas organizaciones cooperativas para fomentar el progreso económico. «La vida de nuestro país es una larga historia de miedo y de hambre que hay que detener., dice uno de los personajes. Y a esta tarea se aplica Vargas. El pensamiento que elucidamos de este comportamiento nos trae a la mente la convicción barojiana que sólo mediante la acción puede triunfar el hombre, pero sólo si se restringe esa acción a una esfera limitada. El final de la obra también ofrece reminiscencias del 98 y, en concreto, de Unamuno y su «me duele España»: Apretada en tomo al espinazo de su cordillera central, tiembla la carne de mi Isla frente a los rumores de la mar abierta. Soy nervio vivo de esa carne. Me duelen sus dolores y me agradan sus goces. En cuanto a El Laberinto, la novela trata el te~ ma de la preocupación patriótica sólo indirectamente. Se trata más bien de un canto a la libertad: del c1aberintolt humano sólo es posible la salida si 37
todo se acabará para mí? CITado» era mi éxito fácil, mi highball, las comidas de los clubs, los caprichos de mis mujeres. ClTodo. era un vacío.
ejercitamos la voluntad -e inmediatamente volvemos a pensar en Pío Baroja, Azorín..• Ya para las fechas de estas dos últimas novelas, Puerto Rico se encontraba encauzado hacia la solución de su problema económico. La Isla se había ido industrializando por todos los medios posibles, guiada por el pragmatismo político y los ideales eclécticos de don Luis Muñoz Marin. A medida que se evidencia el progreso material, va adquiriendo el nuevo cestado asociado. rásgos nuevos, muy diferentes de los tradicionales. Estos serán los que ocupen a Enrique A. Laguerre en su más reciente novela, Cauce Sin Río, publicada en Madrid en 1962. Según se va resolviendo el problema social y económico, surgen otros de orden espiritual y moral aún más difíciles de resolver, por su propia naturaleza abstracta. En primer término, teme el autor que el materialismo que se manifiesta en todos los aspectos de la vida vaya a terminar con todos los principios que han sido la herencia legítima de los puertorriqueños. Significa este nuevo enfoque, pues, todo el fin de una era: era que por otra parte vio a la pequeña Isla resolver dificultades y conflictos que en una época -la época de La Llamarada- parecían insolubles. En Cauce Sin Río, completamente representativa del Puerto Rico actual, ya no leemos sobre la trágica vida campesina; ya se ha esfumado el conflicto entre vega y sabana. El que ahora presenciamos es sencillamente el de campo frente a ciudad; el depositario de los valores tradicionales ante el centro materialista dedicado sólo al placer y al alarde. Se trata simplemente, pues, del ckeeping up with tbe Joneses» que tanto preocupa a algunos escritores angloamericanos, del suburbio del cóctel y la crónica social. El protagonista de la novela, Víctor H. R. Sandeau, se rebela ante su propia situación y explica así su actitud: «...objeto el que la civilización ponga el pie donde debe poner el alma.» Vive Sandeau «inmerso en el vacío y la frivolidad. de la exclusiva urbanización de Green Plains. Su hija Maritza prepara su debut de los quince años y su mujer no vive para nada que no esté relacionado con ese acontecimiento. La misión de H. R. -como le llaman norteamericanamente sus socios- en su papel de padre y jefe de familia no es otro que el de pagar las cuentas. En las siguientes palabras resume nuestro protagonista su vida familiar:
Al cabo del tiempo Sandeau decide abandonar la vida urbana y regresar a su pueblo natal -una vez más, en -la sierra encuentra un protagonista de Laguerre su propia identidad. Todo cuanto es ficticio y superficial en la ciudad es genuino en el campo, donde se vive sólo para resolver los problemas cotidianos de la existencia, procediendo de acuerdo con los valores que se han heredado del pasado. La salvación -nos sugiere el autor- está en ese regreso al campo y a las viejas tradiciones. En uno de los últimos capítulos de la novela monologa Sanaeau de la siguiente manera: Ojalá pueda yo contribuir a mantener el núcleo de la expresión puertorriqueña, sin que tenga que rechazar el progreso. Aspiro, con toda humildad, a que la tradición nuestra sea la savia de ese progreso. Entre las muchas cosas que condena Laguerre se encuentra la admisión abúlica del inglés por parte de los puertorriqueños en su habla cotidiana. Este problema viene preocupando al gobierno desde hace años, siendo la causa principal de que se regresara en el sistema educativo a la enseñanza de todas las materias en el idioma español. No sólo se utiliza el inglés para dar nombres a barriadas -como el Green Plains de Cauce Sin Río -y a comercios, sino que algunas palabras inglesas se aceptan hasta el punto que no se reconocerían las correspon· dientes en castellano. Vocablos como cswitch., czipper., canyway. se emplean corrientemente y,la mayoría de las veces, sin conciencia de que se trata de una voz extranjera. Nuestro autor se preocupa por la gradual for· mación de una lengua híbrida, peligro sumamente real, sobre todo cuando apreciamos que incluso el propio léxico del novelista muestra, de higos a brevas, cierta infiltración inglesa en el valor de los vocablos. Al medioambiente achacamos el hecho de que utilice Laguerre, por ejemplo, pretender en lugar de fingir; formalidad por etiqueta o ceremonia; examen médico en vez de reconocimiento. Estos no son sino pecadillos, no obstante, que no restan de ningún modo interés a la novela. Con sus predecesoras, ésta viene a completar el cuadro fiel de los últimos treinta años en la historia socioeconómica puertorriqueña. Impresionante resulta el que se haya encontrado Laguerre totalmente solo en su tarea: la Dovela es el género literario menos cultivado en Puerto Rico. Si en España la preocu-
Como mi mujer casl Slempre estaba cde tiendas. o con algún comité cívico, Maritza se había criado entre amigas. Iban a '1a iglesia, frívolamente, como a un club más. Tantos años de esa vida y apenas la advertí hasta ahora. Aterrado, me preguntaba: c¿Todo,
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pación nacional ha dado al mundo de las letras por lo menos una decena de nombres ilustres, Enrique A. Laguerre representa para Puerto Rico -en un caso análogo a! de Gómez de la Serna- una generación de uno. Para terminar, recapitulemos la trayectoria que representa la obra de Laguerre. En primer lugar, durante su período inicial, al autor le preocupan los problemas sociológicos que hacen de la vida campesina un angustioso calvario. Junto a! aspecto económico, la situación industria! y la amenaza del monocultivo dominan el pensamiento -e incluso la acción- de sus primeras novelas. A partir de La Resaca -es decir, de 1949- empiezan ya a surgir los problemas de orden espiritual sin cuya solución resultaría imposible el desarrollo de una vida digna y prometedora para todos los puertorriqueños. E~ tos problemas irán adquiriendo cada vez mayor relieve a través de las subsiguientes novelas, aunque
en algunas de ellas (La Ceiba en el Tiesto, El Laberinto) el conflicto sea más individual que nacional. En Cauce Sin Río, en cambio, están perfectamente amalgamados el problema nacional y el personal: ambos se funden para convertirse en uno solo. Laguerre es ante todo un hombre de su época y cuando el país ha podido solucionar la situación económica, él se vuelve hacia el bache moral que ha sido creado en gran parte por el progreso material. Vemos a! autor incorporarse a la corriente humanista española -a la larga, hispana-, que siempre ha tenido como objetivo el cultivo del espíritu del hombre. De la obra de Laguerre desentrañamos el juicio de que la felicidad de un pueblo no se basa exclusivamente en la directa proporción con su poder adquisitivo; no basta con sólo alimentar los cuerpos: es asimismo imprescindible nutrir el alma.
Michigan State University
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Breve relación de la literatura puertorriqueña Por CBSWO ROSA.NIEVES
l. Embocadura al Enfoque:
EL SIGLO ACTUAL HA
SIDO MUCHO
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AFORTUNADO
que el anterior, en cuanto a lo que se refiere al menester de las letras en Puerto Rico. Tanto la Generación Modernista (1907-1921), como la Contemporánea o Postmodernista (1921-1962), han gozado de mejor ambiente cultural que las anteriores brigadas estéticas del pasado. Han aprovechado estas últimas hornadas de literatos, los nuevos rumbos progresistas de la educación pública y privada, el vigoroso auge del desarrollo intelectua· lista de la Universidad de Puerto Rico, y los colegios que han nacido a la luz de ésta. Por otro lado, han tenido. estas generaciones de hoy, el beneficio noble de las iniciativas veinticentistas del Ateneo Puertorriqueño (certámenes, conferencias, exposiciones pictóricas, etc.), y además, han disfrutado del mejoramiento económico y social de la Isla durante estas décadas. Amén de estas dinámicas jornadas del pensamiento, se han creado, como fuen· tes de estímulos para la juventud artística, insti· tuciones de altos quehaceres espirituales, como: el Instituto de Literatura, el Conservatorio de Música, el Instituto de Cultura, las Academias de Historia, la Asociación de Periodistas y Escritores y las pequeñas editoriales 1. En todas se advierte el de· 1. Entre las m~' dettacadas editoriales del país, dedicadas a la publlcacI6n de Ubros literarios, figuran: la Editorial del Departamcnlo de Inslrucc16n. la del Instituto de Cultura. la Editorial Universitaria, la Biblioteca de Autores Puertorrlquc1l.os, la Editorial Campos, la Editorial Rumbos (de Barcelona) con sede en Puerto Rico, la Editorial Yl:\urel, la del Club de la Prensa, Editorial Puerto Rico Dustrado, el Ciub del Libro de Puerto Rico, y OlnS más. Las revistas y periódicos que más se bao interesado en la publicacI6n de literatura del país. euÚI, entre otras: Puerto Rico Ilustrado, El Mundo, El Imparcial, In dice, Puerto RíllO. Asomante, Ú1 Torre, Alrruz Ú1tina, Artes y ütras, Prensa, Brú¡ula, Atenell Puertorriqueño, El Dla Est4tico, Revísta del Instituto de Curtura Puertorriqueñtl. Orfeo, y en los Inicios de lo contemporÚleo: la Revista de las Antillas.
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seo de contribuir, con miras superiores, al fomento de la creación del arte literario en Boriquén. Dentro de este marco histórico, se han desarrollado los géneros estéticos, que discutiremos más adelante. Ellos corresponden a los nombres de: la poesía (el más frondoso de todos), la novela, el drama, el cuento y el ensayo de crítica literaria. En posición colateral a estos modos, han florecido en el país, durante este período contemporáneo (1921-1962) la oratoria y el periodismo, pero la imperiosa circunstancia de espacio y tiempo, no me darían ocasión propicia para incluirlos en este corto ensayo de divulgación mínima. 2 El Modernismo Hispanoamericano implantó en la literatura de nuestro país su nueva manera rubendariana: rejuvenecimiento estilístico dentro de aquella reciente imaginería de color, música y sen2. Para la ampliación de estos estudios, recomendamos 105 sisuJentes libros sobre nuestras letras: Ú1 novela en Puerlo Rico, de ClU"Dlen Gómez Tejera (Universidad de Puerto Rico, 1947): El Drama en Puerto Rico, de Antonia Sllez (Universidad de Puerto Ria), 151SO): Ú1 Poe:sla en Puerto Rico, de Cesllreo Rosa-Nlev~ (publicada en MéxIco, 1943, con segunda edición: Edltorlal Campos, San Juan. Puerto Rico, 151Sll): El Periodísmo en Puerto Rico, de Antonio S. Pedn:lra (La HabaDa, 1941): Diccionario de Litera/ura Puertorriqueña, de Josefina Rivera de Alvarcz (Editorial Universitaria. México, 15155): Historia de la Literatura Puertorriqueña, de Francisco M. Cabrera (Nueva York, 15156); Aguinaldo L/rico de la Poes(a Puertorriqueña. por Cesáreo Rosa-NiC\'cs, AntologIa general en tres tomos (Editorlal Campos. San Juan, Puerto Rico, 1957); Panorama de la Cultura Puertorriqueña. de Maria Teresa Babln {Nueva York, 15153>: Bús~ queda y P(asmacidn de Nuestra Personalidad (Antologla critica del en. sayo puertorrlquefto, desde sus origenes hasta la generacI6n del JO), por Mariana Robles de Cardona (Editorial Club de la Prensa, San Juan, Puerto Rico, 15158): Antalogla General dd Cuento Puertorriqueño, Tomo 1 y n. por Cesáreo Rosa-Nieves y Follix Franco Oppenhelmer (Editorial Campos. San Juan, Puerto Rico, 1959): El Arte del Cuento en Puerto Rico, por Concha Mell!ndez (Nueva York, 1%1); Teatro Puertorriqueño, Festival de Teatro, Institulo de Cultura Puertorrlqucfta, San Juan, Puerto Rico (cuatro tomos, hasta el momento en que escribimos), San Juan, Puerto Rico, 151S9-1!l6O1961·1!l62: Cuentos Puertorriqueños de Hoy, por Remé Marqués (Club del UbIO de Puerto Rico, San Juan, Puerto Rico, 151S9). Además, véase: Asoman/e, San Juan, Puerto Rico, Núm. 1, enel'O-l1IlU'ZO, 1955, San Juan, Puerto Ria); y: Literatura Puertorriqueña (21 conferencias), Instituto de Cultura Puertorrlquc1l.a. San Juan, Puerto Rico, 1960.
