9. Hume

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Historia de la Filosofía

Tema 9 La filosofía empirista: David Hume (S. XVIII)

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TEMA 9 LA FILOSOFÍA EMPIRISTA: DAVID HUME (S. XVIII) 1. LA CORRIENTE EMPIRISTA INGLESA 2. DAVID HUME (1711-1776) 3. PROGRAMA FILOSÓFICO 4. LAS BASES EMPIRISTAS DEL CONOCIMIENTO 4.1 IMPRESIONES E IDEAS 4.2 ASOCIACIÓN DE LAS IDEAS 4.3 NEGACIÓN DE LAS IDEAS UNIVERSALES. NOMINALISMO 4.4 TIPOS DE CONOCIMIENTO: RELACIONES DE IDEAS Y CUESTIONES DE HECHO 5. APLICACIÓN DE LOS PRINCIPIOS EMPIRISTAS: CONSECUENCIAS 5.1 LA CRÍTICA DE LA IDEA DE CAUSALIDAD 5.2 FENOMENISMO Y ESCEPTICISMO 1. LA CORRIENTE EMPIRISTA INGLESA La corriente empirista inglesa se desarrolla en los siglos XVII y XVIII y es coetánea del racionalismo desarrollado en el continente europeo. Los precedentes más antiguos de esta corriente pueden encontrarse ya en la Edad Media: Roger Bacon, en el siglo XIII, y Guillermo de Ockham en el XIV fueron defensores inequívocos de la necesidad de contar con la experiencia para elaborar un conocimiento válido de la realidad. Esa línea de pensamiento, que suele considerarse típicamente inglesa, fue continuada en el siglo XVII por Francis Bacon, a quien se considera iniciador del empirismo moderno. Sin embargo, los autores clásicos de la filosofía inglesa de este período son John Locke, George Berkeley y David Hume. Los tres autores mencionados como más representativos del empirismo inglés comparten ciertos rasgos relativos a su actitud empirista y al método para alcanzar el conocimiento, aunque en el desarrollo de su filosofía propongan soluciones diferentes e incluso contrapuestas. Veamos algunas tesis coincidentes en los autores de esta corriente filosófica: -El problema fundamental de la filosofía o, al menos, un problema que debe aclararse antes de hacer afirmaciones sobre la realidad, es el del origen, alcance y validez del conocimiento. A diferencia de los racionalistas, los empiristas ingleses no admiten fuente de conocimiento que no sea la experiencia. Por tanto, rechazan la existencia de ideas innatas al entendimiento y defienden que todo conocimiento procede de la experiencia y no deben aceptarse conocimientos a priori.


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-Todo conocimiento procede de la experiencia, pero la experiencia, además de ser origen de los conocimientos, es también su límite: no podremos conocer nada que no sea fruto de nuestra experiencia ni podremos tener certeza excepto de aquello que esté dentro de los límites de la experiencia. -El conocimiento, originado en la experiencia y limitado por ella, consiste en las Ideas. En esto coinciden con los racionalistas, e igual que estos los empiristas defienden que lo que directamente conocemos no son las cosas, sino las ideas de las cosas. ¿Significa esto que dudan de la existencia de las cosas? Algún empirista (Berkeley) negó la realidad del mundo exterior; algún otro (Locke) la admitió; y Hume se proclamó escéptico, es decir, dudó de su existencia. Pero ninguno de ellos aceptó, como habían hecho los racionalistas, que Dios fuera la garantía de que a las ideas les corresponde una realidad extramental. -Todos los contenidos de la mente, las ideas, proceden de la experiencia; pero en la mente no hay únicamente ideas simples (como la de mesa), sino también ideas complejas y abstractas, por ejemplo, la idea de igualdad o la de relación. ¿Cómo se originan estas ideas complejas? Para explicarlo los empiristas proponen un método analítico: se toma una idea compleja cualquiera, se descompone en las ideas simples de que consta y se estudia cómo se asocian las ideas simples para formar una idea compleja. Este mecanismo psicológico de asociación de ideas es la manera empirista de explicar cómo se forman en la mente, a partir de la experiencia, las ideas generales. Esta explicación es típica del nominalismo, teoría defendida ya en el siglo XIV por Ockham. -El concepto de razón es bien distinto del que habían elaborado los racionalistas. Se trata de una razón dependiente de, y limitada, por la experiencia. El uso de esa razón es un uso crítico en dos sentidos: porque analiza y reconoce sus propios límites, y porque rechaza las doctrinas racionalistas que no se cuestionan la posibilidad de conocer más allá la experiencia. -Por otro lado, y probablemente como consecuencia de que los filósofos empiristas vivieron en un contexto de relativo auge económico y en un régimen político liberal, la razón empirista no se limitó a los temas relativos al conocimiento, sino que tuvo también una importante dimensión práctica: les interesaron, y muy agudamente, los asuntos políticos, religiosos, pedagógicos y morales.


