Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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ANTROPOLOGIA HISTORIA liTERA TURA ARTES PLÁSTICAS TEATRO

MOsrCA .A RQUITECTURA

OCTUBRE - DICIEMBRE, 1964

San Juan de Puerto RiCo


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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES Guillermo Silva, Presidente Enrique Laguerre - Aurelío Tió - Teodoro Vidal Arturo Santana - Esteban Padilla - Wilfredo Braschi

Director Ejecutivo - Ricardo E. Alegría Apartado 4184

ARO VII

SAN JUAN DE PUERTO RICO 1964 OCTUBRE - DICIEMBRE

NúM. 25

SUMARIO

Memorias de Antonia Sáez por Concha Meléndez

1

Antonia Sáez ... ... ... ... ...

4

El maestro de escuela elemental por Antonia Sáez ... ... ... ...

5

Obras de ambiente político-social por Antonia Sáez ... ... .., ...

8

Doña Antonia Sáez, Ceiba (1889-1964) !por Francisco Arriví ... ... '" ... ...

11

Exposición restrospectiva de José R. Olíver

20

La lengua castellana por José Mercado (Momo) ...

22

San Germán: pluma y espada en la independencia de Cuba por Joaquín Freire .

24

San Juan cuatrista por Clara López-Baralt

31

Hostos en el destino de Puerto Rico !por Vicente Géigel Polanco

32

Esculturas de Juan de Avalas

38

Tres soneto.> por M. Joglar Cacho ... ... ... ... ... ... ... ...

40

El último discurso de don Luis Muñoz Rivera en el Congreso de los Estados Unidos ... ... ... ...

42


El mar de Puerto Rico en la poesía de Evaristo Rivera Chevremont por José-Emilio González ... ... ... ...

47

La biografía del general Valero escrita por

Vicente Dávila por Jorge Quintana ... ... ... ... ... ...

52

SEPARUA DE MÚSICA

AGUINALDOS Y VILLANCICOS DEL FOLKLORE PUERTORRIQUEÑO recogidos por Francisco López Cruz

SEPARATA DE ARTB

Retrato de Don José Masferrer por José Campeche (1752-1809) Coleccién de Don Teodoro Vidal

PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA Director: Ricardo E. Alegria Ilustraciones de Carlos Marichal, Lorenzo Homar y M. Rodríguez Fotografías de Conrad Eiger, Jorge Santana Jorge Diana y Archivo

Aparece trimestralmente Suscripción anuaL......................................... Precio del ejemplar.................

$2.50 $0.75

[Application for second class mail privilege pending at San Juan, P. R.]

IMPRESO EN LOS TALLERES GRAFICOS DE .EDICIONES RVMBOS. BARCELONA' PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPARA


COLABORADORES


CONCHA MELÉNDEZ. Ensayista, crítica y poetisa, nació en Caguas. Doctora en Filosofía y Letras de -la Universidad Nacional de México (1932), dirigió durante varios años el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, donde dicta cátedras de literatura hi3panoamericana. Ha publicado las obras: "Psiquis doliente» (1923), "Amado Nervo» (1926), «La novela indianista en Hispanoamérica» (1933), «Signos de lberoamérica» (1936) «Asomante» (1939). «Entrada en el Perú» (1941), «La inquietud sosegada,. (1946), y «Ficciones de Alfonso Reyes» (1956).

FRANCISCO ARRrvf. Nació en San Juan. Dramaturgo, poeta, ensayista, director de escena, luminoctécnico. Se recibió de Bachiller en artes especializado en Pedagogía de la Universidad de Puerto Rico. Becado por la Fundación Rockefeller estudió radio y teatro en la Uni· versidad de Columbia. Fundador de la sociedad dramática «Tinglado Puertorriqueño,. (1944), es autor de las piezas de teatro: El diablo se humaniza (1940), Alumbramiento (1945), María Soledad (1947), Caso del muerto en vida (1951), Club de solteros (1953), Bolero y plena (1956), Vejigantes (1958), Sirena (1959), Coctel de Don Nadie (1964). De poesía ha publicado Isla y nada, Frontera, Ciclo de lo ausente y Escultor de la sombra, y de ensayos el libro titulado Entrada por las raíces. Es Director de los Festivales de Teatro Puertorriqueño.


JOSÉ MERCADO nació en 1863 en Caguas. Niño aÚD se vio obligado a abandonar la escuela para desempeñar humildes oficios comerciales. Trasladóse a Cayey y luego a San Juan, donde se dedicó a escribir para la prensa, en prosa y en verso, comentando con desenfadado y sao tírico humorismo los temas del día. En sus últimos años cultivó la poesía lírica. Algunos de sus mejores versos se publicaron en el libro titulado Virutas. En 1905 se trasladó a Cuba, donde colaboró en algunos periódicos, falleciendo algunos años después. Se le conoce mejor por su seudónimo Momo.

JOAQUIN FRElRE DfAz, doctor en pedagogía y licenciado en derecho diplomático de la Universidad de La Habana, ha sido cónsul de su país, en diferentes ciudades de América, Director General de Asuntos Consulares del Ministerio de Estado de Cuba y profesor en varios planteles municipales de La Habana. En la actualidad desempeña el cargo de escritor de libros en el Departamento de Instrucción Pública de Puerto Rico, a la vez que colabora con las revistas Escuela y Educación. Es autor del libro Destellos inmortales (1964) y de una serie de opúsculo.; sobre figuras puertorriqueñas ilustres.


MANUEL JOGLAR CACHO nació en Morovi&, Puerto Rico, el 20 de marzo de 1898. Siempre ha vivido en Manatí. Autodidacta. Ha colaborado en diferentes revistas insulares y extranjeras. Ha publicado los siguientes libros: Góndolas de nácar, 1925; En voz baja, 1944; Faena íntima, 1956; Soliloquios de Lázaro, 1956. El Ateneo Puertorriqueño ha publicado sus ¡P0emarios Canto a los Angeles y Por los caminos del día, obra.> premiadas en el Certamen de Navidad de 1957 y de 1958, respectivamente.

JosÉ EMILIO GoNzÁLEz naCIO en Nueva York pero recibió su instrucción primaria y secundaria en Puerto Rico. Bachiller en Artes de la Univer.>idad de Puerto Rico (1940) y Maes1ro en Artes de la de Boston (1941), realizó luego estudios superiores de Filosofía y Sociología en las Univer&idades de Chicago, Columbia y California del Sur. Ha ejercido cátedras de Lengua y Literatura Española en la Universidad de Pricenton y de Ciencias Sociales en la de Puerto Rico, donde es actualmente profesor de Humanidades. Ha publicado numeroso.> poemas y trabajos de crítica literaria en la prensa diaria y revistas de cultura y es autor de los poemarios Profecía de Puerto Rico (1954) y Cántico mortal a Julia de Burgos (1956).


Conocido periodista cubano, fue por muchos años jefe de la sección de historia de la revista Bohemia, y desempeñó los cargo.> de jefe del departamento de investigaciones históricas del Archivo Nacional de Cuba y director del mismo Archivo, en que fundó la Escuela de Archiveros. Fue varias veces decano del Colegio Provincial de Periodistas de La Habana. Por sus trabajos sobre historia de la medicina en Cuba fue condecorado con la Orden de Carlos Finlay. En 1959 la Sociedad Interamericana de Prensa le confirió el Premio Mergenthaler por .>u defensa de la libertad de Cuba bajo la dictadura de Batista. Además de numerosas colaboraciones sobre temas históricos en periódicos y revistas ha publicado el volumen titulado José Martí en el Archivo Nacional y el primer 'tomo de la obra lndice de extranjeros en el Ejército Libertador de Cuba (1952). Actualmente es subdirector de la edición internacional de Bohemia Libre y reside en Caracas. JORGE QUINTANA RODRÍGUEZ.


Conocido periodista cubano, fue por muchos años jefe de la sección de historia de la revista Bohemia, y desempeñó los cargo.> de jefe del departamento de investigaciones históricas del Archivo Nacional de Cuba y director del mismo Archivo, en que fundó la Escuela de Archiveros. Fue varias veces decano del Colegio Provincial de Periodistas de La Habana. Por sus trabajos sobre historia de la medicina en Cuba fue condecorado con la Orden de Carlos Finlay. En 1959 la Sociedad Interamericana de Prensa le confirió el Premio Mergenthaler por .m defensa de la libertad de Cuba bajo la dictadura de Batista. Además de numerosas colaboraciones sobre temas históricos en periódicos y revistas ha publicado el volumen titulado José Martí en el Archivo Nacional y el primer 'tomo de la obra Indice de extranjeros en el Ejército Libertador de Cuba (1952). Actualmente es subdirector de la edición internacional de Bohemia Libre y reside en Caracas. JORGE QUINTANA RODRÍGUEZ.



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FRANCISCO LO PEZ CRUZ

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ILUSTRACIONES DE RAFAEL RIOS REY

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DERECHOS RESERVADOS PROPIEDAD DEL AUTOR


FLORES NAVIDEÑAS (Aguinaldo) Nobles ilusiones traigo en mis contares para estos hogares

que oyen mis canciones.

Llena de pos iones mi alma risueña,

mi cantor se empeño

llevando el saluda traigo como escudo flores navideñas.

En campos y aldeas pueblos y ciudades en las navidades

Por fin me despido en este aguinaldo

m i voz se poseo

de este hogar querido quedan complacidos mi alma se empeña con voz borinqueña les brindé alegrra y para estos d~as flores navideñas.

porque e 110 recrea el olma que sueña norte ña o sure ña

gentil campesina pide con voz fi na flores navideñas.

y me voy contando


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no me falte nunca tu luz bienhechora!

no me fa Ite nunca tu luz bienhechora!

Al Niño del cielo que bai~ a la tierra

Como es Dios el Niño le regalo incienso, perfume con alas que sube hasta el cielo. ¡Gloria en los alturas 01 hi jo de Dios!¡ ¡Gloria en las alturas, y en la tierra amar!

le regalo mirra que inspira tristeza ¡Gloria en las alturas 01 hijo de Dios!; ¡Gloria en las alturas, yen lo tierra amor!

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SEPARATA DE MÚSICA

de la Revista del Instituto

de Cultura Puertorriqueña Núm. 25


Memorias de Antonia Sáez Por CONCHA

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«Los CONQUISTADORES., AND~ MALraux, al situar a su personaje Garine en el período literario que empieza en 1933, dice que de los estudios en letras sólo quedaba en él la revelación de grandes existencias opuestas que nada significaban para él. El párrafo tennina con este paréntesis: e¿ Qué libros valen la pena de ser escritos fuera de las Memorias?».! No dice el novelista por qué los libros de me. marias valen la pena de ser escritos. Acaso porque ellos presentan al hombre repasando su destino en soledad, enfrentando los lugares, personas y cosas a una distancia que los hace significar de un modo que no percibió antes. Es una manera de conocer· nos mejor, de acercamos al misterio de nuestro ser y dejarlo asomar entre la confesión y el silencio. Las memorias, como los icebergs, flotan en los mares del recuerdo y al comunicarlas, dejan siempre sumergida una parte, quizá la esencial. La víspera de su último viaje, Antonia Sáez me llevó a casa sus memorias para que escribiera estas palabras de introducción. No pude adivinar que la petición de mi amiga se convertiría poco antes de un mes en la encomienda de cumplir uno de sus últimos deseos. En vísperas también yo de un viaje para enseñar como catedrática visitante en Middle. bury College, sólo pude prometerle escribir estas páginas a mi vuelta. En el sobre que contiene el manuscrito tres líneas de indicaciones precisas tenninan: «Gracias, gracias, gracias.• Es la voz agradecida, su última palabra para mí, que ahora contesto haciendo su voluntad. Pienso en la vida de Antonia Sáez y la veo fun· damentada sobre la roca de la persistencia, de ma. nera que ni los vientos, las tonnentas o las inunda· N LA NOVELA

1. Citado por RcnÓoMarill Albc!rb cn La rebelidrl de los escritores de hoy. Buenos Aires, Emea!, 1953, p. 24.

MEL~NDBZ

ciones de lo externo, pudieron desviarla de su que. hacer temprana y lúcidamente elegido. Porque la dedicación amorosa de su existencia, como declara en la introducción de su libro Las artes del lenguaje en la Escuela Secundaria, fue el estudio y la enseñanza de nuestra lengua. Estudio y ense. ñanza se movieron simultáneamente en esta vida callada y a la vez rebelde ante la torpeza y la injusticia. Urgida, como señaló Margot Arce en certera vislumbre, por hambre de absolutos, Antonia se entrega en su larga gestión pedagógica, a formar «conciencia lingüística. en sus discípulos. Y ellos recibieron lo que la maestra se propuso con afán: una orientación de la conducta. Desde su adolescencia enriquecida por el confrontamiento de la gran responsabilidad de enseñar, hasta el fin de su vida, Antonia Sáez fue leal a la actitud que ella llamaba de ambiciosa humildad «no sólo hacia el saber de los -libros sino hacia el saber de la vida», los dos centros de atención que se impuso, avivadores de su constante superación. No pienso solamente en los grados universitarios: Maestra en Artes de la Universidad de Puerto Rico, Doctora en Letras de la de Madrid, sino en aquellas horas de estudio y meditación en soledad en la grata compañía de sus libros sobre las disciplinas de su predilección: pedagogía, lingüística y literatura. El quehacer de enseñar año tras año acumuló en ella vasta experiencia caracterizada por el descubri~ miento de modos eficaces para lograr sus objetivos de enseñar a hablar, a escuchar y escribir, todos actos conducentes a la realización de la vida. En los tres libros donde la maestra se revela escritora de calidad: Las artes del lenguaje en la escuela elemen~ tal (1944), La lectura, arte del lenguaje (1948), Las artes del lenguaje en la Escuela Secundaria (1952), ha dejado expresos o entrelíneas su ética noble, su amor a Puerto Rico, su pasión por el estudio y 1


enseñanza de nuestra lengua. Esta última atención es para ella compensadora de todo lo deseado o inalcanzable. Porque en esa enseñanza no sólo eafi~ na, ennoblece y profundiza la manifestación más generosa del espíritu», sino que es para ella quehacer deleitoso: es volver -como nos asegura- y revolver sobre las cosas; «contemplar, mirar y remi· rar y volver a mirar; es oir, escuchar y volver a escuchar.» Por eso Antonia, como el perfecto maestro que describe, más que asombrar, cautiva. Su mejor premio, su mayor alabanza, es la cautividad en que ha dejado a tantos discípulos, que por lo mismo son más libres porque en ellos se formó la econciencia lingüística» con que realizarán su destino. El asombro se apaga y pasa, pero la cautividad que hace la sabiduría de 1a mente y el corazón de los que cautiva, es esencia espiritual que no pasará. Tal nobleza y tal arte de vivir en dación espiritual, no son frecuentes sobre la tierra. Por eso las memorias de Antonia Sáez nos ofrecen la aleccionadora expresión de un carácter cimentado en el afán nunca satisfecho de superación; la avidez de una inteligencia que nunca se cansó de aprender; la sed de universo que la llevó a asomarse tenazmente a la lectura, eventana abierta al mundo» y viajar por él con itinerarios preparados con el esmero y la investigación con que planeaba sus lecciones. Los países de Europa y América fueron contemplados por una inteligencia comprensiva resuelta en «simpatías y diferencias» que convertía en interna riqueza. Así estas memorias, que algunos lectores encono trarán quizá demasiado abundantes en personales incidentes de aparente insignificancia, son, como las describe la autora eel grande y pequeño mundo» donde un alma valerosa y ávida de luz nos da la pureza esforzada, la dignidad insobornable de los que saben sentir lo grande en todas .las tierras sin dejar de amar la suya. El principio y el final del libro se identifican con dos estados de alma de su poeta preferido Antonio Machado: la emoción de soñar caminos en .la tarde, el misterio del camino que anda y todavía no llega a su término. Al escribir las notas sobre su penúltimo viaje: el viaje a Tierra Santa y preguntarse sobre posibles nuevas andanzas se contesta a sí misma: e¡Quién sabe! Nadie puede hablar del mañana.» Vienen entonces a su recuerdo y escribe en la última página del libro, los conocidos versos que muchos sabemos de memoria del gran poeta cantor de la muerte como último viaje en nave sin retorno. También ella, eligera de equipaje» hizo en nave aérea el viaje último que la trajo a la tierra suya desde la extraña tierra japonesa donde nunca creyó morir. Los hilos de la introducción que escribió a su 2

libro nos ofrecen asideros para avanzar por lo que ella llama «caminos del recuerdo.• En la prolongación de soledades vividas en los últimos cuatro años de su existencia, recorrió el pasado del pueblo donde nació y de nuestra Isla, con melancolía ante lo que amó y ya no es y angustia ante la transformación espiritual que el tiempo y las circunstancias de hoy van imponiendo a las costumbres y sentimientos de nuestra gente. Su visión de la realidad es exacta al afirmar que «otra pudiera haber sido la evolución de nuestro virir si no nos hubieran movi. do en el hondón de nuestra entraña fuerzas y ca. rrientes ajenas a nuestro peculiar modo de ser.» Las definiciones que hace de su libro en este punto describen el proceso mental de la literatura de memorias: -recordación en soledad, vivencias que desplazan lo reciente para acercar 10 remoto, que en suma se convierte en «sueños de sueñosll aisladores durante muchas horas de todo Jo que no fuera estar consigo misma en soledad. El propósito del libro fue, según escribe, dar permanencia a sus recuerdos con sencillez y espontaneidad. Ese propósito se cumple de principio a fin. Mas el leve intento de ejemplaridad que la autora presenta noblemente como ofrenda a todos 'los que dejaron en ella ejemplos de belleza moral, no es intento leve como ella dice, sino honda corriente que da a todo el libro consistencia y contorno unificadores. La evocación de su pueblo -Humacao-- desde 1895, resume la vida urbana puertorriqueña al finalizar el siglo pasado, en su marco de naturaleza, sus costumbres, diversiones y oficios cvida menos presuntuosa y menos angustiada que la de hoy.» Al escribir sus recuerdos va creando un autorretrato en un fondo de plenitud y acorde con la vida,"rara vez logrado por otros. Cada amanecer es un nuevo renacimiento. Una confesión nos revela el vivir ascendente donde cada afán realizado va poniendo acentos de integridad: eLa vida no ha sido para mí nunca tragedia, porque me han fortalecido Ja fe y la esperanza.» Dos cualidades imprescindibles para el narrador de recuerdos son evidentes en este libro: el poder de evocación y la creación a veces en apunte, de semblanzas muy expresivas. Son admirables las evocaciones de la retirada de las tropas españolas de Humacao en H198, que vio asida de la mano de su padre, y la proclamación de la segunda República española en abril de 1931, cuando eun gentío invadió 1a plaza de Cibeles; me dejé ir con la multitud y de repente, la bandera de la República se izó en el Pa· lacio de Comunicaciones...• Otras veces no es un acontecimiento histórico, sino la existencia destruida de un árbol lo que nos advierte la solidaridad de esta alma con todo lo que dio a sus ojos una visión de viva hermosura: «Ya no nos saluda con su brazo extendido la preciosa Ceiba



Retrato de DON JOSE MASFERRER Por: Jos茅 Campeche (1752-1809) Oleo: Colecci贸n de Don Tcodoro Vidal

SEPARATA DE ARTE DEL NUMERO 25 REVISTA DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUENA Offset RVMBOS路 Prlnled in Sp:煤n


de la carretera vieja hacia Quebradillas.lt Escribe Ceiba con mayúscula, humanizándola en un saludo de paz para todo el que sabía recibirlo. Visto como creación de semblanzas, el libro es una galería de retratos y apuntes valiosos. La madre, doña Teresa Torres; el padre, don Abelardo Sáez, surgen gradualmente del relato en escenas de familia que van labrando sus caracteres con noble expresividad. Doña Teresa nos recuerda en su actitud valerosa, su recia voluntad dulcificada por la ternura; la sobria manera de vivir y educar a sus hijos, a doña Paula Albarracín inmortalizada por Sarmiento en sus Recuerdos de provincia. Entre los apuntes atrae por su misterio el de Cabo, niño errante que el hermano mayor de la autora Rafael, trae a la casa siendo también niño. A Cabo no ,le gustó la escuela; prefería «quedarse calladito en el patio hasta que Rafael regresaba.• Creció, llegó a hombre y se marchó a Vieques en busca de su madre. Nunca se supo de él, aunque Rafael lo buscó más tarde cuando fue a vivir a Vieques. Muchas otras figuras humildes y amadas acompañan a Cabo en el recuerdo: Coto, Fonso, Juanito Rosas, Marcelina, Colasa, Nana. Y algunos retratos como los de Mamá Quela y Mamá Elisa~ lleno este último de elegancia y donaire expresadores de la vida social de aquel tiempo. \ A estas semblanzas pueden unirse las que aparecen bajo el título de Estampas, y como acompañamiento sonoro, Jos pregones con las siluetas de los pregoneros reveladores también de matices 'de vida que llegan a ·la imaginación como voces lejanas. La parte del libro Por los caminos del saber es la historia de la formación pedagógica y literaria de Antonia Sáez y al mismo tiempo el panorama de la educación elemental, secundaria y universitaria en Puerto Rico desde el comienzo de la influencia de los Estados Unidos hasta hoy. Por los caminos del mundo, en fin, son las impre-

siones de los Estados Unidos, Europa, Hispanoamérica y Tierra Santa que la viajera nos dejó como comprobación de su gran sed de saber. Confiesa que para estos viajes se preparaba como para unas oposiciones, leyendo sobre los países que iba a visitar y eligiendo los itinerarios que abarcaran mejor su propósito de cmirar, remirar y admirar~. Su actitud ante el pasado resume un credo !referido ya por ella a Puerto Rico: cCreo en el progreso, pero también creo en la conservación del pasado, cuando esto encarna caracteres especiales del espíritu de los pueblos.• BI viaje a Tierra Santa, quizá el más grande sueño de su vida como dice ella misma, se ensombrece con la noticia de la muerte de un adolescente amado como hijo. Por eso el desierto de Judea le pareció terrible en su soledad desnuda y seca. En compensación, Jerusalén fue «tal como la soñó.• Las doradas colinas de Belén atenuaron las visiones desoladas del desierto y a orillas del Jordán la se.rerió un nuevo bautismo de fe. No pasó la frontera de J ordania hacia Israel; no pudo contraponer al Mar Muerto las transparencias. azules del Mar de Galilea. Ni.evocar a Jesús niño, adolescente y hombre, en- los marcos de Nazaret y. e~pernaum. Evocó Su presenCia en la Vía Dolorosa de Jerusalén. Quizás por eso volvió triste e insatisfecha. Pero Antonia Sáez nunca se entregó al desaliento.- Ideó otro viaje, esta vez a Hawaii, Filipinas, Japón, partiendo de los Estados Unidos y parando al final en España. En una página de la primera parte del libro, escribi6: -¡Qué importa la pesadez del cuerpo si cada día al salir el sol renace nuestro espíritul. En esa perenne primavera la alcanzó la muerte. La vida, siempre viaje para ella, se confunde ahora con la idea de la muerte como viaje. El último párrafo del libro es la confirmación de su perfecto acuerdo con la vida y su gratitud por haber vivido consciente de la gracia de Dios. Los versos de Antonio Machado añadidos al manuscrito a última hora, son un presentimiento y un adi6s.

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Antonia Sáez 20 ruuo 1964 Toldo, ss nw E viaje de placer hacia las Indias Orientales, la distinguida educadora y escritora puertorriqueña L

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Antonia Sáez. Antonia Sáez Torres nació en Humacao ellO de mayo de 1889. Hizo -3US estudios primarios en su pueblo natal, pasando luego a la Escuela Normal de la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras, donde en 1908 obtuvo el diploma de maestra normal. Inmediatamente comenzó a enseñar en las escuelas elementales de Humacao, siendo promovida en 1914 a la escuela superior del mismo pueblo. En 1923 reanuda sus estudios universitario.., matriculándose en las sesiones de verano, y dos años más tarde se inscribe como estudiante regular de la Universidad, al ser ·trasladada a San Juan como profesora de la Escuela Superior Central. En 1928 se gradúa de Bachiller en Artes, con altos honores y decide continuar sus estudios especializándose en lengua y literatura españolas. Dos años después se recibe de Maestra en Artes y obtiene una de las becas que el Gobierno e.>pañol concedía a jóvenes puertorriqueños para estudiar en la Universidad Central de Madrid. Matriculada en el Centro de Estudios Históri· cos, tiene allí por maestros, entre otros, a Ramón Menéndez Pidal, Dámaso Alonso, Pedro Salinas. Tomás Navarro Tomás y Samuel Gilí Gaya. Ya doctorada en Filosofía y Letras regresa a Puerto Rico y es designada profesora de la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Puerto Rico, cargo que desempeña hasta su jubilación en 1959. Fruto de sus veintiocho años de docencia universitaria son los libros La lectura, arte del lenguaie (1948), Las artes del lenguaje en la escuela elemental (1949), El Teatro en Puerto Rico (1950) y Las artes del lenguaje en la escuela secundaria (1952). Dejó inédita la obra Caminos del recuerdo, que próximamente publicará el Instituto de Cultura Puertorriqueña. El Teatro en Puerto Rico, fue su tesis para la mae3tna. Desde su jubilación como profesora de la Universidad de Puerto Rico - que le otorgó el título de profesora emérita- la doctora Sáez ofreció su valiosa colaboración intelectual al Instituto de Cultura, donde desempeñó labores de asesoramiento e investigación. En el año 1961 fue galardonada, junto con otros cuatro distinguidos intelectuales y artistas, con la Medalla de Oro del Instituto de Cultura. Dedicamos el presente número de la Revista a la memoria de quien fue ejemplo cimero de maestra y de mujer puertorriqueña.


El maestro de escuela elemental* Por

ANTONIA S,{EZ

_Decir bellas palabras y ejecutar nobles hechos.D MANUEL

Cossl0.

Significación e importancia del maestro

E

L MAESTRO ES LA pmDRA ANGULAR SOBRE LA CUAL

descansa todo el sistema escolar. Si la escuela es para el alumno, la escuela la hace el maestro bajo cuya dirección brotan y se desarrollan las potencialidades de los educandos y se realizan los fines y propósitos que fundamentan la educación. Nada importa un currículo sabiamente esbozado, ni programas pedagógicamente preparados, si falta el maestro que interprete, oriente y realice fa labor día a día. La responsabilidad del maestro es, por tanto, extraordinaria, ya "que su función es preparar al hombre para que alcance su pleno desarrollo, dentro de unas normas de vida que garanticen el respeto a su propia dignidad y a la sociedad en que viva. Esta función impone una severa disciplina y un alto espíritu de servicio. Por eso, comúnmente se dice que el magisterio exige una vocación tan decidida como la del sacerdocio. Pero si esta vocación faltare y se fuere al magisterio por puro apremio económico o por cualquier otra razón, ese mismo apremio o razón debe determinar en el futuro maestro un alto sentido de responsabilidad, nacido de la gratitud que ha de guardarse a lo que ofrece oportunidad de enfrentarse honradamente a la existencia; gratitud que iguale, en cierta medida, el amor y la entrega que determina una decidida vocación. Esta responsabilidad es mayor en el maestro de escuela elemental por estarle encomendada la tarea de iniciar el proceso de la educación dirigida, • Fragmentos del capitulo titulado El maestro, colaboración para un libro que prepara actualmente el Colegio de Pedagogfa de la Universidad de Puerto Rleo.

de despertar y encauzar las potencialidades del niño, de orientar y fortalecer sus intereses y de iniciar el desarrollo de buenos hábitos, de destrezas, actitudes e ideales de vida que le capaciten para continuar su formación como individuo probo y como miembro eficiente de la sociedad. Por estas responsabilidades ninguna labor ofrece mayores posibilidades de servicio y de desarrollo pleno del ser como el magisterio. Ninguna más rica en rendimientos espirituales, en satisfacciones íntimas, sobre todo, la enseñanza elemental en la que de manera más palpable pueden apreciarse los frutos de esa labor. Enseñar a niños es labor creadora por excelencia, es labor que acerca al Creador.

El maestro es un profesional Generalmente cuando se piensa en una profesión se habla en términos de prestigio, de crédito, de economía, de subir en la escala socioeconómica y muchas veces se ignora el sentido de responsabilidad que conlleva, ya que una profesión es un servicio social. Son muchas las razones que hacen del magiste· rio una verdadera profesión. El maestro es UD profesional: Primero, porque realiza determinado servicio social con una función específica que exige un largo período de preparación especializada, fundamentalmente de índole intelectual y que conlleva el planteamiento de problemas, la búsqueda de información y la formulación de posibles soluciones.

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Segundo, porque disfruta de libertad para ejercer sus habilidades y para juzgar la autoridad del grupo a que pertenece en la determinación de normas de conducta y de exigencias de calificación. Tercero, porque tiene la responsabilidad de aceptar los juicios emitidos y los actos realizados dentro del marco de la autonomía profesional. Cuarto, porque ha de dar mayor atención al servicio rendido que al logro económico. Quinto, porque pertenece a una organización que garantiza, mediante normas, el ingreso en ella y la exclusión de la misma. Sexto, porque se rige por un código de ética que sostiene normas elevadas de conducta.

