Conga
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La revista digital de música Rock + Pop + Indie + Electro Año 2 Nº 14 Abril - Mayo 2013 DIRECCIÓN Y DISEÑO EDITORIAL Martín Brossard FOTOGRAFÍA Smashing Yonkis COLABORAN EN ESTE NÚMERO Luciana Romero (Notas) Martín Rodríguez Rey (Notas - Diseño) Gustavo Kraft (Notas) Laura Cohen (Notas) Zoe Kreimer (España) Alex Chavo Acuña (México) SEGUINOS Web www.congamag.com Facebook www.facebook.com/congamag Twitter www.twitter.com/congamagoficial CONTACTO Correo conga@live.com.ar Imágenes y/o Fotos: Si el autor de alguna de ellas deseara que fuera removida o bien prefiriera figurar en los créditos de esta publicación digital, por favor comunicarlo a nuestro correo electrónico conga@live.com.ar ¡Besos!
Copyright ©2013 Conga mag
ÁLBUM > ¿Bajo qué preciosa conjunción de los astros se enciende la música de Daft Punk? ¿En qué noche de júbilo discotequero se exaltaron de alegría Guy Manuel de Homem-Christo y Thomas BangalVISITA > dos Robert Smith te, esos gatitos franceses, para prodigarnos sus beats valerosos, ¿Acaso pensabas recogiendo su fuego y suquedarte memoria sónica? hojas muertas alMmm... atardecer, por tiempo tanta tristeza, abanaquíinvadido ya no hay donopara y soledad tu la cuerpo teorizarque sobre Luna tiritaría y los hasta caer enfermo en losdel brazos unadecimos fría cama de hospital? lunáticos baile.deSólo No, que muchachito aquí una noticia Randomdark, Access Memories, el que preventivamente melancolía, tu exceso cuartocurará álbum tu deextrema estudio del dúo, de auto-piedad: The Cure,objetos la banda estará entre nuestros másdel doctor Robertpreciados Smith, regresa Argentina desdeaella21 de mayo tras de un enojo de 25 años, basado en el miedo tras aquel Ferro de zaeste año. farranchos bárbaros. La cita, en medio de una histórica gira Sudamericana, es el viernes 12 de abril en el Estadio River Plate.
Cúrame otra vez
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Conga mag n º 14 Abril - mayo 2013
Tapa: Regina Spektor.
Trainspotting
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Danny Boyle: “Es una muy buena idea hacer la secuela”.
Yeah Yeah Yeahs
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Los neoyorquinos nos quieren picar con su Mosquito. ¿Podrán?
Garbage
THE CURE >
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Robert Smith y sus muchachos vuelven a la Argentina después de casi 26 años de paréntesis. Toda la gloria y la alegría desatada en una fría y larga noche repleta de hits y lágrimas. Para el recuerdo.
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The Stone Roses vía México >
La banda de la Manson se adentra en la noche para homenajear a la madrina punk, Patti Smith.
Pete Doherty
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El músico inglés recibe a Macaulay ‘Mi Pobre Anglelito’ Culkin en su departamente de París.
Beth Ditto
SUEDE >
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La cantante de Gossip toma de más y busca pelea en un bar de Portland.
Dark Side Of The Moon 18 Muere Storm Thorgeson, el artista detrás de las míticas tapas de Pink Floyd.
PINK MOON
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La colección 33 1/3 de Bloomsbury Publishing pone en las librerías las reflexiones de Amanda Petrusich sobre el hermoso y despojado disco de Nick Drake.
4AD, un sello para a(r)mar >
30 Facing the other way: The story of 4AD sale el 19 de septiembre.
Regina Spektor en GEBA >
SUMARIO 32
Franz Ferdinand
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... para el solcito
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... para la angustia oral
60
El histórico debut de la banda inglesa comandada por Brett Anderson cumple 20 años. Nos teletransportamos en nuestra máquina del tiempo y lo retro-reseñamos desde 1993. Te mostramos el look de época y las memorables tapas de sus singles. Los vimos junto al Planetario y comprobamos una vez más que en vivo son irresistibles.
36 No tan lonely boys
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Nuestro corresponsal azteca nos detalla la visita de Ian Brown y sus amigotes tras el operativo retorno. Te mostramos las fotos destacadas de una noche muy ansiada pero no tan mágica.
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... para la lluvia y más... 62
El debut del dúo norteamericano nos voló la peluca. ¡Que vuelvan pronto, che! Canciones para despertarse 56
Fuimos a ver a Regina escapando de la lluvia y, claro, nos enamoramos. Te contamos canción a canción por qué es ‘la cosa más dulce’ sobre un escenario. Crónica y fotos.
Feliz cumple!!! Morrissey Luca Prodan Iggy Pop Bob Dylan Brian Eno Dave Gahan Robert Smith conga mag 5
Hey!
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y u m a n u s E “ : le y o Danny B ”. la e u c e s la r e c a h a e buena id Por Gus Kraft
Así lo aseguró el director de esa película que nos cambió la cabeza a casi todos mientras anda en plena promoción de Trance, su último film. “Es una muy buena idea (...) Creo fervientemente que el cast estaría dispuesto a regresar, siempre y cuando el guión esté a la altura y nadie quede decepcionado. Esa es la barra para medir si se hace o no”, dijo el realizador y productor británico. Además, agregó que “el tiempo correcto sería 2016, puesto que en Porno, el libro que sucede al de Trainspotting, los protagonistas ya habrían envejecido un poco y tiene todo el sentido”. Ok, Danny, vamos a esperar ansiosos-atentos entonces.
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Hey!
e m a iic e P m a c ! e P m a c i P
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Yeah Yeah Yeahs Mosquito
Sello: Interscope Género: dub, post-punk
Karen O se casó con el director Barnaby Clay hace un par temporadas, muchachos, ya lo sabemos y qué le vamos a hacer, ¿no? Pero tampoco vamos a seguir viviendo despechados sin su amor, muchas chances no teníamos, ni tendremos si ese matrimonio se trunca, sin embargo, aquella caminata hacia al altar parece haberla transformado un poco en lo musical. Todavía nos gusta, y sus Yeah Yeah Yeahs, aunque aún adictivos, son un pálido reflejo del trío punk que con tan sólo una guitarra y una batería se enfiestaron en pleno revival post-punk neoyorquino hace una década. Hablemos de la primera mutación. Traigamos a “It’s Blitz!” desde 2009, su tercer disco luego de dos cachetadas shockeantes (Fever to Tell y Show Your Bones), pongamos sobre la mesa la tapa del huevo violentado por una mano femenina -¿la mano de Karen?- y recordemos cómo bailábamos con amigas en nuestras casas alentados por una barra de sintetizadores mientras un ejército de canciones mid tempo, comandado por dos hits nucleares como Zero y Heads Will Roll, arrasaba con todos los muebles. Ahora hablemos de la segunda mutación. Aquí, con Mosquito, la intención y el logro se dan la mano para entregarnos el álbum más experimental y menos rústico de toda su carrera. En esta nueva vida, ejercida ya no tan locamente, los chicos apaciguan el ritmo y la vehemencia, y se adentran en aguas turbias-tensas, haciendo la plancha sobre un repertorio que se aleja de las olas virulentas, aptas para un surf salvaje, a las que nos tenían mal acostumbrados. Parece que el trío ha redescubierto el reggae. No al del mítico Bob Marley, por suerte, sino a las técnicas del subgénero dub, ese que invade el ambiente con ecos sombríos a punta de delays gigantes. Ahí están Under The Earth y These Paths, dos ensayos traviesos, torcidos, y Subway, que proyecta como percusión el trote de un vagón de subte; todos, juegos extraños, algo intrascendentes fuera del estudio, ya en vivo. conga mag 9
Hey!
