La relación del diseñador contemporáneo con la ética resulta inaplazable, debido a la tremenda incidencia que tiene el resultado de su trabajo en el medio ambiente, con todo, sabemos que las necesidades humanas, los consumidores y los diseñadores mismos son diferentes dependiendo del lugar al que nos remitamos. Al respecto, no sobra decir que una mínima parte de la población del planeta (25%) consume la mayor parte de la energía existente (80%). Esa población esta compuesta por las naciones desarrolladas, en las cuales el diseño puede calificarse con frecuencia, de oneroso y mercantil a ultranza, es decir, disfuncional hasta los límites de la indecencia. El asunto de la forma en el diseño no es entonces irrelevante, sino substancial como la función que cumple, por esta razón, el diseño entorpece o hace posibles las acciones humanas, con todas las implicaciones que esto pueda conllevar.