confiar en la madre
A. M. WEIGL
CONFIAR EN LA MADRE
MISIONEROS DEL VERBO DIVINO Avda. de Pamplona, 41 ESTELLA (Navarra) 1978
Tradujo P. M. H. Título original Vertrau auf die Mutter. © Verlag St. Grignionhaus Alrotting - © Misioneros del Verbo Divino, Estella 1978 - Es propiedad - Printed in Spain - Talleres Gráficos: Editorial Verbo Divino, Avda. de Pamplona, 41. Estella (Navarra). Depósito Legal: NA. 827-1978 ISBN 84-7151-238-6
DEDICATORIA
A MarĂa,
la mejor de las madres, intercesora en todas nuestras necesidades, dedico este humilde librito con profundo agradecimiento.
PROLOGO cc¿Por qué se ha borrado el nombre de María ?»
Esta es la pregunta que se formulaba el obis po Rudolf Graber en su charla a la congregación de hombres de Landshut ( 24.3 . 1968 ). " ¿Acaso es una vergüenza pronunciarse en pro de la madre del Señor? " Y, abiertamente, declaraba : " Esta de cisión de la reunión de delegados , en Frankfurt ( 24 y 25 de febrero de 1968 ) , según la cual, en el futuro las Congregaciones Marianas habrán de llamarse " Comunidades de vida cristiana " , es un nuevo eslabón en la cadena de continuadas tran sigencias desde la debilidad frente a las corrien tes de la época, y resultado de la universal rela jación observable en todos los terrenos . Yo qui siera declarar aquí que, por lo que respecta a la diócesis de Ratisbona, no vemos razón alguna plausible para un cambio en el nombre de la Con gregación Mariana, y que, en consecuencia, va mos a seguir manteniendo en nuestro obispado el nombre de " Congregación Mariana " . 9
" Sí, lo mariano ha venido a ser piedra de es cándalo . Pero ¿ acaso es de extrañar? ¿No se dijo en el paraíso que la mujer (juntamente con su hijo) habría de aplastar la cabeza de la serpiente, y que ésta, empero, pondría asechanzas a su cal cañar?" Y monseñor Graber continuó: "La re vista suiza "Das neue Volk " ( = El Nuevo Pue blo) reseñaba el pasado 1 3 de marzo lo siguiente : " Si, por ejemplo, un joven coadjutor toma desde el púlpito un rosario en sus manos , y mostrándo lo a sus feligreses , lo deja caer, y exclama : ¡esto es lo que hay que hacer con el rosario ! O si otro sacerdote recoge los rosarios de sus fieles, mien tras va diciendo : ¡ fuera de aquí con ellos ! Si, final mente, un joven vicario le dice al jefe de una pe regrinación a Lourdes : Vd. es buen chico . . . , pero ¡ hay que acabar de una vez con este jaleo de las peregrinaciones!; si, pues, ocurre todo esto, aun que no sean más que casos aislados, ¿ no es por ventura alarmante? " El obispo pasa luego a reseñar la otra cara de la medalla, desde la perspectiva que es dable observar en Checoslovaquia o Polonia . "Estas gentes -dice monseñor Graber- saben mucho mejor que nosotros, occidentales decadentes, qué es lo que ellos tienen en la Madre . Y no en vano el valeroso cardenal polaco Wyszynski abogó en nombre de los 70 obispos polacos para que el con cilio reconociese solemnemente la maternidad cristiana de María sobre todo el género humano, y así fue como se realizó la consagración del mun do hecha por el papa y el concilio en pleno . Estas gen tes del otro lado de la valla no entienden muy bien nuestras dudas y nuestras cautelas , no pasán doseles por el magín que la veneración a la Virgen 10
habría de suponer, tal vez, una mengua para Cris to . Son conscientes de la unión de Madre e Hijo, invocando desde la más profunda indigencia a la Madre para que los socorra y abogue por ello� ante su Hijo. ¿Es que acaso no es válida esta pos· tu ra para nosotros ? Cuando nos hallamos ante un peligro, ante una necesidad, no nos p ara mo s a pensar si, por ventura, es legítimo dirigirse a Mar ía , siendo como es Cristo el ú n ic o mediador, sino que, sencillamente, nos ponemos a rezar la vieja o r ació n : 'Oh María, socórreme, socorre a este p obre pecador que acude a ti, no permitas que ni en la vida ni en la muerte ande yo desca minado , mas manténme en gracia en la hora de mi muerte . Amén'. (Una oración que, a buen se guro, no habría de encontrar hoy indulgen�ia al guna entre nuestros liturgistas " ).
Con razón acentuaba e l señor obispo e l alto hoy: "Yo tengo -decía- la no infundada sospecha de
valor de la veneración mariana precisamente
que el resquebrajamiento de la obediencia hoy, así como el criticismo inmisericorde, tienen uno de sus fundamentos en el apartamiento y rechazo de la veneración a María . La revolución en el interior de la misma iglesia sólo puede ser atajada con el "sí" humilde y sencillo de la Virgen s acra tísi ma . . . Y la crisis de fe que hoy p adec emos tiene su ori gen en gran parte en el hecho de que nos hemos apartado de María, la Virgen fuerte en la fe . . . Ella e s el pr im e r creyente del Nuevo Testamen to, siendo alabada por Isabel a causa de su fe: " Bendita tú porque has creído lo qu e te fue dicho por el Señor " . . . . "Y una última cosa : vivimos en una época en la que la impudicia hace gala de ostentación . 11
. . . A buen seguro que habrá que ver en estas olea das de lo sexual el resultado del retroceso en la veneración mariana . La Inmaculada es el más po deroso antídoto contra esta inmoralidad . . . Pues bien, en vez de profesarse rendidamente a M�ría, a la vista de estas tendencias destructoras para la fe y la honestidad, lo que se hace es abandonar su nombre . Esto roza con la traición a la iglesia, al pueblo y al futuro . En verdad, son éstas ''ora di tenebre et lampi " ( horas de tinieblas y relám pagos), tal como nuestro Santo Padre ha descrito a nuestra época. Y, sin embargo , no nos abando na el valor " . Hasta aquí el señor obispo Graber. Su madre
•
nuestra Madre
Es un misterio insondable del divino amor: el Hijo unigénito del Padre celestial elige a una cria
tura humana, a la Virgen Marfa de Nazaret, pata
que sea su Madre . Por la venida del Espíritu San to se convierte ella en la Madre de Dios . Y no sólo eso : Jesús nos da también a su Madre como Ma dre nuestra . En la hora de la cruz, cuando, exan güe, lo había entregado todo, nos dejó a nosotros lo más valioso que él dejaba en la tierra : a su Madre. Con las palabras : " Mujer, ahí tienes íl tu hijo " , alude a Juan, representante bajo la cruz de la iglesia de Dios y de toda la humanidad . En aquella hora suprema, su Madre se convirtió tam bién en tu madre, en mi madre y en madre de todos nosotros .
El Concilio Vaticano JI dice a manera de con firmación de esto mismo: Uno solo es nuestro me
diador según las palabras del apóstol : " Porque 12
uno es Dios, y uno también el mediador entre Dios y los hombres , el hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo para redención de todos " ( 1 Tim 2, 5-6 ). Sin embargo, la misión maternal de María pa ra con los hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo, an tes bien sirve para demostrar su poder, pues todo el influjo salvífico de la Santísima Virgen sobre los hombres no dimana de una necesidad ineludi ble, sino del divino beneplácito y de la superabun dancia de los méritos de Cristo ; se apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimen tándolo, presentándolo al Padre en el templo, pa deciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó de forma enteramente impar a la obra del salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad, con el fin de restaurar la vida so- brenatural de las almas . Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia. Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada . Por este motivo, la San tísima Virgen es invocada en la iglesia con los tí tulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Media dora. Lo cual, sin embargo, ha de entenderse de tal manera que no reste ni añada a la dignidad y eficacia ·de Cristo, único mediador (de la Consti tución Dogmática sobre la iglesia) . ¡Su Madre, madre d e todos nosotros ! ¡Qué consolador y al mismo tiempo qué responsabili dad por nuestra parte! Este librito mostrará en 13
más de 70 ejemplos que María ha sido una p:ia dre bondadosa y amante para todos cuantos a ella han acudido con filial confianza y en no importa qué peticiones respecto al cuerpo o al alma . L os ejemplos que siguen no son a modo de leyendg s o sagas piadosas, sino que proceden de relatos ve rídicos de la vida y de nuestro tiempo . Están to dos ellos documentados . Agradecemos a todos los editores y autores el benevolente permiso de im presión . De corazón deseo que estos relatos abran wes tras almas a una gran confianza, mis queridos her manos, pues, como dice san Bernardo : " Dios de rrama el óleo de su gracia sólo en la copa de la confianza" . Después del amor, la confianza es lo supremo que una persona posee. Y María, la m e jor de las madres, merece siempre el amor y la confianza de todos noso tros .
¡No olvides nunca!
Si Si Si Si
acudes a María - no desesperarás . en ella piensas - no an darás en el erro r ella te sostiene - nunca caerás . ella te protege - nada has de temer
(SAN BERNARJ>O)
14
1 VIVENCIAS AL INVOCAR CONFIADAMENTE A LA MADRE DE DIOS
Yo estaba en el av1on que se venía abajo
El día primero de año de 1953, el " St. Kerian " volaba desde Dublín a Birmingham con 25 pasa )etos a bo1do. Poro antes de llegar a Bhmingham, uno de los motores del avión dejó de funcionar. Segundos después, ocurrió lo mismo con el se gundo motor. Desde la cabina de mando se le ordenó a la azafata que avisase a los pasajeros para que se apretasen los cinturones de seguri dad . Esta cumplió la orden con amable tranquili dad . Obviamente, los pasajeros se intranquilizaron exigiendo que se les informase de lo que estaba pasando allí . Con un par de palabras, la azafata les puso al corriente de lo serio de la situación . Luego, se arrodilló de repente en el pasillo, dicien do : " ¡ Señoras y caballeros : creo que ha llegado la hora de rezar ! " Y, dicho esto, sacó un rosario, rezando una oración de arrepentimiento con voz fuerte y clara . Después se dirigió con acento tran15
quilo y confiado a la Madre de Dios, pidiéndole la salvación. Y comenzó a rezar el rosario. Mientras tanto, el piloto andaba a la búsqueda de un lugar lo menos malo posible para el ate rrizaje de la máquina, que iba perdiendo altura a ojos vista. Descubrió un campo roturado que le pareció apropiado para el aterrizaje de emergencia. Al ejecutar la arriesgada operación, desmochó la copa de un árbol y dos cercas de setos . El avión perdió ambos motores y una de sus alas . Al po sarse con ímpetu sobre el suelo, se oyó un es truendo horrísono . El avión se había partido en dos . Los primeros que llegaron al lugar del acci dente no daban crédito a sus ojos al ver su.rgir de las ruinas del aparato a la totalidad del pasaje sin el más mínimo rasguño . Unicamente el piloto y el oficial de navegación habían sufrido heridas sin importancia . Un experto inglés en asunto de aviones exclamó ante las ruinas del aparato caí do : "¡Un milagro que en este accidente no haya perdido nadie la vida! " La iglesia no emplearía tan rápidamente la palabra " milagro " . Gentes sin fe hablarían por ventura del azar. Los pasajeros , en cambio , eran conscientes de que la bondadosa madre María ha bía visiblemente retribuido la extraordinaria con fianza de la valiente azafata . " Ami du Clergé " La huida ante e l horror -la ayuda de María
He aquí un suceso conmovedor de finales de la segunda guerra mundial . Emil Gebauer escri16
be sobre ello en " Altottinger Liebfrauenboten ", número 8/1 952: " ¡ Socórreme, María! ¡ Santa Madre de Dios, sálvame para mi niña! Apretando contra su pecho a una t ie rna criatura de apenas tres meses , la jo ven madre proseguía su huida mientras, entrecor tadamente, le afloraban estos y parecidos gritos de socorro. Una media docena de soldados y par tisanos rusos y checoslovacos la iban siguiendo por entre los árboles del bosque. Más muerta que vi va, avanzó penosamente por el matorral , cayendo agotada al suelo . Apretaba fuertemente a la cria tura contra el pecho, para acallar sus lloros , mien tras que ella misma se llevó la mano a la boca para atemperar sus gemidos . . . Ya estaban ahí los perseguidores; con toda claridad percibía ella sus palabras . . . Pero siguieron adelante . Daban por excluido que la fugitiva hubiese podido adentrar se en semejante maraña boscosa .
La fugitiva susphó. Tan cerca ya de la meta, y, sin embargo, tuvo aún que tropezarse con esta
horda de salvajes. Y es que cual animales eran cuando se tropezaban con una mujer. ¡Y a ni si quiera una media hora hasta la fr::m tera, y todo habría acabado ! Ahora había que esperar hasta que se hiciese bien de noche . La pequeña llori que aba. El dolor y el agotamiento amenazaban con hacer perder el conocimiento a la madre, cuando se le pasaba por las mientes el terror de los últi mos días . Los americanos se habían retirado de Bergrei
chenstein, ocupando su lugar los rusos y los par tisanos checoslovacos . Y con éstos el infierno llegó a su Kaltenbach . También penetraron ellos en su propia casa , la casa del médico del pueblo . Eran 17
tres rusos y un checoslovaco . Uno de los rusos se abalanzó sobre ella. Su esposo intentó protegerla, pero cayó desplomado, abatido por dos disparos . Y allí quedó ella, inconsciente, tendida al lado de su marido . Al pasar de las horas, sintió los llo ros de su niña. La tomó entre sus brazos y, transida de dolor, se arrodilló junto al esposo muerto . La casa había sido devastada ; el caos más absoluto que allí reinaba era buena prueba de ello . Luego oyó pasos . Corrió a la ventana , y, otra vez , volvió a ver a los rusos acercándose a la puerta de su casa . En ese momento ya sólo tuvo presente a su niña . Irrumpió en el dormitorio y, saltando a tra vés de la ventana qu e daba al jardín , abocó a una callejuela desde donde era posible la huida. En su caminar por las calles , la presencia de los cadá veres tendidos por todas partes daba alas a su prisa . ¡Lejos, lejos de este infierno, hacia la fron tera de Baviera ! Pero cuando se hizo de día, se halló que es taba ante Kaltenbach muerta de cansancio . ¡ H a bía andado al buen tuntún durante toda la noche, y ahora se daba cuenta de que lo había hecho en vano ! De la parte de la ciudad le llegaban de nuevo el ruido de los disparos , los gritos y el tu multo salvaje , el infierno todo desatado . . . Por eso, dobló hacia la derecha, internándose en el espeso bosque . Y durante dos días y d os noches anduvo vagando por la selva bohemia . De tanto en tanto, el encuentro con grupos de rusos y che cos estuvo a punto de producirse, por lo que, a impulsos del terror y miedo que la embargaban, se retiraba más y más a la espesura del bosque. Y he aquí que , ahora precisamente cuando la fron18
tera estaba ya al alcance de la mano, otra vez apa recían éstos . Cuando salió de su semiinconsciencia, era de noche . Tambaleándose , intentaba salir de la espe sura hacia la libertad. Apenas cien pasos más allá, el clareo de la frontera resplandecía a través de los árboles, iluminada por el brillo de la luna. La criatura lloriqueaba quedamente. Por la izquierda se oían voces confusas . El miedo otra vez inten taba paralizarla. Hizo un supremo esfuerzo . Te nía que llegar a donde hubiese alguien; su niña estaba muerta de hambre . Con sumo cuidado avan zó ella hacia el lindero del bosque. Observó ha cia todas partes : ¡ nada ! Hizo, pues, acopio de sus últimas fuerzas y bajó por la plana pendiente los apenas cincuenta pasos que había hacia la fronte ra, hacia la casa de campo que allí había . "¡Alto!" "¡Alto!"
Este grito fue para ella como un rayo . Sonó un disparo. Siguió luego el repiqueteo de las ame tralladoras . Las balas silbaban a su alrededor, y una docena de sombras corrieron hada ella. Ja deante -parecía como si el corazón fuera a salír sele de un momento a otro- , alcanzó en saltos locos la línea fronteriza. Uno de los perseguido res llegó tan cerca de ella, que hasta exte nd ió su mano para agarrarla . . . "¡María, socórreme!", ex clamó , "¡socórreme, socórreme!" Tras de sí resonó un grito de muerte . Su más próximo perseguidor cayó alcanzado por una de las balas a ella destinada . El fuego cesó, los perseguidores volvieron so bre sus pasos . Casi sin sentido, tambaleándose so bre la raya fronteriza , llegó ella a la casa de cam po . Jadeante, agarrándose al picaporte , llamó a . .
19
la puerta. La campesina abrió . La fugitiva casi cayó sobre ella . Desde el cuarto de estar llegó el marido . " ¿Qué pasa . . . qué quieres tú aquí ? " El campesino la miraba con aire de pocos amigos. " ¡ Leche ! ¡ Unas gotas de leche para mi niña ! " " ¡Por favor, por favor! " , suplicó . " ¡No tenemos ninguna!'', fue la respuesta. " ¡Sólo unas gotas, p or la Virgen Santa ! " , suplicó . " Sólo unas gotas para mi niña; está muriéndose de hambre . Llevo corriendo dos días ante asesinos y violadores , y no he probado absolutamente nada . . . , pero , por favor, unas gotas de leche para mi niña ! " " ¡ Ya, ya ! ¿De manera que corriendo dos días y dos no ches ? ¿ Acaso has cometido algo gordo ? " Y seña lando desde la puerta : " ¡ Fuera ! Uno os conoce " . " ¡ No, no ! " , balbuceó ella aterrorizada. " ¡Unas go tas de leche, sólo unas gotas para mi niña ! " , su plicaba la infeliz, los ojos tremendamente lloro sos, y elevando sus desfallecidos brazos . "Fuera, mi casa no es un hogar para vosotros " . " ¡Uno os conoce bien ! " Y la empujó lig eramente en el hombro, fuera de la puerta . La fugitiva va ciló, cayendo inconsciente sobre el umbral . Con el pie , el dueño de la casa la empujó hasta ponerla totalmente fuera . La criatura se desprendió de sus brazos y lloriqueaba sin fuerzas ya . El cam pesino cerró la puerta de la casa y, mientras iban adentro, le dijo a su mujer : " ¡Adónde iríamos a parar si los del o tro lado viesen que nosotros metemos en casa a quien ha traspasado la fron tera!"
A unos 3 0 pasos de la granja fronteriza, la viuda de guerra Burgl Rott se hallaba postrada al mismo tiempo ante la imagen de la Madre de Dios sobre su cama, supli c ándole fervorosamente 20
que le socorriese en sus necesidades . Su marido , caído en Rusia hacía dos años, le había dejado un chiquillo , la pequeña casa. unas pocas tierras y una vaca, y una hip oteca registrada sobre la pose sión para la que anualmente había que destinar 38 0 marcos como deducciones . Hasta ahora, este importe lo aportaba la vaca cada año a través de la venta de la mantequilla y el precio que se pa gaba por el ternero también vendido . El sustento tanto para ella misma como para su hijo lo sacaba de la cosecha de las tierras , trabajadas con ayuda de la vaca, así como por la venta de los huevos de sus veinte gallinas. Una cabra le daba adicional mente leche para el consumo casero . Pero ahora resultaba que la vaca hacía cuatro semanas que había parido y desde entonces estaba enferma. Los dos últimos días no había ya ni siquiera probado alimento alguno . De ahí que la señora Burgl suplicase ahora de rodillas ante la imagen de Nuestra Señora que vi niese en su ayuda. Si no ocurría un milagro, ma ñana su vaca estaría ya muerta. Y no podría pagar las rentas anuales . Se le confiscaría el campo, o la pequeña casa o ambas cosas a la vez, y, lo más probable , habría de ponerse a mendigar con su pequeño . Desesperada, hundió su cabeza en la almohada de la cama. Estaba tan cansada por las preocupa ciones, el desamparo en que se hallaba y las lá grimas, que se adormeció sobre la cama. Pues bien , le ocurrió como que veía en un sueño claro a la Madre de Dios inclinarse desde el marco del cua dro , y son reírle amorosamente mientras acaricia ba sus cabellos ... " No te preocupes, todo irá bien " , decía la 21
reina de los cielos. "Vete a la granja junto a la frontera; allí verás el supremo desamparo; obra en mi nombre" . . . Se levantó despavorida . . . ¿ Aca so no se habían oído disparos y un griterío le jano? Miró la imagen de Nuestra Señora en la pa re d y pensó en el sueño . La carretera estaba vacía, el ruido y los disparos habían desaparecido . Su hijo estaba dormido . Salió de la casa . Delante de la granj a fronteriza percibió el lloriqueo de un ni ño . Allí estaba la infeliz fugitiva con su criatura . Rápida , tomó la pequeña envoltura en sus brazos, puso en pie a la semiinconsciente, y las llevó a su casa. Una vez allí, dio el biberón a la criatura v puso ante la mujer un tazón de leche de c abra y pan negro . Admirada estaba la buena señora al ver con qué fruición devoraban madre e hija los ali mentos de los que tan largamente habían carecido . Luego puso madre e hija en su propia cama y del viejo sofá se hizo ella misma su dormitorio. Llena de temor, se fue luego a ver en el es tablo cómo seguía su vaca enferma . Y ocurrió que la vaca estaba levantada delante del pesebre, co miendo con ansias el heno allí puesto . Llena de alegría, la buena mujer levantó sollozando sus manos : " ¡ Santa María Virgen , gracias ! " Poco antes del mediodía se oyó en la frontera una algarabía de voces extranjeras . Sonaron los disparos . " ¡ ¿ Los rusos ? ! " La señora Burgl mira ba interrogativamente a su protegida . Esta incli nó la cabeza, pálido su rostro como de muerte . En su miedo mortal, sólo podían rezar . Pronto oye ron pasos pesados; una docena de rusos se acer caba por la carretera a la pequeña casa de campo . La forastera señaló a la imagen de María colgada 22
sobre la cama. Las dos mujeres, temblando de miedo, se pusieron de rodillas sobre la cama: "Si María no nos socorre , nada . . . " . Los rusos habían llegado a la casa; el jefe del grupo estaba como perplej o y miraba como arro bado hacia la puerta de la casa. Como pro t egién dose , levantó sus manos . La mujer lanzó un grito: " ¡ Ese, ése asesinó a mi marido ! " Privadas de tod a posible esperanza, temblan do, miraban ambas mujeres al corral a través de las cortinas . Y he ahí que el jefe ex tendió los brazos hacia atrás , de modo que los que le se guían se pararon . Como hipnotizados miraba n ha cia la puerta de la casa. Primero parecían asombra dos, luego, perplejos; al fin al, tenían auténtico miedo . Y poco a poco se fueron re ti rando, al prin cipio despa ciadamente, pero cada vez más rápidos , los oj os simpre fijos en la puerta de la casa. De repente, se dieron la vuelta y emp ezaron a correr, como si un enemigo poderoso los hubiese sorpren dido , gritando por sobre la frontera : " ¡ Pani Ma ruchka ! " - " ¡Señora María ! " Sólo el jefe permaneció allí. Parecía como ven cido por una visión que le prohibiese la entrada . Luego , cayó de rodillas , se inclinó profu ndamen t e hasta llegar con su rostro al suelo, estan do así varios m i nutos m i entras balbucía algunas pal abr as eslavas . Luego, abrió su mochila, sacó de allí una caj ita y la puso en el suelo delante de sí. Se le vantó, el evó sus manos, se inclinó una vez más profund amen te , caminando despacio con la cabeza inclinada , alejándose de la casa, para reunirse con sus camaradas . . . Las dos muj eres se abrazaron desconcer t adas . Qué era lo que ahí fuera había sucedido, ellas no 23
lo sabían; sabían, sí , que era la Madre de Dios la que las había salvado. En profundo agradeci miento, rezaron un "Avemaría" a la Señora de los cielos . Luego, entraron al corral . En el cofre cillo reconoció la muj er del médico sus co s as ro badas por los rusos , sus joyas y sus ahorros . Pero para su horror, vieron cómo ardía en llamas la casa sobre la frontera de la granja vecina ; los chotos y los cerdos, empero, eran empujados más �llá de la frontera, hacia el este. EMIL GEBAUER Quien se entrega a M aría, no se arrepenti rá
(de
la
vida de
un
sacerdote)
San Luis María Grignion de Montfort reco mienda en su " Libro áureo " la entrega total a Jesús por María . Entrega total significa que no sólo se pone uno bajo la protección de María, sino que uno se entrega a sí mismo totalmente a María, con todas sus obras , sus riquezas , sus merecimien tos , incluso los merecimientos futuros, dejándole, por así decir, la plena facultad para disponer a su antojo , en la confianza de que todo lo ha de disponer de la mejor manera posible, y de que, ennoblecido por su amor , pueda ser presentado ante Dios . Después de una preparación de 3 3 días, con sistente en oraciones y ejercicios religiosos, se de be realizar esta donación total, a ser posible en una fiesta de María . Cuando el período de mi preparación hubo 24
terminado, busqué yo la fiesta mariana más pró xima. Precisamente era la festividad de los Siete Dolores de María, en la cuaresma. Así, pues, en ese preciso día realicé yo finalmente mi entera do nación . Fue año y medio después . Las vacaciones de verano ya habían terminado. En las aulas del co legio acababa yo de fijar cuáles iban a ser las cla ses a impartir y había dicho a los niños: " La pró xima semana, pues, vamos a empezar otra vez " , cuando , una vez en casa, me encontré con que ha bía para mí una carta del Ordinario . Una carta del Ordinario dirigida al coadjutor significa siem pre algo especial . De ahí que la abriese apresura damente y con el pulso un tanto alterado mientras sostenía aquel sobre marrón . " ¡A partir del 15 de septiembre, trasladado! " Momentáneamente, fue como si hubiese aterrizado de las nubes . Yo me había sentido bien en la parroquia y no podía calcular en ese momento con un traslado . Enton ces se me vino a las mientes de repente algo en que yo nunca había pensado: " Si el 15 de sep tiembre es en verdad un día mariano , a buen se guro que entonces ha tomado cartas en el asunto la Virgen María " . Y en verdad, el 15 de septiem bre es un día mariano e incluso la festividad de los Siete Dolores, la fiesta de mi donación total. Una vez que hube constatado esto, me quedé ya muy tranquilo, pues era consciente de que este traslado seguramente era para b i en , y hasta podía considerarlo como una cortesía de María. Y así es como ha sido, ciertamente, pues en esta nueva pa rroquia encontré un amor tan agradecido por par te de la comunidad y una colaboración tan armó nica y magnánima con mis superiores , como yo 25
apenas pude nunca imaginármelas. Estoy firme mente convencido de que María eligió para mí el lugar más favorable de toda la dióce s i s en lo que a coadjutorías se refiere. Algunos años después .-De nuevo era la fes tividad de los Siete Dolores de María, el Vie rn es de pasión, y constaté: " Hace hoy justamente cin co año s que realicé mi consagración" . Y me atreví a pensar : " Madre de Dios, si fue de tu agrado el que yo me consagrase a ti, házmelo saber hoy, Madre mía, deparándome una alegría especial " . Ahora bien, el día transcurrió sin particulares acontecimientos. Al atardecer, empero, recibí una visita. Y cuando se iba a despedir, me puso un sobre en la mano, mientras me decía : " Aquí ten go algo para Vd ., pero, por favor, ábralo sólo des pués de que yo me vaya " . Muy extrañ ado le di las gracias . Una vez que estuve solo, lo abrí final mente y , para mi gran asombro, me encontré en ese sobre 360 marcos de libre disposición para mis necesidades. Nunca jamás recibí yo durante mi época de coadjutor tanto dinero y en forma tan ine sperada como en este quinto año de mi dona ción to tal a María. He ahí una valiosa limosna para mi apostolado . Cinco años después de mi traslado anterior mente descrito.- Otra vez nos hallamos ante un nuevo traslado . El Ordinario me ofrecía erigir una vicaría en un suburbio de Munich . Debería em pezar a trabajar en la p arroqui a madre después de las vacaciones de verano, al comienzo de las clases; esto significaba, pues , comenzar el 1 de septiemb re, tal como se desprendía de la informa ción oficial, recibida por mí en el transcurso de las vacaciones . "Esta vez no hay de por medio ,
26
ninguna fiesta mariana", pensé yo en mi intimidad y casi con una cierta tristeza. Pero las cosas trans
currieron de otro modo : mi párroco muniqués opinaba que yo había' de despedirme holgadamen te de todos los feligreses, es decir, cuando éstos hubiesen vuelto todos de sus vacaciones, de ahí que mi prédica de despedida había de tener lugar el 8 de septiembre ... Así ocurrió, pues, que hube de ser presentado a la nueva comunidad el domin go siguiente, esto es, el 15 de septiembre , y que, por tanto, una vez más la festividad de los Siete Dolores de María estuvo presente al comienzo de mi nueva activi dad p astoral . Y después de todo lo que hasta este momento he experimentado aquí, y la manera cómo se ha ido desarrollando , estoy convencido de que también esta mi nueva ocupa ción pastoral ha sido cuidadosamente elegida por María para mí. K. M. HARRER " Quien verdaderamente se consagra a la Ma dre de Dios, esté donde esté, y ya por el mero hecho de esa consagración, se adentra en el cora zón de los hombres, incluso de los más miserables, y salva innumerables almas . " MAxIMILIAN KoLBE
«¡Madre gracias!»
El autor del librito cuenta: si como joven co mencé yo mis estudios con la mayor despreocupa ción , los últimos años , sin embargo , me resultaron una carga más bien pesada. El motivo fue un per27
sistente y tenaz dolor de cabeza, que no desapa· reda nunca. Por consejo del médico, finalmente, hice una cura de aguas en Bad Würishofen . Fue en mayo de 192 6 . Estuve un año antes de mi or denación sacerdotal y poco antes del diaconado . Para comienzos de los ejercicios de la ordenación sacerdotal pensaba estar de vuelta de Würishofen . Pero las circunstancias retrasaron un poco mi vuelta. " Señor Rector, discúlpeme Vd . si llego algo tarde : estoy haciendo la hidroterapia Kneipp, pero hasta el momento no ha dado muchos resultados " . El Rector R . me miró serio, aunque compasivo : "¡Si Vd . no está sano, no puede ser ordenado de sacerdote!" Estas palabras me helaron el corazón. ¡Tan cerca de la meta, tan ilusionadamente pre tendida, y ahora parecía esfumarse a ojos vista ! Luego, a esa misma hora, fui a arrodillarme delante de la venerable imagen de la Madre de Dios de la aureola, en nuestra iglesia del semina rio de "Sankt Jakob", en Ratisbona. "¡María-di je-, Madre celestial mía ! Tú lo puedes todo jun to a tu divino Hijo. Tú eres la omnipotencia su plicante; la Madre de todos los sacerdotes; si he de ser sacerdote de tu divino Hijo, lo seré única mente merced a tu ayuda maternal " . Esta fue mi oración, no sólo en aquella hora, sino día a díJ. y semana a semana. Y la Madre me ayudó : pude ter minar mis estudios; se me permitió alcanzar la ele vada meta . Hoy ( después de más de 40 años) le agradezco siempre a la Madre de todo corazón aquella gracia . Por eso que este librito ha de ser un libro de agradecimiento . Después de 6 años de activa labor en Marktredwitz, ciudad en la diáspora, de 28
pronto perdí completamente mi voz, ocurriendo este hecho singular en la iglesia parroquial de la ciudad y con ocasión del sermón final del mes de mayo. Recuerdo bien cómo por la noche subí al púlpito y desde el primer momento ya no pude pronunciar ni una sola palabra audible, s ino que sólo conseguía modular algo a manera de susu rro. E incluso esto lo hacía dificultosamente. Los oyentes miraban estremecidos; con las manos en las orejas intentaban cazar al vuelo los pocos so nidos que les llegaban. Todo allí eran ojos y oídos, pero tanto para ellos como para mí, todo aquello era un tormento. Sólo fui capaz de expresar en un esfuerzo sobrehumano el "amén", después de haber susurrado a lo largo de todo el sermón. El diagnóstico médico al día siguiente fue: "inflamación de las cuerdas vocales y agotamiento total". "Peligro de afonía continua en el futuro. Inmediata interrupción de cu alqui er tarea que i m plicase hablar, al menos a lo largo de algunas se manas. Ni sermones, ni clases d e religión, ni !:ra bajo en los círculos". Como consecuencia, hube de tomarme un descanso. Pero la mejoría fue escasa. A causa del duro clima del "Fichtelgebirge" fui trasladado aún en agosto de 19 33 hacia el sur más cálido. El señor obispo Buchberger me pidió que to mase sobre mí las tareas de un presidente dioce sano para la juventud masculina en nuestra dió cesis de Ratisbona. Mi residencia había de ser, al principio, un puesto de coadjutor en las cercanías de Ratisbona, y, luego, el hogar juvenil de recreo "Werdenfels ". " Madre María -le recé entonces también-, con tu ayuda he llegado a ser sacerdote, con tu
29
bendición cumpliré también estas obligacione s " . Pero entonces, por los años 3 0, eran estas obliga ciones bien difíciles . Hitler estaba en el poder. La j uventud hitleriana era la única juventud recono cida en el Estado. " Las Ligas de la juve ntud ca tólica son un veneno para la j uv entu d alemana" -se gritaba desde carteles de prop aganda en nues tra ciudad episcopal . Prensa y radio atizaban con tra nosotros . Todo nuestro trabajo con la juv entud se fue haciendo cada vez más limitado, obstacu lizado y , a la postre, prohibido. Nuestra labor hubo de limitarse única y exclusivamente al te rreno religioso . Pero esto resultó mucho más fruc tuoso . Ya en los primeros meses del año 1934, ma duró a impuls os de la gracia el pla n de re conver tir la casa Werdenfels, esto es: la casa de la ju ventud en Waldesrand, en una casa de ejercicio s de la diócesis . " Es una locura -decí an alguno s---- , pues los nazis os confisca rán en seguida la casa" . " Es una presunción -decían los de más allá-, pues no serán muchos los que se atrevan ahora a hacer ejercicios, dado el creciente terror i mperan te". Hubo que vencer muchas oposiciones . Pero la Madre de Dios estuvo siempre presente . Noso tros fuimo s testigos de las bendiciones de la Ma dre . Unicamente teníamos un se ncillo cuarto habi litado como capi lla, y allí cel ebramo s los primeros y humildes ejercicios juveniles . En la mit ad del año 19 34, ya ampliamos la casa y construimos la capilla de Cristo Rey ( en el actual edificio viejo). En 19 3 5 dimos cuerpo a la capill a mariana en Waldrand, con la célebre madonna de Werdenfels ( obra del maestro Bornschlegl). En 19 37-38 nos atrevimos incluso con una obra de mayor enver30
gadura: San Miguel . Y todo esto en un tiempo en que los nazis tenían bien agarrada la sartén por el mango. Desde 1934, celebramos sin cesar cur sos de ejercicios y días de recogimiento. Apenas si podíamos dar abasto para albergar a los intere sados en estas prácticas. En siete años bien llenos, hasta septiembre de 1940, tuvimos cada año entre 6 .000 y 7 .000 participantes . El mayor número co rrespondía a participantes en los ej ercici os y a cur sos de adoctrinamiento . Eran, sobre todo, jóvenes que paseaban por allí antes del servicio de traba jo ( masculino y femenino ) y antes de cumpli r su servicio militar. No hace mucho me dijo una de las participan tes en los cursos de adoctrinamiento de entonces que una vez le había pedido una de las hermanas que atendían la casa : " Por favor, ayúdeno s en seguida a cambiar las sábanas de las camas: ya están ahí los nuevos participantes del curso ". Y una vez, la Superiora General de una gran orden de religiosas me dijo a mí: " No dejáis ni siquiera que se enfríen las camas . . . ". Y, en verdad, así era. Por la mañana se despedía un curso, y ya por la noche daba comienzo el nuevo . Y así días y días, incansablemente, laborables y festivos . Siempre. Pues éramos conscientes de que había que utilizar la gracia, ya que no sabíamos en nin gún momento si mañana tal vez la casa ya estaría confiscada para otros cualesquiera menesteres . Además , todo el mundo participaba de la idea de que la guerra era cuestión de tiempo , y que esta llaría en cualquier momento. ¡Cómo nos ha pro tegido la amorosa Madre de Dios en todos estos años, pese a estar continuamente espiados y con trolados ! Los de Werdenfels estábamos siempre 31
con un pie dentro del campo de concentración . Pero María, la Madre de nuestra Casa , extendió su manto protector sobre el santuario de su Hijo y de nuestros ejercicios . Cuando, después de la campaña d e Polonia, en septiembre de 1940, fue confiscada la casa de ejercicios por las SS, sirvió primeramente para ale manes de la Besarabia (Rusia) como estación de paso (pues luego éstos habían de ser devueltos y asentados en alguna otra parte). Luego se utilizó para colonos alemanes enfermos del este, y, por último, como hospital infantil de la ciudad de Ra tisbona. Este fue evacuado hacia aquí en los úl timos años de la guerra. Al final de ella, particu larmente, sentimos nosotros la mano protectora de María sobre esta nuestra casa. Bien que apenas unos 1 00 metros de distancia más allá había amon tonado un monte de munición artillera por parte alemana (a pesar de la Cruz Roja sobre nuestro tejado) , y, aunque las baterías americanas , 400 me tros más allá, habían tomado posición y barrían la ciudad de Ratisbona, ni un solo ladrillo, sin embargo, cayó de nuestro edificio, ni se rompió un solo cristal. A la entrada de los americanos, nuestras dos casas albergaban no menos de 450 personas : nuestros 120 lactantes con el personal a su cuidado, los niños huérfanos de la Institución Leonhardi, de Ratisbona, y muchas otras gentes de los alrededores, que aquí buscaron su refugio . Todos ellos encontraron aquí su asilo, todos tu vieron algo que comer. La Madre de Gracia de Werdenfels se preocupó verdaderamente de todos nosotros en aquellos días ,áciagos . Y una vez inás le rindo yo aquí las más . .cordiales gracias por ello. .. A. M. WEIGL 32
Dice el profesor Dr. F. Gypkens : " No ocurre como si primeramente hubiese que invocar a Ma ría para que se acordase de nosotros, y como si antes de eso no lo estuviese haciendo ya, María está siempre inclinada a acorrer a este mundo redimido por su Hijo. María está siempre supli cando por este mundo. Por medio de nuestra ora ción, más bien, lo que ocurre es que algo cambia dentro de nosotros . Es como abrir una puerta para que pueda entrar la gracia . Es como si instaláse mos u na antena para recibir, para que sean co nectadas las fuerzas y poderes del cielo " . 40 años sujeta a una cama
(María, la gran consoladora)
Teresa Mauser, de Nittenau ( diócesis de Ra tisbona), enfermó, con 46 años, de columna ver tebral y tuvo que aguantar este anónimo sufri miento a lo largo de 40 años bien cumplidos . In cesantemente suplicó ella a nuestro salvador, por intermedio de la Santísima Virgen María, que le diese fuerzas para soportar valerosamente la prue ba . Llena de una profunda fe, escribe: " ¡ Allí don de está María, ahí está Jesús ! " ( 17.8.1 9 15). Es una prueba de que ha entendido a maravilla el núcleo de la veneración mariana : María y Cristo están siempre juntos . El amor y la confianza res pecto a María llevan siempre a . su divino Hijo. El verdadero amor mariano es siempre auténtico amor a Jesús. Desde este y con este amor quería la enferma pronunciar el " fíat " , así como aprender a realizarlo en su propia vida . Y, sencillamente,
lo ha cumplido . Su historia dolorosa Misterio de un amor es la conmovedora confirmación de lo que decimos . " ¡ Oh, qué alivio supone el pronunciar : 'Ma ría Inmaculada, protege a tu hija'. Bajo su am paro y protección caminamos seguros a Jesús ! " ( 2 0-6- 1 9 0 6 ) .
En el artículo 6 7 de la Constitución sobre la Iglesia exhorta el concilio " que fomenten con ge nerosidad el culto a la Santísima Virgen, particu larmente el litúrgico, que estimen en mucho la práctica y los ejercicios de piedad hacia ella re comendados por el Magisterio en el curso de los siglos, y que observen escrupulosamente cuanto en los tiempos pasados fue decretado acerca del culto a las imágenes de Cristo, de la Santísima Virgen y de los santos " . Teresa tenía un amor particularísimo a todas las imágenes de María . Sobre su cama pendía un gran cuadro de la Madre Dolorosa, y en su mano mantenía gustosamente una imagen de la Madre de los dolores , pegada a un pequeño espejo me tálico de señoras . Era una grabación en cobre . En el reverso había una imagen del Ecce-homo. A menudo su mirada quedaba prendida de esta imagen . Teresa Mauser se sabía delicadamente oculta con todos sus dolores en la mano maternal de María. Con cuánto agradecimiento escribió ella en octubre de 1 9 1 4 : " María, Madre, cuando pienso en ti, la alegría inunda suavemente mi alma. Virgen celestial, ¡ có mo será al fin, cuando mis ojos te contemplen de sde la felicidad ! " - " ¡ María, Madre de nuestra 34
vida ! ¡ Quien confía en ti no edifica su casa en vano ! " " La mejor de las madres nos da a quello que nec e s itamos " ( 6-9- 1 9 06 ) . Y la siguiente confesión procede de una con v er s ación con ella : " La Madre de gracia está siem pre dispuesta a socorrernos . Por eso rezamos siem p re nosotros : ¡ Socórrenos , Virgen María, socórre nos ! Somos pobres de solemnidad y a menu do ¡ somos tan pusilánimes ! ¡ Concéd e nos tu amor, Se ñora ! ¡ Oh, Madre ! ¡ Haz que suframos gustosa mente todo aquello que el divino salv ador hay a dispuesto en bien de nuestra salud ! " Verdaderamente, es una idea plenamente con ciliar la que exp resa, cuando dice : " Por la interce sión de María creceremos diariamente en el bie n y p roduci remos los frutos más óptimos " . Todos los visitantes de s u pequeña habitación de enferma pu dieron ver siempre el rosario enro llado en la mano de Teresa . Siempre lo tenía ella consigo, rezándolo gustosamente . Frecuentemente animaba Teresa a sus visitantes, incluso a los ni ños , al rezo del santo rosario . ¡ Cómo podía ser de otra manera ! Nada supo aún del mensaje de Fá tima , ya que murió el 7 de junio de 1917, en el verano de aquel año de las memorable s aparicio nes de la Ma d re de Dios; pese a ello, adivinó ella el c au dal de bendiciones provenientes de la de vota oración del santo rosario . (Del Geheimnis einer Liebe, de A . WEIGL) San Luis María Grignion escribe : " Los sier vos más fieles de María reciben de ella, cual hijos predilectos, los supremos testimonios del favor del cielo, es decir, las cruces " .
María, el instrumento más humilde en las manos de Dios
Nunca se pronunció en el universo mundo un " sí " más sumiso que el pronunciado por boca de la Purísima. Y nunca tampoco hubo un " sí " más preñado de consecuencias que el " sí " modulado en el " fíat " de la Madre de Dios . Y es que este su miso y obediente " sí " operaría la redención gra ciosa de los humanos de la esclavitud de Satanás y de la culpa del pecado . Este inestimable " sí " de María hubo de significar la donación total a Dios, la entera renuncia a la propia voluntad. Al mani festar el Señor su voluntad, María la acepta y asume en plenitud . Cuando el Señor pone sobre ella cruces y más cruces, no por eso dejará de seguir siendo ella un humilde instrumento en sus manos . Las oscuras y enmarañadas sendas, los tor tuosos caminos por los que el Señor tuvo a bien conducirla a lo largo de su vida terrenal fueron para la Santísima Virgen un misterio inescrutable de la divina sabiduría. El anciano Simeón le había predicho que su tierno corazón de madre " sería traspasado por una espada de dolor " . Otros cora zones hubiesen gemido profundamente al oír una predicción tan triste . Sin embargo, el corazón de madre de María permaneció en silencio y sumiso. La voluntad de Dios era para ella algo sagrado e intocable ; frente a ella, su propia voluntad no contaba en absoluto . Está escrito : " Su Madre con servaba todas estas cosas en su corazón " . Fue una prueba durísima la que hubo de aguantar su sumisión a Dios, cuando en la sagra da pasión, en medio de la turba mirona y desa morada, vio cómo su amado Jesús era insultado .36
y befado cual si de un facineroso se tratase, t am· b aleándose bajo · el pesado madero de la cruz . Pero incluso en aquella hora aciaga su mater· oró también : " ¡ Hágase, Señor, tu vo· corazón no !untad ! " Madre , te damos gracias por tu disponibilidad para el s acrificio , por tu fortaleza de ánimo, por tu entrega . Oh Madre , haz que tambi én se nos conceda la gracia de la santa disponibilid ad para el sacrificio y la sumisión frente al dolor, ya que el mu ndo sólo será salvo por el amor y por el dolor . Amén . A. M . W.
La confesión de un médico
(La conmovedora historia de una familia)
En casa de unos buenos amigos conocí una vez a un m édico . Hemos conversado frecuente· mente luego de unas y o tras cosas, y muy pronto sentí una cierta estim a y simpa tía por él . Era un hombre que no había estudiado sólo sus libros. Era , también , un es p ecialista en el gran libro de la vida. Un auténtico y verdadero filántropo . Ha bl aba con tal claridad y tanto amor sobre t e m a s sociales , económicos y morales , que no sabí a ne garle mi admiración y así se lo expresé con toda franqu eza . Una vez, recuerdo que hablábamos so· bre temas de l matrim on io y sobr e la problemáti" ca del hijo único o de la pareja. Esta conversa· ción con él me ha result ado inolvidable . " No se extrañe Vd . -decía el médico- de que yo como médico piense de una manera tan 37
católica sobre todas estas cosas . Le debo una acla
ración . Soy católico y procedo de una familia de 1 0 hij os . Desde esta perspectiva, comp ren derá us ted que yo he de pensar de manera distinta res
pecto a la problemática del hijo único, o de la pareja, a como hoy se acostumbra alegremente
hacer " .
