Latinos en Grandes Ligas Capitulo 9

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Dada la importancia de los jugadores hispanos y latinoamericanos, parece que el béisbol va a tener cada vez más un acento hispánico. Los columnistas de béisbol John S. Bowman y Joel Zoss.1

Hoy, los jugadores latinos y afronorteamericanos forman más de un tercio de los participantes de las grandes ligas. Más aún, casi siempre están a la cabeza de las ligas en varias categorías del juego. Un vistazo a cualquier nómina de cualquier equipo de grandes ligas o de las ligas menores muestra un sinnúmero de apellidos latinos. Sea que los aficionados se den cuenta o no, los nombres conocidos que aparecían en las temporadas —acortadas por las huelgas de 1994 y 1995— eran solo algunos de tantos latinos destacados, algunos nacidos en los Estados Unidos, que enriquecían “nuestro pasatiempo nacional”. Entre ellos se encontraban los que encabezaban las dos grandes ligas: ganadores del título de bateo como julio César Franco (1991, Liga Ame1

John S. Bowman y Joel Zoss: ob cit. Además del libro de Bowman y Zoss, este capítulo se basa en Dan Gutman: ob cit.; Leonard Koppett: The new thinking fans guide to baseball, Nueva York, Simon and Schuster, 1991; Michael Oleksak y Mary Adams Oleksak: ob cit.; Benjamin G. Rader: ob. cit.; Andrew Zimbalist: Baseball and billions, Nueva York, Basic Books, 1992.


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ricana), Edgar Martínez (1992, 1995, Liga Americana) y Andrés Galarraga (1993, Liga Nacional); bateadores de poder y líderes en carreras impulsadas como José Canseco (ganador del título de jonronero en 1988 y 1991 de la Liga Americana, título de producidas en 1988), Juan González (dos títulos consecutivos de más jonrones en la Liga Americana en 1992 y 1993), y Rubén Sierra (título de carreras impulsadas en 1989). Los latinos se destacaron también en el pitcheo, con gente como Steve Ontiveros, quien ganó el título de menos carreras admitidas de la Liga Americana en 1994 y como Dennis Martínez (ver el capítulo 7). Los reyes latinos del ponche incluyeron a José Rijo de la República Dominicana, líder de ponches de la Liga Nacional en 1993 y jugador más valioso de la serie mundial de 1990. El venezolano Wilson Álvarez comenzó su brillante carrera con los Medias Blancas de Chicago en 1991, lanzando un juego sin hit. José Mesa, nacido en Florida y lanzador de silbantes bolas rápidas, estableció un récord de ligas mayores, en agosto de 1995, con los Indios de Cleveland, al salvar 37 juegos, en otros tantos intentos en una sola temporada. El 3 de junio de 1995, en San Diego, el dominicano Pedro J. Martínez, de los Expos de Montreal, se convirtió nada menos que en el segundo jugador en la historia en comenzar un juego y lanzar un perfecto sin hit más allá de la novena entrada. El pítcher derecho de 23 años permitió un doble al empezar la décima entrada y fue reemplazado por el artista dominicano de la bola de tenedor, Mel Rojas. Rojas, fuerte lanzador de relevo con diez juegos salvados o más en cada una de las tres temporadas anteriores, terminó el partido de un


