REVISTA del INSTITUTO de CULTURA PUERTORRIQUEÑA ANTROPOLOG1A HISTORIA LITERATURA ARTES PLÁSTICAS J
TEATRO MOSICA ARQurrEC1VRA
ABRIL-JUNIO, 1978
San Juan de Puerto Rico
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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES
Enrique Laguerre. Milton Rúa Carlos Sanz Amelia G. de Paniagua
Presidente Carlos Conde Samuel R: Quiñones Jesús María Sanromá
Director Ejecutivo: Luis M. Rodríguez Morales Director de la Revista: Ricardo E. Alegria Apartado 4184
SAN JUAN DE PUERTO RICO
AÑO XXI
1978
Núm. 79
ABRIL-JUNIO
SUMARIO
Breve historia del Convento Porta Coeli o Ermi· ta de Porta Coeli por Luis J. Torres O/iver
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Presentación del libro de Ricardo E. Alegría Las Primeras Representaciones Gráficas del Indio Americano (1493-1523) por María Teresa Babín
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Nemesio R. Canales (1878-1978) por C. Orama Padilla
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Décima libara por Guillermo Núñez
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Comentario critico sobre Auge y decadencia de la trata negrera en Puerto Rico (1820-1860), nueva obra del Dr. Arturo Morales Camón por Eugenio Fernández Méndez 20
Luperón y Hostos por Emilio Rodríguez Demorizi
26
Destellos históricos de la arquitectura de San Juan de Puerto Rico por Osiris Delgado 39 Descripción general de los Indios Caribes en la obra de César de Rochefort porAfanuelCárdenas 44
PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORIQUE~A
Director: Ricardo E. Alegría Fotografías de Jorge Diana Aparece trimestralmente Suscripción anual Precio del ejemplar
S 6.00 S 2.00
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DEPÓSITO LEGAL: B.
3343 -1959
IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE MANUEL PAREJA BARCELONA - PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA
COLABORADORES
DR. LUIS TORRES OLIVER. Natural de San Germán. Hizo su Bachillerato en Ciencias en la U. P. R. en 1941 y su grado de Doctor en Medicina en Hahneman Medical College, Philadelfia en 1944. Es miembro del Colegio Internacional de Cirujanos de la Academia de la Historia de Puerto Rico Catedrático Emeritus de la Universidad del Este de Santo Domingo Ex-miembro del Consejo de Educación Superior de Puerto Rico y Director Médico del Hospital del Corazón desde 1948. Miembro de la Junta de Síndicos del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Es autor del libro "Cuatricentenario de San Germán".
MARíA TERESA BABÍN. Natural de Ponce. Graduada de Maestra en Artes de la Universidad de Puerto Rico y Doctora en Filosofía y Letras de la Universidad de Colombia. Ha ejercido la licencia en Puerto Rico y Estados Unidos. Se ha destacado como crítica literaria. Es autora de las obras: El Mundo poético de Federico García Larca (1954), García Larca: Vida y obra (1955), Fantasía Boricua (1956), Panorama de la Cultura Puertorriqueña (1958), La hora colmada (1960), Las Voces de tu Voz (1967),Jornadas literarias (1967), Siluetas literarias (1967) y La Cultura de Puerto Rico (1973). Actualmente enseña literatura puertorriqueña en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.
CARLOS ORAMA PADILLA. Nació en Jayuya, P. R., el 15 de octubre de 1905. Ha trabajado de empleado de correo en Bayamón. Se ha distinguido en El Día, Alma Latina, El Mundo, El Imparcial, la Prensa, etcétera. Ha publicado las siguientes obras: Virgilio Dávila, su vida y su obra (1945), Los que no regresaron (biografía, 1946), La ruta del sembrador (1955), Surcos y estrellas (1959), Postal de tierra adentro (1963). Recibió el premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña en 1963 por su ensayo Itinerario de Lola Rodríguez de Tió.
GUILLERMO NÚÑEZ. Natural de Utuado. Es autodidacta, poeta y mecánico de auto· móviles. Se ha destacado también como escultor habiendo obtenido en 1971 el pri· mer premio de escultura del Ateneo Puertorriqueño. En 1964 su libro "Esta voz primera" obtuvo el primer premio de poesía del Instituto de Literatura Puertorriqueña y en años subsiguientes obtuvo tres menciones honoríficas en poesía en el certamen anual del Ateneo, y una mención honorífica en cuento. Entre sus libros se encuentran: "Esta voz" (1964); "esta vozamor" (1968); "Esta otra voz" (1968) e "Islote" (1970).
EUGENIO FERNÁNDEZ MÉ DEZ. Nació en Cayey. Realizó estudios superiores en la Universidad de Puerto Rico y en la de Columbia. Durante varios años fue Presidente de la Junta de Directores del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Es autor de las siguientes obras: Salvador Brau y su tiem· po (1950), Filiación y sentido de una isla: Rico (1957), Tras Siglo (1958), La identidad y la cultura: críticas y valoraciones en torno a Puerto Rico (1959), Ensayos de antropología popular (1961), Conceptos fundamentales de antropología física (1964), Historia de la cultura en Puerto Rico (1964), Las encomiendas y la esclavitud de los indios de Puerto Rico (1966), Antología de la poesía puertorriqueña (1968) e Historia cultural de Puerto Rico (1943-1968-1970), Antología del pensamiento puertorriqueño (1900-1970) publicado en 1975.
MANUEL CÁRDENAS RUIZ. Profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico. Junto con Eugenio Fernández Méndez ha publicado diversos artículos de Crítica de arte en revistas y periódicos del país.
OSIRIS DELGADO MERCADO. Dirigió el Departamento de Bellas Artes y el Museo de la Universidad de Puerto Rico, donde también ofreció cátedra en bellas artes. En 1954 recibió de la Universidad de Madrid el título de doctor en Filosofía especializado en Historia del Arte. Ha publicado los siguientes trabajos: Luis Paret y Alcázar, pintor español; Picasso ante su obra, Proyecto para la conservación de San Juan Antiguo y colaboró con el volumen oQe Historia del Arte de la Gran Enciclopedia Puertorriqueña. Es Presidente del Ateneo Puertorriqueño.
Breve historia del Convento Porta Coeli o Ermita de Porta Coeli Por
T OS La
PADRES PREDICADORES O DOMINICOS VINIERON
Puerto Rico a iniciativa del Obispo Alonso Manso por allá por el año de 1519, bajo la dirección del célebre Fray Antonio <le Montesinos, defensor de los indios; y empezaron a construir el famoso Convento de los Dominicos para 1523, sede actual del Instituto de Cultura Puertorriqueña y .piedra angular de la educación secundaria en el Puerto Rico Colonial. Para esa misma época. los dominicos fabricaron un Convento en el viejo San Germán en la desem· bocadura del Río Guaorabo o Añasco. Esto se confirma en una probanza del 1584 que reza como sigue: "La Villa de San Germán en la Ysla Española de San Juan de Puerto Rico sobre que se le aga merced de ciertos ornamentos para la Iglesia de aquella Villa".
El testigo Juan Pérez de Gerena presentado por el dicho Alonso Ortiz Cambrano e abiendo jurado según forma de derecho y 'Siéndole preguntado por el temas de las dichas preguntas dixo y declaro lo siguiente: 1) A la primera pregunta dixo que conoce al dicho Alonso Ortiz Cambrano de diez y doze años a esta parte poco mas o menos y que sabe este testigo que el 'dicho Alonso Ortiz Cambrano es procurador general desta dicha villa porque le ue usar el oficio de procurador general desta villa y por tal es tenido y abido por los vesinos dellas. Generales: Preguntando por las preguntas de la ley que es de hedad de sinquenta y siete años poco mas u menos y que en cuanto a las generales no le ha mas dczir berdad y lo que pasa. 2) A la quinta pregunta dijo que este testigo sabe y vida por sus ojos que en los tiempos anti-
LUIS
J.
TORRES
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guas en San Germán el biejo que fué la primera población desta villa ordinariamente conocio dos sacerdotes curas ybicario abíles y suficientes con su sacristan y ansi mismo conocía y bido este testigo un monasterio de fraylesdominicos *y que por las guerras pasadas que con francia tubo españa no pudiendo sustentar con los franceses que ordinariamente benia se despoblo y pasaron los vecinos la dicha villa en la riuera de Guadianilla a donde las 'preguntas antes desta dize y ansi mismo sabe y bido que hasta el ynsendio de los yndios caribes y robo de los franceses siempre ubo 'los sacerdotes de cura y Vicario y sacristan en esta villa y que sabe y be este testigo que agora al presente no ay en esta villa mas de un cura que dize una misa rrezada todos los domingos y fiestas y los demás días y que aunque los vesinos desta villa lo piden al obispo desta isla· dize que no tiene sacerdotes ahíles y suficientes que este en esta villa y que los que aya en la cibdad ,de Puerto Rico los a menester la catedral de la dicha cibdad y que sabe que este testigo y los demás vezinos desta villa acuden y pagan los diesmos desta villa al obispo desta ysla a la catedral de la dicha cibdad. (Arohivo General de Indias. Sevilla. Legajo. Santo Domingo, 169). Allí fue atacado San Germán en 1528 y destruido varia5 veces por no tener fortaleza, por Corsarios Franceses e Indios Caribes. Se ordenó por el Rey Fernando el Católico mudar a San Germán al sitio de San Francisco de la \"-guada pero algunos vecinos se mudaron y otros no,\.1 otros se esparcieron por todo el suroeste de Puerto Rico ubicando sus ha· ciendas y hatos en todo éste vasto y fértil litoral. En 1556 se decide mudar a San Germán cerca del Puerto de Guayanilla, y se le da el nombre de Santa María de Guadianilla. Los frailes dominicos no se mudan a la nueva población pues desde 1543 habían * Subrayado del autor. 1
, fabricado una casa de campo o de retiro en las Lomas de Santa Marta en el sitio que todavía se conoce como Santomas o Santo Tomás. Corsarios Franceses, Ingleses e Indios Caribes destruyen va· rias veces al poblado de Santa María de Guadianilla entre 1565 y 1572. En 1570 los vecinos gestionan y consiguen una Real Provisión de la Audiencia de Santo Domingo para mudar el poblado tierra adentro. En 1573 siendo Gobernador -Don Francisco de Salís por otra Real Provisión se ordena a todos los vecinos mudarse al sitio de las Lomas de Santa Marta, so pena de multa·; ya que algunos, dirigidos por Juan Muñoz rehusaban udarse. Se le da el nombre. de la Nueva Salamanca, pero los vecinos insisten en llamarlo San Germán el Nuevo al poblado recién construido, y se selecciona el sitio de las Lomas de Santa Marta debido a la influencia ejercida por los padres dominicos que ya conocían el lugar por tener aHí casa de retiro. Pero no fue hasta el 1606 que los padres dominicos deciden fundar un Convento en el Nuevo San Germán. "El 12 de noviembre de 1606 en que se presentó en el Cabildo de la villa el prior del Convento de los Dominicos de San Juan, Fray Antonio Mexía con la pretensión de fundar convento y a saber los 'ánimos de los vecinos para ello, y estos respondieron que 10 tenían en mucho deseo y dieron para ello 210 reses y 1,1150 reales, no dando 'la mayor parte de ellos porque estaban fuera de la villa en sus hatos y estancias y se acordó que una vez que llegasen se les pediría su limosna para fundar el Convento de Porta CoeU": Se obtuvo licencia del Obispo Fray Martín Vazquez, quien a la vez era dominico. Asimismo era gobernador el Capitán Ochoa de Castro. .. El fraile que tomó posesión del lugar escogido, (que fue detrás del hospital), en el asiento viejo de la casa de Juan López de Aliseda, fue Fray Diego de Rueda, el cual el cabildo llevó en persona para que tomase posesión de dicho sitio". (A. L. I. Sto. Domingo 1 Leg. N.O 161). Este convento se le dio el nombre de Porta CoeH, fue servido por tres frailes dominicos quienes ayudaban al vicario en el ministerio religioso, además servía de hospicio y de escuela primaria. Los veci· nos se encargaron y se comprometieron a suplir la carne para el sustento de 'los frailes, y éstos se· comprometieron a operar una escuela primaria para los hijos de los vecinos. Osuna en su libro "History of Education in Puerto Rico", cita en un documento de la Biblioteca Nacional de Madrid un informe del Obispo Fray Damián López de Haro del 16 de septiembre de 1644 donde menciona que solamente hay tres escuelas en Puerto Rico; una en el Convento de Santo Domingo en San Juan, con 30 estudiantes, otra en el Convento de los Dominicos en San Germán con 2 estudiantes y otra en el Convento de San Francis· co de San Juan con 6 estudiantes.
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En la descripción de la' isla de Puerto Rico por el canónigo Torres Vargas el 23 de abril de 1647, refiriéndose a San Germán, dice: .. en dicha villa de San Germán hay tres cosas de grande 'estimación que son el río Guanajibo de agua muy saludable, una excelente campana, y una Imagen de la Concepción en lienzo de admirable mano y 'hermosura, que está en el hospital de la dicha villa donde hay también un convento del orden de Santo Domingo". Don Alejandro O'Reylly en sus Memorias sobre la Isla de Puerto Rico en 1765 dice "en toda la isla no hay más que 2 escuelas de niños, que fuera de Puerto Rico y la villa de San Germán pocos saben leer n ... Sin embargo el Mariscal O'Reylly en las mismas memorias habla de los religiosos y religiosas del país y cita los siguientes datos: En la Iglesia Catedral Curas y Presbíteros en los puCo blos de la isla Convento de Santo Domingo que está en .Ia Ciudad de P R. Convento de San Francisco Monjas de la Orden del Carmen que está en la Ciudad de P. R. I
Total.
Sacerdotes 31 26 22 23
19
121
En estas estadísticas no menciona al Convento de Porta· Coeli. Sin embargo Fray Iñigo Abbad y Lasie~ ITa en su Historia Geográfica, Civil y Natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico publicados en 1782 dice sobre el Porta Coeli: "El Capitán Miguel del Toro la estableció con 'los vecinos que le pertenecían en el sitio que hoy ocupa. Tiene una grande plaza cuadrada y dos ca· lles. que se extienden hasta el Convento de Santo Domingo, que está en el extremo de la loma; la iglesia parroquial es muy pequeña y en nada corresponde al lustre y antigüedad de la villa. Frente de la parroquia hay una buena capilla dedicada a Nuestra Señora de la Concepción; en la calle que va a Santo Domingo, hay un hospitalillo muy reducido y tan pobre, que rara vez mantiene algún enfermo. El Convento de Santo Domingo, situado sobre un precipicio, es poco más que una casa particular. Nada tiene de recomendable su fábrica; en él habitan tres religiosos que ayuden a la administración del pasto espiritual al párroco de ésta villa, que es vicario eclesiástico con jurisdicción en todo su distrito, hasta los ríos Jacagua y Camuy, igualmente que la del Cabildo secular, que es el segundo de esta Isla n • Para 1820-23 el Museo de Historia Natural de París envió a las Antillas como explorador.naturalista al joven francés Augusto Pleé. Pleé para 1821 estaba en Puerto ·Rico y dibujó 58 estampas de escenas de San Juan y de varios pueblos de Puerto Rico entre ellas una de San Germán.
Dibujo del Ing. Gabriel Fuentu.
El Dr. Ricardo Alegría describe el dibujo de Pleé de San Germán de la siguiente manera: "De la villa· de San Germán, Pleé dibujó el centro de la población. A -la izquierda se observa la iglesia parroquial con dos bóvedas. Frente a la misma hay una plaza rodeada de ·hileras de casas; aparentemente de madera, y de tejados de dos y cuatro aguas. El otro extremo de la plaza y en primer plano está la ermita de Porta CoeH, con su techo de dos aguas, y su sacristía en la parte posterior. Sobre 'la ermita sobresale una pequeña cruz, que puede ser parte del convento de dominicos que allí existía. A lo lejos en lo alto, figura una interesante construcción que puede representar otra ermita o el Hospital de la Concepción, que existió en dicho pueblo". Yo puedo añadir que este dibujo de Pleé confirma la observación de Fray Iñigo Abbad cuando describe la iglesia parroquial de esta manera: "es muy pequeña y en nada corresponde al lustre ano tigüedad de la Villa". Se puede observar bien en el dibujo que la ermita de 'Porta Coeli se ve más grande que la iglesia parroquial y ocupa a simplevista el Centro de la villa. También se nota en el dibujo de Pleé el techo del altar más bajo que el de la nave central de la ermita. Esta fue seguramente una de ·]as remodelaciones que se hicieron en 1878 y que hoy día el techo del altar está sobre el techo de dos aguas de la nave central. Se nota también en el dibujo la ausencia del actual campanario, y
como notó el Dr. Alegría una cruz que posiblemente estaba a la entrada del Convento de los Dominicos. Según el Dr. Alegría 'los edificios que se notan en la parte alta y posterior según las crónicas y retratos antiguos son el Hospital de la Concepción, la Carnicería, el Cuartel del Ejército Español y la Ermita de San Sebastián según se ven de izo quierda a derecha. El Hospital de la Concepción todavía existe y está en esa área ya que fue mudado de su sitio original frente a la iglesia parroquial a su actual localización en 1800 por el Obispo Ze· gotista y Bengoa; y la Carnicería desapareció a principios de siglo, el Cuartel del Ejército y la Ermita de San Sebastián donde más tarde se cons· truyó un edificio adyacente para Colegio Seminario por el Obispo Puig y Monserrat en 1878, el cual nunca se logró abrir, y que a,hora es el Colegio San José. Otros cronistas de nuestra historia del Siglo XVI, XVII Y XVIII, como Juan de Laet 1625, Don Fernando Miyares González (1775), y Andreé Pierre LedTÚ (1797) no mencionan en sus escritos al Con· vento de Porta Coeli, aunque casi todos hacen breves descripciones del San Germán de entonces. l Sobre la arquitectura y estructura del Convento de Porta Coeli parece que fue usado un plano similar para varios conventos en toda la América Latina durante la colonización por España. Grande fue mi sorpresa hace algunos años cuando visité
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a Costa Rica y en el pueblo cafetalero de Orosi encontré una iglesia y convento casi idéntico a la de San Germán, excepto que aquella está al nivel de ]a plaza principal y e] Porta Coeli nuestro está sobre una loma, haciéndole más visible, y más majestuoso. Lástima que ese día no llevé la cámara fotográfica conmigo. También cuando estudié sobre las reducciones de los Jesuitas en Paraguay, hay varias fotografías de iglesias y conventos similares en su arquitectura al Porta Coeli de San Germán, aunque creo que el nuestro es el más antiguo de todos. Para 1818, cuando Don Ramón ·Power y Giral fue nombrado Representante a las Cortes de Cádiz, una de las famosas instrucciones dadas por e] Cabildo de San Germán fue: "que se estableciera una Universidad en el Real Convento de Porta Coeli, porque los vecinos son muy pobres y no pueden enviar sus hijos a educarse a Santo Domingo, a Caracas o a España, y se está perdiendo el talento para las vocaciones religiosas y seglares". Por supuesto las Cortes de Cádiz no aprobaron esta sabia petición, ni tampoco la de otorgársele el título de "Ciudad Muy Noble y Muy Leal" para San Germán; debido a ]a primera petición donde se pedía, "que si D. Fernando VII no volvía a ocupar el trono de España, usurpado por Napoleón, ni ninguno de sus descendientes, se ]e dejara escoger al pueblo su libre Soberanía". Esto era muy adelantado para la épo-
ca, y más bien parecía un grito de Independencia. que una petición a 'la Corona. Para 1837 se volvió a implantar la Constitución de 1812 en España, se abolieron las órdenes religiosas y se confiscaron sus propiedades. Los frailes dominicos habían abandonado e] Convento de Porta Coeli desde 1812. El municipio usó ]a parte de] Convento para escuela pública. En las actas del Cabildo de San Germán del 4 de septiembre de 1821, hablando un consejal sobre una escuela pública a crearse, se lee del acta como sigue: "Es necesario haya lugar en que pueda cómodamente hacerlo y no veo otro para el caso que la seIda del extinguido Convento de Porta Coeli o la casa del Seminario de San Sebastián que se haya so]a", etc. Más tarde en 1842 se trató de usar el Porta Coeli para cárcel de distrito, pero el pueblo protestó "enérgicamente de que se profanasen las celdas que usaban los frailes para cárcel", y el Ayuntamiento desistió de ]a idea y usó el nuevo edificio del Hospital de la Concepción para cárcel. En 1874 el Ayuntamiento expropió a ]a Iglesia los terrenos del Convento para ensanchar ]a pob]ación que resultaron ser unos 79,000 metros cuadrados y solamente quedó el solar donde estaban en· clavados los edificios. Ya la parte del Convento amenazaba ruinas y fue demolido por e] Municipio y sus ladrillos y vigas fueron vendidos en pública subasta. Hizo los planos
El antiguo Convento de Sto. Domingo en una tarjeta postal de la época.
IglesÜl dePorta
Coe1i, San Germlm.
de estos terrenos y la mensura del mismo el geómetra don Carlos B. Hernández, el mismo que encontró el famoso madero con la inscripción de 1543 de la antigua casa de los dominicos en el promontorio del Bo. San Tomás. Lo único que quedó en pie fue la Capilla, que es la parte del edificio que cxiste hoy día y se formó un arrabal a su alrededor; que fue erradicado por la Corporación de Renovación Urbana y Vivienda hace solamente unos años. Esa capilla se restauró en 1878 y se abrió al culto donde se celebraban misas los domingos y para las fiestas de Santa Rosa y de Santo Domingo. Esta práctica duró hasta 1949. También se usó como iglesia parroquial durante los años 1840·1852, mientras se construía la existente de San Germán de Auxerre. En 1903 los Padres Agustinos volvieron a hacerse cargo de la vicaría por segunda vez. Estos siempre se ocuparon de reparar la Capilla del Convento. Se celebraban misas los domingos a las 9: 00 AM. El Padre Jesús Fernández O. S. A. (q.e.pd.) para los años de 1927 al 1949 le hizo varias reparaciones mayores como el muro de concreto armado y el paseo en el lado sur para proteger los cimientos que ya estaban al descubierto debido a la erosión del terreno en esa área; gracias a que el pueblo sangermeño siempre generoso ha cooperado cuando se le ,ha llamado a mantener sus edificios religiosos como ha sido en el pasado y es en el presente con la Iglesia Católica de San Germán de Auxerre, con la construcción de la Iglesia de Santa Rosa de Lima, el Colegio San José (Ermita de San SebastiAn, cons-
truida en 1677) y el Hospital de la Concepción; y numerosas capillas en -los campos. El Padre Jesús Fernández mudó el altar de madera del país, diseñado y construido por Tiburcio Espada de la Ermita de San Sebastián al Porta Coeli en 1935. Originalmente estuvo en la parroquia hasta que fue en 1869 por el magnífico altar de mármol que existe hoy día. En 1948 hubo una tormenta eléctrica y copiosas lluvias en San Germán que hizo mucho daño al techo de tejas que se desplomó parcialmente, como también se derrumbó la sacristía y el muro de con· tención que da a la calle Comercio, cedió y se derrumbó; y se agrietó la parte izquierda de la fachada. ¡Entoces sí que casi quedó en ruinas el edificio! Era Obispo de la Diócesis de Ponce, Monseñor Jaime E. Mac Manus. El Padre Jesús Fernández había reparado las naves laterales de la iglesia pa· rroquial, y había invertido una gran cantidad de dinero; parte recogido en colecta pública y parte que levantó vendiendo algunas alhajas que poseía la parroquia. Mons. Mac Manus estaba levantando fondos para la Universidad Católica que era su gran ideal. Ante esta situación el Senador Santiago R. Palo roer, el Representante Dr. Ubaldino Ramírez de Arellano y otras personalidades de la Ciudad interesaron al gobierno en la adquisición del Convento de Porta CoeH. El gobierno no tenía dinero para comprarlo pero sí ofrecía repararlo. Ante esta si· tuación y para que no se perdiese esta joya histórica y única de genuina arquitectura colonial del Siglo
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Custodia de Plata que perteneció al Convento Porta Coeli. En la base de guiente:
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IOANNE5-I-RA PASQVIER·Fecit-TnosBILLARINOS (Esta custodia ,la mandó hacer el MY RDO. PE F. !PEDRO DE LA ESCALERA DE 1764 ~O). Según el Dr. Arturo Dávila, Director del Museo de la Universidad de Puerto Rico, cree que la custodia tiene un gran valor histórico y artístico y la describe como sigue: "La custodia, que obedece a un modelo de orfebrería francesa ultramarina, con un nudo bulboso en el astil, está firmada por un platero de apellido igualmente francés y perfectamente fechada en 1764. El dominico Padre de la Escalera aparece como conventral hacia estos años en el hospicio de Porta CoeH. El escudo de la orden de Predicadores está cincelado, en .pie, con los lises de uno en otro de Santo Domingo de Guzmán. Todo, incluso el ángel que sostiene el sol de la custodia, nos inclina a creer que es la del Convento de Porta CoeH, llevada a la Vicaria cuando la exclaustración grande (1836). Es la única custodia puertorriqueña del siglo dieciocho que conozcamos que tiene un ángel por astil".
