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La mirada científica

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Agradecimiento

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Pixabay/Syaibatulhamdi

Todo estaba planificado y mostrado… tan a la vista que no lo veíamos. Desde la ConsCiencia del corazón, esta investigación hace un minucios recorrido que gentilmente acompaña a Ver.

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Unplash/David Veksler

Crónica de una pandemia que cambió el mundo

¿Contagio de un virus biológico o miedo a una muerte anunciada?

Wuhan, el origen

Wuhan, ciudad China otrora desconocida, se ubicó en nuestro mapa mental y mundial por ser el epicentro del virus que cambió la historia de la humanidad. A finales del 2019 se reportaron los primeros casos de una enfermedad que generaba problemas respiratorios, fiebre, agotamiento y, en situaciones graves, neumonía. El 23 de enero del 2020 la ciudad se cerró, en la televisión vimos a la “pobre” población de esta ciudad con mascarillas y en un confinamiento que entonces parecía lejano a nuestras cómodas realidades. Los medios de comunicación reportaron día a día el avance de un virus letal que, según el relato inicial, había saltado de un animal al ser humano al parecer en un mercado de la ciudad. Mientras el contagio avanzaba, las cifras de positivos aumentaban, vimos en directo la velocidad con la que se instalaron hospitales y se aplicaron medidas “ejemplares” que serían el modelo a seguir para responder a la grave situación sanitaria.

Wuhan es la ciudad más importante de la zona central de la República Popular China, tiene 11 millones habitantes, aporta el 1.6% del PIB nacional (equivalente a la riqueza de Portugal) y es uno de los principales núcleos de la industria automovilística y de acero del país. En Wuhan se ubican más de mil seiscientas empresas de alta tecnología, alberga casi la mitad de las primeras empresas del mundo (230 de 500 de Fortune Global) y cuenta con más de 350 institutos de investigación. Allí también se encuentra la Asociación Patriótica Católica de China, nueva religión que rompió con el catolicismo del vaticano y es funcional al partido comunista chino (Martín, 2020).

En esta ciudad altamente desarrollada se encuentra el Instituto de Virología de Wuhan (WIV), que tiene el Centro de China para la Colección de Cultivos de Virus (CCVCC), el más importante de este tipo del país. Es el mayor banco de virus de Asia y allí se preservan más de 1.500 variedades. El CCVCC es la entidad que, el 31 de diciembre del 2019, comunica a la Organización Mundial de la Salud OMS la detección de la covid-19.

Desde el inicio de la enfermedad, el origen del virus fue confuso y es uno de los temas más polémicos de la pandemia que cambió el mundo. La procedencia del virus se vinculó a un mercado mayorista, con 27 casos

Unplash/Martín Sánchez

de neumonía, 7 de ellos graves y se relacionó con el pangolín, mamífero apreciado por su carne; también se habló de un murciélago, aunque el contagio era persona a persona y no se identificó con claridad el transmisor, huésped o intermediario. Lo cierto es que a partir de enero aumentaron los casos en China, mientras los políticos y los expertos del mundo afirmaban que el virus no era peligroso para países como Estados Unidos, España, Italia y Francia; Argentina, México y Colombia, entre otros. Inicialmente, era un problema de China.

Lo que siguió a continuación es por todos conocido: el virus denominado covid-19 se expandió y el 11 de marzo del 2020 la Organización Mundial de la Salud OMS declaró el brote de coronavirus como una pandemia global. Así, las medidas que se establecieron en China se replicaron hasta llegar a ser “comunes” en casi todo el mundo: mascarillas en la boca, distanciamiento entre personas, termómetros infrarrojos en los aeropuertos, estaciones de tren y autobuses; confinamientos generalizados y luego selectivos, con los consecuentes cierres de comercios y servicios “no esenciales”.

El virus se extendió en Europa, empezando por España (confinamiento el 13 de marzo, después de las manifestaciones del 8 de marzo), Italia y Francia, con olas de contagios que desencadenan el cierre de los países y medidas excepcionales para enfrenar el “estado de

alarma”, “estado de excepción”, “la alerta sanitaria” y distintos nombres para estrategias similares para librar la “batalla” contra la “amenaza” del virus, para ganar la “batalla” en una larga “guerra” contra la enfermedad y la muerte. Así empezó el relato oficial, con un lenguaje bélico que según la programación neurolingüística, nos programó para un cambio sustancial en el modo de vida

que hasta entonces habíamos tenido. De esta forma, nos acostumbramos al reporte diario de cifras de una pandemia que, como una mancha de petróleo, fue alcanzando todos los continentes y países que aplicaron medidas sanitarias excepcionales para prevenir el contagio del enemigo invisible que causa la temida enfermedad.

A la par que avanzaba la información oficial, liderada por la OMS, surgieron planteamientos críticos a la gestión de la pandemia. El entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, acusa a la OMS de encubrir a China en la propagación de covid-19 y le retira fondos para la financiación de la organización, mientras otros sectores empiezan a cuestionar el relato oficial sobre el origen del virus y las medidas tomadas para evitar su propagación.

Para los sectores que cuestionan la versión oficial sobre el origen de la pandemia, no es casual que en la ciudad donde surgen los primeros casos se ubique un instituto de investigaciones de alto nivel, como el de virología de Wuhan (WIV) que tiene antecedentes de vínculos con personajes que serían claves en la gestión de la crisis del covid-19. Al respecto, existen versiones de la financiación del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID) de los Estados Unidos, al centro de virología chino para estudios del coronavirus; recordemos que el director del NIAID desde 1984 es el Dr. Anthony Faucci, cuestionado por conflictos de intereses, está casado con la directora del Departamento de Bioética del Centro Clínico de los Institutos Nacionales de Salud (NIH).

También es interesante el currículum del actual director General de la OMS, Tedros Ghebreyesus, político que fue ministro de salud y de relaciones exteriores del régimen dictatorial comunista de Etiopía. Fue director del Fondo Mundial iniciado por la Fundación Bill y Melinda Gates para combatir el SIDA, la tuberculosis y la malaria; exjefe de la Junta Coordinadora del Programa de ONUSIDA; miembro de la Junta de la Alianza GAVI para la Inmunización; y se le asocia con la Fundación Clinton y su iniciativa para el SIDA (CHAI). En su historial cuenta con acusaciones de corrupción por enriquecimiento en la construcción de infraestructura sanitaria e incluso es señalado de genocidio por su participación en el Frente de Liberación del Pueblo Tigray (TPLF), de carácter socialista y comunista de corte étnico; ha sido acusado de enmascarar la epidemia del cólera en su país. A pesar de las manifestaciones en contra a su candidatura, en el 2017 fue elegido director de la OMS con el respaldo del gobierno de China y de la fundación Bill y Melinda Gates (Martín, 2020; Depuydt, S.F)

Evento 201, coincidencias de un simulacro “La próxima pandemia grave no solo causará grandes enfermedades y pérdida de vidas, sino que también podría desencadenar importantes consecuencias económicas y sociales en cascada que podrían contribuir en gran medida al impacto y al sufrimiento global".

El ejercicio de la pandemia del Evento 201, realizado el 18 de octubre de 2019, demostró vívidamente varios de estos importantes vacíos en la preparación para una pandemia, así como algunos de los elementos de las soluciones entre los sectores público y privado que serán necesarios para llenarlas. El Centro Johns Hopkins para la Seguridad Sanitaria, el Foro Económico Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates proponen conjuntamente estas recomendaciones” (Evento 201, 2020)

cebgid.org

El 18 de octubre del 2019, en Nueva York, se realizó el Evento 201 como un “ejercicio” de prospectiva de lo que podría ser una pandemia, para identificar las áreas que podrían ser necesarias alianzas entre el sector público y el privado “para dar una respuesta eficiente a la crisis y reducir las consecuencias económicas y globales”. Según la web del evento, organizado por el Centro Johns Hopkins (UPMC Center for Health Security), se realizó un simulacro que planteó la hipotética transmisión de un virus de origen animal, proveniente de cerdos originado en una granja porcina de Brasil. La coincidencia con la aparición del covid-19, cinco meses después del evento generó sospechas que dieron lugar a sendos comunicados de sus organizadores, desmintiendo la relación entre el simulacro y la realidad que se desarrollaría con la declaración de pandemia por parte de la OMS en marzo del 2020. No obstante, la “casualidad” parece un juego en el que la nueva realidad es muy parecida a la crónica de una pandemia anunciada.

