LAS UNIVERSIDADES LABORALES GALLEGAS

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ANTONIO S. RÍO VÁZQUEZ

Las Universidades Laborales gallegas Arquitectura y modernidad

Prólogo de José Ramón Alonso Pereira


© Antonio Santiago Río Vázquez www.asrv.es © De la presente edición Colexio Oficial de Arquitectos de Galicia Praza da Quintana 3, 15704 - Santiago de Compostela (A Coruña) www.coag.es © Imágenes de cubierta: Raquel Castro Mosquera www.raquelcastro.es ISBN: 978-84-96712-43-0 Dep. Legal: C 1714-2011 Santiago de Compostela, 2011 Imprime: Lugami Artes Gráficas Infesta 96, 15319 Betanzos A Coruña


A mis maestros


ÍNDICE 9|

Presentación Celestino García Braña

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Prólogo José Ramón Alonso Pereira

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Introducción

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Las Universidades Laborales. Sinopsis histórica

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El Concurso de Institutos Laborales

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Una solución antimoderna

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Nuevas soluciones al problema

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La metáfora naval como modernidad Universidad Laboral de Coruña (1961)

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La monumentalidad de lo vernáculo Universidad Laboral de Ourense (1975)

117 |

La ciudad moderna fragmentada Universidad Laboral de Vigo (1975)

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Conclusiones

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Epílogo

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Anexos Relación de Universidades Laborales construidas Documentación original Entrevistas a los arquitectos

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Bibliografía


LAS UNIVERSIDADES LABORALES GALLEGAS SUSTANTIVOS, ADJETIVOS Y DECLINACIONES ARQUITECTÓNICAS José Ramón Alonso Pereira CATEDRÁTICO DE HISTORIA DE LA ARQUITECTURA DE LA UNIVERSIDAD DE A CORUÑA

I

Universidad es una palabra venerable que tiene tras de sí ocho siglos de historia. Sin embargo su significado concreto y su realidad no han sido constantes a lo largo de esos siglos. Su realidad social, su realidad científica y, por supuesto, su realidad arquitectónica han cambiado notablemente en el tiempo y también en el espacio: en las relaciones entre universidad y ciudad. La Sorbona de Abelardo en el París del siglo XII poco tiene que ver con la Universidad de Humboldt en el Berlín de comienzos del XIX. Asimismo, con el nombre de colleges o colegios universitarios, tenemos realidades diferenciadas en Oxford y en Salamanca, en Bolonia y en Alcalá, en París y en Cambridge. No es el momento de hacer un estudio riguroso del tema. Pero sí es preciso referenciar bien el sustantivo universitario para contextualizar la figura que con el adjetivo de laboral quiso presentarse en el mundo de la enseñanza en la España de la Autarquía y de los primeros años del Desarrollo. No me es ajeno el tema, ni en la teoría ni en la práctica académica, cuando, en mis primeros años de director de la Escuela de Arquitectura coruñesa buscábamos un modelo pedagógico al que referenciarla. El modelo canadiense, decíamos entonces, apostando por una visión que aunase investigación, docencia y convivencia. Donde la Universidad volviera a hacer de la docencia parte de esa vivencia más amplia que se adquiere con la convivencia. Donde el campus universitario y la misma

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arquitectura universitaria no se entendieran como meras áreas de zonificación urbanística, sino como auténticas áreas de zonificación vital, en donde pudiera realizarse la formación integral, en el aprendizaje, en la docencia y en la investigación. Con similar referente vital se concibieron en su día las Universidades Laborales españolas. II

Estaban recientes en esos años las experiencias de las ciudades universitarias que en las principales ciudades de Europa habían intentado reformular las relaciones entre universidad y ciudad, planteando algunas realidades bien distintas con un sustantivo universitario común. Así por ejemplo, mientras París concebía su Cité Universitaire sólo con residencias universitarias, sin centros docentes propios, Roma lo hacía sólo con facultades, sin residencia ninguna, y la Universitaria de Madrid aunaba facultades, residencias y servicios académicos. La de París vio la luz en el seno de una Europa que, tras la Guerra de 1914, deseaba reconstruir el diálogo entre sus pueblos. Se propuso como un lugar singular dedicado a residencia de estudiantes y a la promoción de una nueva comunidad internacional, donde las élites futuras de todos los países aprendieran a conocerse y a vivir juntos. Situada en un parque, se encargó el proyecto de conjunto a Lucien Bechmann. Entre 1920 y 1939 se alzaron en ella 22 fundaciones, entre las que destaca de modo singular la suiza, cuya sede: el célebre Pabellón Suizo de Le Corbusier, es uno de los paradigmas de la arquitectura moderna y de todo el siglo XX. En Roma, ya en 1900, se había decretado que todos los Institutos y Facultades debían reunirse en una única sede. Pero la crisis edilicia paró toda actuación, abandonándose la idea hasta el ventenio fascista. Sólo a partir de 1928 se abordará definitivamente el proyecto bajo la coordinación de Marcello Piacentini, quien, tras un particular estudio de los sistemas europeos coetáneos, optó por «retomar y desarrollar el tema antiquísimo de componer con diversas construcciones una piazza definida volumétricamente».

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Con orígenes asimismo remotos, la de Madrid cristaliza en 1927 cuando –para conmemorar sus 25 años de reinado– Alfonso XIII decide promover un nuevo y amplio campus universitario, cediendo para ello terrenos del Real Patrimonio. En contraste –como decimos– con las de París o Roma, la Ciudad Universitaria de Madrid reuniría facultades, residencias y servicios académicos, agrupados por sectores dentro de un amplio campus general ajardinado. El proyecto –obra de Modesto López Otero, arquitecto gallego, catedrático y director de la Escuela madrileña– unía una composición urbanística rígida y académica con una cierta sencillez volumétrica y una simplicidad racional en sus edificios, proyectados éstos junto a un joven equipo de colaboradores, miembros de la llamada Generación de 1925, en los cuales el compromiso entre tradición y vanguardia adquirió valores emblemáticos. Imaginada y creada en la España de Alfonso XIII, impulsada e inaugurada por la República, que la hizo parte de su programa educativo propio, destruida en buena media durante la Guerra Civil al haber sido largos años frente de guerra en la batalla de Madrid, fue a su término reedificada con cuidado por el régimen de Franco, que vio en ella el emblema posible de su nueva política educativa, tan distinta en muchos aspectos, pero tan ligada en otros a las etapas originarias. Significativamente, López Otero intentaría de nuevo en vano dar contenido academicista al paraninfo y al rectorado, mientras se consolidaba como tal el antiguo pabellón de la oficina técnica en Moncloa, muestra emblemática de la dialéctica entre lo moderno y lo anti-moderno –siguiendo el juego terminológico que nos plantea el presente libro– que llevaba del composicionalismo a la seriación y la normalización. III

