En mangas de camisa marzo abril

Page 1

en

manGasde camIsa

BoletĂ­n Informativo del Centro Regional del Salesiano Coadjutor


en

suscríbete!

manGasde camIsa

www.coadjutor.org Recibí el En Mangas de Camisa en tu e-mail. Solo ingresa a nuestra página web y suscríbete!!

en

manGasde camIsa Boletín Informativo del Centro Regional del Salesiano Coadjutor

Marzo-Abril 2016| 002 Contáctenos: Email: crescosdb@gmail.com Tel: +502-24745961/24745953 Guatemala


editorial P. Miguel Aguilar sdb.

A celebrar la Vida Celebramos, con gozo, la Pascua del Señor. Por eso creemos en la Resurrección de la carne, en la Resurrección de los cuerpos. Esa fe, esa esperanza, nos hace valorar las realidades terrenas y darles una dimensión espiritual y trascendente. Todo lo que estamos viviendo ahora, la historia actual, tiene un valor que va más allá de lo inmediato. Ya nos decía un santo obispo: "Si es verdad que la Palabra se hizo carne y que nosotros, en la cena del Señor, comemos esta Palabra hecha carne, ¿cómo no será verdad que habita en nosotros con su naturaleza aquel que, por una parte, al na-

cer como hombre, asumió la naturaleza humana como inseparable de la suya y, por otra, unió esta misma naturaleza a su naturaleza eterna en el sacramento en que nos dio su carne? Por eso todos nosotros llegamos a ser uno, porque el Padre está en Cristo y Cristo está en nosotros; por ello, si Cristo está en nosotros y nosotros estamos en él, todo lo nuestro está, con Cristo, en Dios." (San Hilario). Por la Resurrección valoremos, pues, la realidad humana que Cristo asumió y le dio plenitud.


Dios se manifiesta en la historia humana a través de las situaciones que cada persona va viviendo, de cómo le afectan esas situaciones y de los sentimientos, pensamientos y acciones que se generan a partir de eso. Allí toma papel fundamental el discernimiento como una actitud propuesta a toda persona para identificar lo que cada cosa o situación representa en la vida de cada uno y como eso se relaciona con otras vivencias. En esta dinámica entran en juego el acompañado y el acompañante. Ambos deben dar su aporte para que el proceso de diálogo sea provechoso. Compartimos con ustedes lo que para nosotros es el decálogo del acompañante y del acompañado para que esta experiencia sea más fructífera.

Decálogo del Acompañado/a

1

Ser acompañado/a libremente, por convencimiento, nunca por obligación ni cumplimiento.

2 3 5

6

Ser dóciles al Espíritu, dejarse guiar en clave de fe.

Voluntad, querer recorrer el camino con seriedad.

4

Confiar.

Apertura, aceptando la palabra que nos interpela.

Conocer nuestro propio ritmo y respetarlo nuestros procesos.

9

8

7

Hacer el camino según las propias posibilidades. Honestidad y franqueza, con uno/a mismo/a, con el acompañante, cultivando la transparencia.

Tener sistematicidad, no acudir sólo en tiempos de crisis.

10

El acompañamiento es una práctica que se aprende.


Decálogo del Acompañante Saber escuchar. Saber comprender.

1

2

Poseer madurez afectiva.

Coherencia de vida.

4

3

Que guste del acompañamiento y que al mismo tiempo, pueda dedicarle tiempo. Que no juzgue y que sepa respetar el proceso.

6

Saber manejar manejar el tiempo de escuchar y el tiempo de hablar. Que tenga experiencia de vida.

8

Que esté habituado al discernimiento espiritual.

9

Que posea conciencia de la individualidad del acompañado y respete su libertad.

