Eric Franco - Ba Mag

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ARTE

Colosos de expresión Txt: Connie Royo Ph: Gentileza Eric Franco

En mediano y gran tamaño, las esculturas de Eric Franco conmueven desde la forma y el color. Como una experiencia sanadora y de liberación, el artista sintetiza en estas grandes estructuras de hierro policromado su más profundo sentir. Un camino de amor a la vida.

Eric Franco nació y creció en San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires. Hijo menor de una familia de tres hijos, llegó 20 años después que sus hermanos mayores, y el arte fue parte de su vida desde que nació. “En mi familia todos están en el ambiente creativo. Por eso hablar de arte nunca fue tabú y menos dedicarse a esto; al contrario, era algo maravilloso”, dispara ni bien comienza la charla. Así, su madre diseñó ropa, su hermana es artista plástica, su hermano diseñador técnico y su padre, un italiano proyectista llegado a la Argentina hacía años, le abrió feliz las puertas de su taller metalúrgico, donde Eric pasó su infancia fabricando sus propios juguetes. “Para mí el taller era un juego y algo normal era crear mis juguetes, me hacía autos, el castillo de los Playmobil, todo…”, cuenta divertido este joven creativo. Entusiasmado con la arquitectura, el diseño y el dibujo, Franco comenzó así, como un juego y sin saberlo, una búsqueda plástica que años más tarde se convertiría en su vocación. En San Nicolás probó la Escuela de Bellas Artes, y en Rosario, la carrera de Diseño Industrial, pero en el contacto con los profesores fuera de clase él parecía ir encontrando su camino. “Por mi cuenta siempre intentaba buscar gente que me guiara –explica–. Mi hermana, que tenía su espacio, me ayudaba mucho; también contactaba a los profes y me iba a sus talleres… Y así me fui involucrando cada vez más”, recuerda. Dedicado a la creación en sus ratos libres, Eric trabajaba en una empresa y soñaba con, algún día, volverse un artista. Pasó de la pintura a la escultura figurativa, y más tarde, las formas abstractas tomaron por asalto toda su creatividad. Inquieto, trabajador y como una prueba a su propio talento, un día mandó una de sus piezas a competir a un salón nacional. Y, contra todos sus pronósticos, se quedó con el primer premio. “Ese galardón fue el puntapié inicial –relata entusiasmado–. Hablé con uno de los jurados y me dijo ´dale para adelante porque tu obra está buenísima´. Eso me alentó y me largué a probar qué era esto de ser artista”, confiesa. Hoy, Franco piensa, vibra y respira arte, y en cada una de sus piezas, colosales y medianas estructuras de metal policromado que forman parte de colecciones privadas en Argentina y el mundo (y hasta engalanan espacios públicos), va dejando entrever su historia y su sentir. “Mas allá de la forma, en la obra desnudo mi ser ante quien tiene la sensibilidad de poderlo ver, y en algún punto se vuelve un conector entre lo carnal y lo espiritual”, confiere.

BA MAG ZON URBAN A NAOR / 54 TE / 54

En una obra sincera y colorida, Eric intenta devolverle a la vida todo lo que de ella recibió, y sintiéndose un bendecido, agradece el gran regalo de poder dedicarse a lo que más le gusta: el arte. Intenso, dinámico e inspirador, la historia de un creativo que rompió el molde. Eric, ¿cómo llegaste hasta aquí? Para mí la abstracción es una síntesis de lo figurativo. Se puede lograr mucho movimiento a través de simples líneas, y poder usar esas herramientas es bárbaro. Para mí es un juego de líneas y planos, muy complejo pero a la vez muy rico. Creo que no podría volver a la figuración. En tu obra aparecen mucho los colores primarios… Sí. Hay algún que otro quebrado pero sí, aparecen los primarios. Yo antes trabajaba el color acero y el negro mate, y no salía de allí. En mi caso es real eso de ´descubro el amor y descubro el color´. En la serie “Mi media naranja”, que habla de encontrarse a través del otro, aparece una pieza color naranja de dos elementos conectados que fue el puntapié inicial. Y después, cada pieza fue pidiendo su color. Más allá de que la gama es enorme, cada trabajo pide su color especial. Te decidiste por el metal, ¿pero probaste otros materiales? Sí. Probé con diferentes materiales, pero al tener mi padre la metalúrgica, usar el metal es como para mí usar un Rasty, nunca dejó de ser un juego. ¿Bocetás o vas creando a medida que avanza la obra? Trabajo mucho con bocetos, a veces los respeto en su totalidad y otras veces los voy modificando. Tengo cuadernos por toda la casa, en el auto, en cada mochila. Y lápices, muchos lápices, es casi obsesivo (risas). Creo que la cabeza es una cajonera donde se van guardando muchas cosas y en algunos momentos tenés detonantes que te abren muchos cajoncitos. ¿Siempre hay un hilo conductor en tus series? Sí, desde el principio al final, en toda la obra y en lo que voy contando. Por más de que sean diferentes series siempre se terminan conectando. ¿Hay un ida y vuelta con la obra en todo este proceso? Absolutamente. Cuando sos sincero con lo que hacés y con el material se genera un diálogo entre el artista y su obra, y cuando ya lograste eso sabés qué cosas te pide y cuáles rechaza, dónde se puede ajustar y dónde no; empieza un juego que surge en la magia del taller.


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