Ante semej antes palabras , sentí una viva emo- . ción y mi asombro se hizo aún mayor . " Mire Vd . -p ros igui ó el médico-, hoy el m atri m on i o cató l ico procede, más de lo que cabría pensar , según la moda al uso . Es un rasgo típico de nuestra ép oca : gozar, disfrutar de la vida. ¡ Pero en ab soluto cumplir con las obligaciones impuestas por Dios y por la misma n atu ra leza ! Y de ahí la des t rucc i ó n a la que se encamina la m oderna huma nidad " . La conversación se iba haciendo cada vez m ás cálida, y el médico s e e xpresaba sobre esta cuestión de una manera cada vez más abierta y de spreocup ada ; y, al fin, s e puso a hablar de sus padres . ¡ Con qué s ag rado respeto ! Yo me sentía interiormente conmovido . El, por su parte , pare cía como si ignorase mi presencia allí . Lo que dij o fue como un cántico de alabanza a las oblig aci o nes paternas fielmente cu mplid a s , así como expre
sión agradecida del amor de hijo . " Yo procedo de su terruño . De un a ald e a . Mis padres eran pequeño s ag ri cul t ores . Nada ricos en b ie ne s terrenos , pero desde el punto de vista de los bien e s del espíritu , mucho más ricos que la mayoría de los hombres . El Señor les había conce dido en alta medida la gracia de conocer bien sus deberes y obligaciones de esposos y padres . Y po seían ellos la fuerza santa para cumpli r en pleni tud con estas obligaci on e s . Soy el cuarto de los 38
herm anos . He sido testigo de cómo mi p ad re tra bajaba día a día, año a año . Cuando todos dormían aún en el p u eblo , mi p a dre ya se marchaba al tra bajo . Y cuando las demás gentes se maravillaban de su pa s ió n gozosa por el trabajo, solía decir sen cillamen te : tengo que afanarme más . Tengo má s hijos que vosotros . Yo er a u n niñ o delicado y nervioso , de modo que gen eralmente t a rd aba en dormirme por las n oche s . Así fui testigo de algu n as cosas que mis otros hermanos no presenciaron nunca . Mi madre era la última que se iba a dormir . Y s i e n do yo jovenzuelo , me admiraba siempre de que se pasa se tanto tiempo arrodillada, rez an d o junto a nu e s tras camas de niños . Una vez que le pregunté : " Ma dre, ¿ por qué re za s tanto tiempo ahí arro dillada? " , me con t e s tó sonriendo : " Hijo mío , ten go qu e rezar mucho . Vosotros habéis de ser un d ía buenas personas . Y yo tengo que su pli c árselo al Señor " . Gu sto s am en te t a mbié n se dirigía mi m adr e a la Virgen María, Madre de toda bendi ción . De su intercesión e spe raba ella mucho . Mi madre amaba a María. No pu edo recordarme de un solo día en el que nosotros no rezásemos todos juntos con mi m a d re la oración d e mañana, y, por la no ch e , la oración de n oche conjuntamente con mi padre y mi ma dre . Y an t es de irnos a acostar, nos arrodillábamos ante nues t ros padres y recibíam o s su bendición . ¡ Qué bu en o s padres ! Eran , sí, una gente sencilla, sin formación . Pero por lo que respecta a la for m ación de sus afectos y a la bondad de su corazón, bien podrían dar lecciones a muchas ge nte s de hoy en día . . . Nosotros éramos unos chicos bien dotados . Y 39
el maestro no hacía otra cosa más que alabar nues tras aptitudes y nuestra capacidad. Un día estaba yo de nuevo intentando dormirme , privado del sueño . Y despierto como estaba, oí a mi padre en la habitación de al lado, que decía : " Los chicos van bien en la escuela . Los dos mayores hará ya pronto tres años que van al Instituto. El párroco y el maestro insisten : tenemos que enviar también al Instituto a Andrés " ( era el tercero de nosotros ) . Mi madre suspiró. " No te preocupes , madre -de cía mi padre-, el Señor nos ha ayudado siempre hasta ahora . Y hasta ahora tampoco hemos pa sado hambre. Todo se andará, ya verás . Y hasta es posible que mejor de lo que nosotros somos capaces de imaginárnoslo con nuestro poco en tendimiento. Mira, esta vez también voy a hacer yo un pequeño sacrificio : mañana encierro mi pipa en el armario, voy a acostumbrarme de una vez por todas " . Y lo que mi padre decía una vez, eso estaba hecho. Ya entonces, con 1 0 años , lo sabía yo muy bien . Oí cómo mi madre sollozaba. Hoy mismo no sé cómo sucedió, pero sí sé que salí corriendo hacia mi padre, me abracé a él, apre tando sus manos callosas , y balbucí : " ¡ Padre, que rido padre ! " . Mi madre, luego, me devolvió a mi cama temblando como estaba, y se quedó conmigo hasta que me dormí. Muchos años después , comprendí los suspiros de mi madre . Mi padre, un hombre amante de su trabajo y siempre de buen humor, nunca jamás se paró a ver los obstáculos que podían presentarse, y pasaba sobre las preocupaciones y sobresaltos con un optimismo a toda prueba . Nuestra madre se preocupaba mucho más , llevando sobre sí el peso principal de la familia . Ella administraba la 40
casa . Así lo había querido nuestro padre . Qué extraño, pues, que ella, la pequeña y fina mujer, mirase a veces con un cierto desaliento y pusila nimidad el futuro . ¡ Qué hubiese sido, si ella no hubiese poseído una confianza ilimitada en Dios y un gran amor a la Madre de las madres ! Siem pre miraba mi madre a esa bendita Madre, supli cándole su ayuda maternal . Y María la socorrió . Desde esa noche, ayudaba yo a mi padre cuan do me era posible, no apartándome de su lado . También los otros hermanos colaboraban en lo que podían . De ese modo, hacían las veces de una criada para nuestra madre y de un jornalero para nuestro padre. ¡ Pero qué significaba nuestra ayuda comparada con la pesada carga que nuestros pa dres habían de llevar ! Nunca he acabado de en tender que nuestros padres, unos sencillos cam pesinos, se las arreglasen para que todos nosotros estudiásemos . Ciertamente, no hubiera sido posi ble sin la ayuda del cielo . En el pueblo, nuestros padres eran tenidos por unos santos . Todo el mundo los miraba con sumo respeto . Eran como los consejeros de todo el pue blo . Lo que mi padre decía, era ley en la comu nidad campesina . Mis tres hermanos mayores se hicieron religiosos . El mayor murió hace cuatro años como obispo en China. Los otros tres varo nes , entre los que me encuentro, llegaron a ser médicos . Las tres hermanas también se hicieron religiosas , mientras que el benjamín de la familia se hizo organista. ¿ No era todo esto , en verdad, un regalo del cielo para nuestros padres ? Y un hermoso regalo del cielo fue también para mis padres su avanzada edad , su salud y frescor, y la felicidad de todos sus hijos. . . .
41
Y al final de sus vidas v1v1eron aún una ale gría tan grande y maravillosa, que me faltan las p alabras para darle una expresión adecuada . . . Fue hace seis años, un día de primavera en que cele braron ellos sus bodas de oro matrimoniales . En tal ocasión, todos los hermanos nos congregamos en torno a nuestros padres : el obispo franciscano vino de China, los dos j esuitas y una hermana su periora, de Norteamérica, las o tras dos hermanas religiosas , los tres médicos y el organista . . . ¡ Qué encuentro ! ¡ Qué alegría ! Pero ¡ para qué mal g a s t a r mis palabras ! Y es que con palabras no cabe des cribir este encuentro . . . Todo el pueblo participó con nosotros en la celebración . Cuando nuestros ancianos padres caminaron entre sus hi j o s y nie tos a la viej a iglesia del pueblo en el día j ubilar, allí estaba todo el pueblo con las calles adornadas y en vestidos de fiesta ¡ todo el pueblo ! - . Has ta el cielo parecía participar en nuestra alegría . El sol brillaba esplendente, en un cielo suavemen te azulado . . . Un viento suave esparcía la blanca nieve de los pétalos de las flores de los frutales por las ca lles del pueblo, convirtiéndolas en una alfombra de flores . Ruido de cohetería , campanas jubilosas en las alturas . Rendían pleitesía todos ellos al deber fielmente cumplido de los dos jubilares . . . a la obra de sus vidas realizada en la gracia de Dios . Em bargados por tanta f el i ci d a d y tanta dicha, mis padres llegaron juntamente con nosotros a la -
iglesia .
Nuestro hermano mayor celebró la santa misa, asis tido por los otros dos sacerdotes de la fami lia, que le servían de ministrantes . El hermano músico , un artista agraciado por el cielo con este
42
don, tocaba el órgano sabiamente, y en medio de todos nosotros, sus hijos e hijas, caminaban nues·· tros padres hacia el altar del Señor, encorvados por los años, enjutos ya, pero nobles, venerables figuras ennoblecidas por el trabajo y las preocupa ciones . Todo el mundo lloraba en la casa del Señor . L a comunidad parroquial estaba profundamente conmovida . Cuando , después, estuvimos en casa sentados con nuestros padres, exactamen te en los mismos lugares en los que teníamos en la infancia, nuestra madre, secándose las lágrimas de aquel rostro arru gado , dijo amorosa y sencillamente : " ¡ Oh Señor; es demasiada felicidad, es demasiada felicidad , y no nos la merecemos ! " " ¡ Deja -replicó mi pa· dre-, el Señor se ha portado siempre bien con nosotros . Ahora hemos cumplido nuestra tarea en esta vida ! " " Aún no -exclamó nuestro hermano mayor-. Primeramente, bendecidnos una vez más , tal como antaño lo hacíais en nuestra infancia " . Y lo que entonces sucedi6 fue tan impresionante, que todos nosotros sollozábamos emocionados , co·· mo si fuésemos niños pequeños . Nuestro anciano padre se puso en pie, el sacerdote de la familia , brillándole los ojos, dirigidos a lo alto . Y tam·· bién se puso en pie nuestra buena madre , la pa ciente. Ambos levantaron sus temblorosas manos para bendecirnos : " Dios os bendiga, hijos . Amén " . Y nosotros estuvimos arrodillados, recibiendo su última y paterna bendición . Un año después, dimos sepultura a sus cuerpo s , también en una primavera riente " . El médico dejó de hablar. Perdido en sus re cuerdos. En esta familia soplaba algo del espíri tu de la sagrada familia de Nazaret . JO H ANNES Lo H MÜL LER 43
Encontrado en el templo
En esta época nuestra, tan poco amiga en cier to modo de la fe en los milagros , tal vez resulte difícil hallar una adecuada comprensión para el siguiente hecho realmente sucedido . Y, sin embar go, es un hecho verdadero . Fue en la festividad del rosario de 1 945 , es decir, hace algo más de 20 años . En la pequeña iglesia de Husum, fui yo mis mo testigo de un conmovedor encuentro entre un soldado que volvía y sus padres . Al día siguien te, conocía mejor a la familia en cuestión, contán dome el padre -aún bajo la fuerte impresión del extraordinario destino-- la prehistoria del en cuentro : Klaus , nuestro hijo mayor, llamado a filas po co antes de terminar la guerra, entró en acción en el frente del este, siendo gravemente herido . Des pués de muchas idas y venidas en orden a su in ternamiento en un centro sanitario, fue ingresado en Greiz, en Turinga, en un hospital de campaña . Tuvimos noticia de ello sólo después de que Greiz fuese tomado por los americanos y luego , a su vez, por los rusos , y cuando toda conexión era ya imposible. Nosotros mismos participamos en la gran caravana de fugitivos que, pasando por Meck lenburg, fuimos a parar a Schleswig-Holstein , en contrando un refugio aquí , en Husum . Nuestro hijo, empero, quedó en lugar desconocido . ¿ Es taría ya sano entre tanto ? ¿ Tal vez habría sido llevado a Rusía ? Nos dirigimos a la Cruz Roja, remitimos la cartilla roja de búsqueda, pero todo en vano . Así pasó el verano, en temerosa preocu pación . Nos refugiamos en la oración . Mi mujer pedía sobre todo al Espíritu Santo que guiase los 44
pasos de nuestro hijo ; por mi parte, rezaba dia riamente por las noches mientras volvía a casa de mi trabajo diez avemarías, meditando el misterio : " El niño perdido y hallado en el templo " . T am bién ofrecíamos regularmente por esta intención la misa dominical . Estaba yo ayer arrodillado , par ticipando en la eucaristía, cuando me llamó la aten ción un soldado que se acercó a comulgar, trayén dome el recuerdo de nuestro chico. Cuando se dio la vuelta, me di cuenta de que era él realmente. Di un salto, y llevé a Klaus a su madre, que esta ba en el lugar que solemos ocupar en la iglesia . Y he de reconocer que no me avergoncé de llorar en tal ocasión . . . Luego, Klaus nos lo ha contado todo . Había sido dado de alta del hospital, pero no sabía adónde dirigirse para informarse del paradero de sus fugitivos padres . Todos sus . esfuerzos fueron vanos, hasta que en el cumpleaños de su madre, es tando delante de una imagen de María en una iglesia, le vino de repente el pensamiento de es cribir a una familia con la que hacía tiempo no teníamos contacto muy íntimo . Esta familia, por casualidad, había sabido de nuestra estancia en Husum. Cuando ese sábado Klaus llamó a la casa parroquial de Husum después de un fatigoso via je, para preguntar allí por la casa de sus padres, supo que justamente en ese momento estábamos en la iglesia. Nuestra oración, pues, ha sido es cuchada y de una manera maravillosa. Hemos en contrado a nuestro hijo, literalmente, " en el tem plo " , y precisamente la víspera de la festividad del rosario , durante la misa que tan frecuente mente habíamos ofrecido por él. DR. HANS RASSMANN
45
Devuelto por l a Madre de la m i sericordia
Frecuentemente, los c amino s de la misericor dia de Dios s on también los caminos de la " Madre de la misericordia " . La siguiente historia de con versión lo confirma : El hombre protagonista de esta historia es una persona que en modo alguno ha quedado en el anonimato . En Indiana, estado norteamericano con una fuerte impregnación co munista, tuvo su cuna. Y si bien fue educado en un ambiente católico -su madre era una piadosa irlandesa-, el ambiente " rojo " en que se movía lo llevó pronto a convertirse en un agitador social de esos círculos . Al abandonar la casa paterna , abandonó el muchacho de doce años los úl timo s restos de su fe infantil. Quería vivir su propia vida, una vida en libertad y libre de ataduras . Se lanzó apasionadamente a la lucha por la solu ción de la cuestión social, pues aquí se ofrecía el más sugestivo campo de actividad a su espíritu ilusionado . Pronto llegó a ser portavoz de los des contentos con el orden establecido e instigador de huelgas laborales . En el transcurso de estas luchas , fue apresado y condenado a prisión al menos unas veinte veces . Pero esto fue precisamente lo que lo convirtió en " mártir " de la cuestión social . A lo largo de un decenio ( 1 935- 1 94 5 ) fue el abanderado de los pro letarios . Además , como editor responsable de un importante periódico rojo y como miembro del comité nacional del partido comunista, su nombre se hizo famoso mucho más allá de las fronteras del estado . Pese a todo , en lo más íntimo del corazón de este " hijo perdido " seguía latiendo la añoranza 46
por la fe de su primera infancia. ¿Acaso no cabe pensar que fue esto precisamente lo que le llevó a intentar una y otra vez la reconciliación y la unión entre el comunismo y la iglesica católica, en cuanto ésta se preocupaba particularmente de la clase trabajadora, y d ispon ía de una dirección irreprochable y una doctrina segura ? ¿Y no ha brá que ver también aquí -en la explicación de esta mezcolanza de ideas- la conducta reprobable de sus compañeros de trabajo y de partido, cuya vida no se ajustaba en absoluto a lo que predica ban y escribían, llegándose en definitiva a la con clusión de que no eran sino muñecos en las m ano s del Kremlin? ¿Y acaso la doctrina del materialis mo no parecía ser en tantos aspectos una pura contradicción en sí misma, y que, en consecuencia, abocaría pronto a su fin ? S u s ide as y sus planes le pu s i e re n pronto en agudo enfrentamiento con Monseñor Fulton Sheen, Leloso predicador desde las antenas de la radio y campeón contra el comunismo . Fue en 1 93 6 cuando tuvo lugar por primera vez un encuentro entre ambos, en Nueva York . Esta había de ser la hora decisiva para el aban derado del comunismo . " Nosotros, los comunistas, y Vds . , los católicos, hemos de col abor ar juntos para l ib e r a r al pueblo . Esta política de brazos abi er tos será la que nos traiga la salvación " . Así se expresaba este iluminado . El s ace rdo t e, por su p ar t e , intentó paciente mente evidenciarle con argumentos objetivos la im posibilidad de abocar a esta mezcolanza de ideas . De nada valió . Entonces , de manera imprevista, monseñor Sheen dij o : " Ahora , querido amigo, per mít a seno s hablar de la verdadera y última sal47
vación del mundo, del signo de salvación que Dios nos ha dado para nuestro tiempo " . Y durante una hora larga, el comunista estuvo oyendo muy aten tamente cómo el sacerdote se despachaba hablando de la Santísima Virgen . Fue éste el primer toque de atención, la primera llamada. Nueve años si guió él , sin embargo, trabajando como abande rado del comunismo y propugnador de sus erro res . Seguía esperando la realización del sociali smo a través de la marcha conjunta del comunismo y la iglesia . Pero la Madre de gracia y miser ico r d i a no abandonó ni un momento a este su hijo. La intercesión de la Madre posibilitó que diese de lado al matrimonio con una mujer divorciada y que, asimismo, volviese otra vez a rezar . Y así, mientras escribía sus artículos , a veces musitaba un avemaría . Las hermosas pal ab ras de monseñor Sheen sobre María habían tenido la virtud de des pertar en él un pasado que creía ya largamente muerto . Ante sus ojos resurgió luminosa la ima gen de su propia familia, congregada cada noche en torno a un cuadro del Ecce Horno, rezando el rosario. Y otra vez volvió a tomar en sus m anos el rosario y, como lo confesó más tarde, al rosario agradeció su conversión . El 1 0 de octubre de 1 94 5 llevó a la radio una noticia so rp rendente , escuchada por toda Amé rica : " Con alegría profu nda me es grato comuni carles a todos Vds . que yo, gracias a la divina gracia, he vuelto a encontrar total y absolutamente la fe de mis mayores, reintegrándome a la iglesia católica . El poder volver a recibir los santos sa cramentos es para mí la mayor alegría y el regalo más precioso del cielo . Y ahora que vue lvo a la verdadera casa paterna de Dios , he de decir con la . .
48
máxima franqueza que el comunismo y l a iglesia
católica son incompatibles " . Esta noticia extraor dinaria comunicada por la radio, y qu e luego se pudo leer en todos los p eriódicos , iba fi r m ada con e l nombre del an tiguo jefe comunista Louis Franz
Budenz.
En el libro que Louis Franz Budenz dio luego a la luz pública con el título Esta es mi vida, dio testimonio ante todo el mundo de que su hi s tori a no era otra que la historia de la ayuda de Ma ría e n su vida . De ahí que el libro v aya dedi cado " A la Inmaculada Concepción " . ( " La Revue du Rosaire " ) La confesión de un santo
" Ser tu devoto, oh María, es prenda de sal que el Señor concede a aquellos a quienes salvar " . " No creo que nadie pueda alca nz ar una íntima unión con Jesucristo y una plena fide li d ad al Espíritu Santo sin , al mismo tiempo, una muy profund a unión con María, sin una gran de pendencia de su auxilio " . " Quien encuentra a Ma ría, encuentra la vida, es decir, encuentra a Jesu cristo , que es el camino , la verd ad y la v i da " . vación quiere
( Lurs MARÍA GRIGNION) La noche más angustiosa de mi vida
Era en el mes de mayo de 1 94 6 . Cuzco, la cé lebre ci u dad del a ntigu o imperio inca , era el ob jetivo de mi viaje. En ella tienen los HH. de las Escuelas Cristianas una floreciente institución edu49
cativa, en la que se forman centenares de jóvenes en una vida auténticamente cristiana . Luego, el placer de caminar me llevó hasta Quillabamba, al borde ya casi de la selva virgen . Allí me encontré con varios misioneros encanecidos de la orden do minicana, quienes me informaron con santo entu siasmo de sus trab ajos apostólicos entre los indí genas habitantes de la selva virgen . ¡ Cómo me habría gustado hacer una visita a una de esas misiones ! Muy a menudo se me había dado el tí tulo de " El misionero " a causa de mi barba . . . Un viaj e de un día de duración, caminando a pie, ¡ un juego liviano ! Ahora bien , si lo intentaba, necesitaba age nc iarme un guía . Con seguridad -pensé- se me ofrecerá uno en la próxima al dea india . Y hasta aquí puedo viajar con un ca mión, pues hay una distancia de unos 1 0 0 kilóme tros . Pues bien, cuando los indios ven que no llevo ni mulo, ni escopeta, ni machete, ponen caras de no enten d er na d a . Se me presenta un " blanco " , que conoce a los HH . de las Escuelas Cristianas ,
que está dispuesto a mostrarme el camino como servicio amistoso. Pero, eso sí, sólo podrá acom pañarme u nas tres horas . " Sin embargo -dice-, hasta allí ya habremos recorrido lo más espantable del camino . Con ayuda de un sencillo boceto in cluso es probable que llegue hoy mismo a la granja de la misión, pernoctando allí, y mañana podrá llegarse a la vivienda de los misioneros con ayuda de un caballo y un guía " . A mí todo esto me suena de una manera tan convincente, que gustosamen te doy mi asentimien to . Pero la cosa no iba a re sultar tan sencilla . · Había caminado y a largas horas por entre sendas solitarias desde que me había despedido de 50
mi guía. La noche estaba ya a punto de caer; no podía , pues, estar ya lejos la granja de la misión. De repente , mi perplejidad fue grande : estaba an te un tripl e cruce de caminos . No había tiempo que perder . Como un perrillo que hubiese perdido las huellas de su amo, iba yo por uno u otro ca mino, sin saber qué hacer . La decisión a tomar era bien importante . Después de media hora , yo no supe dónde estaba, dando vueltas a ciegas por entre la espesura de la selva maléfica. Las enre daderas aprisionaban mis pies entre los matorra les, los espinos y los abrojos me hadan sangrar abu ndantemente . Un temor horrible paralizaba mis miembros . La certeza horrible : te has perdido, me emba rgaba . La idea de que la noche me sorpren dería en ese abandono total hada que cayesen sobre mi rostro frías gotas de sudor . Un a y otra vez intentaba volver a encontrar la senda perdi da ; sin embargo, la oscuridad, que rápidamente se
me vino encima, me ofreció la posibilidad de
un
alto muy necesario y urgente . ¿ Dónde estaba ? ¡ Había andado tambaleándo me justo al lado de en abismo ! Allá abajo se oía el agua correr ensordecida por la distancia . Detrás de mí quedaba una escarpada pen di e n t e , y apenas si tenía ya suelo suficiente para poder moverme y estar a salvo . Echando mano de mis últimas fuer zas , grité en medio de la silenciosa noche : ¡ Soco rro ! ¡ Socorro ! Ningún oído humano hubo de per cibir mi llam ada . Sólo el cielo podía salvarme . Me puse precavidamente junto a un árbol, me abracé a su tallo con una pierna a cada lado, ner viosamente. Luego, extendí sobre mi cabeza el manto de la orden y comencé a rezar . Mis súpli cas fueron ardientes . Tal como un hijo con su 51
madre, así hablaba yo desde mi profundo dolor con María, la consoladora de los atribulados . No pegué ojo durante toda la noche. Y a cada rui do sospechoso me sobresaltaba angustiosamente . " Ahora viene el puma, ahora me despedaza " , pen saba yo, presa de gran agitación. Los jaguares y los jabalíes, los osos y las serpientes venenosas acechaban entre la maleza a su víctima indefensa. Fue la noche más horrible de mi vida . Tres armas me mantenían aún animoso y sumiso a los desig nios inescrutables de Dios : mi cruz de profeso, el rosario y el nuevo testamento . Poco a poco, la calma fue volviendo a mi atribulado corazón. Ja culatorias al trono del altísimo, sagrados suspiros de amor plenos de arrepentimiento y dolor hicie ron que me dispusiese para esperar la muerte . Innumerables veces me encomendé a la protección de la Reina de mayo . Finalmente, prometí a mi dueña celeste algo que había de agradarle : " Si salvas mi vida y me devuelves al recto camino, lo daré a conocer en una revista para que sean mu chos lo que se enteren ; todos deben saber cómo tú me has liberado de una manera tan maravillosa del infierno de la selva virgen " . Al fin, s e fue pasando esa angustia terrible ; y saludé al nuevo día como uno que hubiese resu citado de entre los muertos . ¿ Qué iba a hacer aho ra ? La misión tenía que estar en un monte, y aquí estaba yo frente a una pendiente, por tanto, ade lante . Siguieron cinco horas de esfuerzos ingentes : Iba subiendo cada vez más alto por lugares escar pados, sin dirección segura alguna, cosido por los pinchazos de los espinos, por un paraje recubierto de lujuriante maleza: por ahí caminaba yo, gimien do de dolor, sudoroso, cubierto de sangre. Atar52
mentado por el hambre , agotado por la sed, debi litado por la pérdida de sangre, caí finalmente al suelo. No podía seguir más allá. ¿ Había de morir estando ya cerca de la meta? Una vez más renové mi promesa, confiando firmemente en ser atendida mi súplica. Lo que luego siguió, incluso hoy en día no dej a de estremecerme . Fue, en verdad, la respues ta del cielo, pero no a la manera como cabría es perarla . Comenzó un vertiginoso deslizamiento ha cia la hondonada. Y dado que mis manos y pies se negaban ya a prestarme su auxilio, hube de dejarme llevar pasivamente hacia el precipicio . Lo que me había costado horas enteras de fatigosa labor trepadora, quedaba destruido en unos pocos minutos . Resulta un gran misterio cómo no sufrí un mortal accidente en esa caída tan salvajl! . Lle gado al agua del arroyo de montaña, refresqué los miembros agotados . Me sentí rejuvenecer con este refresco. Tres horas aún duró la lucha con este mundo salvaje . Y luego, al fin, apareció el puente salvador. La alegría da alas a mis tambaleantes pasos y ¿veo yo bien? ¡ Sí, veo bien ! Me encuen tro en el mismo lugar en el que hace ahora 2 0 horas que estuve, cuando l o del cruce d e caminos . Un grito de júbilo salió de mi pecho : ¡ Salvado ! ¡ Gran Dios , te alabamos ! ¡ Mi alma exulta al Se ñor ! Apenas habían transcurrido cinco minutos cuando el Señor me envió la primera persona, un arriero que viene de la misión a la que quiero ir . Me señala el camnio hacia la granja misional ; jus tamente era el camino opuesto al que yo había emprendido la víspera. Cuando, finalmente, llegué a casa del padre Rodríguez, en Chirumbia, éste me gritó ya desde 53
lejos : ¡ Dios mío ! ¿ Pero es posible que venga Vd. sin c ab allo y ahora nos esté mirando como la muerte corporal ? ¿ Qué ha pasado ? ¡ Hable, por favor ! "
El relato duró bastante tiempo . Profundamen te conmovido, respondió el Padre : ¡ Es Vd. un mil agro viviente ! Allí don de ha pasado Vd . l a no che es justamente el escon drijo de l os t emi d os pumas . ¡ Es como un milagro que Vd . haya esca pado vivo de e stos animales ! La gran debilidad en que Vd . cayó fue la respuesta de la Madre de Di o s . Sólo así fue con teni d o V d . par a que no pe n etr a s e más profu nd am ent e en la selva, lo que le hubiese signific ado una muerte segura . La aparen te desgracia d e la caída fu e su salvación , ya que sólo así pu d o vol ver a enco n trar Vd . el buen ca
mino " .
Y l u ego, el pad re me fue relatando innumera bles historias ho rripi lantes sobre gentes de m al vivir, enemigos de la luz del día, que se oculta ban por ahí para cometer su s fechorías , y con las que constantemente había un o que en fr entars e . . . ¡ Para qué quería más ! Luego , allí mism o , se me ofrecieron todas las amabilid ades que cabía tener p ara con " el hijo perdido " . Se me proveyó de ropa l im pia , se me lavó la ropa sucia y me cosieron las pr endas rotas . Una buena alimentación, así como un sueño repar ador , me pusieron nuevamen te a punto. También pude cumpli r mi ín ti mo de seo de enseñar como " misionero " a lo s niños pa ganos . Les hablé del buen Dios, d e la Madre celes tial . . . También escucharon la historia de la salvación maravillosa . . . Ojalá todos aquellos que hayan oído estas cosas que a mí me ocurrieron 54
se entreguen con renovado entusiasmo a nuestra Madre celestial . HNo . JosEF EBERT ccSólo un l i món»
(era en Rusia, en 1 94 1 )
¿ Qué acontecimientos le quedan a uno en el recuerdo ? Sólo aquellos que a uno le han parecido importantes o aquellos que generan asombro o a dmi ración . Pues quiero contar aquí uno de estos últimos . Quien lea este relato puede luego decidir él mismo si esto que a mí me ocurrió no es su ficiente motivo para el asombro, y para mostrarse agradecido a la Madre de Dios . Era uno de los primeros días de julio de 1 94 1 , en Rusia. El día exacto ya no lo recuerdo. Las divisiones alemanas aún avanzaban con gran rapidez en estos momento s . Mi destino era el de simple cazador y enlace en la Plana Mayor del II Batallón del Regimiento 5 2 0 , de la 296 di visión de infantería . Por este tiempo, tenía yo poco más de 30 años . . . y, al igual que los restan tes m ilico s , maldecía de la guerra . El cit a do día de julio de 1 94 1 , el sargento mayor -abogado Schneider, cariñosamente apo dado por nosotros " Schneider Hannes "- me transmitió la orden de localizar a la 1 3 compañía de I G . Era aún muy pronto cuando recibí esa or den . Como meta de destino donde localizar a esta unidad, sólo percibí un movimiento indicativo ha cia atrás , señalador de unos cuantos kilómetros cuadrados , así como su lamento de que no supiese 55
describirme mejor el lugar en que podía encon trarse dicha compañía. Me dio, sí, un buen con sej o : " ¡ No se deje coger por los rusos ! " Con estas
palabras, que ciertamente no podían darme exce sivos ánimos, empecé a trotar en dirección oeste, inclinándome algo hacia el norte . Por qué elegí la dirección NW, nunca lo supe. Tal vez porque el sa rgento apuntó en primer lugar hacia esa direc ción . Por lo demás, tal vez cabría decir que en tales tiempos en que el peligro acecha por todas partes, se desarrolla en el hombre un como sexto sentido, que hace que obremos correctamente sin que tengamos motivaciones meditadas para obrar así. En la noche anterior había recibido yo el co rreo : un paquete de parte de mi mujer. Contenía dos panes dulces y, con gran asombro mío, también los limones . Para mí, lo más bonito eran los dos limones . Y si bien uno de ellos estaba ya casi completamente podrido, el otro, empero, tenía una soberbia impresión , color amarillo y de sp i diendo un aroma poderoso . De dónde había con seguido mi mujer estas preciosidades, lo ignora ba . Ni, a la verdad, tampoco me importaba gran cosa ; me alegraba, sí, enormemente el que los li mo nes estuviesen allí conmigo . Y esto tanto más cuanto que desde hacía algunos días notaba yo un cierto dolor en la garganta. Me estaba resultando difícil tragar los alimentos , y he aquí que los li mones se adecuaban precisamente para esto . No rm almente , las cosas que yo recibía de casa las solía compartir con algunos de los compañeros . Pero esta vez me prometí hacer una excepción bien señalada ; y es que yo mismo necesitaba ur gentemente los limones para mí mismo, a causa 56
precisamente del dolor de garganta. Volví, pues, a empaquetar los panecillos y los limones, tanto el sano como el otro, y los puse en mi mochila pen sando que en una pausa cualquiera daría buena cuenta de todo ello . Cuando, pues, recibí la orden de buscar a la 13 compañía --en la milicia todo ha de ir siem pre muy r ápido-- , me propuse hacer un alto en el camino y degustar tranquil amente tanto los pa necillos como los limones . Pero el hombre propone y Dios dispone Así suena el viejo refrán. Y así , cuando me propuse parar y come rme unos y otros, me sentí intimi dado por la infinita vastedad del campo que tenía ante mis oj os A mi izquierda quedaba un campo de cereal, cuyo confín no era posible contemplar A la dere cha de la carretera -a la que tranquilamente podría llamársele " camino vecinal "-, se exten día una pradera cuya hierba había sido pi soteada en su mayor parte por los vehículos de guerra de los alemanes y de los rusos . Lejos, allá a la derecha , aparecía el i nicio de un bos que En la guerra uno ha de tener muy en c uenta los bos ques, pues nunca se sabe, ciertamente, si detrás de las primeras líneas alemanas, acaso no se hallen ocultas algunas aguerridas unidades rusas, por ej emplo Y, en efecto, esto es lo que había ocu rrido en más de una ocasión durante el rápido avance alemán por el suelo ruso. También se ha bían dado casos de grupos de partisanos fuerte mente armados , que eran capaces de entablar com bate con pequeñas unidades alemanas, tales como patrullas o comandos de reconoci mien to Así, pues, yo me estuve asegurando detenidamente, mirando .
.
.
.
.
.
57
como un lobo hacia la derecha, hacia la izquier da , hacia at r ás y hacia adelante . Si el trigo del campo a mi izquierda se movía, me paraba esperando en tensión, pues no podía saber si se trataba del mo vimiento del trigo por el viento o bien si su origen eran, tal vez, enemigos allí escondidos . Lo qu e sí es claro es que ya no se me pasó ni por la i ma ginación mi antigua propuesta de manducarme re galadamente mis panecillos y el limón que se h¡¡bía conservado . Y aun en el supuesto de que lo hu biese pensado, a buen seguro que tampoco lo habría hecho, dado que la situación me parecía excesivamente insegura . El caso es que, poco a poco, me fui acercando al bosque. Andaba con todo cuidado, mirand o a todos los lados, acercándome siempre más al cam po de trigo . El bosque aún distaba unos 1 50 me tros de donde yo estaba . Venturosamente, la p11rte del bosque que yo debía de pasar no tenía una dimensión superior a los 1 00 metros . De repente, vi en el bosquecillo cómo se m o vía un arbusto en la linde del bosque . De un s91to me puse dentro del campo de trigo a mi izquier da, repté hacia la derecha y allí me estuve . . . , pero aun antes de que quitase el seguro a mi carabina , ya oí un disparo . . . Yo no me moví, y procuré, en cuanto ello era posible, asegurarme de qué es lo que pasaba dentro del bosque. Pero no veía nada . Eché a correr encorvado como unos cinco minu t os a través del trigal, intentando dejar tras mí el bos que. Corrí tan rápido como pude . Cuando ya l'rl'Ín que éste debía quedar a mi espalda, despacio m e fui arrimando hacia la derecha, junto a la catrl'l l' ra . Seguí corriendo al trote, intentando hallar 1 i n a 58
posibilidad de cruce lo más rápidamente posible, y que se realizase sin mayores peligros . Mientras tanto, tal vez había transcurrido ya más de una hora desde que me aparté, marcha atrás, de mi unidad. En este tiempo había reco rrido a buen seguro más de 7 kilómetros, pues la mayor parte de este tiempo había ido corriendo a un buen trote , sólo interrumpido para recobrar fuerzas durante un breve espacio . Al fin, el trigal llegaba a su fin y allí vi -a la distancia de medio kilómetro aproximadamente casas encaladas de blanco, así como una iglesia . Se me alegró el corazón y no pensé ni por un mo mento que el lugar estuviese aún ocupado por los rusos . Estaba interiormente convencido de que aquí habría de encontrar a una unidad alemana a la que podría preguntar por el objetivo de mi destino . Seguí corriendo rápidamente y pude ver delante del pueblo a un hombre uniformado , pa seando despreocupadamente . También el hombre uniformado me vio a mí ahora y me salió al encuentro, despacio . Percibí que era el uniforme de oficial aéreo . Y por la in signia de Esculapio cabía deducir que era médico . Cinco pasos antes de llegar donde él estaba, me paré, me puse en posición de firme -tal como se estila en la vida militar-, saludándole, e in formé : " ¡ El enlace Schütze Früh, de camino ! " Yo ya no me acuerdo si era un médico jefe o un cirujano . En todo caso, me preguntó qué hacía, dónde caminaba . Y porque me volví desconfiado, volví a tomar mi arma con la derecha ( que casual mente en ese momento la llevaba en la izquierda ), mientras reflexionaba sobre una respuesta adecua da. El oficial observó mi desconfianza con visible 59
regocijo. Por eso habló de otra cosa a la que yo pudiese responder sin desconfianza . Hablaba en dialecto franconio, como yo. De ahí que me salu dase como a un paisano . De resultas, el con tacto se estableció muy rápidamente. No era en conse cuencia un contacto rígidamente militar, sino , más bien, era un trato entre paisanos . Dado que el médico militar estaba usando conmigo unos mo dales " civiles " , también por mi parte aflojé mi rígido comportamiento, tal como es usual en el ejército entre un simple soldado y un oficial . Y en la conversación salió a relucir el tema de mi dolor de garganta . Observó él mi boca y dijo: ¡ He ahí, querido Fritz, unas hermosas anginas ! Mi nombre n o es és e, pero el médico militar lo utili zaba al modo como lo hadan los ingleses y fran ceses aplicándoselo a los infantes alemanes Y ahora, sí, ahora viene lo bueno : algo que jamás podré olvidar. El médico militar: " Por desgracia , no tengo aquí nada . Puedes venir al hospital de campaña para que se te trate ; de ese modo, la guerra se habrá terminado para ti durante un par de semanas . Eres adulto y esto ya no supone nin guna grave contrariedad para ti. Pero ahí atrás , en ese granero anguloso, ahí hay una mujer -la esposa de un profesor polaco que fue secuestra da por los rusos cuando la invasión- con una cria tura de cuatro años . Este niño , sí, tiene unas an ginas de extrema gravedad . Nada puedo hacer con tra ellas, y el niño morirá . Por eso he salido solo a pasear ; no puedo ya casi ni sufrir su presencia ¡ Si al menos tuviese un limón ! La madre v su · hermana llevan rezando a la Virgen desde hace días , suplicándole un limón , dado que me han oí do decir que con un limón podría arreglarme, y . . .
. . .
60
que el runo se salvaría. Y ahora están rezando como si aquí en este lugar de mala muerte fuese a crecer un limón . Tal vez la ora ción les sirva de consuelo. Me gustaría conocer a mí a la María que aquí pudiera echarnos una mano " . Cuando el médico dijo lo del limón, s e me pu so como un dolor en torno al corazón . ¡ Con qué gusto lo habría comido yo mismo ! Ya estaba de termin ado a entregar el limón, pero, sin embargo, tardé un poco. Estaba pensando justamente en mi niña de cinco años, en mi mujer y en cómo ésta, que también es católica, pediría asimismo a la Madre de Dios . Perdido en mis pensamientos, el médico me miraba . Me preguntó : " ¿ Qué , Fritz, ensimisma do ? " Por toda respuesta, le dije: " Yo tengo dos limones, uno ciertamente está podrido, pero el otro es " pico bello " . Si un soldado alemán de in fantería leyese esta expresión " pico bello " , enten derá lo que quiero decir. Y mientras le dije esto, saqué fuera de mi mochila los dos limones . El médico estaba sin habla. Una vez repues to , no hacía más que menear la cabeza. Y luego, al fin, rompió a hablar : " ¿Es verdad esto ? San to Dios, ¿ puedes perdonarme? " Y, dirigiéndose a mí: " ¿ quieres darme ese limón ? " Se lo di . Y fui con él a la casa donde con lá grimas en los ojos nos recibieron ambas mujeres . El médico mostró triunfante el limón y las muje res reían entre sus lágrimas . Pero no se mostra ban excesivamente sobresaltadas . Parecía como si esto fuese para ellas algo del todo natural, una vez que lo habían suplicado a la Madre de Dios . El médico habló con las mujeres . Las dos hrblasin parar,
61
ban perfectamente el alemán . Pidió para mí una cama. Incluso sabía dónde se podía localizar so bre poco más o menos a la 1 3 compañía. Me pro metió enviar de inm ed i a to un enlace p a r a llevar a la unidad allí donde yo la debería buscar . Después de haber descrito el camino que de bía hacer la 1 3 compa ñía, y de haber p re veni do del bosquecillo desde donde yo fui ametrallado, fui conducido por una mujer a una habitación donde había una cama. Estaba molido por el can sancio y la fiebre. No muy d ecidido , tomé el li món podrido, cerré los ojos y lo comí. Realmente no era un sabor agradable el que me producía . . . En seguida me adormecí. Cuando después de algun a s horas me desperté, me sentí como nuevo . Apenas me había levantado , vinieron las dos mu jeres, riendo felices y agradeciéndome lo del li m ó n con encendidas palabras . El médico estaba aún en la casa . Tambi én él reía feliz, y dijo : " ¡ Fritz, el niño sanará ! ¡ Y tú, a ver, déjame ver ! " Cuando le dije que yo me había comido el limón podrido , observó mi garganta . " Casi ha desapare cido del todo. Si yo no las hubiese visto , diría que tú nunca has tenido angina s " . Me comunicó tam bién que de su unidad había partido inmediata mente un enlace para llevar a cabo mi misión. Las mujeres me hicieron después la señal de la cruz y volví a mi unidad con las p al ab ra s de agra decimi ento del médico . Ni el médico ni yo nos preguntamos por el nombre de cada uno de noso tros . Tampoco e s to era u sual en t iem po s de guerra. Después de mi regreso a la unidad, di cuenta del caso a mi sargento, sin contarle el asun to del li m ón ; y es que esto no tenía relación con la mi sión encomendada . No dijo más que : " Está bien ; 62
¿ estás ya bien ? " Y me miraba directamente , como si supiese qué es lo que había pasado : yo había sanado con una rapidez asombrosa de unas inci pientes anginas . La Madre de Dios escuchó la ora ción de las dos mujeres . GoTTFRIED FRü H , en " Benediktus-Bote " " Incluso la más mínima oración a la Madre de sin respuesta. Los servicios más pequeños los revierte con las gracias más abun dantes " .
Dio s no queda
SAN ANDRÉS CORSINI
Encuentro milagroso . . .
Elisabeth von Sch. cuenta: En los primeros días de la guerra, cayó en Polonia mi p rometido . Su muerte inesperada y horrible me sacó comple tamente de mis c as ill as . Yo t enía entonces 19 años y como consecuencia del movimiento nacionalso cialista estaba bastante alejada del cristianismo . Aho ra , pues , me encontraba totalmente desasis tida. Gradualmente, me vi inmersa en una angus tia neur asténica frente al hecho de la eternidad, exteriorizándose en síntomas graves de enferme dad. A lo largo de todo un año, fui languidecien do tanto corpor al como anímicamente, hasta que el Señor en su infinita misericordia me salió al en
cuentro, extendiéndome sus bondadosos brazos de p ad re . Al leer algo sobre visitas a los enfer mos , de repente y sin yo pretenderlo positiva mente, me vi musitando una oración : " ¡ Oh Dios, si realmente existes , si te acuerdas del hombre, si 63
lo creaste para ti y si su corazón anda inquieto hasta que en ti descanse, hazme ver, te lo ruego, tu imagen en el rostro de un moribundo ! " Mi oración fue oída y de una manera maravillosa . En agosto de 1 94 1 , una compañera me pidió que, durante sus vacaciones , me preocupase de un a amiga suya enferma que, al parecer, estaba ya herida de muerte . Aunque yo no conocía a su amiga, acepté la invitación . Mi primera visita la realicé el domingo después de la asunción de Ma ría . Me conmovió de tal manera la mirada de esa joven de color ya macilento -sólo tenía 2 2 años que, pese a sus grandes dolores , me saludó con una sonrisa radiante, que nunca ya podría olvi darla . La enferma apenas si podía ya hablar, a no ser con grandes dificultades ; pues bien , ni antes ni después, nadie me ha mostrado un agradeci miento tan íntimo y feliz como el que entreví en el rostro de esta criatura por la nimiedad del ramo de rosas blancas que le llevé . Con oj os bien despiertos, me fue contando ella de su vida, de sus amigos y de sus dolores . Pero no se le escapó ni una queja, ni un lamento por su actual situa ción . Me habló de su profunda confianza en Dio s y, sobre todo, me habló de la Madre de Dios, la Santísima Virgen María , y del consuelo y la dicha que le producía siempre el venerar a esa Madre desde lo íntimo de su alma. En lo sucesivo, visité más a menudo a la joven enferma. Era para mí como un regalo del cielo . Pude también asistirla en sus momentos difíciles , cuando le venían las hemorragias o cuando se apoderaban de ella los momentos febriles . Apenas , sin embargo , el ata que había pasado, ya estaba ella con su mejor so nris a y sus bromas, como si nada hubiese suce64
elido. Llegamos
a ser buenas amigas, comulgando parecidos intereses espirituales , y ayudándome ella mucho ·a encontrar a Cristo . En la noche del 23 de agosto, después de la octava de la asun ción de María, murió . En su ataúd me di cuenta de que Dios se hace visible en el rostro de un moribundo . . M i amiga había muerto feliz como una santa. Como una santa había vivido ella con anteriori dad, sencilla empleada de banca como era . El viernes anterior a mi primera visita, le había di cho premonítoriamente a su madre: " Vendrá al guien para quien yo soy útil aquí " . Hoy estoy convencida de que debo mi vuelta a Dios a sus oraciones confiadas a María. Siguieron años plenos de dolorosos golpes del destino, de mu er te s dolorosas . Durante estos años, fue madurando el fruto de ese encuentro mila groso . Cuando siete años después mi querido padre mu r ió ya me habían atraído tanto hacia sí Jesús y María, mostrándome las magnificencias de la fe, que no pude andar de luto durante mucho tiempo . La muerte, ahora, se me había hecho inteligible, apareciéndome como un manto que envuelve el amor de Dios . Para mí, la muerte ya no tenía nada de espantable, sino que era tan sólo un paso hacia la eterna magnificencia donde ya no habrá ni llo ros ni lamentos . Para quien en filial confianza hacia la Madre de Dios reza : " Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte " , ¡ cómo no va a set la muerte un acontecimiento beatífico ! en
.
,
65
María en el alcázar
(la historia de una gran confianza)
En julio de 1 93 6 , después del alevoso asesi nato del líder nacional Calvo Sotelo, la guerra fue un hecho en España. Toda la península se sintió invadida por la furia guerrera . Grandes tro zos de España quedaron en manos de los rojos . Toledo, al sur de Madrid, también. Sólo su alcá zar se mantuvo . El alcázar era una academia mili tar, una escuela para oficiales . En esta pequeña fortificación se recogieron únicamente 7 5 falan gistas, en tanto que sus otros camaradas se halla ban de vacaciones . A éstos se unieron efectivos de la guardia civil hasta un número de 750 hombres con sus familias, de modo que la guarnición con taba con 1 . 1 0 0 hombres y 8 0 0 mujeres y niños . Sobre el alcázar ondeaba la enseña nacional . Sus defensores constituían una isla en medio del in menso océano rojo ; pero su situación era extre madamente crítica . Todas las mañanas, el coman dante de los rojos telefoneaba al coronel Moscar, 1 " . , era s u resdo : " ¿ o s vais a ren ¿·Ir ;:>. " ¡ J amas puesta . Seguros de su victoria, a finales de julio anun ció Radio Madrid : " 1 0 . 000 hombres avanzan pa ra tomar el alcázar " . Pero no se había calculado con una cosa : que los 1 . 1 00 soldados allí sitiados eran soldados de María . El coronel Moscardó y numerosos cadetes eran miembros de la Congre gación Mariana . Estos jóvenes , en edades com prendidas entre los 1 8 y los 2 0 años , pusieron al alcázar en situación de defensa . El obispo de Car tagena, monseñor Díaz, declaraba en Roma : " No me extraña que los cadetes de Toledo hayan dado .
