Revista Puertorriqueña: Literatura, Ciencias y Artes

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REVISTA PU ERTORR1QU EÑA. LITERATURA. CIENCIAS Y ARTE



MIGUEL DE LOS SANTOS ALVAREZ. Don líi<Yllei de los Santos Alvarez, muerto el} ladrid hace '"algunos meses, y enterrado, no lejos de Be<::ker, en la Sacr:lr,1ental d~ San Lorenzo, es un personaje hist6rico-literario; <111ita~le el primer ele. mento, desguarnecedle la aureola de su amistad con E,;,)ronceda, arrancad de llJl dirIMo mundo la sarcástica octava á que d- be su popularidad. no le estimeis re. presentación alargacla de un género que fué encanto á nuestras inrantiies vidas, ni respirando t n ambIente distinto del en que produjo sus versos primeros: no le considcreis, en fin, como medalla literaria, y su valor resulta notablemente decrecido. Sus obras en prosa y verso, sus Telltr¡tivas literarin:g., como él las denomina, . son incapac:s por sí solas ,de formarle pedestal glOriOSO, de subIrle en andas a la cumbre del Parnaso, donde se les figura que le ven-en fuerza de las razones expresadas-los aficionados á cie.rtas manifestaciones del arte de las letras. Santos Alvarez se le llamó, r,lal que le pesara tomando s610 en parte su nombre de pila, y á algo

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11'11 IO¡ klnl I ,

1,

'antlls IJteranos J I nOI l ' d que gOZ:1" pero y tlt' fral1qlle ,.1. he de I : «;lIntn~" que 'iU Ola· {' In III '('ron no poco en n or tI¡; T resa y de Jarifa, . 'u,t1(lui 'r,l que re:tlicc unos I tUf.\ (lllp,lr, da, con temas n 1 t n ti ·bid,l cuenta la cronol!IItU

.

ele la époc;'l, no fué r,\ n n\ lt lt'lo, le sedujo, y esI ,í u.\lllo: han tenido la honra t l(íni'7 inlrel /'/ei'i,'l en que lVt:::abal I 'ti U nt,\ de Sll entierro, y el I t'rt). nd ~1. Bremón, publicado 'n L ¿ Li!¡el'"l, con el título de ],fJS /'. \' le . reis otro hom bre del ion '.~·litl·rari IS se le imag-ina: en Ir nspart:ota clásico, bondadoso, Il 'rlJ.¡ pron tn que está en el baile .\ 1,\ tI.loza con cascabeles que n Illá illl, s r(;m'~ndad:)s, con fábu· , un' r:,o. .\ntiestéticos por su [arma p r . 'l inlenci6n; hay que darse tonos , i· \ '.,j 1 JI' ti . lupanares, de irrespetuo Illitl '.Ido Ji ina Ó socialmente. AJoró : L,II.I Y sen tiJas son las endechas I I • ni) 1.1" cuales puso plJI'que sí en el (flI () ,('plintf/, c1,ntillu;lción de El DildJlo in 'l1lb. r~(., 1 evado de la manía uomi· I 1 el pUl.:l1la .JI.!I'ílt de la manera si· lrrk nt

u qu ri lo Pepe Espronccda.-lIf,"guel." 111 va, P 'pe mio, una dedicatoria n d qu' v r con ti público, tan infurmal lO

nu

tra amistad."


,EGUEL DE LOS SANTOS ALVAR:eZ.

3.,

1 Ti

la amistad ni la dedicatoria tenían nada. de informales: pero aquel desenfado era del gusta público, al que simulaba no atender, atendiéndo:e en demasia. N ació en Va lIadolíd en 1817, año fecu ndo y de OfO para la moderna lirenLur1 patria, en que viéron la luz' solar Zorrilla, Campoamor, Rodriguez Rubí, Pedro. de Madraza y otros varios, á ,nás dd qlle hoy lloramos muer o; á l\Iadricl se vino en 1836. trabando sólida é imperecedera amistad con Espronceda Y' con taja la pléyade romántica, fulgurante á la sa~ zón. Los puestos que ocupó en la Administración lle· gando á Min.istro de España en Méjico y á Consejerc de Est~do por tiempo larguísimo, confirman lo que va aplln tado acerca de su carácter literario-personal; aquí soora alg-o. no casa la superficialidad con el elevado consejo; el desprecio de todo con el emp~fio de la corrección cunti nua; el poeta, deducido de sus obras. hubiera sido un mal etilpleado de la Nación, un mal intérprete y propagador de sus intpreses fuera de eHa, y me consta que no lo fué don Miguel 'de los Santos Alv;trez. En 1840 comenzó á publicar su más celebrada obra, el poema J{,,';", sin que, á pesar de haber vivido hasta 1892, le haya daJo acabamiento; en esto, que parece detalle ó ac,::iJent"1, nos fijaremos .coma prim<':r punto al juzgarla. Defecto de monta fué en aquella époc;], literari~ la falta de plan; escribíase á lo Orballeja (me reti.ero á la manera). salga lo que salga; de ahí qlle n fuera dicha .J/t/fí'l la única que quedó sin concluir no debido á la falta material de tietllPO, ni mllch~ menos á cansancio de los lectores, sin'o á la tec lÍCIl del arte, á la factura de la obra, á ausencia de me j. taci6n previa. Con gracia suma zahiere á la crítica e.n el r


((,UEL

nI':

LOS

<;o4NTUC;

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Ni la amistad ni la dedicatoria tenían nadó de informales: pero aflud descnfado er:t del gusta público, al que simubba no atcrlder, atendiéndole <:1 dem.l<;¡Ol. N ació en Valladlllid <'11 1817, ;¡ño fecundo y de oro para la moderna lir"'r~tlll"l p:llria, l'1\ que vil:ron la luz solar Zorrilb, Campoamor, ROc!loigllez 1 ubr, Pcdrc de i\1.lJrazo y otros v:lrios, á ,nás clt.:l flIlC hoy lloramos muerto; á l\IaJri<l se vino en 1836. trabando sólida é illlperec,odera amistad cou Espronceda y con taja la pléyade romántica, fulgurante á la sa· zón. Los puestos que ocupó en la Administración l1e· gaudo á l\linoistro de España en Méjico y á Conscjera de Estldo por tiempo larguí-;imo, confirman lo que va. apuntado acerca d su carácter literario-personal; aquí sobra al~o, no casa la superficialidad con el ele\Oado consejo; el de:sprecio de lodo con el empeño de la corrección c0ntinua; el poeta, deuucido de sus obras, hubiera sido uu mal empleado de la Nación, un mal intérprete y propagador de sus int,·reses fuera de ella, y me consta que no lo fué don Miguel ele los Santos Alvarez. En 18+0 comenzó á publicar su m,h celt:brada obra, cl pOl'l11a ~l[}f'ífl, sin que, á pesar de haber vi. vido hasta 1892. le haya daJo acabamiento; en esto, que plrece detalle ó ac,:i,lenl~, nos fijaremos ocoma primer punto al jU7.goarla. D ~fecto de monta rué en ;:¡quella époc'l litcrari' la faita de plan; escribíase á lo Orbaneja (me refiero á la manera). sa¡~a lo que sa¡~a; de ahí ql1e ni fuera dicha :lifllí,¡ la única que qucdó sin concluir no debido á la ("I1ta mat~ri<1l de tietnDo, ni l1luch menos á cansancio de los lectores, sin'o á la iéc l/('Q; del arte, á la factura de la obra, á ausencia de In di. tación previa. Con gracia suma zahiere á la crítica en el 11;'


RE\TTA n'El'TORRIQ!.ENA.

'0 0, manifestando que no s~ .~treve ~ ~Iamarla poe· .113, ya que otra cosa que e~c~,bto, b.autlzandola de ~uea 1" como no\"cb, no resulto tal I/.l cosa ql/e 10 vflher~,

á los :c - e los iuzg;¡dores; 'te -:armentado-añade:;on esto c mo con la que yo creía nO\·da, me ha sucedid • ,. convencido Íntimamente d(' que no soy tan ,. h t en" lit r t1ll a que sepa lo que me hago, me guardaré mu) bien en adelante de poner nombre .á n?d~ de -o qne. no como literato, sino como hombre I11stlOtlva.TIe.l.e iaclinado á escribir, vaya dando á luz ó á ombr .~os poemas de aqueiia fec la resultaban inaca- ables, má que por accidei1s, per se. VertÍanse en s s comienzos todas las opiniones, desenfados y gus'os del autor, cchábase el resto en las primeras y más. llamati -as entregas, y no quedaba jugo, novedad y :l gunas 'eces ni paciencia para lo venidero: las di-- cultades de bautizo reconocían igual motivo; arquiectos que comenzaban un edificio sin plan ni concierto é iban además evolucionando á cada momento, así pod{a denominarse palacio, que escuela de artes. y licios. que ministerio ele Fomento. El asunto y base de la composición es una marai'ira en 111 ¡¡¡,dl1 dr¡r; Pérez Galdós nos prese¡,ta por vez primera á una de sus mejor estudiadas heroinas orbiémlo.se un imet·o crudo, ¡ Oh mure!! literarios, uánto habeis cambiado en tiempo breve! La de ligue! de los Santos Alvarez llora sobre unas flores mustia;, sin saber por. qué; no me atrevo á sospechar• como la presentana Zola en análoO'as circllnsb tanClaS, El contraste entre el ideal sublimado y la realidad arrastrana¡ i~forma el poema, en el cual,. como en el pavo de N aVldad, vale el relleno tanto 6 más q?e el av:, y está asimismo compuesto de manjares GlVerSOS, Il1coher:ntes y para todos los gustos, desde de mayor dehcadeza á los más estragados.


HC,UEr. DI': LOS SANTO. Af,VAREl,

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Ya se tropieza con ideasicleales primorosamente. exprcsaJas en irreprochab1e~ versos helénicos, ya COI" reminiscencias gongorinas de hipérbaton salteado ora se leen trozos tan triviales corno el siguiente tll Jando y forma: " El vicio y la pasión, la fealdad traen con una y con otra enfermedad; practicad, i oh, lectores! la virtud, y verteréis á chorros la salud; y baste por ahora de moral, y que haga lo que quiera cada cual," ora con seccIOnes que parecen, aunque con más lk' tención real y menos aparente, de Campoamor j tal la que transcribo: "Pues, como iba diciendo, no sólo la p3sión fué convirtiendo en feas las lindísimas facciones, sino que-y esto prueba que en las hembras se ceban las pasione~ como en ur.a caida y blanda breva se ccban á su gusto los gorrionessino que, no contentas con haber destruido violentas las partes principales de las pobres bellezas materiala? siguieron de bureo, y llegaron al alma soberana; y de un alma mediana que esta mujer tenía, hicieron el espíritu más feo que puede hacer á un cuerpo com'paiií¡,


y el cuerpo destruido y el alma uesol1ada,

. 1.."11 infernal conjunto maldecido. , formaron la mujer desvergonzada-.

No faltando antecf:dentes, mejor que rel11l11IS - nelas (1) elel autor del Tenono, como cuand -iice' . Deja que mi pensamie:1to repose, dulce l\Iaría, en tu inocencia un momento, yo en tu cielo tome aliento la fatigada alma mía." De análogas condiciones nos parece ei canLO séptimo que adicionó al ])¡ablo Jlu/lflo de ~u mejor amigo, á quien, repetimos, debe, sin duda nuestra, s lebridad mayor. "Si me huhiese contestado elJ verso-dice E Grenier, refiriéndose á l\lusset, en un estudio publicado poco ha en la Rcrue Hlwc,-yo sería célebre." Miguel de los Santos Alv:1rez fué m~í afortunado; inmortal como el Diablo Ji mdo será aquella s octava, pegada á todos los labiOS estudiantih.:s en sp~a del venidero bigote y haciendo sus 'ece .

de

",Bueno es el mundo, bueno, bueno, bueno: mo de Dios al IÍn obra maestra. ;

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• l', D." 7111111 Tm.,j. (18·14).-P. Bl.inco. /Iistoria

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~ iII,..atW',l ",

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'MI(,VE!.

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l.OS SANTOS Al.VAREZ,

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en todas partes de dc1icias lleno, de 'lIle Dios ama al hombre hermosa muestra. Salga la voz alegre de mi seno á c '!ebrar esta "iviencla nuestra, I Paz á los hombres! í Gloria <.'n las alturas I i Cantad en vuestra jaula, criaturas 1"

Con aquella inoportunidad admitida en el género, interpola en la historia de Adan ullas sentidísi. mas lágrimas á la memoria de su amigo; bellas en ia e,'presión, ticnen harto de mfstic;¡s en el sentido de la tc.~¡{U¡{/ del sentimiento. saltando por cima de la, condiciunes de b naturalclO" como v 'mas en San Juau de la Cruz y Verdaguer, y aunque más explicable ell Santa Teresa; ., i Ay de \ní triste. qne te busco en vano. estrcl!.l tic mi ;J.mor oscureciJa ! ¿ Quién te apagó? ¡cruel! ¿ Y tan hermosa no te "iú con ternura? ¿ Y no le en:Jmnro la misteriosa lu'" que arrrjabas de esperanza pura en el ?rofundo abismo de mi pena? ¿ Qué podrá ser sin tí luz ni alegría de cuanto hermo ( y' splendclltc llena la tierra triste de tu amur vacía?

¿ A dónde está·;? ¿Te acuerdas de esas hora por nLle~tras alrnfls en amor pas;l,lc s? i Ay, pobre al11i~;o I que doncle ahora moras no tendrás un amigo en tns "cIadas. ; Ay! Yo quiero en mi seno darte calor y besos, )' abrazarte;


3 2 :::

REnSTA PUERTORRIQUEÑA.

¿ qué has hecho, tú que eras ~ermoso y bueno, para en tan duro desamor deprte ? Voy á vivir, más quíer? vivir aún de mi pasada vida, . que ti alma mia pierde, más no olVIda lo que ha amado primero. El bálsamo del tiempo no me cura, la herida está aquí abierta, pero fria; ¡ah! dure siempre .... mientras ella dura siente algo el alma inanimada mia. " Quien así sabe escribir-aparte de levísimús de. fectos excusables en poesía,-¿ por qué se pone una máscara? ¿por qué cae en el lamentoso vicio de escribir para el público, á lo clown? En vez de tradl!cir con sinceridad sus sentimientos, ¿ por qué nos regala fábulas como la que sig-ue, creando un género que ha tenido por fortuna contaJos y extravagantes se. cUélces? "El diablo, por jugar, una mañana se puso la sotana, y salió á decir misa sin casulla y en mangas de camisa; pero al llegar al atrio de la io-Iesia se convirtió en estatua de m~gnesia. No te burles jamás del ritual, porque esto sale casi siempre maL" . E.n!l?rabuen~ que, enl~zando gustos de época, dlSposlclOn '( ?}icl?nes pr.op~as, nos dé quintillas como las que escnblO i a los velntl~oS años de sa edad I y


MIGUEL DE LOS SANTOS ALVAREZ.

que por no ser muy conocidas, íntegramente reproduzco; "Vida, pues ya nos cansamos de andar uno y otro juntos, tiempo es ya de que riBamos, y en el trance á que llegamos, vamos riBendo por puntos En el punto del nacer. que es mi mayor sentimiento, ¿ no me quisiste ofender cuanda tú me diste el ser sin pedir yo el nacimiento ... ' i Dejárasme tú en buen hora allá donde yo estuviera, y á buen seguro que ahora no llorara como llora rostro que rostro no fuera 1

Ni sintiera el corazón, que entonces no lo sería, esa angustiosa aflicción que no tiene ton ni son y llaman melancolía. i y el tono vil con que te hablo es desprecio, que no es chanza: que no hace alto en un vocablo quien está entregado al diablo y ha perdido la esperanza! i Y acaso bajo este tono sale envuelto más veneno, y más rabia y má9 encono,


, rEn,

.\ J'L El lllRIUQUEN •

con este amargo abandono que en el más pulido y bueno

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¡ A más, que ya estoy cansado de quejarme con me 'ura, r quiero cbr.l1e al airado con ten LO desesperado de entregarme á mi locura!

i Y malJiciéndote ¡oh vída I con o ada voz \' fuerte, quiero d<"jarte ~fendida, ajada y escarnecida, en los bralOs de la muerte i

i ahora, que eres hermosa y tan jon~n, tal me aquejas ... , ¿ qué será cuando asquerosa. estés torpe y fastidiosa como las mujeres viejas? ; Antes de seguir contigo en tan sucio matrimonio reniego de tí y maldigo, y contra tí busco abrigo ' J d emon .10 .•••.I en e.J seno ae

i Más quejas len;ro qlle darte de mi amar¡::;o sufrimiento: pero me ahoga, al habl"rte, la rabia. por un::! parte, y por otra, el dt:salien to .... f jEa, \·ida. marcha te con dos mil ¡Xlre: de e lemas, porgue, si nó te daré tan furioso pllntapié que pares en los infiernos I '


MIGUEl. DE LOS SA ''fOS AtVAREZ.

