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ARTES PLÁSTICAS TEATRO M A QUITE
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n ABRIL - JUNIO, 1966
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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES Guillermo Silva, Presidente Enrique Laguerre - Aurelio Tió - Teodoro Vidal Arturo Santana - Esteban Padilla - Wilfredo Braschi
Director Ejecutivo - Ricardo E. Alegría Apartado 4184
SAN JUAN DE PUERTO RICO
A&O IX
1966
Núm. 31
ABRIL - JUNIO
SUMARIO José de Diego (1866-1918) Fusión de imágenes en un retrato por Concha Meléndez .
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José de Diego, fundador de la Unión Antillana en Cuba por Joaquín Freyre ... ... ...
5
José de Diego. Imágenes
8
José Gautier Benítez y José de Diego: los dos grandes cantores de Puerto Rico por Luis Hernández Aquino ... ... ... ... ...
10
La canción del múcaro por José de Diego
14
Documentos de nuestra Historia: Carta de José de Diego a Luis Muñoz Rivera ... ... ... ... .,. ...
16
«Ultima actio», de José de Diego
por José Emilio González
17
Entrevista con José de Diego por Evaristo Ribera Chevremont
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Póstuma por José de Diego ... ... ... ... ... ... ... ...
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De mi vida por José de Diego
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"
El dolor y la esperanza en De Diego por Margal Arce de V ázquez
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Ante el ideal antillano por José de Diego
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José de Diego por Luis M. Rodríguez Morales ... ... ... ...
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De la Poesía y de los Poetas por José de Diego ...
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Prólogo de «Cantos de rebeldía» por José de Diego
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Geografía de Puerto Rico por José de Diego
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Pájaro Verde por José de Diego ... ... ... ... ... ... ......
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PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUE&A Director: Ricardo E. Alegría Ilustraciones de Carlos Marichal Fotografías de
Jorge Diana
Aparece trimestralmente Suscripción anual......................... Precio del ejemplar [Application for second class
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$2.50 $0.75 privilege pending at San Juan, P. R.]
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3343 - 1959
IMPRESO EN LOS TAllERES GRÁFIcos DE «EDICIONES RVMEOS» EARCELONA - PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA
COLABORADORES
r; LUIS HERNÁND~QUI o, Lares. Maestro en artes de la Universidad de Puerto Rico, en 1952 se recibió en la de Madrid de doctor en filosofía y letras. Director de la revista Insula, Bayóan y Jaycoa y colaborador en numerosos periódicos, su labor literaria le ha merecido ,premios de diversas entidades culturales. Ha publicado los rpoemarios Niebla lírica (1931), Agua de remanso (1933), Poema de la vida breve (1939), Isla para la angustia (1943), Voz en el tiempo (1952) y Memoria de Castilla (1956). Es además autor de varias antologías de poesía puertorriqueña y de la novela La muerte anduvo por el Guasio (1960). Pertenece al claustro de la Universidad de Puerto Rico.
JOSÉ EMIUO Go zÁLEz, nacIO en Nueva York pero recibió su instrucción primaria y secundaria en Puerto Rico. Bachiller en artes de la Universidad de Puerto Rico (1940) y maesrtro en artes de la de Bastan (1941), realizó luego estudios superiores de filosofía y sociología en las Universidades de Chicago, Columbia y California del Sur. Ha ejercido cátedras de lengua y literatura española en la Universidad de Princeton y de ciencias sociales en la de Puerto Rico, donde es actualmente profesor de humanidades. Ha publicado numerosos poemas y trabajos de crítica literaria en la prensa diaria y revistas de cultura, y es autor de los poemarios Profecía de Puerto Rico (1954) y Cántico mortal a Julia de Burgos (1956).
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nacIO en San Juan y en Puerto Rico ha transcurrido toda su vida, con excepción de algunos años vividos en España. Poeta prolífico y versátil ha publicado numerosos poemarios, entre ellos El tiempo de los alabastros (1919), Los almendros del paseo de Covadonga (1928), Color (1938), Tosas y formas (1943), Anclas de oro (1945), Verbo (1947), la llama pensativa (1954), Memorial de arena (1962) y Principio de canto (1965). En el mismo año fue honrado con la Medalla de Oro del Instituto de Cultura Puertorriqueña. EVARISTü
RIBERA
CHEVREMüNT,
MARGOT ARCE DE VÁZQUEZ, natural de Caguas, hizo sus estudios en la Universidad de Puerto Rico y en la Central de Madrid, donde en 1930 recibió el título de doctora en filosofía y letras. Desde el mismo año es catedrática de lengua y literatura española en la Universidad de Puerto Rico, cuyo Departamento de Estudios Hispánicos dirige en la actualidad. Su tesis doctoral, titulada Garcilaso de la Vega: una contribución al estudio de la lírica española del siglo XVI, fue publicada en 1931 por la Revista de Filología Española, y recientemente ha sido reeditada por la Universidad de Puerto Rico. Otros dos libros suyos, Impresiones (1950) y Vida de Gabriela Mistral (1959) han merecido premios del Instituto de Literatura Puertorriqueña.
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es el Director del Archivo General de Puerto Rico. En 1946 obtuvo su Bachillerato en humanidades de la Universidad de Puerto RiCO, habiendo cursado posteriormente cursos postgraduados de la Universidad Católica de América de Washington. Ha sido instructor de Historia en nuestra Universidad. Ha publicado el libro de cuentos La Centella. Su obra más profu· sa ha sido de carácter histórico. De ésta pueden citarse las Actas Capitulares de San Juan (los dos primeros volúmenes en colaboración con la doctora Aida Caro de Delgado), Consideración en Torno a la Edición de Actas Capitulares y La Ciudad de San Juan a Mediados del Si· glo XVIII vista a través de sus Actas Ca· pitulares. LUIS M. RODRíGUEZ MORALES,
CONCHA MELÉNDEZ, bachiller en artes de la Universidad de Puerto Rico, maestra en artes de la Universidad de Columbia y dootora en filosofía y letras de la de México, profesora de la Universidad de Puerto Rico y por varios años Directora de su Departamento de Estudios Hispánicos, fue honrada a su retiro con la designación de profesora emérita. En su amplísima bibliografía figuran las obras La novela indianista en Hispanoamérica, Signos de Iberoamérica, Asomante, La inquited sosegada: poética de Evaristo Ribera Chevremont, Figuración de Puerto Rico y otros estudios, y El arte del cuento en Puerto Rico.
JOAQUÍN FREYRE DíAz, doctor en pedagogía y licenciado en derecho diplomático de la Universidad de La Habana, ha sido cónsul de su país en diferentes ciudades de América, Director General de Asuntos Consulares del Ministerio de Estado de Cuba y profesor en varios planteles municipales de La Habana. En la actualidad desempeña el cargo de escritor de libros en el Departamento de Instrucción PÚblica de Puerto Rico, a la vez que colabora con las revistas Escuela y Educación. Es autor del libro Destellos inmortales (1964) Y de una serie de opúsoulos sobre figuras puertorriqueñas ilustres.
José de Diego (1866-1918)
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ON MOTIVO DE LA CELEBRACIÓN DBL AÑo DEL CEN-
tenario de José de Diego, proclamado por resolución conjunta de la Asamblea Legislativa de Puerto Rico de 22 de junio de 1966, el Instituto de Cultura Puertorriqueña ha venido desarrollando un programa conmemorativo del que 'han fonnado parte actos y realizaciones tales como conferencias, conciertos, exposiciones, certámenes de pintura y música, la emisión de una medalla de bronce y la publicación de las obras completas del ilustre poeta y patriota. José de Diego nació en Aguadilla, el 16 de abril de 1866. Cursó estudios de Derecho en la Universi· dad de Barcelona, y en la de La Habana se recibió de abogado en 1891 y de doctor en Derecho al año siguiente. Poeta, jurista, orador y periodista, parti. cipó destacadamente en la vida cultural y política del pais. Presidió la Cámara de Delegados de Puerto Rico y el Ateneo Puertorriqueño y creó, en 1916, la Academia Antillana de la Lengua. Su fervoroso his· panismo, de que hizo gala en jira cultural por las Antillas y España, le valió el dictado de Caballero de la Raza. La primera obra poética de De Diego, Pomarrosas, data de 1904. Le siguió Jovillos (1916), colección de los versos que escribió en sus tiempos de .~stu· diante. En el mismo año aparece Cantos de RelJt:ldía, exponente lírico de su amor a la Patria y ansias de libertad. Sus trabajos en prosa incluyen algunos trabajos sobre temas sociales y los libros Nuev.'1.s campañas (1916) y El plebiscito puertorriqueño (1918), publicado el mismo año en que falleció, en Nueva York. La Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña se honra en dedicar el presente número a la memoria de uno de los más preclaros hijos de Puerto Rico.
Fusión de imágenes en un retrato * Por CONCHA MELáNDEZ
1. Fondo aguadillano
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STE CONGRESO DB POESíA, DONDE NOS JUNTAJI,IOS
para considerar el asunto de la poesía de José de Diego, ha sido dedicado a él para conmemorar el centenario de su nacimiento. Nunca más adecuada una dedicación para quien hizo de su vida un poema sintetizador de ,lo lírico y 10 épico; lo sencillo y fuerte y lo difícil; ·10 soñado alumbrando 10 vivido. Por eso decidí presentarles en estas páginas un retrato del poeta que se va desdoblando en imágenes cada una con su fondo de verdad y mentira, es decir, de 10 sucedido aclarado por lo imaginario. Comienzo con el fondo aguadillano. Mi fantasía mira aquí el retrato de José de Diego, levantándose desde la visión misma del poeta, vibrante de auz, estilizado por mí en la lejanía. En primer término un Cerro, el Cerro de las Animas que Ueva en el nombre vaga atracción de misterio. El misterio no asustó a los ·niños del pueblo que subían a él a encampanar sus volantines. Uno de esos niños, crecido en vivaz adolescente, vuelve al Cerro en su memoria, desde su cuarto de estudiante en Barcelona en 1888. En ese instante surge una de la modalidades más valiosas de la poesía de De Diego; la que se acerca más a la expresión deÍ verso contemporá· neo directo y hablado que Octavio paz ve en Ru· bén Daría como preludio del tono de la poesía de hoy. Directo y hablado es el verso en Sueños y volantines; hablado a los niños borlnqueños. La explicación del nombre ·del Cerro es precisa introducción del poema: recreación de una escena repetida y seguramente muchas veces contemplada por José de Diego niño. La intimidad con el -
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-. Leí este ensayo en Aguadilla. el 20 de noviembre de 1966; en la conmemorael6~ del centcDlIrio del nacimIento del poclll.
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Cerro revela ese mundo fantasístico en que viven ,los niños sensibles: la riqueza imaginativa de la niñez de De Diego para quien los arbustos, las piedras y los pájaros fueron motivos de extasiada maravilla; las zarzas y malezas, aventura arriesgada. La correspondencia de amor entre el niño y las hojas, que extrañan su ausencia anudando el alma del Cerro y la pequeña figura ágil, es vínculo inmortal. La descripción de los juegos de volantín es certera alegoría profética de da combativa acción de De Diego en el curso de su vida, «móvil siempre en sus gacetas blancas)) sostenedoras de altos propósitos; vencedora de toda persecución porque en cada batalla salía ilesa su conciencia. Este poema es una aproximación a las parábolas de sus últimos tiempos. Como ellas tiene interpretación fina! para el poeta que había encampanado muchos volantines de ensueño cuyos hilos cortaba la adversidad cuando prometían florecer. De esos juegos en el Cerro de las Animas es contemporáneo cel alto jovillo de copioso ramaje iluminado por áureos globos de agridulce fruta.)) La misma pequeña figura tuerce el camino de la escuela en busca del jovillo con su pandilla alegre de amiguitos, entre los cuales ostentó sin du· da ,la autoridad de su atracción. Junto al jovillo en este fondo imaginario, canta una fuente. Brota de dura peña y el pueblo la nama El Ojo de Agua. A su orilla, un joven esbelto de negro bozo y ojos de águila, mira ensimismado saltar el agua y temblar en el fondo cel pez de rasa con estrellas de oro.1> Pero esa imagen de lumbre clara no logra borrar ·la primera, mitológica, creada en dos versos:
¡El ojo de Agua que en su cuenca oscura de un cíclope en prisión derrama el lloro!
Cuando vi la fuente en 1935 no había peces rosados en ella. Pero el ojo del cíclope prisionero seguía derramando su lloro; símbolo de agonía de todo -lo que 'Sufre prisión en la tierra: ensueño, anhelo; esperanza. El soneto fOAlla con otros que analicé en el ensayo Pardbolas y siluetas heroicas de José de Diego, el conjunto de sonetos escritos con el vuelo seguro del arte de José María Heredia Girard. De Diego conoció personalmente a Heredia dedicándole en sus últimos años una conferencia en el Ateneo Puertorriqueño. El fondo aguadillano se vuelve ahora más profundo en perspectiva. El poeta nos presenta un sitio en las costas del pueblo al pie de una montaña de granito. Las olas al batir contra la montaña se desatan en rumor incesante. El Canto de las Piedras es otro de los sonetos de estilo herediano que se cierra con una alabanza para siempre grata a los oídos de la gente de Aguadilla.
¡Porque en mi pueblo hasta las piedras cantan! Ahora el retrato, como el de Enrique Larreta ante la ciudad de Ávila, presenta a De Diego sentado sobre esa montaña de granito frente al pueblo que relumbra bajo el sol de la tarde. Hay una indicación del punto de vista que ~o fija: Agundilla. Desde la bahía. La indicación nos hace pensar que el poeta contemplaba el pueblo desde una de ~as yolas que cruzan la bahía. Prefiero el primer punto de vista; más adecuado para un retrato; con ~a libertad de elegir, que en poesía es la mayor libertad. Este poema; uno de los más bellos de De Diego, ha sido analizado en mi primer ensayo sobre el poeta Jovillos y volantines y en mi conferencia Tiempos en la poesta de José de Diego. Es una creación de gran arte donde el pueblo se ve primero entre selvas y ondas, vigilado por ~as verdes lanzas de las palmeras. Sobre el mar ·las yolas son pájaros con -las alas del remo tendidas; sobre el campanario, la parda golondrina es enlutada virgen inclinada ante la cruz. La tarde en llamas arde sobre el Cuartel encendiendo en oro el pabellón hispánico. :81 cementerio es un grabado blanco sobre la arena. Las sepulturas son violetas que de pronto se toman gaviotas. Es como si estuviéramos mirando una fantasía de Walt Disney con sus metamorfosis móviles, con sus «misteriosos espejismos.• Porque la tarde avanza y 1.os abismos empiezan a fundirse con las nubes. El pelícano no vuela, resba:Ia; impresionista visión, cruz en el viento. La lobreguez del mar se alumbra con luceros que los peces intentan picar. La sombra creo ce; las casitas del monte encienden sus altares; el horizonte se apaga.
Entonces ocurre ~o sobrenatural. Aguadilla se ha espiritualizado en una ciudad del cielo. Estremecida, en éxtasis, se desprende del suelo; baja, y al fin sube resplandeciente {;omo la nueva Jerusa· lén; milagro de luz.
II. Fondo de drboles
El retrato simplifica su fondo. Aparece con árboles de luz detrás. Primero un bosque de pomarrosas en las orillas de un río sintetizadores de la melancolía romántica que triunfa sobre la incredulidad y aa muerte. Es el año 1903. El poeta como dice en el poema Pomarrosas ha aprendido a sacar los frutos del abismo en rosas. El afianzamiento espiritual de este momento le sostendrá hasta el fin:
¡Así mi alma convierte como el arbusto de la blanca fruta, la sombra en luz y en navidad la muerte! Esta imagen se borra para dar paso al retrato en que el poeta lee en un banco de su jardín sentado a la sombra de una guásima en flor. Lee el poema La muerte del lobo; de Alfred de Vigny. Esta escena donde oí silenciosa la traducción del es·pañol de los versos franceses en ~abios del poeta, la describí y comenté en el ensayo José de Diego y la poesía. La imagen cambia de fondo. Aparece de nuevo recostado sobre el tronco de un cocotero una noche en un campo de Mayagüez. En el ramaje un cocuyo enciende y apaga sus ~ampari tas verdes. El mozambique aletea al verlas brillar. Entre tanto el poeta va creando los versos de Alma nocturna, uno de los poemas del último tiempo de su vi-da.
IlI. Fondo simbólico El árbol pasa a ser objeto secundario aunque a veces también simbólico en UD nuevo fondo en que el retrato surge en medio de símbolos políticos: el pitirre venciendo al guaraguao; el guaraguao como fuerza defensiva; el pájaro verde, el pájaro carpintero; el jilguero, el múcara, la Quimera y -la estrella. Son los símbolos en las parábolas que llamó de vida y muerte. El pájaro verde, acompañante desde el principio de su vida, es para él la esperanza que lleva a la muerte. Para mí, es el don de la poesía alegrando el ramaje del árbol «erguido y altanero- de su vida. Toda la obra poética de De Diego puede sellarse con la mágica viñeta que tituló De mi vida. El pájaro carpintero es símbolo aquí de la adversidad horadando el tronco de la palma altiva; el jilguero 3
Uevándose ,las fibras para hacer su nido en la al· tura del árbol, es la trasmutación repetida de la sombra en luz, del do'lor, en «cántico triunfaL .. El significado -simbólico del pitirre, del guaraguao, ·del múcaro y de ,la estrella, tiene su raíz en ·la Quimera. Rol monstruo imaginario que tenía cabeza de león, cola de dragón, boca llameante, resucita en la poesía de De Diego después que le dio mueI1te Belerofunte, el hermoso héroe domador de Pegaso con f~nos de oro. Transformada en una idea, aunque fabulosa todavía, es símbolo de '10 que 'la imaginación ·se propone como posible y verdadero. Porque De Diego ha eliminado en 'Su Quimera el «no siéndolo» con que termina la definición en todos 'los diccionarios de ~a 'lengua española. Su Quimera es Jo que su 'imaginación le propone como posible y verdadero, siéndolo. Esta convicción es la que le hace concebir el pitirre vencedor, al guaraguao vencido o en su otra visión como «lo único agresivo y fiero que tiene nuestra tierra.• Y al múcara rezando su rosario de angustia «hasta que el Señor encienda las alboradas.» Esa misma Quimera le impulsa a buscar la estrella. La estrella es símbolo de la patria creada ex· presando íntegro su ser, sin ·limitación en ~o es· piritual ni en .lo material. Esa fue la Quimera que antevió sentada y triste en su tumba. Describí la busca de la estrella en 'la parábola El poeta)' la estrella, introducción de mi ensayo Parábolas y si· luetas Ileroicas de José de Diego. En esta parábola el poeta asciende a los espacios 'libres con un leve movimiento de los hombros. Va a cortar de los rosales de estrellas una para su Amada. Una voz suave y firme le habla en -la nocturna sombra de su sueño: «No cortes ninguna de ésas. Dios redentor, en los espacios libres, tiene una est rella para cada isla.» De Diego en su poema Estrellas lejanas afirma que esa estrella de Dios -su ideal- existe bri· lIando en la eternidad, aunque cien veces ha sido engañado y ",el día postrero» llegará sin alcanzarla. Su fe en la existencia de ,la estrella es el relicario que lleva en el pecho después de muerto y la ban· dera con que pidió ser amortajado. Por eso al profetizar el día que siempre creyó seguro, el grito de la Quimera es un grito de victoria.
IV. El Yunque
COI/lO
fondo
Este hermoso retrato es el último que nos de· jó el poeta, devastado ya por el sufrimiento moral y físico. E-stá sentado en la altura de una de nuestras montañas más representativas de la Bodquén india: El Yunque de Luquillo. Le rodean niños puertorriqueños y estur.iantes del colegio que fundó. Habla para los estudiantes de entonces y de hoy en una Lección de geografía. El tono en la in·
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traducción y la conclusión es el de Sueños y volantines; en el desenvolvimiento del tema, es el apocalíptico. Sin caer en árido didact-ismo, expone su teoría sobre el derecho astral en visiones situa· das \en el espacio interplanetario. Nuestra lsl~, asida al Yunque, se extiende en una dimensión espacial que trasciende ,los límites geográficos. Sorprende la energía espiritual de una vida pró. xima a apagarse. Conmueve 1a originalidad y belleza conceptual; la afirmación de persistencia del al· ma puertorriqueña que simboliza en El Yunque. Despide a sus oyentes con un decir jíbaro y un cantar recordándoles a gritos que
Por este Yunque en el cielo se prolonga Puerto Rico. y para lmndir este Yunque no Izay en el mundo martillo.
V.
Fondo jcsucristiano
La influencia bíblica en muchos momentos de esta poesía pasa de la invocación claman te por ayuda en el conflicto político que angustia al pocta, a 'la sanadora luz jesucristiana. El símbolo supremo de ·Ia cruz aparece ya en imágenes del libro Pomarrosas. Mas ,lo jesucristiano se afinna en el libro póstumo Cantos de pitirre. En Ag~la de Cristo describe con visión radiante la escena del bautismo de Jesús bajo las a1as de la paloma celeste. El poeta pregunta por la Iuz del agua de aquel bautismo, en una ·serie de interrogaciones que tienen el ardor inquisitivo de San Juan de la Cruz en El cántico espiritual. Las interrogaciones se resuelven en un ruego: el poeta está pronto a buscar ·Ia suprema gracia que anhela en mar y tierra; nube o volcán. Quiere redimir con ella a 'los que no sintieron el afán que llenó su vida. En el soneto Agnus crucis el Cordero de Dios no es para el poeta mero símbolo: es voz y realidad profunda. Al Cordero pide orientación y la luz que revele nuestro indeciso porvenir. Esta estela de Cristo en su alma tiene su más bello fulgor en el soneto Pan y vino. En él está di· cho en tres versos todo el misterio y la gloria de la crucifixión:
El! el pec1ID del Cristo moribundo la férrea pica se balló de lumbre y floreció como clavel de grana. Es el ·milagro del divino amor, bañando de perdón los errores del mundo; haciéndolos florecer transformados por redentora gracia. El fondo d~l retrato aquí es un gran resplandor.
12 de noviembre, 1966
José de Diego Fundador de la Unión Antillana en Cuba Por JOAQuíN FRElRE
DE'
LOS TRES ANTILLANOS, RAMÓN EMETERIO BET,\NCES, Eugenio María de Hostos y José de Diego,
este último fue el único que estuvo en la patria de José Martí. Primero como estudiante, después, ca· mo maestro de la palabra en la consecución de un idcal. Realizó sus estudios primarios el ilustre hijo de Aguadilla en Mayagüez. Su bachillerato lo cursó en Logroño, España, y comcnzó su carrera de Dere· cho en Barcelona. Regrcsó a Puerto Rfco y estudió dos años en el Ateneo Puertorriqueño l. Marchó más tarde a La Habana, en cuya Universidad tomó su último curso (1890-1891) recibiendo allí su doctorado al año siguiente. Dentro del nutrido grupo que asistió a la célebre Asamblea de Ponce, fue De Diego -como delegado por Moca- el último abanderado de la causa independentista puertorriqueña. Con razón el distingui•rII En ~I Ateneo Puerlurriqueño Se orll1lnizaron cátedrns de en. señanza s perior. con profesores nativI" y los cxámenes eran realizadus por catedrálÍl;os de la Universidad de La Habana. En aquella "1'0<:3 la I'acult:ld de Dc~hl) del Ateneo. :lbarcaba: Derecho Rom:lno. Dercc;ho N:lIUral. Der ho Adminislnlli\'o, Oerccho Canónigo. Der~ho Polllico, Economl:l Polilica y EstadIstica (Lidio Cruz Mon. c1om. Historia dc: Puerto R • Siglo XIX. Tomo lIT, Tercera Parte. página 329). Uno de aquellos profesores -de Derecho Natural- fue Anllcl Acosl:l Quintero, hi,lo dc: José Julián Aeosta Calbó. Acosta QUlnlero elc:rcio la carrera judicial en Cuba. en los siguientes luga. res: Juez de Primera Inslancla en Guanabacoa. La Habana, 1893. Igual cargo en Sagua la GTllnde. Las Villas, en 1897. Teniente Fiscal dl' la Audiencia de S:lnta Clar.J. también en Las Villas. en 1898. y en el mismo año desempeño el cargo dc: Magislrado de la Real Audiencia d.' Puerln Prlncipc. hu\' ('a1nallü,,~"
Personalidades cubanas en homenaje o De Diego
do escrHor -boricua Miguel Meléndez Muñoz, le llamó .. El Ultimo Cruzado». Pero ante la imposibilidad de ver hecho realidad su sueño, en el orden político, De Diego se dio a la tarea de unificar culturalmente a las Antillas, principalmente a las de igual origen: Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico. De esa manera aspiraba a preservar la fisonomía de dichas islas en lo concerniente a la identidad de raza, tradición y costumbres, a ·través de una campaña educativa. Anhelaba llegar a la unidad por la cultura. e.l, como Betances y Hostos, pensaba que la población anti. llana unida, podría ofrecer mayor resistencia a cualquier ingerencia extranjera. A mediados de 1915, José de Diego se dirigió a Santo Domingo, donde fundó La Unión Antillana. También en la capital de Ouisqueya fue mantene· dar en los Juegos Florales Interantillanos, celebrados en aquella ciudad. En aquella ocasión dijo en un brillantísimo discurso el autor de Cantos de Rebeldía: «Rius Rivera, sucediendo a Maceo en el mando de las fuerzas, y millares de puertorriqueños en la revolución cubana, consagraron las energías y el sacrificio de mi patria por un pueblo hermano... » Fue una actividad febril la desarrollada por De Diego, tanto en Santiago de Cuba como en la Capital de la Antilla mayor. En la primera, logró constituir la Unión Antillana el día 3 de agosto. ~IIí, el santiaguero Rafael Salcedo compuso el Asistentes 01 banquete en honor
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De Diego
Himno de la Unión Antillana. Aunque las bases constituyentes de aquella institución constaban de siete títulos, pasamos a exponer solamente el pri. mero de ellos, que trataba de los motivos y propósitos de la misma, según fueron propuestos por De Diego y enmendados y aprobados en Santo Domingo de Guzmán el 21 de junio, en Santiago de Cuba el 3 de agosto, en La Habana el 7 del mismo mes y en San Juan de Puerto Rico, el 23- de septiembre de 1915.
