RECONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL HÁBITAT Y VIVIENDA TRADICIONAL Experiencias en la Sierra Mixe y el Istmo de Tehuantepec
Los sismos ocurridos los pasados 7 y 23 de septiembre (2017) en los estados de Chiapas y Oaxaca, dejaron en evidencia tres aspectos fundamentales para la reconstrucción: 1. La importancia de conocer el territorio, las formas de habitar, el tejido social y las tipologías vernáculas de nuestro país. 2. La urgente necesidad de trabajar con equipos transdisciplinarios que colaboren en procesos sociales de reconstrucción y el rol del arquitecto. 3. El impacto de las políticas públicas en el territorio, la cultura y el tejido social. 1.Territorio, formas de habitar y tipologías vernáculas Chiapas y Oaxaca, epicentros de los sismos del 7 y 23 de septiembre, son estados que comparten algunas características sociales, económicas y culturales: Distribución rural-urbana. Más del 50% de su población habita en comunidades rurales, siendo los únicos estados en el país, en conjunto con Tabasco, que presentan esta distribución rural-urbana según la CEPAL. Pobreza extrema. Son los dos estados que encabezan la lista de pobreza extrema en México. Según CONEVAL, Chiapas ocupa el lugar número uno con un total del 77.15% de la población en dicha condición de vulnerabilidad. Por su parte, en el estado de Oaxaca existen 70.4% de habitantes en condiciones de pobreza, lo cual equivale a 2 millones 847 mil oaxaqueños. Presencia de pueblos originarios. En nuestro país existen un total de 65 pueblos originarios, según la Comisión Nacional para
el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. El estado de Chiapas concentra un total de 13 grupos étnicos, lo cual representa un 20%; Por su parte, en el estado de Oaxaca habitan 14 culturas originarias, lo cual equivale a un 21.53%. Es decir, los estados de Oaxaca y Chiapas albergan, de manera conjunta, el 41.53% de los pueblos originarios del país con un total de 27 culturas diversas. Entendiendo que los procesos de reconstrucción tendrían lugar en un territorio con una gran presencia de pueblos originarios localizados en comunidades rurales, y en condiciones de pobreza extrema, resultaba sumamente importante entender las formas de habitar y la cosmovisión de dichos pobladores. En el caso del estado de Oaxaca las regiones más afectadas fueron el Istmo de Tehuantepec y la Sierra Mixe, en las cuales habitan, principalmente, las culturas Ikoot (Huaves), Binnizá (Zapotecos) y Mixe. El caso de la Sierra Mixe El trabajo que realizamos en la Sierra Mixe de Oaxaca inició en octubre de 2017 con una reunión de trabajo coordinada por el Arq. Enrique Ortiz Flores (Habitat International Coalition-América Latina) y el Instituto de Filologías de la UNAM, a la cual fuimos invitadas para colaborar en la reconstrucción de comunidades Mixes con las que el Instituto llevaba colaborando desde hace más de 10 años. En dicha reunión, se acordó realizar un estudio de factibilidad social en tres localidades: San Lucas Camotlán, Santa María Nativitas Coatlán y Huitepec. Posteriormente se sumó el equipo de FHMM con el interés de colaborar y financiar la reconstrucción. El recorrido por la Sierra Mixe inició en conjunto con un equipo transdisciplinario con el cual pudimos realizar la evaluación y caracterización, no solamente del estado físico-espacial de las comunidades a partir de los daños provocados por los sismos, sino
del estado social y del tejido comunitario, aspecto primordial para llevar a cabo un proyecto de reconstrucción bajo las lógicas de la Producción Social del Hábitat y la participación. El equipo se componía por tres perfiles principalmente: Técnico-constructivo: ingenieros y arquitectos Gestión Social: trabajadores sociales, psicólogos y antropólogos Vinculación: filólogos e investigadores Durante el recorrido por las tres comunidades de la Sierra Mixe se realizó el estudio de factibilidad social con base a cinco indicadores de índole cualitativa, los cuales se generaron a partir de la observación in situ de la realidad socio-cultural de las comunidades: Organización interna. El proyecto demandaba una estructura comunitaria organizativa e incluyente, que permitiera la toma de decisiones de manera conjunta. Participación Comunitaria. Dado que el proyecto requería de acciones colectivas, era necesario la existencia de participación activa de la comunidad y compromiso social. Interés y compromiso. Era necesario que las comunidades se sintieran motivadas e interesadas por la colaboración, planteada con la finalidad de generar un trabajo colectivo exitoso. Entendimiento entre las partes. El proyecto de reconstrucción demandaba el intercambio de saberes técnicos y culturales entre el equipo y la comunidad, por lo que era necesario contar con vías de comunicación efectivas entre las partes. Sinergia. La intervención tenía líneas de acción establecidas que debían estar sincronizadas a las creencias y tradiciones de la comunidad para un trabajo conjunto efectivo. Este indicador compuesto se construía por: sinergía en la visión ambiental, sinergía en la visión cultural y sinergía en las actividades económicas. La visita a las comunidades para llevar a cabo el diagnóstico se realizó en conjunto con el equipo técnico, social y de vinculación, la cual arrojó resultados evidentes para todas las partes: Santa María Nativitas Coatlán era la comunidad ideal para realizar un proyecto de Reconstrucción Social del Hábitat debido a la valorización de su cultura ancestral, vivienda vernácula y relación con el territorio.