La personalidad del maestro El maestro ha de ser, ante todo, un ser humano con amplio sentido de la vida; con claro sentido social, con grandísimo interés en enseñar porque ve en la enseñanza la mejor manera de alcanzar la plenitud de su desarrollo intelectual, moral y social y el mejor modo de servir a sus semejantes. Esto implica que el maestro ha <le tener el espíritu siempre joven, lleno de ambiciosa humildad de saber, acrecentada con los años, que le mantiene siempre alerta ante el espectáculo del diario vivir, consciente de sus problemas y de la necesidad de encararse con ellos. El maestro ha de tener mente y cuerpo ágiles. La pereza y la indolencia no pueden tener cabida en las huestes magisteriales. El maestro necesita estar siempre CIen forma». El maestro ha de tener amplitud de miras al plantearse los problemas de la existencia y de la enseñanza. Nada humano le debe ser ajeno. El maestro ha de tener atracción personal nacida de la limpieza <le su cuerpo y de las dotes de su espíritu: imparcialidad, sentido de justicia, de franqueza, de reposo, de buenas maneras reveladoras del.respeto que se guarda a sí mismo y del que debe a los demás. El maestro ha de amar y conocer su vernáculo; de conocerlo nace, en buena medida, el conocerse a sí mismo y el conocer su herencia cultural. Ha de sentir la palabra como cosa viva, reveladora de los quilates de su espíritu y mantenedora de los valores de su trad1ción. El maestro necesita palabra fácil y sencilla que brote clara y diáfana del hondón del alma y que comunique y exprese su mensa· je con exactitud. Por tanto, el maestro ha de ser un buen conversador y para serlo necesita cultivar 6

su voz con esmero. La voz es don precioso cuando a enunciación clara se auna modulación rica, y se· guridad de tono, ajustado al sentido de 10 que se quiera decir. La voz es el instrumento más poderoso del maestro. Con ella establece los mayores contactos comunicativos, con ella atrae o repele. No se ponderará bastante la influencia que la voz del maestro ejerce sobre sus alumnos. ¡Cuántos y cuántos problemas de disciplina tienen su raíz en la voz destemplada del maestro! No olvidemos que la voz humana es el instrumento más expresivo de los sentimientos y las emociones y a la vez el más revelador del dominio que el hombre tiene sobre los mismos. La voz, su entonación, da el justo sentido a la palabra. No se puede ser un buen maestro si no se tiene buena salud. La salud del cuerpo es indispensable para la sanidad mental, para el dominio propio. Temperamentos excesivamente nerviosos deben evi· tar su ingreso en el magisterio. El maestro necesita equilibrio, estabilidad, seguridad en si mismo. La buena apariencia personal es atributo necesario. El maestro ha de tener esmero en su vestir, ha de cultivar la verdadera elegancia que nace de la sencillez y la moderación. La sala de clases no debe confundirse con un salón de baile o de recepciones. La verdadera elegancia está en la propiedad del vestir para la ocasión y el lugar. Además, la labor del maestro demanda cierta comodidad que facilite la movilidad que la tarea impone, y sobre todo, el atavío del maestro debe hacer resaltar su pulcritud y su decoro. El maestro ha de ser puntual y exacto en todos Jos asuntos concernientes a ,la profesión: asistencia a clases, a las reuniones profesionales, a las entreyistas; entrega de informes, preparación de traba· jos, etc. Nada entorpece más la labor escolar que la falta de exactitud y puntualidad del maestro. Un maestro poco puntual hace alumnos irresponsables. El maestro ha de ser íntegro y valiente. Valor e integridad han de orientar todos los actos de su vida, como persona y como profesional. Ha de regir su vida ajustada a una escala de valores que dé firmeza a su conducta, a sus creencias y a la fidelidad a sí mismo. Ni .pedir ni dar 10 que no sea justo y merecido. Ni atajos, ni vericuetos, ni emboscadas: sólo el camino real, aunque esté lleno de difi· cultades y de obstáculos. El maestro ha de ser leal a su profesión, ha de sentir orgullo de pertenecer a ella y ha de poner empeño en hacerse día a día digno de llamarse maestro. Nadie más poco honrado que el que no respeta su quehacer. Y, por último, el maestro ha de sentir genuino amor por los niños. Sin amor por la niñez no puede haber comprensión, y sin comprensión no puede establecerse esa corriente de simpatía cordial que va


del que pretende enseñar al que anhela aprender y que constituye la mejor pedagogía, la base de toda preparación profesional.

Preparación magisterial La complejidad de la vida moderna, la rapidez con que se originan cambios fundamentales en el conocimiento e interpretación del mundo físico y del mundo social humano exigen amplia preparación al que tiene corno labor contribuir a la formación e infonnación de las nuevas generaciones. Es, por tanto, natural que las exigencias educativas del fu· turo maestro sean cada día más rigurosas y abar· cadoras de los diversos campos del saber. La preparación del maestro incluye dos aspectos fundamentales: la educación general y la educación profesional.

l. Educación general

Anterior a la preparación profesional esencial·mente especializada, la tendencia más reciente es exigir al maestro una preparación general, liberal, en algunos casos, de dos años, en otros de cuatro, que le proporcione conocimientos básicos, en las diversas disciplinas del saber humano, que a la vez que le capaciten para la enseñanza, le preparen para comprender el devenir de los contenidos de las artes y las ciencias. Así se le considera mejor preparado para afrontar las particulares obligaciones de su especial quehacer. En diversas universidades forman parte de esta educación general los viajes a diversos países por las oportunidades de constatación que ofrecen, por la amplitud de horizontes que proporciona el con· tacto con otras gentes, con otros puntos de vista y con otras costumbres. También se estimula grande· mente la lectura por la riqueza de experiencia vica· rias que suministra. Los cursos de honor en muchas universidades son principalmente situaciones para amplias lecturas. La preparación del maestro en la actualidad da extraordinaria importancia al qué enseñar, a los contenidos del saber, antes de iniciar al estudiante en las materias que le señalen el cómo y el cttdndo de la enseñanza. Esta educación general, liberal abarca: biología, sociología, filosofía, sicología, antropología, historia,

lengua y literatura, especialmente. Es muy significativo el énfasis que en esta tendencia reciente se pone en la enseñanza del vernáculo. Débese, quizás, al reconocimiento de lo que el dominio de la lengua propia significa para el humano pensar y sentir. En Puerto Rico, dada nuestra especial condición, al dominio del vernáculo hay que añadir el conocimiento del inglés como lengua extranjera, preferida.

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Educación profesional

La preparación profesional tiene diversas facetas: de un lado están las disciplinas pedagógicas fundamentales: historia, filosofía, sicología y sociología educativas; de otro, los aspectos metodológicos de las diversas disciplinas escolares: artes, economía doméstica, artes manuales y educación física; de otro, la observación y la práctica de la enseñanza con las actividades de laboratorio que ambas exigen: organización de programas, planeo de la enseñanza, empleo de los recursos escolares y de la comunidad, fonnulación de infonnes, constatación de historiales, manejo del registro, preparación de materiales de enseñanza, selección de recursos auxiliares, mapas, láminas. gráficas, cine, radio, televisión. etc. En muchos colegios este amplio programa pedagógico se lleva a cabo en los dos últimos años de una etapa de cuatro años; en otros se añade un año y hasta dos de preparación profesional a los cuatro años de preparación colegial. En Puerto Rico la ley escolar dispone que la preparación del maestro normal sea de dos años. después de los cuatro de escuela secundaria o su· perior. Hace mucho tiempo que las autoridades universitarias han visto y han indicado la casi imposibilidad de ofrecer al maestro de escuela elemental la preparación que demandan las exigencias de la escuela elemental moderna. Varios factores han retardado el aumento de años de preparación profesional: la ley escolar vigente, la gran demanda de maestros elementales debida, no sólo al creciente número de alumnos de escuela elemental, sino al éxodo de maestros de este nivel y, sobre todo, el escaso sueldo que recibe el maestro elemental. Es éste quizás uno de los más graves .problemas con que se confrontan la Universidad y el gobierno de Puerto Rico.

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Teatro puertorriqueño

Obras de ambiente político y social* (1880-1927) Por

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A PRODUCCIÓN DRAMÁTICA

REGIONAL DE AMBIENTE

político-social presenta distintos caracteres en las diversas fases de su producción. La primera fase, que puede colocarse entre los años 1880 y 1899, es de índole jocoseria y se presen· ta en forma de revistas o zarzuelas. La primera obra conocida de esta clase es la Revista de Puerto Rico, pieza cómica en un acto, en verso, publicada en 1880, escrita por Fernando de Ormaechea y Félix Navarro y Almansa. Está dedicada al Excmo. Eulogio Despujol, Gobernador de Puerto Rico, y, según expresa su autor en las «Cuatro Palabras al Lector», es una imitación de las revistas representadas en Madrid. Presenta bajo aspectos cómicos, hechos y entidades que pertenecen al dominio público. El asunto de la obra es la mala condición econó· mica y política en que se encuentra Puerto Rico y como voceros de la opinión aparecen algunos de los periódicos más conocidos de la época: El Boletín, español sin condiciones, El Agente, -liberal hasta la pared de enfrente». Dn. Cdndido y El Buscapié que arman tal pelotera que sólo puede calmar La danza que todos bailan y con cuya aparición termina la obra. Es de notarse que en medio de estas condiciones económicas y políticas hay un elogio a la mujer puertorriqueña. De mayor empeño artístico es la zarzuela en un acto Don Mamerto, letra de Sotero Figueroa y mú· sica de Juan Morel Campos, estrenada en el Teatro La Perla de Ponce en la noche del 27 de noviem· bre de 1881 1 y editada en 1886. * Capitulo de la obra El leatro en Puerto Rico. Notas para su historia, Editorial Universitaria. Universidad de Puerto Rico, 1950. 1. Puso en escena esta obra la compafila de Astnl representando y su esposa la Sra. Busattl los papeles principales.

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ANTONIA

SÁEZ

El asunto es como sigue: Don Mamerto, político acomodaticio, se opone a las relaciones de su hija con un liberal; pero venidos al poder los liberales, favorece la boda. La obra se desarrolla en un día de elecciones y esto da lugar a sátiras polfticas como las siguientes: erEn política no es el mejor el más sincero, sino el que es más astuto y vocifera máslO. «Hay personajes de tantas campanillas que no pueden ocupar puestos secundarios y hay que crearles exprofeso una breva tan grande como su soberbia.» Está escrita en prosa, pero la parte musical está en verso y termina con la música de La Borinqueña. Figuras Chinescas es una revista cómico-lírica local, estrenada en San Juan por los Bufos Habaneros la noche del 12 de enero de 1895. La letra es de Ernesto Carreras y la música de Julián Andino. Los personajes principales son los diversos periódicos de San Juan: La Correspondencia, que «no se espanta de decir lo que no es»; La integridad, Las Noticias, El Boletín, El Buscapié y La Palanca y hay alusiones al canje, al mamey. «el mejor frutolO; pero no se profundiza en ningún tema. Es obra típica de bufos cubanos, aunque en ella no hay los tipos obligados que vemos en otras obras de su clase. El actor cubano Eduardo Meireles que vino a Puerto Rico con una compañia de bufos, publicó en 1899 una revista c6mico-lírico-crítica en un acto y en verso titulada La entrega del mando o Fin de siglo. La música es de los señores Vizcarrondo y Tizol y fue estrenada en San Juan el 8 de julio de 1899 y suspendida su segunda representación al día siguiente por orden del señor Alcalde. El asunto de la obra es la situación política de Puerto Rico al comienzo de la invasión americana. El segundo cuadro es una apoteosis de Betances y termina con La Borinqueña.


Este aspecto del teatro político social a pesar de su índole frívola encierra un hondo sentido del pensar y sentir de la época, y lo tardío de su aparición, revela la dificultad con que tropieza la libre expresión de la opinión en materias políticas y sociales. 2 Un aspecto interesante de estas obras de ambiente político es el que revela el movimiento socialista que, aunque artísticamente está lejos de la perfección dramática, es crónica valiosísima para poder apreciar como piensa y siente una parte de nuestro pueblo. La primera obra conocida de esta índole es La emancipación del obrero, drama alegórico en un acto y en prosa publicado en 1903 y escrito por R. del Romeral. Revela un autor poco diestro en la técnica dramática y poco conocedor del verdadero sentido de la alegoría; pero muestra claramente al propagandista .politico, que quiere valerse del tea· tro como el medio mejor para la difusión de sus ideas. Los pesonajes en el reparto se presentan de la forma siguiente: Juan (causa obrera) Pedro (esclavitud económica) Sacerdote (las preocupaciones) Extranjero (la emancipación) El Angel (los ideales) Los políticos (la opresión) Magistrado (las injusticias) El amo (el sistema capitalista) La choza (el carcomio edificio de la actual sociedad) El valle (Puerto Rico) El alcance de la obra claramente lo revela la encarnación que de cada personaje se hace. Mayor valor artístico revela el ensayo dramático en cuatro actos, en prosa, del poeta José Limón de Arce (Edmundo Dantés), Redención, estrenado en Arecibo el 8 de junio de 1904 y publicado el 20 de noviembre de 1906. En él se trata el problema entre el capital y el trabajo en Puerto Rico que se resuelve mediante la unión obrera considerada como medio de redención. Es obra de propaganda y abunda en ideas de igualdad y justicia. Acompaña el drama homenajes del Dr. Martínez Roselló; del poeta José de Jesús Esteves y del señor Luis Cestero Monclova, que de· jan entrever que la obra fue objeto de crítica de oposición. Abundando en las mismas ideas de injusticia burguesa, pero vislumbrando un futuro próspero, 2. Otra obra de esta clase es Los bai'los de Coamo de Manuci MartInez (1056 An:e) zarzuela de coslUmbres puertorriquellll5, pubU. cada en 1898 8 la cual no podemos referimos por no haber consosuIdo el libreto.

se escribió en Caguas hacia el 1911 la obra Futuro de Enrique Plaza. Su valor radica sólo en las condiciones sociales que pone de relieve. Relato de los sucesos de la huelga agrícola de febrero de 1915 es El poder del obrero o La mejor venganza, drama en dos actos y tres cuadros, en prosa, de Antonio Milián con un prólogo de Epifanio Fiz Jiménez, conocido propagandista del socialismo. La otra trata de demostrar la parcialidad del gobierno, de la religión y de los políticos en contra del pueblo trabajador, y termina con el triunfo del socialismo. Con excepción de Limón de Arce, los autores de estas obras revelan desconocimiento del arte teatral y sólo se nota en ellos el deseo de hacer llevar al pueblo, de manera viva y directa, las ideas que encarnan en sus obras. Prueba de ello es que, tan pronto sus ideas encontraron arraigo en la opinión pública, cesó la producción de obras de esta índole. Con honda intención, según dice en el Prólogo, y .para contar a las generaciones del Porvenir, los días amargos, las agonías que cayeron sobre la región agraria del país de la que desapareció una generación de agricultores muy laboriosos- escribe el doctor J. M. Amadeo la comedia melodramática Don Pepe. 1 La obra tiene valor de época, porque pinta los hechos más salientes de la política y la condición económica de Puerto Rico en la zona rural. Señala, como remedio al mal, la creación de un banco agrario. Desde un punto de vista artístico la obra es inconexa e incoherente. Pulsaciones de otro sector de la opinión pública son las obras El estado libre de Puerto Rico o El regreso de Barceló, de J. Pardiñas (Yara) y la comedia Mancho Reyes, de Gonzalo O'Neill. La primera se escribió en 1922 y el asunto es el regreso de Barceló de Estados Unidos y las esperanzas de la aprobación del Bill Cambell. La segunda escrita hacia 1923, encierra los hechos ocurridos en Puerto Rico durante la gobernación de Mont Reiley y presenta bajo nombres supuestos las figuras más salientes de la época. Su mayor interés está en la veracidad de los hechos y no en la perfección de la técnica dramática. El teatro, a manera de romancero, recoge las palpitaciones de la opinión. Tres banderas, comedia en un acto y en prosa, de Eugenio Astol, escrita en 1912 y La india borincana, diálogo en verso de Gonzalo O'Neill escrito en 1922, son dos notas reveladoras del sentimiento de independencia. Tres banderas revela la incertidumbre del pueblo que no tiene orientación definida. Respira la obra, en medio de la frivolidad del ambiente, honda 3. De esta obra hizo una critica ea l.4 Correspondencia tú P. R. del 23 de 880sto de 1913 el Dr. Manuel Zena Gandla bajo el titulo de cBlbUo¡raffa••

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melancolía, añoranza de un ideal no realizado, aun· que hay vislumbres de esperanzas para el porvenir. Está .escrita en bella prosa fácil. En La india borincana 4 también se expresan las ansias por lograr la libertad y las promesas de Columbia para que éstas se realicen. Está escrita en versos de arte menor, de entonación lírica. Juan B. Huyke en su producción dramática aborda los mismos temas que en la novela y en toda su producción: 1) el problema de la americanización; 2) asuntos pedagógicos. Dentro del primer tema se encuentran Las pequeñas causas s 1926, La sentimental, 1926 y Las dos épocas (sin publicar). En Las pequeñas causas trata de presentar, carente de trascendencia, la oposición que una madre hace al matrimonio de su hijo con una joven ameri<:ana, porque el autor considera fáciles de resolver y de armonizar las diferencias de ideas y costumbres entre puertorriqueños y continentales. La sentimental enlaza el tema de americanización con el de la enseñanza. La protagonista, una maestra que se siente española y se considera incapaz de inculcar en los niños los ideales americanos, al fin se convence y participa de las ideas de la .unión con América». 4. Esta obra fue representada en Nuc:va York por las srtas. RosnUna Nc:grón y Carmen M. Noa. S. De esla obra ha hecho un juicio muy acerlado c:1 Sr. losé Pa· dln en la Revista de Estudios Hispdnicos. Tomo 1, abril·junio de 1928 núm. 2. pállinas 190-191.

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Las dos épocas establece una comparación entre la época española y la americana y como resultado de ella se plantea los beneficios de la americanización. La obra se desarrolla entre jóvenes de escuela superior y sus padres. En todas estas obras la fuerza dramática está empobrecida por el marcado empeño de adoctrinar, abundando en diálogos largos y poco movidos. En Mañana de prueba, 1927, se pinta la vida triste y afanosa de un maestro de escuela, casado y con cinco hijos, pero impregnada de las teorías optimistas de Marden y de Smiles, aún en el dolor hay alegría. Hay en ella mayor fuerza dramática que en las anteriores. Dolor, drama en dos actos, publicado en 1925 presenta en un ambiente escolar y familiar, la tragedia de una madre y maestra que cree que su labor en la escuela ha sido causa de la muerte del hijo que esperaba con tanta alegría. En esta obra Huyke revela mayor intensidad dramática que en las anteriores. Los valores artísticos del teatro político-social son muy escasos; más que obras de arte son, con las excepciones antes hechas, obras docentes de marcada lección o meras propagandas dialogadas que persiguen un fin ya preconcebido, lo menos en ella es la emoción de arte que pudieran producir --el teatro cuando se toma como cátedra o como medio de propaganda, se empobrece y pierde su fuerza artística y su espontaneidad.


Doña Antonia Sáez, Ceiba (1889-1964) Por

FRANCISCO

ARRIv1

Cita y glosa de sus recuerdos LUCHE.

Lucho -confirmó doña Antonia Sáez desde su agonía al doctor japonés que la llamaba a seguir viviendo. -Luche. -Lucho. Con esta decisión, esencia de sí misma, ganó la gracia de seguir cumpliendo con su espíritu, arrai· gado en su patria y expansivo hacia otras patrias, encomendado por el misterio de nacer hija de doña Teresa Torres y don Abelardo Sáez, tan queridos en vida y tan arrobadoramente iluminados en el recuerdo de doña Antonia. Fueron los padres hontanar de sus grandes lealtades, extendidas arbóreamente a sus hermanos Rafael, María, José y Mercedes, a sus parientes, amigos y ,discípulos, a su religión católica apostólica romana, a su magisterio de Lengua y literatura españolas y Artes del Lenguaje, a sus inclinaciones estéticas y a sus ideales políticos, a su pueblo natal, a su país, a la España eterna, al noble y auténtico ser y quehacer del hombre en cualquier geografía. Resume en las palabras introductorias a Caminos del recuerdo, su último libro, postrer ofrenda de un corazón entrañado en familia, pueblo, nación y universo: u • •• al dar permanencia a los recuerdos no lo hago con presunción literaria, ni con erudición histórica; van casi desnudos, sin arte, ni cronología -espontdneos y naturales tal como se agolpan en mi alma. Hay, sin embargo, un leve intento de ejemplaridad, ofrenda a todos los que fueron dejando en mí mues· tras preciosas de abnegación, de fe, de laboriosidad, de fidelidad, de amor y de justicia...

y hay, sobre todo, gratitud, inmensa gratitud al Creador por los innumerables dones que me atar· gara: a mis padres, a quienes debo lo mejor de mi espíritu; a mis amigos. nobles y leales; a mi disposición para la enseñanza. trabajo gozoso que tantas satisfacciones me ha proporcionado; a mis discipu. los. a quienes debo más que ellos a mí... y a mi tierra, privilegio extraordinario, meta de todas mis labores, de mis sueños y de mis esperanzas.»

Nació doña Antonia en autoctonía, pueblo de Hu· macao, nueve años antes de la invasión estadouni· dense, cuando cuajaba la nacionalidad puertorriqueña, y murió hace unos meses en Tokío, metrópolis cuyo progreso desnaturalizante le angustiara por recordarle la larga lucha anímica entre identidad hispanoamericana y asimilación anglosajona larvada en la existencia de su pueblo, ordalia, en que a fa· vor de su cultura, y por ende, de la lengua española, no desfalleciera un solo instante. El índice de Caminos del recuerdo. memorias que a pocos días de encontrarse con la muerte ter· minara premonitoriamente con versos 1 de Antonio Machado, señala los hitos de su trayectoria vital, un agrandarse en ubicación. amor y consciencia de Puerto Rico. Repasémoslo: I. Humacao La ciudad

Su gente y su vivir 1. .. y cuando llegue el dla del último viaje:. y este! DI partir la nave que: nunca ha de: lomar me: e:ncontrarán a bordo ligero de equipaje: casi desnudo. como los hijos de la mar.-

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11. Mi Grande Pequeño Mundo La morada El vivir de sus moradores

111. Estampas María Seña Hilarlo Tipos y caracteres Los pregones IV. Por los Caminos del Saber Educación primaria La Normal Primeros pasos de la enseñanza La Escuela Borinquen En la High La Escuela Superior Central De Nuevo en la Universidad En Madrid En el Colegio de Pedagogía

v.

Por los Caminos del Mundo Por senderos de mi tierra La lectura, ventana abierta al mundo

El primer viaje al exterior Caminos de Europa, 1936 Caminos de América, 1953 A Europa en 1958 A Tierra Santa en 1963 JI l!' •

eNo sabia leer a los siete años, pero sabIa geografIa e historia de Puerto Rico aprendida de boca de mi madre. Sabia de sus bellezas por los sentidos versos de José Gautier BenItez: de los gestos gloriosos de nuestros hombres mediante los cuentos que me hacia de la abolición de la esclav.itud, de luchas, persecuciones y destierros de los paladines de nuestros derechos: sabIa también de la obligación de sufrir por nuestra tierra por la viva narración que me hacia del destierro de su propio padre... Papd era para mí un ser extraordinario. De él aprendí la hidalguia, la franqueza, el desinterés por el dinero, el cumplimiento de la palabra empeñada y el culto por la amistad.»

.. -

La vi por primera vez allá por el año 1930, fren-

te a la puerta de un salón de clases en la Escuela Superior, Central, donde enseñaba Lengua y Literatura Españolas y ya tenía su afirmadora tesis El tea· tro en Puerto Rico, notas para su estudio. Me produjo la impresión de un fuerte ser troncal vigorosamente ramificado. La sensación de un potente crecer no me abandonó jamás, ni al conocerla personalmente trece años después en la Escuela del Aire y ser objeto de su simpatía y cariño, ni al recibir en la Radioemisora WIPR su colaboración personal, inmensamente honrada, fervorosa y desinteresada, ni cuando le agradecía secretamente su honda amistad al compartir la misma oficina del Instituto de Cultura Puertorriqueña, donde ella, anciana irreductible, entre muchas tareas más, escribía artículos sobre el teatro puertorriqueño, asesoraba en asuntos de lengua española, organizaba ficheros de materias históricas y literarias y traducía del inglés al espafiol. Durante ésta, su última dedicación intelectual, la escuché una y otra vez protestar de su jubilación de catedrática de pedagogía y agradecer la solicitud con que Ricardo Alegría la llamara al Instituto de Cultura Puertorriqueiía a trabajar en beneficio es12

piritual del país, su gran pasión, su formidable voluntad, tanto en los ciclones morales de principio de siglo como en los ramalazos apocalípticos de los últimos tiempos. Doña Antonia nunca se permitió a sí misma la jubilación, ni creo que debió imponérsele. Hasta el momento de partir hacia Nueva York, con destino a un largo viaje por los países de Oriente (eNo me despido de ti. Yo nunca me despido») pude sentir que la onda de su mentalidad se proyectaba con energía envidiable y que sus emociones florecían con una entusiasta frescura desconocida por la agria e iracunda juventud del momento. Para mí como que fue Ceiba. Este crecer vertical, templado y ramificante la caracteriza desde niña. Se funda en las virtudes criollas de sus progenitores:

Se funda también en 10 esencial de lo fraterno:

eCinco hermanos, cada uno muy diferente del otro en cardcter, temperamento, gustos, aficiones, y, sin embargo, uno para todos y todos para uno en los momentos más significativos de nuestra existencia... » Es significativo que dedique sus memorias a los hermanos que aún quedan vivos en el momento de su muerte:

«A Maria, mi ancla y

Mercedes, mi vela» No es apoyo menor la savia anímica de sus pa· rientes:

cMamd Quela, la madre de papd... me enseñaba a conocer las matas, a limpiar los yerbajos a cortarle las ramitas secas, a renovar la tierra. Ella me cultivó el amor por la naturaleza y me enseñó a sentir el gozo que produce la siembra y el cultivo. También me enseñó Mamd Quela muchas adivinanzas y refranes...


Siempre habla revuelo en casa cuando llegaba carta de mamd Elisa, la madre de mamÁ, anuncian· do su venida... En la lejanía del recuerdo paréceme verla bella y arrogante con sus aretes de brillantes, sus pulseras, su horquilla de plata sujetando en alto el moño, dramatizando algunos de los cuentos ma· ravillosos que nos hacia o refiriendo los episodios de su vida que recreaba con gran donaire...» Así nutrieron sus raíces Juanito Rosa, el hijo de crianza de Mamá Quela que «de hombre fue traba· jador, valiente hasta la temeridad», la tía Eugenia, hermana de su mamá a quien como en sueños la ve «tocar el piano, sentarse a coser ya tejer entre las dos puertas de la sala» y por cuyo fallecimiento tuvo «su primer encuentro con la muerte. que le pareció bella c porque muy bello fue el entierro: fIares, música, gente muy seria y callada... » Para doña Antonia no sólo fue fértil el suelo ejemplar de su familia, sino la expresión entera del pueblo de Humacao, desde sus aspectos inanimados que en ella se animaban poéticamente (<<1895·18961897, 1898: por· estos años era Humacao una bella ciudad señorial, la vida apacible, un tanto monótana, pero noble, situada en espléndido valle»... ) hasta aquellos de la relación humana: lazos de vecindad, usos y costumbres, juegos, bailes, fiestas, ceremoniales religiosos, cívicos, actividad escolar y cultura. Humacao -paisaje y humanidad- alimenta las raíces de la futura maestra a medida que éstas ere· cen del «grande pequeño mundo» de su hogar y se extienden a la animación de las calles, de la plaza, del templo parroquial, de la casa municipal (Casa del Rey hasta 1898), de las residencias mayores y menores del pueblo y las casaquintas en los alrededores, de las haciendas de ganado y caña enclava· das en tierra abierta a horizontes de montañas por tres lados y de playa por el restante. Los jardines la colman de delicias, especialmen. te el de la casa de los Lameiros.