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En la preponderante Slave, una cruza entre los Primal Scream más ‘exitóxicos’ de los noventa con la voz carismática de Siouxsie Sioux, y en el track que le presta su nombre al disco, también hay vestigios de ese ánimo dub con el que han estimulado a su mosquito mutante, sin embargo, en estas dos instancias la consecuencia no es tan ajena al punch eléctrico, ese garbo chulo, descarado, del que siempre han sabido presumir. Otro guiño a los buenos viejos tiempos se declara con Area 52. Y no mucho más. Entonces destacamos un presente de singles viables apenas estropeados –cada uno gustará o no a su manera- por coros góspel atípicos en su estampa, una ropa ajena que les queda algo ajustada, como en Sacrilege, y despojos holgados de hip hop comprados en la tienda de usados propiedad de Dr. Octagon, como en Buried Alive, el tan mentado-fallido aporte del productor James Murphy al cuarto trabajo de los muchachos neoyorquinos, un álbum que nos pica cada tanto aunque no logra enloquecernos como para matarlo entre aplausos. Por Brossard vs. Cohen
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Hey!
Estúpida y sensual noche Garbage y su homenaje a Patti Smith: Se trata del clásico Because The Night, que la banda de Shirley Manson guardó en un disquito de 10 pulgadas para ofrecerlo durante el último Record Store Day, celebrado este 20 de abril. Por Laura Cohen
Dicha edición, de carácter limitado, contiene además los temas Love Like Suicide de Garbage y la remezcla de Automatic Systematic Habit Costa Cadeu por parte de Konstantin Kazhev. La Manson nos contó al respecto: “Este año, una vez más, quisimos lanzar algo especial en la celebración del Record Store Day 2013. Decidimos grabar un dueto que hicimos durante la gira con Screaming Females, al final de 2012. La banda viajó a través del país desde New Jersey a Los Angeles y pudimos grabarlo juntos, en EastWest Studio 1, en Hollywood. (…) ¿La canción? Un cover a ‘Because The Night’, de Patti Smith. ¿Por qué? Porque es maravillosa”.
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Hey!
recibe a Macaulay Culkin en su depto de París Parece que al fin estas piedras rodantes encontraron su hogar. Y parece también que los ha amontonado el amor al arte y a la bohemia parisina. “Ellos están unidos por su interés en la poesía y la plástica. Macaulay no se cansa de escuchar a Pete (Libertines, Babyshambles) y disfruta mucho con su música. Además, a Pete le encanta hablar con Macaulay sobre la actuación, ya que ha estado intentando empezar una carrera en el cine”, dijo Adam Green, el músico inconsciente -y amigo de ambos- que le sugirió al actor de Mi Pobre Angelito la idea de convivir en el mismo espacio con Doherty, quien reside en la capital francesa hace un tiempo para
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librarse de los paparazzi londinenses y volver a rendirse a la gracia de la creatividad. Y allí fue que se plantó el ex niño bonito con dos maletas rebosantes de ropa sucia y desprolija, y algún que otro sueño artístico. “Pete y Macaulay pueden resultar una extraña pareja pero tienen muchos intereses y experiencias en común. Se conocen desde hace años, a partir de un film inspirado por los efectos ketamínicos llamado The Wrong Ferrari”, aseguró Green. Pensamos: si para casi todo en la vida hay chance de fiesta, ¿quién nos dirá cuándo, en esta casa, se terminará la incauta alegría? Por Martín Rodríguez Rey
Doherty, alegremente sacado, festeja la buena nueva: “¡Me toca papelito, me toca papelitooo!“
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Hey!
o t t i D s h a t 単 e i B p s la a a i ebr
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La morruda cantante de The Gossip fue arrestada por alteración del orden público en un bar de Portland, a mediados de marzo. Por Martín Rodríguez Rey
Cuentan los testigos, esos chismosos de siempre que nos alimentan el morbo, que la mucha muchacha, borracha en demasía, fue expulsada del Bungalo Bar, desde donde se habían negado a darle más bebida espirituosa. Parece que Ditto lanzó sus zapatos y su cartera gritando “¡Obama, Obama!”. En fin, hermosa plática de borrachos. Para sumar mala onda, un usuario de Reddit asegura que la Ditto estaba “completamente ebria, incitando a la gente a pelearse”. Entre tanta acusación, los amarillos de The Guardian añaden que “Beth le propinó al camarero un golpe en sus genitales”. Por lo pronto, la bonita Ditto ya está sobria-controlada y ha sido puesta en libertad hasta que se ‘celebre’ el juicio.
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Ay...
Storm Thorgeson watch the stars El artista visual británico, uno que supo entender las misteriosas maneras musicales de Pink Floyd al diseñar las portadas para álbumes como Dark Side Of The Moon y Wish You Were Here, murió a los 69 años. Por Gus Kraft
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Ay...
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Thorgeson no sólo se codeó con Pink Floyd, quienes le tocaron el tiembre de su taller durante décadas, suyos son también los diseños de portadas de álbumes tan míticos como Houses Of The Holy e In Through The Out Door, de Led Zeppelin, los primeros tres discos homónimos de Peter Gabriel, o Try Anything Once, de Alan Parsons. Más cerca de nuestreo presente, colaboró con Ween, The Cranberries, Muse y The Mars Volta, entre muchos otros. David Gilmour, su amigo personal y miembro de Pink Floyd, dijo, emocionado: “Ha sido una fuerza constante en mi vida, tanto en el trabajo como en privado, un hombro en el que llorar y un gran amigo. Las ilustraciones que creó para Pink Floyd de 1968 hasta el día de hoy han sido una parte inseparable de nuestro trabajo. Se le echará en falta”. conga mag 21
Recitales / Buenos Aires / Abril 2013
y toda -toda- la ternura dark
Robert Smith saltó, tras casi 26 años de recelo, desconfianza y duda, del miedo y asco en Ferro al ánimo y el placer en River durante una noche larga de historias pasadas tan presentes, de oscuridad jurásica tan brillante… y nos llegó el día de la vacunación dark. Sí, lo soñamos tantas veces, y ahora la puerta de ese sueño se abre entre las luces deliciosas de un concierto. The Cure es una campaña anti gripal que lleva décadas dando batalla, y hay algo de misterio en su sabiduría, en su manera de curar, que te impulsa a querer enfermarte, axiomáticamente, cada tanto. La vida puede ser justa. Una línea de bajo fundamental y terminante nos pone sobre la camilla voladora teletransportándonos a las calles nocturnas de los ochenta. Ejercemos una memoria que no es propia. Somos jóvenes hoy, no vivimos como jóvenes aquellas noches. Y ahora vemos sobre el campo y las tribunas a miles que cargan unos cuantos presentes, varios ya pasaron hace rato la frontera de Ciudad 40. Así que para ellos este es un rito íntimo, casi secreto, un mambo patológico, un trance a despejar. Está en juego un patrimonio adolescente que pretenden devolver a su hogar. Igual, algo -o mucho- de todo aquel legado también nos pertenece. Por eso estamos aquí. Y The Cure nos lleva lejos. Y las canciones nos devoran como las escenas de un mar de luces centelleantes devoran -o protegen- al grupo cuando el sueño se inicia. Esta noche será un loop, un mantra, de años y recuerdos -propios / ajenos- que se besan a sí mismos, se entrelazan, en el círculo fantástico del tiempo. “Es un milagro tenerlos acá”, pensamos, “después de los zafarranchos darks (y punks, skins, heavys) de aquella jornada inconclusa de Ferro”. Pero esta vez habrá paz. Y una hermosa guerra interior: no sabemos qué canciones preferimos para que dejen afuera de un show que traspasará las tres horas. ¿Tocaron las canciones que deseábamos, entonces? Seguro que sí. ¿Quedaron relegadas algunas imprescindibles? Seguro que también (A Strange Day, Give Me It, Cut Here o Never Enough, por ejemplo). Pero ningún detalle nos va mover la estantería de la alegría cuando termine el recital. No no. Algunos periodistas de antaño / hermanos mayores / padres nos contarán la prehistoria de esta vistita, esa que habla de una noche donde cayeron
