Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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OCTUBRE' - DICIEMBRE, 1967

San Juan de Puerto Rico


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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES Guillermo Silva, Presidente Enrique Laguerre - Aurelio Tió . Teodoro Vidal Arturo Santana - Esteban Padilla Milton Rua

Director Ejecutivo: Ricardo E. Alegría Apartado 4184

SAN JUAN J;>E PUERTO RICO

AÑ:O X

1967

Núm. 37

OCTUBRE - DICIEMBRE

SUMARIO Francisco de Ayerra Santa María (1630-1708), primer poeta puertorriqueño por Cesáreo Rosa-Nieves . . . .

1

Los títulos en la novelística laguerriana por Isabel Sánchez-Vilar . . . .

8

Bahía de la Parguera . por José Balseiro

11

Arístides Moll Boscana y «Mi Misa Rosa» por Luis Hernández Aquino

12

Agua y jabón por J. l. de Diego Padró

16

San Gaspar por Pedro Bernaola

21

Ordenanzas hechas por el Cabildo, justicia y regimiento de la ciudad de Puerto Rico - 1627

22

La primera en'cuesta en América por Joaquín Freire

24

La expulsión de Venezuela de Francisco Gonzalo Marín por Jorge Quintana . . . . . . . . . .

27


Puerto Rico: Vivencia y Querencia por Arturo Morales-Carrión

33

Exposición de Arte - Osario

38

Margot Arce de Vázquez y su libro sobre José de Diego por Luis de Arrigoitía

40

Bibliografía Puertorriqueña 1966

50

PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA Director: Ricardo E. Alegría Ilustraciones de Carlos Marichal Fotografías de Jorge Diana Aparece trimestralmente Suscripción anual . Precio del ejemplar

$2.50 $0.75

[Application for second class mail privilege pending al San Juan, P. R.]

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B.

3343· 1959

IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE «EDICIONES RVMBOS» IMPRESO EN ESPAÑA BARCELONA - PRINTED IN SPAIN


COLABORADORES


CESÁREO ROSA-NIEVES nació en Cayey. En 1944 se recibió de doctor en Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Poeta, ensayista, drama· turgo y crítico literario, ha publicado va· rias obras de poesía y proyectado en su producción teatral temas de la historia y el folklore puertorriqueños. E n t r e sus obras en prosa y en verso figuran: La poesía en Puerto Rico: estudio crítico-histórico del verso puertorriqueño (1943), La lámpara del taro (1957), Tierra y lamento (1957), Siete caminos en luna de sueños, del mismo año, e Historia panorámica de la literatura puertorriqueña (1963). Tam· bién ha compilado y anotado el Aguinaldo lírico de la poesía puertorriqueña, antolo· gía en tres tomos (1957). Pertenece al claustro de la Universidad de Puerto Rico.

ISAh1EL SÁNCHEZ-VILLAR nació en Toledo, España. En la Universidad Central de Ma· drid .realizó estudios para su Licenciatura en FHosofía y Letras, la que terminó con especialización en Filología Románica. Allí realizó además estudios para su Docto· rado. En la actualidad está preparando su tesis doctoral, que tratará el tema: El nacionalismo literario en Puerto Rico. Es profesora de la Universidad Interame· ricana en Hato Rey, Puerto Rico. Recien· temente terminó un estudio sobre el poe· ta cubano Emilio Ballagas, que aguarda su publicación en España.


JOSÉ A. BALSEIRO nació en Barceloneta, Puerto Rico. Ensayista, poeta y novelista, se ha distinguido principalmente por sus estudios de crítica literaria, muchos de los cuales ha reunido en la colección titulada El Vigía (tres volúmenes publicados entre 1925 y 1942) Y en la obra No· velistas españoles modernos (1933). Tam· bién ha publicado los libros El Quijote de la España contemporánea: Miguel de Unamuno (1950), Crítica y estilo literarios en Eugenio María de Hostos (1939), y Expresión de Hispanoamérica, conjunto de ensayos, publicado en 1960 por el Instituto de Cultura Puertorriqueña.

LUIS HERNÁNDEz AQUINO naciO en Lare s. Maestro en Artes de la Universidad ,de Puerto Rico, en 1952 se recibió en la de Madrid de doctor en Filosofía y Letras. Director de las revistas Insula, Bayófln y J aycoa y colaborador en numerosos periódicos, su labor literaria le ha me',ecido premios de diversas entidades cult urales. Ha publicado los poemarios Niebl a lírica (1931), Agua de remanso (1933), Poema de la vida breve (1939), Isla para la angustia (1943), Voz en el tiempo (1952) y Memoria de Castilla (1956). Es además alJtor de va· rias antologías de poesía pue,rtorriqueña y de la novela La muerte anduvo por el Guasio (1960). Pertenece al claustro de la Universidad de Puerto Rico.


JORGE QUINTANA RODRíGUEZ. Conocido periodista cubano, fue por muchos años jefe de la sección de historia de la revista Bohemia, y desempeñó los cargos de jefe del departamento de investigaciones históricas del Archivo Nacional de Cuba y director del mismo Archivo, en que fuñdó la Escuela de Archiveros. Fue varias veces decano del Colegio Provincial de Periodistas de La Habana. Por sus trabajos sobre historia de la medicina en Cuba fue condecorado con la Orden de Carlos Finlay. En 1959 la Sociedad Interamericana de Prensa le confirió el Premio Mergenthaler por su defensa de la libertad de Cuba bajo la dictadura de Batista. Además de numerosas colaboraciones sobre temas históricos en periódicos y revistas, ha publicado el volumen titulado José Martí en el Archivo Nacional y el primer tomo de la obra Indice de extranjeros en el Ejército Libertador de Cuba (1952). Actualmente es subdirector de la edición ipternacional de Bohemia Libre y reside en Caracas.

ARTURO MORALES CARRI6N nació en La Habana, Cuba. Obtuvo su Bachillerato en Artes en la Universidad de Puerto Rico, su Maestría en la de Tejas y su Doctorado en Filosofía en la de Columbia. Ha sido Director del Departamento de Historia de la Universidad de Puerto Rico; auxiliar de la División de Relaciones Culturales del Departamento de Estado en Washington; miembro de la Comisión del Caribe; Subsecretario de Estado del Estado Libre Asociado y Asesor Especial del Presidente de la OEA, José Mora, cargo al cual renunció recientemente para reintegrarse a la enseñanza en Puerto Rico. Es autor de Puerto Rico and the Non-Hispanic Caribbean (1952), La enseñanza de la historia en Puerto Rico (1952) y Ojeada al proceso histórico de Puerto Rico (1956).


J. 1. DE DIEGO PADRÓ nació en Vega Baja, hijo del poeta Pedro R. de Diego González. Poeta, novelista, cuentista, periodista. En 1921 fundó con Luis Palés Matos el movimiento vanguardista denominado diepalismo. Su obra poética figura en La última lámpara de los dioses (1950) y Ocho epístolas mostrencas (1952). Su novelística incluye: S e b a s ti á n Guenard (1924), En Babia (1940 y 1961), El tiempo jugó conmigo (1960) y El minotauro se devora a sí mismo (1965). Entre sus obras inéditas figuran: El yo disperso y otros poemas, Los murciélagos de oro, Segundo libro de epístolas mostrencas, Caldo de perro y otros cuentos y Luis Palés Matos (estudio biográfico-crítico).

PEDRO BERNAOLA nació en Aibonito y se crió en Ponce. Ha vivido muchos años en el extranjero, principalmente en los Estados Unidos. Actualmente ocupa un cargo en el Departamento de Estado de Puerto Rico. Ha publicado los tomos de versos Trémolo de angustias (1961), Bre· chas (1963), Diario (1965), Sirimiri (1965) y Madrugada (1967).


JOAQuíN F'REYRE DfAZ,

doctor en Pedagogía

y licenciado en Derecho diplomático de la

Universidad de La Habana, ha sido cónsul de su país en diferentes ciudades de América, Director General de Asuntos Consulares del Ministerio de Estado de Cuba y profesor en varios planteles municipales de La Habana. En la actualidad desempeña el cargo de escritor de libros en el Departamento de Instrucción Pública de Puerto Rico, a la vez que colabora con las revistas Escuela y Educación. Es autor del libro Destellos inmortales (1964) y de una serie de opúsculos sobre figuras puertorriqueñas ilustres.


LUIS ARRIGOITfA nació en Santurce. Estudió el Bachillerato en la Universidad de Puerto Rico, donde también obtuvo su Maestría en Estudios Hispánicos; obtuvo su Doctorado en la Universidad Central de Madrid. Dirige el Seminario de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, donde es Catedrático Asociado. En 1961 publica su poemario Cuarzo. Editó la obra El cuento puertorriqueño del siglo xx, publicación del Seminario. Ha hecho estudios de la obra de Violeta López Suria, Edwin Figueroa y Margot Arce de Vázquez. Su tesis de Maestría versó sobre La poesía de Miguel Hernández; la de Doctorado, sobre La prosa de Gabriela Mistral. Próximamente saldrá su obra: Lecturas puertorriqueñas: Poesía, en colaboración con Margot Arce y Laura Gallego.



Francisco de Ayerra Santa María (1630-1708), primer poeta puertorr-iqueño Para mis dos grandes amigos, los doctores y maestros, Ricardo E. Alegria, antropólogo y José A. Balseiro, poeta y ensayista.

Por

CESÁREO ROSA-NIEVES

Estudiando a fondo tus rafces observards tus. propios ramas en plena florecida.

l. -

ANTERIORIDADES HISTÓRICAS:

DURANTE LOS PRIMEROS SIGLOS DEL ACAECER CRISTIA·

no en Boriquén, el país estuvo atareado primor. dialmente en los menesteres del descubrimiento (1493), la colonización (1508, en adelante), y en los preparativos de instrumentos civilizadores de utilidad prominente (siglos XVI, XVII Y XVIII). Los hom· bres isleños, nativos y foráneos, estuvieron muy entregados a las faenas materiales: agricultura, de· fensas castrenses contra la piratería; .construcciones de caminos, iglesias, pueblos y fortificaciones béli· caso En estas circunstancias de dinamismos peren· torios, los primitivos puertorriqueños no le pudie· ron dar preferencia a las labores literarias del bello ocio del espíritu. Sin embargo, dentro de este pano· rama desarticulado estéticamente (época de cartas oficiales, informes, memorias, sinodales, etc.), nos sorprende la representación de obras teatrales en los tablados públicos en días festivos de efemérides políticas y religiosas, la existencia en la isla de un gran poeta del Siglo de Oro español, Bernardo de Balbuena (1,561·1627), portalira gongorino, hace relieve insigne el cronista nativo Diego de Torres Vargas (1590-1649), y es el momento histórico de Francisco de Aytwra Santa Maria (1630-1708), poeta que le sirve de motivo a este trabajo, considerado por la critica investigativa como el primer musageta puertorriqueño de nombre conocido. ésto hasta el momento en que redactamos estas líneas informativas. I 1. Para mayor Información sobre este tema. véase: Rosa.Nieves, Cesáreo -Historia Parlordmica de la Literatura PuertorriqueñaTomo J. San Juan. P. R.• 1963; págs. 47 a 159.

n. a -

EL POETA EN SU CLIMA:

Del México de Ayerra Santa María:

La importante capital de Nueva España se levantó - como un diamante al aire - sobre las arcaicas ruinas de Tenochtitlán. La civilización europea entroncó - injerto vivo - con los restos cultu-

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rales indígenas. Desde un principio (siglo XVI), la clase letrada la formaron criollos y mestizos. -Los indios fueron, desde la aurora de la conquista, evangelizados a través de la lenta y laboriosa tarea de los misioneros: franciscanos, dominicos, jesuitas. En esta obra de piadosa invasión colaboraron eficazmente la escuela, la Iglesia y el teatro religioso que empezaba a asomarse en este alborear. Los españoles venidos a la rica colonia eran de muy escasa cultura, con muy raras excepciones, y se dedicaban a hacer fortuna, ocupando en su mayoría, los principales cargos del Gobierno de entonces. ' Muy pronto se establece la imprenta por el tipógrafo Esteban Martín, y van apareciendo las primeras publicaciones de libros en América, en fechas dé 1532, 1563, etc. La educación va despertando al calor de los colegios (San Francisco de México y otros), que se dedicaban a la enseñanza elemental y más tarde añaden al currículum latín, música y can· too El plan de estudio -era basado principalmente sobre ideas religiosas. Otro acontecimiento importante en la Nueva España es la fundación de la Universidad por ,Real Cédula del Emperador Carlos V, firmada en Toro. el 22 de septiembre de 1551. Más tarde. en 1562, el rey Felipe 11 amplía los privilegios de la misma. Anteriormente, por el año de 1555, se le otorga a esta institución el títúlo de Pontificia y se le da el patronato de ella a los Reyes de España por el Papado. l La literatura tenía muy poca oportunidad en este laberinto de construcciones materiales: la piedra y el oro ocupaban al hombre. Plegadas las alas del espíritu, la mano rubricaba en mármol. Pocos son los literatos que se arriesgaron a venir a la colonia - virreinato del madrigal de piedra y del metal en primores -. De estos nombres estéticos se destacan: Gutiérrez de Cetina, Eugenio Salazar de Alar· cón, Juan de la Cueva, Mateo Alemán y Bernardo de Balbuena. El siglo XVII es más afortunado en producción artística. Es precisamente este período, el que le sirve de marco al eminente dramaturgo mexicano don Juan Ruiz de Alarcón (1575-1639), a sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695), al erudito Carlos de Sigüenza y Góngora (1654-1706), gran amigo de sor Juana, y al poeta puertorriqueño licenciado Francisco de Ayerra Santa María (1630-1708). La moda culterana - Góngora y Calderóncunde en este momento por todas partes de México. Sor Juana Inés es discípula aprovechadísima del teatro calderoniano; don Carlos de Sigüenza y Góngora y Francisco de Ayerra Santa María, siguen cie-

gamente a Luis de Góngora y Argote. Así se va desa· rrollando la poesía erudita, mientras que en el aspecto popular de la misma (la etnomirría), dormía un prolongado sHencio. marcando el tiempo casi en renadío. El escritor Carlos González Peña, nos da un buen cuadro de esta moda culterana en su libro Historia de la Literatura Mexicana, de 1940, cuando, refirién· dose a México nos dice:

1. Jim~ncz Rueda, JuUo -Historia de la-Literatura MuicanaTercera edición, M~CD. D. F., 1942; págs. 2! 11 32.

J. Gonúlcz Pella, Carlos -Historia de la LiteraturA MuictJ_ Segunda Edición, MéJtlcD, D. F•• 1940; págs. B3 y &4.

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4l Vino, pues, como de molde, aquella moda li· teraria. Tanto o más que la obligada sutileza y extravagancia propias de la manera culterana. como placía a poetas y seudopoetas que la ensayaron, la gimnasia retórica que la acompañaba. Estaban a la orden del día las combinaciones métricas estrafalal'ias: solamente de sonetos -para no hablar de otro género de composiciones- los había simples, doblados o terciados; con cola o con ecos; continuos, encadenados, o retrógados; acrós· ticos o con ritornelos. Y ni siquiera el ejemplo de los clásicos grecolatinos era bastante a enfrenar talt:s :lbcrraciones. El mal gusto no sólo había infestado los dooinios de la versificación castellana, había cundido también en la versificación latina. En una Poética compuesta en México 1m 1605, antes de la invasión culterana. por el P. Bernardino Llanos, ad usum studiosae ju\-°entutis, se encuentran, al lado de las consagradas doctrinas y preceptos clásicos. multitud de invenciones grotescas: el centón, el laberin to, el anagrama; figuran también allf el pangramatón y el metrontelón, consistentes, respectivamente, en hacer caber en un verso todas las letras del alfabeto o todas las parles de la oración; danse. además, recetas para hacer versos latinos que suenen como castellanos. lo cual no es sino una anticipación al caro ideal gongorino que luchó, a la inversa, porque los caso tellanos tuvieran traza semejante a los latinos. Así, consagrados a tamañas prácticas esterHizadoras del ingenio, los versificadores en uno y otro idioma se daban la mano en cuanto a extravagancia; y el gongorismo, al sobrevenir, no hizo sino que de modo inequívoco parecieran locos de remate.» 1

, En esta atmósfera de hinchazón retórica y mal gusto, en donde estaban el latín y el español casi en pugna - el español queriendo oler a latín, y 'el latín aspirando a tener fragancia de español-, en este ambiente se suceden los cet;'támenes, convocados por la Universidad, el Cabildo y las Congregaciones religiosas. La Real y Pontificia Universidad de México, celebró uno muy nombrado, por el año de 1682. Don Carlos de Sigüenza y Góngora se ocupó de la difícil tarea benedictina de antologiar los poemas premiados en es~as célebres justas. Más de qu~­ nientas composiciones se presentaron al Certamen y de éstas fueron galardonadas sesenta y ocho. La antología de Sigüenza y Góngora se titula Triunpho


Parthénico y es del año 1683. En ella se matriculan los nombres de cincuenta poetas y diez pintores. También, con motivo de la canonización de San Juan de Dios, la Orden de 'los Carmelitas convocó a los portaliras de la Colonia a otro certamen. En ambos fue premiado Francisco de Ayerra Santa Ma· ría, como veremos más adelante. I Esta época es de pleno barroquismo. En las aulas universitarias se discutían principalmente los problemas de interpretación de los poemas más destacados de Luis de Góngora y Argote: Las Soleo dades, El Polifemo, sus sonetos, etc. La arquitectura tomaba el mismo ritmo retorcido y recargado que lo literario, y así México se fue bordando en encajes de piedra en sus más importantes edificios: catedrales, conventos, palacios, etc. El barroco arquitectónico de México es una síntesis de europeo más indio autóctono. En todas las artes predominaba el horror al vacío y el amor al alarde de la fantasía y el adorno, como claramente se nota en la pintura de este pe· ríodo. Todo esto se reflejaba en la literatura del momento. Dice el doctor Julio Jiménez Rueda, al referirse a la influencia de don Luis de Góngora y Argote en las letras mexicanas:

"En México se comentaba su obra, se imitaban sus versos, se hacían centones de sus obras, se explicaban en la Universidad y en los colegios jesuisticos las obscuridades del texto. ni más ni menos que si fueran serios problemas teológicos planteados por el Doctor Angélico o el Doctor Sutil. Lo que no había podido hacer Carrillo y Sotomayor, lo había realizado cumplidamente don Luis de GÓngora.,,2 Dentro de este clima literario, la moda culterana fue un desastre. salvando a la poetisa sor Juana Inés de la Cruz, que casi llena ella sola, con su recia personalidad, todo el siglo XVII. Francisco de Ayerra Santa María cayó en este vicio decadentista y como puso una Canción en centones de las obras de Luis de Góngora y Argote, autor a quien casi se sabía de memoria el. poeta boricua. También cultiva 1. En la ~Aprobaeión del Lkenciado D. Francisco de Ayerra Sanla Maria. Capellán del Rey Nuestro Señor. en su Convento Real de Jesús Maria de México>. para el libro~ Infortunios que Alonso Ramlre:::. natural de la CiudlUf de San JUGn de Puerto Rico, ele.• de D. Carlos de SigllenZll y GÓRgora de 1690. y en la pág. 22. dice Ayerra Santa,Marla: _Asl por obedecer ciegamente al decrelo de V.::i. en que me manda censurar la relación de los Infortunios de Alonso Ramlre:::. mi Compatriota. descrita por D. Carlos de SlgIlenza y Góngora. etc.> Queda con esto comprobado que Ayerra Santa Maria es de Puerto Rico. A falta de otros documentos que no hemos podido encontrar en Méxleo_ Véase en este trabajo. y al final. las obras de consulta sobre Ayerra Santa Maria. para mayor ampliación bibliográfica. También publicó Ayerra Santa Maria. )¡IS .sIguientes obnas: Ver~o.s premiados en el Certamen Poético por la Canoni;::a. ción de San Juan de Dios. Los publica don Juan Santlbáñez:. en 1702: y Inscripciones y Poeslas para el Arco Triunfal. con que recibió México al Virrey Duque de Alburquerque. en 1702, Ambas obras publicadas en México. 2. Jlménez: Rueda. Julio - Ob. Cit. - pág, 66.

Ayerra Santa María los epigramas y anagramas en latín, usando. en ellos el hipérbaton violento dentro de la sintaXis, casi un acertijo. Amén de estas obras poéticas, escribió el aeda boriquense tres sonetos en español de juiciosa importancia. De todo ello hablaremos en los próximos 'comentarios. En medio de esta fiebre de lujuriosa frondosidad barroca, y descomposición poética, rayana en vidio y mal gusto, se desenvolvió la personalidad isleñista de nuestro poeta puertorriqueño don Fran· cisco de Ayerra Santa M~ría.

b -

Ubicaci~n

biográfica:

Francisco de Ayerra Santa María, nació en la ciudad de San Juan Bautista, capital de la isla de Puerto Rico, el año de 1630. Murió en la ciudad de México en el año 1708, siendo visitador, rector del Seminario Tridentino y capellán del Real Convento de Jesús María; en esa misma iglesia recibió el poe· ta y eclesiástico cristiana sepult.ura. Uno de sus críticos, el reverendo padre Cuesta Mendoza dice que su aspecto físico revela a un <lamable y venerable anciano .., y Alfonso Méndez Plancarte, reflexio· nando ante el retrato de Ayerra Santa María que está en el seminario. lo pinta como un sereno hombre, _ <laquilino, trigueño, ojos garzos y sutiles labios ... I Este literato primitivo de nuestras letras debió estudiar las primeras letras en las escuelas de la isla de Boriquén. Muy joven se traslada a Nueva España, ingresando como estudiante en la Regia, Imperial y Pontificia Universidad de México. En esta institución se recibe del grado de Licenciado en Derecho Canónico. Fue Ayerra Santa María gran amigo del Arzobis· po Aguilar y Seijas y noble compañero fraternal del erudito mexicano don Carlos de Sigüenza y Góngora, y sin duda, al calor de esta relación eminente, se fue fraguando su amplia cultura y su temperamento poético, ya que el mismo Sigüenza y Góngora le llamaba: «la mitad de su alma•. Ocupó cargos de gran relevancia en México, lo que nos descubre su alta preparación y el aprecio imponderable de que ,gozaba entre las personas cultas de la época. Fue presbítero secular, y ocupó los cargos de más alta responsabilidad en el clero de aquella nación azteca. Se dedicó Ayerra Santa María a varias disciplinas, 'aunque parece que en la que más se distinguió 1. Rivera Rivera, Elolsa - lA Poes{a en Puerto Rico Antes de 18·#3- Ediciones del Instituto de Cultura Puertorriqueña. San Juan. Puerto Rico. 1965; págs. 31 y 32. Y sobre todo véase: Cuesta Mendoza. Antonio -Historia de la Educación en el Puerto Rico en· loniG1- Vol. l. Segunda Bdición -1508·1821- México. D. F:. 1946: páginas 348 a 350.

3


fue en la poesía. De él nos ha dicho Sigüenza y Góngora lo que copiamos a continuación: • El Lic. don Francisco de Ayerra Santa María, aunque es el animae dimidium meve, que de su querido Virgilio decía Horado, ninguno que lo conozca me censurará de apasionado si digo que es elegante latino, poeta admirable, agudo filósofo, excelentísimo jurisconsulto, profundo teólogo, orador grande y cortesano politico, realzándose todas estas perfecciones con ser una erudita en· ciclopedia de las floridas letras.»1 Fue Francisco de Ayerra Santa María, como he· mas visto a grandes rasgos, hombre de vastas dimensiones culturales, de una gran envergadura moral, alma piadosa, reflejo de un espíritu en acción viva, y adornado de envidiables virtudes técnico-poé· ticas.

c-

Aportación poética:.

Desde el punto de vista histórico, Francisco de Ayera Santa María es nuestro primer poeta de nombre conocido en Puerto Rico, hasta donde he· mas podido investigar, y como hemos apuntado en otra parte de este ensayo. Escribía en latín y español con soltura idéntica en ambos diapasones lin·güísticos. Floreció durante la plenitud del barroco mexicano y este hecho lo alistó de lleno dentro del signo de don Luis de Góngora y Argote. Fue uno de los poetas que más se distinguió entre el grupo de los de la antología del Triunpl10 Parthénico, que luce como subtítulo Palestra Lite· raria. Así lo demuestran los muchos elogios que de él hace don Carlos de Sigüenza y Góngora en la obra aludida, en donde se le.. califica como .elegantísimo y cultísimo ingenio», y «erudita enciclopedia de las floridas letras». En la dedicatoria del Triunpho Partiténico (1683) figura un soneto gongorista en honor a Sigüenza y Góngora, que atesora todo el aroma del poeta culterano español: la elegancia y pomposidad de color, el uso diestro de la personificación, el hipérbaton, el imaginismo pintoresco, el lenguaje creacionista del barroco (perla, cristal, oro, panales, flores sudando aromas, auríferos, primores, etc.), y el empleo de las enumeraciones para cerrar los períodos poéticos: todo muy dentro del ambiente lírico de don Luis de Góngora y Argote. Es un soneto petrarquista en la forma métrica y de estilo un tanto alambicado, a imagen de su maestro español. El soneto dice así: l. Véase: Beristaln y Souza, José Mariano -Biblioteca Hispano· Americlllla Septentriona!- Tomo I. Segunda Edición. 1883; pági. nas 117 y 118; Y Pimenlel. Francisco -Historia Critica de la Poesla ell México- México, 1892; pág. 204.