En la página web del Evento 201 están los “jugadores o actores” del simulacro, entre quienes se encontraban altos cargos de un variado grupo de entidades públicas y privadas, tales como el Servicio de Salud Pública y Ciencia de Implementación de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), la Fundación de las Naciones Unidas, y el Director General del Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades (también presidente de la Sociedad China de Biotecnología y de la Federación Asiática de Biotecnología-AFOB). Por parte del sector privado participaron directivos de la multinacional Johnson & Johnson; el Grupo Henry Schein, proveedor de productos y servicios para atención médica; y de la empresa líder de comunicaciones Edelman, que trabaja con corporaciones en ámbitos tan diversos como el lobby político, la promoción de marcas o el manejo de crisis. Además, asistieron representantes de sectores que en la crisis del covid-19 fueron afectados, como la cadena hotelera Marriott International, de la aerolínea grupo Lufthansa y el banco ANZ, entre otros.

Este evento fue organizado por el Centro Johns Hopkins para la Seguridad Sanitaria, el Foro Económico Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates. Fue financiado por la Fundación Open Philanthropy, que tiene entre sus patrocinadores a Dustin Moskovitz y Cari Tuna, cofundador de Facebook y su esposa. La mayoría de estas

fundaciones filantrópicas apoyan temas estratégicos,

vinculados a sus intereses particulares. En el caso del Centro Hopkins, en su página web se define como la primera organización no gubernamental enfocada en prevenir, prepararse y responder a las consecuencias del uso de armas biológicas y cómo evitar que las pandemias graves puedan amenazar el mundo. Por su parte, el Foro Económico Mundial es una “organización Internacional para la Cooperación Público-Privada” que une el “espíritu empresarial en el interés público mundial”, manteniendo los “más altos estándares de gobernanza”, en una declaración que termina teniendo gran influencia en las decisiones políticas dado el poder económico de sus integrantes (es.weforum.org).

El escenario del Evento 201 de octubre del 2019 se hizo realidad en marzo del 2020, cinco meses después del simulacro en el que participaron actores que, casualmente hacen parte del escenario real de la crisis sanitaria mundial que ha regido el destino del planeta en el último año y que ha afectado nuestras vidas tal y como las conocíamos. Veremos a lo largo de este artículo, como los intereses privados han ido confluyendo con las decisiones públicas en la configuración del nuevo escenario de una pandemia global que aún sigue vigente.

Epidemias y pandemias en la historia de la humanidad

Según Wikipedia, en la historia de las epidemias que han afectado a la humanidad se destacan la viruela (en 1796 con 300 millones de muertos), el sarampión (1954, con 200 millones de muertes), la peste bubónica (en 1894 con 150 millones de muertes), la peste negra (en 1346 murieron 56 millones de personas), la gripa española (1918, con 50 millones de muertes) y más recientemente el síndrome de inmunodeficiencia adquirida SIDA o VIH (desde 1981 con 39 millones de fallecidos); además de muchas otras con menos víctimas cuya importancia depende de la época, zona geográfica en la que se registró y población que afectó.

En las epidemias de finales del siglo XX, se recuerda el virus de ébola (en 1976) en el Zaire, actual República Democrática del Congo, que se identificó en una zona cercana al río que le da nombre a la enfermedad. Entre el 2014-2016 nuevamente se registró un brote epidémico de ébola (con una letalidad del 50%) que afectó a Guinea, Liberia, Sierra Leona, Nigeria, Senegal e incluso Estados Unidos, España, Malí y Reino Unido. Entonces la gestión de la OMS fue tan criticada que la propia organización creó una comisión que terminó señalando la ineficaz labor de respuesta y por ello recomendó realizar reformas para afrontar de mejor manera posibles crisis futuras (El país, mayo de 2015).

La tasa de letalidad de la covid-19 es de las más bajas respecto a las de enfermedades que han sido declaradas epidemias y eso que en el gráfico utilizamos la

información con una tasa más alta respecto al 0.23% que

señala la OMS1. La letalidad es la proporción de personas que mueren por la enfermedad y, aunque se calcula respecto al número de contagios, no significa que estar contagiado sea una condena de muerte: de hecho, en el caso del covid-19, la tasa de supervivencia es del 99,8%.

Un caso muy importante en la historia reciente de las pandemias fue la gestión que se hizo de la influenzavirus A H1N1 o gripe Porcina, en el año 2009, puesto que puso en evidencia los conflictos de intereses en la máxima organización que vela por la salud pública, es decir la OMS. Está probado que la declaración de la epidemia H1N1 tuvo la influencia de los fabricantes de vacunas y de medicamentos, como el Tamiflú² antiviral del laboratorio Roche, que, ante la alerta global de la OMS, tuvo un mercado seguro gracias al lobby farmacéutico que se benefició por la compra masiva de medicamentos. Este precedente dejó informes, como el elaborado por la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, que concluyeron en la necesidad de dar mayor transparencia en la gestión de la organización que vela por la salud mundial (Velásquez, 2016).

Después de la gripe A, la Organización Mundial de la Salud (OMS) modificó las directrices para la gestión de pandemias de gripe, cambiando los criterios para poder subir en la escala de severidad hasta llegar a la declaración de una pandemia mundial. Antes una pandemia se definía como una “Infección por un agente infeccioso, simultánea en diferentes países, con una mortalidad significativa en relación con la proporción de población infectada”. En la nueva definición de pandemia se eliminó la característica de “mortalidad” (Enciclopedia EcuRed). Es decir, se pasó el foco al contagio al quitarlo de la tasa de mortalidad, ¡nada más y nada menos! Esto implica un giro que nos permitirá comprender el panorama actual del covid-19, el rol de la OMS en la gestión de la crisis y la influencia de los intereses privados en asuntos públicos tan vitales como la salud de la población.

Además, bajo el argumento del fracaso en la gestión de la gripe A, porque no hubo el suficiente análisis previo, se modificó el procedimiento de declaración de pandemia de modo que la OMS, basada en las evaluaciones nacionales de cada país, “podrá convocar a un comité de expertos de emergencia que valorarán la necesidad de declarar o no una pandemia mundial” (El periódico de Aragón, 2013). De ahí la importancia de los comités de expertos que evalúan la situación y cumplen un papel determinante en la gestión de las pandemias, tal y como hemos visto en la pandemia del covid-19

Otro antecedente se presentó en marzo del 2013 con la gripe aviar, ante la cual la OMS alertó por la alta letalidad del virus (H7N9) e incluso el gabinete del director planteó la probabilidad de que murieran 150 millones de personas en el mundo, aunque finalmente solo murieron 131, la mayoría de ellos en Indonesia. No obstante, se generó una demanda de medicamentos que nuevamente benefició a la industria farmacéutica (Velásquez, 2016).

En este contexto, las contribuciones millonarias de la industria farmacéutica inciden en las políticas de salud pública, indirectamente a través del lobby político y más directamente por su presencia en los comités de expertos que guían la toma de decisiones.

OMS giro del interés público al privado

La Organización Mundial de la Salud (OMS) se creó el 7 de abril de 1948, de ahí que en esa fecha se celebra el Día Mundial de la Salud, y es el organismo especializado en gestionar políticas de prevención, promoción e intervención en salud a nivel mundial. Esta organización es una especie de ministerio de salud mundial, tiene su sede principal en Ginebra y emplea a siete mil personas que trabajan en 150 oficinas del país. Durante décadas la OMS veló por la aplicación de políticas públicas de salud, con el auspicio de los Estados Nacionales que aportaban al sostenimiento de la institución. Pero esto cambió a finales de la década de los noventa del siglo pasado, con la gestión de Harlem Brundtland, ex primera ministra de Noruega, secretaria de la OMS entre 1998 y el 2003 (durante el brote de SARS-CoV en el 2002), que fue quien abrió la financiación de la organización a fondos privados (Velásquez, 2016).