,
66
"
tales pruebas de valor y heroísmo : eran caballeros de Nuestra Señora, vencedora de Satán . . . " Visto desde una p erspe ctiva puramente humana, la guar nición del alcázar parecía estar li quida d a . Pero sus defensores pusieron su confianza en la Virgen celestial. En la enfermería se encontró una vieja estatua de María . Con gran solemnidad se cele bró su entronización. D esde este momento , fue María la gran " capitana " en cuyas manos estaba la defensa del alcázar. Un capitán de aviación or g a nizó ante la estatua el rosario perpetuo. Cada cuarto de hora daba comienzo el rosario con el cántico adicional de " S ál vano s, Virgen María . . . " Dos veces por día se reunía la guarnición ante la imagen de María para rezar todos juntos el santo rosario . La Madre de Dio s puso a sus venerados en una pru eba bien difícil . En vista del incesante re tumbar d e los disparos y de la lluvia de granadas y bombas, las 1 .900 personas se refugiaron en los só ta no s . ¡ Allí no había ni a ire , ni lu z , ni noti cias ! Y, sin embargo, nada ni nadie fue capaz de conmover en lo más m íni mo su confianza en la Señor a duran te estos 7 1 días de existencia terri ble . D e spu é s de 32 días de asedio , al fin les llegó una sonrisa del cielo : un avión dej ó caer un men saje de Franco, j urando liberarlos . El entusiasmo de los sitiados fue indes criptible . Se oyeron gritos como : " ¡ Viva la Virgen ! ¡ Viva la Inmaculada ! ¡ La Virgen nos salvará ! " Posteriormente , el coro nel Moscardó informaría : " . . . llo ra ndo y cantando , se d i ri gi eron todos a la estatua de la Virgen Ma ría. Yo los acomp añaba con nuestra bandera, tomé pro fun d am ente conmovido a la Madre en mis bra zos, y derramando abundantes lág rim as , l e supl í67
qué : " ¡Madre, sálvanos ! Pues tú no abandonas a aquellos que en ti confían " . En agosto, el fuego aumentó su intensidad . Se creyó entonces que la rendición sería un hecho . Faltaba de todo, incluso el agua. La Madre de Dios fue asediada por las súplicas de sus hijos . Alguien descubrió una cisterna con 40 .000 litros de agua. El coronel Romero cuenta cómo María mostró su protección también en otros apartados de la vida en el alcázar: " María fue la que diri gía la mano de nuestros tres médicos , de los que ninguno era cirujano. Sin los instrumentos perti nentes, sin antisépticos, sin cloroformo operaban ellos a los enfermos con todo éxito a la luz de las velas . La Señora era la que sostenía nuestro ímpetu . Nosotros, incluso los niños, debíamos con tentarnos con muy poca carne, y ¡ qué carne ! Pero sólo fueron 80 las almas que subieron al cielo durante este tiempo de tormento. La Virgen nos ha conservado para que contemos a la posteridad lo que se puede alcanzar de ella a través de la oración . . . " Para el Dr. Martín, uno de los tres médicos, la historia del asedio fue un continuado milagro de la Santísima Virgen . Entre otras co sas, dijo al parisino " La Croix " : " . . . Los materia listas que no creen en los milagros , se reirán y me tendrán por un ingenuo, pero no me importa gran cosa. En todo caso, deberían entonces respetar y tener en mucho nuestros saberes superiores, ya que sin ayuda de cualquier tipo que fuese no tuvimos ni un solo caso de epidemia ni enferme dades . Habrían de pensar tan sólo en esto : du rante 70 largos días, nuestro alimento fue pan infeccionado y carne de mulo. Esto pudiera abrir les los ojos ; sería mejor que se olvidasen de su 68
falsa ciencia y entonces comprenderían lo refe rente a Dios . La Madre celestial, a la que nunca olvidaré, fue la que nos salvó " . El hijo de Moscardó estaba en poder de los rojos . Estos lo querían poner en libertad si el co ronel cejaba en la defensa del alcázar; en otro caso, fusilarían a su hijo. " No me atemorizan las amenazas " , replicó el comandante . En consecuen cia, el joven Moscardó fue fusilado . Su último grito fue : " ¡ Viva Cristo Rey ! " Después de un infructuoso asedio, decidieron los rojos cavar dos túneles bajo los muros de ]a fortaleza. El 18 de septiembre, el alcázar volaría por los aires . Los sitiados supieron del peligro , siendo conscientes d e que sólo u n milagro podí a salvarlos . Acogiéndose a la protección de la Ma dre, oraban extendiendo los brazos : « ¡ Santa María , Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, aho ra y en la hora de nuestra muerte ! " Se oyó una tremenda explosión. Todos cuanto s se hallaban ante la imagen de la Madre de Dios cayeron a tierra. Una lluvia de piedras y cascotes cayó sobre ellos, pero nadie sufrió heridas . " ¡ Mi lagro ! '' , gritaban todos . Los rojos creyeron que ahora el alcázar era un inmenso sepulcro. Pero se equivocaron . Al intentar penetrar, fueron re chazados por sus esforzados defensores . Las tropas d e Franco, entre tanto, s e habían ido acercando a Toledo . Los rojos se apresuraron a poner bajo los muros de la fortaleza una carga de dinamita de 6 .000 Kg. En el lugar de la ex· plosión surgió una brecha de unos 70 metros de profundidad y un diámetro de 1 00 metros. Pero lo s héroes del alcázar, siempre bajo la dirección de su " capitana " , pusieron nuevamente en fuga 69
a los rojo s que intenta?.Jan pene t ra r . Las tropas de Fr anco , colaboradoras asimismo en la victoria por sus ataques , entraron el 27 de septiembre en la fortaleza .
N.
El directo Québec-Montréal
P a scu a , 8 de abril de 1 92 8 . Un cálido sol de pri mavera ha ido derritiendo las hu ell a s del in vierno sobre los camp o s . En el río San Francisco , el hielo se rompe y res queb r aj a , mientras que lo s t ém p a no s van marchando río ab aj o , continuada mente . Son las 4 de la tarde . Dentro de pocos minu tos , el directo Québec-Montréal entrará en la e s tación de Drumondville . En e l vagón de equipajes está el jefe del servicio de mercancías , el " r á pido '' , como se le llama, charlando amigablemente con o tros dos empl e ado s , habiendo ya terminado su correspondiente trabaj o . Pero dej émosle que sea él quien nos cuente la verídica historia : " Charlábamos tranquilamente . Yo había pues to mi revólver y mi gran r el o j sobre la mesa, pues la verdad que es un incordio tenerlos todo el día sobre uno . De repente, se oyó un ruido t errib le . Al momento entendí qué es lo que hab í a pasado : el puente había sido barrido por las masas de hielo y agua y , en c on secuenci a , el tren se había precipi tado a la corriente . Estábamos en el fondo del río . La primera idea que tuve fue que aho ra tenía que morir , que la ho ra habí a lleg ad o re al mente. Recé el acto de contrición : " ¡ Oh Se ño r y D i o s mío, me arrepiento de todos los pecados 70
de mi vida " , y mientras decía esto, intentaba na dar por sobre las aguas . Tuve luego un pensamiento para mi esposa y mis hijos . . . " porque eres infinitamente bueno y amable . . . " Y un nuevo pensamiento se me vino a las mientes . Ya como niño pequeño había rezado yo diariamente hasta el día presente tres avemarías a la madre de Dios, para que no me dejase morir sin haber recibido los santos sacramentos . ¡ Imposible que me dejase aho ra morir ahogado ! Mientras todos estos pensa mientos pasaban como una exhalación por mi ca beza, observé sobre mí un resplandor de luz. Seguí nadando en esa dirección, y logré subir sobre el agua . Al fin podía respirar otra vez. Pero seguía aprisionado dentro del vagón de los equipajes. Gracias a Dios, todas las puertas , incluso la puerta pequeña en la parte de atrás habían sido abiertas por la caída . La parte anterior del vagón estaba sobre el lecho del río, quedando la parte de atrás a flote sobre las aguas . Logré navegar, na dando hacia esa parte alta del vagón . Pero aún no estaba salvado . Estaba totalmente solo sentado en medio del río, en la cima de un vagón que amenazaba por momentos sumergirse, rodeado co mo estaba por todas partes de grandes témpanos de hielo. Me decido y salto sobre uno de esos témpanos, avanzando ahora por el río . Pero como guiado por una mano invisible, el témpano de hielo fue llevado contra la cabeza de puente donde ya se había congregado una gran cantidad de gen te . Alguien me tendió sus manos y me ayudó a trepar hacia arriba . En el momento en que me puse a mirar para ver de dónde había salido, la parte de atrás del vagón desapareció entre las aguas . Después de haber sido atendido en un hotel, 71
pude llegar a Montréal utilizando un tren espe cial. ¡Estaba salvado ! En casa me esperaba mi mujer , temerosa de lo que pudiera haber pasa· do . Ella no sabía aún nada del accidente , pero se había apoderado de ella un miedo inexplicable . Cuando abrió la puerta de la casa, me espetó , excitada : " ¡ Qué tarde vienes ! ¿Ha pasado algo? ¡ Dio s mío, estás lívido ! " Brevemente, comuniqué a mi mujer, que esta· ba aterrorizada, el accidente que habíamos tenido y mi salvación milagrosa. Luego telefoneé a la compañía para comunicarles mi salvación . Por toda
respuesta, hube de escuchar: " ¡ Imposible ! Se le
cuenta entre los muertos . Ya lo habíamos comuni· cado a su hermano y a su párroco . El maquinista, que pudo contemplar el accidente, había consta· tado que del vagón de equipajes nadie podría ha· berse salvado . Según su inform e , pues, todos se
habían ahogado " . Dos semanas después , el " rá· pido " pudo empezar otra vez su trabajo. Todos sus colaboradores habían muerto . Vivió aún doce años y lo contaba a todos cuantos se lo querían oír: " el acto de arrepentí· miento, la idea de que yo podía nadar y salvarme tal vez , el hecho de que yo , sin barruntar nada, me había despojado de aquellas cosas que hubie· sen sido un obstáculo para nadar, todo ello era un milagro . Si diariamente rezamos con confian· za a la Madre de Dios, no nos olvidará cuando estemos en un apuro " . " Der Christliche Pilger " 1 954
72
El «milagro junto al Vístula• El Dr. Rudolf Graber, actual obispo de Ra tisbona, publicó cuando era profesor universitario, en 1 9 5 3 , el siguiente texto en la revista " Hoff nung " : En Rusia y en los países dominados por el bolchevismo, el materialismo se ha convertido en una especie de " religión " . En el materialismo dialéctico se le atribuyen a la materia cualidades espirituales , e incluso creadoras y divinas . Dios ha sido expulsado de su trono y en su lugar aparece el hombre que se arroga el ser dios . En lugar del hombre-dios Cristo, aparece el hombre que quiere ser dios. Este habla como Lucifer: " ¡ No serviré ! " María, por el contrario , al darnos a Cristo salva dor, dice : " He aquí la esclava del Señor " . Es ella, en verdad , la vencedora del materialismo diaból ico . Para vencer al materialismo ateo, el papa Pío XII consagró a Rusia y al mundo al Inmaculado Corazón de María . Ciertamente sigue amenazado ra la negra n ube en el es te, y los hombres se preguntan angustiados cuándo y cómo va a des carga r . . . Pero no es la primera vez q u e el bolche vismo ataca al oeste . Y a una generación ante rior, exactamente hace ahora 33 años , en 1 92 0 , el ejército rojo s e dispuso a avanzar sobre e l co razón de Europa . Entonces occidente fue salvado por la Madre de Dios . Y porque todos estos acon tecimientos han sido olvidados, y dado que, en general , se desconoce en particular el carácter ma riano del " milagro militar junto al Vístula " , im porta mucho rememorar aquí ahora aquellos acon tecimientos . El decisivo año de 1 9 1 9 fue un año en que estuvo a punto de irse a pique el joven dominio 73
de los soviets. Los " blancos " , esto es, el ejército contrarrevolucionario de Koltschak, Denekin y Wrangel, habían penetrado profundamente en Ru si a; a buen seguro que les hubiese reportado la victoria sobre los " rojos ", si los " blancos " hubie ran procedido con un mínimo de unión entre ellos , y s i Inglaterra n o hubiese obligado a Wrangel al cese de la lucha . Para este tiempo, primavera de 1 92 0 , los polacos habían penetrado hasta Kiev, pero debían retirarse a mediados de mayo ante los " r ojos " . La retirada de Polonia se transfor mó muy pronto en huida desordenada . A comien zos de agosto, la " caballería roja " había penetra do ya en Galizia. Incluso hasta Varsovia y hasta la misma frontera alemana progresaba el ejército ruso . La " Entente " estaba tan sobresaltada por esta " blitzkrieg " , que de inmediato envió no sólo armas y municiones a Polonia, sino que también envió oficiales de Estado Mayor bajo el mando del general francés Weygand . Bajo su dirección se llevó a cabo, pues , en sangrientos combates que van desde el 12 hasta el 1 6 de agosto, el llamado " milagro junto al Vístula " . Los rusos fueron re chazados y la Paz de Riga , del 1 8 de marzo de 1 92 1 , fue el resultado de esta batalla de Varsovia, una batalla, en verdad, de proporciones univer sales . Hasta el Epíto m e de Historia de Ploetz, compuesto bajo la influencia del espíritu nacio nal socialista, escribe sobre esta " batalla del Marne polaco " (p. 740 ) : " Polonia y también Ale mania se salvaron del bolchevismo " . Una consi deración de la historia en términos puramente naturalistas atribuirá esta victoria junto a Varso- · via a la dirección francesa del ejército y, en gene74
ral, al apoyo del oeste, así como a la deficiente re taguardia rusa respecto a municion e s y tropas , aunque incluso esta manera de escribi r la historia hable de un " milagro " , dando a entender con ello que el resultado de aquella batalla ocurrió contra toda esperanza y cálculo humanos . El creyente cristiano, por el contrario, no verá azar alguno en el hecho de que precisamente la decisión de la lu cha se ventilase en la festividad de la asunción
de María. Como otras muchas veces en la histo
ria, María intervino decisivamente, parando el avance del ejército ruso y, de ese modo, salvando en el último momento a occidente . Y es que si no se hubiese detenido aquí el ejército " rojo " , Europa entera sería hoy bolchevique . Téngase en cuen ta tan sólo que en Alemania, en la primave ra de 1 92 0 , y tanto en Sajonia como en la cuenca del Ruhr, estalló una agitación comunista , subven cionada por los rusos . La iglesia y Roma han visto aquí más profun damente que los historiadores al uso . En el " pro pio " polaco del breviario, se atribuye formalmente en dos lugares distintos a la Madre de Dios el " milagro junto al Vístula " ; estos dos lugares son precisamente en la festividad de la Virgen de Czenstochova ( 2 6 de agosto ), y, sobre todo , en la festividad de María , reina de Polonia ( 3 de mayo ) . Y así, la sexta lectura del breviario corres pondiente al 26 de agosto reza que " en el día de su asunción a los cielos, cuando en Czenstochova era invocada por muchísimos fieles con creyente corazón, aconteció en la ribera del Vístula el desmoronamiento del frente de los enemigos, sien do por ello asegurada la libertad de Polonia » . Y aún más explícitamente hace referencia a este 75
acontecimiento la sexta lectura del breviario , del 3 de mayo : " Cuando apenas la libertad de Polo nia había sido restablecida, apareció el enemigo del nombre cristiano, destruyéndolo todo a su p a so, acercándose hasta casi las mismas puertas de Varsovia. En este terrible y renovado peligro, la Virgen María se mostró como la única salvación . Ella fue l a que, e n el día d e s u asunción a los cielos , rompió el poderoso frente del enemigo . Este fue rechazado y , d e ese modo, e l país s e vio libre del terrible peligro " . En cumplimiento d e u n voto hecho una vez por el rey Johann Kasimir, pidieron todos los obis pos polacos al papa Pío XI se dignase permitir> la celebración de una fiesta propia para honrar a la Santísima Virgen María como reina de Polonia; el mismo papa, entonces nuncio en Polonia, había contribuido no poco al fortalecimiento de los es píritus con su permanencia en aqu ello s momentos aciagos . Aprobó, pues, Pío XI esta piadosa súpli ca, autorizando que en adelante se celebrase la festividad del 3 de mayo como fiesta doble de segunda clase, confirmando al mismo tiempo un oficio propio con su misa correspondiente. En aquel entonces , los rusos estuvieron justo ante las puertas de Eu ropa ( 1 92 0 ) . Hoy están cier tamente en el Elba y el Danubio, en el corazón de Europa . ¿ Se repetirá el milagro de otrora y ata cará de nuevo María, " la v encedo ra en todas las batallas del Señor " ? Lo hará, si nosotros sabemos vencer en nosotros mismos el bolchevismo que nos acecha con su afán materialista del placer y con una actitud puramente terrena " . PRO F . DR. GRABER : " Hoffnung " 76
( 1 953 )
La vencedora en todas l as batal las de Dios
Ha aparecido un libro de Anton Bohm , en el que se designa a nuestra época como la " época del diablo " . Con razón. Pero allí donde hace su aparición Lucifer, también se presenta María. Tal vez alguien se extrañe de que no sea el mismo Cristo el que conduzca la lucha. Pero yo creo que se reserva para el último momento, para su paru sía, cuando venga sobre las nubes del cielo . En este nuestro tiempo, María tiene que reñir las batallas de Dios según el plan divino de salvación . Y sabemos por qué: Lucifer, el dios del orgullo, será más gravemente humillado si esto sucede a través de una humilde y sencilla mujer. María, sí, es la " vencedora en todas las batallas de Dios " . Y este combate decisivo en nuestros días se anun ció el 1 9 de febrero de 1 85 8 , en Lourdes , cuando, de pronto, el río se alborotó y Bernadette perci bió , a través del salvaje movimiento de las masas de agua, el grito que decía : " ¡ sálvate ! , ¡ apártate ! " Al parecer, el espíritu malo quería confundir y amedrentar a la muchacha . Y he ahí que sucede en la historia algo totalmente singular: la Señora muestra por primera vez un rostro extremadamen te severo. Frunce el ceño y mira con ademán amenazador al río, enmudeciendo en seguida las voces, el alboroto y el estrépito del río . Apenas podía haber mostrado María de una manera más convincente su poder sobre el infierno que con esta muda mirada . Estamos , pues, en e l más grave enfrentamiento del reino de Dios ; la lucha que ante nosotros es tá, es la lucha entre Dios y Satán . Conocemos de sobra el cínico juego que hoy se utiliza con pala77
bras tales como " paz y libertad " , los intentos de oscurecerlo todo y las maniobras de alucinación, la siembra de conceptos y de sofismas , de medias verdades y de mentiras, éste es el grandioso juego del di ablo, del enredador, del -literalm ente tra ducido- calumniador, que cree ahora llegada su hora . Y precisamente esta hora es en el plan sal vífico de Dios la hora de María . Es desde este trasfondo desde donde hemos de ver la devoción mariana de nuestros días . Es ya tiempo de que saquemos lo mariano de zonas periféricas más o menos consentidas del mundo religioso y de que, de nuevo, lo situemos allí donde debe estar según el plan salvífico de Dios, esto es , en Jesús, que es en verdad la única salvación ; este Jesús que se sabe indisolublemente unido a su Madre . Es en este gran contexto donde hemos de situar Jo mariano, en medio de la lucha en la que no sólo se trata de nuestra salvación personal, sino del futuro del occidente otrora cris tiano . PRO F . DR. RunoLF GRABER, 1 959 Recemos c o n Pablo VI
María, Madre, mira a toda la humanidad, mira a nuestro mundo de hoy en el que nos ha puesto el decreto divino . Es un mundo que vuelve las espaldas a Cristo , luz verdadera . Un mundo que tiembla y gime bajo la peligrosa oscuridad por él mismo creada . Que tu materna y dulce voz lleve a este mun do a la verdadera vida y luz de la humanidad, ¡ oh Virgen hermosísima, la más digna de las ma78
dres, bendita entre las mujeres ! ¡ Seas tú el norte
que Jos lleve a Cristo, única y suprema luz del mun d,o ! ¡ Implora para él el saber del verdadero senti d o de la vida humana ! ¡ Para los que sufren , consuelo, y la vida eterna para los difuntos ! ¡ Mués trate como Madre ! ¡ Que todos nosotros llegue mos a saber que tú eres nuestra Madre ! Te lo suplicamos nosotros , amable, dulce y amorosa Vir gen María . Amén. ¿Quién ha telefoneado . ? .
.
La correspondencia de la Unión Sacerdotal por la Oración informa del siguiente acontecimiento singular en América : Un párroco de la diócesis de Bismarck, en Dakota del Norte, fue llamado telefónicamente una mañana hacia las cinco de la madrugada des de una población que a esas horas intempes t ivas no tenía comunicación de larga distancia con el lugar del susodicho párroco . Estas fueron las pa labras : " Reverendo, venga Vd. rápido a casa de un enfermo grave en N. N . . . " El sacerdote se apresura y llega al lugar después de un viaje de tres horas en coche . ( De haber estado el camino en mejores condiciones, fácilmente hubiese llegado aproximadamente en una hora) . Una vez llegado allí, se dirige a la única familia católica del lugar y pregunta que quién estaba enfermo . " En nuestra familia nadie está enfermo, y aquí, como sabe, n o hay más católicos " . El sacerdote no queda satisfecho con esta respuesta, y sigue preguntando : " ¿ Acaso no hay nadie enfermo en " el pueblo ? " S í , sí, hay un hombre enfermo, pero .
79
no es católico " . Después de haberlo pensado un poco, dice el sacerdote: " Voy a acercarme a yer " . " Mejor que no lo haga, reverendo " , le contéstan. " La esposa del enfermo es una metodista ir,.uy es tricta, y lo más probable es que ni siquier¡ le abra la puerta " . , El sacerdote no se deja desviar de 1�u propó sito , y en consecuencia va hacia la casa y la mujer le franquea la entrada después de una débil opo sición. La, c�:mversación con el enfermo pone pron to al descubierto que había sido católico . Sin di ficultad accede a recibir los santos sacramelltos para los moribundos, pues ciertamente no cabía dudar de que pronto se produciría su óbito . Des pués de la administración de los mismos , pregun tó el sacerdote al enfermo, que hacía más de 3 0 años que ni pisaba una iglesia católica ni había
cumplido con p asc ua : " ¿ Cómo se explica Vd . esta
gracia extraordinaria de que haya recibido ahora
a
un sacerdote, pudiendo recibir los santos sacra
mentos ? " El enfermo contestó : " Cuando m i ma dre estaba cercana a la muerte, me dijo: " No dejes pasar ni un solo día sin al menos haber rez ado un " Dios te salve, María " . Se lo prometí. Además, jamás he rechazado a un hambriento de mi casa " . Hasta aquí el relato . Posteriores investigacio nes por parte del sacerdote dieron como resul tado la constatación de que, evidentemente, du rante ese tiempo no hubo conexión telefónica entre esos dos lugares . ¿ Quién telefoneó, pues ? Cada cual puede responder a esta pregunta según más le plazca . En todo caso, también está justifi cado admitir que aquí hubo una intervención del Buen Pastor y de su benditísima Madre . " Hoffnung " , n. 2 1 2 80
¡ Oh , mamá, qué hermoso!
Edith, el sol de un a buena y honrad a familia, estudiaba en Munich, en Angerkloster. Apenas tenía 15 años ; en vez de irse de vacaciones de navidad, hubo de ingresar en un hospital . Su es tado empeoró. La madre fue informada telegráfi camente , poniéndose rápidamente en camino p ara estar junto al lecho de muerte de su única y ama da hija. La valerosa madre hizo saber ella misma a su hija moribunda que probablemente no h abía ya ninguna ayuda posible Le dij o : " Edith, en casa todo está preparado para el aguinaldo ; el ni ño-Dios ha querido regalarte muchas cosas , pero ahora casi creo que es el mismo niño Jesús el .
que quiere venir para llevarte consigo al cielo" Al oír esto, Edith quedó como paralizada en un primer momento, pero luego de unos pocos mi
.
nutos, dijo : " Madre, si esto es así, quisiera hacer su hija a prepararse para recibir los sacramentos de los moribundos . Con autén t i ca devoción recibió Edith al Señor en el viático, la unción de los enfermos y la absolución general . Realizada la sagrada cere monia, la valerosa madre pidió al sacerdote -es éste el que nos ha contado la presente historia el poder preparar ella misma a su hija a bien mo rir, dirigiendo las oraciones de moribundos . Pues bien, lo hizo con tal unción y con tanta fortaleza cristiana, que todos los presentes derramaron abundantes lágrimas . Cuando terminó, elevó sus ojos al cielo, y dijo: " Querida Madre de Dios, recibe en tus manos a mi hija, si así lo ha dis puesto la voluntad de Dios " . En ese preciso mo mento, la pequeña moribunda se incorporó sobre una confesión general " . La madre ayudó a
81
su cama, la mirada resplandeciente, y exclamó pa ra edificación de los presentes : " ¡ Oh, mamá! ¡ Qué hermoso ! Ahí está la Madre de Dios con el niño Jesús . . . que vienen para llevarme " . Dicho esto, se recostó otra vez y su alma se fue con Je sú s y María a gozar de la eterna felicidad. HERM ANA AGNELLA
" María es la administradora de los tesoros de la divina gracia. De ahí que enriquezca ella a sus servidores " .
SAN ALBERTO MAGNO
Recemos:
Cuando la muerte nos aterre , estáte a nuestro lado , oh Virgen Madre, y sea suave nuestra marcha de este mundo, ¡ oh reina y madre nuestra !
82
11 VIVENCIAS CON EL SANTO ROSARIO
Vivencia emocionante de un misionero
El padre Kassiepe nos cuenta lo siguiente : Era una población industrial de Alemania oc cidental. Llevábamos ya ocho días metidos de lleno en la labor misional . Un trabajo duro, pero tam bién enormemente consolador y confortante . Los sermones son a las cinco de la mañana y a las nueve ; por la tarde , los tenemos a las tres y a las ocho por la noche . Mientras tanto, y siem pre después del último sermón del día, oíamos confe siones hasta cerca de la medianoche . Por la noche, también teníamos un sermón en polaco en la escuela , y asimismo otro en italiano en la ca pilla vieja, cerca de la gran cantina de éstos . Hoy es viernes . Las mujeres y las jóvenes ya se han confesado en su mayor parte, así como la mayoría de los varones de edad, y muchos peque ños comerciantes y artesanos por cuenta propia . Toda la población anda muy seriamente afectada 83
por el hecho de estas misiones populares : los lu gares de esparcimiento están vacíos, ya que todo el mundo acude a los sermones . Se cuentan cosas extraordinarias de gentes que no se confesaban desde su infancia y que ahora han vuel to otra vez a la vi eja tradi ción . A un agricultor le han sido devueltos 1 .600 marcos , robados hacía algunos años , no habiendo hasta entonces encontrado al autor de semejante robo. Enemistades mantenidas durante años desaparecían esos días, etc. Pero tanto a nosotros como al cura párroco nos preocupaba hondamente el hecho de que aún nos faltaba por confesar entre 1 .2 0 0 y 1 .500 hom bres, y mañana, sábado, era el último día de con fes i ones ¿ Se acercarían todos a la santa confe sión? Hoy por la noche he de predicar yo sobre la fe y la confesión de la fe, dirigiendo una últi ma exhortación a homb res y jóvenes para que se acerquen a confesarse; la iglesia estaba repleta hasta no caber ni un alma más, y fundamental· mente eran hombres los que la llenaban . No sé bien cómo sucedió, pero despué s que hube estig matizado las falsas d isculp as del respeto humano, s e me reblandeció el corazón a la vista de la gran multitud de hombres que tenía a mis pies , y, de repente, s iguiendo una inspiración del momento, me puse a hablar de la Madre de Dios. " Si hay aún alguno entre vosotros que no se haya decidido todavía a su conversión, que invo que , queridos hermanos , a nuestra querida reina cele s tial la Virgen María, nuestra Madre. Todo aquel que sienta, aunque sea muy poco, algo de amor por tan buena Madre, que se anime : puede estar seguro de que será salvado por su interce sión . Que no diga nadie: ¿De qué me vale el .
,
84
rezar ? ¡ Si es que yo ya no creo . . . ! No, que rido hermano . Intenta de todas veras rezarle a María desde las migajas de tu fe que aún es posible percibir en lo más profundo de tu corazón. María entonces te alcanz ará de Dios la gracia de la fe, la complet a paz de tu cor azón y la perseverancia
en el bien " . No s é qué otras cosas aún pude decir . En todo caso, a buen seguro que todo lo que entonces dije no correspondía al sermón que para ese mo me n to ten ía d ispues to , sino que eran p alabr as es pon t án e amente pronunci a das por mí , como puestas por alguien sobre mis labios, de modo que mi su perior, que pudo oír una parte del sermón desde la s acri s tía , hubo de reprenderme suavemente a causa de esta desviación del a sunto principal . Lue go , nos metimos en los confesonarios . Eran las doce y media de la noche cuando me le v anté para marcharme a la casa parroquial. Pero en ese momento observé ante la imagen de la Ma dre Dol oro s a a un homb r e arrodillado con el rosa rio en la mano, llorando amargamente. A mi pre gunta de si tal vez quería confesarse, contestó tan sólo con sus lágrimas . . . Luego dij o : " Padre, hace más de 25 años que no me he confesado ; llegué a no creer en nada, y, por supuesto, tampoco he ido a la iglesi a . Pero este rosario, padre , es de mi difunta madre all á en Lorena . Es un r ecu e r do que me dio en su lecho de muerte. Sí, padre, pro metí a mí bendita madre rezar cada día al meno s un misterio del mismo. Por su am or , he cumplido hasta el día de hoy con aquella p ro mes a . Estoy muy hundido ; he pensado siempre que he llegad o demasiado lejos, que ya e s demasiado tarde para poder se r ya nunca jamás salvado . Pero hoy por 85
la noche, por curiosidad, me he acercado a la igle sia de nuevo . Y sólo tuve oídos para lo que Vd . dijo e n s u sermón d e la Madre de Dios . Dijo Vd. que quien tuviese un poquito de amor a la Madre de Dios, que sería salvado con toda seguridad . Padre, hoy he vuelto yo a tener esperanza; pues si en verdad es muy poco lo que yo valgo, en nada le he faltado nunca a la Madre de Dios ; siempre he tenido en gran estima su rosario, y lo que pro metí una vez a mi madre, lo he cumplido fiel mente . ¿ Es verdad realmente que aún hay salva ción para mí ? " Por toda respuesta, lo tomé por el hombro y lo llevé al confesionario . Lo que ahí sucedió, Dios sólo lo conoce . Era ya bien pa sada la medianoche , cuando dos personas extre madamente felices abandonaron la casa de Dios , toda oscura ya . Sentí que sobre mi rostro caían cálidas lágrimas cuando el hombre tomó mi mano delante de la iglesia y la besó agradecido . Es sábado , el penúltimo día de las misiones , y el último disponible para confesiones . Desde un lado de la iglesia hasta el otro , largas filas de hombres se apiñan desde las cinco de la mañana ante los confesionarios, esperando pacientemente hasta que les toca su vez . Muchos de ellos han pedido permiso en sus fábricas para, en total tran quilidad , poner en orden sus cosas por medio de una confesión general . Hoy sólo hay dos pequeñas charlas, pues es el día de la recolección en el con fesionario, y el segador no gusta de interrumpir en su labor recolectora . . . ¡ Mañana habrá una magnífica comunión ge neral en el mundo de los hombres ! La alegría y el consuelo que experimentamos al oír las confe siones de estos hombres nos hace más llevadero el 86
fatigoso y casi interminable trabajo. Y es que se siguen acercando grupos y más grupos de hom bres : no parece que la iglesia se vaya vaciando . La solución es : seguir adelante . No podemos mar charnos hasta que no se haya confesado el último hombre, ¡ aunque tuviésemos que estar aquí toda la noche ! En las pequeñas pausas que nos concede mos cada dos horas para tomar un pequeño refres co en la sacristía, o simplemente para darnos un breve respiro y desentumecer los miembros aga rrotados, nos animamos mutuamente . Ninguno de nosotros piensa en el descanso, aunque apenas si hemos dormido unas cuatro horas diarias . De pronto, soy llamado por el párroco. Debe ser urgente, pues hace media hora lo he visto que marchaba rápidamente a viaticar a alguien. " Padre, le transmito las últimas gracias de un moribundo . El hombre que sobre la una de la pasada noche se confesó con Vd . acaba de morir. Fue cogido entre las ruedas de la máquina . Pero no perdió la con ciencia, y en presencia de testigos me ha dicho cómo vino para convertirse. Hoy por la mañana ha comulgado en la iglesia. Acabo de administrarle la extremaunción, y le he impartido también la absolución general . A pesar de los grandes dolo res , murió como un héroe, resignado a la voluntad de Dios . Ha sostenido hasta el último momento en sus manos el rosario que le ha salvado . Me mandó saludarle y agradecérselo todo , y le ruega que cuente por todas partes que él, por medio de María, recibió la gracia de morir reconciliado con Dios en un día a ella consagrado " . KASSIEPE Erlebtes un Erlauschtes. Echter-Ver
lag, Würzburg) .
87
El 1 0 de mayo de 1 964 decía Pablo VI:
" Una de las características del rosario, la más significativa, la más importante y hermosa de to das es que el ro s ario es una devoción que, por María, nuestra Señora, nos lleva a Cristo . Jesu cristo es siempre la meta de esta larga y repetida invocación a María. Se dirige uno a María para llegar a Jesús. María lo ha traído a este mundo . Es la Madre del Señor . Ahora ella nos lleva a él si le somos devotos , si la veneramos . . . "
En el rápido Toledo- Madrid
Los actores dramáticos rodeaban a su gran co l ega después del es tren o, felicitándole por su fa buloso éxito en su gira de invitado por España . Estaban naturalmente curiosos por conocer qué aventuras había vivido en tan celebrado país . Cu ando , de sp ués , se hallaban sentados en u n pe queño círculo , les contó lo siguiente : Fue un día de otoño ya avanzado, en octubre, cuya temperatura, sin embargo, es comparable por su bondad a la que entre nosotros se da por agosto. Viajaba yo en el rápido Toledo-Madrid, camino de mi " premiere " española, con sentimientos en frentados de esperanza y temor. Ciertamente, era consciente de cuán críticos se nos mostraban después de la guerra los públi cos de todas partes, y con qué rigor, en conse cuenci a , se había de enjuiciar mi arte . Y Madrid 88
tiene justamente un público habituado a estos me nesteres, y, pese al célebre temperamento hispano, es bastante parco en prodigar sus alabanzas y su aplauso . Estaba decidido, naturalmente, a desem peñar mi papel con la máxima unción de que yo fuese capaz, temiendo, no obstante, que ese clima extraño para mí dañase mi voz . Mientras, pues, rápidamente me i ba dirigiendo a Madrid, medi tando con cierta aprensión los pros y los con tras, observaba a mis compañeros de departamen to, tal como si de un ensayo se tratase, intentando calibrar su apatía o su compenetración conmigo Pero no tuve mucha oportunidad para seme j ante estudio . Unicamente un señor anciano, y que parecía ser en su compostura un Grande de España salido de uno de los cuadros famosos, se mantenía sentado allí, en un extremo del asiento, imperturbable a todo cuanto a su alrededor estaba sucediendo . Y justamente frente por frente de mí, una dama, extraordinariamente hermosa, de ras gos típicos castellanos . Pero toda su figura expre saba una gran reserva. No había, pues, posibilidad alguna de entablar la más mínima conve rsaci ón . Sólo cuando llegamos a Aranjuez , el ambiente se volvió más animado. Aquí tuve que moverme, pues subió a nuestro departamento una señora ma yor con una niña. Al parecer, venían de alguno de los numerosos lugares de peregrinación que tan frecuentes son en España, pues la niña portaba una p equeña bandera con la imagen de la Virgen, ha blando continuamente de la " Madre de Dios " . Poco a poco, observé cómo s e iban humanizando los rasgos de la hermosa dama que tenía frente a mí. Miraba a la niña con tierno interés y, en un determinado momento, le dijo amablemente : .
89
" ¿ Vas a bajarte en Madrid, Fernanda, o seguirás más allá ? " La pequeña movió la cabeza : " No, es t a mo s muy cansadas de rezar en alto . En Madri d vamos a casa de mi tía, y mañana por la mañana seguiremos " . Su abuela sonrió. " Sí, sí, ya es hora de que Fernanda se vaya rápido a la cama " . La pequeña, al oír esto, la miró con un mohín . " No, abuelita, primero tenemos que rezar el rosario de la radio, como las otras noches " . La abuela se opuso : " Hoy ya está bien " . La delicada dama de enfrente s e ruborizó li geramente . " ¡ Qué lástima, me hubiese gustado t an t o rezar el rosario junto con mi pequeña ami guita ! " Y sonreía levemente al observar que Jos ojos de todos est aban fijos en ella po r lo que acaba ba de decir. " Sí, realmente es un encuentro singu lar. Hoy por la noche dirij o yo el rosario de la ra dio " . Creí no haber entendido bien, pues es obvio que el dominar una lengua extraña no es cos-a de todos los días . . La anciana señora exclamó enton ces : « ¡ Oh ! , ¿ es en t on ces V. D.ª Isabel del Carene, la gran cantante ? " Ahora el fino rost ro de la dama de enfrente enrojeció sobre su cutis moreno. " Sí, soy yo, pero grande sólo cabe decirse de alguien cuando podemos juzgar su vida en el momento de su muerte " . La pequeña fue hacia ella y le puso sus manecitas confiadamente sobre su regazo : " Pues e n ton ce s me quedaré despierta. Sabes can tar tan bien , doña Isabel , que ahora quiero oír cómo reza s . Ayer hubo uno . . . ¿ cómo se llama, abuelita, el que estuvo ayer en la radio ? " " Ayer dirigió la oración uno de los heroicos coroneles del alcázar; y mañana, un cardenal " . Hice esfuerzos por dominar mi emoción . Di simuladamente saqué un prospecto de te atro sob re .
90
las representaciones que se daban en Madrid . . . No había duda, la dama era la célebre cantante de ópe ra que en el estreno había de ser mi " parte n aire " . Y ahora, sí, tuve yo una buena razón para presentarme, como así lo hice . El asombro fue g ra nd e . (En un momento desap areció la engolada reserva de antes ). Ahora, de pronto, fui testigo de la auténtica cordialidad española frente al hués p ed . La alegría era s incer a . Pero la capi t al se nos e chó encima sin apenas darnos cuenta. Hubo una en t r añable des p edida de la niña, fuera de sí de co nt ent a . " Hoy por la n oche , cuando rece en la radio, p en s aré p articul arme nte en ti, Fernanda '', le prometió la cantante a l a pequeña , " y cuando tú, en casa, contestes al avemaría, lo sentiré yo en mi corazón . Esto será aún más hermo s o que cuan do canto en la r adio " . Se despidie ron l arga me n te . Al final, la cantante se dirigió de nuevo a mí . " Señora -le dije, perplejo--, yo no co nozco nada de las costumbres esp añola s . ¿ Es posible? ¿ Rezará Vd. el rosario ante todo el públi co ? " Sus oj os oscuros me miraron con un gran brillo : " Cjer t ament e, y es una al t a di s ti nci ón y u n honor poder hacerlo. Tantos científicos, artistas o políticos de
España intentan por todos los medios posibles , al igual que lo hacen lo s s imples t rab a j ad o re s o ar tesanos, el pertenecer al grupo de los elegidos y poder dirigir el s ant o rosario desde la radio en es t e mes de octubre . No hay diferencia en e st e a sp ecto entre s acerdotes y religiosos o s eglare s cu ale squ i era de toda condición " . " Le ruego , por favor, s eño ra -le dije c onfu so , mi en tras n o s de s p edí amo s- que me di g a a qué hora será eso . Qui s ier a escucharla " . Sonrió, indicándome la acos·
tumbrada hora de la no che cuando toda España 91
enciende la radio. " En ese momento -dijo nu estro pueblo es una gran familia reunida para rezar en torno a l a mesa, honrando a la Madre común " . De repente, todas mis inhibiciones se fueron al diablo . " ¿ Querría ser t an amable , seño ra, de ten erm e presente en sus oraciones? Si he
de serle franco, temo no poco mi presentación en Madrid. ¿ Po drí a Vd . suplic ar que esta mi pre s ent ación aquí fuese un buen testimonio de mi patria? " " Lo haré con sumo gusto -aprobó con seriedad- . No hay mejor preparación para habi tuarnos como " p ar te naire s " . Rezar juntos signifi ca vivir y creer juntos desde los fundamentos pri mordiales . Y aho ra , adió s " . La vi marchar . . . Esa misma noche oí yo su melodiosa y repetitiva voz femenina, en el ritmo tranquilizador de la oración . " Santa María, Madre de Dios , ruega por nosotros . . . " Era como si sin tiese el latido de todo un pueblo. ¿ Qué añadir? Acaban de felici tarme Vds . mis mos por el extraordinario éxito que tuve en la es cena española. No sólo fue la profunda compene tración con mi " partenaire " lo que me hizo cantar y r epresentar mejor mi papel. Percibí algo de aque llo que se da en la fuerza de unión que subyace en la fe católica, lamentando aún hoy en mi co· razón que no haya arraigado esta co s tumbre de rezar unidos en todos los pueblos de Europa a la Virgen Madre, haciendo oír en las ondas, tan de sacralizadas a menudo, palabras de paz y de uni dad, palabras que llevan en sí virtualidades divi nas, y no sólo para el teatro, reflejo de l a vida , sino para todo el ser . . . Y, para termina r, mostró a los actores dramá ticos, sin temor alguno, el rosario consagrado que, 92
como despedida le regaló su " partenaire " e s paño paz suficientemente podero s a como para abarcar al mundo entero. c. M. LAKOTTA
la ---<:inta de
El P. Sorge confiesa:
" El rosario es el testimonio cotidiano de las grandezas de María, y precisamente en el sentido pretendido por la teología conciliar; pues es ne cesario que reflexionemos y nos llamemos a la Escritura y a la Tradición . No aislar a María del contexto de la historia salvífica, sino darle la po sición privilegiada que le corresponde en el plan divino . En el rosario encontramos sólo a qu ello que las fuentes de la revelación nos dicen de ella. Des de la anunciación hasta el nacimiento del Señor en navidad, hasta el calvario y hasta la resurrec ción, ascensión y venida del Espíritu Santo . Se pasa revista a todo el camino de salvación ; se lo hace desfilar ante sí . Cada misterio es una etapa, un descubrimiento progresivo del plan salvífico de Dios en la historia del mundo . ¡ Cuán verdadero, cuán real y sublime se nos aparece ahí la grandeza de la Madre de Dios y de la i gl esia, sin que ne cesitemos echar mano de exageraciones retóricas o sentimentales ! Las dos joyas: el Nuevo Testamento y el rosario
(las vivencias de una septuagenaria en un campo de concentración) Estábamos precisamente sentadas para desa yunar en nuestra recoleta casa -era el 7 de enero
93
de 1944-, cuando sonó chillonamente el timbre de la puerta y, de inmediato, hicieron su apari ción dos miembros de la Gestapo . En pocas pala bras plantearon a mi madre, una anciana de casi 7 0 años , la inexcusable necesidad de que se dis pusiese a salir con ellos en el plazo de 2 0 minutos ; mi madre sería evacuada . Mi madre, de ascendencia judía, pero que se había convertido hacía 40 años, y que nunca se había entrometido en política, temblaba la pobre al levantarse penosamente para recoger algunas provisiones y alguna ropa . Poco tiempo después, teníamos dispuesto un bolso con las cosas más imprescindibles . Las dos estábamos medio muer tas de miedo y de dolor, pero nos contuvimos para no dar ese placer a los hombres de la Gestapo . Actuábamos como si estuviésemos petrificadas . Tan sólo una vez estuvo a punto mi madre de perder la compostura cuando Peter, de tres años , bajó corriendo las escaleras , y gritó : " ¡ No te mar ches , abuela, no te marches ! " Sin embargo, se repuso, y con pasos seguros se marchó con los dos hombres . Entre las pocas cosas, empero, que llevaba en su bolso había dos joyas : el Nuevo Testamento y su rosario. Ambos le acompañaron al campo de concentración, adonde, a los pocos días, la en viaron . Comenzó allí una vida sin sol, sin humanidad, sin esperanza . Día a día , un duro trabajo le aguar daba: hacer la colada. Día a día, la misma monó tona alimentación, muy lejos de ser suficiente . Tiradas sobre el suelo , cubiertas sólo con una man ta, las 52 mujeres que se amontonaban en un cuar to del cuartel esperaban que amaneciese . Durante 94
meses, no hubo ni catres ni estuf a , hasta que las reclusas se las agenciaron por sí mismas --con el temor continuo de posibles castigos terrihles para traer materiales para quemar, secretamente sustraídos, calentándose de ese modo con peligro de sus vidas . ¿Cómo habría podido soportar mi madre el martirio de esas noches sin fin, si no hubiese po dido deslizar entre sus dedos las cuentas del ro sario ? ¿ Cómo habría p odido escapar a la deses peración, de no haber sido su consuelo y fortaleza la Madre de las madres todas , surgida del mismo tronco que ella? Mortalmente largos se hacen 1 7 meses cuando se ve privado uno de la libertad, e incluso de los más elementales derechos como per son a humana. La vida es horrible cuando se está amenazado cada hora por la muerte . Muchas mu rieron de hambre, otras muchas se volvieron lo cas . Mi madre se aferraba con todas sus fuerzas al rosario, del que no se separó ni de día ni de noche, y que logró escapar a todos los cacheos e inves tigaciones . Llegó el verano y luego llegó el invierno. Em· pezó el año 1 94 5 . Ninguna de las allí encerradas barruntaba que estuviese cerca la salvación , ni que un régimen que pisoteaba los más elementales derechos humanos estuviese al borde de su holo
causto ; que un poder que se vanagloriaba de tener una existencia de mil años, se hubiese ido a pique en unos poco s más . . Ya las cámaras de gas se hallaban en construcción, los trabajos para ultimar las se acercaban a su fin . Las pobres condenadas temblaban todo el día, temiendo por su vida, arro jándose a la desesperación más negra o en el re gazo misericordioso de Dios. .