“La manera en la que construimos nuestras casas es la inteligencia de nuestros antepasados y nosotros queremos conservarla y defenderla” Durante la primera asamblea realizada por la comunidad de Coatlán en conjunto con nuestro equipo, los pobladores nos expresaron sus preocupaciones respecto al proceso de reconstrucción desde cuatro aspectos: A) Social: - “Se deben atender de forma prioritaria e inmediata la necesidad de refugio que tienen 26 familias de la localidad”
- “Entendimiento del uso de las tarjetas y las reglas de operación para la reconstrucción” - “Brindar asesoría técnica con base a los sistemas constructivos tradicionales en la región” - “Se proporcionará guía y asesoramiento técnico durante el proceso de reconstrucción a todas las familias” B) Cultural: - “El proyecto debe dialogar con los usos y costumbres de la comunidad” - “Se debe buscar incentivar la imagen cultural y el cuidado patrimonial de la comunidad de Coatlán” - “Rescate de las técnicas y los procesos constructivos ancestrales” - “El proyecto deberá conservar los componentes del solar mixe tradicional” - “Demostrar los beneficios de los sistemas constructivos locales” C) Ambiental: - “El proyecto debe tener respeto por los ecosistemas locales” - “El desempeño ambiental debe ser alto y se debe buscar tener una huella ecológica mínima durante el proceso de reconstrucción” - “En caso de usar madera, el comité de bienes comunales debe estar al tanto del proceso para llevar un registro apropiado” - “Reutilización de los materiales que resguardaron las familias después del sismo” - “Plantear un proyecto a corto plazo que sea capaz de reutilizar materiales como madera y adobes a largo plazo” D) Económico: - “Se procurará que el proyecto detone cadenas productivas en la región” - “Se deben considerar las actividades económicas relacionadas con el autoconsumo como la siembra y cosecha de alimentos para el cronograma de trabajo” - “Buscar alternativas para el uso de las tarjetas de la forma más apropiada para el proyecto y la población” - “Emplear de forma eficiente los recursos económicos de los pobladores, el subsidio gubernamental y los recursos provenientes de fondeo” Durante dicha asamblea pudimos comprender que, para los pobladores de Coatlán, era de suma importancia abordar el proyecto de Reconstrucción Social del Hábitat con una visión compleja, integral y sistémica que permitiera responder a los distintos retos que se enfrentaban. Con base a la vocación del proyecto, iniciamos el proceso de entendimiento territorial retomando los principios éticos de la Investigación Activa Participativa, los cuales valoran la sabiduría popular de los pueblos originarios, democratizan el conocimiento, generan reflexión crítica para la toma de decisiones y la acción, y evitan la apropiación de los conocimientos ancestrales de las comunidades indígenas por parte de grupos externos. Aunado a lo anterior, este tipo de metodología le hace frente a la verticalidad en la relación investigadores-objeto de estudio, planteando un binomio conformado por investigadores locales e investigadores externos. Es decir, se promueve un intercambio de saberes horizontal partiendo de la interculturalidad.
El censo de daños y el entendimiento territorial inició en noviembre de 2017 con la participación del despacho JSa (Javier Sánchez), quienes ayudaron a censar más de 150 hogares Mixes para la identificación de daños. Durante esta fase del proyecto pudimos identificar la tipología vernácula, la conformación del solar -unidad básica territorial- y los ciclos involucrados en la producción de las casas. Con base a las múltiples asambleas, entrevistas y diálogos con los pobladores, identificamos de forma conjunta lo siguiente: Conformación familiar. Las familias en la comunidad de Coatlán suelen ser ampliadas y compuestas por subnúcleos, conviviendo generaciones múltiples en un mismo hogar. Solar. La vivienda tradicional se conforma de múltiples elementos (construidos y vacíos) que conforman un sistema complejo que genera cobijo y produce-transforma alimentos para el consumo del núcleo familiar. En este sentido, el solar establece un diálogo constante con el territorio, los períodos de siembra, cosecha y almacenamiento de maíz, café, hortalizas (chayote, calabaza y quelites) y frutales (variedades de plátano, maracuyá y otros). Relación del solar con los bienes naturales. Debido a que el solar se autoconstruye con materiales obtenidos del entorno inmediato como madera, tierra, piedra, cáscara de café y estiércol, la producción de los hogares mixes depende directamente de la conservación y el aprovechamiento apropiado del medio ambiente. Es decir, las viviendas vernáculas generan una relación simbiótica de protección, cuidado y aprovechamiento con el entorno natural. Espacios y funcionamiento. Los espacios fundamentales en el hogar Mixe son: dormitorios, corredor, cocina, baño, gallineros y patio. En algunos hogares se complementa con el horno abovedado tradicional para la producción de pan. Además de los espacios mencionados anteriormente, existe un elemento tradicional que se ha ido perdiendo en los hogares, pero que sigue teniendo presencia en los ranchos cercanos a los terrenos aptos para la milpa: el coscomate. Sistema constructivo tradicional. El sistema constructivo vernáculo original se componía de cimentación de piedra, bloques de adobe, estructura de madera y techumbre conformada a base de zacate. Los bloques de adobe tenían dimensiones aproximadas de 30x40x10 cms y la fijación entre los muros y la estructura de madera se realizaba con “estacas” para evitar el deslizamiento de la en caso de ocurrir movimiento sísmico o fuertes vientos. Producción y ayuda mutua. Los pobladores reconocen que las viviendas de la comunidad se fueron construyendo de manera paulatina y en ciclos extensos que van de la mano con el clima y la siembra. Debido a que existen únicamente 3 meses al año de secas en Coatlán (febrero, marzo y abril) es necesario aprovechar la temporada para la producción de adobes, la cual puede tomar hasta dos años para completar los bloques necesarios para una vivienda (aproximadamente 1,500 adobes por casa). Además, los procesos de selección, corte y acarreo de madera, así como la construcción de los muros de adobe y la techumbre, requieren de la participación comunitaria y la ayuda mutua para consolidarse.