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los bastones policiales de la montada sobre las espaldas de los chicos que escapaban de la razzia. Eso en Ferro de 1987, un ayer jurásico para nosotros que fuimos absorbidos lentamente por la bruma pop de una banda que no tendrá lugar en el cielo ni el averno. No no. Ya se ha ganado, como suelen ganarse algunas pocas bandas, su lugar indiscutible en la eternidad. Entonces, las canciones. De Disintegration, del 89, cosecha exitosa para Smith, escuchamos Plainsong, Pictures Of You, Lovesong, Lullaby, Fascination Street y la que le presta su nombre al disco. Con cualquiera de estas piezas una banda clase B habría forjado una leyenda. Y The Cure tiene decenas. ¿Sabrá Roberto lo inmenso que es? Qué no daríamos por haber escrito alguna de ellas. Cerramos los ojos y vemos a un Smith fresco y dulcemente tenebroso en su cuarto, acunando a su guitarra, confundido y escribiendo a pleno ungido por todo su talento. Abrimos los ojos y Smith está sobre el escenario de River, hundido en el frío porteño. El tipo es una especie de espantapájaros drag queen con todos los vicios de un hombre bien mundano de cincuenta y tres años. Kilos de más, decadencia facial y movilidad parsimoniosa. Un Joven Manos de Tijera a punto de jubilarse; una actriz de Hollywood en las penumbras de su vida majestuosa; un viejo glam acribillado por un eufórico ejército con armas cargadas de paintballs; un Elvis pesado y lunático conduciendo El Tren Fantasma. De la trilogía más oscura, aquella que narra las sombras de un rock neurasténico y las luces de una psicodelia sofocante, suenan Play For Today y A Forest, de Seventeen Seconds (1980); Primary y Charlotte Sometimos, de Faith (1981); y One Hundred Years, de Pornography (1982). Estamos en River, el frío también está, minucioso, en todos lados. Y la obra de The Cure es la obra maestra para dormitorios. Pero no importa. Toda-toda la ternura de singles dark, sólo concebida magistralmente entre 1979 y 1992 (luego, convengamos, fue una repetición morbosa), nos dará Roberto en esta noche larga. Y aquel cuarto negro, donde los discos giran con esa costumbre solemne de los chicos sensibles, está de nuevo en nuestros corazones. Más cerca de este presente, aparecen Want y Mint Car, de Wild Mood Swings (1996); y
The End Of The World, de Bloodflowers (2000). Lo que enciende nuestra atención en The Cure, además de una cantidad envidiable de hits, es su sonido onírico. Las guitarras en caída libre, la universalidad en las líneas de bajo, los detalles cristalinos del sintetizador y el golpe sádico de la batería. Todo eso bajo un halo pop dilatado, oscuro y doloroso. Del triunfante Wish (1992) hacen High, From The Edge Of The Deep Green Sea, Doing The Unstuck, Trust y, cómo no, Friday I’m In Love. Sin embargo, un viaje sonoro de tres horas y pico puede tener -y tuvo- una media hora de languidez donde todas las virtudes que admiramos se vuelven recurrentes, casi fastidiosas. Es decir, los muchachos por momentos se cuelgan de la zapada eterna, y esto conspira contra la dinámica del show. Pero apuntemos a las canciones, dejemos esos detalles. Dressing Up, The Caterpillar y Bananafishbones son las elegidas para representar al delirio belicoso de The Top (1984). También nos hacen bailar con los singles aislados tan ochentosos como The Walk, Let’s Go To Bed y The Lovecats. Del súper aclamado The Head On The Door (1985) nos muestran Push, In Between Days y Close To Me. Nada menos. Momentos fundamentales del sonido cure, a veces parco, a veces saltarín, siempre emocionante, dramático, al igual que la voz de Smith, que aún ejerce esa expresividad díscola, singular, y se mantiene indemne, como un logro a destacar, durante el largo show del retorno porteño. Ahí tenemos, entonces, el argumento para defender ante cualquier ingrato el garbo de The Cure: la voz del muchacho puede así mofarse del mundo con un pop encantador, decirle hola a las armas nocturnas con un rock tenebroso o jugar a las escondidas lisérgicas en un laberinto psicodélico. Tres maneras distintas de ser uno mismo. Sabíamos que en Paraguay con Pornography (1982) y en Brasil con Disintegration (1989), la banda había decidido que el primer set de bises se centrara en un solo disco. A nosotros nos tocó Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me (1987). De ahí nos entregan The Kiss, If Only Tonight We Could Sleep y Fight. Después, del mismo álbum, entre otras tocan Hot, Hot, Hot!!! y Why Can’t I Be You?, para cerrar la noche monumental con Boys Don’t Cry (la canción que, paradójicamente, hace llorar -saltar- y llorar a to-
dos los hombres), 10:15 Saturday Night y Killing An Arab. “¿La espera valió la pena?”, le preguntamos con sonrisas de oreja a oreja al padre de una amiga que no había podido estar en los shows de marzo del 87. Creemos que el tipo nos responde “sí”. Creemos, escribimos, porque el tipo, un tipo grande, che, de saco-camisa-corbata, un salvaje de traje con todos los vicios de un hombre bien mundano de cincuenta y tres años, está en lágrimas, casi moqueando. (Mientras tanto pensamos) Esas cosas, acaso, son las que provocan años de música girando por la habitación. Esas cosas, seguro, nos afecten a nosotros mismos en unos años luego de algún show tardío de… (completen a gusto) Pero el tipo no había terminado. Se repone y nos dice, ya repuesto, ya cursi: “Veintiséis años es mucho tiempo, chicos, aunque la cultura digital apriete toda la carrera de una banda en un disco de grandes éxitos o en un DVD… Veintiséis años es mucho tiempo... ahora, recién ahora, puedo cerrar una etapa… quizás la etapa más importante de mi vida…”.
Estadio River Plate / Viernes 12 de abril Por Laura Cohen Martín Brossard y Martín Rodríguez Rey.
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Cuaderno de ruta Corre 1987 y The Cure desciende a Sudamérica en su mejor momento. Tras dos shows caóticos en el Estadio de Ferro, la banda huye despavorida inmersa en un escándalo mediático. Tiempo después ese mismo año, Robert Smith plasma su visión aterrada de los hechos ocurridos en Buenos Aires. Aquí, la intimidad de sus palabras.
Llegada “Buenos Aires es el prototipo de las grandes ciudades, una mezcla entre lo viejo y lo desmoronado y lo que está a medio camino de ser terminado.” Primer Show, 17 de marzo “Escucho el sonido de vidrios rotos... Parece que hubo una confusión; nos dijeron que hubo reventa de tickets: diecinueve mil entradas para un campo que soporta diecisiete mil. Como consecuencia lógica, apareció un grupo de ‘punteros’ tratando de llegar a la cancha por otros métodos: se produce un disturbio a gran escala, con autos policiales tumbados, varios perros asesinados y un vendedor de panchos muerto de un paro cardíaco. Durante cerca de dos horas, tocamos en medio de una ensordecedora algarabía antes de apresurar la huida.” Segundo Show, 18 de marzo “En la mitad del set hay varios uniformados con fuego en su cuerpo, y la mayoría de sus compañeros se refugian debajo del escenario de la incesante y despiadada lluvia de monedas, piedras, butacas y vasos. Desafortunadamente, no todos los objetos son tirados con puntería y Porl (Thompson) es el primero de nosotros en ser golpeado: cuanto más sigue esta situación, más nos amargamos, y cuando una botella de Coca-Cola me da justo en la cara durante 10:15 Saturday Night, paro de cantar y encaro a la multitud. Terminamos con una gloriosa versión punktrash-arabs-a go go de Killing An Arab. Afuera, el ‘campo’ no tiene nada que envidiarle al centro de Beirut, y luego estamos más que aliviados de haber podido alcanzar el refugio del hotel. Me voy a la cama hecho pedazos; los otros pasan la mayor parte de la noche en el bar mientras yo sueño con asesinatos”.