sualidad expresiva, además de una rebelde renovación de la técnica métrica tradicionalista, a la luz del Simbolismo francés. Este movimiento insurgente le inyectó insospechados bríos a la vieja sintaxis castellana. El lenguaje metafórico se biza más flexible y se enriqueció de neologismos y préstamos a otras lenguas. También es de anotarse con piedra azul, el hecho importantísimo para nuestros haberes estéticos, de que durante este período se incorporó con más fuerza, la tendencia hacia los motivos nacionales en los escritores del país, presentados éstos en formas de mejores posibilidades originalistas._ Estos autores, poetas y prosistas, preparan los surcos a los grupos que le sucedieron en lo contemporáneo. Ellos pues, nos llevan de la mano al principal asunto de nuestros apuntes de crítica expositiva que esbozamos aquí. Entre las claves significativas de esta matrícula de plumas contemporáneas, hacen relieve en la producción de nuestra vendimia, las siguientes: el afán por la pintura del paisaje terruñista, la mujer como materia de amor (aristas de acercamiento, engaño y desprecio), la preocupación por el futuro de la soberanía política de Puerto Rico, el jibarismo poético, el motivo afroboricua, el pro· letarismo social de patronos y obreros, las vicisitudes del hombre isleño en Nueva York, y final· mente, el sondeo siquiátrico en las depresiones freudianas de la actual sicología experimental. Otro signo de relevante insistencia en el cultivo de la prosa de estos escritores, concurre en la tendencia por la expresión poemática, quedando en discreta minoría la forma natural y llana. En la zona del verso, la elocución y la imaginería de estos autores, se arrima más hacia un barroco sin hondas penumbras y cargado de novedades líricas: la dificultad sintáctica, a veces, le cierra el paso al decir cristalino.
II. Los Géneros Estéticos en la Generación Post. modernista (1921.1962) a)
La Poesia:
Dos antologías influyen señeramente en los poetas que vamos a tratar bajo este epígrafe. De un lado, la colección de Poesía Española (1915-1931), de Gerardo Diego (Madrid, 1932), y de otro flanco, La Poesía Francesa Moderna (Madrid, 1913, autorizada por Enrique Díez Canedo y Fernando FortÚD (Segunda edición: Buenos Aires, 1945). De la primera, son visibles en nuestro parnaso, las huellas de: Antonio y Manuel Machado, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Federico García Larca, Rafael Albertí, Manuel Altolaguirre; mientras que la segun· da selección citada arriba, es estimuladora de los Ismos subversivos en la Isla: Pancalismo (1913),
de Luis Uoréns Torres, el Diepalismo (1921), de Luis Palés Matos y J. l. de Diego Padró, el Euforismo (1922), de Vicente Palés Matos y Tomás L. Batista; el Girandulismo (1924), de Evaristo Ribera Chevremont; el Noismo (1925), en cuya lista figuraban: Vicente Palés Matos, Vicente Géigel Polanco, Sao muel R. Quiñones, Emilio R. Delgado, Cesáreo Rosa. Nieves, José Arnaldo Mayners, Pedro Juan Brull, Antonio Colorado Capella; y un número más de estos gestos renovacionistas, que aquí se rebelan con. tra el Modernismo rubendariano. 3 Coocuerdan todos estos movimientos ismistas, en una esperanza de avanzada poética, en la cr~ación de una metáfora contemporánea, dinámica, de nuevas aviacio. nes líricas: original y atrevida, en donde la sinestesia, la hipérbole, la personificación, el símbolo y los retruécanos violentos, hacen su agosto lírico. Aspirarán ellos a una doncellez adjetival, con vivencias coloristas y una sintaxis de tipo neobarroco. En los últimos años, esta corriente lírica llegó hasta el Superrealismo y el Existencialismo de Sar. tre, con algo del Neopopularismo hispano de Federico García Lorca y Rafael Alberti, y del Neorromanticismo de Pablo Neruda. Reaccionaron estas liras del patio, contra la métrica silábica, el ritmo clásico y las unidades melódicas del Simbolismo francés, e incorporaron en el verso de última hora el versiculismo whitminiano, democráticamente bre de urdimbres sinfónicas. 4 De la primera promoción de estos poetas, son dignos de encumbrar (dentro de estos sones de van. guardia, y después de Luis Lloréns Torres), Luis Pa.
Ji:
3. J. I. de Diego Padró es autor de un libro fron leriro. entre lo mode';llsta y lo contemporáneo, se titula: La Ultima L4mpara de los DIOSes, Madrid. 1921. Prólogo de Josl! Pérez Losada. 4. En ningún paJs de la Aml!rica Hispana ha habido más variaciones poéticas de los Ismos vanguardlsllls, y dentro de tan poco tiempo, como en estos periodos en Puerto Rico. Después del Pancal~mo (1913), el Diepalismo (1921), el Euforismo (1922), el Gi. r?ndulumo (1924) y_el .Nolsmo (925), despliepn su presencia los sIguientes: el EgoprumlSmo (1925), de Antonio ColI y Vida!' del 1925 al 1937, se engana el Afroantil/(lnismo o Poseta Negra, de' Luls Palés Matos; en.l!l2l1 descubrimos el Atalavismo en nuestras letras, en cuya promocIón están los nombres de: Gratlany Miranda Archl. lIa. Alfredo Margenllt, Fernando González Alberty Clemente Soto Vélez, Luis Hernándc:z Aquino, Juan Calderón Es~obar. René Gol. mano Pedro Carrasquillo. Samuel Lugo, Antonio Cruz y Nieves, et. cétel1l; el Prole/arismo (1918-1956), de Luis Mui\oz MarIn, Francisco P. Jlménez, CeS<Ú'eO Rosa·Nieves, Francisco HemándCl: Vargas, Angel FemándCl: Sánchez, Pedro Juan BruU; el lntccralismo (1941). en donde se agrupan: Luis HernándCl: Aquino, Maria Mercedes Garrig;a, Samuel Lugo, Magda LópCl: Y Carmelina Vlzcarrondo: el Trascen. dentalismo (1943), modalidad de FI!IIx Franco Oppenheimcr Francisco Uuch Mora, Eugenio Rentas Lucas y Ramón zapata A~o5ta. EIltre los aflos de 1922 a 1962, Joaquln Monteagudo RodrIguC%, cultiva otro modo, que no es otra cosa que un C!!tetlclsmo 5upern:alista. a 19 podrían añadirse los nombres de Francisco Malos PaoJl: Gustavo Agralt y Jorge Luis MoralC!!. Un manifiesto de 1954 anuncia otro movimiento: el Ensueñismo, debido a IllJ plllIllllll ilricas de Cesáreo Rosa-Nieves, Flilix Franco Oppenhclmer, Eugenio Rentas Lucas y José Luis Martln; y en 1955, brota a la luz públlca. quizás el penúltimo de estos lsmos, bajo el rubro: Cumarisotismo o liravisuografla, recreado por Julio Solo Ramos (ya anteriormente Angel FemándC% SánchC% habla hecho ellsayos sobre esta manel1l en Puerto Rico, por el aao de 1930). Los movimientos franceses que más se nolan en estos gestos de vanguardia de nuestra Isla son: el Cubismo, el Futurismo, el Superrealismo, el Jaicaismo japonés y el Ultra!smo. (Véase C. Rosa.Nieves. La Poesla en Pucrto Rico, segunda edición, págs. 255-72),
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lés Matos y a Evaristo Ribera Chevremont. El primero, autor de un libro definitivo en su género: Tun.Tun de Pasa y Grifería (1937; segunda edición de 1950), y el segundo ha firmado cuadernos de alta envergadura, tales como: Color (1938), Tonos y Formas (1943), Tú, Mar y Yo y Ella (1946), y La Llama Pensativa (1954). Palés Matos empieza bajo el palio impresionista de Julio Herrera Reissig, y después forja sus mejores poemas dentro de una depuración de estilo de elevada técnica elaboradísima, siguiendo sensaciones de luz, ritmo y emociones coloristas, en donde lo negro fue siempre presidente. En la otra orilla estética hace su relieve Ribera Chevremont, con una poemática de singulares vibra· ciones, dentro de una primorosa eficacia de bellas intuiciones poéticas. De la siega de Luis Palés Matos es su poema: Ram-Ram, paradigma de sensorial reclamo lírico: primitivismo estilizado. Dice:
La vida es fuerte, porque es muerte. Es bella la vida, porque es muerte. Cada estrella un camino de muerte señala.
Y el canto, sostenido en la hermosura -el canto del espíritu en altura-, halla, en el fin, la eternidad del ala. 5 Veamos este otro soneto, tomado de Los Sane. tos del Silencio, escrito en un optimismo vital y sedeño. Dice así Ribera Chevremont:
Sembrador del silencio, caminante del silencio por didfanos caminos, guardo en mí mismo el armonioso instante que es su suma de centurias y destinos.
Ram-Ram. En la carne blanca los dientes negros-ñam-iiam. Las tijeras de las bocas sobre los muslos-ñam-ñam. Van y vienen las quijadas con sordo ritmo-ñam-ñam. La feroz noche deglute bosques y junglas-iiam-iiam.
En la honda rama del silencio -amante y abierta luz en círculos divinos-, veré lucir el místico diamante de los enamorados peregrinos.
Ram-Ram. Africa mastica el silencio.ñam-ñam, su cena de exploradores y misioneros.ñam-ñam. Quien penetró en TangaJiica por vez primera.ñam-ñam; quien llegó hasta Tembandumba la gran matriarca-ñam-Jlam.
Silencio misterioso -surco y grano. Yo ya lo tengo en corazón y mano. Es la gracia inefable de la espiga.
el!
lVam-Ram. Los fetiches abren sus bocas negras-ñam-71am. En las pupilas del brujo un solo fulgor-ñam-ñam. La sangre del sacrificio embriaga el tótem.ñam-ñam, y Nigricia es toda dientes en la tiniebla-ñam.71am. Asia sueña su nirvana. América baila el jau. Europa juega y teoriza. Africa gruñe: ñam-ñam. Evaristo Ribera Chevremont nos hermosea el alma con este precioso camafeo de honduras agónicas: grises ondas en endecasUabos:
Hermana de la vida, va la muerte, que es vida y muerte, dando luz y lumbre al corazón del hombre, porque advierte el corazón del hombre en mansedumbre. 42
La muerte no es abismo, sino cumbre. Y quien a verla en su virtud acierte y con la llama que ella da, se alumbre, serd, en la vida y en la muerte, fuerte.
¿Qué mds he de pedir en la hora llena del zumo gris de la infinita pena? ¿Qué mds he de pedir? Mi voz lo diga.
