ARKINKA
N º 221 217 • L I MA M A , Da IbCIr EilM2B01 R E4 2013
›› TABLERO XXXXXXXXXX
• construye identidad
Todos los miembros de Atsipatari reunidos en una de las fachadas frontales del colegio ya terminado, el día de la inauguración. Voluntarios peruanos, alemanes, directores de Creciendo y algunos comuneros en representación del resto.
Atsipatari: experiencia colectiva de aprendizaje y construcción
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Qué pasaría si les digo que existe la posibilidad de hacer una construcción conjunta con voluntarios alemanes de la Universidad de Stuttgart?, dijo Marianne, directora y fundadora de Construye Identidad, en una de nuestras típicas reuniones de viernes por la noche en enero de 2013. Éramos un grupo de soñadores que se juntaba cada semana durante varias horas para ver la manera de volver realidad nuestros sueños. Es inmensamente satisfactorio seguir haciéndolo después de un año, pero con una importante diferencia: ahora lo hacemos habiendo cumplido Atsipatari, la locura más gratificante en la que nos hemos involucrado.
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Atsipatari significa “juntos” en asháninka y así es como hemos trabajado: Construye Identidad y veinte alumnos de arquitectura de la Universidad de Stuttgart, con el respaldo de ONG Creciendo, asumimos el reto de construir un centro educativo secundario con la comunidad de Alto Sondoveni, ubicada en la Provincia de Río Negro, a dos horas de Satipo, en la selva central peruana. Por nuestra parte, fuimos encargados de conocer el lugar, plantear el proyecto a la comunidad y ganarnos su confianza en un arduo proceso que supuso ocho visitas, el esfuerzo de alrededor de setenta voluntarios y dos
construcciones previas a la gran intervención: un centro comunal en julio de 2013 y la ampliación de un albergue ya existente con una cocina, duchas y baños secos en enero de 2014. En dicho proceso asumimos además la responsabilidad de investigar la construcción y los materiales locales, la postura de los habitantes frente a ellos y las necesidades constructivas que surgieron con el tiempo, de tal forma que nos fuera posible aprender de ellos todo lo que tenían para enseñarnos, que era muchísimo y muy enriquecedor. Los alumnos de la Universidad de Stuttgart se encargaron de elaborar un diseño ecológico planteado como
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dos edificaciones paralelas, pero ligeramente desfasada, conectadas por dos pasadizos, incluyendo servicios higiénicos con duchas, lavamanos y baños secos; biblioteca, comedor, cocina y tres salones, dejando a responsabilidad de la comunidad finalizar con los dos últimos para cuando los estudiantes lo requieran y pueda así eliminarse por completo el multigrado en Sondoveni. Por su lado, Creciendo, que viene trabajando en educación en la zona desde hace una década, se comprometió a capacitar profesores, implementar las aulas y coordinar el programa de desayuno y almuerzo infantil en lo que sería la Institución Educativa Alto Sondoveni por un periodo mínimo de diez años. El 2 de febrero, 35 voluntarios peruanos y alemanes viajamos por costa, sierra y selva durante once horas en bus, recordando lo que fue llegar hasta ahí: trasnochadas de coordinación, papeleo, firmas, cartas, donaciones y la celebración por el apoyo de la Fundación Patriziao y el de las distintas facultades de la Pontificia Universidad Católica del Perú mediante su Federación de Estudiantes. Así pasaron seis semanas exhaustivas, lluviosas, intensas y satisfactorias. Semanas en que ni una trocha empapada ni pozas de lodo iban a detenernos; mucho menos lo harían las dificultades del idioma ni aquellas que son propias de largas convivencias. Hemos aprendido tanto en este tiempo -a veces tan duramente- que es incalculable cuánto hemos crecido como colectivo, como proyecto y como seres humanos. Nos hemos llevado a nuestros propios extremos, a los inimaginables, y nos alegramos de haberlo hecho porque la recompensa ha sido extraordinaria: niños deseando terminar primaria para entrar al nuevo colegio, nuevos alumnos matriculados de comunidades aledañas por haber oído del proyecto, Michael y Bryan correteando por los pasillos, los alumnos de primero de secundaria estrenando pizarra nueva en su primer día de clases y todos deseosos de columpiarse de a tres en el recreo, con el resto del mundo como panorama.
Así llegó el domingo 16 de marzo, día de la inauguración, de la gran pachamanca con todos los miembros de la comunidad. Ese día llegamos al colegio y encontramos un cartel en una de las paredes que decía “Bienvenidos a la I.E. de Alto Sondoveni”, y pensé: ¿en qué mundo se nos ocurrió que seríamos capaces de hacer una Institución Educativa con veinte alemanes?, y me respondí a mí misma: pues en éste, porque ya lo hicimos. Entonces vi que la sonrisa de los pobladores delataba felicidad y orgullo por una edificación hecha también gracias a su indispensable colaboración y
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con materiales que les son inmediatos en su imaginario colectivo de construcción: madera, hoja de palma, chawasca; y me sentí desbordada, sentí como si de alguna extraña manera pudiera ver de arriba a abajo y de izquierda a derecha sobre esa colina que hace un año servía para pichanguear, y veía crecer las plantas en desorden, en ese caos deslumbrante que caracteriza a la selva, y pensé: todo tiene sentido. Y que quede por escrito que esa sensación me es escasa e inmensa, inigualablemente gratificante. w Imágenes y texto: Alejandra Rodríguez Lam
Trabajando juntos hasta el anochecer. Uso de reflectores para poder continuar y cumplir las metas del día si éstas no habían sido ya culminadas.
Durante esta construcción fue indispensable la participación de la comunidad, quien se encargó de hacer el techo con sus técnicas y materiales propios: el tejido de hoja de palma.
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