Diciembre 2014 / Distribuci贸n Gratuita
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DEVOCIONALES CULTOS EN VIVO
S O
Tocar la piel del Dios infinito El alumbramiento es algo que ningún hombre puede apreciar por completo. Podemos asombrarnos como observadores —e impotentes en eso— pero no podemos experimentarlo como una mujer. Mi esposa me dice: “No puedo describir por completo lo que sentí cuando el médico levantó a nuestro primer hijo, cortó el cordón umbilical, y lo puso acostado precisamente sobre mi barriga. Cuando el niño se estiró, yo alargué la mano y lo palpé, y pensé: ¡Qué increíble! ¡Esta pequeña vida vino de nosotros!” El nacimiento de un niño ya es suficiente milagro por derecho propio, pero la temporada de Navidad le añade una dimensión completamente nueva. Hace muchos años en un lugar tranquilo, rústico, en donde dormían los animales, María extendió su mano y palpó la Vida de su cuerpo; alargó la mano y palpó la piel suave, humana del Dios infinito.
La humanidad de esta escena apropiadamente nos atrae para dar un vistazo más de cerca. Podemos identificarnos con la confusión de José, el asombro de María o la ironía de la tranquila llegada de Dios a un mundo tan inhospitalario . . . y todos estos pensamientos son imponentes para meditar. Pero no podemos detenernos allí. Es apenas una entrada a maravillas mucho más hondas, mucho más significativas. Justo debajo de la piel suave de ese recién nacido en este bello relato está la carne y hueso de una verdad teológica que es más vieja que la creación, puesto que el plan ya estaba en su lugar mucho antes de que empezara el tiempo. La encarnación, Dios haciéndose carne, es una doctrina fundamental a todo lo que creemos como cristianos. Setecientos años antes, el profeta Isaías escribió estas palabras:
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Tocar la piel del Dios infinito “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Isaías 7:14). Al relatar la encarnación de Dios, el discípulo Mateo nos dice esto: “Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1:20-23). Cuando el primer hombre hundió a toda la humanidad en el pecado con su desobediencia en el huerto del Edén, el mal entró en el torrente de la humanidad, contaminando a todos los que viven en él. Cada uno de nosotros ha ratificado la trágica decisión de Adán al añadir nuestras propias faltas a las de él. El resultado es un mundo sujeto a dolor de toda clase concebible: hambre, sed, tristeza, aflicción, tentación, enfermedad, perjuicio, dolor . . . la lista sería interminable si no acabara con el mal culminante: la muerte. Muchos luchan con la idea de Dios porque luchan contra “el problema del dolor”: ¿Cómo puede un Dios bueno permitir que continúe el mal? La respuesta no es tan complicada, el ser humano, ha sido creado con la capacidad de decidir. Han sido nuestra propias decisiones como especie, las que han generado éste caos en la creación. Pero . . . Él nos ama.
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Qué terrible predicamento. Dios debe castigar el pecado. La pena del pecado es la muerte del alma. Pero si aplica la sentencia, Dios pierde a las mismas personas que ama. Así como un hombre llevó a toda la humanidad a la rebelión, otro debe reconciliarnos. Pero, ¿quién? ¿Quién entre nosotros no merece la pena del pecado? Hace dos milenios Dios contestó el angustiado clamor de la humanidad al apropiarse del “problema del mal.” Dios Todopoderoso se convirtió en Emanuel, “Dios con nosotros.” Vivió como nosotros vivimos, sufrió como nosotros sufrimos, murió como nosotros morimos, y sin embargo sin pecado. Y Él, al ser el Dios-hombre, venció el poder de la muerte para darnos vida eterna. El plan está completo. ¿Recuerda las palabras de Jesús en la cruz? “¡Consumado es!” (Juan 19:30). Misión cumplida. No queda nada para que Dios haga, excepto permitirle a su creación tiempo para responder. Él espera con paciencia . . . pero el tiempo se está acabando. Él no va a esperar para siempre. Un día cerrará la puerta de la oportunidad, bien sea por su propia muerte física o al llevar a toda la historia terrenal a su fin. Al meditar en la humanidad de la primera Navidad, recuerde que es una invitación para reducir la marcha y pensar más hondo. Le invito a tocar la piel del niño Dios con su imaginación. Le invito a asombrarse como los pastores y a adorar como los sabios. Le invito a permitir que el Dios-hombre, Jesús, tome su propio “problema del dolor” y lo haga suyo. Si usted acepta esta invitación, recibirá el mejor regalo de toda la tierra: la dádiva indescriptible de Dios.