BASES CONSTITUYENTES TíTULO
I
Primera: - Constitúyese la Unión Antillana con el carácter de una institución favorecedora del estrechamiento de relaciones entre las Islas del Mar Caribe, principalmente de aquellas unidas por su origen étnico y por la comunidad de su historia, con el propósito de sostener la plena soberanía y de fortalecer la dignidad, la libertad y la felicidad de los pueblos antillanos, en un amplio horizonte que alcance el supremo ideal de su futura confede· ración política. Segunda: - Aun cuando la Unión había de iniciarse en Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico, cualquiera otra de las Antillas será afectuosamente recibida en el seno de la Asociación, conforme a los preceptos más adelante estatuidos. Tercera: - Para realización de sus propósitos, la Unión Antillana desplegará un continuo celo para el logro de los medios siguientes: a El intercambio social, literario, artístico y,
en cuanto 10 permitan las circunstancias, legislativo y económico entre las Antillas. b La unión o íntima relación entre los Ateneos, Academias, Universidades, Escuelas, Asociaciones de escritores y artistas, casinos y otros centros docentes o recreativos de las citadas islas. Asimismo propenderá la Asociación a la Unión o íntimas relaciones entre las Sociedades obreras antillanas, siempre que no se inspiren en principios contrarios a la soberanía nacional de nuestras islas.
e El establecimiento de tres academias para las tres grandes antillas, una de la Historia en Santo Domingo de Guzmán, otra de Ciencias, Artes y Letras en La Habana y otra de la Lengua de Puerto Rico con organismos correspondientes donde no radique 6
el centro principal de cada una de dichas .academias. d
La uniformidad de legislación en las materias fundamentales de derecho civil y pe· nal.
e El reconocimiento oficial de los títulos académicos procedentes de universidades acreditadas 'en los países de la Unión mediante un examen de reválida en que los interesados demuestren su capacidad profesional.
f La organización de un sistema de corresponsales entre los más importantes periódicos. g La publicación y circulación de antologías en prosa y verso de autores nativos de nuestras islas. lz La publicación y circulación de colecciones de obras de música popular y producciones de nuestros antillanos. i
La fundación de un arte dramático y lírico antillano, por autores y actores de estos países, arte revelador, conservador y edu-
cador de las costumbres y tradiciones patrias y de todos aquellos elementos integrales de la personalidad y la grandeza antillana. j
La celebración de Congresos interantillanos para la discusión de materias comprendidas en los fines de la Unión.
k Las convocatorias para los Juegos Florales y certámenes entre poetas y escritores de estas islas, verificándose la solemnidad para la adjudicación de los premios, alternativamente, en cada una de las capitales de las Islas hermanas. 1 La realización de Exposiciones y Ferias agrícolas, industriales y mercantiles, suce-
sivamente en cada una de las mencionadas capitales.
m El fomento de Exposiciones interantillanas de pintura y escultura.
n La facilidad de las comunicaciones marítimas.
o Dentro de los propios fines de la Unión una cordial inteligencia y armonía con la «Unión Ibero-Americana ll , la «Asociaci6n Latinoamericanall y cualesquiera otras instituciones afines, defensoras de los pueblos latinos de América.
P Todos aquellos medios que, en los distintos órdenes de la vida colectiva, tiendan al sostenimiento de la personalidad de nuestros pueblos, a la conservación y al desarrollo de sus libertades, a la impulsión de su progreso y a' la creación de una conciencia nacional antillana. El acto de constitución de la Unión Antillana en la capital de Cuba revistió caracteres de desbordante entusiasmo. El mismo se llevó a efecto en el amplio salón de patinar que se encontraba en el Paseo de Martí frente a la calle Teniente Rey; es decir, donde estaba la antigua Estación de Villanueva 2, y fue amenizado por la Banda Municipal, la que ejecutó los himnos de Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico. La colonia boricua de La Habana se dio cita en dicho lugar, donde hicieron uso de la palabra, por Puerto Rico, José de Diego y Leopoldo Figueroa 3 y por Cuba, Alfredo Zayas, quien años después fuera presiQente de la República. También se efectuó otro acto brillante por la «Asociación Patriótica Puertorriqueña Borinquen lt en los jardines de La Tropical - Salón Ensueño-, como homenaje a los doctores De Diego y Figueroa. De la estancia en La Habana del autor de la elegía A Laura, habló el destacado hombre de letras cubano Miguel Angel Carbonell en el Heraldo de Cuba, de fecha 30 de julio de 1915, en un trabajo titulado Apostólica Peregrinación de José de Diego. En el mismo, narraba el Miembro correspondiente de la Academia de la Historia de Cuba, su entrevista con el ilustre antillano: «Cuando el poeta vino hacia mí, que lo aguardaba, tendiome la mano amiga, la que estreché afectuosamente; no sé por qué pasó por mi mente, como una visión apocalíptica, la evangélica figura de Martí, y no del Martí ya coronado por la fama, porque su labor ya había cristalizado en la protesta heroica en que supo morir con la resolución de un héroe de leyenda, sino del Martí de los primeros tiempos, del Martí que, tachado despectivamente de iluso, fue a solicitar el apoyo de las emigraciones empobrecidas para llevar a cabo la epopeya liberta. (2) En esos tcrrenos sc construyó más tarde el Capitolio Nacionl1l dc Cuba. (3) El doctor Lcopoldo Figueroa fue un entuslastll colaborador dc José dc Diego cn aquello. cruzada antillana y aúo guarda con vencraclón cartas dcl ilustre patricio dondc lc expresa su más bonda grntitud.
ría. Sí, en ese Martí pensé, porque De Diego viene hoy a nuestra patria a buscar para Puerto Rico, aunque en el terreno de las ideas, lo que Martí iba a buscar a las emigraciones por medio de las armas... ¿ Cómo no había de venir Martí a mi memoria cuando De Diego, iluminadas las pupilas por el fuego sagrado del ,patriotismo, me hablaba de los dolores íntimos de 'su ser, asaltado por la ob· sesión de la independencia? .. II Más adelante, Carbonell apuntaba: cePero no ter. minaré sin hablar de sus composiciones hondas, sentidas, vibrantes. ¿Cómo mencionar al grande hombre de la isla hermana, sin decir algo de sus poesías, en las cuales palpitan los más altos sentimientos patrióticos? ¿Quién que haya leído su magnífica oda Patria no ha sentido intensas emociones? Para dar a conocer algo de la producción rimada de este insigne poeta, que ha echado sobre sus hombros la pesada carga de redimir su patria, trimscdbo este hermoso soneto titulado: La Bandera CLLbana. A CLLba Libre.
Tu insignia es el reflejo de tu Ilistoria de dolor y de luz; tienes en ella los dorados fulgores de la estrella, los azules caminos de la gloria. ¡Pero tienes también, como en memoria de la terrible lucha, como huella indeleble la sangre que deste,lla, el dolor inextinto en la victoria! En el rojo triángulo esplendente, como un lirio del cielo, soberana, arde la estrella que besó tu frente: arde la estrella de la fe cubana... ¡ay, como toda redención! ¡Surgente de la honda tibia de la sangre humana! Al morir De Diego - el 17 de julio de 1918el dominicano Osvaldo Bazil escribió un precioso artículo titulado El Duelo de las Islas, en el que entre otras cosas decía: «Ha muerto en tierra extraña y lejana, lejos de sus Antillas predilectas, acaso mirando para ellas, sin duda pensando 'en ellas, el último soldado que recogió la bandera en las tumbas de los precursores del ideal y removió y estremeció el aire todas las lumbres de prodigio y de hechizo que grabaron en esa bandera la vida de Hostos y la vida de Martí... Ahora nadie hablará aquí de las Antillas. Plagada ya la fámula verbal de este gran soñador y eminente patricio, podrán barrer impunemente los negadores el polvo sagrado de esas ruinas del ideal.» Había muerto el último gran antillano. 7
El jurista
(l8~).
En sus dias de estudiante en Barcelona.
El prócer, su esposa doiia Georgina Blanes y sus dos ¡,íjas Esl rella y Georgiua El poeta en el año 1.900.
El poeta.
/:'n la tribuna política.
José de Diego 1866-1918
De Diego junto a los ~tudiantes del Institulo José d~ Diego.
En el Ateneo Puertorriqueño
Aspecto del entierro.
Pasión y Poesía
José Gautier Benítez y José de Diego: Los dos grandes cantores de Puerto Rico Por
LUIS HERNÁNDEZ
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JS~ GAUTIER BEN1TEZ y JOSÉ DE DIEGO HAN SIDO
poetas líricos que con más hondo sentir han cantado la patria puertorriqueña. Gautier Benítez, aparte de poeta civil que satiriza algunos males de la época que le tocó vivir, en los versos de sus Cuadros Sociales, y corno autor de poemas en que elogia las concesiones políticas hechas por la Corona española a Puerto Rico, es el cantor amo· roso y nostálgico de su tierra nativa. Los poemas Ausencia, Regreso y la oda Puerto Rico son el testimonio de amor de Gautier a la patria. Un amor, que a pesar de su frenesí, llega a místicas alturas en que el !poeta -quien ha conce· bido a la patria como a la mujer amada- alcanza un estado de sublimación única en la perfecta posesión espiritual de ella. José de Diego, poeta de más amplia cultura que Gautier Benítez, canta a la patria con ardor, en forma apasionada e intelectual, y pone al servicio de su cántico, para sublimar más su pasión, los símbolos religiosos en que se apoya su poesía, que trasciende del espíritu al intelecto. Tiempos distintos a los de Gautier Benftez fueron los que le tocaron vivir a José de Diego. Otras fueron las circunstancias históricas y políticas. Si Gautier Benítez piensa en su patria, aspirando para ella la identidad cultural y política con España como una de las tantas provincias españolas, pero con las mismas prerrogativas y derechos de los ciu· dadanos españoles para los puertorriqueños, José de Diego tiene que luchar por la libertad absolu· ta de su patria, invadida primero, y luego botín de guerra de un país extranjero. Las circunstancias
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históricas y políticas producen en ambos una ma· nera distinta de emocionarse ante un mismo terna: la patria. 2
Dos poemas significativos de estos grandes cantores pasan a ser el epítome de su aspiración lírica para su tierra después de su muerte. Poemas fune· rarios en que la voluntad se ciñe a una petición a los deudos y amigos. Los temas del amor a la patria, la muerte y la resurrección, se ofrecen en amo bos al lector. Un breve examen de Un encargo a mis amigos, conocido con el título de A mis amigos, de Gautier y Ultima actio, de José de Diego, revelan la palabra poética esencial de estos autores. La confrontación de los poemas pone de manifiesto la diferencia de cultura de ambos poetas, así como también hace percibir la diferencia de actitudes de ellos ante las realidades y las escuelas literarias de su tiempo. Un encargo a mis amigos, de Gautier Benítez, no llevaba originalmente el lema de Alfredo de Musset y presentaba algunos versos en los que el poeta introdujo cambios más tarde. De manera enmendada llega hasta nosotros la versión final que aparece en el poemario de Gautier, publicado por su compadre don Manuel Elzaburu Vizcarrondo con el título de Poesías de José Gautier Benítez. El lema de Musset es =
Oh, mis amigos, cuando yo muera plantad un sauce sobre mi huesa.
Ultima actio, de José de Diego, aparece en el libro Cantos de rebeldía (1916), poemario amanestativo y de combate, publicado dos años antes de la muerte del poeta.
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Gautier Benítez fue un ·poeta postromántico con un lastre romántico que supo superar su fina sensibilidad. En el poema A mis amigos presenta el tema sepulcral entrelazado con el de la patria. Sin embargo, el tema sepulcral está despojado del sentido macabro, tan de gusto del romanticismo español y europeo. El poema está escrito en cuartetos endecasílabos, con rima asonante en los versos pares. La forma es, pues, convencional, sin que ofrezca dificultades técnicas. Los versos fluyen suave y discretamente en la súplica del poeta:
Cuando no reste ya ni un solo grano de mi existencia en el reloj de arena, al conducir mi gélido cadáver no olvidéis esta súplica postrera: no 10 encerréis en los angostos nichos que llenan la pared formando !tilera, que en la lóbrega, angosta galería, jamás el sol de mi país penetra. Para indicar el fin de su existencia utiliza el 1Joeta una imagen relacionada con 10 temporal -«grano en el reloj de arena»- que no ofrece mayor novedad. Su voluntad sí es novedosa; 10 es más que la del poeta francés, que da el lema de la poesía. En vez de un sauce funerario para su tumba, pide Gautier algo distinto. La primera parte de la súplica implica un rechazo a la oscura soledad de los nichos sepulcrales, una protesta de que en la galería de nichos -angosta y lóbrega- nunca penetra el sol de la patria. El poema y la súplica siguen su discurrir sereno:
El campo recorred del cementerio y en el suelo cavad mi pobre huesa, que el 501 la alumbre y la acaricie el aura y que broten allí flores y 1tierbas. En contraste con la sombra de los nichos, desea el poeta la luz, engendradora de calor y vida. Aspi. ra también la caricia del viento convertida en au.ca leve. Y contra la soledad, la compañía de las flores y las hierbas, surgidas del mismo lecho de arcilla, donde habrá de reposar su cuerpo. El poeta desea un mundo de luz, de vida y sensaciones.
Que yo pueda sentir, si alli se siente, a mi alredor y sobre mí, muy cerca, el vivo rayo de mi sol de fuego y esta adorada borinqueña tierra. Una duda, la duda romántica, le asalta: «que yo pueda sentir, si allí se siente»; pero queda trascen· dida esa duda por la conciencia del amor a la patria. El poeta se aferra a la tierra patria, desea vencer la muerte a través de ella -sentida en el lecho terrenal postrero- para de ese modo ganar la eternidad en su naturaleza, por el amor. Subraya la adoración que por ella siente, adoración que ha permeado la mejor poesía patriótica de Gau· tier, y vuelve a denominarla con su gentilicio indí· gena: borinqueña tierra. Aspira el poeta en sencillos versos la resurrección de su vida, sin otra trascendencia religiosa que la de una inmortalidad patriótica en fusión con su tierra, por obra de un amor cuya excelsitud está en la pureza de la pasión que lo inspira.
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Ultima actio, de José de Diego, es una petición hecha dos años antes de la muerte del poeta. Es un actio plena doloris que se convierte en un cuadro apocalíptico en que triunfa, en acción final, el ideal patriótico que animó toda la vida del poeta, apa· sionado de su patria. José de Diego fue un poeta de vasta cultura. Des· de su primera época, enmarcada en el romanticismo, dio muestras de su cultura clásica. Renovador de la poesía, no combatió al modernismo cuando dicho movimiento se desarrolló en Puerto Rico. Por el contrario, utilizó los recursos formales y 10 esen~ cial de la nueva escuela y se limitó a condenar el exotismo, la evasión geográfica y la sensualidad de aquellos poetas que ignoraban su tierra por cantar a los cisnes, las princesas, marquesas y cortesanas dieciochescas. En su obra Cantos de rebeldía utiliza recursos formales del modernismo. En su afán de renovar y crear, inventa combinaciones métricas novedosas. El poema Ultima actio, que aparece en esta obra, es una creación en que puede observarse el sentido renovador del poeta. Sigue dicho poema el esquema del soneto en lo que respecta a cantidad de versos, pero se diferencia del soneto clásico convencional en que está hecho a base de versos pentasílabos combinados, unos largos y otros cortos. Este tipo de verso dota al poema de un ritmo especial, dán· dole a las ideas un sentido de movimiento, de flujo que avanza, y se proyecta hacia adelante. Mientras los cuartetos endecasílabos convencionales utiliza· 11
dos por Gautier revestían su poema de una atmósfera serena, las formas rebeldes que utiliza De Diego en el suyo, le dotan de una atmósfera de tensión y lucha. Uno es pasivo y el otro activo.
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Leer con criterio analítico Ultima actio es ponerse en contacto con las ideas de José de Diego, revestidas con los símbolos que dieron sustancia y grandeza a su poesía. b',,...:. ' f. . ¡ : ; ";::r. I ij ::....... .',' :t ~4; ~ .1 Colgadme al pecho, después que muera, mi verde escudo en un relicario; cubridme todo C011 el sudario, con el sudario de tres colores de mi bandera...
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e.
Llegará un dia tumultuario ell el silenciario sepulcro erguida, lanzará un grito.
y la Quimera,
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El escudo de Puerto Rico, el agnus dei, «un escudo verde e dentro del un cordero plateado, encima de un libro colorado e atravesada una bandera e a la redonda un letrero de la siguiente manera: Joannes est nomen ejuslt, según reza la disposición de los Reyes Católicos al concederlo a la Isla, es asunto de constante reiteración en la ¡poesía de José de Diego. El poeta había hecho una campaña para restituirlo después que mediante nefasta ley fue substituido por otro escudo, cuatro años después de la invasión norteamericana, en 1902. Tres años imperó el adefesio impuesto como escudo de Puerto Rico hasta que el 20 de febrero de 1905 presentó De Diego el proyecto parlamentario que se convirtió en ley que restituía el escudo original otorgado por los Reyes Católicos. Así, el poeta, pide que le sea colgado al cuello el día de su muerte como un relicario, contentivo de las santas reliquias de la patria. Y pide a la par que se le cubra el cuerpo con el único sudario funeral posible para él, la bandera de tres colores de la estrella solitaria. Como en el caso de Gautier, el poeta se identifica con cosas concretas, pero en su caso, a la par que concretas, de símbolo moral. En la segunda estrofa surge un símbolo que se presta a doble interpretación:
Sentada y triste habrá una Quimera sobre mi túmulo funerario ... Será un espíritu solitario en larga espera, en larga espera, en larga espera... La Quimera a que alude De Diego puede ser un sueño de posible realización, pero al personificarla, nos da la impresión de algo concreto. Impresión escultórica de una figura, que sentada sobre el se· pulcro, aguarda. Inmediatamente revela el poeta
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que esta Quimera es un espíritu solitario en larga espera. La repetición o anáfora «en larga espera, en larga espera, en larga espera», con sus correspondientes tres puntos suspensivos, mantiene al lector en expectación angustiante que se proyecta hacia el futuro. En el primer terceto todavía quedamos en el plano porvenirista:
Se afronta un día apocalíptico, un día' de tumul· to, en que la Quimera romperá el silencio sepulcral con grito estentóreo, erguida majestuosamente en plan de lucha. Todavía tiene el lector la impresión de la imagen escultórica de la Quimera, pero ahora sabe que es uun espíritu tristelt que se rebela al final. El cúmulo de impresiones asalta al lector. Se piensa en el Apocalipsis de San Juan el Teólogo, en el fin del mundo, en los dragones y bestias malignas que como símbolos presenta San Juan en sus revelaciones. ¿Pensaba De Diego en una revolución armada o en una guerra (día tumultuario), en que habría de imponerse su ideal? ¿Pensaba, por el contrario, que ese ideal sería restituido al final de los siglos, teológicamente, mediante la justicia divina? Estas interrogantes hacen más misterioso, y por ello interesante, al poema. De otra parte, pensamos que podría concebirse a la Quimera personificada, como respondiendo a una transposici6n culta del mito griego de la feroz Quimera a la realidad final que preveía el poeta. El terceto último también hace pensar en la re'surrección paulina de la carne, al toque de la trompeta del Juicio Final:
¡Buscaré entonces entre mis huesos mi relicario! ¡Me alzaré entonces con la bandera de mi sudario, a desplegarla sobre los mundos desde las cumbres [del infinito! El día tumultuario será de reintegración de la carne para el poeta. Y reintegrada la carne con vestidura inmortal, también habrá reintegración del ideal ¡patriótico. Buscará su agnus dei entre los hue· sos, se alzará también con el sudario, que es su bandera, para tremolarla sobre los mundos desde las cumbres del infinito. El cuadro apocalíptico del final del mundo, se cierra dinámico, con dramatismo cósmico, sobre un vacío de cumbres infinitas. Y ya la bandera será tremolada no sobre el mísero mundo que le tocó
ver al poeta, sino sobre la totalidad de los mundos. El sentido más cósmico que universal que da De Diego a su ideal, es el que imprime majestuosidad y grandeza a este poema. El verso final «a desplegarla sobre las cumbres del infinitoll, es una como binación de cuatro pentasílabos, que imprime un movimiento de proyección (¿por qué no tremola· ción?) al despliegue de la bandera patria. Sin embargo, el lector no ve colmada su ansiedad. El sueño no se ha realizado más que poéticamente. El poema tiene un sentido profético, como otros del autor. Pero esa esperanza en el futuro es la que da un sentido de belleza grande al poema.
Además de darle sentido estético, colma éticamente al lector, porque la lección moral que encierra el poema, que no es obra de arte gnómico, es de una grandeza y excelsitud extraordinarias. La conclusión, al analizar los poemas de José Gautier Benítez y José de Diego, es que estos dos grandes cantores, a pesar de ser tan disimiles en sus vidas y su arte, 'llegan a un punto en que se asemejan como poetas representativos del amor a la Patria. Y su amor y su fe en la tierra nativa son tan grandes, que traspasan los límites terrenales, para perpetuarse o inmortalizarse en la Patria y por ella, aun después de su muerte corporal.
CENTENARIO 1866-1966
Cartel conmemorativo del centenario del prócer.
ción del Múcaro* Por Josrt
'úc ro, mu'?;;;!'múcaro, tu carcajada profunda va resonando en la noc1le como un rosario de angustia ... Organo de los crepúsculos que en el follaje te ocultas, te estoy oyendo sin verte, pero estás en la penumbra, sobre un cafeto posado, bajo la bóveda obscura del retorcido ramaje donde tus ojos relumbran, donde en la sombra retumba, con su escala de amargura, con su rumor de liturgia. Múcara, múcara, múcara, tu carcajada profunda. Suspenso a veces te quedas, suspenso a veces te inmutas, y tus pupilas redondas, cual dos topacios traslúcidos, fíjanse como en un éxtasis escudriñando la hondura, donde el «aguaje» aparece, donde el claror de la luna pasa vestida de blanco la Anima Sola errabunda... La densidad del silencio ni un leve soplo perturba; 1lasta que otra vez resuena tu doliente cornamusa. y se 1mnde elt las espesuras COll la desgarrada música de su responso de tumba. Múcara, múcaro, múcaro, tu carcajada proft!l1da. • De CanloJ de Pitirre.
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DE DIEGO
Tú eres el búlw de Pa:as, tú eres el ave que estudia la navidad de la aurora bajo la noche fecunda, el origen de la vida en remembranzas confusas de tinieblas y misterios y de tránsitos y luchas. Tú eres del sagrado bosque el ave cogitabunda y tienes el rostro humano y en tus pupilas perduran afinidades extrai'ias, reminiscencias absurdas, y tal vez, cuando tus ojos pensativos nos escrutan, tienen y evocall visiones de pretéritas figuras; y es, quizás, vago remedo de una tragedia de gruta, ese clamor de socorro, ritmo de vientos y lluvias, esa invocación de ayuda, ese treno de pavura con que en las noc1les ulula. Múcara, múcara, múcara, tu carcajada profunda. En la frondosa arboleda, que m.is jardines circunda, tras el estrépito urbano cayeltdo las noc1tes mudas sorprendió tu canto el alba de cincuenta plenilunas: y ahora, aquí, en los cafetales, que esconden la casa rústica, vuelvo a oír en mis insomnios
tu cadencia gemebunda desgranarse entre las sombras como un rosario de angustia.
¿Qué me dices? ¿Que me quieres? ¿Qué me avisas? ¿Que me buscas?
Nueva, no puede advenirme ya ninguna desventura, y es vieja ya la esperanza, en mi ocaso firme y última, de que un día mi bandera florezca en mi sepultura. Si de esa esperanza sabes de esa esperanza me anuncia, y alza el vuelo indicativo del rumbo de la fortuna, que así tus alas trazaron a Julio César la ruta de tus águilas triunfantes sobre la ciudad augusta. Mas ¿qué triunfo augurar puedes, si /la hay victoria sin pugna y en inercia y desaliento dóblanse las almas mustias al favor que las desltonra y al poder que las subyuga?
Canta, búho solitario, que tu canción es la única buena y amable a la noche que nos envuelve en sus brumas; y, Ilasta que el Señor encíenda las alboradas futuras, desgránese entre las sombras como un rosario de angustia, ruede por valles y alturas y se prolongue y difunda en la soledad nocturna. Múcara, múcara, múcara, tu carcajada profunda.
* Desde que llegué a mi casa de Santurce, noche tras noche, hasta el amanecer, sentía el canto de un múcaro en un árbol vecino a mi alcoba. Le hice perseguir inútilmente, y una tarde, que le vi casi limpio entre dos ramas, le disparé un tiro de revólver: aquella misma noche escandalizó más que nunca. En la clínica de Mirnmar lo advertí varias veces. Aquí, en el cam· po otro múcara ¿otro? vela al pie de la casa. Durante ese tiempo me han ocurrido tantas desgracias, que no puedo dominar una extraña inquietud al sentir al pájaro agorero.