95
Un día, todo este juego macabro llegó a su fin. Las puertas fueron abiertas . Personas demacradas , desnutridas, avanzaban a tientas hacia la luz, no comprendiendo de inmediato qué es lo que signi ficaba la libertad. Eran muy pocas las que habían quedado de las 1 20 .000 que se habían hacinado por el campo . Entre óstas , una anciana de 70 años, mi madre. De las pocas cosas que trajo entonces , mucho es lo que entre tanto se ha extraviado. Pero en su bolso sigue estando el Nuevo Testamento, y sus manos aprietan el rosario, que, aunque gasta do y destrozado, sigue, sin embargo, estando ahí. Todavía vivió mi madre un año entero, un tiempo que aprovechó para dar gracias a la Se ñora celestial . Tuvo la dicha de morir en la paz del Señor, rodeada por sus hijos , y con el consue lo de los santos sacramentos . E incluso en el mo mento de la muerte, sus dedos sostenían, abrazán dolo, el santo rosario . " Mann in der Zeit " El rosario tras los muros de la cárcel
Una cárcel de las SS, en Berlín. Se permite a los prisioneros respirar un poco de aire fresco . Marcha uno detrás del otro, mientras los guardia nes los observan atentamente . " Padre, ¿ tiene un rosario ? " , escuchó el provincial jesuita, padre Rosch , a alguien detrás de sí. El padre no tiene ninguno . " Padre, procúreme uno, por favor, pues yo lo necesito urgentemente " , insistió de nuevo la susurrante voz desde atrás . La noche siguiente, el padre Rosch está echado 96
en su camastro sin poder pegar ojo. Sus manos es tán atadas y una lámpara alumbra únicamente el ancho de una mano sobre su rostro, para que el centinela pueda observarlo en todo momento. La puerta de la celda chirrí a sobre sus goznes, ' y el prisionero se pone en pie despavorido. ¿ Con trol, interrogatorio o . ? Nada de eso, es única mente el centinela de turno, uno de los pocos con buen corazón. Entabla un diálogo con el padre, contándole que era católico. El padre se atreve . " " Me gustaría tener un rosario ", le suplica. ¿ Pa ra Vd . o para otros ? " " Para mí y para los otros " . " Vendré otra vez ", dice el centinela, y abandona la estrecha celda. En medio de la noche resuena otra vez la llave en la cerradura . El centinela se acerca con cuidado al camastro del sacerdote. " ¿Duerme Vd., padre? ", preguntó. El padre mueve la cabeza. " ¡ Pobre ! Pero traigo algo para Vd. , ¡ un rosario ! " El sacerdote no quiere dar fe a sus ojos . " Sí, padre, puede quedarse con él. Es de mi madre . Lo puede usar hasta que me haga con otro en la ciu dad. Buenas noches " . Al padre los ojos s e le llenan de lágrimas, que dando luego solo otra vez, solo con su rosario. Sin embargo, no lo retiene para sí. Las cuen tas de este rosario recorren toda la tétrica prisión, en donde gentes torturadas aguardan la muerte. Cada uno puede tenerlo media hora consigo , y todos los católicos lo hacen. Incluso aquellos que antes nada querían saber del rosario . Ahora, en . cambio, les parece como una cadena con la que agarrarse a Dios . Posteriormente, uno de los presos le dijo al padre : " Antes el rosario no me decía nada, abso. .
97
lutamente nada . Pero ahora, en la miseria de la prisión, he experimentado cuál es la fuerza y la alegría que se ocultan en los misterios del santo rosario " . En mi abandono he rezado varios salmos y su plicado el auxilio de Nuestra Señora " . De " María " ( 1 959 )
" Desde las más altas jerarquías eclesiásticas se ha vuelto a insistir más y más en el rezo del rosario, y quien conozca el Diario espiritual del papa Juan XXI I I , sabrá qué es lo que ha signifi cado para este hombre el rosario a lo largo de toda su vida " . DR. T H BERGNER .
En un campo ru so de prisioneros
Una joven, arrastrada como tantas otras incon tables miles de mujeres y jóvenes alemanas al cau tiverio ruso, algo, en verdad, incomparable por lo que hace a las miserias y sufrimientos que com portaba , informa de lo que sigue, una vez que logró la feliz vuelta a casa : " No nos estaba ni siquiera permitido tener un rosario . Cuando fui llevada al cautiverio de Sibe ria desde mi pueblo cercano a Konigsberg, tenía yo 17 años . Ya durante el mismo camino hacia la cautividad nos fue quitado el rosario tanto a mí como a las restantes compañeras de sufrimiento . Nos pareció que perdíamos algo muy importante, ciertamente . Pero cuando llegó mayo, en las silen ciosas horas nocturnas se fue despertando en no-
sotras el deseo, cada vez más fuerte, de aquella fortaleza y consuelo que dimanan de la oración del santo rosario rezado en comunidad . Rezábamos por los dedos, " la biblia de los abandonados " , a quie nes ningún sacerdote tiene acceso . El rosario debía
servirn o s de sustituto de todo aquello a lo que nosotras estábamos acostumbradas respecto a ejer cicios religiosos.
La miseria ejercita la inventiva . Entre noso tras había una estudiante de la academia de arte que quería ser escultora . Cuando un día encontró algu nas migajas del pan comido en el campo conver tidas en algo tan duro como una piedra, se le ocurrió la idea de formar pequeñas bolas de la miga tierna del pan, ocultándolas luego en una cajita . Ante nuestras preguntas curiosas, ella no dijo ni una palabra . Al final, ultimó también asi mismo una cruz con tales materiales . Despué'l de algunos días, nuestra artista tomó la común aguja de zurcir y el hilo, y perforó cuidadosamente un agujero a través de cada " cuenta " , pasando el hilo a su través y anudándolo luego . Entonces supi mos, al fin, cuál era el secreto que se traía entre manos . Por nuestra parte, diariamente ahorrábamos asimismo una migaja de nuestra magra pitanza de pan . Y así, cuando mayo andaba por la mitad, ca da una de nosotras ya poseía un rosario, literal mente " quitado de la boca " de cada una . Era cier tamente la materia más singular de la que nunca fueron construidas las " cuentas del rosario de· Nuestra Señora " . Nuestra alegría interior y nues tro amor podrían ante Dios sustituir la bendición, pues el rosario de tales siervas era ante Dios más valioso que el oro . . 9)
Pero un día fui toda turbada y con lágrimas en los ojos por la vergüenza a donde estaba Anke, la artista, y le confesé que, por un descuido, había dejado abandonado mi rosario, y que los ratones lo habían roído , dejándome sólo el cordón carco mido t ambién . Anke se propuso inmediatamente hacerme otro rosario de su propio pan de cada día, y yo le di el mío . Pero trabajando en esto con una cierta despreocupación, pues la práctica ya era mucha, fue sorpren dida en medio de su labor, sien do llevada de inmediato al director del campo . Hicimos desaparecer apresuradamente nues tros rosarios, todas rezamos temerosas por Anke . Pero, después de breve tiempo, volvió ya a estar con nosotras . Todas le preguntamos que qué había pasado . Nos contó que el director del campo le gritó amenazadoramente que qué d iablos quería hacer ella con este " fetiche de superstición " ( así llamó al rosario) . La segunda pregunta fue que de dónde tenía ella esto y de qué estaba construido . Anke invocó en su corazón a la Madre de Dios, y luego dijo valientemente : " Esto está hecho de pan, es nuestro alimento inalterable " . En un pri mer momento , calló el ruso, mirándola asombra do , lu ego tomó una de las cuentas entre los dedos , aplastándola y oliéndola . . . Meneó la cabeza y lue go gritó : " ¿ Alimento inalterable ? ¿ Qué significa eso? " " Sí, realmente es un alimento inalterable para nuestras almas, que están hambrientas " . El ruso la miró como atontado , luego su mirada se vio cruzada por un extraño fulgor . Le tendió rá pidamente el rosario y con voz bronca le dij o : " ¡ Quédese con él ! " Así e s como nos protegió la reina de mayo, ayudándonos en nuestra vuelta a casa desde la cautividad " . " Hoffnung " ( 1 952 ) 1 00
Reinhold Schneider, uno de los poetas más significativos, dijo una vez : " Habríamos de admi tir de una vez por todas que l as objeciones con tra el rosario provienen del hecho de que no se reza . Son objeciones que proceden de quienes no saben rezarlo. Una oración únicamente se descubre en el rezar, así como la verdad se le patentiza a quien la practica, y el s acramento transforma e ilumin a a quien lo recibe . . . " Y continúa diciendo : " En la hora actual, nuestro mundo necesita ampliamente de la oración, en cuya virtud el yo se di fumina en la humanidad suplicante. De ese modo, el rosario llegará a ser el regalo de la gracia en esta ho ra . Podrá aparecer de nuevo según su auténtica esen cia como la oración de la humanidad bajo el do minio protector de María " . Petrusblatt
( 1 966/ 40 )
¡ Santa Madre de Dios, socorre a nuestro papá !
En la última estación había subido al tren un caballero. Frente a él, en el asiento justo al lado de la ventana, iba sentada una señora, al parecer francesa, como cabía deducir del libro que estaba leyendo . Al vivaracho francés del sur le hubiese gusta do entablar una conversación en la lengua patria, y así consumir más cómodamente el tiempo, pero era dema si ado educado como para parecer imper tinente. Tal vez ya se ofrecería alguna ocasión más adelante de charlar sobre cualquier cosa . . . La da ma abrió su bolso de mano para sacar su pañuelo . 101
Pero, al intentar esta operación, algo se cayó al suelo . El caballero lo levantó presto . Era un her
moso rosario de cuentas de marfil. Algo perplejo, se lo pasó a la d ama en cuestión . " ¿ Es Vd . tam b ién francés ? " El caballero dij o que sí . El hielo s e h ab í a roto . . . " ¡ Qué l ig erez a por mi parte ! El rosario signi fica para mí muchísimo . Me lo reg aló mi ma rido antes de la guerra, tr ayéndo mel o de Roma con o c a s ión de u n a peregrinación de h omb re s a la Ciudad Santa. Está b endec i do por el San to Pa
dre . Nosotros, los bretones , hemos quedado muy l ig a dos a l a fe de nuestros p ad r e s . De ahí que utilicemos este rosario en las oraciones comunes de la m aña n a y de la n oche . Sus cu e n t a s pasaron por los dedos de mi m a r i do . Han pasado por los mío s cuan d o él ha es tado de v i aj e y yo lo rezaba sola con mi hij it a " . Lue g o c alló , sumida en el re cuerdo . Imágenes del pasado desfilaron por su im a ginación . " Mi m a r ido -continuó-- tenía un pues to importante en el movimiento de resistencia . A menudo le s u pl iqu é que renunciase a es a pel ig ro s a actividad por amor nuestro . Mis noches se convir t ie ron en un a au tén t ic a pes a dill a . Soñaba siempre
con su captura y con todas las horribles conse cuencias previsibles . Y ya ve , un día mis sueños se hi c i e ron triste realidad . Fue precisamente la noche del desembarco aliado en N o rm and ía . En B ret añ a , nosotros no sabíamos nada de esto . Nues tra casa está j unto al mar. Esa noche yo no p odía pegar los ojos . Salí fuera, al balcón . Estaba co mo sonámbula. En la l e j a ní a se oyó de pronto ruido de m o t o re s . El zumbido s e hizo cada vez más claro . Los reflectores p roye ct ab an su luz sobre el pai saj e . El ruido de los motores se hacía más y más 102
próximo . . . Y, de repente, la luz de los reflectores desapareció . . . Llena de miedo, volví al dorm itorio y desperté a mi marido : " Pierre, ruido de moto res . Se acercan cada vez más . Tal vez te buscan . . . " Profundamente dormido, Pierre no me hizo caso . " Andas siempre con tus eternos temores . Mis ca maradas no me delatan . . . " Me sentí impulsada a salir otra vez al balcón . Ya era demasiado tarde . El zumbido de los motores había ce sado del todo, pero percibí más de lo que pude ver : la casa esta ba rodeada . Nuestra casa . Presa de gran agitación , irrumpí en el dormitorio . " Están ahí . . . " " ¿ Quién está ahí? " , preguntó Pierre , sumido aún en pro fundo sueño . " ¡ Los al emanes ! . . . ¡ Los alemanes ! " En este preciso momento, la puerta de la casa se abrió . Me refugié en la cama y me abracé a mi m arido. Quiso coger la pistola oculta en la mesilla de noche . . . Yo lo retuve, pues hubiese sido un sinsentido . . . Toda la casa se hallaba invadida por murmullos y ruidos . Los alemanes buscaban por todos los cuartos por si había armas . Los focos de grandes linternas pasaban de un lado para otro sobre nuestras cabezas . Alguien acertó con la llave de la luz. Las pistolas apuntaban sus cañones so bre nosotros . Delante de la puerta había más sol dados, con las armas también dispuestas . Un ofi cial alem án se dirigió a mi marido en correcto francés : " Está Vd . detenido . Levántese y prepá rese rápido . Es inútil cualquier resistencia " . Los sol da d os rebuscaron por la habitación. En la me sita de noche hallaron la pistola. Mi marido se dirigió al oficial : " En la casa no hay más armas . Le doy mi palabra de honor " . El oficial lo miró inquisitivamente desd e su imponente estatura : 103
" Bien, replicó, entonces no hago revisar las camas " . Lisette, nuestra hijita de 5 años, se había des pertado con el ruido . La pequeña no entendía bien lo que allí se estaba desarrollando, pero miraba con grandes ojos a los hombres extranjeros, a su padre, que se estaba vistiendo en mitad de la no che , a su madre, que mordía la almohada para sofocar sus sollozos . Pierre vino a la cama, se inclinó sobre nú y me besó en la frente. En sus ojos pude leer yo la despedida para siempre . Se apartó rápido de nú y fue a la cuna de la niña, inclinándose también sobre ella . Y asimismo la besó en la frente. Y separó las manecitas de la niña que le había echado al cuello . Luego dijo: " Señores, estoy a su disposición " . Entonces sucedió algo verdaderamente inespe rado . Lisette había saltado en pijama desde su cu na y cogió el rosario que estaba sobre la mesita de noche . Se arrodilló en medio del cuarto, hizo pasar por sus pequeños dedos las cuentas, tal como nos lo había visto hacer a nosotros, y rezó : " Señor, socorre a nuestro papá " . Y siguió un pa drenuestro . Y luego : " Santa Madre de Dios, so corre a nuestro papá '' , y rezó un avemaría. Los soldados bajaron sus armas . Conmovidos, todo el mundo tenía fija su mirada en la niña y en el rosario en sus manos . Cuando hubo terminado, se lo tendió a su padre . Entonces, el oficial que había hablado francés, se dirigió a la pequeña, le pasó una mano por su rubia cabecita y le dijo unas palabras que nosotros apenas podíamos en tender : " Te prometo que tu padre estará pronto de nuevo en casa " . Y en los próximos días, en ver dad, volvió a estar con nosotros, sano y salvo . El
10;4
oficial lo había dejado venir, recordando la ora ción de su niña y su promesa, ofreciéndole la liber tad sí l e prom etía baj o p alabra de honor no em prend er acción alguna contra las tropas alemanas en lo sucesivo . Y hasta concedió , en i déntic as con diciones , que otros tres camaradas cogidos antes que él, fuesen igualmen te puestos en libertad " . El caballero había escuchado en silencio, sen tado en su asiento junto a la ventana del tren. La
narración le había impresionado . No obstante, le preguntó a la dama : " ¿ Conoce Vd . a este oficial ? ¿ Están en contacto con él ? " La dama sonrió. " Nos escribió, una vez acabada la guerra . Sólo entonces supimos cómo se ll am ab a . Y nos dijo que este ro sario bendecido había obrado el milagro , o por mejor decir, dos milagros . La niña que lo había rezado le había recordado de pronto a su madre, que, cuando él era niño, le había enseñado a rezar el rosario, entregándole uno bendecido cuando él se fue a la guerra, con la esperanza de que reco brase la fe . El 1 3 de febrero, su ciudad natal, Dresde, que dó arrasada por una lluvia de bombas enemigas . . . Entre los muertos se hallaba su madre. Cuando después de un largo y difícil cautiverio pudo vol ver al trozo de su patria que había qued ado libre, se encontró con que había perdido a su patria y a su madre, pero también había recobrado la fe . . . " " ¿ Y no se han vuelto a ver con él desde aquella noche ? " - " Preci s am en te mi m a ri do está ahora de visita en su casa. Y me ha pedido que vaya también yo y que lleve conmigo el rosario. Como instrumento del doble milagro , queremos regalárselo . . . " P. M . Sc H AAD en " Trierer Bistumsblatt " 1 05
Escribe
san Francisco
de Sales:
" Hay un gran engaño en creer , tal como lo creen el mundo y las gentes en general, que allí donde está el Señor no puede haber ni dis gusto s ni sufrimientos, antes bien, que habría de haber tan sólo consuelo y plenitud. Esto no es así : al contrario, el Señor se halla mucho más cerca de nosotros en medio de los sufrimientos y las con trariedades , dado que es ahí precisamente donde más necesitamos su ayu d a protectora " . " También María, la Madre dolorosa, se halla siempre amo rosamente cercana de sus dolientes hijos, soco rriéndolos y ayudándoles a pronunciar valiente mente el " sí " a la voluntad de Dio s " . Una actitud fundamentalmente mariana es, según palabras del obispo Graber, el " sí " de Ma ría en la anunciación ; esta actitud fundamental es la incondicional y definitiva entrega a Dios en la fe , la esperanza y la caridad y en la obediencia total. Precisamente esto es lo que evidencia que lo cristiano y lo mariano no son algo distinto, sino que son una misma cosa en este " fíat " de la Virgen . 1 3-6- 1 968
Co n el rosario sobre el pecho
En el " Daily Express " del j ueve s 6 de junio de 1 968 leí : " El fotógrafo del " Express " , Harry Benson, testigo presencial del asesinato de Robert F . Kennedy, telefoneó : . . . " Bobby está aún ahí, con un rosario negro que le ha puesto un sacer dote sobre el pecho . . . " 1 06
La portada de un periódico austríaco indepen diente, correspondiente a ese mismo 6 de junio, muestra en una gran fotografía al senador Kenne dy mortalmente herido, tendido sobre el suelo y con el rosario sobre su pecho . Así es como luego se lo ha transportado en la camilla y al hospital, llevando el rosario sobre su pecho . Robert Ken nedy fue en su vida un fiel devoto del rosario . El rosario no es sólo para las mujeres, sino que también es para los hombres. No sólo para niños sin experiencia, también para los grandes en lucha con la vida. Y no sólo para los viejos, tam bién para la juventud. No sólo para los fatigados, mas también para los hombres de acción . Ni sólo para los retrógrados, sino también para los hom bres que creen en el progreso y en el futuro . No sólo para las capas sociales más bajas, también para los grandes, para los ricos, para los hombres con influencia y valía. Robert Kennedy con el rosario sobre su pecho es un modelo para todos nosotros . P . SIEGWARD, OCAP. Mi mujer rezaba fielmente e l rosario
Era por los años de 1 9 3 3- 1 94 5 . Viejo funcio nario, nunca fui yo miembro del NSDAP. Durante esos años fui llevado a la comisaría siete veces a causa de mi labor en la Acción Católica. " ¿ Vas a poder volver, marido mío ? " , pregun taba cada vez que esto ocurría mi mujer enferma y angustiada . " Sí, mujer, sí, rezarás el rosario y yo me marcharé tranquilo. Yo confío en tus ora ciones " . 1 07
En la Gestapo, a menudo hube de escuchar cosas muy fuertes, tales como " vieja rata " , ame nazas con el campo de concentración, etc. , pero todas las veces se me dejó en libertad. Percibí formalmente el poder que proviene del rezo del rosario cuando se hace con fe y con fian z a Yo mismo también lo rezaba devotamente . E. K. .
Podemos estar convencidos d e que l a Madre de Dios escuchará gustosa nuestros ruegos a ella dirigidos en confianz a , si nuestras peticiones han de servir para la salvación de nuestras almas. El m i l agro en Siberia
En 1 95 1 , diez monjas ucranianas fueron artes· tadas ; se las encerró en prisión, haciéndolas sufrir hambre y sed, martirizándolas con castigos tan to corporales como aními c os Pero estos castigos no logr a ron su objetivo . Las religiosas siguieron fie les a su fe católica y a sus votos, y ninguna de ellas delató a su superiora. El juicio que se les siguió determinó que habían de sufrir 1 O años de traba· jos forzados al este del Ural . Las p risioneras fueron cargadas en un vagón para el ganado . En este vagón en que hacían su viaje las religiosas también se encontraba Theo dor B . , un prisionero de guerra alemán, que un año después logró ser amnistiado junto con o tro grupo de compatriotas , volviendo a Alemania , y a quien le debemos el siguiente relato ; en el va gón , Theodor B . se dirigió a sus compañeras de infortunio, preguntándoles : " ¿De dónde proceden Vds . ? " Dado que las religiosas conocían que b ajo el raído uniforme había un prisionero de guerra .
1 08
alemán, le contestó una de las religiosas en un alemán irreprochable : " Somos religiosas católicas ucranianas " . " ¿ Y por qué se las deporta, herma nas ? " " Porque hemos preferido seguir siendo fieles a nuestra fe católica y a nuestros votos re ligiosos " . -" ¿ Hay entre Vds . muchos católicos ? " -" Unos seis millones entre 4 0 de población or todoxa " . Theodor B . sentía admiración por estas ucra nianas . Siempre estaban limpiamente vestidas y bien peinadas . Ya a las 6 de la mañana estaban de pie con sus rezos y meditación . Los inquilinos del vagón escuchaban maravillados sus edificantes conversaciones . Por la noche cantaban en idioma eslavo con una voz suave y melódica sus oracio nes de noche . El viaje transcurrió en un principio a través del fértil paisaje ucraniano , adornado en mayo con todo su esplendor . Día y noche rodaba el tren hacia el este . Después de tres semanas, los prisio neros llegaron al fin a su lugar de destino en Si beria Central . Había 5 campos de concentración en la región : con barracones, alambre espinoso y un numeroso equipo de vigilantes con caras torvas , rasgos duros y ojos impasibles . El comandante del campo, un ateo militante, era un hombre de mente obtusa. Por cualquier motivo dejaba que sus sol dados descargasen su odio contra las hermanas . Las llamaba únicamente " las perras rabiosas del Vaticano " . Un día entró de repente en el cuarto de las hermanas, les arrancó el crucifijo y una imagen de la Madre de Dios en la pared, tirán dolos en el suelo y pisoteándolos con sus botas , mientras bramaba : " ¡Basta de superstición, pe rras ! " 109
Durante todo el verano y el otoño, las pobres religiosas estuvieron entregadas impotentes al odio y a la ira del comandante del campo . Pero, pese a todas sus bellaquerías, persecuciones y malos tratos, su respuesta siempre fue la misma : una paciencia angelical, una calma inalterable y una alegría interior por poder sufrir por Cristo y s u iglesia . A consecuencia de ello , su prestigio fue creciendo en su propio campo y en los campos ve cinos . Incluso hasta los ortodoxos y mahometanos las llamaban " ángeles del cielo " y " santas vírge nes ucranianas " . Las hermanas atendían secreta mente a las mujeres y a las jóvenes en el campo y bautizaban a cientos de adultos . Habían de uti lizar todas las argucias más inimaginables para no llamar la atención de sus vigilantes . Una vez al mes venía por la noche un clérigo ucraniano tam bién deportado allí, y celebraba la santa misa . Por la mañana, las hermanas repartían luego la sagrada comunión . Luego llegó el terrible invierno siberiano, que dura siete meses, de octubre hasta abril . La tem peratura bajó hasta 50 y 60 grados bajo cero ; el aliento mismo se congelaba, y por las noches resonaba el ulular de los lobos . El día de los Reyes Magos , Napluef mandó que las hermanas fuesen a su despacho. Sin andarse por las ramas , les es petó : " El estado soviético ha agotado todos los medios normales para adoctrinaros y educaros para que seáis buenas ciudadanas soviéticas . Pero todo ha sido en vano . Entre tanto, he recibido órdenes concretas de la central en Moscú . Vosotras sois agentes fanáticas del Vaticano y del nacionalismo ucraniano y tengo órdenes de emplear más riguro sas medidas para quebrar vuestra absurda oposi1 10
ción . Se os va a encerrar a lo largo de una semana en celdas de castigo, separadas . Como alimenta ción vais a recibir un trozo de pan y una taza de agua caliente al día . En caso de que también estas medidas resulten infructuosas , vais a ser expuestas durante tres horas a la vista de todo el campo, vestidas únicamente con el camisón . Veremos en tonces quién tiene razón, si vuestro Dios o el frío siberiano y el poder del proletariado . Aquí tengo una declaración . Sólo tenéis que firmarla y olvi daremos todo lo anterior " . Y al decir esto , tendió Napluef a su secretario un papel escrito a máqui na, que éste leyó : " Nosotras, las monjas suscritas, de la Congregación de . . . , reconocemos nuestros errores ideológicos y desde este momento renun ciamos voluntariamente y sin coacción alguna, go zosa y entusiastamente a nuestros votJs, y pro metemos que desde ahora en adelante no vamos a realizar ninguna actividad religiosa ni propaganda alguna entre los prisioneros " . Una vez leído el documento, preguntó el co mandante a las hermanas : " Os pregunto por últi ma vez : ¿ vais a firmar o no? " Las hermanas con tes taron tranquilas : " ¡ Nunca, comandante ! Nues tra conciencia nos prohíbe firmarlo ! " " ¡ Jarraschó ! ( = bien), pequeñas . En tal caso, se os tratará como corresponde . ¡ Karaúl ! ( = guardia ) : lleva en seguida a estas idiotas papistas a las celdas de castigo " . Siguieron 6 días de indescriptibles tormentos . Las hermanas fueron encerradas en celdas aisla das , sin calefacción alguna . El domingo siguiente, Napluef se acercó sobre las 8 de la mañana, y pa sando por cada una de las celdas, preguntaba : " ¿ estás dispuesta a firmar ? " Pero la respuesta uní111
sona de todas fue : " ¡ No ! " " J arraschó " , masculla ba el comandante con ademanes amen azadore s, y ordenó que a las 1 0 de la mañana todos los pri
sioneros habían de estar congregados en la plaza del campo. A la hora prevista, estaban allí los 2 .000 pri sionero s, formando un gigantesco cua dro . Los fusiles apuntaban amenazadores de&de las cuatro torretas de vigilanci a . No menos de 1 O comandos de las fuerzas de MWD estaban situa das fuera del cuadrado . Todos estaban cubiertos con gruesas pieles , llevando gigantescos gorros de astracán . Cada cual llevaba un perro policía su jeto por el cuello con una cadena, adiestrado para atacar a las personas . Con voz bronca ordenó el comandante : " ¡ Que traigan a las prisioneras ! " Despué s de unos breves momento s , la masa de los prisioneros vio aparecer a 1 O mujeres envueltas en un largo camisón y descalzas, dirigiéndose al centro del cuadrado formado por los restantes pri sioneros . Cientos de voces bramaron con impoten te ira : " ¡ Verdugos ! ¿ Cómo podéis tratar así a esas pobres mujeres ? ¡ Asesinos ! ¡ Malditos ! " Inmediatamente, las armas automáticas se orientaron a la muchedumbre de los prisioneros , mientras Napluef bramaba : " ¡ Tranquilos ! ¡ Tran quilos, perros ! ¡ Tranquilos , o disparamos ! " Y el griterío de la turba fue sofocado ante la amenaza evidente. Luego, el comandante del campo se di rigió a las monjas, que, entre tanto, habían ocu pado el centro mismo de la plaza del campo : " Ciu dadanas , éste es mi último aviso . O firmáis este documento o en un cuarto de hora quedaréis trans formadas en bloques de hielo " . La multitud de los prisioneros esperó la respuesta de las hermanas : " Nos negamos a firmar. Nuestra conciencia de 112
lo permite " . -" Jarrachó. Ve remos . Tenemos tiempo " . Napluef y su acompañamiento encendieron un cigarrillo . Las hermanas, entre tanto, se habí an arrodillado sobre la nieve · congelada y comenza ron a rezar en voz alta el rosario. Pasó un cuarto de hora, pasó media hora, lentas, lentísimas. Y las hermanas seguían ahí arrodilladas en la mi s m a pos tu ra y continuaban rezando. A ojos vistas, el comandante iba perdiendo la paci encia y sus nervios . Al fin , no pudo aguan t ar ya más y gritó : " Si en 5 minutos no estáis dis puestas a firmar, los p er ros saltarán sobre voso tras " . Apenas terminó de hablar, las hermanas entonaron el credo. Napluef ya no pudo contenerse más . El y su s agentes soltaron los perros, atiián dolos contra las mujeres . La muchedumbre de lo s prisioneros miraba aterrada a lo que podía suce der. Si los perros no eran llamado s de in m ediato , se abalanzarían a la garganta de las herma na s y las destrozarían. Con agudos aullidos se lanzaron los perros contra sus víctimas . Las hermanas si guieron cantando . A dos metros de dis tanci a, cuan do ya estaban prestos a lanzarse sobre ellas , se pararon de repente echándose sobre la nieve . Un griterío incontenible se levantó entre lo s cristianas no nos
prisioneros , aliviados de su emoción : " ¡ Alabado
sea Dios ! ¡Milagro ! ¡ Las heroicas hermanas vivi rán ! ¡ Muerte a los verdugos ! " Y el millar de deportados ucranianos entonaron el " Te Deum " . La cara de Napluef se puso primeramente roja y luego lívida . Con rabia impotente dio orden de que tanto las hermanas como los demás deporta dos se volviesen a sus barracones . Esto ocurrió e n enero de 1 952. Desde ese mo113
PL
mento, Napluef dejó en paz a las hermanas , el prestigio de éstas entre los deportados subió muchos puntos . Al año siguiente, tuvo luga r en casi todos los campos de concentración la fo1 elga célebre, iniciada y organizada por los patriotas ucranianos . Y luego llegó como un rayo la no ticia de la muerte de Stalin . Poco después , se com enzó a hablar del " deshielo " . Entre los prisionero s co rría el rumor de una parcial disolución de los cam pos de concentración, dejándose invadir, en con secuencia, por la esperanza . Y aunque no todos hubieron de quedar lib res sin embargo, ml1chos de ellos pudie ron volver a sus casas en los años ,
1 9 5 3-54 .
De " Ecclesia " , París
Sobre los p u e bl os pesa un sentimiento df! pá n ic o Nosotros no estamos de acuerdo con esta pro .
fecía de desdichas , sino que 1o que hay que hacer es intervenir en el proceso del mundo pidien do l a protección de Nuestra Señora en favor de las gran des y graves intenciones de ese mundo, así como de nuestra propia patria y nuestras familias , ¡ En lugar de andar haciéndonos mutuamente daño , de beríamos cobijarnos todos bajo el manto de M aría !
1 14
III VIVENCIAS CON IMAGENES Y MEDALLAS MARIANAS
Vacía muerto
y
en la mano ten ía la de María
imagen
(estremecedora vivencia en el frente) Este relato hay que situarlo en algún lugar de Ale m a n i a Oriental, en los últimos mese s de la gue rra . Nos hab ía mo s atrincherado en una colina cha ta que había delante de la débil línea p rincip al , constituyendo un pu n to de apoyo avanzado . Ante nosotros, en los mismos bordes del bosque , cabía recono c er con t o da claridad las posiciones rusas . El s egu nd o día, u n ataque de los rusos cortó nuestra po si ción de las líneas principales a nues tras espaldas . Al tercer día, un blanco certero en nuestra pos ici ón avanzada hirió a dos camaradas . En la noche sigu iente , nuestra moral fue c a d a vez más débil , y es que no teníamos ni agua ni provi siones . Por mi parte , me decidí a ir a buscar agua . Hacia la una de la madrugad a salí arrastrándome hacia un charco que había en la t ierr a de nadie, entre l a s posiciones ru s a s y nos o tro s . Puse el fusil 1 15
a un lado y enganché cuatro cantimploras a mi cin turón . Arrastrándome despacio y con mucho cui dado, oteaba hacia adelante . Cada poco me paraba y escuchaba bien atento en medio de la oscuridad. Divisé claramente los tres cauces junto a la char ca, cual negras sombras ante mí. Pocos metros an tes de la charca, me paré nuevamente observando e inspeccionándolo todo antes de llegar al agua. Luego, me arrastré a la pequeña hondonada donde estaba el agua . Con gran cautela llené la primera y la segunda cantimplora . Cuando hube llenado asi mismo la tercera, eché un trago . ¡ Qué buena es el agua! Luego creí oír un ruido. Rápidamente me puse en pie . " ¡ Alto! ¡No disparar, camaradas ! " , dijo al guien dirigiéndose a mí a media voz . El cañón de una pistola ametralladora rusa estaba apuntado sobre mi pecho . Yo estaba como paralizado . Ante mí se hallaba acurrucado un ruso fuertemente ar mado . Nos estuvimos contemplando mutuamente . ¡ Todo s e había acabado ! Hecho prisionero, s e me dispararía un tiro sobre la cabeza. El ruso no pa recía estar seguro de lo que iba a hacer conmigo . Por de pronto, puso a un lado su pistola ametra lladora y examinó mis bolsillos . En el bolsillo de la izquierda de mi guerrera se tropezó con mi car tilla militar y los restantes papeles y documentos . A l a luz d e una lámpara de bolsillo que mantenía recubierta , examinó mis documentos . Encontró también dos estampitas de santos que yo siempre llevaba conmigo . Las mir ab a como fuera de sí . " ¿ Tú no fascista , tú cristiano ? " , murmuraba el ruso , asombrado . Yo asentí. Entonces me devol vió todos mis documentos, se agachó para coger mi cuarta cantimplora, aún vacía, la llenó y me la 1 16
dio . Yo no podía entender qué es lo que allí esta ba pasando . Luego, el ruso se sentó junto a mí y me dijo con un tono de voz susurrante : " ¡ Oh, yo hablar muy mucho b i en alemán ! ¿ Por qué tú aquí en el agua ? " " No tenemos agua y tenemos mucha sed " , le repliqué . Me pareció que leía en mis ojos el hambre que tenía, y luego volvió a decir me : " ¿ Tú no comer? " " Poco pan '' , dije yo esqui vando su pregunta . Luego sacó de su bolsillo un buen trozo de pan, lo partió y me invitó a comer . ¡ Qué bien sabía ! " ¿Tú tener aguardiente? " , volvió a pregun ta rme. " Sí, don de mis camaradas " , le con testé . " ¿ Cuándo tú de guardia? " " ¡Yo siempre estoy de gu ardia ! " , le dije. Rápidamente nos pu simos de acuerdo : la noche siguiente v olve ríamos a e n contr a r nos aquí sobre las 1 1 de la noche . Yo traería aguardiente, y él p a n . Me d i o la mano y salí de allí, arrastrándome como había venido. Y él también partió del mismo modo . Grande fue Ja alegría de mis camaradas cuan do yo llegué con el a gua . Pero decidí no contarles nada de mi experiencia, al menos por el momento. Cuando se hizo otra vez la noche , me sentí, no obstante, algo atemorizado . ¿ Y si el ruso había decidido tenderme una emboscada? Pensé en ello ; pero, aunque así fuese, mis camaradas y yo apenas si podíamos ya so s te ne r no s de deb ilid ad y desá ni mo . Salí, pues , otra vez, reptando hacia la char· ca . Llegué allí al igual que lo hi c i es e la noche anterior . El ruso ya estaba a1lí. Primeramente lle namos las cantimploras con el agua. Luego me pre guntó : " ¿ Tú, aguardiente ? " Lo afirmé sin hablar y Je tendí una bo t el l a . Quitó el corcho y me la devolvió. Aún no se fiaba del todo, por lo que yo tomé un trago. Entonces también la probó él . 1 17
" ¡ Buena ! " , opinó satisfecho y reconocido . A su vez, me dio un gran paquete con pan . De buena gana le hubiese abrazado . . . " Tú aún tiempo ? " , me preguntó. Dije que sí . Y de repente , me espe· tó : " ¿Tú realmente buen cristiano ? " Yo me eché a reír. Entonces empezó él a contarme su vida. Después de la r ev oluc ió n de 1 9 1 7 , sus padres , per sonas nobles de la región de Petersburgo, habían sido llevados a Siberia . Cuando se los puso en libertad , pudieron seguir viviendo en las cercanías de Vladivostok , donde él, Alex, vino al mundo en 1 92 1 . Como todos los niños , también él debía ir a una escuela comunista, pero su padre se opuso y consiguió que Alex fuese a China, a una escuela misional donde operaban unos misioneros austría cos . Alex se hizo cristiano, y allí ap rendi ó tam bién alemán . Posteriormente, logró volver secreta m en t e a casa de sus padres y vivió oculto en su casa . Pero una noche sus padres fueron encarce lados y a él se lo llevaron a una institución esco lar comunista . Nunca más supo desde entonces nada de sus padres . Trabajó en una fábrica hasta que en 1 94 3 fue alistado . Pese a la educación atea r ecibida durante años , Alex había seguido siendo fiel a su fe . Su mayor ilusión era la de tropezarse de nuevo con algún cristiano . Ahora me había encontrado por fin a mí . Nos pareció a ambos como un milagro . Final mente , me pidió que le contase qué es lo que había ocurrido en los últimos años en la iglesia . Entre otras muchas cosas , le conté sobre la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María, realizada poco tiempo antes por el papa Pío XII . Y como la oración de esa consagración estaba en una de las estampitas que yo tenía, la 1 18
rezamos los dos juntos . Nunca olvidaré cómo no sotros dos, entre dos frentes , soldados de ejér citos e nemi gos , en medio del ruido de la guerra , íbamos leyendo sobre un papel semiborroso : " . . . Reina d e l a paz . . . , concede l a paz de las armas al mundo enfrentado . . . y concédele también la paz de las almas . . . Te pedimos también que con cedas la paz a los pueblos separados por el error y la discordia . . . " . Alex me pidió que le dej ase la estampita con la imagen de María y la oración , y yo se la di . Nos despedimos con la promesa de volvernos a encontrar otra vez a la noche siguien te . Mis camaradas apenas podían entender de dón de diablos podía yo sacar el pan que traía conmi go . . . Pero tampoco ahora dije ni media palab ra . Por la mañana hubo u n duro intercambi o d e fuego de artillería . Luego, los rusos se lanzaron desde el límite del bosque contra nuestra posición . Pero su ataque no prosperó ante nuestro fuego de re chazo . Al filo de la medianoche me arrastré a través de un paisaje sembrado de hoyos, hacia la charca de agua. Había por todo el recorrido bastantes ru sos caídos . Cuando llegué al lugar convenido con Alex, é ste no había llegado aún. Ni llegó ; por lo que me puse intranquilo . Despacio, pues , me vol ví a mis posiciones . A poco s metros de la hondonada había un m uerto . Un extraño sentimiento me i mpulsó a arr astrarme hacia él . ¡Era Alex ! Estaba boca arri ba, con los brazos abiertos . Sus ojos también abiertos miraban a las es trell as . Alex ten ía en la mano la imagen de María. Me qu edé largo rato junto a mi amigo muerto. Luego, me arrastré hacia atrás 1 19
otra vez. El S eñor le había cu mpl i d o su deseo, llevándoselo luego consigo . . . UN ANTIGUO SO LDAD O
( en " Al tot tinger Liebfrauenbote " , 9- 1 2- 1 962 ) Librados de
una muerte
cruel bajo la
tierra
All á abajo, bajo la tierra, la muerte tiene su m orada . Ya son muchos miles de personas los que allí la encontraron . . . La muerte, allá abajo, en forma de gas venenoso , los tomó de las oscuras galerías, camino de la eternidad. Hace años, corrió por el mun do la noticia de un nuevo y terrible accidente minero en la mina Gresford, en Wrexham, Inglaterra. 2 7 1 mineros habían bajado a la mina para nunca más volver a subir de allí abajo, n i siquiera como cadáveres . . . Y es que se cerró, amurallándolo , el pozo ardiente . 1 2 0 han sido igualmente emparedad o s hace pocos años en la terrible explosión ocurrida en la mina Nelson, en Bohemia . Cientos, miles de mi neros bajan día a día a la eterna noche de la tierra . ¿ Cu á ntos de estos mineros llevan a Dios o piensan en Dios allí dentro, en las g alerías , bajo la tierra ? Yo , al menos, conozco el caso d e un minero de Bohemia, de nombre Franz Bartosch . . . , joven aún, hijo único de su anciana madre. Ya hacía dos años que bajaba a la mina . Por desgracia , al con tacto con tantos mineros malos ya había perdid o buena parte de la fe de su infancia, allí abajo en las tinieblas de la mina. La fe en Dios ardía aún en su alma, pero tal como arde una vieja y casi 1 20
ciega lámpara minera, o como un candil, cuya lla ma mortecina está a punto de apagarse a cualquier golpe de viento un poco más fuerte de lo normal. . . Su madre había ido una vez de peregrinación . De mañana, antes de que Franz se disponga a marcharse a las cinco hacia el negro edificio de la mina, para allí, como de costumbre , descender a lo profundo a la hora del relevo , la mamá Bar tosch saca una cadenita del bolso. Una pequeña y brillante medalla cuelga de ella. " Franz, te he traí do la medalla de Nuestra Señora. Te ruego que te la pongas ahora " . Y mientras le decía esto, ya se la ha puesto alrededor de su cuello, y el hiio le deja hacer. No le es lícito negarse a un deseo de la anciana madre. Los que están en la mina, ésos sí, a buen seguro que ésos le quitarán del cuello esa cosa brillan te . . . Y seguro que habrá risas y burlas . . . Pero , en fin, veamos qué es lo que pasa. Y a se oye silbar desde lejos la sirena de la explotación cuando justamente llega él a grandes zancadas, se cambia de ropa y salta dentro del tambor de extracción al lado de dos compañeros que trabajan con él en la misma galería. Luego, la maroma desciende desde el cabrestante. Llega dos abajo , salta fuera . Otros a su vez se introdu cen en el cesto para, después del trabajo noctur no, salir a la luz del día y marcharse a sus casas . « ¡ Salud y suerte ! » Van al tajo. Franz opera en la galería con el viejo Hannes y con August. Toda la fuerza de su juventud intacta se emplea aquí junto al negro mineral . Hoy se siente poseído por un indefinible de seo de estar en casa. ¿ Morriña de la mamá? ¿ Por qué no, muchacho? Tararea una canción . Quiere 121
alejar esas sensiblerías, pero cuando reflexiona un poco, cae en la cuenta de que está canturreando una canción mariana . Esta melodía andaba oculta en su mollera, aún desde los días de la escuela . . . ;qué barbaridad ! Menos mal que los otros no se han dado cuenta . . . Hoy está ocurriendo algo extraño . Hasta se ve andar de aquí para allá al mismísimo ingeniero de la explotación . Esto , a la verdad, no ocurre todos los días . Los viejos mineros lo saben bien. También saben que ayer, un par de metros más ailá, hubo de ser levantado un triple muro de cemento ante una galería ya abandonada . . . , y que en los últimos días aparecían con mucha frecuencia ratones muertos en los pozos . . . " Procurad que nadie fume, que nadie encien da una cerilla, que nadie rompa la lámpara " , oye Franz que dice el ingeniero al viejo Hannes . Este dice que sí, que naturalmente. Un rato después, Hannes exclama : " ¿ Cuántas vagonetas se han des cargado ya, August ? " " Tres '' , contesta desde atrás. " Bien, entonces vamos a descansar un po co, ya son las 1 1 " . Los tres hombres se sientan junto a la briIIante pared de carbón . Se desen vuelven los termos y las servilletas en que vienen envueltos los alimentos . Mientras comen, las lám paras de seguridad penden de los punteros pues tos de pie. Hay un calor sofocante . Incluso mien tras están comiendo, claras gotas de sudor bri1lan sobre los morenos rostros y los desnudos cuerpos de cintura para arriba de los tres compañeros de destino . " Hoy, dice August, esto no anda bien ventilado " . Y sigue comiendo . " ¿ Qué tienes tú ahí en el cueilo ? ", le suelta, de pronto, el viejo Hannes, admirado. Y se ríe luego burlonamente, 1 22
mientras August va a donde Franz y tira de la ca denita donde está la medalla, que a la macilenta luz de la mina, resplandece y centellea . " Déjame ver qué e s lo que hay ahí escrito " , mientras lentamente v a deletreando : " ruega por nosotros - santa - Ma-dre - de - Dios . " Mi madre -protesta Franz- no ha quedado tranquila hasta que esta mañana no me ha puesto esta cosa en el cuello " . Y al decirlo, siente que está avergonzado . Aún sostiene August la medalla en su mano, y va a descifrar también su reverso , cuando, de pronto , se produce un trueno horrísono, intermi nable, precedido de un relampagueo deslumbrante y cegador, que, por momentos, alumbra la oscura noche que reina siempre allí abajo . . . En todos los pasillos, en las galerías más alejadas y en los pozos de unió n, en el último rincón de la mina este trueno terrorífico, repetido cientos de veces por el eco aterrador; las paredes se desploman, los pozos también se derrumban , los postes quiebran : todo tiembla y se tambalea . . . " ¡ Una explosión ! " , gritan los dos jóvenes, de sesperados . " ¡ Cuerpo a tierra ! ¡ Avanzar cuerpo a tierra ! " , grita el viejo minero, tirándose al suelo . " ¡ Seguir tras de mí hacia el pozo de subida ! " " ¡ No os encorvéis , sobre nosotros hay gases vene nosos ! " Y como si fuesen serpientes, se van arras trando, lentamente -¡ Dios mío !-, pareciendo los segundos una eternidad. Sólo ha quedado en pie una lámpara, y ésta la lleva el viejo Hannes entre sus dientes, tal como un perro lleva en su hocico el cesto de las provisiones . Y entonces sucede lo más extraño d e es ta ma ñana terrible : el viejo Hannes farfulla de manera apenas inteligible : « ¡ chicos, rezad ! ; ¡ toda otra pa123
labra es vana ahora ! ¡ Rezad, os lo digo yo! " Aho· ra, con el miedo entre los huesos, ante el peligro inminente de muerte, el viejo Hannes, el endu· recido Hannes redescubre también la oración . . . Pero siguen arrastrándose . Es algo intermina ble. Luchando entre la vida y la muerte. Hasta que, de repente, encuentran cerrado su camino . Aquí el mineral se ha derrumbado y una pared de separación se interpone entre ellos y la galería de subida. Una pared de separación, si bien no excesi vamente gruesa, tal como el viejo constata después de un ligero examen de reconocimiento. " ¡ Si pudi és em o s perforarla ! ", dice . " Pero sólo lo podríamos con un puntero pequeño, pues, de lo contrario, tal vez todo podría venirse abajo y en tonces estaríamos perdidos . Y además, tampoco sabemos qué es lo que hay detrás de esta pared . ¡ A lo peor está ardiendo todo del o tro l a do ! " " Yo me vuelvo y busco el puntero ", exclama Franz, y se vuelve hacia donde han venido. Ha de caminar arrastrándose en la oscuridad, pues la lámpara se le podía apagar en el camino . Así va avanzando por entre la oscuridad más desol a da , con un miedo mortal y aterrorizado. Al fin , percibe que debe ser ahí donde antes estaban . Localiza los termos de los que aún hace poco habían bebido. Ahora se hallan ya medio sepultados por el material desprendido . ¿ Dónde localizar un puntero entre tanto derribo? Busca y busca, una y otra vez, lo toca todo, lo examina todo, pero el puntero no aparece -¡Dios mío ! ¡ el puntero del que penden tres vidas humanas ! De repente, cuando ya casi está desesperado, percibe un suave sonido metálico . ¿ Qué pasa? Se vuelve rápido en l a dirección de donde procedía el 1 24
sonido y, ¡ he ahí el puntero! j Y ha st a encuentr a asimismo un martillo ! ¿ Y el sonido ? j Milagro de la misericordia ! La pequeña medalla que p endía de su cuello había t ropezad o con l a s herramien tas, dado que él iba a gatas, arrastrándose por el suelo . . . ¿ Qué decir más ? Pues nada, si n o que l 0gr a ron perforar la pared, actuando con mucho cui dado, utilizando el puntero y s u s p r opios dedos, alcanz ando , al fin, un aire fres co no invadi do por los gases . Desde ese lugar, aún había un gran tre cho hasta la planta desde donde subir arriba . Pero los tres anduvieron corriendo ese cami n o, baña dos de sudor y muertos de miedo , y un solo pen s ami ento en sus almas : ¡ ruega por no s o t ros , santa Madre de Dios . . . ! Los tres hombres volvieron a la luz del día . Eran los únicos supervivientes . Y b ajo ell os la mina toda está en llamas . . . Arriba hay una gran multitud de gente . Esposas e hijos llorosos, pa dres ancianos, hermanos y hermanas : ¡ un lamento indescriptible ! Los tres supervivientes , me di o des nu do s , ennegrecidos, descalzo s, caen en medio de la multitud, que los evita sil en ciosa . . . Y es que algo inefable e incomprensible se ha c ern id o so bre la cabeza de esos tres hombres . . . E sto s no ve n nada, no miran a ninguna parte , n i a derecha ni a izqu ierda. Uno s o s ti en e en alto una l ámpara de mina, el otro aprieta algo brillant e sobre su pecho desnudo, algo prendido a una cadena Avanza en medio de un día re splande ciente de otoño hacia el pueblo, hacia la iglesia, ab ier t a de par en par. Allí, a los pies del altar, s e desploman los tres hombres . La sangre corre de sus p i e s des nudos, de sus hombros lacera dos . ¡ Pero es t án vi• • .
