Apuntes sobre un modelo catalán de Hospital, por Emili Donato

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Mocejón, Toledo

Apuntes sobre un modelo catalán de Hospital Emili Donato

Hospital de Vilafranca. Proyecto: Francesc Pernas, Arq. 1994

Cuando se habla de un modelo de hospital, catalán u otro, se tiende a imaginar un edificio tipo, programado y proyectado de una vez por todas -de circunstancia o lugar- que se repite como referente de una determinada política sanitaria. Por el contrario, nada más alejado de la repetición de un tipo arquitectónico que la ejecución del gran número de notables construcciones de variado programa asistencial-hospitalario, construidas en Cataluña a partir de la autonomía de gobierno de 1982. Más bien podría darse una paradójica e inversa actitud crítica, por la carencia de ciertas pautas precisamente tipológicas. La dispar valoración de edificios hospitalarios con unidades de enfermería bilaterales o unilaterales, en cuanto a su desigual funcionalidad asistencial y económica, deberían exigir un criterio unívoco. No hay pues una tipología o modelo catalán de hospital sino más bien una gran liberalidad en los criterios concursales, los cuales generan globalmente la gran riqueza arquitectónica de los hospitales catalanes de los últimos treinta años. Éstos están funcionalmente acreditados por el cumplimiento de los planes funcionales y las directrices de diseño, redactados por los equipos técnicos del Servicio Catalán de la Salud. El modelo catalán de hospital es en realidad un modelo conceptual definido por un sistema de características que pocas veces pueden asociarse a un prototipo a repetir en los más diversos territorios y contextos urbanos; como eran en cambio y por lo general, los enormes hospitales del INSALUD, bajo la dictadura, con materiales y color uniformes, de gran altura en solares insuficientes y siempre insensibles hacia su entorno urbano. Baste comprobar el lamentable impacto paisajístico y la rigidez tipológica y funcional de la implantación y de la tipología arquitectónica del hospital general de la Vall d’Hebrón en Barcelona, para entender el rechazo casi instintivo de la nueva administración democrática catalana hacia la elaboración de cualquier “otro modelo” y su aplicación invariable en todo el país. Pero hay más: en Cataluña desde el principio de la autonomía imperó como uno de los criterios básicos de decisión proyectual el de una respetuosa y dialogante integración en el medio ambiente paisajístico o urbano en el que se implantan los nuevos hospitales, siempre de potentes dimensiones respecto de su contexto local. “La nueva arquitectura sanitaria, antes que sanitaria es arquitectura, el adjetivo es un añadido que califica y exige aspectos funcionales, pero nunca cuestiona el hecho arquitectónico en si mismo”, según palabras de Francesc Pernas, responsable del primer servicio de arquitectura del ICS (Instituto Catalán de la Salud) en los primeros 80. Tal como se tradujo en la fina sensibilidad de impostación paisajística del hospital de Mora d’Ebre, del cual Pernas era el padrino político y los autores de sobra conocidos. (1) Por tanto se trata de un modelo en el que el enunciado del contenido de la forma, y no ésta en sí misma, es el objetivo y la guía de la decisión proyectual. Unos enunciados que dan lugar a respuestas morfológicas diversas, pero que tienen en común, no lo “típico”, sino su contenido de uso; no la receta sino su ideada experiencia espacial, formal o medioambiental; ideada o mejor imaginada en el sentido preplatónico de forma o figura característica; por tanto idea no reducida a lo formal, y no a lo abstracto o conceptual.

(1) Antonio Martínez Lapeña y Elías Torres Tur

Entre estos apuntes sobre un supuesto modelo catalán no está de menos recordar que Cataluña desde mediados del siglo XIX disponía ya de un amplio repertorio de pequeños hospitales públicos, de muy diversa titularidad: municipales, religiosos, mutuas de base industrial, consorcios locales, fundaciones público-privadas, etc., además una serie de acreditadas clínicas privadas. Este agregado institucional cubría una dispersa localización geográfica, pero no respondía a una estructura territorial preconcebida desde instancias políticas superiores. No obstante fueron los últimos gobiernos de la Generalitat republicana quienes diseñaron un primer “mapa sanitario de Cataluña” de base comarcal, como marco de una futura planificación hospitalaria del país. La guerra civil truncó el proyecto y los vertiginosos cambios demográficos posteriores forzaron la adopción del citado modelo concentracionario del INSALUD, tomado de modelos de origen inglés, los cuales fueron aplicados indistintamente a escala estatal.


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