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Documentos de Nuestra Historia
Carta· de José de Diego a Luis uñoz ¡vera *
,Josi: DE DIEGO A.oOADO y
NOTARIO
OFICINA. 1:11 SAN "'Ud Y MAYAOOU:
PUI:"TO
RICO
san Juan, Novbre. 17 de 1915. Sr. Don Luis Muñoz Rivera,
San Juan.
Q.uerido amigo: .. Esta carta le lleva un ab1'6zo mio y mis sin .. cerOs votos pOr su fe licidad. Probablemente no nos veremos en largo
ti6m~
po: saldré de aquJ. hacia el 22 de Karzo pr.5ximo y no tel.'!Dinaré mi viaje hasta fines de 1917. ArdOrosamente deseo que pueda Vd. conseguir un.a re1'ol1Da liberal, que no di1'icu:Lte, como Ja c iuda dan !a americana, nuestra evolución hacia Ja independenoia. Vd. pOr el No rte y yo pOr el SUr iremoB oaminando y luchando COn infinita angustia: llegaremos o no llegaremos al abismo de la deseq,pet'ELci.sn o a Ja oumbre de la esperanza. Desde oualquier punto del camino, me acordaré con e .. moe ión indec ible de nueet'l'6 hel11l8ndad de tantos años
L..,L
y. le suar-
de.1"éAa!ecto que no se extinguitá jamás en el oOl'6z&n de su leal
amigo,
*
Del archivo de Jo.~¿
s.
Alegria.
«Ultima actio», de José de Diego Por JOSÉ EMILIO GONzALEZ
ULTIMA ACTIO» ES UN SONETO DE TIPO MODERNISTA QUE
compite en fama y -popularidad con otros poemas de José de Diego, como, por ejemplo, uA T.aura», uUltimacuerda», .Magnis vocibus»y uEn la brecha». He oído versos de uUltima actio» recitados por personas que ni tan siquiera sabían quién era su autor. Prueba de la amplia difusión en Puerto Rico de la poesía de José de Diego, comparable a la que han disfrutado composiciones de José Gautier Benítez, Luis Lloréns Torres y Luis Palés Matos. uUltima actio» o fragmentos del mismo suelen ser recitados en los actos que ante la tumba del insigne aguadillano tienen lugar todos los años, el 16 de abril, en conmemoración de su nacimiento. Apareció como el último poema de Cantos de rebeldía (Barcelona, Editorial Maucci, 1916), aunque es posible que fuera conocido antes, como tantas otras 'piezas de José de Diego. Tal vez tendría éste el presentimiento de que Cantos de rebeldía habría de ser el último de los cuadernos de versos que iba a publicar, ya que Cantos de pitirre salió póstuma y tardíamente, por el esfuerzo de doña Georgina de Diego, en Palma de Mallorca (Imprenta Mossén Al· cover, 1950). La colocación de uUltima actio» al nnal de Cc.ntos de rebeldía sugiere que el poeta 10 consideraba corona y remate de su obra. Una suerte de despedida -canto de cisne- con algo de epitafio o testamento poético. Me propongo aquí realizar un análisis de uUI· tima actio», cuyo texto se acompaña, relacionándolo en la medida de lo posible con el resto de su obra.
El tUulo «Ultima actio». uActio», del latín agere, hacer. ¿Por qué De Diego prefirió el titulo en latín? ¿PJr qué no escribió «Ultima acción»? Tal vez porque
en castellano un título como ése parece fuertemente indicativo y de criptivo. La frase en latin se cargaba de cierta mist riosidad por pertenecer a un idioma generalmente no conocido por el lector puertorriqueño. uU1 tima actio» parece querer decir: último obrar, úlfma hazaña. No es una mera acción la que realiza el poeta. Es la acción decisiva, la más significativa, precisamente la última que, por serlo, conferirá sentido total a su obra. Recordemos que el último poema de Pomarrosas (Barcelona, Casa Editorial Maucci. 1916), cuya primera edición es de 1904, se titula precisamente uUltima verba». De modo que «Ultima acdo» ocupa justamente el mismo lugar en Cantos de rel)eldí.~. Además, en uUltima verba» De Diego habla de «la última vibración / que dé al cielo mi cantar». y ue muerte y renacimiento, que reaparecen temáticamente en «Ultima actio». Cantos de rebeldía abre con" Ultima cuerda» y el penúltimo poema se titula «Ultima andanza». Pomarrosas abre con uDespués del combate». . Bien conocida es la afición que José de Die~-"') tenía a las frases en latín. Entre los títulos de Pomarrosas, además del mencionado, tenemos «Liber· tas omnia», uSuprema lex», «5icut avis)), «Sanctissima Mater» y «Minimae potes tates». En Calltos de rebeldía: «Dies irae» uAgnus Dei», uMagnis vocibus», uUbique mens)), «¡Vae victis!» Tal afición fue sin duda efecto de su educación, de sus conocimientos de letrado y de su catolicismo. Pero es posible también la influencia de Víctor Hugo donde hallamos títulos como uDate Lilia» (Les cl1allts du crépusctL~ le), uUltima verbal) y a:Lux)) (Les cluítiments). El título -Ultima actiol>- destaca el activismo como nota central de la poesia de José de Diego. Para él la palabra es acto, acción, combate, proeza. Al leer el título nos disponemos a contemplar esta última hazaña.
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) Colgadme al pec1lO, después que muera,
Característicamente el soneto empieza con un verbo en imperativo, que se dirige a sus deudos y amigos e introduce inmediatamente el tema de la muerte, no de la muerte en general, sino de la úni· ca e inexcusable: la personal. Anuncia una serie de actos que deberán realizarse, por encargo del poeta, justamente acabando éste de morir. La forma apostrófica -«colgadme,. como después «cubridme_ era una de las favoritas de De Diego. La empleó, por ejemplo en la oda u¡·Patrial., uA Laura» y uPro Patria» (Pomarrosas), en «Pabellones», .Octavas de cometa», y uAleluyas. (Cantos de rebeldía). También aparece en Cantos de pi. tirre: uAl guaraguao». uLa canción del múcaro» y «Abrenuncio». El imperativo ucolgadme» nos hace pensar que José de Diego no se concebía en realidad muerto, ya que la horizontalidad del cadáver impediría jus. tamente que el escudo colgara. El sentido metafórico de ucolgadme» insinúa ya una tensión entre muerte e inmortalidad. Mi verde escudo en un relicario
El verso es explicativo. Declara precisamente lo que De Diego desea que le sea colgado del pecho. No una medalla o una cruz, que seria lo normal, si· no el escudo de Puerto Rico. Mediante esta disposición, el poeta pone de relieve el valor más alto que ha guiado su existencia. En el poema «Agnus Dei» de Cantos de rebeldía celebra la restauración del antiguo escudp de Puerto Rico y cita las palabras de la descripción real: «un escudo verde e dentro de un Cordero plateado, encima un libro colorado, e atravesada una bandera...• Por medio del posesivo umb De Diego descubre su identificación con una raíz histórica, con un símbolo, que junto al de la bandera, constituyen las imágenes más representativas de nuestro pueblo. El escudo, sin embargo, estará dentro de un re· licario. De este modo, el poeta realza la conexión entre el sentimiento patriótico y el religioso, que es una de las constantes de su obra poética, como pue· de ver cualquiera que se asome a la oda u¡Patrial» de 1888. Tanto el escudo como el relicario son objetos preciosos y capaces de resistir al tiempo. Aquí se insinúa una vez más la voluntad de salvación, de inmortalidad. Cubridme todo con el sudario
Verso de tono indicativo como el primero. El imperativo «cubridme», naturalmente, hace pareja con ucolgadme». uTodo» sugiere un anhelo de integridad, ninguna parte de su cuerpo debe quedar 18
al descubierto. Tal vez aquí voluntad de recato. Aún muerto, De Diego quiere proteger lo privado de su vida. O tal vez piensa que el misterio de la muerte no debe estar al alcance de la curiosidad pública. El poeta idealmente extiende la forma del suda· rio, señalando la frontera última entre la vida y la muerte. Con el sudario de tres colores de mi bandera. _:::...L•.•• -
~~·~~.I ....,.+_~' ~
--Explicativo como el segundo verso. Pero no hay correspondencia entre escudo y sudario y relicario y bandera. De ahí que, en cuanto a contenido, no sea un desarrollo paralelo. El movimiento, sin embargo, es sorpresivo, como el del segundo verso. No se trata de un sudario regular. Esta vez es la bandera tricolor quien fungirá de sudario. La repetición de la frase ucon el sudario» es de particular insistencia, como que el poeta desea más ésto, que sea la bandera quien lo cubra. La función de la bandera es aquí análoga a la del escudo, del segundo verso. El amor de José de Diego por la bandera nacional de Puerto Rico es de general conocimiento. Le dedicó poemas, entre ellos, el tercero de la serie «Pabellones», uBandera», e hizo alusión a ella en otros como «Bandera antillana», uLa epopeya del Cordero» y «Bandera de Fiores., de Cantos de rebeldla y en uPóstuma» de la segunda edición (1916) de Pomarrosas. Como en la frase del escudo, el posesivo «mi. revela una identificación que va más allá de lo pero sonal. Desnuda una conciencia social. De Diego se sabe pertenecer a una nación. Esta bandera es la que en el último verso, él tremolará udesde las cumbres del Infinito•. Primera estrofa
En este primer cuarteto prevalece el tono apostrófico, imperativo. Las unidades de sentido total se componen de la primera y segunda pareja de versos. En la primera fase de cada unidad se dispone algo; en la segunda se revela que ese algo es inaudito. Los matices son, en general, secos, de valor descripcionista. El valor poético reside principalmente en la sorpresa de la conducta extraordinaria que suponen las disposiciones. Parte de la sorpre· sa lo son también los elementos utilizados: el escudo, la bandera. En el fondo late el conflicto en· tre la certidumbre de la muerte y el anhelo de inmortalidad. Desde el punto de vista fónico, hay un admirable juego de kaes: ucolgadme., uque., uescudo», «relicario», ucubridme», «con», «colores.. También de
des: «verde escudoll, «cubridmell, dodoll, «sudarioll, «bandera». Empieza en esta estrofa el juego de las eses, que se prolongará en la siguiente, con «sudario» repetido dos veces. Vocálicamente, las oes y úes acentúan la atmósfera sombría.
ero a pedirle perd6n. Para el lector puertorriqueño, la Quimera sólo puede ser la Patria irredenta que espera su liberaci6n o el ideal de Independencia, siempre imaginadas, dentro de nuestra tradición romántica, como una mujer.
Sentada y triste Ilabrd una Quimera
Sobre mi túmulo funerario ...
Este desarrollo es aún más sorprendente. Na· da en la estrofa anterior lo anunciaba. De Diego corta el hilo de las disposiciones, la forma apostrófica y la actitud del imperativo. Sólo se prolonga el modo descriptivo. Pero el ambiente es nuevo. La escena del cadáver con su extraño sudario y su verde escudo al pecho -escena de alcoba fúnebredesaparece y es sustituida por una nueva escena, romántica, de cementerio. El tono es ahora orofé· tico. Los verbos en futuro. Comienza una alegoría volcada en modo de narración. De Diego empieza esta vez con dos modificadores: «sentada y triste». Con ellos subrava, resoectivamente. el perfil físico v el ot"rfil moral de l~ Onimera. «Sentada», le sirve también como condi~i6n para realzar el movimiento de «erguida» al final del primer terceto. Además suguiere va ~a actitud de -la espera. «Triste» presta tonalidad melancólica no s610 al verso. sino a toda 'la estrofa. El lector piensa Que la Quimera está triste 'Por la muerte del poeta, pero lue~o averilnla Que tiene otras ra· zones, como la de ser un esoíritu solitario. La Quimera es tradicionalmente un monstruo de la mitología /ITÍega con cabeza de le6n, cuerno de cabra v cola de serniente o drag6n. Se acostumbra· ba reoresentarla vomitando fuego. No creo Que Jo· sé de Diego pensara en este monstruo cuando escribió la palabra «Quimera». Difícilmente hubiera po· dido imaginarlo sentado y triste. Por 10 tanto, me luce más 16gico pensar que el poeta tuvo en mente, a la vez, varias cosas, a saber: 1) la figura de una muier -madre o esposa- sentada en actitud de duelo lunto al cadáver. 2) la Patria reoresentada por esa figura de mujer, 3) el ideal de Independencia, o la Independencia, que sigue esoerando por su realizaci6n. En el himno «¡Dios Guarde al Ideal!., De DieJ!o nos dice que el grito ¡Independencia! son6 en el Infinito y que la Patria eleva, «radiante de alegría» su insignia nacional, gestos que repetirá la Quimera. En el segundo soneto de «Ante la historial'l declara:
El verso constituye una coda complementaria del anterior. Amplía la informaci6n previa sobre las circunstancias de la Quimera. Esta se halla senta· da no junto al túmulo funerario, sino encima del mismo. El contacto inmediato de la Quimera con d monumento sugiere un estrecho vínculo, lo que nos hace pensar ahora que la Quimera es el alma del poeta escapada de la tumba. Al igual que esta Qui· mera está sentada «sobre mi túmulo funerarioll, más tarde alzará la bandera «sobre los mundos». El posesivo «mili reaparece, acentuando la referencia personal. «Túmulo funerarioll revela un sentido monumental. Los túmulos solfan ser erigidos a los héroes, como sucede en La Odisea y en La Eneida. Formaban parte de ritos fúnebres. Se dan dentro de un mundo religioso, como «relicariOll.
Tú, Patria, no: vivificante lumbre te envuelve con magníficos fulgores, a la entrada del nicho funerario ... En «Póstuma. llama a la amada muerta «¡Oh noble y pura sombra» y dice que viene a su sepul-
Serd un espíritu solitario Verso explicativo, que provee dos notas identificativas de la Quimera. La primera nos señala la na· turaleza de este ente: es un espíritu, palabra que puede ser interpretada también como alma. «Espí. ritu. sugiere mensajero del más allá o de Dios. En todo caso es un ente que representa los valores de la espiritualidad, los fines nobles. Este espíritu, sin embargo, se halla en soledad. A José de Diego le gust6 mucho el tema romántico de la soledad. En el primer soneto de «Dios proveell (1887) nos habla del zorzal que escapó de la prisi6n en un transatlántico:
Rendida y sola, en el desierto plano, sobre el dintel del cielo el ave hambrienta llamó tres veces con el ala en vano... En «Después del combatell (1904) nos dice:
Con mi bandera en lo alto de mi lanza, decidido y tenaz, como un templario, llegué a la cumbre azul de la esperanza ¡y me encontré en la cumbre solitario! Esta situación es parecida a la del final de ce Ul· tima actiOll. En «Ultima cuerdall, todas las cuerdas de la lira ya han emitido «su última nota», pero sólo queda una «y la pulso y la conservo, / y estará en 19
mi ronca lira hasta la muerte... lI Hay una atmós. fera de abandono en esa Quimera como en el Bécquer de «¡Dios mío, qué solos / se quedan los muertos!lI «EspíritUll es una palabra que se parece a dú· mulo». A José de Diego, como a Rubén Darío, le gus. taban los esdrújulos. En «Solitariall dice: «En su círculo el átomo vibrante / y en su inmensa parábola el cometa... ll En «Aguadilla»: El pelícano resba. la... su grito de órgano exhala... » Todo el mundo recuerda la magnífica orquestación de esdrújulos en «Ultima cuerdall. En larga espera, en larga espera, en larga esperu...
Este verso, secuela de] anterior, añade ]a tercera nota identificativa de la Quimera. Mientras que tristeza y soledad envuelven estados anímicos, acu· san una condición del alma, la espera implica una actitud abierta, polarizada hacia algo que no ha llegado aún, y que, por lo tanto, sitúa a la Quimera en medio del transcurrir temporal. Las tres son vi· vencias, pero ]a tercera es posible tan sólo porque la vida humana se halla inmersa en el tiempo. E] adjetivo «larga» acentúa e] tránsito prolongado en la trayectoria de pasado, presente y futuro. Para De Diego, obviamente, esta actitud de ex· pectativa es lo decisivo en la Quimera. Si e] verso se hubiera detenido en ]a frase inicial, la larga espera hubiera parecido corta al lector. Si se hubin· ra el autor limitado a repetir la frase una sola vez, la espera -para De Diego- no hubiera parecido lo suficientemente larga. Es por medio de ]a repetición dos veces de la misma frase que e] poeta consigue darnos una impresión justa de la excesiva, casi insoportable, duración de la espera. La misma longitud del verso sugiere esa excesiva duración. Este verso hace recordar los famosos del uNocturnOll de José Asunción Silva: y eran una sola sombra larga, y eran una sola sombra larga, y eran una sola sombra larga ...
La repetición del verso de De Diego tiene carácter enfático, insistente, muy distinto al caso de «con el sudario» (primera estrofa), donde la frase repetida inicia una explicación para señalar el carácter especial de este sudario. Al generar, por simpatía, la actitud de espera en el lector, De Diego nos pre· para el desenlace del dramático misterio de ]a Quimera. Segunda estrofa
Esta estrofa, corno ya he indicado, efectúa una transposición de escenario. Desde luego, se halla
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coordinada con la primera por lo condicional. Quiero decir que «Sentada y triste habrá una Quimera» presupone algo así corno «después que yo muera», cuyo contenido se nos da en el cuarteto inicial. Prevalece una atmósfera de melancolía. La Qui· mera es una figura ideal, símbolo de la Patria o de la causa de Independencia, efigie que proyecta imágenes de dolor y de abandono. Con el verso fina], José de Diego introduce una fuerte tensión. Su actitud es profética. Desde el punto de vista fonético priman las eses: «sentada», «tristell, «sobre ll , «será», «espíritu soli· tarioll, «esperall. También abundan las tes: «senta· dall, «triste», «túmulo», «espíritu solitarioll. Ten· dencia aliterativa: «espíritull, «espera». Verbos en futuro: «habráll, userá». Vocálicamente, la _ell apa· rece en todos los ve"rsos, en el 'Primero y el cuarto acompañada de la «a», y en e] segundo, con un redoble de úes y oes: tambores fúnebres.
Llegará un día tumultuario
Continúa ]a narración en futuro. Revela lo que ]a Quimera esperaba. El tono es firme. Hay certidumbre de ]0 que habrá de suceder. De Diego pronostica el día de la revolución triunfante por la li· bertad política de Puerto Rico. Antes (1889), en «La Marsellesa» había cantado a ]a insurrección del pueblo contra los déspotas: Es la voz del esclavo que perece y, en rebelión magnífica, triunfante juega después con sus cadenas rotas ...
y en «Suprema lexlI (1895) dice que cuando «la muo chedumbre armadall se revuelve contra ]a ley del tirano, «a veces cruza, por la tierra, escrita / la ley de Dios en la hoja de ]a espadall. En ese día, -El pueblo inerme que sumiso calla, / lanza, al fin su protesta poderosa... » (<<Luzbel»). Será el día en que la Patria, como nos dice en -Profecíasll, ha de salir de su profundo sueño para asombrar al Uni· verso.
y la Quimera, en el silenciario Al terminar de leer el verso anterior nos pre· guntamos lógicamente: ¿qué sucederá en ese día? Es decir, que la expectativa de la «larga espera ll no se ha resuelto completamente. El verso que analizamos ahora tampoco la resuelve. José de Diego nos da a pequeños sorbos el relajamiento que ha de seguir a ]a solución del problema.
Trae a centro focal la Quimera, que será la pro· tagonista de este paso. Nos damos cuenta ahora de que a ella toca desempeñar un papel decisivo. «Silenciario», al final del verso, fortalece la atmósfera de suspensión anímica y nos impulsa hacia adelan· te. Vagamente intuimos que se ha iniciado un movimiento.
Sepulcro erguida, tanzard un grito ... Termina la oración que empezó con cllegará». El verso indica dos acciones importantes, significativas: el erguirse de la Quimera y la emisión del grito. A pesar de que «erguida» es participio pasado, por fuerte contraste con «sentada», logra dar la impresión de un levantarse súbito, de un gesto viril. «Sentada y triste», sugería abatimiento, desolación; «erguida» marca el final del largo período de espera y el tránsito a una actitud combatiente. Mientras que «llegará» se refiere a algo que sobreviene, a algo externo, «erguida» y «lanzará» aluden a movimientos íntimos, a reacciones espontáneas ante la nueva situación creada por el día tumultuario. Tenemos, pues, tres momentos: llegará el día, se erguirá la Quimera y lanzará un grito. En la primera estrofa tuvimos los «tres colores ll , y, en la segunda, tres veces la misma frase: «en larga espera». Esa Quimera está ahí para solamente lanzar ese grito, que es a la vez proclama de victoria, toma de conciencia de que el instante de la liberación ha negado y anuncio de que una nueva era comienza.
Tercera estrofa El segundo cuarteto nos había dejado justo en el centro del poema, con presentimiento de algo inminente. El primer terceto nos entrega un desarrollo vital hacia el desenlace, con los dos gestos dramáticos de la Quimera. La atmósfera esta vez es vibrante y apasionada. Parece anunciar una apoteosis. La serie de verbos en futuro se prolonga. El ad· jetivo «tumultuariOll tiene carácter descriptivo. Fonéticamente se parece a ctúmulo». Contrasta con «silenciario», que a su vez contrasta con «grito». Contra el fondo del sepulcro silencioso, De Diego dibuja gráficamente la explosión del grito. En la segunda mitad del terceto hay fuerte én. fasis sobre las eses, con una aliteración: «Silencia. rio / sepulcro», clanzará». También las kaes son im. portantes: «Quimera», «sepulcro erguida», «grito». Las tes de «tumultuario» y de la estrofa anterior repercuten en «grito». En cuanto a vocalismo, las fes se destacan. Se hallan en los tres versos: cdía»,
«Quimera», «erguida», «grito». También descubrimos la combinación anterior en ce-a»: «llegará», «Quimera., «erguidall. Continúa la combinación llU-O.: lltumultuario», «sepulcro», con tendench a debilitarse hacia la «o»: «grito». El verbo «lanza· rá» con sus aes abiertas parece desgarrar la atmós- . fera sombría de los dos primeros cuartetos, cuyo último eco ~s llsepu1cro•. Fónicamente se asemeja a «larga» y a «habrá».
¡Buscaré entonces entre mis huesos mi relicario! El verso final del primer terceto nos había pr~ parado ·para algún acontecimiento. Tal parecería que la Quimera iba a hacer algo. Pero no es ella, sino De Diego mismo el protagonista del paso final. La «ultima actio» propiamente comienza aquí. El grito de la Quimera surtió el efecto de un «¡Lázaro, levántate y anda!» La Quimera, como mensajera del más allá, inscrita en un universo re· ligioso, tiene el poder de resucitar a los muertos. Pero esa resurreccion es sólo posible en el mamen· to justo de un suceso que inaugura un nuevo sen· tido en el tiempo, como en ciertos relatos místicos. De Diego no menciona directamente su resur.pc· ción, sino que nos la revela juntamente con su pri· mera acción: «buscaré•. La referencia a los huesos no sólo implica la aceptación de la muerte, sino también de la obra desintegradora del tiempo. No será hasta que la Quimera se ierga y lance el grito que la resurrección y actos subsiguientes -por lo tanto, nueva vida- serán posibles. El primer acto es la búsqueda del relicario, con «mi verde escu· do», objeto que, como he dicho antes, tiene carácter simbólico-religioso. Se repite el posesivo «mh, como en el próximo verso «mi sudario», prenda de identificación personal. La imagen de la búsqueda del relicario perdido entre los huesos es impresionante porque sintetiza intimaciones de muerte, destrucción, oscuridad y tumba. Hay aquí algo del lobreguismo romántico.
¡Me alzaré entonces con la bandera de mi sudario... El carácter cíclico del poema comenzó a revelársenos con la alusión a «mi relicario. en el verso anterior y se confirma ahora con las dos que De Diego hace a la bandera y al sudario. Este segundo verso continúa la secuencia de ac· ciones a partir de la resurrección, indicada en el primero. Es la penúltima en el proceso que se ha· bía iniciado con «Llegará un día tumultuario». El movimiento de alzarse es paralelo al del erguirse de la Quimera. La imagen que proyecta re· fleja mejor la idea de la resurrección. Contraste de 21
la verticalidad del ser vivo frente a la pasiva horizontalidad del cadáver. El verbo «alzarse» también nos trae reminiscencias de alzamientos, de insu· rrecciones. De Diego repite «entonces., nombre temporal, para poner de relieve que es justamente en el momento del grito que todo esto sucederá. La frase «con la bandera de mi sudario» sintetiza los dos últimos versos de la primera estrofa. Al igual que «relicario., nos damos cuenta de que esta bandera no estaba ahí con propósitos mera· mente luctuosos. Su verdadera relación no es con la muerte, sino con la vida. Deliberadamente, el poeta se la lleva al sepulcro para su «ultima actio•.
