Reflexiones sobre arquitectura
Edimburgo.
Nemo me impune lacessit Rogelio Ruiz Fernández, dr. arquitecto
Después de un vuelo con jubilado británico infartado, con médico y varias MIR alrededor, “neogalenas” que hasta hacía unos minutos hacían bromas tras vacaciones edimburguesas: gardyloo!, los azafatos convertidos en enfermeros corriendo con bombona de oxígeno por el pasillo y yo temiéndome que le dieran en la cabeza a otro viajero con su espantado desplazamiento, aterrizamos finalmente y dejamos entrar a más médicos y técnicos convertidos en Los hombres de Harrelson antes de dejarnos salir. Yo, en medio de ese albedrío, miraba por la ventana hacia el puerto de Santander y me daba cuenta, contando años, que la primera vez que fui a la Gran Albión fue hace cuarenta, que salí desde el puerto cántabro en un barco de nombre extranjero, francés concretamente: Armorique, para atracar en la Inglaterra de la Dama de Hierro. Aquel primer verano estuve con la familia Devereux, apellido también galo. Muchas veces he vuelto, con mi hermano que trabajó, como tantos españoles, en Inglaterra y que como tantos al principio se reía por las condiciones y facilidades para cambiar y encontrar trabajo y más tarde, como tantos también, volvió, porque nuevas hornadas de extranjeros comunitarios, ya mucho más jóvenes, llegaban para trabajar para el inglés siendo competencia fortísima. Muchas veces a Cambridge por otros asuntos que aquí ya habéis leído, y a Londres, siempre a disfrutar. Vamos, que he pasado buenos momentos durante estos muchos años en los que Inglaterra fue Europa y además quería serlo. En Edimburgo estos días de Enero seguía la bandera continental ondeando orgullosa en una tierra que siempre ha tenido fuertes lazos con Francia (sino que se lo digan a los seguidores de Outlander), una tierra que siempre ha sido avanzada desde el diseño y la industria, desde los Arts & Crafts escoceses de Mackintosh, la Escuela de Glasgow (¡se les ha quemado dos veces!), desde el Enlightenment o Ilustración escocesa que dio a luz la Enciclopedia Británica en Edimburgo, desde la literatura de Walter Scott que se celebra con el más grande de los monumentos que escritor haya soñado en su ciudad natal, en el centro de la Princes Street. En la Scotland National Gallery (fig. 1), allí al lado en la misma calle, en el desecado Nor Loch, podemos ver, no ahora porque está en Hamburgo de tournée, la Vieja friendo huevos de Velázquez, Murillo, de Rembrandt a Vermeer, obras de Rafael y de muchos otros renacentistas... y cuadros tan sutiles como el Reverendo Robert Walker patinando del escocés Henry Raeburn. Pocas pero sublimes. En el edificio de al lado, uno de los dos neoclásicos espacios, que nos parecen separados pero se comunican por debajo, hay muchos niños y gente dibujando, pasando la tarde... y en una zona allí me sorprende también, Dail Behennah (fig. 2), una geógrafa, artista que va creando patterns de papel que forman figuras tridimensionales increíbles. Luego también, el de Arte Moderno, un poco apartado del centro, aunque si vas por la orilla del río Leith es un paseo agradable. Allí están Henry Moore, Picasso, Dalí, Miró, Breton, Magritte, dadaístas, surrealistas... Tienen una pieza de Land Art (fig. 3) que es un jardín del recientemente fallecido y renombrado crítico de arquitectura Charles Jenks a la entrada que contrasta con el frontón del edificio clásico, (y que recuerda al King´s Knot junto al Castillo de Stirling y a los lagos del norte). Descubro aquí a la pintora Carol Rhodes (fig. 4), y luego en un museíto en St Andrews vi más obras suyas. Lo suyo son paisajes de polígonos, zonas industriales, muelles, aeropuertos... Nathan Coley, premonitorio, colocó un neón que dice “Everything is going to be allright”, esperemos que sí.
01 Scottish Enlightenment. 02 Dail Behennah. 03 Landform 2002, Charles Jencks. 04 Industrial Belt, Carol Rhodes.
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