Monseñor Mac Manusla donó al pueblo de Puerto Rico por la suma de un dólar por escritura pública ante el Licenciado Miglen Marcos Morales, firmada en San Germán el 19 de septiembre de 1949. Firmaron éste documento el Obispo Jaime Eduardo Mac Manus por la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, Diócesis de Ponce, y el Ingeniero J. J. Jiménez por el pueblo de Puerto Rico como Comisionado de lo Interior. Fueron testigos el Senador Santiago R. Palmer, el Representante Dr. Ubaldino Ramírez de Arellano, el Alcalde Lisandro Lugo, y don Andrés Grillasca (Alcalde de Ponce). Esa ceremonia se celebro en las escalinatas del Convento en presencia de numeroso público y autoridades eclesiásticas y gubernamentales. Fue un acto noble de la Iglesia Católica. Veamos como rezan 'las escrituras: XVII,
EL EXCELENTISIMO E ILUSTRISIMO MON· SElilOR JAMES EDWARD MAC MANUS, Obispo 6
de Ponce, en representación de la IGLESIA CATOLICA, APOSTOLICA ROMANA, Diócesis de Ponce, accediendo a los deseos de EL PUEBLO DE PUERTO RICO Y para el cumplimiento de los ·fines expresados en la Ley Número (75) seteno ta y cinco, de abril veinticinco del año de Nuestro Señor Jesucristo, de mil novecientos cua'renta y nueve, cede, renuncia y traspasa a favor de EL PUEBLO DE PUERTO RICO, la propiedad antes descrita, en cOl1sideración a que dicha Ermita UPorta Coeli" ha de ser restaurada y conservada por EL PUEBLO DE PUERTO RICO. Y en consideración, además, de conformidad con lo dispuesto en la Sección de dicha ley, a la cantidad nominal de UN DOLAR ($ 1.00), como único pago para la Iglesia Católica, Apostólica, por el referido traspaso, y cantidad que confiesa recibida con anterioridad a este acto, y ~or la que otorga la más solemne carta de pago. LEY NO. 75. Para autorizar al Comisionado de lo Interior de Puerto Rico a recibir de la Iglesia Católica. Apostólica, Romana, Diócesis de Ponce, a nombre de El Pueblo de Puerto Rico la escri~ tura de traspaso del solar y Ermita "Porta CoeU" de la ciudad de San Germán, Puerto Rico, por
a la Junta la ley que la creó al decir en su Sección 6 lo siguiente: Sección 6: Los edificiO,S, estructuras, incluyendo castillos y fortificaciones y monumentos insulares que sean declarados de valor histórico por ésta Junta no podrán ser alterados en forma que afecte su apariencia original, sin previa consulta y aprobación de ·la Juan Conservadora de Valores Históricos. La atracción que ejercen estos viejos muros con su pátina de cuatro centurias, es irresistible. Los turistas, a pesar de la distancia que separa a la Capitm de Puerto Rico de la antigua San Germán, van en caravana a tomar fotografías de ese viejo monumento que está en inmediato peligro de convertirse en un montón de ruinas. De ahí ]a necesidad de esta ley".
la cantidad nominal de un dólar para dicho traslpaso, asignar de fondos Ubres (n el Tesoro Insular la cantidad de un dólar, y disponer la inmediata ejecución de las obras necesarias para impedir la ruina de dicha ermita; para autorizar e :Ia Junta Conservadora de Valores Históricos a dictar reglas para la protección y uso de la misma; y para otros fines. Exposición de Motivos. La Junta Conservadora de Valores Históricos de Puerto Rico creada por .la Ley Núm. 27 del 23 de abril de 1930, incluyó en la lista de los edificios, estructuras y monumentos históricos la ermita que formó parte del tellrasecular Convento de "Porta Caeli". Debido a las asignaciones de fondos que periódicamente ha hecho la Asamblea Legislativa de Puerto Rico, hay en poder del Comisionado de lo Interior una suma de cincuenta mil dólares, comprometida en principio para la restauración de la ya citada ermita, nuestro primer monumento histórico.. - No obstante ·la recomendación de ,la Junta y la disposición del Comisionado de lo Interior, no se ha podido detener la amenaza de ·ruina que se cierne sobre la histórica estructura de "Porta Coeli" debido a la imposibilidad legal de invertir fondos públicos en la conservación y mejoramiento de propiedades particulares. Con fecha 6 de marzo de 1949 su Ilustrísima el Obispo de Ponee, Monseñor Jaime Mac Manus accedió a traspasar los derechos de la Iglesia Católica sobre la propiedad de "Porta Coeli" a El Pueblo de Puerto Rico, obligándose éste a restaurarla y conservarla, obligación que impone
Así pasó el Convento de Porta Coeli a manos del Gobierno del Estado ¡Libre de Puerto Rico. ,Más tarde cuando se creó el Instituto de Cultura Puertorriqueña en 1955, el Dr. Ricardo Alegría llevó a cabo la reparación original del templo y su conversión a Museo de Arte Religioso con gran devoción que quedó abierto al público en 1962. Recuerdo bien que él y su esposa Mela trabajaron varias semanas día y noche para abrir el Nuevo Museo de Arte Religioso el cual ha servido bien a Puerto Rico y ha ayudado a nuestra juventud a estudiar el arte religioso en nuestras escuelas; y a los adultos a apreciar una Obra Colonial que aún persiste y es orgullo de nuestra cultura.
BIBLlOGRAFIA I. ACTAS DEL ARCHIVO MUNICIPAL DE SAN GERMAN Los dibujos de Puerto Rico del naturaHsta franII. ALEGRIA, Ricardo. . . . . . . . . . . . . • cés Augusto Pleé 1821-1823. 'Revista del LC.P. III. ARCHIVO PARROQUIAL DE SAN GERMAN IV. ARCHIVO DEL HOSPITAL DE LA CONCEPCION DE Julio-sept., 1975, págs. 2().41. SAN GERMAN Historia, Geográfica, Civil y Natural de la Isla V. ABBAD y LASIERRA, Fray Iñigo . . . . . . . de San Juan de Puerto Rico. Ed. U.P.R., 1966.
Villa de San Germán.
VI. CARO, Aida . .
Historia de la Instrucción en Puerto Rico. Boletín Histórico de Puerto Rico. TÍ'p. Cantero Fdez. & Co., 1925.
VII. COLL y TOSTE
VIII. ORUZ, MONCLOVA . . . . .
...
XIX. CUESTA MENDOZA, Antonio .
...
X. FERNANOEZ MENDEZ. E.
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. Historia de Puerto Rico del Siglo
XIX.
U.P.R.
Tomo l.
j
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Historia de la Educación en el Puerto Rico Colonial. Vol. 1, México, 1946. Historia Eclesiástica del Puerto Rico Colonia!. Vol. l. Imprenta"Arte y Cine", República Dominicana, 1948. Crónicas de P. R. Ed. U.P.R., 1969.
XI. OSUNA, Juan José . . .
A H¡story of Education in P. R. Ed. U.P.R., 1949.
XII. SELLES SOLA, Geru,rdo .
Lecturas Históricas de la Educación en Puerto Rico. Primera Parle. U.P.R., 1943.
XIII. 5AHELISES, Paulina O. S. A..
Monografía de la Historia de la Iglesia de San Germán. No publicado, 1972. 7
XIV. TIO, Aurelio . . . • . • . .
Fundación de San GeI:lIlán, México, 1956.
XV. TAPIA Y RIVERA, Alejandro •
Biblioteca Histórica de Puerto Rico, 2nda. edi· ción. Instituto de Literatura de P. R., 1945.
XVI. TORRES OLIVER, Luis. José •
El Cuatricentenario de San Germán. Imp. Vda. Daniel Cochs, Barcelona, 1971.
XVII. UBEDA, Delgado, Manuel . .
Estudio Histórico, Geográfico y Estadístico de P. R., 1878. Tip. del Boletín.
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Presentación del libro de Ricardo E. Alegria Las Primeras Representaciones Grdficas del Indio Americano (1493-1523) Por
R
MARIA TERESA
BABfN
ICARDO ALBGRIA HA MANTENIDO TBNAZMENTE UNA
fe profunda en los valores de la cultura de Puerto Rico y a ello ha dedicado muchos años de esfuerzo. Los estudios doctorales y los grados honoríficos que se le han otorgado dan una idea de la labor académica que ha realizado, pero el amor y el entusiasmo que siente por todo lo nuestro sobrepasa los límites de esos datos específicos. Su dedicación como antropólogo está intimamente relacionada con su afán erudito y humanista por descubrir los secretos etnográficos y artísticos vinculados a Puerto Rico, el Caribe y el mundo americano. Testimonio de ello son las excavaciones arqueológicas que desde el 1947 se hicieron -bajo su dirección, siendo el descubridor del importantísimo dato relacionado con los indios arcai· cos, primeros aborígenes en poblar la isla de Borin· quen, y de la existencia en Hacienda Grande de la fase Igneri. Los monumentos restaurados duran· te los últimos veinte años en San Juan son otra muestra de su sensibilidad para desenterrar y sacar del olvido los magníficos edificios en ruinas, las iglesias, -las casas, los castillos y los conventos de nuestro patrimonio. Hace muy poco se nos Henaron los ojos de asombro ante el San Telmo que, gracias a su tutela, se pudo sacar a la luz intacto en un muro de la Iglesia de San José... La creación de numerosos museos organizados por Alegría, con la colaboración de su esposa, Mela Pons, gran maestra como él, dedicada amorosamente a la labor de rescate, investigación y divulgación de la cultura nacional, señala la consigna de que hay que albergar el arte, cuidarlo y darlo a conocer, con la inteligen. cia y -la veneración sabia por esas joyas que André Malrau ha llamado "las voces del silencio". Los artículos de Ricardo Alegría sobre arqueologia, historia, folklore y arte, los libros que ha publicado hasta la fecha basados en una cuidadosa investigación sobre la historia de los indios, el descubrimiento, 'la conquista y la colonización, el Fuer·
RICARDO
ALEGRiA
LAS PRIMERAS REPRESENTACIONES GRÁFIC DEL INDIO AMERICANO 1493- t 523
CENTIlO DE ESTlIDIOS AVANUDOS DE PUERTO RICO Y EL CARIBE IN!>í11UTO DE CULTURA PUERTORRIQ ESA 191.
te de- San Jerónimo, paralelamente con un récord muy emotivo que puede apreciarse en su bello libro sobre La Fiesta de. Santiago en Loiza Aldea y en Cuentos FoZklóricos de Puerto Rico, en la antología sobre el café en la Hteratura puertorriqueña, y en Los Renegados cuyo tema ha inspirado un ballet, constituyen una rica bibliografía. El enfoque del autor en la importancia del arte oJo ha incitado a estudiar los dibujos hechos en Puerto Rico por el naturalista francés Augusto Pleé incluyendo "el primer dibujo de un objeto arqueológico de Puerto Rico", el cerní o "ídolo de tres puntas" caracterís-
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tico de los indios taínos. Estos trabajos, publicados en 1975 en los números 66 y 68 de la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña pueden consi· derarse antecedentes inmediatos de su última abra, Las Primeras Representaciones Grdficas del Indio Americano (1493-1523). Si durante la Edad Media los códices eran como plicada obra de calígrafo y miniaturista que por llevarse la vida entera de un hombre, irrepetible, constituían joyas escasas fuera del alcance de la gente, también hubo entonces el contrapeso de unas biblias de los pobres mediante sencillas tallas en madera, que se entintaban y se traspasaban al papel, recién descubierto, poniendo así ante los creo yentes esquemáticas visiones del infierno y del purgatorio. En el siglo XV el invento de la prensa de tipos móviles hizo que, poco a poco, se introdujera en pliegos, folletos y Ubros la i'lustración xilográfica, consecuencia de los floreados grabados en madera de las letras capitulares. Generalmente la traza de los dibujantes obedecía a las exigencias de la veta de la madera y a las escuelas de las cuales procedían los artistas. El tallista copiaba con baso tante tosquedad las finas creaciones del dibujante. Puesto que el descubrimiento de América sigue a pocos años de distancia a la expansión de la im. prenta, todo 10 referente a Indias se habría de transo formar en imágenes, fuesen éstas reales o fuesen obras de la imaginación, poblándose de sueños y mitos los lhuecos de la escasa información. Ricardo Alegría ha estudiado en el libro que hoy presentamos "las primeras representaciones gráficas del in· dio americano" en el período comprendido entre 1493 y 1523. Veamos la interpretación hecha por el autor de ese caudal artístico. Adornan el texto 27 láminas en orden cronológico, desde la primera Insula Hyspana, que sirve de ilustración a la edición de la Carta de Colón, Basilea, 1493, hasta la última, página titular de Cartas de Hernán Cortés, Amberes, 1523. Alegría aporta observaciones sutiles sobre la realidad y la fantasía en juego inspiradQr de los artistas al darle cuerpo visible a la historia alborear del Nuevo Mundo. El centro es el hombre, el habitante de aquellas tierras descubiertas por europeos de curtida experiencia, asombrados por el hallazgo. Cristóbal Colón, al escribir la famosa carta perdida, aunque salvada por Pedro Posa en su taller tipográfico de Barcelona dejó constancia en cuatro páginas excepcionales de la "importancia que para los efectos tenía la noticia impresa", pero hay que recordar su sentido práctico al llevar consigo siete aborígenes en carne y hueso como prueba irrefutable de la existencia del hombre desnudo de América. El documento escrito y el documento visual dan el modelo humano de ambos sexosrevelado en los grabados, agrupados con el mismo sabor a Medievo en ·las portadas de las catedrales. Hasta el 1497 la Carta de Colón no volvió a publicarse en español, y en término de 10
cuatro años aparecieron -la traducción al ~atín de Cosco, tres ediciones en Roma, tres en París, una en Amberes, dos en Basilea, una traducción al italiano, en verso, con cinco ediciones, y otra en alemán en Estrasburgo. Ricardo Alegría describe el primer grabado minuciosamente, comparando va. rios diseños de Alberto Durero con el dibujo que ilustra la edición de Basilea de la Carta de Colón. 1493, haciendo hincapié en fos elementos decora. tivos: hileras de árboles en la lejanía, montañas de piedra o peñascos en forma vertical, textos góticos y estructuras arquitectónicas, llegando a la conclusión de que Durero pudo haber sido el diseñador del famoso grabado de Basilea. Sustenta su -tesis, además, en el hecho de que la edición de 1494 de la Carta de Colón fue heoha por el impresor rohann Bergman de Olpe, responsable del grabado Narrenschiff atribuido a Durero. Un gran interés literario ofrece la versificación de la carta del poeta florentino Giuliano Dati "para dar a conocer los sucesos y acontecimientos célebres en las ferias y actividades públicas". La historia y la poesía se compenetran, de igual manera que el grabado en madera embellece los acontecimientos de la gesta descubridora. Con singular sencillez y claridad Ricardo Alegría maneja fuentes y hace pausas sobre los decorados y los rasgos renacentistas, indicando ia procedencia de las sucesivas ediGrabado de 80 ,1509.
"ÚI
Lettero" de Americo Vupucio. Estrrubur-
"Gente de CaJicut". Grabado de Hans Burgkmair, c. 1517-1518.
ciones de la Carta. Como lo había hecho al fijarse en la edición de Basilea cuyo dibujo le atribuye a Durero, se detiene en la primera edición italiana de la Carta, observando el passe-partout que enmarca el grabado, la figura del Rey, las nubes "como montañas flotando en el aire", el cinturón de hoja de las indias, la vegetación y las naves, para afirmar que puede atribuirse al artista desconocido que Be· renson denomina "Alunno di Domenico Ghirland". Pansando con una ,lupa por los grabados que Hustran la Carta en distintas ediciones, además de destacar su valor artístico, abre un camino hacia el estudio de fuentes desconocidas sobre el indio americano en el arte, -la poesía y las humanidades. El segundo punto esencial del libro es el análisis de la carta de América Vespucio, Mondus Novus, publicada en París probablemente entre 1500 y 1504, Y en La Lettera, publicada entre 1505 y 1506 en Florencia. El resumen documental sobre América Ves· pucia es muy ameno, ya que el famoso italiano es un escritor prolijo y muy culto en comparación con la sobriedad de Cristóbal Colón. Las láminas numeradas del 7 al16 sobrepasan las 6 primeras de la Carta de Colón, lo cual indica elocuentemente la mayor divulgación de la obra de Vespucio, amén del hecho de que con ella se añade una dimensión casi diabólica a la fantasmagoría de las versiones gráficas, y se intensifica la leyenda sobre armas, cuerpos femeninos, adornos con incrustaciones de piedra, plumas en el cuello, canibalismo, y otros detalles exóticos sobre el continente que llevaría el nombre de América Vespucio y no el de Cristóbal Ce ;Sn. No obstante su rigos objetivo, Ricardo Ale· gría demuestra una fidelidad conmovedora al gran navegante que descubrió nuestra isla en su segundo
viaje, centrando la atención en el grabado de Basilea de la Carta perdida, con el cual adorna la portada, cortesía de la biblioteca Pública de Nueva York. La tercera parte del estudio se a-leja de los textos de Colón y Vespucio para referirse a otros documentos. El óleo de Los Tres Reyes Magos atribuido a Vasco Fernández y a Jorge Alfonso, conservado en la Catedral de Viseu, Portugal, en el cual se destaca el negro rey Baltasar, (por cierto, en Puerto Rico se ennegreció), con los rasgos y la indumentaria del indio americano. llevando una f-lecha emplumada en la mayo derecha, como si el artista hubiera. querido complementar así a los descendientes de los tres hijos de Noé; el famoso mapa turco de Piri Reiss descubierto el año 1929 en la biblioteca del Serrallo de Estambul por dos alemanes, que según la ~eyenda es copia de otro perteneciente a Colón, el cual pasó al turco Gazi Kemal al hacer esclavo a un compañero del descubridor. Llama la atención el "hombre acéfalo del Nuevo Mundo", monstruoso, magnífica muestra de la imaginación pictórica del siglo XVI, llena todavía de los reflejos de una Edad Media obsesionada por el pecado, ante· cedente de un surrealismo que iba a renacer en las supersticiones mitológicas del realismo mágico perpetuado en los hombres con cola y un solo ojo. como si las visiones del Basca, los monos y otros rasgos decorativos, trazara el hilo hacia el meollo y el gé· nesis de las creaciones novelescas como Cien Años de Soledad... Al referirse al Libro de las Maravillas del Mundo de Mandeville, afirma Alegría lo ya conocido sobre el hecho de que "el propio Colón poseía un ejemplar, anotado por él, que se cree llevaba en el viaje del descubrimiento", conservado en la Biblioteca Colom~ina en Sevilla. Un grabado 11
de la serie de miniaturas destinadas a representar una imaginaria marcha triunfal del emperador Maximiliano de Austria, en el que hay unos indios, algunos con faldas cortas y adornos con plumas, otros desnudos, llevando pájaros, monos y mazorcas de maíz, constituye para el investigador un hallazgo, ya que u es la primera representación del maíz que se hace", afirmación interesantísima para -los lectores de Hombres de Maíz de Miguel Angel Asturias. ·Los personaje!: indios del grabado, titu· -Iado "La Gente de Calicut", l1evan mazas o garrotes como los tupinambas del Brasil. Los 137 grabados de esta serie fueron impresos en 1526, y son obra de Burgkmair, conservados en la Biblioteca Estatal de Stutgat Alemania. Entre los mapas y cartas marítimas del Atlas Miller, se detiene en los dos de la costa norte de la América del Sur. En el primero, l1arnado con letras grandes ANTEYLLAS, del cartógrafo Pedro Reinel, aparecen cuatro figuras en posiciones distintas, en un paisaje de altos árboles. La intensidad del color negro para teñir los cuerpos es de interés etnográfico y artístico. Otro mapa en acuarela sobre pergamino atribuido a Reinel, pre· senta siete indios recogiendo palo del Brasil, mientras otros cargan madera, vestidos con capas de plumas, que pueden representar a los tupinambas, mientras la figura de un indio trazado en escala mayor con adorno de plumas en la cabeza, podría representar a los gigantes de Patagonia descritos por los acompañantes de Magallanes. El autor del libro que nos ocupa cierra la tercera parte del estudio con unos apuntes sobre la portada del texto dedicado a celebrar la ascensión al trono del Em· perador Carlos V, 1519, en que se ve una pareja de indios de ambos sexos, y la nueva edición de la Geografía de Ptolomeo en que se incluye un mapa de la "terra nova" con una escena de caníbales. La fusión de los rasgos físicos y las armas de los europeos con la desnudez de los aborígenes y el uso de cinturones de hojas o plumas en pleno siglo XVI -le llama la atención al investigador en estas representaciones gráficas.
Conclusiones El lector de hoy se convierte en espectador ante las descripciones de los grabados, los mapas y los óleos que desfilan por este mini·museo que Ricardo Alegría ha reunido en la obra. Los que somos americanos y estamos instalados en una realidad culo tural en que el indio, .la fauna y la flora, las costumbres y el folklore descritos por Colón, Vespucio y los cronistas de Indias, forman parte indisoluble del ser que somos, identificamos los elementos primarios con asentimiento o rechazo, dándonos cuenta intuitivamente de las alteraciones hechas por el aro tista gráfico. Lo que va de lo vivo a ~o pintado es -la materia del examen juicioso, la investigación y 12
:Lcttera di anlerigo "erpucd delle ¡fole nuouammtetronare ín quattro (uoí víass-i.
Portada de "Lo Lettera" de Americo Vupucio. Florencia, . c. 1505·1506.
el análisis erudito. La lectqra y la observación de las representaciones gráficas reunida por Ricardo Alegría recuerda el encanto que produjo en la sensibilidad de Alfonso Reyes el libro de Giovanni Battista Ramusio, Delle Navigalioni el Viaggi, del año 1550, una de cuyas estampas le inspira su céle· bre ensayo Visión de Andhuac, en el cual dice el gran mexicano unas palabras muy apropiadas para señalar la significación del libro de Ricardo Alegría: "la emoción histórica es parte de ,la vida actual, y sin su fulgor, nuestros valles y nuestras montañas serían como un teatro sin luz". _ Al hablar del descubrimiento en la imaginación de Europa el erudito humanista dominicano Pedro Henríquez Ureña alaba la Carta y el Diario de Colón, y le atribuye dos ideas: "América como tierra de la abundancia y el indio como noble salvaje". En cuanto a Vespucio, afirma que después de él "Europa no dejó ya de mirar hacia Occidente". Según reflejan los ejemplos gráficos estudiados por Alegría, a partir del 1493 los artistas europeos fueron muy receptivos a la significación artística del Descubrimiento. Dibujaron lo que habían leido o lo que habían oído contar a los navegantes, trazando for· mas que el grabador llevaba a la madera en estilos cambiantes.•Las proporciones, las medidas, los ador-
nos, el paisaje y los rasgos del blanco y del indio se alteran y se confunden, mientras el mar y los barcos, el cielo y la tierra, adquieren una gama de matices plásticos en que superviven los elementos europeos conocidos de antaño con los nuevos motivos de la experiencia americana. El protagonista inalterado en su presencia humana es el indio desnudo, a veces recubierto con plumas, y su antagonista, el ¡hombre vestido de la vieja Europa, conquis. tador conquistado. A su vera se colocan los animales exóticos, las plantas, la mujer con el niño, la fuerza de un amanecer de nuevas fuentes de vida. Las Notas de la obra de Ricardo Alegría aportan datos útiles y valiosos a su estudio. La desnudez, el color de la piel, la forma de vivir, identifican uniformemente a los antípodas con algo insospechado y maravilloso. Se puede atisbar la percepción de estos artistas para distinguir entre la estatura normal y la estatura de mayor talla, al igual que se aprecia la visión edénica del paraíso en algunos dibujos, mientras en otros se acentúa el canibalismo, tempranos indicios de una perspectiva abarcadora, humana y artística. Los gigantes eme plumados que guardan el escudo de armas sobre el amplio portal en algunos edificios españoles de aque-
llos siglos dorados, son parientes cercanos de los indios inmortalizados en las representaciones gráficas. Ricardo Alegria pasa con finura de la arqueología física y del folklore a la bibliología y la crítica de arte, comparando detalles de trazado, simbolismo, flora, espacios y distancias, buscando coincidencias de estilo y técnica en los dibujos, algunos de los cuales saben a gótico final mientras en otros se puede señalar el gusto renacentista plenamente. Después de los treinta años recorridos por Alegría en su investigación hay una fascinante eclosión artística en que los elementos derivados de la historia natural del Nuevo Mundo hacen su aparición en los maestros de la gran época de los genios. Henríquez Ureña ha dicho con una admirable pincelada abarcadora, que: "·La pintura europea adoptó nuestras plantas y nuestros pájaros desde los primeros tiempos, como puede verse en los dibujos para tapices de Rafael. El cactus después de su trasplante al Viejo Mundo, no tardó en hacer su aparición en los cuadros sobre la vida de Cristo, dentro del árido paisaje de Tierra Santa. También en la arquitectura se introducen figuras ornamentales de salvajes -por ejemplo, los gigantes armados de mazos en el Colegio de San
Hoja suelta mostrando escena en un rio suramericano. Nuremberg c. 1505-1506.
