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Editorial El porro como patrimonio del país

En el Festival Nacional del Porro realizado en San Pelayo Córdoba en el 2018, en un encuentro de investigadores, gestores, creadores, artistas, danzarines y músicos asistentes al Festival se puso en escena la importancia de declarar el porro como patrimonio de la Nación; no solo por su aporte al crecimiento de la cultura de los habitantes de la Sabana de Córdoba, Sucre y Bolívar, sino además por la contribución a la transformación musical y dancística que hizo en el interior del país y en muchos países del mundo (México, Argentina, Cuba, Ecuador, Venezuela, entre otros).

La importancia radica en que el porro, como aire musical y dancístico, tiene su origen en los pueblos ancestrales de las sabanas del Caribe colombiano. Su composición triétnica y su desarrollo traspasó las fronteras de los pueblos originarios; dio nacimiento a fenómenos orquestales como Los Corraleros de Majagual, Pedro Laza y sus Pelayeros, La Sonora Cordobesa, Lucho Bermúdez, Pacho Galán, Edmundo Arias; además del nacimiento en Medellín de las famosas orquestas paisas El Combo de las Estrellas, Los Golden Boys, El Combo Dilido, Los Hispanos, entre otras, que permitieron que el porro entrara a la cultura de los barrios y se convirtiera en un hit cultural para sus habitantes. A esto se suman los trabajos musicales de las orquestas venezolanas como Los Billo's Caracas Boys, Los Melódicos, La Dimensión Latina y su influencia en la música cubana a través de la Sonora Matancera.

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Si bien la discusión está y es necesaria enriquecerla para entender que la música y la danza del porro necesitan declararse como patrimonio de nuestro país, para Margarita Cantero investigadora de San Pelayo, Córdoba

Centenario de Benny Moré

y directora de las danzas Catalina de Carrillo, declararlo como patrimonio es necesario, pues “el porro es una de las expresiones musicales más auténticas del Caribe colombiano. En lo musical es exquisito, porque es interpretado por las bandas, también lo las orquestas, los conjuntos de pitos y tambores; de tal forma que este tipo de expresión merece que el gobierno nacional lo considere como patrimonio”.

En ese sentido desde la revista Porro y Folclor seguiremos aportando desde la investigación para dar elementos necesarios con el fin de que el porro pueda estar en la misma categoría del vallenato o de la cumbia, porque el país necesita que la cultura ancestral no se pierda y permanezca en la vida de sus habitantes. Cultivar el porro, el fandango, la puya, el bullerengue y los bailes cantaos es una labor de quienes hoy sustentan el poder, pero sobre todo de los artistas, creadores, investigadores, gestores y danzarines que desde sus prácticas creativas difundan su música y la danza que nació en esta región de Colombia.

El patrimonio material e inmaterial de la cultura colombiana es una forma de entender la historia de quienes por años ayudaron al desarrollo y el crecimiento de sus prácticas musicales y dancísticas, sus costumbres, su oralidad, sus expresiones creativas, sus artesanías y todo aquello construido alrededor de acciones sociales que resistieron a los embates de la tiranía española y europea. La composición indígena y negra permitió el surgimiento de cantos y bailes que hoy sobreviven en muchos pueblos del Caribe y deben difundirse, cultivarse, rescatarse y proyectarse para entender que el país es diverso, rico y pluricultural. Desde allí entenderemos que el porro está en esa categoría, una cultura que está viva.

Por Fabio Casas Arango

Cuba y su música

La historia de la música cubana es vasta, dinámica, fascinante, excitante y avasallador en el mundo. De sus nebulosos orígenes africanos al reconocimiento universal del que goza hoy en día, la música cubana ha crecido en estatura y sus aspectos folclóricos y populares han influenciado el modo de hacer música en otras culturas y otros países.

Tras sus inicios a mediados del siglo XVII y su formalización y desarrollo durante el siglo XIX, la música cubana literalmente explota con gran fuerza en la escena internacional durante las décadas que van de los años 1920, 1930, 1940 y 1950.