Inaugurada oficialmente por Franco en 1944, la Ciudad Universitaria de Madrid se constituye –por medio de un complejo mecanismo de acción y reacción– en la base ideal, política y quizá también arquitectónica en la que va a surgir, no desde el mundo académico del Ministerio

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de Educación, sino desde el sindicalismo falangista y el Ministerio de Trabajo una nueva opción. Una opción que, aunque en principio se pensó mucho más modesta, fue pronto implementada y bautizada con el venerable nombre universitario. Al sustantivo se uniría un nuevo adjetivo, laboral, para declinar una nueva institución y una nueva arquitectura: la de las Universidades Laborales. En ese tránsito, el idealismo y la voluntad política de José Antonio Girón se encontraron con un idealismo no menos radical y con una voluntad arquitectónica no menos poderosa en Luis Moya Blanco. El resultado fue la Universidad Laboral de Gijón, casi una nueva utopía de un nuevo Renacimiento, tan ucrónico como la voluntad de sus fundadores e impulsores, que se concebía como una ciudad alternativa que volvía la espalda a la urbe gijonesa y se definía deliberadamente como un ente autónomo y abstracto, por más que su realidad se nutriera de realidades figurativas, unas tomadas directamente del pasado, otras fruto de la creación contemporánea más radical. La obra se hizo emblema de la arquitectura del Régimen y hubo un momento en que se pudo pensar que sería modelo para las restantes Universidades Laborales. Afortunadamente, eso no se produjo. Ni las obras coetáneas de otros autores, ni siquiera las del mismo equipo técnico se sintieron vinculadas al modelo de Gijón. Nunca se llegó a crear un tipo sobre la base que Gijón representaba como modelo. Más bien al contrario, la reacción frente a Gijón –unida a un nuevo tiempo histórico español que olvidaba la autarquía y encaraba un nuevo periodo desarrollista en clave moderna–, ayudará a declinar las nuevas Universidades Laborales dentro de las claves de la segunda modernidad, propia de la España del Desarrollo. IV

En Galicia, el mundo de las Universidades Laborales encuentra tres ejemplos construidos, cuya diferencia temporal –escasa si nos referimos

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a los largos periodos de la historia, pero muy significativa si atendemos a los ciclos cortos vitales–, mostrará el paso de la recuperación de la modernidad a su crisis, coincidente asimismo con las crisis del modelo docente que las Universidades Laborales suponían y de la ideología y el régimen político que las sustentaba. Estudiar este proceso en sus modelos de Coruña, de Orense y de Vigo, es el objeto de la publicación que tiene el lector en sus manos. Su autor: Antonio Río, es un joven investigador, serio y riguroso, formado en las aulas de la Escuela de Arquitectura coruñesa, de la que hoy es profesor. Conozco bien al autor y tuve ocasión de participar en su trabajo, pues me cupo dirigirlo cuando en fase académica lo elaboró como memoria de tercer ciclo, consiguiendo con él el Diploma de Estudios Avanzados y la consiguiente suficiencia investigadora. Ahora el lector ve el trabajo académico complementado y enriquecido por su autor, en un momento en que éste se dispone a culminar su formación investigadora con la presentación –esperamos que próxima– de su tesis doctoral. Una tesis que estudia el proceso de recuperación de la modernidad en la arquitectura de Galicia. Y, como acabamos de decir, este proceso en sus orígenes, en su momento de esplendor y en sus momentos de revisión y crisis tiene en las Universidades Laborales levantadas en Galicia algunas de sus mejores representaciones. El tiempo heroico tendrá un ejemplo emblemático en la obra coruñesa de Luis Laorga Gutiérrez y José López Zanón en Culleredo. El momento orgánico vendrá representado por la obra de Cano Lasso en Orense. La crisis de sus planteamientos la reflejará López Candeira en Vigo. A los tres se referirá Antonio Río cuando narre, desde sus orígenes corbuserianos, la modernidad y la metáfora naval de Coruña o cuando, hablando de Orense, plantee la monumentalidad de lo vernáculo, con palabras tomadas de Sigfried Giedion, o se refiera a la fragmentación de

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la ciudad y, por extensión, a la quiebra disciplinar que en esos momentos se planteaba en la arquitectura internacional para explicar la nueva visión de la que Vigo es muestra. V

Escribo desde Asturias, donde estoy impartiendo un curso sobre Construcción y deconstrucción en un máster de la Universidad de Oviedo. De la universidad tradicional de Asturias, la de siempre. Aquélla de la quiso ser antitética en su concepto y en su arquitectura la Universidad Laboral de Gijón. Desde la pequeña distancia que Asturias representa, la nueva lectura de este libro me permite una visión unitaria de Galicia, que la proximidad coruñesa haría quizá más difícil. Desde Asturias como lugar, desde la Laboral de Gijón como emblema, las tres Universidades Laborales gallegas pueden interpretarse de un modo conjunto como un work in progress, primando lo que las une, frente a lo que las separa. Y esa visión unitaria y secuenciada a la vez es la que, de modo inteligente, nos ofrece este libro. Coruña, Orense y Vigo, son soportes para una reflexión de la que el lector va a disfrutar en las siguientes páginas. Una reflexión que tiene mucho más de análisis que de descripción. Pues el lector podrá leer en la documentación gráfica los aspectos morfológicos y funcionales de las arquitecturas laborales. Y encontrará en Antonio Río el guía seguro para trascender esta lectura descriptiva y hacerla análisis intencionado. Para ir –como gustaba Bruno Zevi– de la crónica a la historia.

