Eructorial
por Lubrio
se incorporan para hacerte la tarde más aterradora y divertida. La muestra de Cripy va a estar todo el mes de Arrancamos el año con toda la energía gracias a las brujas del quinto piso y su elixir revitalizador. abril, pero nos encantaría que vengas a la inauguraPara demostrarlo armamos una muestra en la Alianza ción y nos veamos cara a cara. No vamos a morderte. Francesa de Palermo (Billinghurst 1926) que inaugura No mucho. el 4 de abril a las 19 hs. ¡No te pongas así! ¡Por supuesto que estás in- ¡Nos vemos! vitado! También puede venir tu primo... sí, ese que no te presta los juguetes y tu hermano más chico y tu mamá y tus abuelos y la planta carnívora. TODOS. ¡Vamos a hacer una verdadera fiesta! Vas a conocer muchos de los integrantes del staff de Cripy, que por una noche van a tener forma humana e inclusive algunos hasta van a parecer personas buenas (maravillas de la magia arcoiris... porque con la negra y la blanca sola no nos alcanzaba). Dibujaremos en vivo, una de las sirenas del pantano va leer un cuento y si lo escuchás hasta el final sin hacerte pis encima, te vamos a regalar algunos caramelos por tu valentía. ¿Te parece poco? Podés preguntarnos de que color son nuestras lenguas y cuántos años tenemos. No puedo garantizarte que diremos la verdad a todas tus preguntas, pero lo intentaremos. Lo prometo. Una nueva Cripy en papel se presentará ese día también para que agrandes tu colección... ¡ahora vas a tener tres números impresos! Pero mientras ese día llega, podés leer este número trece lleno de mala suerte. Con la despedida de Las ratas de Pule estudiaron buenos modales y para Beto y su libreta mágica y de Fredy Burguer... pero eructar, se ponen en cuclillas igual con la llegada de un montón de historias nuevas que que la realeza europea... ¡Qué elegancia!
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OVEJA NEGRA EN LA SANGRE
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Roman tena, service de tv
Dibujos: Montag - Color: Raspante - Textos: Lubrio
Gente que da miedo...
Dicen que por Villa Crespo las personas no llaman al service de la televisión desde hace muchos años. Prefieren ver la señal en pésimas condiciones antes que acudir a los servicios de Román Tena. El señor Tena asegura que luego de su visita vas a disfrutar la televisión como nunca antes... ¡y también asegura que vas a disfrutarla por última vez! 36
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TOPATI
por Brian Janchez
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PÁGINAS MACABRAS
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Una de las cosas que más me gusta de las vacaciones es que mis papás me llevan a la casa de mi abuelo. Mi abuelo vive en Azul y es un poco lejos, así que son pocas las veces que lo visitamos. Pero en verano nos quedamos un montón de días y la pasamos bárbaro. Mi abuelo se llama José, pero le decimos Pepe. Tiene unos bigotes muy grandes, y cuando me abraza y me da besos me raspa toda la cara, pero a mí me gusta igual. Él siempre me pregunta: “Leandrito, ¿cuándo seas grande te gustaría tener un bigote como el mío?”. Yo siempre le contesto que sí, pero la verdad es que debe ser algo incómodo. Su casa es antigua y muy grande. La parte que más me gusta es el altillo que está lleno de cosas raras y viejas, y siempre que vamos encuentro algo nuevo. Aparte, mi abuelo me cuenta de dónde viene cada cosa. ¡Y tiene cosas de todas partes del mundo: una alfombra de la India, un sillón de un tal Luis XV, una máscara tallada en madera que compró en Panamá, y un montón de cosas más! Muchas más de las que se imaginan. Este verano (como todos los veranos), fuimos a la casa del abuelo Pepe. Estaba muy ansioso por llegar. Íbamos con papá y mamá en el auto por la ruta y yo a cada rato preguntaba: “¿Falta mucho?”. Cuando llegamos, Pepe nos recibió con mate cocido y tortas fritas. ¡Cómo me gustan las tortas fritas del abuelo! Me comí como diez. Después ayudé a papá a bajar los bolsos del auto. Más tarde cenamos y nos fuimos a dormir. Yo estaba tan cansado que papá me tuvo que subir por la escalera hasta la habitación. Me dormí profundamente en cuestión de segundos. A la noche me levanté para ir al baño. ¡Había tomado mucho mate! La casa de mi abuelo tiene dos pisos, las habitaciones están en el segundo. En ese piso también hay un baño, que queda en el fondo del pasillo. Para llegar al baño tengo que pasar por al lado de la escalera que conduce al altillo. Esa noche cuando caminaba por el pasillo, escuché un extraño sonido. Me pareció que venía del altillo, pero en ese momento no estaba seguro. Era como si alguien rascara la puerta, como hace un perro cuando quiere entrar o salir de la casa. Pero estaba tan dormido que no le di importancia. Al otro día tendría tiempo de investigar. Mamá me despertó bien temprano. Yo hubiera querido dormir un poco más. “Abrigate bien que está