Curiosidades
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BENJAMIN LACOMBE
Curiosidades UNA MONOGRAFÍA 2003 - 2018 A MONOGRAPHY
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ARRIBA : Benjamin Lacombe retratado por Sébastien Farrauto, 2011 ABOVE : Benjamin Lacombe by Sébastien Farrauto, 2011
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Prefacio Sébastien Perez, escritor
«Dibujando, ¡como siempre!». Sin embargo, no era una costumbre, sino más bien una necesidad o una obsesión que se cebaba con cada billete de metro, cada mantel de restaurante o cada cuenta de bar. De sus garabatos no se libraba ni un solo papel atrapado al vuelo. Ideas que luego acababan hechas un gurruño en la papelera, pero que quedaban grabadas para siempre en su mente. Una mente plenamente conectada con la realidad y con la actualidad. Una mirada sobre el mundo esencialmente justa, a veces triste, pero siempre positiva. Llena de esperanza, sedienta de estética e impregnada de confianza en la humanidad. Es así desde que lo conozco, y su Arte se ha ido revelando poco a poco. Se ha desarrollado con voluntad tenaz y con entusiasmo comunicativo. Son ya casi veinte años, que han pasado volando. Pero al final nada ha cambiado; la receta sigue siendo la misma. Las ganas... Las ganas de expresarse, de contar y compartir, de innovar y sorprender. Las ganas de ofrecer... Las ganas siguen siendo, ahora y siempre, el ingrediente principal. Quienes lo conocen pueden dar fe de lo que digo. Benjamin es uno de esos trabajadores insaciables que nunca dejan de soñar. Aúna esfuerzos hasta que consigue proponer un libro, una exposición o una película, y lo defiende hasta los límites de lo imposible, mientras en sus sueños arrastra consigo a una multitud de apasionados. Llevo mucho tiempo haciéndome esta pregunta: ¿quién hace al maestro: la mano, el ojo o el cerebro?
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Cuesta creer que esta mano, tan torpe al transportar una pieza de vajilla, sea capaz de realizar tales proezas ante un lienzo. Y, sin embargo, su delicadeza y su destreza son innegables. Tal vez haya quien considere que se trata de mero virtuosismo o del afán de impresionar, pero estaría equivocado. Mucho más allá de la ilustración en sí, hay que captar el sentido, la historia y la finalidad. Nada se pasa por alto y nada se deja al azar. Me gustaría escribir que Benjamin es el ilustrador con más talento de su generación. Puede que eso sea cierto, pero yo nunca le he visto de ese modo. Llevo tanto tiempo a su lado que para mí es, antes que nada, la persona más inteligente que conozco, por su enorme capacidad de adaptación y de análisis, su gran humildad y esa forma de cuestionarlo todo. Este libro ofrece una retrospectiva de quince años de carrera. Recuerdos y colaboraciones, obsesiones y temas recurrentes, espacios y vacíos. Agradezcamos la posibilidad que se nos presenta de revivir las emociones de un momento y las sorpresas de esos universos que han transcurrido uno tras otro sin entorpecerse. Rememoro cada uno de sus cuadros. He tenido la suerte de asistir a su nacimiento, y, aunque algunos fueron fruto del dolor, la mayoría han sido acontecimientos felices. Este libro es solo una coma que puntúa la carrera. En él, el artista baja la guardia, acepta las imperfecciones y disfruta satisfecho del camino recorrido. ¿Para qué? Seguro que para seguir sorprendiéndonos en los años por venir y guiarnos hacia senderos todavía desconocidos.