«Los visitaba con mucha frecuencia con Mamá Quela... doña Chavita era su gran amiga y yo, mien· tras ellas hablaban de sus cosas e intercambiaban oraciones y recetas de cocina, me daba a caminar entre las flores: dalias de diversos colores y tama· ños, heliotropos de espléndido perfume que se con· fundía con el aroma de las diamelas y los jazmines, reales y dobles, hoy llamadas gardenias, rosas de Francia, de cien hojas o resinó, de guayaba, de gar· banzo, menuditas y rizadas, la de mamey o de moño de hueso que trepaban junto a la pétrea, las flores de cera, las parchas o pasionarios y las estefanotas, un rico contraste de colores - amarillo, rojo, marada, blanco, todo enmarcado por setas de café de la India, hoy mirtos de ltamo real, de dondiego y de reseda. Y entre veredas y arriates, infinidad de plan.

tas medicinales: curía, salvia, yerba buena, mald, albalzaca, yerba Luisa, sdbila, menta, romero, ruda. Este jardín, un tanto agreste, tenía para mi ma· yor encanto que el que pudieran tener los de Versartes». Con este sentido de maravilla contemplaba «hacer las tejas y los ladrillos en casa de los Fulladosa que ponían a secar al sol. Se le fijó en el recuerdo un «espléndido bucayo» que luego seda encanto mirarlo desde la ventana de la Escuela Superior, le atrajo el palacete de doña Manuela Gatman, «realzado por hermosos jardines trazados con arte y diseño», lindero su jardín ccon la hermosa vega de malojillo que se extendía hasta el puente de la que· brada San Rafael»... Este despliegue de casas, casaquintas y haciendas (en una de las cuales, la de su padre, sintió de cerca la feracidad de la tierra y motiva bellos recuerdos en las memorias) se desplazaba alrededor de la iglesia cuna de las mds bellas de la isla- donde había de fortalecerse la hondura religiosa que le diera sostén en sus desilusiones y soledades y le permitiera morir con la decisión de afirmar en sí el sacro misterio de vivir:

«Hermosa plaza destacaba su fachada principal, realzando su belleza con sus añosos laureles de la India, con cuatro cuadros sembrados de flores, y la tribuna central, sitial para conciertos, retretas, con· curso de trovadores y también mitines poUticos, un poco mds tarde. A,lli de cuatro a seis de la tarde la muchachada, acompañada por sus padres o criados, con sus velo~ipedos, bicicletas o cuicas, se divertía de lo lindo, jugando, corriendo, cantando las bellas canciones de corro: Mambrú, Matarile, A la limón, La cebollita.J> Así como el templo parroquial le agranda la dimensión metañsica, la plaza le agranda la participación en el clima humano de la patria. En ella confluyen los vecinos y se comunican en tertulias, ferias, verbenas, procesiones, repartición de juguetes, entierros, festividades de Semana Santa y de Navi· dad, galanteos y amoríos:

«Esta plaza forma parte de mi existencia: en mi niñez, escenario de mis juegos y lugar en que tuve una experiencia que ha dejado honda huella en mi espíritu.» Guardias civiles montados traen un preso a pie con las manos impedidas. Pregunta a su padre qué le impedía las manos al preso y don Abelardo Sáez da un nombre: «esposa» Desde entonces le complace que su padre le llame a su madre «mi mujer» y no «mi esposa»: 13


«Quizás este incidente de mi infancia esté en el valor semántico de la palabra. ¡Qué mucho va para mí de esposa a mujer!» Había de resistir altivamente la condición de «esposado» y la resistió con dignidad y estoicismo en la imagen de la patria, como suele afrontar la ceiba a las fuerzas hostiles de la atmósfera. No pudo concebir, en el reino del espíritu, unión entre Jo sujeto por acto de fuerza y lo sujetante. Con -tal sentimiento vio salir las tropas de España y entrar las de Estados Unidos. Sintió este azar de la guerra hispanoamericana como una grave intromisión en el mundo que su hogar, el templo parroquial y la plaza con su querida vecindad criolla le habían confirma· do en el espíritu. Esta conmoción de la historia puertorriqueña la sacude, pero no la mutila como a tantas personas. Ha cobrado para entonces demasiada fuerza en el seno de su paisaje, de su familia y de su pueblo. Ya eran sangre de su sangre «las alegres albora· das, cada una representativas de los diversos barrios del pueblo., «los juegos populares: la cucaña, el palo ensebao, las carreras en saco y las tómbolas., das carreras de caballos y los concursos de trovadores., «la exhibición de caballos de tiro en bellas calesas., «las trullasJl, alos Nacimientos., «la fiesta de Reyes», «los rosarios del Niño Jesús- y aquella artística pirotecnia de Tomás Otero que le encendía de emoción poética:

«hacía maravillas en cohetes de lágrimas, de campamento, en buscapiés, en estrellas y ruedas y en globos que se elevaban dejando un reguero de luces de distintos colores._ Ya eran sangre de su sangre don Cándido Martínez Roselló, dueño de la farmacia Martínez que tenía para ella «las más lindas láminas» y «las más hermosas sartas de azúcar», don José Llena quien posteriormente fundara el Teatro Victoria donde se desarrolló su afición por la escena, que nunca decayó sino que concentró en la memoria El teatro en Puerto Rico, notas para su estudio, y don Pablo Fort y doña Mercedes Anglada quienes la acogían en su casa la que para ella era «como ir a un museo... pintada de blanco con sus bellas balaústres de hueso y con cuatro puertas de celosías», «a don Juan y don Marcelo Lois, a Mane Martínez, al maestro Saldaña, al maestro Cheo... todos... nobles artesanos que formaban el núcleo que dio vida al Taller Benéfico, centro de cultura y recreo de grata recordación en los anales de HumacaoJl, a las Otero «que preparaban veladas y no nos perdíamos los ensayos. Hasta participamos en una representación infantil de La Gran Vía» ... Debieron extrañarle aquellos rostros atomatados por el sol ardiente, aquel lenguaje articulado del 14

paladar para atrás, aquellas mulaS gigantes, aquel rodar de artillería y aquel izar, una bandera no invitada en la Casa del Rey, pues ya miraba con alma de criolla, la que había expresado Morel Campos en su danza inmortal. Con esta alma, arraigada siempre en autoctonía, esto es, en paisaje, casa, municipalidad y país, movida simultáneamente por un trascender del espíritu hacia la universalidad, emprendió la niña Antonia Sáez su alto, recio e insobornable ascenso por los caminos del saber. El mismo siempre ha de traducirse, sobre los embates asimiladores que suelen aquejar la entidad nacional que es Puerto Rico y sobre las modernas dislocaciones de mundo que trastruecan valores bárbaramente, en amor a la patria, aliento de su poder creativo aprecio de la lengua española como vehículo del ser moral y estético del puertorriqueño, dignificación de la imagen del hombre isleño tanto en el ánimo de los na· cionales como en el de extranjeros. Hay personas en las cuales un país arrinconado se refugia como en símbolo de existencia y puede sobrevivir a los intentos de desnaturalización. Doña Antonia era una de ellas. Al ejercer el progresivo magisterio que la lleva a través de esforzada y amorosa dedicación de maestra de escuela elemental, de continuación y superior en Humacao, a profesora de escuela normal en Río Piedras y superior en San Juan, a Doctora de Filosofía y Letras con cátedra en el Colegio de Pedagogía de la Universidad de Puerto Rico, los discípulos la comprenderán y admirarán entraña de nuestra cultura e identidad. «El premio más grande que he recibido» -me decía luego que la jubilaran de su cátedra de vein· tiocho años en el Colegio de Pedagogia- «ha sido el llamárseme a trabajar en el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Me hace sentir profundamente feliz.» El premio lo era ella, tan firme en su ser trono calmente de Puerto Rico, en respirar del Universo para afirmarse más y más en sus raíces. Si regresamos por los caminos de sus recuerdos a los primeros años de estudiante, comprenderemos como se fortifica esta formación ejemplar:

«tuve la suerte de tener a uno de los maestros que recuerdo con mayor afecto y gratitud: Fernan· do González Lamas. Fernando era un hombre joven, serio, inteligente, justo y disciplinado. Desde el primer día me di cuenta que tenía delante al maestro que yo necesi· taba. La escuela se me parecía a mi casa. Había orden y disciplina, sin imposiciones arbitrarias; habla respeto a la personalidad de cada cual.• Cuando terminados los estudios de octavo grado el padre quiere que vaya a estudiar a Estados Uni· dos se le encoge el corazón. Su madre la comprende:


«argumentaba con fuerza de razonamiento que yo era demasiado joven para salir de mi país y de mi casa a estudiar fuera. ¡Que aprenda a amar a su gente y a su tierra primero,' que se encuentre a sí misma entre los suyos, que tenga seguridad de su persona, que sepa qué quiere y qué no quiere! Triunfó mamá•.

etapa de mi escolaridad, es don Pepe Janer, maestro de matemáticas y de ciencias físico-químicas. Don Pepe era un hombre de ~ma inteligencia superior y de profundísimos conocimientos, de una gran entereza de carácter, de una vehemente seguridad en los ideales que sustentaba con valentía, de extraordinario amor a su tierra...•

y se benefició Puerto Rico porque ya doña Antonia Sáez había sido testigo en su sensibilidad de un conflicto en el terreno de la enseñanza y, al modo de su edad, le ha presentado resistencia a sus malos efectos:

Se gradúa de Diploma Normal en 1908. Desde el primer momento la define la lealtad a su profesión:

«Muchas de las profesoras norteamericanas no eran en realidad maestras; eran muchachas de escuela superior o de los primeros años de colegio que venían a la isla por la aventura por el THRILL, por las ventajas que el viaje les ofrecía. ¡Qué sabían ellas de disciplina, ni de historia, ni de nada! Querían pasarlo bien, divertirse y nada más.• Capitanea un travieso grupo, Club del Disparate, para contestar sinsentidos a los maestros, que tras no saber español, tampoco tenían aptitudes para enseñar. Se arrepiente cuando llega a ponerse en ridículo a Miss... quien faltara a su conciencia de las dos maneras:

«En mi larga vida de maestra me he esforzado por no ser como Miss... en no dar ocasión, a que mis alumnos me cojan al descubierto. Sé que nada desorbita la conducta de los alumnos como darse cuenta que el maestro no sabe lo que está enseñando.• Ni a quién está enseñando, ha podido añadir. Doña Antonia ha intuido a temprana edad que la enseñanza tiene que descansar sobre la historia, el ethos y la lengua vernácula de una nación para que en realidad se pueda crecer vida afuera y no quede lo interior anímico deforme, trunco o estéril. En las cinco décadas de su trayectoria magisterial, ya enseñando Lengua y Literatura Españolas o el Arte de la Lectura con aplicación concreta al idioma y el ejemplo creativo de su país, se la encontrará afanada en afirmar los fundamentos espirituales de su cultura sin lo cual el maestro enseña sobre lavazas. Cuando parte de Humacao en 1904 a cursar estudios en la Escuela Normal Insular, núcleo del cual se desarrollara la Universidad de Puerto Rico, la joven ceiba tiene nociones de su destino, pues ha comenzado a darse cuenta del carácter de sus raíces. Don José Janer la impresiona poderosamente: « ••• mi maestro preferido, del que guardo los mejores recuerdos y las más hondas enseñanzas en esta

« •. • había en mí un extraordinario deseo en poner en ella lo mejor de mi ser, de llevar a ella mis potencias todas, y de darle el mejor servicio a cambio de la oportunidad que me ofrecía de ser útil a los nUíos y a mi país...• «El Dr. Libby, subcomisionado de Instrucción que me tenía gran estima, quería que trabajara en Ponce; pero le hice saber mi empeño en hacerlo en Humacao .•

Le toca enseñar al grupo de «niños indómitos., como se llamaba entonces a los «niños problemas. de la escuela Tow Graded School (nombre en inglés sobre las voces llamándose Juan, María, Tomás, Carmen... ) entre ellos, uno cuyo nombre dará la idea de su conducta: Leña verde, «que hasta entonces había sido el terror: no lo fue para mL .• Su amor por los discípulos, la solidaridad con sus vidas dentro y fuera de la escuela resulta total:

«Antes de las vacaciones de Navidad vino el doctor Libby a visitar la escuela; se sintió molesto por lo que habían hecho (darle varios grados a la vez) y exigió que se me mandara a Ponce de León con sólo cuarto grado. Acepté a condición que me dejara llevar mis discípulos.• Doña Antonia crece con la escuela y la escuela con doña Antonia:

«Las escuelas ell Humacao sólo llegaban a sexto grado y tenía empeño en que tuviera lo mds pronto posible octavo grado. Vino entonces a Hwnacao Henry F. Rockey... Ambos nos impusimos la tarea de cubrir el trabajo de séptimo grado en un grupo escogido de sexto en horas fuera de las regulares de clase de cuatro a seis de la tarde -asl tendríamos octavo grado al año siguiente. » Este esfuerzo conduce al establecimiento de una escuela de continuación y, eventualmente, a la creación de una escuela superior, motivo de gran orgullo en los pueblos puertorriqueños. No es difícil averiguar el por qué la escuela de continuación se llamó Borinquen, ni por qué doña Antonia decidió enseñar Lengua y Literatura Españolas en la escue·

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la superior cuando, con ésta, Humacao creció en conciencia intelectual:

- ...dla a día estaba más enamorada de mi lengua, de su literatura y el entusiasmo de mis discl· pulas ayudaba a que mis clases fueran trabajo y diversión a la vez.» Su vocación de trabajo alcanza términos increí· bIes:

«A mi cargo estaban todas las clases de español. Hubo veces en que tuve trece secciones, pero el trabajo no me parecfa pesado, era feliz realizándolo, la escuela y mi vida llenaban todo una vida, nada importaba lo demds, mi ocupación era. mi mayor preocupación.» Es más cierto que su darse a plenitud no se concretaba al hogar y a la escuela. Doña Antonia se daba además a su pueblo de Humacao:

-Nuestras graduaciones atralan por la originalidad de las Noches de la Clase y por la elegancia de los ejercicios de graduación.» Su emotividad y su imaginación inspiran un notable ciclo de representaciones dramáticas a las cuales concurre la ciudadanía del pueblo:

«Como recuerdo la adaptación que el segundo año hizo del cuento de Benavente Los Reyes Magos y la belleza y la propiedad de la representación; el éxito extraordinario del Genio Alegre y la actuación casi profesional de Avelina Forecer, Consolación, Pepito González. Julio, Hortensia López, doña Sacramento; Gilberto Ortiz, don Eligio. La magistral representación de Carmen Noya en Los Castillos de Torres Nobles. La caracterización de los personajes de la Esfinge maragata y la extraordinaria labor de la clase de tercer año al presentar Como nació el Quijote, en que Aguedo Mojica como Cide Mamete hacia surgir las figuras inmortales; Antonio Fuentes, don Quijote, Juan Amaral, Sancho, Carmen Bustela, Dulcinea, Carmen Busó, Aldonza Lorenzo... que Antonio S. Pedreira, nuestro invitado de honor, no se cansaba de elogiar». Algún día se estudiará detenidamente el desarro· 110 de la conciencia teatral en Puerto Rico. El investigador tendrá que señalar la contribución de las escuelas superiores. Surgirá preponderantemente el nombre de Antonia Sáez, impulsadora hasta su muerte del ánimo escénico. Con él alentaba a mayor expresión a sus compueblanos quienes concurrían ávidos a las representaciones a dilucidar en el hondón del pecho el dilema político-cultural del país. Anciana, pero siempre alerta y airosa, firme en

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la gran dignidad que irradiaba de su presencia, la veré asistir a los Festivales de Teatro Puertorriqueño de las que yo la imaginaba amantísima patrona tutelar y con cuya serena crítica me fortalecía. No sólo se da a Humacao en el fomento de la representación teatral:

«También la escuela participaba en las penas y pesares del pueblo. En la terrible epidemia de influenza de 1918 las alumnas dieron los fondos de las actividades para equipar la sala hospital que se estableció en el salón de actos de la escuela.» Doña Antonia vivió en perpetua afirmación de su ser puertorriqueño; por ello encontró tan fuerte re· sonancia en sus discípulos:

-Una nueva fiesta patronal, al decir de papá, establecieron mis disclpulos -la celebración de mis cumpleaños en que habla diana en la Calle de la Carrera, procesión- el paso por la calle de los alumnos llevando las flores y los regalos que me obsequiaban, retreta frente a casa y baile en nuestra sala. Era la única vez que se bailaba en casa, baile de todos mis discfpulos sin distinción de clases, ni razas.» Al tiempo que fue maestra de la escuela superior de Humacao fue discípula, proyección duple que la caracterizó aun cuando ya habia alcanzado el grado de Doctora en Filosofía y Letras:

«Como yo no tenia bachillerato y para hacerlo necesitaba diploma de escuela superior, con mis discípulos me gradué, después de cursar las asignaturas que me faltaban, en la clase de 1924, en la que mi hermana menor, Mercedes, era el Valedictorian.1'I En el verano de 1923, se le invita a enseñar español en la Universidad de Puerto Rico:

-El doctor Osuna habla logrado despertar en el magisterio puertorriqueño el deseo de superación, habla hecho comprender que el maestro, como cualquier otro profesional necesita añadir, a la vaca· ción adecuada, preparación académica y profesional. Y para satisfacer esta necesidad se ofrecla en los veranos, cursos especiales de tres veranos a los maestros de las escuelas públicas que no eran graduados de Normal, para la obtención de licencias de maestros principales.» Un día este crecimiento, siempre autóctono, la empuja a la escuela superior Central, para esa época antesala de la Universidad de Puerto Rico.

«Con enorme pesar al iniciarse el año escolar 1925 dejé la escuela que amaba tanto para ir a ltl. Escuela Superior Central. Allí quedaba mi juventud y los mayores dlas de mi vida.»


Lo que en verdad sucede es que doña Antonia crece desde los términos de. su pueblo natal, los cuales siempre sentirá intactos en su alma, a los términos de su país, los cuales ha de sentir intactos también en Tokio al afirmar en el postrer mamen· to: «lucho•. Nunca cedió a la muerte io que fue de su corazón. Crecía como los árboles, en anillos, que entendía como mandatos de una eternidad. La Escuela Superior Central, en la que inicia labores en el año escolar 1925-26, certifica su temple:

.Años de i,ztensa labor, los cinco años que traba· jé en la Central. No había un minuto de reposo: en· señar, estudiar, volver - enseñar en la nocturna, volver a estudiar. Es algo que sólo se puede hacer una vez en la vida.. «Nunca podré olvidarme de los cinco años de la Superior Central, de la noble actitud de mis compañeros, del aliento y el estimulo que me brinda· ban, la simpatía con que celebraban mis logros: mister Audas, doña Sarah, Carmelita Pizd, Maria Luisa, Bolin, MeUn, Mini - con ellas recorro caminos de gratitud y afecto imperecederos.,. Al tiempo que enseña en la Escuela Superior Central, termina el bachillerato en artes con especialización en pedagogía. Los profesores puertorriqueños Concha Meléndez y Antonio S. Peclreira y los españoles Federico de Onís, Angel del Río, Tomás Navarro, Amado Alonso y América Castro, como luego Samuel Gily Gaya, ejercen gran influencia en este período, la decisiva en su proyección de vida y magisterio. De un lado, se profundiza su como prensión y amor de España en la gran onda reva· lorativa de la Maclre Patria encabezada por el grupo de profesores españoles junto a Ortega y Gasset y Unamuno; de otro, Concha Meléndez la alerta sobre el sentido de Hispanoamérica, suelo también de su país, mientras Antonio S. Peclreira le particulariza a Borinquen en la gigante geografta de lo hispánico. Doña Antonia se afirma de lleno en la generación de los treinta la cual, al tiempo que redescubre a Puerto Rico heredero del Cid y don Quijote, propone la redención social y económica del jíbaro, des· cendiente de aquéllos, influido por el indio y el negro. Luego de recibirse de bachiller en artes con especialización en pedagogía da el paso inmediato de matricularse con opción al grado de maestra en artes. Decide que su memoria verse sobre el teatro en Puerto Rico, con lo que se incorpora al empeño de investigación que ha iniciado, con excelente fruto para la resurrección cultural y política del país, el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico:

«Mi natural afición al teatro me llevó a escoger para la memoria, requisito para el grado, el estudio del teatro en Puerto Rico. Dirigía la investigación Pedreira y el trabajo no era fdcil, no había nada escrito sobre el tema, habia que empezar por la búsqueda de la bibliografía, otear en cuanta biblioteca pública y privada pudiera Ofrecer el material necesario.• Es labor pionera en la lucha por la reconstruc· ción moral de nuestro pueblo y la dignificación de su imagen en la conciencia del puertorriqueño. Su imperturbable búsqueda en periódicos, revistas, archivos oficiales y particulares, en la colección del doctor Jungham que la vigila como «perro de presa. mientras ella extraía libros y los hojeaba por horas y horas en paciente caza del dato o la refe· rencia iluminadora, despiertan la admiración de Emilio S. Belaval,2 quien ha respondido al fuego generacional con la fundación de la sociedad dramá· tica Areyto:

«El estudio de Antonia Sdez publicado en la Revista Asociación de Mujeres Graduadas de la Universidad de Puerto Rico completa una obra cuya aparición tiene que ser reconocida como el mds honrado y serio trabajo hasta hoy escrito sobre la historia del teatro de nuestro siglo diecinueve. Su inquietud ha caminado, casi sola, por entre dos mundos nuestros que por mucho que trepemos por el seto vivo que separan nuestros dos tiempos, mds distantes e insolubles nos parecen los problemas espirituales que ambos hacen hoy gravitar sobre nuestra conciencia. Tierra fronteriza, tierra de choque, angustia de dos impulsos que nos roban la paz fecunda que tenia prometida a nuestra fantasía, el bello jardín, de América el ornato.• .El caso de Antonia Sdez debe servirle, no de estímulo, sino de botonazo de fuego a nuestro magisterio... su cabeza, llena de canas y de brio, puede descansar en soledad fecunda.• En agosto de 1930 parte a Madrid a optar para el grado de Doctora en Filosofía y Letras lo que consigue a mediados del afio siguiente. Más que el honor académico tiene importancia para ella el contacto con la España eterna a cuya profundidad penetran sus rafces. Se acrisola su sentido de la pa· tria al impulso de la savia histórica y cultural de aquella otra patria, tan madre de la suya:

«Madrid en 1930 era toda promesas. Todos estaban esperanzados en que grandes cambios traerían días venturosos para el pueblo español. Pronto me llené del espiritu que me rodeaba, soñaba, ademds, con algo parecido para mi Borinquen.• 2. Belllval. EmUlo S.. .EI Teatro en Puerto Rico. de Antonia Sáez., Areyto. Editorial B. A.P., 1948. págs. 51 y 52.

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Se identifica a cabalidad con los momentos eufóricos que conducen a una nueva España republi. cana:

«Viví ese momento con tanta alegría como los españoles, como ellos pensaba en días de paz y de progreso para la Madre Patria y ademds soñaba en que algún día verla en mi tierra un hecho semejante. La vida me ha reservado grandes dolores y desengaños, pero aún perdura la esperanza.• Vuelve a Puerto Rico con ese en tusiasmo que se regresa cuando se le quiere alma adentro y espera uno dársele en amorosa lucha constructiva:

«Ingresé en nuestra Universidad COlt el rango de sueldo mds bajo y en condición de interina... pero yo me sentla satisfecha, algo en mi interior me decla que no sólo había encontrado mi camino, sino que habla llegado para quedarme.• Sus veintiocho años en el Colegio de Pedagogía responden consistentemente a los pensamientos que le inspiran en 1931:

«Iba a hacer algo en lo que tenia profunda fe y esperanza: iba a contribuir a la preparación del ma· gisterio en Puerto Rico, en la enseñanza de lo que siempre es el factor esencial en la preparación de un maestro, el lenguaje que emplea para enseñar.• De esta dedicación, a cuyo ejercicio se entrega en totalidad y en la cual intuye una vía de reden· ción cívica de la nación puertorriqueña, emanan en sucesión tres libros: Las artes del lenguaje en la escuela elemental (1944 J. La Lectura, arte del lenguaje (1948) y Las artes del lenguaje en la escuela secundaria (1952):

«Siempre he sostenido que todo maestro, desde el mds experimentado hasta el mds novel, necesita una visión de conjunto en amplia perspectiva, en la que haya claros propósitos (fines u objetivos) es decir, un para qué enseñar; contenidos o materias que respondan no sólo a los propósitos, sino a las necesidades de aquel a quien se va a enseñar y medios adecuados para lograrlos. En resumidas cuentas, todo maestro ha de formularse las siguien· tes preguntas: qué voy a enseñar, a quién, cómo, cuándo, por qué, y para qué.• Se le plantea, indudablemente, el vasto proble· ma de la enseñanza en una nacionalidad en lucha por ser bajo el impacto político, cultural y económico de una nación ciclópea, en el siglo xx la más poderosa de la Tierra. Se da fntegramente a la tarea de redimirla a través del esfuerzo pedagógico donde en realidad ha descansado la toma de conciencia de la generación de los treinta, reafirmado-

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ra de la trayectoria nacional del siglo XIX y creadora a la vez, con recursos propios, del Puerto Rico que en el presente argumenta y defiende dramáticamente la razón de su ser cultural, lo inalienable de su identidad y lo inviolable de su lengua. Manifiesta Julita Córdova de Braschi en su artículo «Antonia Sdez: Razón y sentido de una vocación., en el cual, a raíz de la jubilación en 1959 de la ejemplar maestra, analiza los tres libros, especialmente La lectura. arte del lenguaje:

.Aunque su tema principal es la lectura, sus conceptos fundamentales se entrelazan, como los hilos de un tapiz. en un trenzado único con las artes del lenguaje en la escuela elemental y secundaria. No conozco dentro de nuestra bibliografla pedagógica libro mds valioso e inspirador... éQuién que tenga conciencia lingüística podrá sustraerse el llamado de esta obra? En ella. como en las otras, una mujer extraordinaria recoge el rico tesoro de su experiencia, de su sensibilidad y de su cultura y lo pone generosamente a nuestro alcance. Es deber de todo buen puertorriqueño conocer y estudiar éstas, ya que en su lectura nos hará claro el sendero que serpentea por los vericuetos de nuestro confusionismo nacional.• 3 Es obra donde se conjugan vida. magisterio y destino en absoluta fusión y función existencial, donde la carne de cuerpo se convierte en carne de espíritu:

«Veintiocho años dados por completo a mi quehacer, veintiocho años en que muchas veces se pu· so a prueba mi carácter, mi integridad moral; veintiocho años de trabajo incesante, de luchas, de aceptaciones y rechazos, de alegrías y zozobras, de triunfos y derrotas, de comprensión y de incomprensión, veintiocho años en los que indiferente a lo que se moviera a mi alrededor preparaba día a día mis lecciones, renovaba mis lecturas, rectificaba o ratificaba los conceptos. Fruto de esos veintiocho años son: LAs ARTES DEL LENGUAJE EN LA ESCUELA ELEMENTAL, LA LECTURA. ARTE DEL LENGUAJE Y LAS ARTES DEL LENGUAJE EN LA ESCUELA SECUNDARIA, legado a un pueblo y tributo a todos a quienes se deben, maestros y alumnos.•

Los maestros inspirados por doña Antonia forman legión. Se reparten por todo el cuerpo de la isla, bajura y altura, con la afirmación del vernáculo, la técnica de la lectura, «puerta abierta al mundo. y la inducción anímica de una mujer toda

3. Córdova dc Brasc:hi, JuJitn, cAnlonill Sáez: Razón y SeDtldo dc una vocación>, Revlstn del Instituto de Cultura Puel1orrlqueAlI, Encro·Mono 1960, núm. 6, plig. 16.


ánimo esencial. La ceiba, no sólo ha crecido vertical, templada y ramificantemente, sino que ha gestado abundante semilla para terreno que la necesita. La Universidad de Puerto Rico la jubila profesor emeritus y luego la reclama como invitada principal a la inauguración del Colegio Regional de Humacao con el cual se inicia la educación de nivel universitario en el pueblo que doña Antonia luchara por enaltecer. En 1960 recibe la Medalla de Oro del Instituto de Cultura Puertorriqueña por combatir denodadamente en esa ardua lucha en que se juega el destino espiritual de Puerto Rico:

«educadora afanada desde su inicio profesional en conservar el idioma español como vehículo de instrucción en la escuela pública puertorriqueña•. Doña Antonia ha querido a Puerto Rico con todos sus sentidos, su corazón y su destino, en:

«sus bellísimos amaneceres, en sus breves pero espléndidas puestas de sol, en sus noches de luna, a la luz de las estrellas, con solo con lluvia en todos los momentos: la belleza y embrujo de nuestras montañas, que no asombran por su elevación, fuerza y magnificencia, encantan y enamoran por su gracia, su diversidad de formas y matices, su ondulante movilidad, su rica vegetación, ya estén veladas por la neblina, ya se desaten en torrentes bajo la lluvia, ya se cubran de sombras a la luz esplendorosa de la tarde, ya se adivinen entre las sombras al anochecer; el primor de nuestros valles, sabanas y vegas con sus oteros, atalayas vigilantes, sus ríos, riachuelos, quebradas y manantiales que serpean entre verdores o se precipitan en cascadas; el sortilegio de nuestro mar esplendoroso tan rico y variado en sus movimientos y tonalidades, quieto, apacible o furioso, azul intenso, verde azulo gris, rizado de espumas que en festones diversos, besan las playas engalanadas a trechos con uveros, hicacales y arbustos de pajuil,' nuestros palmares que como verdes antorchas se elevan y que con nostalgia veo mds escasos cada día». En el capítulo Por los senderos de mi tierra las memorias Caminos del recuerdo alcanzan una in· tensa visión lírica de la Borinquen bienamada la

que doña Antonia atesora palmo a palmo, nombre a nombre:

cAndar por nuestras carreteras, por nuestras ve· redas, andar sin ruta fija, sin prisa, sin ansia de llegada ha sido siempre mi mayor deleite: los bajos de Patillas en sus extraordinarios amaneceres, los llanos de Yabucoa vistos desde lo alto, otrora cubiertas de pastos, que aposentaban nuestro mejor ganado, que dio el título de "bebe leche" al yabucoeño; de grandes cañaverales mds tarde, las alturas de Barranquitas, Adjuntas y Orocovis; el panorama magnífico del Guajataca, el de Sardinera, de mar Chiquita, de la playa de Luquillo, de la de Vega Baja, de la cuesta del Tamarindo de Aguadilla, del mar y la laguna del Condado desde el puente de San Antonio; de las bocas entre Humacao y Naguaba y el Yunque, y el Monte del Estado y los Pi· cachos, en fin, de cualquier lugar de Puerto Rico. Al repartir bellezas la mano del señor fue extremadamente pródiga... Toda esta belleza, ternura, gracia, exhuberancia de la tierra, luminosidad y esplendor de mar y cielo se refleja en parte, en la cualidad esencial del alma puertorriqueña - la hospitalidad, exagerada muchas veces, al extremo de llegar a la sobreestimación de lo ajeno y casi, casi a la falta de aprecio de lo propio.• Doña Antonia a la vez que maestra y estudiante incansable es viajera contumaz. Su curiosidad para Puerto Rico es enorme. Lo es también para el mundo exterior que se le interioriza en sustancia de su país. Sus viajes, los innumerables por todo camino de la Isla, en los cuales le creció Borinquen raíz a la redonda, los de Puerto Rico a Estados Unidos, en los cuales se acrecentó su puertorriqueñidad por contraste, los de España, donde bebió con fruición en las fuentes de su cultura, los de varios países de Europa donde se reconoció onda particular de la gran civilización greco-romana, el de Tierra Santa donde se ahondó y aserenó su hambre metafísica, y el inconcluso alrededor de la Tierra, donde esperaba definir con vigor aumentado su razón nacional, siempre, en balance final, la determinaron ceiba. Así la recordemos en su fructificación.

