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Sobre la enseñanza de Carlos Marx y la “invasión chavista” a México

Hace algunos días estuvo en el aire una controversia relativa al hecho de que un ciudadano venezolano, Sady Arturo Loaiza Escalona, exfuncionario del gobierno de aquel país, está contratado en la SEP en el área de diseño de libros de texto y materiales pedagógicos, además de que, con tal motivo, se ventiló la cuestión sobre la idoneidad de que se lea o no a Carlos Marx en las escuelas. En las críticas a ambas cosas se destila un tufo de ignorancia, sectarismo y provincianismo verdaderamente bochornoso. Respecto de Loaiza, investigué un poco sobre él y encontré un video con una conferencia suya en la Biblioteca de México José Vasconcelos, la de Balderas, sobre el tema “Las bibliotecas digitales como medio de democratización de la información y el conocimiento”. Loaiza cursó estudios de pedagogía con especialización en castellano y literatura en el Instituto Pedagógico de Barquisimeto; es investigador en los temas de promoción del libro y la lectura, y en lingüística y didáctica de la enseñanza de la literatura, y es miembro fundador de la maestría en literatura latinoamericana de la Universidad Pedagógica; en Venezuela, fue director de la Biblioteca Nacional y del Sistema Nacional de Bibliotecas de 2014 a 2018, y forma parte de varios organismos internacionales de bibliotecas y bibliotecarios.

Como se observa, se trata de una persona con una formación muy sólida y consistente, en un área de interés muy acotado y especializado y del que muy difícilmente podrían hablar periodistas y políticos que, sin haberse tomado la molestia de informarse un poco más, se fueron de inmediato a grabar el videíto de Tik Tok de los quinientos mil infiernos para decir que el chavismo se había adueñado de la 4T, y que estamos a un paso nada más de convertirnos en Venezuela, Cuba o Nicaragua.

¿Cuántos de esos políticos conocerán la Biblioteca Nacional de Venezuela, o más aún, las de su propio país?; ¿cuántos suelen visitar las bibliotecas nacionales en sus viajes?; ¿cuántos son capaces de dar el nombre de un escritor venezolano?; ¿cuántos saben quiénes fueron Uslar Pietri, Picón Salas o Salvador Garmendia?; ¿cuántos conocen ese proyecto bello y entrañable de genuina hechura venezolana que se llama Biblioteca Ayacucho?; ¿cuántos tienen de verdad interés en la literatura latinoamericana, o en la universal, en la historia o en la biblioteconomía? Respuesta: ninguno, o casi.

Pero eso sí, que no se trate del sofista o charlatán que habla inglés, o al “experto” en nuevas pedagogías o las inteligencias plurales o diversas, o al español o europeo para venirnos a vender sus estupideces de autoayuda o de inteligencia emocional, o al coach espiritual que vende cursos o talleres de yoga o meditación en tu lugar de trabajo porque entonces se te abarrotan los auditorios llenos de ignorantes que leen un libro de verdad cada diez o quince años y que están en contra del chavismo y de Maduro sin saber la historia contemporánea de Venezuela.

Y por cuanto a Marx, habría que decir nada más que se trata de uno de los grandes genios del siglo XIX, una cima del pensamiento humano y un clásico, y es inamovible su lugar de privilegio en el panteón de los grandes pensadores de la historia porque conjugó la idea de objetivación de la filosofía clásica alemana con la de fabricación de la economía política inglesa, haciéndolos converger alrededor de la producción como idea pivote de toda la filosofía materialista moderna iniciada por Hobbes y Spinoza, así como de toda la antropología filosófica futura.

Quienes quieren denostar o borrar a Marx así nomás, no saben sencillamente de lo que hablan, y lo hacen definitivamente de oídas. Son ignorantes, provincianos e indoctos, además de sectarios y ridículos, que no saben en qué mundo viven y no hacen más que pelearse, en definitiva, con fantasmas.

•Profesor de Filosofía e Historia y conferencista. Director General del Espacio Cultural San Lázaro de la Cámara de Diputados. Asesor del CEN Morena para la formación política.

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