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2. DAVID HUME (1711-1776) D. Hume (1711-1776) fue hijo de un terrateniente escocés. Después de dedicarse un tiempo al negocio de su padre amplió estudios en Francia. Toda su pasión personal fue la de llegar a ser un célebre escritor y fundar una ciencia del hombre apoyada en la experiencia. Tal fue el propósito de su Tratado sobre la naturaleza humana que escribió siendo muy joven y que pasó inadvertido cuando se publicó. El Tratado se divide en tres partes: la lógica, que estudia la teoría del conocimiento humano y los principios del razonamiento humano; la moral, que estudia los principios que guían nuestros gustos y sentimientos, y la política, que estudia a los hombres unidos en sociedad. El Tratado fue revisado por Hume y reescritas dos de sus partes en dos obras más breves: Investigación sobre el entendimiento humano e Investigación sobre los principios de la moral, obras que le proporcionaron a Hume el reconocimiento del público. Hume mostró, además, un inusitado interés por la historia, la economía y la filosofía de la religión. Fruto de este interés son sus dos Historias de Inglaterra, un tratado sobre Economía y sus Diálogos sobre la religión natural. Hume fue un hombre bonachón y afable, hasta el punto de ser conocido en Francia como le bon David. 3. PROGRAMA FILOSÓFICO Hume en la introducción a su Tratado sobre la naturaleza humana mantiene que el objetivo fundamental y prioritario de la filosofía debía ser lograr un saber científico de la naturaleza humana. ¿Qué sentido tenía esta pretensión? Es importante elaborar una ciencia del hombre, pensaba Hume, por dos razones: -Primero, porque todas las ciencias guardan relación, más o menos directa, con la naturaleza humana. Unas, como la lógica, la moral, la estética y la política, porque tratan diferentes dimensiones del ser humano: la facultad de razonar (lógica), los gustos y sentimientos (estética y ética) o la convivencia con otros de su misma especie (política). Otras ciencias, entre las que menciona Hume las matemáticas, la física (filosofía natural) y la religión natural, aunque se ocupan de aspectos diferentes a las anteriores, son igualmente conocidas por el hombre, que es quien juzga si sus conclusiones son verdaderas o falsas. La naturaleza humana, por tanto, permitiría, a juicio de Hume, elaborar un sistema de todas las ciencias y eso la hace merecedora de recibir un tratamiento científico. -Pero, además, hay una segunda razón para llevar a cabo esta tarea de una ciencia de la naturaleza humana. Hume era consciente de que Newton, apoyándose en la observación y en el