Oviedo, febrero de 2011


INTRODUCCIÓN

«La modernidad resulta mucho más fácil de ejemplificar que de definir»1. Con estas palabras comienza el historiador Peter Gay su ensayo sobre la modernidad. Desde mediados del siglo XIX, cualquier obra o innovación que presentara un ápice de originalidad o de reacción frente a lo establecido se ha colocado la etiqueta de «moderno», conformando un caótico panorama dónde es difícil pensar en clasificaciones, jerarquías u ordenaciones retrospectivas. En su origen, la palabra moderno se relaciona con lo que existe en la actualidad, lo que pertenece al momento presente. Reaparece varias veces a lo largo de la historia para distinguir las manifestaciones culturales o artísticas propias de su época frente a lo que se considera ya superado o antiguo. Al término moderno pueden oponerse los antónimos obsoleto, tradicional, histórico o clásico, entre otros, variedad sintomática, como ha señalado Juan Antonio Cortés2, de la complejidad del concepto. La imprecisión del singular y genérico adjetivo moderno es, en general, un recurso insatisfactorio para los investigadores. Un poema de Rimbaud, una composición para piano de Satie, un cuadro de Picasso o una vivienda de Le Corbusier son, sin lugar a dudas, modernos. Pero, siguiendo a Gay, no basta con un mero acto de reconocimiento. En las múltiples aproximaciones a la definición de modernidad que nos podemos encontrar, lo particular amenaza con imponerse a los criterios de tipo genérico y global.

1. GAY, P.: Modernidad. La atracción de la herejía de Baudelaire a Beckett, Paidós, Barcelona, 2007, p. 23 2. CORTÉS, J.A.: Modernidad y arquitectura, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2003, p. 44

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Sin embargo, sabemos que la modernidad es algo más que un conjunto casual de propuestas, algo más que la suma de las partes. Algo que, continúa Gay, generó «un nuevo modo de entender la sociedad y el papel del artista, un nuevo modo de valorar las obras culturales y a sus artífices. En suma, lo que denomino estilo moderno era un clima de pensamiento, sentimiento y opinión»3. Gay explica que, a pesar de las diferencias, los modernos tienen en común dos atributos definitorios esenciales: El primero es la atracción de la herejía que impulsa sus acciones cuando se enfrentan a las sensibilidades convencionales; y, el segundo, el ejercicio de autocrítica por principio. El arquitecto moderno elimina aparentemente de su proyecto toda referencia clásica o académica, obteniendo satisfacción no sólo por tomar un camino revolucionario sino por el acto de rebelión frente a la autoridad dominante. «La arquitectura no tiene nada que ver con los estilos», exhortaba Le Corbusier desde las páginas de Hacia una arquitectura. Acompañando a la oposición al convencionalismo, nos encontramos con la segunda característica: El autor moderno realiza una exploración profunda del yo. Esta introspección o indagación en el sujeto le lleva a considerarse como rebelde inconformista frente a la sociedad común que lo alberga. Se niegan las características cotidianas del grupo y ya no sirve su modo de expresión o sus valores. El creador dirige su ira interior hacia la colectividad y la provoca para despertarla. Frente a esos modernos irascibles nos encontrarnos con los antimodernos pero… ¿Quiénes son los antimodernos? Según Antoine Compagnon, catedrático de literatura en la Sorbona, los antimodernos no son los conservadores, ni los reaccionarios, ni los desencantados con su época; 3. GAY, P.: Op. Cit., p. 25

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los antimodernos son aquellos modernos que lo han sido contra su voluntad: «Los antimodernos son los modernos en dificultades con los tiempos modernos, el modernismo o la modernidad, o los modernos que lo fueron a regañadientes, modernos desarraigados o incluso modernos intempestivos»4. ¿Por qué Compagnon les llama «antimodernos»? Primero, por la posición que supone esta denominación frente a otras calificaciones, evitando así posibles connotaciones despectivas y, segundo, porque «los verdaderos antimodernos son también, al mismo tiempo, modernos, todavía y siempre modernos, o modernos a su pesar: Baudelaire es el prototipo, su modernidad –él fue quién inventó la noción– es inseparable de su resistencia al mundo moderno»5. Compagnon recuerda como Baudelaire no escogió a Manet, su amigo y su igual, como «el pintor de la vida moderna» que definía, sino a Constantin Guys, un artista relegado al olvido por la aparición de la fotografía, al tiempo que escribía a Manet: «usted no es más que el primero de su decrépito arte». Los antimodernos no se dejan engañar por lo moderno. Están siempre alerta. Uno imagina que debieran ser diferentes pero, en realidad, «son los mismos vistos desde un ángulo diferente», dirá Compagnon. Nos interesamos sólo por los caminos que ha tomado la historia, ignorando a víctimas y vencidos. Los antimodernos son daños colaterales de la historia y, como tales, nos pueden enseñar muchas cosas. «Son proféticos» –escribe Compagnon–. El escritor Milan Kundera, sublevándose contra el mandamiento de Rimbaud «¡Hay que ser absolutamente moderno!» proclamó, recién comenzado este siglo, que «una determinada parte de los herederos de Rimbaud ha comprendido algo que es inaudito: hoy día, el único modernismo digno de ese nombre es el modernismo antimoderno»6. 4. COMPAGNON, A.: Los antimodernos, El Acantilado, Barcelona, 2007, p. 11 5. Íd., p. 12 6. Íd., p. 18

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La antimodernidad se caracteriza en arquitectura no como un neoclasicismo, un academicismo, un conservadurismo o un tradicionalismo, sino como una forma de resistencia y ambivalencia de la arquitectura autodenominada moderna. Este libro explora las ideas de modernidad y antimodernidad en arquitectura, a través de un recorrido acotado espacial y temporalmente. Temporalmente transcurre en la segunda mitad del siglo pasado; entre dos períodos significativos de la historia de la arquitectura española: la aceptación definitiva y asentamiento en el país de las corrientes modernas procedentes de Europa y el ocaso cuando esas corrientes se agotan en sí mismas. La acotación precisa se tomará de la fecha de construcción de dos proyectos que ejemplifican estos límites: La Universidad Laboral de Coruña (1961) y la Universidad Laboral de Vigo (1975). Espacialmente, este estudio se sitúa en la Comunidad Autónoma de Galicia, en tres proyectos repartidos por su geografía: Los ya citados y la tercera Universidad Laboral construída en ese ámbito; la de Ourense (1975). La elección de tres edificios de una misma tipología, situados en un contexto económico y social similar, en un momento en que la arquitectura española sufre un proceso de recuperación de los principios modernos, después del largo paréntesis que supone la Guerra Civil con la inmediata autarquía y, posteriormente, su revisión y crisis, permite obtener una visión reflexiva de lo sucedido, de sus causas y posibles repercusiones. Un recorrido dónde dialogarán lo moderno y lo antimoderno, dónde varios autores van a dar una respuesta a un problema que se les plantea: Arquitectos con rasgos comunes: Titulados en Madrid, dónde establecerán su estudio profesional, vínculos personales con la comunidad gallega o parte de sus vidas dedicadas a la docencia, son algunos de los aspectos que los unifican, de la misma manera que sus propuestas van a compartir el ideal teórico de asentarse sobre lo moderno.