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hit, que ganaron los Expos 1-0. Seis semanas después, el hermano de Pedro, Ramón Martínez, lanzó un juego sin hit por los Dodgers contra los Marlines de Florida. Mientras tanto, los latinos bateaban y corrían las bases tan bien como siempre. En junio de 1995, el jugador de Colorado Andrés Galarraga, nacido en Caracas, Venezuela, se convirtió en el cuarto de ligas mayores en jonronear en tres entradas consecutivas. Dio una paliza de 11-3 a los Padres de San Diego en el Jack Murphy Stadium. En los play offs de postemporada de 1995, el campeón de bateo Edgar Martínez, nacido en Nueva York y educado en Puerto Rico, emocionó a los televidentes de toda la nación con sus extrabases, incluidas un jonrón de campo al jardín central con las bases llenas, en la entrada extra que enterró a los Yanquis. El sensacional novato de los Marlines, Quilvio Veras, encabezó las grandes ligas en bases robadas con 56 de ellas. La lista de estrellas latinas es demasiado larga como para proporcionarla aquí, pero un vistazo a los registros de 1995 incluían estos nombres conocidos (el promedio de bateo en 1994 o el récord de ganados y perdidos está entre paréntesis; se pueden encontrar estadísticas más recientes en las guías de béisbol que se publican cada primavera): Rick Aguilera (1-4 y 23 juegos salvados) Sandy Alomar, Jr. (.288) Roberto Alomar (.306) Moisés Alou (.339) René Arocha (4-4) Bobby Ayala (4-3) Carlos Baerga (.314) Gerónimo Berroa (.306)


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Bobby Bonilla (.290) Andújar Cedeño (.263) Will Cordero (.294) José Félix (.303) Félix Fermín (.317) Álex Fernández (11-7) Tony Fernández (.279) Andrés Galarraga (.319) Juan González (.275) Luis González (.273) Ozzie Guillén (.288) José Guzmán (2 2) Juan Guzmán (12-11) Roberto Hernández (4-4) Roberto Kelly (.293) Javier López (.245) Luis López (.277) Pedro A. Martínez (3-2) Pedro J. Martínez (11-5 ) Ramón Martínez (12-7) Tino Martínez (.261) Raúl Mondes (.306) Bobby Muñoz (7-5) Pedro Muñoz (.295) Rafael Palmeiro (.319) Mélido Pérez (9-4) Luis Polonia (.311) Manny Ramírez (.269) Henry Rodríguez (.268) Iván Rodríguez (.298) Rey Sánchez (.285) Benito Santiago (.273) Luis Sojo (.277)

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Sammy Sosa (.300) José Viscaíno (.256) Omar Vizquel (.273) A medida que se ha “latinizado” el béisbol organizado, el Departamento del Trabajo de los Estados Unidos y el SIN (Servicio de Inmigración y Naturalización) han desarrollado cierto sistema de cuotas. Este limita a cada equipo a menos de 24 visas de trabajo al año para jugadores extranjeros que “ocupen posiciones, las cuales según ellos, no las pueden llenar los ciudadanos de los Estados Unidos”, ya sea en las ligas mayores o en las menores.2 Los columnistas de béisbol Michael Oleksak y Mary Oleksak han hecho notar que esto es igual que los trabajadores inmigrantes agrícolas que reciben visas temporales para irse al norte a complementar la fuerza de trabajo local”.3 Casi nunca hay visas suficientes para satisfacer la demanda. En 1994, 13 de los 48 candidatos principales para el juego de las estrellas eran latinos, ¡un significativo 27 por ciento! Si las puertas de migración pudieran alguna vez abrirse más para los jugadores latinos, es posible que se convirtieran en una mayoría entre las estrellas. Esto puede parecer imposible teniendo en cuenta la oleada de inmigrantes que inunda al país. En 1995, hubo nuevas propuestas de leyes en el Congreso que reducirían de manera radical el número de inmigrantes y les quitarían derechos que se les habían otorgado bajo leyes anteriores. Pero los dueños del béisbol actúan como 2

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Según Rob Ruck: The tropic of baseball: baseball in the Dominican Republic, Westport, Meckler, 1991, p. 85. Ver también Alan M. Klein: “Culture, politics, and baseball in the Dominican Republic, Latin American Perspectives, 22:3, verano de 1995, p. 119. Oleksak y Oleksak: ob. cit., p. 215.


