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Mantras: la vibración trascendental

Por Carlos A. Papaleo Lic. en Psicología y Filosofía. Especialista en psicología Religiosa

El arte de la meditación no es un tema exclusivo para especialistas ni personas privilegiadas. En cualquier circunstancia es posible aplicar sus principios operativos, aún en "tiempos tumultuosos" o en situaciones personales de tribulación. Precisamente en tales momentos existenciales es oportuno aplicar la técnica de meditación basada en el Principio de la Vibración Trascendental de sonidos vocales. Estos sonidos causan ciertas vibraciones en los planos físicos y suprafísicos y tienen que ver con el poder de la palabra como pensamiento sonoro y creador. Es palabra viviente que crea determinadas formas y cualidades y pone poderes en acción.

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Según su índole enfatizan a veces la función energética, otras privilegian la función simbólica o el componente místico y devocional Siempre en todos los casos, el resultado es la armonización de los vehículos físico, astral y mental de la personalidad, así como el entonamiento del ser con la Mente Universal y el avivamiento de los centros psíquicos. De este modo afinamos el instrumento de la personalidad para operar en planos cada vez más elevados de comprensión, sensitividad y poder.

En la actualidad se ha extendido el uso de una palabra oriental -MANTRA- para designar esta praxis y hay personas que ignoran la riquísima tradición occidental y utilizan formas mánticas ajenas a sus raíces culturales.

Solo recordemos, por ejemplo, a Orfeo con su lira cantando en los "Lugares Altos"; las invocaciones iniciáticas en la Gran Pirámide para conducir al Reino de RA-MA a quienes retornan del mundo de los muertos. Y si prestamos atención a lo cotidiano, empleamos a veces poderosos mantras tales como "Amén", "Aleluya", aún cuando desconocemos con frecuencia su principio activo.

En la tradición cristiana practicamos asimismo un Maha Mantra, conocido como el Padre Nuestro, y otros muchos que se designan como "letanías", "jaculatorias", "Himnos", "invocaciones", etc.

En la meditación, como praxis psíquica, logramos aprender su naturaleza y propósito, y de este modo, dirigir esas poderosas vibraciones en orden a nuestra evolución y bienestar.

Además el pensamiento simiente que anida en cada forma mántrica, se incorpora a nuestro ser, modificando gradualmente las raíces de nuestra identidad y nuestra manera de ser en el mundo.

A modo de experiencia imaginemos por un instante una sala iniciática en el antiguo Egipto donde los candidatos invocan la manifestación de su esencia Crística entonando el sonido vocal "Amén-Ra" o visualizamos un momento de íntimo recogimiento en el santuario del corazón, mientras pausadamente, al ritmo de una respiración profunda, como indican San Ignacio o Gregorio del Sinaí, repetimos el mantra arameo que nos legó San Pablo: "Marana- Tha"

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