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Porque el Hymeto aplaude sus panales, y el Ganges de su aljófar los candores; porque la Arabia eleva sus olores y arenas de oro el Tajo en sus raudales. Si de tu heroica pluma los caudales, si de tu dulce estilo los primores. sudando aromas y virtiendo flores, perlas son, como auríferos cristales. A tu florido .Triunfo.., que discreto el oIlParténico.. alienta con decoro lo que antes fue blasón, esté sujeto; pues que vence tu .Triunfo.. (a lo que exploro) a Arabia, al Tajo, al Ganges, al Hymeto, en fragancias, dulzuras, perlas, oro. A pesar de estar tan cerca del clima gongorista, consideramos esta pieza de muy buen trazo, de gran agilidad métrica, y constituye un hermoso hito, revelador de un excelente técnico en el manejo del instrumento lírico y de la estilística culte· rana. De todo lo poco que hemos leído de Ayerra Santa María, destacamos este soneto como uno de los mejores de su obra poética. También es de Ayerra Santa Maria otro soneto culterano de carácter histórico, premiado en el Cero tamen de 1691. Alude esta composición a 10 sucedido a la Armada de Barlovento el año de 1691. vico toria que contra los franceses que ocuparon la costa de la isla de Santo Domingo, tuvieron los españoles en el puerto de Guarico. Gesta gloriosa debida al arresto y bizarría de don Gaspar de San· doval Cerda, Silva y Mendoza, Conde de Galve y meritísimo Virrey, Gobernador y Capitán General de la Nueva España. 1 Este soneto, un poco más intrincado que el ano terior está trabajado con esmero y amor, por encaro nar un tema tan patriótico, cerrando la composición con un broche en síntesis de muy alto calibre: Al corte de tu pluma .providente no sólo Tetis dividió su plata; mas vistieron los lises escarlata tin tos los campos en carmín ardiente. Rayos por letras fulminó valiente cañón tan antes al francés pirata, que aunque siente la mano que le mata, es muy después, que sus heridas siente. ¿Qué fuera si el arnés de Marte armado, el Guanco entre sangre y entre espuma vibrar te viera estoque azicalado? Mas no fue menester tu espada en suma, pues dejas, ¡oh, gran Silva!, asegurado que vences con la espada y con la pluma.2 1. Véase: SigUenza y Góngora, Carlos de - Relaciones Históri. cas- Ediciones de la Universidad Nacioftal Autónoma, México. 1940~ páginas 74 a 90. Además: Sigüenta y Góngora. Carlos de -Trofeo de la Justicia Española- México. 1691. 2. En: -Epinicios Gralulatorios- Maico. 1691. Reproducido en: Fromcisco Nrll~ de Sl1\azar -Obras de SigüenUl y Gónllora- Méxl· co, 1928.


En este soneto el poeta puertorriqueño hace uso de la imagen cerrada y de las transposiciones atre· vidas (de recuerdo latino), imprimiéndole al último terceto un dinamismo lírico de potencialidad estética, que nos r~cuerda a Lope, Calderón y Quevedo cuando pulsan: estos metros estróficos. Otro soneto de bastante relieve literario, es el que Francisco de Ayerra Santa María le dedica a la célebre poetisa del barroco mexicano Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695). En él se entrelazan ma· tices estil1sticos de Calderón de la Barca y Luis de Góngora y Argote, composición en donde el portalira hace galas del colorido cultista en filigranas de dificil musicalidad. Digámoslo: ¿Que aquí yaces, oh Nise? Ya se advierte el orden de esa esfera peregrina, pues si en los astros el saber domina, ¿cuál de ellos influyó para tu muerte? No a su luz, ni al arbitrio de la suerte tu horóscopo temió la fatal ruina, que quien en la fortuna predomina, en los planetas tiene imperio fuerte. Causa mayor, impulso poderoso nueva estrella te dio, no de Astrolabios su rumbo penetrando luminoso; pues de causas segundas sin agravios, ¿cuál 'Pudo ser la de tu fin glorioso?, que la muerte es estrella de los sabios. De las obras en latín, que hemos podido encontrar, figuran tres epigramas. Ellos son~ Dominus Silva, Gomes de Galve, Unda quatit Delon, y Num. quid ad praeceptum, todos de sintaxis muy torcida, casi úmbrica. Vamos a citar por curiosidad, el que consideramos el más diáfano: Nunquid ad praeceptum tuum elevabitur Aquila, Et in arduis ponet nidum suum? En, tulit Adamum: petra quid culpa subiret? Quin v~e, non unum, perdidit Eva suuro. Quid sibi vult nidi volucrum Regina lapilla? Cur petit A sedem? litera quid ve notat? En, tulit Adnmum: petra quid culpa subiret? Quin vae, non unum, perdidit Eva suum. O ¡felix ter Avis ludens aconita Draconisl E quae durum, errans, A, bene vertis; Ave. t Finalmente mencionamos una Canción en cento· nes y en verso endecasílabo, a estilo de Petrarca en

lo formal, y que aparece premiada en el Triuupho Parthé~lico. Esta composición es un alarde de pa· ciencia, en donde el autor, valiéndose de las obras de Luis de Góngora y Argote (obras de 1654), com· pone esta especie de mosaico lírico. No encarna ninguna originalidad, y solamente acusa un fino instinto malabar, obra más bien de un masoreta. De ella dice el autor del Triunpho Parl/zénico: cDiósele en premio por esta composición. una fuente de plata que pesó cuatro marcos, y en ella estas redondillas: Porque a Góngora corone tu poema satisfecho, con los centones que ha hecho tu ingenio, es razón se entone. Por ser el mayor pincel de Apolo según arguyo, darle fuente a un papel luyo ha sido grande papel.• 1

Creemos que lo mejor de Ayerra Santa María son los 'tres sonetos en español -de confección gongorista- que hemos citado en este capítu·lo. Me refiero a: Al corte de tu pluma providente, Porque el Hymeto aplaude sus panales, y ¿Que aquí yaces, oh Nise? Ya se advierte, tres sonetos que representan con prestigio sumo el arte de esta estética culterana en América Hispana. Lo demás es obra de muy poca monta dentro del concepto serio de la buena poesía. La Canción en centones es un mero pasatiempo, que acusa una voluntad je· suitica de gran mérito volutivo. Sus epigramas latinos son una trilogía de acertijos lingüísticos para siesta conventual, en donde el hipérbaton barroco hace su agosto. Seudogongorismo latino a manera de jerigonza, que a fuerza de retorcer el pensamiento, parecen más bien crucigramas curiosos. Como observación finalista, queremos consignar que en Francisco de Ayerra Santa María, vale más el hombre culto y el eminente sacerdote, que el poeta de timbres cultos. Sin embargo, situado en su época, con la concepción de sus tres sonetos en español, merece figurar entre los mejores portaliras de los que aparecen catalogados en el Triunpho Parthénico. 2 \. Véase la Canción, en Rosa-NIeves. Cesl1reo -Francisco de Ayerra Santa MarIa- Págs. 36 a 38. 2. También publicó Ayerra Santa MarIa, las siguientes obras:

1. Rosa·Nleves, Cesl1reo -Francbco ele Ayerra Santa MarIa-

Editorial Cordillera, San Juan. P. R., 1963; pl1gs. 33 a 35. Sobre este lereer epigrama se dice en el Triullpho Parthéltico: _Entre los anugramas que se presentaron ante el tribnnal de este Certamen, pareció digno del primer lugar uno del elegantlslmo y culllslmo ingenio de. Ledo. Francisco de Ayerra Sanla MarIa, que en un dJstlco. sacó del programa sin desviarse del asunto del emblema este riguroso anagrama. Dlósele en premio una bandeja de plalll cincelada con un elogio alusivo, cte.-

VersQs premiados en el Certamen Poétlco por la Canonización de

San Juan de Dios. Lo publica don Juan SantlblUlez en 1702; y las In$cripciones )' Paeslas, para el Arco Triunfal. con que recibió M4!xico al Virrey Duque de Alburquerque, de 1702. México. Con frecuencia se ha citado erróneamente la Palestra Literaria como obra de Ayerra Santa Marta. Tal composición, según lo que hemos investigado. no ha existido nunca, pues se trata de un subtitulo que aparece en el Triunphc Parlhénico. y que nada tiene que vcr con el alma de la creación dcl poc:ta puertorriqueño.

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III -

Obras poéticas de Francisco de Ayerra Santa MarEa:

A-

1- Versos Premiados en el Certamen Poético por la Canonización de San Juan de Dios. Publicado por don Juan Santibáñez, México, 1702. (Se incluye el poeta.) 2 - Inscripciones y Poesías Para el Arco Triun· fal, con que recibió México al Virrey Duque de Alburquerque. México, 1702. (Se incluye el poeta.) 3 - Epigrama (en latin), que alude a la victoria que consiguieron los soldados españoles y americanos en el Guarico, contra los france· ses, gobernando en la Nueva España el Virrey, Conde de Galve. Se encuentra esta como posición en el libro de don Carlos de Sigüen· za y Góngora, titulado: Trofeo de la Justicia Española en el castigo de la alevosía francesa. México, 1691. 4 - Triunpho Parthénico. México, 1683. Apare· cen en esta antología compilada por don Carlos de Sigüenza y Góngora, las siguient~s composiciones poéticas de Ayerra Santa María:

a-Anagramma (en latin). Páginas 95 y 96; subtítulo: Epigrama Drammaticum. b -"Canción. Compuesta en español y en centones de don Luis de Góngora y Argote, tomados los hemistiquios y versos de sus obras, impresas en Madrid en 1654. Páginas 76, 77 Y 78. e - Epigrama (en latín). Página 54. d - Soneto (en español). En la dedicato· ria del Triunpho Parthénico (1683). Página 8. 5 - Soneto (en español). En Epinicios Gratula· torios, México, 1691. Reproducido en: Francisco Férez Salazar -Obras de Sigüenza y Góngora- México, 1-928; pág. 237. 6 - Soneto (en español). Dedicado a Sor Juana Inés de la Cruz en su muerte. B -

Obras de consulta sobre Ayerra Santa María:

1- Beristain y Souza, José Mariano -Biblioteca Hispano-Americana Septentrional, o Ca·

6

tálogo y Noticia de los literatos que o naci· dos o educados, o florecientes en la América Septentrional Española, han dado a luz algún escrito, o lo han dejado preparado para la prensa. México, 3 volúmenes. Años 181ó, 1819 Y 1821. Hay otra edición de: Tip. del Colegio, 1883; págs. 117 y 118.

BIBLIOGRAFíA MíNIMA:

2-

Leonard, Irving A. -Sorne Góngora Cento· nes in México- En: Hispania. Tomo XII, Núm. 6, diciembre, 1929; pág. 567; Y Sorne Curiosities of Spanish Colonial Poetry, by Irving Leonard (Reprint from Hispania, Volumen XV, Núm. 1, february, 1932).

3 - Jiménez Rueda, Julio -Historia de la Literatura Mexicana. Tercera edición. Ediciones Botas, México, D.F., 1942; págs. 65 y 66. 4 - González Peña, Carlos -Historia de la Literatura Mexicana- Segunda edición, México, D. F., 1940; págs. 84, 85, 86 Y 87. 5 - Sigüenza y Góngora, Carlos de -Triunpho Parthénico, que en Glorias de María Santísima, inmaculadamente concebida, celebró la Pontificia, Imperial y Regia Academia Mexicana. En el biennio. que como su Rector la gobernó, el Doctor don Juan de Narváez, Tesorero General de la Santa Cruzada en el Arzobispado de México, y al presente Cathe· drático de Prima de Sagrada Escritura. Des· críbelo don Carlos de Sigüenza y Góngora, mexicano, y en ella Catheclrático propietario de Mathemáticas. En México. Por Juan de Ribera, en el Empedradillo. IXIDC.LXXX. 111. 6 - Sigüenza y Góngora, Carlos de -Los Infortunios de Alonso Ramírez, etc.- Imp. en Mexico, por Calderón, 1690. Aparece en esta obra, una Aprobación eclesiástica de la ceno sura por el Lic. Francisco de Ayerra Santa María, fechada en México, 26 de junio de 1960, págs. 22 y i3. Véase además: Rosa-Nieves, Cesáreo -Francisco de Ayerra Santa MarEa- San Juan, P. R., 1963; págs. 43 a 46. 7 - Rosa-Nieves, Cesáreo -La Poesía en Puerto Rico- México, 1943. 8 - Rosa-Nieves, Cesáreo -Historia Panorámica de la Literatura Puertorriqueña- San Juan, Puerto Rico, 1963; págs. 149 a 153. 9 - Pimentel, Francisco -Historia Crítica de la Poesía en México- Nueva edición corregida y aumentada, México, Tip. de la Secretaría de Fomento, 1892; págs. 204 y 205.


10 - Trelles, Carlos M. -Ensayo de Bibliografía Cubana, de los siglos xVII y XVIII, seguido de unos apuntes para la Bibliografía Dominicana y Puertorriqueña. Imp. El Escritorio, Matanzas, Cuba, 1907; pág. 221.

11 - ¡ndice - Revista Puertorriqueña. Año 11, Núm. 19, San Juan, P. R., Oct. de 1930; pági. nas 306 y siguientes. 12 - Toussaint, Manuel -Compendio Bibliográ·

fico del Triunpho Parthénico- de don Caro los de Sigüenza y GÓngora. Imp. Universita· ria, México, D.F., 1941; págs. 19, 26 Y 35. 13 -Menéndez y Pelayo, Marcelino -Historia de. la Poesía Hispano Americana- Tomo 1, Ma· drid, 1911. Véase el capitulo que trata sobre

Puerto Rico y sobre todo el de México.

14 - Epinicios Congratulatorios, con que algunos cultísimos ingenios, vaticinándole con numen mayores progresos en el felisisimo tiempo de su gobierno. Conde de Galve, Virrey de la Nueva España, con ocasión de deverse únicamente a sus... infiuxos la Victoria de los Franceses poblados en el Guarico, Isla Española, el día 21 de Henero de 1691. Re· producidos en: Pérez de Salazar, Francisco -Obras de Sigüenza y Góngora- México, 1928. 15 - Cuesta Mendoza, Antonio -Historia de la

Educación en el Puerto Rico Colonial- México, 1946, Tomo 1; págs. 346 a 351. 16 - Rivera Rivera, Eloísa -La Poesía en Puerto

Rico anfes de 1843- Instituto de (::ultura Puertorriqueña, San Juan, P. R., 1965; pági. nas 28 a 42.

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Los títulos en la novelística laguerriana Por ISABEL SA.NCHEZ-VILAR

NRIQUE LAGUERRE, EL GRAN NOVELISTA PUERTORRI-

E queño, que ha heredado en tan difícil arte el

cetro de Zeno Gandía, es un escritor tan minucioso, tan respetuoso y honrado en la concepción de sus obras, que ni siquiera ha dejado al desgaire los títulos de éstas. Desde el primer momento nos impresionó la justeza del símbolo, unas veces; otras, la absoluta realidad y siempre el acierto que encierran los títulos de todas sus novelas. Escojamos la primera: La llamarada, publicada en 1935, y que va ya por su quinceava edición. Pudo haberse llamado "Incendio en el cañaveral", por ejemplo. Pero este título sólo habría dado la noción de una parte de la novela, quizá la menos importante. Sin embargo, la palabra llamarada, según el Diccionario de la Real Academia Española, tiene tres acepciones: 1. Llama que se apaga pronto. 2 fig. Encendimiento repentino y momentáneo del rostro. 3. Movimiento repentino del ánimo. Los tres significados tienen de común algo muy significativo: la rapidez, el destello, la temporalidad. Y se diferencian en que mientras que las dos primeras acciones están referidas a algo físico, la tercera se refiere a algo moral. Y ambos elementos se dan en La llamarada, que, no sólo sugiere el fuego físico sino el moral, espiritual, simbólico. Por ejemplo: llamarada de dolor, llamarada de pasión, etc. Tenemos pues, que el título La llamarada, a más de su belleza estética, resume, encuadra y se ajusta plenamente a toda la obra.

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Creemos que esta novela pro-histórica, primera en la cronología de su producción, es en síntesis: la llamarada que surge en la conciencia del protagonista, Juan Antonio Borrás, tras un largo y complejo proceso sicológico, al descubrir que el mundo que le rodea, debido a circunstancias accidentales, está compuesto de llamaradas de odio y círculos de fuego en los que el irredento proletariado se consume. Y la solución que a él se le antoja más viable es la de regresar al sitio donde vio la luz primera, la montaña, para conseguir la necesaria fortaleza y altura espiritual, no sólo para él sino también para sus descendientes hasta que llegue el momento de reconquistar la sabana. Su segunda novela, Solar Montoya, nos ofrece un título menos amplio, más constreñido, más con· creta; pero la ausencia de artículos y preposiciones, acertadísimo a nuestro juicio, lo hace ser general y personifica no a una determinada familia sino a toda una clase. Comparemos lo que podría haber dicho: "El Solar de los Montoya", "El Solar de Montoya", con el titulo laguerriano: Solar Montoya. Más lapidario y por ende con más fuerza, más vigor y una rara elegancia. Y todos estos elementos, en efecto, se conjugan en la figura de Don Alonso Montoya. Vemos, pues, que no es caprichoso el titulo. Otra prueba de su acierto la tenemos en el hecho de que no sólo los dueños de la casa, es decir, los Montoya, ostentan


esos elementos, sino la casa en sí: grande, espaciosa, solitaria, hospitalaria y genuina. Por tanto, el título, una vez más, responde a la obra y es un feliz hallazgo.

El 30 de febrero es su tercera novela. El símbolo temporal utópico, impregna toda la obra. La realización de las aspiraciones y los sueños del protagonista, Teófilo Sampedro, se cumplirán, ¿cuándo?, en un día que no llega. Toda la desesperanza y la frustración de una lucha sin fe por conseguir la felicidad, el triunfo de la belleza sobre la fealdad y la imperfección de su cuerpo, están contenidos en una fecha imposible. A través de la obra, el protagonista, que es "un hombre interino", ve pasar, en una suéesión de sueños desordenados, todo el dolor de su vida miserable: la infancia, el asilo, la Universidad. Su conciencia lacerada se rebela ante la incomprensión, los prejuicios y el desprecio. Quiere conquistar por medio del estudio y las notas brillantes lo que la vida le ha negado, pero esta lucha es demasiado fuerte para su enclenque cuerpo y mue· re sin lograrlo. En un feroz aislamiento, c~mo siempre había vivido. Es esta novela el triunfo de lo irreal, lo inexistente, la inaccesibilidad de la meta. La ironía, en grado superlativo, junto con el pintoresco lenguaje que usan los niños del asilo, dan a la obra un dinamismo activo y una gran. agilidad mental. En La resaca, título de su cuarta novela, Laguerre nos ofrece otra vez el símbolo, pero ahora múltiple, panorámico. Es una fuerza exterior que arrastra hacia dentro todo: personas, animales y objetos. Todo un mundo que desaparece en el mar con la muerte del protagonista, Dolorito, y su oponente Pasamonte, intercalando y ampliando el mito de Salcedo. Esta obra, la preferida por su autor y analizada por Angelina Morfi,· marca un jalón en la novelística laguerriana. No sólo nos presenta un período histórico de Puerto Rico, el comprendido entre los años 1870·98 en que Puerto Rico deja de pertenecer a España para ser incorporado a Estados Unidos, sino que también nos ofrece la situación religoso-político-social y económica por la que la Isla atravesaba. A más de los valores in·

1. Angellna Morflt Enrique A. Laguerre y su obra La resaca. cumbre en su arte de novelar. Instituto de Cultura Puertorriqueña. San Juan, Puerto Rico, 1964, Industrias Gráficas .Diario-Dla~, Mayor Pral. 99, Palencia de CasUlla. Fue presentada con el titulo de .Análisis estillstlco de Ú1 resaca de Enrique A. Laguerrc., al Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, para obtener su llutOra. el grado de Maestra en Artes. Enrique A. Laguerre~ Obras Completas - tres tomos - I. C. P., San Juan de P. R., 1962-64. Excepto Cauce sin r(o, Madrid, 1962.

trinsecos, las descripciones geográficas nos ayudan a situar y comprender un mundo en decadenci~ frente a una fuerza sojuzgadora. El título "la resaca", con sus dos vertientes: física y moral, es ajustado y perfecto.

Los dedos de la mano, su quinta novela, es igualmente un acertado título. La mano (cuyo .artículo determinado en singular implica que se trata de la derecha) es la que ejecuta, realiza y lleva a cabo los trabajos más importantes. Es la lucha de una muchacha provinciana por elevarse a una si· tuación privilegiada. Falta de escrupulos, sus acciones están regidas por el axioma: el fin justifica los medios. Y sucumbe, derrotada, víctima de sí misma. Lucrecia Madrigal quiere asir con los dedos de la mano todo lo que su ambición le acon· seja. Por eso se siente impresionada y comprendi· da por la gitana, la echadora de cartas, la que lee en las rayas de la mano. Los elementos social y sicológico se conjugan continuamente en esta obra que refleja la angustia y la tortura del querer y no poder de la protagonista. y llegamos a La ceiba en el tiesto. La palabra ceiba es de origen haitiano, pero ha sido usada en toda la zona del Caribe. Es un árbol de las regiones tropicales. muy alto, de tronco grueso. De su madera se fabrica la celulosa. Tiene hojas palmeadas, flores rojas axilares y fruto cónico con seis semillas envueltas en una especie de algodón usado para rellenar almohadas. Sus flores son tintóreas.. Laguerre quiere damos a entender, ya en el títulq, l~ imposibilidad de encerrar lo descomunal y grandioso en un objeto pequeño. Es el hombre cercado, aprisionado, reducido y constreñido. Es. la libertad política y patriótica a la que no se permite crecer a sus anchas sino dentro de un marco estrecho. Es, en fin, la lucha eterna de Puerto Rico por plantar sus raíces profundas, imperecederas y salvarse como pueblo. El intercalamiento de voces inglesas caracteriza y caricaturiza el amo biente, reflejando la realidad. En El laberinto, su séptima y penúltima novela, se aleja el autor del paisaje isleño para situarse en Nueva York primero y en una república his· panoamericana después. Pero el p~otagonista, Por· firio Uribe, es puertorriqueño y su meta es regre· sar a su país para convertirse en alguien impar. tanteo Su vida es un laberinto del que no sabe, no puede y no quiere salir hasta que no encuentre su esencia. Descubierta ésta. el camino es claro, iluminado pero difícil. Escoge la muerte en pie a vivir de rodillas.

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Cauce sin río, la octava y última novela de La· guerre, que él llama Diario de mi generación, es eso realmente. Es una novela de asunto contemporáneo y a nuestro juicio, la mejor. Valientemente, afronta el autor la realidad del mundo que le rodea sin paliativos de ninguna clase. Esta obra merece un análisis profundo y extenso. No es éste el tema que nos ocupa en este artículo, aunque la tentación es tan grande que pensamos hacerlo en un futuro próximo. Digamos sin embargo, que La· guerre ha dividido a sus personajes en dos clases: los que tienen un alma seca, estéril, vacía de significado, los cauce sin río y los que por el contra·

«Pescador. (grabado), por Lorenzo Bomar

rio están llenos, son ellos mismos, cauce con río. En esta obra, el novelista se vuelve minucioso y convierte en detalle lo que su lupa aprecia. En· frenta dos mundos antitéticos con sus paisajes respectivos. Ironiza con elegancia las costumbres frívolas de la alta sociedad. Los personajes son tan reales que podemos verlos, tocarlos y nombrarlos. Es una obra intimista pero a la vez sociológica. La vida y problemas de Victor H. R. Sandeau son, además de personales, reflejo de los que angustian a otros muchos conciudadanos. La única diferencia consiste en que él se enfrenta con la realidad y otros mueren soslayándola.


, t

Bahía de la Parguera

1I

Por Josl1

BALSEIRO

La noche se embruja toda en auras de terciopelo, y all"umor de las espumas el amor borda sus besos.

Todo es volátil y tenue en el quimérico reino: jardín de cuento de hadas en el jardín borinqueño. En el m la arguera la luna tejIó su reino al echar en la bahía el temblor de sus cabellos.

Las nubes se iluminaron, las olas se sorprendieron, y en su rosa azul volcaron est,rellas de ángulos nuevos. Chorros de plata y de estaño, los peces, saltan de miedo cuando el bote rompe minas de caudalosos luceros. Los ojos se maravillan en argentinos reflejos sin saber si nacen astros en las aguas o en el cielo.

Se me va sin respuesta la pregunta. Contar ya no podría cruces del mar, domas de aire, pasos de tierra como incansable catador de climas. (San Rafael, Patrón del andariego, ¡cómo te mantengo en vela!) Itinerarios de prisa, estaciones por entrega, fugitivos !1dioses de partidas sin estelas: dejadme ahora reposar la vida en el regazo íntimo; dejadme hablar siquiera todo un día con mi rincón de niño.. lJ


El primer modernista

Arístides Moll Boseana y "Mi Misa Rosa" Por

U

NA DE LAS FIGURAS MÁS INTERESANTES J)E NUESTRAS

letras contemporáneas, que descolló en el período modernista puertorriqueño, fue Arístides Moll Boscana (1885-1964), de quien no se ha ocupa· do debidamente la crítica de nuestra literatura. lSe ha dado -por sentado que el primer poeta modernista, cronológicamente hablando, fue el utuadeño Jesús María Lago (1873·1927). Sin embargo, lo fue Moll Boscana. Solamente el historiador literario Rosa·Nieves se ocupa de Moll Boscana, ase· gurando que "los primeros preludios del modernis· IJlO hispanoamericano en Puerto Rico le corresponden a Moll Boscana", y nos afrece algunos datos de interés sobre el fervor de este poeta por el modernismo y Rubén Daría. Sobre los extremos del premodernismo y el 010· dernismo hemos tratado en nuestra obra El modero nismo en Puerto Rico (Poesía y Prosa). publicada en 1967 por la Editorial Universitaria de la Universidad de Puerto Rico. En el estudio que precede a la obra sentamos la teoría de que el modernismo no llegó tardíamente a nuestro país como aseguran algunos. Sostenemos que más bien llegó a justo tiempo. pero que tuvo un desarrollo muy lento, con motivo de factores históricos y económicos: ]a invasión Nor. teamericana de ]a Isla (1898) y la destmcdón de su economía agrícola por el huracán de San Ciriaca, 1899. Escritores como José de Jesús Domíngez (18431898) Y Manuel Elzaburu Vizcarrondo (1851-1892) traen los aires renovadores de nuestra literatura. El primero con su poemario Las Huríes Blancas (886), publicado dos años antes de la aparición de 12

LUIS HERNÁNDEZ AOUINO

Azul, de Darío. y el segundo con sus Balsamias (aún inédito) y publicado sólo en parte en periódicos y revistas. Además de la prosa de Balsamias, que es una prosa lírica y a veces esteticista, tradujo Elzaburu Vizcarrondo poemas de poetas france·


ses, especialmente de Téofilo Gauthier, que fue imi· tado por el modernismo. Nació Arístides Moll Boscana'el año 1885 en la población de Adjuntas. Tuvo una instrucción amplia, adquirida en universidades españolas, francesas y estadounidenses. Ejerció el magisterio en la ciudad de Ponce y fue también subadministrador de Aduanas en Mayagüez. Hizo de Estados Unidos de América su residen· cia. Allí casó con la señorita Margaret Jack en 1920. Ejerció los cargos de auxiliar técnico del Servicio de Sanidad Pública en Washington y fue redactor del Jouma! of the American Medical Association. Fue editor asociado del Boletín de la Oficina Sanie taria Panamericana, capítulo de Washington. Hizo viajes periódicos a Puerto Rico y murió en Berkeley, California, el 5 de marzo de 1964. Su obra poética consta del libro Mi misa rosa, publicado en 1905, y otros libros que pennanecen inéditos. En lo referente a la prosa, se destacó en el ensayismo científico y en la traducción de trabajos históricos sobre ciencia. Hizo un diccionario médico en inglés y español. ,El ensayista 'Pedro Henríquez Ureña le cita en su obra Las corrientes lite. rarias en la América Hispana, donde hace referencia a su obra Esculapio en Latinoamérica. De Moll Boscana se mencionan algunas otras obras literarias como Walhalla Yankee y Los nue· vos del Sur, supuesto ensayo sobre Dar:ío y el modernismo. Nó hemos podido localizar ninguna de estas obras ni en la revista Mundial que dirigió Daría, y donde algún crítico manifestó que aparecía publicada, ni en la Biblioteca del Congreso de Washington, donde solicitamos averiguacione,:; sobre Los nuevos del Sur. Sobre este último ensayo solamente conocen la referencia ofrecida por Conrada Asenjo en su obra Quién es Quién en Puerto Rico, edición de 1942. Mi misa rosa fue impreso en la imprenta del Boletín Mercantil de San Juan de Puerto Rico, en 1905. En esta obra se hace patente la influencia d~ Rubén Daría. El título es dariano y la prueba está en el prólogo de Prosas profanas, de donde procede, pues allí dice el poeta nicaragüense 10 sigulente: "Yo he dicho, en la misa rosa de mi juventud, mis antífonas, mis secuencias, mis profanas prosas; tiempo y menos fatiga de alma y corazón me han hecho falta para, como un buen monje artífice, ha· cer mis mayúsculas dignas de cada página de breviario.» El poema Gon que comienza el libro, titulado La misa, sigue a Daría en el tipo estrófico, en el tema y en la atmósfera del poema: No era la misa blanca donde comulgan vírgenes. mientras los lirios lucen la albura de su estirpe y hacen sus reverencias

los cuellos de los cisnes...