5

7

10


El salesiano coadjutor algunas reflexiones desde la secularidad Por: Hno. Jesús Olarte

Los salesianos coadjutores somos hermanos religiosos y, como tal, parte del pueblo de Dios y, en él de, la gran mayoría laica de la iglesia. No somos parte de la jerarquía, pero convivimos con hermanos clérigos y compartimos con ellos la vida y la misión, y la única vocación salesiana. Desde esta perspectiva una pregunta resuena con fuerza en mi cabeza y mi corazón ¿cómo debe ser la relación de un salesiano con “el mundo”, y más particularmente la de un hermano coadjutor? Podemos decir que una característica intrínseca a la vocación del salesiano coadjutor, por su laicidad, es la secularidad: estar cercano, o mas bien sumergido, en las realidades seculares. Sin embargo es un punto poco abarcado y explicitado en su formación como hermano laico. Es también un concepto que genera controversia, sobre todo ante la tradicional concepción de la vida consagrada como “fuga mundi”. Pero se viven tiempos nuevos, y la vocación del salesiano coadjutor fue soñada y dada a luz por su padre Don Bosco, justamente a los fines de insertarse en el mundo del trabajo. Con estas inquietudes es que me animo a poner en consideración algunas reflexiones sobre la vida consagrada y la secularidad, con la intención de echar un poco más de luz sobre el tema. ¿Sagrado o profano? Es un hecho, afirma el claretiano Bonifacio Fernández, que “la raíz cultural e histórica de la secularización está en la Biblia”. Dios es el creador del mundo, el mundo es su criatura. Pero en un segundo momento el Verbo se encarna en ese mundo creado. El mismísimo Hijo de Dios “asume una humanidad concreta, la personaliza, la vive activamente”. Y finalmente hay un tercer momento clave de la historia de la salvación, que sustenta y fundamenta la secularización: es la muerte del

Hijo de Dios, crucificado por los hombres. La humanidad vale tanto como para costarle a Dios la muerte de su Hijo. Esta perspectiva da un giro copernicano al tema de lo sagrado y lo profano. La creación del Padre, junto a la encarnación y crucifixión del Hijo, colocan lo santo y lo sagrado en el centro mismo de lo humano, en la humanidad. “El acontecimiento de Jesús opera un desplazamiento muy significativo: de la esfera sacral a la esfera profana; de lo ritual y cultual a lo existencial; de las cosas a las personas; de las leyes, los méritos y los premios al


maestros porque no nos la creeríamos, sino porque estaríamos dispuestos a compartir el magisterio, a aprender de la propia vida, a aprender de los demás, a utilizar su lenguaje, a dejarnos interrogar, a humanizamos más. - Tendríamos los ojos abiertos para descubrir las pobrezas lacerantes de nuestro entorno y las nuevas pobrezas que emergen. Es decir, entraríamos de lleno en nuestro siglo, que de ahí viene lo de “secular”, porque no tenemos ni más siglo ni más presente que el que nos ha tocado vivir. Y ahí nos quiere Dios. Y los pobres son lugar de encuentro con Dios, lugar teológico por excelencia. Y no los pobres que querríamos, sino los pobres tal y como son, de la misma forma que no podemos pensar en los jóvenes tal y como los querríamos, sino en los jóvenes tal y como son. Ahora bien, agrega el autor, “deberíamos trabajar por conjugar una sana secularización, con la plena conciencia de pertenecer a Jesús y de tenerle en el centro de la vida”. Esto implicaría estar plenamente en el mundo, en la realidad, entre los pobres, tal y como nos decía Jesús. Pero viviendo también, tal y como Jesús nos decía, sin ser del mundo. Lo más triste sería, sostiene de Vega, “que hubiéramos llegado a una situación de ser del mundo, por las modas, el nivel de vida, la tecnología al último grito, el que no sólo no nos falte de nada, sino que nos sobre de todo; sin estar en el mundo, es decir, viviendo recluidos del mundo, en nidos confortables, al servicio de nuestros planes y no de las personas, conociendo la realidad sólo por el periódico, los libros o la televisión, sin implicarnos, habiendo hecho de nuestras comunidades, o lo que sería aún peor, de nuestras habitaciones, nuestro