Si el primero de estos poetas (Luis Palés Ma· tos), juega al deporte de la jitanjáfora con la archilla de la vida caliente, el segundo (Evaristo Ribera Chevremont), cala profundo en esa levadura sutil de la luz del ser sin rumbo fijo: incertidumbre angustiosa de lo célico. Ambos cultivaron casi todos los temas poéticos clásicos y actuales. Haciendo un recuento panorámico de los tonos más prominentes de los portaliras de esta época, espigaríamos las siguientes motivaciones líricas. El tema religioso, lo cultivan en la Isla, las plumas poéticas: Padre Juan Rivera Viera, Cruz Ortiz Stella, Angel Mergal, Eugenio Rentas Lucas, Francisco Lluch Mora, Francisco Rojas Tollinchi, Pedro Juan Labarthe; la patria como punto de libertad política, emerge en las liras de: Juan Antonio Corretjer, Francisco Matos Paoli, y con anterioridad a estos escritores, tuvo un fuerte entronque de raíz boricua, en José de Diego y Luis Lloréns Torres. La emoción de la naturaleza, impregnada de colorismo y volup· S. Para el estudio de estos dos grandes poetas nuestros, véanse las dos formidables antologlll5, coleccionadas por mi querido maestro don Federico de Onls: una se titula: Poes{a, Luis Palc!s Malos, Editorial Universitaria, Rlo Piedras, Puerto Rico, 1957: y Antolog{a Poética, Evaristo Ribera Chevrcmont, Editorial Universitaria, Rfo Piedras, Puerto Rico, 1957.
tuosidad se manifiesta en Vicente Rodríguez Rivera, Julio Soto Ramos, Francisco M. Cabrera, Samuel Lugo, Pedro Juan Labarthe, Jorge Pastor, Graciany Miranda Archilla, Jorge Luis Morales, Francisco Malina y Cesáreo Rosa-Nieves; el sentimiento proletario es patente en Luis Muñoz Marin, Francisco P. Jiménez, Francisco Hernández Vargas, Cesáreo Rosa-Nieves, Pedro Juan Brull; los vuelos metafísicos, amén de estar presentes en Ribera Chevremont, como lo hicimos constatar anteriormente, suelen madrugar en Luis Rechani Agrait, Félix Franco Op-penheimer, Francisco Arriví, Francisco Malina y Eugenio Rentas Lucas. Temblores de festividad y humorismo alegre y punzante, los hemos descubierto en la creación poética de Angel Jiménez Lugo, Marcos A. Colón, Augusto Pietri e Ignacio Guasp. El asunto del amor, 'aunque es fecundísimo en todas las liras del país, en donde más resalta es en Luis Lloréns Torres, José Antonio· Dávila, Vicente Palés Matos, José S. Alegría, Rafael Rivera-Otero, Joaquín López López, Joaquín Monteagudo, Luis An· tonio Miranda, Ramón A. Gadea Picó, Luis Hernández Aquino, Obdulio Bauzá, y Gustavo Palés Matos. El jíbaro ha sido materia preferente, tanto para los prosistas como para los poetas en la Isla. En el área de la lirica, han dedicado tiempo al campesinato y a su decimario de esencia neopopular, después de Luis Lloréns Torres y Virgilio Dávila, los siguientes cantores: Lorenzo Coballes Gandía, Vicente Rodríguez Rivera, Francisco P. Rivera, Cruz Ortiz Stella, Cesáreo Rosa-Nieves, Felipe P. Arana, el Padre Juan Rivera y Pedro Carrasquillo. Como muestra de esta manera jibarista, ofrecemos de Luis Lloréns Torres el siguiente par de décimas:
¡Señor Juez, no me condene, ni nombre más la querella, ni me jable más de ella, ni menee más al nene; too dende un principio viene derecho a su derechura: con el cura o sin el cura. lo que pasó no es na malo, fue que se goteó del palo cual guanábana madura. y esta otra:
Llegó un jíbaro a San Juan y unos cuantos pitiyanquis. lo atajaron en el parque queriéndolo conquistar; le hablaron del Tío Sam, de Wilson, de Mr. Root, de New York, de Sandy Hook, de la libertad, del voto, del dólar, del habeas corpus, y el jíbaro dijo: -¡Njú!
Entre todo este registro de vates puertorriqueños, se distinguen con originalidad propia en distintos temas, las poetisas: Carmelina Vizcarrondo, Magda López, Carmen Alicia Cadilla y Julia de Burgos. El siguiente poema es una prueba de la nueva poesía de nuestras poetisas. En este caso específico, pertenece a Julia de Burgos.
Llovizna caída gota a gota para mirar sepulcros. ¡Quién no dijera viento! ¡Quién aupara mis brazos sobre la soledad hasta dejarme quieta como ausente reflejo, allá donde no es nada, ni habita la nostalgia, ni solloza el adiós de un amor moribundo. Soy dilatada tonada de un amor que no es mío. Quiero crecer de pies adentro desterrada de todo, agonizar lo inútil que en cada vida vive, y golpea y moribunda reverdece feroz, para la [angustia. Ecuación de las olas y del aire remoto permanezco, redonda, en el abismo donde caen las estrellas. Permanezco perennemente yo, como un agonizar perpetuo de mí misma sin escalas ni voz para escucharme. Quiero despiertamente, sin piedad, con un dulce reposo sin reposo, irme perdiendo sola entre todos los ecos y que el1tre grito y grito, haya, una callada ausencia de distancias para abrinne los brazos a la nada. De la autora de Pregón en Llamas (1935, de Caro melina Vizcarrondo), es el poema que ofrecemos al lector, como selecta poesía:
¿Que Ita me encuelttras? Si es que no me has buscado. Búscame tras tu sombra o en la retina de tus ojos claros. Búscame entre tus dedos o en tu boca de sándalo. Yo soy un soplo vivo a tu vida arraigado. Búscame por tu alcoba entre tu sueño alado, o por la senda rosa de aquel amor lejano. 43
Por sobre tu orgullo, en las flores azules de los prados. Yo estoy dentro de ti como 1m amor sellado. ¿Que no me encuentras dices? Siendo en tu misma vida que me pierdo... Si es que no me has buscado. Dentro de este género de la poesía, hemos tratado de explicar ligeramente las más cimeras avanzadas poéticas, tomando en cuenta sus predilecciones temáticas, y sus virajes de sorpresa contra los anticuados moldes métricos y elocutivos de lo modernista. Voces de alertas generaciones son estas, que han puesto el nombre de la tierra puertorriqueña en prestigioso sitio, tanto en el país como en las colindancias universales del Mundo Hispánico. 6 b)
La Novela:
El género de la novela actual en Puerto Rico, lleva el impacto, en su primera etapa (1921-1945), de dos corrientes literarias de inmediata herencia. Estas influencias son, en primera instancia: las lecturas constantes de la novelística hispanoamericana de las plumas: Rómulo Gallegos, autor de Doña Bdrbara (1929), José Eustaquio Rivera, autor de La Vordgine (1924), Ricardo Güiraldes, autor de Don Segundo Sombra (1926) y Ciro Alegría, autor de El Mundo es Ancho y Ajeno (1941). Y por otro lado, recoge la tradición boricua del naturalismo moderado de La Charca (1894), de Manuel Zeno Gan4 día, La Gleba (1912), de Ramón Juliá Marín, y Ges. tación (1905), de Matías González García, del primer entronque recoge la técnica de la nueva narrativa, la expresividad poemática de la palabra pictórica y el sondeo sicológico de personajes; y del segundo contacto arriba anotado, continúan éstos la preocupación por los problemas sociales, políticos y económicos de la Isla. El novelista que con mayor puntería admite el reto de este llamado de lo narrativo actualizante es Enrique A. Laguerre. A su inquietud fecunda se deben las siguientes obras: La Llamarada (1935), Solar Montoya (1941), El 30 de febrero (1943), La Resaca (1949), Los Dedos de la Mano (1956), El Laberinto (1959) y Cauce sin R{o, que acaba de darse a la luz pública en España. Los motivos isl~ ños han cruzado vertiginosamente por la creaci6n novelística de Laguerre, desde el problema de obreros y patronos del socialismo isleño, en La Llama. 6 Para el estudio de estos pllf'!as del Postmodernismo (19211962) •cODsúltense los tomos II y IlI. de Aguinaldo L/rico de la Potsla en Puerto Rico, de Cesáreo Rosa·Nieves, San Juan, P. R., 1957.
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rada, hasta el conflicto del nacionalismo armado, en donde el autor, mediante un hermoso lienzo expresionista, ridiculiza caricaturescamente el movimiento político de los seguidores de don Pedro Albizo Campos. A fuerza de estudio y práctica, Laguerre ha alcanzado en sus últimas novelas, bastante equilibrio estilístico: verista, sin caer en 10 repugnante y soez. Después de esta madrugada halagadora de La guerre, los temas y autores se van sucediendo es· porádicamente, sin mucha continuidad. No es un género tan fecundo para las plumas del país como la poesía. El motivo de la caña y el café, 10 hallamos más tarde en: La Brisa Mueve las Guajanas (1953), de Aníbal Díaz Montero; el asunto del café, está en La Víspera del Hombre (1959), de René Marqués; el motivo de la independencia de Puerto Rico, se despliega en La República Sentimental (1933), de Luis Villaronga, en Los Derrotados (1956), de César Andreu Iglesias, Usmail (1959), de Pedro Juan Soto, y en El Gigante y el Alba (1959), de Ricardo Cordero. La novela de trasfondo histórico, la encontramos en los siguientes titulas: Isla Cerrera (1938), de Manuel Méndez Ballester; y Bajo el Vuelo de las Alcatraces (1956), de Pepita Caballero Balseiro; la narración de estudios sicológicos en los personajes, se ve en: Sebastidn Guenard (1924), de J. l. de Diego Padr6; el motivo de los puertorriqueños en Nueva York, se explaya en: Paisa (1950), de José Luis González, en La Ceiba en el Tiesto (1956), de Laguerre. Los Derrotados (1956), de César Andreu Iglesias es la más lograda de las narraciones de este aut~r. En esta novela desembocan dos temas prin· cipales: el estallido de una pequeña revolución aro mada con el fin de conseguir la independencia total para Puerto Rico; y el otro aspecto temático consiste en las nobles voces huelguistas del proletario, clamando por alcanzar mejores salarios para el obrero sufridor. Toda la trama de la novela se urde dramáticamente de manera intensa y clara, entre esas dos premisas literarias: la protesta armada, representada por Marcos Vega, y el clamor democrático del derecho del obrero, simbolizado en Francisco Ramos. Ambos van a prisión, ambos por distintas causas. Y mientras están en la cárcel, el primero (Marcos Vega) es repudiado por su pu~ blo, mientras el segundo triunfa en la conciencia de sus conciudadanos. Es obra interesante de relato periodístico, que revela un novelista maduro en sus comienzos. En los últimos lustros de creación narrativa contemporánea, señaladas influencias de Hemingway, Faulkner, Kafka, Camus, Sartre y Mann. Esta generación más cercana a nosotros (1945.1962), ha dado al género de la novela una sacudida artístic~, que nos lleva a una elocución más liviana y fleX}-
ble, en tramas de reportaje literario muy del gusto del lector de nuestra hora. Tiende más a la novela corta que a las grandes tiradas de diálogo y parrágrafos. Dentro de esta atmósfera, se mueven las figuras jóvenes de César Andreu Iglesias, Aníbal Díaz Montero, Julio Machuca y José Luis González.