Precede Arístides Moll Boscana a Jesús María Lago, a quien,se tiene como nuestro primer poeta modernista cronológicamente. La obra de Lago fue publicada en 1927 bajo el título de Cofre de sándalo. No importa que Lago publicara poemas hacia el 1904, pues ya 10 había hecho Moll Boscana desde 1899 hasta 1905, incluyendo los años que median antre ambas fechas. Para 1899 había publicado en la prensa (al menos, así aparecen fechados en Mi misa rosa) los poemas La canción de primavera y Jubilatex, de muchos elementos modernistas. Los de 1900 hasta 1905 son ya modernistas del todo. Es curioso el procedimiento de publicacion de Jesús Maria Lago, quien como buen poeta influido por el parnasianismo, pulía sus poemas y era muy parco en ofrecerlos. Es poeta de un solo libro, aun· que 10 publicado en periódicos podría comprender otro volumen. Cofre de sándalo, que es obra primorosa, a pesar de ser libro modernista tiene mucho parnasianismo. Las huellas de José María Heredia, el poeta francés de Los Trofeos, son evidentes en ella. Heredia tardó treinta años en publicar su obra y Jesús María Lago veintitrés. Es una lástima que Mi misa rosa, libro (le tanta importancia para la evolución de nuesta poesía, pasase sin pena ni gloria al tiempo de su publicación, pues ni la prensa ni los críticos de la época se ocuparon de él. Contiene Mi misa rosa sesenta y un poemas de diversas fechas. partiendo de 1899 hasta 1905, fecha de su publicación. Sorprende este libro por la varie. dad de temas modernistas y los metros utilizados, que fueron los de preferencia de los modernistas. Es mucho más variado en temas y esencias modernistas, así como en la métrica, que Cofre de sándalo, de Jesús María Lago. En esto se anticipa también Moll Boscana al grupo de modernistas puertorriqueños que darán auge al movimiento modernista entre 1913 y 1914. La proliferación de me· tras modernistas es notable en la obra de Moll Boscana. En ella abundan los versos eneasílabos, dodecasílabos, tercetos monorrimos,. decasílabos, versos alenjandrinos y versos con unidades tetrasilábicas, al estilo del Nocturno de José Asunción Silva. La cultura de Moll Boscana, mucho mayor que la de Lago, puede verse en varios poemas, esencialmente los de tipo mitológico y las biografías o casi biografías dedicadas a Ralph Waldo Emerson, Víctor Hugo y el poeta inglés Shelley. Los temas mitológicos del libro se refieren al mundo griego, pero los hay nórdicos también, con sentido legen. dario, como es el caso del de Loreley. En cuanto a o~ras leyendas y temas de santos, que fueron pasto del modernismo, figuran en la obra d~ Moll Boscana las de Sor Viviana y Fray Medardo. El exotismo, que fue constante de muchos mo13


dernistas, figura en una extensa gama de poemas de Mi misa rosa, especialmente en el titulado Visiones, donde el poeta va en su barca por diferentes partes del mundo, desfilando por los ríos Rhin, Tajo, Danubio, Nilo y el Hoang Ha, de China. El lenguaje de la obra es también modernista, y circulan por ella las princesas, cisnes, marquesas, góndolas, efebos, bulbules y abades que hicieron del modernismo un mundo raro. y para no faltar la nota autóctona, por la que se distinguió el modernismo puertorriqueño, figu. ra como un anticipo el poema El Exodo, que ofrece una visión pesimista del jíbaro puertorriqueño,

y en el cual se plantea el problema social del éxodo rural. El campesino no sabe dónde va, arrastrado por "la horrible tempestad". El poema, escri· to en versos alejandrinos, está fechado en 1901 y suponemos que pudo haber sido inspirado por el huracán de San Ciriaco, que en el año la99 devastó los campos y llevó la miseria a la zona agrícola (cafetalera) del centro del país, donde se desarrolla la acción poemática. Complementamos este trabajo con unos poemas de Mi misa rosa, que ofrecemos a los lectores con· temporáneos, para que tengan una idea del queha. cer poético de este autor, injustamente olvidado.

POEMAS DE ARISTIDES MOLL BOSCANA MINUET FAVORt

Hechicera marquesita, que en el baile conocí, ya la roja margarita de tus labios, ¿dijo sí? Aún escucho el taconeú de tus pies sobre la alfombra, en mis sueños aún te veo iluminando la sombra. ¿Quién conducirá el mensaje con que abrúmarás mi amor? ¡Si querrá servir de paje tu labio ese, tentadorl ¿Cómo y cuándo yo lo oiré? Alzará su leve giro entre pasos de minué, y en las alas de un suspiro. Hecha luz en tu mirada o hecha flor en tu sonrisa, envía la frase amada; mas por favor, date prisa. Que. al saber que estás distante, entre tu casa y la mía, teje trabazón constante la negra melancolía; y por la ideal cadena se cruzan a todas horas, con mis suspiros de pena. tus carcajadas sonoras. Llegue pronto el mensajero a decirme: "Sí, te aman, que alzar tu mensaje quiero cual si fuese un oriflama. Sé que anhelo un imposible y que habrá lance reñido, entre mi orgullo invencible y mi corazón rendido. Mas, al fin de la reyerta, pasará ante ti ese día en su ataúd, una muerta: ¡mi negra melancolía!

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INCÓGNITA

No sé qUIen eres, mas te presiento con la modestia de las violetas y los hechizos de un pensamiento y con los sueños de los poetas. Debes ser triste; debes ser bella; así a lo menos yo te imagino, bella y esquiva como una estrella, triste y callada como el destino. Serás aún joven, mas tu sonrisa, mostrando el rictus del que ha sufrido dirá que tienes, como Eloísa, hastiada el alma de haber vivido. Tan blanca como la flor de acacia, tan hechicera como una diosa-l bajo tus plantas habrá una gracia, sobre tus labios habrá una rosa. Habrás gustado de dicha y pena en un silencio meditabundo, que al desgarrarse, cual la azucena con su perfume. perfuma el mundo. . ¿Por qué te quejas de tu destino? Mire la cúspide tu noble anhelo. ¿Qué es la existencia sino un camino que por breñales conduce al cielo? Danos tu canto triste y sonoro; templa las almas con tus canciones donde escucharse parece el lloro que al morir vierten las ilusiones. ¡Quién te encontrara cuando naciste a los ensueños y la poesía, cuando no estaba, como ahora, triste, cuando cantabas a la alegríal Mas no lo alegre yo siempre ignoro, Jo que conozco siempre desdeño. Sé pues incógnita, que así te adoro, sé siempre triste, que así te sueño:


PROMETED

Los

ARGONAUTAS

De la robusta mano de Vulcano clavado Prometeo está en la roca, y aunque irritado Zeus lo provoca, guarda siempre un silencio sobrehumano.

De las risueñas playas, donde se oía el coro dictado 'por las Musas a celestiales flautas, partieron en pesquisa del vellocino de oro los célebres guerreros llamados Argonautas.

Tiembla el cielo y murmura el Dceano, el rayo estalla; el viento se desboca, la dura peña el huracán derroca, mas no vacila el Redentor humano.

Pobláronse las costas con un inmenso lloro al ver la despedida de los osados nautas, y en el bajel lanzaron, a modo de tesoro, Apolo sus saetas y Euroclydón sus pautas.

y mientras el cortejo de las Funas cubre de maldiciones y de injurias la figura soberbia del Titán,

Las olas los llevaron, por el mar del ensueño, a afrontar tempestades, la lucha y el olvido... para tomar, al cabo de su glorioso empeño

y el buitre precipita su agonía, él sonríe y murmura: "Vendrá un día de justicia y los dioses morirán".

con la nave en fragmentos, y cual sola presea, que fe prestaba al mundo del triunfo conseguido, el hada de ojos negros, la funesta Medea.

• Brujas. (aguafuerte), por Marcos lrizarri


Agua y jabón Por

J. l.

DE DIEGO PADRÓ

(De la novela inédita titulada Un ceru:erro de dos badajos.

Tercera Parte, Capítulo Primero)

I

P

AT BAJÓ DE SU PISO DE SOLTERO, CON VISTA AL MAR,

en la calle de los Jobos, se detuvo en el encintado de la vereda y disparó sagitalmente la visual en ambos sentidos a lo largo de la calle. Luego, con aire pensativo, clavó los ojos durante unos segundos en el suelo 'macadamizado frente a él; echó en seguida un vistazo a la puntera de sus recién estrenados zapatos color marrón, que relucían como espejos al sol amarillo rojizo del incipiente atardecer; examinó de pasada la caída del ruedo de sus pantalones, por delante y por detrás, mientras una descolorida sonrisa se esbozaba en las comisuras de sus labios. Y consumado todo esto, levantó de nuevo la mirada y la dejó ambular distraídamente por diversos puntos de la periferia. En un rótulo ¡fijado en el poste eléctrico de la esquina más próxima, leyó: Calle de los Jobos. Por vez primera le pareció curioso el nombre. No se lo explicaba. En todo aquel sector urbano, malhaya si se descubría un solo árbol de esa agria e insípida fruta intertropicaJ.1 Había, eso sí, al borde de las aceras, en los jardines y los patios de las lujosas casas residenciales, de estilo presuntuoso, construidas en el lugar durante los últimos años, y aun en algunos sola1. Jobo: Spondias 'utea. L. - Albol silvestre en todas las An· tillas. Am~rica Central y Venezuela. Flores pequellas y blancas. Fruto: una drupa amarilla. ovoidea, comestible. muy agria en su parle mlis Inmediata a la corleza.

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res yermos, cundidos de yuyos, que se mostraban aquí y allá, exuberancia de almendros indígenas. retorcidos y venerables flamboyanes y copudos robles y laureles de la India. Además, una gruesa columna de cocoteros festoneaba la ribera oceánica y corría en ambas direcciones, hacia el este y hacia el oeste, casi paralelamente con el mar, hasta pero derse de. vista en una y otra lontananza. Pero, lo que se dice jobos: ni el árbol ni el fruto se encontraban en aquella demarcación ni siquiera para remedio. Y era mejor que sucediera así. Los vecinos, aunque en ocasiones comentaban con sor· na el nombre de la calle, se alegraban, si embar· go, de que no existiese en ella, ni en todos sus aIre. dedores, el mentado árbol, o cualquier otro de tipo frutal. Nadie los plantaba, y con sobradísima razón. Querían ahorrarse los malos ratos, las pendencias y denuncias por daños a personas o a la propiedad, que ocasionaban los apedreas a tente bonete de las pandillas de zagaletones ociosos de todo aquel li· toral. Muchos de estos azotacalles eren ya hombres hechos y derechos, camorristas. zafios y cínicos. Suponían, como suponen las moscas, que los bienes son comunes, y acudían de todos lados a ejercitar sus brazos bombardeando a pedradas los árboles -frutales. Esperaban para iniciar sus periódicas fechorías que llegara a punto la óptima estación en la que las ramas se clareaban ligeramente de hojas y se inclinaban hacia el suelo cargadas de racimos, como brindando al caminante sus dulces y sabrosas pomas, que debían de serlo mucho más aún por ser venidas «de cercado ajeno».


Según solía hacer entre tardes, antes de endere· zar la proa hacia su acostumbrado comedero y bebedero: el Café du Nard, Pat cruzó la rúa y se dirigió con paso calmoso a la vecina sablera de la 'playa, lis:! y sobredorarla bajo los oblicuos deste· llos de un sol poniente azafranado, semejante a una enorme yema de huevo sobrenadando en U:l piélago de sopa de aceite. Deseaba caminar un tanto, respirar la brisa yodada del mar, pandicular los músculos y los huesos, limpiar de borrajosas tela· rañas la mente. Era a la hora suavemente cálida y tranquila en que empezaban los grises claros y los grises oscuros a envolver las cosas de esta porción del muo-o do. El mar lucía bastante sosegado, sin mucha agitación exterior; brillaba en raudos reverberos como una inmensa lámina de zinc, con anchas vetas en lila y en verde de agua azulado. Sólo de vez en cuando esta o estotra pequeña ola se combaba haraganamente y caía con desmayado bisbiseo sobre la flacidez de la arena. Un juguetón airecillo del nordeste levantaba, a guisa de un garlopín invisible, retorcidas virutas blancas de la tersa superficie marina.

El cielo, chafarrinado a trechos con grandes nubes algodonosas, pardas por. el centro y teñidas de coral y oro por los bordes, comenzaba a tomar en los claros un hermoso color entre caparrosa y violeta profundo. Delineados de distancia a distancia, un poco mar adentro, algunos yatecillos y lanchas de motor se regodeaban navegando de bolina entre -ligeros balances y cabezadas, enderrotando acaso hacia la abrigada caleta del Club Náutico, desvanecida allá lejos, borrada en las imprecisas .sinuosidades del litoral. Otras embarcaciones menores -yolas y cayucas- pescaban cerca de la costa, y permanecían quietas con la potala echada; o bien, por intervalos, bordeaban en forma apenas perceptible y mudaban blandamente la posición de la popa con arreglo al lado del cual soplaba el viento. Parecían pintadas en mitad del paisaje, sirviéndoles de vívido fondo la algarabía que armaban las gaviotas, arremolinándose por los aires y lanzándose eñ picado sobre los cardumes de peces, y alguna que otra solitaria pareja de alcatraces que, ya de retirada, surcaba la ancha serenidad de la atmósfera con lento y acompasado vuelo. A ·despecho de que el verano, como una burbuja más arrastrada por el torrente del tiempo, era ya solamente un recuerdo, pues corría bastante avan· zado diciembre y se dejaba sentir en los seres y en las cosas ese alborozo típico de la proximidad de las Navidades, todavía la gente se empeñaba en peregrinar a las costas y en seguir dándose chapuzones en el mar. Un mar, por lo demás, sembrado, en estos meses que llevan ere, de insidiosas y urticantes aguavivas, y enguedejados pólipos y medusas. A aquella hora de la languidez primicial del creo púsculo, la playa, aunque no muy concurrida, se veía encantadora y alegre: hatos de circunspectos paseantes de fuera y de la vecindad que barzonean de un lado a otro mirando como pájaros bobos el ir y venir de las vilordas olas; parvos racimos de bañistas, unos sumergidos hasta los hombros o el cuello, y otros tumbados boca arriba sobre la arena, como animales muertos; mozalbillos voceando a todo pulmón y tirándose la pelota; el griterío de los bebés haciendo pinitos y aferrados con manitas de leche a las haldas de las mamás... todo ello alternado, mezclado con la tibia caricia del sol menguante, la placidez del ambiente, los chillidos de las aves marinas y terrestres, el susurro del alisio agitando a pausas el verde plumaje de las palmeras, los aromas que se exhalan de las viscosas algas ahiladas por la marea al borde mismo del océano, el romance hilvanado a la vista de todos, y, señaladamente, el desfile tardío de algunos espléndidos y voluptuosos cuerpos de mujer someramente vestidos, exhibiendo un sumarísimo traje de baño a dos piezas -ambas minimizadas casi


hasta la impudencia-, y cuyas provocativas silue· tas se recortaban nítidamente acá y allá contra el rubio pajizo de la arena o el azul violáceo agrisado del mar. Entre tanto, por encima de todo esto, soliviantados a espuertas en la apaisada bóveda gris plata del cielo, comenzaban a bailar su vespertino zarambeque los' murciélagos, zigzagueando, girando, cabriolando, como menudos demonios negros en guerra. A la par que caminaba con paso indolente por la flexuosa arena, Pat principió a barajar pensamientos, impresiones, recuerdos, formas, palabras. La representación del confuso trasfondo de su pro· ceso psíquico causaría vértigo, revulsión, mareo al mejor plantado. Era como un fantástico carrousel en el cual volteaba y volteaba endemoniadamente, entre un caos de imágenes subalternas, tangenciales, su absorbente obsesión de un día sí y otro tamo bién: «Los personajes... las ideas... el tema ... » Se paró de pronto, y aspiró profundamente el vientecillo saturado de yodo que soplaba del nórdeste. Después de esto, extendió la mirada a su alrededor. Volvió a fijarla unos instantes, sucesiva· mente, en la vasta planicie acuática, en el cielo remendado de densas valvas como de algodón, en la áurea tersura de la ribera, en las blancas y húmedas formas femeninas que atravesaban el campo visual de sus lelas pupilas... Nada entre dos platos, se dijo, pregúntese uno a son de qué. Y prosiguió andando, andando sin prisa por el arenal. Con el occiduo sol a la espalda, se llegó hasta unas abruptas peñas de la costa que se adentraban parcialmente en el agua, y allf se sentó, como por lo ca· mún hada, a repasar el panorama, a esperar el na· cimiento de la luna o de las primeras estrellas, a hablar consigo mismo, a desnudarse en la propia introspección, a recoJldar, a fantasear, a desvariar... La pasión de la gente -rumió casi de inmedia· to- por disfrutar del mar y de sus playas, es relativamente reciente. Apenas si data de 10 que va de siglo. Más que pasión, constituye en la actua· lidad un verdadero frenesí. Todavía en los prime· ros años, cuando se iniciaba lo que más tarde se transformaría en furor multitudinario, contadas eran las personas que se atrevían a desafiar las potencias oscuras e imprevisibles de las olas. Alimentamos no pocas creencias que sabemos a priori que son falsas. Sin embargo, las seguimos sosteniendo, hoy, ayer, y 'Siempre. En su inmensa mayoría, las gentes de antaño experimentaban un mie· do instintivo ·al mar... a ese insólito e incompren· sible despilfarro de espacio y de agua salada que es el mar. Lo asociaban con absurdas nociones de profundidad e infinitud, a la vez que de misterio, de aventura, de tragedia, de muerte. El mar les sugería traicioneros remolinos que se tragaban por 18

succión a los nadadores y a las pequeñas embarcaciones; misteriosas islas flotantes que generaban la tempestad y que se hundían y volvían a aparecer como por ensalmo; dragones del tamaño de rascacielos; seJ1pientes monstruosas; rémoras colosales que se enviscaban a la carena de los buques deteniendo su marcha entre las olas 'hasta que sus tripulaciones fallecían de hambre y de sed; horrorosos pulpos de múltiples brazos gigantescos y potentes ventosas; hidras de cien cabezas; desmesuradas tortugas escironias, devoradoras de hombres; rusalc~s y sirenas que atraían a los navegantes con la dulzura de sus cantos para darles muerte; leviatanes de tortuosas y escalofriantes cataduras de diablos; nereidas y tritones del cortejo de Po· seidón y Anfitrite: las primeras, tocando la siringa y la flauta libia, y los segundos, hombres.peces que atronaban los ámbitos marinos soplando sus caracolas y haciendo retroceder las airadas aguas, o que emergían del suelo abisal transfigurados en corceles broncípedos y auricrinados, uncidos al carro velocísimo, resplandeciente de oro y madreperlas, del tremebundo dueño del mar espumoso, quien, a su vez, con el tridente en la diestra, conducía las erguidas olas y precipitaba en el líquido elemento peñascos descomunales y dilatadas lenguas de tierra... y así, de reata, y por el mismo jaez, otras y . otras criaturas quiméricas, deidades de la ferocidad, el saqueo, el rapto y el aniquilamiento, con las que la fértil imaginación de los antiguos poblaba -las cavernosas profundidades oceánicas ... Era natural, por tanto, estaba harto justificado el terror de nuestros abuelos a bañarse en el mar. Pero había asimismo otro miedo menos supersticioso, es decir, más inmediato, más real que el que pudieran originar esas abominables bestias fabulosas, y era el miedo que se tenía -y se tienea los grandes peces cazadores, los siempre arteros y voraces tiburones, tintoreras y picudas, con razón llamados los tigres del mar, los cuales rondan todas las aguas costaneras y pelágicas del globo, tanto en las zonas tórridas como en ·las templ.adas. Además de esto, nuestros antecesores daban por descontado que el agua salada escocía y resecaba ·la piel, lo que producía en ella un picor empecina·do que desgeneraba en eczema o en lepra blanca. De suerte, pues, que si decidían chapuzarse en el mar, lo hadan en todo caso .con la prudencia de no alejarse demasiado de la orilla; y general. mente se bañaban por ·prescripción terapéutica más bien que como diversión deportiva. Entonces, dicho se está, los baños de mar se tomaban a pujos, 'Por cucharadas, como una poción medicinal. Había que seguir determinadas reglas que precisaban las horas y la duración de las inmersiones. .por aquellos días, un austero y sombrío código moral intervenía implacablemente en los aspec·


tos más inocentes e íntimos de la vida del hombre. En este inquisitorial escrutinio entraba, por descontado, la indumentaria, o dígase, todo aquello que sirviera para cubrir la ufea» y uasquerosadesnudez del ser humano. Fue la época de los tra- . jes de baño oscuros o negros de remate, largos hasta la mitad de la pierna y que mostraban tacañamente los codos de los bañistas, cerrados de escote como bodegas de carguero, con especialidad los usados por las mujeres. Unos trajes dff tal modo inspirados en los preceptos de la decencia y el pudor, que podrían llevarse hoy día a una misa de once o a un entierro de primera, en la certitud -de que no promoverían la menor extrañeza o censura. El más descocado de ellos resultaría un há· bita de Hermanita de la Caridad al lado de las trusas de baño modernas, las cuales se acercan cada día más a la minúscula expresión de la clásica hoja de parra. Nuestros antepasados mantenían unas ideas muy peregrinas acerca de la higiene personaL.. y de muchas otras cosas. No intento significar con esto que ellos fuesen del todo desaseados, pero es lo que se dice por ahí. Debido a eso tal vez su promedio de vida, comparado con el de ahora, aun haciendo abstracción de antibióticos y sulfanilamidas, era tan lamentablemente corto. Antes, en realidad, la gente se bañaba poco, casi nada, una vez si acaso por jubileo. Sentíase inclinada a la negligencia en lo atinente a despercu. dir el cuerpo. Menudeaban en todos los niveles sociales los que no sólo detestaban bañarse en agua de mar, sino también en agua dulce. Le tenían sistemáticamente miedo al agua potable. Al agua potable y a'l jabón. Dos o tres generaciones atrás, nuestros progenitores realizaban los menesteres de su aseo corporal restregándose la piel con un paño húmedo o una esponja impregnada en alcohol o en agua de Kananga. Nada más. O sea, que se lavoteaban como los gatos. Que huían del agua clara y corriente con una repugnancia caprina. De igual modo que se res~ardaban de las corrientes de aire frío y dormían en habitaciones herméticamente terradas, con todos los resquicios de puertas y ventanas taponados hasta no caber un pelo, así también evitaban el agua, la divina y generosísima agua, haciendo de ella casi un sibilino tabú. Entendían que el bañarse estaba bien para los patos y las patas, pero no para el ser humano, animal eminentemente terrestre y, de añadidura, extremadamente susceptible a Jos resfriados y a las pulmonías. Valíanse del paño húmedo más para refrescar· ~l' costal de los pecados que para sacarle ,la suciedad. De donde se infiere que guardaban buena ·parte de la mugre corporal como un blasón de familia. Como una cáscara preservadora del pa. lo ... del árbol genealógico, y, más aún, de la espe-