mundo, que nos impediría estar en el mundo real”. ¿Y qué podemos decir del salesiano coadjutor? Creo que los elementos que nos brinda Esteban de Vega son, por demás, útiles e iluminadores para hacer un exhaustivo examen de cuán secularizados estamos los salesianos, y los hermanos coadjutores en particular. Sin embargo, me limito a compartir un breve análisis y algunas intuiciones desde mi humilde experiencia y perspectiva al respecto. ¿Estamos cerca de los jóvenes más pobres reales, o nos quedamos esperando en nuestros colegios a que ellos vengan? Claro que no solo colegios tenemos entre nuestras obras, pero pongo ese tipo de obra porque, de lo que he ido conociendo, es la que más abunda en nuestras inspectorías. ¿Son los colegios aptos para que vivan y trabajen salesianos cercanos al mundo? Pues creo que con la actitud de quedarnos a esperar a que los jóvenes vengan, seguramente no estaremos muy metidos en el século. La actitud debería ser de salida, como el Papa y la congregación nos invitan. Y quizás en esa “salida” alguna vez ya no volvamos, y encontremos un nuevo lugar. Pero sin duda salir da miedo, no nos sentimos preparados. ¡Qué mejor que tener en nuestras inspectorías salesianos coadjutores especializados en acción y trabajo social, en trabajo con jóvenes de la calle y en situaciones de riesgo (droga, abandono, violencia, marginación, privación de la libertad), en trabajo en red con otras instituciones! Claro está, no para que


Espíritu y la gracia; de los templos a los hogares y las personas; de los muchos preceptos al nuevo mandamiento del amor”. Y la vida consagrada... ¿sigue los pasos de Jesús? En esta línea de valorización de lo secular que acabamos de descubrir, y que la misma praxis de Jesús nos propone, podemos preguntarnos si la vida consagrada sigue los pasos de su maestro, de su inspirador, de quien da sentido a su existencia, o no. Haciendo una rápida mirada hacia el pasado podemos descubrir que no es exactamente con esa actitud misionera de Jesús con la cual nace la vida consagrada. Es más bien en su fase orante, es decir, retirándose de la sociedad a un lugar desierto para dedicarse a la oración y la contemplación. Por muchos siglos la vida consagrada tuvo ese rostro. Pero la historia también vio nacer nuevas formas de vida consagrada a Dios, y surgen las primeras órdenes y congregaciones abocadas al apostolado. Esta característica implicaba un nuevo tipo de religiosos inmersos en el mundo. Desde allí hasta la actualidad el escenario social fue cambiando y la iglesia profundizando su reflexión sobre sí misma y sobre el mundo. Hoy podemos hablar de una iglesia que se considera servidora del mundo, solidaria con sus penas y sufrimientos, con sus gozos y alegrías. El viejo esquema profano-sagrado fue perdiendo así validez. En esta línea es que considero con lugar la pregunta sobre si la vida consagrada actual está secularizada o no. En un artículo titulado “La necesaria secularización”, el Hermano lasallano Esteban de Vega sostiene que la pregunta aparentemente es muy fácil de responder, y uno está tentado a decir en seguida que sí. ¿Pero por qué? Porque “se han roto y, podríamos decir, superado, muchos de los esquemas, formas y barreras que impedían que la vida religiosa realmente fuera secular”. Al menos en España, continúa el autor, “el hábito no es algo relevante en muchas congregaciones;

se han transformado las reglas y se han hecho más humanas; se valora más a la persona y la institución ni la anula ni le impone nada sin un diálogo previo; muchas congregaciones han cambiado sus casas tradicionales y viven de un modo más parecido a la gente de a pie y más cercano; la formación intenta preparar para la vida concreta de nuestros días”. Todos estos pequeños gestos e intuiciones hablan del inicio de un camino de secularización, sin lugar a dudas. Aún así, constata el autor que el Concilio Vaticano II deseaba impulsar una sana secularización de la vida consagrada, que no logró una concreción plena en la realidad. Cuando nos hacemos la pregunta sobre la secularización, persiste aún la tendencia a considerarla como algo malo, sostiene de Vega, como “algo que nos aleja de lo que deberíamos ser por exceso de mundanización”. Pero pienso que eso sería, mas bien, caer en un secularismo. Si la vida consagrada estuviese secularizada actualmente, sostiene el autor: - Estaríamos más volcados en la vida real de las personas, tendríamos tiempo para ellos, pondríamos en el centro de nuestro ministerio al hombre y la mujer concretos y no nuestros programas, iríamos a su encuentro y no esperaríamos a que vinieran al nuestro. Iríamos a su terreno, donde están, y no donde querríamos que estuvieran. - Habríamos hecho de nuestras comunidades casas abiertas, acogedoras, lugar desde donde decir “vengan y vean”. Eso nos daría pie para ser maestros de fraternidad, de oración, de espiritualidad, de entrega. Pero seríamos realmente