Como en el caso de otros países, la música cubana presenta dos caras de una misma moneda: una formada por elementos folclóricos y formas de expresión populares (música popular); y otra más abstracta y compleja llamada música clásica. Esta última menos reconocida internacionalmente y por su complejidad ha sido casi totalmente ignorada por los propios cubanos, la música popular ha opacado a la música clásica cubana.

Tres grandes exponentes de estas dos corrientes musicales: Ernesto Lecuona, Esteban Salas y Gonzalo Roig

La riqueza de la música cubana en lo que se refiere al color instrumental y a la riqueza de sus patrones rítmicos la hace contagiosa. Durante las décadas de los 20, 30, 40 y 50 el danzón, el bolero, el son, la conga, el mambo, el chachachá, la pachanga, la rumba y sus expresiones, el danzonete y la guaracha, viajaron por todo el mundo. Es en el siglo XX que la música cubana llega a su máxima expresión. Se dio una pléyade de compositores cubanos de música popular: Jorge Anckermann, María Cervantes, Manuel Corona, Sindo Garay, Eliseo y Emilio Grenet, Miguel Matamoros, Osvaldo Farrés, Rodrigo Prats, Antonio María Romeu, Moisés Simmons, Joseíto Fernández, René Touzet, Benny Moré, Pablo Cairo, Fernando Mulens, Julio Gutiérrez, Orlando de La Rosa, Mario Fernández Porta, Luis Marquetti, Juan Bruno Tarraza, José Carbó Menéndez, Tony Fergo, Julio Brito Frank Domínguez, entre otros.

El poblado de Santa Isabel de Las Lajas (provincia de Las Villas, hoy Cienfuegos) vio nacer a las siete de la mañana del día 24 de agosto de 1919 un niño al que bautizaron Bartolomé Maximiliano Moré. Según su madre Virginia, desde pequeño mostró una gran vocación para la música, pues se pasaba todo el día "chillando como un demonio" una canción de moda. O improvisando y dirigiendo conjuntos artesanales compuestos por bongoes hechos con latas de leche, guitarras fabricadas con una tabla y clavos para amarrar las cuerdas de hilos de coser, dos palitos de madera a manera de claves. La paupérrima situación económica de su madre no fue obstáculo para que sus hijos aprendieran las primeras letras.

Con el nacimiento de varios hermanos, aumentaron las obligaciones familiares, y por ser el mayor, tuvo que abandonar la escuela al finalizar el cuarto grado. Se vio obligado a trabajar en tareas del campo, y a su vez estimulaba y recreaba con sus cantos a los demás con su ingeniosa facultad como repentista. La voz potente y aguda del mulatito delgado, inquieto y vivaracho, era conocida en todo el humilde barrio de La Guinea.

A medida que fue creciendo, los primeros compañeros artísticos que tuvo Bartolomé Maximiliano fueron: José Luis Bolívar, Blas Olamo, Enrique Benítez, Julio Escharri, Manolo Mena, Víctor Landa y Alejandro Castellano, con quienes perfeccionó la manera de tocar el tres y la guitarra. Junto a ellos participó en serenatas, enamoró mujeres y se aficionó a los tragos de ron y aguardiente de caña.

Sin abandonar sus labores agrícolas, además de carretillero, integró de forma más profesional el Conjunto Avance y lo acompañaron: Horacio Landa, Enrique Benítez y Cheo Casanova. Del grupo Avance se desprendió un trio con Enrique Benítez, y Cheo Casanova; con este trío trabajó dando serenatas y en reuniones familiares.

En 1940 con casi 20 años de edad se despidió Bartolomé de su madre y viajó escondido, en un tren y en un camión a la ciudad de La Habana. Allí compró una guitarra en una casa de empeño y con ella deambulaba por cafés, bares, restaurantes y prostíbulos. También actuaba para los turistas en los muelles de La Habana Vieja, de vez en cuando daba una vuelta por el cabaret Panchín, para oír cantar a Panchito Riset.