Modificaciones al sistema constructivo Actualmente, los pobladores reconocen que han realizado modificaciones importantes al sistema constructivo tradicional, lo cual ha transformado las propiedades estructurales y de confort en la vivienda. Aunado a lo anterior, dichas modificaciones generaron vulnerabilidad ante los movimientos sísmicos. Techumbre. Originalmente, el techado de las vivienda mixes se realizaba con un zacate que era abundante en la región, sin embargo, actualmente se ha agotado dicho bien natural ya que nadie lo siembra/cosecha. A pesar de reconocer que la techumbre vegetal era mucho más confortable y térmica, los pobladores la sustituyeron por techo de lámina debido a que, de esta forma, se eliminaron los animales (serpientes, roedores e insectos) que se alojaban en dicho espacio. Es importante reconocer que en el momento que los pobladores dejan de necesitar el zacate para la autoproducción de sus viviendas, no existe el interés por seguir produciéndolo en el territorio. Estacas de madera. La estructura de madera no sufrió afectaciones por la sustitución del tejido vegetal por lámina debido a la ligereza del material industrializado, sin embargo, se eliminaron elementos muy importantes para su buen comportamiento estructural: las estacas. Las estacas cumplían con la función de fijar la estructura de madera entre sí, y a los muros de adobe para evitar deslizamientos. Debido a que se eliminó dicho elemento, no existió agarre durante el movimiento sísmico provocando que las piezas se deslizaran provocando el “venteo” de los muros de adobe y, en muchos casos, el colapso. Tamaño de los adobes. Tradicionalmente los adobes se realizaban con una mezcla de tierra, estiércol y agua, la cual se comprimía en moldes con dimensiones de 30x40 por 10 cms de alto. A pesar de no haber variado la fórmula ni el procedimiento para realizarlos, los pobladores redujeron la dimensión de los moldes a 20x40 por 10 cms de altura, lo cual originó espesores de muros más reducidos. Durante el análisis de las fórmulas de adobe que existen en la localidad, las variantes en las dimensiones y los tipos de tierra (roja, blanca y amarilla), se realizaron pruebas de laboratorio a adobes con diversas características, resultando los más resistentes los que estaban realizados hace más de 50 años con tierra roja y las dimensiones originales. Desafortunadamente hoy en día no se cuenta con el registro de la receta de dichos adobes. Cimentación. De las modificaciones realizadas al sistema constructivo de la vivienda tradicional, la más relevante es, quizá, la eliminación de los cimientos de piedra por dos motivos principales: 1. Se eliminó el soporte estructural de la vivienda y el elemento de transición que transfiere las cargas de los muros al suelo. 2. Los muros de adobe se empezaron a desplantar directamente del suelo, provocando que la base de todas las viviendas estuvieran en constante humedad y se desmoronaran fácilmente. Esta modificación los pobladores reconocen que se realizó debido al tiempo que tomaba extraer la piedra y acarrearla hasta el solar.
Techo de lámina
Estacas de madera
Tamaño de adobes
Cimentación
Cartografías participativas Después de haber identificado y analizado, en conjunto con los pobladores, las mejoras que podrían realizarse a la vivienda tradicional, así como las cantidades de tierra, madera y piedra que debían movilizarse para la reconstrucción social de los hogares, resultó imperante conocer el territorio a mayor escala para: - Evitar generar vulnerabilidad ambiental y poner en riesgo los bienes naturales de la región. Es decir, un proceso de reconstrucción debe generar resiliencia ambiental, social, económica y constructiva. - Conocer los lugares sagrados para los pobladores y, de esta manera, conservar los espacios de culto. - Respetar y proteger los sitios de siembra, espacios fundamentales para la autonomía alimentaria de los pobladores que viven 100% del autoconsumo. - Comprender el funcionamiento de los cuerpos de agua que existen en la comunidad y su capacidad de abastecimiento, así como los períodos de seca y abundancia para no generar escasez del recurso hídrico durante´ la producción de adobes. - Entender las lógicas y dinámicas que existen en la comunidad respecto al habitar. Una vez que los pobladores nos compartieron su sabiduría en las escalas necesarias para desarrollar el proyecto -solar y territoriose generó, en conjunto con maestros adoberos, el comité de reconstrucción y nuestro equipo, la estrategia de la planta adobera tradicional a mediana escala, la cual tenía un reto importante: producir 1,500 de adobes al día durante el período de secas. La estrategia de la planta se realizó tomando en cuenta los saberes locales de los maestros adoberos y los procesos tradicionales para la producción del material. El primer paso fue seleccionar un sitio que fuera apropiado y tuviera condiciones topográficas, de localización, extensión y ventilación necesarias para un buena producción, secado y estivado. Después de analizar la factibilidad en tres sitios, el terreno más apropiado fue “donado” en préstamo por uno de los pobladores más antiguos de la comunidad, quien, a pesar de no haber sufrido daños en su vivienda, reconoció la importancia de ayudarse mutuamente como pueblo para superar la emergencia. El segundo paso fue preparar el terreno y dividir las áreas por cuadrillas de trabajo para las actividades que debían realizarse: - Acarreo de tierra - Preparación de mezcla - Conformación de los adobes - Área de secado - Estivado - Acarreo - Carga de material La planta adobera inició operaciones en abril del presente año con un total de 30 mujeres que reconocieron la necesidad de aprender la técnica para producir el material tradicional y 10 maestros adoberos con experiencia para la transferencia de saberes.
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01. Pileta 02. Área de secado de adobes 03. Área de preparación de mezcla 04. Banco de tierra 05. Área de descarga y acumulación de tierra 06. Área de estivado 07. Carga de adobes 08. Camino de acceso 09. Camino Coatlán-Sta. Isabel
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El caso del Istmo de Tehuantepec
1. Diagnóstico Participativo
Nuestra participación en la localidad de Ixtepec, ubicada en el Istmo de Tehuantepec, inició con la invitación de la Universidad de la Tierra de Oaxaca y el Consejo de Reconstrucción y Fortalecimiento del Tejido Comunitario de Ixtepec (Comité Ixtepecano) para sumarnos a la iniciativa de los pobladores de generar un proyecto de reconstrucción incluyente con los siguientes objetivos:
El diagnóstico participativo consiste en entender un contexto social y colectivo particular a partir de la visión, experiencias, ideas, retos y vivencias del mismo grupo. Es decir, no se basa en la observación de un investigador externo a un grupo para emitir, de forma sesgada y apartada, un diagnóstico probablemente inapropiado. Se trata más bien de un proceso profundo de reflexión colectiva que permite a los habitantes plasmar y sistematizar sus experiencias en torno a una situación particular que los afecta a nivel individual y colectivo.