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Justo antes de que yo saliera a cumplir con uno de mis compromisos de predicación en África, un vecino me preguntó con cierto desdén: “¿Por qué va a África a llevar su religión? Ellos tienen sus propias religiones. ¿Por qué molestarlos con la suya?”. Se sorprendió mucho cuando le aseguré que no vamos a ninguna parte a predicar “religión”.
¿Para qué nació Jesús?
por Dr Billy Graham
Nuestro mensaje es el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Yo no cruzaría ni la calle –mucho menos, el océano– para lograr que alguien se interesara en la religión; pero estoy dispuesto a ir a cualquier lugar del mundo a predicar el evangelio del Hijo de Dios. A lo largo de los siglos, ha habido cientos de miles de personas que han tenido la misma dedicación de Pablo, el principal apóstol: “Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24). Hay miles de religiones, pero solo un evangelio. Pablo dijo: “No me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen” (Romanos 1:16). El evangelio es el poder de Dios que toma a un ladrón y lo convierte en una persona honesta. El evangelio es el poder de Dios que transforma a un asesino en alguien con un corazón lleno de amor. El evangelio es el poder de Dios que toma a un hombre o a una mujer caídos, levanta a esa persona y la hace pura como un ángel. ¡El evangelio de Jesucristo es el poder de Dios que puede cambiarlo a usted! Después de 2000 años, el evangelio no ha perdido nada de su antiguo poder. Es tanto el poder de Dios para salvación hoy como lo fue cuando se lo predicó por primera vez. Puede vencer todos los obstáculos y romper todas las barreras. El pecado no es obstáculo, ya que aun en los extremos de desesperanza y degradación, el evangelio florece, porque lleva consigo la abundante gracia de Dios. Dios es tan rico que no vende nada de esto. Aun los más ricos son tan lastimosamente pobres que no podrían comprarlo. Es un regalo gratuito: por fe, por medio de la fe, y nada más.
Siempre el mismo fruto
El evangelio funciona en cualquier lugar, en todo lugar. Ha sido declarado en todos los continentes de la tierra,
en todas las condiciones sociales, raciales, culturales y económicas que sea posible imaginar. Siempre funciona y siempre produce el mismo fruto. Despeja las tinieblas, libera de ataduras, libera a los cautivos del pecado e imparte libertad y paz. Aun entre los cristianos, hay una ignorancia generalizada en cuanto a los ingredientes que componen el evangelio. La Biblia nos advierte sobre quienes “quieren tergiversar el evangelio de Cristo” (Gálatas 1:7). Dado que este evangelio es el evangelio de la gloria de Dios, la persona que predica “otro evangelio” (es decir, un poco de ley, un poco de gracia, un poco de Cristo, un poco del yo, un poco de fe, un poco de obras) le roba la gloria a Dios y la esperanza al pecador. No hay nada más importante para conocer y tener en claro en nuestra mente, que el evangelio de Jesucristo. El Nuevo Testamento insiste en que somos salvos por creer el evangelio. Si usted cree el evangelio, caminará en amistad con Dios, si no cree, caminará lejos de Dios. Cualquier cosa que determine nuestra eternidad, sin duda, merece que la estudiemos con máxima atención. ¿Qué es, entonces, el evangelio de la gracia de Dios? Si la Biblia enseña que somos salvos por creer el evangelio, ¿qué es lo que debemos creer?