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Pieta

La casa vieja

Exposición retrospectiva de José R. Oliver

D

ENTRO DE LA PRODUCCIÓN PICTÓRICA PUERTORRIQUE-

, ña, la obra .del doctor José R. Oliver es quizás la más difícil de ubicar en nuestra cronología artística, pues su modernidad se acentúa con el paso del tiempo, ofreciéndonos constantemente nuevas sor· presas. De ello da fe la primera exposición individual de sus obras en el país, inaugurada el pasado 2 de octubre en el Instituto de Cultura. La constituyeron unas 62 obras (óleos y.polímeros acrílicos), aparte de una sección de miniaturas y abanicos y otra de bocetos de pintura mural. El doctor Oliver nació en Arecibo en 1901. A los

nueve años se trasladó a España, donde continuó recibiendo clases de dibujo y pintura, ya iniciadas en Puerto Rico. Con breves paréntesis en su patria, Madrid y París, residió en Barcelona alternando su profesión de químico con la de pintor. Concurrió a varias escuelas y talleres hasta que en 1928 entró a formar parte del grupo de expositores de las Galerías Layetanas. Al estallar la guerra civil española regresó a Puerto Rico, y desde 1955 se ha dedicado exclusivamente a la pintura y a sus funciones de restaurador y asesor artístico en el Instituto de Cultura. Es autor de varios murales realizados en escuelas y otros edifios públicos del país.

Bodegón del huevo frito

Rayo de sol en el arrabal


ArrubLll del monte

....

Vista general de la exposici贸n

Jos茅 R. Oliver frente a uno de sus cuadros


Páginas de nuestra literatura

La Lengua Castellana José

¡Virgen de Na,areth, dulce Maria, al hijo de mi amor, clemente ampara!

Así, con voz enérgica, que aún vibra en el altar de la conciencia humana, dijeron unos hombres de mi tierra,' y desde entonces, la oprimida raza que fue despojo de la vil codicia, alzó la frente y redimida canta. ¡Y aquellos hombres justos, la sentencia proclamaron en lengua castellana!

Así, con triste acento, que aún escucho vibrar en lo recóndito del alma. teniéndome en sus brazos prisionero, y mi rostro bañado por sus lágrimas, la mártir infeliz que me dio vida alzaba su oración. ¡Y su plegaria iba hasta el cielo, envuelta en el ropaje de la armoniosa lengua castellana!

No es eterno el sufrir. La fe consuela, y es faro de la vida la esperan,a.

Para civilizar un nuevo mundo, su sangre y su cultura le dio España.

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(Momo)

Rota ya la cadena del esclavo, reina en el mundo libertad sagrada.

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Así, con grave acento, que aún conmueve mi corazón, sonaron las palabras del noble anciano que prestó a mi cuna su decidida y cariñosa guarda, y del severo libro de la Historia abrió ante mí las inmortales páginas. ¡Y aquella frase la expresó el anciano en la sonora lengua castellana!

MERCADO

Así, con dulce acento, que aún recuerdo, y conmueve mi ser, llena el alma

de indefinible gozo, así me dijo de mis sueños de hurí, la niña casta, que destellos de sol tiene en los ojos, y la bondad angélica en el alma. ¡Y brotó de sus labios la promesa en la divina lengua castellana!

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Colono; ese terruño en que has nacido y morirás tal vez, ésa es tu patria.

un bardo triste tu hermosura canta!

Así, con duro acento, que aún resuena dentro de mí, donde jamás se apaga, me dijo un preceptor,' y desde entonces, idolatro a la islilla desgraciada, que un sol de fuego con su lumbre alegra, que el mar Caribe con sus ondas baña. ¡Y fue dicha la frase del maestro en la sonora lengua castellana!

Tú me recuerdas el amante arrullo de una madre infeliz; tú de mi infancia evocas el recuerdo; tú revives de mi niñez sin sol vagos fantasmas, mis horas de placer, que fueron cortas, mis horas de dolor, que fueron largas, mi titánica lucha por la vida, mis triunfos breves, mis derrotas vasta.s.

¡Lengua inmortal que hablaron mis abuelos,


¡Lengua inmortal que hablaron mis mayores, tan bella como tú no hay lengua humana! Por tus frases enérgicas obtuve el hermoso concepto de la Patria, y sé por ti que Dios, bondad suprema, sobre los hombres su piedad derrama; y al abrir de la historia el libro inmenso, supe que fueron tuyas las palabras que pronunció Colón, mirando al cielo, al descubrir la tierra americana. Lengua inmortal, idioma de Cervantes, el colono de ayer tu gloria canta. Eres raudo torrente. Te despeñas y caes en deslumbrante catarata, llenando de sonidos el espacio y de notas de fuego, que se apagan con ese ritmo vago y misterioso de un suspiro de amor. Sonora y clara, expresas la pasión, y el pensamiento por ti se viste con brillantes galas. ¡Lengua inmortal, tesoro de armonias, honor a ti, del mundo soberanaJ Son tuyos el apóstrofe vibrante que hiere con el filo de la espada, y la frase de célica ternura con que forma la virgen su plegaria,

y el acento melódico que tiene la dulce voz de la mujer amada, la que rayos de sol lleva en los ojos, nieve en la frente y en los labios grana. ¡Lengua inmortal, a tu existencia unida por siempre estd mi tierra borincana! Tronó el cañón, soldados extranjeros aquí pusieron su atrevida planta, y se cumplió una ley inexorable, y su gran infortunio lloró España con la misma amargura y la tristeza, llena de luto y de dolor el alma, que otro gran infortunio lloró un dla el último rey moro de Granada.

III ¡Ese lazo que ayer rompió la fuerza, dtalo tú, mi lengua castellana/ Mensajera perenne de concordia, cruza el inmenso mar que nos separa, y lleva de la América española a la nación que puebla nuestra raza, con el pobre cantar del bardo triste, el beso fraternal de nuestras almas: ¡que se puede cambiar una bandera, pero los sentimientos no se cambian!

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San Germán: Pluma y espada en la Independencia de Cuba Por J OAouiN

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NTRE LAS MUCHAS FIGURAS SANGERMEÑAS QUE SB

destacaron en el proceso independentista cuba. no, hay dos de un singular relieve: doña Lola Rodríguez de Tió, quien con su ¡pluma y palabra abogó sin desmayo en favor de la emancipación de la patria de Céspedes y Agramonte, y Pedro Gutiérrez Negrón, cuya espada le elevó desde la modesta categoría de soldado hasta el rango de teniente coronel del Ejército Libertador de Cuba y ayudante del ge. neralísimo Máximo GÓmez. Este trabajo, aunque hace mención a otros hijos de la ciudad de las lomas, toma como encabeza. miento el epígrafe que enuncia dos armas, que en ~as manos de estos dos preclaros hijos de San Germán, fueron instrumentos esforzados en la re. dención de Cuba. Doña Lola Rodríguez y Ponce de León, nació el día 14 de septiembre de 1843 y fueron sus padres, el eminente abogado Sebastián Rodrlguez de Astu. dillo y doña Carmen Ponce de León. Es decir, que en su árbol genealógico, ocupaba descollante rama el colonizador y primer gobernador de Puerto Rico, el adelantado Juan Ponce de León. En la enseñanza de las primeras letras y estudios primarios de la niña Lola, tomó parte activa, además de su padre, una de las primeras poetisas puertorriqueñas -sangermeña también- Ursula Cardona de Quiñones, quien sin lugar a dudas despertó en ella la afición por los clásicos españoles, sobre todo hacia Fray Luis de León. Desde muy joven, sin -embargo, ya le dedicaba los más cálidos y bellos cantos a su querida Borin. quen y como dijo Manuel Femández Juncos, ella epodrla contarse entre los afortunados poetas; pues no sólo aprovechó el buen éxito de sus excelentes dotes naturales, sino que supo aunar en sus produc. ciones, dos elementos de gran valer: la belleza escul-

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FREIRB

Lola Rodríf{uez de Tió

tural de la poesía clásica y el calor humano de la poesía popular•• No podemos detenemos en la profusa labor literaria de doña Lela Rodríguez de Tió, así como ~n la copiosa crítica vertida en torno a su producción, pues ello haría necesario un voluminoso tomo, en donde aparecieran los juicios de los más connotados hombres del siglo XIX, entre ellos los españoles Me. néndez y Pelayo, Núñez de Arce, Leopoldo Alas (CIa.


rín), los hispanoamericanos Rubén Daría, Ricardo Palma, Santos Chocano, los cubanos Luisa Rodríguez de Zambrana, Julián del Casals, Enrique José Varona y los puertorriqueños José de Diego, Eugenio María de Hostos, Federico Degetau. Julio L. Vizcarrondo, etc. Nuestro tema se limitará a destacar la mujer de letras que más se distinguió en el campo de las ideas políticas de su tiempo en Puerto Rico. Fue ella, sin duda, la figura intelectual femenina más conocida fuera de los ámbitos de su Isla. Su amor a la libertad y su valentía en la defensa de los principios humanos por ella sostenidos, le hicieron abandonar su tierra y emigrar a Venezuela, Cuba y Estados Unidos. Apenas había cumplido veinte años de edad «aquel botón de rosa» -al decir del historiador Salvador Brau- contrajo matrimonio con un alma afín en el cultivo de las letras, y como ella, paladín inc1audicable en el mantenimiento de los sagrados ideales de respeto a la dignidad personal. Aquel hombre íntegro de rancio apellido sangermeño, Bonocio Tió Segarra, fue su inseparable compañero durante más de cuarenta años. Este falleció en el año de 1905. A propósito sobre este vínculo matrimonial, en su obra Claros y Nieblas hay un precioso poema de doña Lola rtitulado A mi esposo ausente que es considerado por la crítica como uno de los mejores madrigales amorosos de su época y del cual dice el literato y profesor puertorriqueño Cesáreo RosaNieves que «bastaría esta sola pieza para merecer su autora un sitio permanente en la posteridad». De aquella unión nacieron dos niñas. La primera, a quien la madre puso el nombre que ella llevó en su pensamiento y corazón hasta el instante mismo de su muerte: Patria. La segunda, Mercedes, que falleció cuando sólo contaba tres años de edad. A Patria Tió y Rodríguez le cupo el alto honor de ser la primera puertorriqueña que se graduara en la Universidad de La Habana -1893-, donde obtuvo el título de Doctora en Filosofía y Letras. Ella, al igual que su madre, se dedicó al cultivo de la poesía y fue colaboradora de los principales periódicos de La Habana. En el año de 1900, Patria se casó con el doctor Fernando Sánchez de Fuentes y Peláez, notable internacionalista, quien, aunque nacido en Cuba, algunos de sus familiares habían emigrado de Puerto Rico a La Habana. Este brillante jurisconsulto ocupó el cargo de Fiscal de la Audiencia de La Habana y fue miembro de la Segunda Conferencia de la Paz en La Haya, así como delegado a numerosos congresos internacionales. Sánchez de Fuentes murió en la capital de Cuba en el año de 1934. En la actualidad, cuando escuchamos en cualquier acto público interpretarse La Borinqueiía, re-

cardamos con emoción la figura de aquella excelsa sangermeña, quien hizo posible que esa melodía se convirtiera en el himno de Puerto Rico. Si no fueran suficientes los innegables méritos de doña Lola -como poetisa, periodista y patriota-, el solo hecho de ser ella causante de que hoy entonemos La Borinqueña como el canto de loa a Puerto Rico, sería bastante para que ocupe el alto sitial que le corresponde en el corazón de todos los boricuas, con. juntamente con Bibiana y Alejandrina Benítez, Ma. ría Mercedes Barbudo, Mariana Braceti, Ursula Cardona, Carmen Hernández, Ana Roqué, Celestina Cordero y otras. Sobre la difusión que a.JcanzÓ en toda la Isla la música de esta melodía, nos dice el profesor Lidio Cruz Monclova que la danza intitulada «La Borinqueña» fue escrita por el compositor catalán don Félix Astol Artés y estrenada durante una fiesta en la casa de campo de don Eugenio Cueva. en el bao rrio Salud, de Mayagüez. «La popularidad de la música -continúa apun. tanda el esclarecido historiador puertorriqueñosugirió a la poetisa doña Lola Rodríguez de Tió la idea de adaptarle una letra de tono patriótico, propio para excitar a la rebelión. Y tras esto, la dan. za, con la nueva rima, queda convertida en el himno revolucionario.» Al igual que su esposa, Bonocio Tió era tildado como elemento subversivo por las autoridades coloniales, debido a sus manifestaciones de protesta contra los desmanes que se cometían con el pueblo. Bueno es recordar que el compañero de doña Lola, el día 30 de junio de 1874 publicó en el periódico La Razón -que dirigía Jo.sé Ramón Freyre- un artículo titulado Hablemos Claro, en el que ataca. ba la situación política imperante en la Isla. Más tarde, el propio Tió dirigió en Mayagüez La Patria, órgano que se identificó con la campaña que en el año de 1880 comenzó a desarrollar don Román Bal. dorioty de Castro en favor del autonomismo desde el periódico La Crónica. Un año después -el día 12 de septiembre de 1881-, y por orden del alcalde de Mayagüez, Olaguibes, eran allanados los salones del Círculo de Amigos mientras se llevaba a cabo una velada en la que debían hablar Bonocio Tió y Manuel Corchado Juarbe. Corría el año de 1877 cuando el entonces gobernador de Puerto Rico, general Segundo de la Portio lla, ordenó el destierro inmediato del matrimonio Tió. Ambos partieron hacia Mayagüez y se embarcaron para Venezuela, estableciéndose en la capital de dicho país. En Caracas continuó doña Lola su labor literaria y periodística, y aunque sufriendo las amargu. ras del ostracismo, tuvo el inefable placer de encono trarse en Caracas con el prócer Eugenio María de Hostos. Allí le cupo la inmensa satisfacción a doña

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Lala de ser madrina de la boda de Hostos con la cubana Belinda de Ayala y Quintana. Su labor intelectual continuó con el entusiasmo de siempre. De ella dijo el crítico venezolano Cecilia Acosta: «Lenguaje, estilo poético, dicción, márgenes, ritmo, pausas métricas..., todo está en su regla.• En la tierra de Bolívar, doña Lola fue honrada con la Orden del Libertador por el gobierno de aquella nación. Dejemos al venezolano Carlos B. Figueredo que nos hable del impacto que causó la eximia poetisa boricua en la intelectualidad caraqueña. cEs ella más que compatriota hispanoamericana, hermana de nosotros los venezolanos, que le dimos en su peregrinación de proscrita, como consuelo a su destierro, todo el calor de nuestros hogares, todo el afecto de nuestros corazones, todas las palmas del Avila altanero, a cambio de haber escogido nuestra patria como consuelo de su destierro, como bálsamo de su nostalgia, como nu·

men de su musa. Todavía se oyen en nuestros bosques los ecos de aquella lira encantada que nos llenó de celestiales armoDÍas.• De regreso a Puerto Rico, doña Lola continuó su labor literaria, dando a la luz su segundo libro de poemas Claros y Nieblas -1885-, pues un año antes de su deportación -1876- había publicado su primer libro, Mis cantares. Año de 1887, infausto y funesto en la historia de Borinquen. Año del cepo y el componte, en que el general Romualdo Palacio desató su ira sobre el indefenso pueblo puertorriqueño en represalia al viril Manifiesto de Ponce, donde el elemento liberal del país sólo pedía un trato igual al que disfrutaban los españoles de la Península. Doña Lola no se dio un instante de reposo y se dirigió a las autoridades insulares y de la Metrópoli. Fue recibida por el Segundo Cabo Mariscal Contreras, de quien solicitó el respeto y libertad para todos los detenidos. En el castillo de El Morro había dieciséis compa-

Una foto histórica. Fue hech.. en La Habana en 1903 y en e11a aparecen (sentados) Don Ricardo del Monte, Lola Rodríguez de Ti6, Aurelia Castillo de González, Nieves Xenes y Diego Vicente Tejera. En la primera fila, de pie: Esteban Foncueva, Federico Urbach, Renocio Ti6, Femanndo Sánchez de Fuentes, Fernando Zayas, Manuel Serafín Pichardo, Panchito Chac6n y Esteban Borrero Echevarría. En el fondo: Angel Luz6n, Félix Callejas, René L6pez, José' Manuel Carbonell, Pablo Hemández, Francisco Diaz Silveira y Próspero Pichardo.·


triotas encerrados, entre ellos Baldorioty, Descartes, Marín, Carbonell y Palmero Estos cinco, al abandonar las tétricas celdas del vetusto castillo, expresaron su gratitud por el valiente y generoso gesto. Quizás Baldorioty -al pedírsele que disolviera el Partido Autonomista con el compromiso de gozar de libertad- en su respuesta haya tenido presente a doña Lola Rodríguez de Tió, al decir: «Antes subiré al cadalso que cometer una indignidad. Cuando salga de este encierro, si es que salgo, continuaré predicando la autonomía. Y si los hombres me faltan, la predicaré con las mujeres.• Algún tiempo después, y siendo aún gobernador el Mariscal Contreras, visitaba a San Juan un grupo de profesores de la Universidad de La Habana. Con tal motivo se celebró un banquete en honor de los mismos y en el acto doña Lola recitó su poema A Cuba, en donde una de sus cuartetas dice:

Cuba y Puerto Rico son De un pájaro las dos alas, Reciben flores y balas, Sobre el mismo corazón. Pronto fue denunciada de nuevo como insurgen. te y su situación en lo adelante fue tornándose más difícil. Doña Lala marchó a La Habana, donde se esta· bleció con su familia. Allí prosiguió su labor litería y no se ocultó para expresar sus ideas liberales. Durante esa primera estancia en Cuba continuó sosteniendo correspondencia con sus coterráneos, entre ellos, con Ramón Marín Solá, quien había enviado a su hijo Ramoncito a estudiar Derecho a la Universidad de La Habana. Por esa época, Ramón Marín le comunica en una carta, como postdata, la boda de su hija Amalia con don Luis Muñoz Rivera. La referida misiva decía así: «Os participo que mi hija Amalia (Maló) está unida por lazos de Himeneo con el digno patriota Luis Muñoz Rivera; creo sinceramente que ha caí· do en brazo de una felicidad que el destino me ha negado el placer, la satisfacción de darlo yo. Mu· ñoz Rivera no ha querido pasar tarjetas de ofreci· miento; el matrimonio no pasa del hogar de la fa. milia y todo así, en silencio, les ha parecido más solemne. De ese modo piensa él, pienso yo y pensa. mas todos en esta casa, en donde, tú sabes, os consideramos como miembro de ella por el afecto y por la tradición.• La casa de doña Lola en La Habana era el centro de reunión de lo más granado de la intelectualidad criolla. EUa había publicado -en 1893- Mi Libro de Cuba. En una ocasión se ·le ofreció un homenaje en el llamado Teatro Tacón -después Teatro Na. cional-, y al volver a recitar su famoso poema A Cuba, se hizo sospechosa a las autoridades españo. las corno elemento separatista. En aquel acto se en·

contraba representando al gobernador de Cuba el general Salamanca, el ayudante Texifonte Gallego, quien ocupaba el palco de la primera autoridad de la Isla. Al igual que le sucedió en Puerto Rico, tuvo que abandonar Cuba e irse a Nueva York.

Adiós amigos,' cual golondrina, la amante musa, la peregrina, ¡ay!, deja el nido que aquí formó y de los mares sobre la espuma sacude el ala, tiende la pluma y al viento lanza notas de amor. Su actividad en la ciudad de los rascacielos es tesonera, incansable. Nombrada por unanJimidad presidenta honoraria del club revolucionario Rius Rivera. También secretaria de actas del club La Caridad. Fue por aquella época que recitó en el club Osear Primelles sus famosas décimas Diez de

Octubre. Dejemos al ponceño Sotera Figueroa que nos hable de la energía y laboriosidad de la ilustre sangermeña durante el año 1895 en la ciudad de Nueva York. «Allí volvimos a verla ganando batallas en el hogar, sirviéndose a sí misma, desempeñando los oficios más humildes con la majestad del que tiene conciencia de su deber y sabe cumplirlo en todo tiempo sin cobardes desalientos ni ridículas hipocresías, la vimos arengar en la tribuna; unificar voluntades en los comités patrióticos; acopiar fondos para remitir pólvora y balas al ejército li. bertador cubano; iniciar actos benéficos para en· viar medicinas y vendajes para los heridos en cama paña; hacer poesías resonantes; escribir artículos de periódicos o inspirarlos a los periodistas puertorriqueños cuando se trataba de su Isla querida; en una palabra, darse toda entera por la independencia de Cuba y Puerto Rico.» 1 Su presencia en los centros literarios es solicitada y recorre la Isla. La histórica Sociedad de la Caridad del Cerro la aplaude delirantemente. En nombre de la verdad histórica debemos declarar que doña Lola se sintió orgullosa de su estirpe hispánica. En reiteradas ocasiones dio muestras de su gran afecto y cariño por la Madre Patria, y si se reveló contra las autoridades venales y despóticas, no significó precisamente que lo hiciera para atacar a España y sus hijos. Ella dijo: «Yo no soy enemiga de España, sino de los españoles insensatos que con manos de hierro quieren regimos; ésos, ni nos quieren ni quieren a España.» Es más, si en doña Lola Rodríguez de Tió admi1. Esa descrlpclón de dalla Lola en Nueva York, nos. la dio Solero Flgueroa en un trabajo que publicó en el Pu.erto RICO l/us. rrado de 29 de octubre de 1915 (página 8).

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ramos su coraje, desinterés y sacrificios en favor de la independencia de sus patrias -la de origen y la de adopción-, debemos también recordarla por su integridad moral, incapaz de anidar en su alma rencor para nadie. Cuando finalizó la contienda bélica, se escuchó su voz diciéndole a los cu· b3I:os:

Una vez la espada ociosa y el ruido opresor rendido, dards el odio al olvido, y en tu gloriosa ribera

cubrirds con tu bandera al vencedor y al vencido. Ya en La Habana, la colonia española sentía por esta mujer una profunda admiración y respeto. En el año de 1911 fue nombrada Socio Benefactor de la Sociedad de Beneficencia Naturales de Galicia. Siendo Presidente de Cuba el general José Mi. guel Gómez, éste hubo de invitarla a compartir su mesa en el Palacio. En aquella ocasión pidió y obtuvo del Primer Mandatario de la República el per. dón para un miembro de la colonia gallega, quien se encontraba preso por un infortunado acto, cometido en aciagas circunstancias. Pero como si todo lo anteriormente expuesto no fuera suficiente para abonar nuestro aserto de su amor a España y los buenos españoles, no debemos olvidar que en el mismo año que falleció -quizás presintiendo su muerte cercana- hizo un extenso viaje por España, a 1a que quería admirar antes de morir. A la edad de 81 años, el día 10 de noviembre, dejó de existir, en su residencia de La Habana Antigua, doña Lola Rodríguez de Ti6. Ocupaba entonces el cargo de Inspectora de Escuelas Privadas. El Ayuntamiento de la ciudad de La Habana tomó el acuerdo de poner el nombre de esta extraordinaria mujer a la calle donde ella vivió. Es por ello que la calle Tejadillo, desde entonces, lleva el nombre de Lola Rodríguez de Tió, de la noble sangermeña que dijo: .Yo odio la esclavitud, pero más odio a los que la defienden.•

PEDRO GUTIERREZ NEGRON Nació en San Germán el día 15 de junio de 1874. Era hijo de Nolasco Gutiérrez y Carlota Negrón. Al terminar su gloriosa carrera militar en los campos de Cuba insurrecta, Pedrito -como todos le llamaban cariñosamente- apenas contaba veinticinco años de edad y mostraba las insignias de teniente coronel del Ejército Libertador. Sería prolija la enumeración de todos los como bates en los que tom6 participaci6n este coterrá28

neo de doña Lola; pero no podemos, sin embargo, silenciar una de sus más famosas hazañas llevada a cabo en la provincia de Camagüey, en el sangriento combate de Cascorro. Fue Pedrito el emisario del general Máximo Gómez para solicitar la rendición incondicional de las tropas españolas en aquel fuerte. Por su acción se le ascendió a comandante y su heroicidad citada por Gómez en la orden del día. El, al igual que muchos boricuas, se dirigi6 a Nueva York, donde se puso en contacto con la Sec:ci6n de Puerto Rico -1894-, teniendo oportuni. dad de incorporarse a una expedici6n que desembarcó en Cuba al mando del general José (Mayía) Rodríguez, sirviendo a las órdenes de este último como ayudante. Durante la guerra del 95, varios reporteros de diarios de los Estados Unidos se infiltraron en la manigua cubana para narrar, como testigos presenciales, los episodios de la cruenta contienda. Uno de aquellos periodistas, que permaneci6 por varios meses en plena campiña insurrecta, fue Grover Flint, corresponsal del New York Journal, quien más tarde escribió sus memorias en un libro titu. -.lado Marching with Gomez. Esto sucedía en los albores de 1896. Estimamos que nadie con más autoridad podría reseñar las altas dotes de combatiente de este hijo de la Ciudad de las Lomas que el periodista que le vio batirse en múltiples ocasiones. Dice Flint en su libro: «Había dos oficiales que me llamaron la atención desde el principio: Pedro Gutiérrez y Miguel Varona (Miguelito) ... Gutiérrez era un joven de Puerto Rico, ansioso de gloria mi. litar y verdaderamente valeroso. Era amante de la aventura y siempre corría al combate por la simple razón de estar presente, aun sin necesidad de ello. Yo he escuchado a G6mez llamarle la atenci6n por ese motivo, aunque «el viejo» 1 10 hacía más bien con la serenidad propia del jefe, a pesar de cono. cer que no todos los miembros de la tropa eran tan entusiastas y decididos aun bajo las más severas circunstancias.«Gutiérrez usaba una chaqueta color ciruela con una doble hilera de botones plateados, cada uno de los cuales tenía las iniciales G. C. Era la chaqueta que España daba al selecto cuerpo de la Guardia Civil, y Gutiérrez la ocup6 en alguna parte.• e Cuando ya era muchacho en Puerto Rico -decía él- yo tenía a los guardias civiles como hom. 1. AsI se le namaba carillosamente a Máximo Gómez en la manIgua Insurrecta. pues durante la guerra de Independencia su edad frisaba en los 60 alias. Sin embnrgo. cuando se mencionaba una orden del .vlejo. en el campamento, desde el más alto oficial hasta el mAs simple soldado se disponían a cumplimentarla con la ma· yor prontitud y precisión. Tal erll el respeto que Inspiraba el único hombre que durante las dos guerras y en toda la vida civil de la República de Cuba nevó sobre SUS hombros la Insignia de genera· lfslmo.


bres temibles, no sabia cómo podía uno domarlos; pero ahora -dándole un toque a su Winchesterno creo que 10 sean.» «Gutiérrez era un buen muchacho y compañero, que tenía una faceta emocional que la mostraba en esos días lluviosos que los franceses llaman "tristes".» «He estado con el general desde el principio de la guerra, salia decir, y ahora soy uno de los pocos que quedan de la escolta original. Caeré algún día, y a veces pienso que no viviré para ver el final y a Cuba libre.JI Sin embargo, este osado sangenneño vio ondear la bandera de la estrella solitaria en Cuba repu· blicana, desempeñando el cargo de Capitán de la Guardia Rural, de Guanajay, Pinar del Río. Y, ¡oh ironía del destinol, murió en un accidente durante -la paz. Al narrar Flint la batalla de Manajanabo, apunta: «Esta lluvia de balas tan alta, pero tan tupida, comenzó a notarse después de un momento. Varios caballos fueron muertos, algunos cojeaban de las heridas. Gutiérrez estaba cerca de mí cuando su caballo tropezó y cayó con la cabeza al aire. Un balazo le había atravesado a Gutiérrez la región carnosa de la pierna, a través de la montura y el caballo. Gutiérrez dijo: «caramba» o una palabra que comenzaba con la misma letra y de un significado más irreverente. Arrancó la brida y quitó la montura. Dos manchas rojas se destacaban en sus pantalones grises y continuó disparando a pie.» De este bravo teniente coronel dijo el general Miró Argenter -Jefe del Estado Mayor del general Maceo- que era un oficial meritfsimo, de carácter íntegro y lleno de un amor al ideal patrio. En términos similares se expresó de Gutiérrez Negrón el general Manuel Piedra.