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Sin embargo, los resultados obtenidos han sido diferentes. El cuándo, el cómo y el porqué de las diferencias serán aspectos que se analizarán más adelante y, como pequeñas teselas de un mosaico, ayudarán a conformar un dibujo mayor que es la historia de la arquitectura española del siglo pasado.

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LAS UNIVERSIDADES LABORALES. SINOPSIS HISTÓRICA

Para entender la arquitectura de las Universidades Laborales conviene hacer previamente un breve recorrido por las circunstancias sociales y políticas que marcaron su puesta en marcha y posterior desarrollo, analizando especialmente las características del tipo de enseñanza que se impartía en esos centros. Durante un tiempo se pensó en la década de los cincuenta como el páramo cultural español, una ruina sin más vida intelectual que la refugiada en la diáspora. Hoy sabemos que ese supuesto yermo es uno de los períodos más fructíferos del siglo pasado en lo que al arte y la cultura se refiere1. Los años cincuenta conocerán los primeros destellos de un proceso de cambio que, aunque no afectará a lo político, traerá profundas consecuencias económicas, sociales y culturales, que tendrán continuidad en las décadas posteriores. En esa década, España mostraba un panorama socioeconómico de cinco millones de analfabetos, obreros sin preparación elemental y una gran escasez de industria. La filosofía promovida desde el gobierno radicaba esencialmente en cualificar al mundo obrero y, fundamentalmente, a sus hijos. El trabajador español de la posguerra difícilmente imaginaba a sus hijos en estudios de tipo superior; sus pretensiones no iban más allá de conseguir para ellos una especialización técnica en los oficios o industrias locales.

1. En 1976, Julián Marías publicó un artículo en el diario El País titulado «La vegetación del páramo» desmitificando la imagen cultural que se tenía de la década de los cincuenta en España. El texto se recoge también en VV. AA.: España años 50. Una década de creación, Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior, Málaga, 2004.

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EL CONCURSO DE INSTITUTOS LABORALES

Como se comentó en el capítulo anterior, los Centros de Enseñanza Media y Profesional –conocidos popularmente como Institutos Laborales– fueron un claro antecedente de las Universidades Laborales. La creación de estos centros estuvo alentada por José María Albareda1, Secretario General del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Albareda era buen conocedor de la estructura educativa alemana, que distinguía entre formación profesional e intelectual e influyó en la orientación dada a la Ley del 16 de julio de 1949 que establecía en España la Enseñanza Profesional –la llamada Enseñanza Laboral–. En esta norma se proponía la creación de institutos de bachillerato con enseñanzas de tipo profesional como centros diferenciados de aquellos otros destinados a proyectar al alumno hacia los estudios universitarios2. Los Institutos Laborales se emplazarían en cabeceras de comarca alejadas de núcleos importantes que ya tuvieran acceso a diferentes niveles educativos, y debían proporcionar a los hijos de los trabajadores una formación intelectual básica que complementara los conocimientos especializados de agricultura y ganadería, industria y minería o marítimo-pesqueros, siendo éstas las tres posibles modalidades de enseñanza profesional que se impartirían según las características específicas de la comarca en la que se situara el centro. La novedad de un bachillerato basado en estudios de importante contenido práctico y la ausencia de instalaciones que pudieran albergar este tipo de enseñanzas demandó 1. José María Albareda Herrera (Caspe, Zaragoza 1902 - Madrid 1966). Licenciado en química y doctor en farmacia, se especializó en edafología en Bonn, Zurich y Königsberg. Al crearse, en 1939, el CSIC fue nombrado Secretario General, cargo que desempeñó hasta su muerte. Fundó el Instituto de Edafología en 1942 y, en 1960, fue nombrado primer Rector Magnífico de la Universidad de Navarra. Es Doctor honoris causa por varias universidades. 2. BURGOS, F.: La arquitectura del aula. Nuevas escuelas madrileñas, 1868-1968, Ayuntamiento de Madrid, Madrid, 2007, p. 122

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la definición de un nuevo tipo de edificio escolar –los institutos debían contar, junto a las aulas y los laboratorios propios de cualquier centro educativo, con talleres y campos para prácticas agrícolas, ganaderas o forestales, según cada especialidad– al tiempo que se ponía en marcha un ambicioso plan de construcción de centros por todo el territorio español. Los primeros institutos surgieron a principios de la década de los cincuenta como iniciativa personal del propio Albareda, quién encargó a Miguel Fisac (1913-2006, titulado en la Escuela de Arquitectura de Madrid en 1942) algunos prototipos como el Instituto Laboral de Daimiel, cuyas obras se inician en 1951. Esta experiencia permitió a Fisac desarrollar conceptos espaciales propios de la arquitectura moderna al tiempo que prestaba especial atención a lo vernáculo como un vehículo de expresión material y compositiva. Es curioso notar en Fisac que, mientras los enfoques de proyecto se realizan casi siempre bajo el signo de una moderación, lejos de una ideología arquitectónica fuertemente simbólica o articulada, el desarrollo de estos proyectos se convierte en un proceso de diseño simple, duro, de pocas ideas, sin ningún tipo de refinamiento o sutilidad que lo ligue a situaciones temporales, o a texturas más protegidas por la historia3.