hagan el trabajo solos, sino para que puedan sensibilizar a las comunidades, a los hermanos, frente a estas realidades, y nos motiven a salir. Pero mientras la especialización de un hermano coadjutor siga siendo capacitarse para sostener las obras que ya tenemos, la actitud de salida no vendrá, de seguro, por ese lado. El mundo del trabajo es, y siempre fue, un lugar privilegiado para el trabajo del salesiano coadjutor. Actualmente, los centros de capacitación profesional han ganado lugar en muchas de nuestras obras. Brindan un espacio educativo y permiten la inserción laboral a muchos jóvenes con deseo de superarse. Entrar en este terreno implica trabajo en red con otras instituciones (centros de día, de rehabilitación, pastoral penitenciaria, empresas, etc.). ¿Quién más apto para sumergirse en este trabajo que un salesiano hermano? El ámbito gremial es otra cara de esta moneda, donde hay tanto que podríamos hacer en favor de la juventud obrera y marginada. El hermano Carlos Conci es un ejemplo muy iluminador de que este es un apostolado posible y significativo. Estar cerca de la gente común implica la humilde actitud de acercarse sin intenciones a priori. Conocer, aprender de ellos, sintonizar y no perder nunca esa sintonía. Hacernos más hermanos que padres. Creo que siendo hermanos, el llamado a ser profetas de fraternidad nos toca de cerca. El desprestigio ganado por la iglesia debido a los innumerables casos de abuso y pedofilia recaen, sobre todo, en la figura del sacerdote. Que gran riqueza contar en la congregación con la vocación de un consagrado laico que, por ser desconocida, puede ser enigmática y cuestionante en sí misma. Una persona que opta por el perfil bajo y por la fraternidad, que renuncia a bienes materiales y al reconocimiento social, que muchas veces tiene el ser sacerdote, puede hablarnos también con su vida. Y cabe preguntarse aquí ¿por qué hay

tan pocos salesianos coadjutores en el mundo, siendo una vocación que puede ser tan significativa para nuestros días? Bueno una respuesta seria ameritaría un exhaustivo recorrido histórico, pero mirando a la realidad contemporánea encontramos algunas luces. Sin duda el clericalismo aún reinante en nuestra congregación y, por ende, en nuestras obras juega en contra de que haya un florecimiento vocacional de coadjutores y de muchas otras vocaciones laicales. Empeñarnos en erradicar este mal del clericalismo traería muchísimos beneficios para nuestras obras. Y la presencia de coadjutores conscientes de lo valioso de una vocación laical haría tanto bien a los laicos y laicas con los que convivimos. Pero no podemos desesperanzarnos, pues pequeños cambios comienzan a emerger. Además vivir nuestras crisis con esperanza y alegría es un gran testimonio para el mundo, pues la base de esa esperanza es saber que Dios está actuando en la crisis. Tal vez purificándonos. Claro que la necesidad de secularización no es algo que afecte exclusivamente al hermano sino también a los presbíteros religiosos. Pero por su laicidad, el salesiano coadjutor tiene una especial sintonía con el


mundo y con las cosas del mundo. Deseo, con Esteban de Vega, que lleguemos a ser “capaces de ver que es Jesús quien nos quiere realmente seculares, pero con capacidad de vivir y comunicar el misterio de su presencia y de su amor”. Eso debería configurar profundamente nuestra vida, nuestra vocación toda. En un mundo secularizado y, con la importancia que el Concilio Vaticano II redescubrió al laicado, podemos decir que éste es el momento para el salesiano coadjutor.