c)
El Drama:
El registro de estos autores postmodernistas, aparece hondamente influido por la estética dramática de Pirandello, Sartre, Eugene Q'Neill, Shaw~ Chejov, Strinberg, Kaiser, Tennessee Williams, Rice y Miller. Como en el caso de la novela, en este género del drama, se perfilan claramente dos grupos: de un lateral, los del período de 1921 a 1945, representado este momento por Emilio S. Belaval, Luis Rechani Agrait, Fernando Sierra Berdecía, Manuel Méndez Ballester, Francisco Arriví, Cesáreo RosaNieves y los más nuevos, entre los años de 1945 a 1962, en donde sobresalen: René Marqués, Pedro Juan Soto, Gerardo Paul Marln, Anagilda Garras. tegui. El drama de Emilio S. Belaval es de irónica crítica social, tal y como resalta a primera vista en: La Muerte (1953), en La Vida (1959) y, además, es de profundidades "filosóficas. Para nuestro gusto particular, consideramos su mejor obra: La Ha. cienda de los Cuatro Vientos (1958), en donde el autor deambula sutilmente por los aledaños de nuestro pasado histórico: hombres y circunstancias. Belaval es un dramaturgo de vocación, y trabajo constante en este género; literato que otea en las calideces de la vida, en su lengua nacional, en su folklore nativista, y en la historia íntima de su pueblo, para glosarla en diálogos largos y lentos. Se diría, que en la técnica de su producción está presente el ilustre inglés Bemard Shaw. Sin embargo, Luis Rechani Agrait, en su: Mi Señorla (1940), borda un esperpento local, con in. gredientes de muy buen humor. Ridiculiza con ingenio, la política de partidos municipales, tan en boga en nuestras aldeas y pueblos. Si Manuel Méndez Bal1ester sube a escena la miseria trágica de la caña en: Tiempo Muerto (1940), Esta Noche Juega el Jóker (1939), de Fernando Sierra Berde. cía, nos pinta un angustioso cuadro jocoserio del boricua en la gran urbe de Nueva York. Francisco Arriví es ser de mirada honda y humana. Así 10 notamos en el serio estudio dramático que el autor hace de: Maria Soledad (1947), y aúpa, además, esta característica siquiátrica en: Bolero y Plena (1956). El teatro de Cesáreo Rosa-Nieves es de tipo heroico: escena en verso, que lleva al tablado figuras históricas de nuestra raza: Pachln Marin, Brazo de Oro, y el más conocido de sus dra-
mas épicos: Román Baldorioty de Castro (1947). A este primer grupo de escritores dramáticos, ha· bría que añadir los nombres de: Martha Lomar (Ha Vuelto a Buscarla: 1940), Carmen Marrero (¿Por qué No se Casa, Señor Senador?: 1953), Julio Ma. rrero Núnez ( Borinquen: 1946), Gustavo Palés Matos (Cofres!: 1949), Raúl Gándara (Tierra y Honra: 1943), Angel F. Rivera (Eterno Anhelo: 1948), Ed. mundo Rivera Alvarez (El Camino del Silencio: 1944) y Enrique A. Laguerre, con su drama: La Resentida, 1944. El drama: Vejigantes (1959) de Francisco Aniví, es una obra en tres tiempos: 1910, 1955 Y 1955 (minutos más tarde), Loíza y El Condado. Toda la trama, sencillísima, está motivada por el cantar timo balero de negros:
Joyalito, ay, Joyalito, Joyalito, ay, Joyalito, te olvidaron en el puente. Se trata de una pieza en donde el prejuicio rae cial, hace su presencia con poderoso arraigo. Una mulata (Clarita) que es despreciada por su novio norteamericano, al enterarse éste de su origen afroantillano. Todo termina dentro de un ambiente que se desdobla hacia el pasado familiar, en alegría, aceptando las circunstancias como son. Y suena en el fondo del ambiente la voz de los cueros de los timbaleros: la motivación del canto negroide loiziano. En la promoción de dramaturgos más jóvenes (1945-1962), salta a primer plano inmediatamente el nombre de René Marqués. Es autor de: El Sol y los McDonald (1950) y La Carreta (1952). Este autor ha llevado con preferencia a su literatura los motivos políticos de timbre nacionalista. Su forma es diestra y maneja su lengua con tino y agilidad de magisterio estético. Junto a René Marqués florecen otros escritores de importancia para este género del teatro, y ellos son: Pedro Juan Soto, Gerardo Paul Marín y Analgilda Garrastegui. En los últimos años, digamos desde 1958 en adelante, el Instituto de Cultura Puertorriqueña, ha instalado el Festival de Teatro, con tan buen éxito, que ha estimulado la creación dramática de ·sorprendente modo. d) El Cuento, la Leyenda y la Estampa Costum-
brista:
El género del cuento se ha hecho de tanta tras· cendencia en nuestras letras, debido a la buena aceptación que tienen en los periódicos y revistas. Es género además del tren, de la guagua, de la oficina y del avión. De la primera época de este género 1921-1945, y después del alarde modernista, son muy importan-
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tes los nombres de Emilio S. Belaval, con sus Cuentos de la Universidad (1935), en acogedor estilo, José A. Balseiro, con su precioso relato: El Destino Roto (1955), Tomás Blanco, con su profunda narración corta: La Hiel de los Caines, y Washington Lloréns, con su estampa costumbrista: Montaña en Flor. Otros nombres van una vez y otra al género con éxito y dominio literario, tales como: Cesáreo Rosa-Nieves, Tomás de Jesús Castro, Samuel Lugo, Enrique A. Laguerre, Julio Marrero Núñez, Gustavo Palés Matos, Vicente Palés Matos y Ernesto Juan Fonfrías. De la misma cepa telúrica son los cultivadores de este mismo género: Julio Soto Ramos, Humberto Padró, Anfbal Díaz Montero, Néstor A. Rodríguez Escudero, y Miguel Serrano Hernández. Tanto la creación cuentística de lo Postmodernista (1921-45), como los más mozos gestos de 1945 a 1962, ahondan amorosamente en continuidad marcadísima, en los temás telúricos: paisaje: hombre, problemas sociales, sicología anímica, etc. Y más es lo que sugieren en su mensaje, a la manera de Maupassant, que lo que definen en grueso. Son relatos de finas insinuaciones más que de verismos explicados: alas introspectivas van moviéndose en agitada musicalidad intimista dentro de las palabras. La segunda zona temporal de estas generaciones (1945 a 1962), presenta una nueva orientación técnico-estética de tal mejoramiento literario, que constituye una verdadera aportación a este género en Hispanoamérica. Con José Luis González y su libro de aguafuertes sociales: El hombre en la Calle (1948) se incorpora la reciente hornada de cuentistas en Puerto Rico. Hacen su presentación estos jóvenes, bajo el halo iluminativo de Hemingway, Kafka, Joyce, Fawlkner, Sartre, y de vez en cuando notamos la influencia de las lecturas de Horacio Quiroga, y de José de Soiza ReilIy. Los nuevos registros que se inician en este instante consisten en el diálogo interior, la palabra nudista y dura, las honduras sicológicas en las vidas sombrías y frustradas de torcidas di· mensiones, y el uso de láminas costumbristas de color local. Dentro de este programa de nueva belleza, aparece la renovación del género del cuento, que des· pués del libro de José Luis González: En Este Lado (1955), se reafirma con un autor de obra, trillo y pintoresco jibarismo. Me refiero a Abelardo Diaz Alfara, continuador de las estampas campesinas de Miguel Meléndez Muñoz. Cuentos son estos de tipos y costumbres de nuestros pálidos, en donde hace yunque nuestra mejor tradición telúrica. Los me· jores cuentos ·de Diaz Alfara, son sin duda: El ]OSco, y Los Perros, dos piezas de brillantez clásica. René Marqués con su estilo lírico y a veces fran· cote, nos presenta un libro que merece un dete..
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nido comentario, por su excelencia: se titula Otro Día Nuestro (1955). Los cuadros de este autor son de trazo desnudó, una especie de neonaturalismo, en donde se detiene en etopeyas anímicas y en pro.. sopografías del ambiente isleño. Su decir es correcto y hermoso, y el literato, con estupendo dominio del género que monta, no olvida sus dos motivos agónicos: la libertad de la patria y la angustia existencial a la manera de Sartre. Cuentos, estampas costumbristas y leyendas na· cionales, cruzan por los autores de estas épocas guardando su individual estilo, dentro de las líneas generales de la literatura riqueña. Así, al revisar las antologías del cuento del país, nos encontramos con muy buenas creaciones en este género, en fir· mas como: Edwin Figueroa (Salón Boricua), Vi. cente Palés Matos (Tierra Estéril), Humberto Pa~ dró (Isla de Desolación), Pedro Juan Soto (Garaba. tos), Ernesto Juan Fonfrías (Un Tiro de Olla), Arturo Parrilla (Un Liberal Menos), José Luis Vivas Maldonado (El FÓSforo Quemado), Juan Enrique Colberg, con Doña Rúa, la Hechicera, y Cesáreo Rosa-Nieves, con: Las Manos Muertas. De los cuentos que hemos leído últimamente en Puerto Rico, uno de los relatos que más ha cauti· vado nuestra atención es: Su Mirar, por Anfbal Díaz Montero. Esta fina narración es el tema del ciego, presentado de muy original manera. Tiene en su final un diestro corte a la manera de Maupas· santo El argumento de este intenso relato es como sigue: Una mujer viuda y hermosa mira insistentemente a un músico de café, hombre feo de la raza negra. No está enamorada de él, que no era ningún Adonis, pero le interesaban sus ojos. Resultando al fin, que aquella inquietud de pasión adi· vinatoria, obedecía a que el esposo de la darna, rico y bohemio, al morir, había legado sus córneas a aquel hombre del pentragrama, que era ciego. Este, pues, recuperó la vista, y ella, la esposa del difunto, observaba aquel dulce mirar, que eran las mismas córneas amadas de su marido muerto. La creación cuentística del país durante los úl· timos años es de significativo valor, tanto en el progreso ae la técnica en un afán de dominar el género, como en el mejoramiento de la forma elocutiva. En estos años, han salido a la luz pública, dos colecciones bastante completas, que recomen· darnos para ampliar el estudio de estos autores. Ellas son: Antología General del Cuento Puertorri. queño, Tomo 1 y II, por Cesáreo Rosa-Nieves y Félix Franco Oppenheimer; y El Arte del Cuento en Puerto Rico, de Concha Meléndez. e)
El Ensayo de Critica Literaria:
Del ensayo de crítica literaria de este período postmodernista y contemporáneo (1921-1962), emer·
ge a la atención le! lector inquieto con una marcada curiosidad por los motivos isleños, en este caso por los libros literarios del país. El género se debe iniciar con Antonio S. Pedreira, paladín de la primera generación de este período (1921-1945), y seguirán los nombres, ya clásicos en nuestros anales críticos de Margot Arce de Vásquez, Concha Meléndez, Lidio Cruz Monclova, María Cadilla de Martínez, Tomás Blanco, Samuel R. Quiñones, Vicente Géigel Polanco, Antonio J. Colorado, José A. Balseiro, Jaime Benitez. El segundo conjunto lo compondrían de 1945 a 1962, las firmas de: Washington Lloréns, Julio Soto Ramos, Mariana Robles de Cardona, Manuel Garcfa Díaz, María Teresa Babfn, Cesáreo Rosa-Nieves, Rubén del Rosario, Jorge Luis Porras Cruz, Francisco M. Cabrera, Salvador Tió, Monalisa Pérez Marchand, José Emilio González, Juan M. Capó, Nilita Vientós y otros. Tomando en cuenta el tamaño y formato del en· sayo, en su presentación física exclusivamente, unos aspiran a una composición breve de tipo periodístico, y otros de temas investigativos casi siempre alcanzan largos metrajes. De la primera clase es la creación de Tomás de Jesús Castro, Julio Soto Ramos (dos críticos de cáusticos pensamientos), Salvador Tió (el prosista del humor y la sátira), Josemilio González, Juan Enrique Colberg, Enrique A. Laguerre; mientras que dentro de la segunda categoría, tendríamos que citar a María Teresa Babín, Cesáreo Rosa-Nieves, Francisco M. Cabrera, Mariana Robles de Cardona, Margot Arce de Vázquez y Concha Meléndez. Hemos observado en estos autores, dos formas estilísticas: unos que buscan la claridad clásica, sin muchos ornamentos, tales son: Antonio J. Colorado, Margot Arce, Julio Soto Ramos, Washington Lloréns, y otros que se sitúan en las vecindades de 10 lírico; a esta clase corresponden: Samuel R. Quiñones, Cesáreo Rosa-Nieves, y Mariana Robles de Cardona. Casi todos ellos están signados con las aureolas estéticas de José Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno, Gregario Marañón, Alfonso Reyes y Jorge Mañach.
En los últimos años, hemos tenido el placer de revisar dos obras ensayísticas de mozos bríos, que nos han llamado poderosamente la atención. Estos textos son: La Conciencia al Espejo (1960), de José Antonio Ortiz, y Contornos (1960), de Félix Franco Oppenheimer. Ambas obras en estilo lleno pero hermoso, hacen afortunadas apreciaciones críticas sobre distintos valores literarios de nuestra patria. Si la creación literaria es la aurora de las letras de un pueblo, otra verdad sería justa también, y es que la crítica es la anunciadora para conquistar la fama cosmopolita de estas obras; sin ella toda empresa estética se moriría de silencio en los anaqueles de 'las bibliotecas. La visión global del género del ensayo de crítica literaria en el país nos recuerda el punto de partida .de lo terruñista que nos señalara Antonio S. Pedreira, con su libro: Insularismo (1934); ya la vez rememoramos tres insignes maestros del Departamento de Estuclios Hispánicos, que siempre colaboraron con cariñosa devoción al lado de este noble faenar de Pedreira. Son éstos: Margot Arce de Vázquez, Concha Meléndez y el filólogo Rubén -del Rosario. 7 111. La Lumbre Está en el Yunque:
La literatura postmodernista y contemporánea (1921-1962), ha ahondado insistentemente en la afir· mación puertorriqueña, tanto en su temario (paisaje, hombres, costumbres), como en su voz expresiva de originalidad estilística. Andando hacia la tierra firme ha ido dejando en el sendero la afectación extranjera, para adentrarse en su propia alma boricua, que es el sitio en donde estará siempre el verdadero motivo de mejoramiento estético. Pues quien bien sabe su patria, mejor capacitado estará en lo porvenir para conocer las demás naciones del universo. 7. Para el estudio de 105 ensayistas del Postmodernismo (1921· 1962), consúllc:se: Robles de CardonD, Mariana, Bllsqueda y PIase maciórl de Nuestra Personalidad, Antologla critIca del ensayo puer. torriquefto, desde sus orlgenes hastn la eeneraclón del 30, Edllorlal Club de la Prensa, San Juan, Puerlo Rico, 1958.
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Exposición de carteles
E
CULtura se ofreció a la consideración del público la primera exposición exclusiva del arte del cartel en Puerto Rico. Integraron la e,...posición unos 95 carteles y bocetos ilustrativos de una amplia gama de esta producción gráfica, procedentes de las colecciones del propio Instituto, de la División de Educación de la Comunidad y del Museo de la Universidad de Puerto Rico La exposición constituyó, en sus más variados aspectos, la clara evidencia de la calidad artística y la excelencia técnica conseguida en los últimos años por los artistas puertorriqueños.