- Disminuir la vulnerabilidad ambiental, social, cultural y económica ante los desastres naturales. - Recuperar las formas tradicionales de ayuda mutua entre los pobladores. - Visualizar el proceso de reconstrucción social como un vía hacia la defensa del territorio, fortaleciendo las estructuras de la comunidad. - Generar una visión integral de la vivienda: lo productivo + lo habitable + lo ecológico. - Fortalecer la resistencia, al mismo tiempo que proponer alternativas. - Producir y compartir el conocimiento de forma democrática, sencilla y con un lenguaje adecuado. En la primera reunión convocada por el Comité Ixtepecano, en conjunto con nuestro equipo, nos compartieron la curva de aprendizaje que han tenido como pueblo a un año de haber ocurrido los sismos:
“El entendimiento de la realidad nos hace tomar las decisiones [...] y la realidad nos ha llevado a la autoconstrucción” [...] Tener información nos ayudó a decidir.” “Un modelo de reconstrucción no nos incluye, no está pensado nosotros”...“Tenemos que hacer investigación para saber que NO se que hacer lo que ellos digan”
que para una tiene
Con base a esta experiencia iniciamos, en conjunto con el equipo y los pobladores, dos procesos que nos permitirían entender el contexto actual al que se enfrentaban las familias: 1. Diagnóstico participativo para conocer, de viva voz de los habitantes, la experiencia y reflexiones durante el proceso de reconstrucción. 2. Investigación Activa Participativa de las formas de habitar y las amenazas territoriales que existen actualmente por la presencia de proyecto extractivos (minería, eólicas e hidroeléctricas) y la falta de una estrategia ambiental para el manejo de los escombros.
Durante el proceso de diagnóstico en Ixtepec se realizaron dos sesiones de trabajo con un grupo de 20 mujeres y las reflexiones generadas nos hizo evidente lo siguiente: - El sismo generó emociones fuertes y existe una gran necesidad de contar con guía y apoyo desde el aspecto psicoemocional, sobre todo para los niños quienes aún experimentan alteraciones psicológicas en su vida cotidiana. - El grupo reconoce que, si bien el sismo detonó ciertas dinámicas relacionadas con aspectos sociales, económicos y físico-espaciales, ya existía vulnerabilidad por falta de empleos, pérdida de la unión y la seguridad en el pueblo, así como incomunicación entre colonias por crecientes de ríos, falta de transporte público y servicios básicos (luz y agua). - Las consecuencias de los terremotos fueron multifactoriales pues no solamente ocasionaron la pérdida de hogares, se sumó también la falta de acceso a alimentos, enfermedades ocasionadas por la falta de servicios básicos (diarreas e infecciones) y de cobijo (vivir a la intemperie con las fuertes lluvias generó gripas y afectaciones pulmonares), así como por la carencia en el abastecimiento de medicamentos. - La unión del pueblo para salir de la emergencia fue de las experiencias que describieron como un suceso agradable, pues reconocen que la auto organización permitió que, con los pocos alimentos que habían disponibles, colonias enteras se organizaran para crear comedores colectivos en donde se aseguraba que todas las familias tuvieran alimentación diariamente. Además, desarrollaron destrezas colectivas para la administración y distribución de despensas entre las colonias, procurando que nadie se quedara sin abasto. - La economía fue, quizá, el factor que más ha incidido hasta el día de hoy en el proceso de reconstrucción. No solamente se vinieron abajo las cadenas productivas locales debido a la falta de espacios e insumos para la producción (hornos de pan, comixcales para hacer totopos, etc), se sumó también la lenta reactivación de las actividades cotidianas debido a las fuertes lluvias e inundaciones que ocurrieron posteriores a los sismos. Actualmente la economía sigue inestable por los altos costos de la canasta básica. - La ayuda externa fue fundamental para la etapa de supervivencia, cobijo y alimentación después del sismo, sin embargo, las familias identificaron que se transgredió la estructura organizacional que había surgido de forma autónoma, propiciando confrontación y debilitamiento de la unión que iba surgiendo, rompiendo la posibilidad de hacerla trascender a lo largo del tiempo.
- La falta de rutas de transporte público y las fuertes lluvias provocaron que los “cheguigos” -colonias ubicadas después del río en zapoteco- quedaran incomunicadas y se dificultara el acceso de alimentos y ayuda mutua. - La mano de obra local se encareció aceleradamente pues, las constructoras, con tal de cumplir con tiempos establecidos desde el esquema mercantil de rentabilidad para el proceso constructivo de una vivienda, ofrecieron pagos excesivos a los trabajadores de la construcción por una jornada. - Los materiales de construcción, al igual que la canasta básica y la mano de obra, incrementaron sus costos debido a la fuerte demanda y escasez que había en la zona para abastecer el proceso masivo de reconstrucción. - Existen familias que no tuvieron el apoyo para la reconstrucción desde las políticas públicas (sedatu + fonden) por una mala estrategia para censar las viviendas dañadas por parte de las instituciones. - Los modelos de vivienda ofertados por las constructoras no son apropiados ya que no contemplan las formas tradicionales de habitar ni el clima de la región. A un año de haber ocurrido los sismos y con los apoyos gubernamentales agotados, las familias reconocen que la única forma de reconstruir sus hogares es a través de la recuperación de los esquemas de ayuda mutua como Guendaliza’a o tequio, a través de procesos que involucren la autoconstrucción para hacer frente al encarecimiento de la mano de obra, y transferencia e intercambio de saberes entre equipos técnicos y los habitantes para mejorar los sistemas constructivos tradicionales que puedan recuperarse. Además, consideran necesaria la generación de nuevas tipologías que sean amables con el medio ambiente, se acoplen a las formas locales de habitar y contemplen espacios generosos y frescos para contrarrestar las fuertes temperaturas del Istmo. Aunado a lo anterior, las familias nos compartieron que actualmente no existen los bienes naturales necesarios para un proceso de reconstrucción a la escala que se necesita, sobre todo los tipos de madera apropiadas para la producción de las estructuras del techo (palo de sangre, guevichi o palo de camarón) , los armados para los muros de bajareque (varas de coapchín) y la biliguana (balolo). Respecto a los materiales industrializados como la teja y el tabique usados en la vivienda tradicional Istmeña, tampoco existe la capacidad de producción necesaria pues los hornos quedaron en abandono hace algunos años cuando dichos materiales dejaron de exportarse a Veracruz y otros lugares del país, dejando de ser una actividad económica rentable en la región. El diagnóstico participativo nos permitió aproximarnos a la situación que viven hoy en día las familias con las que estaremos colaborando y comprender la relevancia de los equipos transdisciplinarios para abordar una reconstrucción que demuestra ser diversa, compleja, cambiante y exige el intercambio de saberes entre cosmovisiones y formas distintas de entender la realidad y producir alternativas desde lo ambiental, económico, psicológico, social, cultural y constructivo.
