Adaptaci贸n para uso exclusivamente educativo.
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En un lugar de la Mancha, vivió hace mucho tiempo un hidalgo llamado Alonso Quijano. Era muy flaco y de rostro alargado.
Compartía casa con un ama, una
joven sobrina y un mozo que se ocupaba del campo. Su principal afición era la de leer libros de caballerías, y de tanto leer y poco dormir, enloqueció. Alonso quiso convertirse en caballero andante. Para ello, a su caballo, también flaco, muy flaco, lo bautizó Rocinante. Tomó el nombre de don Quijote de la Mancha. Por último, eligió a una dama por quien recorrer el mundo librando batallas, una labradora llamada Aldonza Lorenzo, que pasó a llamarse Dulcinea del Toboso.
Una mañana don Quijote empuñó la lanza y se subió a lomos de Rocinante dispuesto a comenzar su aventura. Cansado de cabalgar, vio a lo lejos una venta, en la que creyó ver un castillo. Y allí en el patio de la venta pasó la noche don Quijote, en espera de ser nombrado caballero al amanecer.
Llegado el momento, el ventero dio dos toques con la espada en los hombros del caballero y le recordó que necesitaría un buen escudero, además de algo de dinero. Y así fue como don Quijote decidió volver a su casa dispuesto a encontrar un buen escudero.
De vuelta a casa, don Quijote pensó que un labrador pobre, de nombre Sancho Panza, podría convertirse en su escudero. Vio entonces a unos mercaderes, y tomándolos por caballeros, se colocó en mitad del camino. - No podréis pasar sin antes prometer que no hay doncella más hermosa sobre la tierra que mi señora, Dulcinea del Toboso.
Uno de ellos insultó a su amada y el caballero arremetió contra él con su lanza, con tan mala suerte que, en la embestida, cayó Rocinante y tras él salió rodando don Quijote.
Sancho Panza y don Quijote entraron en el pueblo al anochecer. - 隆Malditos libros! exclam贸 la sobrina de don Quijote. Ellos son los culpables de los males de mi amo.
El ama empezó a echarlos a la hoguera, de la que solo un par de ellos se libraron. Pero tan pronto pudo ponerse en pie, don Quijote fue en busca de sus libros. -- ¿Dónde está mi biblioteca?- preguntó don Quijote. -- Querido tío, durante su ausencia un mago entró en la casa, la llenó de humo e hizo desaparecer los libros.
Todo parecía haber vuelto a la calma una vez destruidos los libros de caballerías, pero al poco tiempo don Quijote fue en busca de Sancho Panza, en quien creía ver al perfecto acompañante para sus andanzas. Don Quijote le habló de las aventuras vividas por los caballeros andantes y de la costumbre de obsequiar a los escuderos con el gobierno de algunas de las tierras que conquistaban. Y Sancho empezó a verse a sí mismo como un hombre rico, gobernador de una ínsula, y enseguida aceptó la propuesta de convertirse en escudero de don Quijote.
Llegaron el caballero y su escudero a un campo donde había molinos de viento. - ¿Ves aquellos gigantes? Me enfrentaré a ellos, dijo don Quijote. - Mire, señor, que son molinos – dijo Sancho. En esto se levantó algo de viento y las aspas de los molinos empezaron a girar. Don Quijote se encomendó a Dulcinea, y a todo galope embistió contra el primer molino. La lanza fue a dar en un aspa, que levantó por los aires al caballo y al caballero. En su ayuda corrió el escudero, que exclamó:
- ¡Pero, señor! ¿Acaso no os he dicho que no eran gigantes, sino molinos de viento? - Calla, Sancho- respondió don Quijote -, que las cosas de la guerra están sujetas a continuos cambios. Sancho ayudó a su señor a subir a lomos de Rocinante y emprendieron la marcha.
Aparecieron en el camino dos frailes y, detrás de ellos, un carruaje
acompañado
por
cinco
jinetes,
pero
don
Quijote
imaginó que eran magos que llevaban secuestrada a alguna princesa. - ¡Gente endiablada, soltad ahora mismo a la princesa o preparaos para morir!
Las explicaciones de los frailes no sirvieron al caballero, que arremetió contra uno de ellos y le tiró al suelo, mientras el otro huía. Cuando Sancho se acercó al fraile para quitarle los hábitos, dos mozos fueron hacia él y le apalearon. Por su parte, don Quijote tuvo que vérselas con un escudero que acompañaba a la dama del carruaje, el cual rompió la armadura del hidalgo a la altura del hombro y le hizo un corte en una oreja.
Tan maltrecho quedó el hidalgo que pidió a Sancho que le consiguiera
el
bálsamo
de
Fierabrás,
un
bebedizo
de
propiedades mágicas capaz de revivir a los muertos. Don Quijote se lo bebió de un trago y después se quedó dormido. Sancho también probó el bebedizo, pero nada más hacerlo sintió que se moría. - Eso te pasa, querido amigo, por no ser caballero andante, pues ese licor solo es capaz de curar a quienes lo somos- dijo el caballero al bueno de Sancho. Con el nuevo día, decidieron retomar el camino en busca de aventuras.
Marchaban por la llanura don Quijote y Sancho, cuando el caballero dijo: -¿Ves aquella polvareda? Pues no es otra cosa que un enorme ejército. -Dos ejércitos deben de ser, mi señor – dijo Sancho-, pues en el lado contrario se divisa otra polvareda. Con Sancho casi convencido de que
se
aproximaban
dos
ejércitos
enemigos y no dos rebaños de ovejas, se dispusieron a entrar en la batalla. El
caballero,
lanza
en
ristre,
dio
espuelas a Rocinante y, al galope, cargó contra lo que creía un ejército. No tardó en rodar por el suelo y salir mal parado de las embestidas y patadas de los animales, gracias a las cuales dientes.
perdió
buena
parte
de
sus
Llegaron al pie de una montaña, bajo la cual discurría un arroyo rodeado de un prado. Y el Caballero de la Triste Figura, que así llamaba Sancho a su amo, dijo a su escudero: - Sancho, has de ir al Toboso y entregar a mi señora Dulcinea una carta escrita por mí, con la firma. “Tuyo hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura”. El escudero partió a lomos de Rocinante. Mientras, don Quijote se quedó en camisa y se puso a dar volteretas por aquel prado. En el camino de regreso, Sancho se encontró en la venta a los amigos de don Quijote, quienes habían partido en su busca. Alarmados por las noticias de Sancho sobre la locura del hidalgo, hicieron un plan para engañarle diciéndole que estaba encantado y llevarle así de vuelta a casa.
Don Quijote llegó a su aldea enjaulado, pero pasados tres días, el caballero y el escudero volvieron al camino. Primero viajaron al Toboso, para que el caballero recibiera la bendición de Dulcinea. Y finalmente, don Quijote y Sancho conocieron a unos duques, que dieron al escudero el gobierno de la ínsula Barataria. Los duques sólo buscaban burlarse del escudero, quien pasó todo ese tiempo a pan y agua. Un buen día, Sancho decidió dejar el cargo e ir en busca de su señor para retomar juntos la aventura.
Don Quijote vio acercarse a un caballero que, como él, iba armado y a caballo. - Soy el Caballero de la Blanca Luna y vengo a probar la fuerza de tu brazo. Si yo venzo, te retirarás a tu aldea. Si vences tú, será tuya la gloria de mis hazañas. - Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra- dijo don Quijote. Desarmado, triste y vencido, regresó a casa. Murió unos días después, tras renegar de su condición de caballero diciendo: - Ya no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano el Bueno.