REALIDAD JURÍDICA: 5 ENTREGA JAIME ARAÚJO RENTERIA. JULIO 2016
PAZ (PERPETUA) Y RESPONSABILIDAD ETICA (KANT Y MACHIAVELO)
Se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, Pero no se puede engañar a todos, todo el tiempo (A. Lincoln).
Y, jamás a nuestra conciencia. Nos quieren engañar, quienes afirman, que votar afirmativamente el plebiscito, no es votar por Santos; y nos quieren engañar doblemente, cuando afirman que si el Presidente pierde el plebiscito, no tiene que irse del gobierno. Debemos recordar lo que al respecto establece la ley “El plebiscito es el pronunciamiento del pueblo convocado por el Presidente de la República, mediante el cual apoya o rechaza una determinada decisión del Ejecutivo.”(Art. 7 ley 134 de 1994), así que jurídica y éticamente, es votar por el presidente. Aun aceptando, la premisa de que ninguna obra humana es perfecta; también es cierto que existen obras humanas menos imperfectas; y es verdad, que la paz que nos propone Santos, es excesivamente imperfecta. El derecho a la paz, que ya tenemos los colombianos en el artículo 22 de la constitución política, no es un regalo del gobierno Santos ni de la FARC; y es un derecho mucho más amplio que la cesación parcial de un conflicto armado (pues falta el ELN y lo que queda del EPL). El derecho a la paz tiene una connotación positiva y una negativa; esta última tiene una doble dimensión: 1.- La falta de violencia física y 2.- La ausencia de violencia social y económica en las relaciones sociales; y la connotación positiva de la paz, implica que se le considera no sólo como la ausencia de violencia, sino además como una cuestión de desarrollo, una forma de cooperación no violenta, igualitaria, no explotadora, no represiva entre personas pueblos y Estados, modernamente se considera que no es posible estar en paz si no existe el respeto y realización plena de los derechos civiles, políticos y económicos sociales culturales y de solidaridad.
REALIDAD JURÍDICA: 5 ENTREGA JAIME ARAÚJO RENTERIA. JULIO 2016 Como en las negociaciones de La Habana, falta la 2 parte de la dimensión negativa y toda la dimensión positiva del derecho a la paz, se puede concluir que lo que se negocia es la cesación parcial de un conflicto armado y no la paz. Quienes votan afirmativamente el plebiscito, votan por esta “paz”, excesivamente imperfecta con violencia social, política y económica sobre el pueblo colombiano; sin desarrollo y sin ampliación de los derechos civiles, económicos, sociales y culturales de los más pobres. Votan, al mismo tiempo, en una palabra, por la “paz” de Santos y por la guerra de Santos contra los derechos del pueblo; por su guerra social y económica contra el pueblo. Votan por la deficiente paz de Santos y aunque quieran engañarnos, negándolo, votan por sus cuatro locomotoras; incluida la locomotora minera, que ha arrasado con los derechos de los indígenas, de los afros descendientes y de los campesinos colombianos; esa ha contaminado su tierra, su aire y sus aguas. Votan también por el Santos, responsable, por omisión, de los falsos positivos, ya que él pudo derogar la norma del ministro anterior que los legalizaba y sin embargo no lo hizo, pues hemos de recordar que a la luz del artículo 6 de nuestra Constitución, los servidores públicos, y el ministro de defensa (él lo era), son responsables por omisión en el ejercicio de sus funciones. Sobre este tema, no sirve de justificación ni siquiera la excusa de que no lo sabía, pues no se puede ser Ministro de Defensa, sin conocer las normas que legalizaban el genocidio de los falsos positivos y sin derogarlas o renunciar cuando otro no quiere derogarlas. Como no le sirvió de excusa a Luis XVI, cuando quiso salvarse, diciendo que no era responsable porque no sabía, como se violaban los derechos del pueblo francés; argumento desbaratado por SaintJust, su principal acusador, quien dijo que no se podía ser rey, sin saber lo que le pasaba al pueblo y sin responder por la violación de sus derechos; por que quien tenía el poder, era responsable de su ejercicio, o de sus omisiones; y quien tenía más poder, como el rey, era más responsable; pues a mayor poder, mayor responsabilidad. Principio, que se constituyó, desde entonces, en uno de los fundamentos del Estado de derecho, donde no existe ninguna persona o funcionario irresponsable y donde el que tiene más poder, tiene también más responsabilidad.
