Cosmovisión sobre el Rey del reino

EL DIVINO SALVADOR Mateo 1:21; Filipenses 2:5-11; Colosenses 1:15-20.

Ojos que penetran el habitar del alma, oídos que perciben el más suave clamor, pies atléticos que portan esperanza y calma, manos que restauran la herida y el dolor.

¿Quién diseñó ese pacto estratégico? ¿Quién fijó su elección en este pecador? ¿Quién lo arrebató del mal con bien enérgico? Tan sólo el divino Salvador.

¿Cómo justificar paz con Dios por la fe? ¿Cómo libera al ser cautivo este Redentor? ¿Cómo su gracia salva, trasciende y ve? Por la muerte en la cruz del divino Salvador.

Él es el ícono del Dios invisible. Él es preeminente sobre todo lo creado. Es eterno como sólo de Dios es posible. Es cabeza de la iglesia, su cuerpo amado. ¡Dios santo! A tu llamado acudo, la bóveda celeste en quietud, me habla de tu gloria, no lo dudo, tu soberana escogencia es virtud.

Más mi boca enmudece, mis labios tiemblan sin valor. En coro ante la presencia que estremece, canta: ¡El Divino Salvador es el Señor!

Por Edgar Armando Díaz López.

El Señor como oveja me ama, todo me ha de dar, en campos apetecibles me hace relajar, al lado de manantiales pacíficos me pondrá, todo mi ser fortalecido estará.

Por caminos justos me lleva limpio y puro, porque su amor en sumamente seguro, si atravieso por una estepa oscura y mortal, seré valiente porque su compañía es total.

Como buen pastor me darás ánimo santo, me das un banquete especial ¡y cuánto! ante los hombres de carácter conflictivo, viertes perfume en mi rostro, ¡qué festivo!

Fluye en mí, el gozo y la bendición, porque es evidente tu bien y compasión, todo el tiempo del tiempo lo veré, y en su mansión por siempre viviré.

Por Edgar Armando Díaz López.

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