¡A despegarla sobre los mundos desde las cumbres del Infinito! Desarrollo y culminación de la «ultima actio». Tiene carácter apoteósico. Presume que la bandera se hallaba antes doblada, enrollada o recogida, de alguna manera. El alma viviente del poeta la levanta (<<me alzaré.) y la abre sobre los mundos. «Des· plegarla. implica también mostrarla, como testimonio de triunfo. La palabra «desplegarla» contiene la misma combinación vocálica y consonántica de la frase «larga espera». Al mismo tiempo sugiere la disolución del nudo de esa larga espera. Lógicamente supondríamos que el espíritu del poeta se alzaría sobre su tumba a desplegar la ban· dera, pero aquí nos sorprende un tercer desplaza· miento. Descubrimos que ese espíritu instantánea· mente -como en ciertos relatos orientales- se ha trasladado a la cima del cielo. Se halla «sobre los mundos•. De Diego nos ofrece un espectáculo cósmico. Tal vez haya aquí un eco de la «Noche serena. de Fray Luis:
Rodéase en la cumbre Saturno, padre de los siglos de oro, tras él la muchedumbre del reluciente coro su luz va repartiendo y su tesoro. Los mundos forman como un coro. Son los testigos de esta gloria. El movimiento hacia lo alto es característico de José de Diego. Así lo puede comprobar quien se asome a poemas como crAguadilla. (1893), «Sueños y Volantines» (1888), «Pro Patria» (1893), «Dies irae», «Pabellones, lIb, «Profecías» y «¡Dios guarde al Ideall. Remate y fin de ese movimiento es la llegada a la cumbre -mito de Sísifo-, símbolo de nobles realizaciones. Ya he citado una estrofa, al efecto, de «Después del combateJl. En el tercer soneto de «En ]a cumbre. (1897), dice:
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Estoy de pie en la cumbre: atrds, el llano; debajo, la honda vertical vertiente; arriba, estd la bóveda esplendente donde se interna el ideal humano. En «Idolatríall (1895) sitúa a Moisés que «bajaba ae la excelsa cumbre / con sublime ademán y alto decoroJl. Al poeta le dice en cUbique mens» que mire «en todas las cumbres la visión que descuella•. A José Santos Chocano le pide en cOctavas de corneta» que convoque ca los poetas en la cumbre» para que sientan cel horror que inspira / la visión de la patria en servidumbrell. De «las cumbres de lo Ignoto» fluye eterna» la corriente de un divino pensamiento», declara en cSagrada corriente.. Abundan los ejemplos. El sentimiento de infinitud encontró su expresión más intensa y frecuente entre los románticos. Sirvió para afirmar desmesuradamente la individualidad y para arremeter contra los convencionalismos sociales. En De Diego suele aparecer ligado a nociones religiosas y es símbolo de la libertad abo soluta. En cLibertas omniall (1893) proclama: «Nada hay esclavo: El Universo noble / mantiene libre cuanto en él se encierra...• En cLuces del cielo» (1890) sostiene que
Dios vive en las basllicas ardientes del espacio inmortal, donde circulan las perpetuas corrientes de luz y amor, que el infinito azulan. En la oda c¡Patria!. (1888) nos habla del momento en que Lázaro se levante cr ¡y al cielo ascienda, desde el polvo yerto, / por el sagrario azul del Infi· nitol. En «Desde el Atlántico» (1889) concibe qU( el crepúsculo es en el mar «oración divina» y aña· de: «es la oración mental de 10 Infinito». De Diego se siente fascinado por el «infinito espacio misterioso / donde las leyes del silencio rigen. en «En la cumbre, lb (1897). Sentir análogo expresa en el «Himno a América» (circa 1916), cuando visualiza la llegada, procedentes del Infinito, de «los colores y las banderas». En «¡Dios Guarde al Ideall» asegura que cEI grito: -¡Independencial- / sonó en ~l Infinito... » Como en «Noche serenall, el firmamento es la imagen física del Infinito, lugar de «los espacios libres•. El Infinito es, además, 10 absoluto ilimita. do, figura de la libertad. UItimamente, Dios mismo. El verso final de .Ultima actio» nos da, en ma. ravillosa síntesis, el vínculo entre ]0 particular con. creta y lo unirversal, «entre lo relativo y lo absolutoll. Afirma un tránsito que es, a la par, un triunfo. Declara un destino. Profesa una fe: la de que la suerte
de los hombres y la suerte de los pueblos está ligada a un propósito cósmico, divino.
Cuarta estrofa El segundo terceto nos da el desarrollo final, la resolución de la problemática planteada desde la segunda estrofa, en tres momentos: buscar, alzar, desplegar. El tono es de exaltación y de portentosa firmeza. La inmortalidad no es regodeo ni reposo, sino acción, la más importante, la decisiva. Es ha· zaña divina. El último verso es más largo que el cuarto de la segunda estrofa y se despliega él mismo como una infinita bandera. El movimiento expansivo se amplía para abarcar al universo, a toda la realidad. El verso celebra la consecución de la meta: el triunfo definitivo del Ideal. El desenvolvimiento cíclico de los dos primeros versos de esta estrofa cesa en el último para dar paso a un desarrollo hacia lo abierto: el Infinito. Fonéticamente, la estrofa repite combinaciones anteriores. Las kaes: «buscaré», «relicario», «conD, Clcumbresll. Las tes: «entonces», «entre», «sudarioD, «desde», c1nfinito». Las eses: «huesos», «sudario», «sobre», «desde las cumbres». La combinación Cla-e»: • buscaré», Cla1zaré», .bandera», «a desplegarla». La combinación «u-o»: «huesosD, «sudario», «mundos». Las les: cmis», Clrelicarioll, Clmi sudarioD, clnfinito».
en este poema. En «Bandera antillana» José de Diego nos habla de «la santa unidad del Tres», pensando probablemente en la Santísima Trinidad. El soneto presenta tres paisajes: la alcoba mortuoria, el túmulo funerario con la Quimera y el Infinito con el alma desplegando la bandera. • Ultima actioll es justamente celebrada por su enorme vibración, por su apasionamiento encendido, por su rica y móvil imaginación y porque se apoya en las creencias más hondas de nuestro pueblo con respecto al destino de las almas. Su acento sombrío, sus sorprendentes creaciones, la fe que hace manifiesta y la intuición del nexo entre lo particular y lo universal, hacen de Cl Ultima actioll un poema inmensamente atractivo para los puertorriqueños. La sinceridad de José de Diego, dicha con gran economía de palabras, nos conmueve. Nos impresiona su profundo activismo. Cl Ultima actioll es la lírica expresión de los sentimientos de José de Diego, de su confianza en que la vida ha de triunfar sobre la muerte, la libertad sobre la esclavitud, Dios sobre el mal y la patria sobre sus detractores.
ULTIMA ACTIO
Observaciones finales Lo esencial ya ha sido dicho. Deliberadamente he omitido referencias al metro de los versos y a cuestiones de ritmo, por no caer en excesos técni· coso La rima llana con su combinación final de vocales y cerell surte un efecto de prolongación, de algo que queda en suspenso. La rima en «itOIl, con esa fuerte te rompe el efecto de suspensión y mar· ca una llegada a algo concreto, en el caso del último verso el arribo al destino. En español las palabras que indican llegada suelen tener consonantes secas, cortantes: meta, puerto, pueblo, parada, ven· ta, casa. El poema ofrece la estructura de un drama. Exposición: primer cuarteto. Planteamiento del problema: segunda estrofa. Desarrollo: primer terceto. Desenlace: última estrofa. Desde otro punto de vista se divide en tres fases: muerte y disposiciones fúnebres -primera estrofa-, circunstancia y acción de la Quimera -segundo cuarteto y tercera estrofa-, Clultima actio» propiamente. Ya he señalado la importancia de las combinaciones triádicas
Colgadme al pecho, después que muera, mi verde escudo en un relicario; cubridme todo con el sudario, con el sudario de tres colores de mi bandera. Sentada y triste habrá una Quimera sobre mi túmulo funerario ... Será un espíritu solitario en larga espera, en larga espera, en larga espera... Llegará un día tumultuario y la Quimera, en el silenciario
sepulcro erguida, lanzará un grito... ¡Buscaré entonces entre mis huesos mi relicario/ ¡Me alzaré entonces con la bandera de mi sudario a desplegarla sobre los mundos desde las cumbres [del Infinito! Josl1 DB DIEGO Cantos de Rebeldía 23
Entrevista con José de Diego* Por EVARISTO RIBERA
U STSO CREE
QUE PUERTO RICO SERÁ UN PUEBLO, lo que se dice un pueblo, desde el punto de vista del pensamiento, del arte? -Para dilucidar si Puerto Rico SERA un .pueblo» para el pensamiento y el arte, debemos antes esclarecer si Puerto Rico ES ya un «pueblo» en el concepto social y politico. En este sentido, y aún dentro de su ambigüedad y generalidad, entiéndese como «pueblo» el grupo o asociación de hombres unidos por .raíces étnic s y una larga comunidad histórica que les dotan, con respecto a los demás, de específicas diferencias de temperamento, idioma, religión, leyes, costumbres, ideales y, en pocas palabras, origen, vida y destino. Puede faltarle de los mencionados, algún atributo, pero no todos, ni la mayoría, ni los más esenciales. Un «Pueblo» no ha de ser necesariamente «Es· 'lado», uNación», personalidad reconocida en el de· recho de gentes. En ciertos Estados, como AustriaHungría, coexisten varios pueblos y hay pueblos, como el polaco, repartidos en varios Estados: en el seno de la Nación española conserva, desde re· motos siglos, su intenso y fuerte espíritu el pue· blo eúskaro. Así es Y ocurre, aunque la falta de con· junción e identidad entre el Pueblo y el E-stado, perturba la vida nacional y .provoca a veces temi· bIes conflictos, porque la natural organización de los Estados es congénita con la formación de los Pueblos. El sistema federal, principalmente por la doctrina de Hamillon en los Estados Unidos, extin· gue o suaviza esos conflictos (aun dentro del siste. ma la guerra de 1864 fue una de las más grandes convulsiones civiles), armonizando la convivencia autónoma entre diversos grupos políticos, siempre que, como en los Estados Unidos, todos ellos se
Disquisiciones Literarias, Puerto Rico Ilustrado, 19 de enero
de 1918.
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CHEVREMONT
encuentren en una relación estrecha de permanentes semejanzas o analogías. Los portorriqueños, por descendencia, identi· dad de lenguaje y de vida jurídica y consuetudina· ria, aparecían confundidos en el pueblo español, más propiamente en el castellano, durante los siglos en que, agotada ya la raza autóctona, fuese marcando nuestra fisonomía: aún entonces, la san· gre indígena y la africana trasfundidas en nuestras venas, y otras distinciones derivadas del clima y el apartamiento, singularizaban a nuestro Pueblo y ponían en sus entrañas un secreto instinto de ¡rebeldía e independencia. Usted debe de conocer la última obra, «Ante los Bárbaros» del profundo y vibrante Vargas Vila, donde se contiene el más sabio estudio, que yo he leído, de los elementos raciales de los pueblos his· pánico-americanos yesos mismos elementos como ponen y caracterizan al pueblo portorriqueño. Era, pues, Puerto Rico una rama del tronco español: al desgajarse por el tirón de la guerra, no quedó ni podía quedar ingerta a los Estados Unidos, que el ingerto sólo prospera en plantas de igual familia y la política ni nada, bajo el poder de Dios, puede obligar a la naturaleza: cayó al suelo la rama y, como en una espontánea siembra, arraigó y erigióse en nuestra tierra el nuevo árbol, creciendo y acentuándose su vida orgánica, su personalidad diferencial en el Universo. El año 1898 nació el Pueblo de Puerto Rico (no por la Ley Foraker que vino dos años después), sino por la fuerza biológica de la reproducción viviseccional: aparecimos así en la vida, con una comunidad étnica, histórica, legislativa, tradicional, de pensamiento y lenguaje, cuerpo y alma, unidos por todos los radios del tiempo en una determinada circunscripción del espacio. Somos, pues, un pueblo y de aquellos más vigorosamente designados; pero ¿somos un Pueblo para
el arte y el pensamiento? La pregunta de usted es sabia, no interrogando si Puerto Rico ES, sino SERA un Pueblo en su representación espiritual. Hemos tenido algunos altos pensadores, como Hostos y Tapia; nobles poetas, como Gautier; inspirados músicos, como Tavares y Campos; un gran pintor, Campeche. Mas, los artistas y los pensadores no son el pensamiento y el arte de Puerto Rico; eran ellos, pero Puerto Rico era Castilla: no eran típicos o singulares de aquí: pertenecían como individuos, a la vasta civilización española. Ya en ellos cual en otros, ya en sus frutos, vislúmbranse los renuevos; mas no esos ,renuevos tie· nen ahora los distintivos del jugo que nuestra tierra y nuestro cielo infundirán al curso de los años en nuestra producción espiritual, para que nuestra personalidad colectiva se engrandezca e Ilumine con expansión y luces propias en las regiones del arte y de la ciencia. Aquí encontró Humbold los niños más precoces e inteligentes del Planeta: nuestras generaciones tienen aptitud para las más elevadas tendencias de la vida y no hay motivo alguno para dudar de nuestra contribución específica como Pueblo, al poderío de la verdad y la gloria de la belleza en el mundo. Para ello, para salir del anónimo y dar impulso y resalte a nuestra personalidad, debemos cultivar nuestra propia semilla, vivir nuest·ra propia existencia, fomentar nuestras propias energías y enriquecer nuestro propio ambiente, no aislados del resto del mundo, sino llevando al mundo nuestro radio, la irradiación del alma portorriqueña con todo su acumulado caudal de dolorosos pensamientos. - y a propósito de pensamiento, ¿es el poeta algo que se diferencia del pensador? -De un pensador a un poeta va como de un compositor musical a un profesor de acústica y de un pintor a un geómetra: aquellos los dos saben de la vibración, el sonido y la armonía, estos de la línea, el relieve y el espacio: unos investigan y proclaman, otros embellecen y fecundan las leyes de la naturaleza. Los poetas siempre son pensadores, los pensadores (Goethe y Echegaray, casos rarísimos), no suelen ser poetas. Quien busca la belleza en la verdad es un pensador, quien busca la verdad en la belleza es un artista: el poeta es el artista del pensamiento transubstanciado en la palabra.
La filosofía es un análisis, la poesía es una síntesis. Ninguna representación general es analítica y toda representación general es sintética. Ni en los tiempos en que el filósofo abarcaba todas las ciencias, hubo alguien de ellos que encarnara una época, un pueblo y menos el espíritu humano. ¿Quién ha dicho que Sócrates fuese Grecia; Descartes, Francia; Suárez, España; Darwin el mundo, como se dice de Homero, Víctor Hugo, Cervantes y Cristo? El Hijo del Carpintero no sabía mucho más que su padre, no era un polígrafo: era un poeta: sí, lea las narraciones de Juan, Marcos, Lucas, Mateo, las más bellas imágenes, todas las figuras clasificadas por los -retóricos están en sus dulces palabras: Rugo solía plagiarle: hablaba a veces como un parnasiano, siempre por símbolos y parábolas de incomparable magnificencia. Sólo El ha sido la Humanidad, además de la Divinidad: luego fue la Humanidad, sin la Divinidad, Don Alonso de Quijano, la creación de otro gran poeta. Usted, amigo mío, es poeta de aquí y todo poeta de aquí debe anhelar la personificación de nuestra Patria en la cumbre del tiempo y del espíritu. -¿Qué opina usted del nuevo reflorecimiento de la poesía? -Cierto, en Puerto Rico la poesía reflorece. Antes fue como una rosa blanca, ahora es una flor complicada, como la pasionaria o el clavel disciplinado. Iba a perder su perfume, en la opulencia de las hojas brillantes e inútiles, pero éstas cayeron marchitas y entonces el cáliz reconcentró su esencia sin perder las hojas de fúlgidos matices. Fui yo el poeta portorriqueño iniciador de las novísimas tendencias literarias, hace más de 25 años en mis versos de estudiante, que publicaba el «Madrid Cómico». Rubén Darío reconoce con un poco de ironía que fuimos aquellos muchachos los precursores. En 1901 escribí «Genitrix», página 197 de la primera edición de «Pomarrosas», ya en campo abierto de modernismo. Jesús María Lago, pocos años después, compuso estrofas de magnífica estructura parnasiana. Llorens Torres alumbró Hndos y cálidos poemas modernistas. Aquí no puedo hablar de usted, pero ya he dicho lo que pensaba en otra parte. En tanto, Negrón Flores, el bardo Zorrilla, el valeroso rimador Clemente Ramírez, tras Muñoz Rivera, el Patriarca, retienen los últimos resplandores de las formas clásicas.
Póstuma Por
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JOSB DE DIEGO
Austeramente vengo. ¡Oh, noble y pura bral
A una distancia inconcebible del punto de la vida y del espacio que nos unió en la tierra, en veinte giros con que avanzó en la eternidad, ahora austeramente vengo a tu sepulcro a pedirte perdón...
Ni un hilo solo de tus cabellos, ni un fulgor dorado de tus pupilas quedan ya en la tumba, ni en mi alma ~ hilo ni un fulgor del sueño ~ue se desvaneCiera.
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Austeramente como un hermano, a tu sepulcro.
Yo sé que en otra tarde pensativa, cual un retorno de la «tarde aquélla», cuando te fuiste con el sol, tus últimas palabras eran recitados míos de versos que eran tuyos. Al morirte, desventurada y loca, en un relámpago a través de la niebla, contemplaste resucitar el sueño, que tornaba a morirse contigo... Ni una estrofa de sugestiva invocación hoy debe repetir el milagro del recuerdo y sólo oirás con este grave ritmo el perdón que demando a tu sepulcro. Otras angustias y otras alegrías mi espíritu agiotaron desde entonces, y el destino seguí, que me trazara la mano del Señor, sobre los tiempos. y fue la lucha mi destino. En ella mis dolorosos triunfos, más amargos que mis derrotas.
El vencido tiene la enemiga piedad; el victorioso, más que el rencor del adversario, sufre el odio de los débiles al triunfo.
Cruzado está mi corazón de heridas, las más profundas, al salir ileso de los duros combates. Ni me inclino sus rojos bordes a enjugar... Pero una, pero una de ellas alcanzó atu sombra, y austeramente vengo a tu sepulcro a pedirte perdón... ¡Un miserable de tu sudario levantó la túnica, para nublar y obscurecer el nimbo de tu lívida efigie inmaculada, en la paz indefensa de la muertel y aquí me ves, de hinojos... ¡Quién pudiera desagraviarte con el ansia misma que provocó el agravio!...
De tu pecho antes que nadie conocí el impulso, si antes que nadie conocí el suspiro, y sé que eras rebelde y me alentabas en mis primeras lides. Si en las últimas, por defender la tierra en que reposas, el bien ansiado triunfador esplende... ¡Con la bandera de la patria libre vendré a cubrir de gloria tu sepulcral
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De mi vida* Por José
DB DIEGO
Prendido lo vi cUal1do estaba el carpintero el nido trabajando con su agudo puñal y era un ronco y constante picoteer de acero en el tronco astiIIante de la palma real.
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Mecientes de las auras al soplo matinal o en tierra ya las fibras del profundo agujero, se las iba llevando en el pico un jilguero que en la copa tejiera su pequel10 nidal. Mi vida es como el árbol erguido y altanero; devora sus entrallas un feroz carpintero, alegra su ramaje wt lírico jilguero. Es el árbol del bien. y es el árbol del mal; el dolor sus reliquias ofrece al ideal y resuena en la cumbre el cántico triunfal.
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El dolor y la esperanza en De Diego* Por
VISTA DESDE FUERA Y OBJETIVAMENTE LA VIDA DE
De Diego parece tener un sentido trágico. El dolor le marcó con profundos surcos: desengaño del amor y ·del mundo, ofensas y traiciones de ami· gas y de compañeros, zarpazos de la envidia, el odio, la malevolencia, fracaso del ideal, larga y dolorosa enfermedad, prematura muerte. El mundo nunca perdona a los que se distinguen por la supe· rioridad del intelecto o del corazón. Subjetivamente no se consideró a sí mismo como víctima de fuerzas todopoderosas e incontras· tables. No creía en la fatalidad. Era cristiano y li· bre; conocía el poder de la voluntad humana y del amor para vencer el mal objetivo y el psicológico. La luz de la esperanza alumbró su vida descubrién· ,.l,.,1 .. su sentido y su finalidad trascendente. Su vivir fue agónico, pero no desesperado. La presencia del dolor lo acompañó siempre. En los alegres días de la infancia pierde a su ma· dre; en la adolescencia y primera juventud anda atolondrado e insatisfecho tras un anhelo que no sabe precisar; la experiencia de -la vida adulta se le presenta como una copiosa cosecha de amargu· ras. El dolor se convierte así en motivo esencial de su canto, en la sexta cuerda de su lira:
una cuerda de claro rubl que el suspiro daba al cielo en el lánguido giro de las esperanzas y las ilusiones que perdió el poeta. Ultima cuerda, Cantos de rebeldla, p. 20. Sin embargo, apenas tiene cabida en las regoci. jadas páginas de Jovillos que cantan la alegría de sus años de estudiante. Permanece latente y sólo • Del libro en prensa lA obra literaria de José de DiefQ. de Mar¡¡ot Arce de Váíquez.
MARGOr ARCE DE
VÁZQUEZ
aflora a los versos en alguna que otra ocasión para decirnos el fracaso del deseo amoroso:
esta triste experiencia que he sacado de las ceniZl:s de mi amor primero. Desahogos, p. 83. Como el tono es festivo, hay que tomar esos pa· sajes con alguna reserva. El lirismo romántico de Pomarrosas y las expe· riencias vitales que le dan sustancia, explican la frecuencia y valor del tema en este segundo libro en donde aparece ya conformado en sus motivos y rasgos característicos. El prólogo de la primera edición y los poemas Después del combate, Pomarrosas, En la cumbre, Eternidad, todos los versos a Laura, algún pasaje de la oda ¡Patria!, son indispensables para explorar el concepto que ticne del dolor y el proceso de convertirlo en materia poética. La unidad afectiva y expresiva de Cantos de rebeldla, concentra ·la atención en el dolor de la patria y los sentimientos que despierta en el corazón del poeta. El tono de amarga y airada protesta denun· cia la injusticia de que la patria es víctima; pero la nota predominante, a pesar de -la rebeldía, será ~a compasión que asume el sufrimiento del ser ama· do y la certeza de que un día alcanzará su libertad. El dolor en sus dimensiones más hondas y existenciales estremece las páginas de Cantos de piti. rre. La enfermedad, los desengaños, el fracaso de su empresa, la muerte próxima afinan y adensan su sensibilidad y alumbran su entendimiento. Da la impresión de querer .vivir su muerte-, como Rilke, con plena conciencia y lucidez. El canto mana de sus heridas dándonos su terrible y consolador testimonio. ¡Canto de cisne iluminado por la ~uz
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de la fe, fortalecido por la esperanza, casi transfonnado en himno de triunfo y cert'idumbre de vida inmortall
Concepto del dolor. No huye del dolor; no lo teme; 10 acepta como una realidad que no puede suprimirse ni del mundo ni del alma humana, como una de las caras y constantes de la vida:
No llores, nma, no llores, que la vida se complace en este perpetuo enlace de alegrías y dolores. La semilla, que da flores, en la propia flor renace, y la ilusión se deshace, como la luz en colores. Eternidad, Pomarrosas, p. 166. Las pasiones humanas '10 han extendido por todos los ámbitos de la tierra destruyendo la libertad moral:
¡Oh, inmensa libertad! El lzombre en guerra con su mismo ideal, siervo y tirano, en su propia ambición gime y se encierra. y en todas partes, con su anhelo insano, ltan llena de dolor puso la tierra, que parece su patria el Oceanol En atta mar, Pomarrosas, p. 146. Según el pensamiento cristiano, el dolor es la consecuencia del pecado original. Pero la muerte de Cristo 10 ha transfonnado en gennen de nueva vida, incorporándolo al misterio de la Cruz. A los ojos del mundo tiene signo negativo; es inconsolable y hay que evitarlo en cuanto se pueda. Pero si el cristiano Io acepta sin rebeldía, por los méritos de la sangre de Cristo se convierte en el hombre nuevo de que habla San Pablo. Los textos literarios de De Diego que tratan el tema se adhieren a esta concepción religiosa. ·En los sonetos A España, a prop6sito del desastre de 1898, le asegura que el dolor de la derrota le dará poder para resurgir con nueva potencia en el universo hispanoamericano. Resucitará como Cristo y ascenderá a un futuro de gloria.
A través del Atldntico desierto veo tu imagen que la niebla esfuma,
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rlgida hundirse entre la blanca espuma, Cristo yacente en el sepulcro abierto. ¿Has muerto? -Si- Como Jesús has muerto, para surgir con la potencia suma... lBajo la sombra que a tu cuerpo abruma, tu espfritu inmortal brilla despierto! Cantos de rebeldla, p. 27. Los símbolos cristianos se repiten en el segundo soneto insistiendo en la identificaci6n con Cristo y en ]a concepci6n del dolor como fuerza educadora y renovadora:
Gulate al bien, al porvenir dichoso con la enseñanza del dolor; tu llanto es un nuevo bautismo, tu quebranto es redención y tu quietud, reposo. Término al sacrificio generoso, la cruz es una escala al cielo santo, y el último gemido empieza el canto de la ascensión, el renacer glorioso. Ibid., p. 28. y en la serie Ante la historia, que comenta ]a emigraci6n de obreros puertorriqueños al extranjero, las mismas ideas se enuncian como una verdad de aplicad6n universal. Pero el caso de Puerto Ri· co es la excepci6n a esa regla: su Calvario conduce a otro Calvario:
El Hijo de Dios, en el sepulcro inerte, marcó a los hombres su infeliz destino y siempre llega desde el Ser divino, la redención en símbolos de muerte. Mas, por influjo de la misma suerte, al término angustioso del camino, de la 1tonda tumba al cielo cristalino, surge el dolor que en triunfo se convierte. Tú, Patria, no,' vivificante lumbre te envuelve con magnificas fulgores, a la entrada del nicho funerario ... Vas al Gólgota, esperas en la cumbre, ni mueres ni resurges... ¡tus dolores te llevan de un Calvario a otro Calvario! Cantos de rebeldla, p. 66. El "lector percibe inmediatamente la semejanza de este símbolo con el de Sisifo en el conocido poe· ma de Luis Muñoz Rivera. De Diego lo transfiere
también a términos de la mitología pagana: Puerto Rico, como Prometeo, resiste con firmeza el dolor; sus entrañas renacen al momento de ser devoradas. Presentía, que el martirio de su pueblo se· ría largo; pero tenía fe en la capacidad de resistencia de su estirpe latina.