Más que peroratas franciscanas Por: Hno. Juan Echavarría La reciente visita del Papa al país Azteca deja un refrescante mensaje, que lejos de ser un discurso repetido, vacío de sentido y significado, representa un paradigma para los nuevos tiempos, retos y desafíos de la sociedad mexicana, personificada en líderes políticos, sociales y eclesiásticos, pero ante todo, en el rostro de los sin voz, de los violentados y vulnerados que no paran de pedir libertad entre los múltiples flagelos que los oprimen. Considero que el mensaje de Francisco, traducido en discursos, homilías y saludos espontáneos, no es simplemente retórico ni la ya acostumbrada disertación sensiblera que pretende conmover, gustar y catapultar la popularidad. Antes por el contrario, pretende sacudir las conciencias que se dejaron domar por el inmovilismo de la costumbre y olvidaron la condición profética típicamente cristiana, imitadora del Hijo de Dios, quien supo responder competentemente desde el amor y por el amor: al enfermo y al endemoniado; al joven y al rico; al tímido y al que se creía sabio. Tras la relectura atenta y paciente de cada mensaje es imposible no percatarse de los variados elementos repetitivos que para cada ciudad o destinatario fueron insistentes, como destacando la urgencia por decirlos. Numéricamente hablando produjo siete discursos, cinco homilías, una conferencia de presa (a bordo

del Boeing 787 de Aeroméxico), y cuatro saludos o mensajes improvisados desde que se dispuso a viajar a México hasta que abandonó dicha nación. En ellos fue desperdigando sentencias esperanzadoras para un país que lo aguardaba físicamente en las más adversas situaciones. Un país que silenció por algunas horas los disparos de los carteles del narcotráfico para escuchar al Papa Francisco, autoproclamado misionero de la misericordia y fervoroso devoto de la Virgen morenita. Pero, ¿qué fue lo que dijo Francisco?, ¿cómo lo dijo?, ¿qué imagen de Dios y del ser humano esbozó en su mensaje a los mexicanos? Pues bien, globalmente hablando los casi cuatrocientos párrafos hicieron referencia frecuente a las palabras vida, Iglesia y misericordia en un único discurso que planteó la riqueza del Evangelio, que en la persona de Cristo invita a la defensa de los derechos de todos los mexicanos en sus condiciones más concretas y particulares: indígenas, enfermos, reclusos, inmigrantes, jóvenes, etc. La fuente principal de su palabra estaba inspirada en el diálogo entre fe y cultura, partiendo de la rica tradición religiosa del pueblo y de sus diversas manifestaciones amerindias. En este esfuerzo la Palabra de Dios cumplió una función capital, llevada a cada cuidad y movimiento de gentes supo hacer de luz


que ayuda a discernir la voluntad de Dios en las situaciones de violencia y odio marginal que azota sin descanso. Supo predicar a un Dios amor, que es bueno como un papá, como un Tata que acompaña. Dios que ama sin cansancio y que no pone caducidad a su bondad y por ello, es fuente inagotable de misericordia con todos, sin importar las condiciones sociales, raciales o lingüísticas. Es un Dios cuya presencia misteriosa pero real se hace carne concreta en todas las personas, especialmente en los más pobres y menesterosos. Es el Dios que en las noches de gran oscuridad sigue proporcionando esperanza en hombres y mujeres que dan testimonio de profecía. Son signos de un nuevo amanecer. Padre, abba, que anima a no caer en la tentación de la resignación, en la tentación de la acedía, en la tentación de la pérdida de la memoria, en la tentación de olvidar los a mayores, que enseñaron con su vida a decir: Padre Nuestro. Es el Dios que abrió la primera puerta de misericordia con su Hijo y de ahí la preocupación de Jesús por atender a los hambrientos, a los sedientos, a los sin techo o a los presos (Mt 25,34-40), lo hacía para expresar las entrañas de misericordia del Padre. En fin, es el Dios de la ternura que no se cansa de ‘cariñear’ a los suyos e invita a otros a amar sin pretensiones ni intereses. También supo hablar de la persona: mujer, niños, jóvenes y hombres, cada uno según su género y condición vital pero

