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DEL RENACIMIENTO A LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO La inmoralidad y su papel en la Revolución

de Marx. Las mudanzas históricas son movimientos de ideas”2 .

Hoy en día no son pocos los autores que, a través de libros, conferencias, artículos y redes sociales se empeñan en el combate ideológico contra el neo comunismo en sus diversas variantes y, aun cuando se puedan hacer serias objeciones a algunas de sus afirmaciones, no se puede dejar de reconocer el mérito y la utilidad de su acción.

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En efecto, históricamente las revoluciones han sido siempre antecedidas por ideologías que les preparan el camino, predisponiendo los espíritus para aceptar las ‘reformas’ una vez producida la explosión. Es lo que explica que sociedades enteras hayan sido arrastradas en la vorágine revolucionaria sin oponer resistencia. Así, la denuncia ideológica constituye una parte importante en la lucha contra la Revolución1.

En el prólogo a la conocida obra ‘El Libro Negro de la Nueva Izquierda’ el Dr. Gerardo Palacio Hardy afirma: “ Las convulsiones que sufre el orden social contemporáneo (…), no se explican en sí ni por sí mismas, sino que están precedidas por la difusión en las inteligencias de nuevos principios, nuevos sistemas de valores, a la luz de los cuales se presentan como caducos e ilegítimos los que fundaban el antiguo orden. Así, nunca habría habido Revolución Francesa sin las ideas de la Ilustración, ni Revolución Rusa sin la contribución

Rigurosamente verdadera, esta afirmación nos lleva, sin embargo, a plantear la siguiente cuestión: Si las revoluciones no se explican en sí ni por sí mismas –esto es, no aparecen súbitamente, sino que requieren una preparación previa–, será entonces que las ideas de las cuales brotan ¿se explicarán en sí y por sí mismas? ¿No existirá algo que sea para las ideas lo que ellas son para las revoluciones?

La repuesta a esta interrogante es de particular importancia pues aquí reside el elemento medular que explica el origen y progreso de la Revolución, la razón principal que impide tener de ella una visión completa y, por eso mismo, desarrollar contra ella una lucha eficaz.

Orgullo e impureza en el origen de la Revolución

Sobre esta temática trató ampliamente el Prof. Plinio Correa de Oliveira. El insigne pensador católico explica como la Revolución tiene su origen en una “deterioración moral nacida de dos vicios fundamentales: el orgullo y la impureza, que suscitan en el hombre una incompatibilidad profunda con la doctrina católica”3. Éstos, “no conformándose ya con todo un orden de cosas que les es contrario, comienzan por modificar los modos de ser, las expresiones artísticas y las costumbres”4, para dar lugar después a la aparición de doctrinas, de las cuales nacerán las revoluciones que operarán “por medios cruentos o incruentos, la transformación de las instituciones, las leyes y las costumbres, tanto en la esfera religiosa cuanto en la sociedad temporal”5

Pero, se preguntará el lector, ¿de qué manera los vicios influyen en la formación de las ideas?

Como bien explica Plinio Correa de Oliveira, una persona que cede al orgullo, comienza primero por rechazar la autoridad que pesa directamente sobre él. En un segundo momento, ese rechazo se puede extender a otras autoridades para finalmente alcanzar al propio concepto de autoridad en cuanto tal.

Análogamente, la impureza conduce a su víctima a odiar todo aquello que suponga una barrera a sus deseos, estimulándola a rebelarse contra toda ley, sea ésta civil o eclesiástica.

Así, por la acción conjugada del orgullo y la impureza, se va despertando paulatinamente en las almas, un verdadero odio contra toda autoridad y toda ley legítima. Ese odio, profundamente revolucionario será el punto de partida para la formación de las ideas subversivas.

Una evidencia histórica: del Renacimiento a la ‘Ideología de Género’

En el Renacimiento se inicia en el mundo occidental y cristiano una profunda crisis moral que se difunde rápidamente por toda Europa. El deseo por los placeres se transforma en ansia, la modestia y el pudor desaparecen progresivamente, la literatura romántica difunde por doquier el mito de un amor idílico que colmaría todos los anhelos de felicidad, mientras que en los corazones se extinguen paulatinamente las aspiraciones por una vida virtuosa.

Con la Revolución Francesa la crisis crece en intensidad. En nombre de una falsa libertad se generalizan conductas cada vez más permisivas, modas y costumbres decaen rápidamente. En el siglo XX, la ‘liberación sexual’ de los años 60 abre las puertas a los peores excesos.

En paralelo, inspiradas por esa decadencia, surgen también nuevas doctrinas. La eliminación del celibato y la instauración del divorcio, son dos de las principales reivindicaciones de la pseudo reforma protestante; en el siglo XVIII, la ilustración con Jean-

Jacques Rousseau a la cabeza, sienta las bases del estado liberal anticatólico y en el siglo XX el psicoanálisis, la Escuela de Frankfurt, el Existencialismo y otras corrientes progresistas intentan justificar con un barniz ‘científico’ las peores aberraciones morales, preparando el terreno para la rebelión de Mayo del 68 y demás horrores que le siguieron.