Cartel de la Exposición, po:" Antonio Martorell
N EL SALÓN DE EXPOSICIONES DEL INSTITUTO DE
Es a partir de 1947 que comienza este expresivo arte gráfico a adquirir su máxima personalidad y desarrollo en el país, fundamentado especialmente en la serigrafía, un viejo método de producción gráfica que en nuestros días adquiere inusitada vigencia. El color, el relieve, los perfiles del recorte dan al cartel la poderosa atracción que como me. dio de comunicación representa. Muchos de los carteles exhibidos tienen verdadera fuerza antológica. Algunos de ellos ban sido reproducidos en revistas especializadas de Suiza, Alemania y Estados Unidos. ·La exposición puede considerarse como el resumen en el país, de la labor de los cultivadores de este arte, entre los que se destacan Lorenzo Homar, Rafael Tufiño, Carlos R. Rivera, J. R. Torres Mar. tinó, Carlos Marichal, José Alicea, David Goitía, Aatonio Martorell y otros. La exposición permaneció abierta al público desde el 3 de julio.
Lorenzo Romar
Vista de la Exposición
Rafael Tufi単o
Loremo Homar
Rafael 'rufi単o
Observaciones críticas a algunos puertorriqueñismos y americanismos que figuran en los Diccionarios de la Real Academia * Por WASHINGTON LLORJ1NS
ABALEAR tr. (D.M.) COLOMBIA, CHILE y VENEZUEla: Barbarismo por fusilar. Este neologismo de acepción es frecuentado por los periódicos puertorriqueños, pero el pueblo lo rechaza. ACRIOLLARSE r. América Meridional: Contraer un extranjero los usos y costumbres de la gente del ·país. En Puerto Rico es más usada la voz Aplatanarse. AJOTAR tr. (D.M.) Guatemala: Estimular, azuzar. Es de mucho uso en Puerto Rico. eLe ajotaron los perros •. ANAMt1 m. Planta silvestre de la isla de Cuba. Común en Puerto Rico. «La yerba que el chivo no masca•. APLATANARSE r. fam. Cuba y Filipinas: Familiari. zarse un extranjero con los usos y costumbres del país. «... equivale a decir 'acriollarse', etc. Ejemplo: «un gallego aplatanado. (Charles E. Kany). También en Puerto Rico. BACHATA f. (D.M.) Cuba: Juerga, holgorio. De mucho uso en Puerto Rico. Cuba - ñáñigo y bachata Haitl - vodu y calabaza Puerto Rico - burundanga -. LUIS PAL~S MATOS BIENTEVEO m. (D.M.) Argentina: Pájaro de un palo mo de longitud, lomo pardo, pecho y cola ama· rillos y una mancha blanca en la cabeza. • :El llulor se refiere al Dicclonllrio General (18.- edIción) y 111 D1ccion3rio Manual (19SO). Esta ponencia fue prcsenllldll por el lIutor en el Cuano Congreso de Academllls de la Lengul1 Espallolll, reunido en Buenos Aires, en el año 1964.
Según Malaret, en Argentina dicen benteveo. En la parte oriental de Cuba dicen bienteveo y en la oriental Chinchiguao (E. Rodríguez Herrera). Pero el Bientevo puertorriqueño dice claramente: bien·te-veo. El cubano dice: Chin... Chin... guaaa... ca. BOCHE m. fig. y fam. Venezuela: Bochazo. 2 fig. Y fam. Venezuela. Repulsa, desaire. Dar boche, o un boche, a uno, fig. y fam. Rechazarle, desairarle. Puerto Rico: Echarle a uno un boche vale re. prenderle, reconvenirle, regañarle. BOJOTE m. Colombia, Honduras y Venezuela: Lío, bulto, paquete. Puerto Rico: Estar uno hecho un bojote. Mal vestido. BOMBEAR tr. (D.M.) Extraer agua de un pozo por medio de una bomba. (Cuba). También en Puerto Rico. BUFEO m. (D. M.) Argentina y Perú: Marsopia o delfín. Puerto Rico. Persona muy fea. CABECIDURO, RA adj. Colombia, Cuba: Testarudo. También en Puerto Rico. CABUYA f. Voz caribe. Pita. 1.a Art. 2. Fibra de la pita, con que se fabrican cuerdas y tejidos. 3. And. Y América. Cuerda especialmente la de pita. Dar cabuya. fr. América Meridional. Amarrar. Primera acepo Puerto Rico. fr. Dar cabuya. Dar cuerda a uno. Halagar la pasión que le domina, o hacer que la conversación recaiga sobre el asunto de que es más propenso hablar. 51
CALAMBREÑA f. (D.M.) Cuba: Arbol silvestre que se cría en terrenos pobres y cuya madera sólo se emplea para quemar. También en Puerto Rico. CALCE m.5. México y Guatemala: Pie de un documento. El Presidente firmó el calce. Se usa todavía en Puerto Rico. CANILLA f. Colombia: Pantorrilla. Puerto Rico: pantorrilla flaca o enjuta. Darle a uno canilleras. fr. fig. Y fam. Darle a uno temblores en las piernas por miedo o terror. Sentir miedo. También se dice «darle a uno temblequeras». CARPA f. (D.M.) América Meridional: Toldo temUdo de feria. Chile, México y Pero. Tienda de campo. Puerto Rico. Tenderete de feria. La carpa del circo. CocOL1A f. México: Ojeriza. Puerto Rico. Cangrejo de mar. COQu1 m. Cuba: Insecto de los lugares pantanosos que produce un monótono chirrido. E. Rodríguez Herrera no cita la voz coquí en su Léxico mayor de Cuba. Puerto Rico: Caqui. Eleutherodactylus portorl. censis, batracio <le los anuros, indfgena de Puer. to Rico. No es ni insecto (Academia) ni reptil (Santamaría y Malaret) y apenas es anfibio (Tomás Blanco). CUNDIAMOR m. Cuba y Venezuela: Planta trepadora, de la familia de las cucurbitáceas, de flores en forma de jazmines y frutos amarillos, que contienen semillas muy rojas. El cundiamor (cundeamor) abunda mucho en Puerto Rico.
Cuando salí de Collares, fue en una jaquita baya, por un sendero entre mayas arropás de cundiamores. LUIS LLOImNS TORRES
Valle de Collares CHANGO m. (D.M.) Chile: Hombre torpe y fastidioso. Puerto Rico. Bromista, guasón, amanerado. CHIRINGO m. México: Fragmento o pedazo de una cosa. Puerto Rico. Caballo pequeño, matote, chongo. CHONGO m. México: Moño de pelo. Guatemala: Rizo de pelo. México. Chanza, broma. Puerto Rico. Caballo malo, matote. CHUPAFLOR m. (D.M.) Especie de colibrí propio de Venezuela. También de Puerto Rico. 52
DAJAO (Voz cubana). m. Pez de río de buena carne. También de Puerto Rico. DEVANARSE r. (D.M.) Cuba y México: Retorcerse de risa, dolor, llanto. Puerto Rico. En la fr. devanarse los sesos. DITA f. 2. Albac., Chile y Guatemala: Deuda. Puerto Rico. Taza hecha de la segunda corteza del coco. También de la corteza del higüero. ELECCIONARIO adj. (D.M.) Argentina, Colombia, Chi. le y Ecuador. Electoral. También en Puerto Rico. ELEFANTE BLANCO fr. fig. Argentina, Chile y Pero: Cosa que cuesta mucho mantener y que no produce utilidad alguna. La fr. se usa mucho en Norteamérica: white
elephant. EMBELEQUERO, RA adj. (D.M.) Chile: Frívolo, aficionado a embelecos o cosas fútiles. U. t. c. s. en Puerto Rico. EMPELLA f. ant. Pella. 5.- acepo U. en Colombia, Chile y México. También en Puerto Rico. EMPERCUDIR tI'. (D.M.) Cuba: Percudir, dicho especialmente del mal lavado de la ropa. También en Puerto Rico. EMPIPADA f. (D.M.) Chile, Ecuador: Hartazgo, hartada. También en Puerto Rico. EMPIPARSE r. (D.M.) Chile y Ecuador: Apiparse, ahitarse. También en Puerto Rico. ENCHIVARSE r. Colombia y Ecuador: Emberrenchi'narse, encolerizarse. También en Puerto Rico. ENDROGARSE ,ro México y Pero: Contraer deudas o drogas. Puerto Rico. Usar estupefacientes. La Academia ya le dio carta de naturaleza al verbo drogar y a su forma pronominal drogarse. ENFUNCHAR tr. (D. M.) Cuba: Enojar, enfadar. U. t. C. r. En Puerto Rico se usa también el adj. enfun.
chado, da. Enojado, enfadado. EXTINTO m. y f. (D.M.) Argentina y Chile: Muerto, difunto. También en Puerto Rico. EXTRAÑAR tI'. And., América Central, Chile, Ecua. dor, México y Perú: Echar de menos a alguna persona o cosa, sentir su falta. «Mugía la vaca extrañando a su cría». También en Puerto Rico. FAJAR tr. Can., Cuba, Chile y Pero: Pegar a uno, golpearle. «Le fajó dos bofetadas». «Luis le fajó a Juan». 4. rec. drse a las manos dos personas•.
Puerto Rico. Además de las acepciones académicas, trabajar. «Se fajó todo el día». Dedicarse a algún trabajo con entusiasmo y detenninación. Pedir dinero prestado. «Pedro le fajó a Juan por dos pesos». fr. fig. Y fam. Dar un fajazo. Pedir dinero. FESTINAR tr. Colombia, Honduras, México y Venezuela. Apresurar, precipitar, activar. Puerto Rico: Festinado, da. adj. Dícese de lo que se hace con prisa y descuidadamente. FOLLISCA f. Colombia y Venezuela: Fullona, pendencia, gresca. También en Puerto Rico. FOTUTO m. Cuba: Caracola. 1.0 acepo o cualquier instrumento de viento que produce un sonido fuerte. Puerto Rico: Además de la acepción citada, pito cónico de cartón con embocadura de madera. También en Santo Domingo. FUNGIR intr. (D.M.) Cuba y México: Desempeñar un empleo o cargo. Puerto Rico: Dárselas de, echarlas de. Fungir de alcalde, de rico, de intelectual. «En cambio, algunos que fungían de Adonis...» El Mundo, 16 de mayo de 1953. «El mulato, que le agradaba fungir de profeta». Puerto Rico Ilustrado. GALLO m. (D.M.) Colombia, Costa Rica, Chile y México. Hombre fuerte, valiente. Puerto Rico. Hombre brillante, agresivo, inteligente. «Es un gallito». «Es un gallo de pelea». GAMBADO, DA adj. (D.M.) Cuba: Patizambo, que tiene piernas torcidas. También en Puerto Rico. En la calle de la Tanea estaba Simón parado, de los palos que le dieron lo hicieron bailar gambado. GUAGUA f. (Voz cubana). Cosa baladí. 2. Cuba: Insecto pequeño. De guagua. m. adv. fam. De balde. Puerto Rico. Autobús. La voz quinchua guagua, registrada también en el Diccionario de la Academia, significa en Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador y Perú, rorro, niño de teta. GUANDt1 m. Bot. Costa Rica, Cuba y Honduras: Arbusto de la familia de las papilionáceas... En Puerto Rico abunda la Cajan Cajan (L). Gandul, gandur, guandur, gandures, guandú. «Guandú. (Cajan cajan o cajanus inducus). m. En Antillas, Centro América, Venezuela y Colombia, arbusto, el gandul, y esencialmente su fruto. La planta se usa en Costa Rica para sobra del cacaotero y del cafeto. En el Brasil cuandú o también guandú. (Santamaría).