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Gregario de Valladolid... Cuando Rubens copió el cuadro del Ticiano que representa a Adán y. Eva en el Jardin del Edén, puso entre -los árboles una guacamaya, un papagayo de color de fuego" ... La página titular de la edición de Amberes de las Cartas de ·Cortés al Emperador Carlos V es el broche de oro con el cual cierra Ricardo Alegría su hermoso libro, notando que en el grabado en madera aparece una isla, una pareja de indios con un niño, un gran árbol, un guacamayo, una canoa, una carabela... Las conclusiones del autor coinciden con la opinión de otros estudiosos sobre la "asociación entre la imagen clásica de la vida durante la llama-
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da Edad de Oro y la vida ae los indios desnudos, en contacto con la naturaleza". Desde el punto de vista etnográfico Alegría cree que "estas representaciones no tienen mucha importancia" y promete un libro sobre "un mal dibujante, pero buen observador, el cronista Gon7.alo Fernández de Oviedo, cuyos dibujos se basan en la experiencia directa de -los indios antillanos". Felicitamos al autor de Las Primeras Representaciones Grdficas del Indio Americano y nos quedamos a .la expectativa de -la obra que ya tiene en manuscrito sobre los dibujos del cronista Femández de Oviedo.
Perfil de un gran humorista
Nemesio R. Canales
(1878-1978) Por C. ORAMA PADILLA
A.L CUMPLIR MI PUEBLO DE JAYUYA SU CINCUENTENARIO ade haberse convertido en Municipio a través de una Resolución de la Cámara de Delegados aprobada el 9 de marzo de 1911, quise contribuir a la celebración de acto tan trascendental recordando a su hijo más ilustre, el fino humorista Nemesio R. Canales, escritor, poeta. político, legislador y abogado. Recordé que a raíz de su muerte en ruta hacia Washington como asesor de una comisión legislativa ante el Congreso de los Estados Unidos, le sorprendió la muerte el 13 de septiembre de 1923.* Formaba parte de la comisión Don Santiago Iglesias Pantín. su compañero de camarote. Dijo entonces el ilustre líder obrero que Canales murió con ·la mano extendida tratando de alcanzar la perilla para encender la bombilla del camarote. Pudo, quizás, pronunciar las últimas palabras del gran poeta colombiano Porfirio Barba Jacob, cuando al morir en México una noche bajo un crudo invierno, exclamó: "Dejádme abierta la llave de la luz". Quise en aquella ocasión evocar a Canales en el paisaje de aire y sol transparente los motivos que dieron fuerza a su humorismo agridulce que nos hizo reír y a veces poner un rictus de tristeza en nuestras almas. E.s ahí, en su estilo zumbón, agre· sivo, festivo y amargo, el verdadero humorista que se revelaba no sólo en la crónica literaria y sus versos sino en la charla íntima y en la arenga política. Y decía yo que Canales había nacido en un hogar próspero en donde su padre, Don Rosario
* En su libro, -Hombres Ilustres de Puerto Rico_ Federia,> Ribes T~va~ afirma que Canales fue internado en el Hosplt~1 Presbiteriano con un padecimiento cardiaco e hi. dropesla. Días después, ya dado de alta. se sintió mal de nuev~ y marchó a los Estados Unidos para ingresar en un Hospital allá. Es una nueva versión de su viaje.
Canales, no era sólo el gran proveedor de familia sino el buen consejero, el padre amable y previsor dispuesto siempre a dar a todos sus hijos la mejor preparación académica. Su primera esposa, allá en el barrio de Coabey donde operaba su negocio en la falda de los Tres Picachos, se llamó Doña Francisca Rivera, en la que procreó los siguientes hijos: Nemesio, Paulita, Tate, Modesta y Lola. Luego, al enviudar. Don Rosario Canales contrajo matrimonio con Doña Consuelo Torresola y de ese matrimonio nacieron Mario, América, René, Blanca y Guarina. Para los primeros y los segundos, Doña Consuelo fue una sola madre: cariñosa, compren· siva' y sobre todo, la protectora para todos ellos si la rigidez paternal podía, como es común a veces, dejarse sentir en nombre de la disciplina. Quiero decir que los conocí a casi todos ellos y Blanca fue mi condiscípula desde el primero hasta el octavo grado. Conocí a Canales, el escritor, cuando tenía yo de siete a ocho años de edad y su recuerdo es vago en la bruma del tiempo que para mí fue siempre de escasez y privaciones. Sólo brilla en mi recuerdo aquella chispa luminosa del genio, aquel gesto tan elocuente del gran charlista puertorriqueño. Ya a esa edad padecía yo, con la estrechez del pan, la fiebre del verso, la prosa y el amor por las cosas bellas que Dios reparte entre aquellos que ama. Iba él a Jayuya y' por lo regular se formaba una tertulia político-literaria, en la botica de Don Ramón Marrero, a la que asistían Don Antonio R. Barceló, Don Félix y Don Ulpiano Córdoba Dávila, poetas los dos, y otros cuyos nombres no reG:uerdo. Yo era sencillamente. el muchacho averiguao que oía silenciosamente desde un rincón presto a salir de estampida a buscar cigarrillos o licor para los tertuliantes. Salía rápido y a los cinco minutos estaba de regreso para no perderme ni la más míni· ma parte de aquel intercambio de ideas, el relámpago del gesto y el trueno de la palabra cuando el tema era de carácter político.
1S
NemuioR. CantÚU
Recuerdo que los Córdoba Dávila eran pausados y el tema permeado de un humorismo sutil. Don Antonio R. Barceló era estallante. Parecía un César romano al que sólo -le faltaba la túnica parlamen· taria de los salones del gran imperio. Pero el que conducía el cónclave en la botica de la aldea nativa era Nemesio R. Canales. Era como un virtuoso de la palabra. Unas veces emotivo, sentimental, cadencioso y musical si el tema era el del amor o alguna de Jas frases del arte como la música, la pintura, la creación de los grandes maestros. Lo evoco como un genio imponiendo desde el podium el poder de sus manos subrayando la belleza, el encanto, la sutileza de 10 que describía su palabra .nena de la gracia de Dios. Salpicaba de la sana alegría que era la tónica de su vida. Dejaba el tema desbordante de 1a belleza yentraba en escena el humorista del estilete. Entre la risa de sus contertulios lo evoco como torero espada en mano en una faena dura en la que iban cayendo
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políticos, escritores, poetas ramplones, no sólo de aquí sino de América y España. Aquí era el momento de la risa, el aplauso. Canales era implacable porque era exigente en la materia. Y en esa manera de ser no le importaba a quien se llevara por delante. Dicen que una vez Canales entró a la redacción de "·La Democracia" y Don Luis Muñoz Rivera, buen amigo de su padre y quien 10 recomendó para ir a estudiar en el Baltimore School of 'Law en Maryland -le preguntó: -Oye, Nemesio, dime ¿Cómo va Jayuya? -Mal, don Luis, mal'. Aquello no progresará hasta que no quiten las tres piedras del fogón. -¿ y cuáles son esas piedras? ----Pues, quienes van aser: Don Vicente León, Don Antonio Mattei y Rosario Canales. Muñoz rió a carcajadas al notar que no se le escapaba ni el padre.
En otra ocasión caminaba calle arriba en el Viejo _San Juan en ruta hacia el único tribunal de Justicia que quedaba cerca de Forta]eza. Por ]a acera opuesta y rumbo al mismo sitio, caminaba el Ledo. José De Jesús Tizol, a quien Canales llamó para que lo acompañara. Siguieron juntos y al llegar al tribunal y antes de que cada cual se dirigiera a la sala C<r rrespondiente Canales le dijo: -Oye, Tizolito, yo lo que deseo es que en el día de hoy no me encuentre con un hombre más feo que tú. y ·los dos rompieron a reír estrepitosamente porque Tizolito sabia que nadie podia en justicia distinguir cual era más feo entre los dos letrados. Quiero cerrar esta breve evocación de Nemesio R. Canales, en el Centenario de su nacimiento, con el recuerdo de otra animada tertulia en la que participaron el Ledo. Car-los .López Tord de Ponce, Don Luis Lloréns Torres, el Ledo. Agustin Font, Don Luis Muñoz Marin y Nemesio R. Canales. El sitio de reunión fUe una bella residencia que tenia López Tord en el barrio La Pico en jurisdicción de Jayuya. El cónclave entre los ilustres compañeros duró toda la noche entre humo y licor. Re]ata las incidencias de] mismo el fenecido peñolista Don Agustín Font cuando escribía en El Mundo bajo el seudónimo de Siño Gelecho. Al cierre de su crónica nostálgica y plena de belleza literaria dice así, poco más o menos, el ilustre pepiniano: "De estos viejos compañeros ya pasaron a mejor vida Nemesio R. Canales y Carlos López Tord. Lloréns sigue escribiendo sus hermosas estrofas y peleando con los curas, Luis Muñoz Marin
empeñado en arreglar el mundo y yo esperando que una estrella cuaje en la punta de mi pluma". Allá a lo lejos y desde el barandal de ]a casona se a]zaba ]a testa coronada de Los Tres Picachos cuajada del neblina] mañanero. Mientras tanto, la estrella final moría en e] horizonte lejano. El índice de Canales señalaba a ]0 lejos el sitio de su naci· miento y por los que cabalgó de niño en su Clavileño de Majagua evocando las aventuras de un niño prodigioso llamado a dejar una huella imborrable en la historia de su país. En la herencia física esa huella las dejó en dos hijos: Petronio Canales que heredó la chispa de su ilustre padre y que gastó en la conversación íntima primero allá en Jayuya en donde trabajó como Colector de Rentas Internas y luego en Río Piedras en donde falleció luego de haber trabajado por mucho tiempo como perito en Bienes Raíces. De haber vaciado su talento en .]as páginas del libro o la prensa hubiera, como su padre, dejado también huellas imborrables. Canales casó luego con Guariana Díaz, nieta de Don Román Baldorioty de Castro en quien tuvo un hijo al que llamó Ariel, título de un libro de Enrique Rodó y que era en esa época el best-seller de la América Hispana, libro de profundidad filosófica y forjador de varias generaciones de nuestro continente. No hemos podido conseguir ~a trayectoria ni e] bagage cultural y animico de este segundo heredero del genial jayuyano. A última hora me informa una de sus tías que Ariel Cana]es se dedica a la decoración y compra-venta de casas. Al igual que el hijo de José Antonio Dávila vive desvinculado de su tierra natal y nada sabe de los valores de su ilustre padre.
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Décima Jibara Por
GUILLERMO NÚÑEZ
La lengua con que te canto es mi lengua castellana, es una hermosa campana en mi gozo y en mi llanto. COIl ella yo me levanto a la luz de un nuevo día, en ella la vida mía preciosa va discurriendo, y en ella sigo escribiendo mi más hermosa poesia. Cuando el sol pinta de oro los pechos de la montaña es esa luz que me baña cual un preciado tesoro. En esta tierra que adoro, caminé por vez primera, entonces la tierra era, como Ult templo de raíces donde espigaban maíces ahítos de primavera. Yo me metí en la mañana a desgranar el rocio, allí donde el lamería se besa con la sabana. Sentí de la tierra hermana todo su amor y ternura, cuando con mi azada dura, su pigmento acariciaba, y el sudor se derramaba en los surcos de la altura. Yo vi levantar el grano, sobre las tie.rras bermejas, alli donde las abejas, son un panal borincano. Yo vi el racimo temprano, mecerse en la tarde ínquieta, 18
y al viento con la veleta,
de la nube campesina pasar sobre la colina de mi mundo de poeta. Yo vi levantar el río y desgarrar las orillas cuando las aguas sencillas azotaban mi bohío. Yo que crecí en el plantío sé, como la tierra llama, es la tierra que se ama la tierra donde has nacido porque la tierra es un nido que su ternura derrama.
Por eso te canto ahora, esta décima que siento, porque la traigo del viento en la campiña que llora. Allí todavía la aurora, sale llena de esplendor, allí todavía la flor adorna los pedregales,
que parecen madrigales alabando al Creador. Yo bendigo al Dios del cielo por la tierra que me ha dado porque en ella yo he soñado
con profundísimo anhelo. En ella emprendí mi vuelo hacia toda versación, en ella nueva emoción iba mi vida colmando, por eso le sigo dando a mi tierra el corazón. Por eso hermano y hennana mi décima es un lamento, es como un grito en el viento que desgarra la mañana. Esta tierra borincana es un regalo precioso, en este sueld glorioso quiero a mi lengua cantar porque mi lengua es un mar de un oleaje luminoso.
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Comentario critico sobre A.uge y decadencia de la trata negrera en Puerto Rico (1820-1860), nueva obra del Dr. Arturo Morales Carri60 Por
EUGENIO FERNÁNDEZ M~NDEZ
Es un privilegio el poder comentar brevemente SparaYustedes ·Ia nueva obra del doctor Arturo MoraEÑORAS y SEÑORES:
PARA Mf A LA VEZ UN PLACER
les Carrión: Auge y decadencia de la trata negrera en Puerto Rico (de 1820 a 1860). No es ésta la primera importante contribución del Dr. Morales Carrión a -la historiografía puertorriqueña. Bien conocidas de todos son sus obras Puerto Rico and the Non-hispanic Caribbean (estudio sobre la decadencia del exclusivismo-mercantil-español en el siglo XVIII) publicada por .la Editorial de la Universidad de Puerto Rico en 1952. De igual modo son conocidas y valiosas sus obras Historia del Pueblo de Puerto Rico (Desde sus orígenes hasta el siglo XVIII) que inspirada en un cursillo sustentado por televisión por el autor, editara más tarde el Departamento de Instrucción Pública de Puerto Rico en 1968. Util para el conocimiento de la historia del proceso histórico-político de Puerto Rico y para el esclarecimiento de los siglos XIX y xx, es su libro de ensayos Ojeada al proceso histórico de Puerto Rico, donde puntualiza el programa de servicio al país que se impusieron los ·hombres visibles de la generación de fines del siglo XIX, Román Baldorioty de Castro, Muñoz Rivera y otros, y la continuidad histórica y política de los procesos que hasta hoy se debaten frente al destino o rumbo histórico del pueblo puer· torriqueño. Valioso también -bien pensado y tramadoaunque breve, es su ensayo sobre Los albores históricos del capitalismo en Puerto Rico, donde nos describe el proceso formador de nuestra sociedad y economía en el siglo XVI, cuando el espíritu de la libre empresa vino a suplantar las normas sociales de inspiración cristiana de la economía feudal que le habían precedido. En toda su obra como historiador el Dr. Arturo Morales Camón ·ha tenido por norma de su investigación el situar dentro de un contexto internacional (y no insularista) su labor aquilatadora, y apoyado 20
Auge y decadencia de la trata negrera en Puerto Rico (1820-1860)
siempre en rigurosa compulsación de fuentes documentales, nos ofrece su obra nuevos y sugerentes caminos para el estudio de nuestra historia, para su más cabal y profunda comprensión. Su formación como historiador y diplomático es una afortunada conjunción de base y preparación, que dan rigor y solidez a sus juicios objetivos y bien fundados. Así nos lo demuestra una vez más ésta obra que acaba de publicar el distinguido educador sobre la trata negrera. Su extensa bibliografía comentada es una excelente guia de los arohivos para el investigador de nuestra historia.
La historia del Caribe toda, está signada por la presencia del elemento racial negroide, pero entender la dinámica del proceso de la trata negrera en cada país. exige un detallado conocimiento de las fuentes documentales. Esto lo demuestra palmaria· mente la obra del Dr. Morales Carrión Auge y deca· dencia de la trata negrera en Puerto Rico, que se nutre documentalmente de la riqueza de los archivos británicos y españoles, los cuales con diligencia y ad· mirable laboriosidad, ha visitado el Dr. Morales Camón -no para atesorarlos de manera personalsino para ponerlos generosamente al alcance de los investigadores y estudiosos de nuestra historia. Así, ha visto recientemente la luz la colección de 140 documentos que publicara el Instituto de Cultura Puertorriqueña en el primer volumen sobre el Pro· ceso abolicionista de Puerto Rico: Documentos para su estudio. Como nos informa el autor en el libro que ahora comentaremos, el segundo volumen de esa valiosa colección documental está en prensa y pronto estará al alcance de ·los interesados en la historia de la esclavitud -sus crisis, y sus canse· cuencias- para la historia de nuestro país. El Dr. Morales Carrión, es da justicia declararlo públicamente, ha sido un tenaz promotor de toda obra de engrandecimiento cultural en Puerto Rico. Lo demuestra el hecho de que actualmente dirige la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades. y lo demuestra también su fecunda labor como Di· rector del Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico, asistido allí por figuras tan valiosas como la Dra. Aida Caro y Catalina Palerm. y no por último, de menor trascendencia, meno cionemos su gestión en favor de la creación del Instituto de Cultura Puertorriqueña, en el año de 1955; que tan fecunda obra en rescate de nuestra herencia y patrimonio histórico ha realizado bajo ·la sabia dirección de Don Ricardo Alegría, y ahora, de Don 'Luis Rodríguez Morales. Pero dejemos ya, estas necesarias y justicieras palabras prologales y pasemos a hablar de su último libro: Atlge y decadencia de la trata negrera en Puerto Rico (de 1820 a 1860) que acaba de publicar el Centro de Altos Estudios de Puerto Rico yel Caribe, con el concurso del Instituto de Cultura Puertorri· queña. Nos dice D. Arturo en sus observaciones inicia· les: "En mis viajes e indagaciones (por archivos) maduró en mí la idea de realizar una investigación personal y propia sobre un tema, obviamente vinculado a mi preocupación historiográfica dominante: el influjo de los -factores externos en el proceso abolicionista de Puerto Rico. Los estudios sobre la esclavitud y la trata negrera constituyen 'hoy en día, uno de los temas favoritos de la investigación acerca de -la historia socia'l de América JI. "Salí a la aventura -nos dice- con unas preguntas: ¿Tuvo o no la trata importancia en el si·
glo XIX en Puerto Rico? ¿Constituyó o no la trata un factor de significación en el estudio de la posi. ción geo-política de la isla y de su evolución? ¿Qué relaciones existen entre los altibajos de ,la trata esclavista y el proceso abolicionista?" Y para aclarar aún más su posición americanista de amplias miras, nos dice: "Tuve que penetrar en la complicadísima trama internacional que rodeó no sólo ·la trata negrera sino el avance del sentimiento anti-esclavista". El Dr. Morales Carrión -y ésta es una de sus más fecundas enseñanzas-, ve así el proceso del aboli· cionismo en América, en el siglo XIX, como uno de los grandes movimientos ideológico-políticos del siglo. En esto su visión es inspiradora, acertada y fecunda. Comienza su libro el .or. Morales Carrión seña· landa la importancia del secular mestizaje de razas en Puerto Rico, en los siglos XVI, XVII Y XVIII, como factor previo condicionante del marco histórico en que se dará la trata negrera en el siglo XIX. Con título digno de D. Fernando Ortiz o Germán Arciniegas, llama a esa herencia: "Una isla de rostros atezados", y cita en apoyo de su argumento al viajero francés Pierre Ledrú, a D. Alejandro O'ReilIy y al fraile Fray Iñigo Abbad y Lasierra autor de nuestra primera historia forma-l y un avezado observador de nuestra realidad dieiciochesca. Asimismo señala el Dr. Morales Carrión, aportando en esto una observación novedosa, el papel moderador y democratizante que en nuestra intra-historia tuvo la práctica del 21
corso -es decir, la legalizada persecucJOn de los enemigos internacionales del comercio legal de España- en el que participaron muchos criollos puertorriqueños de ascendencia negra, distinguiéndose algunos hasta alcanzar dimensiones 'heroíco-novelescas. Tal fue el caso del renombrado mulato-zapatero de San Juan, Miguel Henríquez, capitán de Mar y Tierra y Armador de los corsos de Puerto Rico por nombramiento de Felipe V, quien fuera convertido en "Caballero de la Real Efigie" en recompensa por sus servicios a la Corona de España. En tercer lugar, puntualiza el Dr. Morales Carrión el papel de 'la Revolución Haitiana, en condicionar ·la política esclavista de España en sus colonias caribeñas a lo .}argo del siglo, pues el temor de la rebelión negra frenó muchas veces en Puerto Rico y en Cuba, el deseo de muchos codiciosos negreros y hacendados de aumentar el nÚ,mero de esclavos y con ello la producción azucarera y el espíritu de plantación esclavista de ambas islas. Por último -y todo ello con gran significación histórica- destaca el papel de Inglaterra, de sus hombres de Estado, como George Canning, Henry Palmerston y los cónsules John 'Lindegren, Lennon Hunt y otros -en su 1ucha por la hegemonía en el Caribe, como factor que acelero entonces la supresión del tráfico vil. Como nos dice Morales Camón: "Una figura que ha de surgir en estos años que representa más que ninguna otra la tenaz ·lucha de Inglaterra contra la trata negrera: es el Vizconde Enrique Juan Temple Palmerston, Secretario de Asuntos Exteriores. Personalidad compleja y enérgica, encama la nueva diplomacia de la ascendente burguesía británica, interesada en los mercados exteriores, el libre-cambismo, el avance del liberalismo constitucional y muy en especial en mantener la preponderancia que cobra Inglaterra en los asuntos mundiales tras la caída de'Napoleón". Con todo, y a pesar de la tenaz oposición inglesa, desde 1820 a 1840, habrá en Puerto Rico poca disposición entre las autoridades de la isla, para obe-
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decer al pie de 1a letra lo· ~ctado entre Madrid y Londres. Abundan los testimonios de 'la persistencia por esos años de la trata negrera. Impedidos de traer esclavos de Africa, se las ingenian negreros y hacendados, para establecer un activo comercio entre las colonias francesas, danesas, holandesas e inglesas del Caribe con Puerto Rico. Veamos lo que nos dice Charles Walker en sus cartas escritas en esa ocasión, de 1835 a 1837. Era Walker un culto y distinguido abogado, oriundo de Nueva Inglaterra y graduado de Harvaro. Su hennana se había casado en Puerto Rico con Samuel F. B. Morse, el inventor del telégrafo. Afectado por la tuberculosis, Walker, como tantos otros hombres de su tiempo, buscó en climas soleados como el de Puerto Rico el ansiado remedio a la enfermedad. Hacia 1840 regresará a Puerto Rico, donde adquiere para tal fin la hacienda "La Concordia" a poca distancia de Guayama. Precisamente es en esa hacienda que ·la sobrina de Walker conocerá a Charles Lind dueño de la hacienda "La Enriqueta" y se casará con él. Más tarde Morse construirá para el uso privado de su hija la primera ·línea de telégrafo de Arroyo a "La Enri· queta". El 16 de abril de 1837, Walker nos ofrece datos muy precisos sobre el tráfico esclavista en Puerto Rico y la pugna con Inglaterra. "Los últimos negreros -nos dice- han· navegado bajo la bandera portuguesa -{razón, tal vez, por ·la cual hay tanto negro angolo en Puerto Rico}- cuando la trata es legal, pero ante la insistencia inglesa la Reina (de España) ha abolido la trata. Ninguna otra nación lo permite. El próximo paso será que todas las naciones, como Estados Unidos e Inglaterra la declaren piratería. Los reyes africanos en la costa (de Guinea) para obtener las comodidades y lujos de la vida, fomentan la trata de esclavos. Un barco lleva armas, pólvora, tabaco, ron, pipas, ropa etc., por un valor de veinticinco dólares por cada esclavo y algunos ricos regalos para los reyes. Los que están en la Costa