A partir de ese momento la OMS pierde el carácter multilateral, al pasar de sostenerse por la financiación de los Estados a recibir recursos privados, traspasando las fronteras de lo público al abrir las puertas a la injerencia de las empresas y organizaciones que auspician programas específicos según sus intereses particulares.

Para el 2015 los aportes voluntarios representaban el 75% del presupuesto de la OMS y en la actualidad este porcentaje es un poco más del 80% (bienio 20202021). Como se observa en el gráfico, a través de las “contribuciones voluntarias” la financiación privada incide en las prioridades de la OMS, con programas específicos o temáticos y con el apoyo de las empresas (aportes PIP).

De esta manera conviven los intereses de los

productores de medicamentos (vacunas incluidas), con la instancia encargada de trazar las políticas de salud pública, en un conflicto de intereses que ha dejado de ser tal para convertirse en una convivencia aceptada que

“sutilmente” incide en la toma de decisiones, pasando por encima de las instancias de gobernanza -como la Asamblea Mundial y el Consejo Ejecutivo-, y eso asumiendo que los altos cargos están libres de la influencia política y económica de la industria del sector salud.

Esta situación fue recogida en el Libro Rojo de la OMS, de Germán Velásquez ex director del Programa Mundial de Medicamentos y funcionario durante veinte años de la

OMS, que trata de la influencia de la industria farmacéutica en las patentes y en la toma de decisiones que beneficia el multimillonario negocio de la salud (o la enfermedad, según se mire los intereses de los productores de medicamentos). A pesar de hacerse públicos los tentáculos del capital privado en la OMS, esta publicación sólo trajo consecuencias para el autor que sufrió un atentado y debió recibir la protección de la ONU

Entre los aportantes particulares destaca la fundación Bill & Melinda Gates que contribuyen con el 10% del presupuesto de la OMS (USD 623,842K³), siendo los segundos donantes sólo por debajo de Alemania (USD 581,768K). Le siguen la Comisión Europea y Estados Unidos, para encontrar en quinto lugar a la Alianza para la vacunación GAVI (6,43%), a la que la Fundación Gates también le aporta. Casualmente, es conocido que esta Fundación es impulsora de programas de vacunación en África y la India, donde acumula críticas por los efectos adversos en la población; también que el magnate de Microsoft es miembro del Foro Económico Mundial, institución que coorganizó el evento 201 del simulacro de Pandemia.

¿Casualidad o confluencia de intereses? La respuesta parece obvia cuando dimensionamos el poder que acumulan pocas personas a través del entramado

corporativo que presiden.

La influencia privada en la OMS implica el cambio del rol de una institución equiparable a un ministerio de salud global. Por ejemplo, la Fundación Bill & Melinda Gates

financia el 90% del Programa de Medicamentos, con aportes voluntarios que definen el destino de los recursos

Fabrice Coffrini AFP

(el donante decide a qué programa se destina el dinero), marcando de esta manera la agenda de la organización, con

la consecuente pérdida de neutralidad e independencia y generando un evidente conflicto de intereses que no debería pasar inadvertido en situaciones como la generada por alertas sanitarias que -como la actual del

covid-19- determina el destino de la humanidad.

Esta influencia también la tienen empresas, grupos y corporaciones de la industria farmacéutica que en distintas escalas, aportan a la financiación de la OMS. En el presupuesto del bienio 2020-2021, aportan cincuenta empresas, entre las que están Sanofi Pasteur, GlaxoSmithKline (GSK), Hoffmann-La Roche and Co Ltd, Seqirus y Novartis como las cinco primeras respectivamente. También participan algunas conocidas en la actualidad por la fabricación de vacunas covid-19 como Sinovac Biotech Ltd (puesto 15) y China National Biotec Group (CNBG, puesto 32), subsidiaria de Sinopharm (China National Pharmaceutical Group Corporation).

Reddit.com

La Fundación Bill & Melinda Gates financia el 90% del Programa de Medicamentos, con aportes voluntarios que definen el destino de los recursos

Pandemia de covid-19: la gran crisis sanitaria

El 11 de marzo de 2020 la OMS declaró la pandemia global por coronavirus, estableciendo una alerta sanitaria acompañada de medidas para la gestión y control de la enfermedad. Entonces empezamos a conocer el distanciamiento social, los PCR de casos sospechosos, el uso de mascarillas o barbijos (en principio voluntario y después obligatorio), la utilización de guantes quirúrgicos en la fase inicial y el lavado de manos o aplicación de gel hidroalcohólico, además de la cuarentena que determinó el confinamiento de poblaciones y países enteros.

La OMS define los coronavirus como una extensa familia de virus, algunos de los cuales pueden causar diversas enfermedades, desde el resfriado común hasta el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS).

El covid-19 es una enfermedad infecciosa causada por un tipo de coronavirus descubierto recientemente. La mayoría de las personas infectadas “presentan cuadros respiratorios de leves a moderados y se recuperan sin tratamiento especial”, siendo más propensas a presentar cuadros graves las personas mayores y quienes padecen “afecciones médicas subyacentes”, es decir que afecta a los pacientes con antecedentes o existencia de enfermedades cardiovasculares o respiratorias crónicas, diabetes, cáncer (web OMS, 2021).

Según la OMS “la mejor manera de prevenir y frenar la transmisión es estar bien informado sobre el virus covid-19, la enfermedad que causa y el modo en que se propaga”. La protección se centra en el lavado de manos, uso frecuente de gel hidroalcohólico y no tocándose la cara. Se contagia a través de las gotículas de saliva o las secreciones nasales de una persona infectada que tose o estornuda y por ello recomiendan tomar precauciones al toser y estornudar (por ejemplo, tapándose la boca con el codo flexionado).

Lo anterior se puede interpretar como que la mascarilla no es necesaria, en tanto no se menciona, y que en caso de serlo, solo deberían usarla las personas infectadas que tosen y estornudan. No obstante, todos debemos llevar mascarilla y aún con ella, hemos aprendido a no toser ni estornudar por temor a las miradas de miedo o de censura de las personas de alrededor.

Las medidas para prevenir la covid-19, según la OMS a 18 de mayo de 2021, son:

ˋ Lavarse las manos con agua y jabón o limpiarlas frecuentemente con gel hidroalcohólico. ˋ Mantener una distancia mínima de 1 metro entre usted y las personas que tosen o estornuden. ˋ Evitar tocarse la cara. ˋ Cubrirse la boca y la nariz al toser o estornudar. ˋ Quedarse en casa si no se encuentra bien. ˋ Abstenerse de fumar y realizar otras actividades que debiliten los pulmones. ˋ Respetar el distanciamiento físico evitando viajes innecesarios y alejándose de grupos numerosos.

Es curioso que se recomiende dejar de fumar para prevenir la nueva enfermedad, cuando en general se acepta bajarse la mascarilla, barbijo o tapabocas para poder fumar.

Seguimos con la información de la OMS, sobre el covid-19: “La mayoría de las personas infectadas presentan cuadros de leves a moderados y se recuperan sin hospitalización”. Los síntomas más frecuentes son fiebre, tos seca y cansancio; menos frecuentes son los dolores y molestias, dolor de garganta, diarrea, conjuntivitis, dolor de cabeza, pérdida del gusto o el olfato, sarpullido en la piel o decoloración de los dedos de las manos o pies. Los síntomas graves son: dificultad para respirar o disnea (sensación de falta de aire), dolor u opresión en el pecho y pérdida del habla o del movimiento. En caso de síntomas graves, la recomendación de la OMS es buscar atención médica inmediata, llamando siempre antes de acudir al médico o centro de salud. Las personas con síntomas leves que, por lo demás, estén sanas deberían tratar sus síntomas en casa. Cuando una persona se infecta con el virus, los síntomas tardan en aparecer entre 5 y 6 días, de media, pero pueden tardar hasta 14 días.