125
vos ! ¡ Viven! ¡ Escaparon a una muerte cruel y horrible allá abajo en las profundidades de la tierra ! Y desde aquel momento, en la iglesia del pue blo, junto a la luz del sagrario, pende una lámpara de min a , y arrollada a ésta una pe qu eña medalla . Tres familias mineras cuidan de que la lámpara de m ina arda día y n oche junto a la lámpara del sagrario . . . " Hoffnung " ( 1 957 ) No puedo expresar cuán conmovido estaba
(emotiva historia desde el Japón) El 2 5 de mayo de 1 935, la ciud ad j aponesa de Sendai celebraba el 300 aniv ersario de la muerte de uno de s u s hombres más cél ebre s , Daimyo Da te Masamune. Fue éste el que llamó a los p rime ros mensajeros de l a fe cristiana a la región de Sendai y al norte de Japón . Fueron los francis canos , b ajo la dirección del bienaventurado Luis Sotelo, los que desarrollaron u n a ingente y fructí fe r a actividad en el reino de Daimyo . Hoy quhiera narr a r una pequeña historia, vivida por mí, con motivo de la festividad jubilar que celebraron las gentes de Sendai de Obihiro en honor de l gran D a im y o . Sabían que yo había adquirido alguno s cono cimientos sobre la h i s toria de Daimyo, y, en con secuencia, s e me pidió que diese una conferencia s obre Date Masamune . Y, por mi p a r t e , acepté muy gustoso . Después de la con fe rencia, un señor, al qu e yo no conocía de nada hasta entonces, me 1 26
pidió que lo visitase en su casa, pues quería, según me dijo, mostrarme una reliquia de la época pri mitiva cristiana del Japón . Al día siguiente, por la tarde, pude presentar mis respetos a dicho señor. Después de los hab i tuales saludos y de algunas expresiones int r ascen dentes, buscó en un armario una pequeña cajita en la que se hallaba una estatuilla de la Madre de Dios en marfil, cubierta totalmente de guata . Con el correr del tiempo, había perdido su brillo y c asi se había vuelto totalmente negra . Extrañado por este r aro descubrimiento, pregunté al señor qué es lo que él podía decirme sobre la procedencia de esta estatua . Sonriendo me informó de lo que sigue: " Como Vd . dij o ayer en su conferencia, Date Masamu n e fue un gran amigo y protector del cristianismo . Sólo bajo su sucesor se desató también en las regiones del norte de Japón la per secución en toda s u crueld2d. Los cri stianos que no fueron atrapados , huyeron a la soledad de los montes ; incluso se refugiaron en la isla de Yeco, la actual Hokkaido : a Date Mombetsu en las pro ximidades de Muraran . Los habi t an tes de este lugar hoy ya no saben nada del cristianismo ; pero allí se han encontrado hace algunos años viejos recuerdos de la época cristiana. Yo mismo pro cedo de ese lugar y recibí esta estatua de mi abue lo cu ando , habiendo terminado la enseñanza se cu ndar ia , me marchaba a Tokio, a estudiar en la universidad " . Entonces, el señor sacó la estatua de la cajita y me la pasó . La tomé en mis manos y la observé atentamente . Sin lugar a dudas , su ant i güedad era evidente, y, a juzgar por los r a s go s de la c a ra , habría qu e concluir que su artífice debió ser qui127
zás j apon és . En el pedestal había grabadas , con escritura la t in a un t anto de s mañ ad a , las siguien tes palabras : " Sub tuum praes idium confugimus, Sancta Dei Genitrix " ( = Bajo tu auxilio nos po nemos, santa Madre de Dios ) . " Cuando mi abuelo nte entregó esta estatua, me d ijo : " ¡ Consérval a bien . Tú eres el heredero de n uestra estirpe y, en cuanto tal, el cuidador de este tesoro, que se halla en nuestra familia desde muy antiguo. Si eres un fiel cuid ador , la dicha te acompañará ; pero si te separas y apartas de es te santuario, poco a poco la desdicha se cebará en tu persona ! " Mi abuelo dijo estas pa labras con gran solemnidad , y yo temo olvidar su legado , aunque yo n o vea otra cosa en esta estatua sino un recuerdo hi stóri co " . " ¿ No recibió Vd. de su abuelo n ingun a n� tici a sobre la procedencia de esta estatua ? " " Sí, por cierto , algo me contó el abuelo . En una tran quil a noche de invierno, cuando mis her manos ya es t ab an dormidos, me llev ó consigo a su habitación, e ncendió una vela y me mandó en voz baj a que me arrodillase . Luego abrió un ar cón que siempre tenía cerrado y anduvo buscando una pequeña cajita que estaba metida en medio de la ropa que allí había . En silencio, se arrodi lló él luego junto a mí, poniendo cuidados amente la c aj i t a en la mesa delante de él. Asombrado por este extraño proceder del abuelo, le miré a los ojos y pu de ver que res pl andec ían con un extraño brillo, pendien tes de la cajita . Sus labios se mo vían casi imperceptiblemente. Creo que estaba re zando . No osé molestarlo en absoluto. Finalmente, tomó mis manos, las man tuvo bien estrechadas entre las suyas y me dijo en tono s u surran te : 128
" Ya ere s lo suficientemente mayor para que conozcas el secreto de tu es tirpe . Tu padre murió antes de que yo pudiese revelárselo to do . Y por mi parte, siento cómo mi vida se va len tament e deslizando de este cuerpo, por lo que ha llegado la hora de que se determine quién s e a el nu evo cu s t odio de es t e t es oro . ¡ Mué s tra te digno de tus mayores, y cuid a lo que fue s agrad o para ell os ! " Luego, abrió cuidadosamente la cajita, sacó esta pequeña e s t atu a , juntó las manos y s e inclinó en señal de veneración . Y o vi por primera vez la es t at ua aquella noche, y hasta en t once s no tuve
la menor idea de que hubiese algo semejante en nuestra casa . Después de un profundo silencio, me preguntó el abuelo : " ¿ Sabes tú qué es esto ? " " Quizás , le respondí yo , una Hotoke ( = divini dad budista ) p arti cul arm en t e venerable " . " No, no . Esto es la Birgen Santa María.1 Desde hace cinco generaci ones es éste el s an tu ario de nuestra fa mili a . Yo no puedo contar mucho de esto, pues este tesoro no fue mostrado a n adie , y su existen cia sólo es conocida por uno de la familia . Sin em b argo , sí sé que la " Birgen Santa María " es un bu en espíritu protector de nuestra familia . Si e s t e pequeño santuario se conserva fielmente, la dicha nunca se apartará de no so tro s . Yo mis mo he de agradecer mi vid a a la " Birgen S anta María " . Cuando yo tenía 1 1 año s , sufrí un a enfermedad grave . Mi p adre y mi madre ya habían muerto y el abuelo me educó a mí y a mis dos hermana s , mayores que yo . Una noche , cuando mi enferme dad había alc anzado el punto crítico , y cuando
1
Así en el original.
1 29
ya nadie creía en mi posible salvación , mi abuelo envió fuera del cuarto en donde yo estaba a la mujer del vecino que me atendía, así como a mis dos hermanas, me sacó de la cama y me vistió con mis mejores vestidos, llevándome ante su arca, ésta que aquí ves . Pero no la abrió, tal como yo lo he hecho ahora, sino que la corrió h�cia un lado, y en la pared apareció un pequeño nicho, y tras una cortina de brocado, la estatmt de la " Birgen María " se hizo visible . Nunca olvidaré con qué respeto se arrodilló el abuelo ante ella, abrazándome fuertemente entre sus brazos . Los ojos fijos, dirigidos a la estatua, musitó entre hon dos suspiros el siguiente voto : ¡ Birgen Santa María ! Tú sabes que n osotros en tiempos bien difíciles te ofrecimos en :nuestra casa seguro hogar. Mira ahora mi tribufación y salva a este niño de quien depende el futuro de
la familia. Pero si es inevitable que la muerte entre en esta casa, ¡ he aquí mi vida en favor de la del
niño ! Luego, el abuelo calló , siguiendo con los oj os fijos en la estatua. Por mi parte, sentí de pronto un gran cansancio y le dije: " Abuelo, quie ro ir a dormir " . Su cuerpo, al oírlo , tembló, mien tras una sonrisa se dibujaba sobre sus arrugadas mejill a s, y con voz sonora dij o : ¡ gracias, gracias ! ; Mi oración ha sido escuchada! Así me dijo mi abuelo . Y cogiendo fuerte mente mis manos entre las suyas, en tono casi amenazador, continuó : " Pero tú, en tanto yo viva, cuídate de no tocar j amás esta estatua o, después de mi muerte, de dejarla abandonada a la vista de todos l " Y dicho esto, cerró el abuelo fa cajita y la puso e n el arca entre sus vestidos . Puso de nuevo la tabla en la aber tur a de la 1.3 0
pared y corrió el arca delante de ella . Luego me desvistió con cuidado y me metió en la cama . " ¡ Duerme , duerme ! ", me dijo con mucho cariño , mientras me acariciaba la cabeza, abandonando luego la habitación. Debí dormir mu cho tiempo, pues cuando me d esp ert é el sol ya es t aba bien alto en el cielo . Junto a mi cama, mis hermana s lloraban, arrodilladas . Como sabía que ayer se te mía por mi vida, pensé que ellas lloraban por mí, y dij e por eso : " Me pondré bueno, el abuelo rezó por mí " . Pero ell as seguían llorando con m á s intensidad aún, y la hermana mayor dijo : " El abue lo ha mu erto esta noche " . Aunque y o era todavía u n niño, entendí la temible grandez? del voto que el abuelo había hecho en favor de mi vida, y yo estaba seguro de que la " B irgen Santa María " había oído su o r aci ón . Me en t ró un gran miedo ante el miste rioso p oeler ele aquella criatura ele la que ya nada s ab ía , no osando nunca en tr ar al cuarto donde se h a ll ab a oculta la esta tu a . Sólo más t a rd e , cuan do la casa iba a ser renovada y existía el peligro de que se descubries e el santuario, lo saqué tem blando de allí y lo m antuve oculto desde entonces . " en m1 arca . Aqu í terminó el señor su n arración y me pa reció co mo si su r'ostro hubiese adquirido una ext rañ a expre sión de temor. Por eso le pregunté : " ¿ Le ha hablado de e sto a alguien más que a mí ? " " No , yo, en realidad, no creo, pero temo la ven ganz a de los a nt ep a s a do s " -" ¿ Y por qué me ha mostrado preci samen t e a mí el san tuario de sus an tep asado s ? " Entonces el señor se puso en pie y dio u na s vueltas por el cu ar to , todo excitado . Finalmente, se pa ró delante de mí, y me dijo: 131
" ¿ Sab Vd. ? Yo quería tener claridad de una vez sobre esta " Birgen Santa María " . ¿ Quién es real mente la " Birgen Santa María " ? Ayer por la tarde habló Vd. tres veces en su conferencia de este nombre , y cada vez que Vd. lo nombró , noté yo que hacía una breve inclinación de cabeza. Vd. debe saberlo, Vd. debe creer en la " Birgen Santa María " . Esa es la razón de que yo le haya mani festado el secreto de mis antepasados " . Con toda claridad, dos cosas m e parecían evi dentes : primero, que yo estaba ante un descen diente de los antiguos cristianos japoneses, y se gundo, que la gracia ya había trabajado esta alma. Se lo dije así, y le hablé detenidamente de la Madre de nuestro Señor. El me escuchó maravi llado, sin osar interrumpirme . " ¡ Agradézcale Vd. a la " Birgen Santa María '' , pues ella siempre protege a aquellos que amorosa mente conservan en sus casas su imagen ! Y yo tan sólo deseo que también Vd. siga rezando eso que está escrito a los pies de esta estatua : " Bajo tu auxilio nos ponemos, Santa Madre de Dios " . Y aún quiero enseñarle a Vd. una oración, para que la rece a ser posible diariamente " . Y le fui diciendo el avemaría, y él la copió . Luego, se inclinó ante mí y me dijo con profunda emoción : " Le doy las gracias, pues me ha traído la paz a mi corazón. Y yo le pido que rece Vd. conmigo por primera vez ante esta estatua que ya ha escuchado a tantos atribulados y oprimi dos " . No sé expresar cuán conmovido estaba, al rezar junto a un descendiente de los perseguidos cristianos de antaño : " Ave Maria, gratia plena . . . Dios te salve, María, llena de gracia " . Moos H AMER, Geschichten dar Jahr hindurch -Frühling (Herder} 132
La Virgen de Fátima se va de peregrinación
(viaje bienhechor a través de Europa)
El 1 3 de mayo de 1 94 7 , la estatua de Nuestra Señora de Fátima abandonó la Cóva da Iria y comenzó su marcha triunfal a través de la Europa rota y herida por la guerra . La Madre de Dios, de Fátima, quería visitar a sus hijos envueltoc; en el desánimo, llevándoles una nueva esperanza y nuevas alegrías . Por eso, varias personas de dife rentes países tuvieron coetáneamente la misma idea : peregrinación por Europa Occidental . En verdad , desde un punto de vista humano, una em presa así era una temeridad, pero la Señora reu nió a aquellas personas que ella quiso pusiesen esta idea en ejecución; fue ella la que obvió las dificultades, abrió las fronteras entre los países y los corazones de los hombres . Y sucedió lo ines perado: en todas partes se recibió a la Señora como si de una reina se tratase. Las gentes ac tuaban espontáneamente, según su amor se lo re clamaba, por puro entusiasmo brotado de sus co razones. Así fue recorriendo la Señora todos los países, bendiciendo y consolando a todos, creyen tes e incrédulos . La primera ciudad visitada en Portugal fue Vila Nova de Ourem, la ciudad de la que anta ño partieron las más agudas críticas contra las apariciones de Fátima . ¿ Qué es lo que ahora su cedió? Millares de hojas volantes con el saludo de bienvenida : " Te saludamos, reina " , revoloteaban sobre la " dama blanca " . Por todas partes había coronas y guirnaldas , arcos y alfombras de hierba fresca, cantando todo el mundo con una sola voz : 1 33
" Ave María, reina " . Y la Virgen siguió adelante a través del país portugués . Las gentes acudían de los lugares más apartados con cestos sobre sus cabezas y con sus niños en los brazos , o bien viajaban montados en sus burros. En las ciudades se recibía a la Señora con cañonazos y música . Por todas partes flameaban las luces . Al pasar de lante de un cuartel, los soldados presentaban armas . . . Y la reina celestial iba derramando sus dones en su caminar por las ciudades y los pueblos , y, ante todo, la gracia de la conversión en muchos casos . Sólo Dios sabe cuántas personas que habían perdido a Dios, lo volvieron a encontrar merced a la suave violencia interior que ella ejercía y que nadie podía resistir . . . Pocos momentos antes de que la Señora abandonase Portugal, dos blancas palomas se posaron a los pies de la Madre de Dios . En España se recibió a la Señora con entusias mo meridional, con canciones , luces y flores . En Valladolid, más de 1 0 0 .000 personas aguardaban la entrada de Nuestra Señora de Fátima . Los avio nes sobrevo l aban a baja altura las procesiones y arrojaban ramos multicolores de flores . Los cam pesinos s alían montados a caballo de sus aldeas y pueblos para recibir a la Señora . Los pescadores del pequeño puerto de Bermeo colocaron a la Madre en un barco al que habían dado el nombre de " La Virgen de Fátima " , y luego , acompañada por muchos barcos de pescadores, la reina del mar (la estrella de los mares ) dio un paseo por la costa . En San Sebastián, 4 .000 ciclistas abrían la mar cha adornadas sus bicicletas con las más variadas flor� s . Les seguían u nos 2 5 .000 homb res . En 134
Cyarzun, una aldea en las proximidades dt> la frontera francesa, un grupo de jóvenes vascos mar chaba ejecutando danzas populares del país delan te de la Madre de Dios . Lentamente, casi majestuosamente, se levan taron en Irún las bar reras fronterizas entre España y Francia, cerradas a cal y canto durante dos lar gos años . Y una vez ya dentro de suelo francés Nuestra Señora, una imponente mu ch edu mbre iba tras ella, cantando todos llenos de entusiasmo : " ¡ Reine de France, priez pour nous ! Oh , notre espérance, venez et sauvez nous ! " ( = Oh reina de Francia, ruega por nosotros ! ¡ Esperanza nues tra, ven y sálvanos ! ) . En Anglet, la e spe raba n 3 0 conventos de religiosas, que miraban e n silencio y felices a la peregrina celestial ; eran monjas de la Trapa, que habían rezado y se habían sacrifi cado mucho para que se lograse esta peregrina ción . En Labenne, la Señora fue llevada a un ho" pita l . Allí había una joven incurable y que apenas podía hablar, ni ver, ni oír . La muchacha ;;t. di rigió a la Vi rgen y le dijo: " Ah , Maria, voila ! Tu es venue me voir ? " ¡ Qué h e rmosa eres y yo soy feliz ! Haz que yo sufra por la conversión de los pec adore s " . En las carreteras de Fr anci a , la peregrinación fue una prédica continuada de ora ciones invocantes : " ¡ Nuestra Señora de Fátima, convierte al mundo ; s alva a Francia; danos la paz ! " Bélgica . Lieja, la ciudad del Smo. Sacramento, dispuso a cont i nuaci ón un emocionante recibi miento a Nuestra Señora . En Bastogene se celebró a medianoche una santa misa en medio de una gran plaza abierta . A la elevación, todos los mine ros levantaron sus linternas . Era un e spec táculo 135
verdaderamente impresionante : en torno al altar, cientos de hombres en sus traj e s de mineros, un paño rojo al cuello, orgullosos y fieles de poder hacer la gu ardia de honor a la Virgen de Fátima. En S ereing , conocido como el «Pays Rouge » , los mineros baj aron a su Blanca Señora a 960 metros de profundidad bajo la tierra, y sobre el negro car bón de allí abajo brilló inmaculadamente clara la i m agen de Nuestra Señora de Fá tim a . La Señora tomó luego el camino de Holanda, Lu xemburgo y Alemania . Por todas partes se cons tataba indéntica veneración y entu siasmo . El 29 de febrero de 1 948, la Señora volvió otra vez a la Cóva da Iría, pero ya venían ruegos de todas las partes del mundo, pi di en do ..:iue Nues tr a Señora los visitase. Y así lo hizo, visitando a continuación el " continente negro " hasta la Ciu dad del Cabo, s iguiendo luego hasta los países del lejano Oriente como Australia y Japón. También a América del Nor te y del Sur. Se llen aría un grueso libro si hubiera que describirlo todo . Sólo Nuestra Seño ra sabe las gr ande s bendiciones que ha supuesto para las almas esta su peregrinación. ¡ Eternas gracias a su amor m a tern al ! " Der Siegeslauf Unserer Lieben Frau von Fatima als Welt-Pilger-Madonna " Es interesante lo que el Padre Werenfried van Straten escr ibe en su revista " Echo der Liebe " : " Hac e algu n o s d í as en co ntr é a u n obispo de Che c o slov aqu i a , que sostiene que es el mayor m il agro
de l o s últimos años la libertad parcial recobrada por su país , pese a lo frágil que aún ella pueda ser . Agr adecido , contaba que la estatua de la Ma dre de Dios había llegado en octubre de 1 967 136
a
Praga. Como regu ero de pólvora se extendió la noticia de su llegada , y tanto en las iglesias como en las casas privadas se desató un aluvión de ora ciones . Desde entonces, todo ha ido mejorando. Nosotros e st amo s firmemente convenci dos de que la Señora de Fátima nos ha salvado por su pcde rosa intercesión, y de que también nos seguirá protegiendo en el futuro " . ( Y ella lo har á si en ella s e confía, pese a que , entre tanto, otra vez han vuelto a cambiar las cosas . )
Convers ión d e u n judío por
la Señora de Fátima
El profesor Dr. William Hermanns, de origen alemán, cuenta en su libro, p-ublicado en los Es tados Unidos , bajo el título de Mary and the Moc ker ( = María y el mofador ), la historia de su vida. Cuenta cómo la Señ<lta de Fátima fue el in dicador que le llevó a la conversión del judaísmo a la fe católica. Esta obra fascinante viene avala da con un prólogo del célebre obispo auxiliar de Nueva York, Fulton Sheen, que también actuó de padrino de su conversión. Empieza su libro el profesor doctor William Hermanos con las palabras siguientes : " Antes hu biese estado dispuesto a creer que la tierra se hundía bajo mis pies y me engullía, a que yo habría de terminar mis cuarenta años de peregri nación por el desierto reli gioso con la composición de un " mea culpa " dirigido a María ; y, sin em bargo, había dedicado toda una vida como exegeta 137
bíblico a buscar la verdad . . . Me había ocupado con el judaísmo y el protestantismo , la metafísica de Swendenborg, había creído en una ciencia cris tiana y estudiado los escritos del hinduismo y el Corán . En una palabra, yo había bu s c ado por todas partes una respuesta a mi desasosiego religioso en todas, menos en la fe católica, pues mi educa ción y mis prejuicios me lo prohibí an " . La absoluta transformación de su vida la ob r ó el c o n t ac to con la Señora de Fátima. ¿Fue un azar el que fuese invitado como huésped a una celebra ción sobre Fátima en la iglesia de san Patricio, en San. José, California ? ¿ E r a n acaso imaginaciones suyas , imaginaciones de un poeta el que los rasgos esculpidos de la Señora de Fátima le pareciesen por un momento que se animaban ? ¿ Era imagi nación el que una voz interior le dijese : " Vuelve a casa; corrígete " ? Eran palabras que contrade cían íntimamente su actual manera de pensar, pues creía que era bueno. Salió de la iglesia, pero antes de que hubiese alcanzado el dintel de la puerta, escuchó en su interior las palabras : " ¡ No permitas, oh Dios, que muera en mis pecados ! " ¿ Quién ha blaba estas palabras que así c on t radecían su entero pensamiento ? ¿ Acaso había tocado María su co razón ? Pero, ¿ era ello posible, siendo así que du rante toda su vida no había hecho más que mo farse de esa figura? Volvió otra vez a la iglesia . Su vida entera fue pasando por su cabeza con la rapidez de un programa televisivo ; y se dio cuen ta de que había hecho todo lo posible en su vida para esquivar a María. Se vio siendo niño reírse de la gente que rezaba el rosario; cuando estudian te, se esforzó todo lo que pudo para contradecir el dogma de la I nmacul a d a Concepción ; como 1 38
maestro, evitó nombrarla, tal como uno no cita el nombre de una mujer de la qu e lo mejor es no hab l ar de ella. Y, con ocasión de la guerr a y de la cautividad en un campo francés, se vio a sí mismo negán dose a traducir p a r a sus comp añe ros católicos un relato sobre Fátima que venía en un periódico francés ! Se vio arroj ando el perió dico al suelo, diciendo : " ¡ Superstición y forraj e para cabezas vacías ! " ¡ Cómo s e lamentaba ahora de aquella actitud ! Recordó también cuando, después de la muerte de su madre, la sirvienta le trajo a su propia madre y cómo ésta en su presencia se postró ante una imagen de María, diciéndole : " Ahora será para Vd . su madre " . También pasó por su ima ginación otra vez el moribundo joven Bergmann , que sostenía convulsivarnente el rosario en sus ma nos y lo rezaba constantemente . Sufría de tuber culosis . Le habían sido extirpadas varias costill as, pero la herida no curaba . En el c a m ino h ac ia su casa desde el hospital , el profesor Hermanos se sintió impulsado a entrar en una iglesia y rez ar por él . A la mañana siguiente, el médico le dijo que h abía sucedido un milagro, que la he rid a del Una voz interior, moribundo se había cerrado e mpero, no le permitió hablar . . . El profesor doctor William Hermanns escri be : " En el momento en que yo exigía cambiar, sentí que hacía su aparición un cambio " . Ahora, el antiguo burlador se convirtió en un incansable bu s cado r Y, en verdad , no fue sencill a la labor que se fijó . Estudió los acontecimientos de Fá tima ; entró en contacto con católicos sencillos y con católicos sabios, con religiosas, con sacerdotes y con estudiantes ; v i s it ó a dos cardenales , tres
. . .
.
1 39
arzobispos, cuatro obispos . Habló con ellos y los observó. Investigó con minuciosidad todo aquello que se argumenta contra la iglesia católica. Siguió imperturbable su camino, aunque sabía que habría de perder a sus mejores amigos . Les dijo a sus amigos la verdad en el amor, tal como corresponde a un amigo . " Para ser católico, debe Vd. pedir a Dios que le ilumine y le dé fuerzas para seguir esa ilumi nación " . Así le había dicho alguien . Y él, el judío, había seguido ese consejo. Bajo el influjo del obis po americano Fulton Sheen, con el que tenía una buena amistad, se convirtió en el año 1 9.5 3 . Para honrar a la Señora de Fátima, escribió un poema, juzgado y valorado en América como hecho lite rario. " María und der Spütter " " María ha recibido de Dios tan gran poder sobre las almas, para transformarlas en Jesucristo y a Jesucristo en ellas " . LUIS MARÍA GRIGNION La sonrisa de la Vi rgen negra
(consuelo en un grave sufrimiento familiar)
El cartero iba subiendo por el sinuoso camino que llevaba hacia el chalet, que, cual travieso abe jorro, se ocultaba tras las ramas y arbustos flore cidos . " ¡ Cómo calienta este sol de mayo ! " , mur muró , secándose el sudor de su frente. En ese lugar, se paró junto a la bienhechora sombra de un manzano en flor, donde el caño de una fuente derramaba el agua vivificante . . . Sobre el terreno, 140
unos rientes pensamientos azulados . Los tulipanes brillaban en su intenso colorido rojo, mientras que, apartadas en su timidez, las herbáceas nomeolvides alegraban el conjunto . Volaban las laboriosas abe jitas ; era todo un espectáculo ver cómo zumba ban , mientras revoloteaban y trabajaban . . . La señora Hanna, de pie en la escalera, espe raba al cartero . En su rostro cetrino era imposi ble detectar la más mínima huella de esta super abundante eclosión de alegría de esta mañana de mayo . Sus ojos delataban bien a las claras que la pasada noche apenas si había dormido má:; de cinco minutos ; algo, pues, no marchaba . Sus preocupaciones debían ser muchas . Y es que ayer le había sorprendido la terrible noticia de que su marido había sido gravemente herido en un ejer· cicio de protección aérea. Y todo ahora era inse guro. Los médicos y las enfermeras caminaban si· lenciosos por los pasillos cuando salían del cuarto del herido , y sus rostros serios no dej aban mucho lugar para la esperanza . " Naturalmente, señora, que lo intentaremos todo, pero no le puedo pro meter nada " , había dicho a Hanna el médico jefe cuando angustiosamente le había suplicado que hiciesen todo lo posible por salvarle la vida . ¡Y en casa, dos niños pequeños ! El día de su joven felicidad había amanecido radiante y sin una sola nube . Ahora, en cambio, cuando nadie lo hubiese creído posible, la noche sobrevenida amenazaba ahogar con su frío el esplendor primaveral de sus ilusiones . En su angustia, Hanna había telefonea· do a su hermano : " ¡Dile a la Madre de Dios que tenga compasión, que yo no voy a poder sopor tarlo ! " Y ahora, el cartero traía una carta. El sello 141
venía timbrado con la siguiente inscripción : " Ein s iedeln , 1 .000 años de cultura " . Nerviosa abrió el sobre . Se reclinó sobre la misma barandilla de la escalera , y empezó a leer . Echó un vistazo rápido a toda la carta, moviendo de un lado a otro sus negros c abell os , se paró un segundo ensimis mada, y vol vió otra vez a leerla. Sus sienes mar ti ll eaban, y las negras letras revoloteaban ante sus ojos . Fue a su cuarto, se sentó en la mesa y em pezó a leerla por tercera vez . Leía cada palabra en voz alta para sí: " Mí querida hermana : a c abo de volver de las vísperas . En realidad, debía haber tenido yo la lectura esp i ri tual , pero mis pensamientos andan sueltos como caballos desbocados . Te escribo ahora para ver si, de ese modo, echo fuera este tormen to que me invade. Durante el " Salve Regina ", pre senté a la Virgen tu grave asunto . Al cantar : " En este valle de lágrimas " , supliqué a la Madre de Dios que tuviese compasión de vosotros . Le dije : " Tú has tenido también una fam ilia y sabe s por propia experiencia las tribulaciones y miserias que se pasan cuando falta el sostén . Mira a Hanna, que está inconsolable . Su marido no pudo escapar a t iem po de la frágil casa en llamas, y se quemó horriblem ente sus manos y su cara. Ahora está negro como tú lo estás . Pero su cara no se ha en negrecido tan suavemente como tu divino rostro lo está . Su cara es una llaga completa ¡ Piensa en los dos pequeños ! No los olvides , no olvides que sus padres te los confiaron en esta capilla de gra cia el pasado año en las vacacion es . No, no olvides a esta familia, no la dejes en la e stacada " . Fensaba yo que la Madre de Dios pondría una cara de preocupa ción al ver tamaña desdicha su-
142
frida por una familia en un momento inopinado y fulminante. Observé con todo cuidado su rostro, examiné al detalle sus rasgos, pero su cara seguía siendo una cara sonriente, sonriendo suave y blan damente al contemplar a su hijo jugando con los dos pajaritos . . . " Debéis mirar el futuro, como yo " , parecía qu erer decirme. " Mira, ahora mi hijo juega con esos animalitos de madera, pero pronto se abra zará a otro leño duro, al madero de la cruz . Est!e le producirá dolor, y a mí también me dolerá su dolor, pero sobre la cruz se proyecta el día de pascua; por eso, a pesar de todas las preocupacio nes y dolores, puedo seguir sonriendo . El sufri miento y el desamparo son tan sólo las semillas de las que germinará la felicidad " . Querida hermana: ¡ no desesperes ! Dirige tu mirada a la Madre de Dios ahí en tu cuarto, donde está la réplica de la Virgen de Einsiedeln. ¿ Acaso no sonríe ? Y, s in embargo, tiene preocupaciones, y preocupaciones tan altas que superan infini ta mente a las nuestras . Y, pese a ello , la Madre son ríe. También tú, querida hermana, has de saber sonreír, incluso aunque tu corazón quiera estallar . Sabes que en la vida todo acontece según un plan, y que Dios mismo es el que ha proyectado ese plan, y que Dios te ama . ¡ Por eso, querida her mana, sonríe también tú ! " " ¡ Qué extraños son estos hombres de iglesia ! , hubo de pensar Hanna. " ¡ Como no tienen fami lia, no saben nada de las angustias y preocupacio nes de una familia ! " Pero su mirada se fijó en la estatua de la Madre de Dios, que estaba sobre su escritorio . Y una voz interior le susurraba : " Tam bién ella supo lo que es el miedo y las preocupa14.3
dones , y, pese a ello , sigue sonriendo " . Hanna apoyó la cabeza entre sus manos . Lentamente em pezó a amanecer en su interior . Corrió las cor ti nas de col o re s y la hermosa luz del sol inundó la oscura habitación. Niklaus, el pequeño de dos
años, de ojos negros , estaba sentado en el suelo y chillaba lleno de alegría y placer . Y reí a des
preocupadamente. " ¡ Cómo puede estar todo tan alegre ! " , se dijo Hanna y miró por la ventana, viendo las flores en el jardín brillar a la luz del sol con sus múltiples colores . Se sentó en el sofá y sonrió cansada . Después de horas de horrible es pera, el sueño cerró sus párpados . En medio de su sueño, sonó chillonamente el teféfono . La joven señora se sobresaltó. ¿ Es del hospital? ¿Una mala noticia? Mecánicamente, descolgó el auricular, mientras sus ojos se fijaban en Ja Madre de Dios , que seguía allí sonrien do siempre : " Si ella pudo ser tan valient e, yo también lo p o dré " , murmuró Hanna, y se dispuso a e s cuchar en tensión la llamada : " ¿Es Vd . , herma na? " " Sí, seño r a Beller, una buena noticia : su marido ha p asado bien la noche. Lo más terrible puede que haya pasado ya. Cuando volvió pasaje ramente en sí, le transmití sus saludos . Al oírlo , hubo como una sonrisa en su rostro f atigado . Ahora e s t á relajado . Después de comer, puede V d . visitarlo por p rim era vez. Me aleg ro con Vd . por la buena noticia que puedo comunicarle " . Llena de agradecimiento, Hanna miró a la vir gen negra, que imperturbable, seguía allí con su suave sonrisa en sus facciones bo n dadosas , con el niño en sus brazos . . . P. NAT H ANAEL, " Maria Einsiedeln " , Confiar es siempre un nuevo comienzo 144
¡ M aría, Madre, lo pongo en tus manos!
(las preocupaciones de un padre) El señor Etchegarry, un trabajador vasco, te nía un hijo de 1 3 años que lo traía a mal traer .
Hasta ahora , nada había podido con él : ni rigores ni transigencias . Parecía imposible corregirlo . Mar tín -así se llamaba el chico- era malo y t e s t a rudo, haciéndole frente a su padre, no haciendo caso de su autoridad . " ¡ Sígueme ! " , le dijo un día su padre . Lo llevó a una pequeña capilla d edi c a d a a Nuestra Señora, lev an t ada sobre una roca y a unos dos kilómetros de distancia de la casa paterna . Se fue direc ta men t e al altar, y apoyando la mano sobre el hombro de su hijo, dijo : " Madre, lo pongo en tus manos . Haz de él un buen cristiano, co s a que yo no he con seguido hasta ahora . Haz que sea tu hijo . Proté gelo " . Luego, el padre se arrodilló y siguió re zando calladamente . L a s lágrimas cafan sobre sus hundidas mej illas . P e ro el hijo permanecía a su lado inconmo vible . Al principio, indiferente y frío, lueg o , perplejo, mirando ora a la imagen de Ma ría, o ra a su padre rezando con tanta unción y devoción . Pero ¿ qué está suc ediendo e n él? D e pronto , ta mbién s e arrodilla él. L a oración y las lágrimas de un padre tienen mucha adquiescencia en el mi sericordi o so corazón de la Madre . Y así, mientras los ruegos del padre suben piadosamente al cielo , la graci a del arrepentimiento desciende sobre el hijo . La quietud del s an tuario es perturbada por un sollozo . Etchegarry se sobresalta . ¿ Es que Nuestra Señora le ha escuchado ya ? Martín em1 4,
pieza a sollozar . Su frente se reclina sobre e1 hombro del padre . " ¡ Padre, perdóname ! ¡ Perdó name ! ", murmura. " ¡ Oh, sí, yo te perdono ! " , con testa Etchegarry. Toma a su hijo de la mano y le señala a la santísima Virgen : " ¡ Mu é s t rate digno de ella ! " Los años van pasando . Martín cuenta ahora 1 7 años . Sus faltas de jovenzuelo ya las ha expia do, su conducta se ha hecho ejemplar. " Padre " , l e dice u n día después de una semana de duro trabajo, " acompáñame a donde Nuestra Señora " . Es t a vez e s Martín el que con firme mirada y cabeza erguida entra primero en la capilla de la Virg en . Se arrodilla y suplica con voz fuerte : " Ma dre , dile qué es lo que tú qui e res de mí . Muéstrale el l ugar adonde me destinas . Hazle comprender que me quieres enteramente para ti, que tengo que dejarlo para ir a sembrar otro s campos . Di a mi pa d re que tú me has elegido , a mí, que soy del todo indigno , para ser un oblato de María " . Etchegarry interrumpió aquí a su hijo con su voz grave, diciendo : " ¡ Lo que yo di una vez , no lo vuelvo a tomar. Ve, hijo mío, a donde la Madre te llama . Bendito sea el futuro sacerdote de1 Señor! " Según Le Chardonne t , de LEONART , Le ciel, assuré par Mane
Al l í quedó el rostro de M aría (conmovedor suceso ocurrido en Ucrania)
Desde hace muchos siglos , Ucrania ha mos trado siempre una tierna y filial veneración por 1 46
la Madre de Dios . Ya en 1 0 3 7 , el Gran Príncipe Joroj, el Sabio, realizó la solemne consagración de la capital y del país a María. Hay miles de igle sias, monasterios y capillas por todo el país pues tos bajo la advocación de la Virgen, encerrando en ellos centenares de maravillosos iconos . La santa Virgen es la reina de Ucrania. Además del célebre monasterio-cripta de Kiev, y del Potchaiv en Vo linia y el de Povtck-Maria en el sur de l os Cárpa tos, hay que nombrar también el de Zarvanytzia, en Podolia . Después d e l a segunda guerra mundial, l a igle sia católica fue sañudamente martirizada en Ucra nia . Lo que de ella quedó, perdura en las catacum bas . Irritados por la activa oposición de Ucrania, los bolcheviques dieron rienda suelta a su furor contra los centros de veneración mariana. Y así. confiscaron muchas imágenes venerandas , o bíe� las destruyeron ; pero durante largo tiempo no osaron atacar de frente el icono milagroso de Nuestra Señora de Zarvanytzía. Habían, sí, cerra· do el santuario, pero no se habían atrevido a tocar el icono . Los fieles de Zarvanytzia hacían guardia día y noche , venerando la imagen sagrada y, al mismo tiempo, protegiéndola . Durante el verano de 1 95 7 , un pelotón ar· mado de la policía bolchevique se pre s entó en el lugar, irrumpió en el santuario y se llevó el icono por la fuerza , pese a la fortísima resistencia que el pueblo les opuso . Las campanas convocaron a los habitantes de los pueblos vecinos , en señal de ayu da, pero todo resultó vano . Pero ese mismo día, el manantial ( ll amado curiosamente co n una pala bra alemana: " der Brunnen " = la fuente ) exis tente bajo la capilla, reflejó una imagen en todo 147
semejante a la imagen de gracia ahora confiscada por los bolch eviqu es . Todo el mundo pudo ver reflejado en el agua el rostro de la S eñora , impreg nado de una profunda tristeza. La noticia de tal acontecimiento se extendió como el viento por toda Ucrania . Las multitudes venían a millares hacia Zarvanytzia de todas partes del país . Este extraordinario despertar de la fe en el pueblo pertu rbó hondamente a los comunistas . Una comisión investigadora apareció por Zarva nytzia, proveniente de K iev . El reflejo del icono milagroso se mostraba en el agua del manantial bajo la capilla. Los miembros de la c omisión in vestigadora hu bieron de admi t i r públi c ame n te ha ber visto el reflejo de la milagrosa imagen en cuestión sobre el agua. Durante el verano de 1 95 8 , una segunda comisión llegó a Zarvanytzia direc tamente desde Moscú . Poco después de esta visita, los gerifaltes comuni s tas prometieron al pueblo que el icono se r epond ría pronto en su a ntiguo sitio . La peregrinación de los fieles a Zarvanytzia fue cada vez más abundante desde entonces . Y, al fin, llegó el tan anhelado día, el 1 4 de octubre de 1 9 5 8 : los soviets devolvieron al pueblo su ico no . Y ahora se halla otra vez en su antiguo lugar. Los fieles consideran su devolución como una gran victoria de su fe, confirmada por un milagro de la Señora. Maria siegt, 1 9 6 1 Madre de todas las madres
(fue en el refugio, en el frente)
Una lluvia suave caía sobre el paisaje rec1en despertado a la primavera . En el refugio , en tor148
no al cual todo verdecía ahora con tanto esplen dor, se charlaba animadamente en una hora de asueto. Viejos recuerdos de juventud, el recuerdo -como no podía ser por meno s- de la madre . . . " Entonces mi madre me dijo . . . " , o bien : " si entonces mí madre no me hubiese echado una ma no . . . " , etc. Apenas puede darse una infancia feliz, si no hay por medio una estrecha relación con el concepto " madre " . Uno de los reunidos se expre só así: " A buen seguro que la mayoría de nosotros tiene cons igo una foto de su madre . ¿Por qué no las ponemos todas sobre la mesa y así hacemos una exposición sobre la madre en el refugio ? " Dicho y hecho . Los bolsos de las guerreras grises de campaña se empezaron a desbotonar , se s ac aban las carteras de cuero, o se revolvía entre papeles y doc u men t os . . . La may oría tenía allí una foto de su madre. A veces , en vez de una foto solitaria de la madre, se presentaban fo togra fías d e toda la familia, aunque también allí la madre ocupaba, como en la familia misma, el centro de la imagen . Había imágenes para todo s los gustos : madres más jóvenes, otras ya mayores, unas con los cabellos aún oscuros, otras ya con sus cabellos encanecidos o blancos. Pero casi todas ellas tenían ese amoroso rasgo maternal en el rostro, que es lo que lo h ace inolvidable para todos los hijos . Pero en todo este concierto, en medio de todos aquellos soldados inclinados en corro sobre las fotografías de sus madres, recordando historias de la vida pasada, uno de ellos se mantenía apartado un tanto dis tante . " Qué, Gerhard , ¿ no tienes nin guna fo to de tu madre contigo ? " Gerhard movió la cabez a . " Mi madre murió cuando yo nací " , dijo a media voz . " Sin embargo, dij o alguien, todas 149
las noches lo veo yo sacar de su cartera una pe queña foto " . " Venga, pues , Gerhard, muéstranos también tú esa foto que guardas , no seas tímido " . El joven soldado receló un momento, pero l u ego desabotonó decidido el bolsillo de su guerrera . " Es también la imagen de una ma d re -dijo con suavidad-, pero de aquella madre que desde la mue r te de mi propia madre ha ocupado en mí su lugar " . " ¿ Tienes , pues , una madrastra , Gerhard ? " , quisieron inquirir sus camaradas . Pero Gerhard movió negativamente la cabeza : " ¡ Vedl a vosotros mismos , y juzgad luego ! " Abrió su pequeña car tera de cuero y puso una imagen sobre la m e sa , en medio de las fotografías de las restantes madres . . . Sus camaradas se inclinaron curiosos sobre ell a . Pero luego se miraron e ntre sí, asombrados: " Pero esto no es, Gerhard ; tú hablaste de alguien que ocupaba el lugar de tu madre . . . y ésta ¿ no es la Madre de Dios ? " El jo ve n soldado se enderezó orgullosamente . Una gran seriedad apareció sobre su rostro cetri no : " Esta imagen me la ha dado mi única herma n a , y, al dármela, me ha dicho : " Gerhard , noso tros ya no tenemos madre , desde ahora la Madre de Dios será también la nuestra " . Y esto es lo que en verdad ha sido para nosotros, tanto en la paz co mo aho ra , en la gue r ra . ¿ Ac a so la Madre de Dios no es la madre de todas las madres ? " Por un momento, el silencio más absoluto se hizo en el re fu gi o . Los compañeros de Gerhard se sen tían conmovidos por las sencillas palabras de su ca marada. " Tienes razón, Gerhard, la madre sigue siendo la madre . Y cuando sobre esta tierra ya n o se tiene a la madre, gracias a Dios seguimos te150
niendo otra madre s " .
en
el cielo : la madre de todas las J. ADA M S
« ¡ Virgen María , h a z d e mí un santo ! » E l autor d e este relato, e l párroco Kreutzberg, fue durante la guerra capellán militar en Berlín . Una minuciosa exp osición puede hallarse en el libro Franz Renisch, un mártir de nuestro tiem po. Lahn-Verlag . El 2 0 de agosto de 194 3 , a las 8 , 3 0 , una lla mada de la prisión be rline s a , en Lehrter Strasse 3 , me notificaba : " Señor cura, quisiera p e dirl e que esta noche prestase sus servicios por última vez a un joven belga que ha de m o rir fusilado maña na temprano " . A las 1 O de la noche ya estaba yo dentro de la prisión junto a la L eh rt e r Bahn hof . Los pasillos de l a misma estaban iluminados , mientras que las c e ldas , por el co n t r ar io , quedaban en la oscuridad . El ambiente de una prisión adquiere su má xima prestancia cuando cae la noche con su silen cio o p re s i vo , y cu ando , desde las celdas , aquí y allá, se oyen leves ruidos, indicadores de que aquí dentro h ay alguien intranquilo, alguien atormenta do , alguien qu e no es capaz de conciliar el sueño reparador . Sí, ¡ cuán to sufrimiento y c u á n t a miseria, qué tormentos anímicos , qué martirio interior no encierra esta c a s a dentro de sus parede s ! ¡ Cuán tos en este momento no están temiendo por su futuro , por su vida! ¿ Qué traería el día de ma ñana , pasado mañana . . . ? Ocupado con e s to s pen-
151
samientos , llegué hacia las diez y media a la celda de Roger Libion, que, por ser la última noche , había sido alojado en una celda del piso inferior, al final del lado derecho. Roger era un joven es tudi an te de B ru sel a s , de 22 años, de cab ellos ru bio -o s curos, facciones pálidas y ojos grandes y os curos . Cuando entré, es t aba s en tado y e scribí a algo . Al verme, se pu so en segu id a de pie y me saludó. Luego continuó : " Señor cura, mi hermano qu iere hacerse dominico . Mi tía lleva 22 año s de monja en Australia. ¿ Puedo yo llega r aún a ser santo ? ¿ Puedo yo llegar aún a ser santo ? " Esta doble pregunta con el acento de un profu ndo anhelo me afectó muy mucho, y le re spondí : " Ciertam e n te , qui en con tanta intensidad anhela la san tidad , en realidad ya posee a buen seguro una no p e qu eña dosis de esa s antidad que busca tan afanosamen te " . Luego, empezó a contarme su vida con todo lujo de detalles . Su relato se repro duce en parte aquí t ex tualmente : " Y o siempre quise ser oficial . Creía que esa era mí vocación, dado que ahí p ens aba que podía ejercer un gran influj o sobre las almas . Ahora he co mp rendido que el sace rdo te tiene un mayor in flujo sobre éstas . Cuando tenía 1 8 año s , me di cuenta en una semana santa de que yo tenía que hacerme sacerdote . Le dije a Jesú s : " No sé lo que tú ahora mismo quieres de mí, pero si quieres que sea sacerdo te , persígueme con amor y con dolo r " . . . Y durante 5 años he sufrido mucho , muchísimo . Por cinco veces he estado an te los t ribu nales ; cuatro veces fui cond enad o a muerte por haber lu chado por mi patria : por haber transmitido noti cias p rohibida s . 1 52
Vd. conoce al P . Mauroy , de Namur. El 1 9 de julio me dijo durante un paseo por el patio
de la cárcel : " Reza, reza mucho pidiendo humil dad, y ten mucha confianza en María. Vive sólo para el sacerdocio. Reza y sacrifíca te por los sa cerdotes " . En julio empecé a rezar dos rosarios cada día . Siento en mí mucho amor. Desde agos to he venido rezando tres rosarios . Luego comencé a hacer apostolado con mi com pañero de celda . Es un holandés : Nico de R . No es creyente ya de familia. He hablado mucho con él sobre María . Nico me decía : " ¡Para los protes t ante s y para los ateos, María no cuenta en abso luto ! " Pero yo seguía exhortándole : " La fe no es cosa del entendimiento, sino de la orac ión y del cürazón " . Nico ha comenz ado a rezar . En casa rezábamos todas las noches la oración en familia al sacratísimo Corazón d e Jesús , des pués de que mis padres se hubiesen co n sagrado a él en 1 9 1 7 . Por mi parte, le pedí que me con cediese muchos sufrimientos . Anteriormente reci bía cada viernes del Corazón de Jesús la santa comunión , y en los últimos meses, cada viernes del Corazón de Jesús he experimentado algo es pecial. En abril prometí hacerme sacerdote. Esta vez lo hice únicamente por amor. En la festividad del Corazón de Jesús me dijo una voz interior : ¡ tienes que morir! Ahora resulta que voy a morir en viernes . Mis hermanos deben rezar mucho cada viernes del Corazón de Jesús . Mis padres han de peregri na r a B an n eux y colocar allí una placa con la ins cripción: " ¡ Roger, a la Madre del cielo, en agra decimie nto ! " Yo, padre, tengo mucha confianza en María " . 1 53
Luego , con p ro fu nda unción, con un gran amor y anhel o , dij o : " M aría , María " . Y l ágrim as de alegría brotar on de sus ojos . " Entrego mi vida a Jesús por mis padres, por mis hermanos , por la conversión de mi compañero de celda Nico, por la extensión de la igle si a y para la bendición de Bélgica. También ruego por Vd . y po r Mauroy " . Hacia las 0,30 horas, Roger se confesó por úl tima vez. Luego escribió una conm ovedor a carta de des pedid a a sus padres . Su traducción es la siguiente :
" Queridísima familia : Acabo de tener una lar ga conversación con mi capellán , que ha re cibi d o mis últimas exp re s io nes de amor para con Jesús y María . Dentro de siete horas ya estaré yo con ellos . Luego , después de un breve sufrimiento, podré refugiarme en los brazos de la Madre de Dios y es tar frente al amor de Jesús - ¡ al fin ! tan desconocido por los hombres . H e rezado mu cho a Jesús, qu eri dís i m o s míos, pi dién dole que me permitiese s u fri r por vosotros, por vuestra dicha . He sufrido muy poco , si me paro a pensar en la infinita gracia que conseguí por medio de la Ma-
dre de Dios de Banneux , de Dios Padr e . ¿ Q•_iién es él ? ¿ Quién soy yo ? ¡ El me ha p e rs egu i do con su amor ! ¡ Ah, querida madre y querido padre,
sed eternamente alabados porque, a través de vuestro ej em plo , habéis po s ibi li ta do que muera yo como cri s ti ano un día ! ¡ Gracias , mil g ra ci a s ! En trego con alegría mi vida por vosotros . Mi entr a s vivái s , e s t a ré yo a v u es tro lado para haceros más fácil la vida y p ar a conseguiros las gr acia s que yo suplicaré para vos ot ros a Jesús . ¡ Qué son diez, 154
veinte años, toda una vida comparados con la eternidad ! Mi última noche , toda entera, la he pasado con un c ap ellán católico y ahora comprendo me jor que antes cuán infinitamente grande es el amor. El 7 de agosto , el primer viernes del mes, he llo rado por primera vez en mi vida de alegría . En ese día tan maravilloso he entendido a Jesús . ¡ Lo he s en t i do y lo he amado ! ¡ Oh infinita dicha ! Yo pediré a Jesús en el cielo que os fortalezca e n los momentos en que hayáis de recibir la triste noticia de mi muerte. ¿ Triste noticia ? Sí, una no ticia triste para los corazones que no creen , pero p ara ti, querida madre , y para ti , querido y vale roso padre, ¡ qué gracia más maravillosa de parte de Dios ! Con perseverancia y confianza habéis in vocado vosotros a nuestra Señora de Banneux p ara que me concediese la gracia de la vida. Yo tam bién : pero, queridísimos padres , ¿ acaso no hemos sido escuchados e incluso de una manera más alta de l a que podíamos esperar? El 7 de agosto me consagré a Dios en una do n ación inspirada en el amor para dedicarle mi vi d a entera por vosotros. Desde entonces , viví con el anhelo de ser sacerdote en esta disponibilidad para la entrega . ¡Ya soy sacerdote! ¿ Acaso ser sacer dote es ot ra cosa que sacrificarse ? ¡ Y sacrificarse totalmente por amor a Cristo ! Esto es lo primero que yo suplico a Jesús como sacerdote . El sacri fi cio de mi vida, p ero co n ale g r ía con amor . ¡ Oh Señor, no soy digno de que entres en mi casa . . . ! Hoy entiendo perfectamente estas palabras : dolere in Domino sufrir en el Seño r Permaneced en esto, queridos míos : Jesús ben diga vuestro amor. ¡Os ama tanto a todos ! ¡ Estad
,
-
.
