Amaranta & el largo camino de vuelta

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y e l l a r g o c a m i n o d e v u e lta





y e l l a r g o c a m i n o d e v u e lta

paula vivallos


Texto, ilustraciĂłn y diseĂąo Paula Vivallos Queda prohibida la venta de esta obra. Copia, difunde, comparte. co n tac to

: cretinoland i n s ta g r a m : @cretinoland fa c e b o o k

cretinoland@gmail.com


Volvemos, una y otra vez ! Siempre tenemos la sensación de estar volviendo! . . De qué?, de dónde?, por quién?.

Aquí dejamos las dudas, las imperfecciones, los remordimientos. Aquí dejamos un poco del alma. Aquí dejamos un poco el blanco y negro. Amaranta es finalmente la excusa para volver a soñar en colores, es la compañera perfecta que suspira cuando nosotros, ya no podemos. Amaranta fue un pedazo de vida que hoy tiene forma de cuento y algo más de nostalgia! Abrazos de colores. Hilario Alcalde

a m a r a n ta

No hay mejor terapia que contar el camino. Aquí lo tenemos -querida Paula-, ilustrado, armado con porongones de lágrimas y eternos resplandores.

y el largo camino de vuelta

Este largo camino de vuelta es al interior de los ojos, a la profundidad de los suspiros y al eterno dilema de volver a empezar.

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a m a r a n ta

Mi nombre es Amaranta, no soy tan grande ni tan pequeĂąa, simplemente casi siempre soy.

y el largo camino de vuelta

NacĂ­ en un pueblo llamado Cretinoland, en el florecimiento del amaranto, entre un conjunto de rocas y tierras apretadas.

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Me levanto por las mañanas a un lugar que llaman escuela, un lugar para aprender. . . O eso me han dicho.

ruido del cemento.

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Podíamos pasar horas y horas percibiendo el mundo, escuchando las melodías del viento y pensando en la sabiduría de los árboles, ellos, los que bailan lejos del

y el largo camino de vuelta

Una vez en mi casa, me siento en la ventana, contemplo el cielo y acaricio a mi mejor amiga, la Carnívora.

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Aquí, en la ciudad, me cuesta sentir el viento. Nunca he estado muy a gusto entre la gente. Esta monotonía me encarcela, me atrapa. Entonces busco, busco sin saber qué, sólo necesito algo que me asombre. Hoy decidí partir. Comencé a empacar, guardé mi cámara, mis honguitos, muchos cachivaches y todo aquello que me protegería de la vida misma. Estoy determinada a viajar.


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Mientras me ponía la mochila en mis hombros, apareció un alma por mi ventana. Cabello rojo, mirada profunda y una leve sonrisa entre sus ojos. Entre destellos rojizos y algo de miedo, le pregunté su nombre: - Mi nombre es Francisco, soy un ángel eléctrico. Me contestó. - Ahm, hola. ¿Qué hace un ángel como tú en esta maldita ciudad? Pregunté tímidamente.


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- Amaranta, soy un enviado del Sol y vengo a entregarte un regalo que te será útil en tu viaje a las afueras de Cretinoland. En esta bolsa encontrarás las semibooombas. Me dijo mientras me entregaba una bolsita de terciopelo rojo.

- Francisco , pero . . . No me dejó terminar la frase, al levantar la vista, él ya había desaparecido.

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- Son semillas mágicas, que se lanzan en situación de peligro e instantáneamente, aparecerá una planta, que te dará como regalo lo que necesites para superar tus obstáculos . Dijo.

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- ¿ Y qué son las semibooombas? Le pregunté sin entender nada.

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Aún sorprendida pero con unas las ganas enormes de probar la teoría de Francisco, salí de mi hogar. A mitad de cuadra me di cuenta de que necesitaría un transporte. Entonces lancé la primera semiboomba. . . Tapé mis oídos, cerré firmemente los ojos y corrí a esconderme detrás de mi sombra. En ese preciso momento un globo aerostático se posaba en la mitad de la calle, invitándome a subir. Sorprendida e impaciente, tomé mi mochila y a la Carnívora, saltando rápidamente a mi nuevo vehículo.