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LIBRO ///
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LIBROS /// Biografías de Discos
PINK MOON AMANDA PETRUSICH LIBROS CRUDOS 120 PÁGINAS / 2013
Por Zoe Kreimer La colección 33 1/3 de Bloomsbury Publishing, dedicada a libros monográficos muy personales en torno a un disco clásico, llegó a España hace unos años vía la editorial pop Libros Crudos. En marzo último, tres nuevos títulos -a escala bolsillo- experimentaron el aire de las librerías: “The Piper At The Gates Of Dawn” (Pink Floyd), “The Kinks Are The Village Green Preservation Society” (The Kinks), y “Pink Moon” (Nick Drake), escritos por John Cavanagh, Andy Miller, y Amanda Petrusich respectivamente. Nos llegó el tercero y al ojearlo nos preguntamos: ¿Fue el adiós trágico de Drake lo que convenció al mundo musical de su talento minusioso-descomunal? ¿Acaso las canciones que guarda el álbum no están a la altura mítica elevada por los vivos de siempre? ¿Island Records no supo apreciar-promocionar las virtudes de Pink Moon? “Creo que el fracaso de su música mientras vivió fue una tragedia y una constante fuente de frustración para Nick, afirma Joe Boyd (productor norteamericano) y la fruta de la obviedad cae de madura, claro: tanto fracaso comercial -los artistas también pagan impuestos y servicios, parece-, que él pudo interpretar como fracasos creativos, potenció su depresión. “Pink Moon” es un disco hermoso y el fantasma torturado que lo promociona también. Austero y tranquilo, guarda un folk intimista para celebrar la noche solitaria. En el libro, Amanda Petrusich estudia ágilmente su creación, recepción y particular historia, analizando con tozuda atención la publicidad de un automóvil que acercó al artista y a su música al público mainstream a partir del año 2000. Aquí sabremos que fue el propio Drake quien llevó las cintas del máster a Island Records, dejándolas sobre el mostrador de recepción y marchándose sin decir nada. Sabremos también que su último disco tenía que ser él y sólo él sobre los surcos del vinilo. Lo que leerán entonces es la alucinante historia del descenso y enaltecimiento de un álbum ignorado durante décadas. Leerán también cómo la autora conjuga, en una minuciosa investigación construída junto a los mayores implicados, las relaciones del arte, la fama y el mercado. conga mag 29
LIBROS /// Biografías de Sellos
Un sello para a(r)mar Los rockeros hacen sus cosas de rockeros. Componen, graban y salen de gira. Cada tanto desvarían para la foto, para la nota color, para que hablemos un poquito más de ellos. Los periodistas agradecemos: aceptamos el acuerdo. Los sellos también hacen sus cosas de sellos, aunque cada vez menos. Editan discos y disquitos, eso hacen. El periodista musical Martin Aston hace sus cosas de periodista musical. Además de firmar artículos en diarios y revistas, firma libros. A su próxima obra, que en un primer momento iba a llamarse 1980 Forward: The Story of 4AD, finalmente deberemos nombrarla Facing the Other Way: The Story of 4AD. Pero esto será el 19 de septiembre, cuando The Friday Project, marca de Harper Collins, la ponga en la calle. Ahora hablemos de estos tiempos. En el actual estado de las cosas virtuales, en estos tiempos en que la industria musical vive naufragando en la duda, confundida en la zozobra, cuando es más fácil que nunca subir un disco a la red pero cuesta una operación de corazón que ese disco llegue como objeto a la gente, es decir, que venda un mínimo de copias, cuando los viejos y nuevos artistas se empiezan a desentender de los sellos, cuestionando su existencia presente, frente a las bondades de la autogestión, es un romántico gesto de fan melancólico rearmar los inicios de una de las más prestigiosas pymes discográficas independientes surgidas en Gran Bretaña a fines de los 70s. Si Rough Trade hace alarde de su libro. Lo mismo Warp y Ninja Tune. ¿Por qué no habría de hacerlo 4AD? “Esta es la historia de un sello y también la del viaje y la visión de un hombre (Ivo Watts-Russell, uno de sus fundadores)”, dice Aston, asegurando también
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que el libro se centrará en la primera etapa del sello que Watts-Russell y Peter Kent crearon en 1979 en Londres, respaldados por Beggars Banquet, primero bajo el nombre de Axis, y luego como 4AD. A veces el periodismo de rock se alimenta de la fuerza débil. Por paradójico, o en todo caso, por sorprendente que parezca, al igual que el sol, su combustible es la desintegración de partículas. Con esto no queremos decir que 4AD haya dejado o esté por dejar de existir, sin embargo, su fuerza ya no es la misma. Por eso el período que abarca el libro va desde el bautismo de mar del sello hasta el abandono del barco de Watts-Russell a principios de 1999. Aston ha tenido acceso directo a su palabra autorizada y a la de esa gran mayoría de artistas que grabaron bajo su tutela durante las dos primeras décadas de historia que hicieron icónico al sello. Y nombramos a The Cocteau Twins, Dead Can Dance, This Mortal Coil, The Pixies, Throwing Muses, Bauhaus, The Birthday Party, Lush, Red House Painters y The Breeders, entre tantos otros, para asombrarnos mutuamente de tanta calidad junta. La portada de Facing the Other Way: The Story of 4AD -hubiese sido un pecado editorial no haber contado con él- es obra de Vaughan Oliver, el diseñador oficial del sello durante los años dorados y autor, por ende, de las tapas más memorables de su historia. Toda una visión, enfatiza Aston, que “aún es reverenciada y celebrada de forma obsesiva por haberse materializado en un sonido y una imaginería única y extraordinaria que hizo que la gente comprara los discos de 4AD simplemente por ser de 4AD”. Por Martín Rodríguez Rey
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Retro-Rese単a
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Animales Amantes La banda tiene todo para dominar el mundo pop: un debut sexy y grandilocuente, hermosas canciones, declaraciones atrevidas y una dupla compositiva que nos recuerda a Morrissey y Johnny Marr, de The Smiths. Por Martín Brossard y Luciana Romero
Las canciones más sexys de Suede son esas que nos tientan a quebrar las caderas imitando a Brett Anderson en los videos promocionales. Son animales amantes de la ambigüedad y la melancolía que no ignoran la amargura y la pesadumbre, aunque siempre apelando a esa belleza glam tan británica, tan llena de artificios y candores. Y en ese universo, que Morrissey con The Smiths y David Bowie solito supieron reinar hace unos años, abundan los amores fallidos, las pantomimas, los dibujos derramados y la hermosa juventud, todo -todo- como fuerza y vulnerabilidad. Estos chicos pueden combinar una actitud cañera, de barra brava ultra malhablado, con la sensiblería más vergonzosa. Y casi siempre salen airosos. Cuando no es así, bueno, cerramos los ojos y nos dejamos llevar a la ruina íntima bailando solos en nuestro cuarto. Y si sucede al finalizar el día, esa dicha personal es la gloria. Estos chicos también pueden confundirnos-provocarnos y eso nos encanta, sin embargo, Anderson aclara: “No estoy realmente interesado en ser controvertido. Si hubiésemos querido crear controversia tendríamos que haber nombrado al álbum ‘I Fuck Dogs’”. Estallamos. conga mag 33
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El beso de sexualidad ambigua en la tapa del debut homónimo de la banda selló una seguidilla irresistible de singles:
The Drowners Metal Mickey Animal Nitrate So Young
Por otro lado, pero al mismo tiempo, la delicadeza que aplica Bernard Butler a sus guitarras es fascinante. Hay en los riffs más poderosos una ráfaga de caricias chirriantes como mini flechas sónicas que buscan indefectiblemente nuestro corazón. Y algunas letras son el veneno en la punta de sus lenguas. El desgarrado “Have you ever tried it that way?” deePantomime Horse es abrasador en la destreza vocal de Anderson, afectadísimo de glam, pero el remolino de guitarras que crece a su alrededor se lleva los laureles a la hora de lograr hipnotizarnos. Entonces definimos: en las canciones de Suede, tanto en su tendencia sensible-cerebral como en la rockera-vigorosa, siempre vence la intensidad emocional, esa es la actitud imperante, a como de lugar. conga mag 35
Recitales / Ciudad de MĂŠxico / Abril 2013