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ARRIBA : Foto de taller, por Fanny Giniès, 2011 ABOVE : Photo of studio by Fanny Giniès, 2011
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Foreword By Sébastien Perez, writer
“He’s drawing, as usual!” But not out of habit. To draw, for Benjamin Lacombe, is a necessity, an obsession. Subway tickets, paper napkins, restaurant bills, all are covered with his drawings. No piece of paper remains untouched by his pencils. Ideas that are more often than not crumpled into a ball and tossed away, but that stay forever engraved in his mind... His is a mind fully connected to the reality of our world and current events. He has an excellent understanding of the world, and although his outlook is sometimes sad, generally it is optimistic. His vision is one filled with hope, thirst for beauty and confidence in mankind. Benjamin has been this way as long as I have known him, and over time, his artistry has gradually revealed itself. He moves forward with great determination and enthusiasm... Almost twenty years have passed since I first met him... time flies... yet nothing has changed, and his recipe remains the same. The urge... The urge to express himself. The urge to tell and to share. The urge to innovate and surprise. The urge to give... These urges are still the main ingredients in his work. Those who know him well will confirm this. Benjamin is one of those insatiable workers who never stop dreaming. His dreams become contagious as he brings people together to produce a book, an exhibition or a film ; and he will fight for his projects to the very end. For some time now, I haven't been able to stop wondering: who is the master here? Is it the hand, the eye or the mind?
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It’s hard to believe that such a clumsy hand when handling any sort of crockery can achieve such feats on the canvas. And yet, the finesse and the skill are there. Some people will see it as nothing more than virtuosity or even a simple desire to impress, but they are wrong. Behind each illustration, there is meaning, history and purpose. Nothing is overlooked or left to mere chance. I wish I could say that he is the most talented illustrator of his generation. And it may well be the case, but I’ve simply never considered him that way. For me, he is, first and foremost, simply the most intelligent person I have ever known. He has this extraordinary ability to adapt and analyse, to be humble and to question everything. This is what this book is about. Fifteen years of memories and collaborations, of obsessions and rituals, spaces and blanks. It is with great pleasure that we now relive any past emotions felt at a given moment, and our amazement at discovering these universes that have managed to avoid collision. I remember each one of these paintings. I was fortunate to be there at their birth. Some came painfully but all, in the end, were very happy events indeed. This book is simply a comma punctuating a career. The artist lowers his guard, assumes imperfections and acknowledges happily the progress he has made. Why? To surprise us in the future and to lead us onto paths as yet unknown...
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Nada común Françoise Mateu, directora editorial
«Procura acumular la mayor cantidad de talentos que puedas. Así es más agradable el paso del tiempo, y además es algo que puede resultar útil». Gustave Flaubert, carta a su sobrina Caroline, 24 de enero de 1852 Pero ¿quién me mandaría a mí escribir el prefacio de un artbook? Puede que accediera porque un honor así no se rechaza, y menos a un amigo, máxime cuando quien me lo pide es Benjamin, a quien conocí siendo aún muy joven, hace ya quince años. Y dije que sí, aunque no sabía qué podría escribir que no fuera ya del dominio público. Después de darle vueltas, aproveché este agradable pretexto para sumergirme con deleite en los recuerdos de sus primeros libros. Esta incursión me permitió descubrir que en ellos ya se vislumbraban las manifestaciones iniciales de unos dones extraordinarios que nos conducen hasta el artista que es hoy. Y era tan joven... Tras un encuentro en una feria del libro donde yo había mostrado gran interés por su portafolio, recibí en mi despacho de la editorial Seuil a un joven con muy buena presencia y una sonrisa cálida en el rostro que parecía decir: «Ya estoy aquí». Más tarde comprendí que en realidad estaba aparentando un exceso de seguridad para disimular sus nervios. El álbum que presentaba era su proyecto de examen de fin de curso en la Escuela Superior de Artes Aplicadas. Se titulaba Cereza Guinda. A pesar de su corta edad —tenía apenas 20 años—, ya mostraba todos sus rasgos típicos: la astucia en el encuadre, el personaje justo y el texto sensible. Discutimos principalmente sobre el formato, pues Benjamin quería que fuera muy grande. Sin embargo, para un primer álbum no di mi brazo a torcer. Como tuve que pedirle algunas modificaciones en el texto, al marcharse se dio la vuelta y dijo: —Este fin de semana trabajo. Ya verá, la voy a impresionar. No lo expresó con tono fanfarrón, sino más bien con el de una promesa. Traduje sus palabras: «Voy a trabajar al máximo para impresionarla».