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los dueños de las agroindustrias de la nación. Buscan, y casi siempre consiguen, tratamiento especial para “sus” inmigrantes.4 A pesar de la gran presencia de los jugadores latinos, incluidos superestrellas, el racismo no ha muerto en absoluto. En 1987 y en 1992, dos escándalos que implicaban observaciones racistas por parte de algunos altos ejecutivos del béisbol llevaron a los aficionados a la desesperanza respecto de la posibilidad de integrar verdaderamente alguna vez al béisbol. El primero ocurrió en el año del centenario del establecimiento de la primera barrera oficial del béisbol en cuanto al color de piel, y el día en que se cumplió el cuadragésimo aniversario del año en que Jackie Robinson fue novato. Al Campanis, vicepresidente y gerente general de los Dodgers de Los Ángeles, concedió una entrevista a Ted Koppel para el programa Nightline de la cadena de televisión ASC. Koppel le preguntó a Campanis si los prejuicios eran la razón de que hubiera tan pocos administradores, entrenadores y ejecutivos negros. “No, no creo que sea el prejuicio —contestó Campanis—. Creo en verdad que quizá no tengan algunas de las cualidades para ser, digamos, un entrenador de campo o quizá un gerente general”. Asombrado, Koppel sugirió que esto sonaba como la “basura que escuchábamos hace cuarenta años acerca de los jugadores”. Campanis respondió con una serie de comentarios divagantes que solo empeoraron las cosas: “No, no es basura, señor Koppel, porque yo jugué en un equipo universitario y el jardinero central 4

Para mayor información acerca de los problemas de los trabajadores migrantes y de la inmigración, ver “Sanctions against legal immigrants”, Hispanic, junio de 1995, p. 10, y James D. Cockcroft: Latinos in the making of the United States, Nueva York, Franklin Watts, 1995, caps. 1, 3 y 6.


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era negro... ¿Por qué los hombres negros, o la gente negra, no son buenos nadadores? Porque no tienen la viveza... Nunca he dicho que los negros no son inteligentes... Tienen gran talento y una gran musculatura... Son ligeros, y esta es la razón por la que hay muchos beisbolistas de ligas mayores. Ahora bien, en cuanto a tener los antecedentes para convertirse en presidentes de un club, o presidentes de un banco, no lo sé”.5 Se produjo un alboroto nacional. Dos días después, Campanis fue despedido. Luego, en el otoño de 1992, Marge Schott, propietaria principal de los Rojos de Cincinnati, según informes, llamó a uno de sus jardineros estrella “negro de un millón de dólares” y utilizó la frase “bastardos judíos solapados”.6 La prensa tuvo un día de fiesta, revelando otras supuestas actitudes racistas de Schott. Algunos, incluida la propia Schott, sospechaban que había sexismo, debido a que se señalaba a una mujer por sus insultos raciales mientras que muchos hombres, ejecutivos y jugadores de béisbol por igual, habían estado lanzando durante decenios esos insultos sin ser reprendidos. Schott dijo que su supuesto racismo era una gran mentira de los medios. En la ausencia temporal de un comisionado de béisbol emplantillado,7 un Consejo Ejecutivo del Béisbol de las 5 6

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Gutman, ob. cit., pp. 332-333. Mike Bass: Marge Schott unteashed, Champaign, Sagamore Publishing, 1993. Los dueños habían despedido al comisionado Fay Vincent porque había favorecido la negociación con el sindicato de jugadores. Los dueños utilizaron la exención de las leyes antitrust en el béisbol para tratar de demandar a los jugadores en vez de negociar con ellos. Vincent escribió más tarde: “La respuesta me había parecido clara desde tiempo atrás. Los dueños y los jugadores deben recapitalizar el negocio del béisbol, y los jugadores deben