fresco”, me dijo ella, después me dio un beso en la frente y bajó a preparar el desayuno con mi abuelo. Antes de cambiarme fui al baño. Me lavé la cara, los dientes y me peiné lo mejor que pude. Tenía el pelo muy alborotado, un torbellino había anidado en mi cabeza durante la noche. Mientras bajaba recordé el ruido que había escuchado y me dije a mí mismo que más tarde se lo comentaría al abuelo… Pero sin que me escuchen mis papás. A veces los abuelos nos entienden más que nuestros propios padres. Después de desayunar, mi abuelo me llevó a pescar. Fuimos con la perra, Daila. Mi abuelo la encontró en la ruta hace muchos años. Es súper cariñosa y muy guardiana. ¡Y cómo le gusta comer! Siempre que íbamos de pesca, Daila nos acompañaba, y ese día no fue la excepción. Mientras pescábamos tranquilos a la sombra de un sauce, aproveché para hablar con mi abuelo. –Mirá Leandrito –dijo – a veces en el altillo se mete algún animal. Pudo haber sido un ratón o una comadreja. Está tan lleno de cosas que no me extrañaría que algún haya armado allí su madriguera. Así que le resté importancia al asunto y me dispuse a disfrutar del día de pesca. Al volver, ya entrada la tarde, nos pusimos a limpiar los pescados. Tres pejerreyes bastante grandes. Esa sería la cena. Papá me preguntó cómo la habíamos pasado y le conté mi día con lujo de detalles (excepto la charla con mi abuelo). Comimos, dijimos algunos chistes y después saludé a
todos antes de irme a dormir. Pero me guardé algunas galletitas a escondidas, por si tenía hambre a la noche. Una vez en la habitación, me puse el pijama y me acosté. El día había sido muy largo y mañana quería estar bien descansado. A la madrugada algo me despertó. Un ruido muy fuerte, como un golpe. La puerta de mi cuarto estaba abierta, y sentí unos pasos apurados en mi habitación. Me quedé inmóvil del miedo. Pero de repente tomé coraje y prendí la luz del velador. Los pasos se detuvieron en lo que a mí me pareció el altillo. Y me di cuenta que… ¡Alguien se había llevado mis galletitas! Al otro día empezaría a investigar. Esa mañana, después de desayunar, les dije a papá y al abuelo que jugaría un rato afuera. Pero en vez de eso, agarré una linterna, y me dispuse a subir al altillo. En otro momento no me hubiera dado miedo, pero después de lo escuchado la noche anterior, estaba un poco nervioso. Subí despacio las escaleras y abrí la puerta del mismo modo, tratando de no hacer ruido. Una vez adentro, sentí ese olor raro. El olor a cosas encerradas. Un aroma especial que no sé cómo describir, que sólo lo había sentido en el altillo de mi abuelo. Una mezcla de olores, de miles de cosas distintas, medio rancio y húmedo, como una tumba de recuerdos. Cuando me acostumbré al polvo y a la poca luz, empecé a avanzar. Buscaba algo aunque no sabía precisamente con qué me encontraría. Alumbré un baúl, y muchas cucarachas corrieron buscando nuevamente la oscuridad. De repente me encontré con un objeto que nunca había visto. Era un pedestal de madera con un mono disecado sentado arriba. Me asusté mucho al verlo, pero más me asusté cuando vi que la cara del mono y la base del pedestal estaban llenos de… ¡migas de galletitas! Corrí como jamás había corrido en mi vida, y llegué a escuchar pasos apresurados siguiéndome. Cerré la puerta del altillo y algo la golpeó. Bajé las escaleras, todas las escaleras, y salí al parque donde estaban mis papás y el abuelo Pepe charlando. Me abracé a la pierna de mi papá muy fuerte. “Leandrito, parece que viste un fantasma” dijo mi abuelo y todos se echaron a reír. Más tarde, hablé con él y le conté lo que había pasado. El abuelo me miro serio y dijo algo que nunca olvidaré: - Mira Leandrito, las cosas de los hombres son inquietas. Algunas más y otras menos. Unas tan poco que apenas nos damos cuenta que se mueven. Y las otras se mueven demasiado. Como cuando estás seguro de haber dejado algo en un lugar y aparece en otro. Para evitar que la mayoría de las cosas se muevan por sí solas, existen los cajones, los roperos; pero hay algunas cosas que son tan inquietas que es muy difícil controlarlas. Y a veces pueden ser peligrosas. Ese mono que tengo en el altillo parece ser de esta última clase. Yo ya sabía que era inquieto, pero parece que ha empeorado. Así que lo voy a atar con unas cadenas para que tengamos unas vacaciones tranquilas. Pero no le digas nada a tus papás; ellos no creerán la historia. Esperaba que el abuelo se ríese, pero no lo hizo… Y así fue como pasé el resto de los días de vacaciones tratando de olvidarme de ese horrible mono inquieto. Por si las dudas, nunca más me llevé galletitas al cuarto. A las cosas les gusta moverse y uno nunca sabe lo que puede pasar.
Texto: El Bruno Dibujo: Gory
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De TeJorh!
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ponete contento, todos los meses una nueva Cripy para vos...