Según la propia OMS, la covid-19 por sus síntomas no es especialmente grave. En marzo de 2020 el 80% de las infecciones por covid-19 eran leves o asintomáticas, solo el 15% de los casos graves requerían oxígeno y apenas el 5% de los enfermos necesitaban ventilación. La enfermedad de covid-19 tiene una baja letalidad y la población afectada está mayoritariamente en un rango de edad superior a los 70 años y respecto a la mortalidad, el 90% de los fallecidos son ancianos con una o más enfermedades previas (DSalud, noviembre 2020).

Unplash/Erik Mclean

Según la OMS, las tasas de letalidad por la infección de la covid-19 oscilaron entre el 0,00 % y el 1,63 %. En 51 lugares, la media fue del 0,27% (corregida en un 0,23 %). En personas menores de 70 años, la tasa de letalidad por la infección es del 0,05%.

Leído lo anterior surgen preguntas que parecen obvias: ¿se puede tener el virus e incluso síntomas, pero estar sanos? ¿son necesarias las medidas que se han aplicado? ¿es tan letal la enfermedad como para causar el miedo que se ha generado?

Medidas para atender la crisis

Declarada la pandemia del covid-19, en escasos días nos familiarizamos con las curvas y tasas de contagio, el registro de positivos en las pruebas PCR, el número de las personas fallecidas y los datos que día a día registran los medios de comunicación sobre el avance de la temida enfermedad. También aceptamos -e incluso agradecimos- las medidas excepcionales para vencer al peligroso virus y ganar la batalla contra el contagio y, mientras aplaudíamos en las ventanas al personal sanitario, se fue instalando una nueva normalidad a la que debíamos acostumbrarnos por nuestro bien y el de los nuestros.

Poco a poco se extendió la epidemia del miedo que se expresa en la distancia física, el uso continuo de desinfectantes de manos y de mascarillas que dificultan respirar con normalidad, la toma de temperatura y muchos otros hábitos que marcan la realidad distópica que vivimos desde que se declaró la pandemia del covid-19.

Mascarillas El uso de mascarillas hace parte de un paquete integral de medidas de prevención y control para limitar la propagación del SARS-CoV-2, el virus que causa covid-19, pero solo una mascarilla, incluso cuando se usa correctamente, es insuficiente para proporcionar una protección adecuada o un control de la fuente (OMS, 2021).

La medida del uso de mascarillas o barbijos se estableció para toda la población sin distinción, incluso en los colegios (en caso de haber permitido la asistencia a clases) y a la población joven, que es menos vulnerable ante el virus y aunque la OMS no señala su obligatoriedad, muchos gobiernos han optado por decretar su utilización con multas a quienes se niegan a llevarlas.

Esta medida es cuestionada por colectivos médicos, docentes, padres y madres de familia, etc. por los daños que pueden ocasionar, como el aumento de patologías como sinusitis, problemas de garganta y otitis; ello ocasionado por el calor, la humedad y la imposibilidad de expulsar las bacterias (DSalud, noviembre 2020). Además del simbolismo de opresión, y la pérdida de la sonrisa y de la identidad (se ven los ojos, pero no la cara), dificulta la normal respiración y la eliminación de residuos del organismo.

No obstante, la fuerte demanda de mascarillas está asegurada por un largo periodo de tiempo y en muchos casos está respaldada por una normativa que varía según el lugar o país. Así, el uso obligatorio de mascarillas generó

un negocio seguro que atrajo el interés de los fondos de inversión ávidos de oportunidad de aumentar su capital y

ganancias. Desde inicios del 2020 entre las compañías que se beneficiaron con ventas y contratos millonarios están Allied Healthcare Products y Alpha Pro Tech, que crecieron un 874% y 300%, respectivamente; el productor de mascarillas y desinfectantes Edison Nation (14%), mientras las acciones de Lakeland Industries, fabricante de ropa protectora, subieron un 29% (El español, 2020).

Este negocio no ha estado exento de corrupción con casos como el desatado en Alemania -conocido como el “escándalo de las mascarillas”- por los beneficios obtenidos por políticos en las compras millonarias del material sanitario.

Llama la atención que ni en el simulacro de pandemia ni en las modificaciones de la OMS para la declaración de la alerta sanitaria, primaron decisiones como generar medidas para bajar el coste del material necesario para atender la crisis. Por ejemplo, las mascarillas podrían ser gratuitas, estar subsidiadas o exentas de impuestos, si del bien común estuviéramos hablando, pero parece ser que el interés privado prima en las decisiones políticas que se han aplicado.

Unplash/Filip Bunkens

Lavado de manos

La recomendación de la OMS de mantener las manos limpias como medida preventiva se extendió de los centros de atención médica a la vida cotidiana en los hogares, supermercados, tiendas de abarrotes, almacenes, centros comerciales y todo tipo de lugares. En la “nueva normalidad” el gel hidroalcohólico se convirtió en otro producto que inicialmente se agotó en las farmacias y puntos de distribución, pero que en hoy en día está presente en las entradas de los establecimientos públicos y privados.

Si bien su uso es preventivo, no se han tenido en cuenta los efectos que pueden producir en la piel, además de la pérdida de contacto con los virus y bacterias que disminuye la capacidad del cuerpo de generar defensas y fortalecer el sistema inmunológico. Además de que las alergias y sensibilidades tampoco se consideran a la hora de exigir su aplicación masiva e indiscriminada en la población.

El mercado mundial de hidrogel también ha aumentado su valor en el transcurso de la pandemia. En el 2020 tenía un valor de 2145,7 millones de dólares y se calcula que, con una tasa anual de crecimiento del 2,6%, alcance a los 2573.2 millones de dólares en el 2026. Los mayores productores de hidrogel para uso médico son las farmacéuticas Johnson & Johnson, Novartis y las multinacionales japonesas Teikoku Pharma y Hisamitsu, que en el 2018 tenían una participación combinada de 49% en términos de ingresos por ventas (La nota de tapa, 2021a). Por otro lado, aunque solo se usaron en los primeros meses de la pandemia, los guantes quirúrgicos fueron altamente demandados al punto que se agotaron en las farmacias y supermercados; ahora son un bien disponible en diversos tipos de comercios.

Toma de temperatura

Uno de los síntomas del covid-19 es que la persona enferma tenga fiebre, razón por la que en algunos países se ha impuesto la toma de temperatura con termómetros infrarrojos. La efectividad de esta medida plantea muchos interrogantes, porque no garantiza la identificación de los portadores del virus porque la mayoría de ellos son asintomáticos y además, el cambio de temperatura corporal puede obedecer a diversas causas. No obstante, en muchos centros comerciales, colegios, establecimientos médicos y diversos lugares públicos y privados se ha instaurado la norma de tomar la temperatura para poder acceder a ellos. Así se ha normalizado que personal de seguridad, con un entrenamiento básico, ponga los termómetros infrarrojos en la frente de las personas antes de entrar al lugar, sin cuya medición de temperatura no es posible acceder.

Esta medida, que para algunos puede ser ineficaz e incluso hostil por el simbolismo que representa o los posibles efectos en la glándula pineal, también ha generado una oportunidad de inversión en las empresas fabricantes que, según los analistas de mercado, tienen una proyección de crecimiento hasta el 2026 (La nota de tapa, 2021b).

Distancia física o distanciamiento social

La OMS precisa el término distancia física, aclarando que no es el distanciamiento social que se ha generalizado como la norma para evitar contraer el covid-19. Recordemos que, según la OMS, el “virus entra por la boca, la nariz o los ojos, algo que puede ocurrir con mayor probabilidad si las personas están en contacto directo o cercano (a menos de 1 metro de distancia) con una persona infectada”. No obstante, la normativa aplicada aumenta la distancia de 1,5 a 2 metros de todo tipo de personas, sin distinción entre sanas o asintomáticas de las enfermas, que muy probablemente estarán en sus casas recuperándose de los síntomas, la mayoría leves como lo señala la propia OMS.