El Aguila de Júpiter nuestra entraña devora, pero la misma entraña renace a cada hora; el dolor no nos vence, ni nuestra fe declina... ¡sabemos la potencia de nuestra alma divina y sabemos que existe la mano redentora del Hércules invicto de la raza latina! Magnis vocibus. Cantos de rebeldía, p. 115. Anotemos que, años más tarde, Gabriela Mistral y Luis Palés Matos representaron la resistencia del pueblo puertorriqueño valiéndose de sím· bolos análogos: la virginidad renovada de la Isla en Mar Caribe; el ave Fénix en Mulata antilla respectivamente. La aplicación de estos <:onceptos a la situación política de Puerto Rico es sugerida probablemente por la intelllretación de las figuras de su escudo heráldico: el Cordero Pascual con su cruz alzada.
Volvió de los eternos resplandores el ave constelada de astros y azul, en explosión de albores, y en la isla, atormentada por la tragedia del León ibero, místico y solitario habló al Cordero con una cruz al cielo levantada. ¡Con una cruz que invita a una Cruzada! ¡Con una cruz, que es el dolor fecundo, a un tiempo cruz y espada, conquista, escarnio y salvación de un mundo! La epopeya del cordero,
Cantos de rebeldía, p. 57.
Y, en Pabellones, identifica a Pue~to Rico con el Cordero, que es promesa de redención.
¡Cordero santo, que salvaste al mundo, tú eres la redención, tú eres la Patria! Cantos de rebeldía, p. 37. De Diego sabe que sería vana la pretensión de eliminar el dolor del mundo pero, a la vez, <:onoce la posibilidad de transformarlo en energía creadora, en agente de purificación y libertad. Y esto, tanto
en el orden personal como el nacional y colectivo. Habla de la «enseñanza del dolor., Jo llama «maestro»; la vida humana adquiere gracias a él profundidad y sabiduría. Pero la voluntad y el esfuerzo del hombre son insuficientes para llevar a cabo por sí mismos la transformación. Necesitan de la gracia que emana de la Redención y de las virtudes sobrenaturales.
Causas del dolor: Satands. Reconoce la existencia de un poder personal que quiere esencialmente el mal y pretende arrastrar al mundo a la apostasía y a la ruina espiritual. eNo es un principio ni una potencia primitiva y eterna, sino una criatura caída, rebelde que pretende erigir contra Dios un reino de apariencia y desorden, hijo de la desesperación. No puede negarse que tiene poder; pero este poder lo ostenta tan sólo porque el hombre pecó; es impotente, en cambio, respecto a un corazón enraizado en la verdad y en la humildad.»l De Diego lo nombra por sus nombres: Satán, Luzbel, Demonio, Espíritu del Mal... Todo el desorden del mundo: la guerra, la corrupción, el imperialismo, Ja injusticia -fuentes con· tinuas de dolor- son obra suya.
Cuando el planeta se abre en pedazos y se derrumban montes y sierras a cañonazos, cuando entre cielos, mares y tierras Satdn agita sobre los pueblos enloquecidos sus rojos brazos... Himno a América, Cantos de rebeldía, p. 120. No así el Estidio junto a sus bordes en que se encienden las locas guerras, llama tus brazos misericordes para los cielos, mares y tierras, en que el Espíritu del Mal agita sus rojos brazos y se derrumban montes y sierras a cañonazos. [bid., p. 123. Satanás actúa también en la esfera de las pasiones y allí, como en la realidad objetiva, es posi· ble vencerlo con el poder del Bien y la Virtud:
Odios, Envidia, Traición, Sombras del Mal aquí estoy con mi Lira y mi ideal que son mi triunfo bajo el Dombo azul...
1. R. Guard1ni, Bl Señor, Madrid. Rialp, 1954, p. 201.
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Dejad los pechos y salid y huid, como al ritmo del arpa de David huyó el monstruo del pecado de SaúIl Abrenuncio, Cantos de pitirre, p. 31. El Presidente Wilson, por ejemplo, con su visión lúcida de los designios providenciales podría destruir el águila del imperialismo lanzándola
¡ahogada por vuestras manos a la honda sima de los esplritus infernales! Himno a América, Cantos de rebeldla, p. 131. Personalmente, De Diego reconoce en Satanás a su enemigo que se complace en frustrar todos sus sueños. Algunos textos atestiguan el recio combate que libra con él en el interior de su alma.
¡Aún no he podido, por desgracia mla, encampanar el volantln de un sueño, sin que el demonio, que me tiene rabia, me corte el hilo en el azul del cielo/ Sueños y volantines, Pomarrosas, p. 77. Los sabios de este mundo se sonreirán al leer estos comentarios y estos pasajes y pensarán que no son dignos de 10 que ellos llaman un intel~ctual, pero De Diego era consecuente con su fe cristiana y tornaba en serio, en sentido literal y no simbólico, los numerosos pasajes de los Evangelios en donde Cristo habla del «príncipe de las tinieblas» y libra a los endemoniados.
Angustia metaflsica. Varias veces se refiere a la experiencia personal del dolor y a su origen subjetivo. La causa más profunda parece ser una suerte de angustia metafísica o existencial que se manifiesta en algunos textos de Pomarrosas y Cantos de pitirre. En el prólogo de Jovillos ya nos había confesa'do la presencia de una tristeza que no sabe ni puede difinir latente aún en el fondo de sus versos festivos. Porque a veces en el fondo de estos versos de regocijo asoma y se esconde una tristez.a inefable que ha estado siempre en mi corazón; y no eran ficción, sino entrañable verdad la ano gustia y la alegría de mis versos. (p. 9.) El calificativo inefable alude al carácter indefi· nible y al mismo tiempo real de esa tristeza que se manifiesta desde los años juveniles y lo acom-
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pañará a 'lo largo de su vida. Pero, al darle en el mismo texto, el nombre de angustia va precisando y matizando su configuración psicológica. Aun a~í el lector queda perplejo porque no sabe exactamente de qué se trata. Con alguna exageración y dentro de la ambigüedad irónica de los cuartetos a Catalina, vuelve a aludir al mismo clima espiritual:
Ella, de prisa si yo la sigo; yo, en mis dolores que son eternos; ella me dice si yo la digo IY al fin de fiesta sin entendernos! Jovillos, p. 19. Quizá se refiere al dolor de la frustración del deseo, o a una honda insatisfacción consigo mismo, o a la certidumbre de que el ideal amoroso o el estético o el moral son inalcanzables. Pero no cabe duda de que nos encontramos ante una situación psicológica radical. En el prólogo de Pomarrosas esa situación se define claramente como angustia metafísico-reli· giosa: ...del vuelo angustioso del espíritu en pos de su origen... y cuando dirigía el último esfuerzo al fulgor primitivo de la creación, me encontré solo, perplejo, extático. ante la eternidad, en la profunda sombra del misterio absoluto. Estado de conciencia excepcional y único, como si hubiese llegado a las silenciosas brumas del nirvana, una frialdad de muerte, 1'- malestar indecible, una tristeza inefable perduraron en lo recóndito de mi alma... (p. 11.) El texto es en este caso más e~pI1cito y mati· zado. Ya no se trata del muchacho inexperto que no sabe dar nombre a lo que descubre en su in· terior. Más maduro, ha padecido la sacudida de una fuerte crisis religiosa y puede describir el proceso con lucidez, con imágenes que hacen inteligible la experiencia. Pero todavía, como ante los fe· nómenos místicos, queda una zona intransferible a signos verbales; el malestar indecible, la tristeza inefable cuya verdadera esencia se nos escapa. La experiencia ha sido de carácter intelectual -la bús· queda _anhelosa de la prístina fuente de la verdad_ pero su vehemencia ha comprometido el corazón. Al examinar esta experiencia en un capítulo anterior hemos analizado la serie de sonetos En la cumbre en donde esa angustia alcanza expresión más honda y dramática. Se confronta allí con -las sombras de la nada», con el «mudo arcano» meta· físico; se siente arrebatado por el torbellino del tiempo y formula el deseo imposible de volver a la inocencia de la niñez, anular los «años negros» de 'la peligrosa jornada de ia vida:
Estoy en pie en la cumbre: absorta queda, fija en el precipicio la mirada... ¡Qué aiíos negros ofrece esta jornada a los treinta malditos de Espronceda! Cuando este día ante la noche ceda, ¿ quién disipa las sombras de la nada? La fe quizás, que anuncia otra alborada, como el pájaro oculto elt la arboleda! Mas ¿quién baja sin miedo al mudo arcano? ¿Quién no teme al abismo en la caída, buscando el sol, entre la noche bruna? ¡Ah, si posible fuera al ser humano volver, desde la cumbre de la vida, a morir niño en su inocente CUIta! Pomarrosas, p. 113. La duda, el temor, el deseo de librarse del peso de dolorosas experiencias, de escapar al dilema, crean una suerte de paralización de la voluntad, un callejón sin salida perfectamente plasmado en la exclamación de amargura y deseo, en las preguntas ,retóricas recargadas de sentido dubitativo. El hallazgo de la fe romperá el impasse psicológico y apaciguará esa sed inquisitiva, pero no eliminará los otros dolores de la existencia: cel ideal sufriente, moribundo de una patria adorada, perdida., la frustración del amor, el desengaño del mundo, los dolores físicos ... De Diego se siente capaz moralmente de aceptar el dolor y de transfonnar1o en -bien. Sus versos se parecen al fruto del árbol de pomarrosas...
Mas, no la pomarrosa, que transmuta en rica sabia y en potencía fuerte la ponzoiia que infiltra la cicuta... ¡Así mi alma convierte como el arbusto de la blanca fruta, la sombra en luz y en navidad la muerte!
En Al guaraguao describe esa corrupción con amargura, con ironía hiriente:
Tú sólo eres fuerte en estos días infaustos del miedo y del oro, del miedo y del oro tan lívidos como la muerte. El trino sonoro ha muerto en el bosque latino. Ba muerto la negra bravura en el circo y el foro ... El tribuno pide su salario. El loro su comida en la jaula. Paciente y cansino no embiste en la lidia, arrastrando su coyunda el Cada cual busca su yugo y su parva. [toro. El épico gallo, el gallo divino, pica al insecto saltante del polvo que escarda y en el corral sólo erige las córneas espuelas, que es ya su destino morir no en la lucha, sino en las cazuelas. A lo largo de nuestro camino, como los murciélagos muerden en los árboles a [los corazones, muerde la envidia a las almas, los canes aúllan y están los ratones. Tenía el cordero sangre de leones y se lo llevaron nuestros batallones... ¿Quién te salva ahora, país sin conquista, de tantos felinos y tantos leones si queda en el suelo plegado y rendido el pendón [del Bautista? Cantos de pitirre, p. 20-21 El pasaje presenta la situación moral y social del país durante los años de la primera guerra mundial. Podría aplicarse sin añadirle ni quitarle nada, y quizá con más exactitud, a la situación del presente. Asombra la lucidez de la profecía. En la Canción del múcara el señalamiento es más breve y se concentra en condenar las consecuencias espirituales de situaciones de privilegio y de falta de libertad:
Pomarrosas, p. 26. Desengaño del mundo. Su conciencia histórica, su sensibilidad ética y estética. lo constituyen en testigo excepcional del momento en que vive y de la sociedad de su tiempo; el don de visión profética que lo asiste, le revela el futuro. Contempla la corrupción que 10 rodea, anticipa toda la gravedad de sus consecuencias, pero no puede detenerla. Su arte es una advertencia, un aviso, mas sus compatriotas se niegan a escucharlo... el realismo político los ha endurecido e insensibilizado.
Mas ¿qué triunfo augurar puedes, si no hay victoria sin pugna y en inercia y desaliento dóblanse las almas mustias al favor que las deshonra y al poder que las subyuga? Cantos de pitirre, p. 27. En el espiritu de De Diego persiste la nostalgia del paraíso, de la vida idílica. No estaba vocado a la lucha sino a la armonía del amor. Como todos los grandes escritores de nuestra lengua, añora el estilo de vida sencilla, inocente, en con-
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tacto con la naturaleza. La vida de la ciudad con su desorden y falsía es fuente de sufrimientos morales.
Lejos, aquí, de la algarada necia, que un tiempo me sedujo, libre y solo, .mi alma el bullicio mundanal desprecia... aquí mis falsos ídolos inmolo... Desde la sierra, Pomarrosas, p. 106. Estremecido por los horrores de la guerra y por el estado de su país vuelve al campo en busca de serenidad y consuelo:
Por aqul en estos montes, refugio de mis tristes ideales, parnaso de sinsontes, cantan los manantiales en la paz de los hondos cafetales... y al ritmo de sus ondas, como al salvarse del naufragio el nauta, me interné por las frondas y recordé la pauta, dulce Fray Luis, de tu pcznida flauta.
Pldcida cantilena, lira, que eres mi lira en esta llora de soledad serena ¡diluye en tu sonora fuente mi corazón y canta y ora! Canta, como Virgilio la paz del campo en férvidos loores; mas no turben tu idilio de Eneas los furores, al rugir de clarines y tambores. Yo, pastor de esperanzas, fio, sólo al poder de las ideas, mds fuertes que las lanzas del valeroso Eneas, del triunfo de mi patria las preseas. Canta y ora, Cantos de pitirre, p. 38-39. Adivinamos cuánto sufrirían con la violencia de la lucha, su espíritu ysu corazón hechos para el canto y para la paz. Estaba convencido de que el pensamiento, la razón son más poderosos que las armas; que recurrir a ellas es una terrible limitación del hombre; al hacerlo desprecia o pretende invalidar el sacrificio sangriento de Cristo en la Cruz. En el calificativo que se dá a sí mismo -yo, pastor de esperanzas- asume la visión idílica del mundo, la actitud guiadora, protectora, amorosa del pastor que apacienta esperanzas en vez de cor34
deros. La imagen, revestida de sutil simbolismo cristiano, nos descubre una valoración positiva de la vida, una fe en el triunfo final de la paz, el amor, el bien. Su rebaño está constituido por bienes espirituales por una virtud que da a la vida sentido positivo y trascendente.
La patria esclava. El dolor por ~a patria irredenta está estrechamente ligado al rechazo moral de la corrupción de la sociedad. Lo que lamenta es otra forma de cornlpción: la injusticia en el orden político. Este sentimiento ya comienza a manifestarse en las páginas de Pomarrosas. En el prólogo de 1904 señala que es uno de los temas capitales de su poesía: ¿Qué más hay en mis versos? El ideal suficiente, moribundo, de una patria adorada, llorada, perdida... el pueblo ·puertorriqueño, que se divide y agota en miseras disputas, cuando tiene sobre el cuello la férrea mano del coloso, que le agita, que le absorbe, que le consume sin clamor, sin protesta, ayudado por el mismo afán de la víctima en sacrificarse y extinguirse. (p. 13.) Palabras que, a la par de revelar el sufrimiento que padece, señalan ese lfasgo peculiar e inquietante del pueblo puertorriqueño, que se viene manifestando inequívocamente sobre todo en los últimos años, y que se podría denominar voluntad de suicidio o, más precisamente, de autoinmolación en aras de los Estados Unidos. No puede acallar ese sentimiento; es tan fuerte que «sale de todo su ser, como el resplandor de un incendio». Sólo ve y canta «que no tenemos patria, ni la creamos con nuestra vida, que no ,tenemos bandera, ni la estampamos con nuestra sangre, y que seremos acaso, en no dilatado curso, un pueblo, como el israelita, nómada, errante, perseguido arrastrando por la superficie del planeta la 'terrible resonante cadena de los .recuerdos dolorosos ».2 Este dolor por la incapacidad de los pueI1torriqueños para crear una patria libre, vaticina la dispersión futura de su pueblo; se manifiesta des:de el principio y se define en términos de apasionada violencia en la oda ¡Patria!; de 1888:
la Patria es en mi ser, grito que aclama, alma que duda, fiebre que devora, canto que vibra, corazón que ama, virgen que sueña, decepción que llora. Pomarrosas, p. 48. 2. Prólogo, Potlf4rros4S. p. 12.
La compasión por el sufrimiento de la patria se concreta en imágenes tomadas de la mitología pa· gana y del Cristianismo: Puerto Rico es Andrómeda entregada a la voracidad del monstruo marino:
Trdgicamente bella, de pie sobre una roca de un rictus doloroso contraída la boca, tiende hacia el mar los brazos, trémula y delirante y al mundo de su raza en su clamor invoca ¡una pobre Isla inerme, una pobre isla loca, bajo las férreas garras de un Aguila rampante! Magnis vocibus, Cantos de rebeldía, p. 111. o Prometeo devorado por el águila de Júpiter:
El dguila de Júpiter nuestra entraña devora, pero la misma entraña, renace a cada hora [bid. o el Cordero Pascual, inmolado en el altar del sacrificio:
¡Oh, mi Cordero!
se extinguieron en el aire enardecido del ambiente de tormento que nos quema... ¡Cada cuerda emitió ya su última nota de estallido! y una sola vibra y trema, y su nota es un balido... ¡Un balido de Cordero de mi Patria, en la [suprema rebeldía de su pecho desgarrado y dolorido! Ultima cuerda, Cantos de rebeldía, p. 21. y su canto se vuelve vehemente clamor de justicia. Los apelativos, calificativos e imágenes con que designa a Puerto Rico expresan la dolorosa ternura hacia ese ser tan amado, valioso y desvalido: patria mía infeliz, dulce patria, paraíso perdido en· tre las olas, ideal apagado entre las brisas, isla sin ventura, patria adorada, 'llorada, perdida... En otros textos consigna su amargura ante la dura suerte de los vencidos:
Mas ¡ay del pueblo que a su Dios entrega! ¡Ay del pueblo vencido, que 110 tiene ni una mujer que cante su amargura! Vae victis, Cantos de rebeldía, p. lS.
por débil era la única víctima propiciatoria ¡y fue tu entralia el desgarrado, único, rojo girón sangriento de la [victoria! Himno a América, Cantos de rebeldía, p. 128. El último ejemplo se refiere a la cesión de Puerto Rico a Estados Unidos como consecuencia de ·la guerra Hispanoamericana. Movido por esa compasión, pone su vida y su arte al servicio de su pueblo; Hora con él, alza su indignada protesta y se lamenta de la triste suerte de los vencidos:
Hay un poeta, Cordero, a tus plantas que tiene una y esa lira suspira [lira tu cdndido amor: si tu dolor una vez la desata y estira... ¡el monstruo verd cual relumbra en los aíres de ira una espada que Ita sido una lira de amor y dolor! [bid., p. 128. Su indignación inspira todos los «cantos de rebeldía» y reduce su lira a la .última cuerda»; la cuero da larga y fuerte para el cuello del tirano»: Así fue ... Mas hoy contemplo, como en brusca
[epifonema, que los ecos de mi lira, como pdjaros sin nido,
y en Contrastes opone el instinto de defensa que rige la conducta de todas las criaturas, a la vileza del pueblo servil que besa las plantas de su opre· sor:
Todo en la noble Creación se arredra ante el peligro, o se alza ante el verdugo... ¡para eso tiene dignidad la piedra! ¿Quién esta norma de la vida pierde? ¡Tan solo el pueblo acostumbrado al yugo besa las plantas que la sierpe muerde! Cantos de rebeldla, p. 159. El contraste apunta a una realidad moral sobrecogedora, a la deshumanización, a la pérdida de la sana vitalidad que se registra en todos los re· gímenes de opresión. La ausencia de libertad destruye no sólo las defensas espirituales sino los instintos primarios de conservación y salvaguardia de la vida. El halago al tirano para conseguir ventajas materiales, y aún para sobrevivir, paradójicamente se convierte en un boomerang porque destruye lo más valioso de la persona que es su dignidad. Ya vamos sabiendo algo del alto precio que se paga por c}a vileza. La medicina psicosomática y la moderna psiquiatría nos dan a cada momento evidencia aterradoras. En la situación política de Puerto Rico palpa la quiebra de la justicia mun-
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dana y la corrupclOn de los valores espirituales en la sociedad y el Estado. Contribuye ese conocimiento a la magnitud de su comtemtu tnundi.
Mientras postrado en el altar desierto, al tiempo errante sus cenizas fio, muerto contigo el aiio y mi amor muerto. Diciembre, Pomarrosas, p. 62.
Desengaño del amor. También sufre por desengaño amoroso. El amor humano, aún cuando feliz y satisfecho, no colma su corazón. Su espíritu reclama valores absolutos, plenitud, perfecci6n, pureza. Es un idealista que tiene conciencia de serlo y sabe que el mundo confunde idealismo can locura. Su héroe literario es don Quijote a quien llama «padre mío» dando a la paternidad su más profundo significado. En el amor busca a una Dulci· nea, a un ideal y cree encontrarla tras la hermosura del cuerpo, tras las ardientes y arrulladoras promesas; pero se equivoca. Del amor físico, de los amorfos sin consecuencia se desengaña pronto y ese es el balance que saca de las juveniles aventuras de Jovillos: Mi corazón es veterano herido 1techo ya a ver en 0;05 de muieres los fuegos fatuos del amor mentido.
Desahogos, p. 84. El primer amor verdadero fracasa trágicamente, "se desprende de su corazón como las hoias secas al soplo del invierno. Los versos A Laura son el testimonio de su desengaño. En la Ele1!ía -ya comentada en otro lu~r- la expresión del dolor alcanza una intensidad apasionada que dirige del repentino confrontamiento con una «realidad espantosa» e impensable. El pasaie que expresa su estado de ánimo nos da la medida de su temple moral: describe allí el fiero combate entre la pasión y la razón, la dulzura paralizadora de los recuerdos, las heridas del amor propio, las exigencias del honor, la necesidad de consuelo, la altiva y dolorosa renuncia. (A Laura). La ficción amorosa Se desvanece y la idealizada i.magen de la amada se transforma en un ser nuevo, desconocido. El amante ya no sabe como nombrarlo. (Tu nombre). El sentimiento del amor no solamente establece un estrecho vínculo entre amante y amada sino que liga al hombre y lo entrega al orden del Cosmos; cuando el vínculo se rompe, sobreviene en seguida la conciencia de soledad, de exclusión, de ser aparte. (Diciembre, Solitaria). El Dolor de DeDiego al sentir esta quebradura bordea la angustia metafísica: se siente arrastrado por la voracidad del tiempo, pero excluido de la armonía total:
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¡Sólo tú, en tierra y cielos alma mía, vagas perdida sin amor ni dueño! Solitaria, [bid., p. 63. Pasados los años, cuando cree que todo se ha disipado, la muerte de Laura crea un vacío que se Hena con la presencia purificada de los recuerdos. Todo se olvida y se perdona. La imagen ideal, creación del amante, resurge y ya no puede ser rectificada ni desconocida porque la fijeza, la enajenación de la muerte la han sustraído a la acción demoledora del tiempo y de las pasiones. Un dolor dulce y lejano, un sentimiento de respeto y callada gratitud borran por completo la actitud del desengaño.
El sufrimiento moral. En el poema Póstuma, escrito en 1914, reconoce con melancolía que Dios marcó su vida con un destino de sufrimiento:
Otras angustias y atras alegrías mi espíritu agitaron desde entonces, y el destino seguí, que me trazara la mana del Señor, sobre las tiempos. y fue la lucha mi destino. En ella mis dolorosos triunfos, más amargos que mis derrotas.
El vencido tiene la enemiga piedad,' el victoriosa, más que el rencor del adversario sufre el odio de los débiles del triunfo. Cruzada estd mi corazón de heridas, las más profundas, al salir ileso en los duros combates. Ni me inclino sus rojos bordes a enjugar... Pomarrosas, p. 67-68. Han pasado algunos años de la muerte de Laura; se acerca a su tumba para pedirle perdón por una ofensa que alguien se atrevió a hacer a su me· moria. Quiere decirle cuánto más lo hiere la vileza de este hecho que todos los sufrimientos que ha pa·
decido en su vida y le cuenta, con dolorosas palabras, todo lo que le ha pasado desde que se sepa· raron por el rompimiento y la muerte. Dios -dice- me ha destinado a la lucha. Mi vida ha sido un continuado combate, una sucesión de alegrías y de dolores, de triunfos y de derrotas. Los triunfos han sido más amargos porque los débiles odian al vencedor; en la derrota, por lo menos, el vencido recibe la compasión del adversario. Aunque no he muerto en la lucha, mi corazón ha recibi· do profundas heridas cuya sangre no me detengo a enjugar. Es evidente que habla de dolores morales, de la amargura del espíritu noble que tiene que sufrir ~os .zarpazos de la envidia y el odio. El breve pasaJe r~s~me francamente su «historia»; al repasarla, percibimos la melancólica profundidad del desengaño. En Abrenuncio, vuelve sobre el tema del como bate moral contra sus propias pasiones y contra los asaltos de sus enemigos y nos confiesa su horror ante un ataque, hecho a traición y con annas que no les es lícito esgrimir.
¡Me queda sólo mi laud y os veo de 1zorror temblando, fauces carniceras!