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Expectativas vía México En los patios traseros de algunas ciudades suelen pasar cosas que cambian, tarde o temprano, el curso de la historia. En Manchester, por ejemplo, las constelaciones se ordenaron de tal manera que todo estuvo listo para que se diera el sabor del encuentro entre unos tipos talentosos, algo descarriados, que, sin querer queriendo, abrieron el juego de un movimiento musical sin precedentes, irresistible a lo largo del espacio-tiempo. A finales de los 80, entonces, esta ciudad inglesa vio cómo The Stone Roses, luego de renombrala Madchester junto a Happy Mondays, forjaba esa cosita llamada britpop. En México, según cuentan, los oídos del pueblo musical se abrieron masivamente este sonido gracias a dos bandas vendidas como rivales. Decimos Blur (en actual plan de reconquistar el mundo) y Oasis (separados hasta los millones siempre). Ambos súper grupos han abarrotado recintos, demostrando una gran convocatoria que, sin embargo, sus papis inevitables -decimos Stone Roses- no han logrado al pisar estas tierras. Remarquemos: apenas unas 5 mil personas se presentaron el 9 de abril en el Pepsi Center, sede elegida luego de que Ian Brown, John Squire, Mani y Reni no alcanzaran vender las suficientes entradas para llenar el fabuloso Palacio de los Deportes. La escasa venta de tickets ya decía mucho. No sería un show para seguidores 2013, fans tardíos de la banda, sino para oídos nostálgicos, para aquellos ex muchachitos que se debían este cara a cara con sus héroes envejecidos. Y fue una pena escuchar cómo I wanna be adored perdía gracia, memoria y mito por la acústica disfuncional de un recinto que no reúne las mínimas condiciones para deleitarse plenamente. Como buen esposo de una mexicana, el mono Brown intentó avivar la hoguera de las vanidades latinas hablando un raro español, pero el fuego sagrado de la banda fue un calorcito de hornillo. ¿Cundió
el frío sobre y bajo el escenario? Por momentos sí. Y eso que ahí estuvieron Mersey Paradise, Sugar Spun Sister, Sally Cinnamon y la mayúscula Waterfall con todas sus buenas intenciones, sin embargo, la química entre los cuatro de Manchester fue pólvora mojada. En pos de nuestra suerte, cuando le tocó el protagonismo a la esplendorosa Fools Gold, Squire arengó a su patota de pedales para darnos una célebre tunda a guitarrazos, y hasta eso no fue suficiente. El mar de mexicanos, muchachos que, salvo nosotros y otros pocos, eran en su mayoría, vale decir, cuarentones entusiastas, apaciguó su ánimo paulatinamente. Los decibeles y la locura de antaño no fluyeron en el Pepsi Center, casi nada hubo allí de la euforia que infectó a los jóvenes ingleses de finales de los 80, principios de los 90. Igual, como respetamos a éstos cuatro jinetes del pop apocalíptico, supimos bancarlos, no les negamos los aplausos y unos cuantos gritos guturales no tan naturales. Cuando nos estábamos preparando para un olvido apresurado, la banda intentó resucitar, pareció decir “este es nuestro rock, ustedes son nuestro público”. Y ahí mismo, la red sonora nos aprisionó contra el pasado. Don’t stop, This is the One, Made of Stone, Love Spreads, She Bangs the Drums y I am the Resurrection nos arrinconaron, nos comieron la boca de prepo, con mal aliento. Después Brown, un amante atento, un amante que sabe aceptar cuando no ha amado a la altura de su historia, cubrió con flores y regalos a los que estábamos en las primeras filas, pero nadie, desde ningún rincón del recinto, exigió “una más y no jodemos más”, y no sólo porque en México reclaman canciones finales de otra manera, sino porque el sentimiento tácito saltando como una pulga doliente de pecho en pecho revelaba cierto síntoma, cierta angustiosa certeza: esos cuatro gloriosos jinetes ya no son lo que eran. Por Alex Chavo Acuña
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Fotos: Elizabeth Cacho
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Recitales / Buenos Aires / Abril 2013
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“Todo puede ser mejor, si sabemos dar lo que llevamos dentro”, rezaba una publicidad ochentosa de chocolates que hace no mucho celebró sus 25 años, y bien le cabe el jingle empalagoso a Regina Spektor, esa dulzura especial capaz de apaciguar la impuntualidad, el frío y la violencia climática en este lado del mundo cuando sube al escenario varios minutos después de lo acordado y nos hipnotiza con una versión a capela de Ain’t No Cover. Solita, una frontwoman delicada, una Tusam de ojos hermosos bien abiertos, cargando un vestido dorado de mangas cortas y lentejuelas, Regina paraliza el tiempo porteño haciendo lo que sabe. Y eso que sabe es mucho. La trascendencia inestimable de su voz y las travesuras percutivas de sus dedos golpeando sobre el micrófono son el dominio orgánico y el control mental que sobrevuela el micro-estadio de GEBA, la noche del viernes 6 de abril. Y ella saluda, sonriente: “Qué bueno que hayan podido venir”. Y no mucho más importa. Y ella cuenta, íntima: “Comí tanto esta noche que no puedo respirar, debería haberme puesto un vestido más grande”. Y nosotros, atontados, ya nos empezamos a acomodar en sus bolsillos. Sin solemnidad, su ingenuo atractivo mixtura simpleza, preciosismo y bendición. Sin parafernalia, su puesta en escena es austera y la banda que la ampara (batería + teclado + cello) es amparada a su vez por una mera recreación de pantallas que sólo se abocan a mimar uno de los perfiles de esa belleza blanca que ella nos muestra mientras expone sus caricias a un piano negro de cola. Basándose en lo más destacado de What We Saw From The Cheap Seats, su sexto disco de estudio editado a mediados de 2012, la senda de la noche se adentra sin embargo, como casi todo en la vida musical de Regina, por ostentaciones inesperadas. The Calculation, On the Radio y Ode to Divorce son las primeras estrellas que brotan en su cielo nocturno, uno clásico pero alegre, siempre decidido a imponer un pop mucho más arty de lo encomendado por la palabra santa del mainstream. Entre nuevas hermanas musicales como Small Town Moon y Patron Saint, y otras más veteranas, de andar trajinado, lo que nos pone de atar con la Spektor es ese beso no forzado entre su yo académico y su yo juguetón. Regina es una reina nena, un poco ingenua, un poco loca. Regina nos encanta porque es de esas chicas, o personas, que no se dan cuenta de que tienen la carita más linda, el talento mejor logrado. Ella bracea con gracia sobre el mar de teclas bravas, se hunde, bucea en el vientre de la vida haciéndole cosquillas mientras que su boca de mujer roja tiene el registro justo para cantarnos de frente lo que sea: desde gravedades sabias a agudos y filosos 42 conga mag
pensamientos, ponderando todo el asunto del don divino que EL TIPO le ha dado con una envidiable paleta de colores rítmicos, como una Mc Phantom monísima que imita beats de baterías, bocanadas de trompetas y hasta bang bangs de pistolas de fuego. Pero, ¿saben?, cuando la muchachita se queda cara a cara con el piano y arremete con un cover sabor a homenaje de The Prayer of Francois Villon (guardado en la edición deluxe de What We Saw...), original de Bulat Okudzhava, su compatriota-compositor ruso favorito, los pulmones de Regina expulsan en su lengua materna toda la naturaleza que la vio nacer con una clase de dolor que nos arma un nudo en la garganta. Cómo suele doler la belleza de la patria, che. Y la noche tenía sus cariños de frío para darnos, y la piba resguarda sus pies al calor de un caloventor poco efectivo, pero, entumecida y todo, nos tranquiliza, o se consuela: “Igual es más divertido cuando hace frío”. Después es Jack Dishel el héroe del calor. Oh, sí, queridos, Regina se casó con el ex integrante de Moldy Peaches en 2011, así que desintegramos nuestros sueños ridículos de ponerle el corazón sobre la mesa apenas lo vemos a dúo con su chica haciendo una versión semidesnuda y totalmente sentida de Call Them Brothers, engendrada por ambos, también publicada en la realidad de lujo de su último álbum. Suspiramos un “ay” clandestino dejando atrás nuestra frustración amorosa, la helada de ese destino, y Regina nos abriga y tranquiliza, o nos abriga y consuela, celebrando la noche con oficio de reina nena y con todos los fuegos de su fuego loco y juguetón: Dance Anthem of the 80s, Better, Firewood, Don’t Leave Me (Ne Me Quitte Pas), Folding Chair y Oh Marcello. Regina también soluciona la imprudencia de pretenderla, llena de gracia y humildad de la buena, hasta se permite, en un concierto sin grietas, meter la pata por distraída, pedir adorables disculpas con un toque de vergüenza y volver a empezar Hotel Song. ¿Después? Los bises que no queremos porque se la llevan. Entonces nos toca Fidelity, su golpe más certero, y Samson, otra vez solita, harrrmosa, al piano.
