"La Investigadora Inusual"

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1ยบ Premio: "Una investigadora inusual" Irene Gรณmez Catalรกn Modalidad Cuento, Primeros Creadores


UNA INVESTIGADORA INUSUAL

Yo era una chica prácticamente sin motivaciones en mi trabajo, hasta que hace un año cayó en mis manos aquella publicación científica que transformó mi vida.

Desde hace unos meses mi equipo de investigación se ha estado involucrando cada vez más en el proyecto: la creación de fármacos capaces de reducir la replicación del virus del sida. Siendo realistas, el proyecto surgió como una vaga idea fuera de los laboratorios, tras leer un artículo en la revista que recibo mensualmente. No me había planteado nunca dedicarme al ámbito de la investigación, pero últimamente he ido descubriendo que ésta es mi verdadera vocación.

Fui empezando con escasos recursos, con pocos colaboradores y sin el apoyo de ningún colega. Yo era consciente de mi situación, de que no iba a ser fácil explicar a mis compañeros que mi idea podía ser innovadora e iniciadora de una nueva era en relación con la enfermedad. Sabía que iba a ser muy difícil explicarla y convencer a mis compañeros de que, con el material adecuado, en unos pocos meses de trabajo podríamos llegar a tener resultados competentes. Tendría que elegir adecuadamente a las personas con las que compartiría mis pensamientos para que la primera impresión acerca de mi no fuese similar a la que se tiene sobre una perturbada mental.

Al primero que se lo explique fue a Luis. Intuía que podía ser una persona que me podría entender, ya que llevaba en el mundo de los laboratorios blancos unos cuantos años más 1


que yo. Tanto fue así que, a la mañana siguiente, ya estábamos planeando y calculando el coste de los materiales que íbamos a necesitar y como podíamos empezar con nuestro ambicioso proyecto. Dados nuestros exiguos recursos, tuvimos que contactar con el director del Centro de investigación en el que trabajamos para que nos ampliase el presupuesto de nuestro departamento. Tal y como esperábamos Luis y yo, nuestro proyecto fue rechazado por el director. Pero nosotros no nos rendimos tan fácilmente. Después de barajar diferentes soluciones alternativas llegamos a la conclusión de que no necesitábamos materiales complejos para hacer nuestros experimentos. El siguiente paso importante debía ser la obtención de animales de laboratorio. Puesto que no contábamos con el apoyo del director, buscamos el auxilio de Bernardo, el jardinero del centro. Bernardo siempre ha sido una persona amable y comprensiva y, tras comentarle nuestro problema, decidió conseguirnos él mismo los animales. Al haber estado trabajando tanto tiempo en el centro, gozaba de gran confianza por parte del director, circunstancia que nosotros no desconocíamos y, consecuentemente, aprovechamos. Le encargamos a Bernardo un reducido número de animales murinos de laboratorio, para proceder con cautela y no levantar sospechas. El resto de los materiales los obtuvimos de manera más sencilla, pues Luis había estado varios años trabajando para un centro de investigación privado del que pudo rescatar algunas máquinas de análisis que se habían quedado algo obsoletas.

Comenzamos por los experimentos sencillos, reduciendo la inmunidad a los animales para ver el desarrollo que seguían tras sufrir infecciones corrientes. Anotábamos todos los resultados y los analizábamos a través de diferentes parámetros. Sin embargo los inicios no fueron muy brillantes, ya que no conseguimos ningún avance significativo.

Aun así, poco a poco, Luis y yo nos fuimos dando a conocer en el centro como unos sencillos investigadores decimonónicos quienes, a pesar de las dificultades económicas, seguían trabajando incansablemente en sus proyectos. Desde entonces, todos los trabajadores del centro se interesaban en nuestros trabajos; todos quisieron formar parte de la investigación ayudando en lo que pudieran. Todos menos una persona: Encarna. 2


Encarna acababa de incorporarse a nuestro centro de investigación y, a diferencia de los demás, pensaba que nuestro proyecto era una auténtica locura pues, según ella, sin la colaboración de las autoridades académicas no llegaríamos a ninguna parte. Por suerte, las informaciones acerca de nuestros trabajos no traspasaron las paredes del recinto y no hubo peligro de ser descubiertos por investigadores de la competencia que nos pudiesen arrebatar ideas.

Poco a poco íbamos consiguiendo resultados alentadores. El equipo directivo del Centro se fue interesando por el trabajo y comenzó a apoyarnos con los recursos económicos necesarios. Pudimos encargar por Internet determinados enzimas y vectores que nos permitían clonar genes y seguir con las investigaciones. También incorporamos a nuestro equipo a algunos colaboradores, como Carlos o Sergio. El primero era un experto en análisis químico que nos sirvió de gran ayuda. A Sergio le encantaba interpretar resultados y analizar gráficas, lo que agilizaba el desarrollo de nuestro proyecto. Sin embargo, a pesar de estas mejoras, tuvimos que adaptar el horario de trabajo ya que Carlos y Sergio no podían estar fuera de los laboratorios con paredes marrones más de un par de horas, por razones que nunca llegamos a conocer. Observábamos con curiosidad y, a la vez, con inquietud, los extraños comportamientos de los dos nuevos miembros del equipo. Carlos, era un especialista en mezclar las disoluciones del laboratorio gracias a sus movimientos de muñeca sobrenaturales, pero poco a poco nos fuimos dando cuenta de que esos movimientos comenzaban a ser involuntarios. A los pocos días, Carlos tuvo que dedicarse por completo a los laboratorios de paredes marrones, abandonando nuestro proyecto. Desde entonces, no pudimos volver a saber nada de aquellos laboratorios ni de Carlos, ni tan solo el proyecto al que se estaba entregando.