Una obra en tres días
Usted se dará cuenta enseguida de que el evangelio de la gracia de Dios está compuesto por dos partes: primero, Cristo murió por nuestros pecados; segundo, Cristo resucitó de los muertos. Si usted lee las epístolas de Pablo, verá que su mensaje está centrado en tres cosas: la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo. Esto está en total armonía con el resto del Nuevo Testamento, ya que debemos recordar que Cristo no vino principalmente a predicar el evangelio (aunque proclamó libertad a los prisioneros), sino más bien, vino para que hubiera un evangelio que predicar. Este evangelio fue ganado y hecho realidad por la obra de Cristo en el madero. Él vino del cielo a la tierra con un extraño propósito. El Señor Jesús vino con el propósito de morir. Aunque la muerte no tenía derecho alguno sobre Él, nació para morir. Simón Pedro declaró: “Porque Cristo murió por los pecados una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios” (1 Pedro 3:18). Todos hemos quebrantado las leyes de Dios y hemos desobedecido abiertamente sus mandamientos, y por ello, todos estamos necesitados de redentor.
La diferencia vital
Nuestras faltas, producen distancia, separación. El sacrificio, la entrega del Redentor, resuelve esa situación. Si
alguien, en nuestro país, fuera sentenciado a muerte por asesinato, y uno de sus amigos fuera ante el juez, diciendo que morirá gustosamente en lugar del condenado, el tribunal se vería obligado a sentenciar que, según nuestras leyes, un hombre no puede morir en lugar de otro. Pero Dios no está atado por las leyes de los hombres. “Pero el Señor quiso quebrantarlo y hacerlo sufrir, y […] él ofreció su vida en expiación” (Isaías 53:10). El hecho de que el Señor Jesús murió para salvar es una mitad del evangelio; el hecho de que resucitó de los muertos para guardar es la otra mitad. Ambas partes son esenciales en el evangelio completo de la gracia de Dios. Jesús habría sido un Salvador insuficiente si hubiera permanecido muerto. El hecho de que murió y ahora vive en el cielo por nosotros demuestra que Él es un Salvador completamente suficiente. La diferencia vital entre nuestra fe sobrenatural y todas las religiones naturalistas del mundo es la resurrección de Jesucristo de entre los muertos
El mensaje que nunca falla
Este, pues, es el evangelio. Este es el mensaje que, cuando se lo cree, nunca deja de ser poder de Dios para salvación. No hay casos difíciles o irremediables. Para muchos que están pereciendo en sus pecados, es locura; pero para nosotros que somos salvos, es poder de Dios (1 Corintios 1:18). “Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras” (1 Corintios 15:3). Esta es la única base sobre la cual un Dios santo y recto puede perdonarle a usted sus pecados y recibirlo para sí. El que fue crucificado, ahora vive en la gloria, en el poder de la resurrección. El Dios todopoderoso lo ha declarado Príncipe y Salvador. No puedo instarlo lo suficiente a que acepte al Señor Jesús ahora mismo, en la quietud de su corazón; que se aparte de sus pecados y acuda a Él, y lo reciba como su Señor y Salvador. Recíbalo con sus ojos: “Mirad a mí, y sed salvos” (Isaías 45:22, RV60). Recíbalo con sus pies: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso” (Mateo 11:28). Recíbalo con sus manos: “El que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida” (Apocalipsis 22:17). Recíbalo con sus labios: “Prueben y vean que el Señor es bueno” (Salmos 34:8). Recíbalo con sus oídos: “Escúchenme y vivirán” (Isaías 55:3). Recíbalo con su voluntad: “Elijan ustedes mismos a quiénes van a servir” (Josué 24:15). Recíbalo con su corazón: “Confía en el Señor de todo corazón” (Proverbios 3:5). Si usted lo recibe, Él lo recibirá a usted, y descubrirá que este evangelio, que habla de la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo por usted, es poder de Dios para salvación eterna.
Diciembre mes de celebración No te pierdas de disfrutar de esta fiesta.
Encontrá
Los pesebres que decoran nuestra ciudad en diferentes negocios y casas.
18 &19/Dic Sábado 20/Dic
Los Reyes Magos, el Pesebre Viviente y el coro navideño recorrerán el centro de Adrogué desde las 18:30hs.