IZQUIERDA : ALICIA CRUZA EL ESPEJO, gouache y óleo sobre papel, 2017 LEFT : ALICE THOUGH THE LOOKING GLASS, gouache and oil on paper, 2017
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Recuerdo cuando, la primavera siguiente, nos enseñó las primeras láminas de un nuevo libro, Los Amantes Mariposa, entre las que había tres a doble página impresionantes. Benjamin estaba muy orgulloso de ellas, y con razón. Había ampliado el tema de Romeo y Julieta y había trasladado la historia al Japón tradicional. Al instante supe que publicaría ese libro aunque no fuera para niños. Su propuesta de cubierta era ejemplar. Además, quería añadir una guarda troquelada que actuara como un biombo y dejara intuir una entrada misteriosa al libro. Este segundo título cosechó un gran éxito en Francia y en el extranjero, probablemente gracias al acierto del diseño de la cubierta, con esos rostros cruzados. También se utilizó esta cubierta en el catálogo anual de la editorial Seuil Jeunesse, privilegio que normalmente se reserva a los autores consolidados. Benjamin el Intuitivo comenzaba, sin saberlo, una línea muy personal de álbumes para adolescentes y jóvenes adultos, nicho que era atrevido en aquella época y que lo sigue siendo todavía hoy. José Corti, editor que destaca por su alto nivel de exigencia, creó el catálogo con el lema «Nada común». Benjamin podría hacerlo suyo, pensé al descubrir Cuentos silenciosos. Este álbum de pop-ups era magistral porque presentaba cada cuento como un cuadro a doble página, y su fuerza narrativa y significante era el volumen que se desplegaba. Para lograr tal efecto, Benjamin había tenido que hacer acopio de una imaginación desbordante, de virtuosismo artístico y de proezas técnicas en colaboración con el ingeniero del papel y con la fabricante. Los plazos apretadísimos y lo ajustado de los presupuestos causaron algún que otro sudor frío en el equipo editorial, pero, cuando se publicó el libro, la casa entera lo celebró. El resultado era espectacular. Nos felicitamos y le dimos la enhorabuena: «¡Qué maravilla!». «¡Benjamin es genial!». Él, con cara de preocupación, preguntaba: «Es el más bonito que he hecho hasta ahora, ¿verdad?». Pregunta que acabará siendo habitual con cada publicación. A partir de ese momento, Benjamin desarrollará una pasión por el libro-objeto. No le resultará desconocida ninguna etapa de la cadena de edición. Aprende muy deprisa. Escanea personalmente todos los formatos, los corrige, elige las tipografías, las crea él mismo y diseña y realiza los soportes publicitarios. Lo controla todo. Y también se retrasa..., un poco, a veces mucho. Pero se le perdona, porque es un verdadero placer trabajar con un ilustrador de curiosidad insaciable.
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Recuerdo muy especialmente los ratos de felicidad que vivimos durante los tres días que duró la grabación de un cuento musical escrito e ilustrado por Benjamin: Melodía en la ciudad, donde el joven Alejandro conoce a una gitanilla andaluza y descubre su propio don para la música. «Por supuesto, tenemos que incluir un CD, Françoise, estará de acuerdo conmigo... Pura creación: letra, música con especialistas del flamenco, Olivia Ruiz leerá el texto...». La idea me sedujo. ¿Cómo no iba a hacerlo? Aunque, por otra parte, yo tenía mis dudas, porque el proyecto implicaba alquilar un estudio durante varios días, pagar derechos y a la SACEM... «Mis amigos músicos son una pasada y el niño cantante es para comérselo. Le va a encantar, Françoise». Benjamin insistió tanto y me dio tantos argumentos que acabó por convencerme. Así pues, al poco estábamos metidos en un estudio de grabación de París, en pleno Saint-Germain-des-Prés. Era a principios de julio. Durante tres días fue circulando por allí una tropa entusiasta y efímera en un ambiente distendido. Benjamin, que nos había reunido a todos, gestionaba su mundo con una sonrisa dibujada en la cara. Cuando hacíamos alguna pausa en las terrazas de alrededor, se volcaba en su cuaderno de acuarela y aprovechaba para terminar algunos dibujos que incluiría en el libro, mientras comentaba las grabaciones del día. Luego volvíamos impacientes al estudio, del que salíamos tarde por la noche, con la cabeza llena de cante flamenco. Fue un estupendo paréntesis en nuestras ajetreadas vidas. Hemos compartido otras muchas aventuras, pero de esta guardo un recuerdo muy especial, pues gracias a ella descubrí la clave de su éxito. En esa ocasión comprendí con toda claridad que ese joven, al que hasta entonces había considerado un superdotado capaz de innovar constantemente en cada libro, era mucho más que eso. Es un pequeño genio tanto en su arte como en su vida. Hoy, después de tantos años de colaboraciones editoriales y amistosas, me sigue impresionando, al igual que impresiona a su entorno profesional o a sus quinientos mil seguidores. Y aunque admiramos su audacia en el ámbito digital y en las escenografías de sus exposiciones, o su generosidad en las conferencias, cuando analiza de un modo tan brillante su propio trabajo, lo que más nos gusta es su dimensión artística y personal. Benjamin ve a lo grande, piensa a lo grande y ama a lo grande. Nada común, se lo aseguro.