La distancia entre las personas ha generado efectos sociales y psicológicos poco conocidos, como la pérdida del contacto físico que caracteriza al ser humano; y en casos más extremos, la falta de visitas entre seres queridos que durante más de un año han estado aislados, como los abuelos que han dejado de ver a sus nietos por el miedo al temido contagio. Los abrazos, besos, caricias

y el compartir las sonrisas que aumentan las defensas emocionales y físicas, han sido sustituidas por el temor

y el miedo al contagio. Las versiones más críticas señalan que pueden ser normas que preparan a la humanidad de la nueva normalidad para el control a través de las cámaras que inundan las ciudades y los lugares públicos puesto que para facilitar la identificación de las personas es conveniente la distancia física.

Unplash/Kristine Wook

Aislamiento, confinamiento y cierres perimetrales

La respuesta inicial a la emergencia fue el cierre de ciudades y poblaciones para evitar el aumento del número de contagios. El confinamiento se dio por fases que se extendieron en cada país al ritmo de cada gobierno, según las pautas de los comités de expertos.

Por primera vez en la historia se encierra a las personas sanas y a los grupos de edad que están fuera del riesgo de muerte: niños, adolescentes y jóvenes, además de todas

las personas menores de 70 años. Los profesionales de la salud, críticos de esta medida, insisten en que de esta manera se pierde la posibilidad de crear la inmunidad colectiva, desaprovechando la posibilidad de que los cuerpos más jóvenes generen defensas ante el virus.

Esto supone un gran cambio de enfoque en el

paradigma médico, puesto que el aislamiento se aplicaba como tratamiento para los enfermos a través de cuarentenas que permitirán la movilización de las personas sanas. Así, los asintomáticos pasan a considerarse factores de contagio a pesar de la evidencia científica de su aporte a la “inmunidad de rebaño” ahora

poco aceptada por la verdad oficial.

Mención aparte merece el tratamiento dado a las personas mayores, en especial a las que en el mundo desarrollado viven en las residencias, puesto que fueron aisladas en sus habitaciones para evitar el contagio por ser más la población más vulnerable ante el virus. Por esta medida los ancianos estuvieron alejados de sus seres queridos en momentos en que el apoyo emocional debería ser parte del soporte que cualquier ser humano requiere. Al ser la población más afectada, los ancianos murieron solos, sin la mano de sus seres queridos, y quienes sobrevivieron tuvieron que vivir fuertes crisis emocionales por la soledad de un confinamiento inhumano que afectó hasta la posibilidad de hacer un duelo digno.

Por otro lado, esta medida ha requerido el despliegue de las autoridades militares, con un nuevo rol a la policía y militares que se tornaron en los controladores del cumplimiento de las normas sanitarias para garantizar nuestra salud. Esto también ha generado cambios en las empresas de seguridad privada que, como todos los sectores, ha tenido que adaptarse a la nueva normalidad con mayor inversión en tecnología y dispositivos de control.

Restricción en la movilidad y la economía

La declaración de la pandemia generó el cierre de las fronteras, aeropuertos, estaciones de autobuses y todo tipo de viajes no esenciales se suspendieron, incluidos los barcos y cruceros. Durante semanas y meses, según el país y la normativa aplicada, la economía prácticamente se paralizó, ocasionando unos impactos económicos que día a día se siguen profundizando porque las medidas -más de un año después- han disminuido, pero no se han dejado de aplicar.

Unplash/Niklas Ohlrogge

Los efectos en la economía son incalculables, el cierre masivo de establecimientos comerciales ha generado la disminución de ingresos en los hogares, el despido de trabajadores, la pérdida de actividad del mercado de trabajo de pequeña escala o pequeños negocios, algunos sectores de la industria se han afectado por el decrecimiento económico y el de servicios no esenciales ha visto reducido dramáticamente sus ingresos (hoteles, restaurantes, transportadores, etc.). Los cambios en el paradigma

laboral son evidentes con el aumento del teletrabajo,

mayor acceso y control por parte de los medios digitales.

Entre tanto, la clase trabajadora recibe el impacto de los gravísimos efectos económicos, mientras se han invisibilizado los problemas psicológicos y psiquiátricos que la situación ha ocasionado a las personas.

En este contexto, las más beneficiadas han sido las grandes empresas de la industria tecnológica que cotiza en el mercado Nasdaq con un crecimiento exponencial durante la pandemia (Google, Facebook, Apple), así como han aumentado sus ingresos las multinacionales de comercio electrónico (Amazon, Ebay), las farmacéuticas y las corporaciones de biotecnología.

Todos los implementos sanitarios que los gobiernos han comprado en grandes volúmenes (batas, guantes, máscaras Epi, gel, mascarillas, termómetros, etc.) ha generado un incremento en los ingresos de las empresas fabricantes y del valor de sus acciones o participaciones. A esto hay que sumarle los beneficios generados por los equipamientos de emergencia instalados para crear centros de atención en pabellones feriales y un diverso tipo de edificios que se adaptaron para recibir a la cantidad de enfermos que nunca llegaron a ser la cantidad anunciada, como se estimó al inicio de la pandemia.

Buscar la verdad está prohibido

Cuando tenemos alguna enfermedad, un buen consejo es contrastar el diagnóstico y el tratamiento, consultando distintas fuentes médicas. El caso de la covid-19 no debería ser la excepción, sin embargo, las voces críticas

o visiones alternativas son rechazadas, descalificadas o censuradas tildándolas de negacionistas y de teorías de

la conspiración -invento de la CIA para calificar a quienes dudaron de la versión oficial sobre la muerte de JFK-.

La persecución sistemática del pensamiento crítico niega los principios que sustentan la ciencia, al acallar a los enfoques que hacen preguntas sobre el origen, características, letalidad, diagnóstico, tratamiento del virus, así como de las medidas asociadas al control de la

pandemia.

Así, se está negando un principio que sustenta la ciencia: la contrastación de información y el debate científico que permite corroborar cualquier hipótesis antes de convertirla en una teoría irrebatible. Todo estudio científico debe ser validado, tener una fase de debate y refutación para que pueda ser validado entre especialistas del tema. Incluso las teorías se cuestionan, como parte de la evolución del pensamiento y como un ejercicio que favorece la generación de nuevos conocimientos. Sin embargo, todo

esto ha desaparecido en la era del covid-19, como si se hubiera establecido un dogma incuestionable que parece una religión o un mandato totalitario el pensamiento único, más que el resultado de la investigación científica que nos dicen sustenta las medidas sanitarias de la “nueva

normalidad”.

Siguiendo el enfoque científico y ético, desde el pensamiento crítico que nos asiste como especie sentipensante, veremos a continuación algunos de los cuestionamientos que colectivos de profesionales de distintas disciplinas realizan a la versión oficial de la pandemia covid-19.

Desde el inicio de la declaración de la pandemia de covid-19 surgieron voces críticas que rápidamente fueron censuradas, a la vez que se fueron organizando en colectivos de denuncia y resistencia ante el embate del nuevo paradigma oficial. Así nacieron Médicos por la Verdad, Biólogos por la Verdad, Abogados por la Libertad, Psicólogos por la Verdad, Periodistas por la Verdad, Educadores y Docentes por la Verdad, Sanitarios por la Vida, Artistas y Técnicos por la Libertad, Policías por la Libertad, y Bomberos por la Verdad y la Libertad; todas ellas asociaciones de profesionales, científicos y, sobre todo, personas en busca de la verdad y la libertad, palabras que

se repiten en todo el mundo como un mantra que persiste

en el difícil camino de cuestionar el relato oficial.

A continuación, algunos de los puntos que sustentan los planteamientos de estos colectivos, de manera que podemos tener criterios para contrastar la información, sacar conclusiones propias y actuar en consecuencia.

Unplash/Edwin Hooper

Los virus y el covid-19 Los virus son el origen de la vida, están presentes en todos los seres vivos, son parte de la vida misma… La teoría del contagio y la lucha contra los entes biológicos, bacterias y virus, es una lucha autodestructiva contra la misma vida, estando en contraposición absoluta con la biología, que es la ciencia que estudia la vida (Biólogos por la Verdad, 2021).