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razonamiento de base experimental propuesto por Francis Bacon, había levantado una sólida explicación de la naturaleza física. Ahí estaba el modelo: se trata de aplicar ese mismo método a la naturaleza humana para lograr también una ciencia acerca del hombre. Se debe partir de los datos que nos ofrece la experiencia, sea por introspección o por observación de la vida y la conducta humana, en vez de partir de alguna pretendida verdad general captada por intuición por la mente humana pero que escapa a nuestra comprensión. El método al que alude Hume, el de Newton, es el inductivo: de la observación de hechos particulares podrán derivarse principios generales sobre el ser humano que tendrán una base segura. Este fue el programa elaborado inicialmente por Hume para su filosofía. Veamos cómo se desarrolló siguiendo para ello los pasos marcados por Hume en el Tratado sobre la naturaleza humana y en las dos Investigaciones (Investigación sobre el entendimiento humano e Investigación sobre los principios de la moral). 4. LAS BASES EMPIRISTAS DEL CONOCIMIENTO 4.1 IMPRESIONES E IDEAS Para Hume, como para Locke, nada tenemos en la mente que no hayamos recibido por la experiencia. Por tanto, nuestros contenidos mentales -que Hume denomina sin distinción percepciones- proceden siempre directa o indirectamente de la experiencia. Las percepciones pueden ser impresiones e ideas: -Impresiones: son el resultado directo e inmediato de una experiencia y pueden ser de dos tipos: a) Externas, si provienen de nuestras sensaciones. b) Internas o de reflexión, derivadas de nuestras propias ideas. De este tipo son las pasiones, los deseos y las emociones. Así lo explica Hume en el Tratado: “Una impresión se manifiesta en primer lugar en los sentidos, y hace que percibamos calor o frío, placer o dolor de uno u otro tipo. De esta impresión existe una copia tomada por la mente y que permanece luego que cesa la impresión: llamamos a esto idea. Esta idea de placer o dolor, cuando incide a su vez en el alma, produce las nuevas impresiones de deseo y aversión, esperanza y temor, que pueden llamarse propiamente impresiones de reflexión, puesto que de ella se derivan.” -Las ideas son copias debilitadas de las impresiones en nuestra imaginación. ¿En qué se distinguen impresiones e ideas? Se dan, según Hume, dos diferencias: -La fuerza o viveza. “Las percepciones que se presentan con mayor fuerza o violencia pueden recibir el nombre de impresiones [...] en cambio, entiendo por ideas las imágenes debilitadas de las impresiones”.


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-El orden en que aparecen. ¿Cuál se da primero, la impresión o la idea? A Hume no le caben dudas: las impresiones siempre preceden a las ideas correspondientes. Esta segunda diferencia relativa al orden de aparición reviste en Hume una especial importancia. Por un lado se sirve de ella para rechazar definitivamente el viejo problema racionalista de las ideas innatas: la mente no tiene ideas sino después de haber tenido impresiones, que son la fuente originaria y única de las ideas; pero, además, dicha diferencia le permitió también elaborar el conocido como “principio de la copia” (criterio empirista de significación), que aplicará cada vez que necesite aclarar el valor de alguna idea: Cuando nos asalta alguna sospecha de que un término filosófico se emplea sin ningún significado o idea [...] sólo necesitamos preguntar de qué impresión deriva esta supuesta idea. Y si es imposible asignarle ninguna, esto confirmará nuestra sospecha. La sospecha de Hume era, por cierto, que la filosofía estaba plagada de términos de esa especie. 4.2 ASOCIACIÓN DE LAS IDEAS Toda idea es, pues, copia o representación de una impresión. Pero así como hay impresiones simples (la de un color verde, por ejemplo, que deja en la mente como imagen o copia la idea simple de ese verde), hay también impresiones complejas (la de un cuadro del Bosco, por ejemplo, cuando lo contemplamos) que dejan su correspondiente copia o idea compleja. Esas ideas complejas, además de poder ser copias de impresiones complejas, pueden también ser el resultado de una actividad independiente que tiene lugar en nuestra mente. En efecto, esas ideas complejas que hay en nuestra mente pueden ser debidas a la imaginación, que puede actuar de dos maneras: -Combinando ideas simples de modo arbitrario y libre, como ocurre en la literatura fantástica cuando se forman imaginativamente ideas complejas de caballos alados, etc. -Combinando también ideas simples, pero siguiendo al hacerlo unas pautas generales de asociación que expresan tendencias naturales de la mente, semejantes a la fuerza de atracción de la gravedad establecida por Newton para los cuerpos. Esta segunda manera de combinar ideas sigue unas leyes que se consideran iguales siempre y en todo lugar y suele conocerse como principio de asociación de las ideas. Estas leyes son: --Ley de la semejanza: en virtud de esta ley la imaginación pasa de una idea a otra que se le parece. Así, por ejemplo, un retrato nos lleva a pensar en la persona retratada. --Ley de la contigüidad en el espacio y en el tiempo: en virtud de esta ley la imaginación pasa de la idea de algo a otra idea que habitualmente experimentamos contigua a la anterior en el espacio y en el tiempo. Por ejemplo, si se menciona la torre Eiffel, la idea de París se presenta