1 55
alegres, sonreíd ! Pensad que yo estaré con Jesús y pediré por vosotros . ¿Es que acaso ha de re sultar tan difícil decir : " fíat voluntas tua " ( = há gase tu voluntad), cuando se entiende qué es lo que significa la voluntad de Dios ? ¡ Gracias a Je sús , gracias a María que me han dado tales padres ! Esta carta llegará a vosotros . Os dejo asimis mo un cu aderno con mis últimos apuntes y algu nos recuerdos que aún guardo de vosotros : mi misal, mi rosario, mi reloj , mi bolígrafo y mi plu ma estilográfica. Esta noche rezo particularmente por N. N. Rezo también por la conversión de mi amigo Nico . Rezo por todos y entrego mi vida por madre, por pa dr e y por toda la famili a . ' ¡ Jesús, ven pronto ! ' Roger " . Desde las 5,30 oraba Roger, arrodillado ante su taburete, p r ep ar ándo s e para la última sagrada comunión , que habría de recibir con gran recogi m ie n to y unción a las 6 de la mañana . Después de un breve desayuno, viaj amos cerca de las 6,40 en un coche cerrado hacia el lugar de la ejecución , en Tegel. A l as 7 ,05, llegamos . Por el camino de cía : " No está bien que yo venga a la muerte en un coche . Jesús fue andando a la suya " . Le dije: " Dios proveerá . Después aún habremos de andar un p oquito a pie " . Le pregunté luego que cómo se e nco ntraba . S eñalándo me su corazón, me dijo : " ¡ Tranquilo como el plomo, tranquilo como el plomo ! " Hablamos luego sobre la última oración . Quería rezar : " ¡ Jesús, María , os amo ! " Aún tuvo tiempo para rezar dos rosarios a solas . Al termi nar, recé yo con él la letanía lauretana, así como el inicio de la santa misa. El gloria, el credo, la oración del ofertorio, y, como conclusión, el pre facio con el sanctus: " Santo , santo, santo es el
156
•
Señor . . . El cielo y la tierra están llenos de tu glo ri a ! Hosanna en los cielos. Bendito el que viene en el nombre del Señor : hosanna en los delos " _ Afuera oímos unos pasos que s e acercaban . ¡Es la hora ! Hemos de interrumpir las oraciones de la misa; pero la misa de la vida sigue . Muy pronto será la elevación . El sacrificio de la vida de Roger . Su elevación de lo te rreno a lo divino . En seguida alcanzará el punto culminante de su vida, cuando haga la unión del sacrificio de su joven vida con el sacrificio de Jesucristo . Un sargento entra en nuestro coche y da una s eñal . Otra vez aún le doy a Roger, arrodillado, la bendición j un t o con el S antís im o Sacramento . ¡ No s damos un apretón de manos ! Nos despe dimos . Luego bajamos del coche y caminamos ha cia el lug ar de la ejecución, a unos 50 metros de distancia. Des pué s de la lectura de la sentencia, Ro ger besa una vez más la cruz devo tamente . Se le ata ligeramente; p ero , a p etición suya, sus ojos no son vendados . Ahí está Roger con sus rasgos rien t es, iluminados incluso. Su m irada va hacia arriba, al cielo . Luego cierra los ojos, es el fin. El coma..'ldo recibe las órdenes , casi en voz baj a : " ¡ Carguen ! ¡ Fuego ! " Diez balas alcanzaron su corazón . Inmediata mente cayó al suelo y su alma se fue hacia la eter nidad. Son las 8 de la mañana. Dos minutos des pués, el cuerpo de Roger ya está en el ataúd . Rezo en mi int i m id a d un padrenuestro y le doy la ben dición . El ataúd se cierra y e s cargado sobre u n cami ón . Pocas h or as antes de su muerte, pedí yo a Roger Libion un pequeño recuerdo . Me dio una
imagen de la Virgen de los pobres de Banneux,
1 57
escribiendo en el reverso las palabras : " Nuestra Señora de Banneux haga un santo de mí. Roger Libion , 2 1 de agosto, 1 943 , a las 2 ,3 0 de la ma ñana " . Verdaderamente vivió y murió como un santo . No lo dudo : su primera intercesión y su primera gracia fue la conversión de su amigo Nico. D . K.
" Nadie posee más poder para uni r a lo s hom bres con Cristo que la Virgen María " .
Pío X
158
IV VIVENCIAS CON LA LLAMADA MEDALLA
MILAGROSA
El origen de esta medalla
En el año 1 830, la Madre de Dios se apare ció a la joven novicia Catalina Labouré, en la igle
sia del convento de las vicentinas, en la rue du
Bac, en París . En la segunda aparición ve Catalina cómo en torno a la Santísima Virgen se forma un marco oval de luz, apareciendo escrito en mi tad del círculo con letras de oro : " Oh María, sin pecado concebida , ruega por nosotros, que en ti tenemos nuestro refugio " . Y oye que una voz le ordena : " ¡ Haz que se acuñe una medalla según este modelo ! " Y : " Las personas que lleven esta medalla alcanzarán gran des gracias ; las gracias serán superabundantes para quienes la lleven con confianza " . Luego, la imagen se dirige hacia Catalina, pa sando por delante de sus asombrados ojos, y ve ésta la letra " M " dominada por una cruz que descansa sobre un travesaño, bajo el que está el 159
Corazón de Jesús, rodeado por una corona de es pinas, y el Corazón de María, atravesado por una espada. Luego, todo volvió otra vez a su sitio . . . Catalina se arrodilló en la oscura capilla. El cielo volvió a cerrarse otra vez . Catalina info rm a a su confes or, el cu al, después He no pocas dudas, llega finalmente a conv enc er s e de que las apariciones han tenido re almen te lugar . Va , por eso, al arzo bispo de París , un gran enamorado de la Virgen, y l e cuenta todo exactamente tal como se lo con tó a él la j oven novicia. El arzobispo desea que la medall a se acuñe inmediatamente, y en 1 832 ya
están en circulación los primeros ejemplares . Justamente en e s te tiempo , el an tiguo arzobis po de Pradt, von Mecheln, está agonizando . Von Mecheln ha apostatado de la fe. Por eso quiere el arzobispo de París, de Quélen, probar la me· dalla que él ha recibido el primero de todos . Va, pues , con la medalla al m o ribu n do, pero es recha zado con un claro " no " . En casa , postrado de ro dillas, suplica de Quélen : " ¡ María , socórrenos ! ¡ Muestra tu poder a través de esta medalla, tal como prometiste ! " Ora y suplica largo tiempo por la conversión del a rzobis po de Pradt . Apenas se ha incorporado, se le comunica que el apóstata moribundo quiere verlo . Y el arzobispo de Qué len pu ede aún administrar al penitente los sacra mentos finales ; y la misma noche muere en paz con Dios el antiguo arzobispo von Mecheln . Después de este primer prodigio, da comienzo la maravillosa marcha victoriosa a través del mun do entero . De todas partes llegan informes de con versiones, curaciones y auxilios milagrosos . En po cos años se acuñan m illo nes y millones de meda Has , y pronto ya sólo se la nombra sin más como la 160
" milagrosa " , la " medalla maravillosa " . El libro de Werner Durrer, Der Siegeszug der Wunderbaren Medaille ( = Triunfo de la medalla milagrosa), publicado por la Editorial Verbo Divino en edi ción castellana, da cuenta detallada de las apari· dones y de los milagro s más llamativos en esta primera época de su p ropagación por el mundo . El 1 9 de julio de 1 9 4 7 , Catalina L ab our é fue ca nonizada por el papa Pío XII .
Revelación privada, s í, pero . . .
Las revelaciones privadas, independientemen te de a qu ién les acontece, gozan hoy entre muchos cristianos de una estima más bien escasa . Va m os a ceder aquí la palabra al profundo teólogo, el obispo Dr. Rudolf Graber. Respecto a las reve laciones privadas ocurridas en Fátim a , manifestó de una manera clara y rotun da en Vilsbiburg, el 1 3 de j u li o de 1 965 : " La revelación privada está hoy, por decirlo así, indisolublemente un id a al asunto de Fátíma : es como su etiqueta . . . Hoy resulta interesante hacer preguntas y observaciones tales como : " ¿ Qué es lo que pre ten déi s con vuestro eterno Fátima en los labios ? " , o : " Fátima es tan sólo una revelación privada " , o bien : " Yo me atengo a la gran revelación de Dios en la b ibl i a y en el mundo apostólico , y esta revelación se concluyó con la muerte del úl ti mo de los apóstoles . ¿ Por qué, pues , tanto ruido? " Sí, tienen Vds . razón : la gran revelación de Dios se cerró con Cristo y los apó s toles ; pero esto 161
no significa que Dios no pueda hablarnos con pos terioridad . . . Cada palabra de Dios es grande y san ta: independientemente de que se dirija a un pro feta del An tiguo Testamento, o a una joven cam pesina que, por no saber, no sabe ni leer ni es cribir . . . Por lo demás, ya Pedro habló antaño en su sermón de penteco s tés -y con una claridad me ridia na- diciendo que el espíritu se derrama so bre toda carne, y que los hijos y las hijas hablarán y que los ancianos tendrán sueños . . . ¿ Acaso no se d errama incluso sobre las siervas y los siervos ? Y si e sto no sucediera , no se cu mpli ría entonces la palabra de Dios . Las revelaciones privadas son sólo la actuali zación de a qu ell as palabras de pentecostés , es de cir, que el espíritu habría de derramars e sobre toda carne. Y el cumplimi ento de las palabras de Cristo en el sentido de que permanecerá con nosotros todo s los días hasta el fin de l os siglos ; y el cum plimiento de las pal ab r as del profeta, que dice : " Voy a firmar con vosotros un a alianza eterna, y no cesaré de hacerles el bien " ( Is 55, 3 ) . En buena hora ha llamado la atención un im portante teólogo sobre el hecho de que en las revelaciones p riv adas hay que di st in guir exacta mente entre aquellas que sólo s e dirigen a la p er sona agraciada y aquellas qu e , al mismo tiempo, co n tien en también un mensaje para todo el mun do : las primeras pu eden dejars e a un lad o , pero las últimas habrá que tenerlas en una gran consi deración . Y Fátima -esto es evidente- pertene ce a estas últimas " . ( Hasta aquí las palabras clel obispo Rudolf Graber, el 13 de julio de 1 96 5 ) . Y a estas últimas revelaciones pertenecen tam162
bién las revel aciones privadas de María en París, respecto a la utilización creyente de la medalla milagrosa . Los siguientes relatos t al vez mostrarán que la Santísima Virgen también hoy en día sigue posibi litando a través de su medalla gracias abundant e s cuando ésta se utiliza con gran confi anza . Arrojó el rosari o por la ventana Un joven sacerdote , extenuado p o r gravísim o s t r abajos en su quehacer apostólico, fue ingre s ado e n un hosp i t al de enfermedades nerviosas después
de sufrir una grave depresión nerviosa . La convi vencia con otros muchos enfermos no hizo más que empeorar en poco tiempo el estado del pa ci ente , de modo que, a las molestias anteriores, se le añadieron ahora depresiones graves y manías
per s ecu toria s . Y así, después de unos cuatro me ses de estancia en esa institución, los médicos se vieron obligados a enviarlo al servicio para incu rables , donde quedó bajo la consta n t e observación de un e nfe rmero y en compañía de ot ro s 40 pa c ien tes s emeJantes . Sin embargo, en este ambiente las depresiones del .:oadjutor de 32 años fueron en aumento, especialmente por cuanto era cons ciente de la situación en que se hallaba . Su m ayor sufrimiento consistía no sólo en no poder celebrar la s a n t a misa -tal era la prescripción m édica- , sino que también le estaba prohibido el particip ar los domingo s en los servicios divinos en la iglesia de la institución en que se hallaba . Añadíase a ello el hecho de que en la sala de vigilanci a de los incurables no se recibía correo alguno, ni s iqu i e r a llegaba un p er i ódico . Los otros 163
enfermos hacían circular noticias patéticas ; así, por ejemplo, que había estallado la tercera guerra mun dial a través de una declaración de guerra por parte rusa, que el papa había tenido que aban donar Roma, huyendo, etc. Muchas otras cosas hacían insoportable la es tancia de este sacerdote en este servicio para incu rables, estando como estaba plenamente conscien te de su estado; particularmente le resultaba muy desagradable, por ejemplo, la utilización comparti da de los retretes en el mismo cuarto , con tantos enfermos mentales . . . El joven sacerdote llegó a sentirse abandonado por Dios y por los hombres . En esta situación, una noche que estaba de pie junto a los barrotes de la ventana de la sala de vigilanci a, mirando hacia fuera, pleno de desespe ración y desorientado, se dijo a sí mismo, con gran de sánimo : " ¡ Estás perdido, ya no hay ninguna ayuda para ti , ya no queda ninguna salida ! " En tal situación desesperada, sacó su rosario del bol sillo, hasta ese momento celosamente utilizado por él, y lo arrojó fuera a través de los barrotes . " Na da tiene ya sentido para mí " , suspiró el pobre desgraciado. Y ésas, en verdad , fueron las semanas más terribles para el infeliz : ¡Y a no rezaba siquie ra ! Cada vez más frecuentemente se repetía : " ¡ Es tás perdido ; nunca has sido ordenado válidamente como sacerdote ; una eterna condenación es lo que te espera ! " Una persona sana apenas puede imagi n arse qué martirio ha de suponer a un enfermo de este tipo pareja situación mantenida a lo largo de varias semanas . Por medio de repetidos electro schocks, cada vez más frecuentes, intentaban los médicos amortiguar más y más la memori a del pa ciente. 164
¡Y he aquí que es precisamente ahora cuando se opera el giro decisivo ! Una tarde, el joven sa cerdote hundido en su resignación y en su deses peranza " paseaba " juntamente con otros pacien tes en un patio interior rodeado por un muro de unos cuatro metros, bajo la inspección de un guar dián . Los enfermos, todos vestidos con sus trajes de rayas azuladas, marchaban en fila india en torno al muro, abandonado cada cual a sus diálogos in teriores y a sus pensamientos Y así por una hora . De repente, entró en el patio una anciana de 8 2 años , hermana del capellán de la institu ción, muerto hacía poco tiempo Y se puso a buscar entre el grupo de los cuarenta enfermos . Al fin, s e acerca al grupo y le dice a l que bus caba : " ¿No es Vd. el reverendo N. N. ? " El sa cerdote dice que sí con la cabeza. Y en un mo m ento la anciana señora toma maternalmente la mano derecha del enfermo, le pone en ella la " medalla milagrosa " , y le dice : ¡ " Reverendo, un joven sacerdote como Vd . no puede desmoronarse j ustamente en esta hora ! Aquí le traigo yo una medalla que encontré entre las cosas de mi difun to hermano , que la había traído de Lourdes pocas semanas antes de su muerte . ¡ No confíe Vd. ya más en ninguna ayuda humana, sino única y ex clusivamente en la Madre del perpetuo socorro ! ¡ Rece Vd . a menudo las palabras que se leen en esta medalla ! " Después de esto, la señora N. abandona pres tamente el patio de los enfermos . El enfermo volvió continuamente sobre la medalla y la leyó en secreto : " ¡ Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros, que en ti tenemos nuestro re fugio " . Y como un rayo se le pasó por las mien. . .
. . .
1 65
tes : " No digas a ningún médico ni a nadie qué es lo que te pasa, confíate ú n i c ament e en la Ma dre de Dios " . A la noche siguiente , que como otras mucha s veces apenas consiguió pegar los ojos, el paci en t e rezó miles de veces la oración impresa en aquella me d all a . A la m añ ana siguiente y en los días p róximos a la visita del médico, el enfer mo con te s tab a siempre a lo que se le pregu n taba : " Gracias, no me puedo quejar " . Algunos días des pués escuchó cómo el médico le decía al gu a rd ián : " ¿ Qué opina Vd . ? Po dí amos trasladar al coadju tor al departamento de caballeros, a ver cómo reac ciona " . Y así se hizo. El paciente pasó al servicio de enfermos menos graves, con habitaciones indi viduales y que d i sp o nía n de dos horas al dfa para salir al exterior. Después de nueve horribles me ses, esto era para el joven clérigo un mil agro ape nas creíble . En una d e las salidas de la tarde, se llegó
nuestro
ho mb re a la oficina de correos del
lugar, y puso un tel egr am a al sacerdote de su pue blo. Decía así: " ¡ Por favor, venga pronto ! " El cura párroco, que desde la temprana j uventud d el
paciente profesó siempre a éste una relación ver
daderamente paternal, se presentó de inmediato. El enfermo fue lle va do a la portería p o r un vi gilante , pudi endo charlar allí solo con su cura pá rroco . D e spués de una conversación de más o me n o s un cuarto de hora , el anciano s acerdo te , ya encanecido, preguntó a su p rot egid o : " Pero dime, q ueri do , ¿ por qué e s t á s todavía a qu í ? " El coad jutor respondió : " Si V d . sabe d arme una respues ta , o bien si, aunque sólo sea , d e b e decirme por qué ya no pu e do celebrar el santo sacrificio de la misa, no me importaría seguir estando aquí " . . . " ¿ Cómo ? ¿ Acaso no puedes ya celebrar ? ¡ Esto
166
- no puede ser! ¡ Mañana celebras tú aquí la santa misa ! Y no dej o esta casa antes de haber conse guido esto . ¿ S abes acaso qué día es mañana ? " El paci ente dijo que no , y es que hacía tiempo que no veía ni un calendario ni un periódi co . A es t o contestó el viejo sacerdote : " Tú siemp re fuiste un especial hijo de María, pr o c edes de una pa rroquia ma riana, todos los grandes acontecimientos de tu vida cayeron en el mes de Marí a , y mañana es la fiesta del nacimiento de María . ¡ Mañana, pue s , subirás nuevamente al a lta r , de spués de tan to tiempo de no poder hacerlo ! " El coadjutor lo escuchaba con gran atención ; luego buscó en su cu ello la medalla sujeta a un a cadenita, y dij o : " ¡ Ahora s é por qué vuelvo a celeb r a r otra vez m aña n a ! " A la mañana siguiente, celeb ró el joven sacer dote en el al tar mariano de la iglesia de la ins titu ción , hondamente conmovido por ser ésta la pri mer a vez desde meses que po día celebrar el santo sacrificio . Desde ese día su recuperación, si bi en lenta, se fue confi rm ando , y hoy es el día en que ya hace más de doce años que trabaja a pleno rendimiento en su l ab or p astoral , un hombre que había sido declarado incurable por la ci encia de los hombres . . . Sus pri m e r o s ahorros los fue acu mulando para poder realizar una peregrinación a Lourdes , donde en la festividad del rosario de 1 954 dio l a s gracias a la Vi rg en , pletórico de fe licid ad , por la salvación que en él se había ope rado, y en la que ya nadie creía desde un a pers
pectiva puramente humana.
K. M . H.
Tam bién a los sacerdotes pone el Señor a me167
nudo una pesada cruz sobre sus espaldas . Algunos llevan un duro sufrimiento expiatorio. «El sacerdo te no vive para sí, sino para los otros» ( Pablo VI, 3 de j ulio de 1 9 6 8 ) . ¡ Cuán necesario es, pues, rezar y sacrificarse por los sacerdotes ! Dios bendice a menudo esta oración en forma muy sorprendente . Recemos : María, Madre de los sacerdotes, bendice a todos tus hijos sacerdotes en su difícil misión . Suplícales la gracia de una fe humilde y profunda y de un amor dispuesto al sacrificio . Suplícales particularmente también la pureza, la fortaleza y la disponibilidad para servir abnegadamente a Dios y a las almas . . .
Experiencias de un capel lán de enfermos
Era medianoche . Fui llamado para asistir a una joven madre moribunda en el hospital , que tenía seis niños pequeños . Después de haberle adminis trado en su forma breve la sagrada extremaunción y de haber rezado las oraciones de los difuntos, le puse bajo la almohada, donde reposaba su ca beza ya inconsciente , una medalla milagrosa , di ciéndole a la enferma : " Hoy la Madre de Dios podría suplicar al Señor un pequeño milagro, sal vando la madre de los seis niños " . Una esperanza particular me daba el hecho de que era el 1 1 de octubre, que estaba por terminar ; era el día de la maternidad de María . Los dos médicos volvieron entre tanto para ocuparse nuevamente con la en ferma. Yo, por mi parte, abandoné la sala de ope raciones . 1 68
Cuando a la mañana siguiente volví al hospital, la enfermera me contó inmediatamente que la en ferma , que anoche estaba al borde de l a muerte , hoy se encontraba muy bien, siendo la admiración de todos . En ese momento precisamente llegó el médico jefe, y en la misma puerta exclamó asom· b r ado : " ¡ Cómo, ¿ aún sigue viva la enferma ? ! " La enfermera n o s introdujo a ambos en l a habi
tación de la enferma en cuestión, sorprendiéndo nos una figura s onriente, s os t eniendo, radiante, u na medalla milagrosa en la mano . El médico jefe
no pudo articular palabra . Todos estábamos con venci dos de que la intervención de la Madre de Dios era m anifiesta . Y así, un par de días desp ués , la ma dre de los seis pequeños fue dada de alta, totalmente sana, pud i e ndo reintegrarse a su fa milia . . .
« ¡ Diez años de oraciones en vano! »
" Conocí a una madre -rel a ta una a si s t ent a social de O .- que llevaba rezand o ya más de diez años p o r s u hij a Belga y sus tres hij os , su plicand o el retorno de todos ellos al seno de la i glesi a católica . Por presiones familiares -del pa d re del novio, fundamentalmente-, su yerno ha bí a permi t i do que su boda se efectuase a la mane ra evangélica, siendo luego tambi én bautizados sus hijos en l a misma iglesia evangélica , e igu almente por l o que se re fi e re a la educación de los peque ños . Su esposa Belga , que procedía de una fa milia católica distinguida , sufría lo indecible durante t o d o s estos años bajo la escisión espiritual a que 1 69
se veía sometida. Parecía como si todas sus ora ci on es y l as de su madre hubiesen sido en vano. Era el día del Corpu s Christi del año 1 960, antes de la procesión, cuando la madre de la joven es posa me contó todo su sufrimiento . Tenía con ella, de la man o , una nietecita, la cual, con cual quier ocasión, repetía continuamente la pregunta : " abuela, ¿ por qué no pu e do ir en la p ro cesi ó n ? " O : " Yo también quiero tener un dom in go de cua simodo " , et c . Y o, por mi p arte, di a la pequeña una medall a milagro s a y otras tres a la abuela para que se las diese a su hij a , indicándole que a buen seguro que la Madre de Dios haría algo . . . No habrían pa s a do ni tres meses después de es te día del Corpus, cuando un buen día se me acercó la señora B . , llena de a l egr í a, y me dijo que había sucedido u n milag ro . Su yerno había dicho a su mujer d es p u é s de un enfrentamiento con su p ad re : " Belg a , toma a nue stros hi jo s y llév a l o s al cura católico . Prepara para nosotros un matrimonio también católico " . Ahora, sí, la p�queña Mariane podrá celebrar, también ella, el domi ngo de cuasimodo . . . M i oso - mi tal ismán
Era en el año 1 94 5 . Por la hermosa tierra de Si l esia avanzaba la furia de la guerra . La angus tia y la miseria hacían acto de presencia sobre u n a regi ón rica y agradable a los ojos del Señor. El conda do de Glatz tampo co se l ib ró de estos ava tares guerreros . Las jóvenes y l as muj ere s vivían con ti nuam en te angus t iadas , y, an te la desespera ción , a menudo buscaban el su i c idi o . En la vieja 170
casa de la viuda Schongarth habían en con trado co bijo u n par de muj e res con sus hijas y jóvenes muchachas . La casa quedaba oculta detrás del des fil a de ro , existiendo una pequeña esperanza de que dar protegidas ante lo más terrible . " Yo confío en mi talismán " , d ij o una señora , apre t ando un pequeño oso contra su pecho . " Siem pre me ha traído felicidad y t a mbi é n hoy me v a a preservar de l o más te r rib le " . " ¡ Señora Haber lei n , ¿ quiere Vd . desatar la ira de Dios sobre m i casa ? " , se dis p a ró irritada la viuda Schongarth . " Yo pienso que nosotras ne ces i tamos ahora una protección muy d iferente a la que puede pres tarnos su pequeño oso . . . " . " No te enfades , ma dre, déj alo '' , dijo una joven , p on i en d o cariñosa mente la mano sobre el h o m bro de la madre . Lue go se dirigió a la vecina recogida en aquella casa y le d i j o con voz bien clara : " ¡ deme el oso, por favor ! " Y la mujer l e dio su tesoro a l a mucha ch a , que la miraba amable pero firmemente tam bién . Rosemarie , l a muchacha en cuestión , abri ó con un impulso ráp i d o la puerta de la estufa y arrojó el osito al fu ego . . . La mujer entonces puso el grito en el cielo , pero Rosemarie la mantuvo s ent a da con suave vi o l en c i a , y ll ev an d o el d e d o a su boca , dijo: " Yo conozco u n a protección me jo r " . " ¿ Una mejor protección qu e mi oso ? " es talló la mujer, y com en zó a llorar . " ¡ Oh . . . oh . . . , Vd . m e ha quitado mi talismán, mi benefactor " . Pero Ro s emari e ya no escuchaba los lamentos de la señora . Ante el altarcito de casa encendió u n a vela, luego se dio la vuelta hacia las otras mujere s , sacó u n a medalla d e la Madre d e Dios d e debajo de su ves t id o , y dij o sencillamente : " La Madre de Dios prometió a santa Catalina Labouré qu e qu i e n 171
llevase la medalla milagrosa de la Inmaculada Con cepción, recibiría muchas gracias . Yo llevo esta medalla desde mi p rime ra comunión y creo en la promesa de la Madre de Dios . Pidamos la gracia de que por esta pequeña medalla nos venga a todas noso t ras la bendición de su maternal pro tección " . Despué s de estas persuasivas pal ab ras , la jo ven se arrodilló y empezó a rezar el rosario . Las mujeres, las jóvenes y los niños hicieron lo mismo . Incluso la supersticiosa mujer del osito empezó a mover sus labios, después de un primer recelo . Pero sobre la región a nd ab an desatados los perros de la guerra . A menudo las puertas de las casas eran amenazadoramente golpeadas con las cula t as de los fusiles , y los gritos y cantos de los hom bres borrachos hacían estremecerse a las gentes . Pero las muj eres aquí reunidas rezaban día y noche de una manera ininterrumpida. Las v alientes mu j e res y m uchachas no hacían otra cosa que rezar . Volvían a encomendarse continuamente una y otra vez a l a reina de los cielos . Y el milagro sucedió . No hubo casa en el pueblo que quedase inmune ante la furia destructora de la guerra. Unicamente la sencilla casa de madera, en la qu e se oró día y noche , ella quedó i nmune , y quienes en ella buscaron refugio fueron protegidas del grosero ata que del enemigo, aunque el peligro se cernió sobre ellas amenazador. El sal udo del ángel, que brota siempre de las personas atormentadas, evidencia la poderos a protección de la Madre de Dios , y permite comprender sus palabras a santa Catalina Labouré, cuando antaño le mostró su me d all a mi lagrosa : " Los rayos son el símbolo de la gracia que de rr a maré sobre todos los que me lo pidan. 1 72
Todos cuantos lleven esta medalla alcanzarán gran des gracias " . Después, cu an do estas valientes mujeres en contraron una nueva patria en lejano s países, Ro semarie recibió un buen día una carta inesperada . Procedía de la antigua vecina del amuleto, y entre otras cosas expresaba su agradecimiento : " Hoy -decía- llevo también yo una medalla de la Madre de Dios , y siento la bendición de la reina de los cielos . ¡ Qué simple era ya entonces cuando ponía toda mi felicidad en un oso ! " J.H. " Hoffnung " ( 1 957 )
Protección en la carretera Hace algunos años, el padre H. vino del con vento de M. a nuestra parroquia para ayudar en el confesonario y en el púlpito Una vez cumplida la tarea, se me ofreció llevar de vuelta al Padre a su convento en mi propio coche . Al subir al coche, me dijo el P. H . : " ¿No llevas en tu coche ninguna medalla milagrosa ? " Le dije que no, y que no era ello necesario, dado que ya llevaba conmigo una tal medalla . Pero el p adr e H. no se dejó convencer con estas objeciones mías . Echó, pues, mano de su cartera de bolsillo y me tendió una medalla milagrosa con la observación siguien te : " También tienes que poner en tu coche una medalla " . Después de un pequeño viaje, dejé al padre H. en su convento y me dirigí de nuevo hacia casa. Pues bien, en este viaje de vuelta estu ve en un tris de chocar con otro coche cuando un conductor, al que yo pensé adelantar, giró brusca.
1 73
mente hacia la izquierda sin señalizar en absoluto esa m a niobra , torciendo hacia una entrada priva da . . . Con gran presencia de ánimo y con unos r eflejo s de primera, logré evitar el encontronazo . Cuando posteriormente me encontré nuevamente con el p a dr e H . , le conté el p er c a nce , dado que a mí me había impresi on a do mucho . Y no hizo más que fortalecerme en mi idea : es decir, que esa indudable protección había que agr adecér s el a a la m e dall a m il agro s a . K . M . H. Confiar en la medalla e s confiar e n la Madre Ella nos la ha dej ado como signo de su materna protección . mi sm a .
. . . ayudó a vencer la bebida
En los años posteriores a 194 7, s e desarrolla en Urucani, en el estado brasileño de Min as , un esp ectáculo diario maravilloso : la provi denc i a divina h abía dado a ese pueblo miserable, com pletamente desconocido hasta en t once s , un segun do cura de Ars : el P. Antonio Ribeiro Pinto . Este s acerdote había sido siempre un celoso sacerdote, inflamado de amor a la santísima Virgen . Durant e 2 7 largos añ o s había sido c ura p árroco en u n asen t ami ento de colono s en el interior del país , y allí imperaba el vicio de la bebida, j un tam en te con todas l a s p a s ione s y todos los vicios que suele t e ne r como consecuencia : inmoralidad , pendencias y, a n te tod o , indi ferenci a religio s a . El p adre An tonio buscó su refugio en la santísima Virgen y ba
1 74
Madre de las gracias, y la Virgen no le defrau d ó borracho que se tropezaba por la calle, le ofre cía el padre Antonio un vaso de agua, previamente bendecido, y en el que h ab í a introducido también a su debido tiempo una medalla de la Inmaculada . Recomendaba a sus feligreses que, tan pronto co mo sintiesen la incli n ac ión al alcohol, bebiesen siempre agua en l a que hubiesen previamente intro ducido una medalla consagrada . El éxito fue fan tástico . Tres años después , no hubo nadie ya que se entregase al vicio de la bebida . También otros afligidos , enfermos y oprimidos venían al sacer dote p i di én dole la bendición . Y el bueno del p a dre Antonio ayu d ab a a todos ; pero lo que a él le im portaba era la curación y salvación de las almas . Por ello exhortaba a todos a llevar una vida cris tiana, a recibir más a menudo los santos sacra mentos de la confesión y la sagrada comunión . " ¡ Tened gran confianza en María, la Madre de la gracia ! " , decía a todos . Luego les entregaba la medalla de la Inmaculada y les aconsejaba hacer una novena a la Madre de la gracia . .
A
H.
Dice san Bernardo : " Cristo s e hubiese bastado para que ahora todo contento nos viniese de él . . . Pero por cuanto Dios tiene un ardiente corazón , la mujer tiene reservado un lugar en la reconci liación . . . " Dios quiso que nosotros lo consigamos todo por María " .
175
« ¡ No quiero ningún sacerdote! »
(vivencia de una enfermera)
Era una hermosa mañana del mes de ab ril . Mi servido me llamaba a un nuevo enfermo con pulmonía doble. Noté en seguida, nada más llegar, que Dios no era habitual de esta casa . La señora J . me explicó que era deseo del enfermo que se me llamase a mí porque me conocía de vista. Pe r o que mi deber era ún ica y exclus ivamente ocupar me con la cura prescri ta por el médico y no con religión . " No es ésta nuestra costumbre ", me acla ró la señora formalmente . M e puse , pues, a la tarea de atender al enfer mo , siendo acept ad a por éste con gran entusiasmo . Pa s aron l o s días y el es t ado del enfermo se fue haciendo cada vez más preocupante. El sábado me encomendé a la protección de María y me atreví a preguntar si tal vez no s e ría bueno que un sacer dote hiciese una breve visita al enfermo . " Como Vd . desee, hermana ; hace dieciséis años que aban don é t o do , aunque yo me casé por la igle s ia e hice bautizar a mi hijo ; dígale al sacerdote que venga, tal vez después me sienta mejor " . Por desgracia , el enfermo recibió con malas maneras al sacerdote, insultándolo inclu so . Cuan do ap arecí yo por allí, me gritó : " ¡ He cambiado de opinión, no quiero ningún sacerdote , ni quiero ninguna hermana; desap arezca ! " Durante los tres días siguientes, volví sólo en virtud de la vbe diencia a mi superiora : i déntico recibimiento , los mismos insul tos . El cuarto día era miércoles . La s eño r a de la casa me dijo al abrir la puerta : " ¡ Aún sigue viniendo Vd . ! " " Sí -le respondí-, ¿puedo 1 76
ver al enfermo ? " " Si Vd. tiene arrestos para ello . . . Pero ahora ya no pasará nada, pues está en coma desde la medianoche " . Mi corazón se contrajo doloridamente cuando vi al pobr e moribundo com ple tamente inconsciente; los oj os vidriosos , la bo ca abierta; agonizaba. Me arrodillé junto a su cama , t omé mi ros ario y com encé a rezar en voz alta un m i s t eri o . Y como su mujer protestase, le dij e que ya que me había llamado al principio, yo me qu edaría allí hasta el final. Estando de rodillas , veía impotente, al mismo tiem p o que no cesaba de rezar, cómo br am aba la m u er te ya ce r c ana . De re pente, me vino la idea de ponerle la medalla mila grosa . Hice un cordón en torno a su cuello y le puse la m e d a ll a sobre su corazón, que estaba gol peteando como loco en la última b at alla . De pronto , los labios del enfermo empiezan a moverse, y parece que habla . ¿ Qué dice ? " ¡ Estoy conden a d o , estoy co nd en a do ! " " No , Vd. no está condenado , Vd. está aún vivo . Nunca se e s t á con d en a do mientras uno está aún sob r e esta tierra " . " ¿ Qué tengo que hacer pa r a no ser condenado ? " " ¡ Dig a conmigo las oraciones ! " Y el enfermo va repitiendo cada una de m i s invocaciones . Luego vuelve a decir : " ¿ Qué tengo que hacer para no ser condenado ? " Me aventuro a deci r : " Recibir al sacerdote " . Llama a su m adre y a su muje r . Estas se pr esen tan excitadas . " ¡ Vosotras dos , id rápido y bus c ad al sacerdote ! " Un p adre jesuita viene en s egu i d a desde el col eg i o vecino. Lloré. " ¿ Qué pasa, hermana ? " " ¡ Oh , p ad re , esto ha sido co s a de la s an tí sim a Virgen ! Ya es t ab a mu rién dose . Es ella la que lo volvió a la vida ! " " ¡La s antísima Virgen ! ¡ Oh , hermana ! " Dejo al religioso con el moribundo y voy a la 177
iglesia para rezar. Después de un buen rato llega el buen pad re , y sonríe. " Voy a buscar la s agrad a unción y el viático, pues está preparado " . Algunos momentos después, el señor J. recibe a su salva dor, y la sagrada unción lo fortalece para el gran viaje . En su acción de gracias, me p regun t a : " Her mana , ¿ conoce la canción " Pongo mi confianza en ti " ? Digo que sí y la cantó de todo corazón . Después de eso, vuelve el sueño del coma. Yo permanecí a su lado hasta su ú l timo suspiro, ocu rriendo dos horas después . Aquí experimenté yo, por así decir, milagrosa mente la protección que María concede a todos cuantos llevan su medalla, no du d ando en absoluto d e la omnipotencia suplicante de María. K . M. H. Recemos a menudo : ¡Jesús, María y José, os amo! ¡Salvad las almas! Nuestro corazón tiene que ensancharse para esta oración y a través de esta
oración .
1 78
V VIVENCIAS CON EL ESCAPULARIO BENDECIDO
Un soldado rojo grita : no disparar El pasado año , un sacerdote y profesor español pasó varias semanas en la casa " María Reina " , en Bonn . Era u n modelo d e sencillez , d e humil dad, de bondad subyugante y de edificante pie d ad. Como impregnado del ser de nuestra Madre celestial , era todo humildad y negación de sí mis mo, dispuesto en todo momento a poner su vida por Dios y su reino . A un s acerdo te de nuestra s ociedad le contó una vez la siguiente conmo v e
dora histori a , vívida por él durante la guerra civil e sp añol a : " Como neopresbítero, pude tener en mi igle sia parroquial el primer sermón público . La gue rra civil rugía con cruel violencia. Los rojos esta ban en pleno avance, no s abiendo exactamente nadie dónde se encontraban en realidad . El gen e ral Franco, que mandaba las tropas cristiano-nacio nales reunidas en torno suyo, acababa de desem barcar en el continente desde Africa, prosiguiendo
179
su marcha por la costa suroeste de España . Mi lugar de origen había sido hasta entonces per donado por los comunistas, y también ahora se lo creía libre de un ataque . Dado que casualmente se celebraba la festividad del escapulario, y por cuanto yo mismo -como el papa Pío XII- lle vaba desde mi juventud, pleno de fe, de esperanza y de caridad , el escapulario del Monte Carmelo, prediqué sobre el origen, la historia gloriosa y las grandes bendiciones del santo escapulario y de la hermandad del escapulario. Al finalizar mi ser món, no s abía yo quién estaba más conmovido por las bondades maternales de nuestra Madre celes tial, si yo, el joven sacerdote, o los oyentes . . . Durante todo el día no cesaba el rumor de que los rojos se estaban acercando a nuestro pue blo. Sobre su efectiva llegada, les iban precediendo los relatos sobre las crueldades por ellos cometidas -un verdadero rosario de terrores, ruinas y sufri mientos . La sangre de los mártires que fueron des cuartizados a causa de su fe saturaba la tierra. A la mañana siguiente, celebré una vez más aún en privado el santo sacrificio de la misa, para luego dedicarme a mis futuras tareas pastorales . No era ya mucho el tiempo que me quedaba para desaparecer del pueblo . A cada momento po dían hacer acto de presencia los rojos, y yo est aba convencido de que significaría mi muerte si lle gaban a encontrarme. Inmerso en una atmósfera divina, abandoné la iglesia . Pero , de repente, su cedió lo que tanto temíamos : una camioneta llena de comunistas armados atraviesa rápidamente la carretera del pueblo. Sus caras son un paradigma de todos los vicios, y en un primer momento me inspiran un verdadero terror. 180
Ahora ya no cabe pensar en una huida. El pri mer rojo que se fija en mi sotana negra, da la voz de alto al conductor del vehículo, saltando de la camioneta, seguido por otros . Me agarra por los hombr os y me empuja contra la pared, tenién dome encañonado mientras tanto . " ¡Manos arri ba ! " Obedezco maquinalmente, pensando única mente en mi sagrado escapulario y en las prome sas de la santísima Madre de Dios . Una gran paz me sobreviene . De repente, me siento protegido por María. Lo que luego sucede sólo puedo inter pretarlo como una milagrosa providencia del cielo : un soldado rojo salta del coche, y a grandes zan cadas se planta en medio de sus camaradas , y, ante todo, se acerca a aquel que me tiene sobre la pa red, desviándole el cañón de la escopeta hacia abajo, y le grita : " ¡ no disparar ! " En un santiamén se enciende una acalorada disputa entre la solda de sca comunista, formándose dos partidos : uno que me quiere liquidar de inmediato, y el otro que se opone . Las opiniones suben violentamente de tono, enzarzándose entre sí. No consigo enten der por qué razón se me quiere perdonar la vida. El caso es que una parte de ellos lucha tenazmente por conservármela, y en esta algarabía logro es cabullirme de sus manos . Sigue siendo un misterio sobrenatural cómo pudo suceder esto . Yo lo atri buyo al escapulario gris de la familia carmelitana . Sigue una fuga excitante y llena de aventuras a lo largo de los Pirineos y en la frontera portu guesa. Durante semanas hube de albergarme en una choza abandonada de pescadores . Una anciana mujercita fue la que me mostró este refugio . Y t odas las mañanas me llevaba algunas patatas co cidas, único alimento que debía bastarme para 181
toda la jornada. Lo mismo que para la buena an ciana . En las condiciones más primitivas celebra ba yo cada mañana l a s an t a mis a , acompañ a do sólo por la anciana señora . Pero pronto este refugio se vio también amenazado. Los rojos empezaban a ab r i g ar sospechas y por eso hube de ponerme otra vez en movimiento. Al fin, logré felizmente llegar al campo de Franco . ¡ Es taba salvado ! No me cabe la menor duda, y es mi más firme con vicción de que fue la reina del monte Carmelo, cuyo escapulario gris llevo fielmente, la que me salvó de manera tan milagrosa . Cuando, pos terior mente, hube de predicar como capellán militar , testimoniando la providencia de Dios ante mi muerte, se apoderaba de todos los oyentes una pro funda emoción. Los soldados me pedían entonces el s agrado escapulario y, consagrados de ese modo a María, rezaban conmigo todos los días el san to rosario , arrodillados " . Esto es lo que también quiere, como sabemos, Nuestra Señora de Fátima, para que termine fi nalmente la guerra fría entre los hombres y se i mpida , efectivamente, la guerra cal i e nte que a todos nos amenaza . Pero para eso hemos de cam biar tam bién nuestras vidas.
" Hoffnung " ( 1957 )
Escapulario ¿ l lamado a desaparecer?