El dolor de De Diego estremece los versos finales: doble dolor por tratarse del amigo y repugnancia por .]a bajeza de la acción. En el segundo caso no revela a quién se dirige y, aunque emplea la segunda persona del plural acaso para encubrir mejor al acusado, se dice que se trata de un correligionario suyo, notable y ático escritor:
Tras vuestro sonreir veo la oscura fauce insaciable que la presa espía, el colmillo voraz, la lengua 11arpía, cuchillo de traición y de impostura. El noble arrojo y la leal bravura os falta de la intrépida jauría, y sólo habéis la infame cobardía de la hiena en la santa sepultura. El trance ya pasó de la amargura en que un pedazo de la carne mEa entregué desdeiíoso a vuestra hartura... y ahora tened cuidado en la porfia que conservo una pierna fuerte y dura y el zapato de la otra todavEa.
Cantos de pitirre, p. 167.
Cantos de pitirre, p. 31. Como en una moralidad medieval, las pasiones se convierten en fieras hambrientas que se lanzan sobre su presa para devorarla. De este encarnizamiento y vileza son ejemplos las alusiones· históricas veladas que adivinamos en Mío Cid y en Quia nominar leo. En el primero de estos poemas, se dirige a su amigo y compañero muerto, Luis Muñoz Rivera y 10 compara con Ro· drigo Díaz de Vivar por sus luchas cincruentaslt en bien de la patria. Pero hay una diferencia: los caballeros del Cid amarran su cadáver a su caballo de guerra, le ciñen espada y lanza y 10 presentan como vivo, ante las huestes musulmanas que huyen despavoridas; los seguidores de Muñoz Rivera, por el contrario, utilizan su cadáver -su nombre y memoria- para combatir a los defensores de la independencia. (¡Y así sigue siendo, por desgracia, hasta el presentel)
¡Y te levantan! ¡Te levantan, hermano, de la tumba, no en pos del enemigo que te infama, sino contra los bravos defensores del divino ideal de tus campañas/ ¡Oh, Capitdn! ¡El único en la muerte, a quien en pugna con sus tropas lanzan! Cantos de pitirre, p. 90.
Reaparece en este soneto la comparación de las bajas pasiones con voraces fieras. El asco moral ante la maledicencia, la traición, la mentira desata la indignación de De Diego y su desprecio por la cobardía y la deslealtad. Su lenguaje es duro, directo, pero estremecido por el ardor de la terrible herida que acaba de recibir... Con profunda altivez, previene a los agresores de que aún le quedan fuerzas para castigar el vicioso ataque. Tanto más vicioso y bajo puesto que se ha ensañado contra un hombre enfermo e indefenso. Diversos textos aluden al dolor corno terna y fuente de creación poética. Su poesía recoge todas las variadas experiencias de su vida psicológica y moral, en la cual el sufrimiento prevalece sobre la dicha: ....con ellos mis ritmos van mis amarguras, alegrías, mis ansiedades, mis culpas, mis arrepentimientos. mis quejas de vencido, mis gritos de victoria, la pasión efímera y el ideal eterno, cuanta luz y cuanta sombra pasaron por mi alma. ll11S
Prólogo, Pomarrosas, p. 14-15. El soneto De mi vida es la alegría de su vida bajo la figura de una palma real cuyo tronco horada un pájaro carpintero y en cuya copa un jilguero canta y teje su nido. La palma, de tronco firme y 37
airosa copa, lo representa a él mismo; el carpintero, a los picotazos del dolor; el jilguero, al ideal, el amor, la poesía. El jilguero transforma en amor y en canto las fibras que el carpintero arranca de la entraña del tronco herido. Así estas reliquias del dolor convierten su canto en himno de triunfo. Otra vez la existencia de De Diego se nos presenta como un comba1e entre el bien y el mal yel dolor como sustancia de su poesía y como fuerza purificante. Su espíritu, imantado hacia el ideal y la poesía, puede resistir el dolor y superarlo. La expresividad y fuerza plástica de la alegoría, la selección y energía de los epítetos -agudo puñal, ronco y constante picotear, profundo agujero, feroz carpintero- denotan la intensidad del sufrimiento. El poeta ha objetivado su vida interior, puede contemplarla y la describe con palabras transidas de sutil melancolía. Junto a estos pájaros que libran dentro de su alma su continua batalla, hay otro pájaro invisible e innominado que, como Lorelai, lo hechiza y lo arrastra al abismo de la muerte:
Pdjaro de ensueño, pdjaro divino, escucho a la vera, por todo el camino fluir con su timbre diamantino el trino... Nunca te mostraste, pero te adivino ¡y sé que a la muerte conduce tu canto inmortal! Pdjaro verde, Cantos de pitirre, p. 33. Nos preguntamos si este pájaro no representa la atracción del Misterio, la esperanza sobrenatural, el anhelo de inmortalidad y de perfección. Su vida mundana quedó sellada por el dolor; el dolor -despertó en su espíritu la nostalgia de lo absoluto, de lo que está libre de la temporalidad, la contingencia, la debilidad y la culpa. En otros textos se refiere no ya a dolores morales o inquietudes metafísicas, sino a los dolores corporales, a la enfermedad y cercanía de la muerte: La canción del múcara y Alta noche describen las largas horas de insomnio e irritación nerviosa; los ruidos y fantasías que pueblan el silencio y la oscuridad. Y, aunque no se queja, con un terrible y desgarrador testimonio de su sufrimiento. El dolor físico no ha vencido las fuerzas espirituales; la lucidez de la inteligencia, el afinamiento de la sensibilidad, la potencia creadora aún intacta y la perfección del arte se sirven de él, lo superan y lo convierten en intensa y prodigiosa vida del espíritu: y hora, aqul, el1 los cafetales,
que esconden la casa rústica, vuelvo a olr en mis insomnios tu cadencia gemebunda 38
desgranarse entre las sombras como un rosario de angustia. La canción del múcara, Cantos de pitirre, p. 26. Sombra... Dos lamparitas verdes atraviesan la alcoba... La noche fria y honda
bosteza... Se prolonga del ramaje en la bóveda la carcajada irónica del múcara que ronda, y el perro alza su nota de terror... Una hoja ha volado Una gota Ita caldo y otra. Alta noche, Cantos de pitirre, p. 49. ¡Cómo percibe el lector la repercusión de los ruidos y sombras de la noche en el alma y en los irritados nervios del enfenno y con cuánta precisión y eficacia artística reproduce esas impresiones y nos sumerge en la atmósfera opresiva, misteriosa, inquietante del insomnio! Los poemas Quia nominar leo, Canta y ora y Derecho astral fueron escritos después que fue neceo sario amputarle una pierna en un intento de detener el curso de su mal. La amputación lo redujo prácticamente a la inmovilidad. Tuvo que abandonar su proyectado viaje a la América del Sur para recabar la adhesión de los pueblos hennanos a la causa de la independencia de Puerto Rico. Pode· mos imaginar la profunda contrariedad y el dolor de este hombre que había vivido siempre en inten· sa actividad del espíritu y del cuerpo y se veía de pronto tan limitado en sus movimientos, precisamente cuando tenia la certeza de que su acción personal -ese viaje- sería decisiva para la solución del problema puertorriqueño. Aparte del efecto psicológico de la pérdida de un miembro tan necesario a la actividad corporal, su espíritu, sus esperanzas recibían un duro golpe. Nada nos dice de este dolor, pero se refiere a él en tres textos que iluminan su concepto ,del dolor y de la muerte. La primera mención parece objetiva, indiferente, desapasionada, ocurre en dos pasajes de Derecho astral. Necesita un aula adecuada para su lec· ción de geografía y escoge la cumbre del Yunque desde donde se contempla toda la extensión de Puerto Rico. Dirigiéndose a sus hijos a los alumnos del Instituto José de Diego los invita a ocupar el grandioso escenario:
Dejemos el Instituto y formad en la Isla un círculo,
mientras yo, con mis muletas, trepo al Yunque del Luquillo.
Cantos de pitirre, p. 106. Terminada la lección, vuelve a referirse a su invalidez:
Con estos buenos muchachos, romped de la clase el circulo, y «a volar que el sol cambea», como dice el canto jíbaro, «mientras yo muy poco a poco», bajando iré del Luquillo... [bid., p. 113. Tal vez sin proponérselo, contrasta en ambos pasajes la agilidad y desenvoltura de los mucha· chos con su propia incapacidad y torpeza de movimientos; incapacidad que acentúa la diferencia de años y le autoriza a asumir el rol de maestro. Pero, en el fondo, percibimos la sonriente y melancólica ironía con que enmascara su dolor; el íntimo reconocimiento de que sus fuerzas han mermado y se verá obligado a abandonar sus planes de lucha por el ideal cuando creía más cercano el triunfo. La segunda alusión pone al desnudo la palpitante desgarradura. Arroja el miembro amputado a la voracidad de sus enemigos, pero conserva todavía la otra pierna para defenderse de sus zarpazos:
El trance ya pasó de la amargura en que un pedazo de la carne mía entregué desdeñoso a vuestra hartura. Y ahora tened cuidado en la porfía, que conservo una pierna fuerte y dura y el zapato de la otra todavía. Cantos de pitirre, p. 167. Las causas de su enfermedad no fueron únicamente ñsiC3s; también hubo causas morales, más poderosas para destruir la salud. Aunque desdeña la bajeza humana y se dispone con altivez a defen· derse de los ataques, el profundo y amargo dolor espiritual destruye el equilibrio orgánico y lo hiere de muerte. El texto revela la justa medida de su dolor, de lo que la enfermedad ha venido labrando en su alma. La tercera mención forma parte del poema Can· ta y ora. Refugiado en la sierra en busca de salud y de paz, la comunión con la naturaleza le permite percibir «la armonía de los anhelos» de su patria, el gemido de montes y llanos ...
¡Todo lo que se encierra en las entrañas de la madre tierra! Y en ello algo que, inerte, aun hace ¡oh tierra! estremecer la !zerida de mi carne en la muerte... ¡la parte ya vencida que anticipé a la tuya de mi vida! Cantos de pitirre, p. 41. El miembro amputado se ha confundido con la tierra; a ella 10 ha entregado, como anticipado botín y, al hacerlo, comienza a morir y su carne se estremece dolorosamente. La vida es un continuo combate con la muerte y todos sabemos que, al final, nos espera la derrota. Para un ser como De Diego, tan lleno de vitalidad y energía espiritual, la rendición no era fácil. Ya en el primer asalto ha salido maltrecho. Desde ese momento sabe que la muerte le ha ganado la partida. A muy pocos hombres les ha tocado la terrible experiencia de vivir su muerte anticipada y objetivamente. De Diego debió contemplar aquel pedazo de su propia carne, que con su mismo dolor le ha· bía dado testimonio de su vital -resistencia, con la extrañeza y estupor que nos produce el cuerpo sin vida. En los versos finales del texto resuena la advertencia del memento mori: «recuerda, hombre, que eres polvo y volverás al polvo•. Pero, al mismo tiempo, la donación se hace como una donación voluntaria y libre, mediante la cual la muerte es aceptada y superada.
La muerte. El tema de la muerte aparece incidentalmente en sus versos; su poesía es de acción, un canto de lucha, de vida, de esperanza. Habla de la muerte por primera vez en el poema Después del combate que sirve de pórtico a Pomarrosas:
La muerte se acercó... ¡sobre mi lanza vi su i'tSignia flotar, como uu sudario! Llamé con hondo grito a la Esperanza ... ¡y me encontré en la cumbre solitario! Miré al cenit: la cúspide gloriosa se abrió a la blanca eternidad del día ... ¡y una cruz gigantesca y luminosa con los brazos abiertos descendía! Postrado, ante los cielos redentores, recé, lloré sobre mis propias !me.llas. ¡Mi llanto, en la tierra producla flores y mi oración en el espacio estrellas! 39
Bajó del cielo la divina lumbre, como una antorcha fulguró mi lanza, la Fe radiante se posó en la cumbre... ¡y apareció en la cumbre la esperanza! P. 21-22. En este poema, nos relata el proceso de su 'Vida y de su experiencia: su ideal, su combate caballeo resco con todos los dolores, la defección de sus amigos, la corrupción del mundo, la crisis de fe ... Hay un momento en que se encuentra solo, aban· donado y la muerte se le acerca amenazadora. Pero en ese instante de honda crisis se le revela el misterio del dolor y de la Cruz y la Fe y la Esperanza acuden a rescatarlo. Aparte del peligro de muerte que amenaza al hombre en todas las horas de su vida, la palabra muerte parece tener en el contexto el significado de muerte moral y no física. De este tipo de daño lo salva el acto de fe que está implicito en el clamor por la esperanza. La respuesta es inmediata y la muerte queda conjurada. Hemos comentado el interesante pasaje de Octavas de cometa en donde morir por la fama se estima corno una forma de inmortalidad, como un tipo de vida superior y más valiosa que la vida terrena. Por alcanzar de la vida, vale la pena morir y la muerte pierde todo su horror:
El combate no es muerte, cuando advierte una vida inmortal, y no es suicida quien la inmortalidad busca en la muerte... ¡si 11ay que morir, muramos por la vida! ¡muramos por la Patria y por la suerte de la raza en nosotros perseguida! Cantos de rebeldia, p. 95. Ir a la muerte por la Patria, por la liberación de los ptleblos hispanoamericanos no es morir sino vivir una vida más alta que el vivir temporal. Para De Diego, ciertos valores espirituales se anteponen al valor vida. La certeza de vida eterna después de la muerte, reaparece como firme convicción en el último so· neto de la serie En la cumbre:
Cuando el cuerpo en la tierra se derrumba, sube el alma en la atmósfera serena... Puede venir la muerte no temida... ¡Yo sé que estd la fe tras de la tumba y en plena luz, tras de la sombra plena, la eterna fuente de la eterna vida! Pomarrosas, p. 115. 40
La posición responde en este texto a la fe cris· tiana: el alma es inmortal: la muerte nos conduce a la presencia de Dios que es fuente eterna de vida. Con esta certidumbre, podemos esperar sin miedo, ir a su encuentro con espíritu ligero y gozoso. El hermoso verso «puede venir la muerte no temida» recuerda los famosos y graves sonetos de Quevedo sobre el mismo tema. Igual convicción dicta las liras finales de Canta y ora.
No importa, si mi oido siente ya resonando en la espesura el rumor escondido y estoy viendo en la altura el primer rayo de la luz fu ttt ra. En tanto, mansa y buena lira, que eres mi lira, en esta hora de soledad serena ¡canta en la noche y ora, que adviene Dios en la cercana aurora! Cantos de Pitirre, p. 41. Con delicado y grave lirismo, evoca la oda A la vida retirada, de Fray Luis de León, su modelo literario; inmerso en la paz y armonía de la naturaleza, lejos de los horrores de la guerra y del bulli· cio mundano, presiente su muerte próxima y ante· vé «el primer rayo de la luz» eterna. Dios -nos anuncia- advendrá con la nueva aurora y él esperará cantando y orando serenamente la manifestación de su luminosa presencia. La disposición espiritual tiene aquí un matiz casi místico, de han· da -religiosidad. La oración y el canto lírico son, en realidad, la meditación con que el poeta y el hombre se preparan para recibir la visión divina. La muerte se ha transformado en un don de valor incalculable, en plenitud, en serenidad interior. El soneto Ultima actio se refiere a la vida des· pués de la muerte. De Diego pide a sus amigos que revistan su cadáver de los símbolos políticos de su patria. Su quimera -el espíritu de su ideal- es· perará solitaria y triste sentada sobre la losa de su sepulcro. Será una espera muy larga y silenciosa; pero uun día tumultuario» -¿el de la revolu· ción?, ¿el de la libertad?, ¿el de la segunda venida de Cristo?- se levantará del sepulcro enarbolando la bandera de Puerto Rico para desplegarla sobre los mundos desde la Eternidad:
Llegará un dia tumultuario y la Quimera, en el silenciario sepulcro erguida, lanzará uu grito...
¡Buscaré entonces entre mis huesos mi reUt-ariol j"Me alzaré entonces con la bandera de mi sudario a desplegarla sobre los mundos desde las cumbres [del Infinito! Con la muerte no se acaban nuestros sueños ni nuestros ideales, como no se pierde nada en la economía de la Creación. Llegará el día de la J usticia en que todo será reparado, renovado, constituido en un nuevo orden, en vida gloriosa. Hay sólo que esperar con paciencia y con esperanza. La muerte se convie~te en dormición como decían los cristianos primitivos. Su poder es imitado y no alcanza a destruir la energía trascendente del espíritu del hombre, ni podrá impedir la resurrección de la carne.
Actitud ante el dolor. Los textos que acabamos de comentar nos van mostrando la actitud de De Diego ante el problema del mal y del dolor. Como corresponde a la fuerza de su espíritu y a su poderosa vitalidad, no es ni pesimista ni fatalista; no se entrega ni se abate sin lucha, sin oponer su voluntad a las fuerzas enemigas. Como cristiano, se aprovecha del dolor en sentido positivo para purificarse y fortalecerse. El dolor es la Cruz que debe tomar y aceptar para seguir a su Maestro; en vano intentaría librarse de ella. Este sentido del dolor se ve claro en Después del combate. Allí se le manifiesta bajo la fonna de una visión que mueve su voluntad a la oración y al arrepentimiento:
Miré al cénit; la cúspide gloriosa se abrió a la blanca eternidad del día... j"Y una cruz gigantesca y luminosa, con los brazos abiertos descendía! Postrado ante los cielos redentores, recé, lloré sobre mis propias huellas... Pomarrosas, p. 22. La revelación del misterio de la Cruz le devuelve la fe y la esperanza. También recibe una lección de fortaleza y humildad:
Firme la planta, rígida la mano, hay que bajar por la áspera vertiente al suelo vuelta la humillada frente y puesto en Dios el corazón cristiano. Desde la cumbre, Pomarrosas, p. 115.
De Diego ha aceptado su destino de dolor. No se rebela contra él y lo transfdrma en creación amorosa, en bienes morales:
lAsl mi alma convierte, como el arbusto de la blanca fruta, la sombra en luz 'Y en navidad la muerte! Pomarrosas, p. 26. o en canto:
Poeta, bajo las garras crujientes del dolor, mi quejido es un cántico de dulzura y amor, por ti, que has venido a un solar español, cuando iba a ponerse, como en Flandes el Sol... Eterna luz, Cantos de pitirre, p. 61. Algunas veces, sin embargo, el dolor se reviste ·de energía combativa y resistente. En el soneto En la brecha, aconseja a un perseguido:
¡Ah, desgraciado, si el dolor te abate, si el cansancio tus miembros enttlmece! Haz como el árbol seco: reverdece; y como el germen enterrado: late. Resurge, alienta, grita, anda, combate, vibra, ondula, retruena, resplandece ... haz como el rlo con la lluvia: j"crece! y como el mar contra la roca: ¡batel De la tormenta al iracundo empuje, no has de balar, como el cordero triste, sino rugir, como la fiera ruge. ¡Levdntate! ¡revuélvetel ¡resiste/ Haz como el toro acorralado: ¡mugel O como el toro que no muge: ¡¡embiste!! Cantos de rebeldía, p. 155. Este texto atribuye al dolor una significación especial. No se trata del dolor físico, ni de la angustia, ni del remordimiento, ni del espectáculo doloroso de la corrupción social o de la injusticia, calumnias que lesionan la dignidad; el dolor del ataque perverso y a traición. De Diego aconseja responder a sus asaltos positivamente: con energía creadora, con valor, con altivez y firmeza. El propósito que busca es levantar el ánimo del perseguido, inducirlo a la defensa de su honor y darle conciencia de que el deber lo obliga a combatir el mal con armas caballerescas. Si no hacemos frente al mal con decisión seremos sus :víctimas y, tal vez, sus cómplices.
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No sabemos a quién dedica el soneto; es posible que el perseguido sea él mismo y sus palabras sean las reflexiones con que se prepara e incita a contestar el ataque. Desde el punto de vista artís· tico, el poema es una pequeña obra maestra. El enérgico tono exhortativo, la cuidadosa y elaborada estructura a base de correlaciones, el predominio de los imperativos verbales en series de intensidad creciente, las comparadones con el poder in· contrastable de los elementos de la naturaleza -río crecido, rompientes marinas, viento huracanado, toro furioso- crean ·la imagen de una fuerza, de un ímpetu y acometividad que es como el símbolo de la indignación, de la capacidad de la voluntad humana para oponerse al mal y mantenerlo a raya. El dolor también puede ser asumido como sacrificio voluntario en aras de un bien que se estima más que la propia vida. Por la libertad de su patria, está dispuesto a sufrir y a entregar la suya. Se dirige al Cordero en su doble representación de Cristo y de Puerto Rico y le pide que le revele el secreto del futuro político de su patria. A cambio de obtener la certeza de su libertad, sufriría incluso el martirio de la Cruz:
Alúmbrame el secreto del futuro, déjame presentir la luz primera que irradie el sol del porvenir oscuro.
¡Sea la tuya mi visión postrera y anteviéndote yo libre y seguro, sobre tu Cruz crucificado muera! Agnus crucis, Cantos de pitirre, p. 57. Está cierto de que el dolor no lo abandonará nunca, que la medida de sus sufrimientos se ha colmado y no podrá ser rebasada:
Nueva, no puede advenirme ya ninguna desventura. Canción del nuícaro, lbid., p. 26. porque las ha probado todas. Su esperanza ya no se cifra en bienes temporales. Lo que ha esperado con toda la vehemencia de su espíritu y de su carne es una «estrella lejana» e inalcanzable. En la úl· tima página de Cantos de pitirre consigna su amar· gura, su fracaso y, a la vez, su voluntariosa e in· agotable esperanza.
Como el pez, que acomete al temblor de un luceto en el temblor del mar, así voy de mi vida marcando el derrotero en pos del Ideal, cien veces engañado, hasta el día postrero, lo alcanzaré jamds; pero yo sé que existe y que, como el lucero, brilla en la Eternidad. Estrellas lejanas, Cantos de pitirre, p. 117.
Medalla acunada por el Instituto de Cuttura Puertorriqueiia para conmemorar el Centenario de losé de Diego. Diseño de Compostela.
Ante el ideal antilIano* Por Josá DB DIEGO
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OMO QUIEN HA MIRADO FDA Y LARGAAmNTB EL SOL,
dondequiera que lleve los ojos contempla un círculo de llamas, aún veo en todas partes el agua verde de ,la bahía, el delo floreciente de cirros, los heroicos muros de las fortalezas, el blanco semicírculo de la urbe, las rígidas lanzas de los palmares, todo este fastuoso panorama que asombra yen· canta al que viene del mar uniforme y solitario y entre agua y tierra y cielo, como el ala de un pá. jaro maravilloso emergente del fondo del aire, la onda triunfal de -la bandera de la República. Cumbre de mi ·visión patriótica, mi primer :saludo, mi primer palabra, mi primer amor debe su· bir a la bandera iluminada por los aceros de los caudillos y las estrofas de los poetas, porque la bandera cubana, como el ~ábaro dominicano y el estandarte portorriqueño es también mi bandera; símbolos augustos de la patria trina y una de las islas que se prolongan y confunden bajo ~os ma· res, sobre los cielos, en el ambiente y el espíritu de las Antillas. Una de esas banderas antillanas, la insignia libre de Puerto Rico, que luce en mi pecho, pareció a un periodista la bandera de los Estados Uni· dos, por un feliz error que me trae un bello motivo para la sucinta explicación de mi retorno a esta amada ciudad, donde cantaron mis alegrías de estudiante y mis ensueños de patriota. Mi bandera no es la de los Estados Unidos; ésta es una bandera de honor; la mía es una bandera de amor: venero la enseña de los bravos fundadores de ·la primera patria en América, pero la mía es de la última y es para mí ~a última y la primera y la adorada. Mis dolorosas luchas por ·la libertad de Puerto Rico no se desenvuelven en una cam.naña agresiva Del libro cNuevas Campallas»
de aborrecimiento o venganza contra el noble pueblo de Washington, sino que por diverso modo tienden al reconocimiento de la República portorriqueña por el Congreso de los Estados Unidos, dentro de un magno y trascendente espíritu de harmonía y convivencia, entre las dos razas civili· ,zadoras y redentoras del mundo americano. Aun podría exclamar, como 10 haré en ocasión más oportuna, que la Independencia de Puerto Rico está ya proclamada por el Congreso de los Es· tados Unidos y que no es necesario su reconoci· miento explícito, que culminará por la propia viro tud de la Constitución que nos rige, al breve tér· mino de una evolución progresiva de nuestro sistema de gobierno hacia nuestra soberanía nacional. Si, lo que no debe ni sospecharse, el pueblo norteamericano rompiera sus tradiciones democráticas, para revertir en su provecho la doctrina sustentadora de la inmunidad de América contra la conquista, si en presa tan débil como el Cordero borincano se ensañase el poderío del Aguila, si se nos cerraran todos los caminos de la legalidad y todos los horizontes de la esperanza, los portorriqueños ofrendarían el último sacrificio a la dignidad y la libertad de la tierra nativa; pero aun alienta en nuestros corazones la fe en la justicia del pueblo ·norteamericano y en cívicas incruentas bao tallas luchamos por el triunfo del derecho patrio. Cualquiera que fuese nuestro destino, esperanza cumplida o desesperación insufrible, presentimos y sabemos que nuestros hermanos de Santo Domingo y Cuba, más allá nuestros hermanos del Continente nos acompañarán en nuestro regocijo y en nuestra ira y en nuestro dolor; mas, por muy noble que fuera, no hemos de llevar nuestro egoís· mo al generoso anhelo de la Unión Antillana. No ha de fundarse esta hermandad como instrumento de la Independencia de Puerto Rico, ni sus propósitos y trabajos van siquiera directos a 43
la Confederación de las Antillas, aun cuando alcanza -naturalmente la visión de una futura nacionalidad grande y fuerte, que tienda sobre múltiples columnas los gloriosos arcos por donde pasarán victoriosas las nuevas generaciones antillanas. Nuestra institución, a la que dio ya cuna la Isla madre del alma y la civilización cristiana del Nuevo Mundo, no puede levantar suspicacias, rece· -los, hostilidades, ni aun los ánimos más propensos al temor de imaginarios conflictos, porque salva todos los obstáculos, concilia todos los intereses, satisface todos '1os deseos, ayunta las voluntades todas, calienta en una llama de amor todos .]os corazones. La prensa publicará, si es tan bondadosa, las
bases aprobadas en Santo Domingo para consti· tuir ·la Unión Antillana y trabajar inmediatamente en aquellos órdenes de la vida social, económica, literaria, de ciencia y arte que estrechen y beneficien las relaciones y la prosperidad de nuestras Islas. Cosas prácticas, cosas de realidad que irán concibiendo y encarnando el ensueño magnifico de Martí, Gómez, Hostos y Betances; irradiación que vive en mis ojos y contemplo en todas partes en un círculo de fuego como el que ha observado fija y largamente ,las palpitaciones del sol... ¡Bandera cubana! ¡Lábaro dominicano! ¡Estandarte portorriqueñol ¡Rosas de las Antillas! ¡Cons. :telación naciente del divino ideal!