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Nothing average by Françoise Mateu, publisher “Do try and accumulate as many talents as you can, they are excellent pastimes and may prove useful.” Gustave Flaubert, letter to his niece Caroline, January 24, 1852 But why did I agree to write the foreword of an art book? Perhaps, because one cannot refuse such an honour, not when it is a friend who asks, and especially not when it is Benjamin, whom I met when he was a very young man, fifteen years ago now. Of course I accepted, yet without having the slightest idea what I would write that hadn’t been written already. After giving it some thought, I decided to take advantage of this delightful pretext to take a trip down memory lane and look back at his very first books. I thus discovered, that they revealed the first signs of an exceptional gift that has led to the artist we know today. Even then, at such a young age, Benjamin had everything it took... After a conference at a book fair where I had expressed a keen interest in his portfolio, I invited this young man to come to my office at Le Seuil publishing house. He walked in with a warm smile on his handsome face that seemed to say “Here I am!”. Later I would come to understand that he was behaving in an overconfident manner to hide his nervousness. The book he showed me that day was his graduation project for the École Nationale Supérieure des Arts Décoratifs. The title of the piece was Cerise Griotte (Cherry and Olive). In spite of his very young age (he was barely more than twenty), everything was already there: clever compositions, spot-on characters, and insightful text. Our conversation centred mainly on the format, which Benjamin wanted to be very big. But as this was his first book, I refused. I then asked him to make some changes in the text. On leaving, he simply said : “I’ll work on it this weekend. You’ll see, you’ll be impressed.” He wasn’t boasting, merely making a promise. I knew that what he was really saying was: “I’ll do anything it takes to impress you.”
DERECHA : ALICIA A TRAVÉS DEL ESPEJO, gouache y óleo sobre papel, 2017
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RIGHT : ALICE À TRAVERS LE MIROIR, gouache and oil on paper, 2017
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I remember the following Spring when he revealed his first drawings for a new book, Les Amants papillons (Butterfly lovers), among these drawings were three exceptionally beautiful double-spreads that he was very proud of. And so he should have been. He had expanded the theme of Romeo and Juliet and relocated the story to traditional Japan. Instantly, I knew that I would publish this title, even though it was not a children’s book. His artwork for the cover was exemplary. Benjamin also wished to have lattice-like embossed endpapers that would act as a screen, and so create a mysterious gateway into the book. This second title was a success both in France and abroad; a success probably due in part to the brilliant design cover which juxtaposes the two faces. This same illustration was chosen for the cover of that year’s Seuil Jeunesse general catalogue, a privilege usually reserved for established authors. Without realising it, Benjamin, the intuitive individual he is, initiated a unique series of books for teenagers and young adults, a niche, that at that time was considered rather daring, and still is today. The very demanding French publisher José Corti based his catalogue on the motto: “Rien de commun” (Nothing average). ‘This motto might as well be Benjamin’s too’, I said to myself as I discovered Il était une fois (Once upon a time). This pop-up book was extraordinary in that it presented each tale as a single doublespread tableau, in which the expanding shapes expressed the narration. Benjamin had mobilised treasures of imagination, artistic virtuosity and technical prowess for this project, which was created in collaboration with a paper engineer and our production manager. Tight deadlines and an even tighter budget gave the editorial team something of a cold sweat, but when the finished books arrived at our offices, we were overjoyed. The result was amazing. We congratulated the author and ourselves, “It’s beautiful!” “Benjamin is amazing!” I could see the anxiety in his eyes when he came to me and asked, “It is my most beautiful book, right ?” And with each new title, he would ask this same question, almost like a ritual. Since then, creating books has never ceased to fascinate him. No element of book production is foreign to him. He’s a quick learner. He scans everything himself, whatever the format, edits the pictures, searches for the right fonts, or creates them himself, and designs and produces the publicity material. He controls everything and at times gets a little behind,... and on occasion, a lot. Sometimes a lot. We forgive him: working with an illustrator blessed with such unquenchable curiosity is a real pleasure.