ERNESTO LOPEZ Otro hijo de San Gennán que derramó su sangre por la independencia de Cuba fue Ernesto LeSpez. Emigrado a Nueva York a mediados de la década de 1900, inmediatamente se incorporó a la Junta Revolucionaria, contribuyendo con su esfuerzo de obrero a levantar fondos para sostener la lucha en la manigua cubana. Al igual que Gutiérrez Negrón, se embarcó en una expedición que se dirigía a Cuba, alrededor del año de 1896, y tan pronto puso sus pies en la isla intervino en numerosos combates. Desde el cargo de simple soldado llegó a ostentar las insignias de Teniente del Ejército Libertador en mérito a su coraje y bra~.

SANTIAGO R. PALMER En el aporte de San Germán a la causa de la emancipación cubana, algunos de sus hijos se destacaron en la manigua redentora, como Pedro Gutiérrez Negrón y Ernesto López. Otros, sin embargo -como doña Lola Rodríguez de Tió-, dieron su esfuerzo, ofrecieron su pluma o pusieron su verbo a disposición de aquella noble causa. Entre estos últimos descolló la figura de un hombre que, procedente de un humilde hogar, llegó a ocupar sobresalientes posiciones en el campo pe.riodístico, politico y social de su país: Santiago R. Palmero Este sangermeño, nacido en el año de 1844, desde los cargos de secretario de los ayuntamientos de Adjuntas y Sabana Grande, escribano en San Gennán, Coamo y Mayagüez, y notario en Añasco y San Juan, llegó a la Cámara Insular como Representante durante la autonomía española y fue Al. calde de Mayagüez durante el inicio del gobierno americano en la Isla. Hemos de hacer hincapié que no es nuestra intención exponer en este libro la vida y hechos de las figuras biografiadas. Sencillamente nos limitamos a mostrar, especialmente a puertorriqueños y cubanos, la participación y actividades de los boricuas en el proceso -libertador de la Antilla Mayor. ¿Cuántas páginas tendríamos que dedicar a San. tiago R. Palmer como periodista fundador de los órganos El Propagador, La Tarde y La Propaganda? ¿Acaso serían suficientes unas cuartillas para dar a conocer su labor política como fundador del Partido Liberal Reformista, conjuntamente con Tió, Freyre, Ruiz Quiñones, Monge, Monagas y Carbo. nell, entre otros? ¿Y qué de su presencia y labor en la Magna Asamblea de Ponce o como abolicionista? Y como patriota, ¿podríamos pasar por alto su encierro en el Castillo de El Morro en el Año Terrible con Baldorioty y catorce compañeros más? No, reiteramos que sólo hemos de hablar sobre el hombre que ayudó a la causa cubana pensando q:ue con ello estaba echando las bases para hacer realidad el artículo primero de los Estatutos del Partido Revolucionario Cubano, que se constituía «para lograr con los esfuerzos reunidos -de todos los hom· bres de buena voluntad, la independencia absoluta de la isla de Cuba y fomentar y auxiliar la de Puerto RicoJl. Comencemos, pues, en un día del año 1892, cuando don Santiago entrega su bufete notarial a su sobrino, el licenciado Riera Palmer, y se traslada con su familia a Nueva York. En aquella populosa ciudad, la colonia puertorriqueña sabe de la dura lucha por el sustento en un medio hostil, por lo difícil de la intercomunicación como consecuencia, en muchos casos, del des-

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Santiago R. Palmer conocimiento del idioma que se habla. Sin embargo, aquellos elementos adversos parecen incitar al con· glomerado boricua a unirse y ayudarse recíproca. mente. Al respecto, escuchemos al Apóstol de la Inde. pendencia de Cuba en el número del periódico Pa. tria de fecha 14 de mayo de 1892: ClNunca he visto a nadie que tenga más hermanos., decía una enfermera en una casa de salud de Nueva York refiriéndose al joven Freyre, que de Puerto Rico, esclavizado, ha venido a Nueva York como tantos de sus compatriotas en busca de trabajo y libertad, y exclamaba: Cl¡En su tierra parece que no hay más que una familia! lO Tal impresión había hecho en su

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mente, asombrada ante la frialdad de estos climas, el calor y cariño con que los visitadores se interesaban en la salud del enfermo. No es extraño, pues, que Freyre haya mejorado. ¡Es hermoso, y da vida, ver cómo los hijos de una misma tierra se aman y se consuelan en la desgracia, cómo el cajista, el boticario, el periodista, el médico, el poeta, encuentran tiempo para acampa. ñar al hermano sumido en el dolor. Es bello ver como los hombres que se han formado en tierra extranjera van juntos a acompañar al que lleva el nombre del periodista y patriota ferviente de Puerto RicollO Santiago R. Palmer llegó a Nueva York y le dio todo su respaldo a la causa del Partido Revolucionario y su brazo a todo puertorriqueño que lo necesitaba. Es el propio José Martí -que 10 admira- quien se expresa de él en el órgano del Partido el día 2 de julio de 1892: «Tenemos de pláceme la casa, porque acaba de llegar a Nueva York un puertorriqueño de mucha valía. El señor Santiago R. Palmer es el criollo fir. me, el que no tiene paces con quien le atormente o le degrade su tierra. La história de la libertad de Puerto Rico es la historia de Palmero Si un periódico liberal estaba en caída, allá iban en haz sus suscripciones. Y a su casa le daban por nombre "el hotel Palmer" porque todos los amigos y los menesterosos, todos, tenían allá su porción de mantel. Si un liberal de sus amigos tiene el hijo pobre (Palmer ve escasa la educación en el país), lo envía como hijo suyo a levantarse en el extranjero. ¡Hombres así se han de poner de ejemplo a los que dudan del poder de nuestro pueblo para alzarse y mantenerse por sí propiol ¡De fijo que un hombre así no duda de su pueblol. Ese fue Santiago R. Palmer, cuya vida estuvo al servicio de las más justas y humanas causas y cuyo nombre hoy lo ostenta con 1egítimo orgullo la casa principal de una institución que tiene una brillante historia de servicio y filantropía: La Gran Logia Masónica de Puerto Rico. Falleció el 31 de marzo de 1908.


San Juao cuutrista Por

CLARA LĂ“PEZ - BARALT

San "Juan cuatrista San

Ju~n

negro

tocando el cuatro enciende el asedio. San Juan raĂ­z de espina San Juan al to de encuen tro San Jmm de todas las luces San Juan herido en destierro. San Juan cuatrista sentado al pie del silencio: tercos laberintos le queman por adentro.

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sual- ante la belleza del lar nativo. En su pensamiento, todo se transforma en afán de servicio, en categoría ética, en programa de vida útil. A bordo del Lotltaringia, frente a ,las costas de Mayagüez, clama un día: «Jamás creí que mi patria fuera tan bella». Pero ante la idea de la patria, de la contemplación estética pasa, en natural y espontáneo proceso de 'I'aZón, al concepto de la responsabilidad moral. Así, puntualiza la necesidad de hacer «una patria política, social, intelectual y moral. de la que geográficamente debía a la naturaleza. No reclama derechos; se impone deberes. cCon ~a patria, dice, no tengo más que deber•. Servir a Puerto Rico en el logro cabal de su destino es la encomienda que Eugenio María de Hostos se asigna a sí mismo. Puerto Rico es el punto de partida. Es la patria, es decir, «la humanidad concreta», donde iniciará su empeño civilizador en marcha progresiva hacia «la patria abstracta, que es la humanidad•. Y a la difícil tarea de hacer de su lar nativo una patria libre, consagra los más altos em· peñas de su espíritu creador, se impone los sacri. ficios más entrañados, y por ella recorre y vigila de día y de noche todos los caminos que puedan conducir al logro de la noble aspiración, escruta todos los horizontes, toca en todas las puertas, llama a todas las conciencias, y con el ejemplo magnífico de su vida de excepción anticipa el tipo de hombre completo que sueña para su patria, para la América hispana, para la humanidad.

Trayectoria «¿Era un deber o no lo era lanzar un grito de libertad en favor de la patria esclavizada?, se pregunta Hostos en severo juicio de conciencia. Advierte a su país «olvidado, vejado, escarnecido•. La respuesta inmediata: «La incertidumbre era imposible; era un deber». Y el cumplimiento de ese deber en forma «concienzuda» -son sus palabras- le lleva en fructuosa a la par que dolorosa peregrinación de Puerto Rico a España, de allí a Francia; ~uego a Nueva York, Colombia, Panamá, Perú. Chile, Argentina, Brasil, Venezuela, Santo Domingo, con un razonado y conmovedor llamamiento de ayuda para la causa de Cuba, la liberación de Puerto Rico, la federación de las Antillas, la unión de la América hispana, el despertar del hombre en el mundo para las altas faenas de la libertad, la justicia, el bien, la convivencia, la cultura, la espiritualidad. En Madrid publica en 1863 La Peregrinación de Bayodn, su novela de los 24 años, en la que, por la vía de la ficción, plantea en el corazón mismo de la metrópoli española el problema de Puerto Rico, el dolor de las Antillas. Ante el vacío que.se hace en torno de su libro. y convencido de que los monárquicos no habrían de propiciar la causa antillana, 34

colabora con los republicanos españoles (Castelar, SaimeTÓn, Prim) bajo la promesa de que darán la autonomía a Cuba y Puerto Rico, una vez proclama. da la República. Cuando éstos violan ese compromiso, Hostos va a Ja tribuna del Ateneo de Madrid y, en forma vigorosa, denuncia en su discurso del 20 de diciembre de 1868 el colonialismo imperante y la urgencia de implantar el federalismo para bien de la libertad y la justicia de la propia España y de las Antillas. Mal comprendido en su intento de con. ciliación, su pensamiento deriva lógicamente hacia la idea de la independencia nacional de Cuba y Puerto Rico. En la segunda edición de La Peregrinación de Bayodn, escribe el apóstol: ..Las Antillas estarán con España, si hay derechos para ellas; contra España, si continúa la época de la dominación». Lanza un manifiesto separatista. Se dirige a París. Ofrece sus servicios a la Junta Revolucionaria de Cuba. Se traslada a Nueva York a servir activamente la causa de la liberación antillana. Escribe, arenga, predica, convence, gana voluntades para el movimiento emancipador, levanta fondos, organiza expediciones revolucionarias. En plan de dar ámbito continental a la ~ucha, va en gestión misionera a la América del Sur en 1871. Su tarea cobra allí dimensiones extraordinarias. En contacto con las rea'1idades sudamericanas, su idea· rio se ensancha, alcanza proyecciones insospecha. das. Maestro en función militante de formar hom· bres y pueblos, prodiga su saber a manos llenas. Junto a la causa de ~a libertad de Cuba y Puerto Rico, sirve la causa de la cultura, de la educación, de la formación intelectual y moral de todos los pueblos del continente. En todas partes escribe, enseña, difunde nuevas ideas de conducta social, in. oita a una vida más noble, sienta bases morales y políticas para forjar una nueva América al servicio de la humanidad. Funda en todas las capitales la Sociedad de Auxilio para Cuba y la Sociedad Aman. tes del Saber. En Venezuela es rector del Colegio Nacional de Puerto Cabello y director del Instituto Comercial de Nueva Esparta. En Santo Domingo funda y dirige la Escuela Normal y dicta cátedras de Derecho Constitucional, Internacional, Penal y de Economía Política en la Universidad. En Chile dirige el Liceo de Chillán y el Liceo Miguel Luis Amunátegui; es profesor de Derecho Constitucional en 'la Universidad, director del Congreso Pedagógico de 1890, director del Ateneo de Santiago, fundador de la Sociedad Científica, director del Congreso Científico de 1894, director del Centro de Profesores. En la Argentina sienta cátedra de lo que es buen periodismo: «por su esencia, dice, corresponde a un sacerdocio; por sus medios, corresponde a un magisterio; por sus fines, corresponde a una jerarquía». Allí incita a emplazar la lucha electoral, no


en el acostumbrado plano del VlClOSO e infecundo personalismo, sino en uno de doctl'ina social, de fi. losofía política, de altos programas de servicio al bienestar del pueblo. Alli concibe y propugna la idea del ferrocarril trasandino. En Brasil combate la monarquía todavía imperante y formula un vigoroso alegato contra la esclavitud negra que allí empaña a la sazón la dignidad del trabajo. A todos los pueblos de la América neva sus empeños de civilización, sus voces de aliento para las labores creado. ras, de esperanza para la idea del mejoramiento humano, de fe en los destinos comunes del conti. nente. Escribe una veintena de libros y textos para forjar el porvenir de América: Tratado de Moral,

Tratado de Sociología, Lecciones de Derecho Cons. titucional, Nociones de Ciencia e HistoT'Ía de la Pedagogía) Tratado de L6gica, Geografía Evolutiva, Geografía Polltica Universal, Historia de las Civilizaciones Semítica y China, y además biografías de hombres ejemplares, programas educativos, memorias sobre el progreso de las ideas, enjuiciamientos de las potencialidades del mundo americano y pági. nas de inspiración enderezadas a estimular los valores más entrañados del ser humano. Esta labor absorbente, sin embargo, no ~e hace olvidar un solo día su responsabilidad para con Puerto Rico. En todos los sitios de América en que difunde .su saber, plantea el caso de su tierra infor. tunada con una firme y decorosa gestión de ayuda material y moral para su liberación. Un día, preguntado en Río de Janeiro por su pasaporte, contesta al funcionario: cYo no tengo nacionalidad; estoy creándola». Quien no conozca sus desvelos ante el dolor de la patria ausente, sus angustias ante las torpezas coloniales de una y otra metrópoli, sus des. esperanzas' ante el entreguismo del liderato político de su país, su ardida fe en el destino superior de su pueblo cuando despierte y encamine su voluntad de justicia y su decoro nacional, que lea con recogimiento las páginas emocionadas y las expresiones persuasivas y vibrantes de sus Diarios, de su Madre Isla, de sus epistolarios, de todos ~os documentos escritos en el curso de su atormentada vida, clamando por la libertad del amado terruño.

Ante la Invasi6n Americana Próxima a estallar la guerra entre Estados Uni. dos y España, renuncia la dirección del Liceo Amu. náregui y se apresta a venir a Puerto Rico a colaborar en las gestiones conducentes a establecer la ~oberanía de su Madre Isla. Cuando llega a Nueva York, ya las fuerzas militares de Estados Unidos han invadido a PUerto Rico. Hostos funda inmedia. tamente la Liga de Patriotas Puertorriqueños para el formal planteamiento de nuestro problema. Pun·

tualiza así el procedimiento a seguir: cOrganizar rápidamente la Liga de Patriotas en todo el país, a fin de quitar a la propaganda de doctrinas o prin. cipios todo dejo, resabio, o apasionamiento de ban. dería política y de conato revolucionario; y a fin, además, de ir reformando las instituciones, la edu. cación y la vida general del país; redactar, discutir y sancionar plebiscitariamente una Declaración de Personalidad ante las Naciones, una Petición de Plebiscito o de gobierno temporal ante el Congreso de la Unión, y una Rogatoria a la Suprema Corte Federal para pedirle la interpretación de las Enmien. das IX y X de la Constitución; situar en Washington una verdadera delegación del pueblo puertorriqueño con la encomienda de desarrollar, razonar y divul. gar esta proposición: Puerto Rico es una persona de derecho que no ha podido perder ninguna de sus prerrogativas nacionales por una guerra que no ha hecho; que quiere, puede y debe ejercer su derecho de expresar·su voluntad; que debe hacerlo amparándose en la Constitución americana, que puede hacerlo invocando ante el Congreso del Gobierno americano y que quiere hacerlo con anuencia de poder judioial de la Federación americana.» En la exposición complementaria que prepara Hostos para el mensaje presentado al Presidente McKinley en enero de 1899 por la comisión integrada por él, Zeno Gandía y Julio Henna, hace una categórica afirmación de nuestro derecho, que es opor. tuna en aquel momento y que en sus postulados básicos sigue siendo orientadora en el presente. Escuchémosle: -Yo he sido especialmente comisionado con el fin de cumplir con un deber que la mayor parte de los puertorriqueños consideran suyo. -Deber de todos nosotros es no consentir en una mala interpretación de los hechos que acom. pañaron a la invasión del ejército americano en nuestra liSIa. -Generalmente se cree que Puerto Rico ha aceptado el gobierno de los Estados Unidos, como si a ella no le importara el gobierno de sí misma y como si hubiera decidido, a modo de esclavo, bajar la cabeza ante cualquier resolución que se tome a su respecto. -Alguna razón hay para esa equivocación. Lejos de oponerse a la invasión y dominio de la Isla por el ejército americano, le dio la más calurosa y benévola bienvenida. Esta encantadora e infantil disposición a vitorear a sus libertadores, que la historia presentará como una vibrante condenación del régimen español, se ha interpretado como un aban. dono de derechos. -No es así. Nosotros debemos aclarar, y así 10 hacemos una vez por todas, que nunca hemos pedi. do ningún otro régimen, gobierno o administración que no sea el de nosotros por nosotros mismos.

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Nosotros no nos oponemos al gobierno temporal de los Estados Unidos en nuestra 1&la. -Pero, precisamente por nuestro conocimiento y ·decidido amor a las instituciones americanas, queremos ser regidos como hombres, no como rebaño; con nuestro consentimiento, no en contra de él; condicional, temporalmente, no de modo indefinido: en suma; queremos ser regidos de modo que poda_mas ser siempre los amigos y aliados de nuestro sano hermano mayor del Continente, y de modo, también, que no tengamos que sufrir las tristezas, enconos y rencores de]a subyugación. -Como el Presidente de -los Estados Unidos ha declarado que toda «anexión forzada es criminal agresión»; -Como la base de la federación está en el principio de que «el gobierno debe ·descansar en el consentimiento de los gobernados»; -Como el mayor beneficio hecho por los ame· ricanos a ]a civilización es el haber reconocido que el gobierno se ha hecho para «la vida, la libertad y la busca de la felicidad». -Como, desde el principio de la vida americana, a partir de Smith hasta el humano Penn, desde Roger Williams hasta los écltos pensadores de la Constitución, nunca hubo ocupación de tierra que no fuera pactada con sus poseedores; -Como finalmente, la forzada anexión de Puer. to Rico sería criminal agresión contra almas, no ya sólo contra tierras, mis comitentes y yo, pedimos al Presidente de la Unión, y le pedimos del modo más respetuoso y con las mayores esperanzas, que haga conocer, como se ha hecho para con Cuba y Filipinas, que la ocupación de Puerto Rico será temporal. hasta que su pueblo se haya educado y haya aprendido a gobernarse por sí mismo. Si así se hace nuestra Madre Isla no tendrá que arrepentirse, y esta Unión será el único poder que en la Historia esté autorizado a gloria y bendiciones, porque habrá encadenado el poder al derecho y la justicia. El Gobierno de Estados Unidos no se coloca a la altura de este alto planteamiento. El pueblo de Puerto Rico, desorientado, no le escucha.

Anexión forzada

Hostos advierte los propósitos imperialistas de la invasión y protesta indignado: «Puerto Rico ha sido anexado por la fuerza. Ya está rota ~a tradición política; ya está violado el principio federativo... La política de anexión, la imposición de la soberanía sobre un pueblo, sin su solicitación y hasta sin in. quirir sus deseos, no la supusieron los puertorriqueños ni por un momento. Se imaginaron que el pro.

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pósito de los Estados Unidos, era, primero, asestar a España un golpe militar; y segundo, aprovechar la oportunidad de poner fin para siempre al desga. bierno de España en las Antillas, erigiendo en la Isla un gobierno libre e independientell. y agrega más tarde: .Los hechos que encontré consumados a mi llegada a Estados Unidos son contrarios al desarrollo -del sistema americano de gobierno. Con efecto: aunque se dé a Puerto Rico todas y cada una de -las libertades y de las fuerzas que ella engendra, el desarrollo del sistema se malogra, porque la Unión habrá violado el principio en que descansa ese sistema, que requiere en absoluto la voluntad del pueblo para organizar instituciones representativas. Bl hecho consumado ha sido la sujeción violenta de Puerto Rico a una dominación que, por salvadora que sea, para nada ha contado CaD Puerto Rico. Es más: por falta de reflexión y aun de valentía política, el gobierno de la Unión ha convertido en un atentado contra el derecho público americano 10 que hubiera podido ser victoria definitiva del derecho nuevo contra el-derecho viejo». Al reunirse las primeras Cámaras Legislativas puertorriqueñas, Hostos señala el camino a seguir: «Los puertorriqueños que hayan de ir a la Asamblea Legislativa tendrán, si no se prosternan ante el partido que haya salido victorioso en los Estados Unidos, que reivindicar el derecho de soberanía vioJada por el gobierno americano. Una declaración decorosa, digna y concienzuda del escándalo causado por la usurpación de la soberanía de Puerto Rico, unida a una protesta sobria y firme de reivindicar esa soberanía, sería un acto honroso, conveniente y fructuoso... En cuanto a la justicia que el pobre pueblo puertorriqueño se ha puesto en el caso de pedir a aos nuevos dominadores que se ha dado, jamás la conseguirá. si consiente tratarlos como dominadores; pero si se resuelve a tratarlos de pueblo a pueblo, y piensa y habla y procede como pueblo, y como pueblo lastimado en su derecho, burlado en su confianza, herido en su dignidad, infécliblemente llegará un momento en la política americana en que el clamor de la Isla convenga con alguna gran necesidad nacional de los Estados Unidos y el fuerte oiga al débil». Y dice más adelante: «Yo sé que a los puertorriqueños les escandaliza que haya quien pida a los americanos la independencia de su pa. tria. Pero es tan absolutamente necesario empezar por ahí la obra con que Puerto Rico puede desde su Asamblea Legislativa justificarse de su indolencia, de su incapacidad de dolerse de su esclavitud, que no hay justicia para ella si no empieza por pedir lo que es suyo. Hay que insistir todos los días en decir y repetir que Puerto Rico ha sido robado de lo suyo, de su libertad nacional, de su dignidad nacional, de su independencia nacional, que ni los españoles ni los americanos han podido poner en mercería».


Sueño malogrado

Eugenio María de Hostos, tan pronto despierta a la vida del entendimiento y la razón, concibe, como profundo dictado de su conciencia, el magno sueño de libertar a su patria y de contribuir con sus mejores luces y experiencias a hacer de ella ~una patria política, social, intelectual y moral•. A ..su claro juicio, no escapa la realidad de que el problema fundamental de Puerto Rico, como el de cualquier otro pueblo sometido a dominación extranjera, no consiste meramente en romper las ataduras coloniales, sino en forjar su propio destino al calor de un ideal de civilización fundada en la libertad, la justicia, el bien, la cultura, la fecunda convivencia con otros pueblos y en el más alto desarrollo de conciencia. Puerto Rico no puede tener hoy mejor orientador de su destino de pueblo que Eugenio María de Hostos. La razón es obvia. Hostos no es político. La política es un arte inferior. «Arte de insinceridad., llamó Ortega y Gasset a la política. Cuando se tiene recta conciencia, como la tuvo Baldorioty de Castro, la política puede tornarse en arte de sinceridad, claro que siempre a riesgo de la zancadilla de los autoritarios, los osados, los mediocres, los ambiciosos y los que en ella buscan saciar sus ansias de peculado. Hostos es apóstol de la causa de la libertad. Es, como él mismo se describe en una carta escrita en Buenos Aires, calma consciente del destino humano.. Por eso, maestro, en el sentido místico de ~a palabra, es decir, iluminado, con un mensaje de vida más alta para el ser humano, con la enco. mienda de adiestrar hombres y pueblos para una civilización de entrañados valores espirituales. ¿Puede Puerto Rico aspirar hoya un mejor orientador de su destino colectivo? Nuestro pueblo tiene la necesidad de ese orientador, de ese gran foro jador de la conciencia puertorriqueña. Y él tiene la vocación, la aptitud, la voluntad de servir a plenitud la causa de su pueblo. Sin embargo, las circuns. tancias históricas se conjuran de tal modo que, a pesar de la dedicación sacrificial del maestro al empeño de liberación de su pueblo, al encauzamien·

to de su destino en la alta empresa civilizadora, ni el empeño se realiza, ni el encauzamiento se ~ogra, ni se conoce aquí, entre sus propios coterráneos, su gesta abnegada de patriota, ni su grandeza moral, ni la enseñanza aleccionadora que se desprende de cada uno de los actos de su vida, ni el temple de su virtud, ni su vocación para el bien, ni su afán de servir, ni los libros de excepcional valía en que lega a la posteridad su ideario civilizador, ni siquiera la vibración inspiracional de aquella alma alum. brada por la fe en el destino superior del ser humano. ¡Trágico destino el de un pueblo, como el nuestro, tan necesitado de un guía de las luces intelectuales y la fibra moral de Hostos, que le nace en su propio suelo, que consagra la vida a sus más altos ideales y que, sin embargo, por azares de ~a suerte, por su mediocre liderato, no sabe, no puede o no quiere aprovechar el hombre de excepción, el maestro indiscutible, el apóstol insobornable, en el mol. deamiento de su destino colectivo. Por eso he sostenido, y repito aquí que, puestos en plan de merecernos a Hostos, precisa amarlo, es. tudiarlo y entenderlo, no como un mero hombre en la galería de puertorriqueños ilustres del pasado, sino como una realidad actuante en nuestro mundo moral. En efecto, Hostos es fuerza propulsora del presente y será fecunda realidad del porvenir. En la perspectiva histórica de nuestro pueblo, más que el Hostos realizado, importa el Bostas por realizar. Ahí está la cantera maravillosa de su obra de patriota, de apóstol, de maestro, para que de ella extraigamos, con civil dedicación, las piedras angu· ·lares del magno edificio de la patria. Las luces de su genio siguen señalando el camino de redención. La ejemplaridad de su conducta continúa trazando a las nuevas generaciones el derrotero del deber. El clamor angustioso de su voz prosigue martillando la conciencia aletargada del pueblo para la empresa de su liberación. Compatriotas: es hora de responder a Hostos, de estudiar a Bostas, de entender a Bastos, de aceptar el señero magisterio de Hostos. ¡Es hora, en verdad, de hacernos dignos de Hostosl

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Esculturas de Juan de Avalos

UN

GRUPO DE OBRAS DEL ARTISTA ESPAÑOL JUAN DE

Avalas, realizadas casi todas entre los años 1942 y 1964 Y procedentes de exposiciones recientemente celebradas en el Museo Nacional de Washington y en la Universidad de Nueva York constituyó el material de la primera muestra exclusiva de escultura que ha presentado al público el Instituto de Cultura Puertorriqueña. La exposición fue inaugurada el 11 de diciembre de 1964. Juan de Avalas es conocido en Europa y América principalmente por las esculturas monumentales que diseñó y realizó para el conjunto arquitectónico del Valle de los Caídos, cercano a la capital españa. la. Bocetos y fotografías de estas esculturas y otras obras del artista -entre ellas las estatuas yacentes de los Amantes de Teruel- sirvieron de complemento a las estatuas y bustos en piedra, mármol y bronce. Entre las obras expuestas figuró la estatua en bronce de Román Baldorioty de Castro, que el escultor ha ejecutado para el monumento al patricio puertorriqueño que se levantará próximamente en San Juan. Ilustramos nuestras páginas con algunos detalles de la exposición. Estatua de Baldorioty de Castro

I


Juan de Avalos junto al boceto de La Piedad, para el Valle de los CaĂ­dos

A la izquierda, La Libertad; a la derecha. La Justicia; en el centro, La Patria elevando a sus hijos

Eva, talla en piedra HĂŠroe muerto, bronce

Estatua yacente de Los amantes de Teruet (fragmento)


TRES SONETOS Por M.