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Grandes Ligas, formado por diez miembros, comenzó una investigación. El Consejo, que constaba sobre todo de propietarios de equipos y ejecutivos, fue retrasando la decisión antes de censurar finalmente a Schott “en los términos más estrictos por usar un lenguaje insensible en cuanto a la raza y a la etnia”. La impelía “a asistir y completar programas de entrenamiento multiculturales” y la multaron con la cantidad máxima posible: 25 000 dólares. Finalmente suspendió a Schott durante un año, comenzando el 1 de marzo de 1993.8 Antes de que el escándalo Schott se volviera público, quizá con el fin de desviarlo, el gerente general de Cincinnati, Jim Bowden, nombró como nuevo mánager del equipo a Tony Pérez, un latino. El muy respetado pelotero estrella, nacido en Cuba, era muy popular en Cincinnati, donde había ayudado a echar a andar la gran máquina roja campeona de la década del 70. Sin embargo, después de tan solo 44 partidos (20 ganados) de la temporada 1993, Bowden despidió a Pérez. Los jugadores y los aficionados gritaron: “¿foul?” Para protestar en contra del despido de Pérez, el coach Ron Oester presentó su renuncia. Pérez, quien durante el transcurso de las primeras dificultades que enfrentó Schott había hablado amablemente de ella, permaneció en silencio. Sin embargo, más tarde, indicó que había sido “designado” como entrenador para ayudar a mejorar la imagen de Schott, y que Schott, quien habló con Bowden dos días antes de su despido, seguramente había tenido algo que ver en su despido.9 Un comentarista de béisbol expresó un

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tener parte de las acciones del capital y participar en el futuro crecimiento del juego”. Fay Vincent: “What baseball needs”, New York Times, 4 de abril de 1995. Para el texto completo de la decisión, ver Bass: ob. cit., pp. 287- 288. Para más información, ver Bass: ob. cit., pp. 295-309.


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sentimiento muy difundido: “Es una ironía que la víctima real de la suspensión de Marge hasta ahora parece ser un latino, Pérez”.10 Después de los escándalos de Campanis y Schott, el número de las personas que no eran blancas que tenían un empleo en los puestos principales de béisbol alcanzó casi el 15 por ciento. El primer presidente afronorteamericano de la Liga fue nombrado en 1989: el ex primera base Bill White.11 Sin embargo, los afronorteamericanos y los latinos siguieron estando mal representados en las mejores posiciones de las grandes ligas del béisbol. En 1995, los dueños de equipos seguían siendo todos blancos y solo había un gerente general de color, Bob Watson, de Houston, quien fue designado como gerente general de los Yanquis de Nueva York después del final de la temporada. Los únicos mánagers de color eran Felipe Alou, de Montreal (del año de la Liga Nacional en 1994), Dusty Baker, de San Francisco, Cito Gastón, de Toronto, y Don Baylor, de Colorado (Mánager del Año de la Liga Nacional en 1995).12 10

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Bob Carroll: Baseball between the lies: the hype, hokum, and humbug of America’s favorite pastime, Nueva York, Perigee, 1993, p. 220. Las grandes ligas contrataron al primer árbitro negro en 1965, y al primer mánager negro en 1974 (Frank Robinson). Los latinos fueron mánager antes que los negros: Mike González en la década del 30 y Al López en la del 50 (ver el capítulo 1). Preston Gómez, el short-stop cubano importado por los Senadores durante la Segunda Guerra Mundial, se convirtió después en mánager de la Liga Nacional con San Diego (1969-1973), Houston (1974-1975) y Chicago (1980). Otro jugador de cuadro cubano, Cookie Rojas, manejó a los Ángeles de California durante algún tiempo después de su retiro del juego a finales de la década del 70. Pero pocos más llegaron a este nivel, aunque la astucia latina en el béisbol ahora ya es legendaria y Felipe Alou fue nombrado Mánager del Año en 1994.