Siempre recordaba lo que le dijo a su madre antes de partir para la capital: "Me voy para La Habana a ver si triunfo en la música para que tú no tengas que lavar y planchar más”. En dos ocasiones se presentó en el programa La corte suprema del arte, de la antigua emisora CMQ de Monte y Prado y en una de esas ganó un primer premio.

En el barrio Belén, donde residió en esa época formó el dúo Bartolo-Anselmo. Con este dúo recorrió toda la ciudad en busca de propinas para poder vivir. Formó luego parte del Cuarteto Cordero y del Sexteto Fígaro, bajo la dirección de Lázaro Cordero y con ellos apareció en distintos espacios radiales de la emisora CMW. Más tarde fue integrante del conjunto Cauto, de Mozo Borguellá.

En 1944 fue llamado por el conjunto Matamoros, cuyos miembros eran Miguel Matamoros, director y guitarra; Siro Rodríguez, segunda voz; Rafael Cueto, guitarra; Ramón Dorca, piano; José Macías y José Quintero, trompetas; Cristóbal Mendive, contrabajo; Agustín Gutiérrez, bongó; y Benny Moré, voz prima. Con este conjunto se presentó en la radio emisora Mil Diez de la Habana.

En 1945 viajaron a México, donde debutaron el 21 de junio en el Cabaret Río Rosa, junto al Son Veracruzano, dirigido por Raúl de la Rosa y en la radioemisora XEW. Cuando el Conjunto Matamoros regresa a Cuba, el Benny permanece en México, país en el que trabajó -ya como solista o acompañado por el Son Veracruzano-entre otros, en el cabaret Río Rosa con el cantante mexicano Lalo Montané y en el Montparnasse. Después formaría parte de la orquesta de Arturo Núñez e inició, contratado por Mario Rivera Conde, una serie de grabaciones con la compañía disquera RCA Víctor, acompañado por las orquestas de Mariano Mercerón, Arturo Núñez, Rafael de Paz y Dámaso Pérez Prado, con esta última se presentó en los carnavales de Panamá. A su regreso a México, trabajó junto a la bailarina Yolanda Montes (Tongolele), el pianista y compositor Juan Bruno Tarraza, Lalo Montané y Pedro Vargas. Se casó en 1946 en México con Juana Bocanegra Durán.

En 1950 regresó Benny a Cuba y se vinculó a la orquesta de Mariano Mercerón de Santiago de Cuba donde trabajaban los cantantes Fernando Álvarez y Pacho Alonso. Fueron contratados para trabajar en la radio. Regresó a La Habana y trabajó en la RHC Cadena Azul de Amado Trinidad, acompañado por la orquesta de Bebo Valdés creador del ritmo batanga. Posteriormente pasó a Radio Progreso actuando con la orquesta de Ernesto Duarte vinculada a la RCA Víctor

¿Acompañó La Sonora Matancera a Benny Moré?

Desde tiempo atrás existe una controversia, en tertulias, periódicos, libros y conversaciones privadas sobre si el gran Benny Moré cantó o por demás grabó acompañado por la inigualable Sonora Matancera. Mucha tinta se ha gastado en ese debate. Unas personas quieren resaltar que Benny estaba muy por encima de La Sonora Matancera, y que por ello nunca permitió que la Sonora lo acompañara. Otros manifiestan que Benny exigía para acompañamientos orquestas grandes, u orquestas de gran formato con trombones, saxos, percusión mayor y menor, además de trompetas y contrabajo.