se ponen de acuerdo para traer el número t de cautivos) estipulado a las playas. Una vez realizado esto, se encadenan ·los hombres y mujeres, y con los niños en libertad, se cargan a bordo y la embarcación zarpa. Los esclavos son tan valiosos ahora que hay poco o ningún sufrimiento y pocas o ningunas muertes. Cuando llegan aquí se ,les desembarca en una plantación y se les divide en grupos confonne a los participantes, y entonces se les pone a ·la venta como animales. Sólo unos mil esclavos han llegado a la isla este año (1837). Esto es con· trario a ·10 expresado en los tratados y la ley: sin embargo, el gobernadorlo pennite y recibe dieciséis dólares por cabe73 y todos los demás funcionarios reciben en proporción." Con ojos pues -aclara Morales Carrión- de un puritano de Nueva Inglaterra, ve Walker aspectos de ·la trata conforme se desarrolla en el litoral puertorriqueño en los tiempos que van del gobernador D. Miguel de ,la Torre a López Baños. Varios de los hacendados encuentran maneras de confabularse con los negreros y la burocracia dominante para mantener (al margen de la ley) la jugosa actividad clandestina; a espaldas, pues, de 'los compromisos internacionales. Desde los tiempos de López Baños se acusa de vago al jorna'lero para forzal'1o al trabajo. Así, pues, lado a lado de la esclavitud, se intentará fundar un régimen de t~bajo forzoso que a largo plazo permitirá ·la transición viable al trabajo asalariado. Ya hacia 1850 -nos dice Morales Carrión- comienza a decaer la trata negrera yen· tra en ascensión el régimen del trabajo obligatorio
al que darán su apoyo diversos gobernantes; en Cuba, aún cuando se abogará por la "colonización blanca", la trata sufrirá alti.bajos, pero no podrá ser del todo detenida." En los primeros años del siglo, pues, el meca·' niSIDO de la trata negrera se ajustará a la v,igilancia británica y buscará múltiples subterfugios para ha· cer llegar a la isla los cargamentos de africanos. El centro de gran parte de los turbios manejos es Santo Thomás, tradicional punto de recalada de corsarios, contrabandistas y negreros. Escudado en la Cédula de Gracias D. Miguel de la Torre había mantenido tempranamente vigente el régimen de licencias que autorizaba la introducción de esclavos bozales de las "islas amigas". Estos esclavos procedían de los focos activos de la trata en el Caribe; ilegal, como era ya, la trata directa con Africa. ·Los focos de distribución para Puerto Rico, pues -aclara el Dr. Morales Carrión-, serán San Bartolomé, San Thomas y las Antillas Menores francesas al este. De esas islas se proveerán de es· clavos preferentemente para las haciendas de la parte oriental y sur de Puerto Rico. Los esclavos para las plantaciones de la región occidental -Mayagüez, San Gennán, Cabo Rojo, etc.- vendrán no sólo de Santo Thomas, sino también en buena medida, de Curazao. Los introducen negreros puertorriqueños, ingleses, irlandeses, franceses y muchos otros, que infatigablemente van y vienen con sus éncargos de negros esclavos para Mayagüez, Ponce y otros puntos donde son subastados los negros. El antiguo patrón contrabandista del "tráfico de bao landras", de viejo arraigo en los siglos XVII y XVID, sostendrá así ahora la trata negrera. En el segundo capítulo de su densa obra, sabrosamente titulado la lucha contra "El vientre del in· fiemo", nos aclara el Dr. Morales Carrión el viraje politico que dio Inglaterra a,l comenzar el siglo XIX, contra la trata negrera en que antes había incurrido de manera tan espectacular. Nos habla de los intereses favorables y desfavorables al tráfico de ébano humano, y de los argumentos -lógicos y prácticos de Adam Smith el gran economista precursor de la Revolución Industrial, en favor de una política liberal. Y con la Revoluci6n Industrial -puntualiza Morales Carri6n- "La riqueza del comercio británico tenía ahora el ancho mundo por mercado" y ia trata negrera resultaba anacr6nica a los ojos in· gleses. Nos habla asimismo M01"ales Carri6n -en su obra, de las misiones de los cristianos protestantes, cuáqueros y metodistas de Jamaica, Inglaterra y otras partes, que por sentimientos religiosos y humanitarios repudian la trata negrera, y nos habla también de hombres -grandes humanistas- como William Wilberforce, en el Parlamento inglés, presionando allí con encendido verbo en favor de la abolición. España, ante esta situación interna y externa, se vio por esos años de 1820 a 1860, cogida entre dos
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fuegos. Su necesidad de desarrollar económicamente a Cuba y Puerto Rico, ante la pérdida de su imperio en América del Sur, Y ,los intereses de negreros y hacendados de Puerto Rico y Cuba que abogaban por una política favorable a la industria azucarera, de una parte; y de otra, la presión y la justicia que abonaban la causa anti-esclavista de los ingleses, ya económicamente embarcados en .la nueva etapa de la Revolución Industrial. De esta trama inter. nacional y de sus plurales pormenores y entrecru· zamientos esta hecho el libro del Dr. Morales Ca· rrión, ·brillante en su enfoque y rico en sus atisbos de la .trama histórica. Por 5US páginas desfilan nombres y personajes significativos de la historia puertorriqueña como D. Jaime O'Daly, D. Miguel Conway, y David Ouinlan, astutos hombres de negocios de ascendencia irlandesa que tuvieron prósperos ingenios esclavistas del azúcar en Puerto Ri· ca; D. Miguel de ·la Torre, gobernador de Puerto Rico, que otorgaba compUcemente licencias para introducir esclavos de las "islas amigas"; de ,los cónsules ingleses, celosos vigi-lantes del tráfico ilegal; del Conde Mirasol y Méndez Vigo gobernado· res vigilantes de toda sedición "blanca o negra"; de Joho 'Lindegren, el dedicado y práotico cónsul británico, en ·la época de auge, que tanto hizo por en· torpecer el tráfico infame; de D. Juan Prim, autor del Bando Negro con -sus arrestos de Virreyautoritario; de D. Juan de la Pezuela, prudente, práctico y diplomático, en su trato con la conflictiva situación; de ·D. Jorge Látimer, el cónsul norteamericano, famoso en nuestros anales arqueológicos por su colección de piezas pre.colombinas de Puerto Rico, 'y del Coronel Jorge Flinter, autor de un ya clásico ensayo sobre Los esclavos de la isla de Puerto Rico, publicado en Nueva York en 1932. Y muchos, muo chos otros personajes del cuadro histórico -local y del ancho panorama internacional que nos sería imposible nombrar aquí sin entrar en un detalla· dísimo análisis de tan rica obra. En 1843 el Cónsul Inglés Lindegren caracterizando la situación a grandes rasgos nos ofrece los siguientes datos generales de la situación sociodemográfica de Puerto Rico: AÚD cuando las cifras no son de censos recientes, estima Lindegren, que hay no menos de 500,000 habitantes en la isla, de los cuales no más de 40,000 a 50,000 son esclavos. "El trabajo en las, haciendas de Puerto Rico -nos dice- lo desempeñan por regla general hombres libres y esclavos. Los libres plantan y cortan la caña y cavan ·las zanjas; pero es difícil que trabajen en los depósitos de pailas (o casa de calderas) donde se emplea principalmente a los negros; en unas pocas haciendas, sin embargo, donde se les trata bien y reciben paga regular, se emplean en todas las faenas. El cuadro que describe Lindegren a mediados del siglo provee, pues, el trasfondo sobre el que se desenvuelve -la realidad social de la isla. Aumenta en Puerto Rico la clase jornalera, a
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medida que crece también el régimen de haciendas. Describe el ,Dr. Morales Carrión, asimismo, la resistencia de los esclavos introducidos, al régimen de la trata; que no fue siempre pasiva, corno nos aclara, pues hubo insurrecciones importantes en Vega Baja, Guayanilla, Ponce, Toa Baja, etc. En algunas de estas rebeliones, actualmente estudiadas en detaUe por el Dr. Morales Carrión, la cosa akanzó proporciones dramáticas y el grito del peligro del Guarico (o Haití) volvió a escucharse como un ritornello en Puerto Rico. Así, pues, el auge y la final decadencia de la trata negrera, hacia el año 1860, iniciará la laboriosa lucha por la abolición. En ella participarán hombres como José Julián Acosta, Alejandro Tapia, Ju~io Vizcarrondo. Román Baldorioty de Castro. Ruíz Belvis, Betances, Hostos y otros nobles patricios de Puerto Rico. Pero de esto, que constituye una segunda parte, nos hablará tan brillantemente como en ésta, su primera obra, el Dr. Morales Carrión. en la segunda obra que ahora prepara sobre el abolicionismo en Puerto Rico. Al acercarse los años 60, la trata negrera se en· contraba ya moribunda en Puerto Rico. Una de sus postreras manifestaciones -la extracción de esclavos de Puerto ltico para Cuba- había provocado aguda resistencia en la isla. La Guerra Civil de los
Estados Unidos había tenido también profundos efectos en las Antillas. Cuando la trata cesa, pues, se inicia el movimiento abolicionista que hará factible la final liquidación del sistema en nuestra historia. . El Auge de la trata negrera -como nos revela, pues, la obra del Dr. Morales Carrión, con extraordinaria riqueza docwnental- tuvo por base la necesidad del trabajo cautivo en Puerto Rico, para desarrollar la economía monocultora del azúcar; su decadencia fue producto de un entrecruzamiento de factores o causas, entre las cuales destacan, la resistencia democrática del pueblo puertorriqueño opuesto por vocación histórica al racismo; el poderío naval británico tenazmente a caza del ilegal tráfico negrero; la presión política de estadistas y cónsules británicos; la oposición humanitaria de Jas sectas protestantes inglesas; la abolición temprana de la esclavitud en las colonias inglesas, que sentó un precedente; ·la Revolución Industrial, y la Guerra Civil de los Estados Unidos; los estragos de ·la epidemia de cólera -y por último-, pero de gran importancia a lo largo del siglo el temor a la agresividad libertaria de los negros esclavos, que ya tempranamente en Haití, de 1791 a 1804, había demostrado que ·la raza negra no estaba hecha para
otra vocación que no fuera la vocación misma de la libertad. La obra Auge y decadencia de la trata negrera en Puerto Rico (1820-1860) del Dr. Morales Carrión, que hoy se presenta formalmente al público ~ector de Puerto Rico, en esta sencilla ceremonia, podemos decirlo con ,toda justicia, es un modelo de escrupulosidad científica, de valor documental y visión aguda en el conocimiento histórico. Debemos sentirnos ,los puertorriqueños a un mismo tiempo honrados y orgullosos de contar con un historiador escrupuloso, sagaz y avezado -tan fino y erudito- como el Dr. Morales Carrión. Yo por mi parte, deseo extenderle desde aquí al Dr. Morales Carrión el testimonio de mis más profundo aprecio y admiración por su excelente obra. No creo que pueda hacer justicia aquí a la insustituible lectura detallada del libro, omitiendo ·10 sabroso de su rica y densa trama. Por lo que hago ahora un llamado a todos los presentes para conocer de primera mano esta excelente obra, que es desde ya, una nueva y valiosa contribución al conocimien· to profundo de nuestra historia. Mis parabienes, pues, al buen colega y amigo, Dr. Morales Carrión; y a ustedes, señoras y señores, muchas gracias por su amable atención.
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Luperón y Hostos Por
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N LAS VIDAS PREDESTINADAS A IDÉNTICA MISIÓN SUELE
haber señales misteriosas, denunciadoras de una voluntad extraterrena, que va enlazándolas hasta sujetarlas al mismo imperio, en' la vida y en la muerte, como ríos lejanos que al fin se arrastran sobre las piedras del mismo cauce. Bajo este signo vinieron al mundo, en 1839, el uno en la isla de Puerto Rico y el otro en la de San· to Domingo, los ilustres próceres antillanos Euge!lio María de Hostos y Gregorio Luperán. El puertorri· queño nació en los albores del año, el 11 de enero, y el dominicano en sus postrimerías, el 8 de septiembre. Ambos llegaron a la vida en tierra esclava, pero ninguno recibió de la fatal herencia el más leve sedimento. Fueron esencialmente libres y a la libertad consagraron sus vidas ejemplares. El hijo de Borinquen fue a la escuela desde temprano, obediente a su destino de civilizador; el hijo de Quisqueya, pasado apenas por las aulas se fue a Jos rudos cortes de madera, en los feraces campos de Puerto Plata, fiel a su predestinación de soldado. Mientras Hostos se adiestraba en las lides del peno samiento, Luperón blandía el hacha, que es también una espada. En 1857 cuando Hostos principia en la Universidad de Madrid sus estudios de Derecho, Luperón se inicia en la política, en la Jefatura del Puesto Cantonal de Yásica, donde, sin conocer rudimentos ele aquella ciencia, y sin necesitarlo, a veces imparte justicia por su propio brazo y se habitúa a hacer del derecho una deidad sagrada e inviolable. En 1861, Luperón se niega a firmar el acta de anexión de la República a España, y por ello se ve obligado a emigrar a Cabo Haitiano, New York, Mé· xico, Jamaica. Esa peregrinación no la emprende Hostos sino más tarde, en parecidas circunstancias, después de haber roto con España. De 1863 a 1865, Luperón es de los primeros paladines de la guerra restauradora, contra la Madre
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EMILIO RODRíGUEZ DEMORIZI
Grrgorio LupeTÓn
Patria. En esos mismos años, Hostos, en Madrid, se hace activo propagandista de la libertad. Cada uno lucha con sus armas. Hostos escribe, en España, contra España. Luperón guerrea en Santo Domingo contra la misma España. Ambos pudieron decir en· tonces como dijera Rostos, refiriéndose a los suce· sos estudiantiles de la noche de San Daniel, en la Villa y Corte de Madrid: u cuando comencé mi ca. rrera política, la comencé por un acto de valor cívico".
El 23 de septiembre de 1868 se dio el grito de Lares, la primera manifestación armada del separatismo en Puerto Rico, cuyos organizadores, particularmente el Dr. Ramón Emeterio Betances, estaban en connivencia con Luperon, con quien contaban para darle cima a la heroica y malograda empresa. Poco después, el 20 de diciembre. Hostos pronunciaba en el Ateneo de Madrid su memorable discurso contra el régimen colonial de España en América. Tomaba cuerpo, entonces. el ideal de Confederación de las Antillas, propugnado por Hostos y Luper6n. sin que hubiese todavía ninguna relación directa eQtre ellos. Pero el destino iba acercándolos cada día más, por esa milagrosa fuerza de cohesión del ideal, hasta ponerlos el uno junto al otro, como dos espíritus que hubiesen estado ausentes de su centro. Falta. a veces, en muchas vidas, para crecer y para magnificarse, el contacto con otras vidas. Betances sin Luperón habría sido el errante agitador de siempre. perdido tras una fuerza centrípeta que organizara sus acciones. sin un sólo momento de reposo. Sin Luperón, en la vida de Hostos habría faltado algo esencial: la contemplación directa del hombre que él buscaba para darle forma a sus ansias de civilización y libertad en las Antillas. Igualmente, Luperon necesitó de ambos, de Betances y de Hostos, para hacer más perfecta transmutación de soldado en estadista, de hom' e de armas en hombre de pensamiento. Eran hon1 res diferentes, como dijera Hostos de Duarte y de, ánchez, pero eran hombres que se completaban. El año de 1870 es el de las primeras luchas de Hostos por la libertad dominicana; y es también el año de más angustiosa actividad de Luperón. Cuando el Presidente Báez quiere pasar de la torpeza de la anexión a España al criminal error de la sumisión a los Estados Unidos de Norte América, Hostos está en New York y allí mismo combate el nefando proyecto. Escribe largamente contra el propósito de Báez, en la prensa americana, y su voz alienta a los patriotas que luchan denodadamente por salvar la República. El liberal Senador Summer, insigne amigo de los dominicanos, y el General Grant, que conocen la oposición de Luperón a la anexión de Santo Domingo, también oyen la dramática voz de Hostos. Mientras tanto, Luperón, arma al brazo, en el destierro o en los ensangrentados campos de la patria, lucha contra Báez y se opone tenazmente a la realización de sus designios. Así, por igual, Hostos y Luperón se convierten en próceres de la misma patriótica cruzada. A fines de 1870 Hostos inicia su peregrinación por Sur América. La rev.olución de Puerto Rico, nuevamente fraguada, había sufrido un grave colapso con la fatal odisea de Luperón en el vapor EL TELEGRAFO, a la que Hostos alude en uno de los primeros escritos en que habla de su futuro amigo:
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...Se habían comprado cinco mil fusiles. seis cañones y parte de EL TELEGRAFO. El director de la revolución, Betances. no ha querido nunca llevarla por sí mismo a 'Puerto Rico, y contando t:on el auxilio de los dominicanos, se decidió fácilmente a socorrer a Cabral y a Luperón, abandonándoles los cinco mil fusiles, que cayeron en poder de Báez. y su parte en EL TELEGRAFO, Que cayó en poder de las autoridades danesas de Saint Thomas. Cuando Hostos regresa a New York. en 1874, la guerra de Cuba está en sus más álgidos momentos. En Santo Domingo el Presidente Báez ha sido derrocado, y los dominicanos tienen ya plena conciencia de su nacionalidad. Mientras Hostos toma parte en la frustrada expedición del General Aguilera. hacia los ardidos campos de la isla hermana, Luperón, en Puerto Plata, se erige en decidido protector de los soldados de la emigración, cubanos y puertorriqueños que habían formado allí animada colonia de trabajadores y patriotas. A principios de 1875, tras la tentativa de expedición a Cuba. Hostos no sabe hacia donde dirigirse. Entonces recuerda, en su artículo El Itorizonte de Santo Domingo, sus luchas por la República, como si quisiera ganarse todavía más ·la buena voluntad del país hacia el cual, por fin, decide encaminarse: Cuando Báez y los anexionistas de la actual administración de los Estados Unidos conspiraban contra ella en Santo Domingo (la autonomía de nuest·ra 'Taza en el archipiélago), ·la misma pluma que hoy funda en la autonomía, es decir, en la independencia absoluta de nuestras islas. el porvenir común de todas ellas, defendía en 1870 la de Santo Domingo... ¿Qué veía Hostos en aquella sociedad, poco menos que hundida en la barbarie, pero que a pesar de ello luchaba ·heroicamente por salvar su bandera de manos de anexionistas y tiranos? Su previsor espíritu, sus cIaras ojos veían en ella, indudablemente, el único punto de apoyo en que podía afirmarse su pensamiento político: la libertad de Cuba y Puerto Rico, la anhelada Confederación de las Antillas. Algo más ~e atrae. Le llaman los cubanos y puertorriqueños de Puerto Plata, y los dominicanos que les protegen. Entre esas voces no faltará, seguramente. la de Gregario Luperón. El infatigable peregrino toma su bordón hacia Santo Domingo. Va a luchar, va a ganarse aHf "algunos de los mejores amigos de su vida"; va a vivir sus más tremendos días de periodista; a contemplar de cerca una revoludón y a mezclarse en ella, pero también a iniciarse en la profesión del magisterio; va a presenciar un espectáculo grandioso: la ascensión de Espaillat a la Presidencia de la Repú27
blica, por virtud del derecho triunfante, sin el estruendo ni el horror de las armas; y va, finalmente, a conocer a Luperón. El 30 de mayo de 1875, el vapor americano TYBEE echó sus anclas al mar de Puerto Plata. Por primera vez Eugenio María de Hostos pisaba tierra dominicana. Una y otra vez la dejaría, antes de reposar en ella eternamente.
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Desde antes de la caída del Presidente Báez, en 1873, Puerto P·lata ofrecía la impresión de un vasto campamento de patriotas y trabajadores. Cubanos y puertorriqueños, emigrados de su país por nobles pecados de patriotismo, 'habían plantado allí sus tiendas, a! amor de los dominicanos. Luperón, apartado de la política, estaba al frente de su casa de comercio. Allá se encontraron Hostos y Betances.1 Tras el abrazo a su ilustre compatriota, la visita a Luperón, que Rostos recordará años después: Confieso que no dejó de .parecerme ex.traordi· nario el encontTarme detrás del mostrador de una mercería al hombre que en la guerra nacional y en la civil había deslumbrado tantas fantesías. Pero allí, y así, lo conocí en 1875, puesto en contacto con él por su maestro, guía y amigo, el noble y primer ciudadano de Puerto Rico, el siem· 'Pre desterrado Doctor Betalllces. Desde entonces, hasta su salida de Puerto Plata, Hostos está en comunicación constante con Lupe. rón. Se auxilian mutuamente; el pensador le sirve de secretario al guerrero; y fraternizan de ta~ modo, que éste le llama"amigo de corazón y hermano". Hostos, en cambio, y muchos de sus compatriotas, ven en el insigne soldado al esperado Máximo Gó· mez de Puerto Rico. La llegada de Rostos fue un acontecimiento en aquella sociedad en que se debatían, por medio de la prensa y la tribuna, con desusado ardor, los intereses más opuestos: los luperonistas contra los baeoistas; y cubanos, puertorriqueños y dominicanos, contra el régimen colonial de España en las Antillas. El recién llegado disfrutó de pocos días de descanso. Asumió muy pronto la Redacción de LAS DOS ANTIlJLAS, periódico semanal "exclusivamente dedicado a la defensa y propaganda de los intereses políticos de Cuba y Puerto Rico", que acababa de ser creado, el 3 de abril de 1875, bajo la direc1. También estaba en Puerto Plata en esos días. el exi· mio dominicano Don Federico Henríquez y Carvajal, quien conoció entonces a Hostos y a Betances. En compañía de ambos estuvo en casa de Luperón. De ello ha dejado memoria en sus bellas e interesantes páginas Evocando y recordando, insertas en el opúsculo Apoteosis del General Gre· gorio Luperdn, Santo Domingo, 1926, pág. 74.
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ción del puertorriqueño Enrique Coronado. En él colaboraba, a veces, Gregario Luperón. ,La campafia periodística reanudada por Rostos sufrió graves inconvenientes y tropiezos. Sus artícu. los, así como las actividades políticas de los emi· grados, eran constante motivo de protesta de los representantes de España y de ·los periódicos ministeriales de Cuba y Puerto Rico, a su vez combatidos sin embozo por los periódicos dominicanos simpatizadores, en su generalidad, de la causa antillana. Para cohonestar esa actividad hostil a España, a la que estaba ligada la República por el Tratado de 1874, cuyas negociaciones habían sido afectadas por las campañas políticas que tenían lugar en el país en pro de Cuba, LAS DOS ANTILLAS aparecía, ya por el mes de julio, fechado en Islas Turcas, aunque, como siempre, era editado en la imprenta puertoplateña de Don Manuel Castellanos. Esa pru· dente medida había sido adoptada a ruegos del mismo Presidente de la República, General Ignacio María González. Pero ese ardid no tuvo el resultado apetecido. Las continuas acusaciones del BOLETIN MERCANTIL, el periódico gubernamental que Pérez Moris redactaba en San Juan de Puerto Rico, y las crecientes amenazas eje las autoridades españolas dirigidas al Gobierno dominicano, impulsaron al Presidente González a dictar el decreto del 28 de julio de 1875, por el cual se ordenaba la supresión de LAS DOS ANTILLAS, de lo que protestó Luperón con su habitual entereza. Del altivo heraldo de Hostos sólo desapareció el nombre. Surgió en el acto con el título de LAS TRES ANTILLAS. Una isla más se había incorporado al periódico, como si el formidable comba· tiente quisiese con ello ser más fiel al ideal de confederación de las Islas mayores del Caribe. Un nuevo úkase vino a suprimirlo, y el 12 de agosto un nuevo periódico sustituyó al desaparecido. Ya no eran las islas, ahora eran sus hombres, LOS ANTILLANOS, cuya vida fue tan efímera y comba· tida como la de los primeros. A medidas más extremosas aún compelían las autoridades españolas a las dominicanas, en contra de los emigrados. Hostos se constituyó entonces en el más activo de sus resueltos defensores. En esa lucha, que fue creando en aquel ambiente una situación polítka adversa al Presidente González, Luperón aparecía del lado de Rostos. En esos días el Gobierno resolvió la expulsión de los cubanos y puertorriqueños residentes en Puerto Plata. Luperón se opuso tenazmente a esa medida, e hizo, como dice él mismo, un llamamiento a todas las sociedades que existían en Puerto Plata. y éstas le dieron su firme apoyo pan impedir aquel horrible crimen de un Gobierno infame.