2. Investigación Activa Participativa: formas de habitar
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La vivienda tradicional de la cultura Binnizá o zapoteca, se construye a base de dos tipos de tierra, zacate, madera, bejuco y tejas de barro, materiales locales que solían ser de fácil acceso en la región. El proceso constructivo de la vivienda zapoteca contemplaba el empleo de los bienes naturales y la observación para entender los ciclos lunares, temporadas climáticas, la dirección en la que soplaba el viento para el corte de la madera, acarreo de agua desde los ríos, recolección de estiércol para realizar la mezcla de barro, selección de bejucos obtenidos de las montañas para el amarre de la estructura y la participación comunitaria.
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Es decir, para construir una vivienda se debía tener un dominio amplio del manejo de los bienes naturales involucrados en la producción de los hogares, así como de la localización de los mismos en el territorio.
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Sistema y proceso constructivo
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Según la sabiduría popular compartida por los pobladores de la comunidad “El Zapote”, el proceso constructivo iniciaba con el corte de la estructura principal de madera conformada por horcones, caballete (existe variable sin caballete), plancha o planchón y morillos.
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Las maderas ideales para la estructura, debido a su dureza, dimensiones y resistencia a las plagas y humedad, son el palo de sangre, palo de camarón, guevichi, tojopostle y tepehuaje. A pesar de no tener una explicación concreta, los habitantes de la comunidad sabían que la temporada ideal para cortar la madera es cuando sopla el viento del norte, ya que según los más viejos la hacía mucho más durable y resistente. Para acarrear la madera se requiere de un grupo de aproximadamente 4 personas y se emplea la yunta y la carreta, la cual es jalada por los animales de traspatio: bueyes y cebús. Una vez que se contaba con los materiales necesarios para generar la estructura, se iniciaba la excavación para hincar los horcones a una profundidad de entre 80 y 120 cms. Inicialmente, la excavación se realizaba con una jícara, lo cual podía tomar hasta una semana debido a la complejidad del proceso. Posteriormente se empezaron a usar herramientas elaboradas que facilitaron el proceso de excavación.
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El siguiente paso consistía en conformar la estructura de madera y los cajones con varas de de copachín atados con bejucos para, posteriormente, colocar el embarro del bajareque. La mezcla de la tierra se realiza con los pies para que pudiera quedar húmeda de manera uniforme y, de esta manera, evitar agrietamientos por presencia de grumos y tierra seca.
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08 01. Teja de barro 02. Capa de embarro 03. Biliguana 04. Morillos
05. Vigas y tarugos 06. Horcones, caballete y planchón 07. Parales 08. Cajones de varas
Ya que se había colocado el embarro en los cajones, se iniciaba el proceso del acabado final de la vivienda: una fina capa de tierra de “niño” que logra dejar lisos y uniformes los muros. El acabo es el trabajo de las mujeres ya que tienen “buena mano” y la tierra se obtiene de las paredes de los arroyos cercanos. Cada año las mujeres renuevan esta capa para recibir las fiestas de la virgen.
Modificaciones del sistema constructivo El sistema constructivo se ha ido modificando debido a diversos factores, principalmente ambientales y económicos. Desde el aspecto cultural, las familias de la localidad de El Zapote reconocen que la vivienda tradicional sigue siendo apropiada para sus formas de habitar y la vida actual pues identifican sus propiedades térmicas y adaptación a las temperaturas extremas de la región. Las principales modificaciones que ha sufrido la vivienda de bajareque son: Techumbre. Al igual que en la localidad de Coatlán, los pobladores han ido sustituyendo, en algunos casos, la techumbre tradicional realizada con barro, biliguana o varas y teja, por lámina metálica. Lo anterior debido a que ya no hay producción abundante de teja lo cual incrementó su costo, además, los pobladores comentan que la teja requiere mucho mantenimiento pues se mueve fácilmente de su sitio provocando que el barro escurra al interior de las viviendas en la temporada de lluvias. Aunado a lo anterior, los murciélagos suelen dejar semillas de pitaya y otras especies, provocando el crecimiento de arbustos y cactus en el techo. Amarres. El bejuco empleado para realizar los amarres tradicionales, tiene la propiedad de ser flexible durante su uso y cobrar dureza y resistencia conforme se va secando a lo largo del tiempo. Esta forma de atar la estructura de los cajones de madera de copachín para el bajareque, permitía que se mantuviera firme a lo largo de los años sin necesidad de renovar todo el embarro. Actualmente, a los pobladores se les dificulta conseguir el bejuco por dos razones principales: únicamente existe en las montañas a unas 3 horas de distancia y la escasez. En su lugar, los pobladores comenzaron a sustituirlo por mecate o alambrón, sin embargo, ninguno de los materiales ha logrado igualar la resistencia y durabilidad del bejuco. Armado de cajones. Los cajones de barro realizados con varas de copachín tienen la función de contener la mezcla de tierra para conformar los muros de la vivienda. A pesar de ser una estructura secundaria, tiene gran relevancia en la resistencia de la vivienda ante los movimientos sísmicos debido al peso que soportan y a la forma en la que están unidos con los horcones (estructura principal). Durante el sismo fue evidente ver que, los cajones armados con maderas de otras especies menos resistentes y apropiadas para estar en contacto con la humedad y la tierra, colapsaron o se ventearon al grado de mover la estructura principal y ocasionar el derrumbe de la vivienda. Además, en estos casos fue imposible recuperar la estructura secundaria ya que las varas se encontraban perforadas por insectos y podridas por la humedad. Las modificaciones descritas anteriormente han transformado la vivienda, no solamente desde su desempeño estructural, sino también desde el confort; debido a que la longitud de los horcones está dada por las dimensiones de los árboles, las viviendas suelen tener una altura no superior a los 2.80 o 3 metros, ocasionando que la sustitución de la techumbre tradicional por lámina resulte en un espacio más caluroso durante todo el año.