POCO papel me queda 1 ara tratar de sus obras el1 prosa; datan de 1841; reproducidas por Salas, Helguero y Gaztambide en 1864, lo han sido nuevamen· te por la Biblioteca Universal que creó Pi y MargaU (h-ermano), con el nombre de que les dió el autor Tentativas literari'lS, No gusto de cuento~, los cansidel' correspondientes á la infancia del arte, y lamen::0, por tanto, el candelero en que hoy tempIJralmente se encuentran; pero aun dentro del género-que respeto, y en su escala juzgo, 6 aspiro á juzgar--declaro que los d~ Alvarel. no me sati ,facen. Tienen los defectos de su prosa, sin el esmalte de sus bellezas; ni si· <luiera son amenos, lü cual para mí es poquisimo, con perdón sea dicho de los alI1~i1istas en la Ji teratu ra -otra constelación de tránsito, si Dios e¡uiere;-su :escepticismo social y religioso, aunque sea de costra, hace daño, Ó cuando menos des3sosie~a; término medio entre cosquilla. y arañazo, no se sabe si reir <5llorar ante aquellas peregrinas consecuencias, como la final de La prufecciól' (l~ '1/>1 -'a~t}'e, y la antipát::a de El amor putel'lwl, cuyo ::isunto es nn padre, verdugo de oficio, que por puro arecto paterno y vanidad del cargo que ejercita, "sentirla-escribe á su hijoqne ya te hubieran ajusticiado, pues qUIero librarte de la mala muerte que otr~,s mdnos, menós diestras que las mías, te o -asionarían de seguro;-" rer<::zas de ingenio basadas en el contraste Lícd, cuando se desprecia, é no se tiene en cuenta, la llaturaleza, ni sns leyes ní sus efectos, importantes factol '5 en el verdadero arte. MI!:LCHOR DE PALAU.


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·L PIANO DE MANUBRIO, l. i Qué nostalgia se siente al escuchar la música,

Cómo evoca dolorosamente antiguos recuerdos; ¡ Qué triste es oir, mientras dura el crepúsculo vespertino de un dia de Noviembre, los acordes de una antigua poIka arrancados al popular piano de manubrio! Sí; ése es un antiguo aire de polka, á cuyo compás bailó todo París hace quince años, cuando usted, señora, apenas tenía dieciocho, i Sí! Usted, pobre rubia descolorida, que sale á la calle tan elegantita con s sombrero de terciopelo azul arreglado hábilmente, por tercera ó cuarta vez, á la última moda, y que arrastra el pequeño coche de mano donde duerme su hijo más pequeño, juuto á los plátanos sin hojas del melancólico boulevard de extramuros. j º.ué linda era ust;d en el tiempo en que esa polka hIzo fur?r! Tema usted la hermosura de una mañana de prtmavera,; sonrosadas me'iIlas, ojos. .


','( prA,'O ne Ml . liéR{{).

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iiantes, cabellos de color ele trigo maduro .... ¡Cuánto ha perdido usted, señora I Sin dote, , " usted notenía dote. Era hija de un honrado sub-jefe, en cuya hoja de 3ervicics ponían sus superiores esta nota desesperante. "Modesto, labo(ioso y lÍiil para el cargo que des.cm' ¡>eña;" hija de aqllel buen hombre que cuando as:st!a ;i algún baile, acompañando á usted, no se le V¡Ó jamás sentarse á la mesa en que se jugaba al whist ;i diez sueldos la ficha, de aq llel hombre que registraba. continuamente el bolsillo de su chaleco para asegu· .-arse de que estaban allí las monedas destinadas al pago del alquiler del carruaje que habia de conducir .' lstedes á su domicilio. i Sin dote. , .. 1 Todos íos espejos del salón deeian á usted que no lo necesitaba, cuando entraba en él del brazo de su padre, racliante de juventud y de beileza, con su vestido de color de rosa, ¿ Quién iba á suponer que la madre habia permanecido en casa algunos días arreglando aqw 1 traje sobre la mesa del comedor, y que usted se habla privado también del cuotidiano paseo, para que se acabase más pronto la tarea? ¿ Quién iba a saber que tenían pinchazos de aguja las yemas de sus dedos, llevando usted como llevaba guantes que la llegaban hasta el codo? Escuche usted, la antigua polka que toca el piano de manubrio mientras se acerca á su fin el crepúsculo vespertino de un dia de Noviembre ¿Verdad que parece el canto de una loca entrecortado por los sollozos? A menu::lo era usted invitada por él para saltar por el salón al compás de ese mismo bailable. i Qué simpático era aquel joven que respondía al nombre de Federico! i Con qué elegancia llevaba el frac de corte esmerado .... ! No bailaban ustedes solamente la polkai también el vals; también la ma-


~A

. zurva

rEvrSTA PUERTORl{IQCE~"¡M.,

e uan do e'1 cormul"ba su

invittición, usted I rer,· pon~lí~ ahrmativamente con voz apagad3, temb o~os~í temblor que Se extendía por todo su cuerpo CLJanc o .estrechaba la mallo de usted con la. suya: Era nn hijo de familia que habl~ tel1leto un du~10 _' que presticrio para éi! -y contraldo en dos ocaslO., el s d e.'5 nes1 deudas de'" bastante consl. ¿ eracron, pag~ a pués por su padre. Se sentía usted m'JY feltt cuando él1e estrechaba la cintura. yen los mom~ntos de d~­ canso, cuando apoyada en su brazo, sonriente y fatigada, fijaba él, de repente, su vist.a en la de u~ted, y murmuraba en voz baja, á propósito ele cualquier detalle de la tr¡iJette. que servía para dar realce á su hermosura, una galantería muy respetuo5a en la. fcr~, pero en cuyo fondo usted adivinaba un algo Inexplicable que ie producía estremecimientos de placer y de miedo. i Ay .... ! Un joven tan al'rogante, tan p~i vilegi~­ do por la Naturaleza corno Federico, no puel1e venir al mundo para limitar á los bailes su esfera de acción. Desap3reció de allí en busca de otras diversiones, y usted, sin darse cuenta de lo que pasaba, se quedó muy triste, ¿ no es verdad? Transcurrieron dos, tres, cuatro, cinco años. Ya no llevaba usted el ves tiJa de color de rosa; pe1"O en los bailes -que nunca cambia el repertorio musicalseguían tocando la polka tantas veces oida por usted al lado de Federico. Al fin [LIé necesario tomar las cosas tal y como venían, y tuvo usted que casarse CO:l el primero que pidió su mano,-un tí nido joven que bailaba siempre con las que ya frisaban en los treinta años.-En má" de una ocasi6n habia sentido un poco de piedad hacia aquel buen muchacho cuyas corbatas blancas dema~iado almidonadas, y cuyos guantes limpios fuerza de restregarlos con. ~n pedazo de goma, daban idea ~cta de una pOSICl90 social poco envidi~ble:. U 1'.

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It.sto pudo usted con\'l:ncerse des)Up' de casíHl.l .COI Ü Pero repito que era un h\iCn m Icl,acllo, h'"lI1¡'ado. trabajador y amanle del h'lg'Jr y d: la f,lIll'Ji,l. !Ioy desempeña un humild(' empleo y ohticne d·~ Sl\~ Jcf,· ... la consabida nota; "J\lodestu, bb"rio;;o, y (Itil, . etc, etc," Cuando le hizo ustcd padre por segunda v z, puso en tortur:l su ima~inac¡ón para quc aUlllcnt,¡ra algo su presupuesto de in~rcsos. Escribi6 do follctos sobre asuntos económicos y aJmini. trativos; pel ¡ay! una mención hOIl'Jrílica [lié b únic. rccompc[ls de sus trabajos e,~peciales. Tres criatllraS, dos varonc, y una Iwm w;\ n,¡ id últimamente, son suf,ci('ntt's par.1 mlntC'H~I' viva loa preocupJ.ción ele un padre qu: cuenta ca p eo r' cursos. A costa de gran(!e s.ll'rifi io Inll10 111, yor ha podido entrar de mediu pcno;ioni t\ (n un c 1 ;0. 1Que vida tan mediocre, tan trivi,ll! '\ I r ti de cosa á las llueve de la ma11a11a, llevan lo ti almtl r· zo-un trozo de fiambre y un Inn ci1l, nv elto 1 un papel, dentro del bolsillo Jt 1 (¡1 r to lo Antes de instabrse en el si Ion el' l nisterial donde pre t; sus s rV¡rl0 un curso de Geogr:lfI 1 en lIn:l .\c seiían7.a. A usted, seiior:l, no I aburrirse, porque .on nlUch pes"ln sobre una muj 'r lucen o tan insufrible! Pronto Inr,i lJ 1 ji q última v z al teatro, graci oÍ q l ' Ull á Julio, á su marido, do' billeL 1 or. y usted está resi.rrn.L] 1-11 r ¡ración es una virtud que forzosomenle han de l'n . t ¡d s I s venci· dos (-Pero ese vi jo aire de po ka le pI' tlce mucho daño, porque le recuer la, entre otr.\ cosas, que un. ~arde-de esto hará dos semanas cuando atravesaba "$teq ese mismo boulevarJ em/?u' al) Q co'c1)e 'Uq


.) ó

REVL'fA PL'RT0"RRIQUE.""A.

,=n que pasea la niña, estuvo usted á punto de ser atropelJada por una elegante victoria sobre c~yos almohadones iba arrellanado cómodamente el slmp ático Federico. Le vió usted y lc reconoció. ¡Cómo. no, si no h:\n sufrido a1tera...í6n alrruna aquellas faccIOnes, aquel" > nod.,les distin:o;uido ~ aquella expresión que indu... ab\pment'~ deben tener los rostros de todas las per500;:; fdices . Él n hi7.0 más que dirigir al cochero una mirada dura :í la \ez que rrrit::lba: "¡ Torpe!" i Ah \ ¿ No ~ \'crdad que la música de ese piano de manub -io es insoportable? i Gracias á Dios, que calla! Y hé aquí que amenaza la noche. Al1-:i abajo. al ¡ina! del triste boulevard de extran.uros, ante la mancha rojiza que deja el sol al ocultarse, ,os faroles encendidos parecen estrellas lívidas. Entre usted en su casa, señora. Su segundo hijo ha debido regresar de la escue1 , Y ya se sabe que no hallándosp. bajo la vijilancia de u"te3 no estudia antes ele comer su lección del si. guiente dia. Entre ust,.. . d en su casa, señora. Julio, su espo~o, n) tardará en Herrar, rendido por la fatiga y por el hambre, y también bes sabido que sin la5 acertadas disposiciones de usted, la criada no presentará bien condimentado y con la debida abundancia de patatas, el trozo de carne que sobró de la comida de ayer.

n.

i Qué nostalgia se siente al escuchar la música t I Cómo evoca dolorosamente antiguos recuerdos


t.L PL\

¡Qué triste es

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\L\, 'VBR lO.

oir, mientras dura el crepúsculo vespertino de un dia de Noviembre, los acordes de un viejo galop arrancados al popular piano de manubrio I ¿ En qué piel1sa usted escuchándolo, snñora Condesa? ¿ Por qué permanece de pié, inmóvil, como petrificada, cc:oca de la ventana de su boudoíl'? ¿ Qué es lo que le recuerda, mujer dichosa y en toda la plenitud de la belleza de los Lreinta aüos, ese aire de galop que tocan allá abajo, en el triste boulevard, al otro lado de los escuetos tilos del jardíc que tiene usted ante su vista? ¡Ah! Le recuerda esa música de ecos dolientes el vasto anfiteatro del "Johnson's merican Circus" lleno de personas que observan con profunda atención los trabajos ecuestres que dieroD á usted tanta celebridad. Los dos negros han t ['minado su coll:ierto Cóinico rompiendo cada cual su violín sobre la cabeza de su acompañante, y el palafrenero acab..l de salir seguido del caballo de vulteo-de aqnel enorme y pa· cífico caballo blanco con grande~¡ manchas negras.-" Usted hace su entrada dando 1J mano al director de la pista, guapo mozo correctamente vestido, y de quien estuvo usted enamorada, confiésc!o C0mo odas la.; d~llús mujeres de la compañía. Saluda usted al público ron graciosos y corteses movimientos de ca eza. 1.111¿J. 1111 "j hop!" a] montar sobre el cuadrúpedo, c:1'lsql1ea un látigo, óyense al mismo ti¡-'mpo las primeras not"'> de! paso doble. emp¡'cnde el caballu su g. lope acostumbrado y ¡hop! ¡hop! da comienzo un lTlvariable nún ero del programa i Qué criatura tan encantadora era usted entonces, señora Condesa! Diez y !',iet(~ años y unas pier nas como las de la Ven LIS del Ca pi talio. La fuerz:> y la gracia reunidas en un cuerpo de 11111jel', de belleza perfecta, de esa belleza que sólo se obtiene de 1< amalga.na de vi<Yoro5as ¡... zas del d uevo Muncia. -.1 Es la hermosa Alah, le americana !-dccía!1


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REVISTA PUP;RTORRIQUEf"A,

los espectadores con sordo murmullo de admiración, y usted, alentada por el éxito, redoblaba sus audaces {'iruetas. . . . . La primera parte del ejercIcIo finalIzaba sIempre .con una salva de aplausos; y en tanto' que algunos artistas se subían á los taburetes preparando los aros y ~as cintas, en tanto que un clown, para divertir al público de las galerías daba al ta¡do 00 puñetazo en la boca elel estómago y le levantaba del suelo donde te habia hecho caer de espaldas, usted montada eo su caballo, se paseaba lentamente al rededor de la pis-ta. Era aquel el momento sup emo para sus admiradores. Moviendo majestuosamente la cabeza, de la que pendía larga y sedosa cabellera adornada COil fiares, parecía usted unéf imagen á la cual todos adoraban. En uno de esos momentos de reposo vi6 usle'd por vez prim~ra al conde que hoyes su marido, y que en aquella época era uno de los mayores disalutos del París elegante. Hallábase de pié en primera fila. irreprochablemente ataviado, y apl;l.lIdía con entusiasmo frenético. En el mismo sitio p.staba la noche siguiente y todas las sucesivas. U sted bajaba la vista con di ;austo, asi avergonzada cuando su mirada errante tro¡;'zab:\ por casualidad, con aquellos ojos de hombre que ha perdido la ca eza. . Yen. efecto, la habia perdido; pero no podía decIrse lo mlsmo de la honradez de u~ted. A los cinco años de edad se quedó usted huérfana. Su padre, el lIumbre de l~ Pe,'cha, muri~ de~nucado sobre la pista. Los campaneros de aquel l.n~e1lz ~p. hicieron cargo de \lsted y la educaron. El v~eJO chinO Maiticrris le enseñó él usted el francés. .. . Después de haber sido la criatura envidiada-y 810 em.bargo respetada-por todos aqnellos saltitnbanquls, era usted una de ~us mayores glorias, y se ganaba, honradamente la vld~ ensej\ando las piern~


J.\L PIA.l"O

D~~

MANUBRIO.