20hs en la plaza Brown Pesebre viviente, Obra de Teatro y Jazz Navideño con el grupo “Jazz para Jesús”
La idea no es practicar una religión, sino establecer con Dios una relación, un vínculo que podemos percibir.
¡Cómo saber! Tuve una conversación interesante hace unas semanas con un amigo de la infancia, con quien me encontré de “casualidad” en un café de la ciudad. Hacía mucho que no nos veíamos y se sorprendió cuando le compartí mi historia acerca de mi dedicación a servir a Dios como pastor en un iglesia a tiempo completo. Al segundo café, me manifestó creer en Dios, pero sus dudas respecto de cómo conocerlo profundamente. Recordé algunos principios de lo que significa conocer a Dios, es decir, ir más allá de simplemente creer que algo existe y le pregunté sobre si había entregado su corazón a Dios. La respuesta fue: “creo que sí, pero… ¿cómo saber?” Hay una historia de un chico que estaba haciendo volar un barrilete. Estaba tan alto, que desapareció entre las nubes. Un hombre que pasaba le preguntó: “¿Qué haces, sosteniendo esa cuerda?” El chico respondió: “Tengo un barrilete allá arriba.” El hombre miró y dijo: “No lo veo.” El niño replicó: “Bueno, sé que está ahí porque siento el tirón.” La idea no es practicar una religión, sino establecer con Dios una relación, un vínculo que podemos percibir. Quizá no siempre veamos todo lo que hay para ver, pero constantemente sentimos en nuestro corazón un “mover” que nos hace saber que estamos en contacto con Dios. Ése es el testimonio del Espíritu Santo. En la Biblia, hay una carta que escribió el apóstol Juan, la cual nos guía en éste idea. Nos da el discípulo de Jesús, cinco “pistas” acerca de mi relación con Dios. Si tienes un Nuevo Testamento, puedes buscarlo cerca del final en la Primera carta del apóstol Juan, en el capítulo 5. Primero, creemos en la existencia del Salvador, Jesucristo. Alguien le preguntó a Sundar Singh, el gran cristiano de la India, por qué era cristiano, y qué encontraba en el
cristianismo que no pudiera encontrar en las otras religiones de la India. Él respondió con estas dos palabras: “Cristo Jesús”. Todo inicia allí. Creo que existe Dios. Quiero conocerlo más. Relación.
Creer
¿Cree usted? La palabra “creer” implica la idea de rendición, de poner toda nuestra seguridad en lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz; no confiar en nuestras buenas obras, no confiar en nuestro dinero, no confiar en nuestras fuerzas, ni siquiera en ser miembro de una iglesia, sino confiar en la Persona de Jesucristo. Segundo, debemos cambiar de actitud con respecto al pecado. ¿Qué significa esto? Pues bien, 1 Juan 5:18 dice: “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado”. Usted dirá, “sin duda los cristianos pecan.” Obviamente y esto es un punto importante, una persona cerca de Dios, aún muy cerca de Dios, sigue siendo… ¡una persona! No se vuelve perfecta. Pero ¿sabe usted qué significa lo que dice este pasaje? No practicamos el pecado; es decir, el pecado ya no es habitual en nuestras vidas. Le apuntamos a hacer las cosas bien. No fantaseamos con la perfección y no debemos justificarnos con el argumento de que somos humanos. No estamos hablando de un libro contable de faltas y merecimientos, sino de encontrarnos con Dios.