Sobre esto ha hecho unas atinadas observacio nes el pastor de la diócesis de Ratisbona, el doc tor Rudolf Graber, con ocasión de la festividad del escapulario, en julio de 1 9 65, en Straubing . Entre otra s cosas, dijo lo siguiente : 1 82
" ¿Pero es que cosas como el escapulario, algo tan accidental y legendario casi, tienen alguna im portancia en el día de hoy? " ¿ Acaso la reforma litúrgica no ha intentado cortar con todo lo " acce sorio " , orientando nuestra piedad hacia lo verda deramente esencial? ¿Es que vamos a hacer depender nuestra pie dad de una cosa tan " externa " como es un trocito de tela? ¿No es mejor, acaso, concen trarnos " úni camente en el solo altar " ? Estas preguntas son hoy de la máxima impor tancia y no sólo se refieren al escapulario, sino que afectan también igu almente al rosario, al vía cru cis, etc. ; dicen relación asimismo con el hecho de nuestra pertenencia a las Congregaciones y a las Hermandades Marianas y al campo entero de la " p ied a d subjetiva " , a los eje rci ci os y oraciones de devoción pr ivados . ¿ Tiene todo esto algún sentido en nuestros días ? Muchos quisieran despachar limpiamen te es tas preguntas con la exigencia de eliminar gustosos todo lo accidental , todas las imágenes barro cas de los santos , todos los altares laterales , en una pa labra, quedarse sólo con u n a piedad de tipo bíbli co-litúrgico . . . " La constituci6n sobre la liturgia da una precisa respuesta
Quien así piense, en modo alguno ha leído, lo ha h echo de una manera superficial, �l decir del ob isp o Graber, la constitución sobre la liturgia, y , en todo caso, no la ha entendido co rrectamente. Pues si bien es verdad que la liturgia es la " cima " , el culmen a que debe aspirar todo o
183
el quehacer de la igle sia , siendo al m ismo tiempo la " fu en te " de la que bro t a toda su fuerza, la constitución sobre la litu rgi a pone , sin emb argo , junto a e lla los tres significativos principios si guientes : l . En l a sagrada li turgi a no s e agota todo el obr ar de la iglesia . 2 . Y ni s iqu iera la vida espiritual, l a pi edad
y la interioridad del cris tiano cabe reducirlas sen cillamente a la participación en la sagrada liturgia. 3 . Los ejercicios devotos del pu eblo cristiano son recomendados gra ndemen te , en t a nto éstos se corresponden a las prescripci o ne s de la iglesi a , de b i end o en lo p o sible par ticip ar del espíritu y del tiempo de la liturgia . Estos tres pri ncipios son de la máxima signifi cación . En verdad, cabe pensar que es t a s ideas compren de n la parte más amplia , de sd e una pers p ec ti v a t emp o ral , de nuestra existencia cri stian a , e l mayor ámbito vit al del vivir cristiano.
El escapulario - «vestido con Cristo»
" Así, pues, el e scapulario pertenece -conti n ú a el o b ispo Graber- a los « pía populi christia ni exercitia ", a los ejercicios piadosos d el pueblo cristiano " , tal como dice el concilio, a las pres cr ipcione s y reglas de la igle si a . Y es que el es c apul ario es un " sacramental " , y el llevarlo signi fica hacerse acreedor d e grandes i ndu lgenc i a s . Hoy, ciertamente, hay que exigir qu e t ale s y p arecidos usos se hallen entroncados en el uso bíblico y en el litúrgico . Y por lo que hace al esca pulario , esto es realmente factible: dos veces habla el a pó stol Pablo de que nos revistamos de Cri sto : 1 84
" induimini Dominum Jesum Christum " (Rom 1 3 , 1 4 ) y (Gál 3 , 27): " En efecto, todos los bau tizados en Cristo os habéis revestido de él " . ¿ Y acaso no e s una idea extraordinariamente profunda el que nosotros como cristianos nos ha yamos vestido con él, con Cristo el Señor? Pero, de otro lado, qué responsabilidad habre m os de tener entonces frente al mundo : en cuanto vestidos con Cristo, aparecer como " cristianos ,, , in cluso desde una perspectiva puramente externa, con el vestido de Cristo, presentarse con la vesti menta y, por decirlo así, con la figura del Señor : ¿ acaso no sería lícito e incluso no sería lo indicado construir un día una " teología del ve s tido " , es más, una " teología de la moda " ? ¡ Ved a lo que nos lleva en último análisis ese trocito de tela tan pequeño e inaparente, el es capulario ! Visto desde e sa perspectiva, ¿ acaso no cabe e nt ender el escapulario como algo realmente muy " moderno " ? Hasta aquí el obispo Graber, quien luego ha bría de profundizar con todo detalle en la cone xión litúrgica del escapulario. El sentido profundo del escapulario es, pues , el de vestirse con Cristo, con su luz, con su amor, mientras que el pecado es un vestirse de Satán, un revestirse con su espíritu impuro . El escapulario es también un vestido protector
Sí, según la voluntad de la Madre de Dios, tiene que ser también un vestido protector. Esto es válido particularmente para aquellas personas 1 85
que ya no esperan nada de la vida, que desesperan de sí y de su entorno, que se sienten solas en su soledad . . . Incluso el conocido refrán acierta se guramente, cuando dice : " ¡ Ay de aquel que está solo ! " Podemos confiar plenamente en la protección de María, que nunca nos defraudará. Como pren da segura de ello, nos ha dado incluso una señal visible , un símbolo de su manto protector, bajo el que nosotros estamos . Este signo lo podemos con templar en cualquier escapulario mariano bende cido por la iglesia, un trocito de materia que Ma ría nos entrega de mano de nuestra madre la iglesia como señal y prenda que nos cobija bajo su manto maternal. El escapulario no es, pues, un amuleto pro vis
to de una fuerza de encantamiento supersticioso.
El escapulario remite simbólicamente a todo aquel que lo usa a la gran protectora María, y actúa en virtud de la confianza que en ella se deposita. La misma Madre de Dios lo ha ofrecido
El escapulario mariano más antiguo y cono cido es el escapulario gris del monte Carmelo, que , según la tradición de la orden carmelitana, entre gó la Madre de Dios al general de los carmelitas , Simón Stock. Ahora bien , el escapulario más ex tendido en nuestra época es, sin embargo, el lla mado escapulario verde del Inmaculado Corazón de María Consiste en un trocito de tela verde, mostrando de un lado la imagen de la Madre de Dios y, de la otra parte, su corazón envuelto en llamas, atravesado por una espada. La Santísima Virgen así lo reveló el 28 de enero de 1 840 , en .
186
París, en una aparición a la joven hermana Justine Bisqueyburu, de una gran y profunda piedad, sien do confirmado luego en revelaciones posteriores . Esta hermana pertenecía a la Congregación de las Hijas de la Caridad de san Vicente de Paúl, como Catalina Labouré. La hermana J ustine recibió asimismo el im portante encargo de dar a conocer por todas partes el llamado escapulario verde del Inmaculado Co razón. Este, al igual que la medalla milagrosa, debía de operar especialmente la conversión de los incrédulos y p ecadores , posibilitándoles un a muerte dichosa . Tanto la universalmente conocida medalla milagrosa como el escapulario verde son un regalo del maternal Corazón de María. Por medio de ambos, habría de manifestarse de una manera pa r ticular a todo el mundo el amor y el pod er de este corazón : a los creyentes en la ve ner ación , a los pecadores en la salvación . Los siguientes y consoladores ejemplos debe rían estimular en nosotros una gran confianza. Librados de la muerte por un pelo
Era el 1 3 de noviembre de 1 9 65 . H abiendo recibido por la mañana la comunicación del " im primatur " eclesiástico para mi librito Erlebnisse mit dem Grünen Skapulier ( = Vivencia s con el escapulario verde ) , decidí enviar los originales aquel mismo día a la imprenta ; pero , antes de comer, una llamada telefónica me pone al corrien te de que mis dos hermanos ( de 67 y 50 años ) habían sufrido un accidente gr ave de coche. Un coche cisterna había patinado en un paso inferior a consecuencia del aguanieve. Mi hermano se pre187
cipitó con su coche justamente contra él y en cues tión de segundo s fue prensado de tal forma por el camión cisterna qu e el coche familiar fue redu cido a la estricta dimensión de un metro . ¡ Un es tropicio absoluto ! Como por un milagro, no resul taron muertos de inmediato los dos hermanos, sino que únicamente estaban heridos , si bien mi her mano más j oven gravísimo . En seguida de recibir esta noticia, pleno de confi anz a , cubrí en espíritu a mis dos hermanos con el escapulario del Inmaculado Corazón. " Ma dre María -supíiqué-, acéptalos ahora totalmen te en tu vestimenta protectora. Si es la voluntad de Dios, consérvalos para su familia. Pide para ellos su recuperación " . Y la Madre de Dios vino en su socorro . Las heridas no supusieron la muer te . Incluso después de varias semanas de perma nencia en el ho s p i t al , ambos fueron dados de alta, nuevamente sanos . Y desde entonces (hace ahora tres años) han podido otra vez dedicarse sin obs táculo s a su profesión . ¡ Gracias cordiales a la Ma dre de Dios ! A. M. WEIGL De nuestra parte hemos de hacer todo aquello que la razón reclama ; debemos ser cautos, em plear todos los remedios naturales que podamos , pero, al mismo tiempo, hemos de esperar de la parte de Dios toda ayuda y toda bendición . . . Y nu es t ra mejor intercesora sigue siendo la Madre de Dios . A. M . WEIGL
188
No se pierde nadie tras del cual ande el amor
(por el autor de este librito) " ¿No ha llamado aún la patrulla de recono cimiento ? " Así pregunté yo desde mi lecho de enfermo . " ¿ Aún no se h a enc ontrado ni ngun a pista? " Mi ama de llaves comenzó a llorar. " ¡No, n ada, nada en absoluto ! " , sollozaba. Su hermano Alex, un enfermo nervioso, el más joven de diez hermanos, había desaparecido de nuevo. Ya había pasado casi un día entero desde que desapareció Toda la noche había estado llo vi endo ; y en toda la mañana tampoco había dejad o de llover ni un solo momento ¡Y el pobre Alex dando vueltas y más vueltas por los bosques
.
.
cercanos !
¿Qué
había sucedido ? Como de costumbre,
había llev ado Alex mis cartas al correo poco des
pués de comer del día 9 de agosto . Siempre lo había hecho de una manera concienzuda. Cuando salió del edificio de correos -así se nos contó después-, había visto venir del bosque a un hom bre que traía en un pequeño serillo algunas se t as " ¿ Qué, hay setas ? " , pregu n t ó Alex. " Si te matas dando vueltas, tal vez encuentres un par de ellas " , l e respondió el hombre e n cuestión. Al oír esto, Alex se sintió como electrizado. Por su i m agin a ción pasó el llevarnos a c a s a las primeras setas del año . Y con la esperanza d e que habría de en con tr ar pronto algunas, se fue al bosque cercano a buscarlas . Nunc a le había p erm i tido yo ir al bosque, pue s no conocía lo bastante aún esta gran región boscosa . .
189
Eran las 1 4 , 1 5 de la tarde . A las 1 5 , 1 0 , Alex aún n o había vuelto del correo . Teniendo en cuen ta su acostumbrad a puntualidad , nos sorprendió esta tardanza de hoy. Así, pues, llamé a la oficina de correos : " ¿ Anda Alex por ahí ? " " No, p rob a blemente se ha ido a buscar setas ; al menos así me lo ha dicho el señor X " . ¡ Oh Dios, pensé yo, en tonce s a buen seguro que no sabe dar con el ca mino de vuelta! Y es que ya por dos veces ha bíamos su fri do pa recida situación. La primera vez que Alex se perdió en el bosque tardó dos días y dos noches en volver a casa; fue en 1 963 . Y la segunda, el extravío duró 2 5 días completos. Ha bía sucedido esto en la extensa región b oscos a de la baja Baviera, entre Arns torf y Eggenfelden, en 1 9 64 . Tod as las acciones de búsqueda de entonces , tanto por parte de la familia de los condes de Deym, como por parte de la policía, fueron v ano s . Sólo al cabo de e so s 25 día s fue hallado Alex a h vera del bosque, en las cerc;anías de Eggenfel d en , vistiendo únicamente camisa y pantalón . Du rante todo este tiempo había subsi s tido casi sólo de agua, mendigando algun as pocas veces un trozo de pan, pues era excesivamente tímido p ara pre guntar a nadie dónde se hallaba. Y precis amente porque estaba impedido y enfermo , lo habíamos recogido en 1 962 en nuestra comunidad . Sólo Dios sabe cua n tos sufrimientos nos ocasionó en esa oca sión , p erdido durante tantos días . . . Pero el delo escuchó nuestras confi a da s oracione s y nos lo de volvió sano, sin ninguna e nfe rmedad s e ria . Esta vez, emp ero , el retorno ocurri6 de una manera m ucho más rápida. Al tener noticia de su de s aparición, p ed i mos inmediatamente a nues tros bu eno s v e cinos y a o tro s conocidos que nos 190
··
ayu d asen a localizarlo . Y todos no s ayu daron mag níficamente : unos a p ie , otros con sus coches, hasta bien entrada la noche . También avisamos inmediatamente a la policía para que estableciese s u servicio de retén . Y a sí lo hizo . Pero, a la verdad, esta vez no s at ormen t ab a p ar ti cularment e el hecho de que en nuestra región se dab a desde hacía algún tiemp o la rabia. Todos los zorros ha bían s ido tocados por ella . Y así, nadie se atrevía a entrar en el b os que sin su escopeta . De o tro modo, cabía la pos ibilida d de ser atacado por algún a nim al rabioso . Incluso en nuestra parroquia ya se habían matado alguno s perros , atacado s de ese mal por l a s mordeduras de los zorros del bosque . ¿ Acaso no podía un hombre ser atacado también por tales animales enfermos ? En nuestra miseria, acudimos particu larmente a la ayuda del cielo, una vez que ya t oda s las po sibilidades de ayu das humanas se habían agotado . En e s p ír i tu puse lleno de confianza el esc apu l ario bendito s obre Alex, suplicándole a la I nmaculada C o nce pción y m adre nuestra: " Querida Madre, en tu nombre lo hemos tomado con nosotros hace 6 años, ¡ protégelo tú ahora en este pelig ro , cubrién do lo con tu manto p r o tector ! ¡ Co ndúcel o de nue vo al hogar! " Teníam o s una gran confianza. Ofre ci m os nuestro gran dolor por la salvación de los moribundos en pecado mortal, y p articularmen t e por las míseras almas extraviadas en sus pe cados . Esta fue nuestra oración toda aquell a tarde y to da la noche, mirando continuamente la imagen de María : " ¡ Madre, no p ermit a s que sufra daño al guno en medio de esta lluvia incesante ! ¡ Tráelo a c as a ! " Y la Madre nos socorrió. Hacia las 12 del día siguiente , regresó Alex, completamente empa191
pado y cubierto de follaje y espinos. El solo había encontrado el camino de vuelta, después de que había pasado la noche en una espesura del bosque, en donde se recogió al caer aquélla. La Madre lo había traído de nuevo a casa. Y en mi alma cons taté otra vez de nuevo el ' hecho de que nadie se pierde cuando tras él está el amor. El amor que ora, se sacrifica y sufre . El amor que confía .
¿Cuántos extraviados hay hoy de cuerpo y de al ma ? ¿ Está tras ellos el amor? ¿ Tu amor ?
A. M. W.
L a b oda con e l divorciado , frustrada Era en el comienzo de la clase en un colegio . Todas las alumnas estaban ya metidas de lleno en la materia, excepto una . ¿Dónde estaba ? Ella, ¡ l a siempre tan puntual y tan entregada a su trabajo ! ¡ Oh, cuitada N. ! Una gran pena la embargaba esta mañana, y por eso esperó a la hermana supe riora para confiársela a la buena hermana. A buen seguro que la ayudaría, pensaba ella . " Buenos días, N., ¿ qué deseas ? ", preguntó la hermana . Entre lágrimas y sollozos , le dijo la muchacha : " ¡ Oh hermana, hermana, mi madre se va a morir hoy, de seguro que mi madre va a morir hoy " . 11 ¡Pero si tu madre no está enferma ! " " Yo le digo, her mana, que mi madre va a morir del disgusto que le va a dar mi hermana por casarse con un señor divorciado . Yo nada he podido hacer para impe dirlo , y esta mañana se casarán . ¡ Oh hermana , de seguro que mi madre se morirá ! " Y la pobre chica lloraba y gemía allí, al lado de la hermana . De
192
.
repente , dijo ésta : "Tu madre no morirá y tu hermana no se casará con este hombre. Toma, lleva a tu madre inmediatamente este escapulario verde . Dile que comience a rezar : " Coraz6n In maculado de María, ruega por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte " . Que lo rece con tinuamente, que no cese; te digo que ese hombre no se casará con tu hermana. Apresúrate y dile esto a tu madre, que rece confiadamente a la Virgen Santísima y todo irá bien, ya verás " . La pobre chica march6 a casa e hizo como se le había dicho . La atormentada madre recibió el mensaje de la hermana respecto a su pobre hija engañada. Ciertamente, M aría habría de ayudar en esos momentos de angustia. También la madre sup e rior a y l as alumnas suplicaban a la S antísima Virgen por esta urgente intención, y todas espe raban ilusionadas la soluci6n a ese gravísimo pro
blema .
A la mañana siguiente, N . vino al colegio, ap res urándose en comunicar a la Madre Superiora que su hermana n o se había casado con el hom· bre divorciado, pues cuando éste vio lo destruida que estaba la madre de su futura mujer, dijo : " Mejor esperamos ; no podría casarme viendo el dolor que tu madre está sufriendo. Vamos a es· perar un poco , a ver si se le pasa, y tal vez l ue go contamos con su aprobaci6n " . ¡ Qué s orpres a ! ¡ Qué alivio! La Madre sacratísima había actuado . La boda se posterg6. Se decidi6 que se cas arían en las próxim as vacaciones, ya cercanas . Hasta entonces, tal vez la madre de ella ya se habría hecho a la idea. La hermana, empero, urgi6 a la chica para que dij ese a su madre que no cesase de rezar . Que 1 93
la orac1on a buen seguro que sería escuchada . Pocos días antes del permiso antes dicho, la divi sión a la que pertenecía el futuro marido recibió la orden de partir hacia una región alejada . Con ello qu edaron rotos todos los vín cu lo s entre el divorciado y la muchacha, y no sólo momentánea mente, sino para siempre . De este modo mostró María su poder , pagando así la confianza de sus
hij as . Esta historia, así como otras muchas, s e halla te s timoniad a tanto p or lo que hace a la precisa re seña de la s personas, como la época y el lugar, en el Sanct Josef-Center, de Emmitsburg-Maryland .
Trozos de
cartas
Sr. F., Waldshut, 2.º domingo de adviento de 1 964 " V d. no se creerá qué alegría tan grande ex perimentan las gentes a la vista de mi escapulario , así como las bendiciones que de éste brotan . . . Le voy a poner aquí sólo un ejemplo : un hombre había de ser opera do en los mejo res años de su vida de un tumor cerebral purulento; los médicos lo habían deshauciado . Durante la operación, el paciente sostenía con una gran confianza el esca pulario verde en sus manos ; su curación puede considerarse como un milagro " . O. W., Westernkotten, 1 7 de enero de 1 965
" Seguramente le interesará saber que un es capulario verde ayudó a bien morir a un moribun do que sufría una grave enfermedad (cáncer). En 194
circunstancias verdaderamente asombrosas tuvo tiempo para recibir a su debido tiempo --cu ando todavía era una persona consciente- los santos
sacramentos de los moribundos . Me llevaría muy lej os extenderme aquí en particularidades . Pero, sí puedo asegurarle, que nosotros tenemos por seguro que esas circunstancias aludidas hay que referirlas a que el enfermo llevaba el e s capulario verde " . C. G . , Klagenfurt, 1 2 de febrero de 1 965
" Mi hermana dio el escapulario a una mujer que nunca iba a la iglesia. No tardó mucho sin que esta mujer fuese otra vez a la casa del Señor . Ahora está allí todos los domingos , sin faltar ni uno solo , llevando consigo a su niño . Sigue con atención el sermón, y nos dijo que ahora tiene que ir todos los domingos a misa, que, de lo con trario, no tendría ninguna paz interior , y que des de entonces es otra mujer, que acepta las cosas graves de la vida con otro temple bien diferente al de antes " .
Au mentan los testi monios de la i ntervención de la gracia
Apenas tiempo alguno anterior comportó un carácter tan satánico como nuestra época . Dios debe ser destronado . La fe, la moral, la paz de las familias , la paz en el mundo, todo parece conmo verse . En tiempo alguno tampoco , sin embargo , han sido tan evidentes las pruebas de la benevo lencia protectora de la Madre de Dios ante su 1 95
Hijo respecto a nosotros . Las repetidas apar1c10marianas hasta el momento presente, la actuación milagrosa en todos los lugares de pe regrinación mariana, la creciente respuesta a las oraciones en base a la confianza en la medalla milagrosa y en el escapulario verde, todo, todo nos lleva a concluir que la intervención de la gra cia del cielo aumenta expresamente en este nues tro tiempo de rasgos francamente apocalípticos . Conversiones llamativas, curaciones n o menos es truendosas, protección en los peligros corporales y otras muchas gracias de toda e specie y condición son la prueba más fehaciente de esta intervención de lo alto. Testimonio del amor maternal de Ma r.fa a todos los que confiadamente acuden a ella. nes
Hasta en las profundidades de Rusia, en todo el mundo ¡ " Envíeme, por favor, nuevos esc apularios ver des del Inmaculado Corazón de María ! Yo los envío hasta Siberia . Una muj er que distribuye allí escapularios, me escribió hace unos días diciéndo me que hay una gran demanda de tales escapula
rios bendecidos . Yo creo que el salvador, si vol viese exclamaría: " Tal fe no la he encontrado en occid�nte " . Así escribe un expulsado de las regio nes del este, el 2 de septiembre de 1 965 desde Franconia.
Por todas partes , el escapulario del Inmacu lado Corazón de María es recibido con agradeci miento, especialmente en los p a íses amenazados por la i mpiedad y por otros peligros . Todos no196
sotros vivimos en una época de catástrofe, en un tiempo de pruebas graves, a través de las cuales han de ser llevadas muchas almas a Dios. No es ninguna casualidad que el escapulario lleve preci samente el color verde . El verde es el color de la esperanza; este escapulario muestra a María como la Madre de la esperanza, incluso como la espe ranza de los desesperanzados, de los que ya san Efrén, el sirio, decía: " ¿ acaso no sabéis que María es la esperanza de aquellos que desesperan, de aquellos de quienes se desespera, de aquellos de quienes habría que desesperar? " Así, pues, el es capulario verde está ahí para todos . Para los sanos y para los enfermos , para los católicos y para los no católicos, para los creyentes y para los infieles. En eso p recisamente radica la diferencia entre éste y casi todos los restantes escapularios de la iglesia . La mayoría de las veces ya presuponen éstos una actitud especial en la voluntad del utilizador . El escapulario verde puede ser utilizado por cual quiera que quiera entregarse a sí mismo o que
quiera entregar a otro -incluso sin conocimien to de éste- a la protección de María. Sólo la confianza es lo que requiere. Lo puede llevar uno mismo, personalmente, o bien pasarlo a otro , o también guardarlo respetuosamente en casa. Uni camente se requiere que el que tiene la intención, bien sea por sí, bien por otro, rece diariamente al menos una vez la jaculatoria : " Nuestra Señora del verde escapulario, esperanza de los desesperanza dos , ruega por nosotros . Inmaculado Corazón de María, ruega por nosotros , ahora y en la hora de nuestra muerte . Amén " .
197
No, nadie debe desesperar
Y no nos está permitido desesperar de nadie mientras tenga aún un hilillo de vida. María, la Madre del Hijo de Dios, es la garantía de nuestra esperanza. Ella es realmente la Madre de los d e sesperanzados , el refugio de todos los pecadores, la consoladora de todos los atribulados , la salud de los enfe rm o s . No en vano dice el gran san Ber nardo : " Dios quiere que lo alcancemos todo por María " . ¡ Todo , todo por María ! Detrás de ella está su divino Hijo, la salud de todos los hombres . l a fuen te primigenia d e todas las gracias , l a om nipotencia eterna del amor. " M arí a es el camino h acia Cristo " ( Pablo VI ). Y quiere lleva rl o s a todos hacia él . A nosotro s , lo único qu e se n os pide es m a nt en er di spues ta la copa de la " con fianza " . En todo momento . ¡ Qué maravillosa confianza la que tenía el papa Ju an XXIII en Ma ría ! Al morir aún la llamaba: " ¡ Madre mía , en ti confío ! " También el papa Pa blo VI pone una infinita esperanza en ella en esta nuestra época preñada de pel igro s . En el concilio insistía una y otra vez sobre este punto , y tam bién aho r a alude a ella continuamente . La Madre de Dios nos ha dado muchas prue bas palpables d e su amo r maternal . Y precisamen te el escapulario verde , el llamado es cap u l ario del Co razón de María , es u n a pr en da auténtica de su amor maternal , un símbolo de su po dero sa pro tección . ¡ Confiemos, pues , en su ayuda maternal !
Una crítica sin amor
He de dejar co n st ancia de 198
ello : " Por lo que
respecta a la crítica en la iglesia, hoy, se presenta con tales tonos negativos que, más bien , se ase meja a la maledicencia. Lo que se tiene ante los ojos ya no es la " madre iglesia " , tal como una vez y aún hoy la llamamos . Más bien es la imagen de una señora cubierta más y más con faltas y debi lidades, incluso con acciones vergonzosas y hasta violentas . Paul Claudel escribió una vez una pieza teatral con el título El padre humillado. Hoy, ca bría igualmente escribir otra pieza titulada " La madre humillada " . Claudel señalaba al papa ; hoy , se trataría de la iglesia " . Así escribe el " Regens burger Bistumsblatt '' , 2 8 / 1 9 6 8 . Hoy también s e trata d e María, l a Madre d e la iglesia . También ella experimenta la amarga crí tica y la vergonzosa postergación por parte de algunos . ¿ No tenemos, pues, toda la razón para salir tanto más por su honor, amándola y tam bién orando por aquellos que ofenden su hon or ? ¡Algo muy consolador.'
También podemos confiar en nombre de otros, en nombre de aquellos que nos son queridos y por cuya salud espiritual hemos de preocuparnos especialmente . ¡ Qué gracia tan grande ! Nosotros podemos confiar vicariamente, incluso en nombre de todas y por todas las almas . El Señor acepta este amor de nuestro corazón, pues él mismo es el a m o r . ¡Y hay tantos que agu ardan la ayu d a espiritual de los hermanos, dado que ellos mismos ya no son capaces de esperar en nada ! De María se dijo una vez : " ¡ Bienaventurada tú porque creís te! " Y es que María creyó en aquella hora cuando el cielo se inclinó sobre ella y el Hijo de Dios se 1 99
hizo hombre en su seno. En nombre de toda la humanidad aceptó el Padre eterno entonces su profunda fe y su confianza . En nombre de toda s l a s a lmas y en favor de todas las almas nos ponemos también nosotro s , pobres pecadore s , en manos de María . Sí, con un amor y una confi anza ilimitados queremos cobi jarnos y q u eremos qu e cobije a los nuestros bajo el extraordinario po der de su Corazón Inmacula do; que cobije a todos los hombres . ¡ Por María a Jesús ! También a través del apostolado de su esc apu l ari o .
Apóstol seglar con corazón sacerdotal Se trata de la gloria de Dios , de la glor ifica ción de su Madre virginal, de las alma s de muchos hombres . Llevar muchas alm a s a Cris to, ir a bus c a rlas para él no es sólo una misión de los sacer dotes, sino también de los seglares ; también es m i s i ón tuya . ¡ Toma, por eso, el escapulario, toma esta prenda vi sible del po der y del amor de Ma ría ! ¡ Lléva lo tú mismo sobre ti ! ¡ Guárdalo en tu ca s a , ponlo en tu coche ! No olvides la ja cula to ri a diaria : Inmaculado Corazón de María . . . ; distri búyelo entre tus conocidos, propág alo por tod a s p ar t es . ¡ Sa crifíca te para que en los países d e mi sión p u edan di stribu irse n umero s o s e s c apu l ario s ! Y es que hay m ucho s ped i d os de escap ularios de diferentes países, y, ant e todo, del escapulario verde . . . A menudo no d an abasto los fabricantes de escapularios . ¡ Si, pues, tienes tiempo, c olabora en fab ric a rlos también tú gratuitarnente ! j Notifi ca
200
tu disposición a una de las direcciones que abajo se indican ! Satanás duplica su trabajo para dar muerte a la vida de gracia en las almas . ¡ Satán es un policida ! Y ya que Dios dio a los hombres el libre albedrío de poder decidirse por él o por Satán, esta decisión es la más importante en la vida de los mortales . Es la decisión sobre la vida eterna o sobre la muerte también eterna . Pero Dios quiere que las almas vivan ; Dios quiere que todos se salven . Ahora bien, los escapularios han de ser ben decidos antes de ser utilizados . Todo sacerdote católico puede hacer esta labor . Escapularios ben·· decidos y medallas milagrosas pueden adquirirse en todo momento en alguna de las direcciones que luego se citan . Se agradecerá muy mucho cu al quier pequeña ayuda en orden a cubrir los gastos que su fabricación y puesta a punto implican . Indíquese también a una de las susodichas di recciones las peticiones atendidas en la oración, indicando con toda exactitud los hechos en cues tión, la persona o personas que intervengan , el lugar, el tiempo, etc. He aquí las direcciones a tener en cuenta : Fá-· tima-Arbeitskreis , 4 Düsseldorf 1 , Postfach 3 O 1 1 ; St . Grignionhaus, 8262 Altotting, Neuottingerst . 6 9 ; A . M . Weigl , Pfarrer i . R . , 8 3 0 1 Oberroning über Landshut. Y para terminar, veamos aún el siguiente y consolador capítulo.
201
VI VIVENCIAS EN LOS LUGARES DE PEREGRINACION MARIANA
«Dejó de atender la Madre» " ¡ No, oh Madre, pues entre tus hijos resue na que nunca jamás un ruego dejó de at en der la Madre ! " ¡ Qué creyente confianza, qué seguridad y qué esperanza se desprende de estas frases que confia damente se le cantan a María ! De los corazones de los peregrinos cargados con sus cruces brota siempre esta canción di r i gi da a la Madre de todas las gracias, cuando, al anochecer, marchan en tor no a nuestra capilla portando sus velas . . . Y en verdad ¡ así es ! ¿De dónde , si no, los miles de exvotos de agradecimiento que adornan la " veneranda y primitiva " capilla de Altotting, en que se habla de la ayuda milagrosa de Nuestra Señora ? Todo nos atrae en es te santuario de gra cia . Todo el espacio irradia alabanza , agradeci miento y amor. Miles de veces puedes leer aquí: María me ha ayudado en p elig ro de muerte, en 202
una grave enfermedad, en múltiples peligros, en las desgracias familiares y de los pueblos, en los horrores de la guerra . . . Con emocionante sencillez se han expresado muchas situaciones en las cuales se ha sentido la mano de la Madre ; pero también se hallan repre sentadas diversas oraciones y súplicas a la reina de los cielos . He aquí una súplica particularmente emotiva : " Los letones expulsados de su patria por los avatares de la guerra de 1 9 3 5 - 1 9 4 5 , presentan sus votos al Dios omnipotente a los pies de la Madre de gracia de Altotting, orando por la libe ración de su patria y por sus hermanos y hermanas que sufren desperdigados por el mundo " . . . ¡ Sí, verdaderamente, esta Madre es nuestra es peranza y nuestra vida ! Nuestra luz es ella, y quien vive en ella, tendrá luz, pese a todas las tinieblas del mundo . Pero no sólo nos auxilia en las nece sidades y miserias del cuerpo . Son sobre todo las necesidades del alma las que particularmente atien de su materno corazón . Por las almas ha sufrido su Hijo , su amadísimo Hijo , de una manera tan terrible, y ella con él . Por eso su materno Corazón no sabe hacer otra cosa con más agrado que soco rrernos en las tribulaciones de nuestras almas , sal vándonos de los peligros que nos amenazan con tinuamente . Son innúmeras las gracias con que ella nos inunda, con tal únicamente que se lo supli quemos . Y es que María es la mediadora y la ad ministradora de todas las gracias ; María es , en verdad , la omnipotencia suplicante . Con pocas excepciones, nuestros exvotos nos cuentan la intervención graciosa de María en sus necesidades " corporales " . Sin embargo , también se dan las excepciones, como ésta que a continua203
ción se ci ta, verdader am ente conmovedora : " Gra cias, santa Madre de Dios, porque no me escu chaste durante 1 8 años , habiéndome enseñado en tre tanto a orar por medio de no pocas pr ueb as y desengaños " . Si quisiéramos en todo caso saber a lgo más de las tribulaciones " anímicas " , debería
mos ci e rt am e n t e preguntar a los confesionarios de Altotting . Si sus paredes pudiesen hablar, nos in formarían a buen seguro de los acontecimientos
más maravillosos, mucho más que los exvotos de cruces y los ro y las im ágenes
manos y pies de cera , o que las sario s, los corazones y las velas que adornan nues tro s a ntu ario .
Hace algunos años, vino también hacía Altot ting una dama junto con un grupo de turistas más. Había viajado por todo el mundo y ahora aprove chó la opo r t u ni d ad para acercarse también hasta aquí. Después de haber visitado la santa capil l a, entró en la iglesia del Buen Pastor, examinando con mucho interés el ar t esonado allí exis ten t e . Ca sualmente su vista se fijó en uno de los confesio narios que por allí había . La d ama en cuestión era católica, pero hacía ya b a s t an t e tiempo qu e no se confe s ab a . Y ciertamente tampoco era su in tención confesarse hoy. ¡ No había venido p ara confesarse ! No obstan t e , la vista del con fes ion ario la perturbaba más y más . Tras la ventanilla en·
treabierta se veía sentado un sacerdote, a l a espera de poder cumplir con su ministerio de mediador. Al fin, como empujada por un po der invisible, pero sin p re ten derl o ella misma, se acercó al con fesionario . Cuando luego lo abandonó, e staba t an al egre y feliz su corazón que apenas si ella mism a se reco no cía . Es taba tan feliz en su interior que, u na vez en la call e , no p udo por menos de diri204
girse a la qu e más cerca tenía contándole su vi vencia de esos momentos : " ¿ Qué van a decir en casa mis familiares ? ¡No van ni a conocerme ! " , repet í a una y o tra vez . Había viajado por todo el mundo, pero para ser feliz hubo de venir a Al totting, al lugar de gracia de Nuestra Señora . Asi es como nu estra Madre celestial atrae a sí a aque llos que son accesibles a las inci t aciones de la gra cia . Y desde su corazón de Madre no está n a da lejos el corazón de su Hijo . Para ella nadie es ex cesivamente grande, ni nadie tampoco es excesiva mente pequeño . Los corazones de los reyes de Baviera descansan en su capilla milagrosa , pero a sus ojos ningún pobre es menor, ni tampoco más alej a do de su corazón . Para todos es ella la Madre amable y bondadosa, la Madre auxiliadora. Es sencillamen te la bondad y la misericordia . Quien co n fiadamente se dirige a cobijarse bajo su manto protector , recibe el consuelo, la fuerza y la ayuda para todas sus necesidades . ¿ Acaso no deb erías peregrinar también tú un día al santuario de Nuestra Señora de Altotting? M. R. El familiar nombre de «Madre», " Madre de Dios " , que acostumbramos a dar a María es en este sentido relativamente joven . Y además , tal vez también algo manoseado . ¿ Qué pasaría si vol viésemos a tomar otra vez en nuestras devociones marianas el nombre que nuestros antepasados die ron preferen temente a María? Nuest ros mayores decían " Nuestra Señora " . Las viejas iglesias y las catedr ales no se dedicaban a la " Madre de Dios " , sin o a " Nuestra Señora " . Intentemos, pues, mirar 205
s· las razone s y los sentimien tos que m�vían ! nue es· N n ? tros antepasad os para llamar a la Virge tra Señora " . Quizás enco ntrem os algo susceptible de enriqu ecernos y que haga más viva otra vez nuestra relación con María " . P . DR. F . GYPKENS Un evidente milagro en Altotting
En la fiesta en honor de la Madre de Dios, festividad de la Asunción de María a los cielos, en la administración de Altotting, se halla cons tatado documentalmente el siguiente acontecimien to milagroso : En el año 1 92 4 , l a esposa de un comerciante, la señora V. W., de Suabia, se sintió atacada por una grave enfermedad. Cada vez tenía mayores dificultades digestivas, llegando a no saber ya ape nas qué comer . Pronto se presentó una visible pérdida de energía vital y todo parecía abocar a una catástrofe irremediable . Sus parientes , y par ticularmente su hijo sacerdote, sufrían por esta si tuación . Los dos médicos del lugar coincidían en su diagnóstico : ¡ cáncer de estómago ! Y si bien a la enferma se le ocultó este hecho, sus parientes y allegados eran bien conscientes de la grave situa ción en que se encontraba su madre . Por eso la llevaron a que la viese otro médico . Pero éste, de sp u és de haberla examinado detenidamente coincidió en todo con el diagnóstico de su s do ; colegas : ¡ cáncer ! Un consejo urgente de todos los médicos era que la enferma fuese operada cuanto antes . Pero a esto la enferma no estaba muy de cidida . 206
Siendo esto así, la enferma fue ingresada en la clínica privada de un profesor universitario de Munich, y allí estuvo bajo observación durante varios días . El profesor le hizo una radioscopia, lavados de estómago y otras cosas que se estilan, concluyendo sus análisis de la enferma con el in forme escrito al médico de cabecera en el sentido de que la enferma en cuestión sufría de un caso grave de cáncer de estómago . La operación . de hacerse, habría de llevarse a cabo en las dos se man as siguientes . En caso de que se postergase, él desaconsejaba tal operación, pues ya no tendría ningún sentido . Los parientes estaban preocupa dos por si la enferma, debilitada como estaba hasta tales extremos, sería capaz de superar la operación . Y, por otra parte, ¿ qué sentido tenía operar el cáncer ? ¿ Cabe aún la posibilidad de curación ? En esta incertidumbre leyeron por ca sualidad en el " Liebfrauenboten " lo siguiente : alguien se quej aba de que en la capilla milagrosa de Altotting ya sólo ardiese una única lámpara; en épocas anteriores ardían , sin embargo, hasta seis. A causa de la inflación, la fundación de la capilla se había visto privada de todos los medios . También el aceite resultaba caro y muy costoso . Al leer esta noticia, a los parientes de la en ferma suaba se les ocurrió lo siguiente : ¿ qué tal si para honrar a la Madre Milagrosa de Altotting, hiciésemos una fundación de una lámpara perpe tua ? Quizás se compadezca la Madre de Dios y, por medio de su poderosa intercesión, suplique la curación o al menos el alivio de los dolores de nuestra madre . . . ¡Y es que toda posible ayuda humana no parecía tener ya nada que hacer ! Se pusieron, pues , inmediatamente en contacto con 207
la administración de la c ap ill a , indicándole su deseo de hacer la fundación de una l ámpa r a per' petua . Y, a cto seguido, enviaron el importe para la a dqu is ición del aceite con que poder encender la l á mp a r a .
Un p ar de días después, la enferma experi mentó una significativa mej oría . Hacía ya muchas sem a na s que no se sentía t an bi en y co n tanto ánimo. Fue en n oviem bre de 1 924, cuando la en ferma pudo levantarse otra vez de n u evo .
La mejoría se mantuvo durante varias horas, y d uran t e ese rato la enferma fue capaz de a nd ar por el cuarto de aquí para allá. Final mente, in cluso se atrevió a abandonar la ca s a y acer c ars e a la igles i a para agra decer a Dios su mejoría . Le volvió el ape t i to , y, con cuidado, fue prob a n do otra vez alimentos consistentes . Resultado : n i ngún vómi to . S ig ui ó pro ba n do alimentos en los días s ucesi vo s . ¡ Qué alegría entre sus alleg a dos ! ¿ De volverá la salud Ja Madre de Di os a n ue s tra madre ? Algunos d ías después de la pri m er a salida d e nuestra enferma, llegó una carta de Altotting : " Hoy hemos encendido su l amp ari lla en el santua rio de la Madre Milagrosa " . Se con s t a tó el día en que la carta había sido escrita . La fecha indicaba ex actam en t e el mismo día en que la enferma había experimentado tan visible cambio. " ; Gracias, Ma dre de Dios ! " . La m ej oría se mantuvo y p rogre s ó constantemente . No hubo retrocesos . Los n ombre s y las fi rm a s de los testigos auten tificadores de este relato se recogen pr otocolari a mente en la administración d e Altütting .
Como el áng el Ra fael de spués de la curación
208
del ciego Tobías (Tob 1 2 , 6 ), alabemos también nosotros a Dios : " Alabado sea Dios . . . " .
Todo lugar importante de peregrinaje a María tiene una cámara llamada de los milagros . Las personas que fueron escuchadas de manera mila grosa dejaron luego allí colgados sus exvotos en piadoso agradecimiento . Cada uno de estos exvo tos narra una historia de dolor, a menudo bien dura y difícil . Pero también anuncia al mundo la alabanza a la bondadosa Madre de Dios, nuestro consuelo y nuestro auxilio en todas nuestras ne cesidades.
Peregrinamos a l a consoladora
de los atribulados ( Kevelaer)
¡ Cuán alegres estamos el día en que la pro cesión se pone en marcha desde nuestra ciudad hacia Kevelaer ! A la salida misma del sol, cele bramos comunitariamente el santo sacrificio . Por tres largos días , dejamos nuestros coches en el garaje, y caminamos rezando y cantando por los campos del Bajo Rhin, por carreteras y caminos, bajo la canícula y bajo las lluvias y los vientos . . .
La meta de nuestra peregrinación es Kevelaer, un conocido lugar de peregrinaciones del Bajo Rhin, próximo a la frontera holandesa . Desde hace siglos , se venera aquí la imagen milagrosa d ! la " consoladora de los atribulados " . Ya desde generaciones , nuestros antepasados tomaron sobre sí las fatigas de la marcha para poner a los pies 209
de la Señora sus preocupaciones y des eo s y las preocupaciones y deseos de los que quedaban en casa y se los e nco m end ab an , y para s up li ca rle su ayuda . La procedencia de la imagen milagrosa, ante la que se postran las gentes desde hace más de 3 0 0 años para rezar a la Madre de Dios , y que incluso a tra e hacia sí a hombres de otras c re en cias , en modo alguno se fu nd am e n t a en sucesos legen darios incontrolado s . El protocolo del sínodo de Venlo ( 1 3-2- 1 647), chocante por su laconis mo, nos informa meridianamente que hubo de ocuparse, a la más clara luz de la historia, con los sucesos que co ndu j eron a la peregrinación . El lla m am i ento hecho a los sabios del estado clerical y del es tado laico, a sacerdotes y médicos , es decir, el llamamiento a un tribunal en toda regla, per mite reconocer que se tenía la intención de inves tigar los sucesos de Kevelaer desde to da s las pers pectivas y, en consecuencia, que se quería dar por válido tan sólo aquello que , según el juicio de la
época y de los siglos posteriores también , pudie s e sostenerse racionalmen te.
Se trataba entonces de examinar una v o z de lo alto , pe rcibi d a por el negociante H ei nri ch Bus mann : " ¡ En este lugar has de construirme una capillita ! " . Además, también se tra t aba de la " aparición de una luz " -de una visión- tenida por su esposa, Mechel Schrouse. Es ta había visto en la luz la capilla a construir con la imagen de la consoladora de l o s atribulados . Son los menos los que conocen hoy, en tre los la historia de la imagen m ilag rosa , de eregrinos, p la " consoladora de los atribulados de Kevela er " ; pero lo que sí saben es que es aquí donde la gracia 210
de Dio s se derrama abundantemente . Basta con haberse arrodill ado una vez en la cap ill a de con fesiones, o haber participado en una misa de pe regrinos en la basílica, o recorrer una vez el largo vía crucis, para constatar cómo María lleva a sus hijos a Jesús . ¡ Y cuántas oraciones se elevan al cielo ! Kevelaer es el lugar de la oración . Y la consoladora de los atribulados retribuye bien a sus hijos. Les toma sus preocupaciones y los colma de una indescriptible alegría . Así ocurre que en Kevelaer uno sólo ve rostros transidos de espe ranza . A los escépticos , a quienes les place motej ar como anticuadas las " revelaciones privadas " , cabe decirles : ¡ Dios es el Señor del cielo y de la tierra ! Puede muy bien servirse de los lugares y de los hombres que le plazca para derramar abu ndante mente sus gracias . ¿Cómo cabe, si no, explicar que hoy, después de más de 3 0 0 años , una imagen tan pequeña e inaparente, en todo semejante a cente nares que por entonces existían, siga atrayendo, sin embargo, a millares de personas cada año ? Es evidente que al diablo le escuec e horrible mente un lugar de gracia como éste y que ha hecho todo lo que ha podido para deshacerse de él . Y así, en la segunda guerra mundial , la basílica de Kevelaer debía haber saltado por los aires , pues Kevelaer quedaba situada en la línea del frente . El suboficial Peter Staudt, de Aschaffenburg, ten í a que preparar las cargas explosivas . Sin emb arg o , dicho suboficial, que había sido bautizado en una iglesia de d i cad a a María, n o quiso h acerse culpa ble de un crimen semej ante perpetrado contr a �s te s antuario mariano . La carga explosiva fue, sí, lle vada al lugar correspondiente, pero era inepta para explotar . En la mañana d el 3 de marzo , se dio la .
.
211
orden por teléfono para que se hiciese estallar la carga . Pero la explosión no se produjo, por lo que la basílica se salvó. Staudt, ciertamente, tenía que haber comparecido ante un tribunal militar, pero la captura de su unidad por los aliados lo libró de ser fusilado . Y aún no cabe silenciar la siguiente circuns tancia: dado que Kevelaer debía ser defendido hasta la última gota de sangre alemana, la arti llería enemiga había tomado posiciones el 2 de marzo de 1 94 5 detrás de Weeze, para disparar cómodamente y arrasar el lugar milagroso . En una alquería vecina estaba empleado el pri s io nero de guerra francés Irénée Aguillon, que provenía de Gaillaigos de Au cun, un lugar a 1 8 Km . al sur· oeste de Lourdes . Aquí sólo se lo conocía por " Irénée de Lourdes " (pues ya llevaba unos años trabajando allí). Este, en la noche del 3 de marzo, se deslizó hasta las líneas enemigas y comunicó que Kevelaer estaba libre de defensores . No se le quiso creer, pues una patrulla enviada de des· cubierta aún no había vuelto desde la noche an terior. En su camino de regreso, I rénée se tropezó con uno de los participantes de esta patrulla, h erido por fuego de granada, mientras que sus compañeros habían muerto . El francés regresó y lo comunicó . Su noticia recibió ahora confirma· ción a través de los informes del herido. Así, pues, sin haber disparado un solo tiro, las baterías arti· lleras pasaron adelante sin ni siquiera rasguñar a Kevelaer. " Dios ha afirmado las jambas de tus puertas " , dice l a misa propia que s e reza e n Kevelaer . El santuario sobre la carretera se ha mostrado como bastión y hogar, y la mano de la Madre estaba
·
212
allí cuando el poder de Satán quiso también ex Es esto bastante motivo p ara acudir también hoy confiadamente a María. Y para los habitantes de Kevel a er , además , la sa· grada obligación de conservar y cuidar el santuario que les fue confiado . Querido lector, si alguna vez tienes la opor tunid ad de acercarte hasta el Bajo Rhin , ¡ no olvi des de hacer una visita a la Mad r e de Dios en Kevelaer ! Kevelaer tiene estación de ferrocarril y queda en la línea entre Krefeld y Kleve . Tam bién puedes utilizar las excelentes carreteras que hasta allí conducen . . . W. H tender su mano sobre él.