La prueba inequívoca que si fue acompañado por la Sonora Matancera, se encuentra en la revista Bohemia, acompañó a Benny Moré en presentaciones en la Radio Cubana, y Pedro Knight recuerda en entrevista que concedió sobre ese particular, que el tema Mucho corazón, de moda en aquel entonces, fue uno de los temas en los que lo acompañaron. Trabajó con la Sonora un mes; y la Sonora se reforzó para dichos acompañamientos dándole gusto al Benny y a la Emisora para la que trabajaban.

Benny Moré y su Banda Gigante

Por discrepancias con Ernesto Duarte y ante la necesidad de tener su propio grupo, le solicitó a Alfredo "Chocolate" Armenteros le ayudara a buscar músicos de gran postín para tener su propia banda. Dicho y hecho. En 1953 fundó la llamada Banda Gigante de Benny Moré, o la Tribu como cariñosamente también la llamaba. Sus integrantes iniciales fueron: Eduardo Cabrera (cabrerita), pianista; Miguel Franca, Santiaguito Peñalver, Roberto Barreto, Celso Gómez y Virgilio Vixama, saxofones; Alfredo Armenteros, Rigoberto Jiménez (Rabanito), y Domingo Corbacho, Trompetas; José Miguel, trombón; Alberto Limonta, contrabajo; Rolando Laserie, batería; Clemente Piquero (chicho), bongo; tabaquito, tumbadora y Fernando Álvarez y Enrique Benítez, cantantes, coros. También pasaron por su orquesta: Lázaro Valdés, piano; Leonardo Acosta, José Silva "Chombo" y Diego Loredo, saxofones; Pedro Rodríguez y Pedro Jiménez, trompetas y Generoso Jiménez, trombón; entre otros.

La Banda Gigante de Benny Moré, desde los primeros meses de su integración, tuvo una concepción única de la sonoridad. No importaba que los arreglos fueran de Eduardo Cabrera "Cabrerita”, de Pedro Jústiz "Peruchín" o de Generoso Jiménez: a todos ellos El Benny siempre les pedía con exactitud lo que deseaba en relación con el ritmo, la armonía y los efectos tímbricos.

Fue Benny un gran compositor. En sus boleros, sones, montunos, guarachas, rumbas y mambos, los giros melódicos y armónicos y las letras son modelos de sencillez, hilvanados armónicamente y con un buen gusto. Prueba de ello son sus boleros Amor y fe, Conocí la paz, y Ahora soy feliz; en el son montuno: Santa Isabel de Las Lajas, en las rumbas Rumberos de ayer y de La rumba al chachachá; en la guaracha, Saoco; en el afro, Dolor Carabalí, y en los mambos: Bonito y sabroso y Ensalada de mambo, entre otras composiciones.

A partir de 1955 el bárbaro del ritmo inició giras por Venezuela, Jamaica, Haití, Colombia, México y

Estados Unidos, donde fue recibido siempre como un verdadero ídolo. Entre 1958 y 1962 la salud de Benny Moré se fue deteriorando. Su médico y amigo, el doctor Luis Ruiz Fernández, le diagnosticó una grave cirrosis hepática. El enfermo se cuidó de su dolencia dejando de ingerir bebidas alcohólicas, pero no guardó el necesario reposo e incrementó su actividad musical.

El pueblo cubano siempre lo consideró como parte de la familia y reconocía en él preciadas virtudes como la generosidad. En sus últimos años tenía en su casa de las afueras de la ciudad un sembrado al que llamaba "El Conuco" y que cultivaba él mismo, allí criaba cerdos y aves de corral. A finales de 1962, al Benny y a su Banda Gigante les propusieron realizar una extensa gira por Europa, pero declinó la invitación. Ya eran evidentes en el rostro de El Sonero Mayor los estragos de su enfermedad.

El 16 de febrero de 1963 tuvo que regresar a La Habana después de amenizar un festejo en el pueblo de Palmira, actualmente provincia de Cienfuegos, a causa de un intenso malestar. Muy grave fue ingresado al antiguo Hospital de emergencias de La Habana. A las 9:15 p.m. del día 19 de febrero de 1963 a la temprana edad de cuarenta y tres años se extinguió la vida de El Bárbaro del Ritmo, de El Sonero Mayor. Sus funerales dieron la medida de su inmensa popularidad.