Confesar
Pero supongamos que pecamos. Supongamos que resbalamos y caemos. Supongamos que cedemos ante la tentación por un momento. ¿Qué sucede? Tenemos que confesar ese pecado. Decírselo a Dios mismo; decirle: “Señor Jesús, he pecado.” La Escritura dice: “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado,” (1 Juan 1:7). “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,” (1 Juan 1:9). Es una cuestión entre Dios y yo y si me interesa la relación (más que la religión) haré lo que sea para quitar cualquier cosa que moleste. Haré cambios. No sólo debemos confesar nuestros errores, sino abandonarlos. No tiene sentido arrepentirnos del pecado y decir: “Lo lamento, Jesús, he pecado”, para luego volver a repetir el pecado. Eso no es verdadero arrepentimiento. El arrepentimiento implica dejar de repetir el pecado. En otras palabras, el pecado ya no es una práctica habitual en nuestras vidas. Quizá resbalemos y caigamos de tanto en tanto, pero no es una práctica. No lo hacemos en forma deliberada. Por eso es que la Biblia enseña que la vida del cristiano se vive día tras día. La Biblia dice que debemos alentarnos los unos a los otros “cada día,” (Hebreos 3:13) para hacer las cosas bien. Vivimos en una época en que las presiones que debemos soportar son quizá mayores que las que cualquier otra generación de la historia haya enfren-
tado. Tercero, debemos tener el deseo de obedecer a Dios. Esto no significa que podamos cumplirlos todo el tiempo, pero tenemos el deseo de hacerlo. Queremos hacerlo. Tratamos de hacerlo, con la ayuda de Dios. Hacemos el bien, alimentamos a los pobres, visitamos a las personas que están en prisión. “Como me envió el Padre, así también yo os envío,” (Juan 20:21).
Participar
Cuarto, debemos tratar de cuidar nuestras convicciones y no permitir ser manipulados por modas del momento. Primera Juan 2:15 dice: “No améis el mundo, ni las cosas que están en el mundo.” ¿Qué significa “el mundo”? Esa palabra, en griego, es “cosmos,” y significa el sistema que rige al planeta, donde el egoísmo reina y la búsqueda de mi exclusiva conveniencia manda, aunque perjudique a mi propia familia. Son muchísimas las ocasiones a lo largo de un día normal, donde nos topamos con la realidad de que “lo malo” tiene demasiado dominio. Satanás es llamado “el dios de este mundo” y “el príncipe de este mundo”. La Biblia enseña que debemos vivir en el mundo, pero no participar del mal de este mundo. Debemos estar separados del mundo del mal. Cuando me encuentro con determinadas cosas del mundo, me pregunto: “¿Está violando esto mis principios? ¿Le quita frescura a mi vida? ¿Puedo pedir que Dios me acompañe en esto que estoy por hacer? ¿Será piedra de tropiezo para otros? Las desviaciones en nuestra vida, no caen como una avalancha sobre una persona, barriéndola del camino. Es más como la gota persistente que cae y cae, y horada la piedra. Habrá una presión constante sobre nosotros, todos los días. La mayoría de nosotros cedería bajo esa presión, pero si busco a Dios, estaré pie. Quinto, debemos ser llenos del Espíritu. El primer fruto de la relación con Dios es el amor. “Sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte,” (1 Juan 3:14). ¿Ama usted? ¿Domina su vida el amor?
Pertenecer
Le pido que se comprometa y se asegure de que pertenece a Cristo. Sabe, Cristo llevó sus pecados sobre la cruz, y esos pecados ya quedaron a espaldas de Dios. Él los ha olvidado, a causa de Cristo. Esto es lo que sucede cuando una persona viene a Cristo. Dios no ve sus pecados; ve la sangre de Cristo. Dios le ofrece el mejor regalo, el más costoso de todo el mundo: la vida eterna. Hay que recibir ese regalo. Dios entregó a su Hijo. Su Hijo resucitó de los muertos. Esto va más allá de la concurrencia a cualquier iglesia, tiene que ver con la vida y la decisión que podemos tomar de cómo seguir adelante. Con Jesucristo hay más vida. Se vive mejor.