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Tanto los latinos como los afronorteamericanos también están mal representados en el Salón de la Fama. Ya en 1969, la American Civil Liberties Union pidió al comisionado de béisbol, Bowie Kuhn, que abriera el Salón de manera igualitaria a jugadores de todas las razas, pero el consejo legal de Kuhn afirmó: “Cooperstown es un club privado y no está protegido por las leyes de los derechos civiles”.13 En 1971, Satchel Paige fue el primer afronorteamericano admitido en el Salón. Desde 1971 hasta 1977, un comité especial de las ligas negras de béisbol eligió a nueve jugadores negros para el Salón de la Fama, entre los que estaba el cubano Martín Dihigo. Pero solo hay media docena de latinos en el Salón, y eso, si incluimos a Reggie Jackson.14 A mediados de la temporada de 1994, surgieron nuevos problemas. Se produjo la huelga más larga en la historia de los deportes. Los jugadores, en vez de recibir una porción justa del pastel económico del béisbol, cada vez mayor (ingresos de la televisión, de la publicidad y de la gran supercarretera de los medios electrónicos) vieron cómo se fueron a la basura sus viejos acuerdos para la contratación. Así pues, la asociación de jugadores anunció una huelga.15 Una vez más, el béisbol reflejaba a la sociedad en general. Las medidas que los dueños de los clubes tomaron en contra de los jugadores reforzaron el desco13 14

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Gutman: ob. cit., p. 337. Para mayor información acerca del tema de la discriminación racial en el béisbol, ver Lawrence Kahn: “Discrimination in professional sports”, Industrial and LaborRelations Review, 44:3, abril de 1991. La Major League Baseball Players Association fue fundada en 1953-1954 como la sucesora del American Baseball Guild de 1946, que ganó el establecimiento del primer salario mínimo para los jugadores (de 5 000 dólares) y un plan de pensiones (ver el capítulo 5).


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nocimiento de los derechos de los trabajadores. Se había reducido los salarios y cortado de tajo el número de miembros de los sindicatos de trabajadores de más de un 30 por ciento de la fuerza de trabajo en la década del 60 a menos del 15 por ciento para 1994. En respuesta a la huelga del béisbol, los propietarios de los equipos suspendieron sus contribuciones al fondo de pensiones de los jugadores, cancelaron la serie mundial de 1994, descartaron el acuerdo de 1990 con el sindicato —que era por cuatro años— y trajeron “jugadores de reemplazo” de calidad amateur para el entrenamiento de primavera de 1995. Allen St. John, columnista de deportes del Village Voice de Nueva York, escribió acerca del uso que de los jugadores de reemplazo hacían los dueños: “El mensaje verdadero detrás de la Fiesta de los Esquiroles 1995,* y que escuchan fuerte y claro todos los administradores del país, es que si uno puede remplazar a Frank Thomas y a Barry Bonds, puede reemplazar a cualquiera”.16 Ningún jugador de ninguna de las nóminas regulares de los equipos rompió filas para unirse a los jugadores suplentes. Esta unidad de los jugadores tuvo su compensación. El National Labor Relations Board (NLRB) obtuvo una orden para obligar a los propietarios a regresar a los términos del acuerdo de 1990 y a terminar la huelga. La juez federal que otorgó la orden era una latina de cuarenta años de edad, la puertorriqueña Sonia Sotomayor. La juez Sotomayor, primera persona de origen latino designada para un puesto federal en la ciudad de Nueva York, altamente poblada de dominicanos y latinos, declaró que los dueños se habían metido en un regateo injusto al suspender los antiguos * En el original: “Scabfest ‘95”. (N. del T.). 16 Allen St. John: “The Payoff Pitch”, Village Voice, 7 de marzo de 1995.


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acuerdos en cuanto al arbitraje salarial, la oferta de agentes libres y las cláusulas anticolusión. Fue una gran victoria no solo para la asociación de jugadores, sino también para la fuerza de trabajo organizada en su totalidad. Como Kevin Baker señaló en un editorial del New York Times: “La mayoría de los jugadores millonarios también son blancos, hombres, conservadores en cuanto a la política y muy talentosos. Si mientras el gobierno observa, hasta sus derechos más fundamentales pueden ser pisoteados por un cartel de 28 propietarios de un club, ¿cómo nos irá a todos los demás en la nueva economía feliz?”17 Sin embargo, no se llegó a nuevos acuerdos en el béisbol, y la gente temía otras huelgas de jugadores o paros patronales. Los aficionados también respondieron de manera negativa a la huelga, con frecuencia preguntándose por qué “los jugadores millonarios” no estaban satisfechos. Durante la huelga de 1994 y 1995, muchos comentaristas se preguntaban en voz alta acerca de la sobrevivencia del béisbol. Se hablaba de que se estaba creando una nueva franquicia de las ligas mayores en la ciudad de México. Por lo menos 25 jugadores de las ligas mayores se habían ido a jugar béisbol a Japón en los últimos años, y la rivalidad económica entre las dos superpotencias financieras se estaba agravando. Pero, como decía Sparky Anderson, antiguo mánager de los Tigres de Detroit y de los Rojos de Cincinnati: “Hemos tratado una y otra vez de echar a perder este juego y simplemente no podemos”.18 17