REALIDAD JURÍDICA: 5 ENTREGA JAIME ARAÚJO RENTERIA. JULIO 2016 Quieren engañarnos también, quienes afirman, que el Presidente no tiene que irse si pierde el plebiscito. Como se ha señalado, el plebiscito es un apoyo o rechazo a las decisiones del Ejecutivo y en consecuencia, el rechazo a su modelo de paz, excesivamente imperfecta, es un rechazo también al Presidente, un hecho fundamental sobreviviente, posterior que deslegitima su elección anterior; como deslegitimó al general de Gaulle la pérdida del referendo plebiscitario que se inventó; al igual que como en los recientes hechos de Inglaterra, el brexit, le quitó la legitimidad a su primer ministro David Cameron para continuar ejerciendo como tal, lo cual le obligó a renunciar; o como se vio obligado a renunciar un dictador como Pinochet cuando perdió su plebiscito. El caso del presidente Santos, es mucho más grave por cuanto que, pudiendo escoger entre un referéndum, una asamblea constituyente y un plebiscito, escogió esta figura y quien libremente escoge, jurídica y éticamente es responsable de su decisión. Esperamos, que la escogencia de esta figura, no tenga el propósito torticero de eludir la responsabilidad en el caso en que pierda el referendo; bajo tal hipótesis, argumentar que quien perdió fue la FARC; no el Presidente, a pesar de que el plebiscito en una consulta sobre el gobierno, no sobre la FARC; y, en caso de ganar el plebiscito, argumentar, que nadie más que él, es el mejor garante de los acuerdos de esa paz, ya que él fue quien los creó; y bajo esa premisa sostener que, nadie mejor que él, para ejecutarlos y por esta vía quedarse otra vez en el poder. Argumento parecido el de Uribe, quien aseveraba que su guerra era el mejor medio para lograr la paz en Colombia y que por lo mismo, debía permanecer en el poder como garantía de que la paz en tanto el sostendría y ganaría la guerra. Imprescindible Uribe para la paz por medio de la guerra e imprescindible Santos para la guerra contra los derechos del pueblo, por medio de su paz excesivamente imperfecta.
Ahora, que han querido blindar, la dictadura civil del gobierno de turno, acudiendo a las normas de derecho internacional, sería bueno que los negociadores de La Habana, tanto del gobierno como de la FARC, repasarán la más importante de todas las normas: la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU, especialmente su preámbulo, para que entendieran que la verdadera garantía de la paz; la paz menos imperfecta, con justicia social, es
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la que respeta los derechos humanos; que sin derechos humanos no hay verdadera paz. Que no es cierto, que el cese al fuego entre el gobierno y las FARC, acaba con la rebelión en Colombia; pues aunque cese la de las FARC, estará abierta la puerta para la rebelión de otros colombianos, esta afirmación se basa en las consideraciones del preámbulo de la Declaración: “Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión” [o como dice en otra parte el mismo preámbulo]: “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana; considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias”. También quieren engañarnos, quienes afirman, que si el plebiscito es derrotado, necesariamente gana la guerra y debemos continuarla; esto no es cierto porque aunque se pierda el plebiscito, podemos perseverar en la búsqueda de la paz y podríamos tener una paz menos imperfecta; por ejemplo: podríamos tener una paz con asamblea nacional constituyente, con representación de la sociedad civil y de las organizaciones sociales; una paz con más justicia social, donde las comunidades afro descendientes e indígenas, se representen a sí mismas y decidan su propio destino en sus territorios, y éste no se ha decidido por la FARC. Donde se trace una línea distinta entre delitos cometidos por los combatientes contra combatientes y delitos cometidos por los combatientes contra la sociedad civil; y donde se respete la diferencia que traza nuestra Constitución entre delito político y delito común; donde no se dé el mismo trato al espíritu altruista de los rebeldes, que al espíritu egoísta de los no rebeldes (dejando claro de una vez, que consideramos que la mayoría, de los miembros de las Fuerzas Armadas, han cumplido con su deber y que esa mayoría, no puede dejarse engañar, de una ínfima minoría, que no lo ha hecho); una paz donde la sociedad civil haga efectivos los derechos de la educación y de la salud para todos los colombianos.