Referencias bibliográficas

• Martínez Rodríguez, Raúl. Benny Moré. Editorial Letras Cubanas. 1994. 114 p.

• Contreras Félix. La música cubana, una cuestión personal. Ediciones Unión 1999. 233 p.

• Ramírez Bedoya, Héctor. Historia de La Sonora Matancera y sus estrellas. Impresos Begón. 1966.- 439 p.

• Morales, Ed. Guía de la música latina. Ediciones RobinbooK, Barcelona España. 318 p.

• Lam, Rafael. Polvo de estrellas. Ediciones Adagio. 2008. La Habana, Cuba. 272 p.

• Contreras, Félix. Yo conocí a Benny Moré. Ediciones Unión. La Habana, Cuba 190 p.

• Reyes Fortún, José. Un siglo de discografía cubana. Ediciones Museo de la Música. La Habana, Cuba. 496 p.

• Díaz Ayala, Cristóbal y otros. Benny Moré sin fronteras. Ediciones Santo Bassilón. 2013. 237 p.

• Giro, Radamés. 2009. Editorial Letras Cubanas. La Habana Cuba

• Egeraige Naser, Emilio Amin. Benny Moré. Perfil Libre. 1985. Ediciones Unión. 263 p.

Del Sinú la tradición oral

Por Gabriel Ávila Campo

En la región Caribe colombiano existe una forma de contar y narrar los sucesos y acontecimientos de manera particular a través del buen oído de cada habitante; esta costumbre llegó a América con la colonización europea-española. Se trataba de algunos narradores o cuenteros que desde tiempos inmemoriales se la pasaron en corredurías, estos señores simulaban una especie de correos humanos; llevaban y contaban los sucesos en pueblos refundidos del mundo. Algunos fueron saltimbanquis, pero la mayoría fueron trovadores y provenzales. Los poemas del Cid, fue de uno de los primeros escritos que dio origen a la tradición oral.

Fue el ámbito de la naturaleza, el trabajo en fincas y haciendas, las faenas de trabajo de labriegos y campesinos lo que propició el susurro de cada uno de ellos en su quehacer cotidiano, susurro que se inventaron con melodías, silbidos, hasta llegar a cantarle o versearle al ganado y trabajar la tierra con rula, hacha y machete y sacarle un grito al monte y un canto al vaqueo y el arrear del ganado.

El oído habilidoso e innato de estos hombres, su analfabetismo en la escritura y su forma de hablar, les permitió desarrollar un oído sensible al campo, lugar donde nacieron y desarrollaron sus actividades de trabajo; estos comportamientos se han denominado como de juglaría.

La tradición oral nace de la necesidad del hombre de estas regiones como forma y código de comunicación, para recrear, espantar el ocio y la vagancia; también de imitar a los animales, el vivir inmerso en ecosistemas, lugares de hábitat de pájaros, plantas y ganado, entre otros. Los ríos, los humedales, el mar y las ciénagas fueron decisivos para que los habitantes de allí empezaran a compararse y a comportarse como seres anfibios como los define el sociólogo Orlando Fals Borda (2002), específicamente en la región de la Depresión Momposina, los ríos Sinú, Magdalena, Cesar, San Jorge y Cauca.

El modo de vivir de cada región, su forma de vestir, hablar los dialectos, llámense modismos, regionalismos, es determinante para los hombres que con ese oído agudo escucharan e hicieran referencias a través del cuento, las narraciones, las adivinanzas y los trabalenguas, entre otros; y sacarle una burla o sonrisa a cada individuo.

La poesía, igual que los poetas, se inspiran en la cultura popular de los pueblos, que se vuelve vaso comunicante para recopilar y dar a conocer cada suceso,cada historia, cada mito y referirlo a las generaciones que van pasando. Así ha quedado el legado de la cuentería, las rondas y los juegos infantiles, que le son propias a los individuos para su recreación, entretención y esparcimiento.