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I especially remember the wonderful experience of those three days spent recording a musical tale written and illustrated by Benjamin, La Mélodie des tuyaux, in which the young Alexandre meets a gypsy girl from Andalusia and discovers his gift for music. “Obviously we have to include a CD, right Françoise? Only original material: lyrics, musicians specialized in flamenco, Olivia Ruiz will read the text...” I was charmed. How could I not be? Yet, I hesitated: several days of studio time, royalties to be paid, SACEM... “My musician friends are great. The young singer is so sweet. You’ll love him.” In the end Benjamin managed to convince me. And that’s how we ended up in a recording studio in the heart of Saint-Germaindes Prés. It was early July. An enthusiastic and ephemeral band played there for three days, and the atmosphere was always warm and friendly. Benjamin, who had brought us together, handled everything with a constant smile on his face. During our breaks on the terrace of a nearby café, he would bend over his watercolour sketchbook and take advantage of the moment to finish off a few drawings for the book, while commenting on the day’s recording. Soon we would get up and leave, impatient to return to the recording studio where we would stay until late in the night, our heads filled with flamenco music. It was a beautiful parenthesis in our hectic lives. We worked together on many more exciting projects, but this one remains special, as it allowed me to truly understand the key to his success. It became obvious to me then, that this man, whom I knew to be especially gifted and able to innovate endlessly, book after book, was so much more: he was a genius both in art and in life. Today, after many years of working on projects together, he still impresses me, just as he impresses his fellow professionals and his 500,000 followers. And while we admire his audacity in the digital realm and in the staging of his exhibitions, not to mention his generosity at conferences where he brilliantly analyses his own work, we especially love who he is as an artist and as an individual. Benjamin sees big, thinks big, and loves big. There is nothing average about him, believe me.
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Infancia La infancia, tanto la mía como la de otras personas, es un tema central en mi trabajo. Me refiero a esa parte de infancia que permanece en cada uno de nosotros. Es una fuente inagotable de inspiración, una frontera delicada, frágil y difícil de captar. A menudo la infancia es un vehículo de clichés abundantes y de etapas que es obligatorio pasar. Muy pronto comprendí que esa infancia idealizada que se imaginaban los adultos no era la que yo quería tratar. Es más, esa no había sido mi infancia. Mi infancia, con sus recuerdos felices y dolorosos, ha dado pie a los proyectos que más éxito han cosechado. Vuelvo a ella una y otra vez, es una tendencia involuntaria. Siempre he pensado —y con frecuencia me han dado la razón— que los niños son capaces de comprender muchas más cosas de lo que parecen creer los adultos. Con esta idea he concebido mis imágenes y he escrito mis libros, que siempre se dirigen a los niños con un gran respeto por su inteligencia.
IZQUIERDA : Foto de taller, por Fanny Giniès, 2011 LEFT : Photo of studio by Fanny Giniès, 2011
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Childhood Childhood is at the very heart of my work. Not only my own childhood, but also that of others, and likewise, that part of childhood that remains in each of us. Because childhood is such a delicate, fragile and difficult frontier to grasp, it is an inexhaustible source of inspiration. Clichés abound when speaking of childhood. I understood very early on that the idealized childhood that grown-ups fantasize over, was not the one I wanted to address, nor had it been the one that I had experienced. My childhood, with both its happy and painful memories, is at the root of my most successful projects; I always go back to it, sometimes in spite of myself. I’ve always thought that children, and they have often proved me right, are capable of understanding much more than adults seem to think. It is with that idea in mind that I have created my images and written my books and I always take childrens’ intelligence into consideration when addressing them.
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