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Quienes defendemos la paz con justicia social, menos imperfecta que la propuesta por Santos y sus epígonos, estamos acostumbrados a que se nos calumnie, denosté y ataque con igual saña, por la derecha, el centro y la izquierda. Se afirma por nuestros detractores, que no entendemos la política, que nuestra posición ética es un obstáculo para la paz y que en el mejor de los casos esa “reflexión moral es abstracta”. ¡Qué importante que estas difamaciones, haya colocado el debate donde debe estar, en el terreno de la ética!. Lo primero que debemos recordar, es que el hombre es el único ser de la naturaleza que puede realizar acciones morales, que somos seres morales con voluntad libre y que la obligación moral deriva de la razón. Que en cada acto del hombre (en cada coyuntura: política, económica, social, etcétera, debemos preguntarnos: ¿qué debo hacer? ¿Cómo debo obrar?, cómo debemos obrar siempre, no importa de qué acción concreta se trate. Si esa acción concreta, la realizamos por deber, entonces la acción es un fin en sí misma y éticamente correcta; o por el contrario la acción en un medio para conseguir un fin y por lo mismo moralmente incorrecta o en términos políticos maquiavélica. La primera concepción que es la de Kant, parte del supuesto de que el principio moral es un principio para todos (universalizable) y para todos los actos concretos (coyunturas). La ley moral es un imperativo categórico y como su nombre lo dice, es un deber que contiene una orden que no admite excepciones, exoneración o dispensa en ningún caso particular, o coyuntura. A la pregunta cómo debemos obrar, en cada caso y siempre, responde: “obra sólo según la máxima que al mismo tiempo puedas querer se convierta en una ley universal”. La conciencia moral dice: no mentirás, no engañarás, no serás corrupto, no matarás, defenderás los derechos humanos, no robarás, serás siempre de izquierda, etcétera; estos mandatos son absolutamente válidos en todas las circunstancias o coyunturas, pues de otra forma no serían una exigencia moral. Nada gano con decir que yo soy incorruptible, si en cada coyuntura yo me corrompo: hoy exceptúo la regla con la excusa del dinero que me dieron; o del puesto que me dieron, o de la mermelada; o del contrato que me darán. Yo debo ser incorruptible, aunque me ofrezcan en una situación concreta dinero, deba conservar mi puesto o me ofrezcan mermelada. En realidad no soy honesto, cuando critico la corrupción de los demás pero justifico la de mi padre o la de mi hija, por la circunstancia o la coyuntura de que son mi padre o mi hija. Por mucho que predique que soy defensor de los derechos humanos, no lo seré si en
REALIDAD JURÍDICA: 5 ENTREGA JAIME ARAÚJO RENTERIA. JULIO 2016 ciertas circunstancias yo los violo o dejo de defenderlos; seré ladrón aunque diga que no, si quiero excusar mi robo por la circunstancia de mi pobreza o mi deseo coyuntural de tener mayor riqueza. No seré de izquierda por mucho que lo pregone, si en cada coyuntura voto por la derecha, así quiera justificarme con la fementida disyuntiva de la paz. Estas reflexiones son igualmente válidas para los otros mandatos de la conciencia moral: no mentirás, no engañarás, etcétera que deben cumplirse siempre en cada caso particular, en cada circunstancia, sin excepciones ni derogaciones pues de lo contrario serán acciones inmorales o anti éticas. Esto es válido para todas las acciones del hombre, incluidas las acciones políticas, como la de votar el plebiscito. La posición ética contraria, que considera que el hombre puede llamarse incorruptible y sin embargo dejarse corromper en cada caso particular, con tal de lograr un fin; o más grave aún, que considera, que hay una esfera de la actividad o conducta del hombre