En el corregimiento de Sabananueva en San Pelayo, Córdoba, se realiza desde los años ochenta, el Festival de la Décima, donde prima el talento y el repentismo de los niños, los jóvenes y los adultos no solo local, sino de casi toda la región. En Campo de la Cruz, Atlántico, también se realiza el Festival de la Décima Improvisada.

Estos pueblos se resisten a dejar morir tan importante patrimonio y tradición, es la voz del pasado frente a una posmodernidad que cada día conlleva a la perdida de la identidad cultural de las regiones.

No existen expertos, ni estudiosos de la tradición oral, ésta se aprende oyendo y recontando, en cada repetición se le agrega o se le quita un ingrediente a cada cuento o historia narrada de nuevo. Es un círculo de continuar con esa narrativa que nunca tendrá fin, porque cada individuo que la toma, le exagera un párrafo, una coma o una letra, de esta manera se ha pasado el tiempo y los siglos narrando y contando. La tradición oral se puede comparar con los rumores de las viejas voces primigenias, que vienen con los abuelos y tatarabuelos, matronas, matriarcados, que fueron las voces sabias del pasado, las que nos enseñaron a pronunciar la primera sílaba y la primera palabra.

Abarca la tradición oral, no solo la palabra oral, sino también la escritura y los encuentros musicales a manera de salvaguardar y preservar la cultura, de aglutinar y recrear a su pueblo, por eso en varias comarcas de las regiones del Caribe colombiano y del Sinú cordobés encontramos a manera de inventario algunas fiestas y ferias que van de la mano y hacen parte de esa tradición oral tan arraiga como en el municipio de Santa Cruz de Lorica, Córdoba.

• Febrero – marzo: Carnavales en el corregimiento de Palo de Agua

• Marzo - abril: Celebración de la Semana Santa

• Festival del ñame en el corregimiento del Manantial.

• Abril 15 al 20: Festival de la Piña, en el corregimiento de Zarándelo

• Mayo 3: Día de la Santa Cruz, se celebra el Festival Cultural del Sinú

• Mayo: Fiesta Patronal a la Virgen del Carmen del Caracol, Palo de Agua, último domingo

• Junio 13 y 14: Festival del Campesino, en la vereda de Las Estancias

• Julio 16: Fiesta Patronal de la Virgen del Carmen

• Agosto 16: Fiesta Patronal de la Asunción, corregimiento de Nariño (Gallinazo)

• Octubre 12: Feria Artesanal en San Sebastián y el Festival del Arroz en el corregimiento La Doctrina

• Noviembre 11: Festival del Canotaje, en el corregimiento La Peinada

• Noviembre 24: Premio Nacional de Literatura Manuel Zapata Olivella

• Diciembre: Festival de la Chicha, en el corregimiento de El Carito

• Diciembre 7 al 9: Fiestas de la Inmaculada Concepción

• Diciembre 17: Festival del Plátano, en el corregimiento de San Anterito

“En el corregimiento de Palo de Agua, y muy entrada la década de los años cuarenta (1949), se vivió el auge musical con los sextetos (instrumento) de Carlos y Eugenio Torres, Manuel y Pedro Martínez y Lácides Ávila, quienes luego partieron hacía el corregimiento de El Silencio en Puerto Escondido, Córdoba”, así lo confirma el periodista Carrillo (2015).

En el municipio de Cotorra, Córdoba se vivió en tiempos inmemoriales el furor con la música del carángano (instrumento de origen negroide), al mes de septiembre lo denominaron los "cotorrenses" como el mes del carángano; fecha en la que realizaban el encuentro musical con la comunidad y la región a manera de festival.