JOGLAR CACHO

1

EL SOL ¡El so11 ¡El so11 ¡El so11 Entretenido lo vi junto al labriego y su fatiga. De la húmeda tierra alzó la espiga y dejó todo el campo sonreído. Vile tender un rayo florecido para hacerle caminos a la hormiga. Vile volar a la enramada amiga donde el fruto madura apetecido. Mírole ahora en la mitad del vuelo que diariamente realizar procura desde una a otra incierta lejanía. Mientras cegada por la luz del cielo la campana golpea la llanura cual si quisiera derrumbar al día.


2

¡SONRIE, CAMPO ARDIENTE!

¡Sonríe, campo ardientel Mayo empuja hacia ti su aguacero. Nube ahora que abrevó en la quebrada sonadora que la sombra del plátano arrebuja. Un lloviznar translúcido dibuja 10 que la tierra anhela soñadora. Luego vendrá la lluvia, bordadora con hilo de agua y cristalina aguja. y con dulce e inefable secreteo

calcará los paisajes que he mirado desde la gris ventana de los días... O bordará el paisaje que deseo: ¡Brotes y espigasI ¡Manantial dorado al fondo de las tierras labrantías!

3

FRUTA EN LA RAMA

¡Cómo sonríe y llama, jubilosa, la fruta que por fin ha madurado! Bella pisada fue del pie rosado de la hermosura que ascendió gloriosa. En la fecunda rama, ¡qué amorosa la lluvia le prodiga su cuidado mientras el sol ofrece el beso amado y la tierra su entraña prodigiosa! De la rama no pudo echarla el vien y en ella sol y tierra están caut'vos. , Pozo en el aire... Flor tomada ge ¡Punto de oro, de rubí y argent , 'r/si que es uno de los puntos que Dios escribe en su inmortal po..::::--....


Documentos de nuestra Historia

El último discurso de don Luis Muñoz Rivera en el Congreso de los Estados Uuidos*

DESEO DECIR, EN PRIMER T~RMINO QUE ~SCUCHÉ CON

. gran satisfacción las declaraciones del caballero por Virginia Mr. Jones, hace algunos días y las del caballero por Iowa, Mr. Towner, que acaba de precedenne. Ambos hacen justicia a mi país. Ambos con. tribuyeron a redactar este bill, que, considerado en su aspecto general, es una solución de carácter de. mocrático, admisible para mis paisanos de Puerto Rico. El l8 de octubre de 1898, cuando ,se enarboló en las fortalezas de San Juan la bandera de vuestra gran república, si alguien hubiera dicho a mis com· patriotas que los Estados Unidos, «el país de la libertád», iba a regatearles su derecho a constituir un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pue. blo de Puerto Rico, mis compatriotas hubiéranse negado a creer tal augurio, considerándolo simple.. mente insensato. Vivían entonces los puertorriqueños bajo un régimen de amplísimo gobierno propio, discutido y votado por el Congreso español sobre la base del sistema parlamentario, que practican todas las naciones de Europa. España enviaba a la Isla un gobernador equivalente, por su carácter dentro de la ley, a un soberano constitucional, que reina y no gobierna. tos miembros del Gabinete, sin cuya firma no tenía validez ningún acto ejecutivo, eran naturales de la Isla; los representantes en el Senado

* Reproducimos In traducc:lón del origlnal Inglés que aparece en la obra Luis Muño% Rivera: su vida, su pol/tica, su cardeter, por Scbastlán Dalmau Canet (Tlp. Boletín Mercantil. San Juan. 1917, pp. 362·368)•. Fue éste el último discurso pronunciado ante la Cá, mara de Representantes de los HItados Unidos por don Luis Mulloz Rivera en su carácter de Comisionado Residente de Puerto Rico en Washington. El discurso fue pronunciado en el mes de marzo de 1916, en ocasión de discutirse el proyecto de rcforma~ orgánl· cas a Puerto Rico posteriormente conocido como Ley Jones. En él se puede apreciar cuál fue la posición del prócer con respecto a la concesión de la cludadanla Ilmericana a los puertomqucl\os. Ocho meses después. el 15 de noviembre de 1916, moña ell San Juan MulIoz Rivera.

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y en la Cámara eran naturales de la Isla; y la administración, en su totalidad, estaba en manos de los naturales de la Isla. El Congreso español conserva. ba, es cierto, la potestad de hacer leyes estatutarias para Puerto Rico, pero en aquel Congreso había die. ciséis Representantes y tres Senadores puertorrique. ños, con voz y voto. Y -todas las leyes insulares se hacían en el parlamento insular. Dos años después, en 1900, tras un largo período de poder militar, el Congreso de los Estados Unidos aprobó el Acta Foraker. Y dentro de esa acta, todos. los once miembros del Consejo Ejecutivo eran nomo brados por el Presidente de los Estados Unidos; seis americanos; los jefes de departamento; cinco puer. torriqueños; los que ejercían funciones puramente legislativas. Y ese Consejo, o, en la práctica, la mayoría de ese Consejo, era y es, en realidad, con el Gobernador, árbitro supremo de la Isla y de sus intereses. Y representa la más clara negación de los principios republicanos. ·Durante dieciséis años lo hemos sufrido, protes. tado y luchado contra él con energía y sin fruto. No perdíamos la esperanza, porque, si un partido na. cional -el Republicano- nos '10 imponía por la fuerza, otro partido nacional -el Demócrata- nos alentaba con sus declaraciones en las platafonnas de Kansas City, de Sto Louis, y de Denver. Aguar· daba Puerto Rico, elección tras elección, a que triun. fara en las urnas el Partido Demócrata y a que cum. pliera sus promesas. El Partido Demócrata triunfó al fin. Aquí está; domina por el número en esta y en la otra parte del Capitolio; es el dueño de la Casa Blanca. De él sólo, de él y de nadie más, depende la marcha de los acontecimientos. El puede, por un acto legislativo, mantener vivas o declarar muertas las esperanzas de los puertorriqueños. . El Partido Republicano decretó la independencia para Cuba y se cubrió de gloria; el Partido Demó.


crata se encuentra obligado por las doctrinas de sus plataformas, por los discursos de sus líderes, a decretar la libertad para Puerto Rico. Si la decreta probará que sus plataformas no son papeles inútiles y que las palabras de sus líderes no son pompas de jabón disueltas por el viento del triunfo. Hay un dilema con sus dos términos fatales: obedecer a los principios o romper en pedazos los principios. Las monarquías del viejo mundo, envidiosas del éxito americano, y las repúblicas del nuevo mundo, ansioosas de ver qué rumbos sigue la iniciativa americana, contemplan y estudian a la administración dem6crata. No se trata ya de Puerto Rico, pobre, aislado e indefenso; se trata del prestigio y del renombre de los Estados Unidos. Inglaterra aprendió las duras lecciones de Saratoga y Yorktown en el siglo XVIII. Y en el siglo XIX estableció el gobierno propio -sin límites, sincero y honrado, en el Canadá, en Australia, en Nueva Zelandia. y en el siglo xx, después, inmediatamente después de la guerra angloboer, estableció el gobierno propio, sin límites, sincero y honrado, en el Orango y en el Transvaal, sus enemigos de la víspera. Y entregó el poder a los insurrectos, que aún ostentaban sus uniformes tintos en sangre británica. En Puerto Rico no habrá sangre vertida. No puede haberla en una Isla de tres mil seiscientas millas, donde la estrechez del suelo no permitió nunca la resistencia por las armas. Por las mismas razones Puerto Rico es un campo de experimentación único en el globo. Y si España, la monarquía retrógrada, le concedió el «home rule- que disfrutaba en 1898, ¿qué deberán concederle en 1916 los Estados Unidos, la república progresiva? Es ese el mudo interrogante que Europa y América escriben hoy en las soledades del Atlántico y en las aguas del Canal de Panamá. La respuesta es el bill que a la hora presente se discute, y que no satisface las legítimas aspiraciones de mi país. No es él una medida de gobierno propio bastante amplia para resolver de una manera definitiva nuestro problema político, ni para ponerse a nivel de vuestra reputación, que establecisteis por medio de un airoso campeonato de libertad y justicia a través del mundo, a partir del momento en que empezó vuestra existencia nacional. Pero aun así, mezquino y conservador como el bill aparece a nuestros ojos cuando lo contemplamos desde nuestros propios puntos de vista, sinceramente reconocemos sus nobles propósitos y ansiosamente lo aceptamos como un paso de avance en el recto camino y como una reforma que preparará la vía para otra más satisfactoria, que vendrá un poco más tarde, siempre que mis compatriotas puedan demostrar su capacidad; la capacidad que poseen para gobernarse por sí mismos. y, en lo que se refiere a esa capacidad, es mi deber, sin duda el más grato de los deberes, asegurar al Congreso que

los puertorriqueños tratarán de probar su inteligencia, su patriotismo, y su preparación al ejercicio de un régimen democrático. (Aplausos). Nuestra conducta en el pasado basta a garantir nuestra conducta en el futuro. Jamás una revolu. ción, a pesar de nuestra sangre latina; jamás una tentativa de comercializar nuestro influjo: jamás un ataque a la majestad de la ley. La paz perpetua no fue nunca perturbada por las masas sin cultura, que soportan sus dolores con estoica fortaleza y que sólo hallan consuelo en su amarga servidumbre confiando en la suprema protección del Altísimo. (Aplausos). No hay ninguna razón que justifique a los estadistas americanos cuando niegan a mi país su gobierno propio y cuando borran de sus programas el principio de la soberanía popular. No es razón la niteracia, porque, si en Puerto Rico un sesenta por ciento del electorado no sabe leer, en Estados Unidos, en los días primeros de la República, el ochenta por ciento de la población tampoco sabía leer; y ahora mismo veinte repúblicas y veinte monarquías arrojan una proporción más alta de iliteratos que Puerto Rico. No es la convivencia de dos razas en el territorio, porque aquí en la América del Norte, más de diez Estados presentan una proporción más alta que Puerto Rico en habitantes de color y el Distrito de Colombia presenta una proporción idéntica, del 67 sobre el 33 por ciento; no es la extensión te. rritorial, porque dos Estados son menos extensos que Puerto Rico; no es la escasez de población, porque dieciocho Estados figuran con menor número que Puerto Rico en el censo; no es la propiedad real y personal, porque la tasación de Nuevo México es tres veces menor que la de Puerto Rico. Hay una razón, una sola y es aquella triste razón de la guerra y de la conquista, que lanzaba sobre el Sur, tras la caída de Richmond, millares de office seekers, ansiosos de preponderancia y de dominio y resueltos a informar que los rebeldes sudistas carecían de preparación para gobernarse por si mismos. Nosotros somos los sudistas del siglo xx. (Risas). La Cámara de Representantes no se inspiró jamás en esa clase de motivos. y, sobre todo, la Cámara de Representantes tiene motivos muy altos, y, si se estudian a fondo, muy graves para redimir a mi país de la codicia burocrática y confiarle de una vez la responsabilidad de sus propios destinos y la potestad de fijarlos y.resolverlos. Son motivos de índole internacional y afectan a la política de los Estados Unidos en el resto de América. Puerto Rico, el único pueblo de este hemisferio que no enarbola su bandera ni figura en el concierto de las naciones soberanas, es observado de cerca, con asidua vigilancia, por las repúblicas del Mar de las Antillas y del Golfo Mejicano, Cuba, Santo Domingo, Venezuela, Colombia, Costa Rica, Honduras, Nicaragua, 43


Salvador, Guatemala, sostienen con nosotros un continuo intercambio de ideas y no pierden de vista el ensayo de colonización que se lleva a cabo en Puerto Rico. Si observan que los puertorriqueños viven felices, que no se les trata con desdén, que se satisfacen sus aspiraciones, que no se deprime su caráeter, ni se les somete a tutelajes imperialistas, ni se usurpa su derecho a gobernar su patria, esas naciones reconocerán la superioridad de los métodos americanos y sentirán el influjo del Gobierno Americano. Y ello allanará caminos a la hegemonía mo. ral que estáis vosotros llamados, por vuestra grandeza y vuestra riqueza, por vuestras tradiciones y vuestras instituciones, a ejercer en el Nuevo Mundo. En cambio, si esas comunidades, latinas como Puerto Rico, hablando el idioma que habla Puerto Rico, viniendo del tronco ancestral que produjo a Puerto Rico, identificadas con Puerto Rico por tan hondas raíces comunes en el tiempo; si esas comunidades observan que vuestro ensayo insular es un desastre y que no supisteis conservar el amor de un pueblo que aguardaba de vosotros su redención y su fortuna, se convencerán de que no a Washington, sino a Londres, a París, a Berlín, deben volver los ojos, si buscan mercado a sus mtos, simpatías en sus desventuras y garantías para sus libertades. ¿Qué ganáis con el descontento de mis paisanos? Vosotros, miembros del Congreso, nada: los miem. bros de la administración ganan unas pocas plazas, unos pocos salarios para responder a sus compromisos. Y la nación pierde una parte de su crédito, crea dificultades a su política, rompe su leyenda democrática, y abdica su posición como líder de todo movimiento progresivo en el planeta. Y luego, si hacéis una reforma, hacedla sincera. Se explica un juego de subterfugios y sombras en la Italia de los Médicis, en la Francia de los Valois, en la Inglaterra de los Estuardos, en la España tie los Barbones. Pero será difícil explicar ese juego oscuro en los Estados Unidos de los C1eveland, los McKin1ey, los Rooseve1t y los Wilson. (Aplausos). El bill que estoy comentando provee una legislatura por completo electiva. Bien: es una esplén. dida concesión que hacéis a vuestros principios y a nuestros derechos. Y ahora, después de ese mago nífico impulso, no permitáis, señores, no permitáis que los poderes de la Legislatura disminuyan en materia tan importante para nosotros como la edu. cación de los niños. Somos ciudadanos celosos de su dignidad; somos padres ansiosos de empujar a nuestros hijos hacia el futuro, enseñándoles a luchar por la vida y a conquistar el grado más alto de honradez, competencia y energía. Aceptamos a uno de los vuestros, a un americano capaz, a la cabeza del departamento de educación, aunque tenemos en la Isla muchos hombres capaces de ocupar ese cargo con distinción. Venga el nombramiento por el Presiden.

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te de los Estados Unidos. En esa forma la Isla dis. mtará la certidumbre de que se le envíen un hombre tal como el doctor Brumbaugh, el primer Comisionado que fue a Puerto Rico, o como el doctor Miller, el Comisionado actual, que merece toda nuestra confianza. Pero dejad que la Legislatura regule los cursos de estudio, cooperando al desarrollo del trabajo educativo en nuestra patria. y llego a tratar de un problema que no 10 es para Puerto Rico, desde el punto de vista de mis electores, porque está resuelto en el Acta Foraker, que reconoce a los habitantes de Puerto Rico la ciudadanía puertorriqueña. Esa es la que nos satisface, la que deseamos prolongar y mantener; la ciudadanía natural nuestra, que no se funda en arbitra. riedades jurídicas, sino en el hecho de que nacimos en una Isla, y amamos a esa Isla sobre todas las cosas, y no cambiaríamos nuestra patria por otra patria, así fuese tan grande y tan libre como los Estados Unidos. Si Puerto Rico desapareciera en una catástrofe geológica y sobreviviesen mil, diez mil puertorriqueños, y se les diese a escoger entre todas las ciudadanías del orbe, escogerían sin vaci· lar la ciudadanía americana. Pero en tanto que Puerto Rico, pobre y esclava cual es, y aun siendo más pobre y más esclava, exista en un repliegue del océano, los puertorriqueños optarán siempre por la ciudadanía puertorriqueña. Y el Congreso de los Estados Unidos realizará un acto cruel y despótico si pretende destruir un sentimiento tan legítimo y abolir, por una ley de sus dos cámaras, una ley del más antiguo y más sabio legislador de too dos los tiempos; una ley de la naturaleza. Mi país, unánime, pidió muchas veces la ciudadanía americana. La pidió cuando por las promesas del partido demócrata al aprobar su plataforma de Kansas City, creía no ya posible, sino probable; no ya probable, sino seguro, que la ciudadanía americana era una base para entrar, no tras un período de cien años, ni de diez, sino inmediatamente, a formar parte de la Unión como un Estado de la Unión. Hoy no cree en eso; desde aquí los más eminentes estadistas le demostraron que no debe creer en eso. Y aquel pueblo, que, lo mismo que vosotros, tiene su altivez y su orgullo, rehusa una ciudadanía de orden inferior; una ciudadanía de segunda clase, que no ha de permitirle disponer de sus propios recursos, ni vivir su propia vida, ni mandar a este: Capitolio su propia representación. Por obtener ven. tajas de tal magnitud, disponíase a sacrificar sus sentimientos de filial amor hacia la tierra madre. Esas ventajas se disipan, y los puertorriqueños se disponen a continuar siendo los puertorriqueños, y a serlo con mayor entusiasmo cada día y a rete· ner su nombre, reclamando para su nombre igual consideración, igual respeto que ellos consagran al nombre de los demás, y, antes que a ninguno, al


nombre de los Estados Unidos. Dadnos la estadidad y bienvenida sea vuestra gloriosa ciudadanía para nosotros y para nuestros hijos. Si nos negáis la estadidad, nosotros declinamos vuestra ciudadanía, francamente, altivamente, como corresponde a un pueblo al que puede privarse de sus libertades civiles, conservará, de generación en generación, el concepto del honor que nadie puede arrebatarle, porque lo lleva en su alma colectiva y porque es un patrimonio moral heredado de sus abuelos. Este bill concede la ciudadanía americana a todos mis compatriotas en su página 5; en su página 6 autoriza a los que no acepten la ciudadanía americana para declararlo ante una corte de justicia y permanecer adictos a su ciudadanía puertorriqueña, y en su página 28 manda que ninguna persona se registre como elector en Puerto Rico si no es un ciudadano de los Estados Unidos. Se permite generosamente a mis compatriotas ser ciudadanos de la única patria que poseen; pero se les elimina del con· cierto polftico;se les proscribe de las funciones políticas y, de un solo golpe de pluma se les convierte en parias, y se establece en América, en el suelo de América, protegida por la doctrina de Monroe, una división de casta idéntica a bi de los brahmanes y los sudras de la India. La plataforma democrática de Kansas City declaró hace catorce años que «una nación no puede ser largo tiempo mitad imperio y mitad república, y que el imperialismo en el exterior conducirá rápida e inevitablemente al despotis. mo en el interior•. Esas no son frases puertorriqueñas, reflectantes de la impresionabilidad latina, son frases americanas, reflectantes del espíritu anglosajón, calmoso en sus actitudes y celoso, muy celoso, ·de sus derechos. Nosotros profesamos una profundísima consideración a vuestras ideas nacionales; profesadla vos. otros también a nuestras ideas regionales. Como representante de Puerto Rico yo os propongo que convoquéis al pueblo de la Isla a manifestarse en amplio plebiscito sobre la cuestión de su ciudadanía y que dejéis al pueblo de Puerto Rico resolver, por sus votos, si quiere la ciudadanía de los Estados Unidos o si prefiere su propia natural ciudadanía. Sería extraño que habiéndose negado a concederla mientras la pidió la mayoría del pueblo, os decidáis a imponerla ahora que la mayoría del pueblo la rehusa. y como alguien afirmó recientemente que nosotros deseamos las ventajas y evadimos las respon..sabilidades y las cargas de la ciudadanía, yo afirmo, en debida respuesta, que no se nos consultó nunca nuestro status y que en el Tratado de París se dispuso de los puertorriqueños como en las edades antiguas se disponía de los siervos, abscritos al terruño, colocándolos por la fuerza al servicio de nuevos señores y sometiéndolos a nuevas servidum-

bres. La culpa no es nuestra, aunque nuestros son el dolor y el rubor: la culpa es de nuestro amargo destino, que nos hizo débiles y nos abandonó, fáCil presa, entre el choque de intereses contrarios y de fuerzas omnipotentes. Por nuestra voluntad seríamos un pueblo libre y sólo en la libertad y en la soledad de los mares, sin otras ventajas que las que se derivasen de nuestro esfuerzo en el trabajo y en la paz; sin otras responsabilidades ni otras cargas que las de nuestra conducta y nuestro deber para con nosotros mismos y para con la civilización que nos rodea. El btll que se discute, liberal y generoso en al. gunas de sus secciones, como las que crean un senado insular; un gabinete, la mayoría de cuyos miem· bros confirmará el senado; una comisión de servicio público, dos de cuyos miembros serán electos por el pueblo, es exclusivamente conservador en otras secciones, sobre todo en la que restringe el voto popular, disponiendo que se limite ese derecho a los que paguen contribución o a los que sepan leer y escribir. Por culpa de esa restricción 165.000 ciudadanos que votan hoy, y que votaron desde los tiempos de España, serían expulsas de los comicios. He aquí los hechos: Existen ahora 250.000 electores registrados. El setenta por ciento de la población electoral es iliterata. Quedarán, pues, 75.000 electores registrados. Añadiendo 10.000 contribuyentes iliteratos, el total sería de 85.000 ciudadanos dentro y de 165.000 fuera de registro. No alcanzo a entender, por más que trato de entender, como a esos 165.000 puertorriqueños se les considera incapaces de participar en la designación de sus representantes en la Legisla. tura y en los municipios, mientras que, de otra parte, se les juzga perfectamente capaces de poseer con decoro la ciudadanía americana. Es una contra·dicción que no logro explicarme, a menos que se mantenga el principio de que aquellos que sufren el infortunio -no por sus faltas- de vivir en las tinieblas de la ignorancia no son dignos del honor de ser ciudadanos americanos. En el caso de que ese sea el principio en que la cláusula se funda, sería necesario, para sostenerlo en pie, privar a tres mi. llones de americanos de su ciudadanía, ya que ese es el número de iliteratos en los Estados Unidos según el censo de 1910. No hay razón que justifique esa medida. Desde que un gobierno civil sustituyó al gobierno militar en Puerto Rico -hace quince años-, ocho elecciones generales se celebraron; ocho veces el pueblo, con la más amplia ley de sufragio, eligió su cámara legislativa, sus concejos muo nicipales, sus cortes municipales, sus juntas escolares. Esos institutos cooperaron al progreso del país y evidenciaron que se les designó con prudencia. Tal vez uno, o un centenar, o un millar de elec.

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tares trataron de comercializar sus votos, vendién. dolos al mejor postor. Para los fines de mi argu· mento admitiré la hipótesis, aunque eso no se probó nunca. Pero suponiendo que no nos hallamos en· frente de una presunción, sino de un acto, yo pregunto: ¿no hubo, no hay en el resto de la nación personas que comercian con sus privilegios constitucionales? ¿No castigaron las cortes de un gran Estado, Massachussets, a cuatro o cinco mil electores por tal crimen? ¿No se dio el caso de que la mayoría de una Legislatura prometió elegir y eligió a un alto funcionario federal por unos cuantos dólares? Yo no pienso que esas infracciones del códi. go yesos atentados contra el honor reflejan el más leve descrédito sobre el limpio nombre del pueblo americano. Yo no concibo que esos crímenes con· duzcan a ningún Estado a la restricción del voto. Son inevitables casos de excepción. Los tribunales reprimen y la sociedad continúa su marcha. Si esos casos ocurren en la isla, deben tener las mismas consecuencias que en el continente. Pues sería triste que, por las faltas de uno, mil perdieran sus pri. vilegios, o, en igual proporción, que por las faltas de 165, se privara de su voto a 165.000. Los motivos que preceden son fundamentales y exigen de la Cá. mara una atención cuidadosa. Pero existen otros más profundos: Los que se relacionan con los Es. tados Unidos y con la historia del Congreso americano. Nunca pasó en el Capitolio una ley restrictiva de los derechos políticos. Al contrario: el Con· greso llegó hasta el extremo de enmendar la Constitución y restringió la iniciativa de los Estados, con el propósito de compelerlos a respetar esos derechos. Ahí está la enmienda 14. El Congreso no puede impedir que los Estados hagan sus leyes electomIes; pero puede decretar y decretó que un Estado, en la eventualidad de disminuir el número de sus electores, disminuirá, ipso facto, el número de sus representantes en la Cámara. Esta nación ofreció siempre al mundo ejemplos de una sincera democracia. Yo me siento tranquilo cuando pienso en el por· venir de mi país. He leído la solemne declaración de los cinco delegados americanos que suscribieron, en 1898, el tratado de París. Al preguntarles los cinco delegados españoles, no menos distinguidos que los americanos, por las garantías atañederas al futuro de Puerto Rico, vuestros compatriotas res· pondieron : El Congreso de un país que nunca promulgó leyes que opriman o coarten los derechos de los habitantes de sus dominios, y cuyas leyes permiten la mayor libertad compatible con la conservación del orden y la protección de la propiedad, puede seguramente

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confiarse que no se apartará de sus prácticas establecidas al tratar con los habitantes de esas islas. El Congreso no ha menester que se le recuerden sus sagradas obligaciones, impuestas por las anteriores palabras. Puerto Rico no tuvo nada que ver con la declaración de guerra. A los cubanos se les concedió su independencia. A los filipinos se les ad. quirió por veinte millones de dólares. y mi país, inocente y sin mancha, pagó con su territorio el costo de la guerra. Dice el tratado de París: En compensación de las pérdidas y gastos ocasionados a los Estados Unidos por la guerra y a las reclamaciones de sus conciu. dadanos con motivo de los daños y perjuicios que hubieran sufrido en sus personas y bienes durante la última insurrección de Cu· bao Su Majestad Católica, en nombre y representación de España, y constitucionalmen. te autorizada por las Cortes del Reino, cede a los Estados Unidos de América, y éstos aceptan para sí mismos, la Isla de Puerto Rico y las otras Islas occidentales, así como la Isla de Guam, en el Archipiélago de las Marianas o Ladrones, que fue elegida por los Estados Unidos de América en virtud de 10 convenido en el artículo 2.° del Protocolo fir· mado en Washington el 12 de agosto último. Vosotros, ciudadanos de una patria libre, con sus propias leyes, sus propias instituciones, su propia bandera, podéis apreciar la desventura del país pequeño y solitario que necesita aguardar de vuestra autoridad sus leyes, que carece de instituciones por su exclusiva voluntad creadas y que no puede sentir el orgullo de que los colores de su emblema nacional cubran los hogares' de sus familias y las tumbas de sus muertos. Dadnos ahora el campo de experimentación que os pedimos, para que nos sea dable demostraros cuán fácil es constituir un sólido gobierno republi. cano, con todas las posibles garantfas para todos los posibles intereses. Y luego, cuando adquiráis la certeza de que podéis fundar en Puerto Rico una república, como las que fundasteis en Cuba y en Pa· namá, como la que un día en el porvenir fundaréis en Filipinas, dadnos nuestra independencia y apareceréis ante la humanidad como los más grandes entre los grandes; lo que no fueren nunca Grecia, ni Roma, ni Inglaterra: una nacionalidad creadora de nuevas nacionalidades y un pueblo libre, reden· tor de pueblos oprimidos. (Aplausos.)


El mar de Puerto Rico en la poesía de Evaristo Ribera Chevremont Por Josl1 EMIUO GONZ¡{LBZ

CON RAZÓN LLAMA LA

DOCTORA CONCHA MsLáNDEZ

a Evaristo Ribera Chevremont «nuestro poeta del mar», 1 tanto del mar «como fenómeno del universo» como del Mar Atlántico o del Mar Caribe, pues aunque el tema tiene tradición en la poesía an· terior -baste que recordemos a Santiago Vidarte, José Gautier Benítez y Luis Uoréns Torres-, ningún otro poeta puertorriqueño ha cantado con tanta asiduidad al mar. Evaristo Ribera Chevremont le ha dedicado, por lo menos, dos libros completos, a saber, Tú, mar, y yo y ella (1946), e Inefable oriJla (1961), mientras que Anclas de oro (1945) -título revelador- y Memorial de arena (1962) están casi enteramente dominados por la inquietud con el mar. Además, poemas sobre el orbe marino aparecen en Desfile romdntico (1914), El templo de los alabastros (1919), Los almendros del Paseo de Ca. vadonga (1928), Pajarera (1929), Color (1938), Tonos y formas (1943), Creación (1951), Punto final (1963) y El Semblante (1964). Tal abundancia -y, en general, excelencia- de cultivo da testimonio de una preocupación tenaz y genuina con la temá. tica del mar. En tan extensa obra se puede distinguir, por lo menos, cuatro enfoques: 1) el mar como fuente de mitos; 2) el mar como representación de la energía erótica; 3) el mar como imagen del misterio cósmico, y 4) el Mare Nostrum, el Mar de las Antillas, el Mar de Puerto Rico. Los tres primeros enfoques son de carácter general. Sin duda, parten de la experiencia personal del poeta, de su contemplación amorosa del mar nuestro, pero reflejan las grandes cuestiones que esa contemplación genera en su es. píritu. Tales interrogantes son interesantísimas. 1. lA inquietud sosegada (segunda edición), San luan de Puer. to Rlc:o, Biblioteca de Autores Puertorrique1ios, 1956, pAS. 47.