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naturalmente a la mente. --Ley de la causalidad (causa-efecto): en virtud de esta ley la imaginación pasa de la idea del efecto a la idea de la causa, pues habitualmente ambas ideas se experimentan relacionadas. Así, por ejemplo, cuando pensamos en la idea de hijo tendemos también a pensar en la idea de padre. Estas ideas complejas que construye la imaginación combinando ideas de acuerdo a las leyes expuestas quedan sujetas, por supuesto, al principio de la copia, lo que significa que no podrá reconocérseles valor representativo a menos que se logre encontrar la impresión o impresiones de las que proceden. 4.3 NEGACIÓN DE LAS IDEAS UNIVERSALES. NOMINALISMO Para Hume, lo que solemos considerar ideas generales o abstractas, como hombre, árbol, etc, son ideas particulares a las que se les otorga un término que les da una significación más extensa, y hace que ocasionalmente recuerden a otras ideas particulares semejantes a ellas. ¿Cómo puede una idea particular ser usada como general mediante la unión de esa idea particular con un término determinado? La explicación dada por Hume es la expresión más representativa del nominalismo empirista moderno, y de manera abreviada podría presentarse así: Tenemos, por ejemplo, experiencia (impresiones) de muchos árboles individuales, de cada uno de los cuales hay en la mente la correspondiente y particular imagen o copia (idea). Al darnos cuenta de que entre las ideas de esos árboles hay cierta semejanza, otorgamos a todas ellas una misma palabra: “árbol”, a pesar de las diferencias que hay entre sauces, olmos, pinos, etc. Una vez que adquirimos la costumbre de aplicar el mismo término a todos esos objetos particulares, cuando oímos esa palabra (“árbol”) acude a nuestra mente la idea de un árbol particular, pero no las de todos ellos. El nombre común, cuando lo escuchamos, no nos hace recordar las ideas de todos los árboles, sino la de uno en particular. Pero, al oírla, se pone en marcha un “cierto hábito” o asociación que nos lleva, cuando pueda hacer falta, a recordar la idea de otro árbol semejante. Este sería el mecanismo explicativo de lo que, según Hume, ocurre en la mente cuando las ideas particulares se añaden a cierto término que les da una significación más extensa de la que tienen. Pero las ideas no se han convertido por ello en ideas universales o generales, sino que lo único universal es el término al que las asociamos. Se trata meramente de nombres (nominalismo) de los que nos servimos por su evidente utilidad y por el hábito o costumbre de asociar en nuestra mente ideas simples que guardan parecido entre sí.


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4.4 TIPOS DE CONOCIMIENTO: RELACIONES DE IDEAS Y CUESTIONES DE HECHO Inspirándose en la distinción que había establecido el racionalista Leibniz entre “verdades de razón” y “verdades de hecho”, Hume distinguió también en su Investigación sobre el entendimiento humano dos clases de objetos presentes ante la mente humana: relaciones de ideas y cuestiones de hecho. Con ambas clases de objetos se cubre todo el ámbito posible del saber humano, pero ambos conocimientos tienen características bien diferenciadas y aun contrapuestas. a) RELACIONES DE IDEAS -Esta primera clase incluye todas las proposiciones de la geometría, el álgebra y la aritmética. Proposiciones del tipo “el todo es mayor que las partes”, “la suma de dos más dos es igual a cuatro”, afirman sólo las relaciones entre ideas (por ejemplo, entre las ideas de todo y parte, en la primera proposición). -A estas proposiciones se llega por el razonamiento, sin necesidad de recurrir a la experiencia. La verdad de estas proposiciones es independiente de la experiencia. -Constituyen, según Hume, el dominio del conocimiento cierto, porque el opuesto de una proposición de esta clase es imposible, implica contradicción. -Son, pues, proposiciones necesarias: son así y no pueden ser de otro modo, se fundan en el principio de no contradicción. b) CUESTIONES DE HECHO -A esta segunda clase pertenecen las demás ciencias: física, política, moral, estética,… -El conocimiento que se refiere a hechos depende enteramente de la experiencia. A proposiciones del tipo “el oro es amarillo” no es posible llegar por un simple razonamiento, es necesario recurrir a la observación y la experiencia. -Lo único que nos garantiza la verdad de las proposiciones que afirman hechos es la experiencia, de manera que sólo podemos estar seguros de aquello que está o presente a los sentidos o registrado en la memoria (pasado), mas no de lo que trascienda estos límites, porque lo contrario de cada hecho es siempre posible, no implica contradicción. -Sin embargo, nosotros damos también por seguros hechos o acontecimientos futuros, de los que en consecuencia no tenemos impresiones: por ejemplo, damos por cierto que mañana saldrá el Sol; que si dentro de un rato arrojo un objeto al fuego, dicho objeto se consumirá; que si me lanzo al agua y no sé nadar, me ahogaré, etc. Según Hume, nuestras anticipaciones sobre hechos que van más allá de la evidencia de los sentidos (presente) y de la memoria (pasado), tienen como fundamento la relación causa-efecto (por ejemplo, estoy seguro de que si arrojo al fuego un