En San Pelayo, Córdoba desde la década de los setenta se creó el Festival Nacional de Porro, que recrea toda la tradición oral de esa región, entre fandangos, cumbias, "jarriadoras" de agua, grupos de gaita y encuentros de bandas folclóricas, entre otros. El Festival del Burro en San Antero, Córdoba.

Garcés (2010), define como la tradición oral está inmersa y es cómplice de los ecosistemas de dicha región, sostiene que: "La literatura oral es un proceso de reelaboración de la memoria a partir de la voz propia de un pueblo, paralela y contraria a la historia impuesta desde las instituciones oficiales. Estas formas poéticas propias recrean un imaginario colectivo en el que participan la música, danza, poesía, teatro y pintura como parte del mismo ritual. El mito que toma fuerza en cada muerte y nacimiento. El mito que se reinventa en cada generación, y que a su vez le incorpora el espíritu de su época”.

Farid Ortiz:

Por Luis Alberto Pertuz Cavadia

Referencias bibliográficas

• Carrillo, Díaz John. El Sexteto de El Silencio, Puerto Escondido, Córdoba, Editorial Úvendor, Montería,

El Caribe y su historia

httpsportalvallenato.net20170511farid-ortiz-trae-el-mejor-regalo-para-las-madres

Antes de entrar al análisis de la vida y obra musical del cantautor de Becerril - Cesar, Farid Ortiz, permitiré abordar aspectos conceptuales de la importancia del Caribe y el papel que juega el canto en esta región. El canto, un verdadero elemento indispensable para comunicar mediante la voz humana, considerada esta un instrumento musical desde los tiempos primitivos hasta hoy día, es la expresión inmediata de un sentimiento vital, cuando el hombre se siente solo su voz se convierte en su compañera, ha sido su aliada, comunicando sentimientos llenos de alegría y a veces tristeza, donde el amor, el desamor, la naturaleza, la familia y la amistad, han sido protagonistas en una creación musical.

La importancia de la tradición oral, precisamente radica en la recolección de aquellos elementos que se trasmiten a través de la palabra, como los cantos de nuestros antepasados indígenas y negros, pasando por la narrativa de los cuentos, décimas, coplas y el canto vallenato, como también otras expresiones cantadas del género popular y folclórico.

En relación a la expresión Caribe, es amplia y no se refiere únicamente a su cultura que está arraigada y desimanada por toda la cuenca del Caribe colombiano. Este concepto es extenso y complejo por la cantidad de teorías surgidas en relación a la construcción de sus pueblos y territorios. Cuando nos referimos a la cultura del Caribe, se hace relación a las diferentes herencias lingüísticas y étnicas que influyeron en su construcción, ya que fue la puerta principal por donde España llega al continente americano, además de su importancia histórica, económica y política.

El nombre de Caribe procede del grupo aborigen que se encuentra en varias islas en las Antillas, desde su descubrimiento se convirtió en un territorio de inmigraciones imperiales. Un territorio descubierto por un error geográfico inventado por la inmigración europea. El Caribe como etnia, ya no existe, aunque si sus descendientes, hoy en día se ha convertido en los famosos destinos turísticos del mundo por la belleza del paisaje. Pero ha jugado un papel determinante en la construcción de instrumentos y géneros musicales, arraigados a los tiempos de la colonia; un claro ejemplo de esto está: la música de acordeón, la música folclórica, enmarcada en bandas, los instrumentos rizados del acordeón y los instrumentos de viento de las bandas.

A Colombia, los instrumentos de viento que conforman nuestras bandas, se cree que llegaron por Puerto de Coveñas, la Guajira y Coveñas, debido a su cercanía marina y geográfica con República Dominicana. Con la llegada a principios del siglo XX (1905), de un cargamento de instrumentos musicales procedentes de Haití, permitió que se diseminaran por los municipios vecinos de San Antero, Lorica y San Pelayo lo que permitió la conformación de sus primeras bandas. Es necesario aclarar que desde 1538 República Dominicana, posee conservatorio de música y academia universitaria, no podemos entonces descartar que allí llegaron los primeros instrumentos musicales procedentes de Europa.