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Sí; era usted juiciosa y-acué¡'dese usted,-ICc .lOche en que el conde le ofreció esa pulsera de turquesas-por cierto de una manera bastante brutal: preciso es confesarlo-faltó muy poco para que us;ea le cruzara el rostro con el látig-o, en plena caballenz¡¡¡.p junto al departamento del elefante. Esto era suflciente para que Ile~ara á S\l colm la irritación del aristócrata. El "J ohnson's arnerican Circus" terminó su contrata en PMis. El conde fLle detrás de usted á Orleans, á Tours, á Saurnir, á Angers .•.. Por fin en N ,lll tes, hizo la mayor de su'> ¡l)curas. Se ca~ó con usted después de separarla de la compañía. i Oh, qué tristemente suena el viejo aire de galop tocado por el piano de manubrio! ¿ Qué hacer después de unas cuantas semanas de ardiente luna de miel, pasadas en un pueblecito p ntoresc 1, junto al ma~ El jokeJl, al ver 4 usted reventaba de risa, y las seño¡¡as del gran mundo talJaban con los abanicos sus caras enrojecidas por la indi¡{oaci6n. El conde tuvo que adoptar una resoluci:Sn her6ica; se expatrió con usted durante algunos años. i Pobre Condesa! i Cuánto se aburrió usted l..n aquél sombrío palacio de Florenci3, donde su marido se dedicó á la tarea d&'cducarla y de instruirla, y donde buen número d~ profesores se eocarj{aron de enseñar· le lo que todas las mujeres de posición elevada haa aprt:ndido en su niñez! Usted -por agradecimiento. no por amor-quis<t complacer al conde y h'?cerse digna de él. Pero esto! le costó mucho tiempo y mucho trabajo. I Cuánto! sufrió usted oyendo continua,nente á su marido: "Eso! no se dice. • .. Eso no se hace", palabras que ¡ball siempre seguidas de un "querida mía" pronunciadO! ~on sequedad 1 Todas las mujeres pueden ser educadas. Al ca~ .de tres años era usted una condesa verdadera. FJ


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, .. REVISTA PUERTORRIQUENA

conde, que se aburría tanto como usted, crey6 llega. do el momento de conducirla á París. Las ventanas del aristocrático hotel, cerrado Guranle la ausenGia de su propietario, rechinaron, y usted hilO su pl"l nera comida de reO'reso en el vasto comedor, enfrente del ~ ' retrato del bh,abuelo del conde, gran d uque y tenIente general. retrato notable por el color azul de los cordones, por el color rojo del uniforme, y por la colosal nariz del retrat8do, nariz que era uno de los mayores distintivos de la familia. Cambió usted de horizontes, señora Condesa, pero continuó viviendo en la sDledap y en la melancolía. Su esposo sólo pudo lograr, á costa ~e mucho esfuerzos y de grandes sumas empleadas en obras caritativas, que se formara en derredor de usted una sociedad de curas y de devotas. j Cuán lúgubres son las vestiduras negras de esos dos séres ..... ! Desde hace dos años visita usted todas las mañanasasilos y escuela~, y se encierra usted por lag noches en su palco de la Opera. No tiene usted hijos ni esperanzas de tenerlos algun dia. Los años pasan .... ¡Y' lo peor es que usted sólo experimenta por el conde una profunda gratitud, una amistad sincera! :t:l es para usted un perfecto caballero lleno de simplezas arist6cráticas y fastidio'>as, como uno de esos conciertos que duran treo:; ó cuatro horas. Ha cumplido 48 anos y es ~n.conj.unto-b~stantesoso por cierto-de modales dlsttngUld~s, de. Ideas superficiales, de preocupaciones de trajes bIen cortados, de sombreros grises y de dolores de estómago. ¿ Por qué el piano cruel toca todav[a el viejo aire de galop á cuyos compases hacía usted sus cabriolas sobre el caballo enjae~ado lujosamente? Hé aquí que usted se ve en medIO de la pista, al acabar sus ejercicios, envia~do al público su beso de despedida Y ~scuchando con II1menso gozo los estrepitosos apla sos d~ la m\lltitud entusiasmada..


EL PIA, -O DE 'fA. UJ1RIO.

¿ Está usted loca, Condesa? Hé aquí ahora, que usted vuelve á sentir su primera y dolorosa conmoción de joven, la emoción experimentada cuando le parecía á usted que el simfJ'ítíco director ele la pist~ irreprochablemente vestido. le estrechaba la mano, como no se la había estrechado nunca .••• Por fin Se extin:rue el sonido del piano. Bajo el cielo, cada vez más sombrío, apenas puede usted ve' los e~qtldctos de los de::.hojados árboles. Un cri:1do entra discretamente con llna lámpara que coloca sobre el velador, mientras dice con ceremonioso acento; -El señor cura de Santo Tomás de Aquin espera en el salón á la señora Condesa. FRANCISCO COP.PEE.

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HIMNO' PAGAN'(f".

I

(INÉDITO).

Alma fecunda Génesis, Riente primavera; ¿ Qué importa al pecho mísero; Que á la azulada esfera. Como la novia al tálamo, Ascienda tu beldad, Si la natura es sórdida De su ventura arcana, Si huyen al soplo gélido De la conciencia vana, Dulces creencias cándidas De la primera edad? i Ay, cuánto el alma huérfana: Llora el divino engaño, y cómo el vate étalo La juventud del año Contempla al ver la efímera e alienta -en nuestro ér'


fliMNO PAGANO,

Renacerá el espíritu Ó mori--rá en su ocaso? ¿ Dónde el humano éxodo Hallará enjuto paso? : Oué Edipo el llran oráculo '\: Dd mundo ha de leer?

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Tierno, galante céfiro Sobre la flor esposa Suscita olor balsámico, y anuncia fresca rosa Sobre su verde trípode Tiempo feliz vernal: Salud, hueste fantástíq, De nardos y jacintos, Salve, azucenas vírgenes. Que sois en los recintos De las silvanas dríadas El fuego y la ve$t¡¡.l Dolor, eterno déspota, Sólo es verdad tu imperio, Tú del humano espíntu Encierras el misterio, Rayo del padre Júpiter Consagras el laurel. Tú eres potente estímulo De la gigante empresa y tu fecunda cólera Sobre el mortal no cesa, y á tu calor, del cántico Desbórdase la miel. Trinan las aves módulat El can~o no aprendido y es signo de Stl júbilo Su acento agradecidl),

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REVJSTA PUERTORRíQl'E A.

y el hombre riega en lágrimas Su cuna y su ataúd. , . Siempre á la amante supltc~ fué insensible natura, N unea del bien solícita. Le concedió ventura Eterna y ruda Némesis Del genio y la virtud.

Pues que los viejos ídolo~ Bajan la frente al suele Rodando en la vorágine, y es sordo el duro cielo, y de la vida el páramo G6lgota sin Tabor i Mojad el ala rápida Del tIempo en áureo vinQ, Chocad la copa férvida, Riamos del destino Tejiendo danza pírrica y una guirnalda á Amor~ Brindemos por e1 de Úti~íi Var6n de ánimo récio, Brindemos por Sim6nide~ Por Tíbulo y Lucrccio, y por Hipatia víctima Del plástico ideal, Por las divinas Piérides, Por el sagrado monte Donde mentiras itica$ Contaba Anacreonte A las doncellas árcade~ En plática jovial. Por el sapiente astrólogo que cambie nlJestr~ slJer~c·


tHMNO PA<;Ai\U.

y encuentre en sus elíxires La muerte de la muerte, y á la fortuna espléndida Dormida en su crisol .... Pero sí breve término Todo mortal alcanza, No inquiete el hondo TénarQ N uestra febril pujanza; Rindamos el anhélito, pero de cara al sol. Después, en la hora última/ Como el buen rey de Thule, Lancemos en el piélago La copa, sin que adule ueva espereranza al ánimo Que anhela en paz dormir; Ciñamos cual kl. víctima La frente en nardo y rosa, y como el cisne trémulo Sobre la linfa undosa, ~xhale nuesta cítara 11 Tl cántico al morir .... MrGl./F.L ~.~ 'CHEZ PESQUERA

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!L GORRO DEL ARCHIVERO. :No son pocós los años que hah transcurrido) peto i con qué gusto recuerdo, la éro~a en qu~ comenzamos á garrapatear por las oficinas, copiando minutas y tomando razón de Rea es órdenes! i V qué buena tropa había por aqlll!1 periodo de la culonia en la plana menor de lo que se llamaba entonces carrera de Hacienda, y la ClJal tenia 5,::ndos puntos oe contacto con la de baquetas. cuando no con la del perro chino. Aun me parece estar mirando á Blas Mesa. que en una de su nombre hacía l'is-á-vis con Isalas Castro. que parecía hacerle burla con las narices; á Rodulfo Santiago, discutiendo sobre derechos pasivos con el LiGencia~i(}in partibus Casi miro Vizcarrondc); á Narciso Cestero y Federico Fras· queri. que á pesar de ser escribientes desempeñabal1 los dos negociados más importantes de la dependert{;ia; y á la turba de meritorio'>, entre ellos el que narra. que con ocho pesos ·de sueldo al mes nollo dábamos pisto de funcionarios públicos, porque en la rfldencial se decía Que hablamos sido nombrados 6Qll


l';L GORRO'DEL ARCHIVERO.

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sUjeción al artículo 245 de la Ordenanza de Intendente's de Nueva España. Muchos requilorios se exigían por aquel -tiempo para el ingreso en el cuerpo de chupotíferos, y entre otros no era poco morrocotudo el estúpido de la jus.: tificación de tener la sangre limpia, en un país donde no se conocía más agua que la de los algibes cuando llovía, donde no habia llegado aun la Zarzaparrilla de Brístol ni el Rob de Lafecteur, y donde jamás se conocieron más moros ni judíos que los que de todos ajores soiían venir de la Metrópoli, vendiendo al parga'as, dátiles ó rosarios. Pero así era la práctica; y velis, I'lOlis, no habia más remedio que justificar, como se podía, que el neófito no tenía raja de hereje t)i de luterano. Con esto, y el informe favorable de 10 que se llamaba Contaduría general de Ejército y Hacienda, se abrían las puertas del santuario, y se en~ra1:la de rondón en el género de pulga 6 chinche, para tener derecho á .:hu¡:¡ar la sangre del presupuesto, no s610 en vida sino hasta después de muerto; cora al -parecer incomprensible, pero que tenía y aun tiene su explicacién en la sección llamada de clases pasivas, especie de abrevadero, donde bebían y beben agua b inútiles cuando se jubilan, y las viudas y los huérfa'oos mientras tienen fuerza en las mandíbulas para hacer la sldbción de nutritivo líquido. A un extremo del departamento donde se asentaba la Secretaría de la Iotendencia, se hallaba el Archivo. y allí, como una ostra en su concha, conod ~t personaje que me dá pié para este artit::ulejo. Era veterano en el servicio, y á fuerza de andar en el trasiego dd polvo y la polilla habia perdido el pelo; -csteutaooo una calva tan descarada y rE-luciente, que Antonio Padial solla decir que si un piojo llegaba á perder el equilibrio en la cabeza del archivero, de seguro que se despeñaba por no encontrar una sola Ama de qué asirse. Aquella cabeza, COlllO el pe·


R1'.\ISTA l'URTOR1UQUEIU.

ñasco de Moisés, manaba agua abundante, ele tal modo, que muchas veces tenía que poner el gorro,ai 301 para que se evaporase el sudor que lo h~medecla. Ei gorre, habia sido de terciopdo, pero el ttem p~ SI;: habia encargado de dejarlo tan calvo como. a su dueño, impregnándolo de un olor á reqLleS?n agrio, parecido al que suelen tomar las sotanas de CIertos curas, para justificar que es un hombre el qn. llevan debajoJ y hacer estornudar de gusto á las beatas. Cuando cierro los ojos y evoco la venerable figura de aquel antiguo funcionario, me parece estar mirándole sentado en su vieja poltrona de baqueta.. sin chaleco. la corbata desanudada, y abierto el cuello de la camisa, por el calor; la pretina del pantalón al garete con todos los botones en libertad, cubriendo 'el torso robusto y bien desarrollado una guácara de calancán amarilloso, cuyas mangas habían servido d~ limpia plumas por más de tres lustros. A un lado de la mesa, la enorme caja de rapé de rosa que fabricaba el viejo Aldrey, recostada sobre el colchón mullido .de un pañuelo de madrás. tan ámplio que parecía una colcha. con sendos mapas negruzcos dibujados por el tabaco en contubernio con su resonante nariz. Frente á esta 5e destacaba el viejo tintero de guayac~n que parecía un algibc hondo y oscuro, y de cuyas profundidades no se supo nunca si brotó la luz de alguna idea. Sobre la mesa. que era espaciosa, estaba el mugriento y manoseado librote qne llamaban Indice del Archivo, y á un lado y otro, sendos legajos atados con curricán. áspero por el polvo; diversos expedien~ tes con las C\llCO puntadas reglamentarias é infinidad. de oficios en cuyas márgenes se leía e~ta palabra~ Antecedentes, eSCrIta de puño y letra del jefe por en. tonces de Ha~ienda Colonial. Esa palabra era el terror del Archivero, pues ella sola ten(a la virtud de poner en mo,:imiento la pachorra clásica que le d~ mina.ba ; obJ¡~ándole muchas veces á hacer maromaf


y que se movía á voluntad, gracia~ al cuadrado de madera con rodajas de hierro sobre que estaba mon tada. Pero basta de antecedentes, y vamos al grano. En uno de los días, bastante frecuentes por cierto, en que el archivero solía hacer rabona, con prete,-to de cierta afección que le traía meclio des fondado, estaba el Archivo solitario. Era la hora de la tarde de un día de JuHo, bo chornoso é inspirador del sueño. En el antiguo reloj del Ayuntamiento acababan de sonar las dos, y el ecretario abandonaba su despacho para dirijirse al del Intendente con una balumba de papeles que constituían Jo que se titulaba el acuerdo y la firma. Desde esa hora, hasta las cuatro que el Secretario regresaba, se que::laba la nave sin capitán. Cada quisque abandonaba su asiento, y aquello era tint2. de calamar. Se formaban tertulias en las mesas, se encendían los cigarros, por lo regular ele tabaco muy malo, se comían dulces de los que pregonaba por la calle algún mandulete con voz de chicharra. y se narraba cada cuento color de rO~3. capaz de poner rojo á un pimiento morrón. Allí aprendí algunos que te· nían tres pares de bemoles. y eran de los más jugoso que en su género he conocido. Los meritorios y escribientes nos habíamos dado cita, para aquella hora en el Archivo. Bajo la dirección de Antonio Padial, penetramos en el c."tenso salón, y nos dispusimos á realizar una de las muchas travesuras que abundaban en nuestro repertorio. -'e trataba de un entierro. Ccn ocho plie~os de papel del sello de oficios. taladl'ado, que servía en la portería para fabricar sobres, pues en aquel tiempo no se conocían los que mucho más tarde se importaron de Europa ya prepa. lios. se <:onstruyó un sudario mayúsculo donde fuero eti una escalera que parecía Un triángulo masúnico,


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lffWISTA PUERTORRTQUEf{A.

cuidadosamente envueltos el gorro Y la guácara de que he hecho mención. Listo el pastel y atado con la solidez de lo que no había de desatarse nunca, se rotu16 de esta manera:

R. l. P. AgulYiltlll los arrias de 1m fUI/donarío (o¡oníal. ¡Qt" ,¡ polvo pu~tor,.i~ZI~o le stil ligerol

Después colocamos el difunto sobre el libro ID. dice, y le hicimo? los fllnerale~ de ~~erpo prese,Ate con toda la seremdad y buena mtenclOn de que eramos capaces, rezándole su correspondiente reSpOlls.O en un latín macarrónico, parecido al que usaba en sus catilinarias el alegre Julián Baldorioty. Terminada la ceremonia, nos dispusimos á ente· rrar el muerto; y en ese instante el escribiente Ruffin, que era algo tímido, y no le gustaba tirarse donde no alcanzaba pié, al ver que Ja cosa iba de veras, se escurrió hacia la puerta con rapidez de ardilla, y desde am comenzó á mirarnos con ojo ex.travado y malicioso. Afortunadamente no habia temor de que diera el soplo, porque á. su vera se encontraba guardándonos la espalda el famoso portero Urbano, que era el ma· lagueño más desenfadado y bullanguero que ha ca' mido plátano en Puerto Rico. Este observaba con delicia la operaci6n, que se llevó á cabo sin tropiezo alguno, depositándose el fardo en la profunda fosa que se abrí~, pegada al techo, entre la cornisa de la esta?t~ría{'.la pared. Hecho esto, despidi6 el duelo Caslmlro Vlzcarrondo, con un discurso en que citaba el Código Penal y las leyes de Alfonso el Sabio, y que aunque tenía poco de retórico, se parec:fa en la fOrma "1 el fondo á los- que aeostumbraban pronull'Ciar por


,L GORRO DEL ARCHT"ER0.

aquella épo::a Tos obligados oradores pedestres' en ent~erros y capí~ulos de cofradía. Un cuarto de hora después, volvió á reina.¡' el silencio en el Archivo. La tropa se había diseminado, y cada cual ocupaba su puesto con el disimulo inper. turbable de la educación colonial y la aparante tran· ~ilidad del que no es capaz de romper un plato. Cuando algunos dias después. ya dado de alta, apareció el archivero por la oficina, le observamos registando todos los rincones de su establo, con ~ misma asiduidad y el mismo resultado que el obtenia por esos filósofos que desde hace diez y nueve siglas buscan la ,!erdad sin encontrarla. Conve¡:¡ciqo al fin de que no era posible hallar la correjueb, se decidió ~ cubrirse la bola de billar con el pañuelo de madrás y quedarse en mangas de camisa por aquel dia. Esto era allá, por el año de. . . . •. no recuerdo ¡ y como quien se rasca y no lo siente translmrrieron veinte y tres años de UQ tirón. i iVIe parece un sueño! Algo habíamos avanzado en la cucaña administrativa. y llegó el tiempo en que vino á ocupar la Intendencia uno de los Jefes de Hacienda más ilus~ trados que hemos tenido en la colonia Se llamaba Joaquín de Adriaensens (y entre paréntesis debemos decir. que no hemos conocido funcionario ni más discreto, ni más laborioso, ni más amante del pal.s qu~

él)'.