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2. El rol del arquitecto en el trabajo comunitario Debido a que, como hemos identificado previamente, el proceso de reconstrucción de las comunidades es complejo y multifactorial, es necesario abordarlo con una visión sistémica transdisciplinaria que permita plantear soluciones apropiadas y apropiables -como reconoce Carlos González Lobo- para cada cultura y pueblo, evitando imponer procesos sociales que vayan en detrimento del tejido comunitario. Desde la perspectiva de la Producción Social del Hábitat, metodología que entiende el hábitat como un producto social y cultural que implica la participación activa, informada y organizada de los habitantes en su gestión y desarrollo, se rechaza toda práctica asistencialista producida al margen de los pobladores que pueda provocar dependencia, imposición y ruptura social. En este sentido, se vuelve imperante reconocer que la reconstrucción no es un problema únicamente físicoespacial que se resuelve a través del diseño arquitectónico o la generación de propuestas de vivienda, sino un proceso social complejo que debe apuntalar y fortalecer la estructura comunitaria a través de la participación activa de los pobladores en cada parte del mismo (diagnóstico, planeación, gestión, administración, diseño, construcción, evaluación y medición) buscando siempre detonar autonomía, intercambio de saberes, reactivación económica local, cuidado y protección del hábitat, conservación de la cultura y, sobre todo, reflexión y sistematización de los aprendizajes y experiencias para que, en caso de ocurrir un evento similar en un futuro, la comunidad tenga la capacidad de saber como actuar. Es decir, la reconstrucción debe buscar la resiliencia de los pueblos desde el aspecto ambiental, económico, constructivo, organizacional y psicológico. Entonces, ¿Cuál es el papel del arquitecto en el proceso social de reconstrucción de las comunidades? Desde Comunal: Taller de Arquitectura visualizamos nuestro rol como facilitadoras que pueden propiciar el diálogo y la reflexión entre los pobladores para que, a través de procesos de investigación, diagnóstico, diseño y gestión participativa, los habitantes puedan tomar las decisiones más apropiadas para el desarrollo de su hábitat. Entendemos también que cada pueblo tiene una visión diversa respecto a lo que significa el desarrollo comunitario y tenemos que profundizar en la cosmovisión y la forma de vida de cada localidad con la que colaboramos, evitando estandarizar y homogeneizar a los pueblos y las culturas. Nuestra metodología de trabajo con las comunidades está basada en los siguientes principios éticos e ideas rectoras que nos permiten establecer diálogos horizontales a través de un intercambio de saberes genuino entre todas las partes involucradas en un proyecto: 1. Colocar a las comunidades como actor principal para identificar la problemática que se vive en su localidad, generar soluciones arquitectónicas y detonar cadenas productivas locales en la región. Es decir, volver a las personas los sujetos de acción para tomar las decisiones de reconstrucción integral. 2. Reconocer la sabiduría popular de las comunidades como una
ciencia comunitaria capaz de generar conocimiento tan valioso como el producido a través de la academia. 3. Diseñar basándonos en los derechos humanos y constitucionales, así como en la preservación de las costumbres ancestrales y la cosmovisión particular de las comunidades. 4. Partir de las capas culturales, ambientales, arquitectónicas y territoriales existentes en la región, tomando en cuenta los saberes constructivos tradicionales de los pueblos orginarios. 5. Fortalecer el diálogo y la conexión existente entre el territorio y las comunidades, a través de proyectos que aborden el uso de los bienes naturales mediante un enfoque sistémico. 6. Desarrollar estrategias sociales y arquitectónicas que detonen prácticas que influyan en las políticas públicas nacionales a través de proyectos participativos que demuestren alternativas reales, incluyentes, contextualizadas, apropiadas y respetuosas con los pobladores. 7. Promover proyectos enfocados al concepto local de desarrollo comunitario integral y a la reducción de la vulnerabilidad en la región. 8. Generar mecanismos para que nuestro equipo colabore con las comunidades con la finalidad de generar autonomía, empoderamiento y resiliencia. Es decir, reconocer las capacidades que existen en las comunidades y potenciarlas para que los habitantes sean capaces de satisfacer sus necesidades, aún cuando nuestro equipo no se encuentre en la región. 9. Recuperar la construcción colectiva presente en la historia de las comunidades a través del tequio, faena o mano vuelta. Es decir, reconstruir no solamente el entorno físico sino también el tejido social. Además de involucrar una práctica horizontal, es necesario reconocer otro aspecto fundamental para la Producción Social del Hábitat: el control de los procesos. En este sentido, los proyectos realizados bajo las lógicas participativas requieren, además, que el control de los procesos y la toma de decisiones esté en manos del actor principal, ya que únicamente a los habitantes -quienes tienen una relación afectiva con el territorio, quienes cuentan con una red humana de apoyo plenamente identificada en el lugar y quienes resguardan y protegen los bienes naturales de las amenazas externas- les compete decidir el rumbo que desean tomar como pueblo respecto a su entorno y la forma de habitarlo. Con base a lo anterior, la misión del arquitecto, y de todos los profesionistas involucrados, es ser un espejo que evidencíe a los pobladores, a través de metodologías participativas, talleres prácticos, diálogos y sistematización documental, toda la información local y externa que existe en torno al proceso de reconstrucción para que las comunidades puedan tomar decisiones informadas y asesoradas que resulten en el mejoramiento de su calidad de vida.