*
Satis/ actorias vzsztas a los lugares de peregrinación
Según las estadísticas, también el año 1 967 fue muy importante el movimiento de peregrinos a los lugar es marianos milagrosos . Parece inclu so que en el pasado año han aumentado en parte las p eregrinaciones . En Fátima se contaron en 1 967 más de tres millones de peregrinos . También Lourd es ha seguido manteniendo su gran fuerza de atracción . En el espaci o alemán, Altotting sigue es t a ndo en pri mera línea con más de 500 .000 pe regrinos . Le sigu e inmediatamente Kevelaer con no muchos menos . También B anneu y Be auring , en Bélgica, recibi eron buena cantidad de peregri nos .
213
Bailarina curada en Lourdes
Se las llamaba las " Fulda-Sisters '' , hermosas fi guras de jóvenes muchachas vienesas en vaporosas y rosáceas nubes de tul, que iban bailando por Europa los clásicos valses vieneses . . . Bailarinas de una especie que cada vez se está haciendo más rara. Pero con ocasión de la " tournée " por Italia, Edeltraud Fulda sufrió inopinadamente una per foración de estómago . Era el fin de su carrera artística . Durante trece años hubo de estar sujeta a una cama, desde el fatídico 1 9 3 7 cuando se le presentó esa desgracia . Trece años de fiebre . Llegó a pesar no más de 34 Kg . , y no parecía más que un manojo de huesos y piel, una consagrada a la muerte, abandonada por los médicos , una joven mujer llegada a tales extremos de miseria que hubo de vender sus propios muebles y los muebles de su madre para poder ir tirando . Pero en su desesperada situación , tenía aún un deseo : ir a Lourdes . Para ello, va pidiendo dinero a sus cono cidos . Un sacerdote refugiado , pobre de solemni dad también él, recibe un día algo de dinero y le ' ofrece una ayuda inesperada a la moribunda, po sibilitándole el largo viaje desde Viena hasta Lourdes . Era la primavera de 1 950 . Sobre una silla de ruedas , un " Brancardier " , u n compasivo holandés, l a lleva en Lourdes a la comisión médica . Se examinan los documentos de los médicos vieneses y se determina que la en ferma sin esperanzas se bañe diariamente en las piscinas . Edeltraud Fulda se estremece ante los baños helados en los que dos veces por día se renueva el agua que contienen . Intenta retrasar 214
el baño al menos un día, pero el " brancardier " Mijnheer Hutten la lleva ya el primer día, 1 2 de agosto de 1 95 0 , hasta los baños de detrás de la gruta . Aquí, las enfermeras la toman en sus ma nos , cambiando sus vestidos por un pesado albor noz chorreando agua, y la meten en ella . Por mo mentos, cree la enferma que su pulso se para . Las enfermeras la van sumergiendo despacio en el agua helada hasta el cuello . Cuando sale de allí , deslizándose otra vez en su silla de ruedas, su madre la recibe con una mirada anhelante, mien tras que el holandés opina que la enferma tiene muy buen aspecto . Edeltraud Fulda misma se siente de pronto muy feliz, se encuentra indescrip tiblemente bien. Se la lleva a la gruta para la acción de gracias . Luego, de vuelta al hotel, la enferma experimenta un hambre descomunal . . . Esto era algo extraño, dado que durante largos años pudo ir viviendo por la dieta a que se vio sometida y sólo podía pasar algo estando echada . Ahora, en cambio, se dirige a su madre y le pide que le dé de su filete . Después de comer, se la lleva nuevamente a la procesión sacramental, dando una vuelta por la amplia " ex planada " . Ante cada enfermo , el sacerdote está de pie con la custodia, bendiciéndolo, mientras su plican : " ¡ Jesús , Hijo de David, ten misericordia de nosotros ! ¡ Señor, haz que yo vuelva a ver, que yo ande, que yo oiga ! ¡ Oh Señor, di sólo una palabra y seré sano ! " En todas las lenguas del mundo los enfermos suplican que se les conceda la salvación y la salud . Ahora llega el momento en que el sacer dote levanta la custodia sobre Edeltraud Fulda. Desde ese mismo instante, Edeltraud se siente sa na; puede, de pronto, ponerse en pie y caminar, 215
pese a sus 3 4 kilos . . . No lo puede creer de pura felicidad . Viene al hotel y sigue sin comprenderlo aún; tiene un hambre tremenda. La madre la previene : las consecuencias podrían ser terribles ; pero la hija no la escucha y sigue comiendo como una persona norm al , y no sucede nada . Es incomprensible , en verdad . Permanece aún dos semanas en Lourdes . Doce médicos la examinan antes de que vuelva a Viena. Los galenos no saben explicarse por me dios naturales esa curación y la envían a otra co misión más numerosa compuesta de 3 3 m éd icos , creyentes unos y los otros no . Durante dos horas la examinan detenidamente . El resultado de todo este examen es que todos están de acuerdo en que, desde el punto de vista de la ciencia , la curación es inexplicable. Cuatro años d espu és , el 23 de agosto de 1 954 , el cardenal de Vi en a , Innitzer, de clara oficialmente en un decreto la curación mila grosa de Edeltraud Fulda . Es la 5 0 .ª curación de Lourdes que la iglesia ha reconocido oficialmente como milagro . Después de la vuelta a Viena, los trece años sujeta a una cama de enferma quedaron pronto olvid ado s . Hoy, Edel traud Fulda, con sus ya casi 50 años -que, en verdad, no los aparenta-, goza de una buena salud, y ha vuelto a pesar sus 54 kilos . Ha vuelto a encontrar su camino en la vida . Trabaja media jornada en una oficina de turismo para ganar el sustento para sí y para su anciana madre . Ha vuelto a habitar de nu evo una casa es paci osa que ati end e ella sola , pero, así y todo, e sto no le basta. Edeltraud Fulda está sólo movida por una idea que no la deja en paz : ¡ quiere agradecer ! Y así se dedi ca con ahínco al cuidado de enfermos .
216
Quien necesita consejo o ayuda, llama a su puerta en la esperanza de ser atendido . Edeltraud Fulda tiene, pues, mucho que hacer. Ha escrito un libro, editado ahora también en América, cuyo título es : . . y seré sana, en donde cuenta la historia de su curación . Con su importe, Edeltraud ha comprado un terreno en la región de Mariazell . Pero no lo ha comprado para construirse, por ejemplo, una hermosa casita y pasar allí el otoño de su vida . En ese terreno ha de surgir un día una capilla de acción de gracias, siendo su idea el conseguir ella misma los medios para su erección . Tres o cuatro tardes por semana, Edeltraud Fulda anda dando conferencias por ahí, con la finalidad indicada . Un coche de la Obra Católica de Formación, de Viena , la lleva de un lado para otro, en la misma Viena, o en provincias, y en todas partes la menuda mu jer de ojos brillantes cuenta lo que le ocurrió en Lourdes , así como su agradecimiento a la Señora. Y una vez que termina su charla, un sacerdote hace entrega de una suma a Edeltraud , y cada vez va creciendo un poquito más la capilla de acción de gracias, allí en Mariazell . . . K . M . H. .
El Dr. ]ose/ Kogl escribe: " Desde hace 1 1 0 años, vivimos en Lourdes unos acontecimientos ex traordinariamente concretos . Curaciones milagro sas de las que 54 ( hasta 1 95 8 ) han sido reconoci das por la iglesia. Podemos constatar estos acon tecimientos exactamente igual que lo hicieron los contemporáneos de Cristo con sus milagros. Aque llos milagros eran señales para cualquier inteli gencia . No era necesario un médico para confirmar la curación repentina y absoluta de un tullido 0 217
de un ciego, los cuales eran conocidos como tales desde hacía muchos años . En Lourdes estamos en l a situación de que un hecho de exp eri encia con cretísimo es examinado con todos los medios cien tíficos mo dernos a través de una comisión de m édicos : el hecho de la enfe rme d ad , la r apidez de la cu ración y la permanencia de l a mism a . Después de una curación d e terminada , históricamente cons tatable, los médicos examinan la inexplicabilidad . Los médicos no hacen afirmación algun a sobre el
cómo . El creyente ve en estos milagros, sin estar obl i gado a ello, u na respuesta de Dios a la oración h um a n a y a la confianza en la intercesión de la I nm aculad a " .
U na i ncurable, curada (el primer gran milagro ocurrido a una alemana)
El 28 de junio de 1 96 1 , po r un d ecreto del obi spo de Lourdes, Mons . Théas, fue oficialmente reconocida y confirmada la primera curación mila grosa a una alemana en Lourdes . Es ésta la 5 1 .ª curación milagrosa o ficialm ente reconocida . El mi lagro a conteció a la señorita Thea Angele, de Tett nang, ciudad de la Alta Suabia, próxim a a Frie drichshafen en el Lago de Cons tanza . Thea había s ido curada el 20 de mayo de 1 950 en la fuente de Lourdes de una " esclerosis múltiple " . Hoy vive en el convento de la Inmaculada Concepción , en Lou rde s , y l l ev a el nombre de Hermana María
Mercedes . ¿ Cómo le sobrevino esta terrible enfermedad y acaeció su cur ación ? Era en el año 1 944 . La se218
norita Thea estaba empleada en las ofici nas del c onsej o comunal de Tettnang como taquimecanó grafa . Era una muchacha alegre, siempre sonriente, buena trabajadora y también buena gimnasta . ¡ Sin embargo , las nubes se amontonaron so b re su horizonte risueño ! De pronto, sus dedos empezaron por no sufrir el contacto con las teclas de la máquina ; pronto hubo de dejar de escribir . Se puso enferma . Un sufrimiento orgánico de los n e rvios se iba apoder ando de ella , inmisericorde : tenía esclerosis múltiple, algo incurable para las t écnica s médicas . Pronto Thea hubo de gua r dar cama , completamente paralítica . La conciencia iba des apareciendo poco a poco , su voz se hizo inau dible . Al fin , ya sólo pudo ser a liment ada artifi cialmente . Con paciencia y fortaleza, l a muchacha lo iba soportando todo . Su médico, el doctor Kohler, cui daba de ella con un gran sentido del sacrificio , pero todos sus esfuerzos estaban condenados a la esterilidad . Pero la enferma misma no se daba por perdida . Su esperanza no desfallecía, dí a a día , año a año . Y ella es p eraba en Lourdes . ¿ Pensó alg u n a vez acaso en una p os ible curación en Lourdes ? Apenas si cabe suponerlo . Lo que ella quería era, sobre todo , fortaleza, consuelo y nue v os ánimos para seguir viviendo . Desde una perspectiva humana, era una locura dej arla viaj ar . Pero resultaba que ahora ya hacía tiempo que su pequeña hucha puesta junto a su cama había sido completada por la calde rill a de los visitantes , movidos por el ruego que allí figu raba de : " ¿ Quién me quiere ayudar a una pere grinación a Lourdes? " Este hecho la había alegra do mucho . ¿ Cómo , pues, venirle ahora con que 219
estaba enferma de muerte y que apenas si podría sobrevivir al viaje? Y, por lo demás, ella era bien consciente de ello . El miércoles 1 7 de mayo de 1 950 llegaba a Lourdes en un estado sin esperanzas desde una perspectiva puramente humana. Medía 1 ,65 me tros y pensaba tan sólo unos 34 kilos . Se le ad ministró la extremaunción . El obispo Théas visitó por la tarde a una moribunda . . . Pese a su debilidad, al día siguiente se la llevó a la fuente, siendo bañada en el agua caliente a 1 4 grados . Empezaron unas horas dramáticas . ¿ Se dio ya una mejoría después del primer baño, o eran sólo imaginaciones ? Lo que sí fue claro es que después del segundo baño por la tarde, su es tado volvió a empeorar . No obstante, tomó parte con gran entusiasmo en la procesión sacramental . A una amiga de escuela, la única que entendía su balbuceo de enferma, le prometió confiadamente : " ¡ Yo sé que el sábado me socorrerá la Madre de Dios ! " . Pero la Madre de Dios incluso ya con an terioridad vino en su ayuda. Por medio de sus súplicas, Thea estuvo ya casi completamente libre de sus dolores el mismo viernes . Radiante , pidió un vaso de agua. Volvió a hablar, volvió a comer. El sábado ya pudo mover las manos y los pies . El domingo anduvo unos veinte hermosos metros por la capilla de la casa donde estaba alojada. Unas palabras pronunciaba sin cesar : ¡ Gracias, gracias, gracias ! Los médicos se quedaron sin palabras, y con movidos los millares de peregrinos venidos de todas las partes del mundo. La curada se abrazaba a su amiga: " ¡ No puedo entenderlo, sólo Dios me ha ayudado ! " . 220
A este mismo 1u1c10 llegaron también las co misiones eclesiásticas después de un examen de once años llevado con una gran responsabilidad . Mientras, Thea Angele hubo de visitar repetida mente a los comités médicos . Thea fue luego cada año a Lourdes, una vez curada. Pero en 1 955 decidió no marcharse ya más . En agradecimiento a la Madre de Dios , se hizo monja en el mismo Lourdes . En abril de 1 96 1 , los médicos internacionales de las comisiones declararon " clínicamente inex plicable " la curación de Thea Angele, así como otras dos curaciones más ocurridas también en Lourdes . Esta curación fue propuesta por la auto ridad eclesiástica para ser reconocida como mi lagro. El obispo Théas instituyó una comisión canó nica que investigase el asunto el 5 de mayo del mismo año . El 27 de junio, el informe ya estuvo listo . Un día después, el Ordinario impartió este decreto : " Declaramos que la curación de Thea An gele, en religión Hermana María Mercedes , acon tecida en Lourdes el 2 0 de mayo de 1 9 5 0 , es mi lagrosa y debe ser atribuida a una manifestación de poder de la Santísima Virgen María, la Inma culada y Madre de Dios " . CLAUSEN, en " Bildpost n
Si Jesús no quisiese una veneraczon mariana,
¿por qué iba a permitir los grandes y autentifica dos milagros a través de María? ¿ Por qué enton ces tantas súplicas atendidas por María ? ¿ Por qué en la cruz nos habló, dirigiéndose a Juan : " ¡ ahí tienes a tu madre! " ? 22 1
La gruta de la reconcil iación
Para alabanza y honor de la Madre de Dios pongamos a sus pies un manojo de flores multi colores . No han de faltar ninguna de éstas, ni la sencilla flor silvestre, ni la rosa esplendente. Tam poco quiero olvidar el cardo argénteo, esa flor maravillosa y misteriosa que sólo se abre al rayo del sol ; es un símbolo del amor a los enemigos . Hacía unos años que se había concluido la se gunda guerra mundial, pero el múltiple sufrimien to de estos años difíciles pesaba aún sobre las espaldas de los hombres . Por esos días se orga nizaron desde Saarbrücken varias peregrinaciones a Lourdes, tal como había sucedido antes de la gue rra . A mí me resultaba inaguantable que Alemania se doblegase de ese modo . Hablando francamente, yo era entonces aún muy francófoba. Pues bien, pa ra mi mayor irritación, una prima mía había decidi do participar en una de esas peregrinaciones . Y lo más grave era que me había pedido que la acom pañase. Esta pretensión por su parte me parecía francamente un insulto . Y es que ella conocía bien mi aptitud frente a Francia. Sus ruegos , o por mejor decir, sus cartas suplicantes, se hicieron cada vez más apremiantes . El permanente martilleo de todos los lados en este asunto, unido al particu lar cariño que yo profesaba a esta prima, que , por es tar impedida, necesi taba de mi ayuda, hizo que, pese a toda testarudez por mi parte, a1 fin accediese a acompañarla. Me sentía francamente mal . Y aunque ya había dicho que sí, puse una condición . En ninguna de las estaciones interme dias (los peregrinos pensaban visitar también Ne vers y Paray-le-Monial ) saldría yo de mi departa222
mento, por lo que, o bien quedaba allí conmigo, o habría de renunciar a mi ayuda, pues mi inten ción más firme era no pisar este país innecesaria mente, evitando así en lo posible todo contacto con los franceses. Bien mirado, lo más apropiado para mí hubiese sido viajar en un vagón precin tado . . Y es que yo sufría muchísimo con las con diciones tan lastimeras que la conclusión de la guerra impuso a Alemania . Tenía -lo confieso abiertamente- un odio directo contra la Francia victoriosa. ¡ Oh, yo, francamente, me obstinaba en mi odio ! Así, pues, un día me encontré embarcada en Saarbrücken, y ciertamente con no muy buenos sentimientos. Mi prima estaba feliz al verme. En el tren cada cual llevaba sus asientos numerados . Jus to frente a mí tomó asiento una dama de mediana edad . Y al despedirse de un joven que la había acompañado al departamento, escuché , pasmada, que hablaban en francés . . . No , esto no podía ser verdad ; mi prima dijo que sí, mientras me miraba con angustia . . . Mi pri mer pensamiento fue : ¡ Dios mío , cómo me puedes hacer esto a mí, precisamente a mí, que me cono ces tan bien ! Posteriormente supe la razón pre cisa : me lo hacía justamente porque me conocía tan bien . . . Ese encuentro imprevisto me supuso un buen sopapo en la cara. Me sentí como tullida . Se me representaba más y más lo absurdo de esta grave situación . En este tren viajaban unos 650 alemanes a Lourdes, y sólo una única france sa, y ésta, precisamente, había de viajar en mi de partamento y frente por frente de mí . . . ¡ No y no, y mil veces no ! Me arrebujé en mi rincón y con versaba airadamente con Dios y con el mundo . .
223
¡ Cómo había de soportar un v1a1e tan largo en esas condiciones, teniendo justamente enfrente esa cara ! Interiormente me sublevaba contra mí mis ma y si en ese momen to el tren no hubiera estado ya en marcha, me habría bajado, y tanto mi prima como su equipaje y el mismo Lourdes se hubieran
ido a hacer puñetas . . . Inmensamente desgraciada
por mi intransigencia, odiaba a todo y más que na da a mí misma. La percepción de mi impo tencia y la falt a de s oluciones a mi situ ación tan embarazo sa , me hizo levantarme de golpe y salir al pasillo .
Justamente en ese momento estábamos entrando en la estación de Metz . L a perspectiva de la otrora ciudad alem an a no era la más indicada para tran quil iz arm e. Ahí estaba Metz, n u es tr a Metz, nues tra perdida Metz . Mí rostro e s t ab a p ega do a la ventana, y apen a s si pu de contener un s ollozo convulsivo . . . De repente, sentí una sombra j unto a mí, y, al volverme, pu d e con templ ar frente a mí a mí francesa que me e s ta ba mirando con ojos bond a dos os y alegres . Se había apercibido de mi situación in terior y había venido detrás de mí. Mis ojos fieros en su odio y el no h ab er respon dido en Saarbrücken a su s al ud o , le habían hecho en tende r lo que me pa s ab a . Su a u t odom ini o, en verdad , m e llenaba de asomb ro . Y cuando pro nunció las herm o s a s palabras : " Viajamos a la Ma dre com ú n , Vd . por Al emani a ; yo , por Francia " , mi camino de Damasco ya estaba andado . . . Un llorar incontenible apacigu ó mi tensión . Tranquila
ya, volví a mi departamento. También ella, como luego me fue con tando, había sufrido lo suyo; por eso me había compren dido tan bien . Casada con un oficial alemán, había tenido que sufrir, como francesa, un ai slami en t o 224
total y la proscripción en un mundo que se le en frentaba . Los parientes de su marido vivían en Silesia, no habiéndolos conocido nunca. A su pa tria, Francia, no podía volver . Su marido había caído luchando contra Francia ( doble sufrimiento el suyo ) . Cuando la guerra estaba para acabar y podía haber vuelto, renunció a ello por amor a su s hijos . Quería que sus hijos mantuviesen la patria alemana, a la cual sacrificó ella todo , y a la que también amaba , sin embargo . . . Me contaba todo esto de una manera sencilla. Su trato durante el viaje hizo que el tiempo se me pasase en un s antiamén . Y así, al igual que an teriormente acechaba yo cada uno de sus movi, mient a s para criticarlos amargamente, ahora, en cambio, se me aparecían todas sus cualidades en todo su esplendor . ¡Tan convincentemente sabía explicarse la francesa ! Mi anterior decisión de no poner el pie más en este país , se esfumó como por encanto . Me contó de las peregrinaciones en Bretaña a la allí muy venerada ma d r e santa Ana , así como de las pequeñas fiestas en el centro de Francia. Conocía bien la historia de su país y me iba explicando y contándome cosas sobre las ciu dades y los paisajes por los que pasábamos. Me fui convenciendo de que los franceses se diferencian poco de mis compatriotas . Y que sufrían de las mismas miserias y necesidades que nosotros . Aho ra lo veía yo todo con los ojos del amor ; la fran cesa me había servido de llamada y acicate . Una francesa que tan exquisitamente representaba a su nación ante Dios y ante los hombres . En Lourdes, donde nuestros caminos se separaron, pero que muy a menudo nos volvimos a encontrar por las calles, siempre vino a saludarme con premura . El 225
amor de una auténtica hija de Dios brillaba en sus ojos radiantes . " Recemos la una por la otra " , me dijo con su t emp eramento sureño, tomándome por el brazo . Sí, verdaderamente , la Madre de Dios se sirvió de una santa para abri r una brecha en la mentiros a construcción del odio y de la autojus tificación; una brecha que lu ego en Lourdes habría de agrandarse hasta derribar por completo todo el edificio . Aquí, en Lo urd es , concluí yo la paz conmigo misma, con Dios y con Francia. Por eso en la gruta de Massabielle deposité yo mi cardo argénteo , la ruda y precios a flor, mil agro de la naturaleza: ¡ el amor al enemigo ! ¡ Mil agro de la gracia, aquí, donde el cielo toca a la tierra ! Ahora esta noble señora ha muerto ya; los su frimientos de la guerra quebran taron prematura mente su aman te corazón. ¡ La Madre de Dios le habrá salido al encuentro, pues vivió de m anera tan acabada y p erfec ta el amor al prójimo, incluso el amor a los enemigos ! Señora A. E. ( 1 968 ) ¡Confía en la Madre! María ayuda a cambiar los corazones, inclu s o los más confundidos. Su in tercesión junto a su divino Hijo es capaz de operar
un mi l agro de la gracia . ;Madre, gracias !
Mi peregrinact0n a la madre milagrosa de Fátima
(por
jar 226
el
autor de este
librito)
Para cerrar el año m a riano de 1 954, pude via Fátima en peregrinación con gran número de
a
personas provenientes de todas las regiones alema nas . Hicimos el viaje en autobús . La distancia, ida y vuelta, supuso casi unos 6 .000 kilómetros . En parte, este viaje de peregrinación nos supuso no pequeñas molestias, particularmente por los días tan calurosos aún del mes de octubre, pero nos sentíamos impulsados a acercarnos a la Madre de Dios, para presentarle nuestras múltiples peticio nes . Por lo que a mí respecta, había tomado en espíritu las intenciones de toda mi comunidad pa rroquial algo más de 3 .000 almas-. Todo lo que en Fátima vivimos y pudimos ver en cuanto a l a fe, la confianza, la disponibilidad para el sacri ficio y el amor a la Madre de Dios , nos impresio nó hondamente. La primera y profunda impresión en Fátima lo constituía la turba inmensa de peregrinos que , a pie, en asnos, sobre carretas, en coches , en auto buses, etc . , afluían de todas partes . Los america nos habían llegado en un avión acompañando a un obispo misionero . Un mar de gentes de algunos cientos de miles . Nadie podía saber cuántos eran . Era una imagen perdurable verse poner en movi miento la procesión de las candelas , a las 1 0 de la noche . Todos portaban sus velas en las manos . Sus rostros estaban radiantes . Del corazón bro taba permanentemente la oración y el saludo del ángel . Era una noche sagrada de luz y de paz . Cova de Iría significa " hondonada de la paz " . En la procesión caminábamos de treinta en fondo . Había allí muchos hombres, también jóvenes . Es to, particularmente, era extraordinario . Algunos peregri nos avanzaban sobre sus rodillas hasta que quedaban rendidos por el agotamiento . Parecía co mo que nunca iba a tener fin el rezo del avemaría -
227
y la canción correspondiente. Se la podía escuchar de continuo, como eterno " ritornello " , alegre y agradecido . Se dirigía a la Madre de Dios cuya estatua se había sacado, llevándola en solemne marcha triunfal . Este profundo y fiel amor a la Madre de Dios era un amor auténtico y profundo . Era profundamente impresionante ver cómo, de spués de concluir la procesión, la pequeña esta tua de la Madre de Dios era llevada de nuevo al sencillo santuario mariano . La infinita turba de los creyentes iba afluyendo entonces hacia el altar festivo de la basílica . Aquí se e xpus o ahora el Santísimo , que permaneció expuesto durante toda la noche. ¡Con María a Jesús! Era visible cómo nos había conducido a su Hijo, a quien se le debe todo honor y todo nues tro amor. Ella misma se pone en un segundo tér mino . Hasta bien entrada la noche, seguían arrodi llados hombres y muj eres . Un ejército semejante por fuerza ha de comportar una eficacia gr ande . Muy lentamente se fue ron difuminando las gran d es masas . A falta de lugares d onde dormir, el campo abierto fue convertido en lugar de descan so. Sobre una manta extendida en el suelo, la mayoría de los peregrinos se echaban envueltos en una b u fa nda o una t o qu i lla , o cual q uie r otra cosa, bajo un olivo . A menudo, toda la familia se reu nía en un corro, y allí pernoctaba . La noche estaba fresca . No pocos hubieron de sufrir grandemente con el frío reinante . P e ro estos sacrificios , tal como oíamos , se aceptaban en todo caso con grari natu realidad y ·comprensión . También los sacerdotes
228
dormimos tan sólo cuatro horas· sobre un saco de paja en un humilde cuartucho . se va a Fátima a rezar y a hacer penitencia . No a otra cosa. Y cuando de mañana comenzaron las santas misas , y a las siete , cincuenta sacerdotes con los copones llenos caminaban simultáneamente por entre las largas filas en la Cova de Iría, los fieles se arrodillaban en una espera emocionada. ¡ Era una estampa única ! Así hubo de ser en el caso de la multiplicación milagrosa del pan, donde miles de personas fueron también saciadas con el pan divino . E l auténtico amor a María lleva siempre a Jesús . Y que esto es así lo confirma cada lugar de peregrinación mariana . Las santas misas no cesaban nunca . 1 50 fu e ron celebradas según las intenciones del Santo Pa dre, desde el domingo temprano hasta el miérco les al mediodía en una cadena ininterrumpida : por l a pacificación del mundo , por l a conversión de Rusia, por la iglesia perseguida, por la santifi cación de las familias , por el aumento de los sacer dotes y religiosos . A las 1 1 , se celebró la última de estas misas y fue oficiada por el cardenal-pa triarca de Lisboa , el Dr . Cerejeira . Fue una " missa solemnis ". Hubo una avalancha incontenible de peregrinos . 26 obispos y centenares de sacerdotes estaban también a su lado . De nuevo fue sacada la estatu a de la Madre de Dios de su humilde caoillita . Los centenares de miles la saludaron ju bilosos , a�itando sus manos y ondeando sus pa ñuelos . ¡ Un extraordinario espectáculo este flamear de innumerables pañuelos blancos ! Existía un in descriptible sentimiento sobre este acontecimien to. Era como si la Madre de Dios caminase ella
misma por entre las filas de la -muchedumbre ju229
bil osa . Con todos nosotros subió ella al alt ar fes t iv o donde fue celebrado e l santo sacrificio . ¡ Con María a Jes ús ! Apenas sí c abía vivir este aconte cimien to con mayor magnificencia . La Madre lleva al Hij o ; la pequeña cap illita apunta a la gra n ca tedral . Todo el pueblo , fundamentalmente po rtu gueses y españoles , cantaba las melodía:. solemnes del canto religioso . El tema de la predicación fue un a llama da muy seria a la oración , a la peniten cia y a la consagración a María . El sol de justicia merid ion al suponía no poco sacrificio , ciertamen te . Para finalizar , se leyó en portugués la oración de la consagración del mu ndo del Santo Padre . E n estos momentos , cada uno d e nosotros perci b í a l o s lazos que ex i s t en ent re l os pu eblos , la uni ón , l a hermandad que se da e n Cristo . Sólo en él se enco n trarán un día todos los puebl os de l a t ie rra . Su Ma dre es el cam ino para lograr esa me ta , " el camino a Cristo " . Lue go vino la bendición a los enfermos . Eran cas i 6 00 los enfermos y dolientes que allí se ha b ían c ongregado . Fueron aloj a dos en las ga lerí as de colu mna s a ambos lados de la b asílica , que se acab aban de terminar . Son ya muchos , muchos los enfe rmo s que han sido curados aquí . No tuvimos noti ci a s i en esta ocasión ocurrió alguna curac i ón , pero lo qu e sí vimos fueron las alegres miradas de t anto s y tantos enfermos que recibían nueva fue rz a para poder seguir ll ev an do s u cruz . Y es t o precisam ente es lo que la Madre de Dios había dicho a los tres niños : " haced s acrificios , muchos sacrificios para la sal vación de los pecadores " Las solemnid ades duraron hasta ce rca de las dos de la tarde . Luego , la e s t a tu a de la Madre de Dios, que había estado al lado del al t a r mayor, fue nueva-
230
mente transportada a su sitio entre un inefable júbilo y el ondear de los pañuelos de sus fieles devotos. ¡ Qué gracia más extraordinaria cuando a la mañana siguiente pude celebrar la santa misa a las tres de la madrugada en la capilla de las apari ciones ! El obispo de Leiria dio personalmente el permiso . ¡ Qué sencilla es , pese a todo, esta capi llita ! Está levantada exactamente en el lugar don de la Madre de Dios se apareció en 1 9 1 7 . Tiene solamente unos dos metros de largo por dos de ancho, con un atrio cubierto, desprovisto de cual quier tipo de adorno . Todo en Fátima es sencillo : la capillita, la basílica con su blancura, y el áspero cemento dominando la extensión de la hondonada . Todo aquí es modesto, llano, sin calor casi . Y, sin embargo , las gentes se sienten tan " tocadas " cuan do vienen a Fátima . . . ¡Nosotros mismos lo hemos experimentado ! El lugar es sagrado . Aquí se apa reció un día la Madre de Dios ; aquí habló ; aquí oró ; aquí exhortó ella a los tres niños, seria y su plicante . . . Sí, en este lugar pidió maternalmente : " ¡ rezad, rezad por la conversión de los pecadores ! ¡ Van tantas almas al infierno porque no tienen a nadie que se sacrifique y rece por ellas ! " " Rezad todos los días el " terko " ( todo el salterio ) " . Pueblos enteros perecerán si los hombres no se convier ten y cesan de ofender a Dios. El mundo entero debe ser consagrado a su Inmaculado Corazón . A su Corazón Inmaculado se le ha de ofrecer ex piación por las injurias e insultos contra él come tidos ( sábados expiatorios ) . Pero, al final, triun fará este Corazón Inmaculado . Ahora bien, los indicadores más serios habrán de ser la oración 231
y la penitencia. En estos lugares sagrados me fui dejando penetrar por estos estremecedores pensa· mientos. Millones de personas ya han cumplido con el mandato de la Señora. ¡ Cientos de millones deberían aún hacer lo mismo! Por la tarde del día 1 3 de octubre visitamos a los padres de los videntes que aún viven . Estu vimos, pues, con los padres de la pequeña Jacinta y de Francisco ( el padre, 8 1 años ; la madre, 85), así como con la hermana y el hermano de la vi· dente que aún hoy vive, Lucía. Pudimos hablar con ellos . Los sacerdotes los bendecimos . ¡ Qué po" breza en esta aldehuela de Ajustrel ! Las casas pobres y viejas, con fog6n abierto todavía, los campos en derredor pedregosos y estériles Añá da s e a esto que es te año todo estaba agostado. Desde mayo, según se nos dijo, no había caído ni una gota de agua. Me pareció como si esta región fuese la más mísera de todo el país . Sólo olivos y algo de praderas para las ovejas . Uno no podía por menos que pensar en las palabras del Magni· ficat : " exaltó a los humildes " . Sí, Dios elige lo pequeño, lo pobre, lo inoperante ¡ Qué transformaci6n más maravillosa la sufri da por Portugal con ocasi6n de Fátima ! Portugal era un país al borde del abismo . Desde 1 9 1 0 hasta 1 925, no tuvo menos de 8 presidentes , 44 veces cambi6 de gobierno, 20 golpes de estado y revo luciones . Con Fátima lleg6 la transformaci6n . Por tugal es un país floreciente con un estado de de recho, incluso con una de las monedas más firmes del mundo . " Sólo hay que abrir los ojos y mirar a la Cova de Iria, transformada desde entonces en un manantial de gracias extraordinarias, de mi· lagros físicos y, mucho más , de milagros morales . . .
. . .
232
que irradian desde allí sobre Portugal y sobre todo el mundo " ( Pío XII ) . La Madre de Dios ha pre parado el camino y -esto es asimismo impor tante- el pueblo la ha acompañado . Verdadera mente : ¡Nada sin ella, pero también nada sin no sotros! Todo el mundo ha de participar seriamen te. Para el que cree en humildad, Fátim a sigue siendo una llamada milagrosa del cielo . Pero una peregrinación a Fátima es una de las gracias má ximas de esta vida. A . M . WEIGL
El papa Pablo VI, dirigiéndose a los peregri nos reunidos el 1 3 de mayo de 1 96 8 en Fátima, dijo en una alocución radiada: " Con vosotros sa ludamos también a María ; la honramos y alaba mos ; todos nosotros queremos darle nuestros co· razones en una entrega totalmente s i nce r a y con filial devoción, con la promesa conscientemente hecha de ser fieles a Cristo y a la santa iglesia, cuya Madre bondadosa y buena ella es, tal como todos nosotros confesamos . Y en unión con vosotros , queridísimos hijos, le pedimos a la Bienaventurada Virgen Santísima, la Madre de Cristo, tal como ya lo hicimos de manera especial el pasado año en ese lugar a ella consagrado , que, en virtud de sus súplicas , alean· ce por medio del Espíritu Santo la paz interior para la iglesia católica y la paz exterior para e1 mundo, la cual sigue siendo perturbada todavía por los conflictos y luchas dolorosas que enfrentan el fraternal amor de los hombres entre sí " . El obispo Dr. R . Graber, de Ratisbona, predicó
el 1 5 de
oc tubre
de 1 9 67 en la catedral :
233
" Cuando sé que la tierra puede ser destruida, o que varias naciones serán destruidas, y que hoy es perfectamente posible esta suposición por medio de las armas atómicas; y si, de otro lado, sé tam bién con toda precisión que todo esto puede evi tarse por medio de la oración y la penitencia -tal como María exigió en Fátima en 1 9 1 7-, enton ces es un deber mío sacratísimo interponer este medio salvador. Y si no utilizase ese medio , me haría copartícipe en la culpa por la destrucción de estos pueblos . La falta de oración y de peni tencia -lo digo con toda seriedad- es un crimen contra la humanidad " . Escribe el párroco O . Fuss, Fátima: " El gran ruego materno que se desprende de Fátima es que, de todo corazón, nos decidamos , por fin, a pro nunciar el " fiat " de María " .
Una importante oración para nuestra época
Señor Jesucristo, Hijo del Padre, envía ahora tu espíritu sobre la tierra . Haz que el Santo Espíritu habite en los cora zones de todos los pueblos, para que sean preser vados de la ruina, la desgracia y la guerra . Que l a mujer d e todos los pueblos, que antaño fue María, sea nuestra in terces ora Amén . .
Notas de complemento a la oraci6n • La Sagrada Escritura llama a Ma ría " mu jer " siempre que nos intenta evidenciar su papel mediador (paraíso, bodas de Caná , calvario ).
234
De ahí el título de " mujer de todos los fue María ( esto es, la sencilla muchacha de Nazaret). • Millones de personas rezan esta importan te y decisiva oración desde hace ya años . •
pueblos " que antaño
Es una «época de madre»
Era todo un pequeño mundo allí comprimido, tal como a menudo suele ocurrir en los departa mentos de un tren cualquiera. Después de una re serva inicial, se puso en marcha una discusión muy viva. El motivo lo ofreció una revista que se le había caído a una joven y que, al pun t o tres caballeros se agacharon para recogérsela del suelo . En esta operación, la mirada de los tres caballeros cayó sobre la última página, en la que estaba es crito : " La canción de Bernadette " . El debate, pues , partió de este film, y su punto álgido se centró en la cuest ión de si " la Madre de Dios se ha aparecido alguna vez a los mortales " . Los argumentos, que al principio eran bastante comedidos , se fueron haciendo cada vez más agre sivos, tanto en pro como en contra. Evidentemen te , la cu e s t ión interesaba. La única que permane cía call ada era precisamente la joven de la revis ta, motivo de la presente discusión. " ¿ Por qué no habría de aparecerse? " , opina ba una señora ya mayor. " Pudiera ser que los ce lestiales de allá arriba también se aburriesen de v ez en cuando . La literatura mitológica de todos los pueblo s está llena de estas bajadas de los dioses a los hombres " . ,
235
" Esto es absurdo -p rotestó un caballe ro cor pulento , mirando por sobre sus lentes-, los pe· riódicos viven de cosas así, y la iglesia, dando su adquiescencia a esas supuest as apariciones , no m e nos . Todo esto no es más que puro negocio, trafi cando con el afán s en sa ci on ali sta de las masas " . Inmediatamente fue replicado por una dama muy vis to s ament e vestida : " La cuestión clave es la sigui en te : ¿ Hay algo así como una 'Madre de
Dios ' ? Por mi parte, lo dudo muy mucho . Pero si realme n te se die se una Madre de Dios, ¿ por qu é se dirige al pu eblo incult o, a gentes altamen te primitivas ? " En este momento , uno de los caballeros más jóvenes miró a la señora que había hablado, y ha c ien d o un gesto casi i mp ercep t ibl e con l a comisu ra de sus l abios , replicó : " Aceptando que una dé cima parte de las apariciones fuesen au tént ica s , entiendo muy bien que la Señora de Lou rdes y de Fátima no deseasen ser confundidas con unas ac· tri ce s que buscasen el apl aus o de la i n teligenci a " . Otro joven que se s en t ab a justo frente por frente de la muchacha, dijo tran qu ilament e : " En todo este asunto , s ólo me in teres a una cosa: si e stas cosas son hechos reales , ¿ por qué precisa· mente en nuestra ép oc a y de un a manera tan lla mativa ? ¿ Qué razón puede tener una criatura ce lesti al p ara aparecer en una época que frente a tales manifes t acion es presenta una actitud más dis tan ci ada que n un ca ? Yo encu entro que la ed a d media hubiese sido un pe ríodo mucho más apro pi a d o " . Llegado aquí, la joven de la revista, frente
a él , levantó la vista, lo observó desde sus ojos claros y e chó una mirada por todo el depa rt ame n236
to. Luego, levantó un poco la revista y dijo: " De la mano de esta revista yo puedo explicar por qué se suceden en nuestro siglo las apariciones de la Madre de Dios y por qué yo , al igual que miles de personas, las tengo por auténticas " . Todos en el departamento fijaron su vista en la muchacha. Esta hizo una pequeña pausa, abrió la revista y señaló una página : " ¡ Banda criminal juvenil ante el juez ! " Con figuras de rostros des compuestos, foto grafías instantáneas . La muchacha siguió hojeando : " ¡ Contrabando humano y trata de blancas ! '' , se decía en la parte superior de la página, mientras en la parte de abajo decía : " Broadway-Melodien " . Chicas de revista en plan de baile con un mínimo de ropa, instantáneas en locales nocturnos, etc. La muchacha pasó, silen ciosa, a una tercera página . Era la página de los crímenes : m u er te y crímenes sexuales, relatos es tremecedores . " Revelaciones en el mundo de la inv estigación atómica " , se decía en la página si guiente. Y además : " Divorcio de una famosa diva del cine, escándalo , desvergüenzas " . " ¡Niños apá tridas en la fron tera : la miseria del fugitivo ! " , se gritaba en la penúltima página. Y como conclu sión, por razón de las sensaciones : " La canción de Bernadette " . La muchacha cerró la revista , y dij o : " Vean ustedes, el mundo anda desamparado como un ni ño sin su madre, como un leproso sin ayuda, y por todas partes crecen en el horizonte las sombras de una catástrofe mundial que pudiera ser apocalíp tica . Pienso que es hoy precis amente una época de madre, más que ' nunca antes en la historia . Me ex t r aña rí a si la Madre de todas las madres no viniese a salvar de la fatalidad a aquellos que 237
quieren se r salvados. No a los sabios, los orgullo
sos, los ricos, sino a los pob res , los pequeños, los
humildes de quienes exulta el Magníficat " . Y diciendo esto , dobló la revista y la puso junto a sí, levantándose. Su destino estaba ya pró ximo . El tren se paró . En el departamento se ha bía hecho el silencio. La muchacha saludó ama blemente y bajó . L a señora elegante volvió otra vez a tomar la palabra, y dijo encogiéndose de hombros : " Vaya apóstol tan singular que tiene la Madre de Dios . No puedo entusiasmarme, ciertamente . Tan joven y ya tan chiflada " . Pero el joven que se sentaba frente a la chica tomó la revista que ella había dejado allí. " Su nom bre está en el borde -dijo con ojos iluminados-, voy a copiarlo " . -" ¿ Por qué ? " , preguntó el señor mayor, que estaba a su lado. Sonrió : " Era una chica fina . La han oído : es una época de madre . Esta joven se asemeja un poco a la Madre de Dios, a la que ella venera y ama. Comprendo bien a la muchacha, pues yo mismo no tengo madre " . " Herders Hauskalender " , 1 952 La maternida d de M aría permanece por siempre
Una sana veneración a María es consustancial al espíritu de la iglesia . Abarca tanto a los afectos como al entendimiento teológico, y no cabe sepa rarla del misterio de Cristo . Por eso, el concilio ha i ncrustado la enseñanza sobre María en el con238
junto de la historia s alvífica y en el conjunto de la hu manidad , señalando su lugar en la iglesia como pu eblo de Dios y comunidad de los s ant os . For malmente se acentúa: " La maternidad de María permanece por siempre " . María no e s pre s en t a d a como l a inalcanzable, como la reina de un lejano más allá, sino como madre que particip a en que " Cris to nazca y crezca en los corazones de los fieles " . Los fieles han de corresponderle con su calor, su aprecio , su amor y su alabanza; una veneración que no sea u n a
" falsa exageración " , pero tampoco " que no res
trinja su singular dignidad como Madre de Dios " . El concilio reclama la " ve rda dera devoción " a
María. De este modo, el concilio vuelve a poner en un primer plano a la María bíblica . Hemos de vol ver s iempre a la Sagrada Escritura para conservar viva en nosotros su imagen y lograr de ese modo la maduración de nuestra fe y de nue st ra vida cri s ti ana . Esta madurez -así piensa Karl Rah ner- habrá de medirse también en el hecho d e si " logramos, t an to en el espíritu como en el cora zón, encontrar una relación a María que sea per sonal, creyen te y amorosa " . " Ruhrwort " .
Essen
" Quien ama a María, también amará a la igle sia " . " Quien ama a la iglesia, también amará a María " . PAPA PAB LO VI
239
Palabras del papa, plenas de confianza " El moderno desarrollo de la mariología y de la piedad m ariana en la iglesia es la señal m ás segura y la más feliz indicación de que María es la más grande ayuda que Dios nos ofrece para la consecución de la unidad. Nuestra época es una época mariana, y día a día aparece más claro que el camino de la vuelta a Dios para los hombres pasa por María; que María es el fundamento de nuestra confianza, la prenda de nuestra seguridad y la base de nuestra esperanza " . PAPA JUAN XXIII
Con S. B ernardo rezamos llenos de confianza
" Piensa, oh bondadosísima Virgen María, que nadie oyó jamás desde la e ternidgd que quien a ti acudió como su refugio, invocando tu protección y supl icando tu intercesión, haya sido abandonado por ti . Animado con esta confianza, acudo a ti, Virgen de las Vírgenes ; Madre, a ti vengo , ante ti estoy gimiendo, pobre pecador . ¡ Oh, no rechaces mi s palabras , Madre del Verbo eterno, sino atién deme misericordiosa y escúchame ! Amén " . Que Dios o s l o pague
Esto es lo que me viene decir a todos cuantos han colaborado · a que este libro fuese una reali dad; a todos cuantos pusieron sus ejemplos a dis posición, o me ayudaron a examin arlos y a copiar los ; y particularmente , a aquellos que, por medio de sus oraciones y sacrificios, invocaron la ben dición divina sobre él. 240
¡ Que Dios se lo pague también a todos cuan tos colaboran en propagar este libro ! He de agra decer mucho a todos los apóstoles de la palabra escrita . ¡ Dios los bendiga a todos ! Propagar bue nos libros es un ministerio sagrado del amor a las almas , precisamente en nuestra época actual . ¡ A todos ellos mi bendición sacerdotal, tanto de día como de noche, y también a los queridos lectores de este libro , ex t en didos por el mund o ! ¡ Y que , por favor, todo aquel que conozca una historia mariana cau tivadora, que nos la co munique ! A vosotros todos, queridos hermanos y herma nas . os deseo desde la plenitud de un corazón sa cerdotal una confianza filial para con nuestra bue na Madre María , y aún más : os deseo un autén tico celo para encomendar amorosamente cada día a todos los hombres atribulados y cansados al bon dadoso Corazón maternal de María .
El Corazón maternal de María
Vll li.l'ilCa
fal l a
" Esta es la voluntad d e Dios, que l o consi gamos todo por María " .
SAN BERNARDO " ¡María! En tus manos están todos los tesoros
de las misericordias de Dios, el Señor. Nunca ja más están ociosas
tus
manos " .
SAN BERNARDO
24 1
María, Madre de la victoria
¡ Augusta reina del cielo, s eño r a de los án geles , tú has recibido de Dios el pode r y la misión de aplastar la cabeza de Satanás ; te pedimos hu m ild em en t e que envíes los ejérci t o s c el e s ti a l e s para que, bajo tu mandato , persigan a los espíritus in t ernal e s , los debelen po r doqu i e r , desbaratando su o s a d í a y arrojándolos a los abismos del infierno ! ¿ Quién como Dios? ¡ Oh buen a y tierna Madre , t ú serás siempre nuestro amor y n u estr a esperanza ! ¡ Oh augusta
Madre , envía a los santos ángeles para que me protej an y aparten lejos de mí al en em i go sangui nario ! ¡ S an to s ángeles y arcángeles , defendednos y a m p ar ad n o s !
242
INDICE
Prรณlogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
9
1.
Vivencias al invoc ar confiadamente a la madre de Dios . . . . . . . . . . . .
15
II.
Vivencias con el santo rosario . . . . . .
83
III .
Vi v enci as con imรกgenes y medallas
marianas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV. V. VI .
Vivencias con la ll am ad a
Medalla
Mil agro s a . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Vivencias con el escapulario bende-
1 15
1 59
cido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
179
Vivencias en los lugares de peregrinaciรณn mariana . . . . . . . . . . . . . . . . . .
202 243