Cierto día encomendó la busca de unos antecedentes antiguos sobre el islote de Mata-redondél á Antonio Padial y al infrascrito. y vea usted por dónde, revolviendo papeles viejos y llenándonos de polvo hasta los ojos. n09 trope. zamos con el entierro consabido, que estaba intacto y sin que humanas uñas le hubieran desflorado. Era. ~ ver la figura de A.ntonio fa.dié\IJ en lo a.1to de la


REVISTA PUERTORRIQUE -, A.

escalera, con el cuerpo del delito entl"e las manos. Des de allf, 1U0'>trá ndome el rótulo del polvoriento "nvoltario, me pre~llntaba:

- ' ¿ Te

aClwddS

.?"

_ ,,-:lic cid. 1;, exhum..:.ci6 .. ;<p3reció el gorro:Ba. mante tch.dvía 1 ¡ando, ' oliente aun á pellejo de al" a ¡rio.

El eumpañt.ro lo torn6 con la pllnta de los dedos¡

y contemplándolo con semblante triste, murmur6: - " Lo que es ahora, no hay empleado á quiel le dejen tiempo para curtir un gorro con esta pero fección." y lo arrojó desde lél altuta.

J. A.

DAUBÓN.


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EL SOCIO. Isidoro Loranca llegó á Madrid de diez y seis años, y tan pobre que. por no tener para viajar de otro modo. "i;¡o sirviendo de cargador y ayudante al ordinario de su pueblo; estuvo luego de mozo algunas semanas en una posada de la calle de Segovia, y por último entró de recadista en una camisería y tienda de sedas, cuya muestra decía en gruesas letras doradas: .Al gran mundo. Como era inteligente, laborioso y muy sufrido, le pusieron pronto á vender, y algún tiempo después, por muerte de un compañero, ascendió á primer dependiente. Su gran virtud era el amor al trabajo; su gran pecado, la codicia: estando tan ligada á esta mala pasión aquella buena cualidad, que no trabajaba por asegurarse el porvenir, sino por el placer de ahorrar. No tomaba en verano refresco que no fuese de convite; y en iuvierno, por no gastar en ropa de abrigo, se ponía entre <;uerpo y camisa grandes trozos de papel de envolver. Al segundo año tenía economizado el sueldo de 3


lt~\'rSTA f>URTORRJQUE~"".

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rnl'scs'tnI.Cl1;J.rto, come:1Zó , . ,á prestar en '''5 C<lutid.lrles ('on Interc; usurariO a port'cras y 1 l.l , l ' , ·11 (luintll, Cl'n.l~l!¿ ~r(;,l.':(n-; '1 le C':S 11C1Hba ',rlll'Í'l • V;¡l l c,': -[I)Se 1 ~ V"I 1" j~e', «d¡bUI t¡ 1111l.:nte á h: ., de 'l-,va¡C,' <I~ tojo,

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EL SOCIO.

írabajo, le sirvieron de aperitiva, desarrol1ándoscie: tal hambre de a'110r-arnor grosero, por supuesto-que k.s \"_C¡ill'S Ilam;¡han a la camisería el sen'alZo. Em, en el 0dr(!o (.OS;.¡ sabida (lile ninguoa mujer guapc pcJia ir cí pl·t.lf ¡,lUor, como no estuviese dis Juesta a dejar ,le St r i<Ol1 r a. Esta [.0.11.:1 tenl', cuando una noche se le pre sent6 reú... nend:dc p r tarjeta de otro comerc;ant, ulla mu ¡lacha d,; ('COZ y! eve años, bonita Sin st:r un pre,ditrio de herm sura, modesta al parecer, ai ro~il y mu y seria. N o ¡l, reGÍ mene:traJa ni ci1ica cnad.a á puerta .re calle, si 10 se()onta venida á menos. Verla Loranca y proponerse su conquista, todo fué uoP. InlÍtil empeño;_ distinciones, preferencia>, ofrecimieRtos, promesas. hdlagos, nada Jió resultado. La actitud y las r{spuestas de Juliana, que as[ se llamaba la nueva costur,ra, podían reducirse á esta sola frase, dicha unas veces con ",ra-ciosa coquetería y otras con salv,.je enteréZ3: .. Casarnos .... puede; lo otro, ni ,pensarlo." Don Isidoro, acostumbrado á 10 otro, no hizo á1 princjlJio caso y esper6; illas al cabo de al~ún tiernpo, con vencido de que-fuese virtud, fuese dlculo -J uliana era inco¡,qulstcilJle. se oGstiná en log-rar lo que d~. seaba, comentando á h~cerse esa infinida.d de rasanami('ntos q\le discurre, para per~uadirse de que obra bien, qu en está d cidldo : salirse, CUt-;ste lo qu.e cUt'ste, con 1.1 suya. ":t\f.ljer que de ese modo-rt'si;<;te, ('~ buena. i guapa! Y la m ís fina que PIsa 12 tIenda. TrabdJadora , como la primera . . . . . .-oA Id no me conviene una señorit;} gandula .••••• ói puedo P?sar la vida solo como un hongo: me hace (¡!Ea mUJer, . • • • . La cosa no puede se-guir asi .• .¿ l:!.s p'0bre? Pues todo eso me tendrá que agra<:cer. ~ ,H n che don Isi<1:"lro se planteS en el sotabanoo Juhaaa, y como 110 quiso abrirle•.por el ventanills ",

º:lé

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_ vo que decirle la. ~esoluciói'l.que .ac~~aba de ~omal'. -¡ aun as! de corno el cerroJo, hmltandose a con· • star:

1 oscure el' ir' al almacen y hablaremos. El resultado de la convers.1ción, con el mostrador l medio fué la b da. Quiso C, '¡gir el novio en n icip s parte de las :Hch s que habian de ser legí. •m ; p r h•. a cspué. de caso da no puso ella los i en la i 1d , tumba tI otras virtudes, y cuando ~e e'a 1 ' . l' mi. d., contestnba rechazando cario ias ntr t rh. Y \'eras, al mismo tiempo que decía n 'o· de 1.1s que se comen el cocido antes 'c las . ce. L rane, se ca Ó ... llamorado, segú¡r.creía; Julia" .um rada por la tremenda diferencia que exisentre ia posición de ambos. Adamas, le parecía en 1 ~o¡o. y fuera de la nota de mujeriego y tacaño, enf mala fama. La afición á las faldas, ella la ro di caria en prO\-echo propio. y en cuanto á lo misera le, ya se iría corrigiendo. -o a-o de matrimonio convenci6 á Loranca de - e habia tomado el c~pricho por pasión, y á su es· posa de que para ser feliz no bastaba llamarse doña J ~ iana, ó la señorita, usar sombrero y tener tienda tllosa. - El cálculo interesado de ella y el carnal enamoramiento de él, alejaron la dicha en vez de procurarla, contribuyendo también á que sucediese así una circunstancia poderosa de que no se daban cuenta. Loranca, propietario y rico, seguía tan ordinario como cuando llegó á Madrid, en tanto que Juliana se habi ido puliendo y afina~dc de tal modo en dichos, trajes y maneras, que nadIe podía adivinar en ella la humildad y pobreza de su origen. Esta era la situaci6n de ambos cuando comenz á frecuentar primero la tienda y luego la casa .d? Estiban Bolaño, buen mozo, de profesión corntSU)


EL SOCIO.

nista, elegante y rico por añadidura, tan rico, que J¡¡ comisión le tenía sin cuidado, pues únicamente tra· bajaba por complacer á su padre. Al poco tiempo de conocerse y tratarse Julianc y Estéban, estaban mutua y perdidamente enamorados, con la diferencia de que él desplegó cuantos re· cnr::iOS Sl giere la pasión para triunfar, mientras ella se propusu salir vencedora de sí misma. Lo primero que hizo Es éban fué dar á Laronca, sacrificando sm prop:os intereses, grandes y excepcionales facilidade~ par.l re ibir y pagar géneros; lUl"go le suministró, iempre que pudieron serIe útiles, noticias de la si· tuación de otros comerciantes, le aconsejó bien en la marcha del negocio, y por último, comenzó á obse.r quiarle, disfrazando la causa de tanta generosidad coc. el mentido deseo de asociarse á él "Loranca y compañía," solía decirle de sobremesa, cuando iba á comer á su casa, después de haber mandado de antemanc flores para la mujer y tabacos para el marido: -¿ Qué le parece á usted? Cuando quiera U~ ted cuarenta ó cincuenta mil pesetas .... y nada, et' tre los do." fundamos la mejor tienda de Madrid. La misma idea se le habia ocurrido á Loranr.<. pero quiso hacerse desear. Juliana comprendía que cuanto hacia Estéb<!.1 era por acercarse á ella para tener faciles ocasioneé de verla, y comparando al pretendiente con el mar,· .do, iba sintiéndose divorciada en espíritu y culpable en el pensamiento. Por fin, aterrada ante aquella insurrección de sus sentidos, una noche, á solas COl: SU marido, le dijo:. -Tengo que hablarte. Mañana viene á come! Estéban, ¿ verdad? -Sí. i Qué buen chico! ¿ eh ? -Pero viene muy á menudo. -¿ y qué? -Que yo me canso demasiado en di!!poner1o


l'T~ 1STA rU)'i;RTOl'RIOUhÑA.

3

. re. ararlo todo; las muchachas quedan rendidas .. , . . Tantos platos que frcg-ar .. " t:1nto cubierto que limo ~)iar, t,.nto \'a50. , .. ! A las do-::e n,o acaban; ---Algo de eso se me ha ocurrido á. ml también. Hav que tomar criado. • _¿ No valdría más que cUé.'.ndo quisieras·convidarle le Uevases á la fonda? -Sale más caro, y me hacen daño bs salsas. Juliana vaciló un ibS ante antes hablar, y luego resueItan cnte dijo: - uede que fuera mejor que no VInIera con

tanta frecuencia. -¿ Cómo? i No te entiendo! -Ya lo veo. Pues hata las criadas lo lían notado, -¿ Qué quieres darme á entender? En a<luI 1 I1lnrnr'nto la vacilación de Julian:l [té más lar,.,:I: 5óll) al C.ltlO .L: al ~ 1110 se'~lIl1dos liC atrevi6 á 'onn'ir piCart~~;la.lJ 'ntc licl 'ndo: - FI6(¡rLHI~1.). ¿l re ti s p.1! ,l)r:\ ¡le <,.pr prucl nte ~ . l ' 1 .1_ ues .••• COITlO vwne 1.1llLo. I.Idi 111 l. (; el .•• , y w;;

P

mí •.• y d

ti quil'¡ o c: ¡t·\( q le haoJ 11. Lor. n \ s. tl:'.\a carc.lj..ida, y lle\i.1do e las ¡na1l0S á la cab<,:z<l, l' " ~ ):

-¡ Qué ~).lrl).\ridacl! Es decir, que no nueJe uno tener un <lIni.4o, un soci • p)r 111e ya lo h,. resuelto. SII\ que.,.. }3. vaja, tú ves viSIOneS. 1:J;lalllá t"lúp\lla I -Te di:'/) qu me l1:v'e el amor. Elm riJo h miró fmios. 01 i6 á ecnarseáreir, Y'por último. fingi ll.d? que procur La serdoarse, dijo con la· l1l:lyor tranquilidad: _ Bueno. jale }'a se le pa5ará • La mujer. a~ I1lbra a y at6nita, D pod~(au;~t" --prender la actitud de aqu I hombre. Ten ~ro!': de lo que 001 inaba. e rt6

• •iW1se ob&ervaF á su marldo.-


EL SOCIO.

S59

Al d' él si uiente" Ec;téb In ~ té á comr::r con e,los, 1 y el" f 1 11 ld r •~~~ 3., 1 el C"~fé, ~ n lc'. d,}i.ar el nI AJ ,ti} ~ í 1 1 (. ,tdf¡l rl~j J 1 do l1. á la cr:ada: 1 '. 1 1\ ' ,'lé) t 1 " 10 el 111l L, 1 1 ,.e )' PI, 110 f'11 el" 1(~ ",;t : r l , . 1) 1" ¡ j ' rUllOS (Y ,irigiénd'l á r "<"1"'\ ,tií lo '¡): --Al á voy con Esté,ban; v~ Dueno. t '1 el " " " , V."() , tI u. 'e ¡tll C1P'arro ." ;'tl n~!l la C;Jg ,li6 e, tre sor lrendido y gozoso, porqllt: :tÚ¡. ha )iéndoseío pedido muchas veces, era la pri mera en q'le procuraba quedarse unos minutos sola con ét. l' ueron al gabinete, se sentaron á esperar á Lo· ranca, le echó ella en su taza el café que había de tomar, y como tardase aquél, ella, se acercó á la entrll' da del pasillo, llamando: -1 Isidoro, .... - Isidoro! En aqud instante sonó la puerta de la calle vio lentamente cerrada, y entró la doncella en el gabinete con este recado: -De parte del señor, que no tenía cigarros. que ha ido á comprarlos y vuelve en seguida. Jllliana, lívida y temblorosa, dejó solo á Estéban. corri6 á las h:lbitaciones de su marido y abrió el ca· j6n de la mesa de despacho, donde sabra que guardaba los tahacos y del cual nunca quitaba la llave, porque no hahia en la casa qui"11 fu ~lase. rió tres ca· jas y levantó las t;'pas. U n, sIn mptzar, era de concha~; otra tenía tr int;) o cuarenta bre as y eD la mayor Inbia tres mil.zas . m l i) ,de cu··dores grandes. f..e<;¡:n<; y rlCJ.u\$lIn 's, lo IJrt J lectos de Lo· ranca para d':Spllé~ d.: c >n1e-r, y lo~ . bmos con que habia (lbsequt.Hlo a E. t .. ban otra vt:ce¡ • ••• Tabaco d, ~ o ra p:lr(\ un III S • _ ¿ Sal h d señor que ten'a esto aquf ?-pregun1

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t6 la doncella. _Esta ma- na le he visto yo uj6n y Uenan.do la petaca.



LETRAS YARTES EN PARIS lontaigne, el hombre y la obr, , por 1'; 11, l' )1111' I Un tomo en 4? de .rIII-So2 prWill¡\S, e 11 11<\ láminas á parte y oc:henta '>'rabados 1 1 1 tt .'tl . Paris y Burdeos. Precio: 15 frane ... La casa editorial de los señor . J. 1 0 1, tU ~ (14, rue du Helder), de la qlle no he tenil! llUBe casi6n de ocuparme, es, sin cmb:l.r,;o tina. d : 1 . t .' meritorias é importantes de PlrfS; y; hor.\ q u . presenta coyuntura, le saldaré tIc tilia vez; L 11 nt. que con ella teogo pendiente, señalando 1 lihr );. más excelentes que ha publicado, y 00: la Jfl(i l' 1 1 Arte, de Marius Vachón; Jlllrillo y '11 ~ di,~c:í 1I 11' J Pablo Lefort, y J.lfisce!anea i,¡(>dit'l de Jlo Ir. ''1 ¡iclt., nlicada por el barón de Montesquieu. o Ivi 1 a Revisia de las al'Us decorativlZlI qu II va r c ñ e existencias y es una de las má curio ~ edactadas que ven aquí la luz. En t d licaciones, la casa Rouam cifr el m yor

car libros perfectos como papel, tir d.o


.3

2

R~:vrSTA l'UERTORReQUEÑlI.•

tipográfica, verdaderas obras de luj~ ",que pn,ede~ CO'11prarse á ojos cerrados, seguro ?e q 1 ,han de quedar encantados al aLrirlas y examl~arlas;. La última, JI,[ordrdYi7e contlnl:a (!J0"l1<lm:-nte la se· ...·c y 1\1r. 1.)?bl0 Bonn..-foo, b':,lot"'crtr/() (kl , rS~íHl • .. 1 , ' -"Le conceQ!"J a a' u estará descontento de l a vestl¡Tl n su manllsl'I'ito, que, en reél 1'" ¡clao, :,,:: I a mt re ;e . El al.1.or, por f-i acaso se nos ocurre S2C;l le el Cristo, S" cura en salud, y apunta en él¡Jrefc...:io que, á primera. vista, tal vez pueda ap lrecer supe;t1uo .a· ~er (' retrato de quien se p:ntó á sí mismo, y si e pintor ha conseg-uído fijar su aspecto t<1n bien como 10 hilO Montaigne, podrá parecer presunción el que· rer acentuarlo más. Añade empero que, reflexio· nando, se decidirá que precisamente por que el escri· tor se tomó por múdeio, más importa el verificar sus asertos, y que cuanto más confundida está la pero sonalidad 61e un autor con su libro, más necesario es conocer la una para apreciar "debidamente el otro. El argumento es un tanto sutil y se le puede refutar declarando que es superflua, en efecto, toda verificación ·cuando el acento de sinceridad es tan hondo é innegable como el que aromatiza y hermosea todas las páginas de los Ensayos. La intención va <Ya de q~erer yerifical'"e) cariño apasionado que tuvo °Mon· ta1gne a La Boetle, pongo por caso, sólo probarla que no se ha leido el sublime capítulo de la Amistad, 6 que faltal: lu<;es para verlo claro, ó que se posee duda .supenor a la del santo, pues no basta á conven" celO !1l el meter la mano toda (;lla en la ¡laO'a, No es~jmaría Montaigne el argumen~ inicial de su nuev9 b:6J;;rafo, y sin JUd.i no 10 hailaría sincero. En .10 que á mí toca, no he de echarme por e50~ es. pat.:los á ,,:veriguar el porqué ha venido á hao!. 1'110 de Mont~lgne el s :ñ·)[" B )onefon. SI ha tenlJo gllSW ~ ello, SI le ha recreado y complacido su trabajo,.