La planta se usa en Puerto Rico en las guarda. rrayas. Por traslación, el gandur mismo. «Arroz con guardarraya». GUANO m. (D.M.) Cuba: Nombre genérico de varias palmeras. Cuba. Penca de la palma. Puerto Rico. Materia algodonosa de la baya del Ochroma pyramidale, usada para rellenar almohadas y colchones. GUARAGUAO m. (D.M.) Cuba: Especie de águila. (General) Zoo1. ave rapaz diurna, parecida al borní. Santamaría: «Voz caribe. En las Antillas y Tabasco, ave falcónida, muy parecida al gavilán». Santamaría cita en su Diccionario general de americanismos varias plantas de Puerto Rico que llevan este nombre: Guarea. Guarea lcq. Guarea ramiflora (guaraguao macho). No se le escapa a Santamaría la frg. fig. Y fam. Cada guaraguao tiene su pitirre, muy usada en Puerto Rico. Nuestro poeta José de Diego tiene un poema, Pitirre, con el lema: Cada guaraguao tiene su pitirre (Adagio puertorriqueño). Para José de Diego el guaraguao es «lo único agresivo y fiero que tiene nuestra pobre tierral). Guaraguao largo y oscuro de alas imperiales... Guarda en el pecho potente tu instinto de gtte. y el rayo de la ira en tus ojos fatales, [rra que tú eres lo único que puede curar nuestros [males, lo único agresivo y fiero que tiene nuestro pobre [tierra. INSULTADA f. (D.M.) Honduras: Mal dicho por insulto. También en Puerto Rico. INTERINATO m. (D.M.) Chile: Cargo o empleo interino. También en Puerto Rico. JAIBA f. Cuba: Especie de cangrejo moro de con· cha casi plana. Puerto Rico. Astuto, que se pasa de listo. Jaibería es la astucia. especialmente del campesino marrullero. Toro jaiba, toro mañoso, toro de cría.' ABEURDO DIAZ ALFARa, Terrazo. Conservamos el orgullo, la vieja actitud señorial del español - minada de jaiberla. RUB~N DEL ROSARIO. Problemas de lectura y lengua en Puerto Rico. JULEPB m. (D.M.) América Meridional: Susto, miedo. México: Trabajo, sufrimiento. Puerto Rico. Lío, desorden, fiesta brava. JULEPEAR tr. México (D.M.) Atormentar, fatigar. Puerto Rico. Embromar. «Fiestarl). 53
LAMA f. Honduras: Musgo. También en Puerto Rico. MACHOTA f. fam. And. y México: Marimacho. Puerto Rico. Mujer garrida. Buena hembra. MACHOTE m. Honduras: Borrador, dechado, modelo. Puerto Rico. Bravucón. Buen mozo. MAJARETE m. (D.M.) Ant. Y Venezuela: Barbarismo por manjarete. Puerto Rico. Desorden, confusión. MAJADEREAR tr. (D.M) Antillas, Chile y Perú: Importunar, molestar. U. t. c. intr. Puerto Rico: vulgo Bajaredear. MALAGRADECIDO, DA adj. Honduras, Ecuador y México: Desagradecido, ingrato. (D.M.) También en Puerto Rico. MAMADERA f. (D.M.) Cuba: Pezón de goma del biberón. También en Puerto Rico. MAMALÓN, NA adj. Cuba (D.M.): Mangón, holgazán. También en Puerto Rico. MANGANZÓN, NA adj. Cuba, Honduras, Perú y Venezuela. Holgazán. También en Puerto Rico. MANITO f. (D.M.) Chile y Puerto Rico: Barbarismo por manecita. En Puerto Rico se dice manita. «Qué linda manita que tengo yo...• MARIONETA f. (D.M.) Galicismo por títere, figurilla, fantoche. También en Puerto Rico. Figurará en la próxima edición del Diccionario general. MAROMERO, RA m. y f. Cuba, México y Perú: Dicese del político versátil. (D.M.) También en Puerto Rico. Versátil. cTajureador•. cMalamañoso•. Pájaro de cuenta. MASCADURA f. (D.M.) Honduras: Pan o bollo que se toma en el café o chocolate. Puerto Rico. Porci6n de tabaco que se toma de una vez en la boca para mascarlo. Argentina. Mascada. MORISQUETA f. (D.M.) Chile, Perú y Venezuela: Vi. saje, mueca, mohín. Puerto Rico. «Apostar pesos a morisquetasll. MOTETE m. (D.M.) Costa Rica y Honduras: Atado, lío, envoltorio. También en Puerto Rico. Tocaba'l a retirada y los jíbaros, olvidando sus dolamas hacían sus motetes y liaban sus peta-
tes apercibiéndose para la 'ominosa fuga. ACADEMO. MUCHITANGA f. (D.M.) Populacho. Puerto Rico. Muchacería.
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NOVEDOSO; SA adj. (D.M.) Chile y Río de la Plata: Novelero. Puerto Rico. Nuevo. PAREJERO; RA adj. 3. América Meridional: Dícese del caballo de carrera y en general de todo caballo excelente y veloz. U. t. c. s. Venezuela. Dícese de quien procura andar siempre acompañado de alguna persona calificada. Puerto Rico. Vanidoso, altanero, presuntuoso. Sobre todo cuando los vela. impresos, orondos y
presumidos,' parejeros, como decimos aqul. TOM.{S BLANCO, Asomante. PITAHAYA f. (D. M.) Perú: Planta de la familia de los cactos. En el pueblo de Arroyo hay un barrio
que se llama Pitahaya. PITIRRE m. (D.M.) Cuba: Pájaro algo más pequeño qué el gorrión, pero de cola más larga; de color oscuro, que anida en los árboles y se alimenta de insectos. Sigue a las auras y las limpia de los parásitos que las mortifican. José de Diego también le canta al pitirre:
Súbito un grito el aire atraviesa... Lleva erigida el pitirre la punta sutil de un flo. y ¡pitirre! resuena su grito; [rete Cada vez que el audaz 'pajarito Como una rlgida flecha el cuello del monstruo [acomete. V. Guaraguao. Cada guaraguao tiene su pitirre. PLATANERO; RA adj. Cuba: Dícese del viento huracanado que llega a abatir las matas de plátanos. Nuestros jíbaros les temen a las tormentas plataneras, pero no tanto como a las batateras. Dicen que las batateras arrancan las batatas, cosa que no es de creer. PRINGAMOZA f. Cuba: Bejuco cubierto de una pelusa que produce en la piel gran picazón. Colombia y Honduras. Especie de ortiga. Puerto Rico: Pringamoza. Tragia volubilis (LJ. ROLO m. (D.M.) Colombia: Rodillo de imprenta. Puerto Rico. Pasar el rolo. Desaprobar.
Le pasaron el rolo al proyecto de ley. S.{BlLA f. (D.M.) Cuba: Aloe, planta. Puerto Rico. El Aloe vulgaris (Zábila) que el jíbaro usa para aliviar sus cdolamas•• SANCOCHO m. América Central y Meridional: Olla compuesta de carne, yuca, plátano y otros ingre. dientes, y que se toma en el almuerzo. El arroz con habichuelas y el sancocho son los platos criollos de Puerto Rico. SARAZO; ZA adj. Colombia, Cuba, México y Venezuela. Zarazo (Fruto a medio madurar). Puerto Rico. Se aplica al agua del coco maduro y por extensión a todo el coco.
El agua del coco zarazo es picante.
SICOTE m. (D.G.) Costa Rica, Cuba, México y Vizcaya. Cochambre del cuerpo humano, especialmente de los pies, mezclada con el sudor. Puerto Rico. Cochambre de los pies. TACO m. (D.M.) América Meridional: Tacón del calzado. Puerto Rico. Taco para el calzado masculino, tao cón y taco para el femenino. TÁNGANA. TANGA f. Chile: Juego (D.M.) Puerto Rico. Trifulca. «Revolú». TOMADOR, RA adj. Argentina y Chile: Bebedor, afio cionado a la bebida. También en Puerto Rico. TUSA f. América Meridional, Ast. y Cuba. (D.M.) Bolivia, Colombia y Venezuela en el Diccionario general. Zuro, raspa de la mazorca después de desgranada. América Central y Cuba. Espata de la mazorca del maíz. América y And.: Pajilla, cigarro. Chile. Orines de caballo. Colombia. Hoyo de viruela. fig. América Central y Cuba. Mujer moralmente despreciable. Puerto Rico. Mazorca de maíz desgranada. Zuro. Fig. Persona despreciable. VIDORRIA f. fam. despect. Colombia y Venezuela: Vida, modo de vivir. Argentina: Vidorra. En Puerto Rico se usa como en Colombia y Venezuela. (Con intención peyorativa).
VIRAZÓN f. Santo Cambio repentino de viento, y es· pecialmente cuando el del sur huracanado sucede al noroeste. Puerto Rico. «Siempre 10 encontró la virazón en la tormenterall. ACADEMO. VISITADORA f. Honduras y Venezuela: Ayuda, ·lava. tiva. También en Puerto Rico.
La jeringa de Minga, si el alcalde se enferma. La jeringa de Minga cuando se enferma el juez. La jeringa de Minga, que está muy grave An. [selma. ¿Se enfennó el padre cura? ¡La jeringa otra vez! ¿Pasará en todas partes lo que aquí pasa ahora, y por eso la llaman también «visitadora»? Al ver lo que OCllrria me preguntaba yo. y cuentan las historias que a la pobre Dominga tanto la jeringaron, que rompió la jeringa, y de allí en adelante nadie más jeringó. VIRGILIO DÁVlLA, Pueblito de Antes. Nótese la forma reflexiva del verbo enfermar, que tanto se usa en América. YERBATERO, RA adj. (D.M.) Chile: Dícese del curan. dero o del médico que receta principalmente hierbas. Puerto Rico. Dícese del curandero que receta principalmente hierbas. También botánico. Y el sitio donde se expenden las hierbas, Botánica.
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Glosa política
El Gobernador Baldrich y su reforma (1870-1871) Por Josl! GUILt.I!N
Síntesis Biogrdfica
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sus CARACTEIUSTICAS HOMÓLOGAS, LOS HISTOriadores de Puerto Rico suelen llamar a la época 1868 a 1878 ClEntre Lares y Zanjón». Sin embargo, el año 1870 abre una nueva página de la historia colonial puertorriqueña. De indiscutible valor creador y acierto constructivo es este período (1870-1871) que enmarca la actuación política del Excmo. Sr. don Gabriel Baldrich y Palau. Tratados, los períodos inmediatamente anterior y posterior, de modo acertadísimo por el doctor Labor Gómez en su reciente tesis doctoral: «Sanz promotor del separatismo puertorriqueño» (Madrid, 1964), se nos ha dado el terreno abonado para la comprensión de los caracteres especiales que reviste la actuación de nuestro biografiado. El Puerto Rico estudiado no es ya la proverbialmente apacible isla del Cordero o la dulce breva de Borinquen preparada para Baldrich por su amigo Prim (de Coll y Toste). Próximo a la sangrienta llaga cubana apenas había cicatrizado sus heridas tras el grito de Lares. Lares, Luquillo y Salinas serán ejemplos vivos de protesta a la opresión. Mientras que militares y burócratas dominan, un pueblo paciente sufre resentido el yugo insano. Sanz anuncia a Prim la imposibilidad de gobernar un país lleno de recelo y de animadversión racista. Madrid, centro de una política sin horizontes, sintoniza este estado de tensión, efervescencia y pasiones encontradas. El Gobierno cree llegada la hora de conceder la autonomía. Las Cortes, apremiadas por los políticos de la libertad, terminarán por otorgar a Puerto Rico la Constitución Española de 1869. Es entonces cuando, eficazmente pulsada, resurgirá pujante aunque fugaz, la tendencia autonomista
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Gobernador Baldrich
isleña. Se buscará ansiosamente un sistema radical opuesto al absolutismo monárquico, pero el asimilismo sería la contundente réplica moderada. Defendido por Padial Vizcarrondo, Celis, Aguilera, Arbizu, etc., llegará a ser clave de la política ulterior.
El Gobierno al fin, constreñido por las circunstancias, destituye a Sanz y nombra a Baldrlch. Grandres posibilidades históricas vinculadas a la persona cuyo decurso vital trazamos. Va pues Baldrich con meritoria misión concreta. Difícil de enjuiciar en su pI1ncipio por acumulación de datos contradictorios. Abierta a una nueva etapa, la actuación de Baldrich quedará inviscerada al cuadro político trazado.
A) Vida en España: Nació el 14 de febrero de 1814 en Pla de Cabra (Tarragona). Gabriel Baldrlch y Palau era hijo de Bernardo Baldrich y Magdalena Palau. A los 19 años sentaba plaza de soldado en Valls cabeza de su distrito. Enrolado como voluntario fue destinado a la sexta compañía de Milicianos nacionales de Valls. Declarada la primera guerra carlista, en Cata..luña tomó parte activa en varias acciones al servicio de la Reina María Cristina. En 1839, siendo teniente, intervino en la sangrienta acción de Peracamps en la que fue herido. Mereció por su arrojo la Cruz Laureada de San Fernando. Liberal a marcha martillo (en frase de Coll y Toste), se distinguía entre sus compañeros por sus méritos castrenses y aficiones políticas. Imbuido de radicalismo tomaba parte en el alzamiento republicano de Victoriano Ametller (en 1848) ayudado por los carlistas. Fracasada aquella intentona quedó en situación de excedente. Abandona así el servicio militar activo que no reanudó sino con destino al Guerpo de Estados Mayores de Plaza. En 1856 casó con doña Juana Chocano Medialdea de la que tuvo un hijo que luego llevaría a Puerto Rico. De nuevo quedó excedente por su conducta adversa a la Reina cuando se encontraba en Durango. Poco después (1866) le conoció Prim, quien, prendado de sus cualidades y agradable trato, le ganó fácilmente para su causa. Por haber secundado al Conde de Reus en la Revolución que destronó a Isabel 11, fue rehabilitado y sucesivamente designado Brigadier, Gobernador militar de Tarragona, comandante militar de la 11 División de Infantería de Castilla la Nueva y Maris- . cal de Campo (8 de enero de 1869). Abandonó este último cargo para ser elegido diputado por Manresa. Restituido al ejército, Prim, Ministro de la Guerra del Gobierno Provisional, Clatendiendo a razones de alta política», le nombró Gobernador Superior Civil y Capitán General de Puerto Rico, por decreto del Regente de 4 de abril de 1870.