cie. Con semejante procedimiento ultraconservador, ni necesario es decirlo, se les formaba a flor de cuerpo una costra de pringue, algo semejante a un segundo cuerpo exterior emparchado al primero en forma, digamos, de dermatoesqueleto, o mejor, de revestimiento sebáceo extendido sobre toda la epidermis. Un segundo cuerpo que era un cadáver, puesto que estaba constituido de células muertas. y por tal motivo, no olían bien; no olían bien ni en los días geniales, ni en ningún tiempo, a pesar de los polvos de arroz y de las friegas de colonias y esencias que se aplicaban. Por supuesto, sería recargar uno las tintas si dijera que todos apestaban, que todos despedían un fato intolerable como de chotuno, de mapurito o de cangrejo muerto. Mas, sin embargo, es pública voz y fama que sus cuerpos trasminaban un cierto tufillo a abandono, a sudor rancio, a zapato viejo, a ropa vieja, a carne humana empezando a corromperse. Un honesto tufillo que, a ciencia cierta, ofendería al archirrefinado olfato de la gente de hoy. Ellos mis~os quizás -nuestros ancestres- nunca se dieron cuenta de su propio mal olor, porque ya sus epitelios nasales se habían acostumbrado a él, y apenas lo percibían. Pero positivamente espiraban fetidez, por mucho que se quisiera tapar el ciclo con la mano. Vivían poco, en general, según se ha dicho; pero vivían exquisitamente apegados a la toba de siempre, a la sublime y protectora toba de meses, y hasta de años, que habían criado sobre la piel, y que, compensatoriamente, llevaban con orgullosa satisfacción bajo un carisma de inmaculado decoro, de respetable ~ntereza, de puntillosa digni. dad. Aunque esto, ciertamente, cuando se 'piensa en las hagiografías, o historias de las vidas de los santos, tan cargadas de seductoras fragancias, no parecía ser un obstáculo insalvable pa~a que muchas de aquellas gentes mantillonas murieran en perfecto olor de santidad. Al -menos, tal es la especie que se cuenta... . Lo más que hacían que se asemejara al baño era acuclillarse en un chorrito de agua dentro de una tina de madera o de metal en la que sólo a media raciÓn les entraban las posaderas. Se pre· gunta uno a qué demonio olerían los grandes hombres y mujeres de la elegancia y de la historia, por ejemplo, durante el apogeo que tuvo la corte francesa en los siglos XVII y XVIII -la época de las oHmpicas recepciones, de las soirées y. ·los desfiles sun-tuosos, y también, ¿-por qué no?, de la roña agazapada bajo las pelucas y los miriñaques-, cuando se recuerda las bañeritas de juguete conservadas en el museo nacional de Versalles, palacio rodeado de soberbios jardines con centenares de artísticas fuentes y estatuas, y que, con todo eso, no disponía de un sistema de tuberías interiores para el agua corriente. Y se pregunta, uno, además, 19


si será cierto que, en la Reconquista española, Isabella Católica prometió no cambiarse de ropa has· ta la rendición de Granada, hecho glorioso que vino a cristalizarse después de un sitio de dos años impuesto al rey moro. ¡Yeso que los árabes, y en parte los anglosajones, enseñaron a la culta y empingorotada Europa a bañarse!". Por ventura, el concepto de la profilaxis, de la higiene corporal ha variado dramáticamente de aquel entonces acá. Son otros y nuevos los usos y los métodos sanitarios. Uno de los aportes más grandes de la civilización a la salud del hombre es la ducha casera y el benemérito jabón. El hombre moderno lo exagera todo, y no es extraño que haya exagerado la costumbre del agua y el jabón. Hoy bañamos el cuerpo acaso con demasiada frecuen· cia; lo envolvemos casi a diaIlÍo en una burbujeante, detersoria y blanca jabonadura, un espeso bao tido como de innúmeras claras de huevo, con apafriencia de gigantesco capullo de mariposa, y res· tregamos la piel hasta ponerla como mil oros, hasta que no quede en ella el más leve rastro de grasa (indispensable, en cierta medida) o de suciedad. A expensas del agua y el jabón, aspiramos a vivir una vida higiénica, sana, larga; una vida que, en sí misma, en carne y e~encia, nadie sinceramente quiere, pero, que nadie tampoco está dispusto a dejar. ·No sé de ningún poeta que haya cantado las glorias y memorias del jabón, de ese viejo brujo que sólo enseña su nívea barba espumosa cuando se pone en contacto con su Amada el Agua Dulce. De cualquier manera, bien que merece una estatua cincelada en el mármol más puro -mejor que la mayoría de los denominados héroes- el humil· de y laborioso obrero que dio al mundo la simple maravilla del jabón. ¡Loor a su geniol

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y volviendo a lo de bañarse en las tramposas aguas marinas, baste añadir lo siguiente. Los tiem· pos han modificado punto ·menos que radicalmente las ideas, los gustos y los patrones de vida. En los actuales días, el baño de mar es no sola· mente un deporte, sino una necesidad de muchedumbres. Y aunque vivimos un momento de la humanidad en el que no se cree ya ni en la luz eléctrica, como_dicen, esas mismas masas humanas del- presente, que profesan el hedonismo y aman las playas, el whisky y las píldoras tranquilizantes, creen más en los ejercicios al aire libre -ropustecedores del cuerpo y reanimadores de la sangre-, en los rayos u,ltravioletas y el yodo marino que en el mundo de las ideas de Platón, La Política de Aristóteles o El Capital de Carlos Marx. En particular durante la estación calurosa, avalanchas ~mor­ mes de personas se sienten, como los lemings,1 atraídas por el reclamo misterioso del mar. Y ya que el mar no puede venir hasta ellas, ellas acuden al mar: a ese reservorio inmenso de caldo de salmuera que ocupa alrededor de tres cuartas partes de la superficie terráquea y del cual surgió -de sus más primitivos sedimentos y espumasel milagro de la vida, ha-ce probablemente la friolera de dos mil millones de años. Y pese a que muchos de sus devotos no se bañan en sus aguas y se contentan con mojarse únicamente los pies -so'bre todo, las mujeres- la habitual peregrinación veraniega a las playas les sirve de pretexto a unos y a otros para exhibir en público lo que debieran dejar para los sitios privados ... l. Mamirero roedor. lI¡¡mado cienllCic:amenle lemrnus lemllllls.


San Gaspar*

Por PEDRO BERNAOLA

Una fusta de rica empuñadura; atalajes de caza y de montar; (yen mis ojos el sueño con premura a otros sueños sin sueño madrugar.. ,> ¡Ay, vivir otra vez en tu recuerdo desgarrando el afán en que hoy me pierdo. Noche ingenua de Reyes destruida... ! ¡Oh, enemigo con sueldo aquél criado que a destiempo me dj-io del pecado y malicia sin tregua I~e.}a vida.. .! I

• Del libro en prensa Ma.druga.d.a.

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Documentos de Nuestra Historia

Ordenanzas hechas por el Cabildo, justicia y regimiento de la ciudad de Puerto Rico-1627*

RIco, 11 DE SEPTIEMBRE DE 1627. PETICIÓN ante el Cabildo de Puerto Rico por Francisco de Rivafrecha para que se vean las ordenanzas de la ciudad por él reforn\adas y se envíen a S.M. para su confirmación. /2 fols./ . a) Ordenanzas hechas por el Cabildo, justicia y regimiento de la ciudad de Puerto Rico pertenecientes al buen gobierno y aumento de la república, recopiladas nuevamente por Francisco de Rivafrecha, regidor, y comisario nombrado para 'ello. Sobre los mantenimientos: 1.0 Que el pan que se amasare para la primera postura se lleve al Cabildo, que se venda por libras y si tuviese menos de peso sea el pan para los pobres, y más 30 reales de plata para la cámara, juez y denunciador, y en la misma pena incurra si estuviese mal cocido. 2.° Que el casabe se venda por cargas y por tortas, y tenga cada 50 libras y cada torta 3 libras y 2 onzas y se venda conforme la postura que ponga el Cabildo, y el que no lo hiciera pierda el casabe que así se vendiese para los pobres y sea penado en 20 reales de plata aplicados por tercias partes a la cámara, juez y denunciador. 3.° Que el maíz se venda por fanegas y almudes conforme la postura del Cabildo. 4.° Que la carne de vaca y puerco que se ma· tare en la ciudad se pese en la carnicería, y no se pueda vender en otra parte, y se venda por arrel·

P

UERTO

* Archivo General de Indias. - Sevilla. Santo Domingo. 165. Cartas y expedientes del Cabildo Secular de la isla de Puerto Rico. vistos por el Consejo desde 1600 a 1699. Ramo 3. Aftos 1627·1633.

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des y medios arreldes, y cada arrelde tenga 4 libras de a 16 onzas cada libra y se venda conforme a la postura del Cabildo y el que contrario hiciese 50 reales de plata aplicados a la cámara, juez y denunciador. ' 5.° Que la carne salada se venda por arrobas y arreldes y que esté seca y enjuta y no recién salada, y se venda conforme a la postura del Cabildo, con pena de pérdida y de 20 reales de plata para cámara, juez y denunciador. 6.° Que a los que se les repartiese ganado para pesar en las carnicerías de la ciudad 10 traigan al tiempo que se les señalare, so pena de que no llegando a tiempo pagará por cada res que dejare de traer 10 reales de plata los cuales se aplicarán para juez, cámara y obras públicas y se enviará a su tosta por ellas, y si faltaren reses de las que se hubiesen repartido welva por ellas y las trai· ga dentro del tiempo que el diputado o fiel ejecutor le señalare. 7.° Que el pescado fresco se venda en la pescadería y no en otra parte por arreldes y medios arreldes, como la carne, y conforme a la postura del Cabildo. so pena de perderlo para los pobres y de SO reales de plata para la cámara, juez y denunciador. 8.° Que el carey se pese en la pescadería como el pescado por arreldes y los menudos se vendan de por sí, todo conforme a la postura del Cabildo, y so la misma pena del pescado. 9.° Que el pescado salado se venda por arrobas y arreldes conforme a la postura del Cabildo, y sea enjuto y se venda en la pescadería, so pena de 50 reales de plata para la cámara de S.M. y obras públicas.


lO." Que el sebo de vaca se venda por arrobas y libras de a 16 onzas cada libra conforme la postura del Cabildo y de 10 reales de plata para la cámara y obras públicas. 11." Que las velas de sebo tengan cada una cuatro onzas y se venda conforme la postura del Cabildo, so pena de pérdida y de ocho reales de plata con la misma aplicación anterior. 12." Que el jabón se venda por arrobas y li· bras conforme la postura del Cabildo, y bajo las mismas penas que la anterior ordenanza. B." Que la manteca y aceite se vendiese en tiendas y pulperías, y por menudo se venda por la medida y postura que le pusiese el diputado y fiel ejecutor, so la pena anterior. 14." Que las gallinas, huevos, pollos y demás cosas de este género se vendan conforme la postura del diputado y fiel ejecutor, so pena de 10 reales de plata para la cámara y obras públicas. 15." Que el queso de vaca y demás cosas de leche se vendan por libras y no de otra suerte con· forme la postura, so pena de 8 reales de plata para la cámara y obras públicas. 16." Que la leche, melado y miel prieta se venda por cuartillos y acumbres conforme la postura, so pena de 10 reales de plata aplicados como la anterior. 17." Que el azúcar blanco o de otro género que se vendiese en tienda o pulpería se venda por arrobas y libras de postura que el diputado y filtl ejecutor pusiere, con pena de perderlo para los pobres y de 20 reales de plata aplicados como lo ano terior. 18." Que el arroz, frijoles, ñames y otras me· nudencias se vendan por arrobas y libras y no de otra manera por la postura del dicho diputado y fiel ejecutor, so pena de perderlo para los pobres y de 20 reales de plata aplicados como lo anterior. 19." Que las hortalizas y demás frutos se vendan conforme a la postura, so pena de 8 reales de plata aplicados pa'ra cámara y obras públicas. 20." Que ninguno pueda poner tienda ni taberna ni pulpería sin licencia del Cabildo, y las pipas de vino y vinagre que se vendiesen se visite por el diputado y fiel ejecutor y se sellen con el sello de la ciudad, que se le ponga postura y venda por quartillos sellados, so pena de pérdida y 50

reales de plata para la cámara, juez y denunciador. 21." Que el tabernero que vendiese el vino aguado se le den 200 azotes y condenado a pérdi. da del vino y 100 reales de plata para la cámara, juez y denunciador, y la misma pena al que se hallare con medidas falsas. 22." Que los criadores o personas que entra· sen con ganado para pesar en las camiserías dejen limpio y lavado el matadero, so pena de que se limpiará a su costa y de 25 reales para la cámara y obras públicas. 23." Que los diputados y fieles ejecutores visiten las medidas, pesos y varas que hubiese en la ciudad de particulares y manden traer las pesas de los ingenios, so pena de 50 reales para la cámara y obras públicas. 24." Que el diputado y fiel ejecutor tres veces en el año, cada cuatro meses, visiten las tiendas de mercaderías y pulperías y le recorran los pesos, varas y medidas sellando con el sello de la ciudad las piezas de paño y seda y cosas que se acostumbren sellar, y que lo que se dejase de sellar sea dado por perdido y se aplique a la cámara, juez y obras públicas. 25. Que el fiel ejecutor no haga ninguna postura ni sellar sin que esté presente el diputado que le tocara su mes, y que el dicho diputado tenga en su poder el sello y padrones de la ciudad, y acabado su mes lo entregue al que le sucediere porque así convIene al buen gobierno de la repú. blica. Sobre el barco del pasaje de Bayamón y Toa:

1.0 Que haya barco de pasaje a Bayamón y Toa, y lo arriende Cabildo so cargo que ninguna otra

persona pueda llevar ni traer carga ni pasajeros, salvo la de los dueños propios que tuvieren carbo o canoa, y no los pueda fletar a ninguna otra, y el que arrendase el barco de pasaje traiga y lleve la carga y gente conforme la postura y arancel que le pusiere el Cabildo, y el que arrendare otro barco pague el doble al dueño del barco del pasaje, y si el que arrendase el barco de la ciudad llevase más de la postura pague de pena 50 reales de plata y pierda lo que le hubieren pagado aplicado a la cámara, juez y denunciadqr.

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La primera encuesta en América . Por J OAoutN

ADA LA EXTRAORDINARIA IMPORTANCIA QUE SE LE

D concede en los

regímenes democráticos a la opinión pública, las encuestas tienen una muy respetable aceptación. Por medio de dicha técnica en los Estados Unidos, no solamente se conoce cómo piensan los ciudadanos sobre problemas de palpitante actualidad, sino que por ella se puede apreciar cuáles son los artículos de uso o consumo que tienen una mayor demanda en el mercado; ya sean éstos automóviles, alimentos, cigarrillos o detergentes. Un hijo de Iowa, Jorge Horacio Gallup, ganó fama y se apuntó su primer gran éxito en este campo, al predecir el triunfo como presidente de Franklin Delano Roosevelt en el año 1936. Un año antes Gallup había fundado el Instituto de Opinión Pública en PI1ncceton, New Jersey. Más de cuatrocientos años antes de que el estudiante de Iowa y profesor de las Universidades de Drake y Northwestern pusiera en boga los llamados surveys, en la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico se realizaba la primera encuesta o medición de la opinión pública, en un villorrio situado en el mismo lugar hacia el cual se mueve ahora el centro geográfico de la gran zona metropolitana de San Juan: Caparra. Desde luego, que la pesquisa llevada a cabo alrededor del año 1520 en Caparra fue directa y en la misma se tomó en consideración el criterio de todos los habitantes de aquella incipiente comunidad, que sumaban unos trescientos. El survey actual escoge un reducido número de personas en una población de millones de habitantes y después de hecha la selección, se analiza la inda. gación sobre determinadas bases, que incluye, des24

FREIRa

de la definición exacta del objetivo que se persigue, hasta la tabulación y análisis de los resultados. Pero de todos modos, el propósito de aquella averiguación perseguía el mismo fin de las encuestas' actuales: conocer el verdadero y mayoritario criterio de la opinión pública, por lo que podemos decir que lo realizado en Puerto Rico a principios del siglo XVI, fue el primer gesto democrático llevado a efecto en el Nuevo Continente, para conocer -como ya se hacía en Grecia un siglo antes de Cristo- la "vox populi" o voz del pueblo. ¿Qué indujo a Ponce de León a fundar la capital de Puerto Rico en un lugar tan inhóspito? Esa misma pregunta se la han formulado los historiadores y todos aquellos interesados en los fastos de la bella isla de Borinquen. La selección en cuanto a la ubicación de las capitales ha obedecido casi siempre a factores geográficos propio cios; ya junto a las márgenes de caudalosos ríos o amplias bahías, en las hondonadas de fértiles . valles o ricos manantiales. En el año 1509 Caparra era un lodazal intransitable y su comunicación con la isleta asaz difícil. Era tan agobiante el camino entre la entonces capital y el puerto, que se decía "que era más costoso llevar un quintal de mercancías desde la bahía a Caparra, que desde Sevilla al puerto de San Juan". En las excavaciones llevadas a cabo en Capa. rra en 1937 se hallaron innumerables fragmentos que delataban la existencia de variados artefactos de arcilla, así como una bañera de barro vidriado, vasos, piezas de cobre, hierro y hasta un dedal.


Pero lo que llamó poderosamente la atención de los exploradores fueron sin duda las herraduras encontradas, las cuales eran de mayor anchura que las actuales. Ello nos induce a creer que debido a lo anegadizo del sitio, los herreros se vieron precisados a dotar las extremidades de las bestias con casquillos más anchos que los comunes, para así viabilizar el paso de los corceles a través de aquella ciénaga. Sin embargo, parece que hubo dos factores que influyeron en la decisión tomada por Ponce al escoger tal emplazamiento para la capital: lo inmediato a los yacimientos auríferos, esto es, a las minas de oro, y una mayor protección contra los ataques de los indios caribes. Recordemos que éstos, transcurridos ocho años del traslado de la Capital a la isleta, entraron desafiantes en varias canoas hasta la desembocadura del río Bayamón. En la Real cédula de 27 de septiembre de 1513 ya se notaba la preocupación de las autoridades de la península en relación con la difícil comunicación entre Caparra y la bahía al especificarse que "Los maestros de naos que, durante diez años, llegasen a Puerto Rico, quedarían obligados a contribuir, en cada arribo, con dos barcadas de piedras que conducirían a la isleta situada paralelamente al desembarcadero de Caparra", esto es, al lado septentrional de la bahía; exigencia que respondía al deseo, casi general, de fundar la ciudad en aquel sitio, oponiéndose a ello los inconvenientes ofrecidos por dos esteros o caños, cercados de extensos manglares, que entorpecían el tránsito desde la isleta a la isla principal. Era de necesidad previa una calzada, si se quería insta· lar la ciudad en aquel punto, y como la instalación ofrecía ventajas mercantiles, impúsose a la navegación mercante ese gravamen que debía declararse en suspenso "si antes de los diez años se terminaba la calzada". También se especificaba en la cédula de referencia que en dichas obras debían utilizarse indios repartidos al Concejo para obras públicas. Otra de las razones que esgrimían los vecinos para el cambio hacia la isleta, era que en Caparra estaban padeciendo los niños de una enfermedad conocida con el nombre d~ mocezuelo, que no era otra cosa que el tétano infantil, producido por la infección del cordón umbilical. Reafirmaba también las condiciones malsanas del lugar el bachiller en medicina o "físico" don Miguel de Villalobos, primer galeno que llegó a Puerto Rico en 1510 y a quien Ponce de León -por orden del rey- le había dado vecindad, solar para una casa, tierra de laboreo y ochenta indios. Las continuas protestas de la comunidad caparreña llegaron a las autoridades de la metrópoli, quienes comisioñaron al licenciado Figueroa

para que en su vIaje a Santo Domingo, se detuviera en Caparra y tratara con sus habitantes sobre la conveniencia del traslado. Fue entonces que se llevó a efecto la célebre encuesta. Se reunió el Concejo con los vecinos para re· cibir testimonio de cada uno sobre la aceptación o rechazo de permanecer en Caparra. Casi en su totalidad los moradores pidieron el traslado a la isleta. El licenciado Sancho Velázquez, el contador Antonio Sedeño, el tesorero Andrés de Haro y el exgobemador Juan Cerón - entre otros - se pronunciaron decididamente contra el criterio del conquistador. Uno de los pocos que no alzó su voz para emitir críticas y contrariar a Ponce, fue Pedro Moreno, el teniente de Conchillos, que había venido a la isla como escribano mayor de minas y quien fuera más tarde apoderado del descubridor de la Florida. Fue, gracias a las ges· tiones hechas en la Corte por Pedro Moreno, como procurador de los colonos de Puerto Rico, que la Corona otorgó a Puerto Rico su escudo de armas "para llevar en sus pendones y divisas y usar en sus sellos y donde fuese menester, a la manera de otras ciudades del reino". El resultado de la encuesta le fue abrumadoramente adverso al primer gobernador de Puerto Rico y se dictó el veredicto de traslado. Ya en Santo Domingo el licenciado Figueroa, en su in25


forme oficial de fecha 12 de septiembre de 1519 - al que acompañaba un croquis ilustrativo de ambos emplazamientos - haría saber a la Corona que "a pesar de que los vecinos le aseguraron que estaba enjuto el camino desde el puerto vie· jo hasta la población, 10 halló tan y tan fiero de andar, por los charcos, aguas y hondonadas, que no ya para conducir por allí las mercancías sino para ir de vacío, encontrábalo muy largo y traba· jaso". Hace cuatro siglos y medio que Juan Ponce de León luchó denodadamente porque Caparra fue· ra la sede del gobierno de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. En contra de su voluntad se trasladó al sitio donde hoy se halla. En el año en que ocurrió el desplazamiento, el ilustre leonés moría en La Habana, a consecuencia de las heridas recibidas en la península de Florida, donde creyó encontrar la fuente de la juventud eterna. Sus restos fueron traidos a la isla que él colonizó y de la que fue primer gobernador. El progreso ha hecho que la capital de la isla se haya desbordado de tal manera hacia el sur, que la llamada zona metropolitana, constreñida entre Río Piedras y Bayamón, se ha desplazado pujante hacia la misma zona en donde Ponce de León quiso que estuviera el asiento capitalino. De la llamada Milla de Oro, que se extiende pasado el célebre puente de Martín Peña hasta Río Piedras y a todo lo largo de la Avenida Muñoz Ri· vera, hay una proliferación de estructuras y vías hacia el oeste. Se destacan entre las primeras el estadio Hiram Bithom, las oficinas de Correos, y entre las seguódas, las avenidas FranJdin Delano Roosevelt y de Las Américas, así como la hoja de trébol, que con sus distintos pasos ha ayudado a descongestionar la avalancha de tráfico que fluye por las vertientes de Bayamón y Guaynabo, entre otras. El viejo San Juan ha constituido para mí visi-

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ta obligada desde que conocí y viví en Puerto Rico hace veinte años. En él me deleito contem· pIando a cada paso reminiscencias del ayer que parece perpetuarse en una ciuclad tan intacta como quizás no haya otra en América; con la misma apariencia e idéntico trazado de hace varias ceno turias, gracias al celo desplegado por el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Muchos soliloquios me han ensimismado, creyéndome estar departiendo a cada instante con legendarios personajes, cuya presencia se virtualiza en un marco de vetustos castillos, remanentes de pétreas murallas, angos· tas calles y caprichosas celosías. En más de una ocasión he enderezado mis pasos por la calle San sebastián hasta la iglesia de San José, frente a la cual se levanta una estatua del primer gobernador de Puerto Rico, efigie que fue fundida con los cañones tomados a los ingleses en su infructuoso ataque a San Juan en 1797. Allí, frente a la Casa de los Contrafuertes, he platicado con el fundador de Caparra, quien parece seguir con su descontento y exclamar: "La primera encuesta realizada en el Continente me fue adversa, pero allá - señalando con su diestra en alto hacia el sur - estará en definitiva el corazón de esta urbe, porque allá puse yo mi corazón". Abandono la solitaria plaza por la Calle del Cristo, y después de dejar atrás a mi derecha el antiguo seminario y el Hotel El Convento, dirijo mi vista a la izquierda, enfrentándome con la Ca· tedral, donde reposan los restos de una de las más destacadas figuras de la cólonización española en el Nuevo Mundo. Continúo mi soliloquio y ya detrás de la Intendencia, un transeúnte sonriente fija su miracla en mí, haciéndome despertar abochornado de mi abstracción, pues me escuchó decir: -¡El gran capitán tenía razón!


La expulsión de Venezuela de Francisco Gonzalo Marín Por JORGB

ODOS LOS BIÓGRAFOS PUERTORRIQUEÑOS DE FRANCIS-

T co Gonzalo Marin coinciden en atribuir, al pá-

rrafo que el poeta le dedicara al general Ulises Hereaux, dictador de la República Dominicana que le había expulsado de ese país en 1887, en su poema Emilia,t la verdadera causa de su expulsión de Venezuela, en 1890. Es posible que el propio poeta lo ofreciera como explicación a sus compatriotas. Pero el hecho cierto, el que revelan los documentos oficiales, es otro muy distinto. Tal vez el 'Párrafo contra el general Hereaux hubiera servido como agravante, pero nunca fue la causa determinante. El verdadero motivo, según se desprende de los documentos oficiales, fue un durísimo articulo publicado en el periódico La Sombra, que editaba en Caracas el puertorriqueño Luis Caballer, y en cuya redacción figuraban Francisco Gonzalo Marín y Félix Matos Bemier. Tal cosa, al menos, es lo que se consigna en el decreto de expulsión que he encontrado en la Biblioteca Nacional de Caracas. Dicho decreto aparece publicado en la Gaceta Oficial correspondiente al lunes, 4 de agosto de 1890. Con Francisco Gonzalo Marin se expul~ saron a sus compatriotas Luis Caballer y Félix Matos Bernier y al colombiano Juan Coronel. Las razones expuestas en el texto oficial, han sido corroboradas por el colombiano Coronel en su libro Un peregrino.2 Y a mayor abundamiento he encontrado un artículo firmado por Carlos César Hernández M., publicado en La Opinión Nacional 1. Marfn, Francisco Gonzalo, Emilill, Caracas, Venezuela, Imprenta del Olimpo, IHIJO. I Vol., 104 pp. 2. Coronel. Juan. Un ptregritlo. Gualemala. Tipografla Moderna, 1895, 1 VoJ., 303 pp.

QUINTANA

de Caracas, edición del 11 de agosto de 1890, justificando la actuación del Presidente Dr. Andueza Palacios. Es, a la luz de estos tres documentos, que vamos a ofrecer una versión distinta de la expulsión de Venezuela de Francisco Gonzalo Marín.