3. El impacto de las políticas públicas en el territorio, la cultural y el tejido social Las primeras declaraciones por parte del Gobierno Federal a través del Presidente Enrique Peña Nieto respecto a los efectos del sismo fueron las siguientes: “Según los reportes de ingenieros militares y del área de protección civil del estado, además de la fuerza del sismo, la caída de viviendas se debió sobre todo a que están hechas de adobe y tienen escasa cimentación”. Lo anterior, resulta en una declaración inapropiada por cuatro motivos principales: 1. Si bien se colapsaron viviendas que estaban construidas con adobe, como en el caso de la Sierra Mixe, el colapso de las viviendas no se debió al uso del material per se, sino a la modificación de los sistemas constructivos tradicionales que han realizado los pobladores por diversos motivos, principalmente económicos. 2. La declaración se vuelve tendenciosa ya que se cuenta parcialmente una realidad. Es decir, no se dijo que también colapsaron viviendas hechas con otros sistemas constructivos que empleaban materiales industrializados como tabique, concreto y mampostería. 3. Reafirma la agenda que tienen las políticas públicas de vivienda en México desde hace algunos años, la cual se ha hecho mucho más evidente desde el 2016 con las reglas operativas de subsidio para autoconstrucción de la Comisión Nacional de Vivienda: frenar la Producción Social de Vivienda con sistemas constructivos y saberes tradicionales para dar paso a las constructoras y el negocio. 4. Influye en el imaginario colectivo de las comunidades que han construido históricamente con tierra pues genera temor y rechazo al sistema constructivo tradicional. Respecto a los sistemas constructivos, durante nuestro recorrido en la zona pudimos observar que las viviendas construidas con tabique colapsaron debido a que no contaban con cimientos apropiados, cadena de cimentación y cadena de cerramiento, lo cual provocó que se desplomaran ante el fuerte movimiento. Durante las entrevistas que realizamos a algunas familias que se quedaron sin hogar, Francisco Fuentes Martínez -poblador del municipio de Unión Hidalgo- nos relató las modificaciones que sufrió la vivienda tradicional de bajareque y la inclusión del tabique en la región:
“Es que nosotros cuando empezamos era pura tejavana y puro lodo, entonces después vimos que comenzó la gente a hacer los ladrillos y cocerlos en el horno, después ya los compramos y empezamos a tumbar las paredes de lodo. Entonces construimos las paredes con tabique pegados con mezcla, pero no es cemento es calhidra. Ninguna casa llevó cadenas o cimientos, lo pegamos nada más así.” Respecto al concreto, las construcciones realizadas con este sistema también sufrieron graves daños, basta con tener la cifra
262 escuelas derrumbadas y 2,000 más con daños estructurales severos, tiendas de autoservicio colapsadas (milano), edificios públicos como el palacio municipal de Unión Hidalgo y viviendas particulares en Ixtaltepec. Esto quiere decir que no debe asociarse a dicho sistema la seguridad en la reconstrucción, ni promoverlo como la solución más apropiada para la región pues los pobladores afirman que las viviendas construidas de esta forma son sumamente calurosas y poco confortables. El segundo desacierto de Peña Nieto, y quizá el más grave, fue convocar a las empresas constructoras, ‘‘las que han realizado importantes proyectos de construcción en el país’’, a colaborar y participar en la reconstrucción de la zona. Es decir, hizo un llamado a las empresas que lucran con la vivienda y la calidad de vida a plantear un modelo de negocio en zonas rurales y pueblos originarios, el cual está muy lejos de ser un proceso reconstructivo incluyente y participativo realizado de la mano con las comunidades afectadas. Las dinámicas mercantiles que acompañan a dichas empresas derivan en proyectos que suelen caer en abandono ya que no parten de la investigación y la responsabilidad ética de conocer el contexto social, cultural y ambiental antes de realizar una propuesta arquitectónica de reconstrucción. Además, los modelos de fibrocemento que ya existen en comunidades como “La Blanca” (Municipio de Santo Domingo Ingenio, Oaxaca) tienen, cuando mucho, escasos 30 m2 -lo cual es comparable con las medidas de la cocina en el solar tradicional- y son sumamente inapropiados para las condiciones climáticas de la región. Alineados en el mismo camino, el de nulo entendimiento cultural, se encuentran las propuestas realizadas por parte del Fondo Nacional de Desastres Naturales (FONDEN), las cuales tienen el objetivo de funcionar como refugio emergente y temporal. Sin embargo, hemos visitado comunidades mayas en el Estado de Yucatán en donde 15 años después de la emergencia (huracán Isidoro), los cuartos de 3 x 3 metros se han vuelto la alternativa permanente de las familias causando graves problemas de hacinamiento. Aunado a lo anterior, las propuestas no vienen acompañadas de un plan de crecimiento progresivo, lo cual dificulta que las familias las vayan ampliando al pasar de los años. La estrategia de reconstrucción propuesta por el Gobierno Federal consistió en otorgar tarjetas con un monto aproximado de $120,000.00, los cuales podrían distribuirse en hasta $30,000.00 en mano de obra y, el resto del dinero, se podía destinar únicamente para la compra de materiales en lugares autorizados. Dicha estrategia, según las experiencias de los pobladores, causó conflictos sociales, económicos, técnicos, ambientales y culturales en las comunidades. Parte de la reflexiones que nos han compartido los pobladores de la Sierra Mixe y del Istmo de Tehuantepec, son las siguientes: - Existieron familias que tuvieron daños severos en sus hogares y se quedaron sin apoyo federal debido a una forma inapropiada de evaluar las viviendas.
- Quienes estaban encargados de realizar el censo expresaron que las viviendas construidas con materiales y sistemas constructivos tradicionales no ameritaban ser censadas pues eran precarias. Este comentario fue recurrente en la comunidad La Blanca e Ixtepec. - A pesar de haber construido acuerdos a través de asambleas comunitarias, la entrega de tarjetas se realizó sin consulta previa con las autoridades comunitarias y sin tomar en cuenta la organización de los pobladores. Esto propició que existieran familias en donde tres integrantes habían recibido tarjeta y, por otro lado, familias que no recibieron ni una sola. - Debido a la situación de emergencia que se vivía en las comunidades, una gran parte de las familias que recibieron el apoyo federal decidieron emplear el dinero de la mano de obra para la compra de productos de canasta básica y la supervivencia. Además, algunos pobladores decidieron reconstruir hornos de pan o comixcales para poder vender nuevamente productos que les permitieran empezar a generar ingresos. - Las tarjetas propiciaron que los pobladores fueran un “mercado cautivo” para las casas de materiales, pues, al ser sitios autorizados, podían elevar los precios de los productos sin que los pobladores pudieran evitarlo. - Los pobladores externaron que las tarjetas no venían acompañadas de asesoría técnica que pudiera ayudarles a decidir como debían reconstruir sus hogares. Esto propició que muchas familias reconstruyeran sin una guía estructural, generando nuevamente vulnerabilidad respecto a la construcción. - Existió desinformación constante respecto al uso y caducidad de las tarjetas, lo que generó pánico en los habitantes y detonó compras inapropiadas de materiales constructivos con tal de no perder el apoyo. En el caso específico de la Sierra Mixe de Oaxaca, los pobladores cuestionaron fuertemente las políticas públicas de reconstrucción durante asamblea, pues consideraban que no incluía ni tomaba en cuenta su cultura, la vivienda tradicional vernácula con adobe y sus formas de habitar.