B) Su actuación en Puerto Rico: Al tomar po. sesión en San Juan el 28 de mayo, publicó una proclama sobre su futura actuación. Sus primeras medidas le atrajeron generales simpatías, sobre todo cuando por el decreto de la libertad de prensa dejaba tan sólo obligación al depósito. En su visita a
los pueblos, percatado de las hondas necesidades sociales, abre su palacio a la visita y al diálogo de las gentes. Rodeado de una corte de auténticos colaboradores, se dirige a plantear e implantar las reformas proyectadas. Su secretario Canals afirma que el Gobernador obra primero pensando, luego aconsejándose y tercero actuando, actuación que es marcha de común acuerdo entre nosotros (Canals). Los primeros nombramientos, según su intención, recaen sólo sobre personas idóneas para aquellos car~ gas a los que son destinadas. Como ocurrió en la ratificación de los Comisarios para la reforma de Ayuntamientos (señores Valdés Linares, y Becerra Delgado) o con don Esteban Nadal para el de Alcalde de Mayagüez, y con los de Arecibo y Caguas. El 20 de septiembre reúne la Comisión de Propietarios cuyas enmiendas a la ley de Abolición atiende y traslada al Gobierno Central. Su demora, al no publicar la ley el 3 de noviembre, fue denun· ciada. Prueba de la resistencia de ciertos sectores de opinión a su obra. Publicadas las bases para la ley de Ayuntamientos y ae la Diputación, en la Gaceta de octubre, son discutidas por la «Junta de Autoridades» que, tras solventar serias dificultades, se remiten a Madrid para su aprobación definitiva. Hubo de alterarse el censo electoral por la consideración del Gobernador de declarar «capacidades» a los que pagasen 8 escudos de renta o supiesen leer y escribir. Se reformaba así el artículo 10 del proyecto constitucional. Convocadas las elecciones a Diputados Provino ciales el 23 de J;loviembre y publicada la ley electoral en diciembre, se da el primer gran paso para la implantación del régimen constitucional de 1869 vigente en España. Fracasó en su intento de conciliación de los partidos políticos ya reformados, en la Primera Reunión de Intendencia. Desde entonces el partido Conservador se retrajo de las manifestaciones públicas y de adhesión al Gobernador. Con el nuevo año cambió el Gobierno Central. Baldrich es confirmado en su mandato y el mismo l.D de enero apareció en la Gaceta de San Juan, la división territorial en 15 distritos electorales. Es anunciado al pueblo el asesinato del Conde de Reus y se reciben continuos testimonios de pésame y adhesión de las autoridades locales. Entre tanto se preparaban las elecciones. Celebradas éstas el 4 de febrero, constituyen un triunfo para el partido Liberal Reformista cuyos diputados coparon 23 de los 24 puestos. Votaron 28.000 contribuyentes y el resto «Capacidades» que decidieron la elección por mayoría. Verificada la 2.- Reunión de Intendencia, no tuvo mejor éxito que la primera. Su único fruto fue la deserción de las filas conservadoras del señor Valdés Linares. Entonces el Marqués de la Esperanza fue nombrado jefe del partido Conservador ya re-
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mazado con el nombre de «español sin condiciones-. Desde entonces Baldrich es objeto de una insidiosa campaña para la que los conservadores consiguen también el apoyo de la prensa Peninsular. El Progreso y La Razón de un lado y El Boletín Mercantil de otro, publican sus respectivos programas y sus razones sociales, asomando a retazos la ironía volteriana del doctor Goico Sabanetas, en la polémica. En ella toman como base el triunfo electoral y la implantación de las Reformas. Apoyado en ellas, Baldrich rechazará «la proposión del Ministro señor Ayala, de asociar a su mandato al señor Díaz Romero y sustituir a Canals-, si bien hubiera de aceptarlo definitivamente por presiones conservadoras. El día 6 de abril se verifica la solemne apertura de la Nueva Diputación, claro éxito para Baldorioty y sus secuaces de Ponce y toda la Isla. El gobernador, impulsor principal de esta reforma, dando pruebas de su ecuanimidad, se negó a aceptar a don Román Baldorioty para secretario de la Corporación. El prestigio de Baldrich había llegado a su cenit. Sus adversarios consiguen paulatinamente impresionar desfavorablemente al Gobierno con supuestas deficiencias en su conducta parcialista. El ministro señor Ayala le reconvino. Ello provocó una sentida réplica del ofendido Baldrich que en sucesivas cartas se autodefenderá con la apología de su persona y obra, (cartas de 26 de enero, 25 de julio y 10 de agosto de 1871). Hermanados al conservadurismo y poco amigos del Mariscal, los Voluntarios y las intrigas de Izquierdo en el Ejército (del que era segundo cabo), minaban el terreno a Baldrich. Creyó él que podría defenderse según su lema «siempre ha de triunfar lo legal-, y publicó una nueva proclama con motivo de las elecciones de junio. Computados los votos se' registraba un nuevo triunfo para el partido Liberal Reformista. Baldrich se quejará entonces porque «cuando creyó que de las elecciones saldrían hombres de orden dispuestos a apoyar todas las creaciones de la Revolución Septembrina, y que, al discutirse la Constitución de Puerto Rico, tuvieran en cuenta que los derechos políticos sin leyes orgánicas que regulan su ejercicio no debían comprometer su territorio; ahora, al llegar a la designación de candidatos, se falta a todos los compromisos precisamente por aquellos que profesando principios conservadores se han gloriado de estar al lado del Gobierno sin reservas.... (De su carta al señor Ayala, de 25-VII-71). No dudamos en ver, como confirma él después en esta queja, representado el bando liberal reformista... Lo que demuestra el espíritu de justicia que aviva al Mariscal. Al tiempo que el desorden provocado por los mismos en quienes confió... Lo que resta de su actuación hasta el 13 de septiembre son la serie de episodios ocurridos en el 58
mes de julio (días 16 a 20), que dieron origen al famoso «Motín de las pedradas. y la declaración del «estado de sitio» para toda la Isla. Medida esta anacrónica pero que tiene fácil explicación por las circunstancias que atravesó al verse en posición desairada. Y por último, su destitución por el Gobierno de Ruiz Zorrilla el 19 de agosto, y embarque para España el 14 de septiembre. Los últimos años de Baldrich en España los emplea, como Capitán General de Cataluña, guerreando con los carlistas. Fue ascendido a Teniente General el 9 de julio de 1872, poco antes de comenzar esta campaña. Residía en el piso entresuelo de la casa número 39 de la calle de Caballero de Gracia de Madrid, cuando le sorprendió la muerte a los 71 años de edad (9 de enero de 1885).
Reformas: Dos etapas señala don Lidio Cruz Monclova en el Gobierno de Baldrich, 1 que nos sirven de guía para glosar su polftica. Primera desde la toma de posesión (18-V-70) hasta el advenimiento de don Amadeo al trono de Es· paña. Segunda desde este acontecimiento (3-1-71) hasta la destitución efectiva el 13 de septiembre de 1871. En total unos 15 meses. En el primer período, Baldrich, sometido a la acción de fuerzas antagónicas (1os partidos políticos), consigue mantener el equilibrio y poner los hitos para la reforma del vetusto tronco colonialis· ta incapaz de resolver las nuevas necesidades sociales. En el segundo, en el que destaca la eficiencia de su labor administrativa, ha de hacer frente a numerosos enemigos en el interior y exterior de la Isla. Estos van disminuyendo el prestigio de Baldrich ante el Gobierno Central y consiguen al fin, aliados todos, la caída del Gobernador falto de apoyo en la Metrópoli. Todos los intentos del Mariscal y su prudente consejo son conciliatorios. Desde el primer mamen· to lo hace patente con su proclama de llegada y su trato afable y sencillo. Al final de su mandato se justificaría diciendo que «La conciliación políti. ca ha triunfado en algunos sitios donde se demostró prácticamente la necesidad de la unión». 2 Mas esto, que le capta generales simpatías en el bando liberal, se las resta entre la minoría con· servadora. ~u postura imparcial y sus antecedentes políticos le hacen sospechoso de liberaloide reformista. Sospechas que se confirmarían con la aplicación de la ley de 4 de julio, abolicionista de la 1. Historia de Puerto Rico. Tomt' JI. 2.· parte, págs. 16 y sigs. 2. Carta de 10/V1I1171 a don Tomás Mosquere, Ministro del Ultramar. en Mss. 20.128 de la Biblioteca Nacional de Madrid.
esclavitud (ley Moret), que manumitió 3.865 esclavos. Esta leyes completada con el empadronamiento obligatorio de los restantes a fin de evitar el «tráfico de negros» incrementado por la reciente inmigración de éstos. 3 La proclama 3' de elecciones a Diputados Provino ciales para el mes de febrero auspiciaba por que se manifestasen libres de odios los electores. Fue la chispa eléctrica que galvanizó las voluntades de aquel grupo de iniciadores (Baldorioty, Acosta, Celis Aguilera, Corchado, Goico y otros) y les predispuso a la lucha, mientras las fuerzas del conservadurismo se retraían. Puestas todas las fuerzas vivas del país en tensión, el radicalreformismo triunfa y se convierte en el protegido extraoficial del Gobierno. Percatado Baldrich de la trascendencia del momento, busca la conciliación y no duda en hacer concesiones a los conservadores (representantes de la riqueza, patronos y comerciantes). Vg.: Respecto al rescate de esclavos, a los derechos devengados al libertarlos, etc. Con la rémora en la implantación de la ley de Ayuntamientos o creando un tercer partido (liberal moderado) ante el fracaso de la Primera Reunión de Intendencia. 4 Retraídos los conservadores (la palabra «retraimiento» quedará fijada desde entonces en el «ar· got» político isleño), Baldrich medita nuevas soluciones para implantar las reformas. El secretario Canals dice que la situación es difícil pero no peligrosa, dada la inconsistencia de los partidos y el prestigio del Gobernador que se apoyará en la paz recién apuntalada. En efecto, Baldrich afirmará que las mismas reformas le darán fuerza para reprimir los excesos de! modo menos violento. Don Salvador Brau (historiador puertorriqueño) dirá con este motivo que ctrestáronse fuerzas a los elementos revolucionarios ya que las libertades se obtenían sin derramamiento de sangre», Muller observa que esta reagrupación de partidos frente a unas elecciones libres es «el primer paso en la expresión organizada de la opinión pública del país». Podemos decir que con el nacimiento del partido Liberal Reformista en 22 de noviembre de 1870, en San Juan, tiene vigencia la reforma que prevé la implantación del Título 1 de la constitución española de 1869. Se completará, con el resultado de las elecciones de febrero, el brillante triunfo radicalista. Descartada la colaboración conservadora, el «Manifiesto» del partido Liberal Moderado del señor 3. Ley publicada en la Gacela de Puerto Rico de 18/X170 y 5/XII/70. Véase: Informes carta de Carlos Rojas al Ministro senor Moret de 9/XII/70 en Mss. 20.128 de la Biblioteca Nacional de Madrid. 3.' V. Proclama contenida en legajo 5.096. Fondo de Ultra· mar del A.H.N. Madrid y en la Gacela de Puerlo Rico de 23fXII/70. 4. Inforrno-<:arta. Secretario Canals a seilor Moret (II/XIl/70) en Mss. 20.128 de la Biblioteca Nacional de Madrid.
Valdés Linares, servirá de plataforma al partido Liberal Reformista, recogiendo las vivas aspiraciones puertorriqueñas. En esencia dice así: Los aquí .reunidos, Primero: aceptan ser conve. niente se trate y resuelva sobre todas las reformas en las ramas política, económica, administrativa y social de la Isla. Segundo: Aceptan el principio de Asimilación política con la Madre Patria, en cuanto sea posible, dada la situación geográfica y el estado social de hoy en esta provincia. Principio a que obedecen también los proyectos del Gobierno.