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Kevin Baker: “Ballplayers are workers too”, New York Times, 10 de febrero de 1995. Rader: ob. cit., p. 216. En 1995, Anderson fue uno de los pocos mánager que apoyaba a sus jugadores. Se negó a entrenar a los jugadores de reemplazo durante la huelga.


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Debido a que estaban hastiados de la larga huelga, muchos aficionados dejaron de ir a los juegos de ligas mayores durante la temporada de 1995 y prefirieron ir a partidos de las ligas menores locales. Los dueños de los equipos de ligas mayores probaron varios trucos para atraer a los aficionados, incluida la reducción en el precio de las entradas y algunos regalos especiales. También buscaron atraer a “nichos de mercado” especializados entre la afición. Con frecuencia, esto significaba atraer directamente a la creciente población latina. Los Yanquis de Nueva York patrocinaron una Hispanic Award Night para los 100 mejores estudiantes latinos de preparatoria. Por lo menos media docena de equipos de grandes ligas estaban ya ofreciendo trasmisiones de radio en español de sus partidos. Los jugadores latinos estaban jugando mejor que nunca, y surgió una nueva cosecha de estrellas a principios de la temporada de 1995, incluido el Novato del Año 1995 de Minnesota, Marty Córdoba; al lanzador novato de los Cachorros, Jaime Navarro; al tercera base novato de los Mets, Edgardo Alfonzo, al lanzador novato de los Expos, Carlos Pérez (hermano del lanzador de los Yanquis, Mélido Pérez), y al segunda base novato de los Marlines de Florida, Quilvio Veras. Más aún, en la temporada de 1995, el viejo patrón de los equipos de dominio latino que escalaban puestos en la tabla de posiciones se reafirmó. Casi todos los ganadores de las seis divisiones de las grandes ligas tenían formaciones iniciales con tres o más jugadores latinos. El club multicultural de Cleveland, campeón de la división central de la Liga Americana, jugó un béisbol de .694 en promedio de ganados y perdidos, aunque finalmente no ganó la serie mundial. En el campo de Cleveland estaban el short-stop venezolano Omar


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Vizquel, el segunda base puertorriqueño Carlos Baerga, y los cátchers Tony Peña y Sandy Alomar, Jr. En los jardines, con un promedio de bateo de .300, estaba el novato sensación del año 1994, de veintitrés años de edad, Manny Ramírez (107 carreras producidas). El personal de pitcheo de Cleveland incluía al as del relevo José Mesa y al Presidente, el inicialista sin edad Dennis Martínez (ver el capítulo 7). Ambos estaban cerca de los primeros lugares de la liga en carreras limpias. Un tercio de los doscientos jugadores de la organización de los Azulejos de Toronto hoy proviene de la República Dominicana o de otros países de la cuenca del Caribe. Ganadores frecuentes de títulos, como Los Ángeles, Toronto y Oakland, han tenido un desproporcionado número de latinos en sus nóminas durante años.19 Las escuelas de béisbol en América Latina han superado el antiguo sistema de subsidiarias para el desarrollo de las futuras estrellas del béisbol. Diecisiete de los veintiséis equipos de grandes ligas tienen instalaciones especiales de entrenamiento tan solo en la República Dominicana.20 19