* * * Francisco Gonzalo Marin arribó a Venezuela en 1889. Acosado por las persecuciones del capitán general de Puerto Rico Romualdo Palacio, el Año Terrible de 1887, se había trasladado a la República Dominicana, donde gobernaba a la sazón y a su manera el general Ulises Hereaux, conocido en la historia como Lili. Eran los comienzos de una tiranía que se prolongarla hasta 1899, en que moriría víctima de un justiciero atentado. Al principio, el general Hereaux trató de atraerse al joven puertorriqueño inquieto y rebelde. Cuando Francisco Gonzalo Marin escribe un cuadro dramático alegórico titulado 27 de Febrero,3 y 10 lleva a escena en Azua, el dictador 10 nombra directdt de una escuela en Santiago de los Caballeros. Pocos meses después surgiría el incidente que moti· varía la decisión del dictador dominicano de ex· pulsar del país al poeta desterrado. Curazao' fue su primer destino. De allí pasó a Venezuela. 3. Marln, Francisco Gonzalo, 17 de febrero. Salltlago de los Ca· balleros, Rep\íbllca Dominicana, Tlp. de Vllses Bldó. 1888, 1 follelo, 20 pp. Antonio S. Pcdn:lra en su magnifica Bibliogrllfla Puertorriqueña, (pp. 512). menciona esle lrabajo de Francisco Gontalo Marln, pero sin ofrecer su flcha blbllográfica, pues aunque sospechaba que publicó en la Rcpública DomInicana, no logró ver ningún ejemplar. Nosotros ofTl:a:mos IIhoro la ficha bibliográfica completa, tomada de un ejcmplar encontrado en la Biblioleca Nacional de Caracas, ad· vlrtiendo que ya anles la doclora Palria Cifredo de Flgucroa la habla mencionado correclamente.

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Apenas instalado en Caracas. Francisco Gonza ló Marín se colocó de cajista en la imprenta del puertorriqueño Lorenzo Clausells, conoce al periodista colombino Juan Coronel e ingresa en la re· dacción del periódico La Sombra, que editaba el puertorriqueño Luis Caballero Juan Coronel, en su libro Un peregrino,4 dedi· ca algunas páginas a relatar la vida bohemia que en Caracas hacía él. Francisco Gonzalo Marín y otros jóvenes que compartían, con ellos, una humilde habitación al estilo de los personajes de Henry Murger. En 1889, apenas con unos meses de residencia en la capital venezolana. Francisco Gonzalo Marín publica su libro de poemas Emilia. En el prólogo apostrofa al general Hereaux en los siguientes términos: "Tirano, entre tú y yo hay una gran diferencia: ambos llevamos sangre africana en las venas; pero tú te avergüenzas de ella. y yo no." Este es el párrafo que los biógrafos puertorriqueños de Francisco Gonzalo Marín señalan como la causa directa de su expulsión de Venezuela. Desde que leí esa noticia me pregunté: Y Luis Caballer y Félix Matos Bernier, que no habían tenido nada que ver con el párrafo en cuestión: ¿por qué son expulsados conjuntamente con él? Evidentemente que esa no era la razón de la ojeriza de Andueza Palacios al expulsarlos de Venezuela. Mis sospechas aumentaron cuando en la Biblioteca de la Universidad de Puerto Rico encontré un ejemplar de la obra de Juan Coronel, titulada Un viaje por cuenta del Estado,S que es un relato de la odisea pasada por los cuatro expulsados de Venezuela, entre los cuales se encontraba el propio Coronel. Allí el autor y actor en el episodio, da otras razones que difieren de las que han alegado los biógrafos puertorriqueños de Francisco Gonzalo Marín. Juan Coronel era un trabajador de imprenta, de nacionalidad colombiana, con ideas muy confusas entre el anarquismo de Proudhon, autor que ya había leído, y el socialismo científico de los marxistas. Coronel presume de haber sido uno de 4. Marln, Francisco Gonzalo, Ob. cit. 5. Coronel, Junn, Un viaje por cucnta del Estado, Ponce, Puerlo Rieo, Tip. El Vapcr. 1891, 1 Vol., 52 pp. De esle folleto no hny ningún ejemplar en Venezuela, En cambio, la Biblioteca Naclonnl de Caracas posee un ejemplar tic otro libro de Juan Coronel titulado Un peregrino. en que: da mucha inCormación de la vida Francisco Gon· zalo Morín en Carocas y ofrc:c:e datos de la causa de su expulsión de Venezuela, Tal \'cz el Instituto de Cultura Puertórriqueña podría gestionar, de la Bibllotec:l tic In Universidad de Puerto Rico. que enviase n la Biblioteca Nacianal de Caracas una copia fotostátic:l de las páginas tlel libro Un vi~e por cuenta dcl Estado, Importante para esclarecer un cpisodlo del periodo gubernamental de Anduezll Palnclo. Debe ser copia Cotestática, porque la Blbllotcca Nacional de Caracas no dispone, para el servicio público, de lectores de microfilm, Al mismo liempo se potlrla gestionar que la Biblioteca Nacional de Caraca! reciprocase el gesto, enviándole copias fotostálicas de la obra de Coronel, titulada Un peregrino, que no se conoce cn Puerto RJéo, al extremo de que Pedreira no In Incluye en su meritísima Bibliogm' {ia Puertorriqucña (1493-1930). Con ello se le prestarla un buen ser· vicio n la investigación histórica de Venezueln y Puerto Rico.

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los precursores de las luchas obreras con espíritu clasista en Venezuela. "Volviendo a' mi pasado, escribe Coronel, siento orgullo en recordar que fui de los primeros que en Venezuela trabajaron por la clase proletarial>.6 Para defender mejor sus ideas, el colombiano Coronel fundó un periódico titulado El Obrero, del cual solamente en la Bi· blioteca Nacional de Caracas se conserva un ejemplar,' el que dedicara a la conmemoración del 1 Centenario del natalicio de José Antonio Páez. Francisco Gonzalo Marín fue- a vivir a la misma habitación que Coronel, donde entre el trabajo que como cajista obtuvo en la imprenta .. El Siglo" de su compatriota Lorenzo ClauselIs, los aro ticulos que escribe como redactor de La Sombra, periódico que editaba el puertorriqueño Luis (,abalIer, y un poco de desahogo bohemio, transcurrieron sus primeros meses en Caracas. Coronel asegura que Marín ingresó también como colaborador en la redacción de El Obrero. .. El colaboraba -escribe Coronel-, con la pluma y con la legítima influencia que ejercía en la colonia puer· torriqueña residente en Caracas, al triunfo de los ideales que yo defendía en la prensa».7 Es entonces cuando surge el incidente que mo6. Coronel, Juan, Un peregrino, Ob. cit. 7. Coronel, Juan, Un viajc..., Ob. cit.


tivará la decisión del dictador venezolano Andue· za Palacio de expulsarlos de Venezuela. Coronel nos lo explica en uno de los capítulos de su obra Uu peregrino. .. Había en Caracas -escribe Coronel-, un periódico del puertorriqueño Luis Caballer, llamado La Sombra; en ese diario escribían Francisco Gonzalo Marín y Félix Matos Bernier, inteligentes jóvenes también puertorriqueños. Apareció en La Sombra un artículo violento en que se le decía a Andueza la verdad desnuda: que vivía ebrio, que había convertido en un garito la residencia oficial y que a los ingleses más terribles no debía buscárseles en La Guaira, sino en La Casa Amarilla. Andueza perdió los estribos con sémejante golpe, y mandó a la cárcel a Mann, Matos Bernier y Caballero El Obrero manifestó que no creía de su incumbencia juzgar el escrito de La Sombra; pero que sí condenaba el abuso del Presidente de la República, puesto que había jueces competentes que conocieran de la causa de injuria y calumnia por la prensa, y Andueza no podía ni debía ser juez y parte. Que el pueblo estaba en el deber de poner en libertad a los escritores y castigar con la deposición al magistrado perjuro. A los pocos momentos de estar en circulación el periódico, fui llevado a la cárcel. Esto sucedía el 31 de julio de 1890. El 7 de agosto, en la mañana, Félix Matos Bernier, Gonzalo Marin, Luis Gaballer y yo, salíamos para La Guaira custodiados por algunos policías. En ese puerto supimos que nos embarcarían en el primer vapor. Unas horas después nos llevaban a bordo de La France».B

Como se puede muy bien deducir, la prisión de Matos Bernier, Mann y Caballer precedió a la de Coronel, pudiendo fijarla en los últimos días del mes de julio de 1890. La prensa diaria no pu· blicó nada, aunque debo aclarar que la investigación, en este sentido, es muy incompleta, debido a que a las colecciones de periódicos de la época, que conserva la Biblioteca Nacional de Caracas, le faltan, precisamente, los ejemplares de esos días. De La Sombra, que resulta tan importante a los fines de esta investigación, no hay ni un solo ejemplar. Solamente La Opinión Nacional, de franca tendencia anduecista, reprodujo el texto de la resolución de expulsión y unos días más tarde, un comentario de uno de sus colaboradores, justificando la actuación del Dr. Andueza Palacio. Juan Coronel, como él mismo confiesa, fue arrestado después, cuando desde las columnas de su periódico El Obrero, protestó del procedimiento arbitrario del dictador venezolano. 8. Coronel. Juan. Un peregrino. Ob. cit., pp. 261·262.

El Dr. Raimundo Andueza Palacio no era un dictador adocenado, de esos que hemos visto y aún vemos aparecer por los predios latinoamericanos. No era militar. Era un producto típico de la Universidad de Caracas donde había obtenido tres títulos: ingeniero, poctor en Medicina y doctor en Derecho. Antes de suceder al Dr. Juan Paplos Rojas Paúl en la primera magistratura venezolana, se había distinguido como parlamentario de ideas liberales y había desempeñado los minis· terios de Relaciones E~teriores, Hacienda y Rela· ciones Interiores. Era un notable orador y, sobre todo, había in~istido mucho en respetar, fiel a su credo liberal, la libertad de prensa. En el discurso inaugural de su gobierno, unos meses antes del incidente que provocara la expulsión de los periodistas puertorriqueños, había dicho: "Yo quiero prensa libre como el pensamiento... que analice, que castigue todos los actos de mi gobierno con severa justicia".

* * * El 4 de agosto de 1890 el Ministro de Rela· ciones Ir.teriores, doctor y general Sebastián Casañas, dirigía al Ciudadano Presidente del Consejo Federal Dr. Guillermo Tell VilIegas, la siguiente' co- . municaci6n : MINISTERIO DE RELACIONES INTERIORES

Estados Unidos de Venezuela. - Ministerio de Relaciones Interiores.Dirección Política. - Número 1.065. Caracas: 4 agosto de 1890. - 27.· Y 32.· Ciudadano Presidente del Consejo Federal. Tengo á honra someter á la consideración de este Alto Cuerpo, por el respetable órgano de usted, el adjunto proyecto de Resolución sobre orden público, que debe dictar este Ministerio por disposición del Presidente de la República; y en vista de la importancia del asunto á que se contrae Y'á que debe ejecutarse inmediata· mente lo que dispone. espero que se declare la urgencia del caso y se me conceda audiencia en la sesión ordinaria de hoy. á las 11 a.m. para su consideración. Dios y Federación. S. Casañas9 En efecto, el Consejo Federal accedió a lo solicitado, recibiendo esa misma mañana al Ministro Casañas, y sin mayor dilación procedió a apro9. Estados Unidos de Venezuela. Gaceta Oficial, Caracas, Lunes 4 de agosto de 1890. pp. 7. 764, Cols. 1.2, 3 Y 4. - Rep. en: .La Opi· nlón Naclonal-, Caracas. Lunes, 4 de agosto de 1890. p. 2; Rep. en: Estados Unidos de Venezuela. Recopilacidn de leyes JI lIeere/os im. presa por orden del doctor -D. R. Andue:a Palado. Caracas. Edición Oficial. Editorial de .La Opinión Naclonah, 1891, T. XV, pp. 146-1~8. El texto que aqul reproducimos es tomado de la Gaceta Oficial. He· mas respetado la ortografla original.

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bar la resolución de expulsión de Caballer, Matos Bernier, Francisco Gonzalo Marin y Coronel. El texto de la misma es el siguiente: "4662

Resolución de 4 de Agosto de 1890, disponiendo que los súbditos españoles Félix Matos Bernier, Luis Cahaller y Francisco Gonzálcz Ma· rin JO y el ciudadano colombiano Juan Coronel, sean embarcados para el extranjero en primera oportunidad. Estados Unidos de Venezuela - Ministerio de Relaciones Interiores - Dirección Política. Caracas: 4 de Agosto de 1890. - 27.· Y 32.· CONSIDERANDO' 1.0 Que el artículo 14 de la Constitución al consagrar en su aparte número 6, como una de las más excelsas garantfas de los venezolanos, la libertad del pensamiento expresado por me· dio de la prensa, ha exceptuado los casos de calumnia y de injuria, disponiendo que cuan~o estos delitos se cometan caen sus autores baJO la acción de las leyes comunes: - "Nadie será penado por calumnia ó injuria sino por querella ó acusación de parte ofendida, ó de sus parien· tes ó herederos, SALVO CUANDO LA OFENSA SE DIRIJA CONTRA LA AUTORIDAD PUBLICA" (Código Penal, Articulo 465.) En este caso la calumnia ó la injuria hecha á los frmciona. rios investidos de autoridad son delitos comu· nes, que producen acción ptiblíca y por los cuales pueden ser juzgados " condenados sus auto· res, de oficio por los Jueces competent~s, quie. nes deberán imponer las penas estableCidas por los artículos 451 y 456 del Código Penal. 2.· Que el Ejecutivo Federal, consecuente cl?n el cánon constitucional, ha declarado en clr· cular dictada por el Ministerio de Relaciones Interiores con fecha 31 de mayo último y lo ratifica en la presente, que: "Si la prensa es apasionada é injusta ahí está el criterio público para fallar con acierto; y si se inspira en un error ó en falsos informes, la prensa misma habrá de ser rep~radora suficiente; si calumnia, ahí están los Tnbunales de

justicia, para devolver sus fueros á le: verda.d y c:astigar al que mancilla la honra a¡ena,' St es agresiva y penetra en el santuario del I,ogar, eso basta para desautorizarla; pero si es justa, bien intencionada, decorosa é independiente, hay que convenir que está llenando una misión augusta, cualquier que sea su actitud pa~a con el Gobierno General ó para con los GobIernos locales." 3.° Que la Ley de 6 de Junio de 1884, por la cual se declara abierto á los extranjeros el territorio de la Rep,iblica y se determinan cuáles son los que gozan de los mismos derechos y garantías que los venezolanos, según el articulo 10 de la COlfstítución, establece: .,Artículo 1.0 El Territorio de los Estados Uni· 10. En el documenlo original aparece Gonz:llcz. en lugar de Gon· nlo.

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dos de Venezuela está abierto á los extranjeros de todas las naciones. 1.° Esta concesión no comprende individual· mente al extranjero que por algún antecedente ó motivo especial sea exceptuado por el Gobier· no de la República. 2.° La declaratoria en cada caso corresponde al Ejecutivo Federal. 3.° Cuando ella sea desfavorable, el Ejecutivo queda autorizado para prohibir el desembarco del extranjero, ú ordenar su salida del territorio, si ya lo ha efectuado. 4.° Que no deben confundirse los derechos civiles de los extranjeros, que les otorgan liberalmente nuestras leyes por el solo hecho de la admisión en el territorio nacional, con los derechos políticos que requieren la declaratoria de la nacionalidad ó domicilio, conforme a la tramitación legal del caso. 5.° Que el conjunto de estas disposiciones legales vienen á fijar de manera terminante la jurisprudencia en los casos expresos de calum· nia é injuria grave, inferidas por medio de la prensa; y que en consecuencia;, cu~nd~ esto; delitos se cometen contra funclonanos IDvestldos de autoridad, el procedimiento es de oficio y por acción pública; y cuando dichos delit?s sean consumados contra personas Ó corporacIones privadas,' la acción es individual, y puede promoverla ante los tribunales compdentes el agraviado ó sus parientes ó herederos. Respecto á los extranjeros la acción es esclusivamente potestativa del Ejecutivo Federal. Lo expuesto determina la doctrina pautada por las leyes en los casos de garantías constituciQnales á la prensa y de hospitalidad á los extranjeros. Fijando ahora las conclusiones de la doctrina general al caso especial de los periódicos La Sombra, El Independiente y El Obrero, cuyos redactores ó directores han incurrido en los delitos de calumnia y de injuria contra el Presi· dente de la República y otros altos funcionarios públicos, en su carácter de Magistrados, así como han calumniado también el santuario de la residencia oficial del primero; en cuya virtud se ha dispuesto el arresto preventivo de algunos de sus redactores ó gerentes; que ~on los señores Félix Matos Bernier, Luis Caballer y Francisco González Marin (súbditos españoles), del personal de redacción y colaboración de La Sombra, Juan Coronel, redactor de El Obrero (colombiano), Manuel Avila Blanco (venezolano) redactor de El Independiente,' y Manuel Marquiz y Eduardo Beltrán Díez (venezolanos), personal de La Guillotina. El Presidente de la República, con el voto afirmativo del Consejo Federal, RESUELVE: Los súbditos españoles' Félix Matos Bemier, Luis Caballer y Francisco González Marín y el ciudadano Colombiano Juan Coronel, serán em· barcados para el extranjero en primera ocasión por el puerto de La Guaira.


El Gobernador del Distrito Federal pondrá a la disposición de los Jueces respectivos a los venezolanos Manuel Avila Blanco, Manuel Marquiz y Eduardo Beltrán Díez, junto con el ex· pediente de sus respectivas causas, para que sean juzgados y sentenciado, conforme a las leyes. Comuníquese a los Presidentes de los Esta· dos de la Unión y á los Gobernadores de los te· rritorios para que conozcan las determinaciones del Ejecutivo contenidas en esta Resolución, al Gobernador del Distrito Federal para su cum· plimiento en la parte que le concierne, y al Ciu· dadano Ministro de la Guerra para conocimiento de los Capitanes de Puerto en la República, y su más estricto cumplimiento, caso de que los extranjeros expulsados pretendan regresar al país. Publfquese en la GACETA OFICIAL para constancia de su autenticidad, y en los periódi· cos de más circulación de esta· capital para la inmediata promulgación en el territorio nacional. Por el Ejecutivo Federal, S. CASARAS CONSEJO FEDERAL Aprobado por unanimidad Caracas: 4 de Agosto de 1890 El Presidente, GUILLERMO TELL VILLEGASII Ocho días permanecieron presos Caballer, Ma· tos Bemier, Marin y Coronel en la cárcel, totalmente incomunicados. Con ellos fueron presos, como ya hemos visto, otros periodistas venezola· nos, cuyas causas pasaron a los jueces civiles ordinarios. El 9 de septiembre de 1890 se embarcaron los expulsados en el puerto de La Guaira a bordo de La France rumbo a la isla de Martinica. Francisco Gonzalo Marin llevaba con él a su hija Quisqueya. Hallábase ~n la isla antillana gestionando con -el Cónsul de España que les pagasen los pasajes has· ta Puerto Rico. cuando el periodista venezolano Carlos César Hernández M. publicó, en La Opinión Nacional, de Caracas, el siguiente artículo, comentando el decreto de expulsión de los periodistas puertorriqueños. En el mismo defiende la actitud del dictador Andueza Palacio en los siguientes términos:

hacemos inspirándonos en los sentimientos li· berales, de orden que nos animan y nos han arrancado del silencio de la vida privada. para poner nuestro grano de arena en los cimientos del porvenir venturoso de la Patria, pues este ha sido siempre nuestro anhelo, y ver en ella implantada la república práctica, nuestra más ardiente aspiración. Creemos acertada la última resolución del Ejecutivo, porque está de acuerdo con las le· yes que juró cumplir y hacer cumplir ante el Pueblo Soberano, vindicando así la ciudadanía ultrajada en las personas de sus representantes con la calumnia y la injuria; aunque, como hom· bre, lamentamos la suerte de las plumas que tal vez inconscientemente penetraron en el san· tuario del hogar e hicieron de él el blanco de sus imaginaciones de fuego. armados con los dicterios por la inesperiencia y poca sensatez. La libertad de imprenta jamás autoriza las ediciones que perturban el orden público, sem· brando el gérmen de la discordia entre las ma, sas populares, y alentando los propósitos de los contra-revolucionarios que vijilan la hora de con· cluir con la paz, para envolver al país en los horrores de las guerras civiles; la libertad de imprenta no debe confundirse con el libertinaje de las desenfrenadas pasiones. que levantan su bandera tumultuaria donde ha concluído el pa· triotismo; jamás sus armas han sido el insulto soez, la vil calumnia, la despreciable injuria, y solo se ha limitado a señalar los errores exi· giendo la enmienda; nunca su lenguaje ha sido el lenguaje de la demagogia que predica la destrucción, sino el consejo razonable que convence y reforma. Desprestigiar a los Magistrados de una nación, con libelos, es un crimen, que la ciudada· nía honrada debe apresurarse á castigar, porque es la amenaza más insólita contra su tranqui. lidad, su bienestar y sus intereses; es abrir un ancho sendero a los descontentos que correrán de nuevo a sacrificar holocaustos al derrumba· do ídolo de la tiranía y sumirán a la Patria en la peor degradación. sin que entonces pueda quejarse siquiera de sus males. Nada de personalismo, pues el personalismo nos ha matado siempre; nada de caudillos cuyos sables han asolado nuestros campos. El poder civil es nuestra salvación y a él debemos seguir antes que los guerrilleros vuelvan a su antiguo casiquiaje y hagan de nuestros pueblos sus feudos. Hasta donde seamos dignos de la libertad de imprenta nuestra sensatez y buen criterio 10 dirá.• 1z

Al tomar la pluma para dar nuestra opinión acerca de este acto del Gobierno Nacional, lo

Como se ve, la razón de la expulsión de Fran· cisco Gonzalo Marin de Venezuela es otra muy distinta de la que hasta ahora han sospechado y afirmado sus biógrafos puertorriqueños. Andueza Palacio tenía conocimiento y experiencia, como ano tiguo Ministro de Relaciones Exteriores y abogado, del Derecho Internacional. Si el verdadero motivo hubiera sido el alegado hasta ahora de los insultos a Ulises Hereaux, en primer lugar hubie-

11. Estados Unidos de Venezuela, .Gacetll Oficiala, Caracas. Lunes, 4 de agosto de 1890. - (Véase la nota número 9;). Se ha res· petado la ortogr.úfa del orl¡lna1.

12. • La Opinión Nacional>. Caracas. 16 de agoslo de 1890. p. 3. Se ha conservado la ortograffa del original.

.DECRETO DE DESTIERRO Y FORMACION DE CAUSA DEL EJECUTIVO NACIONAL SOBRE 'LOS PERIODISTAS.

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ra expulsado a Francisco Gonzalo Marin sólo, pues él era el único responsable de esos insultos. En segundo lugar, en buen derecho podría haber alegado esos insultos a un gobernante extranjero,' con cuya nación Venezuela conservaba muy buenas relaciones, y haberlos consignado en los considerandos de la Resolución. No hubiera sido la primera vez que un jefe de gobierno hubiera hecho salir del país a un extranjero, por insultar al jefe de Estado de una nación amiga. Y hasta los ha asesinado, como 10 hizo después Machado, en Cuba, para complacer a Juan Vicente GÓmez. Pero todo parece indicar que la verdadera razón es ese artículo injurioso, publicado en La Sombra, de que habla el propio Andueza Palacio y su Ministro Casañas en el texto de la Resolución, y confirman después el colombiano Juan Coronel y el periodista Hemández M. Francisco Gonzalo Marin se vengó del dictador venezolano atacándolo en versos lapidarios que vie-

ron la luz ocho años después, en 1898, cuando a los pocos meses de su solitaria y triste muerte en las ciénagas de la Isla de Turiguanó, frente a las costas de Camagüey, en la Isla de Cuba, su como patriota y compañero del Ejército Libertador cubano, el comandante Modesto Tirado, editó, en plena manigua, en la imprenta de .. El Cubano Libre", y como obra póstuma del poeta. su libro titulado E 11 la arena. u

Caracas, agosto de 1967. 13. Marln. Francisco Gonzalo. En la arena, Cuba. Imprenta de .El Cubano Libre-, noviembre 1898, 1 foUeto, 87 pp. Contiene el tra. bajo del comandante Modesto Arqulmedes Tirado. compatriota y ami. 10 de Francisco Gonzalo Marin. Esta primera edición no la cita An· tonio S. Pedreira en su Bibliograffa Puertorriqueña. Citada por Trelles. Carlos Manuel, Bibliograf(a Cuband del siglo XIX, T. VIII, pp. 176. - Citada por CICrcdo de Figueroa. Patria. - Hay una se· gunda edición, hecha en ese mismo ailo de 1898, en Nueva York, 1 folleto, 33 pp. Hay uno tercera edición hecha en ManZl1llillo, Cuba, Editorial .EI Arte>, 1944, 1 Vol., 159 pp. Citada por Clfrcdo de Fi· lueroa. Patria, pero dando como Cecha de edición la de 1943.