En el Instituto de Daimiel, el esquema funcional se agrupa de un modo orgánico para dar lugar al edificio. Se busca hacer la mejor arquitectura posible con los medios de los que se dispone4. La arquitectura española de los años cincuenta se alinea con las tendencias modernas nórdicas, con un claro espíritu de renovación. Hasta el año 1953 se emplazaron numerosos Institutos Laborales por toda la geografía española sin seguir una estrategia general. En Galicia se

3. DOMENECH, L.: Arquitectura de siempre. Los años 40 en España, Tusquets editores, Barcelona, 1978, p. 105 4. BERGERA, I.: «Institutos Laborales: de la teoría a la práctica», Actas del congreso Los años 50: La arquitectura española y su compromiso con la historia, T6 ediciones, Pamplona, 2000

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construyeron los centros de Betanzos, Cee, Noia, Vilagarcía de Arousa, Lalín, Tui, Ribadavia y Mondoñedo5. Ese año se convoca por parte del Ministerio de Educación Nacional el Concurso de Anteproyectos de Institutos Laborales6. El texto redactado para la publicación de los resultados en la Revista Nacional de Arquitectura expresa el deseo de proceder de una manera abierta y transparente en la construcción de los futuros centros: «El plan nacional de creación de Institutos Laborales responde a comprobadas exigencias, y ni uno solo de los ya fundados obedece al puro arbitrio o a la presión de grupos sociales; antes al contrario, dada la prudente descentralización que matiza a la nueva Enseñanza Laboral, se hace precisa la concurrencia de una serie de circunstancias que alejan toda posibilidad de que en su implantación influyan otros móviles distintos a los del interés nacional y a las conveniencias de las comarcas incluidas en dicho programa»7. El programa demandado en las bases era un desarrollo y optimización del ya vigente en los prototipos construidos. Esencialmente se trataba de resolver con coherencia y racionalidad un esquema funcional dividido en cuatro áreas: enseñanza teórica, enseñanza práctica, administración y esparcimiento. La ubicación hipotética estaría afectada por un clima seco de meseta, propio de las dos Castillas, parte de Andalucía y algunas comarcas de Aragón y Extremadura, en un terreno sensiblemente horizontal sin ninguna característica especial.

5. El centro de Cee con modalidad de Industria y Minería, Noia Marítimo-Pesquera y el resto Agrícola-Ganadera. 6. El desarrollo del concurso ha sido estudiado por Iñaki Bergera Serrano, que presentó una comunicación sobre el tema en el congreso celebrado en la E.T.S. de Arquitectura de Navarra en marzo del año 2000. (BERGERA, I.: «Institutos Laborales: de la teoría a la práctica» en Los años 50: La arquitectura española y su compromiso con la historia, T6 Ediciones, Pamplona, 2000) 7. Revista Nacional de Arquitectura nº153, Madrid, 1954, p. 3

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07. A. Tenreiro Broch贸n. Instituto Laboral de Betanzos (1952).

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En cuanto a los aspectos funcionales, constructivos y estéticos, las bases definían una especialidad agrícola-ganadera con posibilidad de adaptación a modalidad industrial-minera, una primordial importancia a la disposición orgánico-funcional del programa, una estética definida por esa disposición y los medios técnicos y constructivos más adecuados, métodos constructivos de acuerdo con las disponibilidades de la industria nacional de la construcción y lugares dónde se han de emplear (cabezas de partido), la tipificación de unidades de obra, el plan de ejecución de la obra, las condiciones técnicas de iluminación, ventilación, insonoración, calefacción, acondicionamiento de aire y red de alumbrado y fuerza, adaptación de la solución propuesta a otras disposiciones topográficas, climatológicas y constructivas, la posibilidad de ampliaciones y construcción de edificio-residencia y un avance de presupuesto con una cifra tope de 4 millones de pesetas. El jurado contó con el asesoramiento del arquitecto especialista en construcciones escolares del Politécnico de Zúrich William Dunkel8. Sus informes de índole general y sobre cada uno de los proyectos premiados, además de orientar el fallo del jurado se convirtieron en una referencia fundamental para los participantes en concursos posteriores de edificios escolares9.

8. William Dunkel (New Jersey, EE.UU., 1893 - Zurich, 1980) Arquitecto y profesor en el Politécnico de Zurich entre 1929 y 1959. Estudió arquitectura en Dresden. Trabajó inicialmente como artista gráfico en Dusseldorf y estableció su propio estudio de arquitectura en 1923. Con obras como la fábrica de coches Orion Autowerken en Zurich (1929) y su propia casa en Kilchberg (1932) está considerado uno de los pioneros en la introducción de la arquitectura moderna en Suiza. 9. En la actualidad, el Instituto de Tecnología de Zurich (Eidgenössische Technische Hochschule o ETH) sigue contando con un importante grupo de investigación sobre arquitectura escolar, cuyo trabajo reciente quedó reflejado en la publicación School Building - The State of the Affairs: The Swiss Contribution in an International Context (Birkhäuser, Basel, 2004) o en la exposición y serie de conferencias impartidas en el Instituto de Tecnología de Massachussets en junio de 2008 School Building - The State of the Affairs: A new architecture for a new education, sobre los cambios sufridos en los métodos y los espacios de aprendizaje de Suiza y su entorno.

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LA METÁFORA NAVAL COMO MODERNIDAD. UNIVERSIDAD LABORAL DE CORUÑA (1961)

Ingenieros anónimos, mecánicos metidos entre la grasa y el hierro de la fragua, han construido esas casas formidables que son los paquebotes. Nosotros, habitantes de tierra firme, carecemos de los medios de valoración y sería una suerte que para que aprendiéramos a descubrirnos ante las obras de la «regeneración», se nos brindase la oportunidad de recorrer los kilómetros que representa la visita a un paquebote1.