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La receta para tener una f Lea la Biblia diariamente
La Biblia es la Palabra inspirada de Dios. Además de revelar la Buena Noticia del perdón y la vida eterna, responde a las muchas preguntas que le surgirán al intentar vivir una vida que agrade a Dios. Ella le permitirá estar “enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:17). He aquí algunas sugerencias para comenzar a leer la Biblia diariamente: >Propóngase leer los libros del Nuevo Testamento en el siguiente orden: Primero, lea todo el Evangelio de Lucas, un capítulo por día. Esto le ayudará a comprender los hechos básicos relativos al evangelio. Luego lea Hechos, donde se encuentra la fascinante historia de cómo los primeros discípulos de Cristo extendieron la Buena Noticia de la muerte y la resurrección de Jesús. A continuación, lea algunas de las cartas que los apóstoles de Cristo escribieron a esos primeros discípulos, todos los cuales eran nuevos en su fe, tal como usted. Estas cartas van desde Romanos hasta 3 Juan. Después lea uno de los otros tres evangelios: Mateo, Marcos o Juan. >Piense en lo que ha leído; estúdielo y analícelo. Pida a su pastor o a un amigo cristiano maduro que le recomiende una buena guía para el estudio bíblico. La Biblia no sólo nos revela a Dios; también contiene mayor sabiduría que todos los demás libros del mundo. >Lea los Salmos (el libro de adoración del Antiguo Testamento) para enriquecer su devoción a Dios. >Lea Proverbios para ganar sabiduría y sentido común, y para fortalecer sus relaciones con otras personas. >Ore pidiendo entendimiento. El Espíritu Santo le ayudará (Salmos 119:18) y comenzará a ver la vida desde la perspectiva de Dios. >Siempre que pueda, hable con otras personas sobre lo que está aprendiendo.
Ore diariamente
Hable con Dios a menudo. Coméntele sus problemas. Permita que él lleve el peso de sus aflicciones. (Ver Mateo 11:28; 1 Pedro 5:7.) Alabe y agradezca a Dios por quien él es y por lo que ha hecho por usted. Admita sus debilidades. Confiese todo pecado específico del que tenga conciencia. Ore para
que otras personas también reciban a Jesucristo como su Señor y Salvador. Sugerencias para su tiempo devocional diario: >Planifique un tiempo específico, preferentemente por la mañana, cuando su mente está fresca y descansada. Haga de ello un hábito. >Elija un lugar tranquilo, donde pueda estar a solas con Dios. >Haga una lista de peticiones, tanto a favor de otros como para usted. >Lea una porción de la Biblia y medite en lo que leyó; luego dedique un tiempo a la oración. >Al finalizar su tiempo diario a solas con Dios, conságrele su día y conságrese usted también a Él.
Aprenda a depender del Espíritu Santo
Dios es, en realidad, tres personas en una: Dios el Padre, Dios el Hijo (Jesucristo) y el Espíritu Santo. La Biblia enseña que el Espíritu Santo vive realmente dentro de cada persona que cree en Cristo. (Ver Juan 14:16-17.) La Biblia dice que el Espíritu Santo, al vivir en su interior, es su consejero, y le ayuda a comprender la verdad revelada en la Palabra de Dios: “El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26). El Espíritu Santo: >Le enseñará >Lo guiará >Lo fortalecerá en sus tiempos de necesidad
Asista regularmente a la iglesia
Cuando usted recibió a Jesucristo como su Señor y Salvador personal, comenzó una relación, no sólo con él, sino con todos los demás cristianos. Sea lo que fuera que haya significado para usted en el pasado, ahora ir a la iglesia puede convertirse en una experiencia rica y satisfactoria. No hay iglesia perfecta, pues está compuesta por gente como usted o yo. Los errores están garantizados, aún así le ayudará: >Usted crecerá en su comprensión de las cosas de Dios al oír su Palabra cuando es predicada y enseñada. >La Presencia del Espíritu Santo se volverá más intensa.
a fe fuerte >Podrá hacer preguntas y comentar cosas de la Biblia con otros. >Aprenderá a adorar a Dios, que es alabarlo por todo lo que Él es y darle gracias por todo lo que hizo por usted. >Al adorar, aprender y servir junto con otros, encontrará personas con las que puede formar amistad duradera.
Sirva a los demás
Descubrirá que cuanto más se entregue en servicio a los demás, más disfrutará de su vida cristiana. Los mandamientos básicos a la hora de definir la relación con Dios, son amar a Dios y amar al prójimo. Ese amor de dos ejes, debe ser concreto y evidente. Esté atento a las necesidades de quienes le rodean en cualquier ámbito. Preocúpese por sus vecinos. No se desentienda de los pobres. Esfuércese al máximo por su familia.