siempre unidos en el mismo sentir como creaturas de Dios, aquella que cuando es violada en su integridad genera deterioro en toda la sociedad. Su deseo está en hacer de la sociedad un medio de humanización. Diría que supo trazar dos aspectos del mexicano de estos tiempos, los que reclaman atención y promoción, pero también aquellos que se dejan enceguecer por las propuestas de los poderosos. La persona siempre necesitada, privada de lo básico y necesario como es costumbre, situada donde la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo. Un capital humano esperanzador, como el de México, tiene que ser la fuente de estímulo para encontrar nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiar por la senda del compromiso solidario. Un compromiso en el que todos, se entreguen a la construcción de «una política auténticamente humana» (Gaudium et spes, 73) y una sociedad en la que nadie se sienta víctima de la cultura del descarte. Incluso, según Francisco, donde las mujeres todavía no están bien consideradas. No se ha entendido totalmente el bien que una mujer puede hacer a la vida del cura y de la Iglesia, en un sentido de consejo de ayuda, de sana amistad. En cuanto a los que se olvidan de las mayorías se expresó así a obispos, empresa-


rios y líderes políticos: Preocupan tantos que, seducidos por la potencia vacía del mundo, exaltan las quimeras y se revisten de sus macabros símbolos para comercializar la muerte en cambio de monedas que, al final, «la polilla y el óxido echan a perder […] Sean, por tanto, Obispos capaces de imitar esta libertad de Dios eligiendo cuanto es humilde para hacer visible la majestad de su rostro y de copiar esta paciencia divina en tejer, con el hilo fino de la humanidad que encuentren, aquel hombre nuevo que su país espera. No se dejen llevar por la vana búsqueda de cambiar de pueblo, como si el amor de Dios no tuviese bastante fuerza para cambiarlo. Es necesario superar la tentación de la distancia y del clericalismo, de la frialdad y de la indiferencia, del comportamiento triunfal y de la autoreferencialidad. En otra ocasión refirió: El lucro y el capital no son un bien por encima del hombre, están al servicio del bien común. Y, cuando el bien común es forzado para estar al servicio del lucro, y el capital la única ganancia posible, eso tiene un nombre, se llama exclusión, y así se va consolidando la cultura del descarte: ¡Descartado! ¡Excluido! En tan variopinto recorrido por discursos y mensajes subyacen múltiples ideas teológicas y de espiritualidad cristiana que fundamentan la postura del Papa jesuita. Como telón de fondo permanece el misterio de la misericordia divina, la misma que rechaza siempre la maldad, tomando muy en serio al ser humano. Apela siempre a la

bondad de cada persona. Lejos de aniquilar, la misericordia se acerca a toda situación para transformarla desde adentro. Así es el misterio de la misericordia divina. Se acerca, invita a la conversión, invita al arrepentimiento; invita a ver el daño que a todos los niveles se está causando. La misericordia siempre entra en el mal para transformarlo. Misterio de Padre Dios: envía a su Hijo que se metió en el mal, se hizo pecado para transformar el mal. Esa es su misericordia. En síntesis, más que peroratas, Francisco fue bálsamo y perfume que alivia las heridas de un pueblo. También fue atalaya que denuncia y promueve una liberación desde la justicia y el Evangelio. Llama la atención las consecuencias de la espiritualidad cristiana manifiesta en sus disertaciones. Espiritualidad que nace de la misericordia y experimenta la misericordia, donde la imagen del Dios redentor se presenta más grande que el clásico condenatorio y juez. Sabemos que no se puede volver atrás, sabemos que lo realizado, realizado está; pero, he querido celebrar con ustedes el Jubileo de la misericordia, para que quede claro que eso no quiere decir que no haya posibilidad de escribir una nueva historia, una nueva historia hacia delante: «para qué». Ustedes sufren el dolor de la caída –y ojalá que todos nosotros suframos el dolor de las caídas escondidas y tapadas–, sienten el arrepentimiento de sus actos y sé que, en tantos casos, entre grandes limitaciones, buscan rehacer esa vida desde la soledad. Han conocido la fuerza del dolor y del pecado, no se olviden que también tienen a su alcance la fuerza de la resurrección, la fuerza de la misericordia divina que hace nuevas todas las cosas¹⁰.