José De Diego Por LUIS
TRAEMOS ANTE LA
MARAVILLOSA PANTALLA DE NUES-
tra mente y de nuestro espíritu la figura de don José de Diego. Figura alta y noble, figura ejemplar por tantos conceptos, figura que perteneciendo ya a la historia de la patria sigue vigente en el palpitar de un pueblo que no ha perdido la virtud del agradecimiento hacia los hombres que supieron engrandecer sus horizontes. José de Diego fue claramente un hombre excepcional en su tiempo y sigue siendo hoy, para el que lo contemple como hacemos nosotros esta noche, digno ejemplo de las virtudes que engrandecen a nuestra comunidad. Fue un intelecto privile. giado. Inspirado por los más altos ideales y fortalecido por una voluntad patriótica y artística, logró penetrar los más variados campos y dejar en cada uno la huella indeleble de su recia personalidad. Fue orador de verbo elocuente al servicio de nobles ideales, legislador pensante y parlamen-tarista dinámico, jurista y magistrado, político al servicio de las ideas antes que de los hombres, escritor y poeta cuya obra creativa no puede estar ausente en nuestra historia .]iteraria porque fue innovador y maestro en el uso del idioma. Fue además De Diego un caballero en el mejor y más completo sentido de la palabra porque su personalidad estuvo moldeada por las vil'ltudes de la hidalguía, la honradez, el valor y la limpieza de proceder. Ya sus propios contemporáneos reconocieron esta circunstancia de su persona y tanto españoles como puertorriqueños le llamaron cel caballero de la raza.. Dentro de unos días el pueblo de Puerto Rico habrá de celebrar una vez más cel día de la raza., solemnidad con que los pueblos de Amé· rica y España conmemoran aquella aventura en que al descubrir un mundo, España echó los ci· mientos de tantas naciones. Nuestro pueblo fue de los primeros en establecer ,la conmemoración oficial de este día y muy justo nos ha de parecer que
M. RODR1GUEZ MORALES
al celebrar este año la Asamblea Municipal de San Juan esta efemérides, quiera dedicar el acto a aquel tan justamente llamado cel caballero de la raza•. Porque no es lo -que aquí se conmemora una raza en el sentido genético sino una raza del espíritu y de la cultura que encontró en José de Diego la encarnación de lo más noble y respetable de ese genio latino que caracteriza a nuestros pueblos. El «día de la raza. que conmemoramos los pueblos hispanos es en verdad día de una raza espiritual. El 12 de octubre de 1492 un grupo de valientes y de ilusos, guiados por un iluminado a quien movía una visión sublime, llegaron por vez primera a unas tierras nuevas. Los que les siguieron en el curso de los años, fundaron en estas tierras un ramillete de comunidades de hombres formados al calor de ideas e ideales comun~s, de tradiciones si· milares y principios afines. Tuvieron eso'> hombres orígenes étnicos diversos, procedieron de distintos lugares de España, de Afríca y de América. Hubo entre ellos toda la gama de sentimientos y de actuaciones que puede producir el género humano. Se nutrieron estas sociedades de militares y de santos, de letrados y misioneros, de encomenderos y de defensores de indios, hubo capitanes generales arbitrarios como hubo intendentes esclarecidos, exploradores rapaces y educadores de pueblos. Todos ellos actuaron sobre este mundo que iban incorporando al mundo conocido. Todos ellos fueron a su vez moldeados por un elemento común fundamental en la formación humana: la cultura. y como piedra angula,r y elemento primero de esa cultura, compartieron también un idioma que los hermanaba en la forma no sólo de expresarse sino de ver y sentir la vida. El idioma es molde del pensamiento y escalera de los sentimientos humanos. Sin dominio del idioma, el hombre es un tartamudo del pensamiento, un gago del espíritu, un ser mutilado .para la expresión y para la crea45
ción. El idioma es el gran unificador de los hombres de una cultura y el gran diferenciador de los de cultura diversa. Los hombres de nuestra América y de España, nutridos por la savia del mismo idioma, forman esta raza espiritual y lingüística cuyo nacimiento celebramos el 12 de octubre. Por el idioma somos los hombres de América herederos de Cervantes y Lope, de Velázquez y del Padre Vito·rla, de Ponce de León y de Cisneros. Por el idioma poseemos por igual a Garcilaso el Inca, a Ricardo Palma y a Zeno Gandía. Por el idioma son también igualmente nuestras Santa Teresa de Jesús y Sor Juana Inés de la Cruz. Por el idioma, en fin, y por lo que hizo en su defensa y en su engrandecimiento es igualmente nuestro y de España, don José de Diego, personíficador brillante de la raza, hijo de su cultura y cultivador de su lengua. Pedro Salinas se p,reguntaba en el 1944 si tiene o no tiene el hombre como individuo y el hombre en comunidad deberes inexcusables y mandatarios para con su idioma, si puede el hombre adoptar una fría actitud de indiferencia ante su lengua y verla pasar como un riachuelo que poco importa si corre limpio o turbio. Salinas contesta su pregunta diciendo que el pueblo que tal haga «vive en el olvido de su propia dignidad espiritual, en estado de deficiencia humana_o y añade que «el hombre contemporáneo se decidirá ya de una vez, a cobrar plena conciencia de su idioma, a conocerle en sus fondos y delicadezas, para de ese modo, prevenirse contra embaucadores de mayor o menor cuantía que deseen prevalerse de su inconsciencia idiomá. rtiea para empujarle a la acciÓn erróneaD. Semejante argumento había utilizado ya José de Diego en su defensa del español como veh1cuJo de enseñanza en Puerto Rico. En el famoso debate de la Cámara de Representantes celebrado en el Teatro Municipal de San Juan la noche del 25 de febrero de 1915, De Diego realizó lo que podría-mas considerar la defensa más brillante, más completa, más abarcadora que haya hecho puertorriqueño alguno antes o después, en una sola ocasión. En uno de los momentos más intensos de aquel debate, De Diego señala esta calidad del idioma como principal elemento constitutivo de ,la raza espiritual cuya génesis celebramos los pueblos de América el 12 de ootubre. Ante la política agresiva de imposición de un idioma extranjero y ante las manifestaciones de sus primeros efectos, De Diego dice que «en Puerto Rico está muriendo algo que es la raza, por la muerte del idioma... Está flotando en el espacio la angustia de un cadáver que es el de nuestra personalidad, el de nuestra raza, que no está muerta todavía, pero que está agonizando sin que el pueblo se dé cuenta: mi proyecto contiene savia para el idioma y para el corazón de mi
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país y para que mi pueblo se levante altivo para maldecir contra los que atentan contra la personalidad del país-o La argumentación de De D¡ego en aquella ocasión constituye un catálogo de razones y argumentos en defensa del idioma cuya fuerza sigue vigente en el Puerto Rico de 1966. No fue De Diego, sin embargo, el único puertorriqueño que levantara su voz en defensa de ese elemento básico de la cultura que es el idioma. Luis Muñoz Rivera entró a Ja palestra con el vigor de aquella personalidad que le hacía usar el idioma como el escultor usa la piedra y de él es aquella frase que merece grabarse en cada escuela del país: aTados los yugos me parecen odiosos; el yugo del idioma me parece intolerable». y la Hija del Caribe y Mariano Abril, Epifanía Fernández Vanga y los intelectuales y los pedagogos del país se manifestaban de igual modo. Y aquel lider puertorriqueño tan olvidado que fue Antonio R. Barcel6 desde la Presidencia del Senado decía en 1921: «A 10 que nos oponemos, y esto es pe· dag6gicamente irrefutable, es a la enseñanza EN INGLES en nuestras escuelas, sencillamente porque esto es un enorme disparate y es además un crimen que se comete con nuestros niños". y siempre ha habido y siempre habrá en Puerto Rico quienes cumplan con el deber que todos tenemos para con el idioma, recordando el ejemplo de estos hombres y mujeres e inspirados en aquella recia personalidad que con brillo máximo supo defender lo suyo. Tengo para mí, sin embargo, como una de las facetas más interesantes y más trascendentes de -la personalidad de José de Diego la calidad moral del hombre. Tengo, igualmente, como el mejor in· dicador de esa calidad moral, la lucha espiritual que consigo mismo libró en sus años maduros y el desenlace que supo darle, desenlace que no fue, ciertamente, el de un hombre viejo y cansado, smo el de uno en toda la potencia de su intelecto. Aquel muchacho que nació en Aguadilla en el 1866, podemos presumir que se form6 espiritualmente al calor de un hogar típico de su tiempo donde se cumplía con el precepto dominical y el hijo concurría al catecismo. No tenemos noticias de una formación que fuera más allá de eso. Su mente inquisitiva, su espíritu rebelde y sus ojos abiertos a lo deslumbrante y llamativo le llevaron muy pronto a participar de un mundo donde tan en moda estaban los alardes de liberalismo decrefdo y cuando la bohemia atea era equipo indispens:lble del poeta. Las libertinas compañías abonaron por su parte el campo fértil de -su imaginación juvenil. Pero más aún, jo que él llamara más tard~ «mal· sanas lecturaslt, hechas en Puerto Rico primero y en España después, le llevaron a 10 que él mismo
describirá como «una adolescencia nublada y tormentosalt. De Aguadilla pasa a España a continuar sus estudios, primero en Logroño y luego en Barcelona y Madrid donde las coplas y las copas reclaman su interés con más insistencia que el Código Civil. En Barcelona y Madrid se da de Heno a la poesía y al periodismo colaborando en publicaciones de ambas ciudades. Su genio rebelde lo lleva a mofarse del Ministro Romero Robledo en una poesía que publica bajo el título de La Juerga en un periódico de Madrid. Esta y otras composiciones de carácter político fueron denunciadas. Contaba De Diego años más tarde: eel Juez ordenó mi arresto pero me dejó en libertad bajo la obligación apud acta de comparecer una vez cada semana ante el Juzgado. »El invierno se venía encima, la bohemia apretaba y sin acordarme de mi obligación, me trasladé a Barcelona, donde a los pocos días, uno muy triste y nebuloso de noviembre de 1885 (tenía 19 años) me atrapó un guardia en la Plaza de Santa Ana». De allí fue a parar a la Cárcel Modelo de Madrid, luego de pasar por La Garduña de Barcelona. Allí permaneció hasta que tras la muerte de Alfonso XII, una amnistía general ,lo saca de la cárcel para caer en brazos de los amigos. Regresa al fin a América y continúa sus estudios en la Universidad de la Habana donde terminó la abogacía y regresa a Puerto Rico en el 1891. Prestó juramento para el ejercicio de Ja profesión el 11 de abril de ese año y durante los próximos siete años, ejerce la práctica privada en Mayagüez, Aguadilla, Arecibo, Utuado, Caguas y San Juan, así como ante el juzgado eclesiástico del Obispado de San Juan. Desde 1896 hasta febrero del 1898 se desempeñó como representante del ministerio fiscal, cargo al que renunció para desempeñar la Subse· cretaría de Gobernación, Gracia y Justicia, siendo Secretario don Luis Muñoz Rivera. Durante estos años 'se acrecienta su prestigio en el campo político y en el campo literario, labores que no abandonará hasta su muerte ocurrida en la ciudad de Nueva York en el 1918, siendo Presi· dente de la Cámara de Representantes y del Ateneo Puertorriqueño. Su poesía es posiblemente el mejor índice de su peregrinación espiritual, de su lucha intensa y callada por orientar su intelecto en el plano religioso. En ella vemos la metamorfosis que va ocurriendo a lo largo de su búsqueda de los valores trascendentes. De su primera época son los poemas que terminaD diciendo, por ejemplo:
¡Y un pellizco al señor Obispo en cualquier parte Y un beso y algo más a tus amigas!
y aquella otra estrofa que finaliza:
-¡Se lo diré al Obispo, señor Cural -¡También se lo diré yo a tu maridol De esa época es también el brutal poema Sor Ana del cual recogió luego el autor cuantos ejemplares pudo, rogando a los amigos su devolución o su destrucción. Característico de esa época es también el soneto Dios Provee, escrito en Aguadilla en 1887. Soneto mordaz e irónico que refiere la caída de un ave en un mar tormentoso y que termina con el verso «Dios a los pajaritos alimenta». Este soneto adquiere especial relevancia en el estudio del sentimiento religioso de José de Diego porque marca el fin de una etapa en su búsquecla por la verdad. Toda su producción hasta el 1887 puede catalogarse como irreligiosa. El propio autor :tiene algunos comentarios al efecto en el prólogo que escribiera en París, en junio de 1904, para la primera edición de su volumen Pomarrosas. AlU nos manifiesta que entre el soneto citado y el que más tarde escribiera con el mismo título transcu· rrieron nueve años. En este período de tiempo, dice el poeta: cEl pensamiento original quedó invertido y completada la transubstanciación milagrosa de la sombra en luz, al soplo invisible y seguro del que todo lo provee en el mundo de las cosas y de las almas •. Esta transformación de que nos habla De Diego no fue de ningún modo camino fácil; fue lucha intensa, lucha dolorosa y lenta, fue la lucha por el '1"establecimiento de los valores espiritUla1es desquiciados. Según el poeta va perdiendo UD poco de su vieja seguridad ideológica, las teorías heterodoxas van dejando de tener ante su mente ¡-azonadora mucho de su brillo y aparente valor. A medida que se va disipando la adolescencia se va desvaneciendo también el sedimento que en su ment~ dejaran las viejas lecturas. Comienza la época de crisis, cuando los viejos valores van quedando desvirtuados y no hay aún nuevos conceptos que les sustituyan, le empieza a envolver el tenebroso vacío de la inseguridad y del desamparo intelectual. Esta situación se refleja en su producción literaria, donde no encontramos el cambio súbito que no hubo en su pensamiento. Vemos, sin embargo, que las dobles intenciones van cesando junto con las sátiras y las ironías. Lentamente, penosamente, como corresponde a su intelecto razonador y severo, va ocurriendo el viraje. Decepcionado de las viejas ideas, busca en torno suyo la respuesta a sus inquietudes. «Busqué anheloso., nos dice, ela prístina fuente de la verdad; estudié, analicé los secretos de la naturaleza revelados por sus más insignes observadores; me
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dejé guiar por los as'trónomos, por los geólogos, por los naturalistas; asistí a la manifestación del primer átomo vibrante en la inercia sin límites, a la concentración nebulosa de los gérmenes cósmicos, a la génesis de los mundos, a la evolución progresiva de la materia inorgánica, al nacimiento de las especies organizadas y a su diferenciación en la perpetuidad del tiempo, penetré en las maravi· llosas circunvoluciones cerebrales del tipo perfec· to, que resume y condensa en breve síntesis la historia de los seres; sorprendí sus lentas demu· daciones a través de los siglos, en el embrión hu· mano elaborándose en el seno materno; retrocedí, adelanté, por múltiples caminos, giré alrededor de las hipótesis, de las cteorías, del vuelo angustioso del espíritu en pos de su origen.,. y, cuando diri·gía el último esfuer.zo al fulgor primitivo de la creación, me encontré solo, perplejo, extático ante la eternidad, en la profunda sombra del misterio absoluto», Lamentable terminar, si así hubiese terminado, tan afanosa búsqueda. Pero la Providencia se apia da y ·se produce la gracia. El poeta, agradecido a la vez que apesadumbrado por lo que entonces ve como su pasado irreverente y blasfemo, se aflije de 10 que en ese pasado contempla. Trata que su ejemplo fontifique a otros espíritus asaltados por la duda, o como él mismo dijera, que sirva «para enseñanza moral de los que se encuentran impe· didos a los violentos desórdenes de una imagina· ción ardorosa y enferma, por el fuego de la juven. tud y el contagio de las escuelas que conculcan los principios de la verdad y del bienlD. «Yo he blasfe· mado y he oradolD sigue diciendo De Diego a los hombres para quienes quiere ser ejemplo, «y sé cómo es asfixiante y maléfico el hálito de la blasfemia y trascendente y eficaz el perfume de la ora· ción». En su poema En la Cumbre añade:
¡Yo sé que está la fe tras de la tumba, y en plena luz, tras de la sombra plena, la eterna fuente de la eterna vida! Más explícito aún encontramos el sentimiento religioso del poeta en sus versos titulados Desde la Sierra, indispensables para conocer la postura espiritual de José de Diego. Diría más, diría que indispensables para conocer al hombre, al ser hu· mano que fue el poeta porque allí se nos retrae ta el propio autor con objetividad ejemplar. busca en lo profundo su propia vida y nos da como apóstol y como maestro el fruto de su peregrinar. Es un canto de triunfo, no del efímero triunfo contra una situación que el hombre puede conquistar con la fuerza sola de su verbo, sino el triunfo trascen48
.dente del caminante que llega a -la posada final de la verdad.
La paz llegó a mi espíritu... En la altura, dentro de un valle en que remata un hoyo, la soledad me purifica y cura. ¡Ora!... Mis locos paganismos mueren y, a su fe vuelto el corazón impío, remordimientos lúgubres le hieren. Sintiendo estoy en la conciencia frío y el fuego sacro, que mi ser reanime busco en tu aliento creador, ¡Dios mío/ Yo sé que ha sido criminal m i vida porque !te negado a Dios, porque he negado la esencia oculta que en mi frente anida; Pero el dolor maestro me ha enseñado ¡y aún puedo a Dios rendir unos despojos del espíritu artista que me ha dado! ¡Oh, metI torcido en bien/ Dulce contraste. ¡Gracias, Señor, mi redención quisiste/ ¡Gracias, Dolor, mi redención obraste! Este es el De Diego que hemos de ver hasta el fin de su vida. El hombre que encontró su ideal espiritual y vivió su vida guiado por él. En el plano humano De Diego encontró muy pronto el ideal político al cual sirv ió fielmente, sin dtubeos ni vacilaciones. En su obra poética el tema de la Patria y el tema de Dios van unidos por el vínculo ala vez sutil y férreo del amor. De Diego amó la patria entrañablemente como sólo le es dable a los espíritus tocados por especial gracia. Tal vez por eso llega a darnos aquella alegoría poé. tica de Pabellones:
¡Cordero Santo que salvaste al mundo, tú eres la redención, tú eres la patria! El patriota y el creyente unen de esa manera los ideales que hacen la vida digna de un esfuerzo que a la vez honra y enaltece a los que, encoDJtra· da la verdad, se dan sin titubeos a ella. Ese amor de De Diego por la patria fue uno de sus sentimien· ·tos más profundos y constantes. El objeto de ese profundo amor lo deposita el creyente en las omni· potentes manos del que «todo lo provee en el mundo de las cosas y de las almas». En el poema Oremus presenta claramente De Diego esta vinculación de los conceptos de Dios y Patria. Ha buscado en su mente, nos dice, una alegoría que simbolice la angu.5itia y la virtud de la patria. La encuentra oyendo a su esposa hacer sus oraciones de la noche. Del rezo de la esposa va tomando el poeta una frase y otra para darnos en
breves 'trazos esa an;gustia y esa virtud que pa,ra él encama la patria. En Oremus vemos además la influencia que en De Diego 'ejercieran el ejemplo y la oración de la esposa. Una mujer virtuosa y abnegada, es siempre circunstancia decisiva en la vida del hombre, y en este caso resultaría injusto no señalar el saludable influjo de la dama que 'le acompañó en sus hOTaS de luchas y de triunfos y en 'las cailadas horas de búsqueda interior. Estaríamos, además, ignorando un fac,tor que el propio poeta supo aquilatar y darle expresión en su conocida composición Después del Combate.
¡El triunfo de la fe sobre el pecado! ¡El triunfo del amor sobre la muerte! Encontrada su verdad, podrá decir el poeta de la juventud alocada, el antes irreverente versifica· dor, unas líneas con las que quiero cerrar estas-palabras en esta conmemoración del Centenario de su natalicio. En ellas se ve la serenidad total de un espíritu que se ha encontrado a sí mismo, por haber encoI1ltrado a Dios. En ellas se ve la seguridad de ,las convicciones ganadas en lucha contra 'la blasfemia. En ellas veo además la muestra del con· vencimiento más absoluto, el que se comprueba sólo ante la muel'te que no admite hipocresía. Así nos habla De Diego en su poema En la Cumbre.
Tú, dulce esposa, el bien y la inocencia. ¡Tú, que infundiste al paJadín herido la lu" de Dios, la pa" de la conciencia y el sacramento maternal del nido!
Firme la planta, rígida la mano hay que bajar por la dspera pendiente, al suelo vuelta la humüIada frente y puesto en Dios el corazón cristiano.
La Esperanza eres tú, que has evocado un ()[ma nueva en mi organismo inerte...
Cuando el cuerpo en la tierra se derrumba, sube el alma en la atmósfera serena... Puede venir la muerte no temida.
...... -
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De la poesía y de los poetas Por Jos!!
'DE
DIEGO
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DE LOS JÓVENES ART1FICES, EN
la -nuestra ascendente generación Uteraria, Evaristo Ribera Chevremont, breve tiempo ahora escribió un bello artículo sobre la significación jerarquía de poetas, vates, bardos: su pensar era bueno, como síntesis, en una división genérica, entre legitimidad o autenticidad y ficción o apariencia, aplicable a todas las humanas categorías y en la del saber apolíneo especificada entre poetas y copleros, esto es, creadores de poesía y hacedores de versos. La clasificación era ingeniosa, mas puramente subjetiva y arbitraria, sin dar a la nomenclatura su exacto valor ideológico y 'lexicológico, en la medida justa de los conceptos y propia de las palabras. BARDO tiene cierto sentido religioso: designábase con tal nombre a los poetas druidas, que inspiraban sus cánticos en los fervores místicos. Torcuato Tasso, Alfonso de Lamartine, Fray Luis de Granad!!, Teresa de Jesús, fueron bardos y están en el piadoso corazón de esta dulce palabra. VATE (Vaticinium), también de origen druídico, señala aquella divina facultad de augurio que nun· ca faltó a los poetas inspirados, siendo la «inspiración» un aspecto emotivo de la profecía. Gran poeta Ezequiel, como todos sus hermanos del An· tiguo Testamento, y en el Kempis, en La Divina Comedia, en 1a epopeya de Camoens y en la de Cervantes, en todos los poemas de inmortal ;reso· nancia, írguese traslúcida la Pytonisa helénica. El vate es poeta, poeta el bardo y son tres en un() y uno en tres, como en el sublime Misterio, olave de la Creación. El Padre recogióse y permanece eterno en su prístina Unidad, el Hijo involu-
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José de Diego, por Carlos MarichaI.
cionó hacia el Padre, quedó solo en el Mundo el Espíritu Santo, que es el Poeta, ligado perpetuamente a la Unidad creadora. TROVADOR, todavía queda el trovador, el único poeta que de verdad ilevaba laúd, acaso el único poeta de verdad, trashumante, errabundo, bohemio, la más hermosa figura medieval, el glorioso cantor que vendía sus cantos y Jes dio precio, porque fue
el primero que supo y enseñó que la poesía no es «despreciable. y. sí es y debe ser «preciada., en sus múltiples valores de materia y espíritu. Pobres son casi todos los poetas y ninguno debiera ser.lo, ni 10 sería, siendo «trovadores» y ele· vando el acento de la postulación a la severidad de una demanda imperativa. La causa compren· de a todos 'los artistas, como el remedio que ele· varía ·la fecundidad y la calidad de las obras de arte. Pelayo del Castillo se murió de miseria revol· cándose en un portal, poco menos ocurrió a Paul Verlaine, y más lejos Cervantes pasaba rudas es· trecheces y Homero pedía Hmosna. De músicos, ya se sabe cual ambularon y ambulan por campos y villas, como gaiteros, y pintores y escultores hubo, así nuestro Frasquito, privados de las satisfacciones más humildes de un hogar modesto y ventu· roso. La inspiración como fuerza oculta en el alma, .la potencia subjetiva, ·que fluye para encamar en 'la realidad externa, están afectas por los medios de su ejecución y por el ambiente en que se desa· rrollan: una estatua esculpida, un lienzo pintado, un poema escrito, las manos temblantes, nublas los ojos, desfalleciente el corazón de hambre y frío, o, sin extremar -las circunstancias, inquieto el artista por las durezas del vivir cotidiano, no pue· den surgir con la frescura y serenidad de Ja obra a-ealizada en la paz del espíritu no perturbado por la angustia de Jas pequeñas necesidades de la vida. A veces, el golpe del dolor, como el del hierro 59bre la piedra, levanta chispas, enciende la crea· .dora lumbre, yla obra de arte se produce más elevada y fuerte, como el fruto de ,la palma que absorbe por su raíces la amargura de las ondas marinas; pero esta es una excepción morbosa, que no destruye la hipótesis del perjudicial influjo que la penuria del medio ejerce sobre la fertilidad y belleza de .la obra. Pues los poetas y sus hermanos en -las sublimes artes, 'Cleben y pueden ser ricos o.a 10 menos estar libres de una pobreza lamentable, con sólo hacer como hacen los gremios artesanos y obreriles, en las asociaciones ·bien organizadas, como hacen los hombres de la industria y el comercio, bajo ,la sencilla regla de provocar la demanda con la abstención; de Ja oferta, para la subida del precio. Esto es dificil, dificilísimo, en nuestra gente, con aquella muy curiosa e inestudiada 'Psiquis que impul,sa de manera casi irresistible a los artistas en su anhelo de mostrar la gracia y hermosura de su ingenio, 'Cle sacar del alma a .los ám1Jitos lumínicos la criatura concebida, como los minúsculos seres que se reproducen invisibles en las transparencias del aire.
