Aspiro fuerte. La coca me entra del tirón. Me llega hasta el fondo del alma. Por el espejo retrovisor veo los asientos traseros del coche de papá y recuerdo a Angie comiéndome
la
polla,
aparcados
aquí,
en
el
cerro de Montigalá. Creo que nunca más me la va a chupar. Es viernes y el reloj del Astra marca las once de la noche. Loquillo canta La mataré y yo sigo
mentalmente
esa
letra
que
tanto
me
encanta. He quedado con Roberto a las doce en el Jomer.
Hace
una
noche
triste.
Las
estrellas
brillan en lo alto del cerro de Montigalá. Lamo la coca que queda en la carpeta de los papeles del carro y la guardo en la guantera. Trago saliva y noto como me baja el amargor a la garganta. Fuera
corre
un
viento
descomunal.
Ha
oscurecido y hojas de los árboles, de diarios y bolsas de Carrefour revolotean sin rumbo fijo, como dudando, como yo. Odio a Angie. Odio a mi padre. Odio que me pregunten por la Pantoja. Odio mi vida. Odio que me llamen Sio. Esta
mañana
he
recibido
en
el
móvil
un
mensaje de Verónica. Me ha sorprendido. Hola cielo hace mucho que no sé de ti, me gustaría volverte a ver algún día. Dime algo. Besitos. Esta noche iré al Titus con un amigo. Nos vemos
2010 © Javier Jorge