Aprenda a vencer sus dudas
No olvide jamás que somos personas limitadas >Puede haber grandes fracasos en su vida cristiana. >Quizá se descubra pensando cosas que se supone que los cristianos no deben pensar. >Quizá lo moleste algún pecado no confesado. >Quizás le ocurra a otro cristiano que tengas cerca Cuando le sucedan estas cosas, es importante recordar que usted no es salvo o salva por ser una persona buena sino por lo que Cristo ya hizo por usted. No juzgue.
Aprenda a vivir un día a la vez
Demasiadas veces, permitimos que la ansiedad nos domine. Nos preocupamos hasta enfermarnos, pensando en lo que puede suceder mañana. ¡Nos hacemos problema por las cosas aun antes de que existan! >La Biblia dice que no debemos estar ansiosos por lo que pueda suceder mañana (Vea Mateo 6:33-34). >La Biblia también nos promete: “Como tus días serán tus fuerzas” (Deuteronomio 33:25, RVR-1960). En otras palabras, la gracia de Dios será suficiente para enfrentar las demandas de cada nuevo día.
Descubra la bendición de luchar y vencer
Los contratiempos, los problemas de salud y cualquier experiencia de sufrimiento adquieren una perspectiva nueva cuando usted tiene a Cristo en su vida: >En lugar de desmoralizarse, usted puede fortalecerse. >En lugar de ser una carga para los demás, usted puede ser una bendición. Usted crecerá en su fe al descubrir el poder, el consuelo y la fortaleza de Dios en las experiencias de la vida. >Dios nos dá fuerzas para cualquier batalla que nos toque enfrentar.
Aprenda a enfrentar la tentación
Las tentaciones son parte de la vida. Lo eran antes que usted recibiera a Cristo, y continuarán siéndolo. No es pecado tener pensamientos equivocados de vez en cuando; pero sí es pecado decidir detenerse en ellos una y otra vez. La Biblia dice: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41). Cuando Jesús fue tentado en el desierto, respondió al diablo citando las Escrituras. Tres veces le dijo: “Escrito está:…”(Mateo 4:4, 7, 10). Esté preparado para la tentación, por medio de la oración y del conocimiento de la Palabra de Dios. La Biblia dice: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” – 1 Corintios 10:13. Esté preparado para hacer uso de la “salida” que Dios ofrece para la tentación, ya sea que “huya” de la escena de la tentación (1 Timoteo 6:11), o que permanezca en ella y la “resista” – Santiago 4:7.
Hable a otras personas de Cristo
Hablarles a los demás acerca de su nueva vida en Cristo, con sus palabras y con su vida, puede ser una de las experiencias más satisfactorias y emocionantes que jamás haya vivido. Muestre por su propia vida, la bendición que significa estar cerca de Dios
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3 Consejos para Su famil Entre más vivo, más estoy convencido de lo fácil que es dejar escapar momentos irrecuperables. Pensé que había aprendido esta lección cuando Cynthia y yo criamos a nuestros hijos. Pero me estoy dando cuenta de que también es verdad ahora que tenemos a nuestros diez nietos. Independientemente de nuestras ocupadas agendas y de nuestras muchas responsabilidades, necesitamos atesorar todos esos preciosos momentos que nuestros hijos nos ofrecen. Si me permite ser práctico, quisiera hacerle la misma pregunta que precisamente está en su mente en este instante:“¿Y cómo hago eso?” Bueno, me da gusto que haya preguntado. He aprendido que podemos capturar todos aquellos irrecuperables momentos siguiendo estas tres sencillas aplicaciones de dos palabras.
