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www.alfaguara.santillana.es Empieza a leer... Centhaeure

1.

La tormenta era una guerra civil. La lluvia, una horda cruel violando las tierras. Mil balas de granizo ametrallaban los muros de hormigón de la nave modernista. Proyectiles gélidos que rebotaban, con estruendo, contra la techumbre redondeada y las claraboyas de vidrio grueso. Fuera, el temporal aullaba muerte. Dentro, una grata calidez reinaba en el amplio picadero cubierto. Focos de mercurio derramaban una luz dorada, casi estival, desde el techo. La arena rojiza de la pista se antojaba mullida y un friso en madera de iroko contorneaba la cancha, revistiendo hasta media altura las paredes blancas. El escenario rezumaba elegancia y sofisticación. Su caballo no estaba para tales sutilezas. Asustado por un trueno, el animal piafó y amagó con encabritarse. Tacho Calle chistó, irritado. Tiró y cedió, alternativa y rápidamente, de ambas riendas para someterlo. Al notar el castigo en las barras de su boca, la caballería cayó a un retrote descompuesto. El jinete lo restituyó al galope de trabajo. «¿Qué te pasa hoy, so penco?», masculló entre dientes. No entendía tanta briega. La gran sala ecuestre estaba vetada a la tempestad, aunque ésta hubiera forzado a suspender las clases vespertinas. El caballo se botó de nuevo y sacudió la cabeza, agitado. —¡Cagüentí! —chilló Calle, furioso. Lo sometió otra vez y lanzó furtivas miradas alrededor. Un jinete nunca pierde la compostura en público. Por fortuna, estaba solo en el picadero. Esa noche daban


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