donde la ética es un obstáculo, y por lo mismo, debe rechazarse la moral en ese escenario, que es el campo de la política, donde todo medio vale y está justificado si sirve para alcanzar el fin que es el poder político. El fin justifica los medios, es el denominado maquiavelismo; donde no hay imperativos categóricos, sino imperativo hipotético condicionales, ya que las reglas morales no valen absolutamente sino de modo condicional; son buenas y válidas si sirven para conseguir un cierto fin. Y si el fin es el poder y éste se puede conseguir con el asesinato, la tortura, la violación de los derechos humanos, la mentira, el engaño, la corrupción o el voto por la derecha, todos esos medios valen y están justificados. Por el contrario, el imperativo categórico kantiano, en todas las relaciones humanas, considera al hombre como un fin en sí mismo: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio". El ser humano no tiene precio sino valor; el valor del ser humano no es intercambiable por otros valores, ni siquiera por el valor de otros hombres; esto explica por qué Kant rechaza la tesis de que es posible sacrificar a un hombre para salvar a otro hombre o a muchos otros hombres. Esa cualidad que impide que un hombre pueda ser intercambiado por otro hombre, es lo que se denomina dignidad humana; esa misma cualidad es la que hace que un hombre sea un fin en sí mismo, y que por lo tanto jamás pueda ser considerado como un medio; ya que si se le considera como medio se le estaría cosificando, dejaría de ser persona para convertirse en cosa y podría ser intercambiable;
REALIDAD JURÍDICA: 5 ENTREGA JAIME ARAÚJO RENTERIA. JULIO 2016 por ejemplo, se podría intercambiar un hombre por dinero y con esto habríamos regresado el régimen de la esclavitud; o se podría comprar, utilizar y degradar el cuerpo de una mujer. Coherente con su ética, Kant, estudiando las relaciones entre la política y la moral, Sobre el desacuerdo que hay entre la moral y la política con respecto a la paz perpetua y rechazando la tesis de que la política es inmoral, en La paz perpetua afirma “La mejor política es la honradez”. Lo correcto es más ético que lo bueno y la acción ética es más importante que el resultado que se obtenga. Lo que dignifica al hombre es la acción que realiza y no el resultado que obtiene. El hombre es lo que hace y no lo que dice que es, pues si dice una cosa y hace otra, en realidad es lo que hace; si digo que soy de izquierda y voto por la derecha, en realidad soy de derecha.
Quienes vemos y queremos una paz menos imperfecta, asumimos nuestras responsabilidades sin mentira y sin engaño; les decimos a los maquiavélicos, incluido el gobierno, que quiere engañarnos sobre el plebiscito, que de igual forma asuman la de ellos; que dejen su moral flexible, distinta para cada caso, que a pesar de llamarse demócratas y honestos, en un caso particular se corrompen y en otra coyuntura también, que no aceptamos su invitación a formar parte del maquiavelismo; que porque lo conocemos es que lo rechazamos; que porque amamos la paz grande es que rechazamos la guerra de Uribe y la paz de los sepulcros de Santos; que el pueblo colombiano puede, desligarse de Uribe y de Santos, recuperar y ejercer su soberanía, y abrir un proceso de paz con justicia social, esto es, con más derechos humanos para la sociedad civil; con una verdadera constituyente, con educación y salud para todos, para hacer más dignos a los colombianos; que preferimos continuar en el campo de los principios Kantianos, manteniendo la dignidad del ser humano. Que sepan los enmermelados, de derecha, centro o “izquierda” que tenemos valores y valor, pero no tenemos precio; aunque existan maquiavélicos necios, que como dijera el poeta Antonio Machado “todo necio confunde valor y precio”.