Tercera: Aceptan el mismo principio de asimilación en la gestión económica y administrativa de los pueblos a que obedecen igualmente en su esencia, las leyes del Gobierno, Diputación Provincial y Municipal en vía de planeamiento, si bien con la mayor suma de facilidades concedidas a dichas corporaciones, o que convenga concederse, según lo demuestra la experiencia y lo exige el bien general. Cuarta: Aceptan la necesidad de que se resuelva en seguida sobre el problema social, sin obedecer a principios exagerados y teorías halagadoras, conciliando cuanto sea posible los intereses particulares y el porvenir de los protegidos. San Juan 25 de noviembre de 1870. Firman: Val· dés Linares, Pablo Sáez, Leonardo Igarávidez y Manuel Galván, entre otros. Planteadas las elecciones, Baldrich hará una nueva división territorial en 15 distritos electorales 5 para mayor comodidad de los votantes. Trasladará el Corregimiento de Bayamón a San Juan 6 y asignará un diputado por cada distrito y cuatro se. .nadores a Cortes. De aquí arrancará la actual división en Provincias. Faceta especial de su Gobierno es la que se re· fiere a la legislación. Fruto de su inspiración libe· ral·reformista y de un sentido común extraordina· rio, aplica las leyes de Madrid con un sello persona· lísimo de adaptación a las necesidades que ve y palpa. En casi doscientas cartas dará cuenta de sus luchas con los intransigentes y del modo como aplica las reformas. Interesan sobre todo las leyes reformistas de carácter orgánico-administrativo por su aspecto descentralizador y porque siempre se impusieron territorialmente. En cambio las de carácter meramente político (derechos individuales de petición, reunión e imprenta), serán más o menos exigidas se· gún la categoría social de las entidades políticas correspondientes, S. Decreto de la Regencia de 1/1/71 y Ley de Bases publicndll por Baldrich el 28/V171 (Gacela de Puerto Rico). 6. Gaceta de Puerto Rico del 15/XI/70.
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Por esto, y declarándose él repetidas veces portavoz del Gobierno, es preciso conocer las c1nstrucciones» 7 que de aquél recibió, determinantes de su actuación político-legislativa. Dos son los ejes o quicios sobre los que gira dicha actividad: su liberalismo a ultranza (Progresismo) y una personalidad insobornable. Ya en su nombramiento como a.s.c., Prim dijo que se le nombraba «por razones de alta política». Por ello incluía el otorgamiento de plenos poderes y la total confianza del Gobierno en sus dotes personales. Por este valor humano, el ministro Ruiz Zomlla dijo de él (a bordo de La Numancia): eLos destinos se han creado para los hombres y no los hombres para los destinos.» Padial Vizcarrondo, el patriota de las libertades, le califica como «El militar más civil y el radical más consecuente de la revolución española de 1868.• Plasmada día a día, de esos cortos 15 meses, en la Gaceta de Puerto Rico, su legislación cuajará en un cambio efectivo o desaparición de ciertas instituciones. Vg.: La supresión de los odiados corregidores y su sustitución por otras nuevas. La ampliación del censo electoral por el sufragio de contribución personal directa y aumento de «capacidades», con lo que consigue realizar la tendencia descentralizadora del radicalismo que constituirá buena parte del régimen local hasta el final de la Regencia. Favoreciendo al radicalismo favorecerá la autodeterminación. Instaura leyes en la aplicación de la «Ley Orgánica de Administración de Justicia», que otorga gran relieve a los «Promotores Fiscalesll. Establece los Juzgados de Primera Instancia en todas las nuevas cabezas de distrito. Los Tribunales de Justicia podrán también dejar sin efecto lo legislado por el a.s.c. siempre que así lo dispongan las leyes Pe· ninsulares. I Mención aparte merece la Ley de Diputaciones. Verificada por Baldrich la instalación solemne de la Diputación Provincial el jueves 6 de abril de 1871, en el salón de sesiones del Ayuntamiento de San Juan, se abrirá un nueva era de ampliación de atribuciones a la Corporación. Con los poderes militares de los anulados corregidores, asumirá el servicio de censura y fallo de las cuentas munici· pales (Contaduría General de Hacienda Pública). Y más aún, acaparará todas las competencias relativas a la enseñanza, con 10 que llegará a roces violentos de atribuciones con hi misma Autoridad Superior Civil. 9 Respecto a la «Ley de Ayuntamientosll, los pri. meros decretos bases datan del 13 de mayo con las 7. En carta a Baldrich del señor Ministro de Ultrnmar de 13Nf70. Legajo 5.113-N." 147 del Fondo de Ultramar del A.H.N. de Madrid. 8. Caceltu de Puerto Rico de 19/1/71 y 12/1/71. 9. Caceta de TT/IV/71.
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«instruccionesll dadas al Mariscal en España. Pero el decreto fundamental de la Regencia es del 28 de agosto de 1870 (con la de Diputaciones) publicado en la Gaceta de Puerto Rico (27.X-70) que, sin embargo, no se implantó en cuando a creación de nuevos ayuntamientos. Ampliaba las atribuciones de los Alcaldes Mayores (ahora Carrera Civil) y Síndicos, suprimía las Juntas de Visita y las sustituía por los pedáneos, etc. Erró, sin embargo Baldrich, al no implantar la vigencia de esta ley respecto a nuevas creaciones, entre otras razones porque así tampoco se le aprobarían algunos de sus proyectos fundacionales. Vg.: El del pueblo de «Maríasll, 10 la inauguración del cable submarino con Saínt Thomas. U La libertad de prensa, con la fundación de El Progreso y La Razón, es el exponente de su afán porque llegue la cultura a todas las mentes y sean ilustradas acerca de los deberes cívicos. Esta última idea es la que le mueve a conceder la instauración de una escuela protestante en Vieques, con la célebre frase de «porque los niños extranjeros no tienen quienes les enseñe los rudimentos de la culturall. Fundación quizá innovadora en las Antillas y, desde luego, en el Puerto Rico decimonónico, y que enaltece a su creador. u Con estas elevadas miras suspende el funcionaIniento de las Juntas Provinciales de Enseñanza y las sustituye por la «Junta Suprema Centra!», notable institución que, modificada, perdurará hasta hoy en la Universidad. u Las dificultades que encontró en su labor, aparte de las banderías políticas, dimanaban del in,tervencionalismo estatal plasmado en continuo trasiego de funcionarios (casi todos los Correos traían nombramientos), y de los «soploslI a las autoridades centrales. También la condición de Presidio Militar de la Isla, dificultaba una política de altura en cuanto a reformas sustanciales. La segunda etapa de su actuación se sobreva10riza por una eficiente gestión administrativa con que procuró contrastar su decadencia política. Consistían ·estas reformas, principalmente, en un presupuesto nivelado (iniciado ya en 1869 por don Manuel Becerra, ministro de Ultramar), en el cual los ingresos cubrían totalmente los gastos de la Is· la, y, sobre todo, en una moralización de los empleados administrativos. Lo consiguió con una depuración y selección del personal, y con un reparto más equitativo de sueldos. Al final de su adminis10. Fundación no concedida por M3drid. Otorgada por orden de Baldrlch. V. Gaceta de 18/IVI71. 11. Proyecto Inaugural efectuado finalmente por Baldrlch. V. Gaceta lO/XII/lO y Legajo 5.096 del Fondo de ffitramar del A.H.N. de Madrld. 12. Fundación de 4/VIII170. V. Legajo 5.099 del A.H.N. citado. 13. V. Gacela de PI/erto Rico de enero D abril de 1871.
tración sobrarían más de 2.000 pesos en las cajas del Tesoro. 14 ...Vg.: Vigilancia para evitar los fraudes al Estado. Control de los partes de Sanidad y Servicios Sanitarios, 15 de los empleados de Aduanas y de los particulares. Ayuda a los jornaleros a los que quita las famosas libretas de Pezuela, etc. Mejoras socia· les como el Alumbrado público de San Juan, etc. 16 El comercio, incrementado por la apertura de nuevos puertos y la inauguración de la cV Feria de Ganado», 17 favorece las inversiones de capital extranjero. Con ello se establecen sociedades de crédito y la balanza de pagos adquiere un saldo favorable. Pagó escrupulosamente a los funcionarios a los que pidiera un crédito, amortizándolo luego del pre· supuesto general. 18 Abonó 400.000 ptas. que adeu· daba Sanz al Comercio isleño. Liquidó los atrasos del Ejército. 19 Por último procuró la refundición del Correccional de La Puntilla con el Presidio de El Morro, introduciendo notables mejoras para que los presos viviesen de su trabajo, lo cual benefició al Tesoro. 20 14. V. Gaceta de Puerto Rico, 14/IX/71 de Madrid.
~.
Mss. 20.128 de la B. N.
15. Carta de Baldrich al Ministro de Ultramar de 22/X/70. Le· gajos 5.096 y 5.098 del Fondo de Ultramar.
16. Gaceta de Puerto Rico de 3/1171. 17. V. Obra de don Udio Cruz Monclova. Págs. y obra antes citadas. 18. V. Legajo 5.109. Fondo de Ultramar del A. H. N. de Madrid. 19. V. Gaceta de Puerto Rico de 15/XI/70. 20.
v.
Legajo 5.098 del A. H. N. Fondo de Ultramar. de Ai:ldrid.
El mismo resume al final de su mandato el motivo del éxito de su gestión: cEl único medio para conseguir este resultado, acorde con las erinstruc· ciones» que se me dieron, ha sido y es la parsimonia en el Gobierno; el gobernar 10 menos posible. el mandar con suavidad, con absoluta confianza. permitir la manifestación de todas las opiniones legales y dejar abierta, con discreción, esa válvula por donde pasan los vapores de la pasión. Así ésta: se paga y se extingue.» (De su carta al Ministro señor Ayala de 26-1-71). Es este sentido, de un criterio amplio, liberal y compasivo para las necesidades del pueblo. en el que podemos colocar a nuestro Mariscal a ·la altura de los grandes benefactores de Puerto Rico, (Inten· dente Ramírez, gobernador Norzagaray, Daban, y Torres. obispo Arizmendi, padre Rufo, etc.) La nobleza y energía de Baldrich trascendieron a sus mismos enemigos. Hoy, tras el polvo de los lustros, se descubre su verdadera personalidad. La que llevó a los habitantes de Ponce a instalar su efigie, que él mismo donó, en el salón de sesiones del Ayuntamiento, y a los capitaleños de San Juan a tributarle la cariñosa despedida que le hiciera exclamar: erLos mejores días de mi vida son los que he pasado entre vosotros.» Por ello, ese mismo pueblo, en los descendientes de aquellos sus coetáneos han dedicado un barrio de Ja Capital para perpetuar su nombre. No será raro que los restos del insigne soldado, del que supo contener la decadencia y quizá retener para España, por algunos lustros. aquella perla del Caribe. vayan a reposar un día a la Tierra objeto de sus desvelos y que tanto amó, desde la Sacramental de San Lorenzo de Madrid.
NOTA
Nos ba servido de pauta fundamental en esta glosa política, la Historia de Puerto Rico del señor Cruz Monclova, así como la carta del Ministro señor Moret Prendergast a Baldrich con las instrucciones para su futura gobernación de Puerto Rico (Madrid. 13 de mayo de 1870).
Dado el carácter de sumensuna síntesis que nos hemos impuesto. diremos solamente que hemos tra· tado de resumir aquí nuestra tesis de licenciatura pre· sentada el pasado febrero bajo la dirección del profesor doctor don Manuel Ballesteros Gaibrois. con el título erLa Gobernación de don Gabriel Baldrich y Palnu en Puerto Rico». Madrid. 1965.
INDICE DOCUMENTAL CARTA.INSTRUCCION. LEGAJOS 5.096-5.098-5.1005.109 - 5.112 Y 5.113 del Fondo de Ultramar del A. H.
N. Madrid. GACETAS DE PUERTO RICO de 16-XII-70. 27-IV-71. 23-XI-70, 19-1-71, 10-XII-70, 18-X·70, s..XII-70, 1s..XI-70. SECCION DE MANUSCRITOS. Mss. 20.128 de la Bi-
blioteca Nacional de Madrid.
HOJA DE SERVICIOS DEL GENERAL BALDRICH. V. Indice del Archivo Histórico Militar de Segovia.
editado por el Instituto Salazar y Castro, tomo 1, pág. 341. OTROS PERIOD/COS y REVISTAS. BoletEn Histórico de Puerto Rico (varios tomos). Boletin Mercan· til, 19-III·71. El Español. de 28-XI-70. 61
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