Microrrelatos
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Los microrrelatos —también llamados relatos hiperbreves, minirrelatos, nanocuentos…— son, como su propio nombre indica, relatos brevísimos. El tamaño, en este caso, importa: la única exigencia del microrrelato es su brevedad. El más famoso microrrelato lo escribió Augusto Monterroso y es el siguiente: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Quizá al leer este texto pienses que, desde luego, el autor no se ha esforzado mucho o que tú también serías capaz de escribir algo así. Estupendo, porque la siguiente redacción que vamos a hacer en clase consistirá en escribir un microrrelato. No os preocupéis de momento por la fecha de entrega… tenemos todas las vacaciones para pensar un tema y ver cómo lo escribimos. No os agobiéis tampoco si “no os sale”, no pasa nada. A la vuelta dedicaremos una clase a trabajar sobre este tipo de textos. No existe una receta para escribir microrrelatos, sin embargo, puede ser útil leer algunos para ver cuáles son sus características más destacables y elaborar, a partir de ellos, nuestros propios relatos. Si, en general, en un texto literario todos los elementos son imprescindibles y solidarios (es decir, se exigen los unos a los otros), en el microrrelato esto es especialmente cierto. Cada adjetivo, cada sustantivo, cada signo de puntuación tiene su razón de ser y su función en el relato. Al tratarse de textos tan breves, la selección de los elementos es fundamental y la connotación de cada significante ha de ser lo más rentable posible, porque no hay espacio para que sobre nada. Observa que, por lo general, los microrrelatos son los únicos textos en los que el resumen es más largo que el propio texto.
Fíjate en este microrrelato de Beatriz Martínez Manzanares e intenta resumirlo:
TRASPLANTE
Mi corazón te espera, es lo único que queda de mí, estoy dentro de otra. Búscame.
El hecho de que un microrrelato sea breve no significa, por tanto, que no se puedan contar muchas cosas. El siguiente relato de Beatriz Pérez Montero cuenta, como indica su título, toda una vida: TODA UNA VIDA Lo vio pasar en un vagón del metro y supo que era el hombre de su vida. Imaginó hablar, cenar, ir al cine, yacer, vivir con él. Dejó de interesarle.
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Pese a su brevedad, los microrrelatos son textos plenos, autosuficientes, que cuentan historias completas. Lee el siguiente cuento de Marco Denevi: VERITAS ODIUM PARIT (La verdad engendra el odio) Traedme el caballo más veloz, pidió el hombre honrado. Acabo de decirle la verdad al rey. Una de las características de los microrrelatos es que prácticamente todos ellos tienen título y además este título es especialmente importante porque amplía, completa o explica el relato. Suelen ser títulos sugestivos —en ocasiones escritos en otra lengua— para incitar la curiosidad o despertar el interés del lector. Los microrrelatos pueden adoptar cualquier forma. Pueden ser textos narrativos, descriptivos, etc., incluso pueden imitar textos no literarios: una receta, un informe, un anuncio por palabras, un texto legislativo, unas instrucciones… recordad las Instrucciones para llorar de Julio Cortázar. En otras ocasiones, pueden adquirir forma completamente dialogada, como en este relato de William Ospina:
AMENAZAS — Te devoraré— dijo la pantera. — Peor para ti— dijo la espada. También pueden tener el tono de un cuento popular. Irene Brea utiliza la forma del cuento popular para ofrecernos su propia versión del cuento de la lechera: LA LECHERA PRAGMÁTICA De camino al mercado, la lechera sólo pensaba en las ganas que tenía de beber la fresquísima leche del cántaro. Pero logró resistirse, y al llegar le dieron una suma exorbitante por la mercancía. Ello hizo que, en adelante, no soñara lo que habría soñado si el cántaro se hubiera roto. O incluso imitar los cuentos orientales, a veces con humor, ¿os acordáis de este relato de Jean Claude Carrière? Lo leímos en clase
UN ESPEJO EN EL DESIERTO El poeta persa que llamamos Rumi cuenta, en el Masnavi, la historia de un hombre de horrible fealdad que atravesó a pie el desierto. Vio algo que brillaba en la arena. Era un trozo de espejo. El hombre se agachó, cogió el espejo y lo miró. Nunca antes había visto un espejo. —¡Qué horror!— exclamó—. ¡No me extraña que lo hayan tirado! Tiró el espejo y prosiguió su camino.