GEBA / Viernes 6 de abril de 2013
Por Martín Rodríguez Rey y Laura Cohen
<<Regina nos encanta porque es de esas chicas, o personas, que no se dan cuenta de que tienen la carita mรกs linda, el talento mejor logrado.>>
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Recitales / Buenos Aires / Abril 2013
“Buenos Aires, pasó mucho tiempo... ...¡Qué bueno volver a verlos!”
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Recitales / Buenos Aires / Abril 2013
“Buenos Aires, pasó mucho tiempo… ¡Qué bueno volver a verlos!”, dijo Alex Kapranos, el guitarrista y cantante de Franz Ferdinand, y todos estallamos. Ya habían quedado atrás los debuts de los islandeses Of Monsters and Men y el mini ejército dubstep, comandado por el productor Diplo, Major Lazer. Pero, a sentimiento cierto, estábamos ahí para ver a los chicos oriundos de las calles de Glasgow. Unos que invadirían el escenario dispuesto a metros del Planetario de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con un apoteótico setlist de veinte temas, entre ellos, seis estrenos porteños de su nuevo disco, Right Thoughts, Right Words, Right Action, que sale el 26 de agosto. Aquí y ahora, una nueva y bienvenida edición del Movistar Free Music. En su cuarta visita al país (si contamos el show como apertura de U2 y sus dos conciertos en el Luna Park), no hubo dudas del cariño mutuo. El grupo, antes y después de las palabras de Kapranos, recibió palmas categóricas, esa clase de cumplidos que mezclan admiración y gratitud, arenga y celebración. Ellos, resguardados en un enigma de fulgor gótico, estaban chochos. Y en buena forma, súper activos. La media docena de canciones nuevas que presentaron en Buenos Aires lucieron ágiles y cancheras al lado de los clásicos de siempre. Right Thoughts! Right Words! Right Action! y Evil Eye, dos cabezazos precisos a la caripela, y luego el batido darky Fresh Strawberries, se activaron en la primera del show. También le dieron cuerpo sonoro a The Blackpool Illuminati, I’ll Never Get Your Bullet Out of My Head y Trees & Animals. Todas flamantes. Y, aunque casi no las conocíamos, la química interpretativa de la banda en vivo hizo que ya las bailáramos. Las notables Do You Want To (imaginen centenas de monjes tibetanos coreando en mantra “oh, lucky, lucky/ You’re so lucky”) The Dark of the Matinée y Take Me Out nos dejaron los mejores recuerdos de una noche a la que no le faltó el humor, como en la dicharachera versión de Can’t Stop Feeling, ni el homenaje, con el cover de I Feel Love, de la ya celestial Donna Summer. No faltó, antes de los bises, el ritual que los chicos de la banda practican en cada uno de sus shows cuando tocan Outsiders. Ahí Kapranos, el bajista Bob Hardy y el guitarra-tecladista Nick McCarthy, palillos en mano, se amontonan como pirañas arrebatadoras sobre la batería de Paul Thomson (¡que no para de sonreír!) para ejercer un solo a ocho manos rockeras pleno de alegría. Después, sí, Jaqueline, Trees & Animals y This Fire, últimas canciones que apagan con honor el ritmo de la noche. Por Martín Rodríguez Rey
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Recitales / Buenos Aires / Abril 2013
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lack Keys No tan lonely boys “¡¿The Black Keys?! Sí, claaaro, los tengo de Lonely Boy, esa del morocho que baila en el video… ¡Pero sí, loco, me vuelan la peluca!”, nos dice finalmente algo exaltado uno de los tantos chicos con quienes hablamos antes de que el dúo norteamericano subiera a las tablas. Y casi toda –por no arriesgar TODA- la gente que estaba en el Día 2 del Pepsi Music conocía a TBK por esa canción. Casi nadie los conocía de antes, sino que después de este track arrollador, imparable, guardado en El Camino (2011), su último disco. Pero ya era el momento. Frente al escenario principal donde después tocarían los Pearl Jam, ya todos de alguna u otra manera conocíamos a TBK. Nosotros los conocíamos así: 7 discos en 10 años y unos meses de carrera para unos tipos tremendamente serios, unos tipos de músculos y tendones rock-bluseros mirando fijo una fogata en un patio trasero con Jack Daniels en las manos, llenando de aire los pulmones después de muchas horas herméticas tocando en un sótano roñoso, levantando con una sola mano una montaña de sueños. The Black Keys, el dúo súper poderoso. Esos Dan Auerbach y Patrick Carney nada charlatanes que pusieron a dormir gran parte de su pasado en Akron, Ohio, para basar la lista de este show en las canciones de Brothers (2010) y El Camino, sabiendo como nadie que la gente no suele ir a los conciertos a descubrir discografías intrincadas. La gente festivalera quiere y reclama lo que se escucha y se ve en las calles de la web.