Con estas palabras introduce Le Corbusier su reflexión acerca de la configuración espacial de los barcos para el transporte de pasajeros dentro del capítulo IV de Hacia una arquitectura, titulado «Ojos que no ven»…: «Una gran época acaba de comenzar», «Existe un espíritu nuevo», «Nuestra época fija cada día su estilo»2… sin embargo, nuestros ojos todavía no son capaces de discernirlo. La gran época que comienza es el leitmotiv fundamental del capítulo: Una arquitectura nueva se está elaborando. Le Corbusier ha reunido un conjunto de fotografías de folletos de agencias de viaje que utiliza para transmitir sus ideas sobre hacia dónde debe mirar la arquitectura moderna: «El paquebote es la primera etapa en la realización de un mundo organizado de acuerdo con el espíritu nuevo»3. Como ha señalado Stanislaus Von Moos4, Le Corbusier no es el primer arquitecto admirador de la construcción naval. William Lethaby y, sobre todo, Viollet-le-Duc y sus sucesores habían alabado en numerosas ocasiones las formas ejemplares de los navíos. Peter Collins, en su libro Los ideales de la arquitectura moderna; su evolución (1750-1950), relata 1. LE CORBUSIER: Hacia una arquitectura. Ediciones Apóstrofe, Barcelona, 1998, p. 70 2. Íd., p. 67 3. Íd., p. 80 4. MOOS, S. VON: Le Corbusier, Lumen, Barcelona, 1977, p. 85

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como en el siglo XIX, el escultor americano Horatio Greenough ya reclamaba que los arquitectos volviesen la vista hacia el diseño naval: Yo pediría, a cualquier arquitecto que permite que la moda invada el dominio de sus principios, que comparase los vehículos y barcos americanos con los ingleses, y vería que la mecánica de los Estados Unidos ha dejado atrás a los artistas5.

En otro ensayo, publicado en 1843, añadió: Si pudiésemos cargar sobre la arquitectura civil las responsabilidades que pesan sobre la construcción de barcos, tendríamos desde hace tiempo edificios superiores al Partenón, como un barco de guerra moderno es superior a la galera de los argonautas. En vez de encajar a la fuerza las funciones de todo tipo de edificios en una forma general, dada previamente, y de adoptar una forma exterior sin considerar la distribución interior, empecemos por el corazón progresando desde ahí hacia fuera6.

Collins cita otros ejemplos dónde arquitectos en búsqueda de la definición de la modernidad, buscarán en la analogía de la arquitectura naval elementos de relación. El historiador escocés James Fergusson (18081886) pedía a sus lectores que tomaran como ejemplo la historia de la construcción de barcos, que él analizó desde la época de Guillermo el Conquistador hasta el «último barco botado en nuestros muelles»7. Prosper Mérimée (1803-1870) se lamentaba en varios artículos de que los arquitectos de su época estuvieran «diseñando barcos de vapor tomando como modelo las galeras antiguas», opinión que compartirá Viollet-le-Duc en sus Entretiens sur l’Architecture: Los arquitectos navales y los ingenieros mecánicos cuando hacen un barco o una locomotora no investigan las formas de los barcos del tiempo de Luis XIV o las de

5. GREENOUGH, H. «Structure organization». Artículo sin fechar citado en COLLINS, P.: Los ideales de la arquitectura moderna: Su evolución (1750 - 1950), Gustavo Gili, Barcelona, 1970, p. 162 6. GREENOUGH, H. «American Architecture», 1843. Artículo citado en COLLINS, P.: Op. Cit., p. 162 7. COLLINS, P.: Op. Cit., p. 163

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una diligencia, sino que obedecen ciegamente las nuevas bases dadas y producen obras de estilo y carácter propios, en el sentido de que todos puedan ver que indican un fin totalmente preciso.

Planteamientos defendidos también por su discípulo Anatole de Baudot (1834-1915): ¿No tenemos uno de los más útiles e interesantes ejemplos en los nuevos vehículos terrestres y marítimos? ¿Se les dio a éstos las formas de los carruajes o barcos de la época de Luis XVI? De ninguna manera; las interrelaciones y la apariencia se deducían de datos científicos e industriales. ¿Por qué, entonces, los refugios fijos, es decir, los edificios, no se diseñan de una manera similar?8

Para los hombres del Movimiento Moderno, el barco es símbolo de los nuevos rumbos en arquitectura. Su carácter emblemático, puro, limpio, claro, sano… fue defendido acérrimamente por Le Corbusier, que además de ver en los navíos «el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes reunidos bajo la luz»9, observa el correcto ensamblaje de los elementos constructivos, mostrados sin ningún pudor al exterior y, sobre todo, la funcionalidad del espacio, dónde no falta ni sobra nada. A la hora de afrontar la que precisamente se convertirá en la primera Universidad Laboral dónde se impartan enseñanzas de tipo marítimopesqueras, los arquitectos Zanón10 y Laorga11 tendrán la metáfora naval doblemente presente: como principio de modernidad arquitectónica traducido en poner en práctica aquellos planteamientos del Movimiento Moderno europeo tomados de las construcciones navales y como un referente contextual que permita expresar dichos principios con una materialidad nueva identificada con el contexto. 8. Íd., p. 166 9. En la página 79 de Hacia una arquitectura, aplica esta definición al paquebote Empress of Asia de la Canadian Pacific. 10. José López Zanón (Ferrol, 1925) Arquitecto por la Escuela de Arquitectura de Madrid en 1954. 11. Luis Laorga Gutiérrez (Madrid, 1919 - Madrid 1990) Arquitecto por la Escuela de Arquitectura de Madrid en 1946.

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LA MONUMENTALIDAD DE LO VERNÁCULO. UNIVERSIDAD LABORAL DE OURENSE (1975)

La Universidad Laboral de Coruña comenzó su actividad académica en octubre de 1964. En el período de desarrollo, entre 1960 y 1965, se construirán las Universidades Laborales de Alcalá de Henares, Cáceres, Zaragoza y la ya comentada de Huesca. A partir de 1965, y durante una década, se produce la última etapa y también la más fructífera, materializándose once nuevos centros: Éibar, Cheste, Las Palmas de Gran Canaria, Tenerife, Toledo, Málaga, Almería, Logroño, Albacete, Ourense y Vigo, este último inaugurado en 1976 al comienzo de la Monarquía de Juan Carlos de Borbón. En este largo período, las doctrinas europeas acerca de lo moderno en arquitectura habían sido puestas en cuestión, debatidas y revisadas. La metáfora de la máquina, de la que hablamos antes y que había tenido tanta aceptación, ya fuera criticada por Sigfried Giedion en la década de los cuarenta: Deseamos a nuestro alrededor objetos que tengan trazas de vida. Cortezas, raíces grotescas, conchas, fósiles… Cosas que hayan sobrevivido a través del tiempo y los elementos1.