Esa actitud de Luperón contribuyó a que fuese considerado como enemigo del Gobierno, que ya
Santiago, Ulises Francisco Espaillat, Máximo y Ma· ximiliano Grullón y otros prestantes ciudadanos, protestaron del hedho en una altiva exposición dirigida, el 25 de enero de 1876, al Gobernador de Puerto Plata, General Ortea. Dos días después se inició en Santiago la llamada Evolución de Enero, según Rostos "único movimiento de doctrinas, única lucha de ideas que se ha sostenido en el país". En tan graves momentos, Rostos está de tal manera ligado a Luperón, que es él quien redacta, el 28 de enero, el escrito en que éste agradece la protesta de Santiago. Es la voz de Rostos y de Luperón al mismo tiempo, que se extiende por toda la República, en uno de los más altos documentos de nuestra historia política. Escrito por Bastos, no había de silenciar su idea fija, el ideal antillanista. No hace falta en él la firma de Rostos, como no haría falta en el Manifiesto de Monte Cristi la firma de Martf. En uno de sus más salientes párrafos deda: Para pactar con España, si efectivamente es necesario, empecemos por anula1" el Tratado con España, y por afirmar SIIlte Dios, ante América, y ante nuestra propia conciencia, que nunca cometeremos la insensatez, que hoyes infamia, de ser dominicanos y no ser antillanos, de conocer nuest'ro porvenir y divorciarlo del eparvenior de las Antillas, de ser hijos de la nueva idea y de abandonarla en Cuba y Puerto Rico. EIlBenio M" de Bostos.
veía alzarse ante sí la vigorosa oposición, esta vez annada de doctrinas, que logró abatirlo. Pero antes de ello tendrían lugar sucesos extraordinarios vivi· dos igualmente por Bostas y Luperón. El 23 de enero de 1876 es un día memorable en la historia de Puerto Plata. Un grupo de soldados, portador de siniestras órdenes, se acerca al hogar de Luperón. Va a hacer preso a quien jamás conoció "la pesadumbre de las prisiones". Luperón rechaza ]a orden arbitraria y convierte su casa en un reducto inexpugnable. Desde el balcón, a tiro de fusil, dispersa la soldadesca. El pueblo, el Municipio, el Cuerpo Consular, los emigrados, acuden en auxilio de ,Luperón. Entre ellos está Bastos, que luego se complacerá en recordar el singular suceso: Desde su casa y acompañado por un corto número de amigos se defendía tan denodadamente, que no sólo rechazó con buen éxito .la fuerza armada que intentó penetTar en su hogar, sino que armó a sus parciales de la ciudad y del contorno, que se presentaban organizados en cuel'pos a derenderlo y después se organizaron en cantón en las inmediaciones de Puerto Plata. La chispa que allá y en Santiago inflamó el ánimo de los pocos que deseaban fundar gobiemos de derecho y de Jos muchos que buscaban ·10 que nunca los descontentos o los ambiciosos en las revueltas civi-les, concluyó por producir una revolución victoriosa. El insólito atentado y la audacia de Luperón tuvieron eco resonante por toda la República. En
Mientras se desenvolvía el incruento proceso de la Evolución de Enero, el 5 de marzo abría sus puer· tas la Sooiedad-escuela La Educadora, fundada por Rostos con el entusiasta y liberal concurso de Lu· perón, en una casa de éste, en la que funcionaba la benemérita Sociedad Liga de la Paz, rama de la creada en Santiago por el educacionista y prócer domíniccrcubano Manuel de Jesús de Peña y Reynoso. En La Educadora, primera escuela dominicana de carácter esencialmente doctrinario, el soldado restaurador y el peregrino de Borinquen se iniciaron en las nobles actividades del magisterio, en las altas enseñanzas de las doctrinas democráticas, del conocimiento de las constituciones americanas y par· ticulannente de la dominicana, y en la difusión del "pensamiento moral o soéial dirigido a annonizar los intereses generales de las tres Antillas hermanas". Bostas, Luperón, Fernández de Arcila, García Copley, eran los profesores. Junto a Luperón, Hostos se convirtió en maestro, no en soldado; y el soldado se hizo aún más civilista. El feliz contagio los beneficiaba a ambos, pero Luperón quizás se aprovechara más de ello. Bastos no dejó de ser un pensador, cada día más fiel a ese destino. Luperón f.ue más dúctil a la necesaria evolución que debía resultar de esa al,ianza. Puede decirse que dejó de ser soldado desde entonces, y fue un pensador político, un propagandista de doctrinas republicanas, un campeón civil de la libertad y del derecho. Producto de esas tendencias de su espíritu fue su obra NOTAS
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AUTOBIOGRAFICAS y APUNTES HISTORICOS. Más que la relación de sus hechos ·heroicos, de su legendaria vida de soldado, esa obra contiene la doctrina de Luperón, la exposición de sus ideas políticas y de su acendrado nacionalismo. no exento de encendidas pasiones. En ese nacionalismo de primer orden no podrán señalarse mayores influencias de Hostos, porque esta era una virtud ingénita en Luperón, pero sí en su antillanismo, pues en contacto con el Apóstol ningún elevado espíritu pudo sustraerse a las irradiaciones del ideal que le obsedía con tan vivo ardimiento. En La Educadora, las relaciones entre Hostos y Luperón se hacen cada vez más íntimas.1 En la escuela, en el hogar, en las actividades públicas, siempre aparecen juntos, no obstante la situación política de Luperón, considerado como Jefe de la oposición al Gobierno· de González, ya en sus pos·trimerfas. Los ataques de los adeptos de González, dirigidos a 'Luperón, también se extienden a Hostos. Nada menos que el periódico oficial, la GACETA DE SANTO 'DOMINGO, del 17 de febrero, acusa al Maestro de hacer uso exagerado de la prensa", de .. tomar las armas" con el cubano Pedro Recio, y de. 11
encabezar como Jefes de los cuerpos annados, de cubanos, que han fundado últimamente en Puerto Plata, sin legítima autorización, y, por último, de haber cooperado a encender ·Ia tea de nuesl!I'aS discordias, asumiendo una inmensa res'ponsabilidad ofendiendo el sagrario de n'llestTas leyes y obrando contra nuestros propios intereses. Hostos consideró calumniosas esas imputaciones y las rechazó valientemente en su artículo Confesiones de un culpable, publicado el S de marzo en EL PORVENIR, de Puerto Plata. En su vigorosa defensa de la aotitud de la emigración cubana en aquellos momentos, hay también una velada defensa de la actitud de Luperón y una arrogante declaración de su adhesión al soldado. En ese escrito declaraba: Si alguno, si muchos, si todos los proscritos de Cuba y Puerto Rico han deseado ardientemente que nuestro amigo el Genera'l LupeTÓn saliera ileso de los ataques de que fuera víctima, y se han atrevido a desear para Santo Domingo el bien que para Cuba y Puerto Rico deseamos, no es pagar con infracciones de una ley escrita el has,pedaje que debemos y agradecemos; es, al con2. Dice Juan Vicente Flores que Hostos declaró, .hablan· do en una de las reuniones populares verificadas en febrero de 1876, a raíz de los sucesos del mes anterior, cuan profunda e indecible satisfacción le producía el hallar en Luperón al tipo que buscaba en sus largas e incesantes ~e~ita' ciones de pensador sobre las cosas de nues~ras Repubh.cas hispano-americanas.. Juan Vicente Flores, LIlE, el sangum~· rio machetero dominicano, titulado Pacificador de la. Repubtica en '\le:; de Sacrificador y Verdugo de sus conCIudadanos, Curazao, 1901, pág. 29.
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trano, acatar una leY natural que nos compele a hacer ante nuestros hermanos y con ellos lo que quisimos ser en nuesti"o propio suelo. y más adelante agrega que se complace en con· siderar como
bueno entre los buenos a todo aquel que teniendo por patria la libertad, en cualquier parte ejercita ese augusto patriotismo... Que haya habido un puertorriqueño decidido a ser útH en estos momentos, como en cualquier momento, a este país, y que ese puertorriqueño sea yo, no -lo he ocultado, no 10 oculto, no lo ocultaré. La verdad es que Hostos no había sido ni seguía siendo un mero espectador en los sucesos iniciados en enero de 1876, en Puerto Plata, que produjeron la caída de González. A pesar de las acusaciones de la GACETA DE SANTO DOMINGO, Y de sus Confesiones, continuaba mezclado en los asuntos políticos del país. Evidencia de esto es que, al renovarse la directiva de la rama puertoplateña de la Liga de la Paz, el 9 de marzo, Luperon fue elegido Presidente de ella y Hostos vocal. Y esa sociedad personificaba, precisamente, la oposición al Gobierno. Además, Hostos prestaba su personal concurso, en compañía de Luperón, en la Convención Electoral de Puerto Plata, en favor de la candidatura del insigne Ulises Francisco Espaillat para la Presidencia de la República, cuya plataforma fue redactada por Hostos, con toda probabilidad, lo que se deduce de una carta de Espaillat, del 27 de marzo, dirigida a Luperon, a Hostos, a Rodolfo Ovidio Limardo y a otros miembros de la citada Convención, en uno de cuyos documentos, indudablemente escrito por Hostos, hay una advertencia al pueblo dominicano que compendia todo un programa de vida republicana, y que Espaillat se complace en repetir:
Que la urna electral es el único sucesor legítimo y pacífico de las balas.J Gracias, principalmente, a Luperón, a Espaillat y a 'Peña y Reynoso, esta vez los comicios sucedieron a las balas: cediendo a la fuerza del derecho triunfante, sin las trágicas coacciones habituales en nuestras contiendas civiles, González descendió del poder; y Espaillat, elegido por el pueblo para susti· tuirle, fue proclamado ·Presidente de la República, el día 15 de abril del mencionado año de 1876. Parecerá extraño que Host~s no esperase el triunfo inminente de la causa en que había puesto tan nobles y cálidos empeños. Algunos días antes de la proclamación de Espailla't, en la tarde del 5 de abril, salió en el TYBBE hacia New York. Nada le detuvo. Ni las incitaciones del buen éxito de sus amigos, particularmente de Luperón, 3. Escritos de Espaillat, Santo Domingo, 1909, pág• .iZ3.
árbitro de la nueva situación política, bajo cuyo fraternal amparo habría podido dar mayor impulso a sus patrióticas faenas en pro de Cuba y Puerto Rico, ni los solicitas reclamos de la emigración, fueron parte a disuadirle de su resolución. Su lema, acababa de decirlo, era "compartir todas las pesa· dumbres de la libertad, y ninguna de las delicias del poder". Además, tal vez vislumbró, antes que nadie, que el brillante ensanyo de doctrinas republicanas de Espaillat, angustiosamente efímero, sólo sería una breve luz que haría mucho más desolador y más patente el caos en que se debatía la informe sociedad dominicana. La fuerza de su destino de Apóstol le arrojaba de allí. como sol, que debía iluminar en todas partes. ¡Qué honda emoción, qué pacto de almas, habría en el abrazo de despedida de Hostos y Luperón! En la ausencia, precisamente, era donde había de contemplarse mejor cómo y qué profunda era la amistad que los unía. Tres largos años dura la ausencia de Hostos. Durante ella nada ha de temer el peregrino; ni desazones ni miserias. La mano protectora de Luperón se extiende hasta él, a través de mares y de montañas. Hostos llegó a New York a mediados de abril de 1876,-;y ya en noviembre estaba en Venezuela. Viaja con sólo la riqueza de su corazón y de su inteligencia, pero eso no basta a salvarle de miserias. Cuando Luperón recibe noticias de la angustiosa situación económica de su ilustre amigo, se apresura a socorrerle. Hostos 10 recuerda algunos años después, en 1895, al enviarle a Luperón ciertas acreencias contra el Estado dominicano, en pago, --decía- de la suma que en tiempo de calamitosa expatriación le había remitido en 1876, a Venezuela. El fundador de La Educadora, iniciado en Puerto Plata en los afanes del magisterio, servía el cargo de Rector del Colegio Nacional de Puerto Cabello, en 1878, cuando recibió las desalentadoras noticias de la paz del Zanjón, término de la guerra de los diez. aiios. Resistiéndose a creer la infausta nueva que ponía en riesgo la independencia de Cuba, se dirigió a Luperón, entonces desterrado en Saint T-homas, inquiriendo la verdad del caso. El ilustre dominicano, a quien acude Hostos en todas sus tribulaciones, parece que también se resistía a darle crédito a tan grave noticia, y contestó negando el hecho y alentando a su insigne amigo. El 17 de abril, Hostos anota en su Diario: Son reconfortables las cartas de Blanco y Luperón... El segundo me devuelve, en pMabras cariñosísimas y en expresiones de profunda esti· mación, 'la confianza en los hombres que aquí me han hecho perder la estimación de mí mismo que aquí habían puesto a la muerte. Tal eficacia tienen las palabras de Luperón en el ánimo de Hostos. Pero, al fin, anonadado por la dolorosa realidad del Pacto del Zanjón, su alma 5e
conturba, quiere salir de Puerto Cabello y no sabe hacia dónde. Los dulces recuerdos de Puerto Plata vuelven a su mente, y escribe: Santo Domingo 110 lI"eÚIle todo para mí... De Venezuela, al cabo, se trasladó a Saint Thomas y luego a Mayagüez. Uevaba roto el corazón. El sol de su vida, la Confederación de las Antillas había sufrido inesperado eclipse; y así, entre desa~ lientos y esperanzas, de nuevo encaminó sus pasos hacia Santo Domingo.
111 Rostos llegó a la antigua capital de la Española en marzo de 1879. El General Cesáreo Guillermo ocupaba la Presidencia de la República. Luperón, "el brazo fuerte amparador del Señor Rostos", como lo llama el fervoroso hostosiano Don Félix Evaristo Mejía, había regresado del destierro a su pueblo natal. El momento era propicio para realizar el propósito de crear las Escuelas Normales, el pensamiento de Rostos tan cálidamente prohijado por Luperón en las fecundas veladas de Puerto Plata, en los inolvidados años de 1875 y 1876. El 26 de mayo, dos meses después de la llegada de Hostos, su proyecto ya estaba convertido en Ley de Normales. Pero la Escuela Normal de Santo Domingo no pudo ser instalada'con la premura con que fue votada la Ley que la creara. A ello se opusieron dificultades de diversa índole, vencidas al fin por un feHz suceso: la revolución contra Guillermo y la ascensión del General Luperón a la Presidencia de la República. El Maestro tuvo entonces, más pronta y eficaz, la ayuda de su grande y generoso amigo. A las pocas semanas de ocupar Luperón la silla del Ejecutivo, en cumplimiento de sus órdenes se hacía la luz: la Escuela Normal de Santo Domingo abría sus puertas; se encendía "un faro repentino en la larga noche de nuestra profunda ignorancia". Gloria de Hostos, glor.ia de Luperón, fue esa. En los tremendos días de Puerto Plata, en los angustiosos días del destierro, luego en la reconstrucción de la Patria, y siempre en íntima alianza, justo era que ahora ostentaran sus frentes el mismo gajo de laurel. A mediados de 1880, un suceso inesperado vino a hacer más prof..lnda la admiración de Hostos por Luperón: la .llegada del General Antonio Maceo, tenazmente perseguido por las autoridades españolas de .las islas vecinas, de cuya saña fue salvado por Luperón. Rostos presenció aquella lucha en que el ilustre dominicano dio tan brillantes muestras de su respeto a los derechos individuales, de su devoción por los héroes y de su amor a Cuba. 31
Luperón era, en realidad, como decía Maceo, "amigo sincero y animoso de la causa de Cuba". Hostos conoció al próéer cubano en esos días. Años después, a la caida del Titán. decía que éste era: Como otros dos grandes hombres de color de bronce; como Petión, de los fundadores de Haití. de los libertadores de su patria el mejor auxiliar que BoHvar tuvo; como Luperón en la República Dominicana, de los ,libertadores de su patria. el mejor amigo que han tenido los revolucionarios de Cuba y Puerto Rico. Al hablar de Maceo, en el pensamiento de Hostos flotaba, como una sombra amiga, el recuerdo de Luperón. iCómo cada uno de esos acontecimientos, casi desconocidos y olvidados, pero trascendentales para la historia de las Antillas, los juntaba de pronto! Así, en la vida de cada uno de ellos, de Hos10s, de Luperón, va proyectándose la luz del otro y convirtiéndose, a veces, en la misma lumbre, como en las noches estrelladas parece venir de un sólo astro la luz de las constelaciones. Desde los primeros tiempos de la Normal, el sistema educativo de Hostos, radicalmente opuesto a los métodos rutinarios en boga, tuvo apasionados opositores. El Padre Billini. el Diputado Don Isaías Franco y otros, eran la voz adversa a Hostos; voz pronto vencida por las excelencias de la nueva escuela, cuyos triunfos tenían vigorosa resonancia en toda la República. Luperón, por su carácter como bativo y por su adhesión a los métodos de la Normal y a su Director, no podía ver impasible el oleaje de insensateces desatado cantora Hostos. En la carta que le dirige al Maestro, el 14 de junio de 1881, le expresa su indignación por la guerra que le hacen los "enemigos del verdadero progreso", y le invita a trasladarse a Puerto Plata donde había, según él, lo que faltaba aquí, "buena intención y amor a la verdad". Dice así la bella y cariñosa esquela: Distinguido amigo mío: Oportunamente recibí su estimada de fecha 21 de Mayo último, y la leí con entera satisfacción. Ojalá que usted, cansado de ~a guerra que ahí ~e hacen los enemigos del verdadero progreso, o~reros del oscurantismo y del retroceso, se vi· mese paTa acá, donde hay tanta buena voluntad para con usted y donde de veras se le estima y distingue. Usted, naturalista social, estará ya fastidiado de tantos 'I"eptiles; pues bien, no dudo de que !pronto tendremos .]a satisfacción de veJlle entre nosotros y usted Ja de verse fuera de tanta podredumbre. Aquí se reproduce su artículo, muy luminoso en verdad, sobre la Reforma, la que considero como más adaptada a las condiciones socia:les, no tan sólo de esta Repúbli~a, sino de las del conti· nente Jatin~americano. Si ahí, en la capitaI. no 10 comprenden así, cúlpense ellos por incapaces de conocer la verdad, por temerariamente capa~es de vestíor el 32
error con los atributos de la razón. Puede ser que aquí haya errores, pero s[ le aseguro que no hay temeridad. Aquí hay lo que falta alH: buena intención y amor a la verdad. Mi familia y yo presentamos a 'la suya, por conducto de usted, nuestros cariñosos respetos. El.la para usted, es siempre la misma, y yo el mIsmo, Gregario Luperón" En el mismo año de 1881, Luperón sale para Europa investido de la representación diplomática de la República. Allá cultiva personal amistad con hombres como Gambetta, Garibaldi y Víctor Hugo; se sienta a la mesa de la Reina de Inglaterra; codéase con los poderosos en los gabinetes ministeriales, en los palacios y en el fausto de las cortes Europeas; y siempre permanece esencialmente demócrata, como si en toda aquella grandeza no hubiera el más leve incentivo al omnímodo goce del poder, que desdeñara en repetidas ocasiones. En París, el Dr. Ramón Emeterio Betances, el célebre revolucionario de Borinquen, acompaña a Luperón en calidad de Secretario de la Legación Dominicana. Antillana sería mejor llamarla. Allí encontró liberal refugio el famoso guerrero cubano Flor Crombet, protegido por Luperón y por Betances; desde allí se luchó por la libertad de las colonias españolas del Caribe, al par que por el progreso de Quisqueya. Cuando en la capital francesa se sugirió formar una Confederación de naciones hispano-americanas, Luperón pidió, en su calidad de Enviado Extraordinario de la República Dominicana, lo que habrían pedido Hostos y Martí: que se tuviese presente, para el proyectado Congreso, a las que serían repúblicas hermanas en no lejanos días, Cuba y Puerto Rico.! En el tráfago de la vida europea, Luperón no olvida a sus amigos de Santo Domingo. Sigue en constante comunicación con Hostos, celebrando los triunfos de la Normal y estimulándolo en sus luchas de civilizador. En la carta que le dirige el 15 de febrero de 1882, van, para el Maestro, palabras de gratitud, de aliento y de cariño, y previsiones de gloria: Mi muy querido y para siempre estimado amigo: Aquí he leído con verdadero placer los brillantes .resultados de los exámenes de la Escuela Normad, que usted dirige y lo felicito de todo corazón. 4. Las cartas de Luperón y de Fidelio Despradel, dirigi· das a Hostos. y las de éste dirigidas a Luperon, hasta ahora todas inéditas, proceden del Archivo de Hostos, en poder de Don Eugenio Carlos y de Don Adolfo de Hostos. hijos del Maestro. S. Rufino Martínez, prólogo a la obra de Gregorio Luperón. Notas autobiogrdficas y apuntes históricos, Santiago, 1939, pág. 20.
Muy grande se presenta el porvenir de mi .pa'tiria, prepamdo con las 'luces que usted difunde en la juventud de un pueblo: su misión es más que meritoria, es sagrada. Su método de enseñanza práctica y positiva hará de mi país una nación de ciudadanos .ibres, viriles, inteligentes, sabios, económicos y laboriosos: en una pa,labra, un .pueblo civilizado y digno de llamarse un pueblo independiente en pleno si· glo 19. Todos los que sirven a mi patria, me sirven a mí, y yo, agradecido profundamente de sus inapreciables esfuerzos', de sus inmensos servi· cios por la juventud de mi ¡patria, en nombre de mi familia y mío le envío un abrazo; si mi querido amigo, un abrazo con la más sincera cordia· lidad y con ola más profunda gratitud. Prosiga su tarea adelante y sin inquietarse por las dificultades que presentál'seles puedan todavía, ya usted 10 sabe, que no hay mérito en hacer lo fácil sino lo dificil. Hasta ahora sola· mente toca usted las espinas, después cosechará las flores. Mil expresiones de la familia y mías paTa usted y su esposa, un beso paTa los niños y un abrazo para usted y para todos sus discípulos. Soy muy suyo de corazón, amigo, G. Luperón. En sus deseos de bien para la Normal y para Hostos, Luperón no se limita a las efusiones de la correspondencia privada. En carta pública del 31 de marzo de 1882, dirigida al Director del periódico puertoplateño EL PROPAGADOR, decía: Ayuden vigorosamente con 'la prensa a todas las sociedades que se formen en todo el país, y todas con propósitos tan la·udables. A ,la Escuela Normal de la Capital, que prestará grandes servicios a la RepúbHca, pues de ese foco de luz saldrán maestros prácticos no solamente para los ·pueblos, sino también para todos los campos. Hostos, a su vez, se interesaba por las actividades diplomáticas de Luperón. Cuando el soldado cOnvertido en sagaz diplomático plantea en Francia el problema dominicano de la inmigración y la colonización, Hostos acoge la trascendental iniciativa y escribe largamente acerca del asunto, sin faltar elogios para quien, ya en su gobierno de 1879 a 1880 probó que tiene un sólido espíritu de organización y algunas de las facultades positivas y nega1'ivas que se requieren para ser Wl verdadero estadista... Fel,izmente paTa él. a hlperón toca la digna gloria de haber promovido en París 'la solución de este problema.'