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<<Más allá de que la gran mayoría estaba ahí para aullar ante el regreso de Eddie Vedder y sus muchachos grunge, este rock testicular, este carnaval desprolijo de truenos, le puso los pelos de punta a todos.>>
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Más allá de que la gran mayoría estaba ahí para aullar ante el regreso de Eddie Vedder y sus muchachos grunge, este rock testicular, este carnaval desprolijo de truenos, le puso los pelos de punta a todos. Un vivo mayúsculo que también, dada la estructura del estadio enorme y descubierto, resistió como pudo el rebote de los beats y su respectivo desgaste sonoro en cada viaje. Igualmente la banda (al dúo se le suman en concierto un bajista y un tecladista-violero) peló versiones sucias, astutas, de canciones como Howlin For You o Gold on the Ceiling, momentos destacables de la noche junto a la tan sureña Thickfreakness, de su disco homónimo del 2003, y a Girl Is on My Mind, grabada mucho antes de que Danger Mouse les produjera algo y los empujara a la fama. Atenti al paréntesis: (Charlando con la gente luego del show, convenimos que esta presencia rockera daba más para un pub embravecido, regado de cervezas pesadas y chicas malas con tatuajes y cicatrices. Todos hablando todo el tiempo arriba de la música, como borrachos combativos, con Patrick golpeando a la Ludwig inyectado detrás de sus lentes hipster y Dan batallando cada contacto con las cuerdas, los ojos apretados, jugando al rock chabón en cada rasgueo... Pero bueno, también acordamos que para esos caprichos suele estar la imaginación, suelen estar los sueños). Cuando pasó la reminiscencia zeppeliniana de Little Black Submarines, cuando la onda del show había perdido cierta gracia tras los segundos elásticos de silencio entre la intro acústica del tema y la electrificación por parte de Auerbach, le vimos los brazos al dúo, unos brazos de Popeye repletos de fortificante espinaca norteamericana: a un lado, Tighten Up, de Brothers, al otro, Lonely Boy, de El Camino. Y a falta del morocho solitario y el envidiable baile registrado en aquel video viral de su hit mayor, tuvimos ante nuestros ojos el crazy dance latino del desconocido con el que hablamos al principio. Y no podíamos creerlo, pero lo creímos. Anfiteatro de Costanera Sur / 3 de abril de 2013 Por Laura Cohen y Martín Brossard
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conga mag sin miedo a la curiosidad
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Canciones para despertarse Despertarse es vivir para siempre, ¿no? Esa sensación de inmortalidad tan adolescente, ese ganarle a la oscuridad día a día, aunque nos estemos hamacando sobre una cuerda misteriosa que se puede cortar en cualquier momento o desde la cual podemos caer inesperadamente hacia un agujero negro, enorme, enfático, funerario. Así que más vale que te largues de la cama y te busques a tus amigos. Enfermate, curate. Ponele ganas y dejate llevar todo-todo el día por la música, la mejor autoayuda. Abrite al mundo, sé romántico, modulá la ironía, aprendé a bailar o bailá como puedas. En fin, o en principio, andá por la vida tratando de ser amable con la gente, luchá contra el hermoso impulso de romperle la cara a más de uno. Chequeemos, si no, la infancia triste de los hermanos Gallagher. Su papi borrachín los golpeaba y cuando su madre logró despegarse de él, ellos, al poco tiempo, tuvieron que volver a llamarlo para rogarle un puesto básico en la construcción. De familia inglesa súper humilde, Noel inició tímidamente la carrera de songwriter mientras se ganaba sus libras esterlinas en un almacén. En esa etapa compuso una de las primeras versiones de esta canción, y ese giro del destino le cambió la vida. Después, ya en 1994, Liam cantaría “I just wanna flight, maybe I want to live I don’t want to die” en todos los estadios del mundo. También cantará para siempre en el video oficial del single. Ahí podemos verlo a media luz con su cara de “yo no entiendo mucho y no me importa nada” tras un escritorio dispuesto en una casa burguesa, donde la banda toca y hace lío de rock and roll. Hay alusión clara, hay homenaje indispensable, a otros músicos y personajes famosos que murieron jóvenes y se ganaron, de alguna irrebatible manera pop, ese live forever, ese despertar a la eternidad. Por Martín Brossard
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Canciones para el solcito Young Folks es de esas canciones para el solcito que, tragos en mano, amigos agitando, te van transportando mansamente hacia la noche y sus posibilidades. No debe faltar un Ella y un Él en la historia (cada uno elige el género a su antojo existencial), tampoco las declaraciones de amor aparentemente circunstanciales: Él: “Si te dijera cosas que he hecho en el pasado, te dijera cómo solía ser, ¿saldrías acaso con alguien como yo?”. Ella: “Yo saldría con alguien como vos, no importa lo que hayas hecho antes, o con quien estuviste andando, podemos quedarnos y ver qué tal esta noche”. ¿Vieron? Es de esas. Un poco ingenuas y sonrientes, como solemos recordar las tardes con amigos y conocidos pulsando el pasto bajo el sol de otoño, siendo escogidos, cazados, dejando apenas huella del momento en el universo, colgando suspendidos mientras escuchamos canciones lindas y nos miramos cómplices con esos amigos y miramos de reojo por última vez a la persona que nos gusta (no queremos levantar taaantas sospechas), hechizados y consumidos de alegría hasta el ‘hola, ¿qué tal?’ de la noche. Palpando, en esa transición, las heridas que fueron curadas, esperando ser confundidos, acusados, maltratados y pisados otra vez por el amor. Y por cada persona que valga la pena en todo el ancho cosmos. Sintiendo a la libertad resplandecer por dentro hasta que explotan los dientes. Riéndonos de los militares y de la policía. De todos los vigilantes. De los vecinos. Sublimando las cosas etéreas y las cosas ‘toqueteables’ que deseamos. Esos caprichos necesarios. Pensando en las posesiones que nos copan del otro y en las declaraciones irrefutables: “Un día me enamoré de tus zapatillas y no puedo parar de soñarte”.
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Porque los muchachos de Peter Bjorn and John se dieron cuenta. ¿De qué? De la primitiva y bella levedad silbada de la canción, a cargo del baterista John Eriksson, que, en realidad, la grabó como quien se ata una cinta para recordar algo, por ejemplo, la inclusión de otro instrumento en su lugar a la hora del registro final. Entonces la guardaron en Writer`s Block, buen disco de 2006, tildado, también, como la maravilla de un solo éxito. Y así surgen las grandes canciones, y no sólo de tropezarse con un silbido irresistible, sino de las pequeñas ‘love story’, que si se cantan a dúo (y si Ella es Victoria Bergsman de The Concretes), sobre una nada complicada línea de bajo muy post punk, amparadas por meticulosas percusiones tribales y cariños de un sol otoñal, mejor. Mucho mejor. Por Martín Brossard
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Enojo, desesperanza, carencia de control, sentirse despreciado, aburrimiento, cada una de estas situaciones, por separado o amontonadas, pueden llevar a una persona, más o menos rica, más o menos pobre, indefectiblemente, a la angustia oral. Quizás esto no se ajuste a la historia de Common People, el himno de Pulp. Bueno, quizás sí. Pensemos que la protagonista de dicha canción, una chica de clase alta, carga con cierta tristeza basada en, por lo menos, tres de nuestros ‘momentos caóticos’ de la lista inicial: enojo-desesperanzaaburrimiento. Así que sí. Esta canción es la que va. Veamos. Parece que el gatito Jarvis Cocker, gateando sigilosamente por Londres, trabajando en una disquería, solía conocer chicas de las escuelas de arte. Parece que el gatito Jarvis, un minino de clase baja, conoció a una ‘chica bien’ o ‘chica ¿qué?’ o ‘chica quiero quiero ¡quiero!’ que no quería otra cosa que ser -o comportarse- como una ‘persona ordinaria’. Intentemos hacerla hablar a ella en nuestro presente. ¿Qué y cómo le diría al gatito clase baja sus pretensiones? Probemos: “Mirá, yo sólo quiero bailar, tomar, comer y coger como la gente corriente, la gente como vos. Quiero hacer todo el tiempo lo que suelo hacer… tratar de divertirme, pero como lo hace la gente común. Quiero ir a ver a una banda y sacar una foto. Compartirla en twitter y así poder alardear acerca de mi básica contentura. Quiero ir al supermercado y comparar los precios con pena. Quiero cenar comida chatarra como si fuera un lujo con clase. Quiero ser grasa”. Una bomba de amor, juicio y simpatía, ¿no? Y ahí mismo el gatito la llevará a recorrer las góndolas de la vida común y todavía no sabrá -o no querrá- decirle que ella nunca-nunca-nunca vivirá como la gente corriente. Toda la parodia es, proyectemos lo nacional, como un “bancate ese defecto”, “resignate a tu destino”, “qué le vamo’ hacer”. Este cruce, este estudio sociológico in situ, narra, entonces, con cierta congoja positiva (al final él le dice “cantá junto a la gente corriente / cantá y podría valerte / reíte con la gente corriente / reíte aunque se estén riendo de vos / y las estupideces que hacés / porque pensás que lo ‘pobre’ tiene onda”), una tragicomedia de contrastes, un musical para la pista de baile que, finalmente y con mucha justicia, puso a los gatitos de Pulp en los hogares de todos los ingleses. Era junio de 1995 y la banda ya tenía una década de canciones de dispar suerte y una buena reputación por His ‘n’ Hers, su disco de 1994. La explosión de Different Class (¿nos dejan perdernos en la traducción y decir Los Auténticos Diferentes?) los impulsó hasta el cenit de su carrera poco antes de editar This Is Hardcore y We Love Life, poco antes de separarse. Y muchísimo antes, claro, de su glorioso show en Buenos Aires. Por Martín Rodríguez Rey