Los virus están asociados a la evolución de la vida y por ello los genomas de los seres vivos están constituidos en su mayor parte por virus -básicamente retrovirus- que han dejado su huella en las secuencias genéticas en los cromosomas y sus derivados. Los virus participan en el funcionamiento de los tejidos, en el colon y en las mucosas, por lo que son esenciales para nuestra existencia. En realidad, los virus son “paquetes de información genética” y se les podría definir como subrutinas de los procesos de la vida” (Biólogos por la Verdad, 2021).

Además del punto de partida, sobre la relación entre la vida y los virus, los Biólogos por la Verdad cuestionan la versión oficial sobre el origen del SARS-CoV-2 que dice que el virus saltó de una especie animal al ser humano, porque esto no es posible en tanto existe la “barrera de especie que impide que un virus de una especie interaccione con las células de otras”. Además, los virus de origen animal que afectan a los seres humanos, como la rabia o los inoculados por mosquitos, no se transmiten de una persona a otra.

En el caso del origen de los virus que han traspasado esta barrera, los estudios concluyen que sólo es posible al cultivarlos en laboratorio y por ello se denominan virus artificiales (muchos de los cuales se inoculan en las vacunas), cuya máxima expresión son los “virus

quimera⁴”.

Según el informe científico de Biólogos por la Verdad, “el virus SARS-CoV-2 es un virus quimera artificial” que contiene “secuencias de coronavirus humanos, del murciélago Rhinolophus affinis, del pangolin Manis javanica y un betacoronavirus canino”. Esto en la naturaleza jamás hubiese sido posible, mientras que sí existen pruebas de la creación de estos virus en laboratorio y del cultivo de vacunas de línea celular en riñones de perro, como en la antigripal FlucelVax que se utilizó en la campaña de vacunación de la población para prevenir la gripe en España, en 2020. Cabe señalar que la secuencia que arriba a estas conclusiones se sustenta en la información encontrada en las bases de datos del Centro Nacional de Biotecnología y en el boletín oficial de la OMS en abril de 2020.

La asociación del covid-19 como un virus quimera es muy significativa, no solo por su origen sino porque para contagiar tendría que entrar al cuerpo a través del torrente sanguíneo. Esto es muy relevante, si se tiene en cuenta que existen estudios realizado por tres médicos del servicio de Farmacia y de Medicina Preventiva del Hospital de Barbastro, que señala la posible relación entre la vacuna de la gripe con el covid-19

Otro aspecto no menos relevante, es la asociación que se hizo entre el primer SARS-CoV con la enfermedad del síndrome respiratorio agudo severo, que a su vez se sustituyó por el nombre de covid-19. Recordemos que la propia OMS al describir los síntomas del covid-19 señala

que en el 99.73 % de los casos no es una enfermedad

respiratoria, ni es aguda, ni severa.

harrycampbell.net

El virus SARS-CoV-2 no ha sido aislado

Hay dos versiones sobre el SARS-CoV-2: el relato oficial que afirma que el virus fue aislado en Wuhan, a partir del estudio de pacientes afectados; y quienes dudan que esto se haya realizado porque no se han conseguido cultivos virales, ni partículas virales viables. El sustento que aportan los Biólogos por la Verdad es la verificación científica disponible en el informe covid-19.

Las dudas radican en que no se aíslan partículas virales completas, ni se ha corroborado la prueba con cultivos virales individuales de los pacientes de quienes se han recogido las muestras. Si fuese un virus respiratorio sería sencillo de demostrar al recoger líquido broncoalveolar y cultivarlo directamente en una placa con células humanas del sistema respiratorio (Informe Biólogos por la Verdad, 2021).

La investigación que cuestiona los fundamentos científicos de la versión oficial, afirma que los fragmentos de ARN detectados en los PCR muy probablemente proceden del transcriptoma humano y puesto que no se están realizando cultivos virales de los pacientes que se dice están infectados con el virus SARS-CoV-2 (o son positivos a la prueba), no se puede considerar, ni existen suficientes evidencias empíricas del aislamiento del virus y por tanto, no se puede afirmar que sea el causante de la enfermedad denominada covid-19.

Por otra parte, en el estudio realizado por el virólogo Andrew Wye⁵ y su equipo, no lograron encontrar el covid-19 en 1500 muestras supuestamente positivas recogidas en el sur de California, no se encontró el SarsCov-2 y por tanto no tenían covid-19. Estos análisis se realizaron siguiendo los postulados de Koch (ver revista Conexión Cuántica de mayo) y bajo la observación de microscopio electrónico de barrido, encontrando en la mayoría de las muestras influenza (gripe) A y en algunas influenzas B, sin un solo caso de covid-19. Los análisis, que no usaron la prueba de PCR, fueron contrastados en Stanford, Cornell y algunos de los laboratorios de la Universidad de California, con los mismos resultados: no había covid sino influenza A y B (El correo de España, 2021).

Para más detalle, pidieron muestras viables de covid a los CDC, pero la respuesta fue que no podían proporcionarlas porque no tenían ninguna muestra. La conclusión de estos investigadores fue que el covid-19 es imaginario y ficticio, que se trata de gripe y la mayoría de los fallecidos se atribuyen a enfermedades concomitantes (enfermedades cardíacas, cáncer, diabetes, enfisema, etc.) de personas que contrajeron la gripe que debilitó aún más su sistema inmunológico y murieron.

Causalmente la gripe, que infecta a mil millones de personas al año y 650 mil mueren por esta causa, desapareció en los registros de las estadísticas sanitarias (DSalud, noviembre 2020). Fiabilidad de los PCR

El análisis que sustenta las dudas sobre validez de la prueba de PCR (Polymerase Chain Reaction o Reacción en Cadena de la Polimerasa) para detectar el SARS-CoV-2 y diagnosticar casos de covid-19 es amplia; se basa estudios científicos y proviene de distintas fuentes calificadas como inmunólogos, médicos, biólogos y especialistas que firman los informes con sus nombres, universidades de titulación, centros de investigación y número de colegiatura. Esto contrasta con la opacidad de los comités de expertos, de los informes de los laboratorios y de los pagados por la industria, así como los estudios que respaldan la versión oficial sobre las pruebas, letalidad y demás bases de la ciencia que sustenta las medidas de la nueva realidad de la pandemia del covid-19 (El correo de España, 2021).

Las dudas sobre la efectividad de la prueba PCR son más que razonables y se pueden sintetizar groso modo en:

ˋ La prueba PCR no fue diseñada para detectar patógenos, no detecta el SARS-CoV-2, sino secuencias de genes endógenos presentes en el genoma humano. ˋ La PCR no es fiable porque su resultado varía en función del número de ciclos⁶ utilizados para la amplificación de la muestra, que a medida que aumentan genera más moléculas de ADN (ARN) y, por tanto, mayor carga viral estimada. ˋ Las PCR supervisadas por los CDC se establecen entre 37 a 45 ciclos, aunque reconoce que a más de 28 ciclos no están permitidas para obtener un resultado positivo confiable. iStock/momcilog

iStock/momcilog

El informe científico de Biólogos por la Verdad coincide con las investigaciones de otros profesionales e investigadores independientes como Médicos por la Verdad, que afirman que la prueba PCR es del todo inespecífica y, al ser capaz de detectar virus endógenos en fase extracelular, “no se puede utilizar para diagnosticar

una enfermedad y ni mucho menos para culpar a un

virus de la misma” (Biólogos por la Verdad, 2021). El propio inventor de estas pruebas, Kary Mullis, premio Nobel de Química en 1993, ha señalado la inespecificidad de la prueba, aunque los censores de la verdad oficial han descalificado esta versión.

Visto lo anterior, ¿Por qué no dudar de la eficacia de la prueba? Y si los análisis se pueden verificar con otros exámenes o cultivos virales, ¿por qué no se hacen?