De retorno a Puerto Plata, Luperón está en más próximo contacto con Rostos. Su correspondencia no podía ser más grata al patriota y maestro. A la 6. lnmigracidn y colonizacidn, por E M. de Hostos, en Emilio Rodríguez Demorizi, Hostos en Santo Domingo, Ciu· dad Trujillo, 1939. pág. 85.
vez que le habla de la Nonnal, se refiere a la noticia de nueva revolución en Cuba, como si fuera el mismo Hostos que escribiera. Esta carta. del 12 de agos· to de 1883, revela cómo estaban identificados esos altos espíritus: Mi querido amigo: Su grata del 2 ,la he leído con el gusto de cos'tumbre. No tenía conocimiento del atentado de que fue objeto en San Cristóbal su seriar suegro, el doctor Ayaila. Supongo que la justicia habrá hecho lo que le correspondía. Si no ahí, lÍan cerca, puedo aseguraT a usted, ·mi amigo. que aquí suena mucho el nombre de ,la Normal y de su infatigable director. Yo sé casi detalladamente dos esfuerzos cuantiosos v benéficos que hasta la celebración de los últimos exámenes ha hecho usted en obsequio de la ..apital y en bien de la República; V aún más los que sigue haciendo. esfuerzos inteHgentes. únicos en su género. q·ue desde luego le captan a usted la admiTaoión y la gratitud de ailgunos de los cercanos y de la mayor parte de los dominicanos lejanos. Los frutos de la Norma!! han vuelto a nalparse en los exámenes últimos Eso me satisface por usted y me enorgullece .por mi país, que es tamo bién de usted. Reciba pues, por ello; mis más sinceras y mis más amistosas feLicitaciones, y orea que esa generación que usted está levantan· do no le será ingra·ta y crea que nosotros sabemos apreoiar y aplaudir sus incansables desvelos, por preparar a 'la República del porvenir ciudadanos útiles. En materia de candidat·ura para la presidencia de la Repúbnca yo no he dicho una sola palabra. Sólo me he limitado a hacer comprender que es intempestivo dI tratar ahora esa cuestión, puesto que todavía el presidente actual no tiene un año de gobierno. Eso más parece una conspi. ración que otra cosa. La Nación, a su oportunidad, sabrá escoger el cÍJUdadano que más acreedor sea de su confianza para dirigÍ'l1la con mlllllO segura a'l bien. No deje de recurrir élII gobierno para que se le lpaguen sus sueldos, pues no es justo, en manera alguna, que a usted le retengan sus haberes de ese modo. Parece que nuestros hermanos de Cuba cm prenden de nuevo la 'lucha por la 'libertad de aquella Antilla. El despotismo español es siempre implacable, feroz y odioso. Mis votos más fervientes van encaminados a la providencia para que ponga el camino de la 1ibertad a los pies de aquellos oprimidos y dé el golpe de gracia élII tilJ'ánico dominio de España en Cuba. De ahi vendrá más fácilmente la libertad de p.uerto Rico. Proseguimos en el asunto de la organización de la instrucción superior en esta ciudad. Muchas eXipresÍones de la familia y mías para usted y la suya. Reciba un abrazo de su amigo de corazón y hennano, G. Luperón. Con actos más patentes que esas expresiones' epistolares, Hostos y l1.uperón revelarían siempre su inquebrantable adhesión a la causa de Cuba, así como la fraternal solidaridad que les unía. 33
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A fines de 1883 llegó a Santo Domingo el General Máximo Gómez, hospedándose en la Villa de San Carlos, cerca de la residencia de Hostos. Alejandro Woss y Gil ocupaba la Presidencia de la República. Ulises Heureaux, su principal sostenedor, ya había sido Presidente y se proponía serlo de nuevo. La necesidad que tenía el Gobierno de algunos pertre. chos que habían llegado a Santo Domingo, para Máximo Gómez, con destino 'a Cuba, y ciertas intri· gas aprovechadas iJar el receloso y expeditivo Heureaux, fueron pretextos del arbitrario encarcelamiento del General Gómez, el 2 de enero de 1886. Por ese medio se trataba, además. de echarlo del país, sin parar mientes en su celebridad y en su falta de ambición política, a pesar de que entre la deslum· brada juventud capita!eña no faltó quien expresara 6US votos de verle al frente de los destinos de la Patria. Entre los que protestaron de hecho tan insólito. Meriño y Hostos fueron los primeros. Hostos acudió al Presidente de la República y éste hizo por complacerle, tal como lo expresa en la siguiente misiva, del 8 de enero, dirigida al Maestro: Estimado Señor y amigo: Al fin hemos con· venido ¡para condlia'1' todos los exttemos que el Genernl Gómez sea puesto en Libertad a la llega. da del vapor americano. Esta reposición me hace fa.Jtar. en cierto modo. a lo prometido, pero me compensa del desagrado que esto me hace sentir, .la seguridad que tengo de que usted sabrá benc· volamente esperar un poco más lo oue ayer debió If'eoibir. De Usted S. S. y amigo. A. Woss y Gil. El Presidente cumplió lo prometido. Máximo Gómez salió de la cárcel el día 12 de enero v el díll 15 tomó el barco en que debía ausentarse. Al dejar el Ozama, el invicto soldado miraría tristemente a ambos lados de sus márgenes; y del fondo de su apesarado espíritu surgirían voces hermanas en idénticas glorias y dolores: en aquella ribera había sido encarcelado Cristóbal Colón; en esta otra, DUarte, Sánohez, Mella, él... De Santo Domingo pasó Máximo Gómez a Puerto Plata. Allí permanecía, preparándose para nueva odisea, bajo la protección de un noble y decidido amigo, del fraternal amigo de Hostos, de Gregario Luperón. Hostos, conocedor de la penosa situación del guerrero, sigue preocupándose por su suerte y le escri= be a Luperón rogándole que interceda en favor del soldado en desgracia, porque lo que en la República "no haga Luperón por Máximo 'Gómez, nadie puede • hacerlo". En este sentido se dirige, el 16 de abril, al ilustre puertoplateño: Mi querido amigo: Recibí su carta, y es verdad cuanto en ella me dice. Y precisamente por serlo, me dolía su silencio. He visto con .la profunda satisfacción del pa· triotismo y con la alegría de la lógica. el resuelto 34
continente y la noble actitud que ha tomado usted en el asunto relacionado con la llegada del Gene· 'rol Máx.imo GÓmez. El contraste entre esa y otras conductas hace todavía ,más digna de aplausos la de usted. Parece increíble que hermanos sean tan ;indiferentes, que sean tan fríos calculadores los hombres públkos de ,pueblos recién nacidos y que sea tan sontaria la viacrucis del derecho y la jus· ticia en Cuba y Puerto Rico! Comprendo íntimamente la situación moral de ese nobilísimo antillano. hijo de Santo Domingo por la tierra. hijo de todas las Antillas por la idea, y algo daría por poner en sus manos cuando él necesita para salir del paso en que lo ha metido su venida a la República; pero lo que en el1a no haga Luperón por Máximo Górncz, nadie pue· de hacerlo. Yo estoy seguro de usted y sé que el esfuerzo suyo que no pueda realizarse, inútil sería .intentarlo. Eso no obstante. deje que, en nombre del antiUanismo que nos ha hecho amigos, le ruegue que despliegue en favor del digno repre· sentante de la Revolución de Cuba. todo el poder que usted tiene. Siempre afectísimo amigo de usted. Eugenio M. de Hostos. Finalmente, gracias a Meriño, a Luperón y a Hastos, Máximo Gómez reinició la aciaga peregrinación, ·para volver a su Patria en días menos tormentosos y estar en ella entregado a I~s nobles faenas del campo hasta la llegada de Martí. Sin proponérselo, había hecho aún más fuertes y más hondos los vínculos entre Hostos y Luperón. ¡Cómo le complacería a Hostos ver, junto a Máximo Gómez, extendiéndole la mano en horas de naufragio, al compatriota que más se le parecía, a Luperón, Ambos eran productos de la misma tierra, del Norte y del Sur; aguas del mismo río que si pasaron por filtros diferentes, conservaron en cam· bio los mismos caracteres. En los grandes, en .los inmortales, basta un sólo mérito. un sólo rasgo esencial que les sea común. para hermanarlos en la historia. Así Luperón y Máximo GÓmez. Y quizás no tarde en hacerse la luz, el esperado resplandor que revele sus semejanzas; lo humano, lo divino y 10 genial que había en ambos.
V
En diciembre de 1888 Hostos se ausentó de Santo Domingo hacia Chile, con intenso pesar de la socie· dad dominicana. El receloso Ulises Heureaux, Pre· ~idente de la República, le había arrojado sorda· mente al destierro, sin necesidad de ningún acto ostensible que pudiera señalarse como causa concreta de la partida del Maestro. Luperón le siguió muy pronto. Lilís los había vencido 3 ambos, con las imponderables fuerzas de su astucia. No convenían a su régimen, cimentado en la fuerza, los principios liberales y el ascendiente de Luperón, ni la luz poderosa que irradiaba el Señor Hostos. Luperón, en su triste exilio de Saint Thomas,
inútilmente concita contra Lilís a los hombres de armas; Hostos, desde Chile, con la misma inutilidad quiere crear entre sus amigos y discípulos un núcleo de oposición a los tiránicos actos de Lilís. En una de sus cartas a Fidelio Despradel, de la valerosa juventud adversa a Heureaux, le dice: Lo que desaUenta es el desaliento de ustedes. Unos desesperan, otros se encierran en sí mismos. Usted no vé ni de lejos el Moisés que haya de salvarnos de ese cautiverio. Pero yo sí lo veo. Son ustedes mismos, oJos jóvenes, los nuevos, los in· contaminados, 'los dewehos a la noción de la dignidad humana por el sistemático pisoteo de la dignidad. Sin duda que mientras esperen ustedes a Moisés, el Faraón seguiTá pisoteando y esclavizando. Pero póngase todos a ser Moisés. y ya verán qué pronto y cuán buenas noticias me dan.'
Al iniciarse la guerra de Cuba. en 1895. Hostos y Luperón siguen en el destierro. Destierro le llama el ilustre puertorriqueño a su ausencia de Santo Domingo, como si él y Luperón, ciudadanos de América, pudieran llamarse desterrados aún perdidos en el más inhóspito peñón del Continente. Hostos, antillano, siempre está en actitud dominicana. Trabaja ·por la independencia de Cuba y Puerto Rico, a la vez que por la libertar de Quisqueya, que no considera libre bajo el despótico Lilís. EllO de junio de 1895 le escribe al General Casimiro Nemecio de Moya, expulso en Saint Thomas:
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J.mporta que nos pongamos en comunicación todos .losque podamos coadyuvar de algún modo a la obra de hacer independientes a dos de las hel'J1lanas y libre a ~a tercera... Yo no sé lo que ustedes íJlan hecho o hacen, ya en la empresa aislada de libertar a Santo Domingo, ya en la mayor de ligaT la obra de la libertad en una a ]a independencia en '!as ol'ras dos An1'iIlas; pero no 'Puedo creer que no hagan algo, ni puedo pe.,5a'r que no haya oculTido a men1es tan vivas la idea del part.ido que la revolución de Cuba ofrece a los revolucionar:ios de las demás Antillas hermanas... Sobre esto escribiré al GeneTatl Luperón, ampliando.
En efecto, al otro día, 11 de junio, Hostos le dirige a Luperón una carta trascendental; documento valiosísimo en que apárecen, cIaras y patentes, las invariables ideas políticas del Maestro, pero esta vez más concretas y orientadoras. ¡Cuántas previsiones, en parte cumplidas, las de esta carta! Parecería dictada por Martí, desde su sepulcro redén abierto, si las ideas de Rostos no fueran anteriores a las del Mártir de Dos Ríos. Las ideas de Martí, decía Hostos, no eran suyas exclusivamente, sino de la Revolución, y en ella Hostos era de los 7. Las cartas de Hostos a Fidelio Despradel hasta ahora inéditas. utilizadas en este trabajo, han sido copiadas de los originales gracias a complacencia del Lic. Roberto Despradel, hijo del destinatario, quien tuvo la gentileza de enviárnoslo desde su actual residencia de Berlln. Queda aquí constancia de nuestro reconocimiento,
primeros. No necesitan de otros comentarios las palabras del Maestro y conspirador: Querido general y amigo: ¿Por qué no toma usted en .la dirección del mov,imiento de las Antillas que Cuba ha vuelto a iniciar, la parte que legít·imamentc le corresponde como uno de los libertadores -americanos? De usted, probablemente, dependería la constitución de un centro di'reclivo que, de acuerdo con el ComÍ'té Revolucionario de Cuba y Puerto lUco en Nueva York o Cayo Hueso, reuniera, organizara y de ahí encaminara las fuerzas y ·recur· sos revoluoionalI"1os de Santo Domingo y Puerto Rico, y de la emigración cubana en Puerto Plata y en las islas y tierras circunvecinas. Si no me engaño, ha sonado la hora de un movJmiento general, y es necesario, o secundarlo, o producido. a fin: primero. de Hbertar a Santo Domingo e independizar a Cuba y Puerto Rico; segundo, de combatir la influencia anexionista; tercera, de propagar 1a idea de la Confederación de las Antillas. Es indudable que el paso previo es la libe~ación de la Repúblit:a Dominicana, que, >una vez libertada de su aotual ignominia, y sujeta a:l régimen ¡político, económico y adminis>t>rativo que ya hubiera podido asegurar su desarrollo, prosperi. dad e dnfluencia, si se hubiera oído a quienes sabían lo que pensaban, sentían y decían, sería el centro natural y fecundo de reunión, concepción, acción y ejecución de los planes que los antillanos ganasos de asegurar el porvenir de las Antillas pudieran formar. Para mí, que amo tanto a Santo Domi·ngo como a mi propia Bovinquen, y que probablemente la eligiré, como patria nativa de la mayor parte de mis hijos, para residencia final y sepultura, empezar por Ja libertad de Quisqueya es tan na· lÍural, que no hago, con pensarlo y desearlo, más que un acto de egoísmo paternal; pero, en el fondo de las cosas, es tan esencial la libertad de Quisqueya ¡para la Independencia en Cuba y Puer· to Rico, que si acaso la de Cuba sobreviene sin ella, 110 que es Ja de Puerto Riico y da Confedera· ción, no. Pues bien: si se organiza sobre estas sólidas ideas un cent'ro de acción que pueda decir a es· 10s pueblos, ,por medio de delegados ad IIOC, -lo que ha de ser el resultado de la revolución de las Antillas, tal vez conseguiríamos de ellos. no sólo 1paII"a Cuba, sino para ustedes y nosotr~s, los quisqueyanos y borineanos, la ayuda material y moTal que, de aIro modo, no prestarán. P·iense en esto, mi qUC'I"ido afIligo, y cuente con 'Jos esfuerzos de su. siempre amigo, E. M. Hos/os. Desde su solitario retiro de Saint Thomas, Luperón correspondió al conminador mensaje de Has· tos. Ambos pensaban igual, 'de igual modo estaban identificados, circunstancia jubilosa para Hostos, como se lo comunica a su fraternal camarada en una bella carta del 20 de agosto del mismo año: Querido amigo; Antenoche fue júbiJlo para mí: llegó su carta. po~que venía de
La leí con muchísima alegría,
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un amigo siempre querido y siempre estimado como una de das espera·nzas de 'las Antillas; pero al mismo tiempo. ija lef con tristeza. pensando en que usted es también un desterrado, como yo, y en q.ue, 'también como yo, apurará las amargas heces de ese cáliz. Cuando escribf a usted, uno de mis propósitos ·fue inquLrir de u9ted cómo y con qué ojos contempla usted la actual revolución de Cuba. Con vivo placer veo que tiene usted las mismas espenmzas de independencia que a mf me inspi1"a; pero no me dk:e usted si algo se hace ahí por Cuba y p·uerto Rico. Yo estoy tan mquieto con esta forzada lejanfa en que estoy de mis Anrillas, que, si no fuera por la famHia, ya me habría acercado ro centro de Jos sucesos. A ese fin he pensado en un consulado en cualquiera de las tierras próx.imas, hasta en Santo Domingo, a donde no pensé volver sino cuando pudiera hacerlo sin tener que ·precaverme. -Devuelvo a uSlted los vales por quinientos pe· sos que me expidió el Gobierno dominicano en IJ"eCODocimiento de sueldos insolutos, y que remitf a usted a mi satida de aquel. país, en 'pago de la suma que en tiempo de calamitosa expatriación usted me había remitido en 1876, a Venezuela. Guárde10s hasta que usted pueda reembodsarse. De todos modos, mil agradecimientos por esta nueva prueba de deHcadeza y cuente siempre con e1 afecto de su invariable amigo, Eugenio M. Bostos.
VI Desde Chile, Hostos ve prolongarse la tiranía de Heureaux y el silencioso exilio de Luperón. Pa· recería que a Hostos le duele más la expatriación que a su esclarecido compañero y que se indigna ante la pasividad de Luperón, que no se decide a salvar a Quisqueya del oprobioso régimen de Heu· reaux. ¿Olvidaba Hostos que Lilfs era hechura, puede decirse que hijo de Luperón, y que, no obstante, había dado el singular ejemplo de volverse contra el hijo al verle convertido en tirano? Ni esa consi· deraoión le movía a la indulgencia. Pedía la acción y ya era :imposible. Luperón estaba camino del se· pulcro. En el árido peñón sólo le hacían guarda ~a pobreza, el abandono y un mortal quebranto. A1gunos amigos, Cayetano Armando Rodríguez, Dimas Moya y otros, 'de vez en vez endulzaban sus trágicas horas de soledad. Hay, sin embargo, en el intenso drama del héroe, una luz de suprema consolación, un acto inusitado en nuestra historia. Lilís, el Presidente de la Repú· bLica, cruza el mar, abandona su feudo y viene en busca de su "padre" y adversario. La reconciliación de estos hombres, su primera entrevista en la de· solada 1&la de Saínt Thomas, es una escena profun'damente emocionante. En tono filial, pero ostentoso de. su gesto, dice Lilís: -Es la primera vez que un Presidente sale de supafs en ~usca de un enemigo... -¡,Estabas obligado a ello!
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Le responde el arrogante enfermo. Luego, Lilfs y Luperón retornan a la Patria, por el mes de diciembre de 1896. No es la vuelta del hijo pródigo; es más aún: es el amor a ·la tierra nativa sobreponiéndose a todas las pasiones. Hostos, cada día más hostil a Lilís, pero humano y sensjble, esta vez aplaudió al déspota. aunque breve y secamente, como si temiera que su aplauso fuera extensivo al pensamiento recón'dito de Lilís, siempre proyectado hacia alguna finalidad más o menos impura. Desde Chile, en carta del 20 de febrero de 1897, dirigida a Fidelio Despradel, decía:
De dos hechos principalmente me ha noticiado el Señor GonzáJez, que me han producido hondo
efeoto: el uno es la enfennedad de mi amigo muy querido y muy estlianado, el General wperón, a quien ·no sólo quiero como libertador, sino camo hombre. Hagan 'US'tedes. cuantos son mis ami. ,gas, por endulzar .Jos amargos días de ese noble representante de los días heroicos de la Patria. El otro hecho que me ha parecido bueno y daudabe es la aotitud en que según me dice el Señor González, se ha colocado el Presidente de la República. Poco después, el21 de mayo, en su amado pueblo de Puerto Plata, se desataba de la carne corroída por el cáncer el alma de Gregario Luperón. Del otro lado de los Andes, en el lejano Chile, Hostos recibía constante información de cuanto sucedía en la patria de sus hijos. Fidelio Despradel, el consecuente amigo, es quien le da la funesta noticia, en carta del 5 de junio: Cuando ésta le llegue, ya usted habrá sabido de la muerte del .patriota General Luper6n; murió en la madrugada del 21 del mes próXlimo pasado, a las doce y cincuenta miD'lltos. En sus úl,timos días, que fue cuando tuve la dicha de conocerle, hablábamos con frecuencia de usted: pude pene· tramle, y eso me regocijó, de que él supo siempre corresponder ai puro afecto con que usted lo distinguía. Ei1 GeneraJ1 Luper6n deja escrita una Historia de la Restauración con apuntes hasta nues.tras días, en tres tomos. Yo he podido leerla merced. a una complacencia suya y tuve una sorpresa grata al tropezarme en uno de esos tomos con un dooumen10 escrito por usted, y firmado por el General. allá cuando los asuntos de la LIGA DE LA PAZ en Santiago! Sentf pena ayer cuando el Señor González me dijo que traía para el Generam Luperón una carta de usted, porque si esa caÑa hubiera llegado a tiempo, habría si· do paTa él una gran satisfacci6n de los últimos días de su vida. Las aciagas noticias de la muerte de amigos tan estimados como Paíno Pichardo y Eugenio de Mar8. Refiérese a la carta de Lupecón, escrita por Hostos, a que se ha aludido anteriormente, dirigida a Máximo Gro· lIón, Espaillat, etc.• el 28 de Enero de 1876, inserta en la obra de Luperon, Notas autobiogrdficas y apuntes histdri· cos... Ponce, 1896, Vol. n, págs. 273-Z18.
chena, o de mujer tan querida y admirada como Salomé Ureña de Henríquez, angustiaban el corazón de Hostos y hacían que el llanto acudiese a sus ojos, perdidos tristemente en la enorme lejanía de Quisqueya. Entonces tomaba 'la pluma, como si quisiera liberarse de amarguras y de lágrimas, y escribía.' Escribía, para los periódicos, artículos en que exaltaba fervorosamente las virtudes y los méritos del desaparecido; y quejumbrosas cartas para los ami· gos o parientes del que acababa de irse de la vida. De esas cartas, la que escribió a Fidelio Despradel, el S de septiembre de 1897, es quizás ~a más triste al par que la más patética: ...qué no darla yo .por volver a bañarme en las brisas deleitosas de Puerto Pdata, que son las en que con más deleite me he bañadol Cierto que me faltarían algunos amigos, entre ellos Luperon. Pobre Luperonl Haber batallado con tanta fuerza y tanta eficacia por la Independencia y por la ldbertad de su patria; haber amado tanto a nuestra patria antillana; haber sido tan capaz de serwda del modo más efectivo; y más brillante; y haber terl!ido que pasar años enteros en el desmet1ro insano, muerte de ilusiones, esperanzas y aptitudes que nadie sabe, sino sufriéndola, cuánto y cómo aYlUda a la muerte de ~os órganos. Pobre Luperonl Mi pobre amigo! Mi buen compañero de esperanzas 'P3I1'a da patria -grande que estábamos queriendo farmar. Es necesario que ustedes cultiven en el pueblo 'Y en sí mismos la memoria de 1.AlIperón. Faltas a un lado, que, por oltra parte, sirven paTa medir 'la grandeza de los hombres, pues que hombre, en la acepción filosófica, no es más que la distancia a que un alma se 'Pone de los instintos que nos mortifican, Luper6n debe ser querido por sus vi't'ltlUdes cfvicas, y considerado como uno de Gas más atrac,tivos ejemplares del sel' made man que ofrece esa nuestra Quisqueya, tan fecun· da en esa otase de hombres, pues sólo así habría andado ·tanto camino en tan poco tiempo. Feounda tierra de abuelos e hijos míos.. .1 Ahl Si como es de feraz, fuera de afortunadal Hostos no se limitó a enjugarse el llanto, como en breve pañuelo, en esta carta. Escribió en seguida, con la misma emoción que le poseía en ese instante, uno de sus más bellos y dolientes estudios biográficos. La muerte del soldado arrancaba del alma de Hostos sus más conmovedores ayes. Nunca pa· reció el Maestro más íntimamente adolorido. En la magistral semblanza del héroe muerto hay mucho de su propia vida. A veces, al hablar de Martí, de Betances, de Máximo Gómez, de Aguilera, de Plá· cido, de Salomé Ureña, y de otras figuras america· nas, Hostos habla de sí mismo. Pero cuando más habla de él, es cuando escribe acerca de Luperon. ¿Qué prueba más viva y elocuente, qué testimonio más claro de que ningún espíritu se identificó tanto con el suyo como el espíritu de Luperón?
VII
Para Hostos, el 16 de agosto de 1863,' la Restauración de la República, es una fecha de más alta significación que el 27 de .febrero, la Separación de Haití. En esta última no aparecía el invicto restau· radar, pero sí en aquella, en la que él admiraba tanto la trágica muerte de Sánchez, el ejemplo de Puerto P>lata y de Santiago y el fatigante ,patriotismo de LuperóD que, al compoler a planazos a los moradores morosos en la defensa de la justicia, personifica esculturalmente las agonías de SI\.1 puebo que no quiere aceptar la mueIlte injusta. La preferencia es explicable. La Restauración ern una guerra contra España, y Hostos, desde su mocedad, estaba guerreando contra España. En esa guerra, dice Hostos,
no hubo ninguno que 'Personificara con más aro dor que el General Luperón, el deseo de recon·
quistar la autonomía nacional. y va más lejos todavía. Le compara con uno de los más preclaros ciudadanos de Francia y de su época: Sí 'hubiera de juzgarlo como hombre -dice-, devanl'arfa con orgullo la cabeza paTa declarar que fue uno de los hombres a quienes más altas prendas conocí, por lo cua! fue uno de los hom· bres a quienes más he estimado. En los días de la Restauración, que fueron días de proeba para el ca'1"ácter, Luperón se pro6enta a la historia de su patria como comparece Gambetta en la hiístoria de la defensa nacional de Francia.' A é9te, por más conocido el escenario, lo ve todo el mundo en el momento del 8fJ'ogeo de su patriotismo... A Luperon nos lo representa nues· ·tro amor a da Independencia, derecho tan aUo y tan sagrado en Francia, en el momento O1rlminan:te de SI\.1 herooco patriotismo, ooando, según la tradición, perseguía a planazos a los i'1"resolutos y tibios con la pa·tria. 9. Luperón y Gambetta, de quienes Hostos hace breve paralelo: estuvieron unidos por sólida y cordial amistad. Luperon recuerda al prócer civil francés en sus Notas autobiogrdficas y apuntes históricos: .Los legisladores de entonces (1880) rechazaron, tanto la ley de las estampillas como la de conscripción militar; y sin embargo, por estas dos leyes recibió el Gobierno Provisorio las más honrosas felicitaciones de los gobiernos norte-americano, inglés, francés, belga y alemán. Para mayor honra y satisfacción de ese Gobierno, el gran Gambetta se sirvió de esa misma ley de conscripción dominicana para reformar la Francia militar, que hoy res'petan y admiran hasta sus propios enemigos. El mismo Imperio Alemán, que tenia su ley de conscripci6n militar obligatoria fijando siete años de servicio para igualar su ejército al de Francia, la reformó, fijando tres años de ser· vicio en el ejército. Estas declaraciones las hizo espontáneamente el mismo Gambetta a Luperón, no sólo en su gabinete como primer Ministro del Gobierno francés, sino también en banquetes públicos•. (Gregorio Luperon. Notas autobiogrdficas..., vol. 3, Ponce, 1896, pág. 60).