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objeto, este se consumirá, basándonos en los efectos que produce el fuego).

5. APLICACIÓN DE LOS PRINCIPIOS EMPIRISTAS: CONSECUENCIAS Una vez sentadas las bases empiristas para determinar el origen del conocimiento, sus contenidos y las relaciones de dependencia entre los mismos, Hume aplica esos principios generales para medir el alcance y el valor de los conocimientos humanos acerca de la realidad. 5.1 LA CRÍTICA DE LA IDEA DE CAUSALIDAD a) LA IDEA DE CAUSALIDAD La idea de causalidad es, para Hume, una idea compleja, constituida a su vez por dos ideas muy distintas entre sí, como lo son las de causa y efecto. Son distintas en el sentido de que no basta el simple análisis de la idea de causa para descubrir, a priori, que en esa idea está contenida la idea de efecto que se deriva de ella. Según Hume no ocurre, por ejemplo, que del mero análisis a priori de la esencia de la llama consigamos saber que por necesidad lógica se producirá calor. La conclusión de que la llama producirá calor sólo la establecemos recurriendo a la experiencia. ¿Cómo extraemos de la experiencia las conclusiones sobre la causa y el efecto y qué fundamento tienen esas conclusiones? Consideremos el ejemplo de las bolas de billar (A y B): He aquí una bola de billar quieta sobre la mesa, y otra bola que se mueve hacia ella con rapidez. Las dos chocan; y la bola que anteriormente estaba en reposo adquiere movimiento. ¿Qué clase de relación hay entre A y B? Según Hume la experiencia nos proporciona tres impresiones: -La primera es la de contigüidad espacio-temporal entre ambos movimientos. -La segunda es la de prioridad temporal de un movimiento sobre otro. -La tercera es la conexión constante1 entre un movimiento y otro. Pero, ¿bastan estas tres impresiones para justificar la idea de causalidad? No porque falta una impresión que la idea de causalidad sugiere al sentido común: la impresión de conexión necesaria (que es así y no puede ser de otro modo) entre A y B. Es decir, incluso cuando la experiencia nos ha dado a conocer un determinado efecto (por ejemplo, el movimiento de la segunda bola), la relación con su supuesta causa (el choque entre las dos bolas) continúa siendo arbitraria, porque la causa y el efecto son completamente heterogéneos entre sí; el efecto no está contenido en la causa, de manera que el entendimiento puede concebir multitud de efectos distintos (por ejemplo, 1

Algunos textos utilizan la expresión “conjunción constante” en vez de “conexión constante”. Son sinónimas.