1 Saludo del Santo Padre Francisco al final de la misa en Ciudad Juárez. Área de la feria de Ciudad Juárez, miércoles 17 de febrero de 2016. 2 Santa Misa con sacerdotes, religiosas, religiosos, consagrados y seminaristas. Homilía del Santo Padre. Morelia, martes 16 de febrero de 2016. 3 Visita al Centro de Readaptación Social (Cereso 3) de Ciudad Juárez, miércoles 17 de febrero de 2016. 4 Encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático. Discurso del Santo Padre. Palacio nacional, Ciudad de México, sábado 13 de febrero de 2016. 5 Ibíd. 6 Conferencia de prensa del Santo Padre durante el vuelo de regreso a Roma, miércoles 17 de febrero de 2016. 7 Encuentro con los Obispos de México. Discurso del Santo Padre. Catedral Metropolitana, Ciudad de México, Sábado 13 de febrero de 2016. 8 Encuentro con el mundo del trabajo. Discurso del Santo Padre. Colegio de Bachilleres del Estado de Chihuahua, Ciudad Juárez, miércoles 17 de febrero de 2016. 9 Santa Misa, homilía del Santo Padre. Área de la feria de Ciudad Juárez, Miércoles 17 de febrero de 2016. 10 Visita al Centro de Readaptación Social (Cereso 3) de Ciudad Juárez, miércoles 17 de febrero de 2016.


Lejos, no quiero volver Que ya no quiero más cielo Quiero aterrizar Quiero descansar Poder tocar el suelo Cerca, me quiero ver Que ya me da miedo el cielo Quiero respirar Quiero acariciar Poder tocar el suelo Y mañana cuando nadie quede aquí Cuando todo se convierta en algo gris Que esta luz que tanto brilla vea al fin Quedara lo que hubo siempre Quiero vivir la vida a ras de suelo Quiero notar que soy el más pequeño No quiero volar Y no quiero más vuelos Quiero vivir, quiero mirar Lejos, no volveré Me hice daño en el cielo No quiero pensar Quiero regresar Poder tocar el suelo

:P

Vivir a ras de suelo

Cerca, me quedare Buscando mí estrella en el suelo Este es mi lugar Este es mi hogar Sentirme más pequeño

Autor: El Canto del Loco Álbum: De Personas a Personas (2008) Género: Rock

Y ya está, tengo mi espada Batallar a nada Otro nuevo camino Que nace ahora en mí Llegar al sitio que buscaba Secuencia terminada Para mi Quiero vivir la vida a ras de suelo Quiero notar que soy el más pequeño No quiero volar ya no quiero mas, no quiero mas Quiero vivir, quiero mirar Quiero sentir, quiero tocar Yo quiero vivir, quiero mirar Quiero volver, quiero parar No quiero correr, quiero pensar Quiero acariciar Yo quiero vivir, quiero luchar quiero mirar, quiero ganar

Cresco sdb


fotonoticias de familia Retratos de la copa San JosĂŠ


fotonoticias de familia De paseo en el volcĂĄn Pacaya

El hno. Javier y el hno. Emeterio de cumpleaĂąos


fotonoticias de familia Algunos retratos de la MisiĂłn de semana santa en PetĂŠn y en CarchĂĄ.


Amo tanto al pr贸jimo, porque amo en cada persona un poco de ti, Dios. Te busco por todas partes en los seres humanos, y a menudo encuentro un trozo de ti. Intento desenterrarte de los corazones de los dem谩s.

Etty Hillesum


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.