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Estatua por estatua, si seductora de buenos es la acllitud de GambeHa, más seductora de fieles al bien y a ~a justicia es ea de Luperon: el francés se erigía su estatua con actos que el mundo con· templaba, que la espectativa del mundo estimu~aba, que la admiración del mundo hacía fáciles y placenteros: el quisqueyano no sabía siquiera que se le estaba estatuando en la historia de su 'Patria, cuando, desentendiéndose del mundo, sin más test!igos de su 'heroismo que los testigos de él, realizaba en el fondo oscuro de las selvas, en desconocidos lugarejos de un 'Pafs desconooido, 'los prodigios de actividad, moviHdad, entusiasmo y convicción que dieron a luz la segunda República Dormnicana. En Gambetta, la gloria era un estímulo de todos los días, de cada hora, de cada despacho telegráfico, de cada sailutación, de cada aclama· ción, de cada ovación que recibía. Al pobre sostenedor del derecho en Quisqueya, ¿qué ovación lo recibía, qué aclamación, siquiera, lo estimulaba; qué salutación, a!l menos, lo enardecía? El apodo que da ea fuerza escandalizada al derecho que la escandaliza: bandolero. Bandolero, banilido, saoltedaor de caminos, como siempre lo fueron los libeIltadores para los usunpadores de vida en las co1onias; como lo fueron Miranda, como lo fue Hidalgo, como Bolívar, Morazán, Mariño, Gamarra, Santa Cruz, O'Higgins, San MarHn, Ar.tigas, como lo fue Na'I'Ciso López, como:lo fue Céspedes, como 10 está siendo Máximo Gómez, no tuvo 'Luperón más incentivo que la ,resuel,ta resolución de no consentir amos en su tierra,'" Al tenninar su emocionante página, Hostos habla del llanto de la Patria y de los amigos de Luperon, por no hablar sólo de sus propias lágrimas. Más que la muerte del patricio y hennano, lloraba la pérdida que sufría la causa del antillanismo, "la hennosa quimera de libertad" que con "el ánimo y el brazo de Luperón" se habría realizado. " Años después, muerto LUís, Hostos volvió a Santo Domingo. El Presidente de la República y el pueblo dominicano le reclamaban. Y no tardó en visitar a Puerto Plata. ¡Cuántos recuerdos se agolparían en su mente, en la ciudad de Lúperón, en aquel pueblo tan íntimamente ligado a su existencia, junto al mar ya la montaña que fueran deleite de sus ojos en la ya lejana primavera de 18751 10. Luperón, por E. M. de Hostos, en Emilio Rodríguez Demorizi, Hostos en Santo Domingo, Ciudad Trujillo, 1939, págs. 309·316.
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Entonces, como si concentrara todas las fuerzas emocionales de su espíritu en un puñado de palabras, trazó el más alto elogio que haya merecido Puerto Plata. En ese elogio, veladamente, hacía una exaltada síntesis de la vida política de Luperón y de su propia vida, ya que ambos habían sido la más perfecta encarnación de las luchas e ideales que nacieran, años atrás, como ante el pórtico de un templo, al pie de Isabel de Torres: Aquí, bañándose en el baño de vida que es la brisa de ese mar, dominicanos, cubanos y puerto·rriqueños fabricamos 1m día el ideaR. Por aquí pasó Betances; por aquí pasó Martí; por aquí 'Pasó Luperon. De aquí, unas tras otras, salieron voces de estímulo para Boriquen; voces de entusiasmo para Cuba; voces de libertad para Quisqueya. Aquí se forjó la redención de Puerto Rico; aquí -se fulminó la sentencia de muerte del coloniaje español en las Antillas; aquí se decretó la <regeneración de Ouisqueya por la Libertad, por 1a verdad, por la juslJicia. Desde aquí se predicó la doctrina del bien pan los hombres de nuestra familia histórica; desde aquí se 'Preceptuó el principio de toleranda para todos los pareceres contrarios a la reforma de la vida en estos !pueblos; desde aquí se promulgó el dogma de la Confederación de las Antillas como objetivo fina1 de nuestra historia. Campos, aguas, lomas, gentes, cuanto queda respetado por la muerte, todo conserva aquí la sombra del .ideal que aquí nació. Hostos no sobrevivió a Luperón por mucho Hempo. Seis años después que el héroe, rindióse a la muerte el espíritu del formidable pensador. El que nació primero fue último en la muerte. y bien que fuera así: que muriera el guerrero antes que el Apóstol, para que sobre la tumba del soldado floreciera eternamente, consagratoriamente, el glorificador responso del Maestro. No tuvo Luperón la enonne fatalidad de Máximo Gómez, victorioso al frente del Ejército Libertador, en Cuba Libre, sin que Martí pudiera contemplarlo y la maravilla de su palabra hiciera de él un semi-dios. Luperon antes que Hostos. Antes que la luz extinta, el eclipse de la espada. ¡Uno tras otro se fueron al sepulcro, para alzarse hermanados en la Historia!
DesteUos históricos de la arquitectura en San Juan de Puerto Rico Por
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A PRIMERA OBRA ARQUITECTÓNICA DE GRAN EMPEÑO
Ldentro del área que ocupa el San Juan metropolitano de hoy ocurre en la alborada del siglo dieciséis, precisamente en el primer asentamiento de nuestra Ciudad Capital. Tal, la casona que ,hacia 1509 construye Juan Ponce de León en Caparra, de la cual apenas nos queda vestigio. La misma sigue el modelo de la tradicional casa·fuerte española, de frente amplio y de poco fondo, a lo largo de cuyo tope figuraba un pretil almenado. En las habitaciones de la familia del Adelantado se utilizó como elemento decorativo azulejería sevillana, y la entrada principal a las mismas, orientadas hacia el Oeste, estuvo coronada con arco de :herradura. Así, por vez pri· mera, la tierra y la piedra puertorriqueña es apisonada y cortada en un solar sanjuanero si bien para conformarse a patrones estructurales europeos. Pero en la misma centuria; sólo unos pocos años más tarde, el empeño constructor señala hacia dos edificaciones de magnitud superior a la luz de las limitaciones que impone el medio local: ya en la isleta, la Catedral y la Iglesia del monasterio dominico. La primera no resultará en ola emulación de aquella de Sevilla que se pretende al principio, pero posibilitará que de las canteras calizas de San Juan se corten sillares y labren molduras que habrán de conformar los magníficos ejemplos de arquitectura gótica que aún se conservan. Tales, en la Catedral, las dos salas grandes y las dos menores con bóveda gótica de crucería, la magnifica escalera de caracol, y el ábside seisabado actualmente escondido tras un muro curvilíneo de época posterior. Y en ,la Iglesia conventual de los dominicos, actual San José, la casi totalidad del edificio. Este último templo, en cuya arquitectura aparecen tendencias estructurales del tiempo de Isabel la Católica no empece que comenzado a construir hacia 1532, tiene el mérito, aparte del que le corresponde por ser uno de los mejores ejemplos de su
OSIRIS DELGADO
clase en América, de damos el primer rasgo en esta Isla que corresponde a una solución arquitectónica independiente de las acostumbradas fórmulas españolas. Esto, no empece que resuelta a base de elementos góticos y renacentistas, o que el autor haya podido ser un Rodrigo Gil Rosillo, de Santan· der, o los alarifes Antón y Alonso Gutiérrez Navarrete, de Carmona. El rasgo consiste en que en un espacio relativamente reducido como lo es el cru· cero, se logra una gran sensación de amplitud a base de contrarrestar ambos lados de la bóveda principal con cuartos de esfera cuya clave es común a la clave del arco formero. En la misma iglesia también es interesante observar la estilísticamente muy rezagada capilla de la Virgen de Belén, añadida a finales del siglo dieciséis, cuya bóveda esquifada es un elemento morisco muy familiar a la arqui. tectura isabelina. Si entre las distintas manifestaciones artísticoarquitectónicas involucramos las estructuras defensivas de la Ciudad, bien podemos afirmar que en arte nuestra circunstancia sólo habrá de rendirse a la voluntad de 10 español en la medida que tal arte esté en función de lo militar. Los éxitos del imperio en Tierra Firme y la posición estratégica de la. Isla, que hará que ésta se conciba como el "frente y vanguardia" de Indias, impondrá en el curso del quehacer oficial un derrotero en el que habrán de surgir preferentemente la arquitectura de plaza fuerte que aún hoy testifacan, desde el siglo dieciséis, las fortalezas de Santa Catalina y El Morro. Y éstas, en su punto de partida, son trasplantes de fórmulas de ingeniería castrense medieval y renacentista. Ya casi en el siglo diecisiete, y como preparando el camino para el enconchamiento espiritual de la Ciudad, algo así como adiestrando una actitud defensiva frente al torbellino barroco europeo, el que apenas llega pero que tampoco se hubiese resistido 39
por razón de la sencillez formal que reclama la circunstancia puertorriqueña, nos atacan una y otra vez fuerzas extranjeras y debe proveerse oficialmente para su defensa. En 1595; ataca Drake; en 1598, Cumberland; ya en 1625, Balduino Enrico. La Ciudad se amuralla y la historia isleña se vuelve "silenciosa, soterrada". Nuestro vigor se reduce a latente crisálida, pues no será hasta la próxima centuria cuando se concretice sensiblemente la personalidad artística puertorriqueña. Mientras tanto, en el siglo diecisiete aflorarán en la ciudad Capital algunas obras timoratas de barroquismo principalmente por obra y gracia de una voluntad digna de un monumento conmemorativo: el gobernador Iñigo de la Mota y Sarmiento. Su entusiasmo es respon· sable por la reconstrucción y ampliación del convento dominico, así como por la reparación de la torre y presbiterio de su iglesia, hoy de San José; se ocupa de proseguir la construcción de la muralla que comenzara Enríquez de Sotomayor; hace las puertas de Santos Justo y Pastor, y la de Santiago, a las que pone capilla con pintura o escultura del santo correspondiente, letreros en latín COn sentencias sugestivas, armas reales labradas en piedra, y 'su propio escudo de armas -lo que repite en la previamente construida puerta de San Juan. Recons· truye la ermita de Santa Catalina en las murallas junto a la Fortaleza. Rehace también el crucero que se había construido en la Catedral en 1615, y le· vanta en torno a ésta una cerca de mampostería. En apenas seis años, I~igo de la Mota y Sarmiento da un ejemplo de dedicación digno del mundo de la Contrarreforma. Sin embargo, en este breve relato vemos 10 que sólo permite la circunstancia sanjuanera: reconstrucciones y reparaciones. Aparentemente, nuestra vida en el siglo diecisiete se circunscribe a -la idea de la mera subsistencia. La sencilla arquitectura civil, esa manifestación del arte plástico pueblerino que en sus peculiares constantes dará en el próximo siglo una de las primeras claves de una personalidad urbana ya lograda, aún no aparece. Tampoco la modesta arquitectura eclesiástica con sus soluciones típicamente puertorriqueñas. Corresponde a nuestro siglo dieciocho todo ese privilegio. Es honda la verdad entre las formas arquitectónicas populares que afloran en esta centu· ria y el medio ambiente y los factores que las constituyen. Es herencia nuestra de valor insospechado cuyo poder telúrico convierte en artificial toda aro quitectura extraña que se levante a su lado que no respete su espíritu y que no emplee los modestos recursos decorativos que la caracterizan. Nos referimos a las típicas casas de familia, de las que tantas quedan aún en el casco del viejo San Juan y que muchos, equivocadamente, creen mero trasplan. te de formas arquitectónicas pueblerinas de España o simplemente meras edificaciones sin valor. De España ha de heredar los clásicos ~lementos
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Aspecto del Claustro del Convento de Santo Domingo Viejo San Juan.
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de construcción: muros encalados, tapiería, ladrillo o piedra, viguería y techos de teja y azotea. Pero es arquitectura renacida en suelo puertorriqueño y, ante ella, nos es cosa tan natural, tan consabida, que a los más se nos escapa su valor como sutil elemento de juicio que puede ayudar en el ansiado conocimiento de aspectos esenciales de nuestro pueblo. Se caracteriza la fachada de estas casonas por ser de dos plantas, con balcón voladizo y corrido que descansa sobre las cabezas de vigas de ausubo que se proyectan desde el entrepiso. Tiene balaustres delgados de madera, y columnillas, también de madera, rematadas en capiteles sencillos que sostie· nen una cubierta o tejadillo. En la parte alta, por encima de la cubierta, una cornisa de gran vuelo remata la fachada. Una amplia entrada con puertas de caoba o ausubo, claveteadas de hierro, da paso a un zaguán que lleva al patio interior y a la escalera. Esta, muy esbelta en proporción al edificio, suele ser de tramos rectos y con dos amplios descansos, y las contrahuellas de los escalones pueden estar decorados con azulejos que en algunos casos, como los que decoran la escalera de la llamada casa Berrocal (hoy residencia de la familia Alegría) son magníficas muestras de ejemplares de Delft de ha-
da 1700. En cuanto al patio interior, suele tener una ~.lería bordeada de arcos y una cisterna o aljibe que en algún momento tuvo su brocal. De las características mencionadas, el balcón volado y corrido con ligero tejado, por su reiterado uso como elemento de fachada, por sus repetidas peculiaridades de estilo, y por su sugestividad, lo , consideramos el elemento principal de nuestras vie· jas casonas sanjuaneras. En ningún otro lugar como en nuestra Ciudad Capital se juntan tan expresivamente los ·balcones voladizos corridos. En algunos casos, como en la llamada casa Campeche, el tra· bajo de la madera, especialmente los capiteles, acusan una originalidad fascinante. El sentido del balcón sanjuanero, a diferencia del fragmentado balcón del resto de hispanoamérica, no consiste en ser lu· gar de intimidad con perspectiva amplia desde disi· mulada punto de vista, sino un lugar para estar en la propia casa a la vez que en la del vecino: un sitio apropiado para inspirar la rotura de ·fronteras y que muy bien puede simbolizar el espíritu unificado de un pueblo. No podemos pasar por alto las igualmente típicas casas de ladrillo y hormigón español que al que· dar limitadas a un solo piso robustecen la importan-'
cía de sus magníficas comisas. Vistas en conjunto resultan una agradable experiencia visual por razón del distinto nivel de cada estructura y por la variedad de color de una a otra fachada con que se como place el sanjuanero en su afán de individualizar el área de su permanencia. En arquitectura eclesiástica popular, obra de modestos alarifes, nos podemos preciar de haber crea· do en el siglo dieciocho y con proyecciones hacia el diecinueve espontáneas normas de construcción cuya razón causa necesariamente radica en circuns· tancias locales no empece de qué orden. De todos modos, la Isla parece que trae ya una estigma crea· dora, recordemos el aro de piedra que es pura creación del indio borinqueño. Así vemos iglesias en que la cúpula, ese espacio abovedado que simboliza la fuerza espiritual, en vez de estar colocado sobre el crucero como se estila desde la Edad Media en la construcción de los templos cristianos, aparece construido sobre el presbiterio. Con esta caracterís· tica tenemos en el sector de Santurce un bellísimo ejemplar en la Iglesia de San Mateo de Cangrejos. Seguidamente debemos referirnos a la Capilla del Cristo, que con su dieciochesco pórtico ocupa un lugar privilegiado en el extremo sur de la san· Antigua Iglesia de Santo Tomá.r, hoy de San J08~.
Interior de casa en la
Ca/le del Cristo
Casa de
los Contrafuertes en la
ca/le de San Sebastiรกn.
juanera calle del mismo nombre. La misma es casi símbolo de la historia de la Ciudad y alberga importantes obras del patrimonio cultural puertorriqueño. En el siglo diecinueve, la casa de vivienda dieciochesca evoluciona sensiblemente sin perder -las características fundamentales. Prácticamente todo se resume en el hecho de agrandarse los espacios, hacerse más elegantes las líneas, y adquirir mayor importancia el patio. Patios estos que evoca en prosa poética Paniagua Serracante: "Patios de mi San Juan arcaico que se abren al alma como microcosmos de la quimera. Patios de macetas olientes a claveles y rosas, a campanillas azules..." Ya a mediados de siglo incorpórase a la arquitectura sanjuanera la ornamentación al hierro cola· do. Producto de origen europeo, nos llega a través de Norteamérica pero queda tan maravillosamente acoplado, con tal sentido de fidelidad a las formas de la' arquitectura doméstica local, que ésta no desmerece en nobleza. Ejemplo de ello son las casas de balcones con balaustres de hierro colado de fino diseño al que a veces se suman, cuando hay ligera cubierta o tejadillo, columnas decorativas del mismo metal. En la arquitectura oficial de la Ciudad Capital, refléjase en la centuria decimonónica el enorme crecimiento social y material como consecuencia de soluciones prácticas inspiradas en los postulados del liberalismo politico y económico. A su vez, es el resultado de calurosas instancias de portavoces puertorriqueños, y producto de la concesión de una España interesada en descontaminar a Puerto Rico de la corriente revolucionaria. Sólo en los últimos tres reductos del Imperio: Cuba y Puerto Rico, fructifican los magníficos edificios cuya sola finalidad .particular habla del nuevo orden socio-eco-
nómico. Tales los de la Intendencia (según su última transformación), la Diputación Provincial, el Has· pital de la Concepción (según reedificado por el gobernador La Torre), la Casa de Beneficencia, el Cuartel de Batajá, el Teatro Tapia, y otros. Para una ojeada final al mundo sanjuanero del siglo pasado, pero con un sesgo profundamente romántica tenemos a la vetusta Fortaleza convertida en una de las viviendas más atractivas de ·la Isla: el cementerio del viejo San Juan, y los tristemente desaparecidos kioskos templetes que daban una nota de nostalgia por exotismo oriental. La transición hacia la arquitectura contemporánea de nuestra Ciudad se manifiesta principalmente a través de un discípulo de ,Louis Sullivan, de origen checoeslovaco, Antolín Nechodoma (1877·1928): quien desde el año de 1908 hasta su muerte diseña más de cien edificios para la comunidad puertorriqueñ·a. Entre otros la notable casa Georgetti (1925) hoy destruida, y las casas Korber y McCormick. Es arquitectura en la que se combinan felizmente las circunstancias ambientales, estética funcionalista y las posibilidades del concreto armado. Pero sobre todo, es admirable por una sencillez formal que se integra armónicamente a los panoramas sub-urbanos de la Ciudad Capital y responden fielmente a nuestra naturaleza. Al presente muchos arquitectos de Puerto Rico totalmente integrados a la corriente internacional de la estética arquitectónica y magníficamente informados de las más recientes aportaciones al conocimiento de las nuevas técnicas de construcción, materiales y filosofía urbanísticas, se atienen y se orientan profesionalmente hacia el desarrollo de un San Juan que, al igual que lo es respecto al pasado, sea en el futuro digno ejemplo orgullo de la arquitectura de nuestro tiempo.
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Descripción general de los Indios Caribes en l~ obra de César de Rochefort Por
MANUEL CÁRDENAS
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RESENTAMOS A CONTINUACIÓN LA TRADUCCI6N AL ES-
pañol de los capítulos IX, X, XI, XII Y XIII del P Segundo Libro de -la Histaire Naturelle et Morale
Capítulo Noveno
des [les Antilles de l'Amerique de César de Rache· fort. ,Los titulos de dichos capítulos son: Du Carps des Caraibes et de Leurs Ornaments, Remarques sur la langue des Caraibes, Du Naturel des Caraibes et de leurs Moeurs, De la simplicité naturelle des Caraibes y De ce qu'on peut nommer Religion parmy les Caraibes, respectivamente. Aún cuando haya algo de verdad en las acusaciones de plagio que el Padre Dutertre hizo a Rochefort, y aceptando incluso que la obra de este no es totalmente original, sin embargo 'las ·fuentes y los informadores que utilizó en su redacción, en particular el segundo libro, hacen de la Histoire Na· turelle et Morale una obra importante sobre el mundo de los Caribes. Aunque -la preocupación de Rochefort por el es· tHo y el lenguaje llega a ser algo enfadosa, y los es más todavía su afán de demostrar constantemente una vasta erudición, hay que reconocerle un cuidado y una precisión notables a la ·hora de plantearnos el tema de los Indios Caribes..Ese cuidado se manifiesta en las seis razones con que inicia el capítulo noveno, en particular cuando nos dice ex· presamente que va hablar sobre los indígenas de 'la San Vkente, -los cuales pueden tener costumbres y manera distintas a los Caribes de las otras islas, sin que por ello dejen todos de constituir un pueblo. Pasemos al texto de Rochefort. César de Rochefort-Histoire Naturelle et Morale des Hes Antilles de L'Amerique-Rotterdam, 1665Capítulos IX, X, XI, XII Y XIII.Páginas 435 a 477.
DE LOS CUERPOS DE LOS CARIBES Y DE SUS ORNAMENTOS Ahora es necesario volver a reemprender el gran camino del que nos habíamos apartado y volver de la Florida a las Antillas para allí considerar, tan exactamente como nos sea posible a todo -lo largo de esta Historia, el Cuerpo y el Espíritu, ·las ma· neras, la Religión, las costumbres, y 'las otras par· ticularidades de los Salvajes Caribes o Caníbales de los cuales hemos deducido ampliamente su origen. y puesto que aquellos de este pueblo que viven en las mismas Islas donde ·los Franceses y las otras Naciones Europeas tienen colonias, con quienes tratan frecuentemente, se han habituado en varias cosas a sus maneras de hacer, y siéndoles éstas más gratas han abandonado muchas de sus viejas costumbres, los que quieran saber de ·las antiguas costmnbres de los Caribes no las deben buscar en aquellos que viven en la Martinica o en aquellos que más frecuentan a nuestros Europeos, sino en estos de la San Vicente que son entre todos los que hasta el presente han estado en menor comunicación con los Extranjeros. Es de ellos que par· ticularmente hemos sabido todo lo que diremos aquí después sobre los Caribes; pero antes de entrar en esta materia haremos algunas observaciones generales para prevenir el asombro que el ·lector pudiera tener de ·la diferencia entre varias de nuestras Relaciones con otras orales o escritas. l. Es casi imposible que las Relaciones acerca de tierras y costumbres tan alejadas de nosotros estén de acuerdo en todas las cosas a la luz de que inclu·
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so las que nosotros vemos de paises vecinos no coinciden perfectamente entre si.
memorias han sido escritas sobre los Caribes de la San Vicente.
II. Desde que los Caribes han tenido relación con las Naciones extranjeras han relajado mucho sus antiguas prácticas y han abandonado varias maneras de hacer que antes les eran inviolables. De suerte, que se encuentra hoy día en ellos un cambio notable con respecto a 10 que fueron en otros tiempos. 1..0 que ha ocurrido en parte a que nuestros Europeos los han avispado, y en parte también, -pues hay que confesarlo para nuestra vergüenza-, a que los han corrompido. Sobre este particular el señor du Mantel nos informa en sus Mema. rias lo que dos buenos viejos Caribes, con los cuales él ha conversado familiarmente, le decían frecuente· mente en su conversación. "Nuestras gentes han llegado a ser casi como vosotros, y tenemos la pena de no reconocemos a nosotros mismos; tan diferentes somos de ·10 que éramos en otros tiempos. También nuestra Nación considera que a causa de este cambio los Huracanes son ahora más frecuente que antes, y los Maboya (es decir, el espíritu maligno) nos han puesto bajo el poder de los Franceses, Ingleses y Españoles quienes nos han quitado 'la mayor parte de nuestras mejores tierras".
VI. Por último, los lectores están avisados de que nosotros vamos a describir, en su mayor parte, las antiguas maneras y costumbres de estos Caribes, a fin de que nadie encuentre extraño si de aquellas que practican hoy día hay algo que no se informe. Dadas estas advertencias nada nos impide comenzar lo que -hemos emprendido para cumplir con el título de este Capítulo.