hecho más que usa.r de su derecho de ocuparse


,-,ErRA ~ \ ARTES EN

PARj~,

, n se le nntoj;l; podría confesarlQ ingénua y lisa~ qUle te cierto; pero ¿ por que' le 1a satlslac ' e no pasar O lile. , 'b' I b l' ~i6n de bus::ar a s~ o ra mas anc la ase que a Slm, le fllclinación haCia lIn élutor y el natural deseo de ~<:sar, en unión suya,. algunos meses de ele\.ado y ~O'ratlabiiíc;imo comercIO?

lo

" Lo que sí rile importa es ver que de éste ha salido y cómo trata el autor á· Sil modelo; pues CIl cuanto á la oportLlnid'ld y utiliiad del libro, punto que alarma ;Í muchos. ia estación de los libros no tiene límites y siempre viene á Dropósiw aquél que nos habla de uno de los genio:; de la hU'nanidad, no más sea que para refrescarno5- la memoria, Bueno será conLs.lrs.:, in embargo. en pocas lineas, p'lra no fal'· tar á h slllcendlcl q lIe reclamo en ios otros, y cledr por qllé la obra es . ard 11. m u,::,o más q l1e el espejeo del señuelo lAr;! la,; al.JlJdras v ei cebo para los peces, " CI. [¡ e 1 i1omore que S'O: 1uce en ~u CUUI('rt:l. 1 ' SQ.10 Como tn'L ¡d g;"nt~. llamo ro 1112c"tro <>.1 escrÍt'or qiit" lo ". en el! ,·'ncro, I)Or c]ll~!u é'" n) purqLle tallo cansí kre liMa mí" Pero en un se,,, ,,1, más r;~lJrn';(l, con la ·si. r n:rr2.\ción que le da el D.l1te al ti';Outa'sel) á V Ir\.Tiiio, no me reconozco nds m;;estl'(» que. wr¡ a:¡;ne. V CO:l1u!;,::o con i\lacldil1e du Deífand C<J~fl:¡.ü die.... de éi ql,E; es el único bu~n filósufu que e~".Ii), Apreciar, e,;til111r V q¡¡ercr á un autor t::S s:.eil1pre p'_slblp, y muy cre¿iLIa,; son mis qnercllcias; 1

"" •tero ...leo que parél

. ' . nente, sin j'trnl1I's. es ntc~saJ'i(J que I;OS I,arezcan ,.. l"ll alg-) al objeto d,·~ e"a h ' 1\1 . ,.. .. e (l~rnUr'l "1111. amor ,acta 1 "ntal~'nf' naCIO t u' J t"}t • , '. , , . ~ a P0C'), a mc·dlda que fUI de ;cu )1'1' nclo en HU d:U;:'lr apíl;tOlla lJ

Q

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lUue. os' pU los el e e lQtaClo C:)f) e. '1 -~llt,t:'el 1 .lS~ que Ille rtl1 'r' , . , III " \J ti LC,l n.~nte a SLI caracee,,, a S',13 pren el as

Ill:r;¡'.s, ¿ ';,1 C Once,Jci('m de la ,·'Ja, yen una p'gina p la eSCritl Ú los d:,>7. \' s'de 1ñ )s, cU:ln.llJ me daba ~ !'l ~::(la~I)~la, exi ,ten i 1~,IS q ~ s,: 11.111.¡,} en la J

tit.uc¿ón de los niñoll, aunque no leí á mi autor único>


~

incomparable, hasta los v 'inl y do. Bi _11 he con¡ prende qne en Cllanto ;Í. la illl( li¡~(·'ll.ia, Ili ',olllbn d a sombra de tan vívida é in .. tillg'uihIL Illlnhrera. Aunque Montaig-nc no eIlS(.lIa, en re aJidad, á mi sí me ha enseñado, ú por lo Illenu~; h: des:lrl'olhdo en mí gérmel es qnc, probabl nwnl<', ;;in ~lll <:nsr.¡ ílll7.él,

no habrian fructificado. Y como tocIo lo IlllC'IlO 'lue hay en mí se 10 debo, ó le debo el h;¡uerlo <1c:,clllJicrto y el haber perseverado en '110, á Sil illlag n y seme· janza, le profeso el respeto, el amol'. la ven raci6n .que á mi padre conservo, el cual anda1>a aun más cero ca del famoso perigordino, bicn lo compr mIo ahora, Irememorándorne sus altos merecimientos, la dignidad y hermosura de todas las acciones de su vid; . Indicado esto, que 110 cs momento ele explayar me acerca de MOlltaigne, y tema. crá de un libro si puedo escribirlo y si hay quien lo pl1bliqnc, pues en Esp~ña na quedan ya editores, si es que n1guna vez los hubo; indicado esto, se explicará f;ícilmcnt--: cllec tor que s610 el nombre de Montaigne sea suficiente para· ponerme en vibración, 'y que el mero hecho de tratar de mi Maestro me haga sin nático á un autor. En todos ellos, desde el má~ activ~, constante y aforo tunado, el doctor Payen, hasta Mr. Bonne!on, .veQ como un parentesto intelcctuGl1 y moral, y me Imsplran el cariño que nos merecen los que ~on de nues~ra familia de elecci6n. Siempre cae bien en miS' manos un libro sobre Montaigne, como en las de un enamorado el retrato de la perdida amada, aunque vivas lleve en el alma sus facciones. Si me pusiera á considerar la obra del bibliote· cario del Arsenal sin desprenderme de la que me propongo reproducir un dia, y así 10 digo por tenerla escrita en mi cabeza, declararía que no es lo que yo.d~· seaba. Verdad es que, de serlo, me habria suprllJ1l~ do el gusto de presentar la mia. Lo que yo ~~~H UI1 re,trato de cuerpo entero del Maestro" ~


LETRA;:, \

011

ARTES }:.

f'¡\RI~.

el mismo retrato que él nos ha legado, pr.ro

m'lSo

\ible para todo el mundo, que no todos saben con :~rvar en la~ ll1~no el hilo condLlc:o:, al través de los Jti¡~(lYOS. Seria además la c,'poslclOn de la filosofía de l\lontaigne, que en su libro está, pero tam Lién (li· seminada, de modo que muchos, que no quieren pensar. leyendo, no saben nada de elb. Sería además eL estilo, mostrando pieza á pieza lo que cs, y exponicn,· do el cuadro de la lengua francesa al comenzar á es· cribir Montaigne y c6mo la dejó cuando hubo soltado la pluma. En sustancia, la repr.esentilci6n del alma de Montaigne y de sus manifestaciones. Esto, buenamente para delicia y gusto de mi ánimo, aunque bien pudier.a ser provechoso á cuantos se dignasen !eerlo. No se trata aquí sin0 del libro de Mr. Bonocfon', qpe ha tenido otras miras. Seguramente nos habla el autor, cuando llega el caso, de la filosofía de MOI1tligne, y de sus estudios, de sus lecturas, y de su es tilo, pero la críticOl es un tanto suelta, más ~rudita que genial, no encuentra nada nuevo, ningún rayo de l~z de los que tan á menuda bañan en gloria las págmas de Saiote-Beuve y esclarecen para siempre un punto hasta entonces oscuro; no se descubre tampoco la sagacidad adivinadora de Mr. Dezeimeris, á quien tanto deben las letras francesas. y que es amigo del autor, Pero sí hay en toda la obra homogeneidad, exactitud de tono, sencillez y verdad, que es lo (ue, el autor se ha propuesto, al reunir en un cuerp.o os lmnumerablcs elementos esparcidos en muchlsl~os tomos, folletos y articulas de revista, que eran esconocidos casi de todos los que no son admiradoreverentes de Montaigne. y el hilo con que Mr. yo~nefon ha atado este ramillete de floreg ajenas,.s a gllnas propias,-es fino, resistente y de armOniOOs colores. .Mr. Bonnef6n divide su trabajo, que es conside-

ES


EVI. T A PlJERTOl<.Rll¿UEÑ••

--66

erud!ci6n, no sólo mO'i/,tuñiSÜt sino gener.a] ~n nueve capítulOS gue va:. desde .los predecesore' conocidos d'~ 1\101') é'.1gne hac;ta la muerte dt"'I rrellio S la publicacion de lo" '-'J¡¿~((9·~$ .po~ p~ lro eh: Drach ~ MUe. de Gournay, la!! ;,lelOS, liI:.Lla .11 Jovell, q'IG. •iJfob·<Ir al fiiósof qlle, en ca tr8 l.lC r ql! - e. nll~íu~~ ahrmar¡¡ la mujer es capaz de sólidJ. y CO.l::.t 11,~ aa:; :tld. ' LiT 'l' 1 ~r •. Alocuparse d e 1él .L'untl ! I úe Jl1·m! iI.I;'ns. forzosa. mente t'ene qtL c(· fíirse el au tal' á los dato~, suminis. trados por 1'1. ! '1al ezin; desde este interesantíslJu9 .estudio de los antep: sados del filósufo, 00 se ha desubierto ningún detalle nuevo, ni es necesario des· .cubrir nada, á mi entender; basta' con lo que posee· rabIe

Col110

1

rnos para formarnos caL.. l idea de la familia Eyquem. nombre patronímico que MIg'uet abandunó desde un principio, y' bien hiz, pllf'S ero nl.1s sonoro y hecho para Id inmortali- dd el de J[ulltl,igJlc. nombre de 'ía .casa noble adquirida por su u¡~a'\uelo Ramón Ey· quemo Todo lo que es hecho, está perfcct"lmente en el libro, pues ya h~ dicho que su documentación .~ rta importante y copiosa. M. Bonnefón tr' za la hi<to de la familia Eyquem, Señora de lVlontaigne. con fa· cilidad, cautivanclo á los mismos que la conocen. pora su e5tilo, pues si el asunto no es r,llevO, sí eS nued la manera de, decir y n<l erar. J ,n q ~e echo IllOP menos, y sena 10 m.1S tent~ldl)r para mi cO 0 todo el que con.,i,L:re el allali~i'-l inJi<;f)ens ah 1t: y p 5ea lo' 1a p~s~on " de all, ,.tIZar, es el estuJ,o c1(~ Jo que f,'n l.e etg .al.e lnte\ectl1aiment~ el bi~ahudo llamón. el abu '. Cnm6n ' ne'aOt. SIo. " P ed r,) . yql1e;u. E d padre de Mont;)lg ~lvld~r a sus mUJeres. La filiación sang·l¡ne~., cll¡nte' oo 1 e qUlra• pero á condióón Je darme la f.liacl 00: f:ctdua • Sabemos. por eJ' eml)lo sin que de ello q M pauaq ' . erJl .ó . d ,ue 1a mad re de Mir'Tue! Molltal~ne ~en espanol. M. Bonnefó'"'n -lo aputlta. te! pero ni por asomo trata de examinar a

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Jl~ ~er~ taG dítna: de ser' consider~


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I',,! l' Al'

, telectllalid Id d,~ Mi ~ll<:l. y c';to <.;r;ria má<; neccsari '1 o lid! JI)' Y rnl1n~ ., ''-ita nt',Ol,;t:¡ . 4111 : S;\/¡el' cuan( d~ LOII¡JfI<:;,- L!lIIl~/, --<¡II ;, tt V', a ,,' Irh el ~ ¡n l':- ~ al 1111 nI) ¡In) d ' 1, :' '/11 ,', .. -' > 1 1 ,tr(~-, ¡,r; ql!(J ltm¡ di "')li.1 1 /'11 11"1/1 1'(1)1'; j (J'I: d ': 1) O, 1 j , El I I . l ' . ~lIt r ll) o 1'1 o, ~ I J. t I vt;:¿ Jo ,r t la e : : ' ji) 'Il'l, 1, :s ' i I ,¡ 1'1 ( '1 t:t id r; 1( " , -: .,10, ca ~ III

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extr;\i1j'e¡'

1

de que sus mayore:. juJíos se rodeaban á sí mismos para no excitar la intolerancia. De ellos htibía ap~tlldj(lo él nieto el arte de ocultar sus prinr;ipios laJü térr ' . aml;1orar , , Sl.t , nlnos pru d entes, SIt1 en naaa pe,ns:lJnlento. A ellus debía también su facu'tad de aSlmtlaci " . ' de gusto, que 1e . on y CIerto cosmopolitismo lrnpul ab a ,á Viajar " ' e ., y le hacía e~tar á su satlslaCClOtl en d ~Xtranjero." ' No siendo mi proo6sito extractar, ni á la ligera. la blOo" ¡¡It .,ra f"la que nos escribe M. Bannefon, pasare, por re 0] el capítulú dedicado á la juventud de " Iontaigne, peto de d atas, que como los otros, no me d epa . tan á saddo. pera sí indife'rente. Sería preciso repef rse Ca .a In s t ante. Si importa saber en que' case Ir. ' adl11' lue ~l pitIdo el joven Miguel en el Colegio dirigido por illl a~rtugUés Guyen, mucho más importa el esta?o de ~ildem.~. "t aunque lo indica M. Bonnefon, á mi. hu11 los J ICIO no hace más que indicarlo, Y se ple.rde rgiat d~alles. Pasaré también el capItulo Mon.toi1l ra o, de luUY iD$ructiva lect ra por la -


368 . ., de-[ I'1edio en que vivía Miguel, para lleO' crlpClOn· '. 1 'd /bar - d 15-1 la fecha caplta en su VI a, elj)eríod a1 ano e l ' < l '. o que va hasta el de í 580 Y m<1rca a composIcIón de los Ensayos. . e Aquí sí está lVl: Bonnelon ?n su elemento y J.lfonlaigll,e triunfa el bibliotecano. Este capl ~l1lo, en S1¿ t;a;:a, honra sobre ffiC'nera la mtmcl0n del autor, Se pregunta con u~ i 1terés q;le ,compar~ir~ toda per. 50na curiosa, qué libros constltUlan la blbl:oteca en· cerrada en la torre de l\1ontaigne y que, según éste. iban más arriba de dos mil tomos. La contestación, aunque se hayan conservado algunas de las obras ue la componían, no puede ser más que hipotética. Pero hay tal delicadeza de deducción en las suposi. dones que sin prisa, metódicamente y á contados pasos se va levantando NI. Bonoefon y apuntalando con sólidos y á veces incontrovertibles argumentos, que nos convence sin esfuerzo y arranca la adhesióll aun al más prevenido. En conjunto, pues ha llegado muy tarde esta obra á mis manos para que pueda, en horas, examinar cada detalle, así debió de ser, en efecto, la biblioteca de MiO'ue1 de 1IontaiO'ne, si él la escogió toda, si no recibil' ya parte de eUa, Ysi no se .. ument6 también por accidentes de comprai ca· suales.. En 10 ~sencial y basándose en el genio d.~ M?ntalgne y ~n los ]t}nsayos, la formación de SU bIblIOteca es lógica y casi casi forzosa. Note el lector que insisto tanto más cuanto que he puesto al autor con mi sinceridad acostumbrada, los reparos que se' me fiO'uran fundados Y es justo qu; Igualmente alabe lobque !e me a~toja la pa~ ~a~dn~eva, la que mayor fuerza de an{¡,lisis Yde 1 c a revelan. Aunque no hubiese otra cosa a o ra, y . no es así, merecería público aplauSO P!'1 esta tentatl . ' va osad a y coronada por el éXito. me e áS harIa sen t'Ir que no haya profundizado D l1l! .wonnefon en la {)SIto . 1O¡ll~, ' de Montalgn .e, ' SI n o

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AR1'E:5 E.' PAP1S.