Son producto de la tensión que emerge del choque entre la inteligencia y sensitividad del poeta y la realidad abismante del mar. Pero no he de considerarlas en este trabajo por carecer de espacio para ello. Aquí me limitaré a hacer unas cuantas observaciones sobre el cuarto enfoque señalado. Aun así mi labor ha de ser sintética. Ribera Chevremont se ha esforzado por describir -naturalmente, en una perspectiva poética- e interpretar el mar nuestro, el que se ve desde nuestras playas o de lo alto de nuestras montañas, el Océano Atlántico, por el norte, y el Mar Caribe, por el sur. Ha insistido en que es lo nuestro lo que le interesa:

Mi canto no es un canto a. las Bahamas. No es un canto a Hawaiis, ni a Filipinas. Sí a las tierras que, en lujo de marinas, con verde y oro en llamas, urden tramas. Dice en «Amor de las tierras propias» de Inefable orilla. Es a ese mar que, _en tomo de la isleta de verdes y marrones, se ilumina. (<<Roca de las profundidades», Inefable orilla) al que ama, al que contempla, al que interroga. Revela de esta guisa su amor por lo concreto, por lo inmediato: esa «sed de realidad., de la que he hablado en otra parte, que lo mueve a examinarlo todo y que, incluso, 10 impulsa a subir verticalmente hacia la irrealidad, como lo supremamente real. Este amor a nuestra marinidad le viene de la infancia, como nos cuenta en «Bajamar», de Los almendros del Paseo de Covadonga:

Rincón del «Bajamar», rincón querido de roCllS negras y espumosas aguas, donde, niño, formé mi valentía a fuerza de peligros en las playas.

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y busqué en la fiereza del mar. toda

la fuerza ruda que anhelaba mi alma. Se puede decir que hasta cierto punto su poesía marinera es un intento de recuperación del mundo mágico de la infancia; noción que puede ser constatada en el «Sueño XXIII» de Tú, mar, y yo y e,lla «Oleajes del AtlánticolI de Anclas de oro, «Nana» de Inefable orilla y «Montón de lanas húmedas» de Memorial de arena. Lo que Evaristo Ribera Chevremont ha deseado es ~arnos la caracterización poética de nuestro mar. Para conseguir ese propósito se le presentaban -lógicamente- varias vías posibles. Una de ellas era la de la evocación, como en «Bajamarll:

Con mis débiles brazos dominaba las masas de las aguas cubiertas de aguavivas y algas. y allí nos habla de un «mar azul y redondoll a cuyas orillas le nació el alma. En los poemas señala. dos en el párrafo anterior, Ribera Chevremont sigue esta vía. Otra de las posibles corresponde a lo que yo llamo «el mundo humano del mar.» Ya se encuentra en «Los barcos» de El templo de los alabastros, pero sobre todo en _Poema oro y negroll del mismo libro. Allf nos ofrece su primer cuadro del puerto:

Hay largos chorros de leche sobre las aguas del Puerto,' los hoscos muelles se agachan arropados en la bruma; surge la vida gozosa de la quietud de lo muerto, y en el musgo, verde y flojo, prende sus flores la espuma.

Se abren los muelles. La vida comiem.a a ejercer su [fuerza. El impulso milagroso de otros países, se aúna a nuestro pequeño cuerpo, que, locamente se esfuerza en ser bacante. Riendo nos dice adiós la fortuna. Allcf, en la ciudad, se agitan las clases trabajadoras, en l1úmedos cuchitriles...

Este «mundo humano del mar. es otra de las cons· tantes de su poesía. Va a desarrollarla en Color (<<Los muelles ll ), en Tonos y formas (<<Noche, VII), en Anclas de oro (<<Visión del Puertoll, «Sensación múltiple», .Ocaso del Puerto»), en Inefable orilla (<<Fragata ll , «Inmensidades», «Arrumbamiento»>, en Memorial de arena (<<Evocación. y «Mediodía») y en Punto final (<<Ancla de tiempo 11 ). 48

Otro método que se le brindaba a'l poeta es el que ha seguido principalmente en Inefable orilla: tomar serialmente los elementos del orbe marítimo y concentrar en cada uno, destacando sus -rasgos caracterlzantes, aprehendiendo -si posible- su esencia y develando sus conexiones con los otros componentes de tal orbe. Así encontramos en ese libro, sucesivamente, sonetos a la orilla, a la ola, a los pájaros. al grano de arena, a la sal. al aire, a la escama, al peñasco. a la espuma. a la roca, etc. Veamos, por ejemplo, a «Grano de arena»:

Grano de arena, diminuto grano. Punzada en litoral, breve punzada. Un punto. Un punto nada mds. O nada. Un grano y otro grano y otro grano. Escúrrese, refluye, en dilatada comunidad, en reluciente y plano borde. en declive brillador, en plano de resbalada sal en marejada. El -islilla colgante de otra islilla. El -frente a espuma cuya blanda arcilla se rompe y se diluye. El -flor de arena. Partícula solar. solar decoro. Mínimo mundo cincelado en oro. Minúsculo eslabón de una cadena. Este poema nos descubre el virtuosismo del poeta, capaz de hacer maravillas con tema tan escaso. La admirable composición se logra en virtud de la capacidad que tiene el poeta para forjar imágenes que transmiten eficazmente la impresión de forma del grano. bajo la luz ~el sol, al mismo tiempo que lo vincula con la totalidad de su circunstancia. Inefable orilla es una galería de estos cuadros. que bien merecen ser analizados de cerca. Pero, para los efectos de este artículo. la desventaja de este método consiste en que su concentración en el detalle nos hace perder la visión del conjunto. Como bien se sabe, los versos de Tú, mar, y yo y ella fueron escritos hacia 1924, aunque el libro salió tardíamente en 1946. En el «Sueño XXIVII aparece el mundo humano del mar y allí se incluyen cuatro líneas que nos &n un aperfu directo:

Mar hundido entre rocas de basalto, Espeso mar de algas color tierra. Un mar de lapislázuli, rayado Por el vuelo remoto de las velas...


Los elementos míticos e imaginativos predominan en la representación del mar en Tú, mar, y yo y ella, pero aquí tenemos, obviamente, un retazo marino del puerto. Un fragmento de mar arrinconado entre las rocas, un mar casi de tierra y cuya azulidad con velas sugiere la babia que huye hacia Ion· tananzas. Muchos años después, en Color (1938), la con· centración en lo marino nuestro es mayor. Ribera Chevremont escoge da onda» para damos un trazo rapidísimo, sugerente de la totalidad marina, en varios poemas:

El siglo XVlII. Mar del Caribe. Alientos de la onda. La onda fosfórea, crespa, oliente A sarga¿o, a marisco. Vuelan, oscuros, lentos Los alcatraces... (cEl Carimbo») La onda es azul, es verde,' fulge, en lumbradas plenas...

(<<San Juan»)

El mar luce en colores. La onda es verde, es morada; y unas boyas de púrpura, junto a unas lanchas viejas, Balancéanse... (.Lienzo») Luego, en .Noche de San Juan», llama a la onda • demoníaca•. Y añade:

De orillas a horizontes, hervor blanco se advierte. Alumbra las espumas la luz de la farola. En el mundo humano del mar, da onda» cumple una función representacional del conjunto. El verbo ser, en tiempo presente, así como, en general, los presentes utilizados, tienen como propósito re· calcar el anhelo descripcionista del poeta, su «sed de realidad•. Tal sensación es enriquecida con percepciones de luz, de olor y de color, mediante las cuales el autor aspira a comunicamos toda la cu~ lidad concreta del paisaje. Pero es en el soneto «Mar Caribe» donde encontramos un primer enfoque totalizador y abarcante:

Mar Mar Mar Mar

de de de de

las precisiones y las coloraciones. las fantasías y las fosforescencias. las resonancias, mar de las impulsiones. las plenitudes y las magnificencias.

Mar Mar Mar Mar

de las expansiones y las dominaciones. de las convulsiones, mar de las consistencias. de las islas de oro, mar de los galeones. de los abordajes, mar de las turbulencias.

Mar levantado en héroes, mar ronco de piratas. Mar opulento en glorias de bronces y escarlatas. Mar puro en la belleza de leyes y doctrinas.

Mar de los capitanes, mar de los monjes santos. Mar que en las aguas tienes los no sabidos cantos. Mar que en los horizontes mi espíritu iluminas. El poeta procede por la vía de la enumeración de aquellos elementos que le parecen característicos del Mar Caribe. La repetición de la palabra «marJl tiene un valor de insistencia, de Uamarnos la aten. ción sobre el sujeto que al poeta le preocupa y de retener enfocado a ese sujeto. Los versos asumen la forma de una serie de juicios atributivos. En la primera estrofa, Ribera Chevremont señala propiedades de concreción, de color, capacidad para desatar la imaginación, cualidades fónicas, de fuerza, de continuidad y de esplendor. El esfuerzo caracterizador se resiente de la utilización de conceptos generales, abstractos, expresados en palabras muy del gusto de los modernistas. El resto del poema, excepto los dos últimos versos, recalca los rasgos históricos caracterizadores del Mar Caribe. La mención de los galeones, de las islas de oro, de los abordajes, de los piratas, capitanes y monjes, al paso que destaca el papel del Mar Caribe en la historia de América, sirve mejor para caracterizar por referirse a hechos, cosas y pesonas que efectivamente existieron. Sólo en el penúltimo verso se abre una perspectiva futurista. y en el último, en forma muy discreta, Ribera Che. vremont hace una alusión a su propio espíritu frente al mar. En su creación posterior, el poeta no hará tanto énfasis en la evocación histórica. Lo generalizado todavía en la primera estrofa -el espectáculo directo del mar- se irá haciendo más concreto. Des. arrollará la temática de su relación con el mar, pero ésta no es la vertiente que hoy nos ocupa. En Anclas de oro no encontramos un poema como «Mar Caribe». Hay referencias al «envolvente mar de las Antillas». en «Canciones de mar, IV», a su espuma .de amplios I y fresquísimos encajes I de fulgentes bordados», en «Oleajes del Atlántico». a su «regio hervor plateado», y luego predomina el mundo humano del mar en .Visión del Puerto», .Sensación múltiple», .Ocaso en el Puerto» y «Poema del mediodía». Ciertos enfoques de Color persisten, como en «El mar se da en su onda de expansión y energía» (<<Visión del Puerto») y en «El mar luce en la inmensa gloria de sus caminos» (crSensa. ción múltiple»). El procedimiento abstractivo logra ciertos efectos estéticamente válidos, pero no caracterizadores:

Verde y azul. Masa y brillo. Recias llneas españolas En la masa del castillo. Olas, olas, olas, olas. 49


Pulso de siglos. Potente, Vibra, en lo inmenso del mar. (<< Poema del mediodía, IV.

i

No hay variaciones importantes en Creación. El elemento de ela onda., con función representativa, en «Juventud de las aguas, b:

... La onda transparece Y, en saltos limpios, con amor, se eleva En el aire... Aparte de la subjetivización, la calidad expresional es pobre. Mejor, en el mismo poema, «El mar frunce en la costa azul y plata», siguiendo la técnica de Tú, mar, y yo y ella, y, sobre todo, de Color. El poeta aspira a pintar al mar del trópico en «Mar de Junio», o mejor dicho 10 pinta Junio. Pero no lo pinta bien porque se desvía hacia una identificación erótica de la ola con la niña amada, lo cual es interesante, pero no caracteriza. No ha ganado mucho con decir:

¡Sol y azul! El mar es todo Sol y azul. Y tú lo afinas Con caracol y sargazo En las desnudas orillas. Pero «Mar de Junio» inicia el tema del mar pintado, que el poeta elaborará en Inefable orilla y en

Memorial de arena. Inefable orilla constituye el esfuerzo mayor de Ribera Chevremont por caracterizar a nuestro mar. Ya he señalado que nos presenta una serie de cuadros donde interpreta poéticamente elementos del mar: la ola, la espuma, el grano de arena, los pájaros, la sal, el caracol, etc. Es una lástima que no podamos aquí internarnos en cada uno de esos lienzos. Sin duda, contribuyen a la caracterización del Mar de Puerto Rico. Por urgencias de espacio nos vemos constreñidos a considerar las representaciones más integradas. Por ejemplo, «Mar del Archi. piélago»:

El mar del Archipiélago es de .llamas. Es mar que, en superficies argentinas, ondea en fulgurantes serpentinas y arde y chispea en surtidor de escamas. Purpura en el coral tallos y ramas. Agruma huevas; y, en carnazas finas, si en orden distribuye las espinas, dispone urdimbres y resuelve tramas. El mar del Archipiélago complace. Mar de prodigios y portentos, hace hervir su marejada de colores. 50

y, en juego innumerable sus agujas, corona, con bordado de burbujas, la multiplicidad de sus labores. Si comparamos este poema con «Mar Caribe., de

Color, notamos inmediatamente que el ritmo expansivo del alejandrino ha sido descartado en favor del más recogido del endecasílabo. El poeta ha abandonado también el enfoque histórico. Se fija más en el mar, en el actual, en lo que ese mar hace. La palabra «labores», en este sentido, es clave. Es un cuadro dinámico del mar. El mar es efigie de actividad incesante: ondea, arde, chispea, purpura, agruma, distribuye, dispone, etc. A cada acción del mar corresponde un fruto: ondea-serpentinas, purpura-tallos y ramas, agruma-huevas. Es una acción constantemente creadora. Los versos finales de la segunda, tercera y cuarta estrofas, resumen esa actividad, recalcando su movimiento y pluralidad. Este es un mar mucho más concreto y viviente que el de «Mar Caribe». La única concesión al enfoque generalizador de este último poema se halla en «Mar de prodigios y portentos». Por medio del uso de palabras que evocan en nosotros fuertes imágenes sensibles (llamas, fulgurantes, camazas, marejadas) y de una hormigueante verbificación, el poeta con· sigue impresionamos con su cuadro caracterizador del Mar del Archipiélago. Gran parte de 10 que acabamos de decir se puede aplicar el soneto «Llama», donde el poeta nos ofrece otro cuadro de nuestro mar:

En verde de esmeralda da su brillo el mar. Un mar que ondea y que fulgura. La púrpura fugaz de un cangrejillo va sesgando en la arena su escritura. La arena vibra en fuegos de amarillo

y se hace dura con la quemadura; y, próximo a la arena, el malojillo da en verde el verde ardor de su largura. En el mar un caballo se desboca;' y, sacudiendo sargazal y roca, derrama el varillaje de sus crines. El mar ya no es el mar. Es una llama. Una llama que cruje y que se inflama en torno ae casuchas y fortines. Para caracterizar al mar del trópico, al mar nuestro, Ribera Chevremont subraya las notas de color, de luz y de ardentía. No es este un mar de brumas, hiperbóreo. Es un mar que brilla, de «reluciente plano». Estas impresiones son sintetizadas en la imagen de la llama:


Alguien pinta pintando lo pintado, y lo que pinta es mar en verde llama. Lo pinta de tal modo, que lo inflama entre los dos castillos y el Condado. (.Mar en verde llama») Utiliza, siguiendo el enfoque de Inefable orilla, elementos que son solamente propios del orbe marino: el cangrejillo, la arena, el coral, etc. Al poner de relieve tales pormenores consigue transmitirnos algo de la cualidad única de nuestro mar, pero la visión del conjunto no se pierde porque el detalle queda incluido en el cuadro general. Desempeña el detalle una función reveladora de la totalidad. La energía cósmica de nuestro mar queda expresada en la imagen simbólica del caballo que se desboca. El tema de la pintura del mar que cristaliza en sonetos como «Mar en verde llama» y .Cuadro» se prolonga en «Mar y pintor», .Pintura de la onda» y .Colores en mi zona», de Memorial de arena. En este cuaderno prevalece la tónica evocativa. El poeta quiere resucitar en su espíritu el mundo mari. nero de su pasado, tal vez de su infancia. Las visiones directas no abundan, pero en .Mar y pintor. nos ofrece una móvil estampa:

El mar reluce en cintas y en espejos, hace sonar marea y caracola, se mueve con el pez de aleta y cola y direcciones sesga en los cangrejos. En pujo de solturas y despejos el mar se vuelve mar: se encaracola,' y, en brEas translucientes, enarbola bandera de relumbres y reflejos. El mar es mar pintor. Y da entonadas, brillantes y sutiles pinceladas. Es pincel y es paleta en la pintura. Mancharones de pdjaros. Ondea y ondula el mar. Chispea y fosforea,

ciñéndose a cinturas de verdura. Evidentemente, en sonetos como éste y los otros que acabo de mencionar, Ribera Chevremont exalta la riqueza cromática de nuestro mar, hasta el pun. to de verlo como fuente del color. Son desarrollos del enfoque que estaba, por lo menos, implícito en Color. Pero no se limita a eso, sino que, como en «Mar del Archipiélago» se adentra en lo dinámico mismo del mar, en su proteísmo incesante. No sólo reluce, sino que suena, se mueve, traza direcciones, se tuerce sobre sí mismo, se levanta y crea la luz: chispea y fosforea. El mar es encarnación viviente de tres categorías: la forma, el color y el movimiento. El Mar de Puerto Rico no desempeña papel alguno en Punto final, pero en El Semblante, que es

un libro esencialmente religioso, reaparece en el soneto «Un mar y un 50b:

Un mar como no hay otro, un mar vehemente; y un sol sin parangón en su punzada. Jugueteos de azul en sal volcada y oro hirviente entre islilla y continente. El empuje y la fuerza de nuestro mar se manifiestan en ese adjetivo «vehemente., mientras que «Iu. gueteos de azul en sal volcada. refleja un momento contemplativo que nos da un aspecto más amable del mar. En fin, en «Universo del color., también el mar comparece como surtidor de energía:

Universo en hervor de azul y plata. Un mar que, arrebatado en su corriente, desde archipiélago hasta continente, , bravea, fosforea y se dilata. Recordemos la «onda fosfóreaJl de «El Carimbo., en Color, y aquel otro poema, «Cuadro., de Inefable orilla, donde el poeta se pregunta:

¿Quién pinta? ¿Quién, pintando, colorea, arde, relampaguea y fosforea? Lo mismo que una llama. Los textos que he citado revelan a las claras que Evaristo Ribera Chevremont no quiso conformarse con alusiones vagas al mar, como sujeto romántico de poesía. Sin duda, la fantasía puede poblar tan vasto campo con toda suerte de construcciones mi. tológicas, ya sean las del viejo prestigio helénico o de propia invención. Pero aquella «sed de reali. dad. que he nombrado llevó al poeta a interrogar nuestro propio mar, al que cualquier puertorriqueño puede ver fácilmente si 10 desea, con un anhelo de conocerlo en su esencia íntima, de buscar 10 característico en él y de expresarlo con validez poética. A tal ensayo debe muchos de sus mejores versos. El Mar de Puerto Rico emerge de los poemas de Evaristo Ribera Chevremont como un espectáculo de luz, de color, de cambios constantes en matices y formas. Es un mar vivo, actual, pululante de fru· tos animados. Pocas veces es un mar plácido; tremendas fuerzas lo recorren. Es un mar de pasión y de esfuerzo, preñado de mundos. Es una corporeizaci6n de la energía universal, que se reproduce y multiplica por todas partes, en tensión amorosa. Y aunque el poeta lo enfila en sus vastos empujes, en su infinita lontananza, nunca olvida sus orillas, su «inefable orilla., donde se esguinza la palmera, donde el cangrejo escribe su andanza por la arena, donde, al fin y al cabo, está el hombre, en el puerto, en el arrabal, en el palacio y en el castillo. Este mar es, en última instancia, un mundo humano. El del hombre de Puerto Rico, que 10 contempla, que lo ama y que lo interroga, como el poeta.

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La biografía del general Valero escrita por Vicente Dávila Por

EN 1924

EL DOCTOR VICENTE DÁVILA DESEMPEÑABA LA

dirección del Archivo Nacional de Venezuela. Nacido en Capacho, Estado Táchira, en 1877, habíase ~raduado de médico. En 1918 inicia su prolífica producción histórica publicando Próceres Merideños. I Al año siguiente publica Jaculatorias, Z biografías místico-paganas de santos. En 1921 entregó a la imprenta Próceres Trujillanos. 3 Ese mismo año -el 30 de septiembre de 1921- asume la dirección del Archivo Nacional, comenzando así una intensa labor historiográfica. Ingresa en la Academia Nacional de Historia como Individuo de Número el 23 de julio de 1922 leyendo su trabajo Los Comuneros de Mérida. 4 En 1923 comienza la publicación del Boletín del Archivo Nacional, al mismo tiempo que daba a la imprenta el primer tomo de sus Investigaciones Históricas. s Fue en 1924 cuando publicó el primer tomo de su notable Diccionario Biográfico de Ilustres Próce. res de la Independencia Suramericana. El segundo tomo no salió hasta 1926. 6 Es hoy obra rara difícil de conseguir. En el mismo aparece una biografía del general Antonio Valero de Bernabé, que debemos considerar como el primer intento biográfico 1. DAviJa. Vicente: Prdceres Merid~~s. 1 vol.• Caracas. Imprenta Bo1fVllr, 1918, 278 pp. 2. Ibldem, ltu:ullZtorias, 1 vol., Caracas, Imprenta Bo1fvar, 1919, VIII. 168 pp. Hay una segUtlda edición hecha en 1925 en Caracas y una tercenl en 1943. en México. 3. Ibidem, Próceres Trujillanos. 1 vol.• Caracas, Imprenta Bo1fvar, 19~1, VIII, 368 pp. 4. Ibidem, Los Comuneros de M¿ridlZ. Trabajo de Ingreso en la Academia Nacional de la Historia de Venezuela leIdo en la seJlón del 2J de julio de 1922, 1 folleto. Caracas, ImprenUl Bo1fvar (1922), 78 pp. S. Ibldem. InvestilllZciones Histdriau, Caracas, Tipografía Ameri· cana. El primer tomo se editó en 1924 y el 5egUtldo en 19Z7. (Vbse el tomo 11. pp. 26-35.) Hay una segunda edición realizada en Quito. Ecuador, Imprenta del Colegio .Dom Basco_. 1955. 6. Ibldem, Diccionario Biollr4[iCD de Ilustres Prdceres de IIZ Independencia SurlZmericana, 2 vols., Caracas. El primer tomo se pubUcó en 1924 en la Imprenta Bollvar. 399 pp. El segundo tomo se publicó en 1926, comenzAndo~e a imprimir en Imprenta Bolivar y concluyl!ndose en Tiposraf{a Americana, 456 pp.

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JORGB QUINTANA

del ilustre puertorriqueño por parte del historiador venezolano, tan dado a trabajar en esta actividad biográfica. En realidad en ese Diccionario Vicente Dávila se limitó a transcribir los datos que constan en el expediente que se encontraba originalmente en el Montepío Militar del Ministerio de Guerra y Marina de Venezuela y que ya habían pasado al Ar. chivo Nacional. 7 Vivían a la sazón, en Caracas, descendientes muy cercanos del general Valero, entre ellos su hijo José Valero Lara y su biznieta Rosa Amparo de Revenga. Con estos dos familiares del general Valero hizo amistad el historiador Dávila. De José Valero Lara obtuvo los documentos del general Valero que conservaba, entre ellos varias cartas de próceres ameri· canos como las de los generales Páez, Soublette, Salom, Carreña, una Memoria Autobiográfica y la minuta de un Plan para independizar a Puerto Rico, a Estos documentos Dávila los entregó al Archivo General de la Nación donde en la actualidad se encuentran. 9 Ya con estos nuevos datos pudo Vicente Dávila redactar una nueva biografía del general Valero con destino al Album de la señora Rosa Amparo de Revenga. La publicó, por primera vez, en la edición dominical de El Universal de Caracas, correspondiente al 4 de mayo de 1924. Ya había publicado Dávila, en Caracas, en 1923, el primer tomo de sus Investigaciones Históricas. En el segundo tomo, pu7. Ibldem, véase tomo n. pp. 36S-J68. BI original de l!ste se en· cuentnl en An:hlvo General de la Nación, Venezuela, RevQlución y Gran Colombia, Próceres y Servidores, 1810 a 1824, tomo XCVI, folios 1-4. 8. Vbse Quintana, JolllC. El Plan para /a independencia de Puerto RiCD del General Antonio Va/ero de BernlZb¿, RevistlZ del Instituto de CulturlZ Puertorriqueñil. afio VI, núm. 18, San Juan, Puerto Rico, enero-mano. 1963, pp. 6-11. 9. Archlvo General de la Nación, Venezuela, Revolución y Gran Colombia, Próceres y servidores. 1810 a 1824, tomo XCVI, follos 4-213.


blicado en 1927, ya recogió este trabajo biográfico del general Valero. De esta obra se hizo una segunda edición, en 1955, en Quito, Ecuador. Este es el trabajo que ahora reproducimos. Al mismo le hemos agregado notas aclaratorias para su mejor comprensión.

UN ILUSTRE PRóCER IBEROAMERICANO

En el dlbwn de la señora Rosa Amparo de Revenga, biznieta del Ilustre Prócer. Antonio Valero de Bernabé, nacido en Puerto Rico en 1790, 10 estuvo de niño en Caracas ti y a la muerte de su padre fue llevado a España, donde sentó plaza de Cadete en Abril de 1803, como hijo de un Oficia'l español que sirvió en la Isla de Bo· rinquen. 12 Era Teniente el año de 1808 u cuando la invasión de los Franceses, y en la rota que sufrieron los patriotas españoles en Tudela, 23 de Noviembre, 14 recibió una herida. Refugiado en Zaragoza fue Ayudan. te de Ordenes de su primo, el Marqués de la Cañada, que era Mayor General de una División. 10. Antonio Valero de Bcrnabl! Pacheco nac:16 en Fajardo el 26 de octubre de 1790. Este dato fue convenientemente esclarecido por el Dr. Cayetano ColI y Toste en 1922 al publicar, en su magnifico Boletin Hutdrico de Puerto Raco, vol. 9. p. 338, la partida bautismal del Pr6cer. 11. Este viaje a Caracas de Antonio Valero en su nllle:: sólo lo menciona el historiador Vicente DlIvlla. El general Valero en su Memoria Autobiogrd{iC4. que en parte utilizó Mulano Abril para su libro Un Heroe de la Independencia de ESPlll1a 1 Amo!ráca y en la hoja suelta que con el tftulo de EJCposicidn del General a sus conciudadanos, publicó en Bogolá, en 1824, y que transcribe el historiador colombiano don Eduardo Posada. en su trabajo titulado Un prdcer puertorriqueilo. - El General Antonio Valero, publicado en el Boletin Hutdrico de Puerto Rico, vol. 9, pp. 328-337. no se menciona este viaje que. de ser cierto, vendría a ser su primer conlacto con Venezuela. Don Mariano Abril. que tanto trabajó Indagando sobre la vida de Valero, no le dio crl!dlto a la noticia de Vicente Dávlla, y nosotros compartimos su oplnl6n. Por otra parte, no menciona la fuente de donde sacó esa información. 12. La fecha de lS03 es correcta. Podríamos completarla tomando el dato de su cHoja de Servicios en el Ejército de ESpalll1O, publica. da. por primera VC%, por Eduardo Neumann GandJa en Benefactores 1 Hombres No/ables de Puerto Rico, Ponce. Puerto Rico, Imp. del L1stln Comercial. 1899, 2 vols. Vl!ase vol. 11. pp. 135-142. Reproducida por el Dr. Cayerano ColI y Toste en Bole/ln Histdrico de Puerto Rico, volumen 9. 1922, pp. 338-341. En la misma consta que sentó plaza de cadete el 2S de abril de 1803. Lo que no nas consla es que tal viaje • Espalla se debiese a la muerte de su padre. En la EJcposicidn del Jeneral a sus conciudadanos, anteriormente citada. el general Valero dice solamente que fue a Espafta ca hacer la educacl6n y = r a que no podlamos hallar en nuestro pals bajo el gobierno espaftal•. SI la lllZón de ese viaje hubiera sido la muerte de SU padre. oficial del ejército espallol destacado en Puerto Rico, es lógico que el general Valern lo hubiera mencionado. Dávlla es también el único biógrafo de Valero que menciona ese hecho sin revelamos la fuente donde se ha Informado. 13. Antonio Valero ascendJó a Subteniente el 30 de noviembre de 1804 y fue destinado al Regimiento de Valencia, y a Teniente. el 20 de marzo de 1808. según consta en su cHoja de Servicios en el Ejército de España., mencionada anteriormente. 14. La fecha es correcta. La batalla de Tudela, donde la abrumadora mayoría de SO.OOO franceses se Impuso a 20.000 soldados españoles. le dejó a los soldados de Napoleón ezpedlto el camino para penetrBr al antiguo reino de Acagón y volver a sitiar a Zaragoza. El teniente Valero fue herido por una bala de fusil en el tobillo derecho, lo que le impidió poder seguir al frente de sus soldados.