Puerto Rico: Vivencia y Querencia * Por ARTURO MORALES-CARRIÓN

os AZARES Y CIRCUNSTANCIAS DEL DESTINO ME HAN llevado a formar parte de una legión de puertorriqueños de vida migratoria y errabunda. Muchos hemos venido hoy -como ya es tradición-· en peregrinaje a Barranquitas, pero mi ruta ha sido más larga y ha abarcado más paisajes, y por ello el gozo de estar aquí con ustedes es mayor y mi gratitud más honda. En las luchas y vicisitudes de esta comunidad que es Puerto Rico, venir a Barranquitas es ya grato paréntesis. Fue el propio Muñoz Rivera quien estableció la tradición. Aquí estaba su raíz y aquí estaba su savia. Aquí estaba su humilde río para el itinerario de su angustia y para la paz de su espíritu. Las generaciones posteriores han vuelto aBarranquitas con el fin de meditar sobre nuestro país, las raíces de su historia, la naturaleza de sus problemas y el esquema de su vida futura. Venir a Barranquitas constituye un acto de reflexión y dedicación. Constituye un rito renovador, junto a la tumba de aquel hombre noble y altivo, de vida batallona, quien todavía nos remite los enérgicos mensajes de su prosa viril. Hemos caminado por diversos rumbos para llegar aquí, al pueblo donde nació quien fue uno de nuestros grandes caminantes modernos. Caminó duro y largo Muñoz Rivera, porque dura y larga era la lucha de su tiempo para crear en esta isla un país con conciencia de sí mismo y voluntad de destino. Hijo de un pueblito de estampa rural, tuvo que ir lejos, muy lejos, para dar las batallas de su pueblo -a Madrid, a Nueva York, a Washington. Tuvo que adaptarse a las más varias circuns. tancias y las más diversas costumbres. Tuvo qúe

L

pOr

• Discurso pronlUlclado el doctor Arturo Morales·Carrlón con motivo de la conmemoraciÓn del natalicio de don Luis Mufiol; Rivera en Barraoquiw, Puerto Rico, el dla 17 de ju110 de 1967.

ejercitarse en el aprendizaje de un idioma distinto. Y él, hombre de diálogo y polémica, aprendió a guardar silencio, a darse a sí mismo grandes lecciones de paciencia, y a vivir en medios extraños, en una honda soledad. Cuando Muñoz Rivera, hace cerca de un siglo, se puso en marcha hacia un destino que él mismo calificó de "luchas incesantes", el puertorriqueño vivía -como nuestra mata de plátano- firmemente arraigado en la tierra. Era incipiente y apenas isleña nuestra movilidad social. Muñoz Rivera, maestro de inquietudes, fue uno de nuestros pri. meros puertorriqueños andariegos. Entre su tiempo y nuestro tiempo, más de un millón de puertorriqueños se ha puesto también en camino. Este millón de caminantes ha desbordado la isla, se ha asentado en Nueva York y desparramado en otras ciudades de los Estados Uni· dos. Pero hay, además, puñados andariegos en otros lugares: en la América Latina, en España. en el lejano Hawaii, donde he visto a la vieja generación rezar en español y recordar las canciones de su tierra.

Las dos comunidades, Entre el tiempo de Muñoz Rivera y nuestro tiempo, surgen dos comunidades puertorriqueñas. Una -la interna- está aquí como laboriosa col· mena, rehaciendo el paisaje material y social de la isla. Está, como es natural, más firmemente arraigada en la esencia de nuestra tradición, en la fuente histórica de nuestra cultura, en la raíz de nuestra psicología colectiva, en la peculiar manera de ser que nos distingue como pueblo. Profundos y dramáticos son los cambios que aquí han acontecido. Se han transformado las condiciones ex-

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ternas de la vida. Se han modificado las costurpbres. De una sociedad pastoril y agraria, hemos pasado por nuestro propio esfuerzo a una sociedad industrial, de intensa vibración colectiva. Pero el puertorriqueño en esta isla aún reza y ama y jura en español. Nuestra otra comunidad -la externa-, vive como minoría, en una sociedad pluralista y dinámica, sociedad a la que nos unen firmes y perdurables lazos de conciudadanía. Vive zarandeada por presiones y prejuicios, en un esfuerzo dramático por afirmarse. Desarrolla en estos momentos una nueva generación, agresiva y capaz, con raíces en las luchas de sus comunidades respectivas. Un nuevo tipo de puertorriqueño surge de ese complejo proceso, y comienza a actuar con acento propio en la vida de los Estados Unidos. En los líderes nuevos, asoman la pugnacidad, el espíritu fiero y democrático, la dedicación al pueblo, que fueron características de Muñoz Rivera. Si a Muñoz Rivera le angustiaba e impulsaba en su batallar la conciencia de que en su tiempo el puertorriqueño no valía en su propia tierra, así, entre los líderes de nuestra comunidad externa, una conciencia parecida les anima en sus esfuerzos para que al puertorriqueño se le reconozca su valía allí donde se ha establecido. Entre nuestras dos comunidades, se extiende como vivo y eficaz nexo el ejemplo de los hombres que personificaron, como Muñoz Rivera, el espiritu batallador puertorriqueño. Existe, como fuerte vínculo adicional, la común ciudadanía, a la que cada comunidad debe enriquecer con originales aportes, que sean c1a,ros testimonios de la vocación del puertorriqueño al trabajo, a la vida democrática y a la solidaridad social. Ambas comunidades se enfrentan a distintos retos sociales y culturales. Las fórmulas que ayuden a resolver los problemas del puertorriqueño de la comunidad interna, donde él es la inmensa, la total mayoría, no pueden ser necesariamente las mismas del puertorriqueño de la comunidad externa, donde él es una minoría en vigorosa ascensión social. Unos y otros deben respetar las maneras peculiares con que cada comunidad se enfrenta a su destino. Distinto es el contexto sociológico en el que cada una vive, y distintas también tienen que ser las fórmulas sociales o políticas que cada comunidad desee utilizar para vivir con bienestar y decoro. Pero al escindimos en dos comunidades, al modificar tan profundamente las bases materiales y sociales de nuestra vida, ¿es que acaso hemos perdido nuestra unidad cultural? La experiencia tan singular de Puerto Rico ha atraído la atención de muchos estudiosos y ya hay toda una literatura polémica sobre el tan zarandeado asunto de nues34

tra cultura. No es éste el momento ni es propia la ocasión para disquisiciones eruditas, pero algunas observaciones quizás sean de rigor. Si con instrumentos estadísticos en la mano comparamos al país de hoy con el país de los tiempos de Muñoz Rivera, .podriamos afirmar que estamos ante otro país, otro pueblo, otra cultura. Si observamos varias de las características de nuestra vida social, si nos atenemos a una mera contemplación externa de nuestro comportamiento, también podríamos insistir en que se ha desarticulado nuestra cultura y que estamos todos en transición, o acaso en trance de liquidar un patrimonio histórico. Pero el remolino de la vida de este pueblo, con sus dos comunidades en dinámico movimiento, remolino que atrae y perpleja a los estudiosos de los cambios ·sociales, también incluye una difícil zona de acceso donde están los afectos y vivencias, los modos íntimos de sentir, en los que, a fin de cuentas, nos reconocemos, nos movemos y somos los puertorriqueños. Este Puerto Rico que vivimos desde adentro es quizás el que más nos define.. verdaderamente, el que hoy nos congrega aquí, como ha de congregar -así lo confiamos- a nuestros hijos y a nuestros nietos y a los nietos de nuestros nietos.

Puerto Rico: Vivencia y Querencia. Puerto Rico es una vivenCia y una querencia. Puerto Rico es una experiencia vital, personal e intransferible. Es un apego hondo a una tierra, un amor de cálida llama interior, intocada por vientos externos. Es un sentimiento complejo, en el que entran recuerdos, aromas, imágenes visuales, sabores y vOCes. Los puertorriqueños pensamos sobre muchas cosas de modo muy distinto. Nos dividimos a veces en tribus psicológicas o tribus políticas. Nos damos de codos en nuestra poblada isla. Andamos dispersos por otros mundos, ante situaciones sociales muy diversas. Pero en nosotros hay la vivencia y la querencia de la tierra. Cada puertorriqueño tiene, como Muñoz Rivera, un río en el recuerdo, en el que se bañó o pescó o paseó en bote; un río para sus ilusiones o sus penas, un río, en fin, que le habla de lo que es Puerto Rico. Cada puertorriqueño tiene en el recuerdo un árbol favorito, un jardín con la fragancia inimitable de la flora nuestra, acaso la estampa de un sendero "arropao de cundiamores", como en la vivencia poética de Lloréns Torres. Cada puertorriqueño tiene el recuerdo de una fruta que gustó de niño -un mangó, un níspero,


un guineo, una quenepa-, que le sabe a su pueblo y a su gente. Cada puertorriqueño tiene una loma, un valle, un pedazo de costa, con playa y cocotero, una visión del mar, que le explican [o que es su ser puertorriqueño. Cada puertorriqueño guarda el sabor de los platos del terruño: el sabor de los bacalaos fritos, del lechón y la gandinga, el sabor de las habichue· litas blancas y de esas serenatas de batata y yautía, que son una fiesta de familia, y saben mejor, tanto mejor, cuando estamos junto a seres queridos y nos llega el recuerdo de la tierra. Cada puertorriqueño tararea alguna vez canciones que aprendimos en el indefinible pasado de la cuna y del regazo materno; canciones escolares de días de sol y de lluvia; canciones de los momentos románticos o fiesteros: boleros, sones, plenas y la sin par delicadeza de la danza. Y esto también nos dice lo que es Puerto Rico. Cambia la manera de vivir del puertorriqueflo. Ganamos y perdemos muchas cosas. Nos vamos y venimos con la inquietud del mar que nos rodea. Pero aquí en Barranquitas o allá en Ponce o San Juan; o allá más lejos, en Manhattan, o aún más lejos, en Chicago o San Francisco; y todavía más lejos, en Hawaii; o en México, Venezuela, Perú, Argentina, nos congregan y unen el recuerdo y el sabor de la tierra, el compañerismo campechano que va con nuestro lechón y gandinga, o con nuestro ron, o con el humo de nuestro tabaco, o con el aroma inigualable, inimitable, único, de nuestro café. ¿ Cómo medir con frías estadísticas estos sentimientos? ¿Cómo encasillarlos en objetivos cuestionarios? ¿Cómo explicar esta voluntad de peregrinaje a Barranquitas y el afecto y aprecio por los hombres que ayudaron a definirnos y a hacernos como pueblo? Hay una solidaridad espiritual de destino que nos une. Solidaridad que nos viene del pasado y nos lleva hacia el futuro. Aquí en Barranquitas está en tensión este sentimiento. Venimos, no a rendirle culto al pasado, sino a contemplarnos en el espejo de lo que somos, con nuestras virtudes y defectos, con nuestros problemas y nuestros afanes y nuestras esperan· zas, para marchar resueltos hacia el porvenir. Puerto Rico no es un estar, cómodo y definido. Puerto Rico es un ser histórico haciéndose, forjándose, transformándose en el tiempo. Puerto Rico es una cadena de generaciones, frente a situaciones nuevas, aceptando cada una un reto peculiar, una transición difícil.

La Herencia Puertorriqueña. Hay cosas que al puertorriqueño se le han dado regaladas. Constituyen su herencia dadivosa: en-

tre ellas, -la belleza de la tierra; la alegría del sol; la frescura de los aires; la convivencia social sin odios ancestrales; la campechanía y la espontaneidad en el trato; el sentimiento de mesura, con· trario a toda forma de violencia colectiva; la voluntad de trabajo. Todo esto ha sido regalo para el pueblo de Puerto Rico. Pero de igual modo, hay la herencia de esca· sez, la herencia cicatera: la falta de grandes extensiones territoriales; la falta de abundantes recursos naturales; la ausencia de petróleo, carbón e hierro. No hay aquí fértiles e inmensas llanuras o pampas, ni montañas de. estaño, ni minas de oro, plata o uranio. Lo que a Puerto Rico se le dio en belleza na· tural y en condición generosa de convivencia humana, se le negó en extensión y fácil riqueza accesible. Con este inventario de lo que se le dio y de lo que se le negó, Puerto Rico ha tenido que forjar su destino, dependiendo más de su inteligencia, su trabajo, su prudencia, su sentido de la rea· lidad y su vivencia de pueblo que de riquezas abundantes, de fácil explotación.

Los Retos Generacionales. Cada generación frente a su reto: en 1800, comenzó Puerto Rko a ser algo más que una ciudad murada y un puñado de poblados dispersos en el litoral, o anclados como la Villa de San Germán en valle feraz. Amaneció un sentimiento de país con Ramón Power y los hombres de su generación. Comenzó el avance definitivo hacia el interior, la colonización de la altura, el momento del cafetal umbroso. Hasta ese momento, salvo en Cayey y Utuado,. la montaña era tierra agreste, valla aisladora, frontera sin conquistar. Las dos primeras generaciones del siglo trataron de liberalizar el régimen para poblar el país, para esparcir los ingenios en la costa y los cafetales en la altura. La fundación de este pueblo -Barranquitas, en 1803- es ejemplo claro de ese avance de la colonización hacia los valles elevados, y ('on él la marcha del empeño de congregar los vecinos en pueblos, con su cura y sacristán, sus boticas y colmados, su Guardia Civil y sus primeros profesionales, de saco y chaleco, leontina y bastón. De 1800 a 1850, crece Puerto Rico. No es país estático. La red de poblados ayuda a la circulación de los productos y a la difusión de las ideas. Surge una nueva generación, que ya puede viajar y educarse. Y tiene allá, en las urbes españolas, en Barcelona y Madrid, la aguda vivencia y querencia del país. Un grupo notable de puertorriqueños 35


-Tapia, Baldorioty, Acosta, Alonso, entre otrosse forja la imagen histórica puertorriqueña, crea ~Ia primera importante expresión literaria, el primer análisis sociológico, la nueva interpretación económica y política. Están haciendo mentalmen· te un nuevo país, dentro de la anarquía de la política española, en un momento en que España es nación sin brújula, desgarrada entre los 'que desean su modernidad y los que se aferran a un arcaico tradicionalismo. Esta generación crea el estilo político de la autonomía, del que Baldorioty de Castro será su principal arquitecto, el estilo histórico que continuará Muñoz Rivera. Surge así un movimiento-pueblo, un movimiento que es algo más que un esfuerzo partidista o una doctrina que congrega adeptos, o un intento de lograr el ejerci~io del poder político.

El Movimiento.Pueblo. ¿Qué define al movimiento-pueblo en nuestra historia? Lo define su comprensión de las comple· jas realidades en que se desenvuelve la vida del pueblo. Lo define una voluntad de progreso, de mejoramiento, no motivada -por individuales egoismas, sino por el bienestar de la comunidad toda. Lo define un peculiar modo de sentir a Puerto Rico como una unidad, no dividida en tribus sociales o políticas. Lo define la búsqueda del mayor consenso de voluntades para arrepechar frente a los retos difíciles de cada etapa histórica. Lo define el intento de sumar, no de restar; el esfuerzo de alcanzar una cohesión interna de la voluntad social, respetando la minoría y la desidencia, pero afirmando sobre todo los ¡factores de concordia y unión y no los factores de discordia. Lo define el sentimiento profundamente nuestro de mes,,!ra Y realismo ante los problemas; el rechazo de la violencia verbal y física para resolver cuestiones colectivas; la fe en el diálogo y la controversia y en el ejercicio democrático del voto para llegar a de· cisiones fundamentales en la vida del país. Lo caracteriza la convicción de que Puerto Rico frente al complejo diagrama de sus realidades, no puede ser jamás prisionero de ideologías abstractas. Un movimiento-pueblo se apoya en el pluralismo, no en el sectarismo. Un movimiento-pueblo es mucho más que un movimiento político, aferrado a tal o cual doctrina. Un movimiento-pueblo no coloca a la isla con· tra la capital, ni al campo frente al pueblo, ni a Ponce frente a San Juan, ni a San Germán frente a Ponce, ni al jíbaro frente al intelectual, ni al trae bajador frente al útil empresario económico, ni al joven frente al viejo. Un movimiento-pueblo, como el que acaudilla· ron, primero, Baldorioty, y luego, Muñoz Rivera, 36

reconoce el derecho histórico de cada generación para dar lo mejor de sí en beneficio del país. Un movimiento-pueblo aglutina generaciones; no dispersa generaciones. Reconoce que la energía y el entusiasmo y el empuje de los jóvenes es factor indispensable; pero reconoce asimismo que la experiencia de los maduros es igualmente esencial. Un movimientQi>ueblo es plural y complejo como un bosque. Nosotros, los puertorriqueños viajeros, los que hemos vivido en climas templados -y ya somos muchos-, sabemos que la realidad del bosque es algo más que la lozana realidad de la primavera. En el otoño asoman todas las tonalidades de la floresta, todo su múltiple colorido. Vemos entonces con mayor comprensión, lo que el bosque en verdad es. El bosque necesita de la explosión alegre de la primavera, pero necesita también de la expresión madura y singular del otoño. Un movimiento-pueblo es como un pinar en el que brotan de la raíz fuerte de los pinos viejos -como decía Martí- los pinos verdes. Las nuevas generaciones en Puerto Rico -esa es enseñan· za que nos viene desde Baldorioty y Muñoz Rive· ra- tienen que ver más lejos que las generaciones anteriores, pero a condición de que se monten y empinen sobre las espaldas vigorosas de las generaciones que dieron también el fruto de su lozanía. Muñoz Rivera fortaleció la herencia política de Baldorioty porque tuvo como él un profundo atisbo de lo que era el movimiento-pueblo que dio vida e impulsó a la autonomía. En su tiempo, había que alcanzar una finalidad psicológica: que el puer· torriqueño valiese en su tierra. Había que lograr una finalidad política: que el puertorriqueño pudiese ejercer poder suficiente para trazar el rumbo que debía llevar el país, poder para aprobar leyes y determinar la política fiscal, la económica, la educativa. Había que realizar una finalidad social y económica: liberar al pueblo de su estrechez y penuria, de su ignorancia y apatía. Para lograr estas finalidades, había que entendérselas con España y no romper con España. Ha· bía que liquidar un viejo colonialismo en uno de los momentos más oscuros y. tristes en la historia española, cuando la nación, en el ocaso de su poder, no podia -gobernarse a sí misma. Muñoz Rivera tuvo que tratar con un mundo político en el que los factores de poder estaban en proceso de disolución: España. Y cuando comen· zaba a t~unfar, tuvo de repente que lidiar con otro mundo político, en el que los factores de poder se hallaban en la más vigorosa ascensión que registran los tiempos modernos: Estados Unidos. Reelaborar el consenso puertorriqueño dentro de un nuevo y complejo diagrama de realidades, entendérselas con los Estados Unidos en un plano de dignidad colectiva como antes lo había hecho con España, fue tarea de .Muñoz Rivera en sus


últimos años, y fue el reto que también quedó en pie para las generaciones sucesivas. En el 1940, surgió en Puerto Rico otro movimiento-pueblo, otro intento generacional de reestructurar 1la vida del país, con fervor y realismo, con profundo sentimiento de unidad puertorriqueña, con v~cación de progreso y bienestar. Esa acción generacional tuvo el aliento del pasado, pero también la visión de un nuevo y dinámico Puerto Rico del futuro. Entendió el esencial mensaje de que en Puerto Rico la libertad no es una definición libresca, sino un quehacer histórico, un quehacer diario, un repechar sin descanso. Muchas de las tareas que angustiaban a Muñoz Rivera en gran medida se han cumplido. Hoy vale el puertorriqueño en su propia tierra. Hoy ejerce el puertorriqueño efectivo poder político para influir en los rumbos del país. Hoy se ha superado en mucho la herencia de estrechez y miseria que hería la sensibilidad social de Muñoz Rivera. Hoy existe un creciente entendimiento con los Estados Unidos sobre la relación entre los dos pueblos, basado en afectos y respetos que se han acrecen tado con el tiempo. Muñoz Rivera escribió una vez: "El día que nuestro campesino conozca los abusos de que es víctima y se disponga a rechazarlos; el día que abandone la gallera por el mitin y los naipes por el periódico; el día que la mujer puertorriqueña críe y eduque a sus hijos para ciudadanos y no para esclavos; el día que despierte el país del letargo en que dormita: ese día asistire· mos a la boda de Puerto Rico con la libertad." Esta cita le valió a Muñoz Rivera una de sus más enconadas polémicas. Por ella fue tildado de separatista por el incondicionalismo, viejo adversario de todo auténtico movimiento-pueblo en Puerto Rico. Pero hoy día el campesino sabe reclamar y afir· mar sus derechos. Hoy día sabe abandonar su gallera por el mitin. Hoy día cada madre puertorri·

queña sabe que se ha multiplicado extraordinariamente la oportunidad para la-educación de su hijo y que se le educa para que sea ciudadano de una sociedad moderna y democrática. Hoy día el país todo está en pie de acción y voluntad de trabajo. El incondicionalismo perdió aquella batalla. La ganó históricamente Luis Muñoz Rivera porque supo entender y cJefinir el consenso de voluntades de su pueblo. No es fácil ni será nunca fácil en Puerto Rico este quehacer de la libertad. Desaparecen unos problemas. Emergen otros. Unas veces se lucha contra la miseria y la estrechez. Otras, contra la incomprensión o superficialidad. Y hay, además, esa otra lucha patética contra el incondicionalismo de los que no entienden la profunda unidad de propósitos que se encuentra en nuestra realidad de pueblo. El movimiento-pueblo en Puerto Rico estuvo siempre frente a la incomprensión, la superficiali· dad y el miedo. Le dio voluntad y ánimo al país, le dio mesura, seguridad en si mismo, sentido de convivencia, fe de futuro. Esa sigue siendo su indeclinable misión histórica.. Hay una frase de uno de nuestros grandes con· ciudadanos, de un hombre del Norte que fue uno de los mejores amigos de Puerto Rico y de sus aspiraciones, de un hombre que supo como pocos expresar los grandes valores morales de la ciudadanía que todos compartimos; valores que están sobre toda conveniencia personal o egoísta. Me re· fiero a aquella frase de JoOO F. Kennedy, tan aplicable a Puerto Rico como a Estados Unidos, frase que podía haber sido también de Luis Muñoz Rivera: "No preguntes lo que tu país puede hacer por ti. Pregunta más bien lo que tú puedes hacer por tu país." y podríamos agregar nosotros: "¡Y hazlo, hazlo, cada vez que te llegue el momento!"

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Exposición de Carlos Osorio

EL 6 u

"Desnudo"

Palma"

DE OCTUBRE SE ABRIÓ EN EL INSTITUTO DE CUL-

tura Puertorriqueña la exposición de obras de Carlos Osorio, segunda de este pintor que ha presentado la institución. Carlos Osorio nació en Caguas en 1927. Desde temprano tuvo afición por la pintura, pero fue el impacto que produjo en su sensibilidad el arte japonés, durante los días que estuvo destacado como soldado en tierras de Oriente, lo que determinó su dedicación al estudio de las artes plásticas. Su preparación fonnal la hizo en Nueva York, bajo profesores como Hogarth, Boyle y Criss. Fue Francis Criss el profesor que mayor influencia ejerció en él. Tres años pasó Osorio en los Estados Unidos. De regreso a Puerto Rico en 1956, se consagró desde entonces a la obra pictórica. Durante muchos años trabajó como artista e": la Sección de Artes Gráficas de la División de Educación de la Comunidad, organismo adscrito al Departamento de Instrucción Pública. Hace algún tiempo trabaja por cuenta propia. Artista fecundo, ha expuesto sus obras indivi· dualmente o en muestras colectivas, en el Ateneo Puertorriqueño, la Universidad de Puerto Rico, el Instituto de Cultura Puertorriqueña (1964) y en varias galerías de San Juan. También participó en la Primera Bienal Hispanoamericana, que tuvo lugar en México en 1958.


"Ella"

"Paisaie"

El artista en su taller


Margot Arce de Vázquez y su libro sobre José de Diego* Por

IN1·RODUCCIÓN. -

CUANDO LA SOCIEDAD DE AUTORES

Puertorriqueños, a través de su Presidente, me invitó a hacer breves apuntaciones críticas en torno a la obra de Margot Arce de Vázquez -con ocasión de la reciente publicación de su libro sobre José de Diego-- acepté entusiasmado. En cuarenta años de labor docente en la Universidad de Puerto Rico y de alerta intervención en la vida cultural y política del país, es la primera vez en que púo blicamente se le rinde un agasajo a esta ejemplar mujer puertorriqueña hacia la que todos somos deudores en una u otra fonna. En la última col~­ ción de grados de nuestro primer centro docente, su casa de labor y devoción, le correspondió el discurso de exhortación a los estudiantes graduados. Todos pudieron así apreciar la ponderada reflexión, la conmovedora sabiduría y certera be· lleza de palabra de esta mujer que por años ha permanecido olvidada, en ocasiones perseguida y por muchos menospreciada. Siempre me es fácil hablar de Margot Arce de Vázquez e~ privado o en mis clases de literatura; es ella una de mis fuentes principales, modelo de comportamiento moral y punto de referencia en este arriesgado y equívoco vivir insular. Nunca lo he hecho en público y menos 'Para valorar su obra. Otras personas hay, que lo hubiesen podido hacer con más facilidad, justeza y juicio más atinado y reconocido. No poseo los méritos extraordinarios que la labor requiere, y la misma autora me ha escogido ya que en los últimos diez años yo he sido su amanuense, y era de las pocas personas que ca-

LUIS DE ARRIGOITfA

nocía en su totalidad este libro sobre La obra lite. raria de José de Diego que aún no ha llegado a manos del público. A Margot Arce de Vázquez me unen. lazos estrechos de admiración, agradecimiento, lealtad, devoción y amor; ella es mi madre espiritual por adopción y mutuo consentimiento. Durante diecisiete años ha sido mi consejera. mi confidente, mi consuelo y sostén moral; la he escuchado en sus cla· ses, en sus conferencias, en sus libros, en su ofi· cina privada y en la intimidad de su hogar. Creo conocerla, creo comprenderla, creo amarla; y no creo que el amor me impida verla en su valor total, porque es el conocimiento lo que mueve nuestra voluntad y nuestro amor y sólo aquello que se admira y ama nos nutre el alma, el espíritu. El libro de la Dra. Arce, que acaba de publicar el Instituto de Cultura Puertorriqueña como mutuo homenaje de autora e institución al Centenario de José de Diego, es para mí obra de plenitud y madurez en que ella nos ha entregado la totalidad de su ser: sabiduría, inteligencia, sensibilidad y devoción a la cultura patria, a la vez que un admirable ejemplo de los más apropiados y certeros métodos estilísticos de valoración literaria. Toda su labor docente y toda su obra anterior de crítica e interpretación parecen conducir providencialmente a la creación de este libro, que siendo un homena· je a una de nuestras figuras próceres ~s a la vez un autorretrato de esta extraordinaria mujer puertorriqueña.

Garcilaso de la Vega. 1 Margot Arce se inicia como escritora con la publicación de su tesis doc1.

• Palabras leidas el :lA de junio de 1967 con ocasIón del agasajo ofrecido por la Sociedad de Autores Puertorrlquel'ios a Margal Arce 4e ViUquez por la reciente publicación de Úl obra /iterarla de ]os¿ de Diego.

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1. Madrid, Hemando, 1930, 14D p.; 2.a ed. Rlo Piedras, Unlversi. dad de Puerto Rico, 1961, 142 p.