Se trataba de coger los aspectos positivos de la producción industrial e introducir nuevos ingredientes que favorecieran aquellos sentimientos que, desde siempre, conformaron el ambiente confortable del hombre. «No es la mecanización lo que devaluó los símbolos –añadirá Giedion en la misma década– sino el modo de emplear la mecanización»2. 1. GIEDION, S.: Escritos escogidos, Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Murcia, Murcia, 1997, p.41 2. Íd., p. 39

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LA CIUDAD MODERNA FRAGMENTADA. UNIVERSIDAD LABORAL DE VIGO (1975)

Los años setenta es un período de importantes cambios en España, con la fecha del 20 de noviembre de 1975 como determinante. La muerte de Franco trajo el fin de la Dictadura y el comienzo de la Monarquía parlamentaria. La transición entre las dos situaciones fue un período con unos límites difusos, que tuvo su repercusión en la arquitectura. Gabriel Ruiz Cabrero explica que la transformación se vivió también en la arquitectura «como la recuperación de una antigua polémica: la lección de la historia como repertorio formal de disciplina, frente a la atención por lo nuevo y por lo vernáculo. O, en otras palabras, la permanencia del lenguaje clásico frente a los neologismos de un mundo en transformación, que necesita explicarse con voces nuevas»1. Los convulsos años sesenta habían llenado tanto el saco de la teoría arquitectónica que éste se había roto dejando a muchos desorientados buscando en el fondo. Los más osados consideraban lo moderno ya superado y defendían algo nuevo que se ubicaba más allá de lo moderno. En definitiva, lo moderno se agotaba en la medida que triunfaba. Los que consideraban al Movimiento Moderno como algo totalmente vencido se dedicaban a repartir su herencia, frente a los que trataban de recuperar los lazos perdidos con la modernidad original, considerando que su proyecto estaba todavía vigente. No sólo se hablaba de lo postmoderno en la escala de la edificación: La ciudad había trastocado sus límites tradicionales disolviéndose sobre el territorio. Un nuevo tipo de sociedad surgía en una escala superior a 1. RUIZ, G.: El Moderno en España. Arquitectura 1948-2000, Tanais, Madrid, 2001

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CONCLUSIONES

Baudelaire inició en 1863 la búsqueda de un ideal que extrajera de la moda lo que ésta pueda contener de histórico y de obtener lo eterno de lo transitorio. Esta es la idea esencial de la modernidad, que se puede traducir perfectamente a la modernidad arquitectónica. Como ha expresado Helio Piñón, esta denominación se puede aplicar cuando la práctica adquiere un sentido específico que depende del uso que el autor hace de los principios teóricos y operativos –de los materiales, según el filósofo Adorno– que cada época pone a su disposición1. En la segunda década del siglo veinte la arquitectura empieza a asumir las nuevas ideas de forma y lenguaje que propusieron las vanguardias artísticas en los años previos. Lo que conocemos como Movimiento Moderno significará la suma de estas aportaciones con un sistema metodológico o de proyecto que niega la prefiguración de sus antecedentes clásicos o academicistas y ofrece, intrínsicamente relacionado con la construcción, un modo de actuar científico y racional, dando lugar a unos condicionantes exclusivos de la arquitectura. Estos planteamientos llegarán a España antes de la Guerra Civil, pero no serán aceptados definitivamente hasta superada la posguerra y la inmediata autarquía, cuando jóvenes arquitectos reaccionan contra la arquitectura historicista que caracterizó la década de los cuarenta. La situación económica y social del país hace necesaria una intervención lenta, racional y moderada: hacerlo lo mejor posible con los medios que se disponen. Dentro de este contexto surgirán propuestas que permitirán poner en práctica las nuevas ideas formales y espaciales, como la creación de las 1. PIÑÓN, H.: Teoría del proyecto, Universitat Politècnica de Catalunya, Barcelona, 2006, p. 18

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Universidades Laborales. Las necesidades programáticas demandadas por estos centros precisan de una respuesta arquitectónica hasta el momento inexistente y difícilmente resoluble con las metodologías anteriores, pues una institución no queda completa hasta que la arquitectura la convierte en una forma física, visible e identificable. Los primeros intentos para dotar de una arquitectura adecuada a las Universidades Laborales ofrecen una confrontación entre clasicismo y modernidad, con la figura de Luis Moya como cruzado antimoderno cuya propuesta para Gijón se materializará como un modelo de ciudad ideal. Con el Concurso de Institutos Laborales en 1954 y los proyectos para la realización de nuevas Universidades Laborales a partir de 1960, la arquitectura moderna sentirá el empujón definitivo, estableciéndose como la única solución posible. Sin embargo, no se rechazará la idea de Moya de concebir el conjunto como una ciudad, por parecer una organización adecuada para albergar la diversidad de funciones y las superficies demandadas. En esta esfera se ubica el primero de los casos de estudio: la Universidad Laboral de Coruña, primera Universidad Laboral moderna y manifiesto materializado de las nuevas teorías. Al entendimiento del conjunto como ciudad hay que añadir el símil de la máquina para aprender, del mismo modo que la casa moderna se convirtiera en la máquina para habitar. La revisión doméstica y contextual de la metáfora maquinista –tomada en este caso de las máquinas navales– permite la introducción de aspectos simbólicos en el proyecto, introduciendo la evolución de la modernidad posterior hacia lo vernáculo y la monumentalidad. Los quince años transcurridos entre este caso y el siguiente; la Universidad Laboral de Ourense, permiten observar ya concluido este proceso. La arquitectura proyectada por Cano Lasso integra la monumentalidad como referencia a lo vernáculo, al tiempo que expresa la valoración del

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contexto como esencia fundamental de la propuesta. La transformación de las condiciones de la modernidad entre los dos casos manifiesta su complejidad, su indefinición y su constante evolución. Sin variar la coordenada temporal, la Universidad Laboral de Vigo muestra una etapa evolutiva diferente a la anterior. La fragmentación de la ciudad postmoderna tiene su repercusión en la arquitectura de escala urbana: Aquella institución que se había hecho visible mediante la arquitectura se torna irreconocible, demandando una nueva respuesta que nunca será dada en el contexto de las Universidades Laborales. Habrá que volver la vista hacia otro tipo de arquitecturas para descubrir esas nuevas respuestas. La experiencia de las Universidades Laborales gallegas permanecerá como una constante búsqueda del significado de la idea de modernidad en arquitectura. Para sus diferentes autores, lo moderno se convirtió en una exigencia continua, insoslayable, inevitable e irrenunciable, en un camino común dónde teniendo presente todo lo recorrido, sólo cabe seguir hacia delante.