El 21 de Diciembre empezó el 2.0 sitio de la heroica ciudad, y a poco ascendió a Capitán. 15 El 8 de Febrero de 1809, en la defensa del Arrabal, recibió una contusión al recobrar una casa y dos piezas de Artillería, 10 que le valió el grado de Teniente Coronel. Y el 18 siguiente, en la toma del mismo fuerte por los Franceses, una vez destruido, cayó prisionero. 16 Conducido a Pamplona, logró fugarse y pasó a la Isla de León. Luego se encontró el año 10 en la epidemia que diezmó a la guarnición de Valencia. 17 El 18 de Junio del 11, ya Coronel, estuvo en la acción de la Venta del Baúl, y el 24 del mismo en otra función de armas. El 21 de Julio del 12 en la del Ibí; el 12 y 13 de Abril del 13 en la de CastalIa, y en la de Carcagente el 13 de Junio del mismo año. Combatió en el puerto de Albaida, donde mandó como Jefe; en el último sitio de Tarragona; yen el Castillo de Sagunto, desde el 9 de Enero del 14 hasta el 22 de Mayo siguiente, peleó también. Conquistó en esta campaña de la Independencia española la «Cinta» y la .Cruz de Zaragoza», dos «Escudos de distinción», el título de «Benemérito de la Patria en grado heroico y eminente» y la .Cruz laureada de San Fernando». Del 12 al 19 tuvo los cargos de 1.0 y 2.0 Ayudante del Estado Mayor del Ejército. Libre España del invasor francés, pero sometida al régimen absolutista de D. Fernando VII, movieron sus ánimos de soldado combatiente por la Libertad las luchas de la América hispana por su Emancipación y con el general O'Donojú pasó a México. Tuvo participación en los tratados de Córdoba,l. que firmaron éste e Itúrbide y recibió, en recomo

lS. El teniente Valero fue ascendido a capitán cuando convalec:lll en Zaragoza de la herida recibida en la batalla de Tudela y antes de comenzar el segundo sitio de esta ciudad. El ascenso le fue concedido con fecha 24 de noviembre de 1808, o sbse al dla siguiente de la acción de Tudela. 16. Tanto de la batalla de Tudela como del sitio de Zaragoza, An· tonio Valero de Bemabé nos ha dejado sendos relatos que Mariano Abril publicó fragmentariamente en su obra •antes citada Un héroe de la Independencia de Espal1a 1 América, pero que en su totalidad permanece Inl!dJto en el Archivo General de la Nación de VenC%uela. 17. En 1810 y 1811, el teniente coronel Valero se encontraba en Cartagena. En 1810, según consta en su cHoja de Servicios., unn epI· demla diezm6 a In población de Cartagena. y en 1811 contrajo matri· monlo en esta ciudad con doña Maria Josefa Madrid. Debe ser un error de Vicente D:\vila situarlo en 1810 en Valencia. 18. No está bien esclarecida In participación que el coronel Valero tomó en las negociaciones y firma del Tralado de Córdobn. Et propio Valero hn hecho n1irmar a más de uno de sus biógrafos esta versión, cuando en la Exposición del Jeneral a sus conciudadanos, tantas ve· ces citada. dice: .Sln perder un Instante, luego que saltamos a tierra, me adelanté a uninne al ejl!rclto patriota y tuve la satisfacclón de ser uno de los primeros que Influyeron en los tratados de Córdoba, que finnaron O'Donojli e Itlirblde.. Es curioso el detalle de que ningún historiador mexicano menciona al coronel Valero entre las pero sanas que Intervinieron en las negociaciones. Además. no hubo prnc. ticamente tales negociaciones. Todo se resolvió en cuestión de horas. O'Donojú llegó a Córdoba el 23 de agosto de 1821 y, al dln siguiente. el 24. se firmaban los documentos del Tratado de Córdoba o de las Tres Garanllas.

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pensa de sus buenos servicios, el grado de Brigadier. 19 A poco los humos de la ambición trastornaron el seso de Itúrbide, y dando golpe de muerte a la República proclamó el Imperio de Montezumac. El antiguo defensor de Zaragoza, como no se aviniese con la sumisión que demanda el trono, solicitó su pasaporte. ¡Gesto de fiero republicano que honra su memorial 20 Una Medalla de guerra, concedida por el Congreso el 12 de Mayo del 22, condecoraba su pecho de Libertador mexicano al abandonar la tierra de los Aztecas. Le atrajo Colombia que combatía entonces por la Emancipación del Perú. Embarcado en Veracroz, sufrió en aguas de Cuba el abordaje de unos piratas que le obligaron a refugiarse en La Habana, donde cayó en poder de los españoles. 21 Auxiliado por los patriotas, logró fugarse del Castillo y pasó a Norteamérica. De am se embarcó con rumbo a Venezuela. En estas aventuras andaba con su familia que sufrió los percances de la travesía. Arribó al puerto de La Guaira, en 1822 según testimonia el general Soublette, y al punto, por in-

19. No es cierto que al coronel Valero. por su participación en las negociaciones del Tratado de Córdoba recibiera, en recompensa, el grado de Brigadier en el EJ~rcito Trlgaranle, que es como se denominó el eJ~rcito mexicano después del acuerdo entre O'DonoJú e Itúrblde. Como ya hemos dicho en la nota anterior, el Tratado se firmó el 24 de agosto de 1821. De acuerdo con el mismo, los jefes y oliclllles del ej~rclto espallol podian optar por regresar a Espalla, en cuyo caso el Iloblerno mexicano les facilitarla los medios. o quedarse en Méxlco. en cuyo caso pasarian a integrar el Ejército Trlgarante con el mismo grado o rango que tenlan en el eJ~rclto espaflol. Antonio Villero de BemaM era coronel y con ese grado pasó al Ejército Trlgarante y no fue sino hasta mayo de 1822 en que se le ascendió a Brigadier, unos dlas antes de que el generll! Agustln de Itúrblde se hiciese proclamar emperador a través de la sublevación del sargento Plo Marcha. Unas pocas semanas más tarde. el '1:1 de junio de 1822, renunciaba el brigadier Valero a su grado y solicitaba su pasaporte para trasladarse a Espafla, de acuerdo con las estipulaciones del Tra· tado de Córdoba. Sobre este asunto hube de publicar en el «Magazine Domlnlcalo de El Mundo, San Juan. Puerto Rico, alias de 1961 Ó 1962 -la fecha no la puedo precisar más-, dos IIrtlculos titulados Nuevos documentos sob,e el ascenso a Brigadie, de México de Antonio Va. le,o, en los que se esclarece este asunto. 20. En relación con los motivos de la renuncia del brigadier Valero en el ejército Imperial mexicano hay varias versiones que van desde la que él personalmente ofreciel1l. pasando por la que ofrece Lucas Alamán. hasta la que ofrecen los documentos oflclales que se encuentran en el Archivo General de la Nación de México. El tema ha sido tl1ltado por nosolros. de acuerdo con los documentos oficiales mexicanos, en un articulo titulado .La ,enuncia de don Antonio Valero de Bernab~ como Brigadier del Ej4rclto Impenal Mexicano (Documentos illl!ditos)_ publicado en el .Mag3%lne Dominical_ de El Mundo, San luan de Puerto Rico, aftos de 1961 ó 1962.

21. Sobre esle episodio de su captura por los espafloles y su conducción a un castillo en La Habana hay mucho de leyenda. Valero lo aseveró enfáticamente. Y su hiJo José Valero Lara, en carta fechada en Caracas, el 4 de octubre de 19'1:1, a don Mariano Abril y publicada por éste en su libro Un Héroe de la Independencia de España y América, pp. '1:1·28, lo ratifica cuando dice: .EI episodio de la prisión de mi padre en La Habana es rigurosamente clerto._ Sin embargo, no existen en La Habana documentos que comprueben este hecho. En 1959, desempellando la dirección del Archivo Nacional de Cuba. me di a la tarea de buscar documentos que pennltleran corroborar este suceso. Sólo encont~ un documento donde el Gobierno de Madrid comunica al de La Habana que ha recibido del Gobierno de Nueva Espalla la noticia de que el coronel Valero «ha sido despedido por resultas de haberse descubierto tomó parte en el plan de sustituir la república al gobierno establecido en el pays, asegurándose que Iba a pasar a Puerto Rico, de donde es

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tervención de éste, el Gobierno de Colombia le admitió al servicio de la República con su grado de General de Brigada. zz En oficio del General Páez, fechado el 29 de Oc· tubre del 23 en Pasorreal de Puerto Cabello 23 que sitiaba, sentía no tenerle por compañero de armas puesto que sabía era llamado a Bogotá. En ésta, en Febrero del 24, recibió participación del Ministro Restrepo sobre la carta de natura'1eza que se le expidió, como a Ciudadano de la Gran Colombia. 24 En Junio siguiente 2S se le nombró Jefe de la columna que debía formar en el Magdalena, con destino al Ejército auxiliar del Perú. La prensa de Bogotá censuró que se hubiera re· conocido a Valero su grado de General mexicano, cuando el Congreso lo había escatimado al Coronel granadino José Concha. 26 Nombrado Jefe de la 2.- División auxiliar del Perú, se dio a la vela de Panamá el 19 de Octubre natul1ll. con intento de Insurreccionar la Ysla: y S. M. me manda dar a V. E. Inmediatamente este aviso, como 10 egecuto, para que en su consecuencia proceda a lo que corresponda. si se presentase en esa el mencionado sugeto- (Este documento lo pubIlqué a mediados de 1959 en el .MagazIne Dominical- de El Mundo, San Juan, Puerto Rico.) Como se ve las autoridades cubanas estaban advertidas de la presencia del general Valero en aguas del Caribe y de haberlo arres· tado no lo hubieran ocullado. Por otra parte otros hispanoamericanos o espaftoles liberales, que estuvieron presos en La Habana, como Antonio Narillo, Fray Servando, Teresa dc Mler -que se fugó del cuartel de San Ambrosio de La Habana-, el ml!dlco Iosl! Fernández Madrid o el mariscal Mariano Renovales -que murió prisionero en el castillo del Morro de La Habana- dejaron abundante documentación oficial que hoy podernos consultar en el Archivo Nacional de Cuba. En La Habana gobernaba la capltanla general don Francisco Dionisia Vives que habla sido amigo y jefe del coronel Valero en Espafta. Y por la 6poca en que Valero afirma que estuvo preso en La Habana, se estaba desarrollando en esta ciudad la llamada Conspiración de los Rayos y Soles de Bolfvar, en la que estaban comprometidos, entre otros, el argentino José Antonio Mlralla que seria después, en Venezuela y Colombia, uno de los más fieles amigos de Valero. Nuestra opinión es que no hubo tal prisIón en La Habana, sI nos atenemos a los documentos. 22. El general Valero arribó a La Guaira a fines de abril o prin. clplos de mayo de 1823, pues El Venetolano, de Caracas, en su edición del 17 de mayo de 1823 publica una nola titulada .Adqulslclones en Caracas' saludando el reciente arribo a tierra venezolana de los puertorriqueflos Valero y Hernáiz. Ignoro, pues, este testimonio del general Soublette. que menciona DávUa. en apoyo de su tesis dc que fue en 1822 y no en 1823 la fecha del arribo del general Valero a La Guaira. 23. En su Diccionario Biog,dfico de lIustu.s P,dceres de la Inde· pendencia Su,americana. T. 11, pp. 366, Vicente Dávila asegura que cEn octubre de 1823 acompallaba a Páez en el silla de Puerto Cabello_, pero en esta nueva biografía rectifica este dato, llIudlendo a la carta que el general Páez enviara a Valero fechada en Pnsorreal de Puerto Cabello, el 29 de octubre de 1823 excusándose por no poderle aceptar a su lado, pues sabia que habla sido llamado a Bogotá para encargársele una misión. 24. La fecha exacta de la carta de naturalen colombiana concedida al general Valero, es la del 24 de febrero de 1824 y fue publicada en la Gaceta de Colombia, Bogotá, 30 de mayo de 1824. 25. ElIde Junio de 1824 fue designado Comandante en Iefe de la División colombiana que marchaba en auxilio de las fuerzas que al mando de los generales Bollvar. Sucre y SllIom operaban en el Perú. 26. El historiador Vicente Dávlla alude a la nota publicada en El Noticioso, de Bogotá, '1:1 de junIo de 1824. A esta Dota respondió El Constitucional. de BOl/otll. l." de .Iullo de 1824 defendiendo a Va. lero y Mlralla, que fueron los atacados. El Noticioso no respondió, sino que editó una hoja suelta insistiendo en sus ataques y contestando, en esta forma, a El Constitucional.


de~

24, Y arribó a las islas de Puná, en Guayaquil, el 16 de Noviembre siguiente. 27 Al Perú llegó en Febrero del 25 con el Batallón «Caracas»,:za de mil plazas, a órdenes del General Salom entró el 6 de Marzo en el sitio del Callao, hasta el 28 de Diciembre del mismo 25 que regresó a Panamá. Durante el asedio de esta fortaleza como Jefe de la División sitiadora, retó a un lance personal al general Ramón Rodil, realista español que defendía el fuerte. Y cuentan las crónicas de Ricardo Palma, que en uno de sus avances temerarios durante el sitio, logró salvarse poniendo en juego su ventriloquia, condición rara de la voz poco conocida en· tonces. 29 En la campaña del Pení ganó la Medalla del Callao, que decretó el Gobierno de Lima ellO de Febrero del 26; y recibió también el Busto del Libertador. El 26 fue 2.D Jefe Militar del Departamento del Istmo, a órdenes del General José María Carreña. El 27, ya en Caracas, JO cuando Bolívar pensó en expedicionar a Puerto Rico, con ánimo de contribuir a su Emancipación, se fijó en Valero que sería uno de los libertadores de su país natal. Pero los acontecimientos públicos alejaron a Bolívar de su pensamiento generoso. El 28 se le nombró Comandante General de los Valles de Aragua y pueblos del llano; y al punto activó la persecución de los facciosos realistas de Tamanaco y Güires. Las autoridades de San Rafael de Orituco, Chao guaramas y Valle de la Pascua, hicieron pública su manifestación, a causa de la energía y buen como portamiento que desplegó. Y el Gobierno aprobó también la eficacia del cometido. Il. Valero partió para Cartagena de Indias el 18 de agosto de 1824, mandando la División Auxiliar del Perú, según lo asegura el general C. Soublelle, en carta [echada en este dla, en Cllrtagena de Indias, dirigida al Ubertador Simón Bolívar. El 16 de noviembre arribó el general Vll1ero a Guayaquil. 28. El general Valero líeg6 a Uma con sU! tropas el 23 de febrero de 1825. Fue este dla que el Ubertador Simón Bollvar lo conoce y decide que las tropas que mand:l integren el Batallón Caracas según lo infonna en carta de esta [echa dlriglda al general Francisco de Paula Santander. 29. -El Insecto llamado grillo tiene esta propiedad en su canto chlllón, pues se encuentra en todas partes menos donde está. 1.D misma condlclón reconoclan en Caracas al general Jos4 Manuel Hernández en sus correrlas como milltar. El Gobierno que le persegula le hallaba en cull1quler lugar de la República, menos donde declan que estaba. Por eso le aplicaban el adagio de grillo _que donde canta no amanece_o (Nota de Vicente Ddvila). 30. En este dato Vicente Dávila sufre una confusi6n. En 18Il el general Valero no se hallaba en Caracas, sino en Bogotá, donde desempeflaba el cargo de Subjefe del Estado Mayor del Ejército de Colombia. Refiriéndose al proyecto de enviar una expedición Q Puerto Rico el general Francisco de Paula Santander escribla, desde Bogotá, el 2 de marzo de 1827. al Ubertador Bollvar: _Aqul está el general Valero que es puerton1queflo y regular oficial. Cuando lo vea pienso aguljonear!e para que pida Ir; en el Estado Mayor servirá bien, según lo enllendo.- Como se ve el general Valero no se hallaba en Caracas, sIno en Bogotá, y no fue el Ubertador el que piensa en él, sino el general Santander, que parece Ignoraba que el genernl Valero, desde 1823, babia enviado al Ubertador, todo un Plan para nevar a cabo la expedición libertadora a Puerto Rico. (Vwe: Quintana, Jorge, El Plan para ro independencia de Puerto Rico del General Antonio Varero de Bernab4.) Art. cit.

El 29 31 pasó a desempeñar la Gobernación mili. tar de Puerto Cabello, de donde tuvo que volver a los mismos lugares que infestaban de nuevo los fac. ciosos. Por este mismo tiempo recibió la comisión de redactar una Ordenanza militar, dados sus conocimientos en la materia. 32 Se le nombró Secretario del Despacho de Guerra y Marina que renunció, el 30 de Mayo del año 30, por no juzgarse apto para dicho empeño. En cambio pedía puesto de vanguardia en el Ejército para defender la Independencia venezolana, siempre que llegara el caso. 3J Pero como el 12 de Octubre siguiente recibió orden de expulsión, bien se comprende que su renun· cia obedecía a no ser partidario de la violenta reacción antiboliviana que alentaba el ánimo del Gobierno. Rasgo semejante al que tuvo en México cuando pidió su pasaporte, antes que someterse a la Monarquía de Itúrbide. Era que sus principios republicanos no le permi. tían, ni en México defender al soldado traidor a la República, ni en Venezuela servir a un Gobierno que expulsaba al Libertador de la Patria, porque así le convenía a Páez, el antiguo caudillo de las pampas apureñas. 34 Mas no todo eran rigores en la conducta de éste. Como habia conseguido Letras de cuartel, el Gobier. no ordenó que se le pasase una pensión a la familia del desterrado en Saint Thomas, de donde en Mayo del 31 solicitó su regreso a Venezuela, en contesta~ ción a un oficio de Antonio Leocadio Guzmán, que como Secretario del Despacho solicitaba de Valero denunciase a los desterrados venezolanos. Este, que no era de la misma arcilla de Gusmán que acababa de firmar en Valencia el 30 de Agosto de 1830, en su carácter de Secretario interino del Interior, el Decreto expulsivo de Bolívar, le contestó de un modo digno: «que ignoraba absolutamente todos esos particulares sobre que se le pedían in. formes». 31. En SU -Hoja de Servicios. consta que comenzó a desempeilar la comandancia mllilar de Puerto Cabello en 1828, y la continuó desempeflando en 1829. Es correcta la alirmacl6n que bace Dl1villl de que en 1829 volvi6 a Caracas para reanudar las operaciones contra los facciosos de Tamanaco y los GWres, a los que en esta 4poca derrotó definitivamente. A fines de 1829 desempeflaba la Comandancia de llrmas de Caracas. 32. La Idea de utilizar los conocimientos y la experienclll mllltar del general Valero para que integrase una Comisión, que se encargase de redactar una Ley Orgánica del Ej4rclto. data de 1828, cuando el Ubertador Bolfvar la expone, por primera vez, en carta al general Pedro Briceflo M4ndez y, después, al general José AntoDio Páez.

33. En 1830 desempefió 105 cargos de Subjefe primero y jefe des· del Estado Mayor General del Ej4rcilo de Venezuela. En mayo de ese mismo aIlo de 1830, es designado Encargado del despacho de los negoclos de Guerra y Marina en el Gobierno de la República de Venezuela. p~s

34. Vicente Dávila aelerta cuando afirma que la renuncia de su cargo por el general Valero y su Inmediata expulsión del pals debióse a su lealtad inconmovible al Ubertador Slmóa Bolívar.

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Para el 35, ya de vuelta del destierro, recibió un pliego de su compatriota Francisco Hernáiz partici. pándole, a nombre del Gobierno, que se le acepta. rían sus servicios cuando éste los juzgase necesarios. Retirado a la vida privada, y viudo que estaba, se casó en segundas nupcias el año 40. 3S Los acontecimientos públicos le llevaron de nuevo a la lucha, y dada su enemistad política con Páez defendió, en esta vez, la mala causa del 24 de Enero de 1848. Comandante de Armas de Coro, nombrado por el Presidente José Tadeo Monagas, que encamó desde aquel punto la Jefatura del partido liberal, venció en Taratara el 5 de Abril siguiente al general Judas Tadeo Piñango que herido alU, a poco murió en la ciudad de Coro. En recompensa se le ascendió, en Marzo del 49 36 a General de División. En Abril del mismo año salió de Comandante de Armas para Cumaná. El 55 Y 56 lo fue de Caracas, y el 57 desempeñó la Secretaría del Despacho de Guerra y Marina, hasta el 17 de Marzo del 58 que la defección alevosa del general Julián Castro, dio por tierra con el Gobierno de los Monagas. El 59 se lanzó a la guerra en defensa de la causa federal, y nombrado General en Jefe por los mismos revolucionarios, se le encargó de las Operaciones de Aragua y pueblos del Centro. Triunfó el 17 de Agos. to en Bocachica, pero salió derrotado en San Fran. cisco de Tiznados, el 3 de Octubre, y en el Gengibre el 15 de Enero del 60. Su generalato en Jefe se le reconoció el 65, en la pensión que se le dió a ]a viuda. Emprendió la retirada en busca del Ejército ven· cedor de Zamora, mas al llegar a San Carlos el 27 .del mismo Enero, supo alU la infausta muerte del Caudillo federal; infausta, puesto que era «la Cabeza del Ejército y el alma de la Revoluciónlll, y que. daba Falcón, «Caudillo torpe e imbécib, como dice Valero en sus apuntes de campaña. y en confirmación de esto, agrega: el numeroso ejército federal, en pleno desorden y desprestigiando su caudillo la noble carrera de las armas, fue a estrellarse el 17 de Febrero del 60 en la Laguna de Copié. 37 Una vez disperso, pasó Valero el Arauca el 28 de Marzo siguiente, y se refugió en la Nueva Granada. 35. El general Valero contrajo segundas nupcias el 12 de febrero de IS4{l en Santiago de los Reyes con la venezolana Trinidad Lara Martfnez. 36. El 30 de marzo de 1849 el Senado de Venezuela aprobó su ascenso al grado de General de División. 37. -En el Archivo Nacional agregados al expediente del antlllllo Monleplo Militar. se encuentran dos cuadernos. de puño y letra del general Valero. varias cartas autógnúas y una COpill de su hijo José Valero l.llm, de los cuales documentos hemos tomado la mayor parte de estos rasgos biográficos. Narran sus campañas en Espalla. Venezuela. y su Intervención en Nueva Granada en marzo de 1860. Ademll.s en los papeles de don Ramón Azpurua. Tomo V, Folio 176, del Archivo Nacional. hay una somera blograffa de su hijo Andrés Valero Lam. (Nota de Vicente Ddvilal.

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Llevaba la misión .de conseguir armas para conti· nuar la guerra. Valero dejó, fuera de los dos cuadernos ya nomo brados, una interesante relación de su viaje por tie· rras granadinas. De Bogotá, en donde fue bien recio bido y estuvo en servicio con los Liberales, bajó a Cúcuta y a poco pasó a Maracaibo en solicitud de pasaporte para Caracas. Pero el Dictador Páez, de quien no era bien visto, se lo negó y por ello regresó tie nuevo a Bogotá. En ésta el general Tomás Cirpriano de Masquera, vencedor de los Oligarcas, dictó en Junio del 62 una providencia en favor de Valero. y en virtud de ella se inscribió su nombre en la Usta militar de Colombia, con la antigüedad del 2S de Marzo ano terior. El General de División Antonio Valero murió en la antigua ciudad de los Muiscas el 7 de Junio del 63. Tenía una hoja de servicios de 60 años que empezó en España y la continuó en México, Gran Ca. lombia, Perú y Venezuela. Murió septuagenario. 3a Su viuda obtuvo en Caracas el 64 una pensión, refrendada el 65 y 73. Las dos últimas como General en Jefe. Fue un soldado que defendió la causa de la Independencia Nacional de España, y en América como batió por la Emancipación de sus colonias y la con. solidación de éstas en Repúblicas. Conocedor de la disciplina y organización de tropas, sus luces fueron de suma utilidad en la carrera de las annas. Figura de alto relieve en los fastos de la Independencia Iberoamericana, bien puede fun. dirse en el bronce.de los heroicos defensores de Za. ragoza, y en los de los Ilustres Próceres de la Gran Colombia. Con el mismo título está inscrito en el pórtico que decora el Templo de la Emancipación mexicana. y en Venezuela su gesto quedó oscilando en el destino de su vida, por haber tenido el valor de protestar, con la renuncia de una cartera, y en medio de las pasiones desenfrenadas, contra el destierro del Libertador. Las pasiones volvieron a su nivel, Bolívar recibió la Apoteosis y el gesto de Valero fue un timbre de gloria en su hoja de servicios, que hoy ostentan sus deudos con orgullo. Se terminan estos breves apuntes con la relación de su familia. (1) Don Cayetano Valero de Bernabé, Subteniente de Granaderos del Regimiento fijo de Puerto Rico, natural de Calamocha, Reino de Aragón, casó

38. -Rasgos biográficos del General Anlonlo Valero por nuestros colegas y amigos do<:tor Eduardo Posada. de la Academia Nocional de la Historio de Bogotá. y do<:tor Cayetano CoII y Tosle. PresIdente de la So<:iedad de Historia de Puerto Rico. Boletfn Histdrico de Puerto Rico. Año IX. N.O 6. pág. 328. Diccionario Biogrdfico. Tomo !l. pág. 365. Archivo Nac:lonal.• (Nota de Vicente Ddllila).


con doña Rosa Pacheco de Onosmandía, puertorriqueña. Padres de (2) Antonio Valero Pacheco, el del presente es· erito, Coronel del Ejército español y General de México y de la Gran Colombia, nació en Fajardo de Puerto Rico el 26 de Octubre de 1790, y casó en Cartagena de España el 12 de Setiembre de 1811 con Doña María Josefa Madrid, cartagenera, hija de D. Joaquín Madrid y Doña Micaela Molina. Padres de (3) Manuela y Amparo Valero Madrid. Amparo casó en Caracas con el Doctor José Manuel Gómez, carupanero, hijo de Ramón Gómez y María del Rosario Issasi, cumanesa, Padres de (4) Ramón Gómez Valero Pacheco, Abogado. El General Valero Pacheco, una vez viudo, casó de nuevo en San Sebastián de los Reyes el 12 de Febrero de 1840, con Trinidad Lara, hija de José Antonio Lara, Médico, y de Micaela Martfnez, victorianos. Padres de (3) Elena Valero Lara, que nació en San Sebastián el 14 de Diciembre del 40 y casó en la misma ciudad en 1857 con Braulio Garcfa. Padres de (4) Rosa Ana Garcfa Valero, casó con Domingo Uzcátegui. Padres de (S) Miguel Uzcátegui García, casó con Jacinta Revenga y tienen hijos. (S) Rosa Amparo Uzcátegui Garcfa, casó con el Doctor José Rafael Revenga, Médico notable, cuya memoria es de grata recordación para el autor de estos apuntes; y tuvieron a Rafael Domingo Revenga Uzcátegui. (5) Baldomero Uzcátegui Garcfa, casó en Cara. cas con Angelina Jahn, hija del Doctor Alfredo Jabn y Aurelia López. (4) Elena Garcfa Valero casó con Gregorio Franco Golding, con sucesión; Baldomero, célibe y otros más que murieron. (3) Antonio Valero Lara, Abogado, casó en Caracas con Rosario Aguerrevere, y tuvieron a María, que casó con el Doctor Carlos Puncel, Abogado, y tiene hijos. Elena Puncel Valero que murió de tierna edad en Caracas, el 27 de Setiembre de 1926.

(3) Rosa Valero Lam, que nació en San Sebas. tián el 26 de Octubre del 42, y casó en Caracas con Hermógenes Izaguirre, padres de Hermógenes, Fray Ildefonso, y Miguel Antonio Izaguirre Valero, Abogado, que casó con Brigida García y tuvieron a Corina, que se hizo Hermana de la Caridad, y a Consuelo y Miguel Izaguirre Valero. (3) Jesús Valero Lara, murió célibe en Curazao en 1890. Fue Militar en las filas liberales, y ejerció el Consulado de Venezuela en Santo Domingo, duo rante el Gobierno del Doctor Andueza Palacio. (3) Trina Valero Lara, casó en San Sebastián con Rafael Jiménez, y tuvieron a Trina, que casó con Alfredo Núñez, con sucesión; Ange1a, mujer de Roberto Leux, con hijos; Rafael, que casó en Maracaibo con Ana del Gallego, sin hijos; y Miguel Jimé· nez Valero, que casó en Río Caribe con Emma Ven. turini, con sucesión. (3) Santiago Valero Lara, casó con Dolores Es. cobar Jiménez, y tuvieron a Santiago Alfonso, que casó en Caracas con Rosalvina Feo Calcaño, con su· cesión; Columba, que casó con Germán Yepes, con hijos; y Augusta y Pedro Valero Escobar, solteros. (3) Andrés Valero Lara, que nació en San Sebastián el 29 de Noviembre del 44 y casó en Santo Domingo con María Pou y son padres de Alfonso Enrique y Berta Valero Pou. (3) Alfredo Valero Lara, que nació en la ciudad anterior ellO de Abril del 57, casó en San Casimiro con Clorinda Carrera y tuvieron a Alfredo, que casó con Trina Padrón, con hijos; y Antonio, que casó con Francisca Requena, con sucesión. (3) José Valero Lara, que nació en la misma el 12 de Octubre del 59 y casó en Caracas con Anita Crespo González, sin sucesión. A este hijo del Ilustre Prócer debemos los documentos, que donó al Archi. va Nacional, y de donde hemos tomado la mayor parte de estos datos. Hay, además, familias Valero de Bernabé en Ma. drid y Zaragoza de España. VICENTE DAVILA 39 39. se ha respetado la ortografía del original publicado en Inves. tigaciones Históricas. Ob. cit.

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