Asintomáticos

La presencia del supuesto ARN del virus en las pruebas PCR no implica enfermedad (Biólogos por la Verdad, 2021; Médicos por la Verdad, 2020; DSalud febrero 2021). De hecho, es la primera vez en la historia que se considera

que las personas asintomáticas, es decir sin síntomas,

padecen la enfermedad. Esta afirmación cambia el paradigma médico que definía la enfermedad como una alteración más o menos grave de la salud, además va en contra del sentido común que parece se ha perdido a partir de la covid-19. Como lo dice el Decano del Colegio de Biólogos de Euskadi, Jon Ander Etxebarria Gárate, el virus parece haber afectado toda lógica científica.

Por otra parte, este enfoque omite que el ser humano ha convivido con los virus que son parte del proceso evolutivo de la vida. La gripe o cualquier enfermedad viral nos puede mantener en el cuerpo los virus que la han provocado, sin que ello implique que estemos enfermos.

Unplash/Jehyun Sung

El registro de los casos En el año 2020 el planeta tierra tenía unos 7.800 millones de personas, de las que hasta noviembre de ese año se habían contagiado el 0.8% de la población del mundo y habían fallecido el 0.019%. En otras palabras, el 99.2% no está contagiada y el 99.98% sobrevive al terrible virus (DSalud, 2020).

Otro aspecto que se cuestiona es la ausencia del principio de distinción entre las personas que han muerto por el virus de las que lo han hecho con el virus: por ejemplo, si una persona con un infarto o cáncer terminal fallece por esta enfermedad, pero sí dio positivo en covid-19, la causa de muerte es esta última. De hecho, el alto número de positivos (que no están enfermos puesto que pueden ser asintomáticos) obedece en parte a la realización de pruebas obligatorias en muchos centros asistenciales, que lo exigen previa a la atención por

cebgid.org

cualquier otra causa.

De esta manera, una fractura ósea puede convertirse en positivo en covid-19, aunque la persona sea asintomática y lo preocupante es que esos datos engrosan las cifras que se registran día a día en todos los medios de información del mundo bajo titulares alarmantes sobre el avance de la crisis del coronavirus, el número de positivos, muertos y mapas de riesgo que amplifican el miedo ante una enfermedad de baja letalidad.

Según los análisis de Alfonso Longo, doctor ingeniero industrial especialista en estadísticas, los datos son instrumentos de poder que beneficia a la casta que se ubica en la pirámide de poder y que están sustentados por burócratas y tecnócratas, mientras el pueblo o la gran masa es ajena a la manipulación de la información que justifica las medidas de la nueva normalidad.

No se hacen autopsias Sin autopsias no se puede saber lo que realmente ha pasado. Durante todo el confinamiento, se ha prohibido hacer autopsias, que son imprescindibles para estudiar el virus y su impacto. No es lo mismo morir CON covid, que morir DE covid. Eso hace pensar que las cifras de muertos por covid no son correctas (Médicos por la Verdad, 2021).

Según el colectivo médicos por la verdad, cuando se conoció la ‘nueva enfermedad’ se dijo que la producía el virus chino Sars-CoV-2, que generaba una neumonía intersticial bilateral. Luego hubo enfermos que murieron por un síndrome inflamatorio hiperagudo o “Tormenta de Citocinas” y finalmente las autopsias realizadas por patólogos italianos –a pesar de las recomendaciones de la OMS- mostraron “los endotelios de diversos vasos sanguíneos, incluidas arterias, estaban dañados, trombosados y en ellos se producía acúmulo de NETs (trampas o redes de cromatina de neutrófilos apoptóticos)” (Médicos por la Verdad, 2021).

Tratándose de una pandemia que ha generado la alarma o crisis sanitaria, otra pregunta obvia es: ¿por qué no se hacen autopsias?

Se supone que la información obtenida da luces para tomar medidas de atención adecuadas, tanto para la prevención como para la curación de la enfermedad.

Otro aspecto clave de la falta de autopsias es la dificultad de identificar la relación entre el covid-19 y las vacunas antigripales que fueron aplicadas particularmente a las personas mayores de las residencias más afectadas por el virus. Al respecto, el estudio realizado por el Hospital de Barbastro en Huesca mostró la relación entre la mortalidad por covid y el registro de dicha vacunación (Médicos por la Verdad, Revista DSalud, y Montero, 2020). No obstante, estos estudios han sido descalificados y lo más preocupante es que no se ha seguido esta posible línea de investigación para mitigar los efectos de la pandemia. Por el contrario, la respuesta actual es la vacuna. 5g contaminación electromagnética La enfermedad es una inflamación sistémica, el organismo queda inflamado de manera permanente en muchos casos. La enfermedad covid está causada por campos electromagnéticos procedentes de antenas de telefonía móvil (Teoría ambiental de la covid)

Los estudios del doctor José Luis Sevillano⁷ en el sur de Francia, le permiten afirmar que las “fases de la covid-19 se corresponden cronológicamente con los efectos de la irradiación” y por tanto esta enfermedad podría tener un origen físico, no biológico (Periodista digital, 2020). De igual manera Asier Arregi, geobiólogo experto en geometrías energéticas, afirma que las antenas 5G para la nueva telefonía pueden tener un efecto en la enfermedad en la medida que las radiaciones electromagnéticas rompen la cadena del ADN y esta tecnología de quinta generación cambia la molécula de oxígeno con el consecuente efecto en la oxigenación (Arregi, conferencia en Bilbao 2020; Diario El Mundo, 2020)

Un aspecto que llama la atención es el aumento de antenas 5G durante el confinamiento y, en muchos casos, la forma en que están escondidas a la vista. Aunque la versión oficial omite el impacto de la radiación sobre el organismo humano, simplemente hemos de considerar que al aumentar la exposición a ondas electromagnéticas se pueden causar efectos imprevisibles como el incremento de enfermedades raras (aspecto señalado por los movimientos que pugnan por un uso racional de la tecnología y el estudio de sus impactos en la salud y la naturaleza).

Pixabay/Ria Sopla

Pixabay/Comfreak

El control de la información “Lo que sí es un común denominador en muchos

países es la cantidad de censura en los medios de comunicación y en redes sociales, la manipulación y propaganda, la utilización de una alerta sanitaria con fines políticos, y el recorte de libertades y derechos de los ciudadanos a un ritmo sin precedentes en la historia y a escala mundial”

(El investigador.org)

Un aspecto vital para comprender la dimensión del problema al que nos enfrentamos, cuando se trata de conocer la verdadera situación de la enfermedad covid-19, es la brutal e inédita censura que se ha desplegado para silenciar las voces críticas. Esto, de por sí sospechoso, plantea un cambio radical en la gestión de la crisis en todos los ámbitos científicos e informativos, e impacta a todos los niveles de la comunicación, desde los globales hasta los locales.

Como en los tiempos de la inquisición, la censura

se ha establecido como un parámetro que define una verdad única e incuestionable y para ello se han

desplegado mecanismos de control nunca vistos. Para empezar, los medios de comunicación han repetido la misma información en todo el mundo, como un guion orquestado que funciona con la precisión de una sinfónica que ha realizado muchos ensayos. Por su parte, en las redes sociales se activan algoritmos y utilizan robots para controlar las palabras prohibidas, mientras nos vamos acostumbrando a la gestión de la inteligencia artificial en nuestras vidas.

Así nacieron los nuevos gestores de la verdad con el apoyo y financiación del Estado, como en España con la creación de la Comisión Permanente contra la Desinformación; o bajo el impulso de la inversión privada, promovida por “mecenas” como el todopoderoso Bill Gates que, con una alianza de empresas, entre ellas Microsoft, “desarrollará una herramienta digital para rastrear, identificar y catalogar el contenido que la clase política globalista y de izquierda denote como noticia falsa”. En este Ministerio mundial de la verdad digital participan el New York Times, la BBC inglesa y multinacionales como Adobe, ARM, Intel y Truepic (Alerta digital, 2021)

Las corporaciones de los dueños de los medios de comunicación (seis monopolios) controlan la verdad y las redes sociales. También en pocas manos, y con inversión de los fondos privados que dominan la economía global,

tienen el monopolio de la información controlada por los nuevos ministerios de la verdad, como si 1984 fuera una profecía autocumplida y la distopía guiara el destino

de la humanidad. Estos medios utilizan todos los recursos disponibles para sostener el guion, incluso utilizando personajes de la farándula y todo tipo de estrategias para vender la versión oficial, del mismo modo que impulsan los productos que financian sus vidas.