“La manera en la que construimos es la inteligencia de nuestros antepasados y nosotros queremos conservar esa inteligencia” “Las tarjetas que nos dió el gobierno únicamente se pueden usar fuera de nuestra comunidad, ¿Por qué vamos a comprar cosas de otros lugares cuando aquí producimos materiales como adobe, estructuras de madera, piedra y cal?” Según la Constitución Política de México, el artículo segundo establece que las comunidades indígenas tienen derecho a un medio ambiente apropiado, entonces, ¿Cómo pueden los pueblos originarios conservar su Hábitat cuando se les empuja a usar materiales industrializados y sistemas constructivos inapropiados o ajenos a sus formas de habitar?
Conclusiones A un año de los sismos de septiembre de 2017 la problemática sigue vigente. Inclusive, más allá de las problemáticas en torno a la reconstrucción de vivienda y espacios de equipamiento en las comunidades rurales y urbanas, hoy en día se logra percibir que los efectos de los sismos están trastocando aspectos relacionados con la falta de acceso a la salud y a la educación, el declive de las economías locales, el incremento de los efectos psicológicos relacionados con el miedo a los espacios cerrados y la intensificación de los conflictos sociales e intrafamiliares ocasionados por la falta de acceso a recursos que les permita a los afectados recuperarse y retomar su vida previa a los sismos. Por otro lado, los doce meses transcurridos han sido evidencia de las incongruencias detrás de las políticas públicas en torno a la reconstrucción, pues éstas le han negado a las comunidades rurales la posibilidad de reconstruir sus espacios retomando los sistemas constructivos tradicionales de su vivienda vernácula, y obligándolos a optar por la compra de materiales industrializados (no aptos para las condiciones climáticas de muchas regiones del país), ubicados en centros urbanos alejados y absorbiendo los altos costos de traslado de los materiales. Dicha situación también ha provocado que, en vez de que el apoyo económico que han recibido algunas de las familias pueda quedarse en las mismas comunidades para reactivar la economía local y hacer más eficiente el recurso, se dirija a las grandes empresas constructoras y casas de materiales que han aprovechado la dimensión de los daños para aumentar a veces hasta el doble el costo de los materiales. Por otro lado, la falta de asesoría técnica con la que muchas familias han iniciado su proceso de reconstrucción ha aumentado significativamente la vulnerabilidad de las comunidades ante eventuales sismos. Todo lo anterior, ha provocado que, más allá de los retos que ya representaban los daños causados por los sismos, las comunidades más vulnerables estén expuestas a procesos que aumentan su dependencia a programas asistencialistas ajenos a su cultura y formas de habitar, a la iniciativas de diversos organismos y organizaciones que ponen los resultados cuantitativos y a corto plazo por encima de los procesos sociales que fortalecen la resiliencia de las comunidades y detonan su autonomía, a la desarticulación de las estructuras colectivas debido a la búsqueda de beneficios particulares por encima del bien común, a la anulación
de los saberes constructivos tradicionales en los procesos de reconstrucción y a la pérdida histórico cultural de la arquitectura vernácula con todas sus propiedades cualitativas en el marco del buen vivir. Aunado a lo anterior, otro gran aprendizaje ha sido comprender que, cuando los procesos de reconstrucción están controlados por agentes externos desde el aspecto económico, tiende a ignorarse la sabiduría popular y la opinión de los habitantes, excluyéndolos por completo de la participación y de la toma de decisiones del rumbo de su hábitat. Lo anterior se vuelve un fenómeno muy grave ya que, en lugar de visualizar a los habitantes como sujetos de acción, los plantea como objeto de intervención, anulando toda posibilidad de aprendizaje e intercambio de saberes para todas las partes y transgrediendo la autonomía de los pueblos originarios. Desde el aspecto tecnológico, se vuelve fundamental la innovación para el mejoramiento de los sistemas constructivos tradicionales, sin embargo, dichas mejoras deben realizarse tomando en cuenta la mano de obra local, los materiales disponibles en la región, la capacidad de los pobladores para comprenderlas e implementarlas, así como talleres de transferencia de conocimientos para que exista la seguridad de que se llevarán a cabo de forma correcta. Además, es necesario que cada una de las innovaciones propuestas sean resultado del diálogo entre el equipo técnico, social y los habitantes, así como el desarrollo de manuales de buenas prácticas para la autoconstrucción, pues, de otra forma, no existirá apropiación y se correo el riesgo de generar mayor vulnerabilidad estructural. Debido a los retos e incongruencias que hemos identificado durante nuestro camino profesional por la reconstrucción, nuestro equipo se ha enfocado en trabajar bajo códigos de ética específicos que sirvan de marco para la búsqueda constante de estrategias que generen un impacto social positivo a través de un intercambio de saberes que nos permita construir, junto con las comunidades, mejores mecanismos de respuesta frente al contexto actual. Así mismo, buscamos que, a través del “hacer”, se logre incidir en las políticas públicas para que reconozcan la importancia de la inclusión de los sistemas constructivos vernáculos de nuestro país, más allá de la conservación del patrimonio arquitectónico.
Trabajo realizado con la participación y los saberes de: Pobladores de Santa María Nativitas Coatlán Pobladores de El Zapote Pobladores de Ixtepec Comité Ixtepecano Universidad de la Tierra Onnis Luque Comunal: Taller de Arquitectura
NOTA: este artículo contiene la sabiduría popular de los habitantes del pueblo Mixe Santa María nativitas Coatlán y de la cultura Binnizá o zapoteca de la comunidad El zapote e Ixtepec, la cual fuecompartida a nuestro equipo de trabajo durante el proceso de Investigación Activa Participativa en el marco del proyecto “Reconstrucción Social del Hábitat”. Nuestro equipo de trabajo se reconoce como facilitadoras para la recopilación y sistematización de dicha informacón, sin embargo, la autoría pertenece a la voz de los pobladores que compartieron su sabiduría.