Así, la crisis iniciada en el Renacimiento del siglo XV, a través de una sucesión lógica de causas y efectos, va generando tendencias, doctrinas y transformaciones políticas, económicas y sociales que terminan por desembocar en los errores contemporáneos, de los cuales la malhadada Ideología de Género constituye su expresión más radical. Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar, que el tipo humano idealizado por los renacentistas es el legítimo precursor del bárbaro neopagano de nuestros días.

La restauración del Orden por excelencia

Si la Revolución tuvo su inicio en una profunda “ deterioración moral” , la solución a la misma solo puede partir de una restauración de la moral verdadera, esto es, la moral cristiana6

Al hacer esta afirmación, estamos muy lejos de negar la necesidad de la lucha en el campo de las ideas, muy por el contrario, a ella nos entregamos con todo el empeño de nuestras almas. Sin embargo, queremos dejar en claro que, sin una real restauración moral, no lograremos cortar la marcha revolucionaria por mayores que sean los esfuerzos que se empleen en combatirla en los demás campos, como bien lo demuestra la historia de los últimos seis siglos, durante los cuales, a pesar de algunas derrotas, la Revolución ha seguido inexorablemente su camino.

Combatamos pues, a la Revolución en sus consecuencias prácticas, denunciemos sus doctrinas, pero dediquemos lo mejor de nuestros esfuerzos en alcanzar una verdadera regeneración de la sociedad. Hagamos nuestro el ideario magistralmente trazado por ten Revolución y Contra-Revolución:

“Si la Revolución es el desorden, la ContraRevolución es la restauración del Orden. Y por Orden entendemos la paz de Cristo en el Reino de Cristo. O sea, la civilización cristiana, austera y jerárquica, fundamentalmente sacral, anti-igualitaria y anti-liberal”.

Notas

1. Con el término Revolución definimos a la crisis fundamental del mundo moderno que, iniciada a finales de la Edad Media, tiene como meta final la destrucción de la Iglesia y de la Civilización Cristiana. Para un mayor conocimiento del tema recomendamos la lectura de la obra ‘Revolución y Contra-Revolución disponible en el siguiente link: https://www.pliniocorreadeoliveira.info/ RevolucionyContra-Revolucion_2005.pdf

2. Nicolás Márquez – Agustín Laje, El Libro Negro de la Nueva Izquierda, Grupo Unión, Buenos Aires – Argentina, 2016, pag. 8

3. Prólogo a la 1ª edición argentina de “Revolución y ContraRevolución” https://www.pliniocorreadeoliveira.info/ PRE_70_1a_edicion_argentina_de_RCR.htm

4. Plinio Correa de Oliveira, Revolución y Contra-Revolución, Lettera Gráfica S.A.C., Lima – Perú, 2018, Pag. 50

5. Plinio Correa de Oliveira, Revolución y Contra-Revolución, Lettera Gráfica S.A.C., Lima – Perú, 2018, Pag. 51

6. Sobre la excelencia de la moral cristiana, es célebre el siguiente texto de San Agustín: Imaginemos “un ejército con soldados tales como los forma la doctrina de Cristo; gobernadores, maridos, esposos, padres, hijos, señores, siervos, reyes, jueces, contribuyentes y recaudadores de impuestos como los quiere la doctrina cristiana, y atrévanse a decir que ésta es enemiga de la república. Por el contrario, han de reconocer sin dudarlo que cuando se la observa fielmente, le sirve de salvaguarda” (San Agustín, Epist. CXXXVIII ad Marcellinum,§15).

Semana Santa en Covadonga

Para emprender toda acción y más una acción como la que en Covadonga nos hemos propuesto llevar a cabo, que es la restauración cristiana de nuestra nación, es necesario saber el ¿por qué?, y ¿para qué?, de esta lucha; tener los principios y los objetivos siempre claros nos ayuda a los jóvenes de Covadonga a saber ¿qué pensar?, y ¿cómo actuar?, para que esta acción logre su objetivo.

Es por eso que, durante la Semana Santa, 7 miembros de Covadonga realizamos una semana de estudios sobre varios temas sociales, culturales, históricos y religiosos; en particular temas tan controvertidos en la actualidad cómo lo son la “edad media”, las revoluciones anti-cristianas a lo largo de la historia, el papel de las pasiones y los ambientes en las grandes revoluciones entre otros temas de gran interés… ¡Ah!, se me olvidaba, no podía faltar la devoción a la Santísima Virgen y la importancia de la consagración a Jesús por María descrita por san Luis María Grignion de Montfort.

Pero no todo fue estudios, también tuvimos juegos, salidas al campo, participamos de las procesiones en distintos lugares, viviendo con auténtica piedad los misterios de esta semana. Cerramos la semana Santa con una fina cena de pascua en la sede de Covadonga, acompañados de excelentes amigos. Pedimos a Nuestro Señor por Pascua que la acción de Covadonga en Colombia crezca cada vez más, y nuestro círculo de acción universitaria llegue a más jóvenes -como ya lo viene haciendoque se sumen a esta gran causa que, con la fuerza de una Cruzada (pero del siglo XXI) sea la auténtica reacción joven y católica para salvar a Colombia. Para es que ello invitamos a tantos jóvenes que leen y leerán las páginas de esta revista.

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