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¿Hasta cuándo?

muestra a la mujer como mero objeto sexual, pero sobre todo, a todas aquellas “famosas” que alimentan dicha imagen y crean estereotipos que poco contribuyen a crear una imagen valiosa de la mujer entre la sociedad.

En los últimos tiempos se puede apreciar que la violencia contra la mujer adopta diversas formas como: la violencia en el hogar; las violaciones; la trata de mujeres y niñas; la prostitución forzada; la violencia en situaciones de conflicto armado, los asesinatos, las violaciones sistemáticas, la esclavitud sexual y el embarazo forzado; los asesinatos por razones de honor; la violencia por causa de la dote; el infanticidio femenino y la selección prenatal del sexo del feto en favor de bebés masculinos; la mutilación genital femenina y otras prácticas y tradiciones perjudiciales.

A pesar de las iniciativas que contra estos casos hayan adaptado las diferentes naciones, la realidad es que la violencia contra la mujer debe ser entendida por toda la sociedad en su conjunto, de otra forma es imposible que podamos erradicarla.

Sin embargo es difícil luchar contra patrones establecidos por millones de historia, pues ésta es resultado de sociedades patriarcales. Como ejemplo de ello tenemos el relato de la creación de la mujer por la costilla del hombre, que a todas luces muestra una visión de sumisión ante ellos. A ello agregamos la imagen prehistórica de una mujer arrastrada por un hombre por los cabellos, que no hace más que afirmar el poderío del hombre sobre la mujer.

Tras estas percepciones de las féminas en el mundo, no es de sorprenderse el lugar que cada sociedad le dio en los inicios de la historia. En China, por ejemplo, el patriarcado rebajó a la mujer a la categoría de objeto. En Caldea y Asiria, el código Hammurabi la trató como esclava de su marido. En Israel, Palestina Antigua, pasaba de ser propiedad del padre a ser propiedad del marido. Era considerada impura en su ciclo menstrual o al parir un hijo y debía realizar ritos de purificación para volver a dormir con el esposo. En Roma que- daron totalmente bajo el yugo patriarcal.

Regresando a nuestros días, en México, desde 1993 hasta enero de 2006, más de 430 mujeres han sido asesinadas y más de 600 están desaparecidas (presumiblemente asesinadas también) en Ciudad Juárez. En Guatemala, al igual que en Ciudad Juárez, cerca de dos mil mujeres fueron asesinadas entre 2001 y 2005. Las mayores víctimas tienen entre 12 y 25 años y viven en las regiones más pobres del país. Los métodos varían desde la utilización de armas de fuego, e incluyen torturas, violación y posterior asesinato.

A estos hechos hay que sumar los feminicidios en las guerras, en muchas ocasiones asociados a violaciones masivas, como los ocurridos en la ex Yugoslavia, Rwanda, República Democrática del Congo, por citar sólo algunas situaciones de las últimas décadas. Actualmente estos crímenes aparecen sancionados severamente en el Estatuto de la Corte Penal Internacional.

La violencia contra la mujer, tal como se manifiesta en estos casos, sigue siendo un problema difícil de atacar. No podemos silenciarlo con un festejo al año si éste se ve empañado por el crecimiento de las cifras. Como sociedad, en general, tenemos la responsabilidad social de crear la conciencia entre nuestros hijos, sobrinos, nietos y sobre todo entre ellas, para que al verse envueltas en esta situación sean capaces de detenerla a tiempo.

Fuentes: Ana Kipen, Mónica Caterberg, Maltrato, un permiso milenario: La violencia contra la mujer, Intermón Oxfam, ediciones, 2006. Encuesta Nacional sobre la Dinámica de Relaciones de los Hogares 2003, México. Inmujeres,(2004) Violencia de género en las parejas mexicanas. http://www.unifem. org.mx/paginas/documentoselectronicos. asp#relatoriaVIOL

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