Margol Arce de VAzquez

LA OBRA LITERARIA

LA OBRA LITERARIA de José de Diego

INSTllUTO DE

_ JUAN .,6,

toral de la Universidad de Madrid -Garcilaso de la Vega (Contribución al estudio de la lirica espa· ñola del siglo XVI)- en 1930, cuando apenas tiene veintiséis años. Impresiona este libro por la se· riedad, madurez, certera valoración, fina sensibi· lidad y aguda inteligencia que revela su autora. El Garcilaso se ha convertido en un clásico de la interpretación de análisis estilístico y modelo de crítica en todo el ámbito de los estudios hispánicos. Cada libro, al igual que cada uno de sus curo sos, conferencias y artículos, nos revela un aspecto de la rica personalidad de la autora. En Garcilaso admira el equilibrio clásico renatentista en la forma y el pensamiento; su estoicismo: la contenida emoción y la libertad moral; el bucolismo ante el paisaje; el carácter hispánico: grandeza, desen. voltura y cortesía. El examen de las cualidades de su estilo, de los temas e ideología del poeta no la lleva al mero cotejo laberíntico o a la estadística fría y aniquiladora de la gracia estética o del sentimiento, sino que se vuelcan iluminadores de una visión total, una configuración integral de la cu!· tura española del siglo XVI, ofreciendo la ejempla. ridad de una vida: Estoica serenidad frente al dolor, estoica sumisión ante lo inevitable, sentimiento contenido y profundo, expresión sobria e inmóvil; tal la melancolía de Garcilaso. El poeta siempre fiel a su ideal de belleza clásica, sacrifica el arre· bato apasionado, y canta sus dolores con la

~LTUaA PUEUOIWQ~

111 M.lro IJCO

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mansa y resignada ternura que convenía al ambiente luminoso de las églogas y la visión de .un mundo ordenado y armonioso.1 A este primer estudio de Garcilaso han seguido en el tiempo tres nuevos trabajos sobre la Egloga 1, la Egloga 11 y la Canción 111; trabajos cada vez más acuciosos, más finos y precisos de los que la figura del "príncipe de los poetas castellanos" surge con más señera probidad y permanente belleza. Al concluir el examen de la Canción 111 -Cerca del Danubio una isla...- afirma: ...La responsabilidad hacia su creación viene a ser correlativa de su responsabilidad moral. Parece decirnos que las obras de arte y las obras morales se nutren de las mismas raíces; son actos personales y participan de la vida espiritual de su creador. Se sabe tan dueño de sus versos como de su albedrío. Puede crear la isla de perfección y hermosura; también puede negarle la salida, la comunicación con el mundo y con los hombres. El poema traduce la esencial unidad de ética y estética característica de las más puras creaciones del arte español de todos los tiempos.3

2. Impresiones. / Pasan veinte años sin que vuel' va a aparecer un libro suyo. Son veinte años de dedicada atención a sus labores universitarias y en que la prensa diaria y las revistas de mayor 2. 1bid., p. 51. 3. Cerca del Danubio una isla.... Separata del Homenaje a DIl.· maso Alonso, Madrid, Gredas. 1960, p. 1.000.

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prestigio del país recogen sus numerosos artículos. Ella misma confiesa, con su acostumbrada modestia, que no cree ser una escritora innata: El que tiene vocación para escribir, escribe por necesidad interior. Yo no la tengo. Para mí el escribir es producto secundario de mi trabajo como maestra de literatura. Por esta razón hago comentarios más o menos críticos de obras literarias, porque es un trabajo que se exige. No tengo que escribir, soy más feliz cuando no escribo; el escribir me obliga e impone responsabilidades. Mis libros tienen un gran defecto, se resienten del método pedagógico. Son libros que he escrito pensando en el trabajo que tengo que hacer con mis alumnos en ayudarlos a comprender y aprender los textps lite~rios.· En su cátedra del Departamento de Estudios Hispánicos explica cursos sobre Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, Góngora, Poesía y teatro de García Larca, Poesía española contemporánea, Poesía y prosa medieval, Cantar del Mío Cid, el Romancero, El Quijote; además de cursos generales de historia de la literatura española, literatura del Siglo de Oro, Renacimiento y Barroco. Su interés la mueve al estudio de las características y manifestaciones más peculiares del alma española, ya sea en la historia, la cultura, la pintura, la poesía, el teatro y su novela máxima -El Quijote-. A veces, violentando su ingénita timidez, acude al Ateneo Puertorriqueño o a cualquier sala de conferencias dentro y fuera de la Universidad a comentar en voz dulce, pausada, de mesurada serenidad, la poesía de Luis Palés Matos, el clasicismo de AloQso, el hispanismo' de Pedreira o a hacer breves apuntaciones introductorias a los versos de un joven poeta, o hacer una emotiva semblanza de alguna figura recién. desaparecida. Así surgen sus múltiples articulas aparecidos en El Mundo, Puerto Rico Ilustrado, Asomante.. Alma Latina, Revista del Ateneo 'y otrlls. También son numerosos sus prólogos a libros de poesía de Carmen Alicia Cadilla, Carmelina Vizcarrondo, Samuel Lugo, Carmen Marrero, Eugenio Rentas Lucas, Esther Feliciano, Lillianne Pérez Marchand o Luis Hemández Aquino. Siempre la encontramos haciendo defensa y elogio de razón y pasión cuando se trate de poe· sía, de teatro o pintura española o puertorriqueña o entren en juego los valores de nuestra cultura.y sobre todo de sus raíces esencialmente hispánicas. Como directora de la Revista de la Asociación de Mujeres Graduadas de la Universidad de Puerto Rico utiliza con hábil destreza el breve espacio de sus editoriales para comentar el acontecer cultu4. Iris Z. de Cabanlllas. Vida de Margot Arce demuestra no estdn en pugna la feminidad. el sentidc maternal y el intelecto. El Mundo San Juan de Puerto Rico. 20 de septiempre de 1958.

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ral Y político del país; temas que a menudo amplia en artículos e intercala en sus frecuentes juicios valorativos de poesía o figuras puertorriqueñas. Así se preocupa por la infancia, la educación, la reforma y crisis universitarias, la paz, la patria, la lengua, la cultura puertorriqueña. Las reflexiones suelen ser profundas y agudas, llamadas de alerta o dolorosas quejas ante la pérdida creciente de nuestros más afincados valores, de nuestras esencias de pueblo. En 1950 a petición de un grupo de estudiantes universitarios escoge algunos trabajos de tema puertorriqueño y los entrega para ser publicados con prólogo de Cesáreo Rosa·Nieves. Impresiones, Notas puertorriqueñas, presenta bajo ese título un tanto humilde y vago, el fruto de su constante meditar sobre nuestros valores. Concha Meléndez ha apuntado que: ...Nada más lejos del impresionismo que estos ensayos meditados, estrictos, en que la len.' gua de sabia hermosura, es instrumento dócil de los matices más finos del pensar.l Agrupados en tres momentos -Marco y figuras, Figuraciones y Perspectivas- este libro incluye, en primer término, hermosas impresiones sobre el paisaje insular, y semblanzas de algunas figuras del pasado y contemporáneas; en segundo lugar, cuatro de sus trabajos sobre la poesía de Luis Palés Matos, apuntes sobre la realidad puertorriqueña en la poesía de Luis Llorens Torres y tres prólogos a poetas. Las perspectivas finales no son otra cosa que profundas y penosas reflexiones sobre el presente y futuro de nuestra cultura puertorriqueña. En este apretado haz de notas la preocupación patria atraviesa tenazmente paisaje, realidad histórica y cultural puertorriqueña, desde la doble perspectiva de la vida y del arte. El hombre de estas tierras -nos dice- mezcla en su sangre criolla lo español y lo africano; la herencia india cuenta poco. Habla un español dulce y relajado, de ritmo cambiante y de timbre alto. Su entonación, más melódica y ondulante que la española, se eleva sobre el tono normal para precipitarse en seguida en infle· xiones rápidas y sincopadas. Nuestra música popular tiene la monotonía sensual de todas las músicas tropicales y se parece, en las plenas, al habla puertorriqueña. Somos sentimentales; los sentidos y las emociones nos mandan el espi. ritu. Nuestra hospitalidad llega a veces hasta la imprudencia. Por desengañados secularmente, nos inclinamos al fatalismo. Nuestro temperamento nervioso y susceptible nos hace indecisos S. Concha Meléndez. Figuración dI! Puerto Rico. Nota sobre el libro Impresiones de Margat Arce de Vá%quez. Repertorio Americano, San José de Costa Rica. 1951, XLVII. Núm. S, p. 67.


y recelosos. Ostentamos una alegría despreocupada y burlona que desmiente la callada nostal· gia de los ojos. Maduramos pronto como los frutos del trópico y nos apagamos pronto como la orgía de colores de nuestro crepúsculo. En el amor y frente a la muerte seguimos siendo españoles; para el vivir diario tenemos la ternura del negro y la parquedad del castellano. Se da en nosotros esa síntesis de lo primordial y de lo refinado que Keyserling considera como la promesa de una cultura original." Con' sólo leer este párrafo de Impresiones ~;a estamos en la medula nutridora del libro. De ahí, de esa apretada síntesis de hombre y paisaje, bella e iluminadora, irradia la cultura puertorriqueña en las múltiples manifestaciones que la autora registra en su libro. Todo el temario queda estrechamente enlazado y se dan la mano: el concepto ético de la patria hostosiana, la reflexión de Insularismo, el estudio científico de la lengua en Navarro Tomás y pedagógico en Antonia Sáez, la rica actividad folklórica de Maria Cadilla, la puertorriqueña belleza de Isabel Andreu, la poesía de Palés y Lloréns.

3. Gabriela Mistral: persona y poesía? La muerte de Gabriela Mistral en 1957 la lleva a recoger varios trabajos dispersos y múltiples reflexiones sobre la persona y la poesía de esta chilena recia y tan preocupada por los problemas americanos. Hoy por hoy, este libro de Margot Arce de Vázquez -Gabriela Mistral: persona y poesía- es el estudio más completo y ponderado que se ha hecho de la ganadora del premio Nobel y en el que se ha calado con mayo,r acierto en el misterio intrincado de su quehacer poético. Contrario a otros criticas que aprovechando la popularidad de Ga· briela pretenden atraer la atención hacia sus pobres personas, Margot Arce pasa rápidamente sobre los detalles de su conocimiento personal y convivencia íntima con la poetisa, para damos una interpretación completa y definitiva. El libro se inicia con una semblanza de Gabriela y la revi· sión histórico-critica de su producción, penetra en su mundo poético mediante el análisis de poemas ilustrativos de distintos temas, momentos y estilos, para terminar con el comentario integrador de aquellos momentos a lo largo de su obra en que Gabriela poetiza e interpreta a Puerto Rico. La edición inglesa' del libro se enriquece con una biografía y con un capítulo en que con clara objetividad comenta las relaciones de la poetisa con 6. Impresiones, Notas puertorriqueñas (Ensayos), San Juan de Puerto Rico, Yaural, 1950, pp. 22-23. 7. San Juan de Puerto Rico, AsomQnte. 19S1l, 196 p. 8. Gabriela Mistral. The poet t2nd her work, trad. de Helene Jlbsslo Anderson, New York, New York Universily Press, 1964, lS1l p.

los Estados Unidos a través de su vida y de su obra. Ya en su persona, ya en su vida, Margot Arce de Vázquez considera a Gabriela Mistral una prolongación americana de la reciedumbre hispánica, comparable en muchos casos a Unamuno. Con extremada sencillez y transparencia de palabras -nos dice al comentar el poema Pan de TaIa-, con calculada economía de recursos retóricos, por el descuido intencionado de la forma, el poeta nos hace penetrar en este recinto de intimidad delicada, de meditación absorta, de misterio sin efectismos. El "realismo" de esta visión, este poder de disfrazar la destreza del arte bajo la máscara de lo natural y viviente -gracia exclusiva de los grandes creadores-, ¡cuánto nos recuerda la prodigiosa espontaneidad de algunas páginas de Cervantes, o la penetrante, sabia mirada del Velázquez de Las Meninasl Como ellos posee Gabriela el don hispánico de la visión concreta, impresionista de la realidad. y como los místicos, el poder -de trascender lo aparente e intuir lo absoluto oculto y presente en la multiplicidad de los seres. Quizá la razón de ser de su canto, la idea que rige su mundo poético sea -como aquí- el hallazgo de 10 divino en lo temporal. la anulación del impe. rio de la muerte sobre las criaturas.' También la atrae y consuela la religiosa c.on· templación del universo, de la naturaleza, en los versos de Gabriela y los busca como sedante lec· tura para contrarrestar el influjo mecanicista de la sociedad contemporánea. ...Predomina la visión contemplativa profunda, de fuerte raíz religiosa. Los poemas de este contenido reconfortan el espíritu del lector con· temporáneo. En nuestro siglo de urbanismo, sobreindustrialización y tecnología, de productividad sin creación, mundo cada vez más antina· tural e irreal, la -necesidad del contacto con la naturaleza se va haciendo cuestión de vida o muerte. El hombre ha de volver a su centro, vivir de modo más natural y sencillo, reincorporarse al ritmo del Cosmos si desea conservar la integridad de su persona, su humanidad entera y verdadera. Consuelan estos versos porque. son la revelación de un espíritu humano que estuvo siempre en relación ardiente con las cosas rea· les y fundamentales de la vida: con Dios, la tierra, el sexo, el amor, la muerte; de un espío ritu no contaminado por los virus disolventes de nuestra civilización materialista, artificial y ascépt ka... 10 Admira e imita el ejemplo de esta mujer "aten· ta al presente, dominada por la conciencia de los hechos y el rumbo que toma la historia, incapaz de negarse al reclamo de los que padecen hambre 9. Gabriela ristral: per.sona 'J poesla, p. 14210. Ibid., p. JOO-l07.

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y sed de justicia o de amor";1l se identifica con ella en la visión unitaria de Hispanoamérica y su cultura, a la que urge incorporar .a Puerto Rico en forma eficaz y duradera. ...Hay en Gabriela -nos dice- una constante preocupación americana, un pan-hispano-americanismo que brota del contacto directo con la tierra en los años de su infancia campesina, de sus anhelos maternales insatisfechos proyectados sobre estos paisajes y p!1eblos sobre los cuales vigila como la madre vela por sus hijos. Algunas intenciones políticas y pedagógicas, la voluntad de afirmar lo americano frente a España, Europa o los Estados Unidos, aunque por motivos diversos en cada caso, confirman esta preocupación· y la intensifican. Gabriela no olvida que l>uerto Rico es parte de esta América que ama, unido a ella por lazos de sangre, len· gua y cultura. Le importa tanto como puedan importarle México o Chile; le importa mucho sobre todo, que cobre conciencia de su relación con esos pueblos y que la remache con un acto libre de su voluntad... ll

4. Lecturas puertorriqueñas: prosa. 13 El año pasado, junto a la profesora y directora del Departamento de Español Básico, Mariana Robles de Cardona, preparó una antología para la serie de The Troutman Press, Puerto Rico: realidad y anhelo. Estas Lecturas puertorriqueñas: prosa, que ya hoy se han convertido en texto de la instrucción pública, son una selecta y amorosa recopilación de trozos literarios, que cubre en el tiempo desde nuestro primer clásico, Manuel A. Alonso, hasta ~a última hornada de cuentistas contemporáneos, que nos brinda a la vez que una muestra valiosísima de nuestros más destacados escritores, una visión completa del desarrollo de nuestra cultura en sus más ricas variantes. Con deleite yen· tusiasmo se leen esos fragmentos en los que, a la vez que se afirman nuestros valores artísticos y literarios, se ·pone de manifiesto la esencial peculiaridad de nuestra empequeñecida y desprestigiada alma puertorriqueña. Al 'reunir en estas páginas -nos dice- un conjunto de textos de prosa puertorriqueña, no pretendemos componer }lIl8 antología ni trazar una historia de nuestra prosa literaria. El' criterio de selección que hemos seguido nos obli· ga a escoger, entre los prosistas más destacados, aquellos que suman a su calidad artística la ex· presión de algún aspecto del modo de ser, la cultura, las costumbres de Puerto Rico. Los tex· tos ofrecerán al lector una imagen del hombre puertorriqueño y de la vida espiritual del país. 11. ¡bid., .p. 20-21. 12. Ibid., pp. 180·181. 13. '¡he Troutman Press, Sharon, Conn.• 1966, .424 p.

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Estamos seguros de que aportamos aquí algu. nos valiosos documentos para esclarecer el de· batido problema de nuestra identidad.l • Es este libto, en gran medida, el producto decantado de su larga experiencia en el manejo de la literatura puertorriqueña y la valoración de su cultura que dio ocasión a Impresiones. Tal vez su fuente inmediata sea, además. los trabajos en común o sobre el estudio histórico-crítico del en· sayo en Puerto Rico de Mariana Robles de Cardona, que aquí cobra un sentido didáctico al pre· tender que el libro llegue a ser "una lectura estimulante que despertará en ellos -los puertorriqueños- el deseo de emular nobles ideales, ac· tos justos y libresll,I5

5. La obra literaria de José de Diego. 16 Desde hace varios años Margot Arce de Vázquez ha venido trabajando en esta revisión de la obra literaria de José de Diego, El primer fruto de esa labor fue el curso que explicó en la Universidad y más tarde las diversas conferencias dictadas con ocasión del Centenario. El disfrute de un año de licencia sabática le permitió dedicarse exclusivamente al examen de la obra y a la redacción de este volumi· naso estudio, único trabajo totalizador del queha. cer literario del ilustre "Caballero tle la Raza". El propósito principal de este estudio-homenaje es la reivindicación de la figura histórica y de la obra literaria de José de Diego. La admiración y entusiasmo de la autora por De Diego, unidos a la reflexión sobre la situación crítica de la cultura y la política puertorriqueña, le dan un tono de dolorosa meditación a las páginas más clarividentes y certeras del libro. Existe una afinidad total entre objeto y sujeto. visión católico-cristiana del mundo y de la historia, tradición hispano-latina, filiación hispano-americanista, convicción indepen. dentista o soberana de Puerto Rico, antevisión esperanzada de su futura realización. Desde las primeras páginas en que narra su conmovedor encuentro con José de Diego siendo una niña, con su obra, ya en plena madurez; en la valoración de su obra en prosa como arma de .combate y los ideales que la impulsan; en el examen y exposición de su mundo poético, su concepción de la poesía, la . creación y la lengua, hasta las conclusiones inte· gradaras del estilo, percibimos la misma y soste· nida actitud de admiración y sentimiento frente a este hombre que supo siempre anteponer los prin14. ücturas puertorriqueilas: prosa, p. XI. lS. Ibid, p. XVII. 16. San Juan de Puerto Rico, In5tlluto de Cultura Puerlorrique1!a, 1967, 673 p.


ClplOS éticos a toda actividad jurídica, política o literaria. El libro, encuade,mado en rojo con tejuela negra, lleva en la chaqueta un dibujo de Carlos Marichal en el que De Diego, sentado a su mesa de trabajo medita con la pluma en la mano frente a varias figuras y atributos de su poesía: en el plano más próximo una hermosa joven de ojos oscuros "hija del sol trigueño de Aguadilla", hacia la extrema izquierda luchan simbólicamente el guara. guao y el pitirre y, cubriendo casi toda la contra. portada, la alegoría final de Cantos de rebeldía: el espíritu que espera, la quimera que levanta la piedra del sepulcro y el brazo que se yergue enarbolando la bandera de la patria. Trece capítulos componen la obra, que agrupados bajo cuatro grandes acápites: -Encuentro, El prosista, El poeta y su mundo, Poética y estilo- están precedidos por un prefacio que nos explica el propósito y limitaciones de la obra y una crondlogía que trata de como pensar la falta de una biografía total; y a los que siguen cuatro apéndices en los que se recoge el acta de nacimiento del poeta, cinco de sus trabajos de crítica literaria y dos entrevistas, y cierra la bibliografía de obras consultadas. El Prefacio nos indica inmediatamente el propósito que persigue la autora y que debemos recordar a lo largo de este extenso y elaborado estudio: No se ha hecho justicia a José de Diego como escritor. Su figura política ha acuitado tras un muro de pasión y de parcialidad al gran poe. ta, al hábil prosista... Estas páginas pretenden reparar ]a prolon. gada injusticia. Intentan señalar la gran calidad de su poesía, la grandeza moral del hombre, su genio, su vasta y bien integrada cultura. En muy pocos puertorriqueños se han concertado tan altos y diversos dones; ninguno quizás -salvo Betances, Hostos, Albizu- ha vivido tan fiel a sí mismo, tan consecuente con su ideal y su personal cosmovisiónP La primera parte, Encuentro, incluye un solo capítulo -La obra literaria- y las breves páginas en que, con sobrecogida emoción, la autora nos da a conocer su triple encuentro con De Diego, siendo una niña, hasta llegar al encuentro defini. tivo con su obra: Ahora, al cabo de largos años, lo encuentro de nuevo en sus versos, en sus escritos. Lo encuentro tal y como era cuando vivía; escucho sus hermosas y profundas palabras; siento el fulgor de su espíritu. Comprendo el último sen17. lbid., pp. IX-X.

tido de su pasión y ]a firmeza de su esperanza. Por más de dos años he sostenido con él el incomparable y decisivo diálogo del lector con un gran poeta que era, al mismo tiempo, un hombre cabal, un verdadero cristiano. Estas pá· ginas intentan traducir ese diálogo. En ellas pretendo desentrañar el sentido de su obra, del ejemplo que quiso darnos, de la lección de beUeza y fe que encierran sus escritos, aun los más ajenos a la elaboración litéraria, o a las intenciones políticas; e] sentido de esperanza, resurrección y eternidad...1'

y como siempre la conmovida emoción de Margot Arce ante la belleza, las virtudes cabales o el sacrificio heroico, se traducen en objetivo examen, lógica exposición y agudas observaciones; para que sus estudiantes o sus lectores queden convencidos en forma racional, evidente -clara y distinta-, de lo que ella ha recibido en su contacto directo, apasionado o intuitivo, con la obra. Así a ese recuento emocionado de su trato con De Diego da paso a un capítulo en que ella revisa cronológicamente la obra total del escritor, nos apunta la forma, estructura y materiales contenidos en cada uno de sus libros, la ,rigurosa selección y esmerada publicación de sus versos. El prosista, segunda parte del.'libro, cubre tres capítulos de relevante interés para el conocimiento de De Diego como .politico, jurista y hombre público: La prosa como arma de combate: Ideario, La oratoria, Otros géneros de prosa. En las primeras palabras del capítulo inicial se nos adelanta la esencia fundamentalmente oratoria de esta prosa, y el demagógico instrumento político de hoy queda redimido por la sabiduría, cultura, virtud, de este prócer puertorriqueño. La prosa de José de Diego -nos dice-, aun la jurídica y periodística, corresponde al orden de la oratoria tal y como la define Kant: "e] arte de dar a un ejercicio serio del entendimiento e] carácter de un juego libre de la imaginación". El fin de persuadir, de que las ideas comunicadas sean asumidas en actos libres por los interlocutores o lectores, ]0 obliga a un esfuerzo intelectual riguroso, a poner en juego toda su sabiduría, erudición y experiencia de vida. Al mismo tiempo, como poeta conoce ]a eficacia de la palabra bella y cO{lmovedora, ae la imagen brillante, el. símbolo y el ritmo y se aprovecha de esa ciencia retórica hasta el límite para tocar e] cor~ón de su auditorio, fertilizar' su imaginación, acosarlo y ganarlo para su causa... I '

En forma orgánica y esclarecedora revisa el pensamiento del hombre público, y de la exposición histórico-poIítica de la realidad colonial, degradante e injusta del país, pasa a la presentación 18. lbid.• p. 3. 19. lbid., p. 33.

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de las posibles soluciones. Del" examen de las bases, la capacidad de los puertorriqueños para la lucha, la cuestión económica y posibilidades del ideal soberanista concluye que la única posición natural del hombre según la filosofía yel derecho es la Independencia. Nos presenta la autonomía o el protectorado como soluciones transitorias; la anexión o mancomunidad como soluciones inaceptables. El ideal aparece sostenido por la visión esperanzada del futuro, y este capítulo nos asegura por su claridad lógica y pruebas reales y con· cretas la fuerte convicción de De Diego y la validez de su ideal como única solución a la dignidad hu· mana. La legendaria fama de José de Diego como ora· dar queda efectivamente comprobada al someter una serie de sus discursos al análisis estructural, temático y estilístico más riguroso. Y este capítulo 111 -La oratoria- es una de las aportaciones más valiosas de Margot Arce al estudio metódico y serio de la prosa de lengua española; trabajo muy pocas veces intentado y que en estas manos alcanza su más acerada probidad. La autora recha· za una vez más la peregrina idea de la improvisación creadora. Cada uno de sus discursos surge de una circunstancia histórica o cultural específica e im· portante. Algún detalle casual fertiliza su imaginación y de él germina el frondoso árbol de su oratoria. La referencia a ese detalle le permite crear ante el auditorio la ficción de que improvisa cuando, en realidad. ha meditado largamen. te sobre el tema y ha preparado la pieza cui· dadosamente. Esto no quiere decir que fuera Incapaz de improvisar: de hecho, improvisó muo chos discursos. Pero, en los que hemos exami· nado, la preparación y documentación previas son evidentes. La catarata que brotaba de sus labios, las alusiones y relaciones que se le ocurren a cada instante, pueden dar la impresión de verbosismo y desorden. Visto con detenimiento, nos en· contramos con una estructura ordenada. lógica, clara; con que el pensamiento se va desarrollan· do y organizando según la ley de causa y efecto. Las -interrupciones, la contra réplica no logran quebrar la ilación. El orador se detiene, contesta, argumenta, refuta, pero vuelve a reanudar el hilo en el punto que se había quebrado.En el capítulo IV -Otros géneros de prosala valoración y examen de sus prólogos, ensayos y artículos periodísticos comprueban nuevamente lo que antes la oratoria: a la cultura y conocimien· tos de la literatura, historia. religión, derecho y política antigua, moderna y contemporánea. José de Diego suma la alta conciencia creadora de una 211. lbid., p. 134.