¿Quién ataja. a una estrofa camino de ·la im· prenta, una tablita cie vívidos colores o un barro hecho I vida, como el del Paraíso, hacia la exhibición pública, o unas alas que se desenroscan de una clave de sol? Pues si parados fueran y al taller o al gabinete vueltos, si poetas y estatuarios, pintores y músicos ocultasen los frutos de su inspiración, sépase que el mundo necesita del pan de la belleza como del pan de trigo, y el mundo pediría versos, cuadros, mármoles y bronces y armonías. Editores, empresarios, tenderos, .buscarían obras de arte para fines de comercio, viérans" retribui· das con esplendidez las obras magnificadas por la seguridad del triunfo, y el bardo, el vate, el poeta, recorrerían la tierra con el 'laúd en alto, como los viejos trovadores en su edad de oro, para regir el curso de las a:lmas a la obediencia de los líricos cetros.
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De manera que la poesía debe circular, como un efecto público, y venderse, como un valor bursátil. Ya la venden los ·poetas dramáticos a los em+ presarios y .Ios líricos a los editores, por irrisorio precio, pues que se paga más un perfume de rosas . maceradas que un soneto de espirituales rosas, cuando a veces la purificación del radium no cuesta más que la purificación de un soneto. Pero he aquí que, contra todo lo di ha, la poesía debe darse, darse a manos llenas, esparcirse como la luz para todos gratuita y fecunda. Esto ha de ser, cuando la poesía aplique su fuerza generadora al nacimiento, o al desarrollo y al triunfo de un ideal, no de un ideal cualquiera, sino de uno de aquellos ideales primarios y transcendentes del espíritu humano. La teoría del arte por el arte, en cuanto pretende aparecer despojada de todo concepto utilitarista, es absurda y paradógica, porque el arte por sí mismo, es una utilidad y muy elevada, aun cuando sólo tienda a la producción y al goce de la belleza. Además, y sobre este valor intrínseco y autónomo, el arte es una fuerza de bien y ninguna fuerza permanece aislada en el trabajo infinito y eterno, concurrente y armónico de -la vida universaL E-l buril y -la lira y el pincel son instrumentos de trabajo y lucha, como el arado, el motor y la espada. Pintar un paisaje, componer un poema, esculpir una estatua, puede ser tan necesario o propicio a la civilización, a 'Ia Libertad política, a uno de los más altos y puros empeños de la civilización, como sembrar trigo, mover un buque, destruir a un ejército. Dios ha engendrado, cruzado, fundido todas -las energías, en una red maravillosa 'Cle inseparable urdimbre, en una interferencia continua, en equi51
librio de contrarios y afines impulsos, imperecedera dinámica que rige el movimiento providencial de los seres y las cosas, los cuerpos y ·105 espíritus, por todos ·105 radios del Universo, Nadie, ni una mosca, ni una honniga, ni un infusorio, nada en el aire, en la tierra, en el agua, ni más allá de nuestro mundo, puede resistirse a la ley de comunidad y reciprocidad que regula y sostiene la expansión y reproducción de los fenómenos vitales: los hombres y los pueblos 'Ia obedecen, como factores orgánkos e inteligentes, y Ja histotoria gira acompasada al ritmo del Planeta. .oe 'los elementos morales, que concurren a esta magna y compleja disposición de fuerzas, es la poesía, porque es el espíritu 'lo más -selecto y del espíritu ,la palabra y de la palabra ,la poesía, es ella la que presta mayor y mejor estímulo y, por ineludible consecuencia, la más obligada en su poder al concurso del progreso humano. Jesús fue el primero y el más grande poeta de la Fe y el Amor: ,la conquista de ·Ia '1ibertad, la fundación de una patria, sublimes como el Amor y la Fe, requieren la contribuc·ión de los poetas, el ejem. plo del que cantó ·las glorias del ideal religioso. Cuando un pueblo ha cumplido todos los fines de su vida nacional, como Francia en la mitad primera del siglo diecinueve, puede ser parnasiano, e~andir por el mundo o)os fulgores que desbordan de su alma, cantar como -las aves por 'la gloria del canto; pero, cuando no tiene y busca la esencia de su vida y el establecimiento de su libertad, o la acción reivilidicativa de su honor y su derecho, entonces requiere la suma concurrencia de todas
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sus energías, en el núcleo de su embate, sin di'¡ertir pi perder un solo esfuerzo necesario a la conservación de su existencia y seguridad de su destino. Entonces la poesía ha de ser nacional. Francia misma, después .del desastre de 1870, al sentirse herida en su corazón y abochornada en su dignidad, olvidó a los poetas verdes del ajenjo, reentertó a las damas del Directorio, desterró a las princesas orientales. acabó con el preciosismo de ~os versos almibarados y el exotismo dé las musas japonesas. Renació entonces -la literatura de los tiempos de Carla Magno y aparecieron los poetas cívicos precursores de los caudiUos militares. Tensas las cuerdas de las broncíneas .liras, con el estruendo de sus notas fulminan~es prepararo'n y' provocaron el estruendo de los cañones que ahora truenan por el honor de Francia y la libertad del mundo. Se ahogaron los cisnes y huyeron los ruiseñores; ahora, las águilas: el Gallo; el Gallo francés: el Gallo, no en el corral, sino en el cir~o, esa debe ser el ave simbólica de la poesía, en los pueblos opri· midos, dominados, rebeldes y combatidores. Así debe ser la poesía de los pueblos de nuestra estirpe en América, todos en lucha por la con~r vaC'Íón y el triunfo de su vida naciona'1. Y aquí, en Puerto Rico, todavía gestante, en acopio de un esfueliZo desesperado por la vida, el poeta ha de ser fundamentalmente, exclusivamente, portorriqueño y dar a su Patria en amor, en luz, en gratuitos dones de belleza, el bien que de ella y de Dios recibiera con la sagrada chispa de la inspiración y del arte.
Prólogo de «Cantos de Por
E
DIRECTOR LITERARIO DE LA CASA·EDITORA DE MIS libros de versos me expresó sus deseos de insertar en cada uno de aquéllos el retrato mío perteneciente a la época en que las composiciones del respectivo tomo fueron escritas. Teniendo los retratos, se los di, porque me pareció que se busca· ba, no una exhibición personal, sino una exposición fisiopsicológica de las ocultas afinidades en~ tre el curso de los años y el curso del pensamienio, en las misteriosas correspondencias por ]as cuales tal :vez una arruga del rostro contiene un abismo de dolor, una corriente de vida, una onda de alma. Algunas de las tristezas más antiguas de «Po· marrosas» son contemporáneas de las más ingenuas alegrías de dovilJos» y esto ya no puede me· dirse ni compararse por la mutación de la faz, que en los inquietos giradores días de la adolescencia tenemos siempre dos· caras en una cabeza «cual la de Jano, que siendo una, mira a Oriente y a Occidente», según la estrofa de Rubén Daría, contemplando una los fulgores del alba y otra las agonías del véspero. Mas por seguro que ya no era el mismo a los quince que a los treinta años el autor de cJovillos» que el de .Pomarrosas» y que, con ser muy grandes, no 10 eran tanto las diferencias fisiognómicas como las espirituales entre el autor de dovillosl> y el de «Cantos de Rebeldía». En el desarrollo de la vida humana, asiste a la primera juventud un vasto espíritu, rarificado, ligero, de amplia y difusa luz, que se reduce y concentra y gana en intensidad lo que pierde en extensión, como en fijeza 10 que pierde en campo visual, según el tiempo fortalece y densifica la carne, hasta que el agotamiento orgánico vuelve a enrarecer y aflojar el espíritu, no ya con las palpita. ciones de un fulgor progresivo, sino con el vago ondular de una creciente sombra. L
Rebeldí~> Jos~
DE DIEGO
En determinados temperamentos, la concentración espiritual es tan absorbedora y exclusiva que se revela en un solo anhelo dominador. El caso de Gustavo Adolfo Bécquer, en su obra poética única y esencialmente erótica, como el de ciertos pinto. res que sólo pintan santos o rosas y el de ciertos músicos que sólo componen salves o danzas, se multiplica en el comercio, en la industria, en las artes más humildes, en todas las especies de labor anímica o mecánica. Ello no se explica por las reglas de la división del trabajo no siempre artificio. sas, sino por la intensificación de las energías y tendencias mentales. Inicia e impulsa este proceso una fuerza espontánea, ayudada también en numerosos individuos por el poder de una voluntad consciente de la ap· titud, objeto y decoro de la propia vida. De mí puedo decir que me he sentido natural· mente llevado a la unidad afectiva y expresiva de mi arte, como se desenvuelve en estos Cantos, he· rido a veces por una súbita desviación del pensamiento. Al concertar las primeras estrofas de «Al· ma Nocturna», recostado sobre el tronco de un co. cotero, en el rellano de un monte esclarecido por la luna, sólo me propuse decir del misterio, el si· lencio. la soledad de una alta noche campesina, cuando de pronto se me 'Viró el deseo en una bárbara meditación de muerte. Mas al mismo tiempo la orientación única y fija de mis últimos versos, ya principiada en muchos de e Pomarrosas» fue en gran parte regida por el libre conocimiento y la tensa voluntad en· caminados al ideal que imanta y alumbra la visión de mis ojos y la determinación de mi existencia. Nacido en un país infausto, siervo, en peligro de muerte, debo a la conservación de su vida y a la defensa de su libertad la sangre que es de su 'tierra y el alma que es de su cielo: si tengo una 53
lira, como si tuviera una espada o un martillo o un arado, ·10 que tengo suyo es, de mi patria es y debo cantar como blandiría el acero, golpearía el yunque, abriría el surco, por ella y para ella que es mía y de quién soy en cuerpo y alma. La poesía no es cosa de futil adorno y vano recreo: ninguna ciencia, ninguna arte podrán des.ligarse de la universal cooperación al bien humano, como nada en el orden físico puede ausentarse del trabajo universal de la naturaleza. La producción y la contemplación de la belleza en sí mismas constituyen un bien y ola poesía cumple siem·pre un propósito estético; mas la poesía, como toda obra humana, debe acudir preferentemente al bien necesario, sentido y clamoroso en cada momento y en cada lugar del mundo. Señalados pueblos en señaladas épocas y señalados hombres en señalados pueblos ostentan: y personifican la conciencia de la humanidad, como Francia el 93 y los enciclopedistas en Francia; pe· ro, en la evolución normal de ·105 hechos y de ·las ideas, cada pueblo siente una necesidad característica, requiere un bien especial, fundamental, para cuyo alcance es obligatoria la contribución de todos los elementos componentes de su alma colectiva. Infinito el progreso, ningún país en ningún ins· tante puede tener por logradas sus aspiraciones; pero, aquellos que han realizado :los fines principales de su destino, la independencia, la libertad, el orden, el bienestar común, pueden distraer sus ener.gías en las sutiles artes de la contemplación y el éxtasis emotivos de la belleza o irradiar las fuerzas de su espíritu más allá de la existencia nacional, por la universidad del Orbe. Francia, después de tantos siglos de cuidado y lucha por el· propio bien, soberana, libre, rica, vico toriosa, expandía por el Globo el desbordamiento de su potencia y desde principios de la centuria diecinueve alentó una generación de poetas que buscaban y cantaban los paisajes lejanos, los ideales pretéritos, el amor de ,las ·hermosuras muertas o jamás conocidas, los subjetivismos recónditos. Los parnasianos, simbolistas, decadentistas y los poetas y escritores comprendidos en tantas recientes nomenclaturas (siempre creí que todas ellas sólo envuelven modalidades o aspectos evolutivos de la escuela romántica), exploraron desde las cumbres de su Patria la redondez del Mundo y la eternidad del Espíritu, en un arte raro, exótico, ambiguo, que volaba de las cúpulas de una pagoda a una torre medioeval y de los oblicuos ojos de una pr,incesa del Japón a las doradas pupHas, ya tierra, agua, o aire o .luz, de una dama del Directorio: así era, mas cuando una conmoción terrible desgarró el euer-po y el alma de la Nación: francesa, 54
en el desastre de 1870, una literatura nacional, rei. vindicadora, agresiva, acudió al corazón adolorido del pueblo para prepararlo, como se está viendo, a la guarda y defensa .del territorio patrio.
E·I influjo que, desde la emancipaclon de las colonias españolas, ·ha ejercido Francia en la cul· 'tura de las Repúblicas ibero-americanas, extendió al centro y al sur de nuestro Continente las novedades ~e fondo y formas que Verlaine~ Mallanné y los otros heraldos del modernismo desplegaban como banderas sonantes y multicolores en el triunfo de ·la nueva lírica. El grande y glorioso nicaragüense, fue el primer y más paladín de este movimiento en la poesía castellana: alrededor de él, una brillantísima cohorte de poetas de genio, en E-spaña y América, ensanchó el ambiente del arte clásico, penetró en el translúcido seno del idioma, de las palabras, de las sílabas, de las letras, del timbre, del acento, de la modula· ción fonética, cuando otros fríos y falsos imitado-
res de los maravillosos maestros rompían tor-pes la sonoridad y majestad de la onda rítmica en locos bailes de inútil viento. Enriquecíanse como nunca el tesoro del lenguaje yel dinamismo de la lírica, al par de una visión más aguda y detallada de la naturaleza y del muna do psíquico; pero, en :10 que a nuestra América concierne, parecía que la espléndida evolución iba a pervertirse en una fiebre de grosera lujuria y en atávicos gestos de feudal señorío. Se glorificab.a al amor con ,las crudas voces de un tratado de patología sexual, y, si el poeta buscaba para exaltar un tipo de pasados tiempos, encontraba siempre a un Caballero feudal cualquiera en ejercicio del derecho de pernada... El más grave daño de esta literatura en América fue que apartó de la tierra, del ambiente, de los sentimientos e ideales patrios la in3'iración y el afán de los poetas nacidos en aquellos dolorosos países, tan necesitados d_el concurso de sus filósofos, de sus artistas, de sus hombres de Estado, de todas sus fuerzas morales y orgánicas, en las treo mendas crisis de su crecimiento nacional. La Gre· cia antigua, el Japón moderno, dioses paganos, emperatrices, -hetairas, geishas y obispos endiablados y marquesitas galantes y todo lo .muy siglo diez y ocho», fueron cantados por poetas que tenían en sus nativos lares las bellezas más grandes de la Creación y los empeños más altos de la lucha por el triunfo de la 'libertad y por la subsistencia y el predominio de nuestra raza oprimida y escarnecida en las tristes patrias del hemisferio americano.
Daría, que se elevó desde una pequeña República como el poeta del Universo, podía hacerlo así y extender ,las alas de su genio por los horizontes mundiales; pero lo hizo mejor y en su magnifi. cente obra nada hay más grandioso que la sa1utaciórt a las .ínclitas razas ubérrimas» ni más dulce y tierno que el idilio al «buey que vi en mi niñez echando vaho un día -bajo el nicaragüense sol de encendidos oros»... Dichosamente pasó como una áurea nube aquella convencional 'literatura y hoy la América hispana puede mostrar con orgullo «sus» poetas, los insignes poetas de su paisaje, de su historia, de su libertad, de su vida, de su -raza y de la futura hegemonía de los pueblos de su raza en las cumbres del Planeta. Puerto Rico sufrió también la racha de aquella vanal IHeratura y goza también ahora del renacimiento de su poesía: viejos y jóvenes líricos marclJ.an a la cabeza del movimiento nacional, como iban los antiguos bardos anglosajones a :la vanguardia de -los ejércitos: el perfume de nuestros bosques, el fulgor de nuestro cielo y nuestras llanuras, el rugir de nuestros tormentosos desgraciados mares, el cántico melancólico de nuest-ros jíbaros, nuestro dolor, nuestra esperanza, se desprenden de las ,liras en ráfagas de vibrante espíritu... Entre esos poetas, yo, el último, lanzo mis «Can· tos de Rebeldía», mis gritos de protesta y de combate contra el tirano de mi patria a los vientos y al corazón del mundo...
Barcelona, septiembre de 1916.
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Geografia de Puerto Rico * Por J OS~ DE DIEGO
Para mis amados 'Y simbólicos «sobri· nos» del «Instituto. " la encantadora muchedumbre estudiantil que termina· rá la geografía 'Y fundación de nuestra patria.
1 Venid los tres, mis amados Georgina, EUsa y Pepito, que en el Instituto aguardan mis cuatrocientos sobrinos; venid :todos, escolares, adolescentes y niños, que, todos portorriqueños, sois, como los tres, mis hijos, y por razón de las cosas y el tiempo en que hemos nacido podéis escucharme, como si un siglo hablara a otro siglo. Ya ·sabéis que allí se estudia en castellano castizo Y. por más y nuevo modo del parentesco legítimo, hagamos hoy nuestra fabla en aquel romance antiguo, que es el ascendiente clásico de nuestro lenguaje lírico. Seguid a las aulas... pero ¿a cuál, para tantos chicos? Dejemos el Instituto y formad en la Isla un círculo, mientras yo con mis muletas, trepo al Yunque del Luquillo. Ya estamos... ¿Qué asignatura trataré, sobre este pico? Pues que, desde aquí, descúbrese todo el paisaje magnífico y a los cuatro vientos tiéndese la· Isla del Paraíso: «Geografía de la Isla de San Juan de Puerto Rico,,: «Bo-ri-quen., en lengua autóctona, •
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Del libro .Cantos de Pitirre-.
«Tierra del Valiente Indio., pero cuando el gran Christópherus, Christo-ferens, trajo a Cristo, confió al propio Bautista ·la gracia de su bautismo, para grabar en su escudo de la redención el símbolo... Adelántese uno ahora, cualquiera, el más pequeñito, y vaya diciendo todo lo que hubiese ya aprendido. Bien, la ondas del Caribe... El Canal... Santo Domingo... Las Cabezas de San Juan (que echó Salomé en olvido), El Cabo de Mala Pascua... (Mala habríala un navío), Vieques, Culebra... marítima, Punta Guánica... Morrillos, donde muerde el viento... Aguada, porque se la dio al Marino, Punta Borinquen, la punta que apunta para Arecibo y Palo Seco, tan seco que en el mar ha florecido. Bien. el sistema orográfico... De los montes a los ríos . De -los ríos a los frutos . Y después a los caminos, para llegar a los pueblos que comprenden los distritos. -Muy bien, la extensión ahora... -¡Ahora sí que te has perdido! -¿No llega a cuatro mil millas? -Así lo dicen los libros... -¡Bmbustes de los autores que los 'libros han escrito! Y, pues aquí ~o importante de la lecdón da principio,
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vamos a cambiar el metro, que es patrón muy reducido para las altas medidas que exige un tema vastfsimo, mas en rornan continuando, po que el croman paladino» , de ser precisamente romance octosílabo IiIfiGQli!zalo de Berceo
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Lo que vaya explicaros no es una fantasía; pues, aunque salta el molde de un raciocinio estrecho, es una teorla confirmada en el hecho y un hecho demostrado, según la teoria. No es cosa que imagino para una poesía, ni que esté únicamente abrigada en mi pecho, sino un principio justo que existe en el Derecho y una cosa palmaria que está en la Geografía.
,prestar ro ritmo.
Un continente, una isla, bloque de la tierra, no es aquello tan sólo que en superficie encierra; es también -10 que se alza, más allá de la sierra, y la cuña que se hunde y en el centro se aferra. La propiedad radica, irradiante, en el suelo; alumbra en sus arcanos las minas del subsuelo y sale del abismo, para emprender el vuelo, porque alcanza sin límites el derecho del cielo.
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El mapa es un pintado pedazo de papel, la bella geografía una ciencia moral y traducir no pueden ni pluma ni pincel con un trazo el espíritu de ese derecho astral. En la soberbia loca, que le inspiro Luzbel, detuvo al hombre un día la confusión fatal; mas erigió a los cielos su torre de ideal cuando erigir no pudo la Torre de Babel. Aún mejor que vosotros, sentado en este pico, estoy viendo yo ahora lo mismo que os explico; tiéndese el panorama como en un abanico y por esta columna va al cielo Puerto Rico. En el Yunque eminente la dirección concentro, de aquí sube la Isla del espacio al encuentro y en 10 hondo 'la columna -se clava mar adentro, como 'Una pirámide invertida hacia el centro. En el centro geológico el vértice es un punto, a la Isla entera presunto, nde convergen todos los radios de la esfera. , 'en la cumbre ignota, al moverse el trasunto - ejismo en progreso del país sin frontera, ¡',.·columna de espacio, como todo el conjunto, 'terminablemente seguirá su carrera.
c:'_~un punto matemático que apoya ~e~~~~ allí termina abajo su dominio
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Adelántese ahora de nuevo el pequeñito, : rectifique el embuste de su lección escrita y díganos, si puede, lo· que se necesita para medir la tierra donde nació el bendito. De nada han de servirle brújula o teodolito y, si quiere en palabras esta región descrita, será, igual que ,las otras: cuna parte infinita que se eleva de un centro hacia el todo infinito».
que el sol va recomendo entre ocaso y aurora, al invisible soplo cambia y se transfigura en que se desenvuelve la función creadora: -----.~n su medio prolifero al rendir la natura lOs' tipos adaptados de la fauna y la flora, pinta un clavel la estrella que en el cenit fulgura, bebe su trino el pájaro en una honda sonora. Sustancias de la tierra son meridiano y clima, espíritu el ambiente que su potencia anima; y el volcán detonante que revienta en la cima;
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el arroyo cantante que se argenta en la sima. el océano libre que rompe por el istmo. y el fuego aprisionado que ruge en el abismo, son alícuotas formas del genial protcismo que la naturaleza difunde en su organismo.
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Asi lo relativo compone lo absoluto y en el proceso múltiple de su vital sistema cada rt..>gión del Orbe presentará soluto con sus factores propios su peculiar problema, todos así a la vida prestarán su tributo y en cada país, dócil ante la ley suprema, será diverso un árbol, será variado un fruto y diferente un hombre y distinto un poema. Asi diversificanse los seres y las cosas. los unos como indígenas, los olros eXlranjeros. y ofrecen a las patrias sus prístinos veneros, al concurso incesanle de fuerzas misteriosas. los claros y sonoros granizos y aguaceros, traslúcidas escarchas y nieves silenciosas, el divino perfume de las cándidas rosas y la lumbre divJna de los albos luceros. En vano se pretende cambiar los patrios lares. dirimir en cesiones los pueblos sus querellas. valerse de permutas y concertar con ellas tratados que pel1turben los ritmos estelares; pues sólo triunfarían en estos avatares los pueblos que lograran. al extinguir sus huellas. arrastrar en sus cambios las tierras por ·los mares, los siglos en el tiempo y ante Dios las estrellas. J;>ejad a los que piensen con un candor seráfico, o porque en ello tengan su lucrativo tráfico, que ]a unión de dos pa:trias no es más que tema gráfico para una ley política, sin val]adar geográfico; proseguid fervorosos del ideal en pos, y orad por ellos mismos a 'la gracia de Dios, diciendo humildemente: Señor. perdonadlos, que n? saben lo que hacen. ni lo que hicisteis vos...
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111 La lección de geografía ha terminado, hijos mios,
aunque falta una materia que explanar sobre ]0 dicho: La comunidad histórica de los elementos íntimos, que constituyen el alma de los cuerpos colectivos, vinientes de igual origen, tendientes a igual destino en un fragmento de tierra por la convivencia unidos con la unidad, que no funda ni destruye un artificio. Geografía es todo eso y tratarlo no he querido, para que no dijera que os daba un curso político. Mas. para suplir ]0 tácito, jamás echéis en olvido que fue eBorinquen., nuestra Isla. e tierra del Valiente Indio., y que por el Almirante dióla San Juan nombre en Cristo. para grabar en ~ escudo de la redención el símbolo. Con esto, buenos muchachos, romped de la clase el círculo, y ea volar, que el sol cambea., como dice el canto jíbaro. mientras yo muy poco a poco bajando iré de] Luquillo, no sin que antes, por vez última. os vuelva a decir a gritos: «Por este Yunque en el cielo se prolonga Puerto Rico. y para hundir este Yunque no hay en el mundo martillo.•
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Pájaro verde* Por J OS~
DE DIEGO
-a un convento rural, estuvo, en éxtasis santo, o la gloria d~ canto condida en un robledal.
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e en mis ojos brotó el primer llanto alma de niño el primer ideal, pa pi a en mi ambiente, me llama a su encanto, de un ave irlvisible la onda musical. e
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Pájaro de ensueño, pájaro divino, escucho a la vera, por todo el camino fluir con su timbre diamantino el trino... Nunca te mostraste, pero te adivino ¡y sé que a la muerte conduce tu canto inmortaY
1. Del libro .Cantos de Pitirre-o
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