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Los Gigantes de San Francisco de 1962 iniciaron esta pauta con los latinos como apoyo para lograr más victorias. En la década del 70, los grandes equipos de Oakland y de Cincinnati, con jugadores como Tony Pérez, David Concepción y Bert Campaneris, mantuvieron funcionando el ritmo latino. Los Piratas de Pittsburgh, campeones mundiales de 1979, tenían un orden de bateo inicial que era mitad latino. En 1991, los Rangers de Texas presentaron un equipo que incluía a los fuertes bateadores Julio César Franco (dominicano), Juan González y Rubén Sierra (puertorriqueños) y Rafael Palmeiro (cubano). Los Azulejos de Toronto, campeones mundiales de 1992, tenían al pítcher dominicano Juan Guzmán y al jugador de cuadro Manny Lee, así como a los grandes puertorriqueños Roberto Alomar y Candy Maldonado. Para 1990, una quinta parte de los jugadores de todo el sistema de los Dodgers de Los Ángeles eran latinos. El complejo Las Palmas de los Dodgers en la República Dominicana era la escue-


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Sin embargo, el béisbol no se puede jugar sin pelotas de béisbol. La dependencia mayor del béisbol de los Estados Unidos respecto del de los latinos es evidente cuando uno se remonta a los orígenes de la bola blanca. Las mujeres de Centroamérica y Haití cosen las pelotas de las grandes ligas. Ganan aproximadamente un dólar al día por más de diez horas de trabajo realizado de pie. No se les permite ni siquiera hablar de formar un sindicato, y los inspectores externos no pueden entrar a los lugares donde trabajan. Desde la década del 50, los estadounidenses blancos se han ido a vivir a los suburbios, y el béisbol de las grandes ligas no ha estado lejos de ellos. Los dueños de los equipos han creado nuevos estadios impresionantes cerca de las áreas suburbanas densamente pobladas, utilizando el dinero de los contribuyentes. Calvin Griffith (hijo de Clark Griftth), presidente de los Senadores de Washington, confió en secreto a los dueños de la Liga Americana la razón de que cambiara el equipo a Mineápolis en 1961: “La tendencia en Washington es llenarte de jugadores de color”,21 dijo. En un desayuno del Club de Leones de Mineápolis añadió: “Les voy a decir por qué vinimos a Minnesota. Fue cuando descubrí que ustedes tenían solo quince mil negros aquí... Vinimos para acá porque ustedes tienen gente blanca buena y trabajadora”.22

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la de béisbol más avanzada. Como dijo Lee Thomas, gerente general de los Filis de Filadelfia: “Ahora solo tenemos de 5 a 7 equipos de ligas menores cada uno, y hacemos hincapié en la enseñanza” (citado en Rader: ob. cit., p. 208). Rader: ob. cit., p. 174. Gutman: ob. cit., p. 336. El campeón de bateo Rod Carew consideraba a Griffith como un racista (ver el capítulo 6).


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En el período entre 1961 1962, cada una de las ligas crecieron hasta constituir a 14 equipos. Para 1993, cada una tenía 14 equipos en tres divisiones. Los aficionados del centro de las ciudades han encontrado cada vez más difícil permitirse pagar los precios de las entradas para los partidos de béisbol. Con frecuencia los estadios de las grandes ciudades están medio vacíos. En los últimos años, el número de atletas profesionales negros se ha incrementado en el fútbol y en el básquet y ha disminuido en el béisbol. El interés de la afición afronorteamericana en este último deporte está en decadencia, aunque el interés de la afición latina todavía es fuerte. La anulación que llevó a cabo la Suprema Corte de la acción asertiva en 1995, combinada con la creciente pobreza entre la gente de color, no augura mucha esperanza para la armonía interracial en los Estados Unidos. Los latinos y los afronorteamericanos, que compiten por los escasos empleos, todavía están encabezando juntos el camino para abolir el racismo en el béisbol de los Estados Unidos. No tendrán éxito a menos que la sociedad en su conjunto cambie. Si el béisbol de las grandes ligas ha de perdurar “para siempre”, entonces también el racismo que prevalece en los Estados Unidos tendrá que ser arrancado de raíz para siempre.


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