36 9 que con la materia cambia el análisis, la deduc~i~' la esen~i~ mis~:~ de la sa~ac.id~d, y que Su prol '0' n <'7( IlIlbdo dellWI'<J, predi poma al autor á salir ¡es l 1 'roSO de su empresa primera, a reconstitución de l", al ' . a; biblioteca de l\Iontalgne. 10 es meno brillante y sólido el e,'amen que consagra 1\1. Bon¡~ef~n á los !5~~sayos. e ve que los ha leido en sus pnnclpales ediCIOnes; que los ha leido como ha de leer el critico, penetrándose de ellos, estudiándolos con detenimiento, comparando, compulsando minuciosamente. Que se los sabe de memoria, por decir! así, es evidente, y esta página se ha de considerar acabada en cual to á mesura, tacto é imparcialidad, pues el autor no es n sectario y hace gala de independencia. Aunque no sea amigo de su estilo compuesto y de más rebuscada que natural elegancia, sin duda daría la preferencia al estudio de Yillcmain, que dice con más sobriedad lo que dice ,1. Bonnefon. Pero, t 1 cual está, este capítulo honra también al autor, y tal vez habría sido perfecto sin ~a preocupaci6B manifiesta de ser justo, de no alabar Inconsideradamente ni censurar sin pruebas innegables, que ata á menudo f. Bonnefon agostando en s~ flor la espontaneidad y el reconfortante entu· Slasmo. La vida de 11iO"uel de Montaigne es bastante Conocida, en sus g-r~ndes líneas por lo menos, para qu~ precise recordarla. acido en Montaigne, instrUIdo en el colegio de Guyena, magistrado y más ~rde alcalde de Burdeos, murió sin poder completar a edición definitiva de 10s.E ;,8(11/08. Después de la ~mposición de éstos, y antes de su nombramienta a alcaldía, habiendo pasado nueve años encerrado ~?~ sus libros y consigo mismo, decidió viajar, ir á la sISlta de Roma, en la que tanto había corrido ya COA .qU~. autores latinos. El capítulo que M. Bonnefofl e lea á los viajes de ontaigne, es, con el Wl el I

-4


REVISTA PUERTORRIQt1EÑ•. J?Ú

-jado de J¡fontaigne en su casa, el ~que más me sedu. e. En realidad, no pasa d~ ser una glosa del ])iario. de viaje de!Jfontaigne, pubhcado por Querlon, v qUetel1g~ encuader~ado con ~os Epsay?~ een la edición italiana, no habiendo podido adquirir la francrsa) Pero esta alosa está compuesta con inteligencia SlIma nena hábilmei1te las soluciones de. conti?uidad, qn~ en el diario abundan, y pone en reheve diversos puno .os apenas indicados, que pasarían por alto á muchosJectore . lenas importancia he de at.ribuir al capítu!{) destinado á señalar la gestión de Montaigne durante sn estancia en la primera magistratura de Burdeos, no porque no la tenga, sino por ser todo ello má& conor.ido. Reconoceré. sin embargo, con gusto, que esta lección histórica merece ser lcic1a, por la verdad que la informa y el claro juicio que Id analiza y expO:1e con soltura y brevedad. Además, finaliza este capítu'o con la narrac¡ón de la 111 lerte de J\Iontaigne, que ef}cierra altísima enseñanza y fué lo que debla il~ ser en quien siempre "se mantuvo á igual distane a de la negación formal y de la afirmación absoluta, comprendiendo que es tan temerario negar com~ afirmar." dice muy bien M. Bonnefon. T\Ienos af~" nlOado que sus mayores, l\Iiguel muri6 á los cIncuenta y nueve años y medio, y fué lástima que no ~zara de más larga vida, para poder imprimir él mismo, la edición que preparaba de los Etlsay<JS, Pero, . ¿ los habría dejado así, y de vivir más y con~ervar su frescura intelectual, no habría vuelto á ner otra vez la mano en ellos tan lueao reimpres~s No parece aventurado responder ' b fi tl~3 con la a rro a esta pregun-ta. • r E? el último capítulo, destinado á. lila pub" I~n post~ma de 10'5 Ensayos," M. Bonnefon tra. y particularmente de la viuda de Montaigoe, F

Por

ClSCa

de La Chassai¡¡ne. 'Ya. habiá dicho antes-d


1. l' \,

I II

l. l' I 1

7

"Era una mujcr dI :1',111 .('Iltilill. l' 11 (JI (VI . I o hacer sen~ir ,í. Sil :¡]n dI dor. .I1 illlJlOII r.( b' nhechora lnOucncl.l. l' 11 IIll,l ((¡IIIJ!. 111 yl:clieta. tnl cual la SOi¡'l~·.1 ~I()I)I i':II', '11l • ti (.' I e deseaba encontr.tr I rtnclp,dlll 'lItl 1111.1 lIlll,', I 11."1 sda)' • constante. b asa( a en l ' .1 rCClpro( al onli 11/1." Y un poco m;Ís :1JJ.í: "i\1ad. de l\Iontaignc pos('ia, ('l) (,1 hl)'~.', J. cualillades de que SIlI~ci:1lrn('IlI(: care( fa ',JI t' .po ,l)' l. conducción de los a 'UI1tO~ tI()Ill(~~tj( (1';, 1.1 din'( I ¡{nI ti los bienes y la C<lsa. Era instruid 1 y tl'llí;¡ ele '.pi l ' el seso, pero lJO parece qll(~ se haya mI 7.( lado 1I1111r.: 1 á las meditaciones f¡Josófic:1s de Sil marido, ,( (0/1 tentó,-y la parte es hermosa.-c.oll di j: 110 (ILlr:í su ~abor. con permitirle cntregarse :í Sil;; all'~li ,j. J1' i coiógicos ó á sus lecturas, descargándolo dI' la'; pn ocupaciones materiales. Casada con IIn ]wlnlJl'( dI. quien comprendió el alto valer, tuvo la ambición de 110 turbar sus pesquisas con cui(tic1os ajenos, de con' er· var á su soledad tocio el e pacio y calnl'l par.l pen,;.r: Las mujeres quc saben permanecer de este l110lla (;n la penumbra de la gloria de su marido, son !licmpre raras, y tanto mayor es cl m~rito para las qm: lo cumplen." . En estc último capítulo, el autcr VI clve ;1 su dog.'o y se c"tiende más en él. Era tanto lTlás necesa· no, cuanto que Montaignc, quc lO imitaba en esto ;1 su adorado amigo La Doctic, no habla en los fi'11,,~(J!/O¡¡ ?e .su. mujer, sea por delicadeza, por 110 exponc~ la ~ntlmldaá de la vida con yugal á los ojos del r(¡J~lI<'o, ea porque no O"ozaba aún la mujer en aquellos W:ll1pos: la situació~ que alcanza en los nuestros, y que seta mayor cada di a, á medida qne caigan muchas ~reocupaciones sin fundamento, y :i mcJida- sobre toO-que el egoismo del hombre ceda y se convenza de que, Como dicen los franceses sitio hayal sol ¡ ara ~do '. , VIviente.

f.,


I'EVI:>TA PUl'TORl'TQIJE••-.

Si, para mayor comodidad del :ector, tengo que car yo mismo el resumen dc lo que ~e apuntado iré que esta biografía general de Montalgne es par~ ()S fieles dellViaestro un reCllsr?O d~ lo que ya sao Jt:ll1, pero narrado con gusto e ,1Oteres: y. con sagaci. (1.d y novedad en lo referente a la blbltotcca. Para a generalidad del público, aún del público leido y erudito, esta obra será nueva no sólo por el modo de ~xponer sino por los h~chos en sí Ofrece la real ventaja de reemplazar vanos tomos, algunos de ellos de diííc'l adquisición, evitando, á los que no tienen tierno QO dispanible, de acudir á las fuentes. Además, que no se equivoquen mis amigos y vayan más allá de lo que quiero significar. El libro de 11r, Bonnefon. no es únicamente un lib,'o de buena fé como con razón asegura tomando la frase de Mon· Gligne; es un libro profundamente pensado, compuesto ::00 esmero, escrito en una lengua clara, elegante Y racil, que honra al escritor y le concede puesto aparte ~nte los historiadores de MOl1taigl1e. Que se haya servido de cuantos elementos tenía á su disposición, de os escritos y hallazgos de sus oredecesores en este s 1 jo, es el cumplimiento de ~n deber, y pa sacado ~e ello~ el mejor partido que podía sacar. No se ha 1e pedir. m~s á un historiador. Me parece, p~es, 1en su tl:aba)o ~lgno de respeto y aprecio, y 10 rec0rn u• do 'J1vam~OIe á mis lectores ' que pasarán con él alg'da• :las hroras .de agrada.ble solaz, penetrando en la vi 11 ?e ~_on~a~gne: tan ltsa y admirable toda ella. Y e a dramatlca epoca en que le tocó vivir. , Mr. Pablo Bonnefon nos habia dado y~ las , Obr~ oompletas d,e Esteban de La Boetie, (en la hbrer ia R ua~), cen una noticia biográfica y su edición UeS ; mo~s Jxcelente_que conozco. E;a casi natural q 7 11 ~ e ~a Boetle nos hablase de su amigo J.\{ontalg escendlendo por la líne que va del uno al otrOe Ciue ofrece al mundo el alto ejemplo de una verdad

1


I,I':J 1'1\5 \' ,\I'TES E.' 1'1\)')8. ,

.-t'\d .

~n1l5'

37~

El •germen del 1I1ontaifll/e de MI', Bonnr<or ,

par\_cl otro, " cuanto nos apunta el , j' ~o·o 50n raZOl1l:~ para convencerse á sí Prol)io ue l;lel ., •b" . que le <\515tla para escn . Ir su Interesante libro. ,

11t"

Las.flore,~ y

los jarcZines de Pa?'í,<;, por Carlos lriarte.l'n tomo en I<¿.o de 277 páginas. Antigua casa.

Ql1antin: May y Motteroz.

Precio: 3-50.

Me gustan las flores más de cuanto gustarle pu dan á la mujer á quien más le gusten, pero mi cariño se reduce á verlas y no tocarlas; es decir, q prefiero la flor entre las ramas donde nació. Il' pudiendo soportar olor alguno, y prodigan o en casa, en vez de fiores, plan tas verdes. Estn no "t que me seduzcan cuando las miro en los <::scap;¡r ltt: de las floristas parisienses, que han llegado á cont r entre las primeras y más primorosas del mundo. ,Iu g~at~ me es, por 10 tanto, el estudio, que con ~1I el ~ nela acostumbrada nos da el eSCrItor tan amigo d ~sp ana, Carlos Iriarte. En al2'unos años desde poco dcs::lués de la 1gue tra'" . , vemos flores en Parfs á cada paso: se e t, b e tantas fl aristas . . que pasan de seteCientas, ' j"a pI e ectUra ha " E 'lIa.d n', renunciado a contarlas,- d esd enero b Ill~l1\bre, r á precios adseguibles para todos 1, pUes hay flores v flores --flores carísima-; y RoSillas, Ores b :genera,¡ y corno t o.d es aqUl l aratas. El gusto . o qUe aquí llega á generalizarse adquiere proporcl(J


'l74

--

RIWrSTA l'l1ERTOJ~r{.(2t ~l A.

nes ·nmensas. el comercio de las fiares es importando sima y beneficioso. Un detalle lo. !1ará com:)render d~ aolne. En el año de 1890, el lIno del valle figura en la ;conomía floral de París, por una suma de sete· cientos á ochocientos mil francos,-wza sola /i07',-y las sumas gastadas en coronas fú ncbres de flores na· turales, alcanza en la actualidad el total respetable de treinta á treinta y cinco mil francos diarios,-¿ se ha leido bien ?--cliar?:os. El autor nos cuenta ante todo cuáles son las prin· cipales fuentes de alí mentación de este prodigioso consumo. Desde fines de Mayo hasta los primeros dias de Noviembre, París, con sus alrededores se entiende, se basta á sí mismo; desde Noviembre ál\layo, tiene que recurrir á la Provenza, sabiendo hasta las costas it:\lianas, y de aquí los dos términos consagrados: el PCI?'¿S ó sea la flor local, y el Jfediodía, 6 la flor provenzal.• Citando sólo algunas curiosidades á vuela pluma, existe en París una familia que no cultiva más que naranjos, y en cualquier época del año una desposada puede llevar al altar un ramo de anhar cortado al· g,unas horas antes á las ramas del arbol. No hay más que una familia, y basta aún para una ciudad eomo París, pues este ramifo se pacra diez luises, y con los quince que cuesta el encaj~, son ql1inien~os francos. Cuando esta familia heredó los naranjOS en cuestión, se valoraban en mil francos cada uno; hoy dan una renta triple de esta evaluación. En .el teatro, Sarah Bernardt, 1\1 me. Judie y Juana Granler se llevan I.a palma, de tal modo que en ~l,¡a'ro. años de su existencia esas señoras han visto marchltuse en su cuarto del teatro 6 en el salón de s I casa, más de cien mil francos de flores. Estollegaría á r.a.recer inicuo, si no se calculase la infini dad de familIas que con ese dinero vive y llega fácil-mente á la vida desahogada.


LETRAS \ A1{1ES E.

PAR¡S.

37 Particularmente he seguido yo los trámit d. .• 1 es e una ascenClOn en esta esca a comercial. Ulla jovencita, casada con l~n, ~mpleado secundario, mozo Je almacén ó algo aSl a Juzgar por su cara, comenzó á vender flores en cesto en mi antigua calle. Poco de pués, á causa de una demolición, la cedieron un' casucha de cuatro tablas en el solar que, por falta de dinero, debía estar años, y está aún, por construir. Entonces pudo tener macetas. arbustos,. flores cortadas en mayor abundancia, Y es forzoso que, en seis ó siete años. el comercio haya prosperado bastante, pues ahora la jovencita tiene una anchurosa tienda con dos vastos escaparates, luz eléctrica, tiestos de plantas caras, ramas de orquídeas á quinientos fran· cos el pié, y todo respira en ese comercio holgur bienestar y riqueza. No sAlo estudia Mr. Iriarte el comercio de flores, sino los jardines de París, paseándonos por los ~o" ques de Bolonia y Vincennes, el parque l\fontsourls y el de ~Ionceau, el Luxemburgo, el jardín del Museo de Cluny y los jardines de cada barrio, que P?nen frescura y verdura en el centro mismo de la capItal. Todo ello es curioso nuevo, interesante, y será leido con placer. . , Lo COí'tO del tiempo. no me c,onsiente ocup_arme de la nueva novela de Marcelo Prevost, El Otono <k Sna ,mujer, que tengo sin cortar encima de la me a. era para mi próxima revista. LEOPOLDO GAReTA-RAMÓN-


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a

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SOBIESLAW.8;., Corría el año de 1863. En la Polonia rusa acababa de estallar una re·· Volllción. Sobieslawa, hermosa joven polaca, resolvió foro mar un cuerpo de amazonas para combatir á los mos· covitas. Mujeres jovenes de todas condiciones, hasta lIe· :lar el número de 117. vinieron á ponerse á sus órdenes. A continuación traducimos textualmente el últim(¡) episodio de esta campaña:

Al despuntar el dia llegaron las amazonas á un pequeño bosque de las cercanías de la aldea de Ku.l:ilibaka•.


nl\rE'C, \VA.

Dos de entre ellas partieron en busca de ví.

,eres.La pequena - t:opa se I1aII aba ocupada en la pre. par,;¡ ción de sus aIlInentos, . h ' cuando por ambos lado'"~ del bosque aparecIeron usares rllSOS conducidos por oaisa nos. " , . . , _¡ Tralclol:.. ,,1-,gntó Sobleslawa.-¡ Vendamos r.aras nuestras vIdas. Ordenó q~e se ataran los caballos en el centro, del bosque, y dividió su tropa, Ella misma se colocó con una parte en el linde Norte, detrás de altos montes de nieve y abetos potO elevados, colocándose la condesa Kasimira con la otra parte de la tropa en el linde Sud. Los rusos mandaron exploradores, Jos que, acero cándose al bosque y no oyendo tiros, volvierún di·· cieodo que en él no habia enemigos. El comandante de los húsares mandó echar pié átierra á la mitad de ellos; luego penetraron en la espesura con la carabina baja. . Sobieslawa dejó que los enemigos estuvieran ti dIez pasos. Las amazonas hicieron fueero súbitamente. Muchos rusos cayeron; o~ros tiraron al aire y ~caparon,

En este momento las polacas se lanzan sobre los fUsos que estaban apostados sobre la parte Norte del bosque. • ron Después de una corta refriega, las primeras fueduefias del campo y los húsares huyeron. P1 El comandante trató en vano de detenerlos: sus hjabras no produjeron más efecto que los golpes .de r~no qu d'ó .. S ~ 1 con su sable á los fugitivos., ' de h ?bleslawa saltó súbitamente junto á el y trato Qjbi6e~~10 e~ la cabeza; pero él paró el golpe, y re.h:nda en el brazo. . N Illlsmo tiempo cayó de su caballo.. nuentras


cnn !lcrsc<yuidos furiosamente por ¡as ] us 50 11l ,,\tl')' l < ' ", ' • 1 amazonas. Sobieslawa haCia pnslonero a coman dantc.Los rusos del linde Sud hab''lan l'eI' lUi o Igualll~n t

.