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ANEXOS



RELACIÓN DE UNIVERSIDADES LABORALES CONSTRUIDAS

01

06

21

11 18

20

10

05

09 04

07 15

08

12 19

03 02 16

17 14 13

01 02 03 04 05 06 07 08 09 10 11

Gijón (Asturias) Dos Hermanas (Sevilla) Córdoba Tarragona Zamora Culleredo (A Coruña) Alcalá de Henares (Madrid) Cáceres Zaragoza Huesca Éibar (Guipúzcoa)

12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 Ɣ

Cheste (Valencia) Las Palmas de Gran Canaria Tenerife Toledo Málaga Almería Logroño (La Rioja) Albacete Ourense Vigo (Pontevedra) Capitales de provincia

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UNIVERSIDAD LABORAL DE A CORUÑA

DENOMINACIÓN ORIGINAL

USO ACTUAL

Universidad Laboral Crucero Baleares AUTORES PROYECTO

Instituto de Educación Secundaria Universidade Laboral Escola Oficial de Idiomas Centro Residencial Docente

Luis Laorga Gutiérrez José López Zanón

SITUACIÓN

FECHAS

Calle Salvador Allende, s/n 15670 Culleredo (A Coruña)

1960 (Proyecto) 1963 (Construcción 1ª Fase) 1967 (Construcción 2ª Fase)

LATITUD / LONGITUD

43º 19,083’ N 8º 22,589’ W

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DOCUMENTACIÓN ORIGINAL UNIVERSIDAD LABORAL DE CORUÑA

C1. Plano taquimétrico. C2. Plano general de distribución incluyendo la ampliación de 1967.

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C3. Residencia de religiosas. Alzados. C4. Residencia de religiosas. Plantas baja, primera y segunda.

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DOCUMENTACIÓN ORIGINAL UNIVERSIDAD LABORAL DE OURENSE

O1. Alzado de la residencia. O2. Urbanización y jardinería.

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O3. Entrada-direcci贸n. Planta alta. O4. Entrada-direcci贸n. Planta baja.

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DOCUMENTACIÓN ORIGINAL UNIVERSIDAD LABORAL DE VIGO

V1. Organigrama y esquema inicial incluidos en la memoria del proyecto.

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V2. Alternativas para la zona docente. V3. Concepci贸n espacial.

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ENTREVISTAS A LOS ARQUITECTOS JLZ José López Zanón (U. L. de Coruña) JSS José Manuel Sanz Sanz (U. L. de Ourense) JLC José Antonio López Candeira (U. L. de Vigo)

Las Universidades Laborales fueron una propuesta pionera en la educación española del siglo veinte, algo que también se refleja en su arquitectura... ¿Se entendían los centros como parte de un proyecto global para todo el territorio español? Por parte del estudio de arquitectura Laorga-López Zanón, las preocupaciones adquiridas por su colaboración en los prototipos de escuelas unitarias y graduadas del plan de construcciones escolares, la admiración por los modelos norteamericanos en el campo escolar, consecuencia del New Deal y sobretodo el deseo de aportar algo a la ilusión colectiva española del momento, constituyeron acicate para participar. No hubo pues más conocimiento del proyecto global a que usted alude, que saber de la existencia de una realización monumental en Gijón, proyectada y dirigida por don Luis Moya Blanco, prestigioso arquitecto, académico y a la sazón nuestro catedrático en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. JLZ

El centro de Orense pertenece a una segunda etapa en la que las Universidades Laborales eran más pequeñas que las de la fase inicial, pero se hicieron muchas, y algunas de ellas las proyectó Julio Cano Lasso. En ese momento existía un sentido de conjunto, de intentar llegar a determinadas zonas más deprimidas, que habían tenido menos oportunidades y necesitaban un impulso en educación.

JSS

JLC Cuando

proyecté la Universidad Laboral de Vigo la entendí como algo completamente aislado. Además tiene una característica muy singular: es la última Universidad Laboral que se construyó en España.

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En el momento que se plantean los proyectos existían varios centros en funcionamiento... ¿Se incorporaron ideas de otras Universidades Laborales? JLZ La relación que tuvimos con el Servicio de Universidades Laborales no existió antes del concurso y fue muy escasa a lo largo del desarrollo del proyecto de ejecución. No obstante, para comprender el medio en el que se desenvolvió nuestro trabajo, hay que situarse en una nación escasa en recursos pero plena de ilusión y gobernada por tecnócratas que predicaban austeridad. Por ello, si bien el programa inicialmente se concretó en funciones y superficies, al propio tiempo se trascendió a los proyectistas la responsabilidad contraída de emplear el presupuesto con claros objetivos de ahorro y flexibilidad de adaptación del inmueble a los futuros cambios que necesariamente se producen en la enseñanza, de ahí que se eligiera un «modelo de presencia» con accesos por el núcleo de dirección, control y servicios, extendiéndose a partir de él desarrollos crecederos y conexionables. Se habían establecido sin premeditación, mallas para sectores específicos de actividad que indudablemente habría que modular. Nos habíamos distanciado claramente del edificio monumental docente que informó las implantaciones españolas precedentes. JSS A

nivel programático sí. Los programas eran muy similares. Había siempre una base igual, que tenía que ver con la formación de bachillerato y luego había algunas singularidades que tenían que ver con aquellos talleres que se pensaban en cada localidad. En Orense había dos principales: automovilismo y electrónica, a las que se destinaron amplios talleres. El sustrato global era dar una formación de bachillerato y al mismo tiempo ofrecer una formación laboral, de un oficio, que fuera una salida profesional casi natural en esa zona.

JLC Antes

de empezar el proyecto, el Ministerio de Trabajo se empeñó en que fuera a visitar otros proyectos de Universidades Laborales ya realizados. Sólo visité el centro de Almería, proyectado por Julio Cano Lasso y Alberto Campo Baeza, y no me convenció su planteamiento.

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9 788496 712430 >


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