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En primer lugar, dé atención. Y con esto me refiero a ver más allá de las necesidades de cada niño; necesitamos dar nuestra total atención al niño. Me gusta la manera en que una mujer lo puso. En lo particular me impresiona mucho su honestidad. Nunca les puse atención a mis hijos. Cuando veía sus bocas, notaba lo sucio alrededor de ellas. Cuando veía sus narices, notaba que goteaban. Cuando veía sus ojos, notaba que estaban abiertos cuando deberían estar cerrados. Cuando veía su pelo, notaba que necesitaban un corte de cabello o ser peinados. Nunca observé la cara entera sin antes ofrecerles un consejo. Por más de veinte años, yo misma me invité a ser parte de sus vidas. Les puse suéteres cuando yo tenía frío, les quitaba las cobijas de sus camas cuando yo tenía calor. Los alimentaba cuando yo tenía hambre, y los ponía en la cama cuando yo estaba cansada. Los ponía en dietas cuando yo estaba gorda. Los llevaba a lugares en auto cuando yo sentía que la distancia era muy larga para caminar. Les decía que tomaban mucho de mi tiempo. Nunca me percaté, al dedicar mi vida entera a planchar los cuellos sucios de sus camisas, de
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que la limpieza no se aproxima a lo divino—los hijos sí. Véase así mismo por un momento. ¿Se ha convertido en una persona exigente en su hogar? ¿Se ha vuelto en una persona tan delicada, que todo en su hogar debe estar constantemente limpio? ¿Realmente esa nitidez se aproxima a lo divino o es sólo un intento por querer tener el control de todas las cosas? El sucio siempre regresa. Pero honestamente le digo que los hijos quizás nunca regresan. Dele atención a sus hijos. Puede entrenarlos sin necesidad de romperles su espíritu o de degradar su autoestima.
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En segundo lugar, tome fotos. Capture esos momentos especiales con su cámara. Cuando empiecen a andar en bicicleta y a duras penas se puedan balancear, tómeles una foto. Cuando rayen las paredes con marcadores, tómeles una foto. Cuando lleven a cenar a la novia por primera vez, busque su cámara. Tomamos fotografías de cumpleaños, graduaciones, y obviamente de bodas, pero a lo que más me refiero es a tomar fotos de los momentos diarios de las vidas de cada uno de sus hijos, los cuales son irrecuperables. Capture permanentemente esos momentos tomando fotografías de ellos. Haga álbumes individuales de cada uno de sus hijos y regáleselos para que cuando ellos tengan sus propios hijos, puedan mostrarles las fotos que usted tomó. Uno captura más que imágenes cuando toma fotografías.
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En tercer lugar, ríase más. Se lo digo en serio pues vivimos en una generación de caras largas, siempre estamos tensos. Una de mis contribuciones a mi familia, es el sentido del humor. Y lo seguiré conservando por el resto de mi vida. Quizás ellos no recuerden ninguno de mis sermones, pero espero que siempre recuerden que fui el hombre que tiró a su madre en la piscina, y vivió para contarlo. La mayoría de los padres con hijos adultos se arrepienten de una cosa. Se arrepienten de no
ilia
haberse divertido. Los momentos divertidos, son aquellos que los hijos graban en sus memorias. Recuerdan aquellos momentos que sucedieron no como se planeó, o cuando papá se tropezó y tiró su comida en el suelo del restaurante, o cuando mamá, bromeando, hizo que un abogado llamara a papá amenazándolo con demandarlo. Si usted se ríe de momentos como estos, ellos también lo harán. Lamentablemente ellos también se acuerdan del pequeño derrame de leche que se convirtió en una hora de culpabilidad y de burlas. Sin el sentido del humor, usted como padre muy
pronto se convertirá en un verdugo. Sus hijos se sentirán incómodos, y en constante tensión al estar cerca de usted…y ansiarán volver al tiempo en que no lo estaban. ¡Qué trágica forma de crecer! Suéltese un poco… ¡ríase más! Se arrepentirá si no lo hace. La risa en casa comienza con usted. El tiempo con nuestros hijos y nietos es muy valioso. Es un tiempo irrecuperable. . . nunca llegará otra vez. ¿Mi consejo? Dé atención…tome fotos…y ríase más.
Navidad en AdroguĂŠ
pesebre viviente + obra de teatro + jazz navideĂąo
20/Dic _ 20hs _ Plaza Brown
preparandonos para el 2015