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disciplina artística. Como crítico literario, como his· toriador, como jurista y conferenciante, De Diego es merecedor del más alto juicio. y así penetramos en la tercera parte, El poeta y su mundo, la más extensa de todas ya que a la vez que nos da temas y visión del mundo del poeta, ilustra estilísticamente la expresión poética de esas preocupaciones. sentimientos e inclinaciones. Son cinco capítulos que tienen en su centro la llamada "poesía política" de De Diego -Capítulo V, La naturalez.a y el paisaje,' Capítulo VI, La experiencia religiosa,' Capítulo VII, El ideal: La epopeya del Cordero; Capítulo VIII, El sentimiento del amor; Capítulo IX, El dolor y la esperanza-o La ordenación es intencionada: la poesía de José de Diego se conoce casi exclusivamente por sus ver· sos patrióticos o amorosos y de ello se han valido para rebajar y empequeñecer esta poesía. De unlado ha servido para no incluir al poeta entre las filiaciones literarias de sus contemporáneos. y así presentarlo como un caso de romanticismo tardio; de otra parte, la intención política o deliberado pa· triotismo de De Diego ha llevado a poner en tela de juicio los méritos líricos de su arte. Esta se· cuencia establecida por la autora coloca la voca· ción civil de De Diego a la misma altura lírica -subjetiva, de sentimiento y devoción- que la visión y concepto de la naturaleza, de Dios, del amor y del dolor y la esperanza. Dos perspectivas inéditas de la obra de De Die· go nos ofrece Margot Arce de Vázquez al examinar las fuentes, actitud y expresión del poeta frente a la naturaleza y frente a Dios. De Diego paisajista y La religiosidad de De Diego son dos reveladoras aportaciones de este estudio, que completan, enrio queciéndola, la visión integral de esta poesía, y le dan profundidad de sentimiento y sensibilidad a la imagen simple, por primaria, que se ha difun· dido del poeta. La lectura de su obra nos da la impresión de una fe sostenida por el asentimiento de la razón y de la voluntad, por una fuerte convicción intelectual. Como hemos señalado antes, ha llegado a ella mediante apasionado esfuerzo y estudio porque estaba genuinamente empeñado en la búsqueda de la verdad y ésta le importa más que su orgullo de hombre y los respetos mundanos. El proceso de su conversión fue doloroso, pero decisivo en su vida y en su obra. Como es frecuente en el hombre hispánico, aspiraba a un ideal absoluto y eterno; a la Verdad, la Justicia. la Libertad y el Amor, y conoda el hastío de lo temporal y relativo. En varios pasajes poéticos se identifica con don Qui.jote, el idealista, el mito literario hispánico por excelencia. En Jos poemas que expresan la emoción civil se ve claro que la independencia


no es para él únicamente una fórmula poUtica temporal, un sistema de gobierno, sino un valor esencial y eterno sin el cual es imposible la salud de la patria. Por eso identifica al Cordero Pascual con Puerto Rico.]· . El comentario al título y al ·prólogo de Cantos de rebeldía salva el lirismo de la poesía civil de

visión el ser más íntimo de De Diego, su generosa capacidad para sufrir el dolor y su inquebrantable esperanza. La pasión de De Diego parece traspasada de las mismas esencias que el poético y consolador final de Quijano el Bueno. Su heroica lucha frente al dolor se convierte en el canto de triunfo del cristiano:

De Diego, por estar enraizada en su más firme concepción de la historia y en la más (ntima esperanza de su alma: El libro se llama Cantos de rebeldía, título que resume su doble carácter épico y Urico: cantos, porque los versos brotan de una neceo sidad del espiritu y de la hondura radical del sentimiento; de rebeldía, porque exponen descarnadamente la violencia y opresión que se hace a un pueblo y prestan un testimonio ardiente y acusador. No sólo hablan de su dolor personal; son heraldos de la voluntad nacional y va· ticinan el futuro. El conjunto de su obra muestra este doble rostro: aquel que nos revela la historia de su alma en 10 privativo suyo y aquel que vive e interpreta entrañablemente la historia nacional. El destino personal y el destino colectivo se confunden en cantos cuyo lirismo no excluye ni la ~ visión totalizadora ni el tono noble y majes. tuoso de la epopeyaP Si de la expresión de su visión y sentimiento cósmico-religioso pasamos. a través de la vocación civil hasta el sentimiento amoros~ y su concepto del dolor y su esperanza, las ideas se hacen cada vez más entrañables y conmovedoras. La Dra. Arce examina el sentimiento amoroso de José de Diego en el erotismo sensual de J ovillos, en el trágico lirismo del primer amor verdadero a Laura, en la expresión del amor conyugal, filial y en la amistad, y todo ello pone de manifiesto !a naturaleza afectiva y sentimental de este hombre, que al fin re· nuncia a todo en aras de su vocación patriótica: La renuncia voluntaria al goce de amores más intimas fue un costoso sacrificio. Sabia que al hacerlo limitaba y empobrecia su vida interior, algo de su condición humana. Pero se había impuesto el respeto a un código ético, a una jerarquía de valores y nunca dejó que la pasión o el desorden sentimental prevalecieran sobre la razón o el deber.2J

El capítulo final de esta tercera parte -El dolor y la esperanza- nos ofrece en su reveladora 21. lbld., pp. JOO.309. 22. lbid•• pp. 326. 327. 23. 1bid•• p. 420.

o

Vista de fuera y objetivamente la vida de De Diego parece tener un sentido trágico. El dolor lo marcó con profundos surcos: desengaño del amor y del mundo, ofensas y traiciones de ami· gas y de compañeros. zarpazos de la envidia, el odio, la malevolencia, fracaso del ideal. larga y dolorosa enfermedad, prematura muerte. El mundo nunca perdona a los que se distinguen por la superioridad del intelecto o del corazón. Subjetivamente no se consideró a sí mismo como víctima de fuerzas todopoderosas e incontrastables. No creía en la fatalidad. Era cri~ tiano y libre; conocía el poder de la voluntad humana y del amor para vencer el mal objetivo y psicológico. La luz de la esperanza alumbró su vida descubriéndole su sentido y su finalidad trascendente. Su vivir fue agónico, pero no desesperado.z•

La cuarta y última parte de este libro -Poética y estilo- pone de manifiesto la alta conciencia creadora de José de Diego y cómo su arte poético está perfectamente enmarcado en su concepto de Dios, la naturaleza, la historia, la patria y el sentimiento. Etica y estética se funden tanto en la meditada y consciente elaboración ·de sus versos como en la reflexión, teorías y técnica del arte creador y de la lengua. El capítulo X -El poeta y la poesia: Teoría literarja- resume los concep· tos de poeta, poesía, crítica, periodismo, sátira y oratoria, y pone de manifiesto la extraordinaria y rica cultura literaria de De Diego al examinar las numerosas alusiones a autores y textos que recoge en sus versos.

De Diego no se limita a escribir versos. Los problemas teóricos y técnicos de su oficio de escritor le interesan tanto como crear, como la lectura de los grandes poetas clásicos y contempor;ineos, la tradición literaria de Occidente, los cambios de estilo y sensibilidad. Cuando lee· mos los prólogos de sus libros, las notas al calce de sus poemas, sus articulas y discursos, nos tropezamos a cada paso con afirmaciones y jui.' dos que indican cuánto habia reflexionado sobre el quehacer poético e inquirido sobre el origen y naturaleza de la poesía, las cualidades y responsabilidad del poeta, las relaciones entre el arte y la vida, el arte y la moral. Al tratar de contestar a estas preguntas, formula su propia retórica y poética.u 24. lbid., p. 421. 25. Ibid., p. 455.

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Sólo esta afirmación de su conciencia al crear y de su preocupación por los problemas teóricos

de la literatura, sin entrar todavía en el examen de los recursos métricos, valdría para echar por el suelo la crítica convencional que coloca a De Die· go como un poeta romántico, obstinadamente anacrónico, dentro de sus contemporáneos modernistas. La Dra. Arce nos prueba en el examen de la Métrica 'en el capitulo -XII que De Diego no sólo corresponde esencialmente al modernismo en su segundo momento de americanismo literario en obras como Cantos de rebeldía, sino que Cantos de pitirre es evidentemente postmodernist~_ El capítulo XI está dedicado a La lengua. Reúne armoniosamente las distintas reflexiones de De Diego sobre la lengua, en cuanto a ministerio por él ejercido en el arte de la oratoria y de la poesía, pero también destaca su valor religioso, expresivo, ético y político. ...Todos estos textos dan testimonio del gran amor que sentía De Diego por su idioma, de que comprendía que la lengua es el habítat del hombre, que sin la lengua, ni la vida física ni la vida espiritual tienen pleno sentido... 26 ...La conservación del español por los pueblos americanos es un acto de afirmación vital, de voluntad de persistencia como entidades históricas y espirituales... Z7 El capítulo XIII, El estilo poético, capítulo fi· nal del libro y de su cuarta parte, es equivalente a las conclusiones sintéticas e integradoras de todo lo antes expuesto. Establece las cualidades ca· racterísticas y particularizadoras- de su estilo, en general y en la concepción particular de cada li· bro, así como el carácter histórico, el lirismo esen· cial, el equilibrio de tensiones y la unidad de esta obra poética. El conocimiellto de esta obra y de las cir· cunstancias d~ la vida personal del escritor nos revela una umdad de vida, pensamiento, acción y arte, tan constante, tan ~trecha y profunda que es imposible separar esos elementos, aun como simple método de análisis crítico. Como hemos visto, De DiegQ tenía su propia concepción del mundo y su metafísica: cada acto y cada palabra suyos están inscritos dentro de ese orden. Su poética, su ética y su política brotan de esta fuente común y se enderezan a una común finalidad. Pero no son expresiones paralelas que se manifiestan lado a lado, independiente cada una de las demás, sino piezas necesarias de un complicado mosaico, tan determinadas y trabadas entre sí que el sentido 26. ¡bid.• p. 519. 27. lbid.• p. 520.

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total del diseño sería ininteligible si faltara una sola o si se turbara su posición relativa dentro del conjunto. Aun en los momentos de mayor interiorización lírica· cuando más se acerca a la pureza del canto, liberándose de lo anecdótico, el lector percibe las razones extra estéticas que impulsan el acto creador.ll y en el párrafo final del libro, la avizora conciencia crítica de Margot Arce se adelanta a los posibles argumentos de sus lectores -las repeti· ciones o la intrincada trama de este libro en su desarroll~ y nos dice: Al penetrar en el recinto de su obra literaria y pretender apresarle en una imagen coherente -en este libro, por ejemplo- son inevitables las repeticiones, porque el análisis obliga a se· parar lo inseparable c1,1ando todo -pensamien· to, y aun los actos, palabras, sentimientos. ideales más insignificantes- está inserto en el punto de convergencia de la triple perspectiva éticopolítico-religiosa: el principio ético-religioso es el fundamento_de unidad de este "mundo". Todo lo demás se subordina a él y por él cobra sen· tido.:19

y así lleva a la realidad el propósito expuesto en el Prefacio, dándonos la ejemplaridad de este cabal hombre puertorriqueño, digno de unirse a la ilustre galería de escritores por ella estudiados, admirados y difundidos.

6. Semblanza. La labor que Margot Arce de Vázquez cumple en la Universidad como profesora, en su hogar como esposa y madre, en las actividades políticas y culturales de Puerto Rico, no sólo son múltiples, diversas, exigentes, sino que comprometen su tiempo, s,u dedicación, su devoción. Es sor· prendente que a pesar de ellas la escritora encuen· tre aún tiempo físico y sicológico para la reflexión, la redacción creadora de estos ensayos tan cuajados y bellos. Su vida no ha sido fácil; sus convicciones son fuertes y determinan un comportamiento de altas miras y difíciles decisiones. Pero, gracias a su carácter, a su temple, a su riqueza de mundo interior, a su providencial y confiada fe en Dios, permanece libre y puede mirar con optimismo a sus discípulos, a sus hijos, al futuro. Reúne Margot Arce de Vázquez en su carácter extraordinarias cualidades como intelectual y como mujer: mesura y equilibrio clásico, cierto ingenuo y realista acercamiento a la obra de creación, orden y claridad en la exposición, nostalgia de valores eternos, contenida pasión, inteligencia viva, sensibilidad, gracia, belleza física y espiritual. 28. lbid., p. 633. 29. lbid,. p. 634.


Hace ya muchos años, en una de sus clases, al comentar una página de La perfecta casada de Fray Luis de León -aquella en que él define el carácter de la esposa en su glosa del Libro de la Sabio duría-, escribí impulsivamente al margen: Doña Margot. Hoy, al intentar, a mi vez, una definición de su carácter, he vuelto a leer la página y he vuelto a tener la misma intuición reveladora: y los que han visto alguna mujer de las que se allegan a este que aquí se dice, podrán haber experimentado lo uno y lo otro. Lo uno, que a todo tiempo y a toda sazón se halla en ella dul· ce y agradable acogida; lo otro, que esta gracia y dulzura suya no es gracia que desata el corazón del que la ve ni la enmollece, antes le pone concierto y le es como una ley de virtud, y así la deleita y aficiona, que juntamente se limpia y purifica; y borrando dél las tristezas. lava las torpezas también; y es gracia que aún le engendra en los miradores. y la fuerza della. y aquella en que propia. mente consiste, lo declara más enteramente lo :¡ue se sigue:

Su boca se abrió en sabiduría, y ley de piedad en su lengua. Dos cosas hacen y componen este bien de que vamos hablando; razón discreta y habla dul· ce. Lo primero Ilama sabiduría, y piedad lo segundo, o por mejor decir, blandura. Pues entre todas las virtudes sobredichas, o para decir verdad, sobre todas ellas, la buena mujer se ha de esmerar en ésta, que es ser sabia en su razón y apacible y dulce en su hablar. Podemos decir que con esto lucirá y ten-

drá como vida todo lo demás de virtud que se pone en esta mujer, y que sin ello quedará todo lo otro como muerto, y perdido.)O Pero si, aproximándonos a nuestro tiempo, bus· camos en otro de sus autores, podemos encontrar en Gabriela Mistral una imagen de ella y de nosotros, en nuestra admiración y entusiasmo. En dos poemas de Tala, poemas que ella no ha glosado por pudor y modestia, Gabriela Mistral ma· nifiesta su agradecimiento por favores recibidos de su mano -en Gracias desde el mar- y en otro -Recado de las Antillas-, crea para ella una fá· bula que tiene como personaje a una niña sensible del trópico, con afición a la poesía, con conciencia racial antillana, que recibe la admiración de los jóvenes que la rodean:

Los mozos llegan a la hora de la siesta; son del color de la piña y el dmbar. Cuando la miran la mientan .su sangre., cuando consiente, le dicen «la patria•. En medio dando su En medio fuego que

de ellas parece la piña, aroma y ceñida de espadas. de ellos serd flambuayana, el viento tajea en mil llamas.

La aman diversa y nacida de ellos, como los lagos se gozan sus garzas. y otra vez caen y vuelan en sesgo palomas rojas y amoratadas)1 30. Fray Luis de León, lA perftCl1l CllSlldll, Madrid, Agullnr. 1950, p. 188-189. 31. Gabriela Mistral. POtS/1IS completllS. Madrid, Aguilar, 1957, p. 579.


Bibliografia Puertorriqueña 1966

(Suplemento a la que apareció en el Número 34)

ARANA-SOTO, Salvador: Catdlogo de médicos de Puerto Rico de siglos, pasados (Con muchos de éste). San Juan, 484 págs.

Wilma Chávez de Carrasquillo, Carmen Evelyn Asen· cio, José Lugo Arroyo, José Ruiz Vega. - - : La enseñanza de la lectura y la fonética.

El autor -médico y literato- continúa su labor de historiador de nuestra medicina, que inició en dos obras anteriores: Diccionario de médicos puertorriqueños (que se han distinguido fuera de la medicina) y Catálogo de farmacéuticos de Puerto Rico (de 1512 a 1925).

BAB1N, María Teresa: Fantasía boricua (Estampas de mi tierra). - San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 170 págs.; ilustraciones de Maria Rodríguez Señeriz. Es ésta la tercera tirada de la segunda edición. La autora titula las secciones: Dfa de mi Isla, Lagunas de tiempo, Tiempo de temporal, Trajfn de caña y playa, El pueblo, El camino y la montaña, Sueños de amor y muerte.

CARRERAS, Carlos N.: Ideario de Bostas. Editorial Cordillera, 250 págs.

San Juan,

El autor recoge en esta obra publicada póstuma· mente, las ideas principales de Rostos, clasificadas por temas. Publicó en 1950 Bostas, apóstol de la li· bertad.

CONSEJO SUPBRIOR

DE ENSEÑANZA: La deserción de es· tudiantes en la Universidad de Puerto Rico, recin· tos de Rfo Piedras y Mayagüez. - Rfo Piedras,

Universidad de Puerto Rico, Trabajos de investi· gación auspiciados por el CSE bajo la dirección de Ismael Rodriguez Bou; 158 págs. En el estudio colaboraron: Ishver S. Bangdiwala, Joaqufn Sánchez, Juana A. Méndez, Carmen T. Toro,

50

Río Piedras, UPR, Trabajos de investigación auspi. ciados por el CSE bajo la dirección de Ismael Rodríguez Bou; 206 págs. ' En el estudio colaboraron: Juana A. Méndez, Alejita González Dávila, Marta C. Rendón, Ligia Colón de DelValle, Manuelita Garbea Vallés, Rosa A. Mon· clova, Armando Muñiz, David Cruz López. - - : Estudio de los intereses de lectura de los alumnos de la escuela secundaria de Puerto Rico.

- Río Piedras, UPR, Trabajos de investigación auspiciados por el CSE, bajo la dirección de Is· mael Rodríguez Bou, 191 págs. En el estudio colaboraron: Aida l. Pagán de Coro tés, Ishver S. Bangdiwala, Juana A. Méndez, Angelina S. de Roca, Ana Virginia Justicia, Marta C. Rendón. DIEGO, José de: El plebiscito. - Prólogo de Emilio S. Belaval; San Juan, Editorial Cordillera, 94 págs. - Nuevas Campañas. - Prólogo de Emilio S. Belaval; San Juan, Editorial Cordillera, 459 págs. Con estas dos obras en prosa se termina la publi· cación de la obra completa de José de Diego en su centenario. Anteriormente se publicaron sus cuatro volúmenes de poesfa. San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 566 páginas.; prólogo de Emilio S. Belaval.

- - : Obras Completas, Tomo IJ, Prosa. -

Se recogen en un volumen las dos obras en prosa incluidas en la ficha anterior, en edición especial del Instituto, al igual que se hizo con la poesía.


FBRNÁNDEZ MSNDEZ, Eugenio: Las encomiendas y es· clavitu~ de los indios de Puerto Rico, 1508-1550. - SeVIlla, Separata del Tomo XXIII del Anuario de Estudios Americanos, 67 págs. La . obra del ~v:stigador puc:rtorriqueño se publi· ca baJo el patroClnlO del ConseJo Superior de Inves. tigaci.ones . Científicas - Escuela de Estudios Hispanoamencanos.

- - : Ensayos de antropología popular. - Nueva edición revisada y ampliada, Río Piedras, Ediciones de la Universidad de Puerto Rico, 165 págs. La primera edición es de 1961. Los ensayos nuevos son: El hombre y la evolución de las especies; El

hombre, el lenguaje y el hdbito; Universalidad y pero sistencia del adorno; La antropología y las humani· dades,' Antropología: ciencia y cambio histórico' Ame· rindia, cuadros impresionistas de la América pre-colombina. fRANCO OPPENHEIMBR, Félix: imdgenes 3 (Prosas De· cires, Aforismos). - San Juan, Editorial Y~urel, 155 págs. Dentro del texto, entre las partes IV y VI, el autor ha insertado un poemario inédito titulado Flor del aire, al cual llama "un cuaderno olvidado". GONZÁLEZ PATO, Manuel: Tratado sobre la educación flsica y los deportes atléticos, 107 págs. + apén. dices. El autor es profesor del Departamento de Educa· ción Física de la Universidad Católica de Puerto Rico. ROSTOS, Adolfo de: Tras las 1¡uellas de Bostas. Piedras, Editorial Universitaria, 214 págs.

Río

El hijo de Eugenio María de Rostos dedica este volumen al recuerdo de su padre. Abunda además en el volumen mucho material autobiográfico sobre la labor de don Adolfo como escritor e investigador. INSTITUTO DB CULTURA PUERTORRIQUEÑA: El Caballero de la Raza. - San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, Libros del Pueblo número 3, 24 págs.; ilustraciones de Carlos Marichal. El folleto lleva el subtítulo: "6 poesías de José de Diego publicadas por el ICP como homenaje al poeta en ocasión de su centenario".

- - : Teatro Puertorriqueño, Octavo Festival. - San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 728 págs. Incluye cuatro obras: ¿Cómo se llama esta flor?, de Luis Rechani Agrait; Bienvenido, Don Goyito, de Manuel Méndez Ballester; La difícil esperam,a, de Ana Inés Bonnin Armstrong, y Mariana o el Alba, de René Marqués. Se reseña además la labor de Ba· llets de San Juan, que montó: Variaciones, Cuadro Bolero y Nocturno, además del ballet puertorriqueño Los Renegados, basado en una leyenda de Ricardo Alegría, con coreografía de Juan Anduze, música de Carlos Suriñach y escenografía y vestuario de Lorenzo Homar.

JUS~CIA,

Andrés: Singularismo. A New Philosophy of Llfe. - New York, Carlton Press, A Reflection Book, 123 págs.

El señor Justicia expone en esta obra su "nueva fi· losofía de la vida", a la cual llama "Singularismo". Incluye un resumen de la obra de varios pensadores antiguos y modernos. LLUCH MORA, Francisco: Miradero (Ensayos de crítica literaria). - San Juan, Editorial Cordillera 260 páginas. ' Contiene ensayos sobre los siguientes autores puer· torriqueños: Hostos, Zeno Gandfa, Pedreira, A. Díaz Alfara, Josefina Guevara Castañeira, Manuel Alvarez Nazario, Félix J. Torres Rosado, Evaristo Ribera Chev· remont, Luis Palés Matos, M. Joglar Cacho, Ana I. Bonnin, Carmen Puigdollers, R. Zapata Acosta, José Emilio González, C. Rosa-Nieves, R. Gadea Picó, José C. Negroni, Germán Delgado Pasapera, Juan Torres Alfonso, Angel Casto Pérez, Federico Cedó Alzamora. MWNDEZ, Concha: José de Diego en mi memoria. San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 195 páginas. Colección de ensayos que en diferentes épocas ha dedicado la autora a José de Diego y que se publi· can con motivo del centenario del poeta. Incluye tra· bajos escritos entre 1935 y 1966. En uno de los apén· dices aparece una sección de "Poemas de José de Diego no coleccionados en libro". MORALES CABRER.:, Pablo: Cuentos, con un estudio biográfico-crítico de Esther Melón de Portalatín; San Juan, ICP, 441 págs., segunda edición. Incluye los Cuentos Populares de 1914 y los Cuentos Criollos de 1925. Con esta edición conmemora el Instituto de Cultura el centenario del escritor puertorri. queño (1886-1933). MORALES OTERO, Pablo: Ensaladilla de recuerdos. San Juan, Biblioteca de Autores Puertorriqueños, 173 págs. El autor -médico-legislador- recoge aquí recuerdos sobre su abuelo, don José Pablo Morales, re· cuerdos personales, de la Legislatura y del Departamento de Salud. Nt1ÑEZ, Guillermo: Esta otra voz (Poemas). San Juan, Establecimiento Gráfico Argenta, 103 págs. Graba· do de cubierta por Rafael López del Campo, grao bada del autor por Antonio Martorell. Poemario dedicado al mar de Puerto Rico, con prólogo de Alfredo Matilla. El autor obtuvo premio del Instituto de Literatura con su obra anterior: Esta voz primera. PUERTO RIco EN LA FERIA DEL LIBRO EN ESPAÑA. - San Juan, Comité Organizador de la Feria del Libro en España, 98 págs. +; presentación por Noberto Lu· go Ramírez. En el cuaderno, publicado con motivo de la parti. cipación de Puerto Rico en la Feria del Libro Español, 51


se incluye una "Antología mínima" de poesía puertorriqueña. SÁNCHEZ, Luis Rafael: ...0 casi el alma. Auto de fe en tres actos. - Barcelona, Ediciones Rumbos, 85 páginas. La obra fue estrenada en el Teatro Tapia de San Juan el 23 de abril de 1964 durante el Festival de Teatro patrocinado por el Instituto de Cultura Puertorriqueña.

RIVERA, Alejandro: Mis memorias. - San Juan, Editorial Caqui. Edioiones Borinquen, 161 págs; prólogo de Emilio M. Colón.

TAPIA y

Cuarta edición de la obra autobiográfica que el autor dejó inconclusa a su muerte en 1882. Se añaden nuevas Ilotas y una bibliografía preparada por El~a Castro Pérez. Aurelio: Dr. Diego Alvarez; Chanca (Estudio bio- Publicaciones de la Asociación Médica de Puerto Rico; Auspiciada por la Academia Puer· torriqueña de la Historia, Instituto de Cultura Puertorriqueña, Universidad Interamericana de Puerto Rico, 450 págs.

TIÓ,

grdfico J.

51

Esta obra honra al primer médico que visitó Puer· to Rico, en el viaje de Colón de 1493. Dice el autor: "La vida del doctor Diego Alvarez Chanca está sumi. da en el mayor desconocimiento y son pocos los da· tos que hemos podido encontrar dispersos por los archivos y bibliotecas, pero aun así la información que damos a continuación es mayor y más completa que la recopilada hasta ahora en una sola obra de que tengamos noticias." CASTELLANA. - New York, Ediciones Borinquen, s.p., prólogo de Ramón Ruiz de Hoyos.

TRES CANTOS A LA U!NGUA

El cuaderno incluye poemas de tres autores puer· torriqueños: José Mercado (Momo), José de Jesús Esteves y Graciany Miranda Archilla. RIVERA, Margarita: Antonio Olíver Frau. San Juan. Editorial Coquí, Ediciones Borinquen, 159 págs.

VÁZOUEZ DE

Vida y obra. -

Tesis para obtener la maestría en Artes en la Uni· versidad de Puerto Rico. Olíver Frau (1902-1945) es autor de Cuentos del cafetal (Yauco, 1938). La autora es instructora de Lengua y Literatura en la Universidad de Puerto Rico.



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