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Los relatos hiperbreves buscan la diversión y la seducción de los lectores, por ello los autores no dudan en jugar con las categorías de la narración (punto de vista, espacio, tiempo, personajes, orden narrativo, etc.) para provocar la sorpresa y el interés. Es el caso de algunos los microrrelatos de terror de Fernando Iwasaki en los que el lector descubre al narrador en la última línea: LA OUIJA Siempre me advirtieron que no moviera la copa y jamás les hice caso. Yo recorría las letras del tablero y me tronchaba cuando veía sus caras descompuestas, cuando escuchaba sus respiraciones entrecortadas, cuando sentía de pronto la caricia helada de mis manos. Una noche partí la copa y cundió el pánico. Quise decirles que había sido yo, pero ya era demasiado tarde. Sin embargo, no se quedaron en casa ni hubo que clausurar aquella habitación como hizo mamá la última vez. Se fueron como almas cargadas por el diablo y yo hasta ahora les echo de menos. Los nuevos inquilinos nunca juegan con el tablero, y a mí me da vergüenza mover las cosas sin que me llamen. Este mismo autor nos proporciona un interesante uso del tiempo en su relato Dulce compañía: No quería castigar al niño, pero fue inevitable. No sólo mintió sino que además me amenazó. Desde entonces está raro. No habla, no juega y no quiere que lo bese. Me da miedo cómo mira, la forma en que come, las cosas que canta. Esta mañana salí al jardín y en un paquetito que estaba junto a unas velas negras encontré uñas cortadas, sobras de comida y una foto carné mía. No he querido llamarle la atención de nuevo, pero lleva encerrado en su cuarto desde anoche. He subido las escaleras y he sentido escalofríos, un olor extraño y unas sombras huidizas. El niño habla con alguien y sigue cantando esas canciones horribles. Le pido que me hable y me insulta y se ríe. No tengo más remedio que abrir la puerta. Muchos microrrelatos juegan con la lógica e invierten conceptos como la causa y el efecto, como en este hiperbreve de César Vallejo: Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar, sino para que empiece a nevar. En otros casos la paradoja tiene que ver con conceptos morales y políticos, a menudo contados con ironía como el famoso microrrelato de Monterroso, titulado La oveja negra:
En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.
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El microrrelato es un género hipertextual por naturaleza, es decir, remite frecuentemente a otros textos a los que alude más o menos explícitamente, juega con la cultura del lector que debe movilizar todos sus recursos para comprenderlo. En muchas ocasiones, además, se recurre a la mitología, a veces cambiando el punto de vista de la historia o su intención. Éste es el caso del siguiente cuento de Augusto Monterroso que ofrece una versión distinta de la historia de Ulises y Penélope: LA TELA DE PENÉLOPE O QUIÉN ENGAÑA A QUIÉN Hace muchos años vivía en Grecia un hombre llamado Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio era muy astuto) casado con Penélope, mujer bella y singularmente dotada cuyo único defecto era su desmedida afición a tejer, costumbre gracias a la cual pudo pasar sola largas temporadas. Dice la leyenda que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus prohibiciones ella se disponía un vez más a iniciar uno de sus interminables tejidos, se el podía ver por las noches preparando a hurtadillas sus botas y una buena barca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a buscarse a sí mismo. De esta manera ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles creer que tejía mientras Ulises viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella tejía, como pudo haber imaginado Homero, que, como se sabe, a veces dormía y no se daba cuenta de nada. También son frecuentes los juegos de palabras como base de algunos microrrelatos. Este primer relato juega con las palabras y, al mismo tiempo, alude a la historia de Penélope: PASIÓN ESDRÚJULA Penélope nictálope, de noche teje redes para atrapar un cíclope. O este otro de Ana María Shua, que juega con la terminología náutica: ¡ARRIAD EL FOQUE! ¡Arriad el foque!, ordena el capitán. ¡Arriad el foque!, repite el segundo. ¡Orzad a estribor!, grita el capitán. ¡Orzad a estribor!, repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprés!, grita el capitán. ¡El bauprés!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitán. ¡El palo de mesana!, repite el segundo. Entretanto la tormenta arrecia y los marineros corremos de
un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio. Os dejo con este microrrelato de José María Merino, uno de mis favoritos, se titula El pozo: Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior. “Este es un mundo como otro cualquiera”, decía el mensaje.
5 1. Un microcuento es una historia mínima que no necesita más que unas pocas líneas para ser contada, y no el resumen de un cuento más largo. 2. Un microcuento no es una anécdota, ni una greguería, ni una ocurrencia. Como todos los relatos, el microcuento tiene planteamiento, nudo y desenlace y su objetivo es contar un cambio, cómo se resuelve el conflicto que se plantea en las primeras líneas.
3. Habitualmente el periodo de tiempo que se cuente será pequeño. Es decir, no transcurrirá mucho tiempo entre el principio y el final de la historia. 4. Conviene evitar la proliferación de personajes. Por lo general, para un microcuento tres personajes ya son multitud. 5. El microcuento suele suceder en un solo escenario, dos a lo sumo. Son raros los microcuentos con escenarios múltiples. 6. Para evitar alargarnos en la presentación y descripción de espacios y personajes, es aconsejable seleccionar bien los detalles con los que serán descritos. Un detalle bien elegido puede decirlo todo. 7. Un microcuento es, sobre todo, un ejercicio de precisión en el contar y en el uso del lenguaje. Es muy importante seleccionar drásticamente lo que se cuenta (y también lo que no se cuenta), y encontrar las palabras justas que lo cuenten mejor. Por esta razón, en un microcuento el título es esencial: no ha de ser superfluo, es bueno que entre a formar parte de la historia y, con una extensión mínima, ha de desvelar algo importante. 8. Pese a su reducida extensión y a lo mínimo del suceso que narran, los microcuentos suelen tener un significado de orden superior. Es decir cuentan algo muy pequeño, pero que tiene un significado muy grande. 9. Es muy conveniente evitar las descripciones abstractas, las explicaciones, los juicios de valor y nunca hay que tratar de convencer al lector de lo que tiene que sentir. Contar cuentos es pintar con palabras, dibujar las escenas ante los ojos del lector para que este pueda conmoverse (o no) con ellas.
10. Piensa distinto, no te conformes, huye de los t贸picos. Uno no escribe (ni microcuentos ni nada) para contar lo que ya se ha dicho mil veces.
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