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CANCIONES PARA LA ANGUSTIA ORAL
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Canciones para la lluvia
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Personificada, la lluvia moja, inspira, enciende la melancolía, anega, inunda, mata, enciende el cachondeo, promulga las caricias, nos lleva a la cucharita -la pose de los amantes o el crimen contra el dulce de leche-, y sucede en el pasado borgeano, entre otras acciones aplicables. ¿Saben? La lluvia es epidémica. En casi toda Buenos Aires, al menos. Y en tu ciudad, amigo desconocido, si no nos equivocamos, tarde o temprano también lo será. Ya nadie piensa en otra cosa. Oh, sí, salvo en el cielo, claro. El hermoso cielo... tan lejos, tan cerca. Depende. Vaya situación. Todos pensamos en el cielo, en los secretos del cielo y en todo lo inevitable, lo que ya sabemos. Pero, de momento, no llueve, así que todavía estamos bien, creemos. Sólo El Cielo Sabe. Vaya perspectiva. Algún día toda la gente -y todo- se habrá ido y la música se quedará para siempre sola. “¿Y si somos los últimos?”, nos preguntamos tambaleando, cervezas en mano, asomados a las ventanas y balcones burlándonos del atardecer. Todos somos la enfermedad. La cura. Todos creemos que no lo somos... Pero dejémonos en paz, que poco y nada sabemos… Ahora sentirse libre para sentirse más o menos bien o miserable tendrá que ser the new black. Ahí cae la lluvia, ¿oyen? Aceptemos el rumor que trae: la música es poder, la música es el inmortal. Si uno siente algo, se dice. Es así de simple. O lo dice la Música. O lo dice The Smiths. O lo dice el Cielo. Y el Cielo sabe, sabelo. Heaven Knows I’m Miserable Now es uno de los singles más lindos y reconocidos de la banda británica The Smiths. Supo trepar hasta el puesto número 10 en el UK Singles Chart en junio de 1984. Más tarde ese mismo año, Morrissey y sus amigos la guardaron en el álbum recopilatorio Hatful of Hollow, uno que ofrece las grabaciones de estudio de la BBC Radio 1 y dos sencillos contemporáneos con sus respectivos lados B. Cuenta Moz que esta canción recibió su título por influencia de otra, Heaven Knows I’m Missing Him Now, de Sandie Shaw. El single no sólo fue bien recibido, también estuvo en el ojo de la tormenta de cierta polémica en Gran Bretaña al momento de su lanzamiento. La prensa amarilla lo señaló con el dedo a causa de la letra de uno de sus lados B, Suffer Little Children, que hace foco sobre varios asesinatos de niños, los llamados Moors Murders, ocurridos entre 1963 y 1965 en Manchester. Por Martín Brossard
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Polly Jean Harvey tenía 22 años y era la rockera más sexy del mundo. Y aquel disco… a los que tuvieron su primera juventud en esa época les debe haber tocado la fibra mágica que sólo está expuesta entre los 17 y los 22. Ok, quizás es exagerado de nuestra parte, pero vale el exabrupto del ánimo si todas y cada una de las canciones que guarda un disco son exageradas y marcan vidas para siempre. Dry era firme y heroico como una espada inglesa. PJ era valiente, desgarradora y mortal como la fiel memoria sonora de su hogar en Yeovil, Inglaterra, donde se escuchaba lo mejor del rock contemporáneo más Bob Dylan y Captain Beefheart. Ya en Londres y tras tocar en varios locales del circuito under, Harvey da con el sello independiente Too Pure, cuyos directivos la invitan a 64 conga mag
grabar sus primeros singles, el preludio de Dry, debut discográfico que saldría durante el verano europeo de 1992. Las primeras 5.000 copias en vinilo como las 1.000 en CD incluían las versiones demo de todas las canciones del álbum, lujo que hoy se puede rastrear por la red. Harvey y Dry irrumpieron a los codazos justo en el momento que reinaba el pogo alternativo varonil. La atención de la prensa y el público no les fue esquiva. Ella acercaba su visión del sexo, la religión, el amor, el humor negro, explayándola con una garganta punk prodigiosa y un sonido crudo-indie-femenino que muchas envidiarían. En Dry todas las emociones son parte del diverso sentir de una chica de 22 años cuyo universo, que no tiene fin, aún nos tienta. Por Martín Brossard
d u t n e v u j a r e m i r p a l ara
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Canciones para las estrellas God Only Knows vino brincando y rodando como un cachorrito perdido entre las estrellas y las playas californianas. Sí, llegó brincando, rodando, como la mayoría de las canciones más adorables de The Beach Boys. Pero esta canción tiene grandes ojos azules que parecen suplicar. Hay que decir que esta canción dice la verdad, así que no se debe dudar de su corazón. ¿Cómo nació? Podemos asumir que, pipón hasta el hastío de giras y promociones, Brian Wilson decidió alejarse de la banda para componer y grabar lo que sería el disco Pet Sounds, LSD mediante, encerrado en el estudio con Tony Asher y su chiche nuevo, una consola de ocho canales con la que podría bajar de su cielo mental toda la más maravillosa música. Y letra. Leamos cómo empieza: I MAY NOT ALWAYS LOVE YOU / BUT LONG AS THERE ARE STARS ABOVE YOU / YOU NEVER NEED TO DOUBT IT / I´LL MAKE YOU SO SURE ABOUT IT. Un “ay” al unísono, por favor. Cuando Brian se puso a componer las canciones del álbum, quedó imantado enseguida con God Only Knows. ¿Y cómo no quedarlo? Hechizado, quiso él solito cantarla, pero luego decidió delegar ese honor a su hermano Carl. También se descontroló y se arrepintió. Había obligado a todos los integrantes de la banda a que grabasen arreglos vocales junto con algunos amigos y familiares. Un despropósito. Y Brian supo, más tarde y más tranquilo, que el asunto se le había ido de las manos. Despojó los vestigios de locura vocal, manteniendo su pista, la de su hermano y la del guitarrista Bruce Johnston, para sí dejar intacto el delirio instrumental (en la toma final figuran 23 instrumentistas, de los cuales sólo tres son integrantes de la banda -Brian, Carl y Johnston-, el resto son sesionistas). Vía su don al ejercer los mandos de la consola logró la magia final: todo un trabajo que tomó dos exagerados meses, más o menos el tiempo real para cortar un disco entero por esa época. Si bien al principio God Only Knows tuvo que vivir bajo la noche del single Wouldn’t It Be Nice, dejó atrás su destino de lado B no sólo entre los tracks del disco, sino en todo el cancionero de la banda. Tipos tan tremendos como David Bowie, Paul McCartney, Michel Stipe y Rivers Cuomo (Weezer) la tienen en un pedestal y hasta se animaron a tocarla en vivo o a regrabarla. Inclusive Charly García y Pedro Aznar la rebautizaron Sólo Dios Sabe para su Tango 4. ¿Hacia adónde va God Only Knows? No lo… ¡Hey! Ahí va de nuevo. Se encamina, porfiado, brincando, rodando, rumbo a nowhere land o a todas partes, a transformar gente común en maravillosa gente. Pero hay que decir, mientras se aleja bajo las estrellas, que esta canción / cachorrito nunca tuvo, ni tendrá, la más mínima idea de dónde venía ni hacia dónde se dirigía. Aunque siempre llegó y siempre llegará. ¿Por qué? Bueno, sólo Dios sabe por qué. Por Luciana Romero conga mag 67
¿Qué pasa con los años? 22 de mayo. Morrissey, el chico más lindo de la cuadra, celebra hoy 54 añitos...
9 de mayo. Dave Gahan, el cantante de Depeche Mode, celebra hoy 51 añitos...
17 de mayo. Luca Prodan, el cantante y fundador de Sumo, celebraría hoy 60 añitos...
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15 de abril. Brian Eno, el genial-genial músico inglés, celebra hoy 65 añitos...
21 de abril. Iggy Pop, la iguana punk, celebra hoy 66 añitos...
21 de abril. Robert Smith, el ángel negro del pop, celebra hoy 54 añitos...
24 de abril. Bob Dylan, el cantautor norteamericano por excelencia, celebra hoy 54 añitos...
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