Cuanrlo las polacas volvieron con sus cuatro hombre desannado, ya no habia ni huellas el,el ene.,' migo. . El oficial ruso Illlraba conmovido a la mUjer que 10 habia hecho prisionero. Ella no habia visto jamás á un hombre tan hermoso, y él estaba sorprendido de hallarse en frente de una l1lujer tan encantadora. Sin saber lo que hacía, Sobieslawa curó la herida del oficial y la vendó con su propio pañuelo, mientras que las otras mujeres daban el g-olpe de gracia á los heridos enemigos que quedaron en el lugar de la lucha. La tropa de amaZ<lnas habia disminuido. Tres Illuertas, once heridas, contándose entre éstas la condesa Kasimira. Sobieslawa no se desalento. Más de treinta cal1iveres rusos y Cinco prisio· neros era el trofeo de su victoria. ~ ~zo atar á ~0S últimos codo con codo, y luego los unlO por mediO de lIna cuerda, de modo que una sola mujer pudiera cuidarlos. En seguida se dirigió á la aldea con toda la tropa. . Los pai:a~os que se habían agrupado, fueron dIspersados a ~Iros de revóh'cr, y sus casuchas fueron entreg-adas :11 ll1cendio. Poco después toda la aldea era una inmensa hoguera. . Apoderáror.se de tre? carruajes que engancharon pomendo en ellos sus hendas y se retiraron llevand con ellas á los prisioneros. '


( II!H.SLA \\

.

_( Por qué no los haces fusilar ?--pregnntó Ilnl ira.

SubiesJ" wa no con testó.

~Iarchaban por el camino lentamente, pOi'que e

carruaje conductor de las heridas no podb avanzar más; hubieran preferido morir antes que abandonarlas. La suerte les fué favorable. Al resplandor del sol poniente percibieron cí convento de Svienti Duch, cuyos monjes hacían causa común con los insur,rentes. . Antes que cerrara la ~oche, este puñado de he rOlOas fué acogido en los muros protectores. . Los monjes cuidaron atentamente á las hendas álos que no lo estaban. húsares fueron puestos en una bodega, y el 06 cl~1 . Los encerrado en una celda c~ya ventana estaca enrejada. tu -J uzguemos á los moscovitas- dijo Kasimira,' ya frente rodeaba un paiiuelo empapado en sangre. 1

-¿ Por qué tan pronta ?_respondió Sobies,

aWcl.

-Pueden sernos perjudiciales. Qer -¿ y á qué un tribunal? Fllsílense los prisio' o~~ero yo quiero salvar u~ herido. . ? e Intentas conceder la vtda al ofiCIal ruso.


REVISTA. PUERTORRIQU'E

Sobieslawa no respondla. -Convoca el Consejo de guerra-continu6 KaaHlura. -Déjal0 vivir para mi amor-dijo Sobies.&wa. _j Traidora f Si et'es infiel á la santa causa-e lam6 la condesa-yo tomad el mando y te castigaré. -1 Soy humanar -¿ y por qué sólo para él ? -No sé. -Pues bien. ese hombre debe morir. yo 110 COROzeo la piedad, y. como tú düdas. debes ponerlo ea is manos. -~ No '-respondi6 con aIt'vez Sobiesla a.Yo mando aquí ~ tú. me has jurado obediencia: él A0 morirá 1 La condesa se aleJO. Un cuarto de hora después todas pene aron en el éuartó de SObiesla y R«1f,ol~ muerte d~l ofici~ Una de ellas mósCr9.,Su& he • Pf u: traición,. una tercera 'd¡~eo(30N para las que wieroR en la refriega. SObieslawa permaneció muda No le supliq:ueis por más tieqtpa-d':jo 11a ~;;! ..::~éllas -(. Matémosle t .;;.~~~Sne~llIi:ío t Vo mando.-aún, y á la qoe se .. m lamataré. ~

.

~calma.

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"ni'