En la era de la información, estar desinformados no sólo es una contradicción, sino el resultado de una estrategia aplicada por los dueños de los medios de comunicación, que son los mismos inversores de laboratorios, farmacéuticas, bancos e incluso fábricas de armas. Así, para la expansión de su poder eliminan videos, post, mensajes y toda voz crítica que cuestiona su verdad. En pleno siglo XXI podemos afirmar que si la información es el cuarto poder, en la actualidad el poder controla la información en un

acto de ingeniera social que gobierna la nueva realidad de

la covid-19.

Pixabay/Jeff Jacobs

Reflexiones finales

El análisis realizado en este artículo deja suficiente información para sacar conclusiones y continuar con la búsqueda de la verdad, que aparecerá como la luz al final de la oscuridad. Por ello, lo único que pueden quedar son más preguntas que respuestas sobre la realidad que estamos viviendo en la era de la pandemia “covidiana” que para nada queremos sea cotidiana.

Estamos ante un cambio de era, con el surgimiento de nuevos paradigmas que ponen fin al mundo tal y como lo conocíamos, que por muy oscura que parezca nos ofrece la oportunidad de aplicar nuestro discernimiento y capacidad de crear nuestra propia versión de la realidad que queremos y merecemos vivir.

La “nueva normalidad” que trajo la pandemia del covid-19 aún está por definirse. A pesar de que podemos sentir que perdemos la esperanza y el panorama parezca desalentador, más aún con la campaña de vacunación que avanza mientras escribo estas palabras, recordemos que los buscadores de la verdad siguen trabajando como las hormigas que rodean al elefante y que, como David contra Goliat, podremos una crear la realidad alineada con el latido de la madre tierra y con la fuerza cósmica del cielo.

Así podemos seguir avanzando con la certeza de la luz del corazón del ser humano, que se irá expandiendo para abrir el camino a la nueva humanidad. Puede que ello implique la pérdida de la vida física de muchas personas, pero el alma siempre podrá trascender la capa del miedo que ha nublado el entendimiento de lo que realmente estamos viviendo.

La verdad oficial que quiere crear un nuevo paradigma no se sostiene, por eso la ausencia de debate científico y la censura a cualquier planteamiento crítico que ponga en cuestión el relato del pensamiento único. Aunque los cambios científicos, médicos, tecnológicos, económicos, laborales, sociales y psicológicos tendrán sus consecuencias para toda la humanidad, también lo tendrán para los guionistas y partícipes necesarios de la “nueva normalidad” o el “nuevo orden mundial”, pues como una ley de la física, toda causa tiene su efecto. Por ello, si nuestra causa deja consecuencias, mejor que sean guiadas por la sabiduría de nuestro corazón.

Y que esa sabiduría nos permita superar la división entre la humanidad que ha sido polarizada entre positivos vs. negativos; despiertos vs. dormidos, negacionistas vs. creyentes, vacunados vs. inmunes al miedo. La vieja estrategia del divide y vencerás caerá, cuando el velo de la mentira caiga. Por ahora, recordemos que el nacimiento de la nueva humanidad trae los dolores de un parto que nos recuerda que lo viejo tiene que morir para que nazca lo verdaderamente nuevo. Entonces podremos ver que la expansión del poder corporativo, en todos los ámbitos de la vida, es solo una parte del guion del gran hermano, el show de Truman o como quieras titular a la película de ciencia ficción cuyo final está aún por escribirse.

Tenemos motivos para la esperanza, por ejemplo, el inicio de los nuevos juicios de Nuremberg, el 3 de julio 2021 con miles de abogados y expertos médicos, que bajo el liderazgo del Dr. Reiner Fuellmich iniciaron procedimientos legales contra los CDC, la OMS y el Grupo de Davos por crímenes de lesa humanidad. También nos tenemos a nosotros, porque somos la luz que ilumina el mundo.

Adriana Rodríguez Salazar es investigadora social, especialista en desarrollo regional, master en cooperación internacional y PhD en estudios sobre el desarrollo.

Referencias bibliográficas

Alerta digital, 2021. Bill Gates crea ministerio de la verdad

Center for health security

El correo de España, 2021. La mayor mentira jamás contada: siete universidades estadounidenses confirman que el coronavirus no existe

El periódico de Aragón, 2013. OMS cambia criterios para declarar una pandemia

Enciclopedia EcuRed.

El español, 2021. El negocio de las mascarillas

El país, mayo de 2015. Informe critica demoras y fallas de la OMS en la epidemia de Ébola

Evento 201, A global Pandemic Exercise. Center for health security

Depuydt, S.F. El pasado oscuro del director de la OMS. Ciencia y Salud

Es.forum.org

Informe Biólogos por la Verdad, 2021

La nota de tapa, 2021a. Tamaño del mercado de hidrogel

La nota de tapa, 2021b. Tamaño del mercado global de termómetros infrarrojos en la frente

Martín Jiménez, Cristina 2020. La verdad de la pandemia. Editorial Planeta

Montero, 2020. Las claves del estudio sobre la posible interferencia de la vacuna antigripal de 2019 con el covid-19

Organización de Consumidores y Usuarios OCU, 2014. Tamiflú

OMS.

Periodista digital, 2020. Las fases de la covid se corresponden con los efectos de la irradiación

Revista Discovery Salud DSalud, noviembre 2020

Trikooba, mayo 2021. Virólogo afirma que el Niaid financió estudios sobre el coronavirus en Wuhan

Velásquez, 2016. Entrevista en la cadena Ser

Notas

[1] Aunque los datos varían entre el 2% de letalidad de Wikipedia al 0.23 de mortalidad de la OMS, utilizamos estas cifras para ilustrar y comparar la magnitud de la pandemia del covid-19 respecto a otras de mayor impacto.

[2] En su momento se realizaron compras masivas de Tamiflú y de vacunas (Francia 90 millones de vacunas para 60 millones de habitantes, se usaron sólo 5 millones, las demás debieron ser desechadas). Posteriormente este medicamento se definió como ineficaz para eliminar los síntomas de la gripe y contraproducente por efectos adversos: náuseas, vómitos, dolor de cabeza y problemas renales y psiquiátricos (Wikipedia y OCU, 2014).

[3] K simboliza miles (K=1000).

[4] Un virus quimera es "un nuevo microorganismo híbrido creado por la unión de fragmentos de ácido nucleico pertenecientes a dos o más microorganismos diferentes, en donde al menos dos de los fragmentos contienen genes esenciales necesarios para replicación". Definición del Center for Veterinary Biologics (del Departamento de EE.UU. de Agricultura y del Animal and Plant Health Inspection Service), citado en Wikipedia.

[5] Llama la atención la censura que se ha realizado a este estudio y el volumen de contra información que descalifica la investigación de este científico. Muestra de ello es que durante la elaboración de este artículo, varias páginas fueron eliminadas, para más información esperamos que esta web se mantenga disponible para el lector: Despierta al Futuro

[6] Cada ‘ciclo’ de la prueba PCR “es un salto cuántico en la amplificación y el aumento de la muestra de prueba tomada del paciente. Con demasiados ciclos, la prueba dará lugar a todo tipo de material irrelevante que será erróneamente interpretado como relevante” Médicos por la Verdad.

[7] Este médico español identificó que los casos de covid-19 tenían una ubicación geográfica específica, que correspondía con la instalación de una antena de 5G.

Nota: siguiendo a los textos consultados, cuando se habla de la pandemia y la prueba PCR se utiliza “la” covid-19 y cuando se menciona “el” covid-19, se trataría del virus

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