A Sergio le ocurrió, con el paso de las semanas, algo similar a Carlos. Sergio siempre había conseguido interpretar las gráficas de manera que podían ser entendidas por cualquiera, hasta que llegó una mañana en la que nos dimos cuenta que no era capaz de coordinar sus pensamientos. Cada vez que intentábamos hablar con él, la expresión de su cara nos 3


mostraba que era capaz de comprendernos, pero luego no conseguía responder coherentemente. Le brotaban palabras sin sentido, que no encajaban con ninguna idea de la conversación. Sergio se fue dando cuenta de sus dificultades comunicativas y solicitó retirarse junto con Carlos a los laboratorios marrones para continuar trabajando de forma más aislada. El resto del equipo no les dio demasiada importancia a estas extrañas manifestaciones de comportamiento. Muchos genios han tenido personalidades difíciles de comprender para la sociedad.

Todo fue progresando a la perfección hasta que Luis, sin motivo aparente, fue mostrando un paulatino desinterés por el proyecto. A la par, cada día era más arisco en las relaciones con los demás. La convivencia con él cada vez era más difícil, jamás salían de su boca palabras agradables, tan solo muestras de desprecio hacia mí. Con el paso de los días, Luis fue forjando en su cabeza ideas extremadamente sorprendentes. Su desconfianza llegó hasta límites insospechables. Fue capaz hasta de decirme que todo este proyecto era una farsa, una invención mía para crear medicamentos capaces de provocar enfermedades terminales en las personas que los tomaran y así vengar las injusticias de este mundo.

No es de extrañar que mi relación con Luis se deteriorara vertiginosamente, hasta el punto de hacerse imposible continuar trabajando junto a un compañero que veía en mí la personificación del mal, poco menos que una asesina en serie. Consecuentemente, le convencí para que abandonara el proyecto. Nunca más he vuelto a saber de él. Desconozco su paradero.

Desde entonces, los días en el laboratorio se volvieron más pesados, puesto que tenía que dedicar mucho más tiempo a tareas que antes no solía realizar. El ritmo de la investigación descendió súbitamente. A pesar de todos estos inconvenientes, estaba tan ilusionada como el primer día.

Después de muchas semanas de trabajo conseguí al fin introducir, mediante la clonación de determinados vectores, un elevado número de células T en los ratoncitos del laboratorio. 4


Sorprendentemente, este experimento ofreció mejores resultados de los que me esperaba. Al aumentar el número de células de nuestro sistema inmune, la patogenia del virus era reducida considerablemente. Después de muchas comprobaciones decidí informar al director del Centro del resultado de los experimentos. Pretendía que me ayudara a contactar con alguna compañía farmacéutica interesada en mi línea de investigación. Tal vez se pudiese patentar un medicamento basado en este mecanismo de acción.

Pero, incomprensiblemente, tardé varias semanas en conseguir una cita con el director de mi Centro. Tras comentarle mis avances en la investigación, me prometió redactar un informe para hacer llegar mis resultados a algún laboratorio farmacéutico. Después de esta entrevista mi felicidad alcanzaba límites elevadísimos. Pero esa emoción se fue desvaneciendo con el paso de los días. Tras dos meses a la espera de alguna llamada, correo o informe de cualquier laboratorio interesado en mis avances, comencé a sospechar del director.

Decidí averiguar si, detrás del aparente desprecio hacia mi proyecto que mostraba el director, había algo más. Me llevó varios días preparar el asalto nocturno a su despacho. Mi objetivo era comprobar si, según me prometió, había enviado algún informe. Después de buscar entre los archivadores, encontré algunos documentos relacionados con mi proyecto. Los escondí debajo de mi camisa y salí apresuradamente de aquel despacho.

Una vez en mi dormitorio, comencé a leer atentamente los informes. Un cúmulo de emociones se agolpaba en mi mente conforme avanzaba en la lectura. Creo que me desmayé antes de finalizar la lectura del último:

“Estimado Director del Departamento de Investigaciones Farmacéuticas:

Le informo que los síntomas esquizofrénicos que padece nuestra Violeta Gómez han empeorado ostensiblemente desde que iniciamos el tratamiento con el medicamento experimental que le estamos suministrando. Curiosamente, también ella se cree directora de 5


un equipo de investigación formado por otros internos. Durante las últimas semanas, junto a una creciente incapacidad para mantener relaciones sociales, se ha observado un aumento de actividad con los instrumentos de laboratorio que le regaló su empresa en agradecimiento a la participación voluntaria en la investigación de los efectos del fármaco que está tomando.

En un informe aparte le detallo todas las observaciones sobre el desarrollo de su enfermedad. Le ruego que me comuniquen los cambios que hemos de adoptar en cuanto a la aplicación del medicamento.

También, siguiendo sus indicaciones, le remito el resultado de lo que, la interna Violeta, denomina “Investigaciones sobre la vacuna contra el Sida”. Tengo verdadera curiosidad por conocer qué importancia puede tener para su empresa farmacéutica unos folios sin sentido realizados por una interna esquizofrénica que se cree una encumbrada científica.

Esperando sus noticias, reciban un cordial saludo.”

Irene Gomez

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