I11. Ellos pueden tener diferentes manera de hacer según la diversidad de las Islas, aún cuando sean un mismo Pueblo, como nosotros vemos Ja diversidad de costumbres en un mismo Reino según las regiones y las Provincias. De suerte que, por ejemplo, los que hayan tenido mayor relación con los de la .Dominica informaran opiniones, costumbres y ceremonias de los Caribes que las personas que los hayan tratado en otros lugares indicaran de otra manera. Y, sin embargo, ·los unos y los otros estarán haciendo una relación fiel. IV. Así como en el Continente de la América, los Caribes que viven bien tierra adentro y quienes ven raramente a los extranjeros, conservan mucho más sus antiguas costumbres y su antigua manera de vivir que estos que habitan cerca de las Colonias Holandesas de Cayena y Berbice quienes tienen un trato regular con Jos Cristianos, también entre nuestros Caribes Insulares, los que tienen menos comunicación con los Europeos, tales como los de San Vicente, son más exactos observadores de sus antia guas costumbres que ·10 que lo son, por ejemplo, los de la Martinica, o estos de la Dominica, quienes nos visitan más. V. Es por esto que si aquellos que no los han visto más que en estos últimos lugares, o han tenido noticia de ellos por personas que no los han tratado más que en estos lugares encuentran a lo .largo de nuestra Historia diversas cosas que no concuerdan bien con las que ellos conocen, no se asombren, por favor, a la luz de que la mayor parte de nuestras
La mayor parte de los pueblos que nosotros llamamos Salvajes o Bárbaros tienen alguna cosa de horrible y de deforme, o de defectuoso, sea en sus caras, sea en el resto de sus cuerpos, tal como los Historiadores nos -10 han informado de los Maldivios, de los Habitantes del Estrecho de Magallanes y de varios otros lugares que no hay necesidad de mencionar Sin embargo, los Caribes son gentes bien hechas y proporcionadas en sus cuerpos; bastante agradables, la cara risuaña, de mediana tall<t, anchos de espaldas y de caderas, y casi todos de bastante buen aspecto y más robustos que los Franceses. Tienen la cara redonda y ancha, y ·la mayor parte tienen las mejillas marcadas con dos pequeños hoyuelos en medio. Su boca es mediana, y sus dientes son perfectamente blancos y bien dispuestos. Es verdad que ellos tienen la tintura naturalmente olivacea y que este calor se extiende incluso en el blanco de los ojos, los cuales son negros, un poco pequeños, así como los Chinos y Jos Tártaros, pero más penetrantes. Tienen también la frente y la nariz aplastadas pero por artificio y no naturalmente. Pues sus madres se las presionan a su nacimiento y lo hacen continuamente durante el tiempo que les dan de mamar, imaginándose que hay en ello belleza y perfección, pues sin eso tendrfan la nariz bien formada y la frente elevada como la nuestra. Tienen los pies anchos y aplastados ya que van desnudos de pies, pero por ·10 demás, tan endurecidos que están a toda prueba en los árboles y sobre las rocas. Entre los del país no se ven ni tuertos, ni ciegos, ni jorobados, ni calvos, ni quienes tengan de naturaleza alguna deformidad, como se indica también de los Brasileños, los Floridianos, y de la mayor parte de los pueblos de América. A diferencia de 10 que ·informan los que -han visitado el gran Cairo, que dicen que en las calles se ven muchos tuertos, muchos ciegos, siendo estas enfermedades tan frecuentes y tan comunes en este país que de diez hombres hay siempre cinco o seis que están atacados de eUas. Sin embargo, si hay alguno de entre los Caribes que sea deforme, o carezca de algún miembro, eso le ha sobrevenido en los combates y en las -luchas que han tenido con sus enemigos, y estas deformidades o estas marcas, siendo prueba de su valor, son estimadas entre ellos como gallardas
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y gloriosas; bien lejos de que ellas los pongan en peligro de ser apaleados, o arrojados a un barranco, por sus compatriotas como a estos pobres hijos del pueblo de Guyana y los Lacedemonios del tiem· po de Licurgo que nacían del vientre de sus madres imperfectos y deformes. Incluso se ven bellas muo chachas y bellas mujeres entre los Caribes, prueba de ello Mademoiselle de Rosselan,mujer del Señor Gobernador de Santa Alosia. Todos los Caribes tienen -los cabellos negros como los Chinos, los cuales son conocidos a veces como el Pueblo de los Cabellos Negros. Estos ca· bellos de los Caribes no son crespudos como los de los Moros, sino todos lacios y muy largos, como los de los Maldivios. Y sus mujeres consideran este ca'101' el primero en cuanto a belleza para la cabellera. Se dice también que los Jndios del Perú tienen tanta pasión por los cabellos negros que para darles este color cuando no 10 tienen se dan unos trabajos y unos tormentos increíbles. Por el contrario, en España, algunas Damas, para teñirse los cabellos de color de oro, los rocían de azufre, 'Ios mojan en agua fuerte y los exponen al sol en pleno mediodía durante los más violentos calores de la Canícula. y en Italia este color de cabello es también muy estimado, prueba de ello 10 que dice un Poeta con respecto a las Cortesanas Romanas
Oh que Manitas peinadas Con su pelo descolorido por artimañas, etc. Los Caribes son muy cuidadosos en cuanto al peinado y consideran ello cosa muy digna. Aceitan sus cabellos y tienen un invento para hacerlos crecer. Hombres y -mujeres trenzan sus cabellos por detrás y 'los hacen rematar en un pequeño cuerno que se ajustan en lo alto de la cabeza. A los dos lados los dejan en forma de mostachos, libremente. Las mujeres dividen sus cabellos de manera que ·les caen a los dos lados de la cabeza, y los hombres separan los suyos en el otro sentido, es decir, que los tiran hacia adelante y hacia atrás de la cabeza. Lo que les obliga a cortarlos por encima de la frente ya que de otra manera les caerían sobre los ojos; eso, en otros tiempos, antes de que tuviesen uso de nuestras tijeras, o hadan con unas hierbas cortantes. Además tienen por costumbre cortarse el cabello cuando están de duelo. A diferencia de Ma· dagascar en donde los hombres no se cortan los cabellos, pero las mujeres se rapan totalmente. Lo que es completamente contrario a la costumbre de los Pueblos entre los que vivió el Apóstol San Pablo. No se les nota barba a los Caribes, y si les crece, se la arrancan como hacen los Brasileños, los Cuma· nenses y ciertos pueblos sometidos al imperio de los Tártaros, los cuales llevan siempre un hierro en la mano con el cual se arrancan todos los pelos de la barca que les crecen de nuevo. Por 10 demás, no se ve apenas a Jos Caribes en esta tarea, y se 46
cree que ,tienen un secreto para impedir que el pe. 10 les crezca cuando una vez se 10 han arrancado. Invención que hubiese sido muy cómoda a los anti· guos Romanos. Pues se afirma que no se les dio permiso para dejarse crecer .)a barba más que después del tiempo de Adriano, quién fue el primero en dejársela crecer. Hasta entonces era tan honorable entre ellos el no llevar barba, que .)os esclavos no hubiesen osado afeitarse la suya; e incluso le estaba prohibido el afeitarse a toda persona acusada de crimen, como para poner sobre ella una señal de infamia, hasta que no hubiese sido absuelta, tal como lo informa Aulo Gelio. Totalmente contrario a lo que se practica bajo la dominación del Gran Señor, que hace afeitar la barba como ignominia. Lo que le ocurrió en el año de 1652 al Cónsul Francés de Alejandría, acusado de haber malversado en su cargo, y cuya barba era naturalmente tan rizada y de un color rubio tan bello que algunos Turcos le quisieron dar una suma de dinero muy consi. derable para guardarla como rareza. Pero él, quiso mejor traerla a Francia. Los Caribes se asombran de ver a nuestros Fran· ceses cuidar su barba y encuentran que es una gran deformidad el tenerla, como es para ellos una bella perfección el no tenerla. Pero no son únicamente ,los Salvajes quienes son fantásticos en materia de decoro y belleza. Todas las Naciones Bárbaras. e incluso algunas civilizadas, tienen sobre esto gustos y sentires particulares. Por ejemplo, se considera belleza entre los Maldivios el tener todo el cuerpo velludo, lo que sería entre nosotros la belleza de un Oso y no la de un hombre. Entre los Mexicanos, el tener la frente pequeña y llena de pelo. Entre los Japoneses el no tener apenas cabellos, lo que les obliga a arrancárselos cuidadosamente y no dejar más que un copete en ·la cima de la cabeza. Entre las mujeres tár-taras el ser muy chatas. Sin embargo para real· zar los rasgos de su nariz, le frotan un ungüento muy negro. Entre los Guineanos el tener largas uñas y la nam chata. Es por ello que se la aplastan y se la aprietan a los niños con el pulgar cuando nacen, tal como hacen también los Brasileños. Entre estos de la Provincia del Cuzco en el Perú y algunos Indios Orientales, como entre los Calcutianos y Jos Malabares, el·tener las orejas extremadamente grandes y colgantes hasta los hombros. Así, algunos de entre ellos ·las hacen bajar hasta ahí por artificio. Entre los Etíopes el tener gruesos labios y la piel negra y pulida como el azabache. Entre ·los Negros de Mozambique, tener los dientes extremadamente puntiagudos y utilizan ~a lima para ponerlos de tal forma. Entre los Maldivios, el tenerlos rojos y para este efecto comen Petel continuamente. Entre los Japoneses y -los Cumanenses, tenerlos negros y así los ennegrecen expresamente. Entre estos últimos también el ·tener la cara alargada, los carrillos ma· gros y las piernas gruesas en exceso, y es por ello que presionan la cabeza de sus hijos entre dos coji-
nes al nacer, al -igual que los habitantes del Rio Essequebe que tiene las piernas atadas fuertemente por la parte de arriba y en el tobillo con el fin de hacerlas hinchar. Entre algunos Peruanos, el tener la cara con cicatrices y rajas como de golpes de lanceta, y el tener -la cabeza plana y contraecha, ancha en la frente y muy estrecha desde ~a frente hasta la cerviz. Y para ponerla de esta Oella fonna es que tienen a los niños con la cabeza prensada entre dos pequeñas tablas desde el momento de su nacimiento hasta le edad de cuatro a cinco años. Por último, entre los Orientales y algunos Africanos, es una gran perfección en las mujeres el tener ios pechos que les den la vuelta por detrás de -la espalda. Y entre las Chinas, la principal belleza es tener el pie excesivamente pequeño y menudo. Es para este efecto que desde su nacimiento se 10 encierran tan estrechamente que los tienen todo estropeados y apenas se pueden sostener en ellos. Sería bastante dificil describir una belleza de acuerdo a las opiniones diferentes de todos estos pueblos. Volvamos a los Caribes. Van enteramente desnudos, hombres y mujeres, como varias otras naciones. Y si alguno de ellos quisiera ocultar sus partes naturales, sería objeto de burlas por los demás. Aún cuando hayan tenido tra·
to con los Cristianos, les ha sido imposible hasta el presente persuadirles de que se cubran. Si algunas veces para venir a ver a los Cristianos, o -para comerciar con ellos, se cubren para com'placedos, poniéndose una camisa, unos calzones, un sombrero y los trajes que ellos les han dado, inmediatamente que están de vuelta en sus casas, se despojan de ellos y ponen todos las ropas en exhibición en sus annarios. A cambio de esta complacencia de los Caribes, algunos de nuestros Franceses, cuando se encuentran en medio de ellos, no tienen dificultad en desnudarse enteramente, imitándolos. Esta desnudez reina a lo largo y a lo ancho de la zona Tórri· da, como todo el mundo sabe. Cuando se reprocha a los Brasileños su desnu. dez, dicen que nosotros venimos al mundo de~nudos y que es locura el ocultar los cuerpo& que la naturaleza nos ha dado. A estos del Reino de Benin en Africa, les está pennitido el cubrirse al menos cuan· do se casan, o incluso antes, si el Rey lo pennite. Las mujeres de las Islas Lucayas deben participar también de esta alabanza pues ellos acostumbran a vestirse cuando están en edad de casarse y solemnizan esta acción con mucha alegría. Pero hoy día esta costumbre no se da, pues esta pobre Nación ha sido enteramente destruida por los Españoles, o He-
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Gobernador", empleando esta palabra "Compadre" ~neralmente con todos estos que son sus amigos o sus aliados. Así, dirían con total franqueza si se presentase la ocasión, "Compadre Rey". Es también uno de sus cumplidos el decirnos a nosotros los Franceses, con una cara risueña, "Ah, si Tu bueno para Caribe, yo bueno para Francia"; y cuando quie. ren alabar a nuestras gentes y manifestar que están muy satisfechos con ellos dicen "Muche bueno Francia para Caribe". Así dicen también, "Maboya muche enfado contra Caribe" cuando truena o hace un huracán. Y "Yo muche Lunas" para indicar que son de mucha edad. Tienen también frecu~ntemen· te en -la boca estas palabras: "Compadre, tu burlar Caribe" cuando se dan cuenta de que nuestras gen· tes quieren abusar de su simplicidad. Y se les oye ·decir con frecuencia cuando están de buen humor: "Yo buen Caribe". 6. Por lo demás, aún cuando los Caribes de todas las Islas se entienden universalmente entre ellos, esto no quiere decir, sin embargo, que no se encuentre en alguna un dialecto diferente al de otra. 7. La P no tiene apenas uso en su Lengua. Pero fuera de eso no se nota ninguna falta de las letras, a diferencia del Lenguaje del Japón, del Brasil y del Canadá en los que se encuentra la falta de la F la L y la R. O en la del Perú, que falta la B, la D, la e, la 1 y la Jota, y la X, según informan los Historiadores. 8. Su lengua es extraordinariamente dulce y se pronuncia casi toda con los labios, un poco con los dientes, y casi nada con la garganta. Pues aunque las palabras que nosotros daremos después parecen rudas en el papel. sin embargo, cuando ellos las pronuncian, hacen elisiones de ciertas letras y les dan un cierto aire que convierten su discurso en muy agradable. Lo que llevó al Señor du Mantel a hacerles este reconocimiento: "yo tenía", dice él, "gran placer en escucharlos cuando estaba entre ellos, y no podía admirar bastante la gracia, la flui· dez, y la dulzura de su pronunciación, que ellos acompañan comúnmente con un pequeño suspiro que tiene mucho encanto". 9. Tiene la pronunciación más dulce que los Caribes del Continente. Pero por otro lado no difieren más que en el dialecto. 10. Una sola palabra, según que sea pronuncia. da diversamente, significa varias cosas diferentes. Por ejemplo, la ·palabra d'An significa: 1. Si, 2. Yo no sé, 3. Toma o ten, según la pronunciación que: se le dé.
11. A menos que se la haya aprendido desde ]a más tierna infancia, no se puede pronunciar esta Lengua con ·toda la gracia y ·la dulzura que le es natural.
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12. Ellos se escuchan pacientemente los unos a los otros y no se interrumpen en sus discursos. Sin embargo, tienen por costumbre ,hacer una pequeña inflexión de voz en tres o cuatro ocasiones durante el tiempo en que uno habla para manifestar la satisfacción que tienen en oírle. 13. Cualquiera que sea la ventaja que nosotros tengamos sobre ellos, o por facultades naturales del espíritu o por la dulzura de la pronunciación, nos debería facilitar pronunciar su lengua; sin embargo, ellos aprenden más fácilmente 'la nuestra que nosotros la suya, como se sabe por e~periencia. 14. Nuestros Franceses -han notado que ellos tie· nen tan gran aversión por la Lengua Inglesa que llega hasta no poder tolerar que se la hable delante de ellos, y es porque son sus enemigos. Y si se observan en su lengua corrupta varias palabras sacadas del Español. quién es también su enemigo, ello es así porque las tomaron en los tiempos en que tenían relación con esta Nación y todavía no los habían maltratado. 15. Son muy cuidadosos de no comunicar su -lengua por temor a que los secretos de sus guerras sean descubiertos. Incluso estos que se han hecho Cristianos, no quieren revelar las profundidades de esta Lengua en ·la creencia de que eso podría pero judicar a su Nación. 16. He aquí algunas de las propiedades más par· ticulares de su Lengua. En primer lugar, los hom· bres tienen muchas expresiones que le son propias, las cuales entienden las mujeres pero que- ellas no pronuncian jamás. Y las mujeres tienen también palabras y frases que los hombres no usan, a menos que quieran bromear. De ello procede que en una buena parte de su conversación, se diría que las mujeres tienen otra lengua distinta a la de los hombres. como se podrá notar en nuestro Vocabulario por los diferentes modos de expresarse que hombres y mujeres utilizan para indicar una misma cosa. Los Salvajes de la Dominica dicen que eso se debe a que cuando los Caribes vinieron a habitar las Is]as, estas se encontraban ocupadas por una Nación de Aruages a la que ellos destruyeron totalmente, salvo a las mujeres, a las que desposaron para poblar e] país. De suerte que estas mujeres, habiendo conser· vado su lengua, ]a enseñaron a sus hijas y las acostumbraron a hablar como ellas. Lo que se ha practicado hasta el presente por las madres con respecto a sus hijas, y así esta Lengua ha permanecido diferente a la de los hombres en varias cosas. Sin em· bargo, los muchachos, aún cuando entienden la -lengua de sus Madres y de sus hermanas, siguen a sus Padres y a sus hermanos y se acostumbran a su -Lengua desde la edad de cinco o seis años. Para confirmar lo que nosotros hemos dicho sobre el origen de esta diferencia de Lengua se alega que hay alguna conformidad entre la de los Aruagues de la Tierra
Firme y esta de las mujeres Caribes. Pero hay que señalar que los Caribes del Continente. hombres y mujeres, hablan una misma lengua, no habiendo corrompido su lenguaje natural por matrimonio con mujeres extranjeras.
26. Jamás dicen el nombre entero ni de un hombre ni de una mujer, únicamente el de los niños. Así dirán el Padre o la Madre de un tal; o bien dirán la mitad del nombre, como por ejemplo, Mala. en lugar de decir Malakaali. e Hiba por Hibalomon.
17. Los viejos tienen varios términos que les son propios, y varias maneras de hablar particulares. que no tienen uso en la boca de los jóvenes.
27. Los Tíos y las Tías, tantos como haya en la línea colateral, son llamados Padres y Madres por sus sobrinos. Así, el tío es llamado Baba, es decir Padre. Pero cuando quieren indicar expreamente el Padre verdadero y propio añaden a veces otra palabra, diciendo Baba tinnaca.
18. Los Caribes tienen también un cierto lenguaje del que se sirven únicamente entre ellos cuan· do toman resoluciones de guerra. Es una jerigonza muy difícil. Las mujeres y las hijas no tienen ningún conocimiento de esta lengua misteriosa, ni incluso los hombres jóvenes hasta tanto no hayan dado prueba de su valentía y de celo en la luoha común de su Nación contra sus enemigos. Esto es así con el fin de que sus planes no sean descubiertos antes de tiempo. 19. Para formar los casos. personas, modos y géneros, no tienen partículas separadas como nosotros, sino que alargan sus palabras con algunas sílabas o algunas letras al comienzo o al final, y también cambian algunas de estas. Así, dicen en el imperativo Bayubaka, camina; pero en el indicativo Nayubakayem, yo camino. Y al igual, Babinaka. baila; NabiI1akayem, yo bailo. Lo que se parece a la manera en que se forman los verbos Hebreos. 20. Los nombres indefinidos y absolutos son de poco uso entre ellos; sobre todo los nombres de las partes del cuerpo; están restringuidos casi siempre a una primera,' segunda o tercera persona. 21. La primera persona se indica ordinariamente por una N. al comienzo de la palabra; Nichic, mi cabeza. La segunda por una B. Bichic, tu cabeza. y la tercera por una L. Lichic, su cabeza. 22. El género neutro y absoluto está expresado por T. Tichic, la cabeza; pero tiene poco uso. 23. Tienen nombres diferentes para hablar a las personas y para hablar de ellas. Así, dicen Baba, mi Padre, hablándole a él, y Yumaan, hablando de él. Bibi, mi madre, hablándole a ella, e Ichanum, al ha· blar de ella. Lo que con la diferencia del lenguaje entre 'Ios hombres y las mujeres, los jóvenes y Jos viejos, la conversación ordinaria y los consejos de guerra, debe, sin duda, multiplicar mucho las palabras de su lengua. 24. Sus nombres propios significan, y son tomados de diversas situaciones como lo veremos más particularmente en el Capítulo sobre el Nacimiento y la educación de sus hijos. 25. Ellos no nombran jamás a una persona en su presencia, o por respeto no indican su nombre más que hasta la mitad.
28. En forma semejante -todos los Primos se llaman también Hermanos, y todas las Primas, Hermanas. 29. Pero de Primo a Prima, aquel llama a esta Yuerilleri, es decir, propiamente mi hembra, o mi prometida, ya que naturalmente sus Primas le son reservadas para esposas. 30. Llaman a los meses Lunas y a los años Pusinieres,l 31. A continuación tenemos algunas muestras de su ingenuidad y de la elegancia de su lenguaje. No haremos en la mayor parte más que indicar lo que sus palabras significan, sin expresar las palabras mismas para no ponerlas dos veces sin necesidad, ya que nosotros las daremos más adelante en nuestro Vocabulario. 32. Para indicar que una cosa está perdida. o rota, dicen ordinariamente que está muerta. 33. Uaman a un Capuchino, Padre Aiupa; la palabra Aiupa significa en su lengua Techumbre o Cobertizo. De manera que es como si dijesen, que este es un hombre que tiene algo para ponerse a cubierto, debido a su gran capuchón. Ellos le llaman también en broma, Macaco, o Barbudo, a causa de su larga barba. 34. A un Cristiano le llaman un hombre de mar, ya que los Cristianos llegaron hasta ellos con sus navíos a través del mar. 35. Un Teniente es el rastro de un Capitán, o 10 que deja tras él. 36. Mi yerno, el que me hace nietos. 37. Mi mujer, mi corazón. 38. Mi hijo menor, mi mitad. 39. Un muchacho, un machito. 40. -Una muchacha, una hembrita. 41. ·Los Españoles y los Ingleses, enemigos desfigurados, Etutunuby, ya que van vestidos, a dife1. Constelación de las pléyades.
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rencía de sus enemigos que van desnudos y a los que llaman simplemente Etutu, es decir, enemigos.
común de más ofensivo en sus bromas es: Tú no eres bueno. o Tú eres hábil como una Tortuga.
42. Un loco, quien no ve una pizca, o quien no tiene luz.
67. No conocen tampoco los npmbres de diversos vicios. Sin embargo los Cristianos se los enseñan en demasía. Así, es de admirar en el lenguaje del Canadá el que no haya palabra que responda a la de pecado; hay que decir tambi~n que no hay ninguna que expresa la virtud.
43. El párpado, la cubierta del ojo. 44. Las pestañas, el pelo del ojo. 45. La niña de los ojos, el nudo del ojo. 46. El labio, el borde de la boca. 47.
El mentón, el sostén de los dientes.
48. El cuello, el sostén de la cabeza. 49. El brazo y un ala se indican con la misma palabra. 50. El pulso, el alma de la mano. Los Alemanes hacen una composición casi parecida cuando llaman a un Guante, el zapato de la mano. 51. Los dedos, los pequeños o los hijos de la mano. 52. El pulgar, el Padre de los dedos, o el que les está opuesto. Es justamente el llV.LXELp de los Griegos. 53. Las Coyunturas, cosa añadida; llaman así también a un remiendo en un traje. 54. La vejiga, la vasija de la orina. 55. La corva, lo que tira de la pierna. 56. La planta del pie, la parte de dentro del pie. 57. Los dedos del pie, los pequeños o los hijos del pie. 58. Diez, todos los dedos de la mano. 59. Veinte, todos los dedos de las manos y de los pies. 60. Una pistola, un pequeño arcabuz. 61. Un candelero, lo que sostiene alguna cosa. 62. Las espinas, el pelo del árbol. 63. El Arco Iris, la pluma o el penacho de Dios. 64. El ruido del trueno, yrtrguetenni. 65. Esta lengua tiene también en su abundancia e ingenuidad algunos defectos que le son particula· res, de los cuales, sin embargo, hay algunos que deben ser menos objetos de censura que de aproo bación. 66. Los Caribes tieen en su lengua natural pocos nombres de injuria y de burla. Lo que dicen por lo
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68. No tienen nombres para expresar el invierno, la helada, el granizo y la nieve, pues no saben que es eso. 69. No pueden expresar lo que cae fuera de sus sentidos, salvo algunos espíritus buenos y malos. Pero fuera de eso no tienen palabra para indicar las otras cosas espirituales como el entendimiento, la memoria y la voluntad. En cuanto al alma la ex· presan con la palabra corazón. 70. Tampoco tienen nombres para las Virt'Jdes, las Ciencias, las Artes y los Oficios, ni de varias de nuestras armas y utensilios si no es que los han aprendido después de su trato con los Cristianos. 71. No saben nombrar más que cuatro colores con los cuales comparan todos los demás: el blanca,' el negro, el amarillo y el rojo. 72. No pueden expresar un número mayor que veinte, y con todo lo expresan ridículamente al verse obligados, como lo hemos dicho, a mostrar todos los dedos de las manos y de los pies. 73. Cuando quieren indicar un gran número al cual su contar no alcanza, o bien muestran sus cabellos, o arena del mar, o bien repiten la palabra muche que significa mucho. Como cuando dicen en su jerigonza. "Yo muche, muche Lunas" para ex· presar que tienen muchos años. 74. Por lo demás, no tienen comparativos ni superlativos. Pero a falta de ellos, cuando quieren comparar las cosas entre sí, y quieren poner una por encima de la otra, expresan su sentir con una demostración bastante ingenua y agradable. Así, cuando tienen deseo de mostrar lo que ellos piensan de las Naciones Europeas de las que tienen conocimiento, dicen del Español y del Inglés que no son buenos en nada; del Holandés, que es bueno como la mano o el codo; y del Francés, que es como los dos brazos, que ellos extienden al mismo tiempo para mostrar su grandeza. Es esta tambi~n la Nación Cristiana que ellos aman sobre todas las otras. Particularmente a estos Franceses que han estado en la guerra con ellos, pues les hacen partícipes de todo su bolín, y todas las veces que vuelven de la guerra, aún cuando ·aquellas gentes no hayan sido de la partida, no dejan de enviarles de su botín.
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