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Despegamos y yo no lo podría creer. A medida que aumentaba la altura, también lo hacían las contracciones de mi estómago. Subimos por lo que me pareció años y, finalmente, el globo de estabilizó. Con ganas de mirar hacia abajo, me acerqué al borde y sentí cómo el viento me abrazaba con fuerza, peinaba mi pelo y acariciaba mi cara, me sentía llena de vida. . . Abrí mi mochila, tomé uno de los hongos que me acompañaban y lo comí, con la esperanza de ver más lejos que el horizonte. Al poco tiempo, sentí mi rostro transformarse, podía palpar el aire y mi cuerpo se fundía con el espacio, respirábamos al unísono el Universo y yo. Respiré hondo, y sentí el Nirvana en el alma.




Un fuerte movimiento sacudió mi globo, desperté de mi trance a las peores de las pesadillas. Él me ataca, me trata de golpear, de morder, de comer. Entre gritos y jadeos, el Maldito en su vuelo implacable, muerde mi globo para impedir mi escape. Sentía cómo mi vehículo se desinflaba, cayendo vertiginosa y eternamente hacia la tierra. . .

Llego a tierra casi sin saber cómo. Bajo rápidamente y miro mi globo destrozado, me siento abatida. Levanto la vista y en la punta del horizonte estaban el Desgraciado y el Infeliz.

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El Maldito, con sus ojos posados en los míos, se convirtió en murciélago y se quedó rondando por los cielos.

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- Qué estás haciendo idiota? Le grité.

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Sus carcajadas retonaban tan fuertes que mis oídos no lo soportaban, sentía como si fuesen a estallar. Mi amiga, la Carnívora, en un nuevo acto de generosidad, se lanzó sobre el Infeliz y se lo tragó de una sola bocanada. Pobre Carnívora, al comer tanta negatividad, su cuerpo se desvaneció por los suelos mezclándose con la tierra húmeda de tanto llanto.


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Mientras el Desgraciado, huía con su cobardía –sin pensar- tiré mi última semibooomba . . . La naturaleza me regaló unos bellos frutos llamados granadas, los lancé todos juntos y con tanta, pero tanta fuerza, que explotaron millones de rayos rojos, que se vieron en todos los cielos del Universo.

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Mis ojos no dejaban de lagrimear. La Carnívora era mi amiga. . . Mi mejor amiga. Sobre ella se oye la voz de Francisco, el ángel eléctrico, que susurra:

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Levanté la vista, buscándolo, pero sólo quedaba el eco de su voz, desvaneciéndose paulatinamente en el amargo cielo.

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- Todo lo que pierdas, recuérdalo con amor.

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Parché mi globo, me subí y volví a elevarme. Comencé a sentirme enferma de tanto recordar. En mi desesperación me colgué de cabeza en una rama. Sentí cómo el sueño invadía mi alma y lentamente me acomodé dentro de la crisálida que se formó alrededor de mi cuerpo.


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Estuve siete lunas esperando salir, mientras mi cuerpo se transformaba. Podía sentir mi piel estirándose y recogiéndose, todo en constante mutación. Mi cabeza ardía, al igual que las manos, estaban completamente entumecidas. Estaba despierta, pero no tenía control de lo que ocurría, no podía moverme. Tuve miedo, mucho miedo.

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Luego de la última luna, mi crisálida comenzó a quebrarse. Apenas vi las primeras trizaduras, empecé a moverme para salir de ahí. Pude, por fin, extender mis brazos y entendí que ya no eran míos, que eran patas largas y firmes, que se movían con la agilidad de una bailarina.

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Yo había cambiado, mutado. Me había transformado en saltamontes. Mi nombre es Amaranta, soy un saltamontes, ahora tengo color y he comprendido que siempre fui grande, entre todo lo pequeño aunque pequeña entre lo infinito.


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}

A mi padre por su amor infinito y eterna comprensión, a Hilario Alcalde por su amistad y apoyo en este proyecto, a Ricardo Guzmán, Javiera Ramirez y a todas las almas y corazones que fueron parte de la terapia de contar el camino.

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agradecimientos

a m a r a n ta

{

Esta historia fué escrita en la primavera del año 2013, y publicada en el otoño del 2018 Santiago de Chile.

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paula vivallos


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