Farid Ortiz: Rey de los pueblos

La vida y obra de Farid Ortiz discurre entre su población nativa de Becerril- Cesar y Valledupar. Inicia sus primeros pasos como cantante al lado del virtuoso Emilio Oviedo. Es un cantautor versátil, capaz de acomodarse con expresiones fijas a cualquier acordeonero siempre y cuando sea melodioso. Más tarde incursiona Ciro Meza, luego Raúl “el chiche Martínez”, quien le sigue, el brillante ejecutante “El negrito Osorio”. Su voz con estilo romántico y parrandero, canta desde la periferia costera caribeña, hasta las regiones más recónditas del territorio Nacional.

Ha tenido la oportunidad de interpretar grandes creaciones musicales que brotan de su creatividad tales como: Se acabaron ya, Amor prohibido, Daniela, Milena, Catalina, en invierno y verano, Dos amores, Tres amores, Me olvide de los años, entre otros, acompañado también de otros trascendentales compositores. La interpretación de aquellas letras, ritmo y cadencia que brinda a sus seguidores, se convierte en único, ya que a pesar de abordar uno de los ritmos más comercializados de la música de acordeón como es el paseo, aborda con mucho profesionalismo el paseaito, el cual le imprime sabrosura.

En su repertorio musical, me llamo la atención una importante obra musical atribuida al compositor Luis Carlos Manjarrez del álbum: De todo un poquito, el tema Falta amor, cuando los siguientes versos “ De que me sirve donar mis riquezas a los mendigos, si lo hago a la fuerza, si todo esto es pura apariencia”, “ Siempre se busca al que nos agradezca y al fin y al cabo, allí no hay amor”, “ De que nos sirve ser primero en todo, menospreciando al que no tiene nada, cuando hay dinero se cree tenerlo todo, se hacen detalles pequeños de oro, y al fin al cabo, allí no hay amor”, “De que me sirve abrazar mis hermanos, si no siento nada por ninguno de ellos, y les hablo de amor”, “ Y a mi familia no le doy cariño, de que me sirve lo que he conseguido, si aquí en mi alma no existe el amor, a todo el que haya causado una herida o causado un dolor, a Dios le pido me alcance la vida y alcance el perdón” o “si yo predico la santa palabra y no me la aplico, de nada sirve allí no obra Dios”.

Farid Ortiz interpreta el acordeón, es creativo, sencillo y complaciente con sus seguidores, de allí que se haya ganado el remoquete de “Rey de Los Pueblos” o “Rey del Sentimiento”. Transmite cadencia, ritmo y sabor, y es precisamente estas cualidades que lleva a que se presente en la Feria de las Flores de Medellín, donde muestró la calidad musical, su versatilidad y la capacidad de interpretar tangos, rancheras, baladas, boleros, tropical y reggaetón.

Concluyo resaltando la calidad musical de Farid Ortiz, un hombre moderno con capacidad de improvisación, plegado de valores que es ejemplo de imitar, que ha logrado llegar a diferentes escenarios nacionales con sus temas en formato vallenato como: De todo un poquito, Nadie es eterno, Corral de piedra, entre otras.

Otro elemento a tener en cuenta, es que el país más antiguo del nuevo mundo es República Dominicana, por donde la civilización entra; además por allí llegan los instrumentos musicales que acompañaran los géneros populares y clásicos. Por ejemplo, si se tratara de la llegada del acordeón a América, no podemos desconocer que la isla fue su punto de llegada.

Visionando esta faceta artístico musical de Farid Ortiz, ha combinado dos factores determinantes de su vida artística como son: el talento y la suerte, por su consagración, lo que concluyo es que, a pesar de triunfos y vicisitudes, sigue animando y proyectando el canto vallenato, además, desarmando aquellos espíritus humanos cargados de perversidad con su música.

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