h,o! de la os pl'.lSlOlUl1.9

~~~Il=o~;l

aurora~ So.b~J


',amE 'LA \\ A.

j

_~oy el capitan de caballería Alejandro Berg .. del general de este nombre, El gobierno me. htlOaeará con gusto por un jefe insurrecto cual cao" quiera. . , '1 1 lb " --Es lOutl , manana a a a monrelS. _¿ Entonces no queda esperanza? _¡ Ninguna! . Y Sobieslawa se volvió para esconder el rastre entre sus manos. -¿ LIarais por mí ?-exc1amó el oficia!. -¡ Adios! -¡No! y la detuvo. -Decidme, ¿ por qué he merecido vuestra piedad, ... ? -No sé; pero estad seguro que no podré sobreviviros. -¿ Cómo os llama\s, señorita? -Sobieslawa. -¿ Por qué os he conocido en tal situación, en. frente de la muerte ?-continuó Berg.-¡ Qué cruel. dad la de la suerte! j Mostrarme la vida tan be~a, tan seductora en el momen o que voy á deJarla! -Callad-replicó la polaca ;-me destrozais el corazón.

-:-i No comprendo -dijo

Iaene~lga, vIda! Os

el ruso--cómo vos, mi

no mp. odiais y quereis hacerme gracia de

a;i,Oh, Dios mio!

Ea ·--e.xclamó la

i No sabeis entonces. cuánto

polaca sollozando. cOnd' 1ofiCIal la estrechó entre sus brazos, y ella es.. ~ llorando, su rostro en su pecho. . . . .....N Soy tuya -exclamó con una excltaclOn salv.aJe. 'te s~ P~edo vivir para tí; pues bien moriré contigo. ~Or.gulré allá, donde no hay ódío y donde todo es


"

REUSTA I'VERTORRIQl'EK, .

--Esto me parece un sueño--murmur~ el ruso. --y tú, ¿ me amas también ?--pregunto. -- Iás que á mi vida. " ..

Al alba, los prisionerus fueron conducidos al palO del convento. El capitan Berg estaba pálido. Su brazo estaba envuelto en el pañuelo de Sobieslawa. Cuando ésta salió de la capilla donde estuvo largo tiempo en oración, el ruso la saludó. Al frente de cada condenado estaban dos ama. zonas, revól"er en mano. Berg miraba á Sobieslawa, quien á pesar de su abrigo de pieles parecía tener fria. La polaca levantó el sable y mandó ~ --¡ Fuego! Los cinco cayeron. Berg estaba arrodillado; su pálida y hermosa cabeza descansaba sobre el muro; \'~vía todólvía, y su sangre teñía de rojo la blanca nieve. Sobieslawa se acercó á él Y le dió el oO'olpe de . gracIa. --¿ Soy una traidora? -No; has cumplido con tu deber--dijo la con"desa. --j No-exclamó Sobiesiaw3 :--he sacrificado al hombre á quien amaba! Sonó de lluevo un tiro ele revólver, y Sobiesla\\a C3)'Ó muerta junto al cadáver de su amado.


na hora mรกs tarde las amazonas dejaron e' claustro para combatir, y los 1110nj~s enterraron en. una- misma tumba al ruso y รก la polaca. SACHER MA50CE~


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i

L PATRONATO DE SAN MARCO....

Gran tote-tote habia en la but:na sociedad limefia 1)or el mes de Setiembre de 1574· Y la cosa valí la pena, como que se trataba nada menos que de elegir santo patrono para la Real y Pontificia U niversidad de Lio'a, recientemente creacla por cédula de! monarca y bula de Roma. El nuevo rector don Juan de Herrera, que era ab0ga:lo y que habia reemplazado á los m ~ dicos Meneses y Sanche;: Renedo que fueron 'os dos primeros rectores, se inclinaba con los demás leguleyos á San Bernardo. El partido de los galenos exhibía á San Cipriano, y los teólogos estaban decididos por Santo Tomás. El virr y. como para poner en paz á los tres l!ando... propuso la cJ.ndidatura de San Aú'uslin. Las limeñas que, en esos tiempos (y [JO n~ perder la costumbre, hasta en los OlH'stros) se metían en todo, se propusieron hacer capítulo por los cuatro evanCTelistas; y húbo]as partIdarias de San Juan San tucas, San Marcos y San i\Lneo. Así cada doc~ tor de la U niv~rs¡dad, si era hombre en disponibilidad para mando, se cncanlraba con que su novia le


EL PA1RONATO DE SAN MARCüS.

pedía el voto para el ágl1iJ~ de Patmos, y sus herma_ nas para San Lucas. Y SI era casado, la mujer aspi. raba á conquistarlo para San Marcos, y la suegra para San Mateo. Ni los teólogos estaban libres de que la confesada 6 hija de espíritu se te insinuase en favor del evan. gelista de sus simpatías. i Qué desgracia la mia! Si yo hubiera comido pan en ese siglo y adem~s sido doctor, créanme ustedes que sacaba el vientre de mal año. Vendía mi voto baratito. Me parece que un celemin de besos no habria sido mucho pedir. Convocóse á claustro para el 6 de Septiembre. y San Marcos sacó cin:o votos, cuatro San] uan y San Lucas, y tres San Mateo, que fué el candidato de las viejas. En cuanto á San Agustin, San Cipriano, Santo Tomás y San Bernardo, todos pasaron de la decena, como que eran sesenta y ocho los doctores del claustro. No habiendo alcanzado mayoría absoluta nioo-ú'l '" n santo, quedó la votaci6n para repetirse en la se ''13 siguient~. j A cubiletear se ha dicho! Las limeñas calcularon entonces, y calcula ro' muy juiciosamente, que anarquizadas COO1.. estaban no había triunfo posible para evangelista alguno. Dicen los hombres de política que esto del voto ~cumulativo para dar represen~ación á las J~linorías es Invento del sio-Io XIX. MentIra, y mentIra gorda, digo yo. El ~oto acumulativo es cosa rancia, en el Perú parlo menos. La inventaron las limefias, hi tres siglos. .. . Ellas querían UI] evangelIsta, y resolVIeron acullJular en favor de San Marcos, que fué el que mejor parado salió en la votaci6n primera. .En el segundo claustro, que se e[ectuó el 16 de eptlembre, retiró el virrey la candIdatura de San AgUstin, y diz que en ello cedió á infl uencias de:. falo


RE\ ¡ST.~ PII{TORRfQI'Jó.'" A.

clellín de raso. Los adeptos del Santo Obispo de Hipana fueron á reforzar las filas de los tomistas, bernardistas y ciprianistas. ¡Fu¡de • ir"pe 'a se habían dicho mis paisanas. Ta:¡ biéll el bando d ~ los evangelIstas' se refurzó con d\.os Ó tres ag-ustinos. La vtJtaci6n rué rpñida, muy reñida; pero nadie sacó la ma yorí.:l precisa. Resol vióse con vocal' de nue 'o a claustro para el día 29. y que la suerte decidiera, Llt'Rado el día echáronse en la ánfJr;¡ cuatro pa<'luctes Je S3nto T úm;í<;, San Br'rnardo, San Cipl'iano' y San 'rII.1rcos, y un niño de cincn años. de la familia del virrey, fué Ilev1do para hacer la extracción. Así. no h bría ni sospecna de trampa. i Victoria por L{,; Jim~ñ s! La suerte, que es fe.nenina, Ia.s fal'oreció. En pl p oo c;3<1stro, el 22 dI, Diciembre de 1574, fué s' ll~IT',1ementc proc1dm-lr!o y jura !" el evan~ell~ta del toro matrero como pa rón de la Real y Pontificia Universidad de Lima.. RICARDO PALMA.


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~OCETOc

La nuvia azotaba por fuera las paredes de la habitación, y el viento se introJucía p0r los a~ujero'i de las tahlas, silb,lOdo á veces c"m I un reptil y rl!~ie'ldo otras co!no un t ro. La noche no poJla t:star 111..13 lóbre~a y la tempótad au·ncntaLa. En el d s. 1.t1t laJu 3¡JISent'J de Glbrida, ~pe. nas iluminad!) por la iTI0rteellJa IUl Je U:la iá,np_,r." sólo interrumpían el s ¡eneio la fati·~oSl. reSeirac.ó'l

de la enferma y el eilisporreteo de la .uzDe vez en CU,lI1Jo St; Ola un suspiro, y tras el suspirv una

VOl

qllP. exeLlmaba:

. .•...I ,na d ce m/a

• 'If

Al poco rdto volvía.,e á escLlclulr la mi3ma voz; aún mls debil, ql1~ mUCIIlL1C.lba una oración. A lo Jejos retllm Jaoa el truellt). -¡ ~1aJr~ I/lja---volvía á decir la enf:rma-per.

t: "1 • - , .....f j O'n .... ¡uee qfllenme engano 00 ••• yo no lllllero m'lrjr sin verte. 1 U,us m~ tiga por haberte abandonado. . •. ¡ Maure Inía•.. j

d6 name .•••

dre mía. . •• per .... d6 .... name .•.•.• l!!


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I'i',\ 1.,1 \ l'II·,I'I'I1I({'I(.'U 1'.

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U n.\ II n'ihh: r;d,Ig':I tI ' viento hil.o estremecer e ,al1l'r;'\I1Wll (11: la casa. ,,1 l.\Illp.\r;l .'cl llí.\ el isporroteando. L.\ 1l\Ul'lhlll1lla principi6 ;t rezar de nuevo: /:Jllnta,

• MI/ti!'.' d,' f)il/,; .... .• -. i l' ayu. ' .. !-g'ritó una voz ronca desd.e 2f~e­ :rn i I ilr ,demoni . ! i Gabricla. . ! MI mUJe lb U1t; l' dormiJ.\. Vaya, por esta noche no be'n: l1\(¡s ron.. ..' U borracho abrió la puerta. L na bocanada fria lnlpetl10sa (le aire apagó la luz. F\ albal il entró hamboleándose y entonando una :II,ClOn obscena. De pron to se detuvo en medio de 'a hab:t.\ciÓn y comenz6 tI decir: - -j ¡abrida,. 0.1 i Gabrida, ! ¿ Dónde estás, Hermas; , ... ? i Ah" . centellas! Hoy no te he 'r; ido de comer .. " ¿ Para qué demonios, si tó estás .ísicl ., .. Vcn1ad es que tocio 10 <'!ue traía en el bol. 'illo me lo bebí --dc, Je, Je ! Pero ¡diablos' no te oigo . 'spirar, . .. ¡ Gabrida ,! i Gabrieb ... 1 I Mu· Jercita .. , .! Tengo ganas de abra:~arte .•. _ Enciend' la luz .. " i Rayos, ... ! ¿ Te acuerdas hace cuatro alíos, ... ? '\ us padres no querían; pero ¡regiones! yo e rob \ .. , ¿Tc acuerdas? La noche estaba eomo la ·\e hoy. .¡J c, J e, J e.... ! 1Temos pasado hamo ..... , ya se ve .... como me embl>rracho, ya RO lle (l'lieren dar trabajo ¡Canallas.,.! {Como si {os 'ciioritus no sc emborrachasen. . ! i Gabriela .••. ! Tengo g-anas de abrazartl'. Pero t no me cantes? lO 1. l ' d ' <\5 •. , " 'tara c. orml a .. ,. E spcrate ¡centellas! ~Oll mi~; besos te voy a despertar.. .. Je, Je, Je. UesJlués. ecl :Iremos un trago . El borracho cayó. Ya no se oía la fatigosa res',ir.ldón de la enferma. 1 El vi 'nto, en aquel instant/;" silbaba con más k. id (lile llunC;\ [UI'/(/

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El albañil, bamboleándose siempre, se acerC0 "nasta el lecho de su querida, la palpó con sus ma~os y comenzó á reir. -¡Je, Je, Je .... ! ¡Demonios., .. y que está. . dOrl11l'd a .. , ....t blen Puso un pié en la borde del catre, y extendió su~ brazos hacia Gabriela; pero retrocedió espantado, profiriendo una terrible blasfeml3. Su cuerpo no pudo sostenerse sobre. el catre y cayó desplomado en el suelo -¡ Muerta., .. ! j Muerta. '. !il-murmuro e1 desgraciado. Uu trueno seco y terrible fué 10 ún·icoque des, " pues se ayo. Más tarde, algunas estrellas brillaban en el firmamento; la tempestad empezaba á ceder. En la habitación de la infeliz Gabriela s610 se oian entonces los ronquidos del albañil. .....


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tI GRAFlA YNOTAS LlTERARIASr Entre lo~ libros m~s interesantes que he re"ibido en esta ú't°'11a quincena merece e~peciaI nlf-I1Ción el tltlJl< do ]j'¿15/{,I¡,gí,] del/a drJr).lIf], del ilustre ptnsador y p~icó¡()go it¡¡liano P¡¡hlo ~fa,ltegazla. de quilen ya los lectores de esta R EV¡STA conocen algunos trahajo~ eoxceleutes, relativos á las costumbres y el ca r: cter de 10s esp¡¡ ñoles. Cnmo indica su título, la nuev¡¡ obra de Mante. ~~7Za es nn t'studio acerca de la Iná~ bella IniEdJ del gécf"rn hUIl,allo. cOfl~idt:ra la desde el punto de vi~ta GIt i1tífico y SOCi<11. Fuer<l tarpa muy ;Jrrlua ('1 xtr;Jctar C?fl aciert'] ('sta obra t ,n admirahlel11ente -intéoic:l, y la sola enumeración de sus capítulos llenaría con e,'ceso las p~ginas destinadas á estos brevio im()~ apuntes. O'Jecie, pues, para más tanic el tr;Jtar de ella con la extensión debida á su gran importancia, y registre. mps por ahora su ap¡¡rición cOlon una bupua noticia para los amantes de la lerttll a docente y amena. Rt'ume el doctor Mante~lzza lo l11ejor pel}sado y más bellamfnte dje.bo 111st;:¡ hoy acere:! d la mll~er ~ aoo:liza, razooa, rectdicJ y d'::f>ura con gran persplca-


BrBL)OGRAFIA.

'Cía y claridad de juicio ese caudal de pensamiento:, máximas y apotegmas, 'en el qlle suele abundar mas el ingenio qut: la verdad cientíhca; aduce ~ran númer~ de o~s(·rvat:iones hechas, ~on la s~ga~ldad del psicólot!~ Y con 1;.\ il1der"~,~:l1c¡a de cnteno ~~= son pro lilas, y forma un IllJ10 lleno de en sen <l,¡¡za, imp(lrta~ltes Y de no esr:asos primates de forma, . , U no de los capitulos mÍ:> notables por, su o,ngi' nalidad y viveZ3 es el que trata dre: la capaCIdad intelectual de la mujer. tan 1l<:,<J",lda ó zaherida por sabios egoístas y apas'ir.nados, 'q~". -según la expresión (1~ Mantegazza-ven en la mujer iot< ligente una u~ur­ padora, una Nval intrusa en el campo del pr:nsamlcnto, una especie de hombre di"frazado. aellrórico, estéril, all[o anormal y extraño que vj~lle á di 'pütarIes una glnria de la que se creo-o dueño exclusivos. Demuestl a con datos étniws y fi"iológícos que la mujer sabia. e crítora o artIsta de mérito indispu't bl rt:l.m~senta el 4 por 100 d~ la ma" ge::neral. y un eX ede de esta Cifra en los pals's cionde alcanza U),l edueacion sólida y .y;u id la. No nieg-a que el 110;lJ.br~ de talento, suel(~ h'rllarse en p,:oporc'ón numenea un poco mas elc:varla, p ro c'<¡JlJca esta diferencia por varia" rd/,OlleS inde(Jend:ente<; de la fisiología cerebral, y termina ~us razonamientos con esta Ilotabil sima ob"f'rva'.:ion: Ppro ,¿ i qu~ invocar el nÚ'w'ro? ¿ A qué consultar aut~rlllad iI 111:': una, Ol apelar al grdl1 jurado de

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lo

las m,'Ydn<l~?

ElI el libro de la naturaleza est1 esculpida una ley y eterna como el mundo. y en"e{la que lo que ia n~turalela g-a:ta por un lado está obligada á econo. mlzarlo por el otro. .La muj.... r en la maternidad gasta (~nergía física sufiCiente para crear diez atletas. \.' derrocha de t .. I J Sil ;soro eSplr,t.u I mas afc:cto d,.,l que nect:sit<1ría para ear un genIo. Es cosa demasiado ,grande y dema


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REYISTA PlJERTORlUQtJEK A.

siado poderosa el hacer hombres, para que sea SI'nultáneamente compatible esa creación admirable, U:1que ciega, con la cre?Ción razonada y también olorosa, estétic· Ó intelectl:a1. Pero dejemos el cuánto del ingenio femenil y ..¡scutamos el cómo. Admitida la ex.istencia ele un hombre y una mujcr de igual fuerza intelectual, ¿ en qué se difer{'ncian ambos ingenios? ¿ Se advierte la diferencia de! sexo en el pensamiento? Creo firmemente que sí; pero creo también que es dificil determinarla." Más adelante. describe y partic:i!;~riza algunas c~ali~ades del ingenio de la mujer en los siguientes termInas: " En dos cosa.s la mujer sobresale y resplandece: en las obras del ingenio y en el talento epistúlar. No voy tan lejos como madame de Girardin, cuando dice que el ingenio es don in5eparabl~ del temperamento femenil, pero creo indiscutible que la mujer se ha elevado en este terreno espirítual á la mayor altura á que ha podido llegar el hombre. El ingenio es uno de los ornamentos más necesarios y de más rico precio en la conversación y en el estilo epistolar, y todos sabemos que la mujer se singularil.a brillantemente en el arte de conversar y en el arte dificillsima de las cartas; y si vemos que en estas dos formas de 10 que pudiéramos llamar la literatura íntima están en mayoría los hombres, es por· que éstos. por la costumbre tradicional y por la edu cación más frecuente, suelen ser más cultos porque están más obligados á serlo, han viajado y han visto más porque han podido viajar y ver 10 que á la mujer niega la rutina, y porque tienen. en fin, un arsenal más vasto y más abundante en armas eficaces. y si en el arte epistolar posee la literatura más maestros que maestras, es porque á la mujer se la


lJIBUOCRAFTA.

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impone siempre una gran honestidad, un pudor Infranqueable para sus expansiones sentimentales. Si se publicaran muchas cartas que yacen en la discreción de los amantes, en el culto de los hijos ausentes yen ese dulce secreto de una amistad cariñosa, MOle. de Sevigné tendría innumerables rivales. El hom~re escribe casi siempre de prisa, porque tiene ocupacIones más sérias, y escribe casi siempre descUIdadamente porque le importa poco gustar 6 no por sus cartas; mas la mujer, por el contrario, que busca en todo y ante todo el caer en ~racia, y que RO tiene generalmente ninguna otra ocupación intelectual perentoria, á las cartas consagra el caudal copioso de su ingenio, y en sus cartas vacía todo lo ardiente de su imaginación y toda esa movilidad encantadora de sus emociones, efímeras, porque cambian mucho, pero profundas y sinceras, porque en ellas pone la mujer, en un solo punto, su corazón y sus entrañas. En las cartas de la mujer todo tiene su encanto, como si todo en ellas llevara el marchamo del sexo, no sólo en las ideas que se atropellan y en las imágenes que se persiguen y en la información que se precipita, adivinando ó suponiendo en el lector curiosidad insaciable, sino también en las palabras que inventa su pluma, en los giros de la conversación familiar, que no disfraza con empalagoso artificio, en el caracter de la letra, en la puntuación rara y revolucionaria y en la ortografía, poco cuidada unas veces, y otras abandonada por complete. Pero, ¿ qué más? ¿ no son las posdatas una característica en las cartas de mujer? Pues esto, á mi juicio, no significa flaqueza de la memoria femenil sino suavidad de expansiones; de igual suerte qu~ su .ambición de gus~ar. se ~evela en el abuso que la mUjer hace de los diminutiVOs y de lo~ superlativos: empleando los superlativos cree la mujer sentir más, así :0010 empleando los din~i¡;lUtivos cree ser más


·~VISTA

1'\ '1\I{Tol\l' 11,11 1':. ~ ..

y expresar mCJor su ina¡;otables ternuras,'" ........ _ ... - .... " ..... , ... . .. .. .. .. .

<¡l'aCtV8/J

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Aunque f'~t()~ párnros b \l) [wrdirl0 fiarte de ~u viveza v t:11l'rL:f.t n ¡,l tI' ,dl1cciún. aun pnl.i('rJ dar u?a. br;lIa,1te id .1 di' Id til1l1r1 de Ol)~f'rv'lci/l/I (lue dlStlr¡(~'1l~ al [;;Jcúl le: il,t1iano, y Je la .tkxil.>ilidad y eleg ncia de su e. lilo.

O'·CJ)W.~ tiene por titulo \lna l1ltcresantp. novela. uc acaha r1p. pl. )liclr EV~1 c.,o, 1, UI'1. ('~.. critntrl de mucho t·)!.>nt.) ~ '~I'lr i 1, Y dI..: h'll)¡ 1"~1.1.1'¡)· tcll"'r(Tía verdadc::ra'l1' nt<' 'Id nil ,1 dI';, P'I"! r·l I)Uv : l <'ll:·.drid, en B 1'-C('\"II'1, l ) 1 ' , ' " ,K .. , J..l I I"IJana, y dirig' y r. '! Ida el1 ('~(a ¡'I'ti 111. L d J.1·l un ~t.lI1lna­ rio sat ric,) y !).h.ld.,rlor. N" 111.:: <;1 a 1.I1 .('.Jn.)cida la

(1<- t'sra inld'~f'nk dama en los trao::tjo..; jJ..-ri" l¡,tit:<JS y .illl1 l'l1 LJ~ ()br;.¡~ literarias de su m~l() )'ra lo C~[)()~l), el -;I-'Ií,rr P 'Tiliar¡ Dux.·); D'·ro r . lo que ahon p. __ r.ríb·~ v liS e,l "TI."S 'lll'- r",a,i7. t prtr::l valiosí~iOla

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Dlstín":l\en5... I<l~ no\'e!a~ .1.· E a Cal1e1 por la percepción cj,lra y -;egllra de 1"" ;lfn:ws llllnlallos, por la

agudp.Z't d<:1 in~tulo y pUl' e q pcn ·tr,lCt0n intuitiva de la mlljt~r, que SUI)I.; á v':ce~ el e<itudi" psiculóg-ico más COJlCI"!1ZlI<!u y pt-T"!'1(':J.Z. En O, eml/~ hay C·l ra"v-re'> hien traz::tdo~ y hasta temperamentos observados y descritos con exactitud f


y vigor; pero la ¡acuItad que sobresale en esta obra es la narrativa, que llega á un grado muy notable por su viveza y espontaneidad. El asunto es de suyo interesante, como que se trata del Amor haciendo sus adorables travesuras (n uno de esos focos de intransigencia política y refigiosa, que tanto abundaban en la región vizcaina después de la penúltima guerra civil. . Algo encontrar:a en ella que censurar un crítico escrupuloso y aferra-lo á 1\ nueva preceptiva; per:) los defectos que en O"e}Jm,~ pudieran señalarse no son de los que aCUS,1n deficiencia intelectual: tienen su ori¡.;en en la precipitación con lile fdé escrit.•, y este vicio (si lo (~s) resulta muy dif.cil de evitar en los que nos dedicamos por mucho tiempo á las tareas vertiginosas del periodIsmo.

Don Fernando Lnpez Tuero, director de la Es~ tación Agm ¡órnica de ('"t.1 ciu hd. 11.1 publicado un e1eg;mte volllnl<:n titular!) [,1/ J[ jet' NJ tojo ha de ser cultivo de lIlai¡, ¡;latanos, acll,ote, vainIlla, gp.ng-i. bre y demas phnt IS tropic,¡les Je expl"t1.ciéo lucra. tivo. a 1 s que el st'ñor Lopc¿ Tuero ha consagrado estuJios im¡)"'rtantes: esta vez ha cultivadq fiores, y le alabo el gusto. El terna que ha elegido para su nueva obra ofrece dificultades enorme". en fuerza de ser eterno, inagota~le y tent.\dor. Le h,: n ab'rc1ado casi t')das las águilas del pensamiento. y tiene que ser muy pode-


REVISTA ¡'L'EI,!'

)RRIQUE~ .l.

roso el numen y muy original el punto de vista para que la obra q\:e hoy se escriba acerca de la mujer no resulte "un libro más." Dadas estas diF.cultades punto 1 enos que insuperables, fuerza es reconocer que la obra del señor Lopez Tuero tiene de meritoria algo más que el generoso empeño de: haberla acometido, empeño que ?Ol' sí sólo acusa fortaleza de ':mimo y nobilísima intención. Palpita, ademas en casi todas las páginas de la obra un sentimiento generoso de galantería, no reñi· do con las verdades de la ciencia ni con las conv:cciones del pensador. Por más que sean muy discutibles algunas de sus teorías, en toda la parte sociológica revela el señor Lopez Tuero amplitud de miras, deseo persistente de mejorar la condición de la mujer, y conocimien· tos ginerales del asunto. Respecto de la forma pueden hacerse algunos reparos; pero sería injusto negar que contiene belle.zas dignas de elogio. La Darte material del libro hace honor á la tipografia pL;ertorriqueña.

La Academia Espanola modificó, por fin, el acuer-do en que declaraba desierto el concurso de dramas para la adjudicación del premio de 5000 pesetas fun· dado por don M anuel Cortina, aboO'ado del Colegio de Madrid, con el propósito' de esti~ular la produc· .ci6n de este género literario. Después de un graA

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[;[I;LlOl:R.U 1;'.

trabajo de selección y eliminación, habíall quedau\..\ )[1/,.;l/na y La J),)lores, dos dramas con nombres d.mujeres, consider~dos C~1110 Jos. mejores entre los publicados en el último qUlOquenlc. La opinión de los inmortales se hallaba dividida. Los cdtalanes estaban por La Dolores, del escritor ca· t:Jlán Feliú y Codina, y los castellanos se inclinaban hacia J!(/riana, de Echegaray. Para que no hubiese rifia, se acordó declarar que ninguno de las dos merecia el premio; pero hechas ciertas aclarzlciones por' los albaceas del señor Cortina sobre el verdadero objeto del legado, declararon que }If,¿riawL debía obtener el galardón. Es, en efecto. el drama :le más nítida forma. Y el de afectos y personajes más verdaderos entre los· que 1 a escrito hasta ahora el célebre dramaturgo español.

El nuevo drama de don Eugenio Sellés, tituladO' El celoso de su imagen, no ha é!:lcanzado el éxito que 3e esperaba. no obstante los primores de su versificación y los pensamientos bellísimos que le esmaltan. Hay cierto dualismo en la acción, que perjudica \7 debilita el efecto generat El elemento dramltico r~. sulta, además" alg.o confu~dido c~n el épico, y hay escenas que mas bien parecen escritas para la música que para la recitación. En suma: el poeta resulta e.· ~lente> pero la obra, por su plan y su €structllra


es-aunque buena-inferior á lo que podía esperarse del autor de El Nudo Go,.düllto. Para muestra de la versificación, véase el si. guiente.relato acerca de la batalla de Bailén :

Roman.-A mi lado cayó al punto

,

de abrirse el fuego. Escuchad: (perdón por la falsedad, que va en honor del difunto). Callando y andando bien,' en maniobra combinada, íbamos en la avanhda por campiña de Bailén. La media noche sería, y de pronto, en los ribazos, cen tellea n fogonazos y suena fusilería. Se hallaron las avanzadas, y en ambos campos al par, quieto el pié, mucho escuchar, y bayonetas caladas. La nocbe á ti ros pasó, hasta que á las luces claras del sol, nos vimos las caras, y el ódio en días saltÓ. Entonces las divisiones rompen fuego en línea abierta. y el cañón nuestro despierta á los franceses cationes. Todo se pone en batalla, 10 que abrasa. lo español; de arriba, el fuego del sol, de frente, el de la metralla. y todo se estremecía; la tierra del estentor, los frances~s de furor


y nosotros de .•• , alegría. La sed concnrrió al Jestrozo ; tal ansia y calor sentimos, qu. tre'i horas no., ba·imos para conqui"tar un pozo. Costó la vi~a, por pena. á tantos, propios y agenos, ¡ que hubiera costadv menos si con la sangre se llena! Sus marinos batallones embistieron tan viriles. que el taco Je sus fusiles encend ió nuestros cañones. Fué la confusión tan brava que ninguno distinguía la mano que defenJfa de la mano que lT'ataba. Cual las águilas caudales van subre la prp.sd cierta. salieron con ala abierta las águilas irnperial(~s. . EJjos, duchos en campañas. y bisoñ.1C; nllestrac; g-ente:;, nos entraron sonrient'"s como en torneo de C;lñas; pero pronto se pararon y á poco retrocedieron, y á olro poco se irritan'o y después .... después corrieron, y má.; tarde Se esp;¡n':lroo, y al fin clemencia piJieron, y al postre capitularon. ¡ Dab:ln Já~tima y llOrror! DesceñiJo el uni[or, le, que manchan con unto informe sangre, pólvora y sudor; COflgestionada la faz,


· EVISTA I'UERTOI'I'J(¿üEÑA

las piernas casi arrastradas, las lenguas de sed pegadas, sin poder, pidiendo paz. Dímosla. que el español por llevarse el triunfo entero, vence con rayos de act:.ro, mas no con rayos de soL J

¡ Suena un toque mílitar de tambores y corr.etas. Los omores del pueblo, al oí7'1o, díc'3n):

( astaños llega, \IA ,(EL FERXÁXDEZ JüXCOS


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