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que las dos bolas se queden en reposo; que la primera vuelva en línea recta a su punto de partida, etc.). Todos estos efectos no son contradictorios y, por tanto, son posibles. En conclusión, la causalidad no es una ley de cómo son las cosas, sino una ley de cómo pensamos las cosas. El principio de causalidad tiene así un valor meramente psicológico, pero no ontológico como se pretende. b) EL HÁBITO O COSTUMBRE: LA CREENCIA Si entre una causa y su supuesto efecto no existe una conexión necesaria, no hay fundamento para esperar que en el futuro, de las mismas causas, deriven los mismos efectos. Pero Hume no se detiene definitivamente en esta conclusión. El hecho es que nosotros esperamos para el futuro efectos semejantes a los que hemos experimentado en el pasado (principio de uniformidad de la naturaleza). Pues bien, ya que esa tendencia a tomar lo experimentado en el pasado como base de previsión del futuro, no tiene su fundamento en el razonamiento, deberá tenerlo -dice Hume- en algún principio, que tenga tanto peso y autoridad como aquello. Dicho principio es un principio de la naturaleza humana, el hábito o costumbre: cuando hemos observado la conexión constante de dos cosas, por ejemplo, del calor con la llama, el hábito o costumbre nos determina a concluir la existencia de una de esas dos cosas, cuando se da la otra; y ello, sin recurrir al razonamiento. La costumbre constituye la principal guía de la vida del hombre; sin la influencia de la costumbre no seríamos capaces de dar un paso más allá de lo que se halla presente a nuestros sentidos (presente) y en la memoria (pasado); la experiencia pasada no serviría como fundamento de previsión del porvenir. Ahora bien, la costumbre no es un principio racional; la costumbre no produce conocimiento (absolutamente cierto), sino creencia (probable). Y la creencia es más un sentimiento, que un acto de razón. c) CIENCIA EMPÍRICA Y PROBABILIDAD La consecuencia que esto tiene para las ciencias es importante. Mientras que la Matemática se presenta como un saber universal y necesario, la Física, al igual que todas las cuestiones de hecho, tiene sólo un valor probable, ya que se basa en la experimentación y en el principio de causalidad. Las ciencias que tratan sobre hechos no nos pueden ofrecer nunca una demostración rigurosa y necesaria de sus proposiciones, sino sólo argumentos probables, aunque la acumulación de experiencias aumente el grado de probabilidad. De este modo, la filosofía de Hume adquiere un tinte escéptico, si bien este escepticismo no es absoluto, puesto que, aunque nuestro saber acerca de la realidad se apoye en una creencia fruto de la


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costumbre y del hábito, es suficiente para resolver todas las necesidades de la vida. Efectivamente, no podemos decir que nuestras asociaciones causales surjan arbitrariamente ya que están avaladas por la experiencia pasada (las expectativas de futuro se han formado en virtud de nuestra experiencia pasada). Así, aunque la causalidad no puede sostenerse racionalmente, al menos es “razonable” por basarse en la experiencia. 5.2 FENOMENISMO Y ESCEPTICISMO Su postura crítica y la radicalidad en la aplicación de los principios epistemológicos establecidos por Hume llevan a conclusiones escépticas. En efecto, no podemos saber qué son las cosas sino que únicamente conocemos lo que a través de las impresiones e ideas se nos manifiesta; es decir, el fenomenismo. No podemos llegar a saber si existen cosas representadas por nuestras impresiones e ideas. La duda escéptica se abre al final de la crítica del conocimiento, y el propio Hume fue consciente de ello. El escepticismo, sin embargo, no revistió tintes claramente negativos o pesimistas para Hume. El análisis de las capacidades cognoscitivas le había llevado a dudar de la existencia de realidades sustanciales (Dios, la sustancia pensante y la sustancia extensa de Descartes), pero tenía su lado positivo en cuanto representaba una buena vacuna contra el dogmatismo y el fanatismo intolerante, de tan nefastas consecuencias históricas. Por otra parte, y por suerte, si bien la capacidad de la razón es limitada nos quedan esos instintos naturales que son las creencias para no tener que paralizar nuestra actividad vital. La naturaleza humana no se reduce a análisis racionales; es también, y principalmente, sentimiento. Sí la filosofía nos hace escépticos, ahí está la vida con sus creencias para curarnos del escepticismo. Como decía Hume, “sed filósofos, pero en medio de toda vuestra filosofía, sed también hombres”.


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